GA027-14 una aproximación al modo de pensar terapéutico

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CAPÍTULO XIV


El ácido silícico lleva sus actividades a lo largo de los caminos del metabolismo hasta aquellas partes del organismo humano donde lo vivo se convierte en inerte. Aparece en la sangre, a través de la cual las fuerzas formativas tienen que seguir su curso; aparece también en el cabello, es decir, donde el proceso de formación y conformación encuentra su conclusión exterior; y lo encontramos en los huesos, donde el proceso de formación termina interiormente. Aparece en la orina como producto de la excreción.

Constituye la base física de la organización del yo. Pues ésta tiene una acción formativa. Esta organización del yo utiliza el proceso del ácido silícico, justo en aquellas regiones del organismo en las que la acción formadora, la acción formadora limita con el mundo exterior e interior (inconsciente). En la periferia del organismo, donde el cabello contiene ácido silícico, la organización humana se conecta con el mundo exterior inconsciente. En los huesos se conecta con el mundo interior inconsciente, en el cual trabaja la voluntad.

En el organismo humano sano, la base física de la conciencia debe desarrollarse entre estos dos campos de acción del ácido silícico. El ácido silícico tiene una doble función. En el interior, pone un límite a los meros procesos de crecimiento, nutrición, etc. Hacia el exterior, cierra las meras actividades de la naturaleza externa desde el interior del organismo, de modo que el organismo, dentro de su propio dominio, no está obligado a continuar los trabajos de la naturaleza externa, sino que está capacitado para desplegar sus propias actividades.

En su juventud, el organismo humano está más dotado de ácido silícico en aquellas localidades donde se encuentran los tejidos con fuertes fuerzas formativas. De ahí que el ácido silícico despliegue su actividad hacia las dos zonas limítrofes, creando entre ellas el espacio en el que pueden formarse los órganos de la vida consciente. En el organismo sano, éstos son principalmente los órganos de los sentidos. Sin embargo, debemos tener en cuenta que la vida sensorial impregna todo el organismo humano. La relación recíproca de los órganos depende del hecho de que un órgano percibe continuamente la actividad del otro. En los órganos que no son órganos sensoriales en el sentido propio del término, por ejemplo en el hígado, el bazo o los riñones, la percepción es tan leve que queda por debajo del umbral de la conciencia en la vida normal de vigilia. Sin embargo, cada órgano, además de servir a tal o cual función dentro del organismo, es además un órgano sensorial.

De hecho, todo el organismo humano está impregnado de percepciones que se influyen mutuamente y así debe ser para que todos los diferentes procesos funcionen juntos de forma saludable en él.

Todo esto depende de una correcta distribución de las actividades del ácido silícico. Podemos incluso llegar a hablar de un organismo especial de ácido silícico, que impregna todo el organismo; este organismo de ácido silícico condiciona la sensibilidad mutua de los órganos de los que dependen la vida y la actividad sanas; determina sus correctas relaciones interiores y exteriores, interiormente su relación con el desarrollo de la vida del alma y del espíritu, y exteriormente en el sentido de que proporciona en cada caso la conclusión adecuada de las actividades de la naturaleza externa.

Este organismo especial sólo funcionará correctamente si el ácido silícico está presente en el organismo en cantidades tales que la organización del yo sea capaz de utilizarlo plenamente. Cualquier cantidad restante de ácido silícico, la organización astral que se encuentra debajo de la del ego debe tener el poder de excretar, ya sea a través de la orina o de alguna otra manera.

Las cantidades excedentes de ácido silícico, que no son excretadas ni asimiladas por la organización del yo, deben depositarse como sustancias extrañas en el organismo; por la misma tendencia a la creación de formas por la que -en la cantidad adecuada- sirven a la organización del yo, entonces interferirán con ella. Este exceso de ácido silícico introducido en el organismo perjudicará el funcionamiento del tracto gastrointestinal. En este caso, la tarea del tracto digestivo es deshacerse de la excesiva tendencia a crear formas. Se producirá una desecación donde debería predominar el elemento fluido. Esto es más claramente evidente cuando la introducción excesiva de ácido silícico va seguida de una perturbación psicológica tras la cual son inconfundibles las correspondientes perturbaciones orgánicas. Uno se siente mareado y no puede dejar de dormirse; uno se siente incapaz de dirigir las percepciones de la vista y el oído de la manera adecuada; uno puede incluso tener una sensación como si las impresiones de los sentidos se congestionaran y se retuvieran en el punto donde deberían continuar en el sistema nervioso. Todo esto muestra cómo el ácido silícico empuja hacia la periferia del cuerpo y cómo, si llega allí en cantidades excesivas, perturba el proceso formativo normal introduciendo una tendencia extraña. Las perturbaciones se producen también en el límite interno del proceso de creación de la forma. Se experimenta el descontrol del sistema motor y el dolor articular. Todas estas condiciones pueden desembocar en procesos de inflamación, que surgen allí donde la actividad formativa intrusa del ácido silícico es demasiado fuerte.

Esto apunta al mismo tiempo a las fuerzas curativas que el ácido silícico puede desplegar en el organismo humano. Supongamos que un órgano, que no es un órgano sensorial en el sentido propio del término, se vuelve demasiado sensible en su poder inconsciente de percepción con respecto a las partes del organismo externas a él. Entonces observaremos una perturbación en las funciones de este órgano. Podremos tratar eficazmente el estado mórbido si estamos en condiciones de eliminar la hipersensibilidad mediante la administración de ácido silícico. Sin embargo, será necesario influir en el funcionamiento orgánico del cuerpo para que el ácido silícico añadido tenga efecto sólo en la vecindad del órgano enfermo, y no actúe sobre todo el cuerpo con una influencia general como se ha descrito anteriormente.

Mediante la combinación del ácido silícico con otras sustancias se puede conseguir que, al introducirse en el organismo, el ácido silícico llegue justo al órgano donde se necesita, de donde será expulsado de nuevo como producto de la excreción sin causar daño a otros órganos.

En otro caso, la sensibilidad de un órgano a las actividades de los restantes órganos puede disminuir indebidamente. En ese caso, se trata de una acumulación de la actividad del ácido silícico en la vecindad de este órgano. Por lo tanto, será necesario encontrar un medio de influir en la actividad del ácido silícico de todo el organismo, a fin de privar a la acción localizada de su poder; o bien se puede estimular la eliminación del ácido silícico mediante el uso de medicamentos que fomenten la excreción. El primer método es preferible, ya que una acumulación de ácido silícico en una localidad generalmente provoca una deficiencia correspondiente en otra. La distribución de la actividad localizada de ácido silícico en todo el organismo puede ser provocada, por ejemplo, por una terapia de azufre. El lector percibirá por qué esto es así si se refiere a los efectos del azufre en el organismo en otra parte de este libro.

Traducido por J.Luelmo junio2021

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