GA138 Munich 25 de agosto de 1912 El "Misterio de Eleusis" de Schure permite comprender el principio de la iniciación.

LA INICIACION, LA ETERNIDAD Y EL INSTANTE

Por Rudolf Steiner


Conferencia 1

El "Misterio de Eleusis" de Schure permite comprender el principio de la iniciación. En la actualidad, las fuerzas de la vida espiritual quieren entrar en las almas humanas como defensa contra lo que exige el futuro. Sugerencia de Herman Grimm: Cuanto más se mira retrospectivamente el desarrollo de la humanidad, más parece que el hombre está conectado con lo suprasensible.

Munich 25 de agosto de 1912

Como en los últimos años al comienzo de nuestro curso de conferencias de Múnich, permítanme utilizar esta primera conferencia como una especie de introducción a lo que vamos a tratar en los próximos días.

Es posible que el primer pensamiento que se les ocurra al comienzo de este ciclo se refiera a lo que durante varios años ha sido la introducción a estas conferencias de Múnich, es decir, nuestras producciones artísticas dramáticas. Si se me permite expresar el pensamiento que se me ocurre en esta ocasión, es que me produce la más profunda satisfacción ver cómo, tanto este año como el anterior, hemos podido abrir estas producciones con una reconstrucción del Misterio de Eleusis. Viendo que este año tenemos el placer de contar con un público aún más numeroso que antes, tal vez no sea superfluo repetir algunas palabras que ya pronuncié aquí en Múnich.

Todo lo que está ligado al Misterio Eleusino está íntimamente relacionado con lo que llamamos nuestro esfuerzo antroposófico. Empezamos siendo un círculo bastante pequeño, del que sólo unos pocos han permanecido fieles al movimiento. Comenzamos hace años en Berlín, conectando realmente la representación de la iniciación y los principios iniciáticos de las distintas épocas y razas con todo lo que ha realizado para el Movimiento Antroposófico nuestro venerado amigo Edouard Schuré en lo que respecta a la reconstrucción del Misterio Eleusino. Con todo esto hicimos una especie de introducción a este movimiento nuestro. Ahora que, desde hace algunos años, hemos podido dar producciones dramáticas de lo que ha salido del alma de Edouard Schuré, hemos podido imprimir una especie de impresión de los sentimientos, las sensaciones y los pensamientos que, para un círculo más bien reducido de nosotros, se han formado en torno a este punto de partida de nuestro movimiento. Si he de definir todo esto, debería decir que una confianza interior, una fe interior, brotó de la pureza espiritual y de la castidad del modo en que estas cosas entraron en nuestras almas. De modo que podríamos decir que si dejamos que estos sentimientos y sensaciones fluyan en nosotros, junto con todo lo que sentimos en nuestras almas con respecto a nuestro esfuerzo antroposófico, podemos al menos esperar alguna medida de éxito. Esto es lo que nos decían al principio las cosas mismas, lo que nos decían por la forma profunda y seria en que penetraban en lo espiritual, y lo que nos han dicho también los años que han pasado desde entonces.

¿Qué creencia pudimos mantener al principio, y después en el transcurso de los últimos años? Fue la importancia de aquel momento en la evolución de la humanidad -me refiero al momento en relación con la historia mundial- en que se hizo posible que ante el alma surgiera, la idea de que estaba en consonancia con las leyes de la evolución humana el hecho de que en nuestra época hubiera nuevas fuerzas, y en particular fuerzas de carácter espiritual, que pudieran desarrollarse en el alma de los hombres si querían mantenerse frente a lo que el presente y el futuro inmediato pueden exigir de su ser más íntimo. Al dar voz a este pensamiento, permítanme referirme a algo personal, que, sin embargo, no es en absoluto personal para mí.

Hace años, antes de que iniciáramos nuestro movimiento, tuve ocasión de hablar a menudo de todo tipo de asuntos espirituales con el historiador de arte alemán Herman Grimm, quien, como sabéis, ha pasado desde entonces a mundos superiores. En nuestros paseos juntos de Weimar a Tiefurt, o en los alrededores de Berlín, se habló mucho de las exigencias de la vida espiritual en nuestro tiempo en relación con la naturaleza; de cómo la humanidad ha buscado su meta en el curso de la evolución europea y ha tratado de encontrar la armonía en su vida anímica. Hubo un pensamiento que no dejaba de surgir en la conversación con Herman Grimm, tan profundamente interesado en toda la vida espiritual de Occidente. Cuando vamos a la raíz del asunto, este único pensamiento era cómo puede el hombre europeo mirar hacia atrás a lo largo de varios siglos, o de los últimos 2000 años, cómo puede el europeo mirar hacia atrás de tal manera que cuando indaga en su propia alma y examina sus necesidades y se pregunta: "¿Qué puedo entender, qué me resulta comprensible de entre los asuntos humanos que se produjeron por entonces que necesito para mi propia vida anímica?". Entonces puede responder: "Por muchos detalles de la vida de entonces que resulten incomprensibles, en alguna parte hay un vínculo con lo que yo mismo experimento, si dejo que la nueva era pase históricamente ante mi alma." Incluso las complicaciones que surgieron en la Roma imperial de la época de César, o en la aún más remota época de la Roma republicana, parecen comprensibles para la conciencia europea de hoy. Nos orientamos cuando intentamos comprender las almas de aquellos tiempos, aunque en muchos aspectos estén muy alejadas de lo que el hombre actual puede sentir o pensar. Pero cuando el alma se remonta a la antigua Grecia se convierte en un asunto muy diferente. Sólo si no profundizamos lo suficiente en las cosas con lo que llamamos nuestro entendimiento humano, podemos decir, como hombres modernos, que los días de la antigua Grecia pueden ser tan fácilmente comprendidos como los tiempos romanos o como los tiempos que les siguieron. Cuando al retroceder llegamos a la antigua Grecia y dejamos que los registros históricos de ella trabajen en nuestras almas, comenzamos a encontrarnos con lo que es incomprensible. Me gustaría repetir, como algo claro y fácil de entender, lo que Herman Grimm solía decir: "Un hombre como Alcibíades es un mero príncipe en un cuento de hadas comparado con César o con los que vivieron en la época de César". La vida griega aparece bajo una luz muy diferente, y lo humano y lo divino guardan una relación distinta entre sí. La vida cotidiana y todo lo que podría llamarse la iluminación divina de la vida cotidiana parecen muy diferentes. Toda la vida del alma que existe en el suelo de la antigua Grecia parece totalmente diferente. Estas cosas resultan especialmente llamativas cuando dejamos que trabajen en nuestras almas aquellas personalidades que pueden llegar a ser en verdad mucho más vivas en el alma moderna que las personas de las que nos habla la historia, aquellas personalidades que encontramos en las obras de Homero, Esquilo o Sófocles.

Partiendo de este pensamiento, los resultados de nuestra cultura moderna nos permitirán afirmar, sin duda, que cuanto más retrocedemos en la evolución humana, más parece estar el hombre directamente conectado con lo suprasensible y con todo lo que irradia y actúa en su alma. Pues ya podemos percibir el comienzo de una humanidad totalmente nueva cuando, no superficialmente sino en lo fundamental, nos acercamos al alma del griego. También aparece algo muy especial cuando dejamos que las obras históricas de la literatura que han surgido en el curso de la civilización europea actúen sobre nosotros. Los historiadores escriben sobre las distintas épocas hasta la época romana como algo que han captado y dominado. Cuando se abre un libro de historia, se encuentra que el escritor, cuando desea dar vida y forma a las personalidades que representa, es capaz de aplicar los sentimientos de su propia época hasta la antigua Roma. En los escritos puramente históricos, incluso entre los mejores historiadores, las figuras griegas, incluso las del período griego posterior, son como siluetas, cuadros de sombra que no pueden cobrar vida. ¿Cómo podría alguien con un sentimiento genuino de lo que significa para un hombre tener los pies firmemente en el suelo, sostener que algún historiador ha logrado realmente plantar así a Licurgo o a Alcibíades sobre sus pies, como puede hacerse en el caso de César? El alma griega aparece llena de misterio cuando nos remontamos a la época griega, o así se lo parece al hombre que simplemente intenta captarla con su conciencia ordinaria. Los que sienten este misterio tienen el sentimiento correcto.

En este sentido, podemos preguntarnos cómo se habría sentido un alma griega con respecto a muchas cosas que hoy son plenamente comprensibles para el alma moderna. Consideremos un alma griega primitiva. Intentemos, por medio de mucho de lo que nos da la ciencia espiritual, sentirnos dentro de esta alma. ¿Qué habrían dicho las almas griegas sobre la representación, sobre la antigua historia tradicional, que tan fácilmente comprende el alma europea posterior, la historia de la Caída, la antigua historia del Paraíso y todo lo que las épocas posteriores recibieron como Antiguo Testamento? Esto, para el alma griega, habría sido absolutamente extraño, tan extraño como es el alma griega para el hombre moderno. No se puede pensar en la historia de la tentación en el Paraíso, la historia de Adán y Eva, en el alma griega, para que se entienda plenamente allí como se vivió, por ejemplo, en la Edad Media y hasta los tiempos modernos. Por lo tanto, es necesario que primero preparemos incluso nuestras propias almas antes de poder comprender esa época, tan diferente de la nuestra.

Cuando apreciamos pensamientos como estos es cuando empezamos a tener un verdadero sentido de lo que nos ha traído el tiempo presente. El domingo pasado, cuando se bajó el telón tras la última escena del Misterio de Eleusis, no pude evitar pensar en lo agradecidos que podemos estar de poder volver hoy nuestros ojos y nuestras mentes al curso de los acontecimientos que nos muestran el alma griega en su vida de sentimientos y experiencias. Más aún, que seamos capaces de llenar el auditorio con aquellos que pueden imaginar cómo, en el curso de la evolución del hombre en la tierra, de época en época, el alma humana ha asumido diferentes formas, y cómo ha aprendido a experimentar de diferentes maneras su entorno y su propia vida. Durante muchos años nos hemos esforzado por comprender la vida que las almas humanas tenían que vivir al principio de la evolución terrestre, cuando el cuerpo exterior, y con él la vida anímica interior, eran muy diferentes de como fueron después. Nos hemos esforzado por comprender cómo vivía el alma humana en la época atlante, cómo vivía en la época postatlante, y nos hemos dado cuenta de las múltiples formas en que el alma ha vivido y se ha experimentado a sí misma dentro de nosotros. El alma que habita en cada uno de nosotros, esa alma que ha pasado por una encarnación tras otra, no para volver a experimentar las mismas cosas, sino para seguir teniendo experiencias renovadas, ¡de qué manera tan variada ha vivido su vida! Así que es posible que nos sentemos en este auditorio, y que olvidemos las cosas que nos afectan directamente en esta época para absorber objetivamente y desapasionadamente lo que era propio de las almas de una época diferente. No es necesario que pongamos a trabajar nuestro entendimiento; basta con que nos entreguemos al sentimiento inmediato para ver que los acontecimientos representados en el reconstruido Misterio de Eleusis contienen en su seno todo lo que el alma del hombre vivió desde las más oscuras profundidades de la vida hasta la luz del espíritu, desde el profundo dolor hasta las alturas de la dicha, experimentada, sin embargo, de diversas maneras en el curso del tiempo. Entonces podemos tener un sentimiento simple y exento de prejuicios, pero tal vez más cierto, de lo que los griegos sentían cuando se pronunciaban tales nombres, tales imágenes despertadas, como las de Deméter, Perséfone y Dionysos. Es posible que mundos enteros surjan ante nosotros desde el interior del alma cuando se despiertan estas imágenes.

Como seres humanos nos encontramos en el mundo físico externo. Aprendemos a conocerlo a través de nuestros sentidos físicos, a través de las experiencias de nuestra alma, y a través de lo que experimentamos con nuestro entendimiento y con nuestra razón. Hoy en día sentimos, de manera muy distinta, que nuestra alma es en cierta medida independiente de la vida externa de la naturaleza circundante, y de todo lo que se oculta en ella. Los griegos nunca podrían haber sentido esto de la manera en que el hombre lo siente hoy. En aquella época nunca habrían podido comprender este alejamiento de la naturaleza, este énfasis en la necesidad de abandonar el mundo de los sentidos para avanzar hacia los mundos espirituales. Sino que, a su manera, el griego sentía una diferencia significativa, una hendidura importante, entre lo que puede llamarse el espíritu en el hombre y lo que puede llamarse el alma. Porque las cosas del alma y las cosas del espíritu son las expresiones que utilizamos para la experiencia humana, y son dos esferas que se relacionan estrechamente entre sí.

Volvamos a la escena del principio. Deméter se encuentra en su orgullosa castidad espiritual ante Perséfone, advirtiéndole que no pruebe los frutos que Eros puede dar. Volvemos nuestra mirada a Deméter y vemos en ella todo lo que el hombre llama espiritual, todo lo que, como dice, "él como espíritu tiene parte". Pero el hombre también ve que en el reino de la tierra todo lo que es espiritual está ligado a todo aquello que más tiene que ver con los sentidos y es lo más material. Deméter, la diosa que produce los frutos de la tierra y preside el ordenamiento externo y moral de la humanidad -Deméter, espíritu humano, casto y orgulloso frente a mucho de lo que generalmente vive en los hombres, pero interiormente ligado e impregnado al mundo externo de los sentidos- es así como Deméter se presenta ante nosotros. Perséfone aparece ante nuestra visión interior como algo que despierta en nuestra alma una imagen del principio anímico humano. Está conectada con todo lo que concierne a la existencia individual del hombre cuando éste se encuentra allí con su alma en medio de las alegrías y las penas terrenales. Si se quiere imaginar lo que vive en Perséfone, el alma debe sentir su conexión con todo lo que palpita a través de las alegrías y las penas terrenales. Perséfone es todo alma, Deméter todo espíritu humano. Si permitimos que el curso del Misterio de Eleusis actúe sobre nosotros, si los tonos básicos que se dan en el primer diálogo entre Deméter y Perséfone siguen resonando en nosotros, se entremezclan y luego se aclaran, conduciendo finalmente a la figura de Dionysos - entonces, ¡cómo se representa todo el ser humano en Dionysos! ¡Cómo todo lo que se hace vivo en nosotros cuando nos enfrentamos a Deméter y Perséfone vive de nuevo en Dionisos! Luego, en la última escena, vemos al alma del hombre esforzarse por lograr la armonía del alma y el espíritu. Toda la obra dionisíaca se convierte en un esfuerzo por salir de la oscuridad de la vida hacia la luz del espíritu.

No pretendo ser un comentarista ni desmenuzar una obra de arte. Sólo deseo poner en palabras los sentimientos que pueden surgir en el hombre con respecto a los secretos más íntimos de su alma cuando se enfrenta al Misterio Eleusino. Nunca se me ocurriría decir que Deméter era la personificación o el símbolo de una forma primigenia del espíritu humano, o que Perséfone simbolizaba el alma humana. Eso sería un insulto a la naturaleza plástica y viva de una obra de arte. Sería aplicar conceptos rígidos del intelecto a todo lo que vive en una obra de arte que es tan viva como el hombre o cualquier otro ser vivo. Sino que podemos hablar de lo que podemos sentir sobre los secretos del alma.

Ahora representemos ante nosotros ambas imágenes. Imaginemos la reciente conciencia europea que ahora comienza a liberarse y que en adelante tendrá sed de las formas reveladas por las verdades de la ciencia espiritual. Imaginemos esta conciencia europea tal y como ha estado trabajando a lo largo de los siglos, esta alma europea que sintió el enigma de la vida al conocer cuan alejado estaba el primer ser humano (hombre y mujer) del Dios al que había llegado a temer, y al oír la voz seductora de un ser extraño para él, para su propia alma humana. ¿De dónde vino este ser? ¿Qué es? ¿Qué relación tiene con el propio ser anímico del hombre? El alma europea, la conciencia europea, apenas intenta ninguna explicación. Acepta la extrañeza de Lucifer, y le basta saber que de Lucifer vino el conocimiento, pero también la voz de la tentación. Y cómo resuenan las palabras que pronuncian el juicio divino después de la tentación, como si procedieran del espacio cósmico infinito. Cuán poco se prestan, por su propia configuración, a suscitar en el alma esta pregunta: "¿Dónde puedo encontrar en la vida más íntima de mi propia alma lo que resuena a través de los amplios espacios del macrocosmos?" Tratad de imaginar el drama del Paraíso como un cuadro vivo. Tratad de sentir interiormente lo antinatural que sería representar las figuras del drama en forma puramente humana. 

Por otra parte, tratad ahora de imaginar cómo, al hablar de las preocupaciones más profundas e íntimas del alma griega, se hace evidente la aparición ante vuestros ojos de la figura humana de Deméter, la figura humana de Perséfone, incluso la de Dionysos o la de Zeus. ¡A partir de ahí, tratad de experimentar cuán infinitamente cercano al alma griega estaba todo lo que impregnaba el macrocosmos! Podemos describirlo en pocas palabras. Todo lo que necesitamos decir es que antes de que el Misterio Eleusino fuera reconstruido por Edouard Schuré, simplemente no existía en la forma en que ahora podemos verlo. Pero ahora lo tenemos. Basta con sentir lo que contienen estas dos afirmaciones para comprender todo el significado del asunto. En mi opinión, esto trasciende todas las meras expresiones triviales de gratitud, porque también hemos señalado todo el significado que esta reconstrucción del Misterio de Eleusis tiene para la vida espiritual moderna. Todo lo que está relacionado con el Misterio de Eleusis, y todo lo que ha logrado el autor en el despertar histórico de los principios de la iniciación en las distintas épocas, corresponde a lo más profundo e íntimo del alma europea. Todo el que toma la vida espiritual de manera sincera y seria tiene la obligación, de tipo sagrado y serio, de llevar precisamente este tipo de actitud a la vida actual del alma.

Mis queridos amigos, se puede hablar mucho con la gente de fuera sobre todo tipo de cosas relativas a la antroposofía, y algunos pueden incluso parecer encontrar satisfacción en tal conversación. Pero cuando uno es capaz de mirar en las profundidades del alma, sabe que el alma necesita que se le dé, aunque quizás inconscientemente, lo que verdaderamente desea en lo más íntimo de su corazón.

Fueron sentimientos como estos los que llenaron mi alma el domingo pasado cuando vimos caer el telón de la última escena del Misterio de Eleusis, y las semanas que precedieron a nuestra representación en Múnich me demostraron que no estaba solo en esos sentimientos. Todos los que estamos aquí sentados podemos sentir la más cálida gratitud hacia aquellos que durante semanas se han sacrificado al trabajo de estudiar y entrar en las personalidades que tenían que representar. En todos aquellos que habéis visto en el escenario vive la conciencia de que son servidores del mundo espiritual, y de que en nuestra época es necesario hacer todos los esfuerzos posibles para introducir los valores espirituales en la cultura general de la humanidad. La reverencia por las cosas espirituales permitió a los actores soportar con gusto mucho de lo que exigen los preparativos de las representaciones. También debemos recordar con especial agradecimiento a aquellos que durante años han estado trabajando entre bastidores, aunque quizás de forma más visible que los intérpretes individuales. Han dedicado sus esfuerzos, y sobre todo su capacidad, que es más que sus esfuerzos, al servicio de esta tarea particular. Podemos considerar como una especie de karma interno de nuestro movimiento el hecho de que podamos tener entre nosotros a una persona que proporciona todo lo que las escenas requieren en cuanto a vestimenta y ropa para los actores, y que lo hace todo de tal manera que no sólo está en consonancia con las intenciones que tengo en el corazón, sino que también va acompañado de una verdadera espiritualidad. Podemos tomar como un karma favorable de nuestro movimiento en Europa Central el hecho de que tengamos una personalidad así entre nosotros. Que este karma tiene un fundamento aún más profundo, lo podemos ver en el hecho de que la misma persona ha podido cooperar con tanto éxito en todo lo que se ha hecho, por ejemplo, para nuestro Calendario durante los últimos meses. Al igual que todos nuestros proyectos, se trata de servir al gran propósito. Por eso, entre los que han podido colaborar de forma tan destacada, no sólo como actores sino en el conjunto de nuestro trabajo, podemos mencionar en primer lugar a Fraulein von Eckardstein. Luego pienso con profunda gratitud, y quisiera evocar esta gratitud también en sus corazones, en nuestros abnegados pintores, Volkert, Linde, Hass y este año también Steglich de Copenhague. Y muchos deben permanecer sin nombrar porque son demasiado numerosos.

Mis queridos amigos, la antroposofía no consiste solamente en teorías y profecías. Consiste en la voluntad de sacrificarse por las exigencias de la época actual. En este sentido, debe despertarse un sentimiento para que, mediante un verdadero trabajo humano, se pueda plantar la semilla de la vida espiritual, tan necesaria para el futuro de la humanidad. Si este es nuestro sentimiento, comprenderemos cada vez mejor cómo los que se llaman antropósofos deben crecer juntos en el trabajo concreto e inmediato hacia objetivos dignos y serios. Lo primero en valor es lo que el individuo hace, lo que el individuo crea y todo lo que está dispuesto a aportar como ofrenda propia. Aquí, tal vez, pueda hablar de lo siguiente.

Entre nuestras actuaciones había días libres en los que muchos de nuestros amigos estaban ocupados ensayando de la mañana a la noche, y en esos días el Dr. Unger daba conferencias aquí en Múnich. Fue para mí un motivo de profunda satisfacción cuando nuestro buen director general, Sellin, se dirigió a mí entre bastidores ayer por la mañana lleno de entusiasmo por las dos conferencias del Dr. Unger con el comentario: "Un movimiento con representantes tan inspirados no se queda en nada". ¿Qué es lo que me complace tanto en un acontecimiento así? Permítanme decir esto con toda honestidad y sinceridad. Es la fuerza independiente, la forma absolutamente independiente en que una personalidad humana presenta aquí el asunto por sí misma, con toda libertad, por medio de sus propias facultades, sin limitarse a lo que yo mismo diría. A quien desea trabajar de forma independiente, nada puede darle más alegría que encontrar a otra persona independiente, hombro con hombro con él, aportando según su propia capacidad una vez que ha reconocido que encaja en el conjunto.

Hace poco recibí una carta en la que prácticamente se decía que había que hacer mucho en el movimiento antroposófico alemán si no quería limitarse a repetir literalmente lo que yo había dicho. La forma en que se representa la verdad en el mundo es a menudo así. No quiero criticar esta observación que contiene objetivamente lo que es falso en el sentido más estricto de la palabra. No lo menciono para culpar o condenar. Pero el otro lado, que es para nosotros el lado positivo, debe ser subrayado repetidamente. Sintámonos obligados a la veracidad, a la prueba de lo que es. Sintamos que nunca debemos hablar de ningún asunto hasta que lo hayamos aprendido, hasta que hayamos profundizado en él. De lo contrario, no puede haber bendición en el desarrollo oculto, en el esfuerzo oculto. ¡La verdad y la veracidad! Esa es la primera y principal ley. De qué sirve ningún profeta, ninguna descripción de los hechos suprasensibles, si no están impregnados de veracidad honesta y sincera. Desde el lugar desde el que les hablo, puede ser que acepten muchas cosas que tengo que decir, pero me complacerá más si las aceptan desde la convicción de que siempre será mi propio y más profundo esfuerzo hacia ustedes el no hacer ninguna declaración excepto las que puedan hacerse con la más cándida veracidad, ya que no puedo ver ninguna bendición para ningún movimiento ocultista a menos que se dedique a la verdad.
Puede ser contrario a lo que deseamos, contrario a las exigencias de nuestra ambición o de nuestra vanidad, contrario a muchas otras cosas de nuestra alma; puede ser contraproducente someternos a cualquier tipo de autoridad, pero de todos modos puede ser correcto. Porque hay una autoridad a la que debemos someternos de buen grado y por nuestra propia voluntad, y es la autoridad de la verdad, para que todo lo que podamos conseguir, no sólo en lo que decimos sino también en lo que hacemos, en todos nuestros actos individuales, esté impregnado de veracidad. También debes buscar esa veracidad en lo que se te presenta en nuestros esfuerzos artísticos y dramáticos antroposóficos. Tratad de encontrarla, y aunque os deis cuenta de que hay algunas cosas que no hemos conseguido, veréis que nos hemos esforzado por impregnar todo lo que hacemos de una atmósfera de veracidad. Hemos tratado de no permitirnos nunca hablar de "tolerancia" si esa tolerancia no existe realmente y si no la practicamos realmente. Llamar a los demás intolerantes no constituye tolerancia; relatar algo de alguien que no es lo que representa no constituye tolerancia; insistir continuamente en que hay que "ser tolerante" no constituye tolerancia. Pero si uno es veraz sabe su propio valor y hasta dónde puede llegar. Si somos servidores de la verdad, es lógico que seamos tolerantes.
Bien podemos hablar de estas cosas a modo de introducción, aunque generalmente no es mi costumbre entrar en todo tipo de advertencias y amonestaciones. Pero, en una ocasión como ésta, cómo no iban a brotar estas palabras del corazón, estas palabras que señalarían cómo, a partir de un impulso interiormente asociado, pudimos hacer gradualmente que esta reconstrucción del Misterio de Eleusis en cierto sentido se convirtiera en algo de lo que podemos partir. Quisimos ser abiertos y honestos con las almas europeas, quisimos ser veraces, buscando con sentido de la verdad lo que el alma europea está sedienta. Los pensamientos más profundos se revelan a menudo en las palabras más sencillas, formuladas en el lenguaje más simple. Aprendamos, con una convicción honesta y sincera de las necesidades de nuestra época, a reconocer la gesta que supuso recrear el Misterio de Eleusis desde las oscuras profundidades espirituales, que comienzan justo en el punto en el que retrocedemos desde la antigua Roma hasta la antigua Grecia. Podemos entonces dejar que cada alma individual aquí presente se regocije en el pensamiento -como estoy seguro que muchos lo harán, muy profundamente- de que el creador de esta reconstrucción del Misterio de Eleusis está con nosotros durante nuestro tiempo en Munich.

Traducido por J.Luelmo junio2021

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