GA138 Munich 26 de agosto de 1912 La Crónica Akásica contiene ecos de la sabiduría atlante.

LA INICIACION, LA ETERNIDAD Y EL INSTANTE

Por Rudolf Steiner


Conferencia 2

La idea de eternidad se asocia a las metas más altas del esfuerzo, y la búsqueda de la eternidad se asocia al momento. El Fausto de Goethe quiere que el momento se convierta en eternidad. La luz espiritual saca al hombre de las tinieblas de la vida. La Crónica Akásica contiene ecos de la sabiduría atlante. Los iniciados dan a la humanidad desde el mundo espiritual lo que necesita para ciertas épocas. 

Munich 26 de agosto de 1912

En estas conferencias tendremos que discutir importantes cuestiones íntimamente relacionadas con la vida espiritual. Tendremos que hablar de lo que está en la base de la llamada iniciación y, después de haber indicado algunos de sus secretos y leyes, debemos pasar a hablar del significado de todo lo que desde la iniciación se irradia para la vida y se inicia en el curso de la evolución humana.

Tendremos que hablar de todo esto en relación con lo que puede resumirse en ideas tan contrastantes como la eternidad y el instante fugaz, la luz del espíritu y la oscuridad de la vida. Luego, después de haber considerado la vida del hombre desde el punto de vista que dan estas ideas, volveremos de nuevo al poder de la iniciación y al poder de los iniciados. Es el principio de la iniciación, pues, el que en esta ocasión será el límite de nuestros estudios.

Eternidad; basta con evocar esta idea para sentir resonar en nosotros algo relacionado con los anhelos más profundos del alma humana y con los objetivos más elevados de su esfuerzo. El instante fugaz nos trae siempre ante nosotros todo lo que nos rodea en la vida, que nos recuerda la necesidad de buscar en ese fugaz instante de nuestra vida lo que es capaz de darnos una visión hacia la tierra de nuestro deseo, hacia la eternidad. Sólo hay que recordar cómo Goethe introdujo en su Fausto el secreto más profundo de este su más grande poema, haciendo que Fausto refiriéndose a ese instante fugaz, dijese. "Y aún así, espera, eres tan hermoso", "Y haciéndole confesar que si tal puede ser la actitud del alma, si puede identificarse de tal manera con esta confesión como para decir al fugaz instante: "Y aún así, espera, eres tan hermoso", debe necesariamente seguirse que Fausto debe admitir que merece ser víctima de Mefistófeles, el enemigo de la humanidad en la tierra. De este modo, de todo lo relacionado con el sentimiento que brota del momento fugaz, Goethe lo convierte en el secreto básico de su mayor poema. Parece pues, que lo que vivimos -el momento fugaz- se opone a lo que llamamos eternidad, que el alma del hombre debe anhelar constantemente.

¡La luz espiritual! En todos los estudios antroposóficos que hemos realizado a lo largo de los años, hemos reconocido que el esfuerzo por la luz espiritual tiene como objetivo fundamental conducir al hombre fuera de la oscuridad de la vida. Una vez más sentimos cómo en Fausto, uno de los más grandes poemas de la evolución humana, un poeta, al querer representar un alma grande y omnipresente, no puede sino hacerla salir de la oscuridad de la vida. ¿Qué es lo que envuelve a Fausto al principio del poema? ¿Qué lo envuelve? Es la oscuridad de la vida. Cuántas veces hemos de subrayar que el poder y la fuerza de estas tinieblas sobre el hombre, es tan grande que la luz del espíritu, al encontrarlo inmaduro, puede obrar sobre él de tal manera que no lo ilumine, sino que lo deslumbre y lo aturda. De modo que la pregunta no sólo puede ser: "¿Cuál es el camino hacia la luz espiritual, dónde puede encontrarse?", sino más bien y sobre todo: "¿Cómo debe el hombre recorrer el camino del alma que haga posible guiarle por el camino correcto hacia la luz espiritual?"

Éstas son sólo las líneas directrices que deben ocuparnos en estas conferencias. Hemos llegado a una etapa tal en nuestro trabajo antroposófico que no necesitamos desarrollar nuestro tema desde el principio, sino que podemos conectarlo con algunas de las cosas que ya nos son familiares.

Cuando nos encontramos con la palabra iniciación, que para nosotros está tan íntimamente relacionada con las palabras eternidad y luz espiritual, todos los grandes hombres de los que hemos oído hablar en las sucesivas épocas de la humanidad como iniciados, cobrarán vida en nuestras almas. Con ellos, nuestras almas también evocan las distintas épocas, el curso que siguieron, cómo vivieron los hombres en ellas, y cómo la luz llegó a la humanidad, tanto desde los iniciados como desde los templos iniciáticos, para hacer posible lo que los impulsos, las fuerzas motrices esenciales de la evolución humana, se hiciesen realidad en todas las épocas. Nos llevaría demasiado lejos hoy referirnos en detalle a todo lo que ocurrió en la evolución terrestre antes de que la catástrofe atlante irrumpiera en la faz de la tierra, cambiándola por completo. Podemos hacernos una idea adecuada de lo que estamos considerando si dirigimos nuestra mirada a los tiempos post-atlantes, recordando la configuración particular del ser humano y sus diversos aspectos a lo largo de las épocas.

Dejaremos que nuestra mirada se vuelva sobre aquella característica civilización que siguió inmediatamente después de que la faz de la tierra se viera modificada por la catástrofe atlante. A menudo hemos hablado con reverencia de todo lo que, en la primera época post-atlante, los grandes y santos maestros de la humanidad llevaron a ese lugar de la tierra donde más tarde se desarrolló la civilización india. Hemos señalado de qué modo el alma no puede dejar de mirar desde abajo hacia las elevadas enseñanzas espirituales que vinieron al mundo en aquella época, a través de ciertas individualidades humanas que todavía llevaban en su interior toda la grandeza de aquellos hombres que en los tiempos atlantes tenían una comunión directa con los mundos divino-espirituales, cosa que ya no fue posible en épocas posteriores de la humanidad. Hemos señalado cómo la herencia de la sabiduría atlante, ahora sólo accesible al ocultista, vivió en forma post-atlante en los antiguos maestros sagrados del primer período cultural post-atlante. También hemos señalado cuán grande y significativo le parece al hombre todo lo que entonces vivió, de lo cual, ahora, sólo dan testimonio los Registros Akásicos, cuando recibe reflejos de ello en la literatura india, o en cualquier otra literatura oriental, cuya sublimidad moral y espiritual contenida en estos escritos, como eco de las enseñanzas espirituales primigenias, no puede ser plenamente llevada a cabo por la humanidad actual en lo que respecta a la cultura externa.  Aún menos se puede llevar a cabo en los países que han sido preparados para su actual cultura externa por lo que han aportado las diversas formas de cristianismo durante los últimos siglos. Así se sentía el alma orientada hacia lo alto cuando dirigía su mirada a toda la grandeza que, tan tenuemente intuida hoy, sólo ha llegado hasta nosotros como un tenue eco de la espiritualidad primigenia. Así pues, si el hombre levanta la vista hacia la antigua sabiduría y recuerda sobre todo lo que aquí se ha mencionado a menudo, a saber, que sólo en la séptima y última época de la era post-atlante la humanidad volverá a alcanzar el punto de sacar de las tinieblas de la vida la comprensión de lo que una vez vivió al principio de los tiempos post-atlantes y dio el impulso para la evolución humana - si consideramos que la humanidad debe madurar hasta la última época antes de poder sentir y experimentar en sí misma lo que en aquella época se sentía y experimentaba, sólo entonces podremos hacernos una idea de lo excelso que debió ser el principio iniciático que dio el impulso a la antigua, santa y espiritual cultura de la humanidad.

Así vemos cómo, en el transcurso de las sucesivas épocas, la humanidad, esforzándose por otros tesoros espirituales, otros tesoros de la vida terrenal, parece descender cada vez más bajo, cómo va tomando otras formas, pero no obstante, según las necesidades de la época, los grandes iniciados desde los mundos espirituales proporcionan a los hombres lo que requieren en cada época particular como impulso para su cultura. Así surge, ante nuestra visión, la cultura de Zaratustra que, vista en su verdadera luz, difiere totalmente de la de los santos Rishis.

Luego vemos surgir la cultura egipcio-caldea, y los antiguos misterios sagrados de Grecia, a los que nos referimos desde un aspecto muy diferente en nuestra última conferencia. En todas partes vemos que la luz del espíritu brilla, conforme a las necesidades de las diferentes épocas, en la oscuridad de la vida. Si al comienzo de nuestras consideraciones nos planteábamos cuáles son nuestras ideas de un iniciado -es obvio que al principio de estas conferencias sólo se pueden dar ideas aproximadas de un concepto tan extenso-, primero debemos recoger mucho de todo lo que ya hemos escuchado en el campo antroposófico. Debemos tener claro que para la iniciación completa es necesario que el hombre no mire el mundo desde el interior de su cuerpo físico de la manera habitual, percibiendo el mundo que le rodea a través de sus ojos y otros órganos sensoriales, ni debe obtener conocimiento de este mundo o de cualquier otro que le rodee a través del intelecto ligado al cerebro, ni a través de lo que puede llamar su sentido de orientación. No debe formarse conceptos sobre estos mundos de la manera ordinaria. Debe llegar a una etapa en la que, por medio de lo que podemos llamar "la percepción de los mundos fuera de su cuerpo físico", desarrolle algo en su vida anímica que pueda llamarse un cuerpo espiritual suprasensible, que contenga órganos de percepción, aunque de un tipo superior, al igual que el cuerpo físico tiene ojos y oídos y otros órganos de percepción y entendimiento.   "Como definición totalmente explícita de un iniciado se puede decir que es aquel que puede ver los mundos sin utilizar los órganos de su cuerpo físico". Los grandes iniciados, que dieron al hombre los importantes impulsos culturales en el curso de las sucesivas épocas, habían alcanzado en la más alta medida la independencia del cuerpo sensorial, y el uso de otro de carácter muy diferente.

No quiero dar muchas explicaciones abstractas. Siempre que sea posible expondré ejemplos concretos, por lo que hoy quisiera ilustrar esta vida fuera del cuerpo sensorial en una organización superior perteneciente al alma e ilustrarla mediante el siguiente ejemplo.

Cuando se han dado algunos pasos en el camino de la iniciación, y mediante la auto-observación reflexiona sobre lo que experimenta dentro y fuera de uno mismo, se puede decir algo así como: "Una de las primeras cosas que he experimentado de mí mismo es que tengo dentro de mí, además de mi cuerpo físico de carne, uno más sutil que se puede llamar cuerpo etérico, que en la vida terrestre lo llevo conmigo igual que el cuerpo físico." Quien da sus primeros pasos hacia la iniciación se da cuenta de esto al principio, de tal manera que siente dentro de este cuerpo y lo experimenta igual que, en otro nivel, siente lo que vive en su sangre o en su sistema nervioso, o en lo que surge de su sistema muscular. Tal sentimiento y experiencia interior está presente, y puede existir también para el cuerpo etérico. Por lo tanto, es particularmente útil para un estudiante en las primeras etapas de la iniciación conocer la diferencia, o se podría decir la relación, entre la experiencia de sí mismo en su cuerpo físico, por un lado, y por otro, en su cuerpo etérico. El hombre se experimenta a sí mismo en el cuerpo etérico de la misma manera que se tiene conciencia de la sangre o de los latidos del corazón y del pulso en el cuerpo físico.

Para formarse una idea clara de esto, podemos considerar el cuerpo etérico en comparación con el cuerpo físico, en el que uno se encuentra más a gusto que en el cuerpo al cual sólo se puede acceder por medio de un viaje hacia lo espiritual. Uno puede decirse a sí mismo: "En mi cuerpo etérico tengo una parte correspondiente a mi cerebro físico y a todo lo que constituye mi cabeza. La cabeza, el cerebro, es como una cristalización del cuerpo etérico, y descansa en él de tal manera que podría compararse con un trozo de hielo flotando en el agua: el agua representa el cuerpo etérico y el hielo, el cuerpo físico como cristalización del cuerpo etérico. Se siente y se experimenta una conexión íntima entre lo que puede llamarse la parte etérica de la cabeza o el cerebro, y el propio cerebro físico. Entonces nos damos cuenta de cómo creamos nuestros pensamientos, cómo formamos los recuerdos dentro del cuerpo etérico, y cómo el cerebro físico es sólo una especie de reflector, pero también nos damos cuenta de lo íntima que es la conexión del cerebro con el cuerpo etérico. Esto puede experimentarse con especial fuerza cuando uno tiene que trabajar duro en tareas relacionadas con el plano físico en la vida física, cuando es necesario pensar prolongadamente en las cosas, y cuando uno debe esforzar el cuerpo físico para extraer imágenes de la memoria desde las profundidades de la vida y mantenerlas unidas. En tal proceso, el cuerpo etérico siempre toma parte directa, lo sepa uno o no. Pero en su interior está conectado el cerebro físico, y si este cerebro está cansado, la fatiga se siente notablemente en la parte etérica correspondiente. Entonces notamos algo así como un bloqueo en lo que se experimenta como la parte etérica del cerebro, algo así como un cuerpo extraño, de modo que ya no se puede llegar a lo que se debe conocer, ya que la movilidad en el cerebro físico debe ser paralela a la movilidad en el cuerpo etérico. Entonces se puede tener la clara sensación de que el cuerpo etérico nunca se cansa. Sería capaz de recoger imágenes de pensamientos hasta la eternidad, y hacer aflorar todo lo que sabes. Pero antes de que todo esto pueda ser expresado en el mundo físico, debe ser reflejado, y esto el cerebro se niega a hacerlo. El cuerpo etérico nunca se cansa. Precisamente porque puede estar continuamente activo, nota aún más la fatiga del cerebro. Uno nota, por así decirlo, las fuerzas de agotamiento producidas por el cerebro, y cuando el cerebro se duerme y cae en el letargo de la fatiga, se puede decir: "Ahora debes parar o enfermarás". El cuerpo etérico no puede agotarse, pero dándole al cerebro demasiadas cosas que hacer es posible, indirectamente, cansarlo más y más, provocando así una condición sin vida, como la de la muerte. Un organismo vivo no permitirá que nada de lo que normalmente se relaciona con él sea parcialmente muerto y llevado a un estado anormal. Por lo tanto, por libre decisión, uno debe decir: "Para no matar parte de mi cerebro y dejar que siga consumiéndose a sí mismo, debo detenerme cuando comience a sentirlo como algo extraño dentro de mí".

Eso es lo que experimentamos cuando tratamos de encontrar la relación entre esa parte del cuerpo humano o etérico, que corresponde al cerebro o a la cabeza, y el propio cerebro físico o la cabeza física. Hay una conexión íntima entre ellos. En efecto, la vida externa de los sentidos sigue su curso de tal manera que es imposible romper lo que hay de paralelo entre ambos. Por lo tanto, si queremos expresar la relación, también podemos decir que en nuestra cabeza, especialmente en nuestro cerebro, tenemos una fiel expresión de las fuerzas etéricas, algo que, en los fenómenos externos y en las funciones externas, nos da una imagen realmente fiel de las funciones y procesos en la parte etérica correspondiente.

En el caso de otros órganos del cuerpo etérico humano y de los correspondientes órganos sensoriales físicos es diferente. Estas cosas son muy diferentes. Os daré un ejemplo. Considerad las manos. Así como en el cuerpo etérico existe una parte etérica que corresponde a la cabeza o al cerebro, en el cuerpo etérico humano hay procesos etéricos que corresponden a las manos. Pero la diferencia entre las manos físicas externas y sus tareas, y lo que está en la base de la parte etérica correspondiente es mucho mayor que la diferencia entre la cabeza física y su parte correspondiente en el cuerpo etérico humano. Lo que las manos realizan tiene mucho más que ver con el mundo de los sentidos y es mucho más una función puramente sensorial, mientras que lo que hacen los órganos etéricos correspondientes sólo se manifiesta en un pequeño grado en lo que encuentra expresión física en las manos.

Para describir los hechos correspondientes, debo, como ocurre a menudo, decir cosas que parecen grotescas y extrañas para la experiencia física, y para captar con palabras las observaciones físicas. Pero lo que digo está plenamente de acuerdo con los hechos básicos, y todo el que sepa algo de estas cosas sentirá enseguida que son realmente como me veo obligado a describirlas. Son las partes etéricas correspondientes a las manos físicas. Pero aparte del hecho de que lo que corresponde a estas partes etéricas encuentra su expresión en las manos y sus movimientos, estos órganos etéricos en el cuerpo etérico son verdaderos órganos espirituales. Los órganos etéricos expresados en las manos y sus funciones, trabajan mucho más intuitivamente, más espiritualmente, y realizan una tarea mucho más elevada que la que realiza el cerebro etérico. Quien haya progresado en estas cuestiones dirá que el cerebro con su base etérica es, en efecto, con mucho, el menos hábil de los órganos espirituales que el hombre lleva en su interior, porque tan pronto como comienza a ejercitarse en la parte etérica del cerebro, no tarda en darse cuenta de esta parte extraña del mismo.

Las actividades espirituales relacionadas con los órganos subyacentes a las manos, pero expresadas de forma incompleta en las manos y sus funciones, sirven para un tipo de conocimiento y observación mucho más elevado y espiritual. Estos órganos pueden conducir al mundo suprasensible y ocuparse de nuestra percepción y orientación allí. Un vidente espiritual puede expresar esto, de forma un tanto sorprendente pero precisa, diciendo que el cerebro humano es un órgano muy torpe para la investigación en el mundo espiritual, y que las manos, o la base espiritual de las manos, son órganos mucho más interesantes y significativos para obtener conocimiento del mundo, y son ciertamente órganos mucho más hábiles que el cerebro.

No se avanza mucho en el camino de la iniciación por el mero hecho de pasar del uso del cerebro físico a un uso libre del cerebro etérico. La diferencia no es grande entre lo que puede lograrse mediante un pensar cerebral purificado e intuitivo, y el trabajo espiritual regulado por la contraparte etérico-espiritual del cerebro. Es mucho mayor la diferencia entre lo que nuestras manos logran en el mundo, y lo que puede hacer la parte etérica que es la base espiritual de las manos, del mismo modo que el cerebro etérico es la base espiritual del cerebro físico. En el camino de la iniciación no es necesario desarrollar mucho el cerebro etérico, ya que no es un órgano particularmente importante. Pero la base etérica de las manos está relacionada con la actividad de la flor de loto en la región del corazón, como describo en mi libro "Como se obtiene el conocimiento de los mundos superiores".

Esta flor de loto vierte sus rayos de fuerza de tal manera que construye el organismo que, en la etapa en la que el hombre físico se encuentra ahora, existe en forma incompleta en las manos y sus funciones. Cuando aprendemos este hecho, y pensamos en la gran diferencia que existe entre el mero uso de las manos físicas y todo lo que podemos adquirir en cuanto al mundo suprasensible a través de los órganos etéricos subyacentes a las manos -órganos mucho más hábiles que los del cerebro etérico- obtenemos una vívida concepción del aprendizaje de la experiencia de la iniciación y de todo el enriquecimiento que significa para el hombre. No adquirimos mucho enriquecimiento a través de la sensación que nuestro cerebro irradia para sentir su contraparte etérica. Esto es así, pero no es una experiencia realmente penetrante y significativa. La experiencia significativa comienza cuando uno siente que otras partes también se expanden y entran en contacto con el universo. Aunque suene extraño, es cierto que el órgano menos hábil para la investigación espiritual es el cerebro, ya que es el menos capaz de desarrollarse. Por otro lado, se abren perspectivas totalmente nuevas cuando consideramos otros órganos aparentemente subordinados.

De este modo, cuando el hombre comienza a dar los primeros pasos hacia las alturas de la iniciación, se produce una transformación completa de lo que experimenta en sí mismo. Es necesario que se tenga conciencia de ello, ha de ser percibido como una transformación interior de la personalidad humana, a semejanza del principio de desarrollo en otras partes del universo; una cosa pasa a otra, calificándose a la posterior, aunque quizá no siempre con propiedad, más perfecta en comparación con la anterior. Si tenemos claro cómo en el curso de la evolución una cosa se transforma en otra, cómo la semilla de la planta se transforma y se convierte en hojas, flor y fruto, podemos decir que la personalidad humana también experimenta algo de este tipo; a saber, lo que es y lo que puede llegar a ser a través de los métodos dados en el Conocimiento de los Mundos Superiores, que son los primeros comienzos de lo que puede llevarnos hasta las más altas regiones de la iniciación. Es bueno -y ya veréis por qué- suscitar en nosotros una concepción viva de cómo se desarrollan interiormente los hombres destinados a convertirse en líderes espirituales con el paso del tiempo, cómo se transforma todo lo que al principio es sólo germinal y parece tan imperfecto en el hombre, como las manos en comparación con otros órganos. Exteriormente, esta transformación no es perceptible, pero el cambio interior es tanto más significativo. Así como el mundo exterior existe incluso para quien es ciego y no puede ver lo que es visible para los demás, sino que sólo aparece si el ojo está allí, así el mundo que es espiritual está presente a nuestro alrededor. Pero tenemos que aportar lo que podamos para que el contenido espiritual del mundo se acerque a nosotros.

Ahora bien, en el curso de la evolución, en las diversas épocas de la humanidad, debe fluir como impulso todo lo que puede darse a través de la vivencia de uno mismo en el mundo espiritual. Esto es lo que siempre estuvo detrás de todo lo que procede de los misterios, de los centros de iniciación. Se puede obtener una verdadera idea del curso de la evolución humana pensando en los grandes iniciados como la verdadera fuerza motriz, las verdaderas individualidades, detrás de lo que se percibe externamente. La conexión entre lo que estos grandes iniciados tienen que hacer y lo que sucede externamente en el Mundo, a menudo sólo se hace perceptible a través de la antroposofía o alguna otra forma de ocultismo. El conocimiento externo, puramente histórico, de los eruditos sólo ve que la historia humana, la evolución humana, sigue su curso; no ve las fuerzas motrices que hay detrás. En la historia externa seguimos lo que parece una cadena de fenómenos, un eslabón tras otro en una sucesión de acontecimientos externos. Pero el hecho de que en ciertos puntos de la cadena entren impulsos de otro mundo a modo de iniciación, sólo lo aprendemos a aceptar a través del desarrollo antroposófico. Así, antroposóficamente vemos el centro más íntimo en el curso del tiempo y todo lo que, fundamentalmente, da a la evolución todo su sello y carácter. Percibimos los diversos desarrollos de la religión como una corriente de salida de los iniciados. Percibimos cómo los impulsos que fluyen desde los misterios y los centros de iniciación pasan a la vida general de la humanidad.

Quien considera la evolución de la humanidad de esta manera se libera, por supuesto, de cualquier tipo de preferencia a priori por una religión en particular. Este ha sido siempre el caso del auténtico ocultismo. Uno de los primeros requisitos de la iniciación es despojarse de todos los prejuicios y sentimientos preconcebidos que crecen en un alma humana cuando se encarna en un sistema o comunidad religiosa particular. En la autoeducación hay que vigilar cuidadosamente que no quede nada en el alma que pueda dar preferencia a una religión determinada. Hay que afrontar con absoluta imparcialidad todo lo que contienen las diversas religiones que, a través de la iniciación como impulso de desarrollo, ha entrado en la evolución humana. En cuanto hay alguna preferencia por una religión determinada, se forma algo así como una niebla astral a través de la cual no es posible ninguna visión libre. Quien, por una inclinación que es algo natural en la vida ordinaria, alberga en su alma una preferencia por una religión cualquiera, nunca podrá comprender otras religiones. Aunque no lo sepa, percibirá el predominio de una parte de los contenidos de la iniciación y nunca alcanzará el conocimiento imparcial de la otra. Por lo tanto, para una visión oculta, es obvio que uno debe confrontar sin prejuicios las diversas corrientes e impulsos que fluyen de la iniciación. Nadie, al estudiar una planta, daría preferencia a la flor sobre la raíz, porque entonces no podría formarse un juicio objetivo de toda su estructura. Del mismo modo, tampoco se puede obtener un juicio correcto del contenido interno de un principio religioso si no se puede observar otras religiones con total imparcialidad.

En estas conferencias hablaremos de las exigencias que el alma debe plantearse al dar los primeros pasos hacia la iniciación. En primer lugar, quisiera despertar un sentimiento de cómo la iniciación se relaciona con la vida, y de cómo los diversos centros de iniciación y los impulsos de iniciación se sitúan con respecto a la evolución humana, particularmente en los tiempos post-atlantes.

Ahora bien, la investigación oculta, al seguir este curso de la evolución humana, tiene una experiencia peculiar que sólo puede apreciarse adecuadamente cuando se comprenden genuinamente las palabras que acabamos de pronunciar sobre la igualdad de valor de todas las religiones. Cuando estas ideas se convierten en algo natural, se experimenta algo notable que se comprenderá cada vez mejor en el curso de estas conferencias.

Volvamos nuestra mirada a los iniciados que dan luz a la humanidad en el transcurso de las épocas. Un hombre que vive principalmente en el mundo físico, mirando hacia atrás a los iniciados como figuras históricas y tradicionales, puede decir: "Esas son las grandes figuras de la historia del mundo". Cuando ha sido necesario, la historia ha tenido buen cuidado de que se conozca lo menos posible de ellos. Aunque suene paradójico, es bueno que la humanidad sepa tan poco de Homero, por ejemplo, ya que no ha sido posible que su imagen sea distorsionada por los eruditos como se ha hecho con otras personalidades. Lo mismo ocurrirá -podemos desearlo- con Goethe cuando se convierta en una personalidad tan desconocida como lo es hoy Homero. El alma del hombre podrá entonces mirar en el mundo exterior a estas personalidades y ver lo que hicieron allí. Entonces él mismo puede dar los primeros pasos en la iniciación y llegar a ser capaz de dirigir su mirada a las grandes figuras de la iniciación como Buda o Zaratustra. Puede ser capaz de recordar lo que Buda o Zaratustra fueron para él en el mundo de los sentidos, qué tipo de impresión recibió allí de estas individualidades humanas. Entonces, cuando un cierto grado de luz espiritual haya amanecido para él a través de la iniciación, podrá preguntar: "¿Cómo me parece ahora Buda, y cómo Zaratustra?". Y dirá: "Ahora tengo más conocimiento de Buda y de Zaratustra. Sé algo que no podía saber en el mundo de los sentidos". Tal hombre puede entonces desarrollarse aún más, hasta llegar a la etapa en que verá mejor lo que son estos seres como entidades espirituales. Uno aprende a conocer mejor a un Buda, a un Zaratustra, cuanto más se vive en la luz espiritual hasta que, cuando por fin se alcanza un cierto límite, se detiene. Sin embargo, este es un fenómeno secreto que no es necesario discutir aquí. Baste decir que, a medida que se aproxima a los mundos superiores, el conocimiento ulterior puede detenerse. Este es el caso de todos los iniciados que encontramos en la evolución del mundo.

Ahora bien, el estudiante espiritual, que no ha avanzado demasiado, puede equivocarse fácilmente en estas cuestiones. Sin embargo, eso no tiene mucha importancia. Puede suceder que alguna individualidad humana, que en épocas pasadas se erigió como vidente espiritual, al reencarnar más tarde, parezca haber descendido de sus antiguas alturas espirituales. Pero la verdad es simplemente que hay ciertas conexiones en la evolución humana en las que aquellos que ya han sido iniciados, se reencarnan como no iniciados porque las condiciones del tiempo les piden que realicen ciertos actos para los que su iniciación, latente durante una o más encarnaciones, puede funcionar de alguna manera especial. Es fácil que surjan errores sobre tales individualidades cuando se nos presentan aquí o allá abriéndose camino en la vida exterior, y pueden formarse ideas bastante equivocadas sobre ellas. Pero en el curso del progreso estos errores tienen que ser corregidos gradualmente. En general, por lo tanto, es un hecho que la relación del hombre con los iniciados es tal que aprende a conocerlos mejor a medida que él mismo asciende hacia la luz del espíritu.

En las sucesivas épocas de la evolución humana encontramos un fenómeno notable. Podría dar ejemplos de lo que acabo de decir sobre la forma confusa en que los iniciados al reencarnar parecen a veces haber bajado de sus alturas. Probablemente os sorprendería mucho si os dijera, por ejemplo, de qué manera se reencarnó Dante en el siglo XIX. Pero no es mi tarea aquí discutir más este resultado de mi propia investigación y lo que se estableció para mí. Más bien he de exponer con pruebas contundentes lo que es conocido por todos los que están familiarizados con el ocultismo, dejando que todo lo demás pase a un segundo plano y no afirmando nada que no esté generalmente reconocido cuando se sostiene el ocultismo de buena fe.

Ahora se nos presenta otro fenómeno notable que puede expresarse mejor diciendo que nos encontramos con un Ser respecto al cual no tendría sentido decir que fuese iniciado como los demás iniciados. Aunque a través de Él está ante nosotros el principio de la iniciación en el mundo objetivamente y está allí, sin embargo, no tendría sentido hablar de esta Individualidad como si hubiera sido iniciada en la tierra como otros iniciados en el curso de la evolución humana. A menudo me he referido a este hecho. Ha surgido un cierto grado de error al entender este hecho como originado en un prejuicio específicamente cristiano. En realidad, no se trata de ningún tipo de prejuicio cristiano, sino que debe afirmarse que es el resultado objetivo de la investigación oculta. Esta Individualidad que no fue iniciada como otros iniciados, de la cual no tendría sentido hablar de que pasó por la iniciación como otros, es el propio Cristo Jesús. Insistamos de nuevo en que, al igual que es imposible comprender una balanza si se dice que debe estar suspendida de entre dos puntos en lugar de uno, ya que el punto único constituye su propia naturaleza, al igual que sería imposible para un mecánico competente sostener que una balanza debe estar suspendida de entre dos o más puntos, sería igualmente imposible para cualquier ocultista genuino sostener que nuestra evolución terrestre pudiera tener más de un punto de apoyo, más de un centro de estabilidad. He dicho que éste es un resultado objetivo de la investigación oculta que puede ser reconocido por cualquiera, ya sea budista o musulmán.

Quien ha hecho ciertos progresos en el desarrollo oculto aprende a conocer a los iniciados en la medida en que son grandes personalidades o han realizado grandes obras. A medida que asciende hacia la iniciación, aprende a conocerlos en los mundos espirituales, y cuanto más se eleva, mejor aprende a conocerlos. Tomemos el ejemplo de un hombre que posiblemente no tuvo ninguna oportunidad en su vida terrenal de aprender a conocer al Buda y nunca se preocupó por él. Conozco personas que se han adentrado en toda la vida de occidente sin tener ninguna idea del Buda. Se podría decir de ellos que en su vida corporal en el mundo físico nunca tuvieron nada que ver con él. O tomemos a alguien que en su vida terrenal nunca se ha interesado por los grandes líderes de la religión china. Imaginaos a hombres de este tipo entrando en los mundos suprafísicos a través de la iniciación o, como en algunos de los casos que conozco, entrando en estos mundos por primera vez después de la muerte física. Entonces pueden llegar a conocer a Buda, Moisés y Zaratustra porque pueden conocerlos como seres espirituales y obtener un conocimiento real de ellos. Si quieren conocer a estas personalidades, el hecho de que no hayan tenido la oportunidad de hacerlo en la tierra no es un obstáculo. Pero es muy diferente en el caso de Cristo. Les ruego que reciban esto como un hecho oculto. Supongamos que un hombre no ha establecido en ninguna de sus encarnaciones una relación con el Ser Crístico. Eso es un obstáculo para él cuando, a fin de encontrar a Cristo en los mundos superiores, utiliza sus facultades perceptivas en un mundo suprafísico, pues entonces Cristo no puede aparecérsele en su verdadera forma. Es en la tierra donde es esencial prepararse para la visión y el reconocimiento del Ser Crístico en los mundos superiores. Esta es la diferencia oculta en la relación del hombre con otros iniciados. El acontecimiento crístico es tal que algo específico se relaciona con la evolución física actual de la tierra en su fase más importante, se irradia hacia la evolución física de la tierra y forma su centro de gravedad.

Supongamos ahora que los seres que viven su vida como almas humanas no prestaron al principio ninguna atención a la tierra. Podría ser que algo sucediera en el curso del mundo para que estas almas dijeran: "No haremos caso de la tierra; ¿por qué habríamos de encarnar allí abajo?". Esto es, por supuesto, imposible, pero supongámoslo por un momento.

Entonces, en la medida en que lo perteneciente a la tierra es espiritual, estas almas humanas podrían experimentarlo en los mundos espirituales, y todos los grandes y sublimes principios que estaban activos en los iniciados serían allí visibles para ellas. Si tal alma en los mundos superiores planteara la pregunta a la evolución cósmica: "De todos los seres de los mundos superiores quiero conocer a Cristo, para aprender a comprender Su misión mundial y Su tarea esencial", entonces la respuesta tendría que ser: "Si quieres conocer al Ser que es para nosotros el Cristo, entonces debes encarnar en la tierra. Debes participar de alguna manera en el Misterio del Gólgota para entrar en relación con el Ser Crístico".

El Misterio de Cristo tuvo que tener lugar en la tierra de conformidad con la ley cósmica. La tierra es el escenario donde, conforme a la ley cósmica, el Misterio del Gólgota ha tenido que ser representado, y donde se ha tenido que poner el fundamento esencial para la comprensión del Cristo. La comprensión del Cristo que el hombre adquiere en la tierra es una preparación, en una escala diferente a cualquier otra preparación que tenga lugar en la tierra, para cualquier visión y conocimiento de este Ser en los mundos superiores. Por lo tanto, en el Ser Crístico el principio de la iniciación se vivía de manera muy diferente a la de otros iniciados. Ellos experimentaron un mundo suprasensible, ciertamente, a veces profundamente, y dieron los diversos impulsos desde ese mundo en el curso de la evolución humana. Pero cuando tenían experiencia de los mundos superiores, cuando estaban dentro de ellos, estaban fuera de sus cuerpos físicos. Aunque no se requería mucho esfuerzo por parte de los altos iniciados para dejar el cuerpo físico, aunque sólo era necesario un pequeño paso para salir de él hacia la plenitud de los hechos espirituales, sin embargo, es cierto que hay que hacer esta transición del cuerpo físico a los cuerpos superiores. En el Cristo Jesús tenemos el fenómeno diferenciado de que, en realidad, de acuerdo con el principio iniciático - es decir, de acuerdo con lo que el hombre necesita para alcanzar la iniciación - Él nunca, durante los tres años que vivió en la tierra, dejó deliberadamente el cuerpo físico como se hace en la iniciación. Siempre permaneció en él. Todo lo que trajo a la vida y dio al mundo durante esos tres años lo dio a través de su cuerpo físico. Los otros iniciados dieron lo que tenían que dar a la humanidad a través de sus cuerpos suprafísicos. En Cristo tenemos la única individualidad que ha dado todo lo que dio, todo lo que dijo, todo lo que salió de Él a la evolución humana, a través de Su cuerpo físico y nunca indirectamente a través de los cuerpos superiores.

En la conciencia ordinaria esto se experimenta de tal manera que su sentido puede resumirse diciendo que en Cristo tenemos un fenómeno que puede ser comprendido por la conciencia más primitiva que cualquiera posee a través del cuerpo por medio del cual hablamos en la vida cotidiana. De ahí la unión íntima y fraternal con la Individualidad Crística, la posibilidad de comprender a la Individualidad Crística sin ayuda de la educación, simplemente por medio del sentimiento humano primitivo original; de ahí la necesidad de trabajar hasta una forma más elevada de comprensión, si se quiere entender a los otros iniciados. Por lo tanto, es cierto lo que he subrayado a menudo en estos últimos diez años. En Cristo tenemos un Ser que puede ser comprendido por la mente más simple, aunque quien se haya elevado a esta comprensión superior lo entenderá mejor. En Cristo Jesús estaba presente todo lo que puede estar relacionado con un cuerpo humano, espiritualizando el cuerpo humano en la mayor medida posible, y trabajando en el cuerpo humano a través de Cristo Jesús. Los otros iniciados no pudieron ser tan plenamente activos mientras daban lo que era espiritual, porque siempre tenían que salir de su cuerpo físico y volver a él más tarde para revelar lo que habían retenido del mundo suprasensible. Cristo, sin embargo, siempre tuvo que vivir todo en el mundo físico a través del cuerpo físico.

Si queremos entrar en las verdaderas vinculaciones, hay que tener en cuenta estas cosas. Todo lo demás es palabrería vacía, como por ejemplo, cuando se discute si Cristo o los otros iniciados son los más elevados. No se gana nada con tal clasificación; eso no viene al caso. Lo esencial es examinar la vinculación entre los seres. Es una cuestión de preferencia personal que se considere al fundador de una religión como "más elevado" que otro. Eso no hará mucho daño; los hombres siempre están sujetos a esas pequeñas debilidades. Lo importante es darse cuenta de en qué consiste la distinción real entre la posición de Cristo y la de los demás iniciados en el mundo. Entonces podremos permitir tranquilamente que la gente diga: "Considero a esta o aquella individualidad como la más elevada a causa de lo que hizo". Cuando se comprenda la diferencia que he descrito, se comprenderá también la distinción entre los impulsos que han venido al mundo a través de los diversos iniciados.


Traducido por J.Luelmo junio2021

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El objetivo de este blog es publicar en Internet todo el material fuente existente para las transcripciones de las conferencias de Rudolf Steiner de la forma más completa posible, para que este gran tesoro esté disponible para toda la humanidad. Se trata de notas de oyentes, transcripciones de conferencias y, en su mayor parte, transcripciones en texto plano de conferencias estenografiadas, también conocidas como transcripciones en texto plano. De este modo, cualquiera puede comprobar por sí mismo, mediante comparaciones, qué dijo realmente Rudolf Steiner y cómo fue editado (y, por tanto, modificado) en las distintas ediciones. Y por último, pero no menos importante, también encontrarán mucho material inédito. La obra de Rudolf Steiner es de dominio público desde 1996 y, por tanto, pertenece legalmente a toda la humanidad. Él mismo habría elegido una fecha mucho más temprana para la publicación de su obra, como se desprende de los pasajes sobre propiedad intelectual que citamos a continuación; Incluso el período de protección de 30 años que se aplicaba entonces le parecía demasiado largo. ¿Y qué habría dicho sobre el hecho de que 85 años después de su muerte, parte de su obra docente siga inédita y acumulando polvo en los archivos? Él mismo encontró una expresión adecuada para esto: Fue puesto en un ataúd. Este sitio web está destinado a ayudar a liberarlo de este ataúd. "Lo que el hombre puede crear a partir de sus capacidades intelectuales se lo debe a la sociedad humana, al orden social humano. En realidad, no le pertenece. ¿Por qué gestionamos nuestra propiedad intelectual? Simplemente porque la produces; al producirla, demuestras que tienes la capacidad de hacerlo mejor que los demás. Mientras tengas esa capacidad mejor que los demás, gestionarás mejor esa propiedad intelectual al servicio del conjunto. Ahora la gente se ha dado cuenta al menos de que esta propiedad intelectual no se perpetúa sin fin. Treinta años después de la muerte, la propiedad intelectual pertenece a toda la humanidad. Cualquiera puede imprimir lo que yo he producido treinta años después de mi muerte. Puede utilizarlo como quiera; y eso está bien. Incluso estaría de acuerdo si hubiera más derechos en este ámbito. No hay otra justificación para la gestión de la propiedad intelectual que el hecho de que, porque se puede producir, también se tienen las mejores capacidades [...] Será una forma sana de socializar el capital si hacemos fluir en el organismo social lo que hoy se acumula como capital en el derecho de sucesiones, en el surgimiento de las pensiones, del derecho de las manos ociosas, de los derechos humanos superfluos, lo que así se acumula en capital; eso es lo que importa. Ni siquiera hace falta decir que la propiedad privada debe convertirse en propiedad social. El concepto de propiedad no tendrá ningún significado". Rudolf Steiner el 25 de abril de 1919