Principios antroposóficos
Por Rudolf Steiner
El Misterio de Miguel: Capítulo XI: 30 nov.1924 -A las puertas del alma consciente (2)
En el tiempo durante la irrupción del alma consciente en la evolución de la humanidad en la tierra, era difícil para los seres del mundo espiritual más cercanos a la existencia terrenal acercarse a la humanidad. Los acontecimientos en la Tierra adoptan una forma que muestra que son necesarias condiciones de un tipo muy especial para hacer posible que lo espiritual se abra camino en la vida física de la humanidad. Pero, por otra parte, esta forma también muestra a su vez, de un modo a menudo muy esclarecedor, cómo algo espiritual, en el que todavía actúan las fuerzas del pasado y ya comienzan a actuar las fuerzas del futuro, busca energéticamente su camino hacia la vida terrenal de la humanidad en contra de otro impulso espiritual.
Entre 1339 y 1453, una desconcertante guerra entre Francia e Inglaterra duró más de cien años. En este desconcierto, provocado por una cierta corriente espiritual desfavorable para el desarrollo de la humanidad, se producen acontecimientos que habrían introducido más rápidamente el alma consciente en la humanidad si no hubieran existido las coacciones. Chaucer (muerto en 1400) fundó la literatura inglesa. Basta pensar en las consecuencias intelectuales de esta fundación de la literatura en Europa, para encontrar significativo que el acontecimiento no pudiera desarrollarse libremente, sino que cayera en la confusión de la guerra. Además, en Inglaterra ya se había iniciado antes (1215) un pensamiento político que podría caracterizarse propiamente por el alma consciente. El desarrollo posterior de este acontecimiento coincidió también con las inhibiciones de la guerra.
Se trata de una época en la que las potencias espirituales, que aspiran a desarrollar a la humanidad en las líneas que fueron diseñadas por sus superiores en la jerarquía espiritual divina, se encuentran cara a cara con sus adversarios del otro lado. Estos adversarios están empeñados en desviar a la humanidad hacia otras líneas diferentes a las que le fueron designadas desde el principio. En consecuencia, sería incapaz de emplear las fuerzas de su origen para su evolución posterior; su infancia cósmica no le daría frutos; una parte de su ser se marchitaría cada vez más. El resultado sería que la humanidad podría caer presa de los Poderes Luciféricos o Ahrimánicos, y su propia evolución especial y peculiar le sería arrebatada. Si los adversarios de la humanidad hubieran sido capaces no sólo de poner obstáculos en el camino, sino de llevar sus esfuerzos a un éxito completo, la entrada del Alma Consciente podría haberse visto impedida.
Un acontecimiento que muestra con notable brillantez la intervención de lo espiritual en los asuntos terrenales, es el papel desempeñado por Juana de Arco, la Doncella de Orleans, y su destino (1412 a 1431). Lo que ella hace, tiene sus impulsos, - para sí misma-, en lo más profundo de las bases subconscientes de su alma. Ella sigue los impulsos ciegos del mundo espiritual. En la tierra reina una confusión acosadora, con el objetivo de impedir la entrada de la Época de la Consciencia. Miguel debe preparar el camino desde el mundo espiritual para su posterior misión. Puede hacerlo donde encuentre almas humanas que reciban sus impulsos. La Doncella es una de esas almas. También trabaja, -aunque sólo sea posible en menor grado y de forma menos evidente para la vida histórica externa-, a través de muchas otras almas. En acontecimientos como la guerra entre Inglaterra y Francia se enfrenta a su oponente del lado ahrimánico.
El adversario luciférico, que encontró en ese tiempo, ya fue mencionado en la anterior reflexión. Pero este adversario es también particularmente evidente en los acontecimientos que siguieron a la aparición de la Doncella de Orleans. De estos acontecimientos se puede ver que los hombres ya no podían ganar una posición hacia una intervención del mundo espiritual en el destino de la humanidad, a diferencia de cuando la comprensión imaginativa todavía estaba presente, pues dicha intervención podía ser comprendida y también asumida por los hombres en su voluntad. Con el cese de la actividad del alma racional, la posición hacia tal intervención se hizo imposible; entonces aún no se había encontrado la posición correspondiente al alma consciente; incluso hoy tampoco se ha alcanzado.
Por lo tanto, en aquella época, la formación de Europa fue llevada a término por el mundo espiritual, sin que los hombres comprendieran lo que ocurría, y sin que nada de lo que se esforzaban por hacer tuviera una influencia digna de mención en el proceso.
Basta con imaginar lo que habría ocurrido en el siglo XV si no hubiera existido la Doncella de Orleans para darse cuenta de la importancia de este acontecimiento espiritual. También hay personalidades que quieren explicar tal fenómeno en términos materialistas. Es imposible llegar a un entendimiento con ellos porque reinterpretan arbitrariamente lo que es obviamente espiritual en un sentido materialista.
También es evidente, a partir de ciertas luchas espirituales en las que están comprometidas las mentes de los hombres, que la humanidad ya no puede encontrar su camino salvo con mucha dificultad hacia el reino del espíritu divino, por más que lo busque intensamente. Se trata de dificultades que no existían en los tiempos en que todavía se podía obtener la visión por medio de la imaginación. Para apreciar correctamente lo que aquí se quiere decir, no hay más que observar con claridad a las personas que se destacan como pensadores filosóficos. No se puede considerar a un filósofo únicamente por el efecto que produce en su época ni por el número de personas que han adoptado sus ideas. Es más bien la expresión, la manifestación en persona, de su época. Lo que la mayor parte de la humanidad lleva dentro de sí inconscientemente como disposición anímica, como sentimientos e impulsos vitales inconscientes, el filósofo lo lleva a sus ideas. Así como el termómetro registra la temperatura de su entorno, él filósofo registra la condición espiritual de su época. Los filósofos no son los causantes de la condición anímica de su época, al igual que el termómetro tampoco lo es de la temperatura de su entorno.
Partiendo de esta premisa, veamos al filósofo René Descartes, cuya obra se sitúa en la época en que la Época del alma Consciente estaba ya bien iniciada. (Vivió de 1596 a 1650.) El único y delgado soporte sobre el que descansa su conexión con el mundo espiritual, es la vivencia interior: Pienso: por lo tanto, existo. Él trata de encontrar la Realidad en la conciencia del Yo, el Yo central, y sólo en la medida en que el Alma Consciente pueda decírselo. Y sobre todos los demás problemas del espíritu, trata de ganar luz mediante el método intelectual, examinando qué garantía ofrece la certeza de su propia autoconciencia sobre la certeza de las demás cosas. Se pregunta en cada caso, respecto a las verdades que le han sido transmitidas históricamente: ¿Son tan evidentes como este "Yo pienso: por lo tanto, yo existo"? Si él puede afirmar esto, entonces las acepta.
Con semejante forma de pensar en la mente humana, ¿No se está expulsando al espíritu de todo tipo de visión que guarde alguna relación real con las cosas del mundo? La revelación del espíritu se ha retirado al único punto de apoyo en la conciencia del Ser. Ninguna otra cosa, en la forma inmediata de su aparición, revela el espíritu. No se puede arrojar ninguna luz de revelación del espíritu sobre lo que está fuera de la conciencia del Yo, salvo de forma mediata, por el intelecto que trabaja en el Alma Consciente.
El hombre de esta época vierte, por así decirlo, el contenido aún casi vacío de su Alma Consciente en un intenso anhelo hacia el mundo espiritual: un fino rayo de luz viaja hacia allí.
Los seres del mundo espiritual en las fronteras inmediatas del mundo terrenal, y las almas de los hombres en la tierra, tienen dificultades para encontrarse. Los preparativos suprasensibles de Miguel para su misión venidera son comunicados al alma del hombre sólo tras las mas grandes dificultades.
Comprenderemos mejor el carácter peculiar del matiz anímico que encuentra su expresión en Descartes, si comparamos a este filósofo con Agustín, quien, en cuanto a la formulación externa, emplea el mismo punto de apoyo para su experiencia del mundo espiritual que Descartes. Sólo que, con Agustín, se hace desde la plena fuerza imaginativa del Alma Racional. (Vivió del 354 al 430 d.C.) La gente encuentra, y con razón, una afinidad entre Agustín y Descartes. Sólo que el intelecto de Agustín es el último resto del conocimiento cósmico, mientras que el de Descartes es el intelecto que ya ha comenzado a hacer su entrada en el alma humana individual. Precisamente mediante el camino que ha recorrido la mente humana en sus búsquedas desde Agustín hasta Descartes, puede verse cómo desaparece de las Fuerzas del Pensar, el carácter cósmico, y cómo lo mismo reaparece de nuevo en el alma humana. Sin embargo, al mismo tiempo se puede ver, bajo qué dificultades Miguel y el alma humana son capaces de encontrarse mutuamente para que Miguel pueda dirigir en el ser humano lo que una vez dirigió en el Cosmos.
Las fuerzas luciféricas y ahrimánicas están esforzándose por impedir ese encuentro. Las fuerzas luciféricas sólo permitirían que en el hombre se expandieran aquellas cosas que fueron suyas en su infancia cósmica. Las fuerzas ahrimánicas, -como oponentes suyas, pero aún así en cooperación con ellas-, quieren desarrollar sólo aquellos poderes que se adquieren en las últimas etapas del mundo, y dejar que la infancia cósmica se marchite.
En tales circunstancias de dificultad agravada, las almas de los hombres de Europa continuaron digiriendo aquellos impulsos espirituales que se habían abierto camino a través de las Cruzadas en forma de antiguas ideas y conceptos del mundo, desde Oriente hacia Occidente. En estas ideas las fuerzas de Miguel vivían con una fuerza peculiar. Estos conceptos del mundo estaban dominados por la Inteligencia cósmica, de la que Miguel era, por antigua herencia espiritual, el regente.
¿Cómo podrían estas ideas y conceptos del mundo ser asumidos por las almas humanas, si entre dichas almas y las fuerzas del mundo espiritual había un abismo? Tales ideas cayeron en medio de los primeros y débiles comienzos del Alma Consciente. Por un lado, se encontraron con el obstáculo que presentaba el todavía débil desarrollo del Alma Consciente; estas acallaron la voz del Alma Consciente, coartaron su fuerza. Y por otro lado, ya no se encontraron con una conciencia que sacaba fuerzas de la Imaginación. El alma humana ya no podía unirse a estas ideas con una visión completa. La gente las tomaba o bien de forma superficial, o bien de forma supersticiosa.
Esta condición anímica de los hombres debe ser percibida con claridad, para comprender los movimientos de pensamiento que se asocian, por una parte, a los nombres de Wycliffe, Huss, etc., y, por otra, a los denominados "rosacruces".
Pensamientos guía
127.-Al comienzo de la Época del alma Consciente, el alma humana desarrolla sus fuerzas intelectuales sólo en una medida muy pequeña. Surge una falta de conexión entre lo que el alma anhela en sus profundidades inconscientes, subyacentes, y lo que pueden darle las fuerzas de la región donde está Miguel.
128.-Esta falta de conexión ofrece a los Poderes Luciféricos una mayor posibilidad de retener al hombre dentro de las fuerzas de su infancia cósmica, para hacer que su evolución ulterior tenga lugar, no por los caminos de los Poderes divinos y espirituales con los que estaba unido desde el principio, sino por los caminos de Lucifer.
129.-Además, ofrece una mayor posibilidad de que las Potencias Ahrimánicas separen al hombre de las fuerzas de su infancia cósmica y lo atraigan a su propio reino, para que siga evolucionando allí.
130.-Ambas cosas no se produjeron, gracias a que las Fuerzas Micaélicas estaban actuando; pero la evolución espiritual de la humanidad tuvo que continuar en medio de los obstáculos que surgieron de estas dos posibilidades, y así se convirtió en lo que ha sido hasta ahora.
Traducido por J.Luelmo mayo2021
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