GA026 El Misterio de Miguel: Capítulo XX: El sueño y la vigilia, a la luz de las observaciones anteriores

 





Principios antroposóficos


El camino hacia el conocimiento de la Antroposofía


Por Rudolf Steiner

El Misterio de Miguel: Capítulo XX: El sueño y la vigilia, a la luz de las observaciones anteriores

El sueño y la vigilia ha sido un tema frecuentemente tratado en nuestros estudios antroposóficos, y desde diversos puntos de vista. Pero con hechos de la vida como estos, la comprensión de los mismos requiere ser llevada cada vez a una mayor profundidad, después de estudiar un aspecto diferente del mundo. Todo lo que se ha dicho sobre la Tierra como semilla de vida de un nuevo Macrocosmos naciente, permite ahora llevar una comprensión más profunda a nuestros puntos de vista sobre el sueño y la vigilia.

En este estado de vigilia, el hombre vive en las sombras del pensamiento proyectadas por un mundo muerto y moribundo, y en los impulsos de la voluntad en cuyo interior apenas puede ver con la conciencia ordinaria, lo mismo que alcanza a ver en el sueño profundo sin sueños.

En ese flujo de los impulsos de la voluntad subconsciente hacia las sombras del pensamiento surge la conciencia libre y autodirigida del Yo individual. En esta autoconciencia vive el yo.

Mientras el hombre está en este estado, despierto a la vida del mundo que lo rodea, a través de todos los sentimientos que surgen en su interior, lo recorren impulsos no terrenales, sino cósmicos, que llegan desde un lejano pasado cósmico hasta el presente. Él no es consciente de esto. Un ser sólo puede ser consciente de aquello en lo que participa a través de sus propias fuerzas moribundas, no a través de las fuerzas de crecimiento que alimentan su vida. Así es como el hombre alcanza la autorrealización a través de la pérdida de la mirada espiritual de aquello que es la base misma de su propio ser interior. Sin embargo, esto es precisamente lo que le permite, mientras está en estado de vigilia, sentirse totalmente inmerso en las sombras del pensamiento. Ningún destello de vida perturba el estado interior de participación en el mundo de los muertos y los moribundos. Esta "vida entre los muertos y los moribundos" oculta, sin embargo, la característica esencial del mundo terrestre, a saber, que es la semilla de vida de un nuevo Universo. El hombre, en su estado de vigilia, no percibe la Tierra como realmente es; se le escapan sus primeros inicios de nueva vida cósmica.

Por tanto, el hombre vive en lo que la Tierra le ofrece como base para su autoconciencia. Durante esta época de desarrollo autoconsciente del Yo, pierde de vista la verdadera forma de sus propios impulsos internos, y pierde de vista también la verdadera forma de su entorno. Pero es precisamente en este flotar por encima de la realidad estable del Mundo donde el hombre se da cuenta de la realidad estable de su Yo, se da cuenta de sí mismo como ser autoconsciente. Por encima de él está el Cosmos no terrestre, extraterrestre; por debajo de él, en la región terrestre, hay un mundo cuyo ser real permanece oculto; entre ambos se revela el ser libre del yo, radiante en la plenitud del conocimiento perceptivo y del libre albedrío.

En el sueño pasa todo lo contrario. Aquí el hombre vive en su cuerpo astral y el yo en medio de la joven semilla de vida de la Tierra. La más intensa "voluntad de vida" está en todo el Hombre durante su sueño sin sueños. A través de sus sueños también corre esta agitación de la vida; aunque no tan fuertemente sino que el hombre puede ser consciente de ellos en una especie de media conciencia. Y en este panorama onírico semiconsciente se ven las fuerzas por medio de las cuales el ser humano se teje en el Cosmos. En el destello pasajero del sueño puede verse el poder astral cuando fluye hacia el cuerpo etérico y da vida al hombre. En la vida y la luz que surgen de los sueños, el Pensamiento vive todavía. Sólo después de despertarse, el Pensamiento es acorralado por aquellas fuerzas que provocan su muerte - lo reducen a una sombra.

Esta conexión entre la representación onírica y el pensamiento de vigilia es de gran importancia. El hombre piensa con las mismas fuerzas que le permiten crecer y vivir; sólo que, para que el hombre se convierta en un pensador, estas fuerzas deben ser todas moribundas.

Aquí está el punto en el que puede surgir la verdadera comprensión de por qué es que el hombre en su pensamiento capta la realidad. Tiene en sus pensamientos la representación muerta de aquello por lo que él mismo está formado y creado a partir de una realidad viva y vivificante.

¡La representación muerta! Pero esta representación muerta es la obra de vida del más grande de todos los pintores, el propio Cosmos. La vida ha desaparecido de la representación. Si la vida no desapareciera, el yo del hombre no podría evolucionar. Sin embargo, esta representación contiene todo el contenido del Universo en todo su esplendor.

Hasta donde fue posible en su momento, dentro de las líneas generales del libro, señalé esta relación interna entre el Pensamiento y la Realidad del Mundo hace mucho tiempo, en mi "Filosofía de la Libertad";  está indicada en el lugar donde hablo de un puente que conduce desde las profundidades del Yo pensante hasta las profundidades de la realidad de la Naturaleza.

El sueño actúa sobre la conciencia ordinaria como un extintor, porque conduce a la vida de la Tierra, que se expande y brota en el nuevo y creciente Macrocosmos. Cuando la conciencia imaginativa pone fin a esta acción apagadora del sueño, la Tierra que entonces se presenta al alma humana no es una tierra de contornos nítidos, en los reinos mineral, vegetal y animal; es más bien un proceso vivo que el alma tiene entonces ante sí, un proceso vivo que se enciende en la Tierra y que brota en el Macrocosmos.

Por ello, el hombre tiene que elevarse con la realidad de su propio "yo soy" fuera de la realidad del mundo en su estado de vigilia, para llegar a la autoconciencia libre e independiente. En su estado de sueño se une de nuevo a la realidad del mundo.

Tal es, en el momento cósmico actual, el ritmo de la vida terrenal del Hombre; fuera del ser interior del mundo, pero con la experiencia consciente de su propio ser; y dentro del ser interior del Mundo, mientras la conciencia de su propio ser se extingue.

En el estado entre la muerte y el nuevo nacimiento, el yo del hombre vive dentro de los seres del mundo espiritual. Allí llega a la conciencia todo lo que escapó a la conciencia durante la vida de vigilia en la tierra. Allí las fuerzas macrocósmicas atraviesan la escena, desde toda su plenitud de vida en el lejano Pasado, hasta su existencia muerta y moribunda en el Presente. Pero también se manifiestan las fuerzas terrestres, que son la semilla de vida del Macrocosmos creciente que ha de ser. Y el hombre mira allí en sus estados de sueño, como durante la vida terrestre mira a la Tierra brillando a la luz del sol.

Debido a que el Macrocosmos, tal como es en el presente, se ha convertido en una cosa de muertos, hace posible que el ser humano, entre la muerte y el nuevo nacimiento, lleve una vida que, comparada con la vida de vigilia en la Tierra, significa un despertar más elevado, un despertar que permite al hombre dominar completamente las fuerzas de las que sólo se ve un parpadeo transitorio en los sueños. Son fuerzas que llenan todo el Cosmos. Lo impregnan todo. De ellas el ser humano extrae los impulsos con los que, al descender a la Tierra, modela su propio cuerpo, la obra maestra del artista macrocósmico.

Lo que en los sueños no es más que un breve destello abandonado por el sol, vive en el mundo espiritual transfundido con la luz del sol espiritual, esperando hasta que los seres de las Jerarquías superiores, o el propio Hombre, lo llamen en un trabajo creativo para moldear una nueva vida y ser.

Pensamientos guía

156.-En el estado de vigilia, para obtener un conocimiento vivo de sí mismo en plena y libre autoconciencia, el hombre se ve obligado a renunciar al conocimiento vivo de la Realidad, en su forma verdadera, tanto en su propia existencia como en la de la Naturaleza. Se eleva a sí mismo fuera de su mar de Realidad, para que en su Pensamiento-sombra pueda hacer de su propio Yo su propia experiencia real.

157.-En el estado de sueño, el hombre vive con la vida de la Tierra a su alrededor, pero esta vida apaga su conciencia del Yo.

158.-En los sueños, parpadea en la semiconsciencia ese Mundo de la Realidad contundente con el que se teje el ser del hombre, y del que forma su cuerpo cuando desciende del mundo del Espíritu. En la vida terrestre, este vigoroso mundo de la realidad se reduce a la muerte en pensamientos de sombra, ya que sólo así puede dar la base para el hombre consciente de sí mismo.

Traducido por J.Luelmo mayo2021

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