GA011 La Crónica del Akasha 12- SOBRE EL ORIGEN DE LA TIERRA

 

CAPITULO XII

SOBRE EL ORIGEN DE LA TIERRA



Como individuo, el hombre ha de pasar por diversas etapas después de su nacimiento y del mismo modo que ha de ascender por la infancia y la niñez hasta la edad adulta de madurez, la humanidad global también ha de pasar por un proceso semejante. La humanidad ha evolucionado hasta su condición actual, pasando por diversas etapas.

Con los métodos clarividentes podemos distinguir tres etapas principales de ese desarrollo de la humanidad que tuvieron lugar antes de la formación de la Tierra. Por eso, hoy nos hallamos en la cuarta etapa en la vida universal del hombre. En la descripción que vamos a hacer mostraremos una explicación profunda, en la medida que ello es posible en palabras comunes, sin recurrir al modo de expresión de la ciencia iniciática.

Antes de que la Tierra existiera, existía ya el hombre; pero no hemos de imaginar, como se ha hecho a veces, que quizás haya vivido en otros planetas y que en un momento determinado emigró a la Tierra. En realidad la Tierra evolucionó conjuntamente con el hombre. Igual como éste ha pasado por tres principales etapas evolutivas, la Tierra también lo hizo antes de convertirse en la que hoy llamamos "Tierra". En principio, como ya dijimos antes, hemos de prescindir del significado que la ciencia contemporánea relaciona con los nombres de "Saturno", "Sol" y "Luna", si queremos ver en su luz correcta las explicaciones del investigador espiritual en este campo. Por el momento no debiéramos darle a dichos nombres ningún otro significado que el que le daremos directamente en las comunicaciones siguientes.

Antes de que el cuerpo celeste donde vive el hombre se convirtiera en "Tierra" tuvo otras tres formas, que conocemos como Saturno, Sol y Luna. Podemos hablar, pues, de cuatro planetas en donde tuvieron lugar las cuatro principales etapas evolutivas de la humanidad. Por lo tanto, antes de que la Tierra se convirtiera en "Tierra" fue Luna, fue Sol y fue Saturno. Como ya veremos luego, podemos asumir que la Tierra habrá dé pasar todavía otras tres etapas evolutivas, que en la ciencia iniciática se conocen con los nombres de Júpiter, Venus y Vulcano. Es decir, el cuerpo celeste con el que está ligado el destino humano ha pasado por tres etapas en el pasado, se halla ahora en la cuarta y en el futuro habrá de pasar por otras tres, hasta que las facultades que el hombre porta en su interior se hayan desarrollado, hasta que llegue a la cima de su perfección.

El desarrollo humano y el de su planeta no proceden con la misma continuidad como, por ejemplo, un individuo humano cuando pasa por la niñez, la adolescencia, etc., en que una fase sucede a la otra casi imperceptiblemente.

En la humanidad y en el planeta se producen ciertas interrupciones. La condición saturnal no pasa inmediatamente a la solar. Entre la evolución de Saturno y la del Sol, entre toda etapa planetaria y la siguiente, existen condiciones intermedias que podrían compararse con las noches entre dos días, o con la condición latente de una semilla antes de que se desarrolle en planta completa.

Imitando las descripciones orientales para esos estados, la teosofía contemporánea denomina Manvantara al estado evolutivo en que la vida procede externamente; y llama Pralaya al estado de reposo intermedio. De acuerdo con la ciencia iniciática europea podemos usar el término “ciclo abierto” para la primera condición y "ciclo oculto o cerrado" para la segunda, aunque también se utilicen otros términos. Saturno, Sol y Luna, Tierra, etc., son" ciclos abiertos" y los períodos de reposo entre ellos son" ciclos cerrados" .

Sería erróneo pensar que en los períodos de reposo no existe vida alguna, aunque esa idea la encontramos hoy en algunos círculos teosóficos. Igual como el hombre no deja de vivir cuando duerme, su vida y la de su cuerpo celeste no se extinguen durante los "ciclos cerrados" (Pralaya), si bien las condiciones de vida en esos períodos no son perceptibles con los sentidos desarrollados durante los 11 ciclos abiertos", igual como sucede con el hombre que no percibe lo que sucede a su alrededor mientras duerme. La razón de utilizar el término" ciclo" para esas fases evolutivas se nos hará clara en las posteriores exposiciones. Más tarde hablaremos de la enorme duración de dichos" ciclos".

Podemos hallar un hilo conductor a lo largo de esos ciclos siguiendo la evolución de la conciencia humana a través de ellos. Todo lo demás puede surgir a partir de esa consideración de la conciencia. La conciencia que el hombre desarrolla durante su vida en la Tierra la llamaremos, de acuerdo con la ciencia iniciática europea, "clara conciencia vigílica". Consiste en percibir las cosas y seres del mundo por medio de los sentidos actuales y hacerse ideas y representaciones sobre ellas con ayuda del intelecto y la razón. El hombre actúa entonces en el mundo sensorial de acuerdo con esas percepciones, representaciones e ideas. Este tipo de ,conciencia la ha adquirido el hombre recientemente, en el cuarto período principal de su desarrollo cósmico. En Saturno, Sol y Luna todavía no existía; en esos ciclos el hombre vivía en otros estados de conciencia. Por ello, podemos describir las tres etapas evolutivas precedentes, como desarrollo de estados inferiores de conciencia. El estado de conciencia más inferior lo pasó en la evolución saturnal; en la solar es ya superior, y aún más lo es el estado de conciencia lunar hasta que llegamos al estado terrestre.

Esos anteriores estados de conciencia se distinguen sobre todo de la terrestre por dos rasgos: por su grado de claridad y por el área en que se extiende la percepción del hombre.

El grado de conciencia de Saturno es el de mínima claridad, es totalmente oscuro. Es difícil dar una idea exacta de esa sordidez, si tenemos en cuenta que la oscuridad del dormir profundo es aún más clara que esa conciencia saturnal. En estados anormales de trance profundo, el hombre todavía puede caer en ese estado de conciencia. El clarividente en el sentido de la ciencia iniciática, también puede hacerse una representación correcta de ese estado, pero en ningún sentido vive él mismo en ese estado de conciencia. Por el contrario, él asciende a un estado muy superior que en algunos aspectos es similar al original. En el hombre corriente de la actual etapa terrestre, ese estado por el que una vez pasó ha sido eclipsado por la "clara conciencia vigílica'''. El médium que cae en trance profundo, sin embargo, retrocede hasta él, percibiendo de la misma manera en que todos percibíamos en el "período de Saturno". Un médium así nos puede explicar las experiencias similares a las del estado saturnal, o cuando está en trance o cuando ha despertado.

Pero habríamos de decir, con más precisión, que son estados "semejantes", pero no "idénticos", porque los acontecimientos que tuvieron lugar en Saturno, pasaron de una vez por todas; hoy sólo tienen lugar en el entorno, del hombre eventos que tienen una cierta afinidad con aquellos que sólo pueden percibirse con la "conciencia saturnal" .

Igual que el médium, el clarividente antes mencionado adquiere la conciencia saturnal, pero además mantiene su "clara conciencia vigílica", conciencia que el hombre aún no poseía en Saturno y que el médium pierde en su estado de trance. Este clarividente no está en la conciencia saturnal misma, pero puede hacerse una representación de la misma. Si bien esa conciencia saturnal es inferior en varios grados a la conciencia vigílica actual, en cuanto a su claridad, es superior a esta última en lo que se refiere al ampo que abarca lo que puede percibir. En su oscuridad, no sólo puede percibir lo que sucede en su propio cuerpo celeste hasta el último detalle, sino también los objetos y seres de otros cuerpos celestes relacionados con Saturno, pudiendo también ejercer cierta influencia sobre ellos. No hace falta decir que esa captación de los otros cuerpos celestes era muy distinta de la que el hombre actual puede realizar por medio de su astronomía científica, basada en la “clara conciencia vigílica" y por ello percibe los demás cuerpos celestes desde afuera. Pero en la conciencia saturnal se produce una inmediata sensación o vivencia de 10 que sucede en los otros cuerpos celestes. (El habitante de Saturno vivencia los objetos y acontecimientos de otros cuerpos celestes y del propio, tal como el hombre actual vivencia su propio corazón y pulsación u otros procesos similares de su cuerpo, si bien de un modo aproximativo). Esa conciencia saturnal se fue desarrollando paulatinamente. Como primera etapa principal en el desarrollo de la humanidad, pasó por una serie de fases subordinadas conocidas en la ciencia iniciática europea como "pequeños ciclos". En la literatura teosófica se ha llamado" rondas" a esos pequeños ciclos y "globos" a sus subdivisiones respectivas.

Ya hablaremos de ellos más adelante. Con el fin de lograr mayor claridad solamente seguiremos ahora las principales etapas evolutivas. Por el momento sólo hablaremos del hombre, aunque fuera acompañado de la evolución de entidades y objetos inferiores y superiores. Ya hablaremos del desarrollo de otras entidades cuando hayamos hablado del desarrollo humano.

Cuando finalizó el desarrollo de la conciencia de Saturno, se produjo uno de esos prolongados períodos de reposo (Pralaya) antes mencionados, después del cual emergió del cuerpo celeste del hombre lo que conocemos en la ciencia iniciática con el nombre de "Sol". En el Sol, los hombres vuelven a emerger de su sueño y poseen como predisposición la conciencia saturnal desarrollada previamente, pues su nueva conciencia la desarrollarán desde ese germen. Podemos decir que en el Sol el hombre repitió el estado saturnal antes de ascender a uno superior. No obstante no es que sea una mera repetición sino una recapitulación modificada. Más tarde hablaremos de esas transformaciones cuando tratemos de los ciclos menores, donde veremos las diferencias entre esas "repeticiones" específicas. Por ahora nos limitaremos a describir el desarrollo de la conciencia.

Una vez recapitulado el estado saturnal, aparece la "conciencia solar" del hombre. Se trata de una conciencia algo más lúcida que la anterior, pero a su vez ha perdido algo de la amplitud de visión. En el sueño profundo sin sueños tenemos hoy un estado de conciencia similar al que tuvimos en el Sol. Pero quien no sea clarividente o médium no puede percibir los objetos y seres correspondientes a la conciencia solar. Con el trance de un médium reducido a ese estado y con la conciencia superior del verdadero clarividente, sucede algo parecido a lo que dijimos con respecto a la conciencia saturnal. La extensión de la conciencia solar está limitada al Sol y a los cuerpos celestes ligados a él más íntimamente.

Sólo son esos cuerpos y lo que en ellos sucede lo que el "habitante" del Sol puede percibir, de forma similar a como el hombre de hoy vivencia su pulsación cardíaca.

De ese modo, el habitante del Sol podía participar también en la vida de los cuerpos celestes que no pertenecían a la esfera inmediata del Sol. Cuando la etapa solar pasó por los ciclos subordinados, penetra en un estado de reposo, después del cual, emerge de ese cuerpo celeste del hombre su "existencia lunar". Antes de ascender, el hombre vuelve a pasar por las etapas de

Saturno y del Sol, recapitulándolas durante dos ciclos menores, y sólo luego penetra su conciencia lunar. Podemos hacemos una idea aproximada de esta última, si tenemos en cuenta la similitud que existe entre esa etapa de conciencia y el sueño con ensueños. Hay que decir explícitamente que sólo se puede hablar de semejanza, pero no de identidad. Si bien es cierto que la conciencia de la Luna está hecha de imágenes, como las que aparecen en los sueños, esas imágenes no obstante se corresponden con los objetos y sucesos que tienen lugar alrededor del hombre, de modo similar a como hacen las ideas de la actual "clara conciencia vigílica". Mas esa correspondencia es todavía crepuscular, pictórica. Podemos imaginarnos ese estado suponiendo que un hombre lunar se acerque a un objeto, digamos a la sal. (Aunque en aquella época no existía la sal en su forma actual y por ello hemos de quedarnos en el campo de las meras comparaciones). Ese ser lunar, predecesor del hombre actual, no percibe el objeto en su extensión espacial, con un color y una forma definida; lo que hace es acercarse a ese objeto y éste le produce una imagen en su interior, parecida a la de un sueño. Esa imagen tiene ciertas tonalidades que dependen de las características del objeto. Si este es agradable y útil al ser que la "percibe", la tonalidad será clara, de matices amarillos o verdes; si el objeto es desagradable o dañino, aparece un matiz rojizo, como de la sangre. El clarividente también ve lo mismo hoy en día, sólo que es plenamente consciente durante su visión. El habitante lunar, por el contrario, tenía sólo una conciencia onírica, crepuscular. Las imágenes que surgían" en su interior" mantenían una relación exactamente definida con el entorno, no habiendo en ellas nada de arbitrario. Era posible orientarse gracias a ellas; se actuaba bajo la impresión de esas imágenes, del mismo modo como hoy actuamos a partir de la impresión de las percepciones sensoriales.

El desarrollo de esa conciencia onírica, tercera etapa principal, fue la tarea del "ciclo lunar". Cuando la "Luna" pasó por sus propios "ciclos menores" se volvió a producir un nuevo período de latencia (Pralaya), tras el cual emergió la "Tierra" desde la oscuridad.

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