GA218 Dornach, 9 de octubre de 1922 Las experiencias del sueño del hombre, su trasfondo espiritual y su significado para la vida cotidiana

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Nexos espirituales en la formación del organismo humano

RUDOLF STEINER

Dornach, 9 de octubre de 1922

Hoy en día, cuando se habla de la vida del alma, tiende a resumirse mucho en una determinada expresión para admitir, por un lado, que en relación con el alma hay que hablar de fuerzas o similares que no entran en la conciencia ordinaria. Pero, por otro lado, admite al mismo tiempo la impotencia para hablar de tales fuerzas. La expresión en la que se resume lo que debería corresponder a tal interpretación es: el inconsciente; se habla del inconsciente. En la actualidad, cuando se habla de la naturaleza especial del conocimiento humano se indica cómo es instruido el hombre en primer lugar para buscar su conocimiento del mundo exterior a través de la observación, la experimentación y el intelecto combinado. Y luego también se sugiere que si uno busca en su propia conciencia, encuentra todo tipo de cosas en ella: Pensamientos, sentimientos, impulsos volitivos, etc. Se da uno cuenta entonces de que en la vida del alma se producen impulsos, revelaciones, que no pueden ser encontradas en su esencia más profunda ni procediendo según el método de la observación científica exterior en el sentido de experimentar, observar, combinar el pensamiento, ni penetrando de algún modo en la esencia de lo que se revela en la vida del alma del hombre a través de lo que se acaba de observar cuando practica la auto-observación con los poderes ordinarios de la conciencia. Y por eso se habla del inconsciente, pero al mismo tiempo se renuncia a penetrar de alguna manera en el mundo de este inconsciente. En realidad, esta renuncia está plenamente justificada si uno quiere limitarse a los medios de conocimiento generalmente reconocidos hoy en día.
Porque, en efecto, nadie podrá ir más allá con estos medios de cognición, especialmente en lo que se refiere a la vida del alma, salvo a la opinión de que precisamente durante la vida diurna de vigilia, desde las profundidades del ser humano, surgen ideas, sentimientos, impulsos de la voluntad, expresiones del ser humano, de las que se puede ver, fácilmente cómo están ligados al cuerpo exterior, y no encontraremos ningún medio irrefutable para decir que lo que a primera vista parece depender tan fuertemente de las condiciones corporales, tiene una existencia especial más allá de estas condiciones corporales.
Ahora bien, todos ustedes saben que es precisamente de este punto del que parte nuestra contemplación antroposófica, que esta contemplación antroposófica se toma en serio el hecho de que con los medios de conocimiento que hoy se reconocen, realmente no se puede calar en las profundidades del alma, que esta contemplación antroposófica se toma en serio el hecho de que para estos medios ordinarios hay que apuntar a un inconsciente. Básicamente, no necesitamos ni siquiera mirar -lo haremos en la próxima conferencia; pero no necesitamos ni siquiera mirar- los dos puntos límite de la vida física en la tierra, el nacimiento y la muerte, sólo tenemos que mirar el estado humano ordinario y cotidiano del sueño y tendremos que decirnos a nosotros mismos que para un conocimiento real del alma, es realmente imposible que lo que los medios ordinarios de cognición puedan decir sobre las experiencias del alma puedan de alguna manera defenderse, contra una objeción como la siguiente: Para estos medios ordinarios de cognición parece haber una dependencia tan grande de toda imaginación, sentimiento y volición, tal como están presentes en la conciencia en la vida cotidiana ordinaria, de los estados corporales, que se puede decir muy bien que las experiencias del alma sólo surgen de los estados corporales como de un subconsciente, y durante el estado de sueño la mera vida orgánica se superpone, no permite que las ideas, los sentimientos y voluntades fluyan fuera de sí; realmente no se puede decir nada más al respecto. A lo sumo, se puede deducir de la reproducción de los sueños, que parecen venir del estado de sueño y ser simplemente recordados en la vida de vigilia, del hecho de que los sueños han sido interpretados durante el estado de sueño, quizás se deduzca que el alma continúa de algún modo como tal durante el sueño; pero todas estas son cosas inciertas. En el fondo, ninguna persona seria y desprejuiciada con los medios ordinarios de cognición puede hablar del alma de otra manera que diciendo que presenta fenómenos que parecen depender totalmente de los estados corporales.
Debido precisamente a que la cognición antroposófica se toma en serio esta capacidad o incapacidad de los medios ordinarios de cognición, por otra parte debe esforzarse por recurrir a otros medios de cognición.  Y ustedes saben que tales medios de cognición se utilizan en la cognición imaginativa, inspirativa e intuitiva que a menudo se describe aquí. A través de este tipo especial de cognición, que se desarrolla primero como una habilidad fuera de la vida ordinaria del alma, que puede ser desarrollada si uno realmente se esfuerza por desarrollarla, uno debe pues esforzarse por alcanzar primero la claridad sobre aquello respecto a lo cual no se puede obtener claridad con los medios ordinarios de cognición. 
Y ahora, sin tener que volver a entrar en la descripción que tantas veces he hecho de la naturaleza de la cognición imaginativa, inspirativa e intuitiva, quisiera describir simplemente, sobre la base de estas mismas tres etapas de la cognición, un área, una de las más importantes del subconsciente o inconsciente del hombre, a saber, el área de la vida anímica entre el dormir y el despertar. Ya he dado esta descripción varias veces desde ciertos puntos de vista, pero hoy me gustaría darla nuevamente desde un punto de vista especial. En primer lugar, me gustaría describir simplemente las consecuencias de la cognición imaginativa, inspirativa e intuitiva para el estado del sueño. Para la conciencia ordinaria realmente sólo existe lo siguiente, que ese llenado de la conciencia con un cierto contenido, tal como lo tenemos desde que nos despertamos hasta que nos dormimos, al dormirnos primeramente se amortigua, y luego se apaga, y que entre el dormirse y el despertarse se produce un estado inconsciente. Durante la conciencia diurna y con los medios ordinarios de cognición que posee el hombre, este no puede decir al principio lo que su alma está haciendo realmente en el tiempo que transcurre entre el sueño y el despertar. Porque lo que ocurre allí, si es que un alma se experimenta como tal en este estado, no entra en la conciencia ordinaria. Porque sobre esa conciencia ordinaria se extiende la oscuridad que el alma experimenta, si es que la experimenta en el estado de sueño. Ahora bien, cuando la cognición imaginativa entra por primera vez, el estado de sueño comienza a iluminarse, la oscuridad comienza a cambiar en luminosidad, y con la cognición imaginativa uno ya puede obtener juicios sobre lo que es experimentado por el alma al menos para las primeras etapas del estado de sueño. Uno puede entonces ir más allá en la comprensión inspirativa e intuitiva, más allá en estas experiencias. No se trata de imaginar que uno se asoma al sueño como a una mirilla, sino que a través del conocimiento imaginativo, inspirativo e intuitivo uno experimenta estados anímicos que se asemejan al sueño en cuanto a que en ellos uno se encuentra en una relación similar a la que tiene con su cuerpo durante el sueño, salvo que no experimenta esta relación inconscientemente, sino en un estado plenamente consciente. Y por lo tanto, dado que durante la vida de vigilia se experimenta con plena conciencia de forma similar a como se hace durante el sueño, también se puede observar lo que ocurre con el alma humana durante el sueño, y entonces se puede describir.
Ahora bien, cuando el ser humano se duerme, así que ya saben: al dormirse, la conciencia indistintamente vaga puede prevalecer con los sueños. Este mundo onírico no puede, al principio, ser de gran ayuda para conocer la vida del alma. Porque lo que uno puede saber sobre los sueños con los medios ordinarios de cognición en la conciencia diurna sigue siendo algo sumamente externo, y los propios sueños no se manifiestan de tal manera que uno pueda basarse en ellos con suficiente certeza antes de tener un conocimiento del sueño. Aquel que realmente penetra en el conocimiento del estado de sueño sabe que los sueños en realidad son más propensos a engañar que a iluminar un conocimiento real de este estado de sueño. Lo que experimenta el alma lo experimenta inconscientemente.
Debo ahora, puesto que lo describo para un conocimiento imaginativo, inspirativo e intuitivo, describírselo como si fuera experimentado conscientemente por el alma; tendré por tanto que describirles las experiencias del alma desde que se duerme hasta que se despierta como si fueran experimentadas conscientemente; no son experimentadas conscientemente, sino que lo que describiré como si fuera experimentado conscientemente, eso ya lo experimenta el alma, aunque no sepa nada de ello. Sin embargo, está presente como un hecho, y como tal no sólo actúa desde que se duerme hasta que se despierta, sino que también se abre camino en el organismo físico humano, y en él sobre todo durante las horas de vigilia. Durante el día, desde que nos levantamos hasta que nos acostamos, siempre llevamos dentro las secuelas de nuestras experiencias nocturnas, y aunque para la cultura exterior todo lo que tiene gran importancia está basado en lo que el ser humano realiza a través de su conciencia, lo que ocurre dentro del propio ser humano, no depende mucho de su conciencia, sino que depende en el mayor grado de lo que experimenta inconscientemente desde que se duerme hasta que se despierta. 
Allí, cuando las percepciones sensoriales gradualmente se paralizan por completo, cuando los impulsos de la voluntad dejan de actuar, experimentamos por primera vez un estado indiferenciado del alma. Se trata de una experiencia general e indeterminada, una experiencia en la que efectivamente existe un claro sentido del tiempo, mientras que el sentido del espacio se extingue casi por completo. De modo que esta experiencia puede compararse realmente con una especie de flotar, con una especie de movimiento en una vastedad general e indeterminada. Es necesario formar vocablos nuevos para expresar lo que el alma experimenta. Se podría decir que el alma se experimenta a sí misma como una ola en un gran mar, como una ola que, sin embargo, se siente organizada dentro de sí misma, que se siente rodeada por todos lados por el resto del mar, y que siente los efectos de este mar sobre sí misma de la misma manera que uno siente, percibe y piensa en las impresiones de los colores o de los sonidos o del calor de una cierta manera diferenciada en la vida cotidiana. 
Pero así como en la vida diurna uno se siente un ser humano encerrado en su piel,  sintiéndose en un lugar determinado, así en este momento que sigue a quedarse dormido -digo que uno se siente, lo experimenta; lo describo como si fuera consciente; el hecho está ahí, sólo que la conciencia de ello no está ahí- uno se siente como una ola en un mar general, se siente de pronto ahí, de pronto allá, como dije, el sentido definido del espacio cesa realmente. Pero el sentido general del tiempo sigue allí. Pero esta experiencia está relacionada con la otra de sentirse abandonado. Es algo así como hundirse en un abismo. Si el ser humano no estuviera preparado para ello, se expondría a muchas cosas al experimentar conscientemente esta primera etapa del sueño, pues le resultaría casi insoportable perder el sentido del espacio casi por completo, vivir sólo en un sentido general del tiempo, sentirse tan indeterminadamente integrado sólo como en un mar sustancial general en el que hay extraordinariamente poco que distinguir, sólo distinguir que se es un yo en un ser general del mundo interior. Uno se sentiría realmente -precisamente si la conciencia estuviera presente- como si flotara por encima del abismo. Y a la vez, relacionado con esto hay algo que surge en el alma como una tremenda necesidad de apoyarse en lo espiritual, una tremenda necesidad de estar conectado con algo espiritual. En el mar general en el que uno nada, ha perdido, por así decirlo, esa sensación de seguridad de estar conectado con las cosas materiales del mundo de la vigilia. Por lo tanto, se siente -se sentiría, si el estado fuera consciente- un profundo anhelo de estar conectado con lo divino-espiritual. También se puede decir:
Se experimenta realmente este movimiento general en una sustancia del mundo indiferenciada como si se estuviera seguro en algo Divino-Espiritual. - Les ruego que consideren la forma en que tengo que describirlo aquí: repito se lo describo, como si el alma experimentara conscientemente. No experimenta conscientemente de esta manera, pero pueden ustedes imaginar cómo, mientras están ustedes experimentando conscientemente en su vida diaria de vigilia, muchas cosas les están pasando en su organismo de las que no son conscientes, lo cual es simplemente un hecho. Digamos, por ejemplo, que ustedes experimentan alegría; ciertamente, durante la alegría la sangre pulsa de manera diferente que durante la tristeza. Ustedes experimentan la alegría o la tristeza en su conciencia, pero no experimentan la pulsación de la sangre ni en uno ni en otro estado. 
Sin embargo, esta pulsación de la sangre es un hecho. Del mismo modo, lo que describo aquí corresponde, por un lado, a lo que describo como un nadar en general en una sustancia mundial indiferenciada y, por otro lado, a lo que describo como una necesidad de Dios, corresponde a un hecho en la vida del alma. Y el conocimiento imaginativo no hace otra cosa que elevar esta actualidad a la conciencia del mismo modo que la conciencia diurna ordinaria de los seres humanos eleva a la conciencia la pulsación sanguínea que subyace a la alegría o a la tristeza. Los hechos están ahí, y los hechos tienen un efecto en la vida de vigilia del día, de modo que cuando nos despertamos por la mañana encontramos nuestro organismo en una condición renovada porque esta experiencia nocturna ha tenido lugar para nuestra vida anímica. Lo que ocurre en el alma, separada del cuerpo, entre el sueño y el despertar, tiene su gran importancia como secuela durante la vida de vigilia del día siguiente. Y no podríamos utilizar nuestro cuerpo de forma correcta al día siguiente si no nos hubiéramos desprendido de la conexión con las cosas exteriormente físico-sensibles y nos hubiéramos sumergido en esta experiencia indeterminada que he descrito. Y el hecho de que en la vida diurna de vigilia tengamos algo que emerge de las profundidades de nuestra voluntad como una necesidad de relacionar lo que está tan diferenciado a nuestro alrededor con algo general, y que tengamos la necesidad de relacionar el mundo de lo sensorial con algo divino, no es más que una secuela de esta primera etapa del estado de sueño. Podemos preguntarnos: ¿Por qué el hombre no se conforma con mirar las cosas individuales del mundo una junto a otra durante el estado de vigilia, por qué no se conforma con ir por el mundo y observar las plantas, los animales, etc.? ¿Por qué empieza -y esto lo hace hasta el hombre más sencillo, no sólo el filósofo; además, el hombre más sencillo lo entiende mucho mejor que el filósofo- por qué empieza a filosofar cómo están conectadas las cosas, por qué relaciona lo individual que ve con lo general, por qué se pregunta cómo se fundamenta lo individual en un cosmos general? No lo haría si no se viviera realmente lleno de vida en algo tan indeterminado durante su estado de sueño. Tampoco llegaría a sentir a Dios en su estado de vigilia si no experimentara el hecho correspondiente, este sentimiento de Dios, en la primera etapa de su estado de sueño. Le debemos algo extraordinariamente importante al sueño, especialmente para el funcionamiento interno de nuestra humanidad.
Cuando el ser humano continúa después su sueño, entra en otras etapas que ya no pueden ser vistas con el conocimiento imaginativo, sino que para ello es necesario el conocimiento inspirativo. Lo que aparece de nuevo como un hecho de la experiencia del alma, y que se refleja en la conciencia inspirada de manera parecida, digamos, a la pulsación de la sangre en la alegría y la tristeza, es al principio una cierta fragmentación del alma en tantos detalles como sea posible, entidades individuales. El alma realmente fragmenta su vida en partes, y esta fragmentación está conectada con algo que, cuando brilla en la conciencia, aparece como ansiedad.  Después de que el alma haya pasado por lo que puede llamarse un flotar sobre el abismo o un nadar en una sustancia del mundo general y un anhelo de lo Divino-Espiritual, cae en una cierta ansiedad, es decir, en algo que sería ansiedad para la conciencia si se experimentara conscientemente, que se basa esencialmente en el hecho de que el alma no sólo nada en una sustancia del mundo general, sino que también tiene una existencia para sí misma, con lo Divino-Espiritual.   
El alma no sólo está nadando en una sustancia mundial general, sino que tiene una existencia propia, con la que ahora entra en cierta relación, de modo que no es realmente una unidad, sino que es muchas cosas. Pero este ser-muchos se experimenta como ansiedad.  Y el hombre tiene que superar esta ansiedad de una manera determinada. 
En el tiempo que precedió al Misterio del Gólgota en el desarrollo de la tierra, las instrucciones para la humanidad emanaban de los centros de misterios en los más variados ejercicios religiosos, que ya encontraban su camino hacia los seres humanos individuales, donde las almas, además de los sentimientos que podían experimentar en el mundo exterior sensual, experimentaban otros por el hecho de tener sus concepciones de Dios adecuadas a estos tiempos antiguos. Ahora bien, en estos tiempos antiguos los hombres eran de tal manera que incluso durante su vida diurna despierta tenían en su conciencia algo así como un resplandor del mundo espiritual. Cuanto más retrocedemos en el desarrollo de la humanidad en la tierra, más nos damos cuenta de que la gente tenía una especie de clarividencia en tiempos muy antiguos, y luego ecos de esta clarividencia en tiempos posteriores, que para la gente de ese tiempo era una percepción interna de que el hombre mismo, antes de comenzar su vida terrenal, habitaba como un ser espiritual en una existencia pre-terrenal. No era algo que la gente había descubierto, no era algo en lo que simplemente creían, sino algo que era una certeza para ellos, porque experimentaban en su ser interior algo que había permanecido con ellos desde una existencia preterrenal. 
Si se me permite hacer una comparación algo trivial, me gustaría decir: si alguien ha heredado una determinada fortuna de sus padres, también reconoce cómo esta fortuna interviene en el curso de su vida a través de su existencia inmediata, reconoce que no la ha adquirido él mismo, sino que le ha llegado de sus antepasados. De igual manera, las personas de una época más antigua sabían que ciertas experiencias de su alma no provenían de lo que sus ojos habían visto, sino que reconocían que estas experiencias del alma eran una herencia de una existencia preterrenal. Ellos mismos lo reconocían en estas experiencias anímicas. Siempre hay que subrayar que en el curso de su desarrollo los hombres se han liberado de tales experiencias anímicas, que nuestra época actual es una época en la que la conciencia ordinaria no tiene tales experiencias anímicas que podrían explicarse como una herencia de una existencia preterrenal. Así que era más fácil para estas personas de la época más antigua ser enseñados por sus guías espirituales en los centros de misterio sobre cómo deberían relacionar los sentimientos en su alma con lo que obtenían como experiencia espiritual en el alma. Y a partir de la fuerza <que les fue dada entonces por los impulsos que los hombres recibieron de los centros de misterios, ahora llevaron de la vida diurna ordinaria a la vida nocturna, a la vida del sueño, la fuerza para permanecer vencedores sobre el temor que se acaba de describir. El miedo emerge así de las profundidades de la vida dormida.  El poder de traer algo con nosotros para el día siguiente fuera de esta ansiedad, no algo como un embotamiento general del organismo, sino algo que es una renovación del organismo, tuvo antes que acumularse durante la vida diurna del día anterior; así están conectados entre sí los días y las noches. En cierta etapa del estado de sueño, la noche trae ansiedad; en esta ansiedad debe verterse la fuerza que uno ha obtenido de la experiencia religiosa o afín del día anterior, y cuando estas dos cosas, este residuo del día anterior, se unen con la experiencia original de la noche, entonces la fuerza renovadora irradia en el organismo en la nueva vida diurna del día siguiente.
Ya no es aceptable para una verdadera ciencia espiritual hablar sólo con frases generales y abstractas de la existencia de un gobierno mundial divino general. No es aceptable describir las cosas individuales del mundo sólo según su apariencia y decir: Bueno, en esta apariencia hay un gobierno mundial general. - La ciencia espiritual debe señalar en términos concretos cómo funciona este gobierno mundial divino. Si uno quiere estar a la altura de las tareas del desarrollo humano en el futuro, ya no puede limitarse a decir que se siente renovado después de un sueño profundo, que Dios le ha concedido esa renovación. Habría que desesperar de todo lo científico si, por un lado, hubiera que buscar una ciencia estricta para el mundo sensorial y no se pudiera extender el rigor de esta ciencia a lo que se refiere a lo suprasensible; si hubiera que quedarse en lo suprasensible simplemente con la frase general: bueno, sí, hay algo así como un gobierno divino del mundo en el fondo. Uno se adentra cada vez más en lo definitivo, uno puede señalar cómo esta ansiedad, que se produce en esta segunda etapa del sueño, se mezcla, por así decirlo, con la fuerza extraída del sentimiento religioso del día anterior, que sigue teniendo efecto hasta la noche, y de la que, a su vez, se convierte la fuerza renovadora para el organismo físico del día siguiente. De este modo, se adquiere más y más conocimiento de cómo lo verdaderamente espiritual vive dentro de lo verdaderamente físico, mientras que para los medios de cognición en uso hoy en día sólo se tiene un contenido físico y los dichos generales de que algo espiritual también vive en este contenido físico o por encima de este contenido físico. Pero la humanidad se degradará cada vez más en su cultura si no se toma la molestia de extender al mundo espiritual el rigor que se tiene para mirar el mundo exterior y el conocimiento. Y ahora uno se da cuenta, si continúa siguiendo estas etapas del sueño desde la primera hasta la segunda etapa con la conciencia inspirada, que la experiencia interna del alma se convierte entonces en algo muy diferente de lo que era en la vida diurna.
Ahora bien, también a través de la ciencia natural ordinaria se puede reconocer, si se lleva a cabo con coherencia, cómo se encuentra uno dentro del alma en el proceso de la respiración, en el proceso de la circulación sanguínea, en el proceso de la nutrición que se lleva a cabo a través del proceso de la circulación sanguínea, se puede sentir que algo sucede cuando uno se esfuerza en el movimiento y así sucesivamente. Uno siente lo anímico-espiritual relacionado con las actividades corporales, y cuando describe el proceso de la respiración o el proceso de la circulación sanguínea, sabe que está describiendo algo en lo que la experiencia del alma está presente durante la vida de vigilia del día. La experiencia anímica desde que se duerme hasta que se despierta no está contenida en lo sensorial, pero también es una vida interior muy específica, una vida interior que puede relacionarse con algo de la misma manera que la vida interior del día puede relacionarse con la vida de la respiración o la vida de la circulación sanguínea. Y resulta que esta vida interior nocturna está conectada con un desarrollo interior de fuerzas que es comparable con el desarrollo de las fuerzas de la respiración y la circulación de la sangre, con un desarrollo de fuerzas que es una imitación de los movimientos planetarios de nuestro sistema planetario. Fíjense que no estoy diciendo que cada noche desde que nos dormimos hasta que nos despertamos estemos dentro de los movimientos planetarios o conectados con ellos, sino que estamos dentro de algo que es una réplica, por así decirlo una miniatura de nuestro cosmos planetario o de sus movimientos. Así, al igual que en la vida del alma diurna estamos en la circulación de la sangre, en la vida del alma nocturna estamos en algo que es una réplica de los movimientos planetarios de nuestro sistema solar. Si para el día decimos: en nosotros circulan los glóbulos blancos, en nosotros circulan los glóbulos rojos, en nosotros circula la potencia respiratoria por la que inspiramos y espiramos, para la vida nocturna del alma debemos decir: en nosotros circula una imagen secundaria del movimiento de Mercurio, una imagen secundaria de Venus, una imagen secundaria del movimiento de Júpiter. -Un pequeño cosmos planetario es, por así decirlo, nuestra vida anímica desde que nos dormimos hasta que nos despertamos. A partir de que nos dormimos hasta que nos despertamos, nuestra vida se convierte en algo cósmico desde lo personal-humano. Y la cognición inspirada puede entonces encontrar cómo, cuando estamos cansados por la noche, en primer lugar lo que en el día anterior eran las fuerzas que mantenían la sangre pulsando puede por su propia persistencia mantener la vitalidad por la noche, pero cómo, para que pueda convertirse de nuevo en vida del alma diurna, necesita el impulso que viene de experimentar una imagen secundaria del cosmos planetario en la noche. Cuando nos despertamos, se implantan en nosotros las secuelas de lo que hemos vivido en las réplicas de los movimientos planetarios desde que nos dormimos hasta que nos despertamos. Esto es lo que conecta el cosmos con nuestra vida individual. Cuando nos despertamos por la mañana, no podría irradiar en nosotros de la manera correcta, para que la conciencia esté correctamente presente, lo que necesitamos como fuerzas, si no tuviéramos esta secuela de las experiencias nocturnas.
Ya pueden ver con esto lo poco correcto que es que algunos se quejen del insomnio de forma escandalosa. Esto suele ser un autoengaño extraordinariamente fuerte. Pero no voy a entrar en eso ahora, porque los que están sujetos a este autoengaño no lo creen después de todo; creen que realmente no están en un sueño, mientras que sólo están en un sueño anormal, a través del cual creen que su alma no está fuera de su cuerpo y experimentando la existencia planetaria. Se encuentran en un estado que es ciertamente embotado, pero que sin embargo les permite experimentar lo mismo que otro experimenta en un sueño profundo. Pero, como he dicho, no quiero entrar ahora en estas excepciones.
En general, como estoy describiendo ahora, el hombre experimenta una vida cósmica en la segunda etapa de su sueño. Les he indicado que en los tiempos antiguos, antes del Misterio del Gólgota, los impulsos surgieron de los centros de Misterio, a través de los cuales el hombre recibió la fuerza para salir del miedo, para resistir la fragmentación, por así decirlo, y ahora para pasar de manera sana por lo que debe pasar. Este poder hizo que uno entrara en la experiencia planetaria y no se quedara con la experiencia de la fragmentación. El temor provenía de la experiencia de la fragmentación; la experiencia de estar en los planetas le llegaba a uno a través del hecho de que se llevaba consigo el poder descrito de la experiencia del día anterior. Desde el Misterio del Gólgota, los hombres han tenido la posibilidad, dirigiendo sus almas a los acontecimientos de este Misterio del Gólgota, de obtener el poder que antes se daba en la forma descrita por los Misterios. Para aquellos que viven el Misterio del Gólgota de la manera correcta, el Cristo se convierte en una fuerte guía en el momento en que el alma entra en la región de la ansiedad en el tiempo que va desde que se duerme hasta que se despierta, de modo que la humanidad más nueva obtiene a través de la experiencia del Cristo lo que una humanidad más antigua obtenía de los Misterios. A partir de esta etapa del sueño, que acabo de describir, el hombre entra entonces en lo que puedo llamar ahora de una manera más simple, por así decirlo, que las anteriores, porque no se lo tomarán a mal que hable de tales cosas, después de haberme detenido un poco más en la experiencia planetaria: el hombre tiene la experiencia de la estrella fija después de la experiencia planetaria.
Habiendo vivido en la segunda etapa del sueño en la recreación de los movimientos de los planetas, ahora vive en las constelaciones de las estrellas fijas, preferentemente en las recreaciones de las constelaciones de las estrellas fijas del zodiaco. Esta experiencia de las constelaciones de las estrellas fijas del zodiaco es un hecho muy real durante la tercera etapa de la vida nocturna. Entonces el hombre también comienza a experimentar la diferencia entre el sol como planeta y como estrella fija. No está nada claro para la gente de hoy en día por qué en las astronomías más antiguas el sol era considerado al mismo tiempo un planeta y, sin embargo, en cierto sentido también una estrella fija. Durante la segunda etapa del sueño, el sol tiene realmente cualidades planetarias para esta experiencia. Uno se familiariza con su posición particularmente excelente para la experiencia del hombre en la tierra. También conocemos el Sol en su constelación en relación con las otras constelaciones, digamos del zodiaco. En resumen, se vive en el cosmos de una manera más intensa que en la etapa anterior del sueño. Uno obtiene la experiencia de la estrella fija, y de esta experiencia de la estrella fija el hombre recibe impulsos aún más profundos y significativos para la experiencia del día siguiente que los que puede tener de la mera experiencia planetaria. De la experiencia planetaria se recibe, si se me permite la expresión, el disparo del proceso respiratorio y del proceso de circulación de la sangre; Pero que estos procesos son sustanciales, que están impregnados por lo que necesitan, por la sustancia, que por lo tanto estos procesos son también procesos nutritivos perpetuos del organismo, esta propulsión del alimento a través del organismo, que es aparentemente lo más material, pero que sale de fuerzas más elevadas que el mero movimiento de la circulación de la sangre, esta experiencia se basa en su activación para la vida cotidiana en una secuela de la experiencia de la estrella fija. La forma en que nosotros, como seres humanos físicos, dependemos en nuestra vida anímica espiritual de la forma en que estas o aquellas sustancias circulan en nosotros, está conectada, si puedo expresarlo así, con los cielos más elevados, está conectada con el hecho de que nosotros, como seres anímicos espirituales, en la tercera etapa del sueño, sentimos en nosotros mismos imágenes secundarias de las constelaciones estelares fijas, así como sentimos en nosotros mismos durante el día cuando estamos despiertos el estómago o los pulmones.
Ahora bien, les he descrito desde los más diversos aspectos cómo se pueden abordar estas fuerzas; quiero describírselas hoy desde el aspecto cósmico. Si uno llega a conocer la experiencia de la estrella fija a través de la intuición, entonces también llega a conocer cómo las fuerzas que conducen al ser humano hacia el organismo físico son las fuerzas lunares, es decir, lo que corresponde en lo espiritual a lo que aparece como imagen física de la luna. 
Por supuesto, esto no depende de si hay luna llena o algo así, pero la luna también puede brillar a través de la tierra en una relación espiritual. Tiene algo que ver con las metamorfosis que se expresan en la visibilidad de la luna, pero eso llevaría a distinciones mucho más sutiles que no queremos discutir hoy. Generalmente son las fuerzas lunares las que llevan al hombre de vuelta.  Se podría decir que como alma, el hombre está siempre impregnado desde que se duerme hasta que se despierta por las fuerzas planetarias, por las fuerzas que se revelan en las constelaciones de las estrellas fijas, así como está impregnado allí y permanece impregnado, porque estas cosas siguen teniendo efecto en la vigilia, así el hombre está siempre impregnado por lo que corresponde en el cosmos como fuerzas espirituales a la luna física. Son estas fuerzas lunares las que nos dirigen de vuelta. En realidad es un proceso extraordinariamente complicado; Es un proceso extraordinariamente complicado en la realidad; si queremos expresarlo de alguna manera, me gustaría decir así: No es cierto, cuando expandimos un elástico, éste llega hasta cierto punto, luego se contrae de nuevo; así expandimos, por así decirlo, las fuerzas lunares hasta cierto punto, donde de nuevo tenemos que volver. Esto se alcanza en la tercera etapa del sueño, y de nuevo somos conducidos de vuelta etapa por etapa por las fuerzas lunares, que en general están íntimamente conectadas con la introducción del alma espiritual en el mundo físico; desde la tercera etapa a través de la segunda etapa, a través de la primera etapa, somos de nuevo conducidos de vuelta. 
Como ven, todo lo que el ser humano puede llevar en sus poderes de imaginación y sentimiento durante el día despertando como poderes iniciáticos, todo eso es la secuela de la experiencia de la estrella fija durante la noche. Todo lo que el hombre puede llevar en sus poderes de imaginación y sentimiento como poderes de combinación, como poderes de sabiduría, como poderes de conocimiento, es la secuela de la experiencia planetaria. Pero lo que irradia del cosmos desde la experiencia nocturna a la vida diurna debe venir por todos los medios a través del cuerpo. La experiencia de las estrellas fijas se introduce en nuestra vida cotidiana mediante un desvío a través de la transformación de los alimentos. Nuestro alimento no entraría en el cerebro de tal manera que nos permitiera desarrollar fuerzas de iniciativa si todo este proceso no fuera estimulado por lo que experimentamos por la noche a través de la experiencia de la estrella fija. Y no podríamos pensar racionalmente si no hiciéramos llegar a nuestra circulación respiratoria, a nuestra circulación sanguínea durante el día, las secuelas de la experiencia planetaria durante la noche. Tales cosas son siempre ciertas sólo en general, y si en las personas que sufren mucho de insomnio tales hechos parecen estar frustrados, uno tiene entonces la tarea de explicar las anormalidades correspondientes. Si uno ve realmente a través de ellos, no hablan en contra de estas verdades. Pero estas verdades, que en su conjunto son correctas, sólo permiten realmente una posibilidad de explicar al individuo de una manera realmente esencial.
El reconocimiento real del ser humano sólo es posible cuando se toma conciencia en grado sumo de que el ser humano no sólo vive en su cuerpo físico dentro de su piel, sino que vive en el mundo entero. La vida en el mundo entero sólo está velada para la conciencia ordinaria, porque está muy embotada durante las horas de vigilia del día. A lo sumo, experimentamos en la percepción general de la luz algo de lo que es nuestra participación en el ser de un cosmos general. Quizás en otras, pero muy apagadas, el hombre tiene algo de sensación de estar dentro del cosmos entre la vigilia y el sueño. Pero todo lo que se da es silencioso, para que el ser humano pueda desarrollar su conciencia individual desde que se despierta hasta que se duerme, para que no pueda ser perturbado por todo lo que interviene en su experiencia desde el cosmos.  Durante la noche es justo al revés. Allí el ser humano tiene como experiencia una experiencia cósmica, pero una imagen residual de una experiencia cósmica, pero una imagen residual fiel, como he indicado. El hombre tiene realmente una experiencia cósmica, y debido a que tiene que pasar por esta vida cósmica, su conciencia diaria está embotada y paralizada.
El desarrollo futuro de la humanidad consistirá en que el hombre se integre cada vez más en el cosmos, y que un día llegue el momento en que se sienta con su conciencia en el sol, la luna y las estrellas, igual que ahora se siente con su conciencia en la tierra. Entonces mirará desde el cosmos a la tierra, como ahora mira desde la tierra al cosmos en su actual estado de vigilia. Pero la mirada será esencialmente diferente.
Si alguien quiere honestamente aferrarse al desarrollo en su totalidad, también debe tomar conciencia de que la propia conciencia del hombre está sujeta al desarrollo, que la conciencia corporal que el hombre tiene en la etapa actual es una etapa de transición hacia otra conciencia que, al fin y al cabo, no es otra cosa que el reflejo anímico de los hechos, pero los hechos que el hombre ya experimenta cada noche; los necesita porque en sus secuelas sólo puede sostener realmente su vida cotidiana. El desarrollo ulterior consistirá en que el hombre tenga como conciencia durante su vida normal lo que ahora es su inconsciente; pero es necesario que el hombre encuentre su camino en la ciencia espiritual, pues así como uno debe en cierto sentido tener una dirección si va a nadar a alguna parte, también necesita una dirección para la conciencia ordinaria actual. Uno no puede simplemente dejarse llevar, como es el caso de los medios de cognición ordinarios. Uno necesita una dirección. Esta dirección sólo puede darla la propia ciencia espiritual antroposófica, porque revela, en la medida en que es necesario para hoy, lo que ya vive en el ser humano, aquello de lo que el ser humano aún no es consciente. Debe traerlo a su conciencia, de lo contrario no experimentaría ningún progreso cósmico real.
Con esto les he descrito hoy una parte de lo que hoy se arroja al cubo de la basura del conocimiento en el concepto del inconsciente. En mi próxima conferencia trataré de describir las experiencias del ser humano que están detrás del nacimiento y la muerte, así como hoy les he descrito los estados inconscientes durante el estado de sueño.
Traducido por J.Luelmo sep.2022





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El objetivo de este blog es publicar en Internet todo el material fuente existente para las transcripciones de las conferencias de Rudolf Steiner de la forma más completa posible, para que este gran tesoro esté disponible para toda la humanidad. Se trata de notas de oyentes, transcripciones de conferencias y, en su mayor parte, transcripciones en texto plano de conferencias estenografiadas, también conocidas como transcripciones en texto plano. De este modo, cualquiera puede comprobar por sí mismo, mediante comparaciones, qué dijo realmente Rudolf Steiner y cómo fue editado (y, por tanto, modificado) en las distintas ediciones. Y por último, pero no menos importante, también encontrarán mucho material inédito. La obra de Rudolf Steiner es de dominio público desde 1996 y, por tanto, pertenece legalmente a toda la humanidad. Él mismo habría elegido una fecha mucho más temprana para la publicación de su obra, como se desprende de los pasajes sobre propiedad intelectual que citamos a continuación; Incluso el período de protección de 30 años que se aplicaba entonces le parecía demasiado largo. ¿Y qué habría dicho sobre el hecho de que 85 años después de su muerte, parte de su obra docente siga inédita y acumulando polvo en los archivos? Él mismo encontró una expresión adecuada para esto: Fue puesto en un ataúd. Este sitio web está destinado a ayudar a liberarlo de este ataúd. "Lo que el hombre puede crear a partir de sus capacidades intelectuales se lo debe a la sociedad humana, al orden social humano. En realidad, no le pertenece. ¿Por qué gestionamos nuestra propiedad intelectual? Simplemente porque la produces; al producirla, demuestras que tienes la capacidad de hacerlo mejor que los demás. Mientras tengas esa capacidad mejor que los demás, gestionarás mejor esa propiedad intelectual al servicio del conjunto. Ahora la gente se ha dado cuenta al menos de que esta propiedad intelectual no se perpetúa sin fin. Treinta años después de la muerte, la propiedad intelectual pertenece a toda la humanidad. Cualquiera puede imprimir lo que yo he producido treinta años después de mi muerte. Puede utilizarlo como quiera; y eso está bien. Incluso estaría de acuerdo si hubiera más derechos en este ámbito. No hay otra justificación para la gestión de la propiedad intelectual que el hecho de que, porque se puede producir, también se tienen las mejores capacidades [...] Será una forma sana de socializar el capital si hacemos fluir en el organismo social lo que hoy se acumula como capital en el derecho de sucesiones, en el surgimiento de las pensiones, del derecho de las manos ociosas, de los derechos humanos superfluos, lo que así se acumula en capital; eso es lo que importa. Ni siquiera hace falta decir que la propiedad privada debe convertirse en propiedad social. El concepto de propiedad no tendrá ningún significado". Rudolf Steiner el 25 de abril de 1919