LA CIENCIA OCULTA
Por Rudolf Steiner
capítulo VI
LA EVOLUCIÓN DEL MUNDO Y DEL SER HUMANO
(su presente y su futuro)
No
es posible conocer la evolución presente y futura del mundo y de la
humanidad, tal como la entiende la Ciencia del Espíritu, si no se
comprende primero esta evolución en su pasado.
En efecto, lo que
se revela a la visión del investigador oculto, cuando observa los
hechos ocultos en el pasado, contiene al mismo tiempo todo lo que
puede saber sobre el presente y el futuro.
Se ha hablado en este
libro de las evoluciones de Saturno, el Sol, la Luna y la Tierra.
No
se puede entender la evolución de la Tierra, desde el punto de vista
de la Ciencia del Espíritu, si no se examinan los hechos de las
evoluciones anteriores.
Lo que se presenta actualmente al hombre,
dentro del mundo terrestre, contiene en cierto modo los hechos
ocurridos durante las etapas de la Luna, el Sol y Saturno.
Los
seres y cosas que participaron en la evolución lunar se han ido
elaborando más completamente, y de ellos se ha derivado todo lo que
pertenece a la Tierra actual.
Sin embargo, no todo lo que vino de
la Luna y luego se desarrolló en la Tierra es perceptible para la
conciencia físico-sensible.
Una
parte de lo que se ha desarrollado en la Tierra a partir de esta
Luna, se revela sólo en una determinada etapa de la conciencia
clarividente que ha alcanzado el conocimiento de los mundos
suprasensibles.
Cuando se ha adquirido este conocimiento, se
reconoce que nuestro mundo terrestre está unido a un mundo
suprasensible, que contiene esa parte de la existencia lunar que no
se ha condensado hasta el punto de hacerse perceptible a los sentidos
físicos; la contiene ante todo tal como es hoy, y no como era en la
época de la antigua evolución lunar.
La conciencia clarividente,
sin embargo, puede obtener una imagen de esa condición primitiva,
porque cuando profundiza las percepciones que actualmente le es dado
alcanzar, se da cuenta de que se escinden en dos imágenes
diferentes.
Una de ellas presenta la forma que tuvo la Tierra
durante su evolución lunar; la otra imagen se revela de tal manera
que se reconoce que contiene una forma que aún está en estado
embrionario, y que sólo en el futuro se hará real, en el mismo
sentido en que la Tierra es real hoy en día.
La observación
posterior muestra que en esta forma futura los resultados de todo lo
que ocurre en la Tierra fluyen, en cierto modo, continuamente, de
modo que esta forma futura nos presenta lo que será nuestra Tierra
en el futuro.
Los efectos de la existencia de la Tierra se unirán
a los acontecimientos del mundo ahora descritos, y de esta unión
resultará el nuevo ser cósmico en el que se transformará la
Tierra, al igual que la Luna se transformó en la Tierra.
La
Ciencia del Espíritu llama a esta forma el estado futuro de
Júpiter.
Este estado, observado de forma clarividente, nos deja
claro que ciertos procesos dados tendrán que tener lugar en el
futuro, porque en la parte suprasensible del mundo de la Tierra
derivada de la Luna hay seres y cosas, que tomarán formas especiales
cuando ciertos eventos hayan ocurrido en el mundo físico-sensible.
En
el estado de Júpiter habrá por lo tanto algo ya predeterminado por
la evolución lunar; pero también contendrá algo nuevo, que a
través de los eventos terrestres penetrará por primera vez en el
conjunto de la evolución; por lo tanto la conciencia clarividente
puede experimentar parcialmente lo que tendrá lugar durante el
estado de Júpiter.
Las entidades y hechos observados en este
campo de la conciencia no tienen el carácter de imágenes sensibles,
ni aparecen como suaves formaciones aéreas cuya acción recuerda las
impresiones de los sentidos; sólo dan impresiones puramente
espirituales de sonido, luz y calor.
No se expresan a través de
ninguna encarnación material; sólo pueden ser percibidas por la
conciencia clarividente.
Se puede decir, sin embargo, que estas
entidades tienen un "cuerpo"; éste, sin embargo, dentro
del elemento anímico, que es la manifestación de su ser actual, se
manifiesta como un conjunto de recuerdos condensados, que llevan en
su ser anímico.
Se puede distinguir en su ser lo que experimentan
ahora, de lo que han experimentado en el pasado y que lo
recuerdan.
Este recuerdo está presente en ellos como un elemento
corpóreo y son conscientes de ello como el hombre es consciente de
su propio cuerpo.
En una etapa más alta de la evolución
clarividente que la descrita como necesaria para el conocimiento de
la Luna y Júpiter, se convierten en seres perceptibles y cosas
sobrenaturales que son verdaderamente las formas perfeccionadas de lo
que ya existía durante el estado solar, pero que ahora ha alcanzado
condiciones de existencia tan altas que no puede ser percibido por
una conciencia capaz de observar sólo las formas lunares.
La
imagen de este mundo, si el discípulo se concentra profundamente en
él, también se divide en dos partes, una de las cuales lleva al
conocimiento de la condición solar del pasado, la otra presenta una
forma futura de la Tierra y propiamente la que se transformará,
cuando los resultados de los acontecimientos que tienen lugar en ella
y en Júpiter hayan penetrado en las formas de ese mundo.
Lo
que se observa de ese mundo futuro de esta manera constituye lo que
la Ciencia del Espíritu llama el estado de Venus.
A una
conciencia clarividente aún más elevada se le revela de la misma
manera otra etapa de la evolución futura, a saber, el estado de
Vulcano; este guarda la misma relación con el estado de Saturno,
como la que tiene Venus con la evolución solar, y Júpiter con la
evolución lunar.
Por lo tanto, cuando observamos la evolución de
la Tierra, en el pasado, presente y futuro, podemos citar las
evoluciones de Saturno, Sol, Luna, Tierra, Júpiter, Venus y
Vulcano.
Además de estas condiciones generales de la Tierra, la
visión clarividente también revela circunstancias relativas a un
futuro más cercano; cada imagen del pasado también corresponde a
una imagen del futuro.
Pero cuando se habla de estas cosas hay que
tener en cuenta una consideración absolutamente indispensable: hay
que despojarse completamente de la idea, de que una simple reflexión
filosófica sobre ellas puede enseñarnos algo sobre el tema.
Estas
cosas no pueden ni deben ser nunca estudiadas en forma de
reflexión.
Si, después de haber aceptado las comunicaciones de
la Ciencia del Espíritu sobre las condiciones del estado lunar,
alguien creyera que podría llegar, comparando las condiciones
terrestres actuales con las antiguas lunares, a descubrir, por
reflexión, las condiciones futuras de Júpiter, cometería un grave
error.
Estas circunstancias deben ser investigadas sólo por la
conciencia clarividente elevada a la observación directa; cuando los
resultados de tales investigaciones son comunicados, entonces pueden
ser comprendidos aún sin la ayuda de la clarividencia.
Frente
a las comunicaciones sobre el futuro, el investigador espiritual se
encuentra en una condición diferente a las que conciernen el
pasado.
El hombre al principio no es capaz de considerar los
acontecimientos futuros con la misma ecuanimidad con la que contempla
el pasado; lo que sucede en el futuro excita su sentimiento y su
voluntad; en cambio, el pasado se siente de una manera muy
diferente.
El que observa la vida sabe cuán cierto es esto para
el curso de la existencia ordinaria; pero ¿hasta que punto puede
intensificarse este hecho?, ¿qué formas puede tomar con respecto a
los acontecimientos ocultos de la vida?, esto será evidente sólo
para el hombre, que ya es consciente de ciertos hechos del mundo
suprasensible; por esta razón, al conocimiento de tales cosas se le
asignan determinados límites.
La gran evolución del mundo puede
ser estudiada a través de sucesivos estados, desde el tiempo de
Saturno hasta el tiempo de Vulcano, no; de igual manera, también se
pueden estudiar períodos de evolución más cortos, como por
ejemplo, los de la Tierra.
Después de los violentos cataclismos
que marcaron el fin de la antigua vida atlante, la evolución humana
en la Tierra ha pasado por sucesivos estados en los diversos períodos
indicados en este libro, a saber, los estados pale-oindio,
paleo-persa, egipcio-caldeo y greco-latino.
El quinto período es
aquel en el que la humanidad vive hoy, es decir, la época actual; se
remonta a los siglos XI, XII y XIII después de Cristo, pero ya se
había estado preparando desde los siglos IV y V.
El período
anterior, el período greco-latino, comenzó alrededor del siglo VIII
antes de Cristo; hacia el final del primer tercio del mismo se
produjo el advenimiento de Cristo.
En la transición del período
egipcio-caldeo al período greco-latino, se transformaron la actitud
del alma humana y todas las capacidades humanas .
Durante
la primera no existía todavía lo que hoy se llama pensar lógico,
la comprensión intelectual del mundo.
El conocimiento que el
hombre asimila hoy por medio del intelecto, era entonces recibido en
la forma adecuada para esa época, es decir, directamente, por medio
de un conocimiento interior, en cierto modo clarividente.
Percibía
las cosas, y al mismo tiempo el concepto, la imagen que el alma
necesitaba, surgía en su alma.
Cuando el poder cognoscitivo se
expresa de esta manera, no sólo nacen en el alma las imágenes
físico-sensibles del mundo, sino que de las profundidades de la
misma surge también un cierto conocimiento de hechos y entidades no
sensibles, que es un remanente de aquella antigua clarividencia
crepuscular, otrora común a todos los hombres.
Durante el período
greco-latino hubo cada vez más personas que carecían de esa
capacidad, a la vez que se desarrollaba una reflexión inteligente
sobre las cosas.
La gente estaba cada vez más alejada de la
percepción directa del mundo anímico-espiritual, y se veía
obligada a formarse una imagen de él a través de su intelecto y sus
sentimientos.
Este estado continuó en ciertos aspectos durante el
cuarto período de la era post-atlante, y sólo aquellos hombres que
habían preservado la antigua constitución anímica como legado
podían tener una conciencia directa del mundo espiritual.
Pero
ellos representaban los rezagados de los tiempos antiguos; la forma
en que llegaban al conocimiento no era adecuada para los nuevos
tiempos, porque, como resultado de las leyes de la evolución, una
antigua capacidad anímica pierde su pleno significado cuando
aparecen nuevas capacidades.
La vida humana se adapta entonces a
esas nuevas facultades y ya no puede usar las antiguas.
Sin
embargo, en aquellos tiempos también hubo hombres que
conscientemente comenzaron a desarrollar, además de las fuerzas ya
alcanzadas del intelecto y el sentimiento, otras fuerzas aún más
elevadas, que les daba la oportunidad de penetrar de nuevo en el
mundo anímico-espiritual.
Para conseguirlo, tenían que seguir un
método diferente al utilizado por los discípulos de los antiguos
iniciados, que no habían tenido en cuenta las habilidades anímicas
que se habían desarrollado en el cuarto período.
El método de
enseñanza del ocultismo descrito en este libro, y que es el sistema
adecuado para la época actual, comenzó en el cuarto período.
En
aquel entonces estaba sólo en su comienzo, y sólo alcanzó su pleno
desarrollo en el quinto período (a partir de los siglos XII y XIII,
pero especialmente a partir del siglo XV).
Los hombres que
trataban de elevarse de esta manera a los mundos superiores fueron
capaces, a través de su imaginación, inspiración e intuición, de
adquirir algún conocimiento de las regiones superiores de la
existencia.
Aquellos cuyo progreso se detuvo en el desarrollo de
las facultades del intelecto y del sentimiento no podían conocer las
cosas conocidas por la antigua clarividencia, que se transmitía
verbalmente o por escrito de generación en generación.
También
los hombres nacidos después del advenimiento de Cristo, si no se
hubieran elevado a los mundos superiores, no habrían podido conocer
la naturaleza esencial de ese acontecimiento, mas que mediante tales
tradiciones.
Sin embargo, había iniciados que aún estaban
dotados de facultades naturales para la percepción del mundo
superior, quienes, a través del desarrollo de esas facultades,
ascendieron al mundo superior, aunque no tuviesen en cuenta las
nuevas fuerzas del intelecto y del sentimiento.
A través de ellos
se hizo la transición del antiguo al nuevo método de
iniciación.
También hubo personalidades de este tipo en períodos
posteriores.
El
rasgo característico del cuarto período consiste precisamente en el
hecho de que al quedar el alma excluida de la comunión directa con
el mundo anímico-espiritual, se determinó en el hombre una mayor
fuerza, un mayor vigor en las capacidades del intelecto y del
sentimiento. Las almas que encarnaron en esa época y desarrollaron
en alto grado las fuerzas del intelecto y del sentimiento llevaron el
fruto de su evolución a las reencarnaciones del quinto período.
Como
compensación por la exclusión del mundo espiritual, se conservaron
las poderosas tradiciones de la sabiduría primordial, especialmente
las que se refieren al advenimiento de Cristo, que en virtud de la
fuerza de su contenido dieron a las almas la persuasión confiada de
la existencia de los mundos superiores.
Pero también hubo siempre
hombres que desarrollaron fuerzas superiores de conocimiento, así
como las facultades del intelecto y del sentimiento; era su deber
experimentar, por medio del conocimiento suprasensible inmediato, los
hechos del mundo superior, y especialmente el misterio de la venida
de Cristo; de ellos fluyó a las almas de otros hombres la mayor
parte del conocimiento que pudiera resultarle a éstos útil y
comprensible.
En cuanto a la evolución terrestre, era natural que
la primera afirmación del cristianismo tuviera lugar en una época
en la que las fuerzas del conocimiento suprasensible aún no se
habían desarrollado en la mayor parte de la humanidad; por eso el
poder de la tradición tenía tanto poder en aquel tiempo.
Tal
poder era necesario para inspirar confianza en el mundo suprasensible
a los hombres incapaces de obtener un conocimiento directo del
mismo.
Pero todavía había (excepto durante un breve período del
siglo XIII) hombres que, a través de la imaginación, la inspiración
y la intuición, podían ser elevados a los mundos superiores;
hombres que son los sucesores post-cristianos de los antiguos
iniciados, guías y seguidores de los misterios.
Tenían
la misión de llegar a reconocer, en virtud de sus propias
habilidades, lo que en otros tiempos los hombres podían conocer a
través de la antigua clarividencia y el antiguo método de ascensión
a los mundos espirituales (la antigua iniciación); también debían
adquirir el conocimiento de la naturaleza esencial de la venida de
Cristo.
De esta forma, entre estos nuevos iniciados, se constituyó
un conocimiento que abarcaba todo lo que formaba el contenido de la
antigua iniciación; pero en el centro de esta ciencia brillaba el
conocimiento superior de los misterios de la venida de Cristo.
Sólo
una pequeña parte de este conocimiento podía filtrarse a la vida
general, ya que aquel era un tiempo en que las almas humanas del
cuarto período tenían que fortalecer sus capacidades de intelecto y
sentimiento; por lo tanto, se podía decir que el conocimiento en
aquel tiempo era realmente una "ciencia muy secreta".
Despues
surgió un nuevo período, que puede llamarse el quinto, cuya
característica esencial es el progreso de la evolución de las
capacidades intelectuales, que se desarrolló en un alto grado y se
desarrollará aún más en el futuro.
Todo esto se preparó
lentamente desde los siglos XII y XIII, y su progreso se aceleró
cada vez más desde el siglo XVI hasta la actualidad.
Bajo el
impulso de estas influencias, la evolución del quinto período se
dedicó especialmente al desarrollo de las fuerzas del intelecto,
mientras que el conocimiento antiguo, basado en la fe y la sabiduría
transmitida a través de la tradición, perdió gradualmente su
fuerza en el alma humana.
Por otra parte, a partir de los siglos
XII y XIII, una corriente de conocimiento comenzó a fluir con
creciente fuerza en las almas humanas, debido, podría decirse, a la
nueva conciencia clarividente.
La "sabiduría oculta"
fluyó, aunque todavía inadvertida, en la forma de pensar de los
hombres de este período.
Como
es natural, hasta ahora, las fuerzas intelectuales han permanecido
contrarias a aquel conocimiento; pero lo que debe suceder, sucederá,
a pesar de toda la oposición momentánea.
La "sabiduría
oculta", que ejerce así su acción sobre la humanidad, y que la
ejercerá cada vez más, puede ser llamada simbólicamente el
conocimiento del "Grial".
Quien aprende a penetrar en la
esencia profunda de este símbolo, tal como se cuenta en la historia
y en la leyenda, se da cuenta de que representa significativamente la
naturaleza de lo que hemos llamado el conocimiento de la nueva
iniciación, con el misterio de Cristo en su centro.
Por lo tanto,
los iniciados modernos pueden ser llamados "Iniciados del
Grial".
Ese camino hacia los mundos suprasensibles, cuyos
primeros pasos hemos descrito en este libro, conduce a la "ciencia
del Grial".
Este conocimiento tiene la peculiaridad de que
los hechos a los que alude sólo pueden ser investigados después de
la adquisición de los medios necesarios, tal como se indica en este
libro.
Pero cuando los hechos han sido investigados, pueden ser
comprendidos precisamente por medio de las fuerzas anímicas
desarrolladas en el quinto período; y de hecho se hará cada vez más
evidente que estas fuerzas encontrarán cada vez mayor satisfacción
en ese conocimiento.
En los tiempos en que vivimos, este
conocimiento debe ser más ampliamente aceptado en la conciencia
general que en el pasado, y desde este punto de vista esa es la razón
del porque han sido comunicadas las enseñanzas contenidas en este
libro.
A medida que la evolución de la humanidad asimile el
conocimiento del Grial, el impulso dado por el advenimiento de Cristo
adquirirá mayor fuerza y significado; la parte exterior de la
evolución cristiana se asociará cada vez más con la parte
"interior".
Todo lo que se puede saber sobre los mundos
superiores, sobre el misterio de Cristo, a través de la imaginación,
la inspiración y la intuición, penetrará cada vez más en la vida
intelectual, sentimental y volitiva del hombre.
La
"sabiduría oculta del Grial" se manifestará, y penetrará
cada vez más, como una fuerza interior, en las manifestaciones de la
vida humana.
Durante el quinto período el conocimiento sobre los
mundos suprasensibles fluirá en la conciencia humana, y cuando
comience el sexto período, la humanidad habrá recuperado en un
escalón más alto lo que en una época anterior aún poseía como
clarividencia crepuscular.
Sin embargo, esta nueva adquisición
tendrá una forma bastante diferente de la antigua.
Lo que el
hombre conocía de los mundos superiores en la antigüedad, no estaba
permeado por las fuerzas de su intelecto y del sentimiento, sino que
era sabido por inspiración; en el futuro, sin embargo, el alma no
sólo tendrá inspiraciones, sino que las comprenderá y las sentirá
como esencia de su propia esencia.
Entonces, al adquirir el
conocimiento de un determinado ser o de una determinada cosa, la
inteligencia encontrará la confirmación de este conocimiento
también en virtud de su propia naturaleza; si después se afirma en
ella otro conocimiento de una ley moral o de una conducta humana, el
alma tendrá que decirse a sí misma: "mi sentimiento se
justifica ante sí mismo sólo cuando actúo de conformidad con el
sentido íntimo de este conocimiento".
Esta actitud del alma
tendrá que desarrollarse en un número relativamente grande de
hombres del sexto período.
En el quinto período se repite, en
cierto modo, lo que ocurrió en el tercer período de la evolución
humana, en el período egipcio-caldeo.
El alma todavía percibía
en aquel entonces ciertos hechos del mundo suprasensible, pero esta
percepción tendía a desaparecer, porque las fuerzas intelectuales
se preparaban para desarrollarse y tenían al principio que excluir
al hombre del mundo suprasensible.
En
el curso del quinto período, los hechos arriba mencionados, que
durante el tercer período eran percibidos por los hombres con
clarividencia crepuscular, volverán a manifestarse, pero ahora
estarán impregnados por las fuerzas intelectuales y sentimentales
personales del hombre.
También se impregnarán de lo que el alma
puede adquirir a través del conocimiento del misterio de Cristo, y
por lo tanto adoptará una forma muy diferente a la de
antes.
Mientras que en la antigüedad las impresiones de los
mundos superiores se sentían como fuerzas que actuaban sobre el
hombre desde el mundo espiritual que lo rodeaba y del cual no formaba
parte, en cambio por la evolución de los nuevos tiempos se sentirán
como impresiones de un mundo en el que el hombre crece y del cual
forma parte cada vez más.
Nadie debe suponer que la repetición
de la cultura egipcio-caldea pueda tener lugar simplemente de tal
manera, que el alma acoja de nuevo lo que existía en aquel tiempo y
que nos era transmitido por la tradición.
El impulso de Cristo,
bien entendido, actúa sobre el alma humana que lo ha acogido, de tal
manera que siente que es un elemento -y como tal reconoce y se
comporta- de un mundo espiritual, del cual antes se encontraba
fuera.
Mientras que de esta manera el tercer período revive de
nuevo en el quinto, para que las almas humanas se compenetre de la
parte absolutamente nueva aportada por el cuarto, un proceso similar
tendrá lugar respectivamente entre el sexto y el segundo período, y
entre el séptimo y el primero, osea el período de la antigua
India.
La maravillosa sabiduría de la antigua cultura india,
aquella sabiduría que sólo los grandes maestros de la época podían
revelar, reaparecerá en el séptimo período, como verdad viva en
las almas humanas.
Mientras tanto, los cambios en las cosas
terrenales externas al hombre tendrán lugar de tal manera que se
mantenga una cierta relación con la evolución de la propia
humanidad.
Al
final del séptimo período, la Tierra será devastada por un
cataclismo, comparable al que ocurrió entre los períodos atlante y
post-atlante (actual); las condiciones de la Tierra así
transformadas continuarán una vez más su evolución a través de
otros siete periodos.
Las almas humanas que se reencarnen entonces
experimentarán, en un grado superior, la misma comunión con el
mundo espiritual que los atlantes habían experimentado en un grado
inferior.
Sin embargo, sólo podrán adaptarse a las nuevas
condiciones de la Tierra aquellos hombres, en los que se hayan
reencarnado almas que hayan madurado a partir de las influencias de
la era greco-latina y de los tres períodos sucesivos, el quinto, el
sexto y el séptimo de la evolución post-atlante.
La interioridad
de dichas almas estará en consonancia con lo que la Tierra se haya
convertido mientras tanto.
Las otras almas tendrán pues que
quedarse atrás, mientras que antes habrían podido elegir si tenían
o no las condiciones necesarias para progresar con las demás.
Estarán
maduras para las nuevas condiciones que se producirán después del
próximo gran cataclismo, sólo aquellas almas que durante el paso
del quinto al sexto período post-atlante hayan adquirido la
posibilidad de interpenetrar el conocimiento suprasensible con las
fuerzas del intelecto y del sentimiento.
El quinto y sexto período
tendrán en cierto modo una influencia decisiva.
Durante el curso
del séptimo período, las almas que hayan alcanzado la meta del
sexto continuarán en efecto desarrollándose armoniosamente; las
demás, sin embargo, en las condiciones cambiantes de su entorno
encontrarán pocas oportunidades de recuperar el tiempo perdido; sólo
en un futuro más lejano se darán las condiciones que les permitan
hacerlo de nuevo.
La evolución procede de esta manera de un
período a otro.
El conocimiento clarividente observa en el futuro
no sólo los cambios en los que participa la Tierra, sino también
otros que tienen lugar con la participación de los cuerpos celestes
que la rodean.
Llegará un tiempo en que la evolución de la Tierra y de la humanidad habrá progresado hasta tal punto que las fuerzas y entidades que tuvieron que separarse de la Tierra durante el período lemúrico para hacer posible el progreso ulterior de los seres humanos, podrán volver a unirse a ella.
La Luna se volverá a unir a la Tierra de
nuevo.
Esto sucederá, porque un número suficientemente grande de
almas humanas habrá adquirido tanta fuerza interior que podrán
utilizar esas fuerzas lunares para un mayor progreso, y tendrá lugar
en un tiempo en que, junto a la evolución superior lograda por un
número suficiente de hombres, se desarrollará otro grupo que se
dirigirá hacia el mal.
Las almas que queden rezagadas habrán
acumulado en su Karma tanto error, tanta fealdad y maldad, que
primero formarán una asociación especial de malvados y perversos,
en marcado contraste con la comunidad de los hombres buenos.
La
buena humanidad, por medio de su evolución, aprenderá a utilizar
las fuerzas de la Luna y con ellas también transformará la parte
mala de la humanidad, para que pueda seguir, como un reino terrestre
separado, el progreso ulterior de la evolución.
En virtud de esta
obra de la buena humanidad, la Tierra, reunida con la Luna, será
capaz, después de un cierto período de evolución, de unirse de
nuevo también con el Sol (y también con los otros planetas).
Una
vez que pase un estado intermedio, que se presenta como una estancia
en un mundo superior, la Tierra se convertirá en el estado de
Júpiter.
Durante ese estado ya no existirá lo que ahora se llama
el reino mineral; las fuerzas de ese reino se transformarán en
fuerzas vegetales.
Pero el reino vegetal, que tendrá una forma
completamente nueva comparada con la actual, se manifestará en
Júpiter como el más bajo de los reinos.
Por
encima de eso se constituirá el reino animal, también transformado;
también habrá un reino humano, compuesto por los descendientes de
la comunidad rezagada que se había constituido en la Tierra, y por
encima de ella, como reino humano de un grado superior, los
descendientes de la comunidad humana buena de la Tierra.
Gran
parte del trabajo de este último reino humano consistirá en
ennoblecer a las almas caídas en la humanidad malvada de tal manera
que aún puedan encontrar acceso al verdadero reino humano.
En el
estado de Venus, el reino vegetal también habrá desaparecido; el
reino inferior será el reino animal, transformado de nuevo, y por
encima de él habrá tres reinos humanos con diferentes grados de
perfección.
Durante el estado de Venus la Tierra permanecerá
unida al Sol; en cambio, la evolución durante la época de Júpiter
se desarrollará de tal manera que en un determinado momento, el Sol
se desprenderá nuevamente de "Júpiter" y ejercerá su
acción sobre él desde el exterior.
Mas adelante la unión entre
Júpiter y el Sol se produce de nuevo, y esta transformación pasa
gradualmente al estado de Venus.
Durante este último estado, un
cuerpo celeste especial se desprende de "Venus",
conteniendo a todos los seres que se han opuesto a la evolución; es,
por así decirlo, una "luna incorregible" que está ahora
en camino de una evolución de una naturaleza imposible de describir,
porque es demasiado diferente de todo lo que el hombre puede esperar
en la Tierra.
La humanidad evolucionada, sin embargo, será la que
preceda, en un estado de existencia completamente espiritual, a la
evolución de Vulcano, cuya descripción sobrepasa los límites de
esta obra.
Vemos, pues, cómo el "conocimiento del Grial" enseña el ideal más elevado de la evolución humana que al hombre le es dado concebir; esa espiritualización, es decir, lo que consigue con su propio trabajo, y que finalmente se revela como resultado de la concordancia armónica, que supo establecer, durante el quinto y sexto período de evolución actual, entre las fuerzas adquiridas por él del sentimiento y del intelecto y el conocimiento de los mundos suprasensibles. Lo que el hombre ha elaborado así en su interior eso mismo se convertirá luego en el mundo exterior. El espíritu del hombre suoera las poderosas impresiones de su mundo externo y primero vislumbra, luego reconoce las entidades espirituales que están detrás de esas impresiones; el corazón humano siente la infinita sublimidad de esa espiritualidad. El hombre también puede reconocer que las vivencias intelectuales, sentimentales y características de su interioridad son los gérmenes de un mundo espiritual en proceso de formación. Cabe preguntarse si la libertad humana no es incompatible con todo este conocimiento previo, esta predeterminación del futuro cósmico. Pero la libertad de acción de un hombre en el futuro de la Tierra no dependerá del plan cósmico predestinado más de lo que su libertad dentro de un año no se verá afectada por su resolución actual de que luego se mudará a la casa, cuyo plan es ahora decidiendo. Viviendo de paso en la casa que ha construido, será tan libre como su carácter se lo permita. Así también en Júpiter y Venus, una vez más, dentro de las condiciones allí predominantes, el hombre será libre según el alcance y la medida de su propio ser interior. La libertad dependerá, no de lo predeterminado por el pasado cósmico, sino de lo que el alma se ha convertido por sus propios esfuerzos.
* * *
La evolución de la Tierra lleva consigo el resultado de las evoluciones de Saturno, Sol y Luna. En todos los procesos de la Naturaleza que se producen a su alrededor, el hombre sobre la Tierra encuentra la Sabiduría. En ellos está la sabiduría como fruto de lo que se hizo en las épocas precedentes. La Tierra es el descendiente cósmico de la Luna Antigua, que, tal como es relatado en un capítulo anterior, evolucionó con todas sus criaturas hasta convertirse en un "Cosmos de Sabiduría". Con la propia Tierra está comenzando una evolución por la cual una nueva virtud, una nueva fuerza, se agrega a esta Sabiduría, se instila en ella. Como resultado de la evolución terrestre, el hombre llega a sentirse como un miembro independiente de un mundo espiritual. Eso lo debe al hecho de que en la Tierra el Yo o Ego fue engendrado en él por los Espíritus de la Forma, al igual que su cuerpo físico por los Espíritus de la Voluntad en Saturno, su cuerpo vital por los Espíritus de la Sabiduría en el Sol, su cuerpo astral por los Espíritus del Movimiento en la Luna Antigua. Todo lo que ahora se manifiesta como Sabiduría ha llegado a existir gracias al trabajo conjunto de los Espíritus de Voluntad, Sabiduría y Movimiento. El hecho de que los seres y procesos de la Tierra puedan armonizar en Sabiduría con los demás seres de su mundo circundante, se debe al trabajo de estas tres Jerarquías de Espíritus. Ahora, de los Espíritus de la Forma, el hombre recibe su Yo independiente, su Ego. Y en el futuro el yo del hombre armonizará con los seres de la Tierra, Júpiter, Venus y Vulcano en virtud de la nueva fuerza que la evolución terrestre está implantando en la prístina Sabiduría. Es el poder del amor. En el hombre de la Tierra tiene que tener su comienzo.
De Cosmos de Sabiduría está evolucionando hacia un Cosmos del Amor. Todo lo que el yo del hombre desarrolle dentro de sí se convertirá en Amor. El Sublime Ser Solar, de quien tuvimos que hablar al describir la evolución del evento de Cristo, es quien en Su revelación se destaca como el prototipo omnipresente del Amor. En lo más profundo del ser del hombre se planta así la semilla del Amor. Desde allí crecerá y se extenderá hasta llenar toda la evolución cósmica. Así como la prístina Sabiduría revela su presencia en todas las fuerzas de la Naturaleza, en todo el mundo exterior sensible a los sentidos sobre la Tierra, así en el futuro se revelará el Amor, el Amor como una nueva fuerza de la Naturaleza, que vive en todos los fenómenos que el hombre tendrá a su alrededor. Este es el secreto de toda evolución futura. El conocimiento que el hombre adquiere, y también todo acto que el hombre hace con verdadero entendimiento, es como la siembra de la semilla que finalmente madurará en Amor. Solo en la medida en que el Amor surja en la humanidad, se está realizando un verdadero trabajo creativo para el futuro cósmico. Porque es el Amor mismo el que se convertirá en las poderosas fuerzas que llevarán a la humanidad hacia la meta final: la meta de la espiritualización.
A medida que el conocimiento espiritual vaya fluyendo hacia la evolución de la humanidad y de la Tierra, habrá semillas viables y fértiles para el futuro cósmico. Porque forma parte de la propia naturaleza del verdadero conocimiento espiritual el ser transmutado en Amor. Todo el curso de la historia que hemos ido trazando desde el período greco-latino hasta el tiempo presente y en el futuro, muestra cómo se producirá esa transmutación y revela la tendencia evolutiva futura de la que esto está en el comienzo.La Sabiduría que fue preparada a lo largo de las evoluciones de Saturno, Sol y Luna vive en los cuerpos físico etérico y astral del hombre. Se manifiesta como Sabiduría del Mundo. Luego, en el yo del hombre, se vuelve hacia adentro. A partir de la evolución de la Tierra en adelante, la Sabiduría del mundo exterior se convierte en Sabiduría interior - Sabiduría en el propio hombre. Y por tanto, cuando resurge en la vida interior, en el yo del hombre, crece hasta convertirse en la semilla del Amor. La sabiduría es la premisa, la precursora del Amor; El amor es el resultado de la Sabiduría renacida en el yo del hombre.
Si alguien es propenso a pensar que este relato de la evolución cósmica implicaba un cuadro fatalista, lo habrá entendido mal. Pensar que por esta evolución un número predestinado de seres humanos estarán condenados a pertenecer a la "mala humanidad" argumenta una noción errónea de cómo están relacionados los dos reinos: el externo y perceptible para los sentidos, y el anímico-espiritual. Estos representan, dentro de ciertos límites, dos corrientes evolutivas distintas. De las fuerzas inherentes a la primera corriente -la externa, material y perceptible para los sentidos - es de donde surgen las formas de la "humanidad mala". Un alma humana -un individuo humano- sólo estará en la necesidad de encarnarse en tal forma si él mismo ha dado lugar a las condiciones para ello. Cuando llegue el momento podría incluso suceder que entre las almas humanas que han pasado por los primeros tiempos evolutivos no quedase ninguna para encarnar estas formas. Podrían, sin excepción, ser demasiado buenas para los cuerpos de ese tipo. En ese caso, las formas tendrían que ser encarnadas desde el Universo de alguna otra manera que por las almas humanas que han vivido a través de las épocas anteriores. Sólo serán encarnadas por almas humanas si éstas han incurrido en este tipo de encarnación. La cognición suprasensible sólo puede decir lo que ve. Ve que en el futuro cósmico habrá dos reinos humanos - "bueno" y "malo". No tiene que empezar a razonar y concluir, a partir de la condición de las almas humanas de hoy, cuál será su condición en el futuro cósmico, como por alguna necesidad o ley de la Naturaleza. La evolución de las formas humanas y la evolución de los destinos de las almas humanas tienen que ser buscadas a lo largo de dos caminos distintos de investigación espiritual. Una tendencia a confundir ambos sería un reminiscencia no reconocida del materialismo, perjudicando el claro panorama de la ciencia suprasensible.
No hay comentarios:
Publicar un comentario