GA013 presente y futuro de la evolución humana y del mundo*

 

LA CIENCIA OCULTA

Por Rudolf Steiner 

Índice

capítulo VI


LA EVOLUCIÓN DEL MUNDO Y DEL SER HUMANO

(su presente y su futuro)


No es posible conocer la evolución presente y futura del mundo y de la humanidad, tal como la entiende la Ciencia del Espíritu, si no se comprende primero esta evolución en su pasado.
En efecto, lo que se revela a la visión del investigador oculto, cuando observa los hechos ocultos en el pasado, contiene al mismo tiempo todo lo que puede saber sobre el presente y el futuro.
Se ha hablado en este libro de las evoluciones de Saturno, el Sol, la Luna y la Tierra.
No se puede entender la evolución de la Tierra, desde el punto de vista de la Ciencia del Espíritu, si no se examinan los hechos de las evoluciones anteriores.
Lo que se presenta actualmente al hombre, dentro del mundo terrestre, contiene en cierto modo los hechos ocurridos durante las etapas de la Luna, el Sol y Saturno.
Los seres y cosas que participaron en la evolución lunar se han ido elaborando más completamente, y de ellos se ha derivado todo lo que pertenece a la Tierra actual.
Sin embargo, no todo lo que vino de la Luna y luego se desarrolló en la Tierra es perceptible para la conciencia físico-sensible.

Una parte de lo que se ha desarrollado en la Tierra a partir de esta Luna, se revela sólo en una determinada etapa de la conciencia clarividente que ha alcanzado el conocimiento de los mundos suprasensibles.
Cuando se ha adquirido este conocimiento, se reconoce que nuestro mundo terrestre está unido a un mundo suprasensible, que contiene esa parte de la existencia lunar que no se ha condensado hasta el punto de hacerse perceptible a los sentidos físicos; la contiene ante todo tal como es hoy, y no como era en la época de la antigua evolución lunar.
La conciencia clarividente, sin embargo, puede obtener una imagen de esa condición primitiva, porque cuando profundiza las percepciones que actualmente le es dado alcanzar, se da cuenta de que se escinden en dos imágenes diferentes.
Una de ellas presenta la forma que tuvo la Tierra durante su evolución lunar; la otra imagen se revela de tal manera que se reconoce que contiene una forma que aún está en estado embrionario, y que sólo en el futuro se hará real, en el mismo sentido en que la Tierra es real hoy en día.
La observación posterior muestra que en esta forma futura los resultados de todo lo que ocurre en la Tierra fluyen, en cierto modo, continuamente, de modo que esta forma futura nos presenta lo que será nuestra Tierra en el futuro.
Los efectos de la existencia de la Tierra se unirán a los acontecimientos del mundo ahora descritos, y de esta unión resultará el nuevo ser cósmico en el que se transformará la Tierra, al igual que la Luna se transformó en la Tierra.
La Ciencia del Espíritu llama a esta forma el estado futuro de Júpiter.
Este estado, observado de forma clarividente, nos deja claro que ciertos procesos dados tendrán que tener lugar en el futuro, porque en la parte suprasensible del mundo de la Tierra derivada de la Luna hay seres y cosas, que tomarán formas especiales cuando ciertos eventos hayan ocurrido en el mundo físico-sensible.

En el estado de Júpiter habrá por lo tanto algo ya predeterminado por la evolución lunar; pero también contendrá algo nuevo, que a través de los eventos terrestres penetrará por primera vez en el conjunto de la evolución; por lo tanto la conciencia clarividente puede experimentar parcialmente lo que tendrá lugar durante el estado de Júpiter.
Las entidades y hechos observados en este campo de la conciencia no tienen el carácter de imágenes sensibles, ni aparecen como suaves formaciones aéreas cuya acción recuerda las impresiones de los sentidos; sólo dan impresiones puramente espirituales de sonido, luz y calor.
No se expresan a través de ninguna encarnación material; sólo pueden ser percibidas por la conciencia clarividente.
Se puede decir, sin embargo, que estas entidades tienen un "cuerpo"; éste, sin embargo, dentro del elemento anímico, que es la manifestación de su ser actual, se manifiesta como un conjunto de recuerdos condensados, que llevan en su ser anímico.
Se puede distinguir en su ser lo que experimentan ahora, de lo que han experimentado en el pasado y que lo recuerdan.
Este recuerdo está presente en ellos como un elemento corpóreo y son conscientes de ello como el hombre es consciente de su propio cuerpo.
En una etapa más alta de la evolución clarividente que la descrita como necesaria para el conocimiento de la Luna y Júpiter, se convierten en seres perceptibles y cosas sobrenaturales que son verdaderamente las formas perfeccionadas de lo que ya existía durante el estado solar, pero que ahora ha alcanzado condiciones de existencia tan altas que no puede ser percibido por una conciencia capaz de observar sólo las formas lunares.
La imagen de este mundo, si el discípulo se concentra profundamente en él, también se divide en dos partes, una de las cuales lleva al conocimiento de la condición solar del pasado, la otra presenta una forma futura de la Tierra y propiamente la que se transformará, cuando los resultados de los acontecimientos que tienen lugar en ella y en Júpiter hayan penetrado en las formas de ese mundo.

Lo que se observa de ese mundo futuro de esta manera constituye lo que la Ciencia del Espíritu llama el estado de Venus.
A una conciencia clarividente aún más elevada se le revela de la misma manera otra etapa de la evolución futura, a saber, el estado de Vulcano; este guarda la misma relación con el estado de Saturno, como la que tiene Venus con la evolución solar, y Júpiter con la evolución lunar.
Por lo tanto, cuando observamos la evolución de la Tierra, en el pasado, presente y futuro, podemos citar las evoluciones de Saturno, Sol, Luna, Tierra, Júpiter, Venus y Vulcano.
Además de estas condiciones generales de la Tierra, la visión clarividente también revela circunstancias relativas a un futuro más cercano; cada imagen del pasado también corresponde a una imagen del futuro.
Pero cuando se habla de estas cosas hay que tener en cuenta una consideración absolutamente indispensable: hay que despojarse completamente de la idea, de que una simple reflexión filosófica sobre ellas puede enseñarnos algo sobre el tema.
Estas cosas no pueden ni deben ser nunca estudiadas en forma de reflexión.
Si, después de haber aceptado las comunicaciones de la Ciencia del Espíritu sobre las condiciones del estado lunar, alguien creyera que podría llegar, comparando las condiciones terrestres actuales con las antiguas lunares, a descubrir, por reflexión, las condiciones futuras de Júpiter, cometería un grave error.
Estas circunstancias deben ser investigadas sólo por la conciencia clarividente elevada a la observación directa; cuando los resultados de tales investigaciones son comunicados, entonces pueden ser comprendidos aún sin la ayuda de la clarividencia.

Frente a las comunicaciones sobre el futuro, el investigador espiritual se encuentra en una condición diferente a las que conciernen el pasado.
El hombre al principio no es capaz de considerar los acontecimientos futuros con la misma ecuanimidad con la que contempla el pasado; lo que sucede en el futuro excita su sentimiento y su voluntad; en cambio, el pasado se siente de una manera muy diferente.
El que observa la vida sabe cuán cierto es esto para el curso de la existencia ordinaria; pero ¿hasta que punto puede intensificarse este hecho?, ¿qué formas puede tomar con respecto a los acontecimientos ocultos de la vida?, esto será evidente sólo para el hombre, que ya es consciente de ciertos hechos del mundo suprasensible; por esta razón, al conocimiento de tales cosas se le asignan determinados límites.
La gran evolución del mundo puede ser estudiada a través de sucesivos estados, desde el tiempo de Saturno hasta el tiempo de Vulcano, no; de igual manera, también se pueden estudiar períodos de evolución más cortos, como por ejemplo, los de la Tierra.
Después de los violentos cataclismos que marcaron el fin de la antigua vida atlante, la evolución humana en la Tierra ha pasado por sucesivos estados en los diversos períodos indicados en este libro, a saber, los estados pale-oindio, paleo-persa, egipcio-caldeo y greco-latino.
El quinto período es aquel en el que la humanidad vive hoy, es decir, la época actual; se remonta a los siglos XI, XII y XIII después de Cristo, pero ya se había estado preparando desde los siglos IV y V.
El período anterior, el período greco-latino, comenzó alrededor del siglo VIII antes de Cristo; hacia el final del primer tercio del mismo se produjo el advenimiento de Cristo.
En la transición del período egipcio-caldeo al período greco-latino, se transformaron la actitud del alma humana y todas las capacidades humanas .

Durante la primera no existía todavía lo que hoy se llama pensar lógico, la comprensión intelectual del mundo.
El conocimiento que el hombre asimila hoy por medio del intelecto, era entonces recibido en la forma adecuada para esa época, es decir, directamente, por medio de un conocimiento interior, en cierto modo clarividente.
Percibía las cosas, y al mismo tiempo el concepto, la imagen que el alma necesitaba, surgía en su alma.
Cuando el poder cognoscitivo se expresa de esta manera, no sólo nacen en el alma las imágenes físico-sensibles del mundo, sino que de las profundidades de la misma surge también un cierto conocimiento de hechos y entidades no sensibles, que es un remanente de aquella antigua clarividencia crepuscular, otrora común a todos los hombres.
Durante el período greco-latino hubo cada vez más personas que carecían de esa capacidad, a la vez que se desarrollaba una reflexión inteligente sobre las cosas.
La gente estaba cada vez más alejada de la percepción directa del mundo anímico-espiritual, y se veía obligada a formarse una imagen de él a través de su intelecto y sus sentimientos.
Este estado continuó en ciertos aspectos durante el cuarto período de la era post-atlante, y sólo aquellos hombres que habían preservado la antigua constitución anímica como legado podían tener una conciencia directa del mundo espiritual.
Pero ellos representaban los rezagados de los tiempos antiguos; la forma en que llegaban al conocimiento no era adecuada para los nuevos tiempos, porque, como resultado de las leyes de la evolución, una antigua capacidad anímica pierde su pleno significado cuando aparecen nuevas capacidades.
La vida humana se adapta entonces a esas nuevas facultades y ya no puede usar las antiguas.
Sin embargo, en aquellos tiempos también hubo hombres que conscientemente comenzaron a desarrollar, además de las fuerzas ya alcanzadas del intelecto y el sentimiento, otras fuerzas aún más elevadas, que les daba la oportunidad de penetrar de nuevo en el mundo anímico-espiritual.
Para conseguirlo, tenían que seguir un método diferente al utilizado por los discípulos de los antiguos iniciados, que no habían tenido en cuenta las habilidades anímicas que se habían desarrollado en el cuarto período.
El método de enseñanza del ocultismo descrito en este libro, y que es el sistema adecuado para la época actual, comenzó en el cuarto período.
En aquel entonces estaba sólo en su comienzo, y sólo alcanzó su pleno desarrollo en el quinto período (a partir de los siglos XII y XIII, pero especialmente a partir del siglo XV).
Los hombres que trataban de elevarse de esta manera a los mundos superiores fueron capaces, a través de su imaginación, inspiración e intuición, de adquirir algún conocimiento de las regiones superiores de la existencia.
Aquellos cuyo progreso se detuvo en el desarrollo de las facultades del intelecto y del sentimiento no podían conocer las cosas conocidas por la antigua clarividencia, que se transmitía verbalmente o por escrito de generación en generación.
También los hombres nacidos después del advenimiento de Cristo, si no se hubieran elevado a los mundos superiores, no habrían podido conocer la naturaleza esencial de ese acontecimiento, mas que mediante tales tradiciones.
Sin embargo, había iniciados que aún estaban dotados de facultades naturales para la percepción del mundo superior, quienes, a través del desarrollo de esas facultades, ascendieron al mundo superior, aunque no tuviesen en cuenta las nuevas fuerzas del intelecto y del sentimiento.
A través de ellos se hizo la transición del antiguo al nuevo método de iniciación.
También hubo personalidades de este tipo en períodos posteriores.

El rasgo característico del cuarto período consiste precisamente en el hecho de que al quedar el alma excluida de la comunión directa con el mundo anímico-espiritual, se determinó en el hombre una mayor fuerza, un mayor vigor en las capacidades del intelecto y del sentimiento. Las almas que encarnaron en esa época y desarrollaron en alto grado las fuerzas del intelecto y del sentimiento llevaron el fruto de su evolución a las reencarnaciones del quinto período.
Como compensación por la exclusión del mundo espiritual, se conservaron las poderosas tradiciones de la sabiduría primordial, especialmente las que se refieren al advenimiento de Cristo, que en virtud de la fuerza de su contenido dieron a las almas la persuasión confiada de la existencia de los mundos superiores.
Pero también hubo siempre hombres que desarrollaron fuerzas superiores de conocimiento, así como las facultades del intelecto y del sentimiento; era su deber experimentar, por medio del conocimiento suprasensible inmediato, los hechos del mundo superior, y especialmente el misterio de la venida de Cristo; de ellos fluyó a las almas de otros hombres la mayor parte del conocimiento que pudiera resultarle a éstos útil y comprensible.
En cuanto a la evolución terrestre, era natural que la primera afirmación del cristianismo tuviera lugar en una época en la que las fuerzas del conocimiento suprasensible aún no se habían desarrollado en la mayor parte de la humanidad; por eso el poder de la tradición tenía tanto poder en aquel tiempo.
Tal poder era necesario para inspirar confianza en el mundo suprasensible a los hombres incapaces de obtener un conocimiento directo del mismo.
Pero todavía había (excepto durante un breve período del siglo XIII) hombres que, a través de la imaginación, la inspiración y la intuición, podían ser elevados a los mundos superiores; hombres que son los sucesores post-cristianos de los antiguos iniciados, guías y seguidores de los misterios.

Tenían la misión de llegar a reconocer, en virtud de sus propias habilidades, lo que en otros tiempos los hombres podían conocer a través de la antigua clarividencia y el antiguo método de ascensión a los mundos espirituales (la antigua iniciación); también debían adquirir el conocimiento de la naturaleza esencial de la venida de Cristo.
De esta forma, entre estos nuevos iniciados, se constituyó un conocimiento que abarcaba todo lo que formaba el contenido de la antigua iniciación; pero en el centro de esta ciencia brillaba el conocimiento superior de los misterios de la venida de Cristo.
Sólo una pequeña parte de este conocimiento podía filtrarse a la vida general, ya que aquel era un tiempo en que las almas humanas del cuarto período tenían que fortalecer sus capacidades de intelecto y sentimiento; por lo tanto, se podía decir que el conocimiento en aquel tiempo era realmente una "ciencia muy secreta".
Despues surgió un nuevo período, que puede llamarse el quinto, cuya característica esencial es el progreso de la evolución de las capacidades intelectuales, que se desarrolló en un alto grado y se desarrollará aún más en el futuro.
Todo esto se preparó lentamente desde los siglos XII y XIII, y su progreso se aceleró cada vez más desde el siglo XVI hasta la actualidad.
Bajo el impulso de estas influencias, la evolución del quinto período se dedicó especialmente al desarrollo de las fuerzas del intelecto, mientras que el conocimiento antiguo, basado en la fe y la sabiduría transmitida a través de la tradición, perdió gradualmente su fuerza en el alma humana.
Por otra parte, a partir de los siglos XII y XIII, una corriente de conocimiento comenzó a fluir con creciente fuerza en las almas humanas, debido, podría decirse, a la nueva conciencia clarividente.
La "sabiduría oculta" fluyó, aunque todavía inadvertida, en la forma de pensar de los hombres de este período.

Como es natural, hasta ahora, las fuerzas intelectuales han permanecido contrarias a aquel conocimiento; pero lo que debe suceder, sucederá, a pesar de toda la oposición momentánea.
La "sabiduría oculta", que ejerce así su acción sobre la humanidad, y que la ejercerá cada vez más, puede ser llamada simbólicamente el conocimiento del "Grial".
Quien aprende a penetrar en la esencia profunda de este símbolo, tal como se cuenta en la historia y en la leyenda, se da cuenta de que representa significativamente la naturaleza de lo que hemos llamado el conocimiento de la nueva iniciación, con el misterio de Cristo en su centro.
Por lo tanto, los iniciados modernos pueden ser llamados "Iniciados del Grial".
Ese camino hacia los mundos suprasensibles, cuyos primeros pasos hemos descrito en este libro, conduce a la "ciencia del Grial".
Este conocimiento tiene la peculiaridad de que los hechos a los que alude sólo pueden ser investigados después de la adquisición de los medios necesarios, tal como se indica en este libro.
Pero cuando los hechos han sido investigados, pueden ser comprendidos precisamente por medio de las fuerzas anímicas desarrolladas en el quinto período; y de hecho se hará cada vez más evidente que estas fuerzas encontrarán cada vez mayor satisfacción en ese conocimiento.
En los tiempos en que vivimos, este conocimiento debe ser más ampliamente aceptado en la conciencia general que en el pasado, y desde este punto de vista esa es la razón del porque han sido comunicadas las enseñanzas contenidas en este libro.
A medida que la evolución de la humanidad asimile el conocimiento del Grial, el impulso dado por el advenimiento de Cristo adquirirá mayor fuerza y significado; la parte exterior de la evolución cristiana se asociará cada vez más con la parte "interior".
Todo lo que se puede saber sobre los mundos superiores, sobre el misterio de Cristo, a través de la imaginación, la inspiración y la intuición, penetrará cada vez más en la vida intelectual, sentimental y volitiva del hombre.

La "sabiduría oculta del Grial" se manifestará, y penetrará cada vez más, como una fuerza interior, en las manifestaciones de la vida humana.
Durante el quinto período el conocimiento sobre los mundos suprasensibles fluirá en la conciencia humana, y cuando comience el sexto período, la humanidad habrá recuperado en un escalón más alto lo que en una época anterior aún poseía como clarividencia crepuscular.
Sin embargo, esta nueva adquisición tendrá una forma bastante diferente de la antigua.
Lo que el hombre conocía de los mundos superiores en la antigüedad, no estaba permeado por las fuerzas de su intelecto y del sentimiento, sino que era sabido por inspiración; en el futuro, sin embargo, el alma no sólo tendrá inspiraciones, sino que las comprenderá y las sentirá como esencia de su propia esencia.
Entonces, al adquirir el conocimiento de un determinado ser o de una determinada cosa, la inteligencia encontrará la confirmación de este conocimiento también en virtud de su propia naturaleza; si después se afirma en ella otro conocimiento de una ley moral o de una conducta humana, el alma tendrá que decirse a sí misma: "mi sentimiento se justifica ante sí mismo sólo cuando actúo de conformidad con el sentido íntimo de este conocimiento".
Esta actitud del alma tendrá que desarrollarse en un número relativamente grande de hombres del sexto período.
En el quinto período se repite, en cierto modo, lo que ocurrió en el tercer período de la evolución humana, en el período egipcio-caldeo.
El alma todavía percibía en aquel entonces ciertos hechos del mundo suprasensible, pero esta percepción tendía a desaparecer, porque las fuerzas intelectuales se preparaban para desarrollarse y tenían al principio que excluir al hombre del mundo suprasensible.

En el curso del quinto período, los hechos arriba mencionados, que durante el tercer período eran percibidos por los hombres con clarividencia crepuscular, volverán a manifestarse, pero ahora estarán impregnados por las fuerzas intelectuales y sentimentales personales del hombre.
También se impregnarán de lo que el alma puede adquirir a través del conocimiento del misterio de Cristo, y por lo tanto adoptará una forma muy diferente a la de antes.
Mientras que en la antigüedad las impresiones de los mundos superiores se sentían como fuerzas que actuaban sobre el hombre desde el mundo espiritual que lo rodeaba y del cual no formaba parte, en cambio por la evolución de los nuevos tiempos se sentirán como impresiones de un mundo en el que el hombre crece y del cual forma parte cada vez más.
Nadie debe suponer que la repetición de la cultura egipcio-caldea pueda tener lugar simplemente de tal manera, que el alma acoja de nuevo lo que existía en aquel tiempo y que nos era transmitido por la tradición.
El impulso de Cristo, bien entendido, actúa sobre el alma humana que lo ha acogido, de tal manera que siente que es un elemento -y como tal reconoce y se comporta- de un mundo espiritual, del cual antes se encontraba fuera.
Mientras que de esta manera el tercer período revive de nuevo en el quinto, para que las almas humanas se compenetre de la parte absolutamente nueva aportada por el cuarto, un proceso similar tendrá lugar respectivamente entre el sexto y el segundo período, y entre el séptimo y el primero, osea el período de la antigua India.
La maravillosa sabiduría de la antigua cultura india, aquella sabiduría que sólo los grandes maestros de la época podían revelar, reaparecerá en el séptimo período, como verdad viva en las almas humanas.
Mientras tanto, los cambios en las cosas terrenales externas al hombre tendrán lugar de tal manera que se mantenga una cierta relación con la evolución de la propia humanidad.

Al final del séptimo período, la Tierra será devastada por un cataclismo, comparable al que ocurrió entre los períodos atlante y post-atlante (actual); las condiciones de la Tierra así transformadas continuarán una vez más su evolución a través de otros siete periodos.
Las almas humanas que se reencarnen entonces experimentarán, en un grado superior, la misma comunión con el mundo espiritual que los atlantes habían experimentado en un grado inferior.
Sin embargo, sólo podrán adaptarse a las nuevas condiciones de la Tierra aquellos hombres, en los que se hayan reencarnado almas que hayan madurado a partir de las influencias de la era greco-latina y de los tres períodos sucesivos, el quinto, el sexto y el séptimo de la evolución post-atlante.
La interioridad de dichas almas estará en consonancia con lo que la Tierra se haya convertido mientras tanto.
Las otras almas tendrán pues que quedarse atrás, mientras que antes habrían podido elegir si tenían o no las condiciones necesarias para progresar con las demás.
Estarán maduras para las nuevas condiciones que se producirán después del próximo gran cataclismo, sólo aquellas almas que durante el paso del quinto al sexto período post-atlante hayan adquirido la posibilidad de interpenetrar el conocimiento suprasensible con las fuerzas del intelecto y del sentimiento.
El quinto y sexto período tendrán en cierto modo una influencia decisiva.
Durante el curso del séptimo período, las almas que hayan alcanzado la meta del sexto continuarán en efecto desarrollándose armoniosamente; las demás, sin embargo, en las condiciones cambiantes de su entorno encontrarán pocas oportunidades de recuperar el tiempo perdido; sólo en un futuro más lejano se darán las condiciones que les permitan hacerlo de nuevo.
La evolución procede de esta manera de un período a otro.
El conocimiento clarividente observa en el futuro no sólo los cambios en los que participa la Tierra, sino también otros que tienen lugar con la participación de los cuerpos celestes que la rodean.

Llegará un tiempo en que la evolución de la Tierra y de la humanidad habrá progresado hasta tal punto que las fuerzas y entidades que tuvieron que separarse de la Tierra durante el período lemúrico para hacer posible el progreso ulterior de los seres humanos, podrán volver a unirse a ella.

La Luna se volverá a unir a la Tierra de nuevo.
Esto sucederá, porque un número suficientemente grande de almas humanas habrá adquirido tanta fuerza interior que podrán utilizar esas fuerzas lunares para un mayor progreso, y tendrá lugar en un tiempo en que, junto a la evolución superior lograda por un número suficiente de hombres, se desarrollará otro grupo que se dirigirá hacia el mal.
Las almas que queden rezagadas habrán acumulado en su Karma tanto error, tanta fealdad y maldad, que primero formarán una asociación especial de malvados y perversos, en marcado contraste con la comunidad de los hombres buenos.
La buena humanidad, por medio de su evolución, aprenderá a utilizar las fuerzas de la Luna y con ellas también transformará la parte mala de la humanidad, para que pueda seguir, como un reino terrestre separado, el progreso ulterior de la evolución.
En virtud de esta obra de la buena humanidad, la Tierra, reunida con la Luna, será capaz, después de un cierto período de evolución, de unirse de nuevo también con el Sol (y también con los otros planetas).
Una vez que pase un estado intermedio, que se presenta como una estancia en un mundo superior, la Tierra se convertirá en el estado de Júpiter.
Durante ese estado ya no existirá lo que ahora se llama el reino mineral; las fuerzas de ese reino se transformarán en fuerzas vegetales.
Pero el reino vegetal, que tendrá una forma completamente nueva comparada con la actual, se manifestará en Júpiter como el más bajo de los reinos.

Por encima de eso se constituirá el reino animal, también transformado; también habrá un reino humano, compuesto por los descendientes de la comunidad rezagada que se había constituido en la Tierra, y por encima de ella, como reino humano de un grado superior, los descendientes de la comunidad humana buena de la Tierra.
Gran parte del trabajo de este último reino humano consistirá en ennoblecer a las almas caídas en la humanidad malvada de tal manera que aún puedan encontrar acceso al verdadero reino humano.
En el estado de Venus, el reino vegetal también habrá desaparecido; el reino inferior será el reino animal, transformado de nuevo, y por encima de él habrá tres reinos humanos con diferentes grados de perfección.
Durante el estado de Venus la Tierra permanecerá unida al Sol; en cambio, la evolución durante la época de Júpiter se desarrollará de tal manera que en un determinado momento, el Sol se desprenderá nuevamente de "Júpiter" y ejercerá su acción sobre él desde el exterior.
Mas adelante la unión entre Júpiter y el Sol se produce de nuevo, y esta transformación pasa gradualmente al estado de Venus.
Durante este último estado, un cuerpo celeste especial se desprende de "Venus", conteniendo a todos los seres que se han opuesto a la evolución; es, por así decirlo, una "luna incorregible" que está ahora en camino de una evolución de una naturaleza imposible de describir, porque es demasiado diferente de todo lo que el hombre puede esperar en la Tierra.
La humanidad evolucionada, sin embargo, será la que preceda, en un estado de existencia completamente espiritual, a la evolución de Vulcano, cuya descripción sobrepasa los límites de esta obra.

Vemos, pues, cómo el "conocimiento del Grial" enseña el ideal más elevado de la evolución humana que al hombre le es dado concebir; esa espiritualización, es decir, lo que consigue con su propio trabajo, y que finalmente se revela como resultado de la concordancia armónica, que supo establecer, durante el quinto y sexto período de evolución actual, entre las fuerzas adquiridas por él del sentimiento y del intelecto y el conocimiento de los mundos suprasensibles. Lo que el hombre ha elaborado así en su interior eso mismo se convertirá luego en el mundo exterior. El espíritu del hombre suoera las poderosas impresiones de su mundo externo y primero vislumbra, luego reconoce las entidades espirituales que están detrás de esas impresiones; el corazón humano siente la infinita sublimidad de esa espiritualidad. El hombre también puede reconocer que las vivencias intelectuales, sentimentales y características de su interioridad son los gérmenes de un mundo espiritual en proceso de formación. Cabe preguntarse si la libertad humana no es incompatible con todo este conocimiento previo, esta predeterminación del futuro cósmico. Pero la libertad de acción de un hombre en el futuro de la Tierra no dependerá del plan cósmico predestinado más de lo que su libertad dentro de un año no se verá afectada por su resolución actual de que luego se mudará a la casa, cuyo plan es ahora decidiendo. Viviendo de paso en la casa que ha construido, será tan libre como su carácter se lo permita. Así también en Júpiter y Venus, una vez más, dentro de las condiciones allí predominantes, el hombre será libre según el alcance y la medida de su propio ser interior. La libertad dependerá, no de lo predeterminado por el pasado cósmico, sino de lo que el alma se ha convertido por sus propios esfuerzos.

* * *

La evolución de la Tierra lleva consigo el resultado de las evoluciones de Saturno, Sol y Luna. En todos los procesos de la Naturaleza que se producen a su alrededor, el hombre sobre la Tierra encuentra la Sabiduría. En ellos está la sabiduría como fruto de lo que se hizo en las épocas precedentes. La Tierra es el descendiente cósmico de la Luna Antigua, que, tal como es relatado en un capítulo anterior, evolucionó con todas sus criaturas hasta convertirse en un "Cosmos de Sabiduría". Con la propia Tierra está comenzando una evolución por la cual una nueva virtud, una nueva fuerza, se agrega a esta Sabiduría, se instila en ella. Como resultado de la evolución terrestre, el hombre llega a sentirse como un miembro independiente de un mundo espiritual. Eso lo debe al hecho de que en la Tierra el Yo o Ego fue engendrado en él por los Espíritus de la Forma, al igual que su cuerpo físico por los Espíritus de la Voluntad en Saturno, su cuerpo vital por los Espíritus de la Sabiduría en el Sol, su cuerpo astral por los Espíritus del Movimiento en la Luna Antigua. Todo lo que ahora se manifiesta como Sabiduría ha llegado a existir gracias al trabajo conjunto de los Espíritus de Voluntad, Sabiduría y Movimiento. El hecho de que los seres y procesos de la Tierra puedan armonizar en Sabiduría con los demás seres de su mundo circundante, se debe al trabajo de estas tres Jerarquías de Espíritus. Ahora, de los Espíritus de la Forma, el hombre recibe su Yo independiente, su Ego. Y en el futuro el yo del hombre armonizará con los seres de la Tierra, Júpiter, Venus y Vulcano en virtud de la nueva fuerza que la evolución terrestre está implantando en la prístina Sabiduría. Es el poder del amor. En el hombre de la Tierra tiene que tener su comienzo.

De Cosmos de Sabiduría está evolucionando hacia un Cosmos del Amor. Todo lo que el yo del hombre desarrolle dentro de sí se convertirá en Amor. El Sublime Ser Solar, de quien tuvimos que hablar al describir la evolución del evento de Cristo, es quien en Su revelación se destaca como el prototipo omnipresente del Amor. En lo más profundo del ser del hombre se planta así la semilla del Amor. Desde allí crecerá y se extenderá hasta llenar toda la evolución cósmica. Así como la prístina Sabiduría revela su presencia en todas las fuerzas de la Naturaleza, en todo el mundo exterior sensible a los sentidos sobre la Tierra, así en el futuro se revelará el Amor, el Amor como una nueva fuerza de la Naturaleza, que vive en todos los fenómenos que el hombre tendrá a su alrededor. Este es el secreto de toda evolución futura. El conocimiento que el hombre adquiere, y también todo acto que el hombre hace con verdadero entendimiento, es como la siembra de la semilla que finalmente madurará en Amor. Solo en la medida en que el Amor surja en la humanidad, se está realizando un verdadero trabajo creativo para el futuro cósmico. Porque es el Amor mismo el que se convertirá en las poderosas fuerzas que llevarán a la humanidad hacia la meta final: la meta de la espiritualización.

A medida que el conocimiento espiritual vaya fluyendo hacia la evolución de la humanidad y de la Tierra, habrá semillas viables y fértiles para el futuro cósmico. Porque forma parte de la propia naturaleza del verdadero conocimiento espiritual el ser transmutado en Amor. Todo el curso de la historia que hemos ido trazando desde el período greco-latino hasta el tiempo presente y en el futuro, muestra cómo se producirá esa transmutación y revela la tendencia evolutiva futura de la que esto está en el comienzo.La Sabiduría que fue preparada a lo largo de las evoluciones de Saturno, Sol y Luna vive en los cuerpos físico etérico y astral del hombre. Se manifiesta como Sabiduría del Mundo. Luego, en el yo del hombre, se vuelve hacia adentro. A partir de la evolución de la Tierra en adelante, la Sabiduría del mundo exterior se convierte en Sabiduría interior - Sabiduría en el propio hombre. Y por tanto, cuando resurge en la vida interior, en el yo del hombre, crece hasta convertirse en la semilla del Amor. La sabiduría es la premisa, la precursora del Amor; El amor es el resultado de la Sabiduría renacida en el yo del hombre.

Si alguien es propenso a pensar que este relato de la evolución cósmica implicaba un cuadro fatalista, lo habrá entendido mal. Pensar que por esta evolución un número predestinado de seres humanos estarán condenados a pertenecer a la "mala humanidad" argumenta una noción errónea de cómo están relacionados los dos reinos: el externo y perceptible para los sentidos, y el anímico-espiritual. Estos representan, dentro de ciertos límites, dos corrientes evolutivas distintas. De las fuerzas inherentes a la primera corriente -la externa, material y perceptible para los sentidos - es de donde surgen las formas de la "humanidad mala". Un alma humana -un individuo humano- sólo estará en la necesidad de encarnarse en tal forma si él mismo ha dado lugar a las condiciones para ello. Cuando llegue el momento podría incluso suceder que entre las almas humanas que han pasado por los primeros tiempos evolutivos no quedase ninguna para encarnar estas formas. Podrían, sin excepción, ser demasiado buenas para los cuerpos de ese tipo. En ese caso, las formas tendrían que ser encarnadas desde el Universo de alguna otra manera que por las almas humanas que han vivido a través de las épocas anteriores. Sólo serán encarnadas por almas humanas si éstas han incurrido en este tipo de encarnación. La cognición suprasensible sólo puede decir lo que ve. Ve que en el futuro cósmico habrá dos reinos humanos - "bueno" y "malo". No tiene que empezar a razonar y concluir, a partir de la condición de las almas humanas de hoy, cuál será su condición en el futuro cósmico, como por alguna necesidad o ley de la Naturaleza. La evolución de las formas humanas y la evolución de los destinos de las almas humanas tienen que ser buscadas a lo largo de dos caminos distintos de investigación espiritual. Una tendencia a confundir ambos sería un reminiscencia no reconocida del materialismo, perjudicando el claro panorama de la ciencia suprasensible.



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El objetivo de este blog es publicar en Internet todo el material fuente existente para las transcripciones de las conferencias de Rudolf Steiner de la forma más completa posible, para que este gran tesoro esté disponible para toda la humanidad. Se trata de notas de oyentes, transcripciones de conferencias y, en su mayor parte, transcripciones en texto plano de conferencias estenografiadas, también conocidas como transcripciones en texto plano. De este modo, cualquiera puede comprobar por sí mismo, mediante comparaciones, qué dijo realmente Rudolf Steiner y cómo fue editado (y, por tanto, modificado) en las distintas ediciones. Y por último, pero no menos importante, también encontrarán mucho material inédito. La obra de Rudolf Steiner es de dominio público desde 1996 y, por tanto, pertenece legalmente a toda la humanidad. Él mismo habría elegido una fecha mucho más temprana para la publicación de su obra, como se desprende de los pasajes sobre propiedad intelectual que citamos a continuación; Incluso el período de protección de 30 años que se aplicaba entonces le parecía demasiado largo. ¿Y qué habría dicho sobre el hecho de que 85 años después de su muerte, parte de su obra docente siga inédita y acumulando polvo en los archivos? Él mismo encontró una expresión adecuada para esto: Fue puesto en un ataúd. Este sitio web está destinado a ayudar a liberarlo de este ataúd. "Lo que el hombre puede crear a partir de sus capacidades intelectuales se lo debe a la sociedad humana, al orden social humano. En realidad, no le pertenece. ¿Por qué gestionamos nuestra propiedad intelectual? Simplemente porque la produces; al producirla, demuestras que tienes la capacidad de hacerlo mejor que los demás. Mientras tengas esa capacidad mejor que los demás, gestionarás mejor esa propiedad intelectual al servicio del conjunto. Ahora la gente se ha dado cuenta al menos de que esta propiedad intelectual no se perpetúa sin fin. Treinta años después de la muerte, la propiedad intelectual pertenece a toda la humanidad. Cualquiera puede imprimir lo que yo he producido treinta años después de mi muerte. Puede utilizarlo como quiera; y eso está bien. Incluso estaría de acuerdo si hubiera más derechos en este ámbito. No hay otra justificación para la gestión de la propiedad intelectual que el hecho de que, porque se puede producir, también se tienen las mejores capacidades [...] Será una forma sana de socializar el capital si hacemos fluir en el organismo social lo que hoy se acumula como capital en el derecho de sucesiones, en el surgimiento de las pensiones, del derecho de las manos ociosas, de los derechos humanos superfluos, lo que así se acumula en capital; eso es lo que importa. Ni siquiera hace falta decir que la propiedad privada debe convertirse en propiedad social. El concepto de propiedad no tendrá ningún significado". Rudolf Steiner el 25 de abril de 1919