LA CIENCIA OCULTA
Por Rudolf Steiner
capítulo V
EL CONOCIMIENTO DE LOS MUNDOS SUPERIORES
9ª parte
Cuando
el discípulo ha superado el encuentro con el "Guarda Umbral",
se enfrenta a otras experiencias.
En primer lugar, observará que
existe una afinidad íntima entre este "Guardián del Umbral"
y esa fuerza del alma ya descrita con respecto a la escisión de la
personalidad, y que es el séptimo en formarse como entidad
independiente.
En efecto, en cierto modo, esta séptima entidad no es más que el propio doble, el "Guardián del Umbral"; impone al discípulo una tarea especial, es decir, guiar y dirigir, a través del nuevo Yo, su Yo habitual, es decir, el Yo que se le aparece en la imagen; el resultado es, pues, una especie de lucha con el "doble", que intenta continuamente hacerse cargo.
El esfuerzo por establecer una relación correcta con ese Yo y no permitirle ninguna acción que no esté controlada por el nuevo Yo, también fortalece y vigoriza las fuerzas del hombre.
Pero en el mundo superior el autoconocimiento, bajo un aspecto de disuasión, no es lo mismo que en el mundo físico-sensible.
Mientras
que en este último el autoconocimiento se presenta sólo como una
experiencia interna, el nuevo Yo, por otra parte, se revela
inmediatamente como un fenómeno animado externo.
El hombre se
encuentra ante el nuevo Yo como otro ser, pero no puede percibirlo
completamente.
Por mucho que uno se haya elevado en el camino
hacia los mundos superiores, siempre habrá nuevos escalones más
altos para ascender, y desde ellos tendremos una visión cada vez más
clara de nuestro "Yo Superior".
Por lo tanto, esto puede
revelarse sólo parcialmente al discípulo en las diferentes
etapas.
Pero el hombre se encuentra expuesto a una tremenda
tentación cuando comienza a darse cuenta de su "Yo Superior",
es decir, a considerarlo, en cierto modo, desde el punto de vista
adquirido en el mundo físicamente sensible.
Esta tentación es
saludable y debe presentarse si la evolución va a tener lugar
correctamente.
El discípulo debe considerar al ser que se
presenta como su propio doble, como el "Guardián del Umbral",
y compararlo con el "Yo Superior", para ver la diferencia
entre lo que es y lo que debe llegar a ser.
Pero durante este
examen el "Guardián del Umbral" comienza a asumir otro
aspecto; se presenta como la imagen de todos los obstáculos que se
oponen a la evolución del Yo Superior.
El discípulo se da cuenta
entonces de la pesada carga que pesa sobre el Yo habitual, y si, en
virtud de su preparación, no es lo suficientemente fuerte para
decirse a sí mismo: "No me detendré aquí, sino que
evolucionaré incesantemente hacia el Yo superior", el discípulo
se retirará atemorizado ante el futuro.
En ese caso ha penetrado
en el mundo espiritual, pero renuncia a seguir progresando, y se
convierte en prisionero de esa figura que se presenta al alma a
través del "Guardián del Umbral".
Es
importante que esta experiencia no le da al discípulo el sentido de
ser un prisionero; por el contrario, cree que está experimentando
algo muy diferente.
La figura evocada por el "Guardián del
Umbral" puede ser tal que produzca en el alma del observador la
impresión de que tiene ante sí, en las imágenes que surgen en esta
etapa de la evolución, todo el conjunto de todos los mundos, que ha
llegado a la cúspide del conocimiento, y que no necesita progresar
más.
En lugar de sentirse prisionero, el discípulo se sentirá
como el rico poseedor de todos los secretos cósmicos.
No es de
extrañar que un discípulo pueda tener tal experiencia contraria a
la verdad, cuando se refleja que, cuando experimenta de esta manera,
el discípulo ya está en el mundo anímico-espiritual, y que una
peculiaridad del mundo anímico-espiritual es precisamente eso, que
los acontecimientos se presentan contrariamente a lo que son.
Este
hecho ya ha sido mencionado en este libro, en las observaciones sobre
la vida después de la muerte.
La figura que el hombre ve en tal
etapa de la evolución le revela un aspecto del "Guardián del
Umbral" diferente de aquel con el que se había presentado por
primera vez, ya que desde entonces el discípulo podía ver en él
todas las cualidades que poseía el Yo habitual del hombre, debido a
la influencia de las fuerzas de Lucifer.
Ahora, durante el curso
de la evolución humana, en virtud de la influencia de Lucifer, otra
fuerza ha penetrado en el alma de los hombres, la fuerza llamada
Ahriman.
Esta es la fuerza que impide al hombre durante la
existencia física ver las entidades anímico-espirituales del mundo
exterior escondidas detrás de la superficie del mundo sensible.
Lo
que el alma del hombre ha llegado a ser bajo la influencia de esta
fuerza se manifiesta en la figura, de la cual la imagen se presenta
al discípulo durante la experiencia descrita.
La
persona que se acerque a esta experiencia con suficiente preparación
sabrá darle su verdadero sentido, y en ese caso otra figura se le
aparece poco después, es decir, el "gran Guardián del Umbral",
el cual le advierte que no se detenga, sino que trabaje enérgicamente
para seguir avanzando.
Esta figura despierta claramente, en quien
lo observa, la conciencia de que el mundo que ha conquistado se hace
realidad y no se convierte en una ilusión, siempre que la obra se
continúe correctamente.
Sin embargo, cuando se ha seguido una
disciplina errónea se acercara a esta experiencia sin la preparación
necesaria, a la vista del "gran Guardián del Umbral"
sentiría su alma invadida por un sentimiento, que puede describirse
como "de terror infinito", de miedo insuperable.
Así
como el encuentro con el "pequeño Guardián del Umbral"
ofrece al discípulo la oportunidad de verificar si está protegido
de las ilusiones que pueden surgir de la intrusión de su
personalidad en el mundo suprasensible, también puede ponerse a
prueba, con las experiencias que finalmente conducen al "gran
Guardián del Umbral", para verificar si es capaz de resistir
las ilusiones que se derivan de la segunda fuente descrita
anteriormente.
Si puede resistir la poderosa ilusión, que
presenta el mundo imaginativo al que ha llegado como una rica
conquista, mientras no es más que un prisionero, entonces también
se encontrará protegido, en el curso ulterior de su evolución, del
peligro de confundir la apariencia con la realidad.
El "Guardián
del Umbral" asumirá, hasta cierto punto, una figura individual
para cada persona individual.
El encuentro con ella corresponde
precisamente a la experiencia, mediante la cual se supera el carácter
personal de la observación suprasensible y la posibilidad de
penetrar en una región, en la que las experiencias están libres de
cualquier coloración personal, y que está abierta a toda entidad
humana.
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