GA013 El conocimiento de los mundos superiores parte 7

LA CIENCIA OCULTA

Por Rudolf Steiner 

Índice

 

capítulo V


EL CONOCIMIENTO DE LOS MUNDOS SUPERIORES

7ª parte


El conocimiento imaginativo se adquiere cuando en el Cuerpo Astral se desarrollan las flores de loto.
Los ejercicios dirigidos a la obtención de la inspiración y la intuición generan en el cuerpo etérico o vital del hombre ciertos movimientos, formaciones especiales y corrientes que antes no existían.
Estos son precisamente los órganos a través de los cuales el hombre puede "leer la escritura oculta" y aceptar lo que está más allá, en la esfera de sus facultades.
Para el observador clarividente las transformaciones en el cuerpo etérico de un hombre que ha llegado a la inspiración y la intuición se manifiestan de la siguiente manera: en la vecindad del corazón físico se forma un nuevo centro en el cuerpo etérico: éste se convierte en un órgano etérico.
Desde este órgano, movimientos y corrientes muy diferentes fluyen hacia las diversas extremidades del cuerpo humano; los más importantes fluyen hacia las flores de loto, interpenetran los pétalos individuales y luego fluyen de nuevo, derramándose como rayos en el espacio exterior.
Cuanto más ha evolucionado el hombre, mayor es el espacio a su alrededor en el que estas corrientes son perceptibles.
Si la disciplina que se sigue es justa y regular, el punto central en la proximidad del corazón no es el primero en formarse; se requiere pasar por un período de preparación.
Al principio se forma un centro provisional en la cabeza; luego se mueve y desciende en la proximidad de la laringe, y finalmente se mueve en la región del corazón físico.

Si la evolución fuera irregular, ese órgano podría constituirse desde el principio en la proximidad del corazón; pero en tal caso, en lugar de una clarividencia tranquila y regular, el discípulo se vería expuesto al peligro de caer en aberraciones y fantasías.
En el curso posterior de su desarrollo, el discípulo logra que estas corrientes y órganos de su cuerpo etérico sean independientes del cuerpo físico, y que puedan ser utilizadas por separado; las flores de loto sirven entonces como instrumentos para mover el cuerpo etérico.
Antes de que esto pueda ocurrir, deben haberse formado ciertas corrientes e irradiaciones alrededor del cuerpo etérico interior, que envuelven ese cuerpo como una fina red y lo delimitan como un ser separado; cuando esto ha tenido lugar, los movimientos y corrientes del cuerpo etérico pueden conectarse libremente con el mundo anímico-espiritual exterior y unirse con él, de modo que los acontecimientos anímico-espirituales exteriores e interiores del cuerpo etérico humano puedan combinarse y unirse.
Cuando esto sucede, ha llegado el momento en que el hombre percibe conscientemente el mundo de la inspiración.
Este conocimiento es diferente al del mundo físico-sensible.
En este último se reciben las percepciones a través de los sentidos y luego se forman representaciones e ideas a partir de ellas; esto no sucede en el conocimiento a través de la inspiración.
En este se sabe directamente, por conocimiento inmediato; no hay reflexión después de la percepción.
Lo que en el conocimiento físico sensible se adquiere justo después de la percepción, a través de la reflexión, en la inspiración se consigue inmediatamente, al mismo tiempo que la percepción.
Por lo tanto, uno correría el peligro de fluir y perderse completamente en el ambiente espiritual circundante, de tal manera que ya no podría distinguirse de él, si la red descrita no se hubiera formado en el cuerpo etérico.

Los ejercicios destinados a la intuición ejercen una acción no sólo sobre el cuerpo etérico, sino también sobre las fuerzas suprasensibles del cuerpo físico.
Sin embargo, no hay que creer que dan lugar a una acción sobre el cuerpo físico que sea perceptible para nuestros sentidos habituales; tales efectos sólo son reconocibles por el conocimiento clarividente, pero no por el conocimiento exterior.
Aparecen como resultado de la madurez de la conciencia cuando la conciencia puede tener experiencias en la intuición, aunque ha eliminado todas las experiencias exteriores e interiores que ha conocido hasta entonces.
Pues bien, las experiencias de la intuición son delicadas, íntimas y tenues; el cuerpo humano físico, en el estado actual de su evolución, es tosco en comparación con ellas, y por lo tanto opone una fuerte resistencia al resultado de los ejercicios que apuntan a la intuición.
Pero si se continúa con energía y perseverancia y con la necesaria calma interior, terminan triunfando sobre los poderosos obstáculos del cuerpo físico.
El discípulo se da cuenta del hecho de que gradualmente ciertas manifestaciones del cuerpo físico, que antes se expresaban sin su conciencia, ahora se vuelven voluntarias, y también lo observa por el hecho de que por un corto tiempo siente la necesidad de regular, por ejemplo, su respiración (o alguna otra función similar) para establecer un cierto acuerdo, o armonía, con lo que se logra en el alma a través de los ejercicios o la concentración interna.
La evolución ideal debería ser ya tal que ningún ejercicio sea realizado por el cuerpo físico en sí mismo, sino que todo lo que tiene que suceder en el cuerpo físico es sólo el resultado de los ejercicios de intuición.


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