LA CIENCIA OCULTA
Por Rudolf Steiner
capítulo V
EL CONOCIMIENTO DE LOS MUNDOS SUPERIORES
7ª parte
El
conocimiento imaginativo se adquiere cuando en el Cuerpo Astral se
desarrollan las flores de loto.
Los ejercicios dirigidos a la
obtención de la inspiración y la intuición generan en el cuerpo
etérico o vital del hombre ciertos movimientos, formaciones
especiales y corrientes que antes no existían.
Estos son
precisamente los órganos a través de los cuales el hombre puede
"leer la escritura oculta" y aceptar lo que está más
allá, en la esfera de sus facultades.
Para el observador
clarividente las transformaciones en el cuerpo etérico de un hombre
que ha llegado a la inspiración y la intuición se manifiestan de la
siguiente manera: en la vecindad del corazón físico se forma un
nuevo centro en el cuerpo etérico: éste se convierte en un órgano
etérico.
Desde este órgano, movimientos y corrientes muy
diferentes fluyen hacia las diversas extremidades del cuerpo humano;
los más importantes fluyen hacia las flores de loto, interpenetran
los pétalos individuales y luego fluyen de nuevo, derramándose como
rayos en el espacio exterior.
Cuanto más ha evolucionado el
hombre, mayor es el espacio a su alrededor en el que estas corrientes
son perceptibles.
Si la disciplina que se sigue es justa y
regular, el punto central en la proximidad del corazón no es el
primero en formarse; se requiere pasar por un período de
preparación.
Al principio se forma un centro provisional en la
cabeza; luego se mueve y desciende en la proximidad de la laringe, y
finalmente se mueve en la región del corazón físico.
Si
la evolución fuera irregular, ese órgano podría constituirse desde
el principio en la proximidad del corazón; pero en tal caso, en
lugar de una clarividencia tranquila y regular, el discípulo se
vería expuesto al peligro de caer en aberraciones y fantasías.
En
el curso posterior de su desarrollo, el discípulo logra que estas
corrientes y órganos de su cuerpo etérico sean independientes del
cuerpo físico, y que puedan ser utilizadas por separado; las flores
de loto sirven entonces como instrumentos para mover el cuerpo
etérico.
Antes de que esto pueda ocurrir, deben haberse formado
ciertas corrientes e irradiaciones alrededor del cuerpo etérico
interior, que envuelven ese cuerpo como una fina red y lo delimitan
como un ser separado; cuando esto ha tenido lugar, los movimientos y
corrientes del cuerpo etérico pueden conectarse libremente con el
mundo anímico-espiritual exterior y unirse con él, de modo que los
acontecimientos anímico-espirituales exteriores e interiores del
cuerpo etérico humano puedan combinarse y unirse.
Cuando esto
sucede, ha llegado el momento en que el hombre percibe
conscientemente el mundo de la inspiración.
Este conocimiento es
diferente al del mundo físico-sensible.
En este último se
reciben las percepciones a través de los sentidos y luego se forman
representaciones e ideas a partir de ellas; esto no sucede en el
conocimiento a través de la inspiración.
En este se sabe
directamente, por conocimiento inmediato; no hay reflexión después
de la percepción.
Lo que en el conocimiento físico sensible se
adquiere justo después de la percepción, a través de la reflexión,
en la inspiración se consigue inmediatamente, al mismo tiempo que la
percepción.
Por lo tanto, uno correría el peligro de fluir y
perderse completamente en el ambiente espiritual circundante, de tal
manera que ya no podría distinguirse de él, si la red descrita no
se hubiera formado en el cuerpo etérico.
Los
ejercicios destinados a la intuición ejercen una acción no sólo
sobre el cuerpo etérico, sino también sobre las fuerzas
suprasensibles del cuerpo físico.
Sin embargo, no hay que creer
que dan lugar a una acción sobre el cuerpo físico que sea
perceptible para nuestros sentidos habituales; tales efectos sólo
son reconocibles por el conocimiento clarividente, pero no por el
conocimiento exterior.
Aparecen como resultado de la madurez de la
conciencia cuando la conciencia puede tener experiencias en la
intuición, aunque ha eliminado todas las experiencias exteriores e
interiores que ha conocido hasta entonces.
Pues bien, las
experiencias de la intuición son delicadas, íntimas y tenues; el
cuerpo humano físico, en el estado actual de su evolución, es tosco
en comparación con ellas, y por lo tanto opone una fuerte
resistencia al resultado de los ejercicios que apuntan a la
intuición.
Pero si se continúa con energía y perseverancia y
con la necesaria calma interior, terminan triunfando sobre los
poderosos obstáculos del cuerpo físico.
El discípulo se da
cuenta del hecho de que gradualmente ciertas manifestaciones del
cuerpo físico, que antes se expresaban sin su conciencia, ahora se
vuelven voluntarias, y también lo observa por el hecho de que por un
corto tiempo siente la necesidad de regular, por ejemplo, su
respiración (o alguna otra función similar) para establecer un
cierto acuerdo, o armonía, con lo que se logra en el alma a través
de los ejercicios o la concentración interna.
La evolución ideal
debería ser ya tal que ningún ejercicio sea realizado por el cuerpo
físico en sí mismo, sino que todo lo que tiene que suceder en el
cuerpo físico es sólo el resultado de los ejercicios de intuición.
No hay comentarios:
Publicar un comentario