GA011 La Crónica del Akasha 9- COMIENZO DE LA TIERRA ACTUAL SEPARACiÓN DEL SOL

 

CAPITULO IX

COMIENZO DE LA TIERRA ACTUAL SEPARACiÓN DEL SOL



Vamos a seguir ahora la Crónica del Akasha hasta aquel remoto pasado en que comenzó nuestra Tierra actual. Hemos de entender con "Tierra", el estado de nuestro planeta capaz de sostener minerales, vegetales, animales y hombres en su forma actual, porque ese estado fue precedido por otros en los que los reinos mencionados tenían una forma muy distinta. Lo que hoy llamamos Tierra, sufrió muchas modificaciones antes de convertirse en portadora de nuestros actuales minerales, vegetales, animales y hombres. Los minerales, por ejemplo, también existían antes, pero en forma muy distinta. Ya hablaremos más tarde. Hoy llamaremos tan sólo la atención al modo en que el estado anterior se transformó para llegar al actual.

Podemos imaginarnos esa transformación hasta un cierto grado, si la comparamos al paso que hace una planta durante la etapa de semilla. Imaginemos una planta con raíz, tallo, hojas, flor y fruto, que acoge sustancias de su entorno y segrega otras, pero todo lo que en ella sea sustancia, forma y proceso, desaparece, excepto la minúscula semilla. La vida se desarrolla pasando por ese estado seminal y al año siguiente vuelve a surgir de la misma forma. Del mismo modo, todo lo que existía en nuestra Tierra en su anterior estado desapareció para resurgir tan sólo al estado actual. Lo que antes podíamos llamar mineral, vegetal y animal ha desaparecido, como en la planta desaparecen la raíz, tallo, etc.... En la Tierra, igual como en la planta, permaneció un estado germinal a partir del cual la forma antigua desarrollaría una nueva. Las fuerzas que provocarán la nueva forma yacen ocultas en la semilla. En el período del que hablamos, estamos tratando con una especie de germen de la Tierra, que contenía en su seno las fuerzas que habrían de conducir a la Tierra actual y que fueron adquiridas en estados precedentes. Sin embargo, no hemos de representarnos ese germen de la Tierra como si fuera algo material denso, como lo es el germen de una planta. Era más bien un germen de carácter anímico, hecho de la sustancia delicada, maleable y móvil que conocemos como" astral" en términos ocultistas.

En ese germen astral de la Tierra, nos encontramos al principio sólo con rudimentos humanos, los rudimentos de las futuras almas humanas. Todo lo que en estados anteriores de la Tierra había existido como mineral, vegetal y animal había sido absorbido en esos rudimentos humanos, fundiéndose con ellos. Antes de que el hombre entre en la Tierra, él es alma, una entidad astral y como tal aparece sobre la Tierra. Esta última existe en un estado de la más refinada sustancialidad, conocida en la literatura ocultista como el éter más sutil. De dónde provino esa Tierra etérea, lo veremos más tarde.

Los restos humanos astrales se entre-funden con ese éter e imprimen su naturaleza en él para convertirlo en semejanza de la entidad astral humana. En ese estado inicial nos encontramos con una Tierra etérea que sólo consiste en 'esos hombres etéreos y no es sino un conglomerada de ellos. En realidad, el cuerpo astral o el alma humana están fundamentalmente afuera del cuerpo etéreo y lo organiza desde afuera. Para el investigador espiritual, la Tierra aparece como una esfera compuesta a su vez de numerosas esferas etéreas más pequeñas –los hombres etéreos- y se halla envuelta por una cobertura astral, del mismo modo que hoy la atmósfera aérea envuelve a nuestro planeta. En esa envoltura astral (atmósfera) viven los hombres astrales y desde allí actúansobre sus semejanzas etéreas en las que crean órganos, produciendo vida etérea humana en ellas. Dentro de la Tierra en conjunto sólo existe un estado material, el sutil éter viviente. En los textos ocultista s, a esa primera humanidad se la llama la primera razaraíz, la polar.

El posterior desarrollo de la Tierra se produce con la transición de un estado de la materia a dos. Se segrega una sustancialidad más densa, dejando otra más sutil detrás de sí. La sustancialidad más densa se parece a nuestro aire y la más tenue es la que hace que se produzcan elementos químicos a partir de sustancia anteriormente indiferenciada. Junto a ellas, continúa existiendo el éter viviente, pues sólo una parte de él, se transforma en los estados materiales. De ese modo nos encontramos con tres sustancias presentes en la

Tierra física. Y si los seres humanos astrales, en la envoltura de la Tierra, antes sólo actuaban sobre un tipo de sustancialidad, ahora han de hacerla sobre tres. ¿Cómo lo hacen? Lo que se ha convertido en una especie de aire, en un principio, se resiste a su actividad y no acepta lo que se halla presente de una manera germinal en los hombres astrales completos. Como consecuencia de ello, la humanidad astral se ha de dividir en dos grupos. Uno de ellos actúa sobre la sustancialidad aeriforme y crea en ella una semejanza suya. El otro grupo logra más, ya que puede actuar sobre las otras dos sustancialidades y crear en ellas su semejanza, hecha de éter viviente, además de otro tipo de éter que genera las sustancias químicas elementales, un éter que llamamos éter químico. Pero ese segundo grupo de seres humanos astrales logró adquirir su capacidad superior separando de él una parte de su naturaleza astral (que vino a constituir el primer grupo) y condenándola a un tipo inferior de actividad. Si hubiera retenido dentro de sí las fuerzas capaces de realizar esa labor inferior, no podría haberse elevado a actividades superiores. Por ello nos encontramos con un proceso por el cual lo superior se desarrolla a expensas de algún elemento que ha de separarse de él.

Vemos así la siguiente imagen de la Tierra física en ese período: han surgido dos tipos de entidades. Primero, las entidades con un cuerpo aeriforme, sobre el cual actúa el ser astral correspondiente, que actúa desde afuera. Son seres zoomorfos que crean un primer reino animal en la Tierra, dotados de formas que hoy nos sorprenderían por su enorme peculiaridad. Pero hemos de tener en 'cuenta, que esa forma está constituida sólo de una sustancia aeriforme y no se parece a la de ninguno de los animales de hoy. Como máximo, podrían tener una cierta similitud a las conchas de algunas caracolas y moluscos actuales. Junto a esas formas animales, sigue adelante la evolución del hombre físico. El hombre astral, que ha ascendido a un nivel aún superior, genera una especie de réplica de sí mismo, hecha de los dos tipos de materia, el éter vital y el éter químico. Vemos pues, a un hombre hecho de cuerpo astral actuando sobre un cuerpo etéreo formado por dos tipos de éter: el éter vital y el éter químico. Por el éter vital, esa réplica física del hombre posee la capacidad de reproducirse a sí misma, de hacer que nazcan de ella seres de su propia especie. Por el éter químico, genera ciertas fuerzas que se parecen a las actuales energías de atracción y repulsión química. Gracias a ello, esa réplica del hombre puede atraer ciertas sustancias del entorno y combinarlas consigo mismo, segregándolas de nuevo por medio de las fuerzas de repulsión. Esas sustancias sólo pueden sacarse del reino animal antes descrito y del reino humano, lo que constituye un inicio de nutrición.

Por eso esas primeras réplicas humanas eran devoradoras de animales y hombres. Además de esos seres, continuaron existiendo los seres anteriores, compuestos tan sólo de éter vital; pero se atrofiaron porque tuvieron que adaptarse a las nuevas condiciones terrestres. Pasada toda una serie de transformaciones, acabaron desarrollándose a partir de ellos, los seres animales unicelulares y también las células que más tarde conformarían los organismos vivos más complejos.

Tiene lugar así el proceso siguiente: la sustancialidad aeriforme se divide en dos, una parte se hace más densa, acuosa, y la otra permanece aeriforme. El éter químico se divide también en dos nuevos estados materiales; uno de ellos se hace más denso y se convierte en lo que llamaremos l éter lumínico, que dotará a las entidades que lo poseen con el don de la luminosidad; el otro sigue existiendo como éter químico. Nos hallamos entonces con una Tierra física compuesta de los siguientes tipos de sustancias: agua, aire, éter de luz, éter químico y éter vital. Para que las entidades astrales puedan actuar sobre estos tipos de sustancia, se produce otro proceso en el que lo superior se desarrolla a expensas de lo inferior que acaba separándose. Con ello se generan los siguientes tipos de entidades físicas: primero aquellas cuyo cuerpo físico consta de agua y aire; luego entidades astrales más toscas que han sido separadas y que actúan sobre ellas, con lo cual se produce un nuevo tipo de animales de materialidad más densa que los animales precedentes. Otro nuevo grupo de entidades físicas tiene un cuerpo hecho de aire y éter lumínico combinados con agua. Son entidades parecidas a plantas, aunque su forma difiere mucho de las plantas actuales. Finalmente, el tercer nuevo grupo representa al hombre de la época. Su cuerpo físico está compuesto de tres tipos de éter: el éter lurnínico, el éter químico y el éter vital. Si consideramos que siguen además existiendo los descendientes de los antiguos grupos, podemos imaginarnos la enorme variedad de seres vivos que ya existían en esa etapa de la existencia terrestre.

Tiene lugar entonces un importante acontecimiento cósmico: el Sol se separa, y con ello ciertas fuerzas abandonan la Tierra. Son fuerzas hechas de una parte de lo que hasta entonces había vivido en la Tierra en los éteres vital, químico y lumínico; y que ahora se separan de la Tierra. Con ello se produce un cambio radical entre todos los grupos de seres terrestres que hasta entonces poseían esas fuerzas en su interior. Todos ellos sufrieron una transformación. Los que antes hemos llamado seres vegetales fueron los primeros en modificarse, porque una parte de sus fuerzas de éter lumínico les fue sustraída.

Y desde ese entonces, sólo pudieron desarrollarse como organismos cuando la fuerza de la luz, que se había separado de ellos, actuaba sobre ellos desde afuera. De ese modo, las plantas empezaron a ser influenciadas por la luz solar. Algo parecido sucedió con los cuerpos humanos.

Desde ese momento, su éter lumínico tuvo que actuar también junto al éter lumínico del Sol para poder seguir viviendo. Pero no sólo los seres que perdieron el éter lumínico fueron los afectados; también lo fueron los demás, porque en el mundo todo tiene una interacción mutua. Las formas animales que no contenían éter de luz habían sido anteriormente irradiadas por sus coetáneos en la Tierra y se habían desarrollado bajo esa irradiación.

Ellos también tuvieron ahora, que someterse a la influencia del Sol exterior. El cuerpo humano en particular, desarrolló órganos receptivos a la luz solar, es decir, los primeros rudimentos de los ojos humanos. Como consecuencia de la separación del Sol se produjo una mayor densificación material de la Tierra. De la sustancia líquida se formó la sólida¡ el éter lumínico se dividió a su vez, creándose así otro tipo de éter lumínico y un éter que dota a los cuerpos con la capacidad de aumentar la temperatura. Gracias a ello, la Tierra se convirtió en una entidad capaz de desarrollar calor en su interior y todos sus seres empezaron a recibir la influencia del calor. En el elemento astral tiene lugar un proceso similar al anterior, algunos seres se desarrollaron a un nivel superior a expensas de otros. Se separó así un grupo de seres bien equipados para actuar en la más tosca sustancialidad sólida. Con eso se desarrolló el firme esqueleto del reino mineral de la Tierra. Al principio, los reinos naturales superiores no actuaron sobre ese rígido esqueleto mineral, y por ello, podemos decir que existen en la Tierra, un reino mineral sólido y un reino vegetal, cuya sustancialidad más densa está hecha de agua y de aire. En este último reino, a raíz de lo sucedido, el cuerpo aeriforme se había condensado en cuerpo acuoso.

Existían además animales de las formas más variadas, algunos con cuerpos acuosos y otros aeriformes. El cuerpo humano también se vio sometido a un proceso de densificación, llegando a condensar su corporalidad más compacta hasta el nivel acuoso. El éter calórico recién generado impregnaba y recorría ese cuerpo de agua, lo cual le dio una sustancialidad que podríamos considerar gaseosa. Ese estado material del cuerpo humano se conoce en las obras de la ciencia iniciática con el nombre de niebla ígnea. El hombre se halla encarnado en ese cuerpo de niebla ígnea.

Con esto, el examen de la Crónica Akáshica ha llegado al punto inmediatamente anterior a la catástrofe cósmica producida por la separación de la Luna desde la Tierra.

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