GA011 la crónica del Akasha 1-LA CIVILIZACIÓN CONTEMPORÁNEA A LA LUZ DE LA CIENCIA ESPIRITUAL

 

LA CIVILIZACIÓN CONTEMPORÁNEA A LA LUZ DE LA CIENCIA ESPIRITUAL 

CAPITULO I

Quien observe el curso del desarrollo científico en las últimas décadas no duda de que se está reparando un profundo cambio. Hoy, cuando un científico habla de los llamados enigmas de la existencia, suena muy distinto de como se hablaba poco tiempo antes. A mitades del siglo XIX algunos de los espíritus más atrevidos vieron en el materialismo científico el único credo posible para quien estuviera familiarizado con los entonces recientes resultados de la investigación. En aquel entonces, era común decir: "Los pensamientos se relacionan con el cerebro del mismo modo que la vesícula con el hígado". Eso lo decía, por ejemplo, Karl Vogt, que en "La Fe del Carbonero y la Ciencia" (Kóhlerglauben und Wissenschaft) y en otros escritos declaró que todo lo que generara actividad espiritual estaba superado y que la vida anímica procedía del mecanismo del sistema nervioso y del cerebro, del mismo modo que un físico explica que el movimiento de las manecillas procede del mecanismo del reloj. Era la época en que la obra de Ludwig Buechner, "Kraft und Stoff" (Fuerza y Materia) se convirtió en una especie de evangelio entre los amplios círculos cultos. Podríamos decir que las mentes librepensadoras llegaron a esas convicción, por la poderosa impresión que causaron en aquella época los éxitos de la ciencia. Poco antes, el microscopio había mostrado que la síntesis de los seres vivos estaba hecha de sus partes más diminutas, las células. La geología, ciencia de la formación de la Tierra, había llegado a explicar la evolución de los planetas con las mismas leyes vigentes aún hoy. El darwinismo prometía explicar el origen del hombre de un modo completamente natural y comenzaba su victorioso curso por el mundo cultural con tanto éxito que, para muchos, pareció haber acabado con toda "fe antigua". Pero hace poco, todo eso empezó a cambiar. Es cierto que todavía podemos encontrar a rezagados que se aferran a dichas opiniones en hombres como Ladenburg, en el Congreso de Científicos en 1903, que proclaman el evangelio materialista; pero, frente a ellos se hallan otros que llegaron a hablar de modo distinto con la más madura reflexión sobre las cuestiones científicas. 

Acaba de aparecer una obra con el título "Naturwissenschaft und Weltanschauung" (Ciencia y Concepción del Mundo), escrita por Max Verworn, un fisiólogo de la escuela de Haeckel, donde podemos leer lo siguiente: "En realidad, si tuviéramos el más completo conocimiento de los procesos fisiológicos que tienen lugar en las células y fibras de la corteza cerebral relacionadas con los procesos psíquicos, si fuéramos incluso capaces de observar el mecanismo del cerebro del mismo modo que podemos mirar el funcionamiento de un reloj, sólo encontraríamos átomos en movimiento. Ningún ser humano podría ver o percibir con sus sentidos cómo surgen las sensaciones e ideas en ese mecanismo. Los resultados que la concepción materialista ha obtenido en su intento de reducir los procesos mentales a los movimientos de los átomos, ilustra claramente su eficiencia. Desde que existe, la concepción materialista no ha logrado explicar la sensación más simple con los movimientos de los átomos.

Así ha sido y lo será en el futuro. ¿Cómo sería concebible que las cosas que no son perceptibles a los sentidos, como son los procesos psíquicos, puedan explicarse por la mera disgregación de cuerpos mayores en sus partes más pequeñas? En último término, el átomo sigue siendo un cuerpo y ningún movimiento de átomos será capaz de establecer el puente entre el mundo material y la psique.

Por fructífero que sea el punto de vista materialista, como hipótesis de trabajo no dejará de ser, en el futuro, tan inútil como lo es como base de una concepción del mundo, y estoy hablando sólo de los éxitos de la química estructural. Lo que sucede es que en ese aspecto es demasiado estrecho. El materialismo filosófico ya cumplió su misión histórica. Ese .intento de llegar a una concepción científica del mundo ha fracasado para siempre".

Así es como, a principios del siglo XX, habla un científico sobre la concepción que a mediados del siglo XIX se había proclamado como el nuevo evangelio, reclamado por los avances de la ciencia. Los años cincuenta, sesenta y setenta del siglo XIX podemos llamarlos los años del clímax del materialismo.

La explicación de los fenómenos anímicos y espirituales en base a procesos puramente mecánicos ejerció una influencia fascinadora en esa época. Los materialistas podían decirse que habían ganado una victoria sobre los defensores de una concepción espiritual del mundo. También, los que no habían partido de estudios científicos engrosaron sus filas. Mientras Büchner, Vogt, Moleschott y otros todavía obraban con bases puramente científicas; en "La Antigua y la Nueva Fe" (Alten und neuen Glauben) 1872, David Friedrich Strauss intento lograr las bases para el nueva credo de sus ideas teológicas y filosóficas. Unas décadas antes ya había intervenido en la vida intelectual con su "Vida de Jesús" causando gran sensación. Parecía estar dotado de toda la cultura teológica y filosófica de su época. Lo que ahora decía era simplemente que la explicación materialista de los fenómenos del universo, incluido el hombre, había de crear la base de un nuevo evangelio, de una nueva comprensión y formación moral de la existencia. El que el hombre descendiera de antepasados puramente animales estaba a punto de convertirse en un nuevo dogma y a los ojos de los filósofos científicos, toda defensa del origen espiritual-anímico de nuestra especie se resumía en una anticuada superstición propia de la infancia de la humanidad, de la que no valía la pena ocuparse más. Los historiadores de la cultura, vinieron en ayuda de los que se habían basado en la ciencia. Las costumbres e ideas de las tribus salvajes fueron objeto de estudio. Los restos de culturas primitivas, como huesos de animales prehistóricos y las huellas de plantas extinguidas iban a testimoniar el hecho de que, cuando apareció el hombre en la Tierra, sólo se distinguía en grado de los animales superiores, y que anímica y espiritualmente se había elevado a su actual altura desde el nivel de puro y simple animalismo. Había llegado un momento en que todo en este edificio materialista parecía ser correcto. Bajo una especie de coacción, que las ideas de entonces ejercían sobre ellos, hombres considerados fervientemente materialistas habían escrito: "El estudio asiduo de la ciencia me ha llevado al punto de aceptarlo todo con calma, sobrellevar pacientemente lo inevitable y por lo demás, a intentar ayudar en la labor de reducir poco a poco la miseria de la humanidad. Los consuelos fantasiosos que la mente crédula busca en fórmulas maravillosas puedo dejarlos atrás con facilidad, porque mi imaginación recibe el más bello estímulo con la literatura y el arte. Cuando sigo el argumento de una gran obra teatral, o cuando, guiado por los científicos, viajo a otros astros, o por paisajes prehistóricos, cuando admiro la majestuosidad de la naturaleza en las cimas montañosas o cuando venero el arte del hombre en sonidos y colores, ¿no tengo ya suficiente para sentirme extasiado? ¿Necesito, pues, todavía algo que contradiga la razón? El temor a la muerte que atormenta a tantos devotos, me es completamente desconocido. Ya sé que no sobreviviré cuando se pudra mi cuerpo, igual como sé que no viví antes de nacer. Las agonías del purgatorio y del infierno no existen para mí. Adonde vuelvo es al reino ilimitado de la naturaleza, que abraza amorosamente a todos sus hijos. Mi vida no fue en vano, porque hice buen uso de las fuerzas que poseía. Me voy de la Tierra convencido firmemente de que todo se irá haciendo mejor y más bello". (Van Glauben zum Wissen. Ein lehrreicher Entwickelungsgang getreu nach dem Leben, geschildert van Kuno Freidank - De la Fe al Conocimiento. Un instructivo proceso evolutivo fiel a la vida, por Kuno Freidank). Muchos de los que todavía están sujetos a las coercitivas ideas que actuaron sobre los representantes de la concepción materialista del mundo en la época mencionada, siguen pensando así aún hoy en día. Pero los que intentaron mantenerse en las alturas del pensamiento científico han llegado a otras ideas. La primera respuesta al materialismo científico, hecha por un eminente científico en el Congreso de Científicos en Leipzig (1872)se hizo famosa. Du Bois Reymond hizo su charla sobre el "Ignorabimus". El intentó demostrar que ese materialismo científico sólo podía averiguar los movimientos de las minúsculas partículas materiales, y exigió que al hacer eso debía estar satisfecho. Pero al mismo tiempo recalcó que, al hacerla, no contribuía en ,nada a explicar los procesos anímicos y espirituales. Se puede tomar la actitud que se quiera, frente a esas afirmaciones de Du Bois Reymond, pero una cosa es cierta:

Representan un rechazo a la interpretación materialista del mundo, mostrando que, como científico, se podía perder confianza en esa interpretación.

La interpretación materialista del mundo había entrado en la fase en la que se declaraba inadecuada en lo que respecta a la vida anímica. Admitía su ignorancia (agnosticismo).

Es cierto que declaraba su intención de mantenerse "científico" y de no recurrir a otras fuentes de conocimiento, pero por otra parte no quería ascender con sus propios medios a una concepción superior del mundo. Recientemente Raúl Francé, un científico, mostró la inadecuación de los resultados científicos para llegar a una concepción superior del mundo. Esa es una tarea de la que quisiéramos volver a hablar más adelante. Cada vez han aumentado más los hechos que muestran la imposibilidad de intentar elaborar una ciencia del alma, investigando los fenómenos materiales. La ciencia se vio obligada a estudiar ciertos fenómenos "anormales" de la vida del alma, como son la hipnosis, la sugestión, el sonambulismo, etc. Se evidenció que, frente a dichos fenómenos, la visión materialista es del todo inadecuada para cualquier verdadero pensador. Los hechos que se descubrieron, no eran nuevos. Eran fenómenos que ya habían sido estudiados en tiempos anteriores y hasta principios del siglo XIX, pero que en la época del apogeo materialista se los había apartado a un lado como inconvenientes.

A este hecho se agregó algo más. Cada vez se hizo más evidente cuán débil era la base sobre la que habían edificado los científicos, incluso en sus explicaciones del origen de las especies animales y del hombre. Durante un período, las ideas de la "adaptación" y de la "lucha por la existencia", había ejercido una atracción al explicar el origen de las especies. Se descubrió que, al seguirlas, se habían estado siguiendo espejismos. Se formó así una escuela encabezada por Weismann que negaba que las características que un organismo había adquirido por la adaptación al medio pudiesen ser transmitidas por herencia, que de esa manera se produjera una formación de los organismos, y por tanto se atribuyó a la "lucha por la existencia" y se hablaba de la "omnipotencia de la selección natural".

En contraste a ello, se presentaron los que, apoyándose en hechos incuestionables, declararon que la "lucha por la existencia", se había mencionado en casos en los que nunca llegó a existir. Quisieron demostrar que nada se podía explicar por ello, hablando de una "impotencia de la selección natural". Y en los últimos años de Vries, pudo mostrar experimentalmente que los cambios, de un período de vida al otro, pueden suceder en saltos, por mutación. Con ello, lo que los darwinistas consideraban un firme dogma de fe, a saber, que las formas animales y vegetales sólo cambian gradualmente, empezó a tambalearse.

Cada vez más empezó a desaparecer el terreno bajo los pies, en el que se había estado construyendo durante décadas. Aun antes, otros científicos comprendieron que habían tenido que abandonar ese terreno; así por ejemplo, W.H. Rolph, que murió joven, en 1884 declaró en un libro "Problemas Biológicos con un Intento de Desarrollar una Ética Racional", que: "Sólo introduciendo la insaciabilidad se hace aceptable el principio darwiniano de la lucha por la vida. Porque sólo entonces tenemos una explicación del hecho de que, allí donde pueda, una criatura adquiera más de lo que necesita para mantener el status quo, que crezca con exceso cuando se le da ocasión...

Mientras que para los darwinistas no existe lucha por la existencia si la vida de una criatura no se ve amenazada; para mí, la lucha es omnipresente. Es primordialmente una lucha por la vida, por el aumento de la vida, no una lucha por la supervivencia."

Es natural que, ante esos hechos, los juiciosos admitan que: "El universo mental materialista no es adecuado para la construcción de una concepción del mundo. Si nos basamos en él, no podemos decir nada sobre los fenómenos anímicos y espirituales". Hoy día ya hay muchos científicos que intentan erigir una estructura del mundo por sí mismos, basados en ideas muy distintas.

Recordemos, por ejemplo, la obra del botánico Reincke, "Die Welt als Tat" (El Mundo como Acto). No obstante, se hace evidente que esos científicos no han sido instruidos impunemente en las ideas puramente materialistas.

Lo que dicen desde su nuevo enfoque, idealista, es pobre, sólo puede satisfacerlos durante un tiempo, pero no satisface a quienes miran más profundamente en los enigmas del mundo. Esos científicos no se deciden a acercarse a los métodos que proceden de la verdadera contemplación del espíritu y del alma. Tienen horror al "misticismo", a la "gnosis" o a la "teosofía". Eso es claro, por ejemplo, en la obra de Verworn antes citada, donde dice: "Existe un fermento en la ciencia. Cosas que parecían claras y transparentes a todo el mundo, se han hecho hoy nebulosas. Símbolos e ideas largamente probadas, con quien todo el mundo trataba y operaba sin titubeos, han empezado a tambalearse y se vuelven sospechosas.

Conceptos fundamentales como los de la materia, parecen verse zarandeados y el terreno más firme empieza a deslizarse bajo los pasos del científico. Sólo algunos problemas se sostienen con la firmeza de una roca, problemas frente a los cuales todo intento científico de solucionarlos se estrellaba. Frente a ese conocimiento, todo pesimista se echa resignadamente en brazos del misticismo, que ha sido siempre el último refugio del intelecto atormentado que no había encontrado salida. El hombre reflexivo busca nuevos símbolos y procura crear nuevas bases para seguir construyendo". Podemos ver, que por sus hábitos de conceptuación, el pensador científico actual, no está en posición de pensar en el "misticismo" sin considerarlo confusión y vaguedad intelectual. ¡Ya qué conceptos de la vida anímica tal pensador puede alcanzar! Al final de la obra antes citada, leemos: "El hombre prehistórico se formó la idea de la separación del cuerpo y del alma al encontrarse con la muerte. El alma se separaba del cuerpo y seguía llevando una existencia independiente de éste. Como no hallaba descanso, volvía como fantasma hasta que se la apaciguara por las ceremonias fúnebres. El hombre estaba aterrorizado por el temor y la superstición. Los restos de esas ideas han llegado hasta nuestra época. El temor a la muerte, es decir, de lo que sucede después, es algo muy extendido hoy en día. Pero ¡cuán distinto se presenta todo esto desde el punto de vista del psicomonismo!

Dado que las experiencias psíquicas del individuo sólo tienen lugar cuando existen ciertos vínculos regulares, cesan de existir cuando dichas conexiones son trastornadas de alguna manera, como sucede muchas veces al día.

Con los cambios corpóreos que se producen a la muerte, esas conexiones se extinguen. Y por tanto no puede permanecer ningún pensamiento ni sentimiento del individuo.

El alma individual está muerta. No obstante, las sensaciones, los pensamientos y sentimientos continúan viviendo, en otros individuos, más allá del individuo transitorio (que ha muerto), allí donde existan los mismos complejos y condiciones. Se transmiten de individuo a individuo, de generación a generación, de pueblo a pueblo. Tejen en el eterno telar del alma. Actúan en la historia del espíritu humano. Por eso, todos sobrevivimos a la muerte como eslabones en la gran cadena del desarrollo espiritual."

Sin embargo, ¿es eso distinto de la supervivencia de la ola en las otras que ella ha generado, desapareciendo ella misma? ¿Sobrevive uno realmente cuando continúa existiendo sólo en los efectos que ha producido? ¿No sobrevivimos de este modo de la misma manera como lo hacen los demás fenómenos, incluso los físicos? Podemos ver que la concepción materialista del mundo tenía que minar sus propios fundamentos, pero no puede establecer nuevos. Sólo una verdadera comprensión del misticismo, de la teosofía y de la gnosis le permitirá hacerla.

El químico Ostwald habló hace varios años, en el Congreso de Científicos en Luebeck, de la  superación del materialismo", y con dicho propósito fundó un nuevo periódico que trataba de la filosofía de la naturaleza. La ciencia natural está preparada para recibir los frutos de una concepción superior del mundo. Toda resistencia no conducirá a nada, al final habrá de tener en cuenta las necesidades del anhelante alma humana.


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