GA013 El conocimiento de los mundos superiores parte 1

 

LA CIENCIA OCULTA

Por Rudolf Steiner 

Índice


capítulo V


EL CONOCIMIENTO DE LOS MUNDOS SUPERIORES

1ª parte


En la actual etapa de la evolución hay tres posibles condiciones del alma en las que el hombre normalmente vive su vida entre el nacimiento y la muerte: despierto, durmiendo y, entre los dos, soñando.

Esta última será tratada brevemente en una parte posterior de este libro; por el momento consideraremos la vida simplemente como una alternancia entre sus dos condiciones principales: la vigilia y el sueño. Antes de que pueda "conocer" por sí mismo en los mundos superiores, el hombre tiene que añadir a estas dos una tercera condición del alma.

Durante la vida despierta se entrega a las impresiones de los sentidos, y a los pensamientos e imágenes que éstos evocan en él. Durante el sueño los sentidos dejan de causar ninguna impresión, y el alma pierde la conciencia. Toda la experiencia del día se hunde en el mar de la inconsciencia. Consideremos ahora cómo sería que el hombre pudiera ser consciente durante el sueño, a pesar de que todas las impresiones de los sentidos se borraran completamente, como ocurre en el sueño profundo. Ahora le quedaría algún recuerdo de lo que había sucedido mientras estaba despierto. ¿Se encontraría en una nada vacía? ¿Sería ahora totalmente incapaz de tener ninguna experiencia? La respuesta a esta pregunta sólo es posible si se puede producir en el hombre una condición parecida a la descrita, en la que sus sentidos permanecen completamente inactivos y no tiene ningún recuerdo de su actividad en las horas de vigilia, y sin embargo no está dormido sino despierto a otro mundo, un mundo de realidad, aunque en relación con el mundo exterior que le rodea esté igual que en el sueño.

De hecho, tal estado de conciencia puede ser inducido en el hombre si está preparado para evocar dentro de sí el tipo de experiencia interior que la ciencia espiritual le permite desarrollar. Y todo lo que aquí se relaciona con los mundos que están más allá del mundo de los sentidos ha sido investigado en tal condición de conciencia. En los capítulos anteriores se ha dado alguna información sobre estos mundos superiores. El presente capítulo nos dirá - en la medida en que se encuentre dentro del alcance de este libro - los medios por los cuales el hombre puede alcanzar el estado de conciencia requerido para tal investigación.

Sólo en este aspecto es donde el estado superior de conciencia se asemeja al sueño: el sentido no recibe impresiones del exterior, y los pensamientos que han sido evocados por las impresiones de los sentidos también son borrados. Mientras que en el sueño el hombre, si carece del poder de tener una experiencia consciente, en este nuevo estado de conciencia conserva el poder. Se despierta en él una capacidad de experiencia consciente, que en cambio, en la vida ordinaria requiere ser estimulada por las impresiones de los sentidos. El despertar del alma a este estado superior de conciencia puede ser llamado Iniciación.

El camino que conduce a la Iniciación desplaza al hombre de la conciencia ordinaria del día y lo lleva a una nueva actividad del alma, al tiempo que hace uso de los órganos espirituales de percepción. Estos órganos están presentes en el hombre todo el tiempo, en estado germinal; sólo requieren ser desarrollados.

Ahora bien, puede suceder que en algún momento de su vida, sin hacer ninguna preparación especial para ello, una persona descubra que en su interior se han ido desarrollando órganos superiores de esta naturaleza. Esto significará que una especie de autodespertar involuntario ha tenido lugar. Encontrará que a través de esto se ha convertido en un hombre completamente cambiado. Toda su experiencia interior se ve enriquecida enormemente. Y estará plenamente persuadido de que ningún conocimiento del mundo físico podría proporcionarle tal felicidad, tal satisfacción serena, tal calor interior, como puede hacerlo el conocimiento que se abre ante sí ahora que tiene una facultad de cognición que es independiente de las impresiones físicas. La fuerza y la confianza fluirán en su voluntad desde el mundo espiritual.

Existen casos similares de autoiniciación, pero éstos no deben hacernos creer que debemos esperar a que se produzca tal fenómeno y no hacer nada para conseguir la iniciación mediante una disciplina regular.
No es necesario hablar aquí de la autoiniciación, porque la autoiniciación puede aparecer sin que se le someta a ninguna regla especial; sin embargo, debemos explicar cómo los órganos de percepción, cuyos gérmenes yacen latentes en el alma, pueden desarrollarse por medio de una disciplina.
Las personas que se sienten especialmente poco dispuestas a trabajar por su propia evolución, pueden decir fácilmente: "La vida humana está en manos de poderes espirituales; no hay que intervenir en su dirección; hay que esperar con calma el momento en que esos poderes consideren oportuno abrir al alma un nuevo mundo".

Para tales hombres el deseo de entrometerse en la sabia dirección de esos poderes espirituales es juzgado como algo presuntuoso, o como el fruto de una curiosidad indiscreta.
La gente que piensa de esa manera sólo podrá cambiar de opinión si alguna idea especial le causa una impresión suficientemente profunda.
Si, por ejemplo, dicen: "Esta sabia dirección me ha dado ciertas facultades; no me las ha dado para no darles uso, sino para usarlas. La sabiduría de la dirección consiste precisamente en el hecho de que ha puesto en mí las semillas para un estado de conciencia más elevado. La comprensión de esta dirección me impone el deber de hacer todo lo que pueda servir para el desarrollo de estas semillas.
Cuando tal pensamiento ejerce una impresión suficientemente fuerte sobre el alma, todas las dudas descritas anteriormente sobre el objetivo de una disciplina para lograr un estado de conciencia más elevado desaparecen.
Por supuesto, también puede plantearse otra objeción contra tal disciplina.
Se puede decir que el desarrollo de las facultades íntimas del alma penetra en el santuario más arcano del hombre; incluye en sí mismo una cierta transformación del ser humano interior. Los medios para esta transformación no pueden ser normalmente ideados por el hombre; el camino a un mundo superior sólo puede ser conocido por aquel que conoce el camino por su propia experiencia. Si uno se dirige a tal persona, se le da influencia sobre el santuario más íntimo del alma.
Aquellos que piensan de esa manera no se sentirían tranquilos aunque los medios para procurar un estado de conciencia más elevado fueran expuestos en un libro.
Porque poco importa que algo se nos comunique oralmente, o que una persona que posea el conocimiento de estos medios los exponga en un libro, en el que luego puedan ser leídos.

Bien es verdad, que hay algunas personas que tienen conocimiento de las normas necesarias para el desarrollo de los órganos de percepción espiritual, pero creen que no es apropiado confiar esas instrucciones a un libro; en su mayoría no aprueban la difusión de ciertas verdades referidas al mundo espiritual.
Pero este punto de vista, desde cierto aspecto, debe ser considerado como anticuado, con respecto a la actual etapa de evolución de la humanidad.
Es cierto que las normas en cuestión sólo pueden ser comunicadas hasta cierto punto; sin embargo, lo que se comunica es suficiente para que la persona que lo aplica a su alma llegue, en el curso de su desarrollo, al conocimiento que le permite descubrir su camino posterior. Sin embargo esto se desarrolla después, en un modo del que solo se puede uno hacer una idea mediante lo que previamente ha sido experimentado.
De todos estos hechos pueden surgir objeciones contra el camino del conocimiento espiritual.
Estas dudas se desvanecen cuando se examina el camino del desarrollo interior, indicado por la disciplina adecuada para nuestro tiempo.
Hablaremos aquí de esta disciplina y sólo mencionaremos brevemente otros métodos de instrucción.
La disciplina de la que nos ocupamos ahora confiere al que tiende con voluntad a su evolución superior los medios para emprender la transformación de su alma.
Sólo podría existir una influencia peligrosa en la naturaleza del discípulo si el maestro utilizara medios que escaparan a la conciencia del alumno para lograr esta transformación.
Pero ningún guía justo de la evolución espiritual hace uso de tales medios en nuestro tiempo; no hace del alumno un instrumento ciego, sino que le señala las normas a seguir, y el alumno las pone en práctica.
Cuando es necesario, también se explica la razón por la que se recomienda esta o aquella regla especial.

Para aceptar y aplicar esas normas, no es necesario que la persona que desea desarrollarse espiritualmente se abandone a una fe ciega; al contrario, en este campo esto queda absolutamente excluido.
Quien contempla la naturaleza del alma humana, por medio de la simple observación de sí mismo, y sin la ayuda de ninguna disciplina oculta especial, puede preguntarse, cuando se le indican las normas aconsejadas por la disciplina espiritual: ¿qué acción pueden ejercer estas normas en la vida del alma?
Esta pregunta puede ser respondida satisfactoriamente, independientemente de cualquier disciplina, siempre y cuando se desee hacer un uso sin ideas preconcebidas del sano intelecto humano.
Podemos formarnos ideas exactas sobre el modo de acción de estas normas antes de adoptarlas; pero ciertamente no podemos experimentar sus efectos hasta después de ponerlas en práctica.
Pero incluso entonces la experiencia irá de la mano de la comprensión, siempre que se aplique el criterio del sano sentido común en cada etapa.
La verdadera Ciencia del Espíritu en la actualidad sólo indicará las normas a seguir, las cuales pueden ser juzgadas con un criterio sólido.
Para la persona que esté dispuesta a dedicarse únicamente a tal disciplina, y a no dejarse llevar por ningún prejuicio a la fe ciega, toda duda se desvanecerá pronto.
Las objeciones que se hagan contra una disciplina regular para alcanzar un estado de conciencia más alto no le perturbarán.
Incluso para la persona dotada de madurez interior, la cual puede ser conducida en un tiempo más o menos corto al autodespertar de los órganos espirituales de percepción, la disciplina le beneficiará, de hecho, le será especialmente conveniente; pues salvo en algunos casos, una persona en tal condición está mayormente obligada, antes de la autoiniciación, a seguir caminos secundarios, transversales e inútiles.
La disciplina le ahorra estas encrucijadas y la lleva en la dirección correcta.

Cuando en un alma se produce una iniciación espontánea, ésta proviene del hecho de que en el curso de vidas anteriores ha adquirido la madurez adecuada.
Si bien, a menudo se da el caso de que tal alma es vagamente consciente de su propia madurez y esto puede llevarla a rechazar cualquier disciplina.
Tal sentimiento puede generar un cierto orgullo, que dificulta la confianza en la verdadera disciplina espiritual.
Un cierto grado de desarrollo del alma puede permanecer oculto hasta una cierta edad y sólo entonces se revela.
Es importante evitar ciertos malentendidos que podrían establecerse fácilmente, en lo que respecta a la disciplina del conocimiento suprasensible, como se expone aquí.
Uno de estos malentendidos consiste en creer que esta disciplina tiene como objetivo transformar radicalmente al hombre en toda su vida.
Pero no se trata ya de dar al hombre reglas generales de vida, sino de exponerle ciertas operaciones del alma que, si se realizan, le dan la posibilidad de observar el mundo suprasensible.
Estas operaciones no tienen una influencia inmediata sobre la parte de su vida que no se refiere a la observación de lo suprasensible; esta última facultad la adquiere el hombre además de sus otras facultades.
La manifestación de esa facultad de observación está tan separada del resto de la vida como el despertar del sueño, de modo que una no puede perturbar de ninguna manera a la otra.
Cualquiera que, por ejemplo, quisiera interpenetrar el curso ordinario de la vida con las impresiones de la visión suprasensible, parecería un enfermo cuyo sueño es constantemente interrumpido por tormentosos despertares.
Quien haya sido sometido a esa disciplina debe serle posible por propia voluntad, provocar el estado de observación de la realidad suprasensible.

Es cierto, sin embargo, por otra parte, que existe un vínculo indirecto entre la disciplina oculta y ciertas reglas de la vida, porque sin una entonación ética, impresa en la propia vida, la percepción de lo suprasensible es imposible o perjudicial.
Por lo tanto, no pocos de los factores que contribuyen a la visión de lo suprasensible son al mismo tiempo medios de ennoblecer la conducta de la vida.
Y por otro lado, la percepción del mundo suprasensible permite reconocer ciertos impulsos morales que también se aplican al mundo físico-sensible.
Sólo desde el mundo espiritual es posible reconocer ciertas necesidades morales.
Otro malentendido sería creer que cualquier operación del alma que pretenda conducir al conocimiento suprasensible tiene que ver con modificaciones de la organización física del hombre.
Por el contrario, esas operaciones no tienen nada que ver con ningún fenómeno que sea del dominio de la fisiología o de cualquier otra rama de las ciencias naturales; son procesos puramente animico-espirituales, tan alejados de todo lo físico como del pensamiento y la percepción normales.
La naturaleza de tales procesos del alma no difiere en su calidad de la que se produce cuando tiene lugar un pensamiento o juicio sano.
Los procesos de una verdadera disciplina para el conocimiento suprasensible tienen tanto o tan poco que ver con el cuerpo como el pensamiento normal.
Todo lo que se comporta de manera diferente en este sentido no es una verdadera disciplina espiritual, sino sólo una deformación de la misma.
La siguiente exposición debe ser tomada en el sentido que se menciona ahora.
Se puede suponer que el entrenamiento que ahora se va a describir cumple las condiciones que hemos visto que son necesarias. Sólo porque el conocimiento suprasensible es algo que involucra todas las facultades del alma del hombre, es por lo que podría parecer que exige cambios abrumadores en él. Sin embargo, en realidad, se trata simplemente de esto: se dan instrucciones que, si se siguen, permitirán al alumno tener momentos en su vida en los que pueda contemplar lo suprasensible.

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El objetivo de este blog es publicar en Internet todo el material fuente existente para las transcripciones de las conferencias de Rudolf Steiner de la forma más completa posible, para que este gran tesoro esté disponible para toda la humanidad. Se trata de notas de oyentes, transcripciones de conferencias y, en su mayor parte, transcripciones en texto plano de conferencias estenografiadas, también conocidas como transcripciones en texto plano. De este modo, cualquiera puede comprobar por sí mismo, mediante comparaciones, qué dijo realmente Rudolf Steiner y cómo fue editado (y, por tanto, modificado) en las distintas ediciones. Y por último, pero no menos importante, también encontrarán mucho material inédito. La obra de Rudolf Steiner es de dominio público desde 1996 y, por tanto, pertenece legalmente a toda la humanidad. Él mismo habría elegido una fecha mucho más temprana para la publicación de su obra, como se desprende de los pasajes sobre propiedad intelectual que citamos a continuación; Incluso el período de protección de 30 años que se aplicaba entonces le parecía demasiado largo. ¿Y qué habría dicho sobre el hecho de que 85 años después de su muerte, parte de su obra docente siga inédita y acumulando polvo en los archivos? Él mismo encontró una expresión adecuada para esto: Fue puesto en un ataúd. Este sitio web está destinado a ayudar a liberarlo de este ataúd. "Lo que el hombre puede crear a partir de sus capacidades intelectuales se lo debe a la sociedad humana, al orden social humano. En realidad, no le pertenece. ¿Por qué gestionamos nuestra propiedad intelectual? Simplemente porque la produces; al producirla, demuestras que tienes la capacidad de hacerlo mejor que los demás. Mientras tengas esa capacidad mejor que los demás, gestionarás mejor esa propiedad intelectual al servicio del conjunto. Ahora la gente se ha dado cuenta al menos de que esta propiedad intelectual no se perpetúa sin fin. Treinta años después de la muerte, la propiedad intelectual pertenece a toda la humanidad. Cualquiera puede imprimir lo que yo he producido treinta años después de mi muerte. Puede utilizarlo como quiera; y eso está bien. Incluso estaría de acuerdo si hubiera más derechos en este ámbito. No hay otra justificación para la gestión de la propiedad intelectual que el hecho de que, porque se puede producir, también se tienen las mejores capacidades [...] Será una forma sana de socializar el capital si hacemos fluir en el organismo social lo que hoy se acumula como capital en el derecho de sucesiones, en el surgimiento de las pensiones, del derecho de las manos ociosas, de los derechos humanos superfluos, lo que así se acumula en capital; eso es lo que importa. Ni siquiera hace falta decir que la propiedad privada debe convertirse en propiedad social. El concepto de propiedad no tendrá ningún significado". Rudolf Steiner el 25 de abril de 1919