LA CIENCIA OCULTA
Por Rudolf Steiner
capítulo V
EL
CONOCIMIENTO DE LOS MUNDOS SUPERIORES
1ª parte
En la actual etapa de la evolución hay tres posibles condiciones del alma en las que el hombre normalmente vive su vida entre el nacimiento y la muerte: despierto, durmiendo y, entre los dos, soñando.
Esta última será tratada brevemente en una parte posterior de este libro; por el momento consideraremos la vida simplemente como una alternancia entre sus dos condiciones principales: la vigilia y el sueño. Antes de que pueda "conocer" por sí mismo en los mundos superiores, el hombre tiene que añadir a estas dos una tercera condición del alma.Durante la vida despierta se entrega a las impresiones de los sentidos, y a los pensamientos e imágenes que éstos evocan en él. Durante el sueño los sentidos dejan de causar ninguna impresión, y el alma pierde la conciencia. Toda la experiencia del día se hunde en el mar de la inconsciencia. Consideremos ahora cómo sería que el hombre pudiera ser consciente durante el sueño, a pesar de que todas las impresiones de los sentidos se borraran completamente, como ocurre en el sueño profundo. Ahora le quedaría algún recuerdo de lo que había sucedido mientras estaba despierto. ¿Se encontraría en una nada vacía? ¿Sería ahora totalmente incapaz de tener ninguna experiencia? La respuesta a esta pregunta sólo es posible si se puede producir en el hombre una condición parecida a la descrita, en la que sus sentidos permanecen completamente inactivos y no tiene ningún recuerdo de su actividad en las horas de vigilia, y sin embargo no está dormido sino despierto a otro mundo, un mundo de realidad, aunque en relación con el mundo exterior que le rodea esté igual que en el sueño.De hecho, tal estado de conciencia puede ser inducido en el hombre si está preparado para evocar dentro de sí el tipo de experiencia interior que la ciencia espiritual le permite desarrollar. Y todo lo que aquí se relaciona con los mundos que están más allá del mundo de los sentidos ha sido investigado en tal condición de conciencia. En los capítulos anteriores se ha dado alguna información sobre estos mundos superiores. El presente capítulo nos dirá - en la medida en que se encuentre dentro del alcance de este libro - los medios por los cuales el hombre puede alcanzar el estado de conciencia requerido para tal investigación.
Sólo
en este aspecto es donde el estado superior de conciencia se asemeja
al sueño: el sentido no recibe impresiones del exterior, y los
pensamientos que han sido evocados por las impresiones de los
sentidos también son borrados. Mientras que en el sueño el hombre,
si carece del poder de tener una experiencia consciente, en este
nuevo estado de conciencia conserva el poder. Se despierta en él una
capacidad de experiencia consciente, que en cambio, en la vida
ordinaria requiere ser estimulada por las impresiones de los
sentidos. El despertar del alma a este estado superior de conciencia
puede ser llamado Iniciación.
El camino que conduce a la
Iniciación desplaza al hombre de la conciencia ordinaria del día y
lo lleva a una nueva actividad del alma, al tiempo que hace uso de
los órganos espirituales de percepción. Estos órganos están
presentes en el hombre todo el tiempo, en estado germinal; sólo
requieren ser desarrollados.
Ahora bien, puede suceder que en
algún momento de su vida, sin hacer ninguna preparación especial
para ello, una persona descubra que en su interior se han ido
desarrollando órganos superiores de esta naturaleza. Esto
significará que una especie de autodespertar involuntario ha tenido
lugar. Encontrará que a través de esto se ha convertido en un
hombre completamente cambiado. Toda su experiencia interior se ve
enriquecida enormemente. Y estará plenamente persuadido de que
ningún conocimiento del mundo físico podría proporcionarle tal
felicidad, tal satisfacción serena, tal calor interior, como puede
hacerlo el conocimiento que se abre ante sí ahora que tiene una
facultad de cognición que es independiente de las impresiones
físicas. La fuerza y la confianza fluirán en su voluntad desde el
mundo espiritual.
Existen
casos similares de autoiniciación, pero éstos no deben hacernos
creer que debemos esperar a que se produzca tal fenómeno y no hacer
nada para conseguir la iniciación mediante una disciplina
regular.
No es necesario hablar aquí de la autoiniciación,
porque la autoiniciación puede aparecer sin que se le someta a
ninguna regla especial; sin embargo, debemos explicar cómo los
órganos de percepción, cuyos gérmenes yacen latentes en el alma,
pueden desarrollarse por medio de una disciplina.
Las personas que
se sienten especialmente poco dispuestas a trabajar por su propia
evolución, pueden decir fácilmente: "La vida humana está en
manos de poderes espirituales; no hay que intervenir en su dirección;
hay que esperar con calma el momento en que esos poderes consideren
oportuno abrir al alma un nuevo mundo".
Para
tales hombres el deseo de entrometerse en la sabia dirección de esos
poderes espirituales es juzgado como algo presuntuoso, o como el
fruto de una curiosidad indiscreta.
La gente que piensa de esa
manera sólo podrá cambiar de opinión si alguna idea especial le
causa una impresión suficientemente profunda.
Si, por ejemplo,
dicen: "Esta sabia dirección me ha dado ciertas facultades; no
me las ha dado para no darles uso, sino para usarlas. La sabiduría
de la dirección consiste precisamente en el hecho de que ha puesto
en mí las semillas para un estado de conciencia más elevado. La
comprensión de esta dirección me impone el deber de hacer todo lo
que pueda servir para el desarrollo de estas semillas.
Cuando tal
pensamiento ejerce una impresión suficientemente fuerte sobre el
alma, todas las dudas descritas anteriormente sobre el objetivo de
una disciplina para lograr un estado de conciencia más elevado
desaparecen.
Por supuesto, también puede plantearse otra objeción
contra tal disciplina.
Se puede decir que el desarrollo de las
facultades íntimas del alma penetra en el santuario más arcano del
hombre; incluye en sí mismo una cierta transformación del ser
humano interior. Los medios para esta transformación no pueden ser
normalmente ideados por el hombre; el camino a un mundo superior sólo
puede ser conocido por aquel que conoce el camino por su propia
experiencia. Si uno se dirige a tal persona, se le da influencia
sobre el santuario más íntimo del alma.
Aquellos que piensan de
esa manera no se sentirían tranquilos aunque los medios para
procurar un estado de conciencia más elevado fueran expuestos en un
libro.
Porque poco importa que algo se nos comunique oralmente, o
que una persona que posea el conocimiento de estos medios los exponga
en un libro, en el que luego puedan ser leídos.
Bien
es verdad, que hay algunas personas que tienen conocimiento de las
normas necesarias para el desarrollo de los órganos de percepción
espiritual, pero creen que no es apropiado confiar esas instrucciones
a un libro; en su mayoría no aprueban la difusión de ciertas
verdades referidas al mundo espiritual.
Pero este punto de vista,
desde cierto aspecto, debe ser considerado como anticuado, con
respecto a la actual etapa de evolución de la humanidad.
Es
cierto que las normas en cuestión sólo pueden ser comunicadas hasta
cierto punto; sin embargo, lo que se comunica es suficiente para que
la persona que lo aplica a su alma llegue, en el curso de su
desarrollo, al conocimiento que le permite descubrir su camino
posterior. Sin embargo esto se desarrolla después, en un modo del
que solo se puede uno hacer una idea mediante lo que previamente ha
sido experimentado.
De todos estos hechos pueden surgir objeciones
contra el camino del conocimiento espiritual.
Estas dudas se
desvanecen cuando se examina el camino del desarrollo interior,
indicado por la disciplina adecuada para nuestro tiempo.
Hablaremos
aquí de esta disciplina y sólo mencionaremos brevemente otros
métodos de instrucción.
La disciplina de la que nos ocupamos
ahora confiere al que tiende con voluntad a su evolución superior
los medios para emprender la transformación de su alma.
Sólo
podría existir una influencia peligrosa en la naturaleza del
discípulo si el maestro utilizara medios que escaparan a la
conciencia del alumno para lograr esta transformación.
Pero
ningún guía justo de la evolución espiritual hace uso de tales
medios en nuestro tiempo; no hace del alumno un instrumento ciego,
sino que le señala las normas a seguir, y el alumno las pone en
práctica.
Cuando es necesario, también se explica la razón por
la que se recomienda esta o aquella regla especial.
Para
aceptar y aplicar esas normas, no es necesario que la persona que
desea desarrollarse espiritualmente se abandone a una fe ciega; al
contrario, en este campo esto queda absolutamente excluido.
Quien
contempla la naturaleza del alma humana, por medio de la simple
observación de sí mismo, y sin la ayuda de ninguna disciplina
oculta especial, puede preguntarse, cuando se le indican las normas
aconsejadas por la disciplina espiritual: ¿qué acción pueden
ejercer estas normas en la vida del alma?
Esta pregunta puede ser
respondida satisfactoriamente, independientemente de cualquier
disciplina, siempre y cuando se desee hacer un uso sin ideas
preconcebidas del sano intelecto humano.
Podemos formarnos ideas
exactas sobre el modo de acción de estas normas antes de adoptarlas;
pero ciertamente no podemos experimentar sus efectos hasta después
de ponerlas en práctica.
Pero incluso entonces la experiencia irá
de la mano de la comprensión, siempre que se aplique el criterio del
sano sentido común en cada etapa.
La verdadera Ciencia del
Espíritu en la actualidad sólo indicará las normas a seguir, las
cuales pueden ser juzgadas con un criterio sólido.
Para la
persona que esté dispuesta a dedicarse únicamente a tal disciplina,
y a no dejarse llevar por ningún prejuicio a la fe ciega, toda duda
se desvanecerá pronto.
Las objeciones que se hagan contra una
disciplina regular para alcanzar un estado de conciencia más alto no
le perturbarán.
Incluso para la persona dotada de madurez
interior, la cual puede ser conducida en un tiempo más o menos corto
al autodespertar de los órganos espirituales de percepción, la
disciplina le beneficiará, de hecho, le será especialmente
conveniente; pues salvo en algunos casos, una persona en tal
condición está mayormente obligada, antes de la autoiniciación, a
seguir caminos secundarios, transversales e inútiles.
La
disciplina le ahorra estas encrucijadas y la lleva en la dirección
correcta.
Cuando
en un alma se produce una iniciación espontánea, ésta proviene del
hecho de que en el curso de vidas anteriores ha adquirido la madurez
adecuada.
Si bien, a menudo se da el caso de que tal alma es
vagamente consciente de su propia madurez y esto puede llevarla a
rechazar cualquier disciplina.
Tal sentimiento puede generar un
cierto orgullo, que dificulta la confianza en la verdadera disciplina
espiritual.
Un cierto grado de desarrollo del alma puede
permanecer oculto hasta una cierta edad y sólo entonces se
revela.
Es importante evitar ciertos malentendidos que podrían
establecerse fácilmente, en lo que respecta a la disciplina del
conocimiento suprasensible, como se expone aquí.
Uno de estos
malentendidos consiste en creer que esta disciplina tiene como
objetivo transformar radicalmente al hombre en toda su vida.
Pero
no se trata ya de dar al hombre reglas generales de vida, sino de
exponerle ciertas operaciones del alma que, si se realizan, le dan la
posibilidad de observar el mundo suprasensible.
Estas operaciones
no tienen una influencia inmediata sobre la parte de su vida que no
se refiere a la observación de lo suprasensible; esta última
facultad la adquiere el hombre además de sus otras facultades.
La
manifestación de esa facultad de observación está tan separada del
resto de la vida como el despertar del sueño, de modo que una no
puede perturbar de ninguna manera a la otra.
Cualquiera que, por
ejemplo, quisiera interpenetrar el curso ordinario de la vida con las
impresiones de la visión suprasensible, parecería un enfermo cuyo
sueño es constantemente interrumpido por tormentosos
despertares.
Quien haya sido sometido a esa disciplina debe serle
posible por propia voluntad, provocar el estado de observación de la
realidad suprasensible.
Es
cierto, sin embargo, por otra parte, que existe un vínculo indirecto
entre la disciplina oculta y ciertas reglas de la vida, porque sin
una entonación ética, impresa en la propia vida, la percepción de
lo suprasensible es imposible o perjudicial.
Por lo tanto, no
pocos de los factores que contribuyen a la visión de lo
suprasensible son al mismo tiempo medios de ennoblecer la conducta de
la vida.
Y por otro lado, la percepción del mundo suprasensible
permite reconocer ciertos impulsos morales que también se aplican al
mundo físico-sensible.
Sólo desde el mundo espiritual es posible
reconocer ciertas necesidades morales.
Otro malentendido sería
creer que cualquier operación del alma que pretenda conducir al
conocimiento suprasensible tiene que ver con modificaciones de la
organización física del hombre.
Por el contrario, esas
operaciones no tienen nada que ver con ningún fenómeno que sea del
dominio de la fisiología o de cualquier otra rama de las ciencias
naturales; son procesos puramente animico-espirituales, tan alejados
de todo lo físico como del pensamiento y la percepción normales.
La
naturaleza de tales procesos del alma no difiere en su calidad de la
que se produce cuando tiene lugar un pensamiento o juicio sano.
Los
procesos de una verdadera disciplina para el conocimiento
suprasensible tienen tanto o tan poco que ver con el cuerpo como el
pensamiento normal.
Todo lo que se comporta de manera diferente en
este sentido no es una verdadera disciplina espiritual, sino sólo
una deformación de la misma.
La siguiente exposición debe ser
tomada en el sentido que se menciona ahora.
Se puede suponer que
el entrenamiento que ahora se va a describir cumple las condiciones
que hemos visto que son necesarias. Sólo porque el conocimiento
suprasensible es algo que involucra todas las facultades del alma del
hombre, es por lo que podría parecer que exige cambios abrumadores
en él. Sin embargo, en realidad, se trata simplemente de esto: se
dan instrucciones que, si se siguen, permitirán al alumno tener
momentos en su vida en los que pueda contemplar lo suprasensible.
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