LA CIENCIA OCULTA
Por Rudolf Steiner
capítulo IV
LA
EVOLUCIÓN DEL MUNDO Y DEL SER HUMANO
1ª parte
De
las consideraciones anteriores se desprende que el ser humano está
constituido por cuatro elementos: el cuerpo físico, el cuerpo
etérico, el cuerpo astral y el vehículo del Yo.
El yo elabora
los otros tres principios y los transforma.
Como resultado de esta transformación, se constituyen el alma sensible, el alma racional y el alma consciente en un primer paso de la evolución; y en un paso más alto de la existencia humana, el Yo Espiritual, el Espíritu Vital y el Hombre-Espíritu.
Estos elementos de la naturaleza humana están en muchas y variadas relaciones con el universo entero, y su evolución está estrechamente conectada con la del propio universo.
Estudiando esta evolución, por lo tanto, el ojo puede penetrar en los misterios más profundos de esta entidad humana.
Es evidente que la vida humana está vinculada de las más variadas maneras con su entorno, con su medio ambiente.
Ahora, incluso la ciencia exterior, basándose en hechos, se ha visto obligada a admitir que la Tierra misma, la morada del hombre en el sentido más amplio de la palabra, ha sufrido una evolución; insinúa condiciones de existencia terrestre durante las cuales el hombre no existía en su forma actual en nuestro planeta; y también muestra cómo el hombre ha evolucionado desde las condiciones primitivas de la civilización hasta su estado actual.
Esta
ciencia también llega a la conclusión, por lo tanto, de que existe
una relación entre la evolución del hombre y la de su planeta, la
Tierra.
La Ciencia del Espíritu1
traza esta relación por medio de ese conocimiento, obteniendo sus
datos de la observación ejercida por la percepción acentuada de los
órganos espirituales; haciendo un seguimiento el devenir del hombre en el pasado, y es
evidente que el ser espiritual íntimo del hombre ha pasado por una
serie de existencias terrestres.
La búsqueda oculta, sin embargo,
llega así a una época muy remota en el pasado lejano, en el cual por
primera vez este ser humano interior se presentó en una vida
exterior en el sentido actual de la palabra.
Durante esta primera
encarnación terrenal, fue cuando el Yo comenzó su actividad en los
tres cuerpos: el astral, el etérico y el físico, y luego llevó los
frutos de este trabajo a la siguiente vida.
Si ascendemos en la
forma indicada hasta ese tiempo, nos damos cuenta de que el Yo
encuentra en su aparición en la Tierra, un estado en el que los tres
cuerpos: el físico, el etérico y el astral, ya están desarrollados
y han alcanzado una cierta disposición entre sí.
El Yo se une por
primera vez con la entidad constituida por estos tres cuerpos, y
a partir de entonces participa en el posterior desarrollo de estos tres
cuerpos; hasta ese momento estos tres cuerpos habían alcanzado sin
el Yo humano ese cierto grado de desarrollo en el cual el Yo los
encontró.
La Ciencia del Espíritu debe retroceder aún más en
su investigación, si quiere responder a las preguntas: ¿Cómo
llegaron estos tres cuerpos a esa etapa de la evolución, en la que
pudieron acoger en su interior un Yo?
¿Y cómo llegó a existir
este "yo" y cómo adquirió la capacidad de ejercer su
acción dentro de los propios cuerpos?
La
respuesta a tales preguntas sólo es posible si se sigue el devenir
del planeta Tierra desde el punto de vista de la Ciencia del
Espíritu.
Con tal investigación se llega a un comienzo del
planeta Tierra, mientras que el método de examen, que se basa
únicamente en los datos proporcionados por los sentidos físicos, no
puede llegar a resultados concluyentes sobre este comienzo de la
Tierra.
Una cierta teoría, usando tales deducciones, afirma que
toda la sustancia de la Tierra se ha formado a partir de una nebulosa
primordial.
Este trabajo no puede tener muy en cuenta tales
teorías, ya que la Ciencia del Espíritu no se ocupa tanto de los
procesos físicos de la evolución de la Tierra cuanto de las causas
espirituales que hay detrás de todo lo material.
Si nos
encontramos ante un hombre que levanta la mano, podemos considerar
este gesto suyo de dos maneras diferentes: podemos examinar el
mecanismo del brazo y del resto del organismo, y describir ese
procedimiento tal y como tiene lugar en el ámbito puramente
físico.
Pero también podemos dirigir nuestra mirada espiritual
hacia lo que ocurre en el alma de ese hombre, y que constituye la
causa anímica de ese movimiento.
De la misma manera, el
investigador formado en la percepción espiritual ve los procesos
espirituales detrás de todos los fenómenos del mundo físico
sensible.
Para él, todas las transformaciones materiales del
planeta terrestre no son más que manifestaciones de fuerzas
espirituales que subyacen detrás de todo lo material.
Sin embargo,
cuando esta observación espiritual de la vida de la Tierra va retrocediendo cada vez más al pasado, llega a un punto en la evolución en el cual,
por primera vez, todo lo material comienza su existencia: hasta ese punto en que el elemento material se desarrolla a partir del
espiritual, ya que antes sólo existía el elemento espiritual.
A
través de la observación espiritual se llega a percibir el elemento
espiritual, y se ve cómo más tarde se ha condensado, en cierto
modo, en parte en la materia.
Uno tiene ante sí un procedimiento
que tiene lugar -un escalón más alto por encima-, como quien
observa un recipiente con agua, en el que se van formando
gradualmente trozos de hielo como resultado del enfriamiento
artificial.
Así como lo que antes era agua se condensa en hielo,
así también, por medio de la observación espiritual, se puede seguir, como se han condensado de cierta manera a partir de un estado previo completamente espiritual, las cosas, los
procesos y las entidades materiales.
Por lo tanto, el planeta terrestre físico se ha
desarrollado a partir de una esencia espiritual cósmica, y todo lo
que está materialmente conectado con este planeta terrestre es una
condensación de lo que primero estuvo conectado con él sólo
espiritualmente.
Sin embargo, no hay que creer que en un momento
dado todo lo espiritual se haya transformado en materia; esto
representa siempre sólo una transformación parcial de la
espiritualidad original, que además, incluso durante el período de
evolución material, sigue siendo el verdadero principio rector.
Es
evidente que el hábito mental, que sólo se aferra a las
manifestaciones físicamente sensibles, y a lo que el intelecto puede
deducir de ellas, no logra formarse un concepto de tal elemento
espiritual.
Supongamos que existiese un ser dotado de sentidos capaces sólo de percibir el hielo, pero no ese estado más sutil del agua del cual el hielo se deriva por enfriamiento; para dicho ser el agua no existiría y sólo podría percibir aquellas partes de ella que se han transformado en hielo.
De la misma manera, la esencia espiritual, que está detrás de los procesos terrenales, permanece oculta al hombre, que sólo da pábulo a lo que es perceptible para los sentidos físicos.
Y si, a partir de los hechos físicos que está observando realmente, se forma las conclusiones correctas respecto de las condiciones originales del planeta Tierra, sólo puede volver al punto de evolución donde una parte de la espiritualidad primitiva comenzó a condensarse en la materia; esto es igualmente poco visible para tal método de investigación, al igual que la espiritualidad que aún hoy impera detrás de todo lo que es material, sin que sea vista.
Sólo
en los últimos capítulos de esta obra se puede hablar de las formas
en que el hombre adquiere la capacidad de percibir espiritualmente
las condiciones primitivas de la Tierra.
Mencionaremos aquí sólo
brevemente, que los hechos del pasado muy remoto no se pierden en la
investigación espiritual.
Cuando un ser llega a una existencia
corpórea, la consecuencia de la muerte de su cuerpo consiste en que perece su parte
material.
Pero las fuerzas espirituales que están en el origen de esta corporeidad no desaparecen de la misma manera; sino que dejan su rastro, su huella exacta en la sustancia espiritual del mundo; y aquel que se hace capaz de elevarse a la percepción del mundo invisible, a través del mundo visible finalmente llega a ver ante él algo, que podría compararse a un vasto panorama espiritual, en el que están registrados todos los acontecimientos pasados del mundo.
A estas huellas indelebles de todo lo que es espiritual, la ciencia oculta le da el nombre de la Crónica del Akasha, donde el
término sustancia-akashika tiene por objeto caracterizar el elemento
espiritual perenne del universo, en contraposición a sus formas
caducas.
Aquí es oportuno repetir que la investigación en las
regiones de la existencia antes mencionadas sólo puede ser llevada
a cabo con la ayuda de la percepción espiritual, y por lo tanto, en
el campo que estamos examinando, sólo a través de la lectura de la
mencionada Crónica del Akasha.
Lo que ya se ha dicho
anteriormente en este libro en otros casos similares también se
aplica aquí.
Los
hechos suprasensibles sólo pueden ser investigados mediante la
percepción suprasensible; pero cuando han sido investigados y son
comunicados por la ciencia oculta, pueden ser comprendidos mediante
el razonamiento normal, siempre que esté verdaderamente desprovisto
de ideas preconcebidas.
En las páginas siguientes expondremos las
condiciones de la evolución de la Tierra desde el punto de vista del
conocimiento suprasensible, y seguiremos las transformaciones de
nuestro planeta hasta las condiciones de vida en las que se encuentra
actualmente.
Si alguien observa con una mente verdaderamente
abierta lo que actualmente se manifiesta a la simple percepción
sensorial, y luego acepta en sí mismo lo que el conocimiento
suprasensible dice al respecto, es decir, cómo se ha desarrollado el estado actual a partir de un pasado muy
lejano, tendrá que decirse a sí
mismo: en primer lugar, lo que dice la ciencia oculta es
perfectamente lógico; en segundo lugar, puedo estar en lo cierto,
que las cosas han llegado a ser como son hoy, si acepto correctamente
las comunicaciones de la investigación suprasensible.
A este
respecto, hablando de "lógica", no quiero decir, por
supuesto, que en alguna exposición de la investigación científica
oculta no se puedan infiltrar errores de lógica.
También aquí
hay que hablar de la lógica sólo en el sentido del que se habla de
ella en la vida habitual del mundo físico.
Así como en este
ámbito es necesaria una exposición lógica, aunque tal o cual
exposición de un determinado campo de hechos se exponga a cometer
errores de lógica, así también es el caso de la investigación
suprasensible.
Incluso puede suceder que un investigador, capaz de
percibir las regiones suprasensibles, esté sujeto a errores de
exposición lógica, y puede ser corregido por otra persona que sea
incapaz de percibir lo suprasensible, pero que en cambio esté dotada
de un pensar saludable.
Pero en realidad no se puede plantear
ninguna objeción seria contra la lógica que se ha aplicado en la
investigación suprasensible.
Tampoco es necesario decir que
contra los propios hechos no se puede plantear ninguna objeción
basada en simples razones lógicas.
Así como en el campo del mundo físico no se puede probar lógicamente la existencia o no de una ballena, sino sólo mediante la observación directa, asimismo tampoco se pueden conocer los hechos antes mencionados mediante la percepción espiritual.
Es necesario, sin embargo, repetir con insistencia a los que están a punto de estudiar las regiones suprasensibles, que antes de intentar acercarse a los mundos espirituales por percepción directa, es absolutamente necesario, adquirir una idea general de ellos por medio de la lógica mencionada, y más aún cuando se reconoce que el mundo manifestado a los sentidos puede ser fácilmente comprendido en todas partes cuando se presupone la rectitud de las comunicaciones de la ciencia oculta.
Toda experiencia en el mundo suprasensible sólo puede
hacerse a tientas y resultará ser incierta -e incluso peligrosa- si
se descuida el camino de preparación descrito.
Esa es la razón
por la cual en este libro se comunicarán primero los hechos
suprasensibles de la evolución terrestre, y sólo después se
hablará del camino hacia el conocimiento superior.
También hay
que tener en cuenta que un hombre que está familiarizado por la vía
del pensar puro con lo que el conocimiento superior tiene que
decirle, no está de ninguna manera en la misma condición que alguien que escucha el relato de un evento físico que él mismo no puede
ver.
Puesto que el pensar es en sí mismo ya una actividad
suprasensible; cuando se dirige hacia lo sensible, no puede por sí misma
conducir a procesos suprasensibles; pero cuando este pensar se dirige
hacia los procesos suprasensibles que muestra la ciencia oculta,
entonces por su propia virtud se eleva y penetra en el mundo
suprasensible.
De hecho, una de las mejores maneras de lograr la
percepción directa de las regiones suprasensibles es elevarse con el
pensar al mundo superior, meditando sobre lo que se comunica por la
ciencia oculta.
Tal
penetración va acompañada de la máxima claridad; por lo tanto, una
cierta escuela de investigación oculta considera que ese pensamiento
es el primer y mejor paso para cualquier disciplina científica
oculta.
Es fácil comprender que es imposible dar en esta obra
todos los detalles de la evolución terrestre, tal como resultan de
la investigación espiritual, para demostrar cómo se afirma lo
suprasensible en lo manifiesto.
Desde luego, no se pretendía
decir eso, cuando se dijo que lo oculto se puede encontrar en todas
partes, en sus manifestaciones externas.
Más bien, el concepto es
este: que poco a poco el hombre puede encontrar claro y comprensible
todo lo que se le presenta, si examina los hechos externos a la luz
de las enseñanzas ocultas.
Sólo en ciertos casos característicos
nos referiremos a las confirmaciones de lo oculto por medio de lo
manifiesto, para mostrar cómo, mientras lo deseemos, esto siempre
puede hacerse en el curso de la vida práctica.
1El término "Ciencia del Espíritu" se utiliza aquí, como aparece en el contexto, en el mismo sentido de "ciencia oculta", del conocimiento suprasensible.
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