GA013 El conocimiento de los mundos superiores parte 4

 

LA CIENCIA OCULTA

Por Rudolf Steiner 

Índice


capítulo V


EL CONOCIMIENTO DE LOS MUNDOS SUPERIORES

4ª parte


El propósito de la concentración (meditación) en las representaciones y sentimientos simbólicos descritos anteriormente es precisamente la formación de los órganos de percepción superior en el cuerpo astral del hombre.


En primer lugar, son creados por la sustancia de este cuerpo astral.
Estos órganos de percepción revelan un nuevo mundo, en el que el hombre aprende a conocerse a sí mismo como un nuevo Yo; los cuales se diferencian de los del mundo físico-sensorial ya por el hecho de que son órganos activos.
Mientras que los ojos y los oídos son pasivos y dependen de la luz y el sonido, en cambio, se puede decir que los órganos anímico-espirituales de percepción están continuamente activos mientras perciben, y que en cierto modo captan con plena conciencia los objetos y hechos que se les revelan.

De ahí proviene el sentido de que el conocimiento anímico-espiritual es una unión con los hechos que percibe, es "un vivir en ellos".
Los órganos anímico-espirituales individuales que se forman a partir de la sustancia del cuerpo astral pueden compararse con las "flores de loto", dada la forma que adoptan para la conciencia clarividente (uno debe darse cuenta claramente, por supuesto, de que este nombre se corresponde tan poco con los propios órganos, como el término "alas" =lóbulos cuando se aplica a los pulmones).
Ciertos métodos especiales de concentración interna ejercen una acción sobre el cuerpo astral, para determinar la formación de tal o cual órgano anímico-espiritual, tal o cual "flor de loto".
Después de lo que se ha expuesto en este trabajo, debería ser superfluo señalar que estos "órganos de percepción" no son algo que se asemeje significativamente al objeto del que reciben el nombre.
Estos "órganos" son verdaderamente suprasensibles y consisten en una cierta forma de actividad del alma; sólo existen en la medida y durante el tiempo en que el alma ejerce esta actividad.
Su presencia en el hombre tiene tan poco que ver con la presencia de algo físicamente perceptible como la de que haya un halo perceptible alrededor de un hombre cuando piensa.
Los malentendidos son inevitables para aquellos que quieren a toda costa imaginar de forma sensible lo que es suprasensible.
Aunque esta observación debe considerarse superflua, también siento que debo expresarla, pues siempre sucede una y otra vez que uno se encuentra con personas que dicen admitir la existencia de lo sobrenatural, pero que no aceptan en sus conceptos nada que no sea sensible; y, por otra parte, siempre hay opositores al conocimiento suprasensible, que afirman que el investigador de los mundos espirituales habla de las "flores de loto" como formaciones sutiles perceptibles para los sentidos.

Toda meditación correcta que tienda al desarrollo del conocimiento imaginativo produce un efecto en uno de esos órganos (en el libro "La Iniciación" se indican algunos métodos de meditación y ejercicios que actúan sobre diferentes órganos).

Una disciplina correcta regula los ejercicios individuales para el discípulo, de manera que se sucedan unos a otros, dando a los órganos la posibilidad de formarse individualmente o en forma consecutiva.

Para lograrlo, el discípulo debe tener mucha paciencia y perseverancia, pues no le bastará con la paciencia que se adquiere en las condiciones ordinarias de la vida.

Los órganos tardan mucho tiempo, de hecho mucho tiempo, en servirle al discípulo para percibir en los mundos superiores; en ese momento el discípulo produce lo que se llama iluminación, mientras que la preparación o purificación consiste, en cambio, en ejercicios para la formación de los órganos (se usa el término "purificación", porque por medio de estos ejercicios el discípulo purifica un cierto campo de su vida interior de todo lo que proviene de la observación del mundo sensible).

A veces sucede que antes de la iluminación real, el hombre recibe repetidamente destellos de luz del mundo superior; tiene que recogerlos con gratitud, porque éstos ya le dan testimonio del mundo espiritual.

No debe vacilar, sin embargo, si durante su período de preparación, por mucho que le parezca, no se le dan estos flashes.

Además, un hombre que se impacienta, porque "todavía no ve nada", no ha adquirido la actitud correcta hacia el mundo superior, una actitud que sólo tiene quien considera los ejercicios y la disciplina casi como un fin en sí mismos.

Estos ejercicios son realmente una elaboración de la sustancia anímico-espiritual, es decir, del cuerpo astral del hombre, que puede "sentir" incluso cuando "no ve nada", que está procesando la sustancia anímico-espiritual.

Pero cuando tiene una idea preconcebida de lo que realmente quiere "ver", no experimenta esa sensación.
En ese caso no valorará lo que es de extraordinaria importancia.
Hay que observar cuidadosamente todo lo que se experimenta durante los ejercicios; estas experiencias son radicalmente diferentes de las del mundo sensible.
El discípulo notará entonces que el cuerpo astral en el que está trabajando no es una sustancia neutra, sino que en él vive un mundo completamente diferente, que no se conoce a través de la vida de los sentidos.
Las entidades superiores actúan sobre el cuerpo astral, al igual que el mundo externo físico-sensible actúa sobre el cuerpo físico.
El hombre en su cuerpo astral se enfrenta a la vida superior, siempre y cuando desee abrirse a el.
Cuando alguien siempre se repite a sí mismo: "No veo nada", suele suceder que ha imaginado a priori la aparición de lo que debe percibir, y como no ve lo que ha imaginado debe ver, dice: "No veo nada".
El hombre que, sin embargo, practica la disciplina con una actitud correcta, amará cada vez más esos ejercicios por lo que le traen; adquieren tal importancia para él como función vital que ya no puede renunciar a ellos.
También sabe que por medio de estos ejercicios actúa en un mundo espiritual animado y espera con paciencia y resignación el resultado de sus esfuerzos.
Esta actitud puede aparecer en la conciencia del discípulo con las siguientes palabras: "Quiero hacer todos los ejercicios que se me asignen, y sé que en el momento oportuno se me dará lo que me importa; no lo pido con impaciencia, sino que me preparo para aceptarlo".
Por otra parte, se puede objetar: "El discípulo de la Ciencia del Espíritu debe, pues, proceder en la oscuridad, tal vez durante mucho tiempo; pues ¿cómo puede saber que está en el buen camino, si no obtiene primero un resultado?

Pero no es cierto que sólo gracias a los resultados se llegue a conocer la bondad de la disciplina.
Cuando el discípulo tiene la actitud correcta hacia la disciplina, la satisfacción de los ejercicios mismos le muestra, antes que ningún resultado, que está en el camino correcto.
El ejercicio correcto de la disciplina espiritual trae una satisfacción que no es simplemente la alegría, sino el conocimiento; es decir, el conocimiento que nos permite decir, "Estoy haciendo algo que ciertamente me hará avanzar en la dirección correcta".
El discípulo puede obtener este conocimiento en cualquier momento, siempre y cuando observe cuidadosamente sus experiencias, de lo contrario pasará por delante de ellas como un caminante absorto en sus propios pensamientos, que no ve los árboles que bordean el camino, aunque ciertamente los vería, siempre y cuando los mire detenidamente.
No es en absoluto deseable acelerar la aparición de resultados distintos de los que deben acompañar naturalmente el curso de los ejercicios, pues podría ser fácilmente que esos resultados prematuros no fueran mas que una mínima parte de lo que realmente debería presentarse.
En el desarrollo espiritual, el éxito parcial es a menudo la causa de un largo retraso en el resultado completo.
El encuentro con las formas de vida espiritual, que corresponden al resultado parcial, hace al hombre insensible a las influencias de las fuerzas que conducen a etapas más elevados de desarrollo, y el éxito logrado por haber "mirado" finalmente en el mundo espiritual es sólo aparente; pues esta manera de mirarlo no conduce a la verdad, sino sólo a imágenes ilusorias.


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El objetivo de este blog es publicar en Internet todo el material fuente existente para las transcripciones de las conferencias de Rudolf Steiner de la forma más completa posible, para que este gran tesoro esté disponible para toda la humanidad. Se trata de notas de oyentes, transcripciones de conferencias y, en su mayor parte, transcripciones en texto plano de conferencias estenografiadas, también conocidas como transcripciones en texto plano. De este modo, cualquiera puede comprobar por sí mismo, mediante comparaciones, qué dijo realmente Rudolf Steiner y cómo fue editado (y, por tanto, modificado) en las distintas ediciones. Y por último, pero no menos importante, también encontrarán mucho material inédito. La obra de Rudolf Steiner es de dominio público desde 1996 y, por tanto, pertenece legalmente a toda la humanidad. Él mismo habría elegido una fecha mucho más temprana para la publicación de su obra, como se desprende de los pasajes sobre propiedad intelectual que citamos a continuación; Incluso el período de protección de 30 años que se aplicaba entonces le parecía demasiado largo. ¿Y qué habría dicho sobre el hecho de que 85 años después de su muerte, parte de su obra docente siga inédita y acumulando polvo en los archivos? Él mismo encontró una expresión adecuada para esto: Fue puesto en un ataúd. Este sitio web está destinado a ayudar a liberarlo de este ataúd. "Lo que el hombre puede crear a partir de sus capacidades intelectuales se lo debe a la sociedad humana, al orden social humano. En realidad, no le pertenece. ¿Por qué gestionamos nuestra propiedad intelectual? Simplemente porque la produces; al producirla, demuestras que tienes la capacidad de hacerlo mejor que los demás. Mientras tengas esa capacidad mejor que los demás, gestionarás mejor esa propiedad intelectual al servicio del conjunto. Ahora la gente se ha dado cuenta al menos de que esta propiedad intelectual no se perpetúa sin fin. Treinta años después de la muerte, la propiedad intelectual pertenece a toda la humanidad. Cualquiera puede imprimir lo que yo he producido treinta años después de mi muerte. Puede utilizarlo como quiera; y eso está bien. Incluso estaría de acuerdo si hubiera más derechos en este ámbito. No hay otra justificación para la gestión de la propiedad intelectual que el hecho de que, porque se puede producir, también se tienen las mejores capacidades [...] Será una forma sana de socializar el capital si hacemos fluir en el organismo social lo que hoy se acumula como capital en el derecho de sucesiones, en el surgimiento de las pensiones, del derecho de las manos ociosas, de los derechos humanos superfluos, lo que así se acumula en capital; eso es lo que importa. Ni siquiera hace falta decir que la propiedad privada debe convertirse en propiedad social. El concepto de propiedad no tendrá ningún significado". Rudolf Steiner el 25 de abril de 1919