GA011 La Crónica del Akasha 17- LA VIDA DE LA TIERRA

 

CAPITULO XVII

LA VIDA DE LA TIERRA



Ya hemos visto cómo se forman sucesivamente los elementos constitutivos de lo que se denomina la "naturaleza humana inferior", es decir el cuerpo físico, el cuerpo etéreo y el cuerpo astral. Igualmente hemos descrito cómo, cada vez que se añade un nuevo cuerpo, los precedentes deben siempre transformarse a fin de poder servir de soportes y de instrumentos al siguiente. A este progreso se añade el que realiza la conciencia humana.

Mientras el ser humano inferior, sólo posee el cuerpo físico, su estado de conciencia es profundamente oscuro e incluso no alcanza el nivel del dormir sin sueños actual, aunque para el hombre moderno este último estado sea ya de alguna manera" inconsciente". En la época en que aparece el cuerpo etéreo, el hombre accede a una conciencia igual a la del actual dormir sin sueños; con la formación del cuerpo astral se manifiesta una conciencia imaginativa crepuscular, que no iguala pero se asemeja a la que posee el hombre cuando sueña. Ahora describiremos el 4to. estado de conciencia, el del hombre terrestre actual. Se forma en el curso de la 4ta. era cósmica, la de la Tierra, que sucede a las de Saturno, Sol y Luna.

Sobre Saturno, la formación del cuerpo físico se ha hecho por etapas progresivas. En esta época, todavía no habría podido servir de soporte al cuerpo etéreo. Este sólo empieza a añadírsele durante la época solar Durante los ciclos sucesivos sobre el Sol, el cuerpo físico fue transformado de manera que pudiera servir de soporte a este cuerpo etéreo, es decir, para que el cuerpo etéreo pudiera trabajar en el cuerpo físico. Durante evolución lunar vino a añadirse el cuerpo astral; de nuevo los cuerpos físico y etéreo fueron transformados para servir de envolturas y de instrumentos adecuados al cuerpo astral. Por este hecho, en la Luna, el hombre es un ser compuesto de un cuerpo físico, de un cuerpo etéreo y de un cuerpo astral. Por su cuerpo etéreo puede sentir tanto la alegría como la pena; su cuerpo astral le hace un ser emotivo, capaz de cólera, de odio, de amor, etc.

Ya se dijo que Espíritus Superiores trabajaban en los diferentes elementos constitutivos de su ser. Es así como, en la Luna, el cuerpo etéreo ha recibido de los "Espíritus del Crepúsculo" la facultad de experimentar el placer y el dolor. Los "Espíritus del Fuego", por su parte, han dotado al cuerpo astral de emotividad. Al mismo tiempo, tenía lugar otro proceso durante los tres grandes ciclos, sobre Saturno, Sol y Luna. Durante el último ciclo saturnal, el "Hombre Espíritu" (Atma) fue formado con la ayuda de los "Espíritus de la Voluntad" (Tronos). En el curso del penúltimo ciclo solar se le añadió, gracias a la asistencia de los Querubines, el "Espíritu de Vida" (Budi).Y durante el antepenúltimo ciclo de la era lunar, el "Yo Espiritual" (Manas) pudo, gracias a la ayuda de los Serafines, unirse a los otros dos. En el transcurso de estos tres grandes ciclos,se han formado, de alguna manera, dos ramas de la humanidad: un hombre inferior compuesto de cuerpo físico, etéreo y astral, y luego un hombre superior, compuesto de "Hombre Espíritu" (Atma), de "Espíritu de Vida" (Budi) y de "Yo Espiritual". En un primer tiempo, la naturaleza inferior del hombre y su naturaleza superior tomaron caminos diferentes.

La evolución de la Tierra tiene por misión reunir estos dos principios humanos separados. Después del séptimo ciclo menor, toda la existencia lunar entra en una especie de sueño (Pralaya). Esto tiene por efecto mezclarlo todo y hacer una masa uniforme. Incluso el Sol y la Luna, que desde el último gran ciclo estaban separados, se amalgaman durante los últimos ciclos lunares. Cuando todo emerge de nuevo del sueño, es esencial que se produzca durante un primer ciclo menor, una repetición del estado saturnal, durante un segundo ciclo, el del estado solar¡ y durante un tercer ciclo, el de la evolución lunar. En el curso de este tercer ciclo, los seres que viven sobre esta Luna, que se ha separado de nuevo del Sol, recobran poco a poco el modo de existencia que tenían en la Luna. El hombre inferior aparece como un ser intermedio entre el hombre actual y el animal¡ las plantas se sitúan entre las actuales naturalezas animal y vegetal; los minerales sólo tienen en una mitad el carácter inerte que hoy conocemos, en la otra mitad son vegetales.

Durante la segunda parte de este tercer ciclo, otra cosa comienza a prepararse: Los minerales se solidifican y los vegetales pierden poco a poco el lado animal de su sensibilidad; el género único hombre-animal engendra dos categorías. Una permanece al nivel de la animalidad, y la otra ve el cuerpo astral dividirse en dos. Se forma una parte inferior que continúa sirviendo de envoltura a las emociones, y una parte superior que adquiere una cierta autonomía, haciéndose así capaz de ejercer una especie de dominio sobre los elementos constitutivos inferiores, sobre el cuerpo físico, el cuerpo etéreo y el cuerpo astral inferior. Luego intervienen los "Espíritus de la Personalidad" que se apoderan de este cuerpo astral superior para imprimirle la autonomía, al mismo tiempo que egoísmo. Desde entonces, el trabajo de los "Espíritus del Fuego" se limita al cuerpo astral inferior del hombre. mientras que los "Espíritus de la Personalidad" actúan en el cuerpo etéreo; en el cuerpo físico se establece la acción de la entidad a la que se puede designar como el verdadero antepasado humano. Con la ayuda de los Tronos, esta misma entidad había formado sobre Saturno el "Hombre Espíritu" (Atma); con la ayuda de los Querubines, sobre el Sol, el "Espíritu de Vida" (Budi); y con la ayuda de los Serafines, sobre la Luna, el "Yo Espiritual" (Manas). En lo sucesivo esto cambia. Los Tronos, los Querubines y los Serafines se elevan hacia esferas superiores; y el ser humano espiritual es asistido ahora por los "Espíritus de la Sabiduría", "del Movimiento" y "de la Forma". Están unidos con el

"Yo Espiritual", el "Espíritu de Vida" y el "Hombre Espíritu" (Manas, Budi, Atma). Con la ayuda de estos seres, la entidad humana, que hemos descrito, elabora su cuerpo físico en el curso de la segunda mitad del tercer ciclo de la Tierra. La acción más significativa viene de los "Espíritus de la Forma". Dan al cuerpo físico humano una forma que constituye una especie de precursor del futuro cuerpo humano del cuarto ciclo (el actual o la cuarta ronda). Unicamente los "Espíritus del Fuego" continúan actuando en el cuerpo astral de los seres animales retardados; en el cuerpo etéreo de los vegetales son los "Espíritus del Crepúsculo". Por el contrario, los "Espíritus de la Forma" participan en la transformación del reino mineral. Son ellos quienes lo endurecen, le dan una forma sólida y rígida. Sería falso pensar que el radio de acción de los espíritus mencionados se limita a lo que hemos caracterizado. Lo que hemos dicho sólo apunta a las orientaciones principales de estas actividades. De una forma secundaria todas las entidades espirituales actúan en todas partes. Así, por ejemplo, durante este período, la actividad de los "Espíritus de la Forma" se extiende igualmente sobre los cuerpos físicos de los vegetales y de los animales, etc.

Una vez terminado esto, hacia el final del tercer ciclo terrestre, todas las entidades, incluidos el Soly la Luna, se amalgaman y pasan por un corto período de sueño (pequeño Pralaya). Todo se funde entonces en una masa uniforme (caos);al final de este período comienza el cuarto ciclo terrestre en el que nos encontramos actualmente.

Al principio, todo lo que, del reino mineral, vegetal, animal y humano, tenía anteriormente su carácter propio, comienza a germinar y a distinguirse de esta masa indiferenciada. Al principio, sólo son los ancestros del hombre que reaparecen en forma de gérmenes autónomos, ancestros cuyo cuerpo astral superior, en el curso del precedente ciclo menor, se habían beneficiado de la acción de los "Espíritus de la Personalidad". Todos los otros seres de los reinos mineral, vegetal y animal aún no tienen aquí ninguna existencia autónoma. (En efecto, en este estadio, todo se encuentra todavía en un grado altamente espiritual que se denomina "informe" o "Arupa". En el nivel actual de la evolución sólo los pensamientos humanos más elevados, por ejemplo, los conceptos matemáticos y los ideales morales, están tejidos de esta sustancia a la que pertenecen todos los seres situados en el estadio del que hablamos). Lo que está por debajo de estos ancestros humanos sólo puede aparecer como actividad de un ser superior. Así los animales sólo existen como estados de conciencia propios de los "Espíritus del Fuego", y las plantas bajo la forma de estados de conciencia de los "Espíritus del Crepúsculo".

En cuanto a los minerales, tienen una doble existencia reflejada en el pensamiento. Primero existen como gérmenes de pensamiento en los antepasados humanos mencionados antes, y luego como pensamientos en el seno de la conciencia de los "Espíritus de la Forma". El "ser humano superior" (Hombre-Espíritu, Espíritu de Vida, Yo Espiritual) también existe en la conciencia de los "Espíritus de la Forma". Todo experimenta entonces una especie de densificación gradual. En el próximo estadio esta densidad no sobrepasa, sin embargo, la de los pensamientos. Los seres animales formados durante el ciclo precedente podrán ya manifestarse. Se desprenden de la conciencia de los "Espíritus del Fuego" y se convierten en seres de pensamientos autónomos. Este estadio es el que se denomina" de forma" o "Rupa". El hombre evoluciona aquí, en el sentido de que su cuerpo hecho de pensamientos, antes informe y autónomo, es envuelto por los "Espíritus de la Forma" por un cuerpo hecho de sustancia de pensamientos, más denso.

Los animales, como seres autónomos, sólo existen aquí bajo la forma de esta sustancia. Una nueva densificación se impulsa. El estadio que aquí se alcanza es comparable al que se teje por las representaciones sacadas de la conciencia imaginativa de sueño. Es el nivel que se denomina "astral". Luego, el antepasado del hombre inicia de nuevo su progresión. Su ser recibe todavía un cuerpo hecho de esa sustancia y que viene a añadirse a los otros dos cuerpos. Posee pues ahora un núcleo interior sin forma, un cuerpo de pensamiento y un cuerpo astral. Los animales reciben un mismo cuerpo astral, y las plantas, en tanto que entidades astrales autónomas, se desprenden de la conciencia de los "Espíritus del Crepúsculo".

El paso siguiente de la evolución consiste en una densificación aún más intensa que conduce al estadio llamado físico. Primero se está confrontado a un estado físico extremadamente sutil, el del éter más fino. El antepasado del hombre recibe de los "Espíritus de la Forma" el cuerpo etéreo más fino que viene a añadirse a los elementos constitutivos precedentes. Está constituido, pues, de un núcleo de pensamientos sin forma, de un cuerpo de pensamientos estructurado, de un cuerpo astral y un cuerpo etéreo. Los animales tienen un cuerpo de pensamiento estructurado, un cuerpo astral y un cuerpo etéreo. Las plantas tienen un cuerpo astral y un cuerpo etéreo. Los minerales aparecen aquí por primera vez en su forma etérea autónoma. En este nivel de la evolución nos encontramos, pues, con cuatro reinos, el mineral; el vegetal, el animal y el reino humano. En el curso de la evolución pasada, otros tres reinos han visto igualmente la luz. En la época en que los animales en estado de pensamiento (Rupa) se separaron de los "Espíritus del Fuego", los "Espíritus de la Personalidad", a su vez, también eliminaron ciertas entidades hechas de su sustancia de pensamiento indeterminado que se condensa como una nube, se disuelve, surge y fluye. En realidad, no debería hablarse de entidades autónomas, sino solamente de una masa global irregular. Se trata del primer reino elemental. En el nivel astral; algo semejante se desprende de los "Espíritus del Fuego". Se trata de imágenes o esquemas fantasmales que se asemejan a las representaciones producidas por fa conciencia imaginativa de sueño. Forman él segundo reino elemental. Finalmente, al inicio del estado físico, entidades con carácter de imágenes indeterminadas se desprenden de los "Espíritus del Crepúsculo". Tampoco son autónomas, pero saben expresar fuerzas que se asemejan a las pasiones y emociones humanas y animales. Estas emociones no autónomas que se mueven sin cesar forman el tercer reino elemental. A los seres dotados de una conciencia imaginativa de sueño, o a los que poseen conciencia imaginativa lúcida, estas criaturas del tercer reino elemental pueden aparecer bajo la forma de luz fluyente, de copos de color, de olores, de sabores, sonidos y ruidos de toda clase. Pero todas estas percepciones tienen algo de fantasmal.

Luego, la Tierra, emanando del conjunto astral precedente, se densifica en un cuerpo etéreo sutil; hemos de representárnoslo como un conglomerado compuesto de una masa a la vez etérea y mineral, vegetales, animales y seres humanos en estado etéreo. Las criaturas de los tres reinos elementales están igualmente presentes, llenando de alguna manera los espacios intermedios y penetrando incluso a los otros seres.

Este cuerpo terrestre está habitado por las entidades espirituales superiores que participan, de la manera más variada, en estos reinos. Forman, por decirlo así, una comunidad espiritual, un Estado espiritual, y el cuerpo terrestre que llevan, al igual que el caracol lleva su cáscara globular, les sirve de domicilio y de lugar de trabajo. En este estadio, el Sol y la Luna, que hoy están separados de la Tierra, todavía son parte integral de ella. Estos dos cuerpos celestes no se desprendieron de la Tierra hasta más tarde. En ese estadio, el ser humano superior ("Hombre-Espíritu", "Espíritu de Vida", "Yo Espiritual", Atma, Budi, Manas) no es autónomo. Todavía es uno de los componentes de este Estado espiritual y queda por el momento ligado a los "Espíritus de la Forma", de la misma manera que la mano forma parte del organismo humano y por tanto no es autónoma.

Así se presenta la formación progresiva de la Tierra hasta el momento en que se torna física. Expondremos a continuación el progreso que realiza durante ese estado.

Se comprobará que la descripción del desarrollo recorrido reunirá lo que ya hemos evocado en el curso de los precedentes capítulos de esta Crónica Akáshica concerniente a la evolución de la Tierra.

Los estados evolutivos que hemos denominado informe, con forma, astral o físico, y que se diferenciaban en el seno de cada ciclo menor (ronda), se llaman" globos", en lenguaje teosófico. Se habla en este caso de un globo Arupa, de un globo Rupa, de un globo astral y de un globo físico. Algunos han estimado que estas denominaciones eran inadecuadas. Pero no se trata de iniciar aquí una discusión sobre este asunto, pues lo único que cuenta son los hechos como tales. En lugar de inquietarse demasiado por el asunto de la denominación, es preferible intentar describir las cosas lo mejor posible. De todas formas, la terminología será siempre más o menos inadaptada. Cuando se trata de aplicar a los hechos del mundo espiritual nombres sacados del mundo sensible, está claro que sólo puede tratarse de comparaciones. Nuestra exposición relativa a la evolución de la humanidad alcanza el punto en que la Tierra entra en su proceso de condensación física. Intentemos representarnos esta etapa evolutiva del género humano. Lo que más tarde será el Sol, la Luna y la Tierra, constituye todavía un solo cuerpo hecho de una sustancia etérea muy fina.

La existencia de seres que ulteriormente serán los hombres, los animales, los vegetales y los minerales, se desarrolló por completo en esta sustancia. Para permitir un nuevo progreso de la evolución, este cuerpo cósmico debe primeramente convertirse en dos, uno que será el futuro Sol, y otro conteniendo aún reunidas la futura Tierra y la futura Luna. Este segundo cuerpo cósmico no se escindirá hasta más tarde, lo que será la Luna se desprende y abandona la Tierra, lugar, este último, en donde residirán el ser humano y las otras criaturas.

El que esté familiarizado con los escritos de ciencia oculta, debe saber que la división de este cuerpo cósmico unico en dos cuerpos, se desarrolló en la época que corresponde a la del desarrollo de la segunda raza principal de hombre. Los antepasados humanos de esta raza son descritos como formas en cuerpos etéreos sutiles. Sería un error creer que éstos habrían podido desarrollarse sobre la actual Tierra, una vez que se desprendió del Sol y hubo eliminado la Luna. Después de esta separación, tales cuerpos etéreos ya no podían existir. Siguiendo la evolución de la humanidad durante el ciclo descrito en nuestro estudio y que lleva hasta la época presente, se puede constatar una serie de estados principales, de los cuales el actual es el quinto. Nuestros relatos, sacados de la Crónica Akáshica, ya han tratado estos estados, Aquí simplemente recordamos lo que es necesario para profundizar nuestro estudio. El primer estadio principal muestra los antepasados humanos como entidades hechas de una sustancia etérea muy fina. Con una cierta imprecisión, la literatura teosófica corriente dice, de estas entidades, que constituyen la primera raza principal. En lo esencial, este estado se mantiene todavía durante la segunda época, en la que esta literatura sitúa la segunda raza principal. Hasta este estadio de la evolución, el Sol, la Luna y la Tierra forman todavía un solo cuerpo cósmico. Luego el Sol se desprende para convenirse en un cuerpo autónomo, sustrayendo a la Tierra, todavía unida a la Luna, todas las fuerzas que habían permitido al antepasado humano mantenerse en este estado etéreo. La separación del Sol condujo a una solidificación de las formas humanas y de las de los otros seres ligados al hombre. Estos seres deben, de alguna manera, instalarse en su nuevo lugar de residencia. Sin embargo, no sólo se alejan de esta morada las fuerzas materiales. También hay entidades espirituales que parten en ese momento, aquellas de las que hemos dicho que formaban en el seno de este cuerpo cósmico, todavía unido, una comunidad espiritual. Su existencia mantiene con el Sol relaciones más íntimas que con el cuerpo cósmico excretado por el Sol. Si estas entidades hubieran quedado unidas a las fuerzas que más tarde se desarrollaron sobre la Tierra y sobre la Luna, no habrían podido evolucionar hasta los niveles que se les había asignado. Para proseguir su desarrollo, necesitaban un nuevo lugar de permanencia.

Este les es ofrecido por el Sol después de que, de alguna manera, se ha purificado de las fuerzas terrestres y lunares. En el nivel en que se encuentran ahora estas entidades, sólo pueden influenciar a las fuerzas de la Tierra y de la Luna desde el exterior, a partir del Sol.

Se comprende ahora el significado de esta separación.

Ciertas entidades superiores al hombre habían realizado su evolución en este único cuerpo cósmico; ahora reivindican una parte de él para sus propias necesidades y ceden el resto a los hombres y a las otras criaturas.

La separación del Sol tuvo la consecuencia siguiente:

se produjo una revolución radical en la evolución del hombre y de las otras criaturas que cayeron, de alguna manera, de una forma de vida avanzada a una forma inferior. Se vieron obligados porque perdieron el contacto inmediato con estas entidades superiores. Pero su desarrollo se habría perdido en un callejón sin salida, si otros acontecimientos cósmicos no hubieran venido a reanimar la evolución y orientada hacia otros caminos. Apoyándose en las fuerzas que en la época permanecían todavía en el seno de la Tierra, y que actualmente se encuentran unidas a la Luna que se ha desprendido, hubiera sido imposible todavía progresar. Estas fuerzas no habrían permitido el nacimiento de la humanidad actual, sino solamente el de una especie de seres capaces de llevar a una animalidad desmesurada las cualidades de emotividad, de cólera, de odio, etc., desarrolladas en el transcurso del tercer gran ciclo lunar. Además, esto se produjo durante un cierto tiempo. La separación del Sol tuvo por consecuencia directa la formación del tercer estadio principal en el antepasado humano, del que la ciencia espiritual dice que es la tercera raza principal, la lemur. Aquí la palabra "raza" todavía no es muy afortunada para caracterizar este grado de evolución. En efecto, estos antepasados del hombre no pueden ser comparados a lo que designamos actualmente con la palabra "raza". Es importante saber que las formas de evolución tanto para el pasado lejano como para los tiempos futuros, son realmente diferentes de lo que conocemos actualmente, que nuestra terminología sólo es un mal sucedáneo, desprovisto de todo sentido, cuando se trata de épocas tan alejadas. No se puede comenzar a hablar de "razas" hasta el segundo tercio de la evolución del tercer estadio principal (el lemur). Allí comienza a formarse lo que actualmente denominamos una "raza". Durante la evolución atlante este "carácter de raza" se mantiene durante el cuarto estadio principal hasta el quinto estadio principal, el nuestro. Pero a partir del fin de nuestra quinta época la palabra "raza" perderá todo el significado. En el futuro la humanidad será dividida en fracciones que ya no se podrán llamar" razas". Sobre este punto la literatura teosófica corriente ha creado mucha confusión.

Ello es imputable sobre todo a la obra de Sinnet "El Buddhismo esotérico", que por otra parte tuvo el gran mérito de haber sido, en nuestra época, la primera obra que hacía populares las concepciones teosóficas. En ella, la evolución cósmica es presentada como si en el curso de los ciclos cósmicos las "razas" se repitieran al infinito y siempre de la misma manera. Pero este no es el caso. Incluso lo que merece ser llamado "raza" nace y desaparece.

La palabra "raza" debería servir para designar solamente un cierto período de la evolución humana. Antes y después de este período las formas de evolución son muy diferentes de las de las" razas". El riesgo que corremos al hacer esta afirmación se basa en el descifrado auténtico de la Crónica Akáshica. El autor sabe que está en perfecta conformidad con la verdadera investigación oculta. Sin esta seguridad, no se habría permitido jamás emitir tales objeciones destinadas a obras teosóficas meritorias. Permítaseme añadir la observación siguiente, aunque en el fondo sea superflua: las inspiraciones del gran maestro mencionado en "El Buddhismo esotérico" no están en contradicción con lo que hemos expuesto aquí; el malentendido es imputable solamente al hecho de que el autor de esa obra ha transpuesto, a su manera, en nuestro lenguaje humano corriente, la sabiduría difícilmente expresable de esas inspiraciones.

El tercer estadio principal del desarrollo de la humanidad se comprueba que es el del nacimiento de las "razas".

Este acontecimiento fue provocado por la Luna al desprenderse de la Tierra; separación que tuvo por consecuencia la aparición de dos sexos. Este estadio de la evolución humana es frecuentemente mencionado en la "Crónica del Akasha". Cuando la Tierra, todavía unida a la Luna, se desprendió del Sol, la humanidad no distinguía todavía entre el sexo masculino y el sexo femenino. Cada ser humano contenía en su cuerpo, hecho de una sustancia muy sutil, los dos sexos. Simplemente es preciso saber que estos antepasados bisexuados estaban en un nivel de desarrollo mucho más bajo que el hombre moderno.

Los instintos inferiores actuaban con una energía desmesurada, y no existía el mínimo rastro de un desarrollo espiritual. El incentivo de este desarrollo, así como el mantener en ciertos límites los instintos inferiores, están ligados al hecho de que, en la época en que la Tierra y la Luna se separaron, la primera se encontró en la zona de influencia de otros planetas. La actividad común de la Tierra y de otros planetas, su encuentro con estos nuevos planetas, constituye un hecho de la más alta importancia; esto concierne a la época que la Teosofía denomina lemur. Sera tema de un próximo capítulo de la Crónica del Akasha. Es bueno evocar una vez más, pero bajo un ángulo diferente, este camino de la evolución. Hay una razón muy precisa para ello, Nunca se estudiarán bastante las verdades concernientes a los mundos superiores, y esto a partir de las perspectivas más variadas. Debería verse que con cada punto de vista sólo se suministra finalmente un esbozo muy fragmentario. Solamente poco a poco, cuando han observado los fenómenos desde diversos lados, las impresiones recogidas se completan y forman un cuadro cada vez más vivo. Para acceder a los mundos superiores, el hombre tiene necesidad de tales imágenes y no de esquemas rígidos. Cuando más llenas de vida y color estas imágenes, más puede esperarse una aproximación a la realidad superior. Es evidente que son precisamente estas imágenes de los mundos superiores las que suscitan actualmente en muchos de nuestros contemporáneos una cierta desconfianza. Se aceptan de buen grado los esquemas de conceptos y clasificaciones conteniendo el mayor número posible de nombres relativos al Devacan, a la evolución planetaria, etc., pero se hacen remilgos cuando alguien se permite describir los mundos suprasensibles como un viajero caracterizaría los paisajes de América del Sur. Y sin embargo, hay que saber que, comparados a las imágenes llenas de vida, los nombres y las clasificaciones abstractos no son de ninguna utilidad.



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