GA011 La Crónica del akasha 5-LA RAZA LEMURICA

 



CAPITULO V

LA RAZA LEMURICA



En este capítulo, tocaremos un pasaje de la Crónica Akáshica que se refiere a un distante período prehistórico en el desarrollo de la humanidad. Es una época que precede a la descrita hasta ahora. Nos referimos a la tercera raza-raíz humana que ya dijimos que habitaba en el continente de la Lemuria. Según los documentos ocultos, ese continente se hallaba situado al Sur de Asia y se extendía aproximadamente entre Sri Lanka y Madagascar.

Lo que hoy es el sur de Asia y partes de África pertenecieron también a él. Aunque se ha tomado el máximo cuidado en descifrar la Crónica del Akasha, habrá que recalcar que, en ningún momento, se quiere reclamar un carácter dogmático a estas comunicaciones. Si, por un lado, no es fácil la lectura de cosas y sucesos tan remotos, traducir lo que se percibe en ellos y descifrarlo en el lenguaje actual, presenta obstáculos casi insuperables.

Más tarde ya daremos fechas, que se entenderán mejor cuando hayamos examinado todo el período lemur y también el de nuestra quinta raza-raíz hasta hoy.

Las cosas que aquí se comunican sorprenden incluso al ocultista que las lee por primera vez.

Por eso, sólo debiera comunicarlas después de un minucioso examen. La cuarta raza-raíz, la atlante, fue precedida por la llamada Lemur durante cuya evolución tuvieron lugar sucesos de la máxima importancia con respecto a la Tierra y el hombre. No obstante, hablaremos aquí primero del carácter de esta raza-raíz después de que hubieron sucedido dichos acontecimientos que trataremos más tarde. En esa raza, la memoria no estaba todavía desarrollada. Si los hombres podían hacerse representaciones de las cosas y los hechos, éstas no le quedaban en la memoria.

Por ello, carecían de un lenguaje en su verdadero sentido.

Lo que podían expresar eran más bien sonidos naturales que revelaban sus sensaciones: placer, alegría, dolor, etc., pero no designaban objetos externos.

Sus representaciones, no obstante, tenían una fuerza distinta de la que poseyeron en épocas más tardías. Con esa fuerza actuaban sobre el entorno. Otros hombres, animales, plantas e incluso objetos inertes, podían sentir esa acción y ser influenciados puramente por las ideas. De ese modo, el lemur podía comunicarse con sus semejantes sin necesidad de un lenguaje. Su comunicación consistía en una especie de "lectura del pensamiento". El lemur extraía la fuerza de sus ideas directamente de los objetos que le rodeaban. Fluía hacia él de la energía de crecimiento de las plantas, de la fuerza vital de los animales. De este modo comprendía las plantas y los animales en su vida y acción internas. También comprendía del mismo modo las fuerzas físicas y químicas de los objetos inorgánicos. Cuando construía algo, no tenía que empezar calculando el límite de peso de un tronco de árbol, o el peso de una piedra; él podía ver cuánto podía soportar el tronco, dónde encajaría la piedra a causa de su peso y dónde no. Por eso, el lemur construía sin conocimientos de ingeniería, en base a su facultad de imaginación que actuaba con la seguridad de una especie de instinto. Además de ello, poseía un algo grado de poder sobre su propio cuerpo. Cuando era necesario, podía incrementar el peso de su brazo con un simple esfuerzo de la voluntad.

Podía levantar así enormes pesos mediante su voluntad. Si más tarde el atlante se ayudaría con el control de la fuerza vital, el lemur se ayudaba gracias al dominio de la voluntad. Sin que malinterpretemos dichas palabras, era un mago nato en todos los campos de la actividad inferior humana.

El objetivo de los lemures fue el desarrollo de la voluntad, de la facultad de la imaginación. La educación ex.e\os n'i.ños se ex.'i.úglap\enamen\.e a e\\a. Los varones eran endurecidos intensamente, tenían que sobrepasar peligros, superar el dolor, llevar a cabo actos temerarios. Los que no pudieran soportar torturas y pasar por peligros, no eran considerados miembros útiles de la humanidad.

Se les dejaba perecer en esos ejercicios. Lo que la Crónica Akáshica nos muestra sobre la educación de los niños sobrepasa cualquier cosa que el hombre moderno pudiera imaginarse. El soportar el calor, incluso el de un fuego cauterizador, el pinchar el cuerpo con objetos puntiagudos, eran procedimientos comunes.

La educación de las niñas era distinta. Si bien a la niña también se la endurecía, todo lo demás iba dirigido al desarrollo de una poderosa imaginación. Por ejemplo, se la exponía a la tormenta para que sintiera calmosamente su temible belleza; debía presenciar sin miedo los combates de los hombres, plena tan sólo de un sentimiento de aceptación de la fuerza y el poder que tenía frente a ella.

Así, se desarrollaban en ella propensiones para el soñar y la fantasía que eran muy altamente considerados. Al no existir memoria, esas propensiones no podían degenerar, pues el sueño o las fantasías duraban sólo mientras existiera su correspondiente causa externa. De ese modo, lt. hallaban un verdadero fundamento en las cosas externas, sin perderse en profundidades sin fondo. Podríamos decir que era la fantasía y el soñar de la naturaleza misma insertadas en el alma femenina.

Los lemures no tenían viviendas en el sentido común, como tuvieron en sus períodos más tardíos; vivían allí donde la naturaleza les daba esa oportunidad. Las cuevas que usaban sólo eran modificadas y extendidas en la medida de lo necesario. Más tarde, ellos mismos construyeron esas cuevas y llegaron a lograr una gran habilidad en dichas construcciones. No hemos de imaginamos, sin embargo, que no hicieran otras construcciones más complejas, pero estas últimas no les servían de vivienda. En los primeros tiempos surgían por el deseo de darle a las cosas de la naturaleza, una forma hecha por el hombre.

Se remodelaban las colinas de modo que fueran agradables y bellas en su forma. Se juntaban piedras con el mismo propósito o para usarlas en ciertas actividades.

Los lugares donde se endurecía a los niños estaban rodeados de paredes de ese tipo.

Hacia finales de ese período, los edificios que servían para cultivar la sabiduría y el arte divino" se hicieron más imponentes y ornamentados. Esas instituciones eran muy distintas, en todos los aspectos, a lo que más tarde serían los templos, porque eran a la vez instituciones pedagógicas y científicas. Quien era considerado capaz, era iniciado en la ciencia de las leyes universales y en su manejo. Si e1lemur era un mago nato, ese talento lo convertía ahí en arte y comprensión. Sólo se admitía a quienes, habiendo pasado toda serie de disciplinas, habían adquirido la capacidad de superarse a sí mismos al máximo. Lo que sucedía en esas instituciones permanecía en el más profundo secreto para los demás. En ellas, se aprendía a conocer y controlar las fuerzas de la naturaleza, contemplándolas directamente; pero la enseñanza se realizaba de tal modo que las fuerzas de la naturaleza se transformaban, dentro del hombre, en fuerzas de la voluntad y con ello el hombre mismo podía ejecutar lo que ejecuta la naturaleza. Lo que más tarde la humanidad lograría gracias a la reflexión y el cálculo, en aquella época tenía el carácter de una actividad instintiva. Pero no hemos de usar en ese caso la palabra "instinto" del mismo modo al que estamos acostumbrados en el reino animal, porque las actividades de la humanidad lémur estaban muy por encima de todo lo que el instinto animal es capaz de producir. Sus actividades llegaron aún a estar por encima de lo que la humanidad ha alcanzado en artes y ciencias por medio de la memoria, la razón y la imaginación. Si tuviéramos que emplear una expresión para esas instituciones que las hiciera inteligibles, podríamos llamarlas "escuelas de poder volitivo y de poder de imaginación clarividente".

De ellas salieron los hombres que en todos los ámbitos se convertían en gobernantes de los demás. Hoyes difícil dar en palabras una verdadera idea de esas condiciones, porque todo lo que hay en la Tierra ha cambiado desde entonces. La naturaleza misma y toda la vida humana eran distintas y, consecuentemente, la actividad y las relaciones humanas diferían mucho de lo que hoy es común.

El aire era mucho más denso, incluso más de lo que lo sería en los períodos atlantes tardíos, y el agua era mucho más tenue. Lo que hoy constituye nuestra corteza terrestre no era entonces tan duro. El mundo animal y vegetal se habían desarrollado hasta el nivel de los anfibios, aves y mamíferos inferiores y plantas semejantes a nuestras palmeras y similares, si bien todas las formas eran distintas a las actuales. Lo que hoy existe en formas pequeñas se desarrollaba entonces en dimensiones gigantescas, los helechos eran verdaderos árboles que formaban grandes bosques. Los modernos mamíferos superiores no existían todavía. Por otra parte, una gran parte de la humanidad se hallaba en un estado inferior de desarrollo que casi podríamos calificar de animal. Lo que hemos descrito se refiere tan sólo a una pequeña parte de la humanidad, el resto vivía en un estado animalesco.

En su apariencia externa y su modo de vida, esos hombres-animal eran muy distintos de ese pequeño grupo, y no demasiado distintos de los mamíferos inferiores que se les asemejaban en algunos aspectos. Lo que se cultivaba en las mencionadas localidades del templo no era realmente religión; se trataba de "sabiduría y arte divinos". El hombre sentía que en lo que se le daba había un don directo de las fuerzas espirituales del Cosmos.

Cuando recibía esa dádiva se consideraba a sí mismo como un "servidor" de esas fuerzas universales y se sentía "santificado" de todo lo que no era espiritual. Si quisiéramos hablar de religión en esa etapa evolutiva de la humanidad, habríamos de llamarla "religión de la voluntad". El temperamento y la dedicación religiosa residía en el hecho de que el hombre custodiaba los poderes que se le habían otorgado como un "secreto" divino riguroso y de que llevaba una vida gracias a la cual santificaba su poder. Personas con estos poderes eran altamente respetadas y veneradas por los demás. Y esa veneración y respeto no eran evocados por medio de leyes o algo semejante, sino por el poder inmediato que ejercían esas personas.

Los profanos se hallaban bajo la influencia mágica de los iniciados y era de lo más natural que estos últimos se consideraran personajes santificados, porque en sus templos participaban en la contemplación directa de las fuerzas activas de la naturaleza. Dirigían su mirada al trasfondo creativo de la naturaleza y experimentaban una comunicación con los seres que construyen el mundo mismo. Podríamos llamar esa comunicación "interrelación con los dioses". Lo que más tarde se desarrolló como "iniciación", como "misterios", surgió de ese modo originario de comunicación entre los hombres y los dioses. En tiempos posteriores, esa comunicación tuvo que variar, porque la imaginación humana, el espíritu humano, adquirió otras formas.

Un acontecimiento de especial importancia sucedió durante la evolución lemur, por el hecho de que las mujeres vivieran de la forma descrita. Con ello desarrollaron especiales capacidades humanas. Su facultad imaginativa, vinculada con la naturaleza, se convirtió en fundamento de un desarrollo más elevado de la vida de las ideas. Ellas acogían en su interior las fuerzas de la naturaleza, ejerciendo así una repercusión en el alma. De esa manera se crearon los gérmenes de la memoria. Con la memoria nació también la capacidad de formar los primeros y más sencillos conceptos morales.

El desarrollo de la voluntad entre los del sexo masculino no tuvo que ver, en principio, con esto. El hombre seguía instintivamente los impulsos de la naturaleza o las influencias que emanaban de los iniciados.

Fue por el modo de vida de las mujeres que comenzaron a surgir las primeras representaciones del "bien y el mal". Allí se empezaron a apreciar algunas cosas que habían hecho especial impresión sobre las representaciones y a aborrecer otras. Si el control, que se ejercía sobre el elemento masculino, iba dirigido más hacia la acción externa de los poderes de la voluntad, hacia la manipulación de las fuerzas de la naturaleza, en el elemento femenino se producían efectos a través del alma, originados por las fuerzas internas personales del ser humano. Sólo es comprensible el desarrollo de la humanidad si se tiene en cuenta que el primer progreso en la vida representativa lo hicieron las mujeres. El desarrollo ligado a la vida representativa, en la formación de la memoria, de las costumbres que generarían la vida jurídica, la vida moral, etc., proceden de ahí. Si un hombre había visto y ejercitado las fuerzas de la naturaleza, la mujer era la primera intérprete de dichas fuerzas. Así se desarrolló un nuevo estilo de vida especial a través de la reflexión, que tenía un aspecto mucho más personal que en el caso de los hombres. Ese elemento propio en las mujeres era también una especie de clarividencia, aunque difería de la magia volitiva de los hombres. Anímicamente, la mujer era accesible a otro tipo de poderes espirituales que apelaban más al elemento afectivo del alma y menos al espiritual, al que estaba sujeto el hombre. Por ello, emanaba de los hombres un efecto más divino-natural y de las mujeres otro más divinoanímico. La evolución, por la que pasó la mujer durante el período lemur, desembocó en el ejercicio de un importante papel dado al sexo femenino en la siguiente raza-raíz, la atlante. Esa siguiente raza apareció bajo la influencia de entidades altamente desarrolladas, familiarizadas con las leyes de la formación de razas y capaces de guiar las fuerzas de la naturaleza humana existentes, por senderos que podían dar a luz una nueva raza. De dichos seres hablaremos más tarde; por el momento, bástenos decir que poseían un poder y una sabiduría sobre-humanos. Lo que hicieron fue apartar un pequeño grupo de seres humanos de la humanidad lemur y los destinaron a convertirse en antecesores de la siguiente raza atlante. El lugar donde se aislaron se hallaba en la zona tropical. Bajo su guía, los miembros de ese grupo eran instruidos en el control de las fuerzas naturales. Eran muy vigorosos y sabían cómo conseguir los más diversos tesoros de la Tierra. Podían cultivar los campos y usar sus frutos para subsistir y se habían hecho de fuerte voluntad, por medio de la disciplina a la que habían estado sometidos. El alma y el corazón los tenían poco desarrollados, lo cual no sucedía con las mujeres, que poseían una elevada fantasía y memoria y todo lo que con ellas se relaciona.

Los guías, antes mencionados, hicieron que el grupo se dividiera en grupos más pequeños. Hicieron que las mujeres se encargaran de ordenar y establecer dichas comunidades. Gracias a la memoria que poseía, la mujer había adquirido la capacidad de hacer útiles las experiencias y aventuras del pasado. Lo que había sido útil ayer lo aprovechó hoy y comprendió que sería útil mañana.

Por ello, emanaron de ella las instituciones para la vida comunitaria, y también por ella se desarrollaron los conceptos de "bien" y "mal", puesto que su vida reflexiva le había dado una comprensión de la naturaleza. Observando la naturaleza, la mujer desarrollaba ideas en su interior con las que dirigía las acciones de los hombres. Los guías lo habían organizado todo de tal manera que, por medio del alma femenina, se ennoblecía y refinaba la naturaleza volitiva y la fuerza vigorosa del hombre.

Está claro que hemos de imaginamos todo esto como inicios casi infantiles. Las palabras de nuestra lengua evocan con demasiada facilidad, representaciones extraídas de la vida actual.

A través del alma despierta de las mujeres, los guías comenzaron a desarrollar la vida anímica de los hombres.

En la colonia que hemos descrito, la influencia de las mujeres fue, pues, enorme. Había que recurrir a ellas para consulta cuando se quería interpretar los signos de la naturaleza Todo el carácter de la vida del alma femenina, estaba, no obstante, dominado todavía por las fuerzas anímicas "ocultas" del ser humano. No describimos con exactitud ese estado de cosas, sino sólo aproximadamente, si hablamos de contemplación sonámbula en aquellas mujeres. En algunos sueños elevados se les transmitían los secretos de la naturaleza y recibían de ellos los impulsos para su acción. Para ellas, todo tenía alma y se les aparecía en potencias y apariciones anímicas. Ellas se abandonaban al misterioso tejer de las fuerzas anímicas y lo que les impelía a actuar eran las "voces interiores" de lo que les decían las plantas, los animales, las piedras, las rocas, las nubes, el susurro de los árboles, etc. De ese estado del alma surgió lo que luego llamamos "religión". Paulatinamente fue llegando a venerarse y a adorarse lo espiritual en la naturaleza y en la vida humana.

Algunas mujeres lograron una cierta supremacía, porque podían interpretar lo que contenía el mundo, partiendo de especiales profundidades misteriosas.

De ello pudo resultar, que lo que vivía en el interior de dichas mujeres podía convertirse en una especie de lenguaje natural. Porque el inicio del lenguaje se halla en un elemento semejante al canto. La fuerza del pensamiento se transformaba en sonido audible y el ritmo interior de la naturaleza resonaba desde los labios de las mujeres "sabias". La gente solía reunirse alrededor de esas mujeres y en sus frases, semejantes al canto, sentían las expresiones de poderes superiores. Con esas cosas empezó la adoración de los dioses.

En ese período, no se puede hablar de "significado" en lo que se hablaba. Lo que se percibía era sonido, tono y ritmo, y no se pensaba en relacionar otras cosas con ellos; sencillamente uno absorbía en el alma el poder de lo que se oía. Todo el proceso se hallaba bajo la dirección de los guías superiores, que inspiraban a las sacerdotisas sabias, con tonos y ritmos de un modo que aquí no podemos seguir explicando. Ello tenía un efecto ennoblecedor en las almas de los hombres. Podría decirse que de ese modo comenzó a despertarse la verdadera vida anímica. En este campo pueden verse hermosas escenas en la Crónica del Akasha. Imaginémonos una de ellas: Nos hallamos en un bosque, cerca de un árbol gigantesco, el Sol acaba de salir por el este. El árbol, semejante a una palmera se eleva solitario porque los de su inmediato alrededor han sido arrancados y proyecta grandes sombras. La sacerdotisa mira hacia el oriente, en éxtasis, y está sentada sobre un sitial hecho de extraños objetos y plantas. Poco a poco, y en secuencia rítmica, surgen sonidos repetidos de sus labios. Una serie de hombres y mujeres se hallan sentados en círculo a su alrededor, sus rostros inmersos en sueños absorben vida interior de aquello que están oyendo. Pueden verse otro tipo de escenas: En un lugar, arreglado de modo similar, una sacerdotisa canta de forma parecida, pero sus tonos tienen algo más poderoso, más potente. Los que la rodean se mueven en danzas rítmicas.

Porque esa fue otra de las maneras por las que penetró el alma en la humanidad. Los misteriosos ritmos de la naturaleza que uno oía eran imitados por los movimientos de las extremidades. Con ello uno se sentía unido con la naturaleza y los poderes que en ella actúan. El lugar de la Tierra en que se desarrollaba este grupo preparador de la futura raza estaba adecuado para ese fin. Eran lugares donde la Tierra aún turbulenta se había hecho relativamente calma. Y es que la Lemuria era turbulenta; en realidad la Tierra de entonces carecía de la densidad que sólo más tarde llegaría a poseer.

El terrenal aún de escaso grosor, se hallaba socavado por fuerzas volcánicas que se abrían paso en corrientes mayores o menores. Existían poderosos volcanes por todas partes y se producía en ellos una continua actividad destructora que los hombres estaban acostumbrados a contar con esa ígnea actividad en todo lo que hacían y también utilizaban ese fuego en sus labores y medios. En sus ocupaciones, con frecuencia hacían uso del fuego, como lo hacemos hoy entre nosotros con el fuego artificial.

Fue esa actividad del fuego volcánico que acabó destruyendo la Lemuria. La parte de la Lemuria desde la cual se iba a desarrollar la raza paterna de los atlantes, tenía un clima cálido y se hallaba libre de actividad volcánica.

La naturaleza humana se pudo desarrollar con más calma y paz en esos lugares que en otras regiones de la Tierra. Se abandonó la vida más nómade de tiempos anteriores y se hicieron más numerosos los establecimientos fijos.

Hemos de tener en cuenta que en aquella época, el cuerpo humano era aún muy moldeable y plástico; todavía cambiaba de forma cuando la vida interior se modificaba.

No mucho antes, los hombres habían sido muy distintos en su forma exterior. En aquella época, la influencia externa de la región y del clima eran decisivos con respecto a su forma. Sólo en la colonia descrita, el cuerpo humano se convirtió cada vez más en expresión de su vida anímica interior. Y esa colonia tuvo una raza humana más avanzada y externamente mejor formada.

Podríamos decir que, por la actividad que desplegaron, los guías habían creado por primera vez lo que realmente es la forma humana. Eso se produjo paulatinamente y de tal modo que primero se desarrolló la vida anímica humana y luego se adaptó a ella el cuerpo aún blando y maleable. Es una ley evolutiva de la humanidad el que, a medida que sigue el progreso, el hombre vaya perdiendo su influencia moldeadora sobre su cuerpo físico. Ese cuerpo físico humano recibió una forma relativamente invariable sólo cuando se desarrolló la facultad de la razón y se produjo el endurecimiento de las formaciones rocosas, minerales y metalíferas de la Tierra, vinculadas con ese desarrollo; puesto que en el período lemure incluso en el atlante, las piedras y los metales eran mucho más blandos que hoy.

Eso no es óbice para que existan descendientes de los últimos lemures y atlantes, que muestran hoy formas tan fijas como las de las razas humanas que se formaron más tarde. Esos remanentes, tuvieron que adaptarse a las distintas condiciones ambientales de la Tierra y por ello se hicieron más rígidos. Y esa es precisamente la razón de su decadencia. No se transformaron desde dentro, sino que su interior, menos desarrollado, fue obligado a endurecerse por influencia externa y forzado a estancarse.

Ese estancamiento es en realidad un retroceso, porque la vida interna también degeneró, al no poder realizarse dentro de la rígida estructura corpórea exterior.

La vida animal estaba sujeta a una variabilidad aún mayor. Más tarde hablaremos sobre las especies animales que existían entonces, mientras se desarrollaba el hombre y sobre el origen de dichas especies, así como del desarrollo de nuevas formas animales, después de que ya existiera el hombre. Aquí nos limitaremos a decir que las especies animales entonces existentes, se iban transformando constantemente, desarrollándose nuevas a su vez. Esa metamorfosis era gradual y se debía parcialmente al cambio de hábitat y al modo de vida. Los animales poseían una capacidad de adaptación a nuevas condiciones, extraordinariamente rápida. El cuerpo maleable modificaba sus órganos con relativa velocidad, de tal modo que en un tiempo más o menos breve, los descendientes de una especie particular se parecían muy poco sus antecesores. Lo mismo sucedía, y aún en mayor medida, con las plantas. Lo que ejercía mayor influencia§: en la transformación de hombres y animales era el hombre mismo; y eso lo hacía llevando instintivamente ciertos organismos a un medio ambiente distinto, donde asumían ciertas formas, o realizando experimentos de hibridación. La influencia transformadora del hombre sobre la naturaleza era enorme entonces, si la comparamos con las actuales condiciones. Y eso era especialmente intenso en la colonia descrita, porque los guías dirigían en ella esa transformación de un modo del que los hombres no eran conscientes. Esto hizo que, al abandonar la colonia para fundar las diferentes razas atlantes, los hombres pudieron llevar consigo un elevado conocimiento de la hibridación de animales y plantas. La labor cultivadora en la Atlántida fue una consecuencia del conocimiento adquirido así. No obstante, hemos de recalcar también que ese conocimiento era de carácter instintivo y que en ese estado, permaneció esencialmente a lo largo de las primeras razas atlantes.

La supremacía del alma femenina, ya descrita, fue especialmente fuerte en el último período lemur y se prolongó a épocas atlantes, durante las que se iba preparando la cuarta sub-raza. No hemos de imaginamos, sin embargo, que eso sucediera con toda la humanidad, sino sólo con aquella parte de la población terrestre de la que surgieron más tarde las razas verdaderamente avanzadas.

Esa influencia ejerció el máximo efecto en todo lo que es "inconsciente" en el hombre. El desarrollo de ciertos gestos repetidos, los refinamientos de la percepción sensoria, el sentimiento de la belleza, una gran parte de la vida sensorial y afectiva, común a todos los seres humanos, surgieron originalmente de la influencia espiritual de la mujer. No exageramos al interpretar los registros de la Crónica Akáshica, diciendo: "las naciones civilizadas tienen una forma y expresión corporales, y ciertos fundamentos de una vida físicoanímica, que fue grabada en ellas por las mujeres".

En el próximo capítulo retrocederemos a períodos anteriores de la evolución humana, en los que la población terrestre todavía tenía un solo sexo y hablaremos de la formación de los dos sexos.

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El objetivo de este blog es publicar en Internet todo el material fuente existente para las transcripciones de las conferencias de Rudolf Steiner de la forma más completa posible, para que este gran tesoro esté disponible para toda la humanidad. Se trata de notas de oyentes, transcripciones de conferencias y, en su mayor parte, transcripciones en texto plano de conferencias estenografiadas, también conocidas como transcripciones en texto plano. De este modo, cualquiera puede comprobar por sí mismo, mediante comparaciones, qué dijo realmente Rudolf Steiner y cómo fue editado (y, por tanto, modificado) en las distintas ediciones. Y por último, pero no menos importante, también encontrarán mucho material inédito. La obra de Rudolf Steiner es de dominio público desde 1996 y, por tanto, pertenece legalmente a toda la humanidad. Él mismo habría elegido una fecha mucho más temprana para la publicación de su obra, como se desprende de los pasajes sobre propiedad intelectual que citamos a continuación; Incluso el período de protección de 30 años que se aplicaba entonces le parecía demasiado largo. ¿Y qué habría dicho sobre el hecho de que 85 años después de su muerte, parte de su obra docente siga inédita y acumulando polvo en los archivos? Él mismo encontró una expresión adecuada para esto: Fue puesto en un ataúd. Este sitio web está destinado a ayudar a liberarlo de este ataúd. "Lo que el hombre puede crear a partir de sus capacidades intelectuales se lo debe a la sociedad humana, al orden social humano. En realidad, no le pertenece. ¿Por qué gestionamos nuestra propiedad intelectual? Simplemente porque la produces; al producirla, demuestras que tienes la capacidad de hacerlo mejor que los demás. Mientras tengas esa capacidad mejor que los demás, gestionarás mejor esa propiedad intelectual al servicio del conjunto. Ahora la gente se ha dado cuenta al menos de que esta propiedad intelectual no se perpetúa sin fin. Treinta años después de la muerte, la propiedad intelectual pertenece a toda la humanidad. Cualquiera puede imprimir lo que yo he producido treinta años después de mi muerte. Puede utilizarlo como quiera; y eso está bien. Incluso estaría de acuerdo si hubiera más derechos en este ámbito. No hay otra justificación para la gestión de la propiedad intelectual que el hecho de que, porque se puede producir, también se tienen las mejores capacidades [...] Será una forma sana de socializar el capital si hacemos fluir en el organismo social lo que hoy se acumula como capital en el derecho de sucesiones, en el surgimiento de las pensiones, del derecho de las manos ociosas, de los derechos humanos superfluos, lo que así se acumula en capital; eso es lo que importa. Ni siquiera hace falta decir que la propiedad privada debe convertirse en propiedad social. El concepto de propiedad no tendrá ningún significado". Rudolf Steiner el 25 de abril de 1919