LA CIENCIA OCULTA
Por Rudolf Steiner
capítulo IV
LA
EVOLUCIÓN DEL MUNDO Y DEL SER HUMANO
2ª parte
Cuando se sigue el curso de la evolución de la Tierra hacia atrás, por medio de la investigación científico-espiritual descrita anteriormente, se llega a una condición espiritual de nuestro planeta; pero si se retrocede aún más en el pasado, uno se da cuenta de que esa espiritualidad ya había pasado antes por una especie de encarnación física.
Se llega entonces a un estado físico planetario pasado, que se espiritualizó pero que más tarde se materializó de nuevo en nuestra Tierra; esto representa la reencarnación de un planeta antiquísimo.
La ciencia del espíritu, sin embargo, puede ir aún más atrás; entonces ve el proceso interno repetirse dos veces más.
Así pues, nuestra Tierra ha pasado por tres estados planetarios previos, siempre separados por estados intermedios de espiritualización.
Sin embargo, cuanto más retrocedemos en las encarnaciones, cada vez es más sutil la sustancia física.
Se puede objetar a la siguiente
descripción: ¿Cómo puede alguien en su sano juicio aceptar tratar con épocas
tan remotas, como las que estamos discutiendo?
A esta objeción
hay que responder que para aquellos que son capaces de percibir y
comprender lo espiritual oculto que se encuentra actualmente detrás
de los fenómenos sensibles manifiestos, incluso el conocimiento de
las etapas pasadas de la evolución, por muy remoto que sea, no puede
significar algo imposible.
Sólo aquellos que no reconocen la
realidad actual de este elemento espiritual oculto deben encontrar
insensato hablar de una evolución tal como la que se entiende aquí.
Sin
embargo, para aquellos que reconocen el presente espiritual, la
visión de las condiciones actuales a su vez contiene la de las etapas
anteriores, de la misma manera que en el aspecto de un hombre de cincuenta años, conserva en sí el de un niño de un año.
Vale está bien, se
podría objetar: pero junto al hombre de cincuenta años tenemos aquí
ante nosotros a niños de un año de edad y de todas las edades
intermedias.
Eso es correcto: pero lo mismo es válido también para la evolución de lo espiritual, que estamos tratando
aquí.
Quien, en este campo, llega a un conocimiento adecuado,
reconoce, observando plenamente lo que existe en el presente, incluso
lo espiritual, la persistencia efectiva, junto a las formas de ser
más evolucionadas, de etapas evolutivas propias del pasado, así
como junto a los hombres de cincuenta años hay niños de un año.
Es
posible ver, dentro de los acontecimientos terrenales de hoy, los
acontecimientos primordiales, siempre que se pueda elegir las
diversas etapas sucesivas de desarrollo, que son distintas entre
sí.
Ahora el hombre se presenta en la forma en que está
evolucionando actualmente, sólo durante la cuarta de las
encarnaciones planetarias descritas, en la Tierra propiamente dicha.
La
característica esencial de esta forma consiste en el hecho de que el
hombre está compuesto por cuatro elementos constitutivos: el cuerpo
físico, el etérico, el astral y el yo.
Sin embargo, esta forma
no podría haberse constituido si no hubiera sido preparada por los
acontecimientos anteriores de la evolución, preparación que tuvo
lugar por el hecho de que durante la anterior encarnación planetaria
se desarrollaron seres que ya poseían tres de los actuales elementos
humanos: el cuerpo físico, el etérico y el astral.
Estos seres,
que podrían llamarse, en cierto sentido, los progenitores del
hombre, no poseían todavía el "yo", pero desarrollaron
los otros tres elementos constitutivos y su relación recíproca de
tal manera que alcanzaron la madurez para acoger el "yo"
más tarde.
Los progenitores del hombre, por lo tanto, durante las
primeras encarnaciones planetarias, llevaron a sus tres elementos
constitutivos a un cierto estado de madurez.
Luego vino un período
de espiritualización, a partir del cual se formó una nueva
condición planetaria, la de nuestra Tierra.
Esta condición
contenía dentro de sí, como semillas, aquellos progenitores del
hombre que habían madurado así.
Dado que todo el planeta había
pasado por un período de espiritualización y había reaparecido en
una nueva forma, ofrecía a las semillas que contenía, constituidos
por el cuerpo físico, el cuerpo vital y el cuerpo astral, no sólo
la oportunidad de evolucionar nuevamente hasta cotas que habían
alcanzado antes, sino también la posibilidad, tras haberla alcanzado, de trascenderse a sí mismos y dar acogida al "yo".
La
evolución de la Tierra, por lo tanto, consiste en dos partes: en un
primer período la propia Tierra se presenta como la reencarnación
de un estado planetario anterior.
Pero esta repetición marca un
avance sobre la encarnación anterior, debido a la espiritualización
que se produjo entre las dos encarnaciones.
Y
la Tierra contiene en sí misma las semillas de los progenitores del
hombre, -proveniente del planeta anterior-, semillas que primeramente
han de evolucionar hasta el nivel en el que se encontraban
previamente.
Su llegada a este punto marca el final del primer
período; pero la Tierra, en virtud de su mayor grado de evolución,
puede llevar tales semillas a una mayor perfección, es decir, puede
hacerlas aptas para recibir el "Yo".
El segundo período
de la evolución de la Tierra es el del desarrollo del Yo en el
cuerpo físico, en el cuerpo vital y en el cuerpo astral.
Así
como el hombre, a través de la evolución de la Tierra, pudo de esta
manera ascender un escalón más, así también había ascendido un
escalón en cada una de las encarnaciones planetarias anteriores;
pues el hombre en parte ya existía cuando se produjo la primera de
estas encarnaciones.
Por lo tanto, a fin de arrojar luz sobre la
entidad actual del hombre, es útil rastrear su evolución hasta el
pasado muy remoto de la primera de estas encarnaciones
planetarias.
La investigación oculta le da a esa primera
encarnación planetaria el nombre de "Saturno", la segunda
"Sol", la tercera "Luna", la cuarta "Tierra".
Hay
que tener en cuenta que no se pueden poner en primer lugar tales
designaciones de la ciencia oculta en relación con los nombres
usados para indicar los cuerpos celestes de nuestro actual sistema
solar.
En la ciencia oculta, Saturno y el Sol y la Luna son
precisamente los nombres de las formas pasadas de la evolución por
las que pasó nuestra Tierra.
Cuál es la relación entre estos
mundos primordiales y el actual sistema solar será expuesto en el
curso de este trabajo.
Sólo se podrá describir brevemente
las condiciones existentes en las cuatro encarnaciones planetarias
mencionadas, ya que los acontecimientos, los seres y sus destinos son
tan variados en Saturno, Sol y Luna como en la propia Tierra.
Por lo tanto, sólo será posible señalar algunas características de esas diferentes condiciones, ilustrando cómo se han ido formando las condiciones de la Tierra a partir de las anteriores.
También hay
que tener en cuenta que estas condiciones son cada vez más
diferentes de las actuales, cuanto más nos remontamos en el
pasado.
Sin embargo, sólo pueden describirse utilizando conceptos
derivados de las condiciones actuales de la Tierra.
Cuando, por
ejemplo, se habla de luz, calor o algo similar con respecto a estos
estados primordiales, hay que recordar que no se trata de lo que hoy
se indica como luz o calor.
No es tanto que tal designación sea
correcta, porque en esos primeros pasos de la evolución, se le
manifiesta al observador clarividente algo, que se ha convertido en
lo que ahora es luz, calor, etc., en esas primeras etapas de la
evolución.
Y quien siga las descripciones que han sido dadas por
la ciencia oculta podrá detectar, a partir de la relación en la que
se colocan estas cosas, el tipo de representaciones que se deben
adquirir para obtener imágenes y comparaciones características de
los hechos, que tuvieron lugar en el pasado muy remoto.
Esto será
sin duda muy difícil en lo que respecta a los estados planetarios
que precedieron a la encarnación lunar.
Durante esta última, las
condiciones que predominaban tienen todavía algunas similitudes con las
terrestres, y quien quiera describirlas, encuentra en tal similitud
con el presente, los puntos de apoyo para expresar claramente los
resultados de la observación antes mencionada.
Pero es diferente
cuando se trata de describir la evolución de Saturno y la solar.
Lo
que en tal caso se manifiesta a la observación suprasensible, es
absolutamente diferente de las condiciones y seres que forman parte
de la esfera actual de la vida humana, lo que hace particularmente
difícil llevar ese hecho tan remoto al campo de la propia conciencia
clarividente.
Pero
la entidad humana actual no puede ser entendida a menos que nos
remontemos en la evolución hasta la etapa planetaria de Saturno.
Es
necesario, pues, describir esas condiciones primordiales; ciertamente
sólo pueden ser comprendidas correctamente por quienes tienen en
cuenta la existencia de tales dificultades, y mucho de lo que se
dice debe, pues, considerarse más bien como una insinuación, una
indicación de los hechos en cuestión, más que como una descripción
ajustada.
Se podría, tal vez, encontrar una contradicción entre
lo que se dice aquí y en las páginas siguientes, y la referencia
hecha anteriormente, sobre la persistencia en el presente de
condiciones pasadas.
En efecto, algunos podrían encontrar que en
el mundo actual no es posible encontrar ninguna condición igual a la
de las etapas de Saturno, el Sol y la Luna, y mucho menos una forma
humana similar a la que se describe aquí como perteneciente a esas
muy antiguas etapas de la evolución.
Por supuesto, hoy en día no
hay hombres de Saturno, el Sol y la Luna, junto a los hombres
terrestres, tal como podemos encontrar junto a hombres de cincuenta, niños de tres años de edad.
Pero dentro del hombre terrenal, son perceptibles suprasensiblemente las etapas previas de la humanidad.
Para reconocer esto, es necesario haberse
apropiado de una facultad de discernimiento que se extiende a todas
las manifestaciones de la vida.
Así como existen, junto al hombre
de cincuenta años, los niños de tres años, así también junto al
hombre terrenal vivo y despierto, existe el cadáver, el hombre
dormido, el hombre en el estado de sueño.
Y aunque estas
diferentes manifestaciones de la entidad humana no representen de
manera inmediata, tal como son, las diferentes etapas evolutivas,
incluso una visión justa ve estas etapas en esas formas.
De
los cuatro elementos que actualmente componen la entidad humana, el
cuerpo físico es el más antiguo, y es también el que ha alcanzado
la mayor perfección de su propia naturaleza.
La investigación
oculta muestra que ya existía durante la evolución de Saturno.
En
el curso de este estudio se expondrá cómo sin duda la forma de este
cuerpo físico en Saturno fuese bastante diferente a la del cuerpo
físico humano actual.
Este último, por su naturaleza, sólo
puede existir gracias a su relación con el cuerpo vital, el cuerpo
astral y el yo, como ya se ha explicado en la primera parte de este
libro.
Tal relación no existía todavía en Saturno; en aquel
tiempo el cuerpo físico pasaba por la primera etapa de la evolución,
sin llevar incorporado un cuerpo vital, un cuerpo astral o un yo
humano; y durante la evolución de saturno maduró para poder recibir
un cuerpo vital.
Para que esto ocurriera, Saturno primero tuvo que
espiritualizarse y luego reencarnarse como el Sol.
Durante la
encarnación del Sol volvió a desarrollar, como una semilla del
pasado, el cuerpo físico tal como se había constituido en Saturno;
y sólo después pudo ser penetrado por un cuerpo etérico.
A
través de la incorporación de un cuerpo etérico, la naturaleza del
cuerpo físico se transformó, y se elevó a un segundo grado de
perfección.
Un evento similar ocurrió durante la evolución
lunar.
El progenitor del hombre, al evolucionar desde el Sol a la
Luna, incorporó en sí mismo el cuerpo astral, y por consiguiente el cuerpo
físico sufrió una tercera transformación, y se elevó a un tercer
grado de perfección.
El cuerpo vital también se transformó y
ascendió al segundo grado de perfección.
En la Tierra,
finalmente, a este antepasado del hombre, que consta del cuerpo
físico, el cuerpo vital y el cuerpo astral, se incorporó el Yo.
De manera que el cuerpo físico llegó a su cuarto grado de perfección, el cuerpo
vital al tercero y el astral al segundo; el yo está ahora en el
primer paso de su existencia.
Examinando la naturaleza del hombre
sin ideas preconcebidas, no será difícil representar correctamente estos
diferentes grados de perfección de los elementos constitutivos
individuales; a este respecto, basta con comparar el cuerpo físico
con el cuerpo astral.
Ciertamente el cuerpo astral, en su calidad
de elemento anímico, se encuentra en un nivel más alto de evolución
que el físico, y cuando se perfeccione en el futuro, tendrá para la
entidad general del hombre una importancia mucho mayor que el cuerpo
físico actual.
Pero, en su propia naturaleza, este último ha
alcanzado una cierta altura de perfección.
Piensen en la profunda
sabiduría que se manifiesta en la estructura del corazón, el
cerebro, etc., incluso de cada hueso en sus detalles individuales,
por ejemplo, la parte superior del fémur.
En el extremo de este
hueso hay una admirable celosía o armadura, diseñada regularmente
por medio de muchas pequeñas trabéculas; el conjunto está formado
de tal manera que con el uso del mínimo de sustancias materiales se
obtiene el efecto más favorable en la superficie de la articulación,
por ejemplo, la distribución adecuada de la fricción para lograr el
tipo de movimiento correcto.
De esta manera, uno puede encontrar
disposiciones sabias en las diferentes partes del cuerpo físico.
Y
quien observa la armonía con la que las diferentes partes
contribuyen a la formación del todo, encontrará correcto hablar en
nombre de este elemento constitutivo de la entidad humana de su
propia perfección.
Tampoco vale la pena objetar que ciertas
partes aparecen sin propósito, o que pueden producirse
perturbaciones en la estructura, o en las funciones de la misma.
Se puede incluso encontrar que tales perturbaciones, en cierto sentido,
no son sino las sombras necesarias de la luz de la sabiduría que ha
sido derramada sobre el organismo físico interno.
Y
ahora compárese éste con el cuerpo astral, como vehículo para el
placer y el dolor, los deseos y las pasiones.
Cuánta
incertidumbre reina en el con respecto al placer y al dolor; qué
deseos y pasiones, a menudo sin sentido, tienen lugar allí, en
contraste con el objetivo más elevado del hombre.
El cuerpo
astral está ahora mismo en el camino de la armonía y la perfección
interior, que en cambio ya existe en el cuerpo físico.
De la
misma manera se podría demostrar que, en su género, el cuerpo vital
es más perfecto que el astral y menos que el físico.
Y del
correspondiente estudio del núcleo esencial de la entidad humana, el
"yo", también se desprendería que se encuentra
actualmente sólo en el comienzo de su evolución.
De hecho, hasta
que punto este "yo" ya ha cumplido su tarea de transformar
los otros elementos de la entidad humana, para que se conviertan en
una manifestación de su propia naturaleza?
Lo que se hace
evidente de esta manera incluso para la observación exterior, se
manifiesta aún más intensamente para el estudioso de la Ciencia del
Espíritu.
Se puede objetar que el cuerpo físico está sujeto a
enfermedades, pero la Ciencia del Espíritu está ahora en
condiciones de demostrar, que una gran parte de ellas depende del
hecho de que la perversidad y los errores del cuerpo astral se
transmiten al cuerpo vital y perturban indirectamente la armonía del
cuerpo físico a través de éste.
La íntima conexión, que sólo
podemos insinuar aquí, y la verdadera causa de muchos procesos
morbosos escapan a esa observación científica, que se limita sólo
a hechos físicos sensibles.
Esta conexión se explica en gran
medida de tal manera que un fallo del cuerpo astral no produce un
fenómeno de enfermedad en el cuerpo físico durante la vida en que
se ha producido el fallo, sino que lo produce en una vida posterior.
Por
lo tanto, las leyes que estamos examinando ahora tienen un
significado sólo para aquellos que admiten la repetición de vidas
humanas.
Pero aunque no se quiera saber nada de este conocimiento
más profundo, es evidente, incluso para la observación ordinaria de
la vida, que el hombre se entrega demasiado a menudo a los placeres y
deseos, que destruyen la armonía del cuerpo físico.
Y el asiento
de los placeres, deseos y pasiones no es el cuerpo físico, sino el
cuerpo astral, que en muchos aspectos es todavía tan imperfecto que
puede destruir la perfección del cuerpo físico.
También hay que
señalar aquí que tales consideraciones no tienen por objeto
demostrar las afirmaciones de la ciencia del espíritu sobre la
evolución de los cuatro elementos constitutivos de la entidad
humana.
Las pruebas se extraen de la investigación espiritual,
que muestra que el cuerpo físico tiene cuatro transformaciones tras
de sí, que lo han llevado a un mayor grado de perfección, mientras
que los otros elementos humanos han tenido menos, como ya se ha
descrito; pero sólo se quiere indicar que estas comunicaciones de la
investigación espiritual se refieren a hechos, que también se
revelan en sus efectos sobre la observación externa, en los
diferentes grados de perfección del cuerpo físico, del cuerpo
vital, etc.
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