GA013 Evolución del Cosmos y del ser humano parte 2

 

LA CIENCIA OCULTA

Por Rudolf Steiner 

Índice


capítulo IV


LA EVOLUCIÓN DEL MUNDO Y DEL SER HUMANO

2ª parte

 

 

Cuando se sigue el curso de la evolución de la Tierra hacia atrás, por medio de la investigación científico-espiritual descrita anteriormente, se llega a una condición espiritual de nuestro planeta; pero si se retrocede aún más en el pasado, uno se da cuenta de que esa espiritualidad ya había pasado antes por una especie de encarnación física.


Se llega entonces a un estado físico planetario pasado, que se espiritualizó pero que más tarde se materializó de nuevo en nuestra Tierra; esto representa la reencarnación de un planeta antiquísimo.
La ciencia del espíritu, sin embargo, puede ir aún más atrás; entonces ve el proceso interno repetirse dos veces más.
Así pues, nuestra Tierra ha pasado por tres estados planetarios previos, siempre separados por estados intermedios de espiritualización.

Sin embargo, cuanto más retrocedemos en las encarnaciones, cada vez es más sutil la sustancia física.

Se puede objetar a la siguiente descripción: ¿Cómo puede alguien en su sano juicio aceptar tratar con épocas tan remotas, como las que estamos discutiendo?
A esta objeción hay que responder que para aquellos que son capaces de percibir y comprender lo espiritual oculto que se encuentra actualmente detrás de los fenómenos sensibles manifiestos, incluso el conocimiento de las etapas pasadas de la evolución, por muy remoto que sea, no puede significar algo imposible.
Sólo aquellos que no reconocen la realidad actual de este elemento espiritual oculto deben encontrar insensato hablar de una evolución tal como la que se entiende aquí.
Sin embargo, para aquellos que reconocen el presente espiritual, la visión de las condiciones actuales a su vez contiene la de las etapas anteriores, de la misma manera que en el aspecto de un hombre de cincuenta años, conserva en sí el de un niño de un año.
Vale está bien, se podría objetar: pero junto al hombre de cincuenta años tenemos aquí ante nosotros a niños de un año de edad y de todas las edades intermedias.
Eso es correcto: pero lo mismo es
 válido también para la evolución de lo espiritual, que estamos tratando aquí.

Quien, en este campo, llega a un conocimiento adecuado, reconoce, observando plenamente lo que existe en el presente, incluso lo espiritual, la persistencia efectiva, junto a las formas de ser más evolucionadas, de etapas evolutivas propias del pasado, así como junto a los hombres de cincuenta años hay niños de un año.
Es posible ver, dentro de los acontecimientos terrenales de hoy, los acontecimientos primordiales, siempre que se pueda elegir las diversas etapas sucesivas de desarrollo, que son distintas entre sí.
Ahora el hombre se presenta en la forma en que está evolucionando actualmente, sólo durante la cuarta de las encarnaciones planetarias descritas, en la Tierra propiamente dicha.

La característica esencial de esta forma consiste en el hecho de que el hombre está compuesto por cuatro elementos constitutivos: el cuerpo físico, el etérico, el astral y el yo.
Sin embargo, esta forma no podría haberse constituido si no hubiera sido preparada por los acontecimientos anteriores de la evolución, preparación que tuvo lugar por el hecho de que durante la anterior encarnación planetaria se desarrollaron seres que ya poseían tres de los actuales elementos humanos: el cuerpo físico, el etérico y el astral.
Estos seres, que podrían llamarse, en cierto sentido, los progenitores del hombre, no poseían todavía el "yo", pero desarrollaron los otros tres elementos constitutivos y su relación recíproca de tal manera que alcanzaron la madurez para acoger el "yo" más tarde.
Los progenitores del hombre, por lo tanto, durante las primeras encarnaciones planetarias, llevaron a sus tres elementos constitutivos a un cierto estado de madurez.
Luego vino un período de espiritualización, a partir del cual se formó una nueva condición planetaria, la de nuestra Tierra.
Esta condición contenía dentro de sí, como semillas, aquellos progenitores del hombre que habían madurado así.
Dado que todo el planeta había pasado por un período de espiritualización y había reaparecido en una nueva forma, ofrecía a las semillas que contenía, constituidos por el cuerpo físico, el cuerpo vital y el cuerpo astral, no sólo la oportunidad de evolucionar nuevamente hasta cotas que habían alcanzado antes, sino también la posibilidad, tras haberla alcanzado, de trascenderse a sí mismos y dar acogida al "yo".
La evolución de la Tierra, por lo tanto, consiste en dos partes: en un primer período la propia Tierra se presenta como la reencarnación de un estado planetario anterior.
Pero esta repetición marca un avance sobre la encarnación anterior, debido a la espiritualización que se produjo entre las dos encarnaciones.

Y la Tierra contiene en sí misma las semillas de los progenitores del hombre, -proveniente del planeta anterior-, semillas que primeramente han de evolucionar hasta el nivel en el que se encontraban previamente.
Su llegada a este punto marca el final del primer período; pero la Tierra, en virtud de su mayor grado de evolución, puede llevar tales semillas a una mayor perfección, es decir, puede hacerlas aptas para recibir el "Yo".
El segundo período de la evolución de la Tierra es el del desarrollo del Yo en el cuerpo físico, en el cuerpo vital y en el cuerpo astral.
Así como el hombre, a través de la evolución de la Tierra, pudo de esta manera ascender un escalón más, así también había ascendido un escalón en cada una de las encarnaciones planetarias anteriores; pues el hombre en parte ya existía cuando se produjo la primera de estas encarnaciones.
Por lo tanto, a fin de arrojar luz sobre la entidad actual del hombre, es útil rastrear su evolución hasta el pasado muy remoto de la primera de estas encarnaciones planetarias.
La investigación oculta le da a esa primera encarnación planetaria el nombre de "Saturno", la segunda "Sol", la tercera "Luna", la cuarta "Tierra".
Hay que tener en cuenta que no se pueden poner en primer lugar tales designaciones de la ciencia oculta en relación con los nombres usados para indicar los cuerpos celestes de nuestro actual sistema solar.
En la ciencia oculta, Saturno y el Sol y la Luna son precisamente los nombres de las formas pasadas de la evolución por las que pasó nuestra Tierra.
Cuál es la relación entre estos mundos primordiales y el actual sistema solar será expuesto en el curso de este trabajo.
Sólo se podrá describir brevemente las condiciones existentes en las cuatro encarnaciones planetarias mencionadas, ya que los acontecimientos, los seres y sus destinos son tan variados en Saturno, Sol y Luna como en la propia Tierra.

Por lo tanto, sólo será posible señalar algunas características de esas diferentes condiciones, ilustrando cómo se han ido formando las condiciones de la Tierra a partir de las anteriores.

También hay que tener en cuenta que estas condiciones son cada vez más diferentes de las actuales, cuanto más nos remontamos en el pasado.
Sin embargo, sólo pueden describirse utilizando conceptos derivados de las condiciones actuales de la Tierra.
Cuando, por ejemplo, se habla de luz, calor o algo similar con respecto a estos estados primordiales, hay que recordar que no se trata de lo que hoy se indica como luz o calor.
No es tanto que tal designación sea correcta, porque en esos primeros pasos de la evolución, se le manifiesta al observador clarividente algo, que se ha convertido en lo que ahora es luz, calor, etc., en esas primeras etapas de la evolución.
Y quien siga las descripciones que han sido dadas por la ciencia oculta podrá detectar, a partir de la relación en la que se colocan estas cosas, el tipo de representaciones que se deben adquirir para obtener imágenes y comparaciones características de los hechos, que tuvieron lugar en el pasado muy remoto.
Esto será sin duda muy difícil en lo que respecta a los estados planetarios que precedieron a la encarnación lunar.
Durante esta última, las condiciones que predominaban tienen todavía algunas similitudes con las terrestres, y quien quiera describirlas, encuentra en tal similitud con el presente, los puntos de apoyo para expresar claramente los resultados de la observación antes mencionada.
Pero es diferente cuando se trata de describir la evolución de Saturno y la solar.
Lo que en tal caso se manifiesta a la observación suprasensible, es absolutamente diferente de las condiciones y seres que forman parte de la esfera actual de la vida humana, lo que hace particularmente difícil llevar ese hecho tan remoto al campo de la
 propia conciencia clarividente.

Pero la entidad humana actual no puede ser entendida a menos que nos remontemos en la evolución hasta la etapa planetaria de Saturno.
Es necesario, pues, describir esas condiciones primordiales; ciertamente sólo pueden ser comprendidas correctamente por quienes tienen en cuenta la existencia de tales dificultades, y mucho de lo que se dice debe, pues, considerarse más bien como una insinuación, una indicación de los hechos en cuestión, más que como una descripción ajustada.
Se podría, tal vez, encontrar una contradicción entre lo que se dice aquí y en las páginas siguientes, y la referencia hecha anteriormente, sobre la persistencia en el presente de condiciones pasadas.
En efecto, algunos podrían encontrar que en el mundo actual no es posible encontrar ninguna condición igual a la de las etapas de Saturno, el Sol y la Luna, y mucho menos una forma humana similar a la que se describe aquí como perteneciente a esas muy antiguas etapas de la evolución.
Por supuesto, hoy en día no hay hombres de Saturno, el Sol y la Luna, junto a los hombres terrestres, tal como podemos encontrar
 junto a hombres de cincuenta, niños de tres años de edad.

Pero dentro del hombre terrenal, son perceptibles suprasensiblemente las etapas previas de la humanidad.

Para reconocer esto, es necesario haberse apropiado de una facultad de discernimiento que se extiende a todas las manifestaciones de la vida.
Así como existen, junto al hombre de cincuenta años, los niños de tres años, así también junto al hombre terrenal vivo y despierto, existe el cadáver, el hombre dormido, el hombre en el estado de sueño.
Y aunque estas diferentes manifestaciones de la entidad humana no representen de manera inmediata, tal como son, las diferentes etapas evolutivas, incluso una visión justa ve estas etapas en esas formas.

De los cuatro elementos que actualmente componen la entidad humana, el cuerpo físico es el más antiguo, y es también el que ha alcanzado la mayor perfección de su propia naturaleza.
La investigación oculta muestra que ya existía durante la evolución de Saturno.
En el curso de este estudio se expondrá cómo sin duda la forma de este cuerpo físico en Saturno fuese bastante diferente a la del cuerpo físico humano actual.
Este último, por su naturaleza, sólo puede existir gracias a su relación con el cuerpo vital, el cuerpo astral y el yo, como ya se ha explicado en la primera parte de este libro.
Tal relación no existía todavía en Saturno; en aquel tiempo el cuerpo físico pasaba por la primera etapa de la evolución, sin llevar incorporado un cuerpo vital, un cuerpo astral o un yo humano; y durante la evolución de saturno
 maduró para poder recibir un cuerpo vital.

Para que esto ocurriera, Saturno primero tuvo que espiritualizarse y luego reencarnarse como el Sol.
Durante la encarnación del Sol volvió a desarrollar, como una semilla del pasado, el cuerpo físico tal como se había constituido en Saturno; y sólo después pudo ser penetrado por un cuerpo etérico.
A través de la incorporación de un cuerpo etérico, la naturaleza del cuerpo físico se transformó, y se elevó a un segundo grado de perfección.
Un evento similar ocurrió durante la evolución lunar.
El progenitor del hombre, al evolucionar desde el Sol a la Luna, incorporó
 en sí mismo el cuerpo astral, y por consiguiente el cuerpo físico sufrió una tercera transformación, y se elevó a un tercer grado de perfección.

El cuerpo vital también se transformó y ascendió al segundo grado de perfección.
En la Tierra, finalmente, a este antepasado del hombre, que consta del cuerpo físico, el cuerpo vital y el cuerpo astral, se incorporó el Yo.

De manera que el cuerpo físico llegó a su cuarto grado de perfección, el cuerpo vital al tercero y el astral al segundo; el yo está ahora en el primer paso de su existencia.
Examinando la naturaleza del hombre sin ideas preconcebidas, no será difícil representar correctamente estos diferentes grados de perfección de los elementos constitutivos individuales; a este respecto, basta con comparar el cuerpo físico con el cuerpo astral.
Ciertamente el cuerpo astral, en su calidad de elemento anímico, se encuentra en un nivel más alto de evolución que el físico, y cuando se perfeccione en el futuro, tendrá para la entidad general del hombre una importancia mucho mayor que el cuerpo físico actual.
Pero, en su propia naturaleza, este último ha alcanzado una cierta altura de perfección.
Piensen en la profunda sabiduría que se manifiesta en la estructura del corazón, el cerebro, etc., incluso de cada hueso en sus detalles individuales, por ejemplo, la parte superior del fémur.
En el extremo de este hueso hay una admirable celosía o armadura, diseñada regularmente por medio de muchas pequeñas trabéculas; el conjunto está formado de tal manera que con el uso del mínimo de sustancias materiales se obtiene el efecto más favorable en la superficie de la articulación, por ejemplo, la distribución adecuada de la fricción para lograr el tipo de movimiento correcto.
De esta manera, uno puede encontrar disposiciones sabias en las diferentes partes del cuerpo físico.
Y quien observa la armonía con la que las diferentes partes contribuyen a la formación del todo, encontrará correcto hablar en nombre de este elemento constitutivo de la entidad humana de su propia perfección.
Tampoco vale la pena objetar que ciertas partes aparecen sin propósito, o que pueden producirse perturbaciones en la estructura, o en las funciones de la misma.
Se puede incluso encontrar que tales perturbaciones, en cierto sentido, no son sino las sombras necesarias de la luz de la sabiduría que ha sido derramada sobre el organismo físico interno.

Y ahora compárese éste con el cuerpo astral, como vehículo para el placer y el dolor, los deseos y las pasiones.
Cuánta incertidumbre reina en el con respecto al placer y al dolor; qué deseos y pasiones, a menudo sin sentido, tienen lugar allí, en contraste con el objetivo más elevado del hombre.
El cuerpo astral está ahora mismo en el camino de la armonía y la perfección interior, que en cambio ya existe en el cuerpo físico.
De la misma manera se podría demostrar que, en su género, el cuerpo vital es más perfecto que el astral y menos que el físico.
Y del correspondiente estudio del núcleo esencial de la entidad humana, el "yo", también se desprendería que se encuentra actualmente sólo en el comienzo de su evolución.
De hecho, hasta que punto este "yo" ya ha cumplido su tarea de transformar los otros elementos de la entidad humana, para que se conviertan en una manifestación de su propia naturaleza?
Lo que se hace evidente de esta manera incluso para la observación exterior, se manifiesta aún más intensamente para el estudioso de la Ciencia del Espíritu.
Se puede objetar que el cuerpo físico está sujeto a enfermedades, pero la Ciencia del Espíritu está ahora en condiciones de demostrar, que una gran parte de ellas depende del hecho de que la perversidad y los errores del cuerpo astral se transmiten al cuerpo vital y perturban indirectamente la armonía del cuerpo físico a través de éste.
La íntima conexión, que sólo podemos insinuar aquí, y la verdadera causa de muchos procesos morbosos escapan a esa observación científica, que se limita sólo a hechos físicos sensibles.
Esta conexión se explica en gran medida de tal manera que un fallo del cuerpo astral no produce un fenómeno de enfermedad en el cuerpo físico durante la vida en que se ha producido el fallo, sino que lo produce en una vida posterior.

Por lo tanto, las leyes que estamos examinando ahora tienen un significado sólo para aquellos que admiten la repetición de vidas humanas.
Pero aunque no se quiera saber nada de este conocimiento más profundo, es evidente, incluso para la observación ordinaria de la vida, que el hombre se entrega demasiado a menudo a los placeres y deseos, que destruyen la armonía del cuerpo físico.
Y el asiento de los placeres, deseos y pasiones no es el cuerpo físico, sino el cuerpo astral, que en muchos aspectos es todavía tan imperfecto que puede destruir la perfección del cuerpo físico.
También hay que señalar aquí que tales consideraciones no tienen por objeto demostrar las afirmaciones de la ciencia del espíritu sobre la evolución de los cuatro elementos constitutivos de la entidad humana.
Las pruebas se extraen de la investigación espiritual, que muestra que el cuerpo físico tiene cuatro transformaciones tras de sí, que lo han llevado a un mayor grado de perfección, mientras que los otros elementos humanos han tenido menos, como ya se ha descrito; pero sólo se quiere indicar que estas comunicaciones de la investigación espiritual se refieren a hechos, que también se revelan en sus efectos sobre la observación externa, en los diferentes grados de perfección del cuerpo físico, del cuerpo vital, etc.

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