LA CIENCIA OCULTA
Por Rudolf Steiner
capítulo V
EL CONOCIMIENTO DE LOS MUNDOS SUPERIORES
3ª parte
El
valor interno de la etapa imaginativa del conocimiento está
asegurado, cuando en apoyo de las concentraciones del alma
(meditaciones) descritas anteriormente, el discípulo cultiva el
hábito de lo que se puede llamar "pensar libre de los
sentidos".
Cuando el hombre se forma una idea basada en lo
que se ha observado en el mundo físico-sensible, esta idea no está
libre de la influencia de los sentidos.
Pero no se dice que el
hombre sólo puede formar ideas de ese tipo, ni que el pensar humano
se vuelve vacío e insignificante cuando no se llena con las
observaciones de los sentidos.
Para el discípulo espiritual el
camino más seguro para lograr tal pensar libre de los sentidos,
puede ser el de asimilar las enseñanzas de la Ciencia del Espíritu
relativas a los hechos del mundo superior y formar de ellas el
contenido de su propio pensar.
Estos hechos no pueden ser
observados a través de los sentidos físicos; sin embargo el
discípulo se dará cuenta de que puede captarlos, siempre que ejerza
suficiente paciencia y perseverancia.
El mundo espiritual no puede
ser investigado por nosotros sin una preparación adecuada; pero
incluso sin una disciplina superior podemos llegar a comprender todo
lo que nos informan aquellos que son capaces de investigar ese mundo.
Si
alguien creyera que no puede aceptar con convicción lo que le
comunican los investigadores, porque no puede verificar directamente
tales comunicaciones, caería en el error, siendo absolutamente
posible, mediante una simple reflexión, adquirir la convicción
absoluta de la verdad de esas comunicaciones.
Y si alguien no
logra con la reflexión formar tal convicción, esto no se debe en
absoluto a la imposibilidad de "creer" en algo que no se
puede ver, sino sólo del hecho de que su reflexión todavía carece
de imparcialidad, amplitud y profundidad.
Para aclarar este punto,
es necesario reflejar que el pensar humano, cuando es estimulado
interiormente con energía, alcanza un campo mucho más amplio que el
que se le suele asignar, porque el pensar contiene una esencia
interior, que está en relación con el mundo suprasensible.
El
alma no suele ser consciente de esta relación, porque está
acostumbrada a educar su pensar sólo para el mundo de los sentidos,
y por lo tanto juzga incomprensibles las comunicaciones extraídas
del mundo suprasensible; pero éstas son comprensibles, no sólo para
el pensar educado a la disciplina oculta, sino también para todo
pensar, que es consciente de toda su fuerza y está deseoso de
utilizarla.
Al asimilar continuamente de esta manera las
enseñanzas de la investigación oculta, uno se acostumbra a los
pensamientos que no están tomados de las percepciones de los
sentidos; se aprende a reconocer que en las profundidades del alma un
pensamiento está entretejido por otro, un pensamiento está asociado
con otro, aun cuando su nexo no esté determinado por la fuerza de la
observación sensorial.
Lo esencial es darse cuenta de que el
mundo del pensamiento tiene una vida interior, y que mientras se
piensa uno se encuentra en el campo de una fuerza viviente
suprasensible.
El hombre se dice a sí mismo: "Hay, en mí,
como un organismo formado por el pensar; pero yo soy uno con él.
Al
entregarnos a un pensar libre de los sentidos nos hacemos conscientes
de una esencia que fluye en nuestra vida interior, al igual que las
propiedades de las cosas sensibles que observamos con nuestros
sentidos fluyen hacia nosotros a través de nuestros órganos
físicos.
El observador del mundo físico dice: "Ahí fuera,
en el espacio, hay una rosa; no me resulta extraña, porque se me
revela a través de su color y su fragancia.
Pues bien, una vez
que el pensar liberado de los sentidos actúa en el hombre, le basta
con no tener ideas preconcebidas para poder decirse a sí mismo:
"Algo esencial se me revela, conecta en mí un pensamiento con
otro y constituye así un organismo formado de pensamiento".
Pero
las dos actividades despiertan sentimientos diferentes; hay una
diferencia entre lo que se revela al observador del mundo exterior
sensible, que ve la rosa, y lo que se le revela sustancialmente al
hombre al pensar liberado de los sentidos.
El primer observador se
siente frente a la rosa, se siente fuera de ella, mientras que el que
se entrega al pensar liberado de lo sensorial siente la esencia de la
rosa, que se le revela como dentro de sí mismo, se siente uno con
ella.
El hombre, que más o menos inconscientemente da un valor
sustancial sólo a lo que tiene delante como objeto externo, no podrá
ciertamente tener la sensación de que una cosa que existe en sí
misma puede también revelársele por el hecho de que se siente uno
con ella.
Para discernir la verdad a este respecto es necesario
tener la siguiente experiencia interior.
Es necesario aprender a
distinguir entre las asociaciones de ideas creadas voluntariamente y
las experimentadas en nosotros, cuando nuestra voluntad es
silenciada
En este último caso se puede decir: "Me quedo
completamente tranquilo, no provoco ninguna concatenación de ideas,
me abandono a lo que "piensa en mí".
Entonces
se puede decir con razón: "Hay algo esencial en mí que actúa";
como se tiene derecho a decir: "Tengo una impresión de la rosa,
cuando veo un cierto color, o percibo un cierto perfume".
No
hay contradicción en que uno saque el contenido de los pensamientos,
de las enseñanzas del investigador espiritual.
Los pensamientos
ya existen cuando nos entregamos a ellos; pero no se podría pensar
en ellos si no fueran recreados una y otra vez en el alma.
Se
trata precisamente de eso: de que el investigador espíritual desvele
en su oyente o lector los pensamientos, que debe sacar en primer
lugar de sí mismo, mientras que el que se limita a describir las
realidades sensoriales indica algo que puede ser observado por el
oyente o el lector en el mundo sensible.
El
camino que conduce a un pensar liberado de los sentidos, a través de
las comunicaciones de la Ciencia del Espíritu, es completamente
seguro.
Hay otro que es aún más seguro, y especialmente más
exacto, aunque es más difícil para muchas personas, y se describe
en mis libros: "La teoría del conocimiento de la concepción
goetheana del mundo" y "La filosofía de la
libertad".
Estos libros exponen los resultados que el pensar
humano puede lograr, cuando en lugar de permitirse las impresiones
del mundo exterior físico-sensible, se concentra sólo en sí
mismo.
Sólo el pensar puro, como entidad viviente en sí mismo, y
no el pensar dirigido sólo al recuerdo de objetos sensibles, expresa
entonces su actividad en el hombre.
Los libros mencionados no han
derivado nada de las comunicaciones de la Ciencia del Espíritu; sin
embargo, se muestra en ellos que el pensar puro concentrado en sí
mismo puede llegar a explicaciones del mundo, de la vida y del
hombre.
Estos dos libros representan un paso intermedio muy
importante entre el conocimiento del mundo sensible y el del mundo
espiritual, y ofrecen lo que el pensar puede lograr cuando se eleva
por encima de la observación sensible, aunque todavía evita el
acceso a la investigación de los mundos superiores.
El hombre que
impregna completamente su alma con las ideas expuestas en esos libros
ya está en el mundo espiritual, aunque este se le manifieste como
mundo del pensar.
El que se siente capaz de cruzar este paso
intermedio sigue un camino más seguro y puro, y puede adquirir
sentimientos sobre el mundo superior, que le traerá hermosos frutos
para el futuro.
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