GA011 La Crónica del Akasha 4-TRANSICIÓN DE LA CUARTA A LA QUINTA RAZA-RAIZ

 

CAPITULO IV

TRANSICIÓN DE LA CUARTA A LA QUINTA RAZA-RAIZ

Los relatos siguientes se refieren a la transición de la cuarta razaraíz (atlante) a la quinta (aria), a la que pertenece la humanidad civilizada actual. Para comprenderlas bien, es preciso impregnarse de la idea de evolución, en su sentido más amplio y profundo. Todo lo que el hombre percibe a su alrededor está en vías de desarrollo. Lo que caracteriza al hombre de nuestra raza-raíz, su facultad de pensamiento, es también el fruto de una evolución. I Incluso puede decirse que es precisamente esta raza-raíz la que lenta y progresivamente conduce a su madurez la fuerza del pensar.
Actualmente, el hombre toma una decisión (en su pensamiento), y luego la realiza, como consecuencia de su propio pensamiento. En los atlantes esta facultad estaba sólo en fase de preparación. Su querer estaba influencia do no por sus propios pensamientos, sino por aquellos que les venían de entidades superiores.
Su voluntad estaba dirigida, de alguna forma, desde el exterior. Quien se familiarice con esta idea de evolución aplicada al hombre y llegue a admitir que él mismo, como ser humano, era en otra época un ser terrestre de constitución muy diferente, estará entonces en condiciones de representarse las entidades totalmente diferentes que se tratarán en la siguiente narración. La evolución aquí relatada alcanza períodos extremadamente largos.
Lo que hemos dicho precedentemente acerca de la cuarta raza-raíz, la de los atlantes, concierne a la gran mayoría de esta humanidad. Pero ésta tenía guías que por sus facultades le eran muy superiores. A ninguna educación terrestre se le habría permitido acceder a la sabiduría ostentada por esos jefes, ni a las fuerzas que dominaban. Las conservaban entidades superiores que no pertenecían de forma directa al mundo terrestre.
Desde entonces, era totalmente natural que la gran masa de los humanos considerara a estos guías como seres superiores, "mensajeros" de los dioses. En efecto, ni los órganos de los sentidos, ni la inteligencia del hombre, habrían permitido alcanzar el saber y la habilidad de estos guías. Se les veneraba como" enviados" de Dios; se recibían sus órdenes, sus mandatos, así como su enseñanza.
Son los seres de este tipo los que instruían a la humanidad, le enseñaban las ciencias, las artes y la fabricación de útiles. Estos "mensajeros divinos" dirigían ellos mismos las comunidades, en las que entonces iniciaban en el arte de gobernar a los hombres suficientemente evolucionados. Se decía de estos jefes que "frecuentaban a los dioses", que les revelaban las leyes según las cuales debía desarrollarse el progreso de la humanidad.
Esto correspondía, en aquellos tiempos, a la realidad.
Esta iniciación, este intercambio con los dioses, se realizaba en lugares desconocidos para la masa. Estos centros de iniciación se llamaban Templos de los Misterios. Allí se hallaba centralizada la administración del género humano.
El pueblo no comprendía ni lo que sucedía en los Templos de los Misterios, ni los designios de sus grandes guías. Con la ayuda de sus sentidos, sólo podían captar el aspecto terrestre de las cosas, y no las revelaciones de los mundos superiores que favorecían su salvación. Por este motivo, las enseñanzas de los guías debían revestir una forma diferente al lenguaje aplicado a los acontecimientos terrestres. La lengua que utilizaban los dioses en los centros de Misterios para hablar a sus mensajeros, no era terrestre, como tampoco lo era la forma en que esos dioses se manifestaban. Estos espíritus superiores aparecían como "nubes de fuego" a sus enviados para decirles cómo conducir a los hombres. Sólo el hombre era capaz de revestir una forma humana; las entidades cuyas facultades sobrepasan el nivel humano deben manifestarse en formas que no pueden compararse a nada en la Tierra. Losmensajeros divinos" pudieron recibir estas revelaciones porque ellos mismos eran los más perfectos de entre sus hermanos. En el transcurso de períodos de evolución precedentes, habían realizado ya lo que la mayoría de los hombres debe aún conseguir. Sólo en un cierto aspecto formaban parte del género humano. Podían tomar forma humana mientras que sus facultades psico-espirituales eran sobrehumanas. Estos seres estaban dotados, pues, de una doble naturaleza, a la vez divina y humana. En ellos podía verse a espíritus superiores que habían revestido cuerpos humanos, a fin de ayudar a la humanidad a progresar en su camino terrestre. Su verdadera patria no era de este mundo. Estos seres guiaban a los hombres, sin poder comunicar les los principios según los cuales les dirigían. Pues hasta la quinta sub-raza atlante, la de los proto-semitas, los hombres eran totalmente incapaces de comprender estos principios.
Primero fue preciso, en el curso de esta sub-raza, desarrollar la fuerza del pensar. Esta facultad se desarrolló lentamente, progresivamente. Incluso las últimas subrazas de los atlante s sólo pudieron comprender de una manera muy imperfecta los principios de sus guías divinos. Apenas empezaban a presentir muy incompletamente los rudimentos de estos principios. Por esto, sus ideas y las leyes que regían sus instituciones de Estado, eran más bien presentidas que verdaderamente pensadas.
El guía principal de la quinta sub-raza atlante la preparó poco a poco a fin de que más tarde, después del hundimiento de la civilización atlante, pudiera comenzar una vida nueva, enteramente regulada por la fuerza del pensar. Es preciso ver que el fin del período atlante comprende tres grupos de entidades del tipo humano.
Primeramente los" mensajeros de los dioses" ya mencionados, en un grado de evolución ampliamente adelantado sobre el de la masa del pueblo; enseñaban la sabiduría divina y realizaban obras divinas. En segundo lugar la masa misma, con la fuerza del pensamiento aún letárgica, pero disponiendo de facultades elementales que la humanidad actual ha perdido. En tercer lugar un pequeño grupo de los que desarrollaban el pensar, aunque perdiendo con ello las facultades elementales de los at1antes, pero que se preparaban para asimilar por el pensamiento los principios de los "mensajeros de los dioses". El segundo grupo de seres humanos estaba abocado a un deterioro progresivo. El tercero, por el contrario, pudo ser educado por los seres del primer grupo a fin de tomar las riendas de su propio destino. El guía principal, conocido en la literatura oculta con el hombre de Manú, escogió en el tercer grupo a los más aptos, que destinó a engendrar una nueva humanidad.
Estos seres más dotados existían en el seno de la quinta sub-raza. La fuerza del pensar de la sexta y de la séptima sub-razas, había emprendido de alguna manera malos caminos, y ya no era capaz de evolucionar. Se trataba, pues, ahora de desarrollar las mejores cualidades de los mejores seres. Esto fue realizado por el guía, que aisló a los elegidos en un lugar especial de la Tierra, en Asia central, sustrayéndoles así a todas las influencias provenientes de los que se habían rezagado o de los que se habían desencaminado. El guía tenía como objetivo el hacer progresar a su grupo, de manera que los que formaban parte de él llegaran a captar en su alma, gracias a su propia fuerza del pensar, los principios según los cuales habían sido guiados hasta entonces, y que sólo habían presentido sin poder comprenderlos claramente. En lo sucesivo, los hombres debían reconocer las fuerzas divinas que habían seguido inconscientemente. Para dirigir a los hombres, los dioses se habían servido hasta entonces de sus mensajeros.
Ahora los hombres debían saber de estas entidades divinas. Debían aprender a considerarse ellos mismos como los órganos ejecutivos de la providencia divina.
Este grupo así aislado se encontraba frente a una decisión capital. En medio de ellos se encontraba, en forma humana, el guía divino. De tales mensajeros divinos, la humanidad recibía anteriormente los mandatos y las consignas para lo que debía o no debía hacer. Había sido introducida a las ciencias que se refieren a lo perceptible por los sentidos. Los hombres habían presentido un gobierno divino del mundo, lo habían experimentado incluso en sus propios actos sin haber tenido, sin embargo, jamás, una conciencia clara. Ahora su guía les hablaba de una forma totalmente nueva. Y les enseñaba que las potencias invisibles dirigían lo que aparecía ante su vista, que ellos mismos eran sus servidores, y que debían realizar, con la ayuda de sus pensamientos, las leyes de estas potencias invisibles. Los hombres oían hablar de lo supraterrestre y de lo divino, del mundo invisible del espíritu, creador y conservador del reino corporal visible.
Hasta ahora habían elevado su mirada hacia sus mensajeros de Dios que veían, hacia estos iniciados, superhombres que les hablaban; eran ellos quienes decían lo que se debía hacer o dejar. En lo sucesivo, eran considerados dignos de oír al mensajero divino hablarles de los dioses. Y la palabra que él dirigía sin cesar y con insistencia a su grupo era potente: "Hasta ahora habéis visto a los que os conducían; pero hay otros guías más elevados aún, que no veis. Es a estos guías a quienes estáis supeditados. Debéis ejecutar las órdenes del Dios que no veis, y debéis obedecer a aquél de quien no os podéis hacer ninguna imagen". Así la palabra del gran guía enunciaba el nuevo mandato supremo, que prescribía el culto de un Dios al que ninguna imagen sensible-visible podía parecerse, y del cual ninguna imagen debía ser hecha. Un eco de este gran mandato primordial de la quinta raza humana se encuentra de nuevo en este fragmento:
"De ningún modo te harás imagen tallada ni representación alguna de las cosas que están arriba en los cielos, que están abajo en la tierra, y que están en las aguas más bajas que la tierra". (Éxodo XX,4). El guía principal (Manú) era asistido por otros enviados de los dioses, encargados de ejecutar sus designios en los diferentes dominios de la vida y de trabajar para el desarrollo de la nueva raza. Se trataba, en efecto, de conducir toda la existencia, según la nueva concepción de un gobierno divino del mundo. Los pensamientos de los hombres debían estar totalmente dirigidos de lo visible hacia lo invisible. La vida está regulada por las potencias naturales. El curso de la vida humana depende del día y de la noche, del invierno y del verano, del Sol y de la lluvia.
Se mostraba la relación entre estos hechos visibles e influyentes y las fuerzas invisibles (divinas), y el comportamiento humano a adoptar para llegar a dirigir la vida según estas potencias invisibles. Cualquier saber y cualquier trabajo debían orientarse en este sentido. El hombre debía ver, en el curso de los astros y en las condiciones meteorológicas, la expresión de las resoluciones divinas y de la sabiduría de los dioses. La astronomía y la meteorología se enseñaban bajo este espíritu. Incumbía al hombre el organizar su trabajo y su vida moral de manera que estuvieran de acuerdo con la sabiduría de las leyes divinas. La vida se regulaba según los mandatos divinos; se escrutaban los pensamientos divinos en el curso de las estrellas y en las manifestaciones atmosféricas, etc.... Los actos sacrificiales debían permitir al hombre poner su acción en armonía con la voluntad divina. La intención del Manú era orientar toda la vida humana hacia los mundos superiores. Toda actividad humana, todas las instituciones debían tener un carácter religioso.
Mediante esto, el Manú quería iniciar el proceso propio de la misión específica de la quinta raza. Esta debía aprender a dirigirse por sí misma con la ayuda del pensamiento.
Sin embargo, una autonomía así, sólo puede ser saludable si el hombre se pone él mismo al servicio de las fuerzas superiores. Debe hacer uso de su fuerza de pensamiento, pero es preciso que sea santificada, y que se dirija, por tanto, hacia lo divino.
Para comprender bien lo que sucedía en esa época, hay que considerar que el desarrollo de la facultad del pensar, a partir de la quinta sub-raza atlante, tuvo aún otra consecuencia. Los hombres habían entrado en posesión de conocimientos y artes provenientes de un cierto origen, y que no estaban en relación directa con lo que el Manú consideraba como su misión específica. Entonces, a estos conocimientos y artes les faltaba el carácter religioso.
Al ver la manera en que les llegaban, a los hombres, éstos pensaron que podían ponerlos al servicio de su egoísmo, de sus necesidades personales. Por el momento no está permitido revelar el origen de estos conocimientos y artes, es por eso que aquí debe omitirse una parte de la Crónica del Akasha. Uno de estos conocimientos, por ejemplo, concierne al fuego y sus aplicaciones en los trabajos humanos. En los primeros tiempos de la Atlántida el hombre no tenía necesidad del fuego, ya que podía servirse de la fuerza vital. Pero cuanto más avanzaba el tiempo, menos capaz era de explotar esa fuerza; tuvo que aprender a fabricar, a partir de materiales inanimados, herramientas e instrumentos. Para ello, se sirvió del fuego. Lo mismo sucedió con otras fuerzas de la naturaleza. El hombre había aprendido a servirse de ellas, sin tener conciencia de su origen divino. Y tenía que ser así. En lo referente a las cosas gobernadas por el pensamiento, nada debía obligar al hombre a tomar como referencia el orden divino del mundo. Todo lo contrario, debía llegar a ello libremente por su pensamiento. Así pues, la intención del Manú era la de llevar a los hombres a concebir, por un acto autónomo surgido de una necesidad interior, la relación de estas cosas con el orden superior del mundo. Los hombres podían, por así decir, escoger si querían poner los conocimientos adquiridos al servicio de sus necesidades egoístas y personales, o bien consagrarlos religiosamente al servicio de un mundo superior. Antes, el hombre estaba obligado a considerarse como un miembro de la ordenación divina del mundo, de donde le venía, por ejemplo, el dominio de la fuerza vital, sin que tuviera necesidad de servirse del pensamiento; en lo sucesivo, estaría en condiciones de utilizar las fuerzas de la naturaleza, sin orientar su pensamiento hacia lo divino. No todos los hombres reunidos por el Manú estaban a la altura de una decisión así; sólo un pequeño número era digno de ello. Y es con ellos con quien el Manú iba a formar el germen de la nueva raza. Se retiró con ellos para perfeccionar su desarrollo, mientras que los otros se confundieron con el resto de la humanidad.
De este pequeño número de hombres reagrupados finalmente alrededor del Manú, salió todo lo que hasta nuestros días constituye los verdaderos gérmenes de progreso en la quinta razaraíz. Esto explica también los dos hechos característicos que marcan toda la evolución de esta quinta raza-raíz. Uno es propio de los hombres animados por ideas superiores y que se consideran como los hijos de una potencia divina universal; el otro pertenece a los que lo sitúan todo al servicio de los intereses personales y del egoísmo.
Este pequeño grupo permaneció junto al Manú hasta que hubo adquirido fuerzas suficientes para actuar según el nuevo espíritu, y sus miembros pudieran irse a llevar el nuevo espíritu a esta humanidad constituida por los restos de las razas precedentes. Este nuevo espíritu tomó, naturalmente, en los diferentes pueblos un carácter diferente, según el grado de desarrollo que habían podido alcanzar en sus regiones respectivas. Las antiguas señales de carácter aún presentes, se mezclaron con lo que los enviados del Manú aportaron en las diversas partes del mundo. Esto engendró una variedad de nuevas civilizaciones y de impulsos culturales. Las personalidades más calificadas en el entorno del Manú, fueron destinadas a ser poco a poco iniciadas directamente en la sabiduría divina, a fin de convertirse en maestros de los otros. A los antiguos mensajeros divinos vino así a añadirse, una nueva especie de iniciados. Como sus semejantes, habían desarrollado su facultad del pensar de acuerdo con las exigencias terrestres. Los mensajeros divinos precedentes -entre ellos también el Manú- no lo habían hecho. Su evolución pertenecía a los mundos superiores.
Introducían en el medio terrestre su sabiduría superior. Lo que ellos aportaron a la humanidad era un If don de lo alto". Antes de la mitad de la época atlante, los hombres no estaban aún bastante avanzados para
comprender, por sus propias fuerzas, lo que son las resoluciones divinas. Ahora, en el curso del período descrito, iban a conseguirlo. El pensamiento terrestre debía elevarse hasta la concepción de lo divino. A los supra-hombres- iniciados se añadían los humanosiniciados. Esto marca un cambio importante en la evolución del género humano. Los primeros atlante s no tenían aún la opción de apreciar si sus guías eran mensajeros divinos o no. En efecto, lo que éstos realizaban se imponía a ellos como una obra de los mundos superiores y llevaba el sello del origen divino. Gracias a su poder, los guías de la época atlante eran seres sagrados, aureolados por el esplendor que les confería esta potencia. Los hombres-iniciados de los tiempos siguientes son, desde el punto de vista exterior, hombres entre otros hombres. Sin embargo permanecen en relación con los mundos superiores, y las revelaciones y manifestaciones de los mensajeros divinos llegan hasta ellos. En caso de extrema necesidad excepcional, hacen uso de ciertas fuerzas que les vienen de allí.
Realizan entonces acciones que desafían las leyes conocidas y por ello incomprensibles a los hombres, acciones justamente consideradas como milagros. En todo esto los designios superiores apuntaron a liberar la humanidad y perfeccionar el desarrollo de su pensar. Los iniciados humanos son actualmente los mediadores entre el pueblo y las potencias superiores, y sólo la iniciación convierte en apto para frecuentar a los mensajeros divinos.
Al principio de la quinta raza-raíz, los hombres iniciados, los santos instructores, se convirtieron en los guías del resto de la humanidad. Los grandes sacerdotes-reyes del pasado que la historia no menciona, pero que testimonian las leyendas, pertenecen a la corte de estos iniciados. Los mensajeros divinos superiores se retiraron cada vez más de la Tierra, cediendo el gobierno a estos inicia dos humanos a los que aportaron ayuda y consejos. Si no hubiera sido así, el hombre no accedería nunca al uso libre de la fuerza del pensar. El mundo está regido por una dirección divina; pero el hombre no debe ser forzado a reconocerlo, sino que debe convencerse de ello y comprenderlo en total libertad. Si lo consigue, los iniciados le develarán gradualmente sus secretos. Sin embargo, esto no puede hacerse de golpe. Toda la evolución de la quinta raza-raíz constituye un lento camino hacia ese fin. Al principio, el Manú condujo él mismo a su grupo, al igual que el guía a los niños. Luego la dirección se transmitió poco a poco a los iniciados humanos. Y actualmente el progreso consiste siempre, todavía, en una mezcla de conciencia e inconsciencia en la acción y el pensar de los hombres. Sólo al final de la quinta raza-raíz, cuando en el curso de la sexta y séptima sub-razas, un número suficientemente importante de personas habrá accedido al saber, entonces el más grande de los iniciados podrá develarse públicamente a ellos. Y este iniciado humano podrá entonces encargarse de la dirección principal, como lo había hecho el Manú al término de la cuarta raza-raíz. La educación de la quinta raza-raíz consiste, pues, en conducir a una gran parte de la humanidad a seguir libremente un Manú humano, como la raza-germen de esta quinta lo había hecho con el Manú divino.

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El objetivo de este blog es publicar en Internet todo el material fuente existente para las transcripciones de las conferencias de Rudolf Steiner de la forma más completa posible, para que este gran tesoro esté disponible para toda la humanidad. Se trata de notas de oyentes, transcripciones de conferencias y, en su mayor parte, transcripciones en texto plano de conferencias estenografiadas, también conocidas como transcripciones en texto plano. De este modo, cualquiera puede comprobar por sí mismo, mediante comparaciones, qué dijo realmente Rudolf Steiner y cómo fue editado (y, por tanto, modificado) en las distintas ediciones. Y por último, pero no menos importante, también encontrarán mucho material inédito. La obra de Rudolf Steiner es de dominio público desde 1996 y, por tanto, pertenece legalmente a toda la humanidad. Él mismo habría elegido una fecha mucho más temprana para la publicación de su obra, como se desprende de los pasajes sobre propiedad intelectual que citamos a continuación; Incluso el período de protección de 30 años que se aplicaba entonces le parecía demasiado largo. ¿Y qué habría dicho sobre el hecho de que 85 años después de su muerte, parte de su obra docente siga inédita y acumulando polvo en los archivos? Él mismo encontró una expresión adecuada para esto: Fue puesto en un ataúd. Este sitio web está destinado a ayudar a liberarlo de este ataúd. "Lo que el hombre puede crear a partir de sus capacidades intelectuales se lo debe a la sociedad humana, al orden social humano. En realidad, no le pertenece. ¿Por qué gestionamos nuestra propiedad intelectual? Simplemente porque la produces; al producirla, demuestras que tienes la capacidad de hacerlo mejor que los demás. Mientras tengas esa capacidad mejor que los demás, gestionarás mejor esa propiedad intelectual al servicio del conjunto. Ahora la gente se ha dado cuenta al menos de que esta propiedad intelectual no se perpetúa sin fin. Treinta años después de la muerte, la propiedad intelectual pertenece a toda la humanidad. Cualquiera puede imprimir lo que yo he producido treinta años después de mi muerte. Puede utilizarlo como quiera; y eso está bien. Incluso estaría de acuerdo si hubiera más derechos en este ámbito. No hay otra justificación para la gestión de la propiedad intelectual que el hecho de que, porque se puede producir, también se tienen las mejores capacidades [...] Será una forma sana de socializar el capital si hacemos fluir en el organismo social lo que hoy se acumula como capital en el derecho de sucesiones, en el surgimiento de las pensiones, del derecho de las manos ociosas, de los derechos humanos superfluos, lo que así se acumula en capital; eso es lo que importa. Ni siquiera hace falta decir que la propiedad privada debe convertirse en propiedad social. El concepto de propiedad no tendrá ningún significado". Rudolf Steiner el 25 de abril de 1919