GA055-3 Berlín, 8 de noviembre de 1906 -El origen del sufrimiento -Conocimiento suprasensible-

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GA055 Rudolf Steiner


EL ORIGEN DEL SUFRIMIENTO
3ª Conferencia
Berlín, 8 de noviembre de 1906








Cuando el ser humano mira la vida a su alrededor, cuando se examina e intenta investigar el significado y la importancia de la vida, encuentra una figura notable, ante la puerta de la vida - en parte una figura de advertencia y en parte una figura completamente enigmática-: el sufrimiento.
El sufrimiento está íntimamente ligado con lo que consideraremos en las próximas conferencias sobre el mal, la enfermedad y la muerte.
Al hombre a veces le parece que el sufrimiento está tan profundamente aferrado a la vida, que va relacionado con sus problemas más grandes. Por lo tanto, el problema del sufrimiento ha ocupado a la raza humana desde los tiempos más remotos, y cada vez que se intenta sopesar el valor de la vida y encontrar su significado, la gente ha tratado sobre todo de reconocer el papel del sufrimiento y el ddolor.
En medio de una vida feliz, el sufrimiento aparece como un destructor de la paz, para amortiguar el placer y la esperanza de la vida. Aquellos que ven el valor de la vida en el placer y la felicidad son los que más sienten este destructor de la paz, el sufrimiento. ¿De qué otro modo se podría explicar que, en un pueblo tan lleno de alegría y felicidad por la vida como es el pueblo Griego, pudiera surgir una mancha tan oscura en el cielo estrellado de la bella Grecia, como dice el sabio Silenus? Silenus en el entrenamiento de Dionysos pregunta: ¿Qué es lo mejor para el hombre? Lo mejor para el hombre es no haber nacido, y si ya has nacido, entonces lo segundo mejor es morir poco después del nacimiento. Tal vez ustedes sepan que Friedrich Nietzsche al tratar de captar el nacimiento de la tragedia, partiendo del espíritu de la antigua Grecia, se vinculó a este dicho para mostrar cómo, en la base de la sabiduría y el arte griegos, juegan un papel lleno de significado el sufrimiento y la tristeza del hombre por el sufrimiento y todo lo relacionado con ello.
Pero apenas un poco más tarde, encontramos otro sabio diciendo desde la antigua Grecia. Es una frase corta que muestra cómo surge un fulgor que el dolor y la tristeza del mundo no solo nos aportan desdicha. Es la expresión que encontramos en una de las primeras trágedias griegas de Esquilo, que el sufrimiento aumenta el conocimiento. Aquí hay dos cosas juntas, una de las cuales sin duda una gran parte de la humanidad desearía borrar, mientras que otra parte, considera el conocimiento como una de las posesiones más elevadas de la vida.
La gente de todos los tiempos han creído que se debe reconocer que la vida y el sufrimiento están profundamente entrelazados, al menos en la vida del hombre moderno y de las criaturas superiores de nuestro planeta. Por lo tanto, al comienzo de la historia bíblica de la Creación, el conocimiento del bien y del mal y el sufrimiento están íntimamente enlazados entre sí. Sin embargo, por otro lado también vemos cómo, en medio de la narración del Antiguo Testamento, a partir de una visión oscura de la tristeza, aparece una luz brillante llena de luz. Cuando miramos a nuestro alrededor en el Antiguo Testamento y estudiamos la historia de la Creación con respecto a esta pregunta, es claro que el sufrimiento y el pecado van unidos, que el sufrimiento era visto como la consecuencia del pecado. En el modo de pensar moderno, donde el concepto materialista del mundo penetra en todas partes, ya no es fácil captar cómo se puede buscar la causa del sufrimiento en el pecado. Pero a través de la investigación espiritual y la facultad de mirar hacia atrás a las edades anteriores, se encontrará que no tiene sentido creer en tal relación. La próxima conferencia nos mostrará que es posible ver una relación entre el mal y el sufrimiento. Pero para los antiguos judíos era imposible explicar la causa del sufrimiento. En el centro de esta visión que pone en relación el sufrimiento y el pecado, vemos la figura notable de Job. Es una figura que nos muestra, o pretende mostrarnos, cómo el sufrimiento y el dolor indescriptible pueden relacionarse con una vida completamente libre de culpa, cómo puede haber, a pesar de todo, sufrimiento y dolor no merecidos. Vemos amaneciedo en la conciencia de esta personalidad trágica única, Job, otra relación del dolor y el sufrimiento, una relación con el ennoblecimiento del hombre. El sufrimiento se nos aparece entonces como una prueba, como la raíz de una escalada hacia arriba, hacia un desarrollo superior. El sufrimiento en el sentido de esta tragedia de Job, no necesita de ninguna manera tener su origen en el mal, puede él mismo ser la causa primera, de modo que lo que procede a partir de él representa una fase más perfecta de la vida humana. Todo eso queda algo alejado de nuestro pensamiento moderno, y la generalidad de nuestro educado público moderno puede encontrar poca relación con él. Sin embargo, solo necesitan pensar en su vida y verán cómo la perfección y el sufrimiento a menudo aparecen juntos y cómo la humanidad siempre ha sido consciente de esta relación. Dicha conciencia formará un puente a lo que debemos considerar hoy a la luz de la investigación espiritual, a saber, la relación entre el sufrimiento y la espiritualidad.
Recuerden cómo en alguna tragedia griega, el héroe trágico se ha mostrado ante vuestros ojos. El poeta (el autor de la obra) guía al héroe una y otra vez a través del sufrimiento y los conflictos llenos de sufrimiento hasta que llega al punto donde el dolor alcanza su clímax y encuentra alivio en el final del cuerpo físico. Entonces vive en el alma del espectador no solo la simpatía con el héroe trágico y la tristeza de que tales sufrimientos sean posibles, sino que parece que a partir de la visión del sufrimiento, el hombre era exaltado y acrecentado, viendo cómo el sufrimiento se sumerge en la muerte y cómo a partir de la muerte se llega al convencimiento de que la victoria sobre el dolor existe. Sí, incluso por encima de la muerte. A través de la nada en el arte, esta gran victoria del hombre, esta victoria de sus fuerzas e impulsos más elevados, la victoria de los más nobles impulsos de su naturaleza, puede ser representada tan sublimemente ante los ojos mediante una tragedia. Cuando la experiencia del dolor y el sufrimiento han precedido a la conciencia de esta victoria, y a partir de las acciones que una y otra vez pueden tener lugar ante los ojos del espectador en el teatro, miramos lo que todavía se siente en gran parte de la humanidad moderna como el hecho más elevado de toda la evolución histórica; cuando miramos hacia arriba al Evento que divide en dos partes nuestra cronología - a la Redención a través de Cristo Jesús - entonces puede sorprendernos que uno de los más grandes enaltecimientos, uno de los mayores progresos y esperanzas de victoria que haya echado raíces en el corazón del hombre haya surgido de la visión histórica mundial del sufrimiento. Los exremadamente significativos sentimientos, que penetran profundamente en el corazón humano, de la concepción cristiana del mundo, estos sentimientos que para muchos son la esperanza y la fuerza de la vida, dan la seguridad de que hay una eternidad, una victoria sobre la muerte. Todos estos sentimientos de apoyo y elevación surgen de la visión de un sufrimiento universal, un sufrimiento que le sucede a la inocencia, un sufrimiento no ocasionado por ningún pecado personal.
Por consiguiente, aquí vemos también que un elemento superior en la conciencia de la humanidad está relacionado con el sufrimiento. Y cuando vemos cómo estas cosas, pequeñas y grandes, vuelven a salir a la superficie, cómo en realidad forman la parte elemental de la totalidad de la naturaleza humana y de la conciencia, entonces, de hecho, debe parecernos que de alguna manera el sufrimiento está conectado con lo más alto en el hombre.
Esto ha servido solo para señalar un impulso básico del alma humana que continuamente se afirma a sí misma y que se erige como un gran consuelo para el hecho de que haya sufrimiento. Si ahora entramos más íntimamente en la vida humana, encontraremos fenómenos que nos muestran el significado del sufrimiento. Tendremos que señalar aquí sintomáticamente un fenómeno que tal vez parezca apenas relacionado; pero, si examinamos más de cerca la naturaleza humana, veremos que este fenómeno también señala la importancia de ciertos aspectos del sufrimiento.
Piensen una vez más en una obra de arte, una tragedia. Sólo puede surgir si el alma del poeta se abre de par en par, sale de sí misma y aprende a sentir el dolor de otro, a cargar con la carga del sufrimiento de un extraño sobre su propia alma. Y ahora comparen esta sensación no solo con una comedia,- porque entonces no deberíamos hacer una buena comparación-, sino con algo que, en cierto modo, también pertenece al arte, con el humor que da lugar a la caricatura. Este estado de ánimo, tal vez ridículizando y burlandose, dibuja en la caricatura lo que sucede en el alma del otro y aparece en la acción externa. Tratemos de poner ante nosotros a dos hombres, de los cuales, uno concibe un evento o un ser humano trágicamente, mientras que el otro lo capta como una caricatura. No es una mera comparación, ni una mera imagen cuando decimos que el alma del poeta y artista trágico parece como si saliera de sí misma y se expandiera más y más. Sin embargo, ¿Qué, se le revela al alma mediante esta expansión? La comprensión de la otra persona. Uno comprende la vida de otro mediante la nada, tanto mas que tomando sobre su propia alma la carga de su dolor. Pero, ¿Qué debe uno hacer si quiere caricaturizar? Uno no debe entrar en lo que siente el otro, uno debe ponerse por encima suyo, alejarlo, y este alejamiento de uno mismo es la base de la caricatura. Nadie negará que así como a través de la compasión trágica la otra personalidad se nos vuelve profundamente comprensible, lo que aparece en la caricatura es lo que vive en la personalidad del caricaturista. Aprendemos a conocer la excelencia, el ingenio, el poder de observación, la fantasía de la caricatura, en lugar de la caricatura.
Si de alguna manera hemos mostrado que el sufrimiento está no obstante, conectado profundamente con algo en la naturaleza humana, entonces podemos esperar que, a través de la comprensión de la naturaleza real del hombre, el origen del dolor y el sufrimiento también pueda quedar claro para nosotros.
La ciencia espiritual que representamos aquí, toma su punto de partida del hecho de que toda la existencia tiene su origen en el Espíritu. Una visión más materialista ve al Espíritu solamente como una coronación de la creación perceptible, sobre todo como un fruto de la naturaleza física de la cual procede.
En las dos últimas conferencias (11 y 25 de octubre de 1906. La primera no está traducida. La otra es "El significado oculto de la sangre"). Se mostró cómo tenemos que imaginar al hombre completo a la luz de la investigación espiritual: el físico o corporal, el hombre del alma y el hombre espiritual. Lo que podemos ver con nuestros ojos, percibir externamente a través de los sentidos, lo que el materialismo considera como lo único existente en la naturaleza, para la investigación espiritual no es nada más que el primer miembro del ser humano: el cuerpo físico. Sabemos que con respecto a sus sustancias y leyes, el hombre tiene esto en común con todo el resto de la materia inerte. Pero también sabemos que este cuerpo físico es llevado a la vida mediante lo que llamamos el cuerpo etérico o de vida. Sabemos esto porque para la investigación espiritual, el cuerpo de vida no es una especulación, sino una realidad que se puede ver cuando se hayan abierto los sentidos superiores latentes en el hombre. Vemos la segunda parte del ser humano, el cuerpo etérico, como algo que el hombre tiene en común con el resto del mundo vegetal. Consideramos el cuerpo astral como el tercer miembro del ser humano; es el portador de simpatías y antipatías, de deseos y pasiones que el hombre tiene en común con los animales. Y luego vemos que la autoconciencia del hombre, la posibilidad de decir "yo" a uno mismo, es la cúspide de la naturaleza humana, que el hombre no tiene en común con ningún otro ser. Vemos que el "yo" surge como el florecimiento de los tres cuerpos, físico, etérico y astral. Así pues, vemos una conexión de estos cuatro cuerpos a la cual la investigación espiritual siempre ha apuntado. La "cuadratura" pitagórica no es más que la cuádruple composición, el cuerpo físico, el cuerpo etérico, el cuerpo astral y yo o ego. Aquellos que se han ocupado más profundamente de la ciencia espiritual saben que el Yo elabora desde sí mismo lo que llamamos Yo Espíritual o Manas, Espíritu de Vida o Budhi, y el verdadero Hombre Espíritu o Atma.
Eso una vez más se presenta ante ustedes para que podamos orientarnos en el camino correcto. Por tanto, el hombre aparece ante el investigador espiritual como un ser de cuatro miembros. Aquí llegamos al momento en que la investigación espiritual genuina, que ve detrás de los seres con los ojos del espíritu y penetra las leyes más profundas de la existencia, difiere profundamente de una forma de observación puramente externa. Es verdad que si situamos al hombre ante nosotros, también decimos que las leyes químicas y físicas deben ser la base del cuerpo, de la vida, la base de las sensaciones, de la conciencia, la autoconciencia. Pero cuando penetramos en la existencia con la ciencia espiritual, vemos que las cosas son todo lo contrario. La conciencia, que surge del cuerpo físico, es para nosotros el elemento creativo original. En la base de todas las cosas, percibimos al Espíritu consciente y, por lo tanto, el investigador espiritual ve cuán insensata es la pregunta: ¿De dónde viene el Espíritu? - Esa nunca puede ser la pregunta. Solo cabe preguntar: ¿De dónde viene la materia? Para la investigación espiritual, la materia ha surgido del Espíritu, no es más que Espíritu densificado.
Como comparación, imaginen un recipiente con agua dentro. Piense en una parte del agua que se enfría hasta que se convierta en hielo. Ahora bien, ¿Qué es el hielo? Es agua, agua en otra forma, en estado sólido. Esta es la manera en que la investigación espiritual mira la materia. Así como el agua está relacionada con el hielo, así lo está el Espíritu con la materia. Así como el hielo no es más que el resultado del agua, la materia no es más que un resultado del Espíritu, y tal como el hielo puede volver a ser agua, igualmente el Espíritu puede originarse de nuevo de la materia, puede proceder de la materia o, a la inversa, la materia puede nuevamente disolverse en el Espíritu.
Por lo tanto, vemos al Espíritu en un circulo eterno. Vemos el Espíritu que fluye a través de todo el universo, vemos a los seres materiales emerger de él, densificándose, y vemos por otra parte a los seres que causantes que lo sólido se evapore nuevamente. En todo lo que nos rodea hoy como materia, se refleja algo en lo que el Espíritu fluyó y se hizo rígido. En cada ser material vemos un Espíritu rígido. Si solo necesitamos aplicar el calor necesario al hielo para convertirlo nuevamente en agua, del mismo modo, solo necesitamos traer el Espíritu necesario a los seres que nos rodean para renovar el Espíritu en ellos. Hablamos de un renacer del Espíritu que ha fluido en la materia y allí se ha endurecido. Si bien, el cuerpo astral, portador de gustos y aversiones, de deseos y pasiones, no se nos aparece como algo que se pueda originar en la existencia física, sino como el mismo elemento que vive en nosotros como Espíritu consciente, así pues, lo que nos aparece como elemento fluye a través del mundo entero y se disuelve de nuevo a partir de la materia, a través de un proceso de vida humana. Lo que aparece en último lugar es al mismo tiempo lo primero. Habiendo producido el cuerpo físico y, asimismo, el cuerpo etérico, y cuando ambos han alcanzado un cierto grado de desarrollo parece nacer de ellos de nuevo.
Así es como la investigación espiritual mira las cosas. Ahora estos tres miembros (usamos palabras solo para clarificar) se nos aparecen bajo tres nombres distintos. Percibimos la materia en cierta forma, el mundo exterior se nos aparece de cierta manera. Hablamos de la Forma, del aspecto de la materia y de la Vida que aparecen en la Forma y por último, de la Conciencia que aparece dentro de la Vida. Entonces hablamos como de tres etapas: cuerpo físico, cuerpo etérico, cuerpo astral y otras tres etapas mas: Forma, Vida, Conciencia. Solo a partir de la Conciencia surge la Autoconciencia. No nos ocuparemos de eso hoy, sino que lo haremos en nuestra próxima conferencia.
La gente en todos los tiempos y particularmente en nuestros días han reflexionado mucho sobre el significado real de la vida y sobre su origen. La ciencia natural moderna ha sido capaz de dar pocas pistas sobre el sentido y la naturaleza de la vida. Sin embargo, más recientemente la ciencia natural ha aceptado una cosa, por algún tiempo, algo que ha sido expuesto una y otra vez como un hecho por la ciencia espiritual también. A saber: la vida dentro del mundo físico se distingue fundamentalmente en cuanto sustancia, de lo que llamamos inorgánico, de la materia inerte sin vida y solo se distingue por la multiplicidad y la complejidad de su formación. La vida solo puede estar presente cuando se encuentra una estructura mucho más complicada que la existente en el reino de lo inerte, de lo inorgánico. Tal vez sepan, que la sustancia básica de la vida es un tipo de sustancia albuminosa para la cual la expresión "albúmina viviente" no estaría fuera de lugar. Esta albúmina viviente difiere esencialmente de la albúmina muerta o sin vida, merced a una característica. La albúmina viviente se desintegra directamente, tan pronto es abandonada por la vida. La albúmina muerta, como por ejemplo de un huevo muerto de gallina, no puede mantenerse por un período de tiempo prolongado en la misma condición. Es característica esencial de la sustancia viviente el que, en el momento en que la vida la ha dejado, ya no puede sostener sus partes juntas, sino que se disgregan. Aunque no podemos profundizar más en la naturaleza de la vida actual, a pesar de todo, un fenómeno puede señalar algo que está profundamente conectado con la vida y que la caracteriza. ¿Y cuál es esta característica? Es justo esta peculiaridad de la sustancia viva que se desintegra cuando la vida se ha ido. Piensen en una sustancia desprovista de vida: se descompone, tiene la peculiaridad de dispersarse. ¿Qué hace la vida? Se dispone una y otra vez contra la desintegración; preservando así la vida. Ese es el elemento vital de la vida: siempre se resiste a lo que le sucedería a su sustancia. La vida en sustancia significa: resistencia a la descomposición. Comparen con la vida el proceso externo de la muerte y quedará claro que la vida no muestra los efectos que caracterizan el proceso de la muerte: la desintegración misma. Es más lo hace una y otra vez para rescatar la sustancia de la descomposición, se dispone en contra de la descomposición. Así pues, en la medida en que la vida renueva la sustancia que se está desmoronando en sí misma, es el fundamento de la existencia física y de la conciencia.
Esto no ha sido simplemente una explicación verbal; lo habria sido si lo que significa no siguiera adelante. Sin embargo, solo deben observar una sustancia viva y encontrarán que retoma continuamente la materia del exterior, la incorpora a sí misma, a medida que se van destruyendo partes de ella misma: un proceso a través del cual la vida obra perpetuamente contra la destrucción.
Deshacerse de la materia viejo y formarse nueva otra vez: así es la vida. Pero esa vida aún no es sensación, aún no es conciencia. Existe un tipo de imaginación infantil que hace que muchos científicos tengan una idea tan falsa de las sensaciones. A las plantas a las que debemos atribuir vida, también les atribuyen sensaciones. Se dice que debido a que muchas plantas cierran sus hojas y flores ante un estímulo externo, como si lo sintieran, entonces también se podría decir que el papel de tornasol azul, que se vuelve rojo por medio del estímulo externo, tiene sensaciones. También podríamos atribuir sensaciones a las sustancias químicas porque reaccionan a ciertas influencias. Pero eso no es suficiente. Para tener sensaciones, el estímulo debe reflejarse internamente. Solo entonces podemos hablar del primer elemento de conciencia, de sensación y sentimiento. ¿Y cuál es este primer elemento de la conciencia? Cuando en una investigación más profunda del mundo nos elevemos al siguiente nivel superior e intentemos comprender la naturaleza de la conciencia, no lo haremos de inmediato, pero sin embargo lo sentiremos un poco en el alma, justamente como podríamos explicar un poco la naturaleza de la vida. La conciencia solo puede surgir donde hay vida, solo puede brotar de la vida. Si la vida surge de materia aparentemente sin vida, dado que la combinación de la materia es tan complicada que no puede preservarse y debe ser aprovechada por la vida para evitar la decadencia continua, por tanto, la conciencia se nos aparece dentro de la vida como algo superior. Siempre que la vida se destruye continuamente como vida, donde un ser se encuentra cerca del umbral entre la vida y la muerte, donde la vida amenaza todo el tiempo con desaparecer nuevamente de la sustancia viviente, entonces surge la conciencia. Y como en primer lugar, la sustancia se habría desintegrado si la vida no la impregnase, así ahora la vida nos parece como disipada si no se le agrega un nuevo principio, la conciencia. Solo podemos captar la conciencia diciendo: así como la vida está allí para renovar ciertos procesos, a falta de lo cuales la materia se pudriría, así la conciencia está allí para renovar una y otra vez la vida que de otro modo moriría.
No todas las vidas pueden renovarse siempre interiormente de esta manera. Deben, para ello, haber alcanzado un nivel superior. Solo una vida que es tan fuerte en sí misma que perpetuamente lleva muerte dentro puede despertar a la conciencia. ¿O acaso no existe la vida que tiene en todo momento la muerte en sí misma? Basta con mirar la vida del hombre y recordar lo que se dijo en la última conferencia: "La sangre es un fluido muy especial". La vida humana se renueva continuamente a partir de la sangre, y un inteligente psicólogo alemán ha dicho que el hombre tiene un doble (Doppelgänger) del que continuamente saca fuerza. Pero la sangre también tiene otro poder: continuamente crea la muerte. Cuando la sangre ha depositado las sustancias que despiertan la vida en los órganos del cuerpo, lleva de nuevo las fuerzas destructoras de la vida al corazón y los pulmones. Lo que fluye de vuelta a los pulmones es venenoso para la vida y hace que la vida perezca continuamente.
Cuando un ser trabaja contra la desintegración y la descomposición, entonces es un ser vivo. Si es capaz de permitir que la muerte surja dentro de él y de transformarla continuamente en vida, entonces surge la conciencia. La conciencia es la más fuerte de todas las fuerzas que podamos encontrar. La conciencia, o espíritu consciente, es aquella fuerza que, a partir de la muerte, que debe crearse en medio de la vida, hace que la vida vuelva a surgir eternamente. La vida es un proceso que se ocupa del mundo exterior y del mundo interior. La conciencia, sin embargo, es un proceso que tiene que ver solo con un mundo interior. Una sustancia que puede morir externamente no puede volverse consciente. Una sustancia solo puede volverse consciente de que crea la muerte en su propio centro y lo supera. Por lo tanto, la muerte, como ha dicho un talentoso teósofo alemán, no es solo la raíz de la vida, sino también la raíz de la conciencia.
Cuando hayamos captado esta relación, entonces solo tenemos que mirar los fenómenos con los ojos abiertos y el dolor nos parecerá comprensible. Todo lo que da lugar a la conciencia es originalmente dolor. Cuando la vida se manifiesta externamente, cuando la vida, el aire, el calor y el frío se encuentran con un ser vivo, entonces estos elementos externos actúan sobre él. Pero mientras solo trabajen sobre él, en tanto sean asimilados por el ser vivo, siempre que la planta los tome como portadores de procesos internos de vida, mientras eso suceda no surgira ninguna conciencia. La conciencia surge principalmente cuando estos elementos externos entran en oposición con la vida interior y tiene lugar una destrucción. La conciencia debe ser el resultado de la destrucción de la vida. Un rayo de luz no puede penetrar en un ser vivo, sin que éste muera parcialmente, el proceso nunca puede ser estimulado en el ser vivo hasta que no surge la conciencia. Pero cuando la luz penetra en la superficie de la vida, produce una destrucción parcial, descompone las sustancias y fuerzas internas, entonces surge ese misterioso proceso que tiene lugar en todas partes en el mundo externo de una manera bastante definida. Imagínense ustedes que las fuerzas inteligentes del mundo hubieran ascendido a una altura en la que la luz exterior y el aire exterior fueran extraños para ellas. Permanecerian en armonía con ellas solo por un tiempo, luego llegarian a su culminación y surgiría una oposición. Si pudieran seguir este proceso con mirada espiritual, entonces podrían ver cómo, cuando un rayo de luz penetra en un ser simple, la piel se transforma un poco y aparece un pequeño ojo. ¿Qué es, por lo tanto, lo primero que destella allí en la sustancia? ¿En qué se manifiesta esta sutil destrucción? (porque es destrucción) En el dolor, que no es más que una expresión de la destrucción. Cada vez que la vida se encuentra con la naturaleza externa, la destrucción tiene lugar, y cuando se vuelve mayor, incluso produce la muerte. A partir del dolor, nace la conciencia. El mismo proceso que ha creado sus ojos habría sido un proceso destructivo si hubiera ganado ventaja sobre la naturaleza que se había desarrollado hasta el ser humano. Pero se ha apoderado solo de una pequeña parte con la cual, a partir de la destrucción y la muerte parcial, podría crear ese reflejo del mundo externo que llamamos conciencia. La conciencia dentro de la materia nace del sufrimiento, del dolor.
Cuando nos damos cuenta de esta relación entre el espíritu consciente con el sufrimiento y el dolor que nos rodea, comprenderemos bien las palabras de un iniciado cristiano que conocía esas cosas de manera fundamental e intuitiva, y veía el dolor en la base de toda la vida consciente. Las palabras son: En toda la Naturaleza, cada criatura suspira en dolor, llena de la ferviente expectativa de alcanzar el estado de hijo de Dios. - Eso se encuentra en el capítulo octavo de la Epístola de San Pablo a los Romanos, como una maravillosa expresión de esta conciencia fundamentada en el dolor. Por lo tanto, uno también puede entender cuantos sesudos hombres han atribuido al dolor un papel tan importante. Me gustaría citar solo un ejemplo. Un gran filósofo alemán dice que cuando se mira toda la Naturaleza a nuestro alrededor, entonces el dolor y el sufrimiento parecen expresarse en todas partes en su semblante. Sí, cuando uno observa los animales superiores, ellos muestran a quienes miran más profundamente una expresión llena de sufrimiento. ¿Y quién no admitiría que la fisonomía de muchos animales se parece a la manifestación de un dolor profundamente oculto?
Si miramos el asunto tal como lo acabamos de describir, entonces vemos el origen de la conciencia a partir del dolor, de modo que un ser crea conciencia a partir de la destrucción, haciendo que del deterioro de la vida, surja un elemento más elevado, regenerándose continuamente a partir de la muerte. Si los vivos no pudieran sufrir, nunca podría surgir la conciencia. Si no hubiera muerte en el mundo, nunca podría existir el Espíritu en el mundo visible. Esa es la fuerza del Espíritu, que transforma la destrucción en algo aún más elevado que la vida, y así en medio de la vida forma un estado superior, la conciencia. Cada vez más y más vemos que las diversas experiencias del dolor crean los órganos de la conciencia. Uno lo ve en los animales que para una defensa externa tienen solo una conciencia refleja, en modo parecido a como el hombre cierra el ojo como protección contra un peligro para él. Cuando el movimiento reflejo ya no es suficiente para proteger la vida interior, cuando el estímulo se vuelve demasiado fuerte, la fuerza interna de la resistencia se eleva y da origen a los sentidos, el tacto, el ojo y el oído. Quizás ustedes sepan que esto es así, como consecuencia de muchas experiencias desagradables, o quizás instintivamente. Ustedes saben, de hecho, partiendo de un estado superior de su conciencia que lo que se ha dicho es una verdad. Un ejemplo lo dejará aún más claro. ¿Cuándo sienten ciertos órganos interiores de su organismo? Pasan por la vida y no sienten el estómago, el hígado o los pulmones. No sienten ninguno de sus órganos mientras estén sanos. Los sienten solo cuando le dan dolor, y realmente saben que tienen este o aquel órgano solo cuando les duele, cuando sienten que algo está fuera de lugar allí y que está comenzando un proceso de destrucción.
Fijense en algo que exprese sufrimiento en un nivel inferior, la sensación de hambre, por ejemplo, que puede destruir la vida. La satisfacen con los alimentos, y la comida tomada se convierte en disfrute porque es el medio de potenciar, de producir vida. Entonces ven que la creación superior, el placer, surge sobre la base del dolor. Por lo tanto, antes del placer hay sufrimiento. La filosofía de Schopenhauer y Eduard von Hartmann puede por lo tanto decir justificadamente que el sufrimiento es un sentimiento común de la vida. Sin embargo, no retroceden lo suficiente, hasta el origen del sufrimiento, no llegan al punto en que el sufrimiento es evolucionar a algo superior. El origen del sufrimiento se encuentra donde la conciencia surge a partir de la vida, donde el espíritu nace a partir de la vida.
Y, por lo tanto, también podemos comprender lo que nace en el alma del hombre de la conexión del sufrimiento y el dolor con el conocimiento y la conciencia, y aún podemos mostrar cómo un estado más noble y más perfecto nace del dolor.
Aquellos que han escuchado mis conferencias con bastante frecuencia recordarán la alusión a la existencia de una especie de iniciación, por la cual una conciencia superior entra y el hombre se eleva desde una mera percepción sensorial a la observación de un mundo espiritual. Se ha dicho que las fuerzas y facultades que duermen en el alma humana, pueden extraerse de ella, así como se puede recuperar la vista mediante una operación en alguien que nace ciego, de modo que surge un hombre nuevo para quien el mundo parece transformarse en un grado superior. Como en el caso de un ciego de nacimiento, también las cosas aparecen bajo una nueva luz para el nacido espiritualmente. Sin embargo, esto solo puede ocurrir si el proceso que acabamos de describir se recapitula en un nivel superior, cuando lo que está unido en el hombre común se separa y aparece una especie de proceso de destrucción en la naturaleza humana inferior. Entonces la conciencia superior, la contemplación del mundo espiritual, puede entrar.
Hay tres fuerzas en la naturaleza humana: pensar, sentir y querer. Estos tres dependen de la organización física del hombre. Ciertos actos de voluntad aparecerán después de que hayan tenido lugar ciertos procesos de pensamiento y sentimiento. El organismo humano debe funcionar de la manera correcta para que estas tres fuerzas armonicen. Si ciertas transmisiones se interrumpen, ciertas partes están enfermas, entonces no existe una armonía adecuada entre pensar, sentir y querer. Si los órganos de la voluntad están lisiados, un hombre es incapaz de transformar sus pensamientos en deseos de voluntad. Él es débil como hombre de acción; sin duda puede pensar, pero no puede resolver poner pensamientos en la realidad. Otro caso es cuando una persona no está en posición de dejar que sus sentimientos se guíen correctamente a través de los pensamientos, para armonizar sus sentimientos con los pensamientos que están detrás de ellos. La locura fundamentalmente no es más que eso.
Una armonía entre pensar, sentir y querer se encuentra en el hombre de hoy normalmente constituido, todo lo contrario que cuando está enfermo. Esto es correcto para ciertas etapas de la evolución, pero debe notarse que esta armonía existe inconscientemente en el hombre actual. Sin embargo, si debe ser iniciado, si va a ver los mundos superiores, entonces estos tres miembros, pensar, sentir, querer, deben estar separados el uno del otro. Los órganos de la voluntad y el sentir deben sufrir una división, y, por lo tanto, el organismo físico de un iniciado es diferente del de un no iniciado. La anatomía no puede probarlo, pero el contacto entre pensar, sentir y querer está interrumpido. El iniciado podría ver a alguien sufrir profundamente sin sentirse agitado por ningún sentimiento, podría permanecer bastante tranquilo y mirar simplemente. ¿Por qué es así? En un iniciado nada debe estar entrelazado inconscientemente; él es un hombre compasivo a partir de la libertad y no porque algo externo le obligue a serlo. Esa es la diferencia entre un iniciado y un no iniciado. Tal conciencia superior crea, por así decirlo, una sustancia superior y el ser humano se disocia en un hombre de sentir, un hombre de voluntad y un hombre de pensar. Gobernando sobre estos tres aparece por primera vez el hombre superior, recién nacido, y partiendo del nivel de una conciencia superior los tres se ponen de acuerdo. Aquí otra vez debe la muerte, la destrucción, también intervenir. Si esta destrucción se produce sin que al mismo tiempo surja una nueva conciencia, entonces aparecerá la locura. Por lo tanto, la locura no sería más que la condición en la que la entidad humana se hace añicos sin la creación de la autoridad superior y consciente.
Así que aquí también hay un elemento doble: una especie de proceso destructivo de lo inferior al lado de un proceso creador de lo superior. Así como se crea el veneno en la sangre de las venas, y tambien, en el hombre normal se crea la conciencia entre la sangre roja y azul, así, en el hombre iniciado la conciencia superior se crea internamente en la cooperación de la vida y la muerte. Y el estado de dicha surge de un mayor placer, creación, que procede de la muerte.
Esto es lo que el hombre siente instintivamente cuando siente la misteriosa conexión entre el dolor y el sufrimiento y lo superior que el hombre puede alcanzar. De ahí que el poeta trágico, mientras su héroe sucumbe al sufrimiento, deja que este sufrimiento dé lugar a la sensación de la victoria de la vida, la conciencia de la victoria de lo eterno sobre lo temporal. Y así en la destrucción de la naturaleza terrenal de Cristo Jesús en el dolor y el sufrimiento, en la angustia y la miseria, el cristianismo acertadamente ve la victoria de la vida eterna sobre lo temporal y transitorio. También nuestra vida se vuelve más rica, más llena de contenido, cuando dejamos que se extienda sobre lo que yace fuera de nuestro propio yo, cuando podemos entrar en la vida que no es la nuestra.
Del mismo modo que creamos una conciencia superior a partir del dolor estimulado a través de un rayo de luz externo y es superado por nosotros como seres vivos, así nace en nosotros la compasión cuando transformamos los sufrimientos de los demás en nuestra propia mayor conciencia del mundo. Y así, finalmente, del sufrimiento surge el amor. Porque, ¿Qué otra cosa es el amor, que difundir la propia conciencia sobre los otros seres? Cuando nos privamos, regalamos, nos empobrecemos en la medida en que le damos al otro ser, cuando podemos, del mismo modo que la piel recibe el rayo de luz y puede a partir del dolor formar un ser superior, un ojo; cuando podemos expandir nuestra vida sobre otras vidas para asimilar una vida superior, entonces el amor, la compasión con todas las criaturas, nace en nosotros a raiz de lo que hemos entregado al otro.
Esto también subyace en la expresión del poeta griego: a partir de la vida aumenta el aprendizaje; a partir del aprendizaje, crece el conocimiento. Una vez más, como ya se mencionó en la conferencia anterior, un conocimiento basado en la investigación más reciente de las ciencias naturales toca los resultados de la antigua investigación espiritual. La investigación espiritual más antigua siempre ha dicho que el conocimiento más elevado puede proceder únicamente del sufrimiento. Cuando tenemos una extremidad enferma y nos causa dolor, conocemos mejor esta extremidad. De la misma manera, conocemos mejor todo lo que hemos depositado en nuestra propia alma. De nuestro sufrimiento fluye el fruto del conocimiento.
Esto mismo subyace también en la Crucifixión de Cristo Jesús, que en muy poco tiempo, fue seguida, como enseña el cristianismo, merced a que se derramó el Espíritu Santo en el mundo. Ahora entendemos la venida del Espíritu Santo a partir de la crucifixión de Cristo Jesús como un proceso indicado en la parábola del grano de trigo. El nuevo fruto debe surgir de la destrucción, y así también el Espíritu Santo, que se derramó sobre los Apóstoles en la fiesta de Pentecostés, nace de la destrucción, del dolor soportado en la Cruz. Esto se expresa claramente en el Evangelio de San Juan (7.39) donde se dice que el Espíritu todavía no estaba allí, porque el Cristo aún no había sido glorificado. Quien lea este Evangelio más profundamente verá por sí mismo que de él emergen cosas significativas.
Se puede escuchar a muchas personas decir que no habrían pasado por alto el dolor, porque les había aportado conocimiento. Todos los que han muerto pueden enseñarles que lo que he dicho es verdad. ¿Lucharían las personas contra la destrucción que se va desarrollando en ellos hasta la muerte real, si el dolor no se hubiera situado continuamente junto a ellos como un guardián de la vida? El dolor nos hace conscientes de que debemos tomar precauciones contra la destrucción de la vida. Por el dolor, creamos una nueva vida. En las notas de un científico natural moderno sobre la expresión del pensador, leemos que en el semblante del pensador se encuentra algo parecido a un dolor reprimido.
Cuando hay un realce que fluye del conocimiento obtenido a través del dolor, cuando por lo tanto es cierto que aprendemos del sufrimiento, queda justificado, -como veremos en la próxima conferencia-, que la historia bíblica de la Creación trae el conocimiento de el bien y el mal en relación con el dolor y el sufrimiento. Y por tanto, siempre se ha hecho justamente énfasis, -por quienes miran más profundamente- cómo, el origen de la purificación, el levantamiento de la naturaleza humana, radica en el dolor. Cuando la concepción del mundo científico-espiritual con su gran ley del destino, el karma, apunta desde el sufrimiento presente de un hombre, hacia lo que hizo erróneamente en vidas anteriores, entonces comprendemos tal relación solo a partir de la más profunda naturaleza del hombre. Lo que produjimos en el mundo exterior en una vida anterior, es transformado desde las fuerzas básicas a las más elevadas. El pecado es como un veneno que se convierte en remedio cuando se transforma en sustancia de vida. Y así el pecado puede contribuir al fortalecimiento y la elevación del hombre; en la historia de Job, el dolor y el sufrimiento se nos muestran como una mejora del conocimiento y del Espíritu.
Esto solo pretende ser un boceto que señale la conexión entre la existencia terrenal y el dolor y el sufrimiento. Es para mostrar cómo podemos comprender el significado del sufrimiento y el dolor cuando vemos cómo se endurecen, se cristalizan en las cosas físicas y en los organismos hasta llegar al hombre, y cómo a través de la disolución de lo que se ha endurecido, el Espíritu puede nacer en nosotros otra vez, cuando vemos que el origen del sufrimiento y el dolor está en el Espíritu. El Espíritu nos da belleza, fortaleza, sabiduría, la imagen transformada de la morada original del dolor. Un hombre brillante, Fabre d'Olivet, hizo una comparación correcta cuando quiso mostrar cómo la naturaleza humana más alta, más noble y más pura surge del dolor. Dijo que el surgimiento de la sabiduría y la belleza a partir del sufrimiento es comparable a un proceso en la naturaleza, al nacimiento de la valiosa y hermosa perla. Porque la perla nace de la enfermedad de la ostra, de la destrucción de un defecto dentro de la ostra, surge la perla. Así como la belleza de la perla nace de la enfermedad y el sufrimiento, así también lo son el conocimiento, la nobleza de la naturaleza humana y el sentimiento humano purificado, nacen del sufrimiento y el dolor.
Así pues, podemos decir con el viejo poeta griego, Esquilo: del sufrimiento surge el aprendizaje; a partir del aprendizaje, el conocimiento. Y al igual que con respecto a muchas otras cosas, podemos decir del dolor, que lo hemos captado solo cuando lo conocemos no solo en sí mismo (porque nos duele), sino en lo que procede de él. Como tantas otras cosas, el dolor también se conoce solo por sus frutos.


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El objetivo de este blog es publicar en Internet todo el material fuente existente para las transcripciones de las conferencias de Rudolf Steiner de la forma más completa posible, para que este gran tesoro esté disponible para toda la humanidad. Se trata de notas de oyentes, transcripciones de conferencias y, en su mayor parte, transcripciones en texto plano de conferencias estenografiadas, también conocidas como transcripciones en texto plano. De este modo, cualquiera puede comprobar por sí mismo, mediante comparaciones, qué dijo realmente Rudolf Steiner y cómo fue editado (y, por tanto, modificado) en las distintas ediciones. Y por último, pero no menos importante, también encontrarán mucho material inédito. La obra de Rudolf Steiner es de dominio público desde 1996 y, por tanto, pertenece legalmente a toda la humanidad. Él mismo habría elegido una fecha mucho más temprana para la publicación de su obra, como se desprende de los pasajes sobre propiedad intelectual que citamos a continuación; Incluso el período de protección de 30 años que se aplicaba entonces le parecía demasiado largo. ¿Y qué habría dicho sobre el hecho de que 85 años después de su muerte, parte de su obra docente siga inédita y acumulando polvo en los archivos? Él mismo encontró una expresión adecuada para esto: Fue puesto en un ataúd. Este sitio web está destinado a ayudar a liberarlo de este ataúd. "Lo que el hombre puede crear a partir de sus capacidades intelectuales se lo debe a la sociedad humana, al orden social humano. En realidad, no le pertenece. ¿Por qué gestionamos nuestra propiedad intelectual? Simplemente porque la produces; al producirla, demuestras que tienes la capacidad de hacerlo mejor que los demás. Mientras tengas esa capacidad mejor que los demás, gestionarás mejor esa propiedad intelectual al servicio del conjunto. Ahora la gente se ha dado cuenta al menos de que esta propiedad intelectual no se perpetúa sin fin. Treinta años después de la muerte, la propiedad intelectual pertenece a toda la humanidad. Cualquiera puede imprimir lo que yo he producido treinta años después de mi muerte. Puede utilizarlo como quiera; y eso está bien. Incluso estaría de acuerdo si hubiera más derechos en este ámbito. No hay otra justificación para la gestión de la propiedad intelectual que el hecho de que, porque se puede producir, también se tienen las mejores capacidades [...] Será una forma sana de socializar el capital si hacemos fluir en el organismo social lo que hoy se acumula como capital en el derecho de sucesiones, en el surgimiento de las pensiones, del derecho de las manos ociosas, de los derechos humanos superfluos, lo que así se acumula en capital; eso es lo que importa. Ni siquiera hace falta decir que la propiedad privada debe convertirse en propiedad social. El concepto de propiedad no tendrá ningún significado". Rudolf Steiner el 25 de abril de 1919