GA094 París, 11 de Junio de 1906 -cosmología esotérica -la evolución de los planetas y de la tierra

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RUDOLF STEINER
La evolución de los planetas y de la tierra

París, 11 de Junio de 1906
decimoquinta conferencia.
Para tratar de ofrecer una idea de esta evolución, no debemos recurrir a las abstracciones sino a las imágenes, ya que las imágenes tienen una calidad viva y creativa que no está regida por el concepto. Lo que es un símbolo en un mundo, corresponde a una realidad en un mundo superior.
Sabemos que antes de desarrollar su etapa actual, nuestra Tierra pasó por una fase llamada el período de la Antigua Luna. Pero esta fase de evolución de la Antigua Luna no debe confundirse con el satélite que ahora vemos en el cielo, ni con ningún otro planeta que la astronomía pueda descubrir alguna vez. Los cuerpos celestes visibles hoy, son cuerpos que se han mineralizado. El ojo humano solo puede ver objetos que contengan elementos minerales que reflejan la luz, es decir, objetos con un cuerpo físico. Cuando el ocultista habla del reino mineral, no se está refiriendo simplemente a las piedras, sino al entorno en cuyo núcleo central se desarrolla la conciencia del hombre. Muchos estudiosos consideran a los seres vivos como meras máquinas y rechazan la idea de una fuerza vital. Esta mentalidad es el resultado del hecho de que nuestro organismo no puede contemplar la vida directamente. El ocultista, por otro lado, dice que en nuestra época el hombre vive en el mundo mineral.
Piensen en el ojo humano. Se trata de un órgano muy complicado, una especie de "cámara oscura", con la pupila a modo de ventana y el cristalino como una lente. Todo el cuerpo del hombre está compuesto por una serie de órganos físicos, igualmente delicados y complicados. La oreja es como un clavicordio con un teclado y fibras en lugar de cuerdas. Y lo mismo puede decirse de cualquier órgano sensorial.
La conciencia del hombre moderno solo se despierta con respecto a su cuerpo físico o mineral. Ciertamente que primero se despierta en el mundo físico, pero no obstante debe irse iluminando gradualmente en los otros cuerpos del ser del hombre, en el cuerpo que está constituido por fuerzas vitales (la naturaleza vegetal del hombre), en el cuerpo que está dominado principalmente por las fuerzas del sentimiento (la naturaleza animal), y finalmente en el Ego.
A decir verdad, el hombre solo conoce del universo la parte que es mineral. No conoce las leyes esenciales subyacentes en los instintos y sentimientos de la vida del animal, ni las del crecimiento de las plantas. Él simplemente ve sus manifestaciones físicas. Traten de concebir que existiese una planta súprafísica, que hubiese perdido su sustancia mineral, sería invisible para nuestros ojos físicos.
Pero aunque el hombre solo conoce lo mineral, cuando menos lo tiene bajo su dominio. Lo trabaja, lo moldea, lo funde y lo combina. Él modela de nuevo la faz de la tierra. Es posible hacer todo eso en nuestra época con la ayuda de máquinas. Si retrocediésemos a las épocas prehistóricas remotas, cuando aún no se había puesto una mano humana sobre la Tierra, la encontraríamos tal como surgió de las manos de los dioses. Pero desde que el hombre comenzó a ejercer control sobre el reino mineral, la Tierra ha estado cambiando, y podemos prever una época en la que toda la faz de la Tierra, que al principio era la obra de los Dioses, habrá recibido el sello que le ha impartido la mano del hombre.
Al principio, los dioses le dieron forma a todas las cosas creadas. Este poder de dar forma ha pasado de los dioses a los hombres, en lo que se refiere al reino mineral. En las tradiciones antiguas se enseñaba que el hombre debe cumplir la tarea de transformar la Tierra en cumplimiento de un triple objetivo, a saber, la realización de la verdad, la belleza y la bondad. Corresponde al hombre hacer de la Tierra un templo de verdad, belleza y bondad. Entonces, aquellos que vengan después de él verán su trabajo, lo mismo que ahora contemplamos el mundo mineral que surgió de las manos de los dioses. Ni catedrales ni las máquinas han sido construidas en vano. Los dioses han dado forma al cristal que extraemos de la Tierra, de igual manera que nosotros construimos nuestros monumentos y nuestras máquinas. Lo mismo que en el pasado, los dioses crearon el mundo mineral a partir de una masa caótica, así nuestras catedrales, inventos e incluso nuestras instituciones son los gérmenes de los que nacerá en un mundo futuro.
Una vez haya transformado el mundo mineral, el hombre aprenderá a transformar las plantas. Esto requiere un poder superior. Hoy en día, el hombre levanta edificios; en tiempos futuros podrá crear y dar forma a la vida de la planta trabajando sobre la propia sustancia. En una etapa aún más alta, dará forma no solo a los seres vivos sino a seres conscientes. Tendrá poder sobre la vida animal. Cuando haya alcanzado la etapa de poder reproducir a sus semejantes mediante un acto de voluntad consciente, logrará, en un nivel superior, lo que consigue hoy en el mundo mineral.
El embrión de este poder sublime de auto generarse, libre de toda connotación sensual, es la palabra. El hombre se volvió un ser consciente cuando respiró por primera vez; la conciencia alcanzará su etapa de perfección cuando sea capaz de verter en las palabras que pronuncia, el mismo poder creativo con el que está dotado hoy su pensamiento. En esta época, lo que él comunica al aire son solo palabras. Cuando haya alcanzado la etapa de mayor conciencia creadora, podrá comunicar imágenes al aire. La palabra entonces será una imaginación, totalmente impregnada de vida. Al dar cuerpo a estas imágenes, él dará cuerpo a la palabra que soporta y sostiene la imagen. Cuando ya no simplemente dediquemos nuestros pensamientos en crear objetos, como cuando hacemos un reloj, sino que demos cuerpo a estas imágenes, vivirán.
Y cuando el hombre sepa cómo impartir vida a lo más elevado que hay en él, estas "imágenes" llevarán una existencia verdadera y real, comparable a la existencia animal. En la etapa cumbre de la evolución, el hombre podrá así, finalmente, reproducir su propio ser. Al final del proceso de transformación de la Tierra, toda la atmósfera resonará con el poder de la Palabra. Así pues, el hombre debe evolucionar hasta una etapa en la que tendrá el poder de moldear su entorno a la imagen de su ser interior. El iniciado solo le precede por este camino.
Es evidente que la Tierra de hoy no puede producir cuerpos humanos como los que se producirán en la etapa final de la evolución. Cuando haya llegado esa etapa final, estos cuerpos serán una expresión adecuada del Logos. El único gran Mensajero, el único que se manifestó en un cuerpo humano como el nuestro, este poder del Logos, (el verbo se hizo carne) es Cristo. Apareció en medio de nuestra evolución, para revelar su objetivo.
Y ahora investiguemos la forma en que el Espíritu del hombre vivía, antes de que este Espíritu entrara en su interior por medio de la respiración. La Tierra es una reencarnación de un planeta anterior, de la Antigua Luna. En este período lunar de la evolución, el mineral puro aún no existía. El cuerpo planetario estaba compuesto de una sustancia algo similar a la naturaleza de la madera, una sustancia a medio camino entre el mineral y la planta. Su superficie no era dura como el mineral, de hecho, era similar al césped. Producía seres de una naturaleza mitad planta, mitad molusco, y estaba habitada por un tercer reino de seres que estaban en una etapa de su existencia, a medio camino entre el ser humano y el animal. Estos seres estaban dotados de una conciencia imaginativa y de ensueño. Podemos imaginar la clase de materia de la que estaban compuestos sus "cuerpos", al pensar en la sustancia nerviosa del cangrejo de río. Esta materia se fue densificando hasta convertirse en la sustancia de la que ahora se compone el cerebro. En la Antigua Luna, esta materia se mantenía en un estado más fluido, pero en la Tierra requirió de un caparazón que protegiera los huesos: el cráneo. En este sentido, todas las sustancias de las que estamos compuestos son "extractos" del macrocosmos. Toda esta actividad preparatoria en el universo fue necesaria para que el Ego pudiera descender dentro del hombre.
Hemos comentado que el hombre solo estuvo listo para recibir el germen de su Ego cuando, en la Tierra, comenzó a respirar el aire de su entorno. Pero entonces, ¿ Respiraba en la Luna?
Cuanto más retrocedemos en los períodos evolutivos, mayor será la temperatura. La Atlántida estaba bañada en vapores calientes. Y en tiempos aún anteriores, el aire era puro calor; y mas atrás aún, era fuego. El fuego ocupaba allí el lugar del aire. Los seres lemúricos respiraban fuego. Por eso se dice en escritos ocultos que los primeros Maestros de los hombres fueron los Espíritus del Fuego. Cuando el hombre físico apareció en la Tierra, el aire se volvió su elemento de vida. Pero el hombre cambia este aire, ya que lo transforma en ácido carbónico y el proceso de respiración ha hecho que la materialización de nuestro globo descendiese aún un poco más. El equilibrio es restablecido por el mundo vegetal.
En los tiempos venideros, el cuerpo físico desaparecerá; El hombre y la tierra vivirán como formas astrales. La sustancia física se destruye a sí misma por sus propias fuerzas. Pero antes de que se produzca esta metamorfosis, caerá una noche cósmica, al igual que una noche cósmica anterior marcó la transición de la evolución de la Antigua Luna a la de nuestra Tierra actual.
La atmósfera de la Luna contenía nitrógeno, al igual que hoy la atmósfera de la Tierra contiene oxígeno, y fue el predominio del nitrógeno lo que provocó el final del período de la Antigua Luna y el inicio de una noche cósmica. Los cianuros en la Tierra son reminiscencias de las condiciones existentes en las etapas finales de la evolución de la Antigua Luna. Es por eso que tienen un efecto destructivo en la Tierra, porque la Tierra no es su esfera adecuada. Son los restos venenosos de la vida en otra época.
La combinación de carbono y nitrógeno tuvo aproximadamente el mismo efecto en la luna que el de carbono y oxígeno en la Tierra.
El hombre-animal, tal como vivió en la antigua Luna, es, por lo tanto, el antepasado del hombre terrenal y físico; El Espíritu interno del hombre es descendiente de los Espíritus del Fuego en el período lunar. Los Seres que en la antigua Luna estaban encarnados en el fuego, aquí en la Tierra, están encarnados en el aire. Pero ahora, ¿queda algo de la acción de aquellos Espíritus de Fuego en el hombre? En la antigua Luna, los seres vivos no tenían sangre caliente. ¿Qué fue lo que dio lugar al calor de la sangre y, por consiguiente, a la vida de las pasiones? -El fuego que instilaron los seres de la antigua Luna y que vive nuevamente en la Tierra en su sangre. Y el Espíritu del aire rodea el cuerpo que contiene la herencia de la evolución de la antigua Luna, a saber, el calor de la sangre, el cerebro, el fluido espinal, los nervios.
Estos ejemplos sirven para mostrar que se requiere un estudio detallado de la transformación de sustancias antes de que podamos comenzar a comprender los grandes procesos de metamorfosis que tuvieron lugar durante los primeros períodos de la evolución de la Tierra. En una etapa aún anterior a la de la Antigua Luna, la esfera planetaria que ahora se ha convertido en nuestra Tierra tenía un cuerpo compuesto simplemente de sustancia gaseosa; antes del cual, solo podemos hablar de un cuerpo de sonido. Es en este sonido, la Palabra Cósmica, donde tiene su origen la evolución del hombre, procediendo desde allí hacia la luz, el fuego, el aire. Solo en la cuarta condición, la conciencia se enciende en el Espíritu del hombre. Desde este punto en adelante, la fuerza de dirección otorgada por el Logos tiene su origen desde dentro del propio ser del hombre y su conciencia se convierte en su guía legítima. Su ser primordial se expresa en el "yo", el ego. El Ego consciente es la realización en el hombre del Principio de Cristo.

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