GA054-5 Hamburgo 17 de noviembre de 1906 -La cuestión de los derechos de la mujer

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Los enigmas del mundo y la Antroposofía

RUDOLF STEINER

La cuestión de los derechos de la mujer

Hamburgo 17 de noviembre de 1906

V conferencia.

Puede parecer peculiar que la ciencia espiritual se ocupe de un tema como la cuestión de los derechos de la mujer, una cuestión urgente que casi toca los temas de actualidad. Porque la ciencia espiritual suele buscar los enigmas más profundos de la existencia humana y del mundo. En muchos círculos que se ocupan de la ciencia espiritual, o en esos círculos que han escuchado algo del espíritu de esta cosmovisión, se dice que la ciencia espiritual es algo que no se preocupa por los temas del día, por los intereses de la vida inmediata.

Suele creerse -es decir, el uno lo reprocha y el otro lo acredita altamente- que la ciencia espiritual debe ocuparse sólo de las grandes cuestiones de lo eterno, que debe ceñirse sobre los acontecimientos cotidianos. Se lo considera como algo poco práctico en el buen y en el mal sentido. Sin embargo, si la ciencia espiritual debe cumplir una tarea y una misión en nuestro tiempo, debe intervenir en aquello que conmueve el corazón, y entonces debe poder tomar partido en aquellas cuestiones, que influyen en nuestro pensar cotidiano y en nuestro esfuerzo y esperanza cotidianos. Debe intervenir en lo que ocurre en nuestro tiempo. ¿Por qué no ha de ser una cosmovisión la que evalúe los grandes problemas de la existencia hoy en día, que están tan cerca del alma humana como la cuestión de los derechos de la mujer? A menudo se critica a la ciencia espiritual justamente por eso, porque no ha encontrado el camino hacia la praxis de la vida real. Nada sería más erróneo, si la ciencia espiritual condujera cada vez más en una dirección ascética, en una dirección hostil a la vida. Por el contrario, se probará a sí misma estableciendo una base real de la praxis vital. No debe vivir en el país de las nubes, no debe perderse en meras abstracciones, y debe tener algo que decir a los seres humanos actuales.

Así como hemos hablado aquí de la cuestión social, también queremos hablar de la cuestión de los derechos de la mujer desde el gran punto de vista cultural, desde el punto de vista científico-espiritual. Por supuesto, nadie debe imaginar que la ciencia espiritual habla de la cuestión de los derechos de la mujer del mismo modo que lo hace la política o el periodismo del día a día. Sin embargo, no hay que creer que sólo es práctico lo que conlleva una especie de política de andar por casa.

Siempre ha resultado ser un verdadero práctico, quién es capaz de mirar mas allá del presente inmediato. ¿Quién era el práctico en aquel entonces, cuando en el siglo pasado se inventó el sello de correos y se introdujo en la vida que reconfiguró todo nuestro sistema de comunicaciones, toda nuestra vida social a partir de ese momento? Hace algo más de cincuenta años. En aquella época, la idea de esta institución cuya relevancia práctica nadie duda hoy en día no procedía de un profesional. El inglés Hill (Rowland H., 1795-1879) no era un profesional de correos. Alguien que sí lo era dijo estas ingeniosas palabras: no se puede creer que esta institución pueda causar un vuelco tan grande en el sistema de comunicaciones; sin embargo, si así fuera, los edificios de correos ya no serían suficientes para el transporte de las cartas.

Otro ejemplo. Cuando había que construir el primer ferrocarril de Berlín a Potsdam, el director general de correos Nagler (Karl Ferdinand Friedrich von N., 1770-1846) dijo: si la gente quiere absolutamente tirar su dinero por el desagüe, es preferible que lo haga directamente. Yo pongo en circulación dos diligencias diarias, y nadie se sienta en ellas. - Sabéis lo otro que pasó en la Junta Médica de Baviera: allí se preguntó a los señores instruidos acerca de los efectos perjudiciales para la salud, como afectaría para el sistema nervioso que se construyan ferrocarriles. Los señores dijeron que sería inviable en grado sumo, porque esto causaría graves trastornos del sistema nervioso.

Esto como ilustración de la relación de la gente práctica, si se trata de las cuestiones del día, con los que miran con una mirada más previsora el futuro. Estos últimos, notoriamente idealistas, que no se estancan en lo que es habitual desde tiempos inmemoriales, son los auténticos prácticos. Desde este punto de vista, la cosmovisión espiritual-científica aparece también como un motor para la práctica de muchas cuestiones y de las nuestras. Por lo tanto, alguien que trata las cuestiones desde un punto de vista más elevado puede aceptar tal reproche tranquilamente y recordar los otros ejemplos en los que personas que creen tener el monopolio de la práctica juzgaron de tal manera.

Pocas personas niegan que la cuestión de los derechos de la mujer es una de las mayores cuestiones de nuestra civilización actual, porque esto se ha convertido en un hecho. Hay opositores a ciertos puntos de vista en la cuestión de los derechos de la mujer, pero nadie niega que exista. Sin embargo, si nos remontamos a épocas no muy lejanas, incluso personas importantes consideraban la cuestión de los derechos de la mujer como algo fantástico, como algo que había que suprimir por cualquier medio disponible.

Un ejemplo: Me gustaría recordaros las explicaciones de un hombre importante, el anatomista Albert (Eduard A., 1841-1900, cirujano de Bohemia), que se opuso vehementemente a la concesión de licencias a las mujeres para las profesiones académicas hace 25 años. Quería demostrar desde el punto de vista de su ciencia anatómico-fisiológica que es imposible que las mujeres obtengan la licencia para las profesiones académicas que un día podrían llenar la profesión médica. Con la gran autoridad de la ciencia física, uno no puede asombrarse en absoluto de que se dé crédito a aquellos que estaban al tanto del ser humano por sus puntos de vista científicos. Todavía recientemente, el panfleto ingenioso ha aparecido aquí en Alemania, Sobre la deficiencia mental fisiológica de la mujer. Este panfleto se debe a un hombre que, sin embargo, no es en absoluto un fisiólogo sin importancia, Möbius (Paul Julius M., 1853-1907, neurólogo), que ha dicho algunas cosas buenas, que no se ha deshonrado a sí mismo sino a su ciencia fisiológica, mientras hacía aparecer como fenómenos patológicos a varias personas importantes del desarrollo histórico-mundial del último tiempo como Goethe, Schopenhauer, Nietzsche. Lo hizo de forma tan absurda y radical que habría que preguntarse con cada genio de la vida espiritual: ¿dónde está la locura en él, en realidad? - Goethe, Schopenhauer, Nietzsche, todos son tratados desde el punto de vista de la psiquiatría, de la patología psicológica.

Si se profundiza en estas cuestiones, todas entran en una categoría que se caracteriza por el ejemplo de un famoso naturalista que hace tiempo quiso deducir el menor talento de la mujer a partir del menor peso del cerebro femenino. No se trata de una fábula: el hombre afirmó que el tamaño de la mente depende del tamaño del cerebro, y que, por término medio, las mujeres tienen un cerebro más pequeño que el de los hombres. Sucedió realmente que se le aplicó el método de este erudito. Se pesó su cerebro después de su muerte, y se comprobó que sólo tenía un cerebro anormalmente pequeño, un cerebro mucho más pequeño que el de aquellas mujeres a las que acababa de considerar inferiores por su menor peso cerebral. Sería un tanto malicioso si se intentara examinar una vez tal panfleto desde el punto de vista psicopatológico, como éste sobre la deficiencia mental fisiológica de la mujer, y si se intentara utilizar el resultado contra el autor concerniente como contra el profesor Bischoff (Theodor von B., 1807-1882, médico, biólogo).

Así, se ve que la cuestión de los derechos de la mujer no atestigua precisamente que los que se oponían fuesen muy juiciosos. La cuestión de los derechos de la mujer es mucho más amplia que la cuestión de la concesión de licencias a las mujeres para las profesiones académicas, que la cuestión educativa de las mujeres; la cuestión de los derechos de la mujer encierra un aspecto económico, social y psicológico y todavía algunos otros asuntos. Sin embargo, sólo la cuestión educativa de las mujeres ha mostrado maravillosos frutos en los hechos. Casi todos los juicios teóricos han sido refutados por la práctica en este campo.

Poco a poco, las mujeres han ido sacando la licencia de la mayoría de las profesiones en contra de las opiniones del mundo masculino, a las de los abogados, médicos, filólogos, etc. Las mujeres asumieron estas profesiones en condiciones sustancialmente más desfavorables que los hombres. Sólo hay que tener en cuenta en qué condiciones desfavorables las mujeres se han acercado recientemente, (1900) a las universidades. Es fácil con la formación previa normal; sin embargo, las mujeres llegaban con una formación preparatoria insuficiente. Han superado todas las dificultades en gran parte no sólo con una tremenda diligencia sino también con amplias capacidades. No eran en absoluto inferiores a los hombres, en lo que respecta a la sobriedad o la diligencia, o a las capacidades mentales, por lo que la práctica ha resuelto este asunto de forma completamente diferente a lo que algunos imaginaban teóricamente hace veinte o treinta años. Varios profesores, guiados por sus prejuicios, negaban a las mujeres el acceso a las universidades. Hoy, muchas mujeres con formación profesional completa saben lo que es la vida y son tan juiciosas y razonables como los hombres.

Sin embargo, esto sólo ilumina la situación externa, y sólo nos muestra que tenemos que mirar más profundamente en el ser humano, en el ser de la mujer si queremos entender todo el asunto. Porque no hay nadie hoy en día que no esté conmovido por la importancia de esta cuestión. Incluso si la mujer ha conseguido la licencia para las profesiones académicas, también para otras muchas ocupaciones, incluso si en la práctica una gran parte de la cuestión de los derechos de la mujer está resuelta: si queremos avanzar consciente y razonablemente, si queremos discutir esta cuestión en todas las direcciones, tenemos que mirar más profundamente en el ser humano.

¡Qué falta por decir que no se haya dicho ya, sobre la diferencia entre el hombre y la mujer! Ya se puede leer en todas partes, en breves resúmenes, cómo se ha valorado la diferencia entre el hombre y la mujer y cómo se ha querido formar una opinión sobre esta cuestión a partir de estas valoraciones. Se ha escrito mucho sobre el aspecto psicológico de la cuestión de los derechos de la mujer. No hay mejor libro sobre este aspecto, teniendo en cuenta que lo ha escrito alguien no teósofo, que el de una mujer dinámica que suele estar activa en la literatura actual: A la crítica de la feminidad, de Rosa Mayreder (1858-1938, autora austriaca, feminista). Podéis encontrar los juicios en otra parte, dejad pasar sólo algunos de ellos. Ahí tenemos a un tal Lombroso (Cesare L., 1835-1909, médico italiano, criminólogo). Él describe a la mujer de esta manera: su sentimiento de devoción y dependencia está en el centro de su carácter mental. George Egerton (seudónimo de Mary Chavelita Dunne Bright, 1859-1945, feminista) dice que cualquier mujer, al considerar imparcialmente a un hombre, lo mira como a un niño grande y que justamente de ahí viene su naturaleza dominante, de modo que la naturaleza dominante se traslada al centro del alma de la mujer cada vez más. Un gran naturalista, Virchow (Rudolf V., 1821-1902), dice que, si se estudia a la mujer externamente de forma fisiológica, se encuentra la gentileza, la suavidad y la calma en el fondo de su ser. Havelock Ellis (1859-1939, médico), buen conocedor de la materia también, dice que lo característico del alma femenina es el temperamento colérico, la iniciativa y la bravura. Möbius encuentra la característica de la mente femenina en el conservadurismo. Ser conservador es el elemento vital real del alma de la mujer. Confrontémoslo con el juicio de un viejo y buen experto en almas, Hippel (Theodor Gottlieb H., 1741-1796, autor, Sobre la mejora de la condición de la mujer, 1792). Dice que la mujer es la verdadera revolucionaria de la humanidad. Acude al pueblo, allí encontrarás un juicio bastante peculiar, pero bastante popular sobre la relación entre la razón, la pasión y el alma con el hombre y la mujer. Por otro lado, echa un vistazo al juicio de Nietzsche. Dice que la mujer tiene preferentemente razón, el hombre alma y pasión. Compara esto con el juicio popular, es justo lo contrario.

Podríamos hablar mucho de esa manera y registrar esos juicios que  por un lado, atribuyen a la mujer todas las cualidades pasivas, todas las cualidades débiles, y por otro lado los juicios que dicen justamente lo contrario. Sin embargo, falta la certeza si son posibles juicios tan diferentes.

También las ciencias naturales se han ocupado mucho de la cuestión y se las tiene en gran estima. Sin embargo, también las afirmaciones de los naturalistas se contradicen en cuanto al verdadero carácter básico de la mujer. Si pasamos de los naturalistas y psicólogos a la historia de la civilización y nos atenemos a lo que siempre se ha dicho: el hombre es el realmente creativo, la mujer es más bien la compañera, la reproductora, entonces tal juicio, se vería perjudicado por el hecho de que se considera un intervalo demasiado corto. Basta con mirar un poco a su alrededor con aquellos pueblos que muestran antiguos resabios culturales, o con las tribus primitivas, y basta con seguir la historia del desarrollo de la humanidad, entonces se ve que hubo tiempos y que hay aún hoy tales pueblos donde la mujer participa en las labores masculinas de manera más destacada.

Resumiendo, las valoraciones fluctúan en todos los sentidos. Nos debe parecer aún más llamativo que la mujer de una nación se diferencie del hombre de su misma nación mucho menos en comparación con la mujer de otra nación. A partir de esto podemos concluir que no se puede decir: hombre y mujer, sino que al lado del carácter de género posiblemente puede haber algo que es mucho más importante en la sociedad humana que el carácter de género y que es independiente de este carácter de género. Sólo cuando se mira con imparcialidad al ser humano, normalmente se puede diferenciar lo que está necesariamente ligado a las relaciones entre géneros y lo que va más allá de estas relaciones y apunta a regiones muy diferentes. En efecto, una visión materialista del mundo y del ser humano, que al principio sólo ve lo palpable y lo evidente, ve las grandes diferencias fisiológicas del hombre y de la mujer, por supuesto. Alguien que se aferra a esta visión materialista, simplemente pasa por alto lo que es mucho más grande y drástico que las diferencias de género; pasa por alto la individualidad que va más allá del género, más allá de lo que depende del género. Considerar correctamente al ser humano debe ser la tarea de una cosmovisión dirigida al espíritu.

Antes de considerar la cuestión de los derechos de la mujer desde este punto de vista, queremos tener presente algo de lo que constituye hoy la cuestión de los derechos de la mujer. Se habla de la cuestión de los derechos de la mujer en general, pero también esto es una generalización imposible como el concepto de la mujer. No se debe hablar, en realidad, de la cuestión de los derechos de la mujer en general, porque esta cuestión cambia según las diferentes clases sociales de la humanidad. ¿Existe posiblemente la misma cuestión de los derechos de la mujer en las clases bajas, en las clases de los trabajadores, que en las educadas? Las clases bajas, los verdaderos trabajadores, se esfuerzan con todos los medios disponibles por sacar a las mujeres de la fábrica y del comercio para entregarlas a la familia. Las clases superiores se esfuerzan por conseguir exactamente lo contrario. Se esfuerzan por que las mujeres de las familias tengan la posibilidad de trabajar en la vida pública. Esto es algo del aspecto social de la cuestión de los derechos de la mujer.

Por supuesto, paralelamente existe además la cuestión social general de los derechos de la mujer, que exige los mismos derechos para las mujeres en el aspecto político y cultural que tienen los hombres. Hoy en día se tiene la opinión de que se habla, en realidad, de cuestiones que tendrían que resultar de la propia naturaleza de la humanidad. Sin embargo, no se cree que la vida de la humanidad cambie mucho más rápido que a primera vista. Un hombre que se ocupó desde su punto de vista político también de la cuestión de los derechos de la mujer, Naumann (Friedrich N., 1860-1919, pastor protestante y político liberal), se esforzó en una ocasión por estudiar las negociaciones de la Iglesia de San Pablo de 1848 sobre este asunto en las que se discutieron muchos derechos humanos. Se debatió sobre los derechos naturales de los seres humanos una y otra vez. Sin embargo, no pudo encontrar en ninguna parte que estos derechos debieran aplicarse a los hombres y a las mujeres de la misma manera. Esto no se le pasó por la cabeza a nadie. La cuestión de los derechos de la mujer no llegó a esta dirección hasta la segunda mitad del siglo XIX. Por lo tanto, probablemente parece justificado plantear la otra pregunta: ¿de dónde proviene que este aspecto de la cuestión de los derechos de la mujer sólo se haya planteado en nuestra época? - Tomemos plena conciencia de ello.

La cuestión de los derechos de la mujer se muestra desde el punto de vista masculino y femenino de tal manera, como si sólo ahora la mujer debiera conseguir una influencia significativa en todos los ámbitos de la vida. En ciertos aspectos, los argumentos revelan una gran miopía, porque habría que preguntarse, ¿acaso las mujeres no tenían ninguna influencia en épocas anteriores? ¿Fueron siempre sólo seres esclavizados? Sería una falta de conocimiento si se quisiera argumentar así. Miremos la época del Renacimiento y consultemos uno de los libros más comunes, el de Burckhardt (Jacob B., 1818-1897, historiador del arte suizo) sobre el Renacimiento (La civilización del Renacimiento en Italia, 1860). Allí vemos la profunda influencia que tuvieron las mujeres, por ejemplo, en toda la vida espiritual de Italia, de cómo las mujeres estuvieron en el primer plano de esta vida espiritual, y de cómo fueron iguales a los hombres y desempeñaron grandes papeles. Por último, ¿se habría hablado de la falta de influencia de las mujeres en la primera mitad del siglo XIX en comparación con una personalidad como era Rahel Varnhagen (1771-1833, escritora)? A ella le habría sorprendido mucho que se planteara un tema así. No habría entendido en absoluto cómo se llega a pensar de esa manera.

Pero muchos hombres que hoy ejercen su derecho de voto general o que incluso debaten en el parlamento y pronuncian largos discursos son realmente un mero don nadie si se comparan con todo el proceso cultural que provocó la mencionada mujer. Quien estudia la vida espiritual de la primera mitad del siglo XIX y ve la influencia que esta mujer ejerció sobre los hombres del siglo XIX ya no tiene la tentación de decir que la mujer era un ser sin influencia en aquella época. La cuestión se basa simplemente en el hecho de que los puntos de vista han cambiado. En aquella época, no se creía que se necesitara un derecho de voto general, que se tuviera que debatir en los parlamentos, que se tuviera que estudiar en la universidad para tener una gran influencia en el proceso cultural. Se tenían otros puntos de vista en cualquier dirección. No lo digo con una intención conservadora, sino como prueba del hecho de que toda la cuestión es un producto de nuestra civilización actual y sólo puede plantearse hoy como se plantea, y sólo puede plantearse en todos los ámbitos de la vida actual, no sólo en el ámbito de la educación, de la educación espiritual superior.

Echad un vistazo a la relación del hombre y la mujer en épocas anteriores, cuando aún existían otras condiciones económicas. Mirad al agricultor y a su mujer en los siglos pasados. No se puede decir que la mujer campesina tuviera menos derechos que el agricultor, o una esfera de actividad inferior. Ella tenía que ocuparse de un determinado ámbito y él de otro. Lo mismo ocurría con el oficio. Lo que se ha convertido, en realidad, en la cuestión de los derechos de la mujer hoy en día en las clases trabajadoras se ha originado porque durante los últimos siglos, y en particular en el último siglo nuestra civilización se ha convertido en una civilización decididamente masculina. La era de las máquinas es un producto de la civilización masculina, y simplemente la forma de esta civilización limita la actividad de la mujer más de lo que la vida económica anterior la limitaba. La mujer no encaja en la fábrica, y de ella se derivan calamidades completamente diferentes en comparación con las condiciones de cuando estaba ocupada en el corral, en el hogar o en el antiguo oficio como encargada o colaboradora.

También respecto a las profesiones eruditas, todo ha cambiado en toda nuestra vida, desde nuestro punto de vista. Toda la estima de las profesiones eruditas se ha convertido en otra. No hace mucho tiempo que lo que hoy se entiende por profesión erudita era más o menos una especie de oficio superior solamente. Era una forma de ejercer profesionalmente el derecho, la medicina, y a nadie se le habría pasado por la cabeza antes de un tiempo relativamente corto derivar una especie de cosmovisión religiosa de lo que ofrecían la medicina, el derecho, las ciencias naturales. Es la ciencia especial de lo que se investiga en el laboratorio, que se ha convertido poco a poco en el dominio de los hombres a partir del cual se alcanza una cosmovisión superior. Por el contrario, antes la religión y la filosofía se cernían como un espíritu sobre todos los asuntos que se hacían en las facultades, y sólo en ellas se encontraba una educación superior.

Lo verdaderamente humano, lo que le hablaba al alma, lo que le hablaba de su anhelo de eternidad, lo que le daba al ser humano fuerza y seguridad en su vida era común al hombre y a la mujer. Eso surgía de otro manantial distinto al del laboratorio o al de la investigación fisiológica. Se podía llegar sin ninguna formación universitaria a las más altas cotas de la formación filosófica y religiosa. Era posible hacerlo en cualquier momento, también como mujer. Sólo debido a que la era materialista ha hecho de las llamadas ciencias positivas con sus supuestos hechos, la base de los problemas más elevados, un impulso del corazón, un anhelo del alma tenía que llevar a la mujer a mirar por sí misma los secretos, que el microscopio, el telescopio, las investigaciones de la fisiología y la biología nos revelan. Cuando aún no se pensara que todo lo relativo a la vida y a la inmortalidad podía ser decidido por el microscopio, mientras aún se supiera que esta verdad debe ser tomada de fuentes completamente diferentes, no podría surgir tal deseo de estudios científicos como ocurre hoy. Debemos poner de antemano en nuestra contra, que la dirección de nuestro tiempo haya producido este impulso por la educación universitaria, y que en general la cuestión de los derechos de la mujer se interponga en todo el camino de la civilización de nuestro tiempo.

Sin embargo, un movimiento casi ignorado hasta ahora, la visión científico-espiritual, se opone a todo lo que ha traído esta nueva era, que se fundamenta en una base únicamente material. La cosmovisión científico-espiritual tiene que resolver la cuestión vital y tiene que cooperar en todas las corrientes culturales e intentos culturales del futuro. No se puede juzgar mal esta cosmovisión creyendo que no es más que la quimera de algunos soñadores. Es el resultado de la investigación espiritual de quienes mejor conocen las necesidades y los anhelos de nuestro tiempo y se lo toman más en serio. Sólo los que no quieren saber nada de las necesidades de nuestro tiempo pueden mantenerse al margen de este movimiento mundial eminentemente práctico que interviene en todas las cuestiones. La ciencia espiritual no es nada que se entregue a una crítica infecunda, nada conservadora. La considera como algo beneficioso y considera que el materialismo ha aparecido el siglo pasado.

Era necesario que los antiguos sentimientos y tradiciones religiosas perdieran su validez frente a las afirmaciones de las ciencias naturales. La ciencia espiritual comprende la causa de que el fisiólogo y el biólogo nieguen la inmortalidad aunque tampoco la admitan. Eso tenía que suceder así. Sin embargo, la humanidad nunca podrá vivir sin mirar hacia arriba, sin conocer las verdaderas cosas espirituales suprasensibles. Sólo por un corto tiempo se podrá seguir trabajando como se ha hecho hoy con la ciencia especificada y con lo que a menudo viene de esta dirección como resultado o no resultado religioso. Sin embargo, llegará el momento en que uno sienta que los resortes del espíritu deben ser revelados en la vida. La ciencia espiritual es la avanzada de esta lucha por el desarrollo de los verdaderos resortes espirituales de la humanidad. Sobre una base mucho más amplia, la ciencia espiritual puede volver a hablar a la humanidad del ser del alma, de lo que se eleva por encima de lo transitorio y pasajero. Sobre una base más amplia de lo que nunca fue el caso en el mundo popular, la ciencia espiritual anunciará lo que da seguridad, fuerza, valor y perseverancia en la vida, lo que puede iluminar aquellas cuestiones que ocupan la vida cotidiana y que deben ser resueltas no sólo desde el lado material.

Es una extraña coincidencia -algunos lo entenderán- que en el punto de partida del movimiento teosófico estuviera una mujer, Helena Petrovna Blavatsky. Aquí se ha experimentado el increíble ejemplo de que una mujer con el más amplio sentido, con el más apremiante poder y con energía mental compuso escritos con los que realmente todo lo que la cultura intelectual ha producido de otra manera es una bagatela. Aunque no creáis nada de lo que podáis leer sobre las llamadas doctrinas esotéricas, cuyas percepciones del mundo espiritual leéis posiblemente en Isis sin velo o en la llamada Doctrina Secreta de Blavatsky. Aunque no creáis nada de eso, pero consultad el libro y preguntaos cuántos espíritus del presente han conocido algo más poderoso sobre tantos asuntos que Blavatsky. Los dos inmensos volúmenes de la Doctrina Secreta dan información sobre casi todos los campos de la vida espiritual, sobre las antiguas culturas, las antiguas religiones, sobre todas las ramas posibles de las ciencias naturales, sobre la vida social, sobre la astronomía, la fisiología. Puede que sea incorrecto lo que leéis en él, pero os pregunto ¿quién es capaz de decir incluso cosas incorrectas sobre todos estos campos de manera competente y mostrar con ello que se ha familiarizado enfáticamente con todo eso? No sólo hay que considerar la corrección, sino también la amplitud de la mente que no se puede negar, entonces se tiene el ejemplo de una mujer que ha demostrado no sólo en cualquier rama de la cultura intelectual, sino en toda la vida espiritual lo que la mente femenina puede realizar en relación con una visión del mundo más elevada. Incluso si se leen los tratados histórico-religiosos de Max Müller (1823-1900, orientalista) y se comparan sus contenidos con los amplios de la Doctrina Secreta, se ve cuánto se eleva esta última sobre la primera. Por lo tanto, es una peculiar casualidad que una mujer esté en el punto de partida de este movimiento teosófico. Uno puede explicar eso sólo a partir de los asuntos que también nos han mostrado la cuestión de los derechos de la mujer como un nacimiento de nuestra vida espiritual actual.

Si profundizamos en el desarrollo espiritual de los seres humanos, entonces eso, que por otra parte puede asombrarnos, puede aparecernos como una necesidad en la historia del pensamiento. Sin embargo, para poder hacerlo de forma fecunda, tenemos que adentrarnos brevemente en la naturaleza humana. Queremos esbozar la naturaleza humana con unas breves pinceladas.

La investigación científico-espiritual, la teosofía, considera lo que el materialismo y la cosmovisión cotidiana conocen del ser humano sólo como una parte del mismo. Hoy sólo puedo darles algunos esbozos, no ensoñaciones, sino cuestiones que son tan ciertas como lo son las afirmaciones matemáticas para los matemáticos. Lo que la ciencia habitual conoce del ser humano es su cuerpo físico. Este cuerpo físico tiene las mismas fuerzas, principios y sustancias físicas y químicas que se encuentran al aire libre en la llamada naturaleza sin vida. Las fuerzas que forman la piedra muerta en el exterior y la "vida" en la piedra son las mismas en el cuerpo físico del ser humano.

Sin embargo, la cosmovisión científico-espiritual sigue viendo elementos adicionales de la naturaleza humana, al principio el segundo elemento que el ser humano tiene junto con todas las plantas. La ciencia moderna ya habla especulando sobre algo que la ciencia espiritual pretende, sobre un principio vital particular, porque los científicos razonables han superado las leyes del materialismo, que todavía se aplicaban a muchas personas hace quince años. Sin embargo, la investigación física moderna sólo extrapolará este segundo miembro humano de forma especulativa. Sin embargo, la investigación espiritual teosófica se refiere al testimonio de aquellos que tienen facultades intuitivas superiores que se relacionan con el ser humano medio habitual como un vidente se relaciona con un ciego. Se refiere al testimonio de tales personas que conocen a este segundo miembro humano como algo real, como algo que existe. Quien no sabe nada no tiene derecho a juzgar, como tampoco tiene derecho el ciego a juzgar sobre los colores.

Hablar de los límites del conocimiento humano no tiene sentido. Habría que preguntarse: ¿No es el ser humano capaz de elevarse a un nivel superior de conocimiento? ¿No puede ser real lo que se conoce como ojos y oídos espirituales? Siempre ha habido seres humanos que han desarrollado ciertas capacidades latentes y que por ello pueden ver más que otros. Su testimonio debe aplicarse exactamente de la misma manera que el testimonio de los que miran a través del microscopio. ¿Cuántas personas han visto lo que enseña la teoría de la evolución? Me gustaría preguntarles, ¿cuántos seres humanos han visto eso de lo que hablan? ¿Cuántas personas, por ejemplo, tienen pruebas claras del desarrollo del embrión humano? Si hicieran una introspección, verían que una creencia les controla. Si se trata de una creencia justificada, también lo es la que se apoya en el testimonio de los iniciados que hablan de su experiencia espiritual.

En el sentido de esta ciencia espiritual hablamos, por tanto, de un segundo miembro del ser humano. El mismo que aparece en la religión cristiana con Pablo, que lo llamó cuerpo espiritual. Hablamos del cuerpo etérico o vital. Una cierta suma de fuerzas químicas y físicas no cristalizaría nunca a la vida si no estuvieran formadas en particular por aquello que penetra en todo cuerpo viviente como cuerpo vital o cuerpo etérico. El ser humano lo tiene en común con todo el reino vegetal y animal. Sin embargo, una planta no tiene impulsos, deseos y pasiones. Una planta no siente alegría ni pena, porque no se puede hablar de ninguna sensación cuando se ve que un ser sólo reacciona a algo externo. Sólo se puede hablar de sensación cuando el estímulo externo se refleja en el interior, si está ahí como experiencia interna. Esta parte de la fisiología moderna, que habla de un cuerpo sensorial de la planta, sólo muestra un tremendo diletantismo en la visión de tales conceptos.

Allí donde comienza la vida animal, donde comienza la alegría y el dolor, donde comienzan los impulsos, los deseos y las pasiones, se habla del tercer miembro del ser humano, del cuerpo astral. El ser humano lo tiene en común con todo el reino animal. Ahora bien, hay algo que llega dentro del ser humano más allá del reino animal y lo convierte en la corona de la creación. Lo identificaremos mejor si lo consideramos sutilmente.

En casi todas las lenguas hay un nombre que difiere de todos los demás. Todo el mundo puede decir "mesa" a una mesa, o "silla" a una silla. Sin embargo, hay un nombre que no puede aplicarse de esa manera. Nadie puede decirme "yo", para dirigirse a mi. "Yo" nunca puede sonar en nuestros oídos si se refiere a mi. Esto se siente siempre como algo esencial. Incluso en las religiones populares más antiguas, se encontraba que hay un punto importante del alma. Donde el alma empieza a sentir lo divino en sí misma, donde empieza a decirse en este diálogo consigo misma "yo", hablando consigo misma de una manera que desde fuera no se puede hablar, allí el ser divino del alma empieza su desarrollo en el ser humano. El dios en el ser humano se anuncia allí. La antigua doctrina secreta hebrea había sentido esto. Por lo tanto, se llamaba a este nombre el nombre inexpresable de Dios que significa: "Yo soy el Yo-soy".

Según el Antiguo Testamento, el nombre significa el anuncio de la divinidad en el alma humana. Por lo tanto, inmensas emociones y sensaciones penetraban en la multitud cuando el sacerdote anunciaba este nombre de la divinidad en el alma: Jahvé.

Este es el cuarto miembro en el ser humano, allá donde termina en el ser humano su naturaleza externa y comienza su divinidad. Ahora bien, hemos visto cómo el ser humano es conducido, por así decirlo, por fuerzas externas hasta llegar al "yo", al ego. Allí se encuentra, y desde allí comienza a trabajar en sí mismo. Este ego trabaja en las otras tres partes del ser humano. Daos cuenta de la diferencia entre los seres humanos desde este punto de vista. Comparad a un salvaje que habitaba en territorios inxplorados, con una persona corriente europea, o con un noble idealista, posiblemente Schiller (1759-1805, poeta alemán) o Francisco de Asís (1181/1182-1226, fraile católico italiano y predicador).

Si el cuerpo astral es el portador del deseo y de la pasión, tenemos que decir que el cuerpo astral del salvaje está envuelto de los poderes de la naturaleza; sin embargo, el europeo medio ha trabajado algo en su cuerpo astral.

Él se dice a sí mismo sobre ciertas pasiones y deseos: no te está permitido seguirlos. - Ha remodelado su cuerpo astral. Una personalidad como Schiller lo ha transformado aún más, más aún una personalidad que no está relacionada con las pasiones como Francisco de Asís, que estaba completamente purificado y que era dueño de todos los impulsos y deseos en su cuerpo astral. Así, se puede decir que el cuerpo astral de alguien que haya trabajado sobre sí mismo consta de dos partes. Una parte está dada por la naturaleza, por las divinidades; la otra parte es la que él mismo ha producido en él. A esta segunda parte, transformada por el ego, la llamamos yo espiritual o manas.

Ahora bien, hay asuntos que entran en lo más profundo de la naturaleza humana, donde el ego trabaja además aparte del cuerpo astral. Mientras domine sus vicios con los meros principios de la moral o de la ley, con los principios lógicos, trabaja en su cuerpo astral. Sin embargo, hay otros medios culturales, a saber, los impulsos religiosos de la humanidad mediante los cuales el ego trabaja sobre sí mismo. Lo que proviene de la religión es un motor de trabajo de la vida espiritual, es más que los principios externos de la ley y la moral. Si el ego trabaja por impulsos religiosos, trabaja en el cuerpo etérico.

Además, si el ego se funde en la consideración de una obra de arte y recibe un indicio de que detrás de la existencia sensorial puede encarnarse algo imperecedero, algo oculto, entonces la imagen artística actúa no sólo en el cuerpo astral, sino que el ser humano mejora y purifica el cuerpo etérico. Si pudierais observar como ocultista práctico la forma en la que actúa una ópera de Wagner (Richard W., 1813-1883, compositor alemán) sobre los diferentes miembros humanos, os persuadiría de que las vibraciones de la música penetran profundamente en el cuerpo etérico.

El cuerpo etérico es también el portador de todo lo que queda más o menos en la naturaleza humana. Tenéis que daros cuenta de cuál es la diferencia entre el desarrollo del cuerpo etérico y el cuerpo astral. Recordemos nuestra propia vida. Pensad en lo que habéis aprendido desde vuestro octavo año; esto es mucho. Considerad el contenido de vuestra alma: principios, ideas, etc. Son transformaciones de vuestros cuerpos astrales. Ahora pensad en lo poco que cambian las costumbres, los temperamentos y las capacidades de la mayoría de los seres humanos en general.

Si alguien es irascible, esto se ha puesto de manifiesto desde el principio y no ha cambiado mucho. Si se era un niño olvidadizo, se es una persona olvidadiza incluso hoy en día. Se puede utilizar un pequeño ejemplo de este desarrollo dispar. Este desarrollo se comporta de tal manera, como si los cambios del cuerpo astral vinieran indicados por la manecilla de los minutos y los cambios del cuerpo etérico por la manecilla de las horas del reloj. Lo que el ser humano cambia en su cuerpo etérico, lo que el ego ha hecho del cuerpo etérico, se llama buddhi o -si se quiere usar otro término- espíritu vital.

Sin embargo, hay un desarrollo aún más elevado, que el chela experimenta, debido a que se convierte en otro ser humano en el cuerpo etérico. Cuando el ser humano habitual aprende, lo hace con el cuerpo astral. Cuando el estudiante de la ciencia esotérica aprende, se convierte en otro ser humano. En ese caso, sus hábitos y su temperamento deben cambiar. Pues esto marca la diferencia que permite contemplar otros mundos. Entonces su cuerpo etérico se transforma gradualmente.

Para el ser humano lo más difícil es aprender a trabajar sobre su cuerpo físico. Uno puede convertirse en maestro de la circulación de la sangre; uno puede obtener influencia en el sistema nervioso, influencia en el proceso respiratorio, etc. También se puede aprender eso. Si el ser humano es capaz de trabajar en su cuerpo físico y aprende a estar conectado con el universo, entonces desarrolla su atman. Este es el miembro más elevado del ser humano, y debido a que está relacionado con el desarrollo del proceso respiratorio, se le llama Atman. El hombre espiritual se encuentra entonces en el hombre físico.

Así, tenemos siete miembros del ser humano, al igual que el arco iris tiene siete colores y la balanza tiene siete tonos. Así, el ser humano consta del cuerpo físico, en segundo lugar del cuerpo etérico, en tercer lugar del cuerpo astral, en cuarto lugar del ego, en quinto lugar de manas, en sexto lugar de buddhi, en séptimo lugar de atman. Cuando el ser humano llega al nivel más alto de desarrollo, cuando él crea su cuerpo físico, entonces tenemos el hombre espiritual.

Con respecto a esta cuestión de hoy, tenemos que mirar más de cerca a este ser, a esta naturaleza del ser humano. Allí se resuelve el enigma de las relaciones entre el hombre y la mujer a partir de la naturaleza humana de una manera peculiar. Sólo el esoterismo o esta consideración íntima de la naturaleza humana conduce al cuerpo físico, al cuerpo etérico, al cuerpo astral, al yo y a lo que este yo ha hecho.

En todo ser humano - esto es un hecho - el cuerpo etérico es dual, y en el caso del hombre tal como vive entre nosotros, su cuerpo presenta cualidades femeninas, y el de la mujer cualidades masculinas. Muchos hechos de nuestra vida se explican si sabemos que en el hombre hay algo de naturaleza femenina, y justo lo que hemos discutido como dependiente del cuerpo etérico tiene más naturaleza femenina con el hombre y más naturaleza masculina con la mujer. Por lo tanto, se puede entender que ciertos rasgos pueden aparecer con el hombre. En verdad, nunca tenemos en el ser humano material físico algo más que una expresión física de una personalidad completa. El alma humana construye el cuerpo como el imán tiene dos polos. Forma una parte masculina y otra femenina, una parte como cuerpo físico y otra como cuerpo etérico. De ahí que la mujer muestre rasgos aparentemente masculinos relacionados con el cuerpo etérico: devoción, valentía y amor; el hombre muestra a veces rasgos más bien femeninos. Sin embargo, con referencia a todos los rasgos que están más conectados con el cuerpo físico, la consecuencia del género aparece en la vida externa.

Por lo tanto, debe parecer explicable que tengamos en cada ser humano -si queremos mirarlo plenamente- una apariencia ante nosotros con dos partes, una material accesible a los sentidos y otra oculta, la espiritual. Sólo es un ser humano completo aquel que es capaz de conectar en su interior un carácter agradable femenino con la masculinidad externa. Los más grandes espíritus, en particular los místicos, siempre sintieron esto en nuestra vida cultural pasada.

Este es un punto importante. El hombre ha desempeñado un gran papel, debido a que el materialismo ha empujado la civilización externa. Esta civilización externa es una civilización masculina porque debe ser una civilización material. Sin embargo, tenemos que tener claro que también en la evolución histórico-mundial las épocas de la cultura se turnan, y que esta civilización masculina unilateral debe encontrar su complemento por lo que vive en cada hombre. Esto se ha sentido justamente en la época de la civilización masculina. De ahí que los místicos, cuando hablaban de lo más profundo de sus almas, también llamaban a esta alma algo femenino. Por eso en todas partes se encuentra la comparación del alma con la mujer receptiva al mundo, y en eso se basa el dicho de Goethe en el Chorus Mysticus (Fausto II):

Todo lo que es transitorio

es sólo un símbolo;

lo que parece inalcanzable

se convierte en un hecho;

lo que es indescriptible

aquí se hace;

lo eternamente femenino

nos atrae hacia arriba.

No tiene sentido interpretar el dicho de forma trivial. En el sentido de Goethe y del verdadero misticismo se interpreta correctamente diciendo, quien haya conocido algo de la noble cultura espiritual, también ha señalado el carácter femenino del alma. Justo partiendo de la cultura masculina se originó el dicho: "lo eternamente femenino nos atrae hacia arriba". De este modo, se imaginaba el macrocosmos, el universo, como masculino y el alma como femenina, que es fecundada por la sabiduría universal.

¿En qué consiste esta actitud peculiar, la lógica, que se desarrolla en el hombre desde hace milenios? Si queremos mirar en su profundidad, tenemos que ver algo femenino, la imaginación, que el principio masculino tiene que fecundar.

Así, vemos la naturaleza superior del ser humano, si consideramos lo que supera la diferencia de género. El hombre y la mujer tienen que considerar sus cuerpos físicos como herramientas, que les permiten ser activos como una totalidad en el mundo físico en una u otra dirección. Cuanto más siente el ser humano lo espiritual en sí mismo, más se convierte el cuerpo en instrumento, sin embargo, también aprende a comprender al ser humano, si mira en la profundidad del alma.

De hecho, esto no le da ninguna solución a la cuestión de los derechos de la mujer, sino una perspectiva. No se puede resolver esta cuestión con tendencias e ideales. Hay que resolverla en la realidad, creando esa imagen del alma, esa constitución del alma, que hace posible que el hombre y la mujer se entiendan desde la visión de la totalidad de la naturaleza humana. Mientras el ser humano tenga prejuicios en lo material, no es posible una consideración fecunda de la cuestión de los derechos de la mujer.

Por lo tanto, no debe sorprenderse de que en una época en la que ha nacido la cultura masculina, la cultura espiritual, que comenzó en el movimiento teosófico, casi nazca de una mujer. Así, este movimiento teosófico o científico-espiritual resultará ser eminentemente práctico. Guiará a la humanidad a superar el género en sí mismo y a elevarse a un punto de vista en el que el yo espiritual y el atman son transpersonales y están más allá de los géneros, de lo puramente humano. La teosofía no habla de la humanización general, sino de lo humano general, para que se reconozca gradualmente. Así, una conciencia similar se despierta en la mujer gradualmente como se ha despertado en el hombre durante la cultura masculina.

Como uno de los que han hablado profundamente sobre el alma dijo: lo eternamente femenino nos atrae hacia arriba, entenderán espiritual-científicamente quienes sientan el otro lado del ser humano como mujer en sí mismos. Hablan de ello en el sentido práctico correcto, de lo eternamente masculino en la naturaleza femenina, y entonces es posible la verdadera comprensión y la verdadera solución mental de la cuestión de los derechos de la mujer. Pues la naturaleza externa es una fisonomía de la vida anímica. No tenemos nada más en nuestra cultura externa que lo que los seres humanos han creado, lo que han transformado en máquinas a partir de sus impulsos, en materia industrial, en el derecho. A medida que el alma se desarrolla, las instituciones externas se desarrollan. Sin embargo, una época que se aferró a la fisonomía externa quiso construir barreras entre el hombre y la mujer. Una época que ya no se apega a lo externo, a lo material, sino que tiene el conocimiento de lo interno más allá de los géneros, quiere mejorar y embellecer lo sexual, sin querer arrastrarse al páramo, al ascetismo o negar lo sexual, y quiere vivir en lo que está más allá de los géneros. Entonces se comprenderá lo que aporta la verdadera solución de la cuestión de los derechos de la mujer porque ofrece al mismo tiempo la verdadera solución de la eterna cuestión humana. Ya no se dirá cuando se habla de cosas de la vida cotidiana: lo eternamente femenino nos atrae hacia arriba, tampoco se dirá, lo eternamente masculino nos atrae hacia arriba, se dirá con profunda comprensión: lo eternamente humano nos atrae hacia arriba.

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El objetivo de este blog es publicar en Internet todo el material fuente existente para las transcripciones de las conferencias de Rudolf Steiner de la forma más completa posible, para que este gran tesoro esté disponible para toda la humanidad. Se trata de notas de oyentes, transcripciones de conferencias y, en su mayor parte, transcripciones en texto plano de conferencias estenografiadas, también conocidas como transcripciones en texto plano. De este modo, cualquiera puede comprobar por sí mismo, mediante comparaciones, qué dijo realmente Rudolf Steiner y cómo fue editado (y, por tanto, modificado) en las distintas ediciones. Y por último, pero no menos importante, también encontrarán mucho material inédito. La obra de Rudolf Steiner es de dominio público desde 1996 y, por tanto, pertenece legalmente a toda la humanidad. Él mismo habría elegido una fecha mucho más temprana para la publicación de su obra, como se desprende de los pasajes sobre propiedad intelectual que citamos a continuación; Incluso el período de protección de 30 años que se aplicaba entonces le parecía demasiado largo. ¿Y qué habría dicho sobre el hecho de que 85 años después de su muerte, parte de su obra docente siga inédita y acumulando polvo en los archivos? Él mismo encontró una expresión adecuada para esto: Fue puesto en un ataúd. Este sitio web está destinado a ayudar a liberarlo de este ataúd. "Lo que el hombre puede crear a partir de sus capacidades intelectuales se lo debe a la sociedad humana, al orden social humano. En realidad, no le pertenece. ¿Por qué gestionamos nuestra propiedad intelectual? Simplemente porque la produces; al producirla, demuestras que tienes la capacidad de hacerlo mejor que los demás. Mientras tengas esa capacidad mejor que los demás, gestionarás mejor esa propiedad intelectual al servicio del conjunto. Ahora la gente se ha dado cuenta al menos de que esta propiedad intelectual no se perpetúa sin fin. Treinta años después de la muerte, la propiedad intelectual pertenece a toda la humanidad. Cualquiera puede imprimir lo que yo he producido treinta años después de mi muerte. Puede utilizarlo como quiera; y eso está bien. Incluso estaría de acuerdo si hubiera más derechos en este ámbito. No hay otra justificación para la gestión de la propiedad intelectual que el hecho de que, porque se puede producir, también se tienen las mejores capacidades [...] Será una forma sana de socializar el capital si hacemos fluir en el organismo social lo que hoy se acumula como capital en el derecho de sucesiones, en el surgimiento de las pensiones, del derecho de las manos ociosas, de los derechos humanos superfluos, lo que así se acumula en capital; eso es lo que importa. Ni siquiera hace falta decir que la propiedad privada debe convertirse en propiedad social. El concepto de propiedad no tendrá ningún significado". Rudolf Steiner el 25 de abril de 1919