GA101-6 Berlín, 13 de noviembre de 1907 -Primeros capítulos del génesis, primeras etapas de la conciencia

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RUDOLF STEINER

Primeros capítulos del génesis, primeras etapas de la conciencia.

sexta Conferencia
Berlín, 13 de noviembre de 1907

En las últimas horas estuvimos hablando de diversos mitos y sagas y caracterizando cómo en estos mitos y sagas de los diversos pueblos sale a la luz aquello que también hemos conocido a través de la cosmovisión teosófica, aquello que abordamos como la aparición del mundo astral y del mundo espiritual. Hemos hablado también de diversos signos y símbolos, y hemos subrayado una y otra vez cómo en estos diversos signos y símbolos no se ofrece nada sobre lo que se pueda especular, filosofar, reflexionar en modo alguno, que se pueda interpretar de tal o cual manera, sino que de ellos hay que decir que son reproducciones reales de procesos en los mundos superiores. Ahora bien, siempre les pido que tengan en cuenta que tenemos signos, cuentos, fábulas y leyendas a lo largo de las vastas corrientes espirituales del desarrollo terrestre, que no expresan otra cosa que lo que el vidente, lo que aquellos que conocen los fenómenos suprasensibles, pueden experimentar en los mundos superiores. Sólo tengo que referirme al simple signo de la llamada esvástica, a la cruz gamada, a ese signo que todos ustedes conocen y sobre el que conocen tantas explicaciones más o menos ingeniosas. La mayoría de las explicaciones no tienen sentido, por ingeniosas que sean. Alguien puede ser muy inteligente, pensar mucho, y aun así decir algo tremendamente estúpido si no sabe de qué va la cosa.  
Esta esvástica o cruz gamada no es otra cosa que la reproducción de lo que se denominan órganos de los sentidos astrales -también se les llama flores de loto-, que comienzan a agitarse cuando el hombre realiza ciertos ejercicios; comienzan a agitarse cuando experimenta un determinado desarrollo. He dicho una y otra vez que no se debe pensar en una flor del mismo modo que se piensa en alas cuando se oye la palabra ala pulmonar. Eso es una palabra; y en las flores de loto no se ha dado más que una designación figurada de lo que se desarrolla en el vidente cuando gradualmente destaca los órganos de los sentidos astrales de su organismo astral. Si nos tomamos a pecho este principio de explicación, nunca caeremos en la tentación de aplicar especulaciones o cosas por el estilo como las que encontramos en los documentos religiosos y de otro tipo. Nos esforzaremos más bien en consultar la verdadera ciencia oculta o la sabiduría oculta, para que nos diga en cada caso lo que significa una u otra. Sobre la leyenda persa y germánica ya nos ha quedado mucho más claro en las últimas conferencias de los lunes.
Hoy me gustaría señalarles algo que pueden encontrar en un documento mucho más cercano a ustedes, la Biblia. Quisiera llamar hoy su atención sobre la Biblia precisamente para que vean de cuántas maneras, especialmente desde el punto de vista de la ciencia espiritual, la Biblia concuerda con las más diversas sagas y mitos de los pueblos, y cuán profundamente podemos ver también en el documento bíblico si simplemente pedimos a la sabiduría oculta información al respecto. Hoy vamos a exponer algunos de los capítulos de la Biblia ante nuestras almas.
El origen de la tierra, del mundo en general, se explica en relación con el hombre. Se encontrarán ustedes con las más diversas explicaciones sobre este llamado Génesis, sobre los secretos que se esconden tras los primeros, los capítulos iniciales de la Biblia. Recordemos preferentemente que cuando el hombre se convirtió por primera vez en ciudadano de la tierra en su forma actual, las condiciones de nuestra tierra eran muy diferentes de las posteriores que el hombre conoce hoy. Sabemos que después de que la Tierra pasara por estados de desarrollo anteriores -un estado de Saturno, un estado del Sol y un estado de la Luna-, volvió a emerger, al principio en conexión con el Sol y la Luna. Lo que hoy vemos como el sol y la luna formaban un cuerpo con nuestra tierra en aquella época. Sabemos que el sol se separó a continuación con todas sus entidades, que la luna se separó a continuación, también con ciertas sustancias y entidades, y que nuestra Tierra se quedó atrás en un período que estamos acostumbrados a llamar el período Lemúrico.
En aquella época, la tierra estaba formada por sustancias líquidas ardientes, que eran básicamente iguales a las sustancias actuales, sólo que la tierra era un cuerpo planetario ardiente, envuelto en fuego, en el que estaban disueltos todos los metales y minerales que hoy son sólidos, y en el que no podían vivir seres como los que hay hoy en la tierra. Por otra parte, podían vivir seres de naturaleza y carácter completamente distintos, y esto ya incluía al hombre, cuya existencia siempre estuvo relacionada con el desarrollo de nuestro planeta.
Ahora echemos un vistazo al propio hombre. Si se imaginaran al ser humano de entonces, es decir, de la época en que el sol y la luna acababan de separarse de la tierra, tal y como es el ser humano de hoy, que oye con los oídos y ve con los ojos, se lo imaginarían muy equivocadamente. Más bien, deben imaginar que el hombre en los estados iniciales de la tierra poseía una conciencia completamente diferente a la que tiene el hombre de hoy. Nuestra conciencia actual, que percibe a través de los órganos de los sentidos externos, aún no existía. ¿Qué otras formas de conciencia conocemos aparte de la conciencia diurna? Ustedes conocen la conciencia que para la mayoría de la gente hoy en día es una inconsciencia, es decir, la conciencia del sueño profundo. Saben que, aparte de los seres humanos, las plantas que viven en su entorno también tienen esta conciencia. Las plantas tienen esta conciencia todo el tiempo, el ser humano sólo la tiene cuando está dormido. El hombre de hoy que mira la planta debe por tanto decirse: la planta representa para él esa conciencia que él mismo tiene cuando está dormido. - Se podría decir que el hombre también es un ser vegetal cuando duerme. La planta sólo tiene un cuerpo físico y un cuerpo etérico. El hombre también tiene un cuerpo físico y un cuerpo etérico, que yacen en la cama. Ahora viene la diferencia: el ser humano acostado en la cama tiene un cuerpo astral que le pertenece con el Yo; éstos están en cierto sentido separados del cuerpo físico y del cuerpo etérico; pero un solo cuerpo astral pertenece a los cuerpos físico y etérico tendidos en la cama.
Sin embargo, ningún cuerpo astral individual pertenece a la planta individual, sino que la tierra en conjunto tiene un cuerpo astral, y hay que considerar a las plantas individuales como incrustadas, como integradas en este cuerpo astral común de la tierra. Es muy cierto que si se daña a la planta individual o se le hace algo a la planta individual, ella no lo siente, pero la tierra como un todo en el cuerpo astral colectivo si lo siente. Ya he señalado que el vidente sabe que cuando se recoge una flor, cuando se toman las semillas de las plantas en otoño, o cuando se siega el grano, es como cuando se toma la leche de la vaca para mi consumo, o cuando el ternero mama la leche de la vaca. Es una sensación de bienestar para el cuerpo astral de la tierra.
La sensación de dolor sólo se produce cuando se arranca la planta; entonces es similar a arrancar un trozo de carne del cuerpo de un animal. Además, hay que ser consciente de que para la tierra también existe un estado similar al del sueño y la vigilia, no para la planta individual. La planta individual sólo conoce el estado de conciencia que se tiene cuando uno está tumbado en la cama con el cuerpo etérico y el cuerpo físico. Entre estos dos estados de sueño y vigilia hay otro estado de conciencia poco conocido por el hombre moderno; es el estado del que, por así decirlo, el último recuerdo, como un atavismo, una reliquia, es el sueño lleno de sueños, donde la conciencia dormida se llena de las más múltiples imágenes simbólicas que hemos descrito a menudo. La mayor parte del mundo animal tiene esa conciencia. Cualquiera que esté familiarizado con estas condiciones puede decir que la mayor parte del mundo animal tiene una especie de conciencia onírica; y es una completa tontería plantear la cuestión de si los animales no tienen una conciencia del yo similar a la del hombre. 
Ocurre que a la gente se le dice exactamente cómo tiene que pasar el hombre el tiempo entre la muerte y un nuevo nacimiento, y que luego viene alguien y pregunta: ¿No podría el hombre pasar por esta época en un planeta completamente distinto? -O que alguien pregunte: ¿No podría ser esto o aquello? - Cualquier cosa puede "ser" en el mundo. Nunca se trata de lo que podría ser, sino de lo que es. Eso es lo que debemos recordar por encima de todo. Hoy en día, algunas personas caen en la trampa cuando, por ejemplo, se atribuye una vida amorosa a la planta. Con tales cosas se perpetran las más fantásticas patrañas; y si además se le llama "ciencia", entonces se aplica todo lo que, de otro modo, no tendría razón de ser.
Como tercer estado de conciencia tenemos una especie de conciencia de imágenes, que sólo está presente en una forma sombría en los sueños, y esta conciencia está presente con una creciente expresión en el comienzo de la existencia del hombre en la tierra. Cuando el hombre comenzó su andadura como ciudadano de la tierra, aún no tenía ojos para ver, ni podía haber utilizado oídos como los actuales para percibir sensorialmente el mundo exterior, aunque todo estaba presente en el organismo. Las formas físicas y los colores que se experimentan hoy a través de los sentidos no eran experimentados por el ser humano de aquella época; su conciencia era una conciencia pictórica a través de la cual se percibían sobre todo estados espirituales. Ciertamente, podría haber objetos en el entorno de una persona similares a esta rosa. Cuando el ser humano se acercaba a dichos objetos, no percibía el color rojo, ni las formas, ni las hojas verdes, todo eso no de esa manera. Sino que, cuando se acercaba al objeto, surgía en él una imagen que le mostraba primero una forma roja en el lugar donde ahora está el verde, y donde ahora está el rojo, una forma verdosa-azulada; se mostraba en colores que no se dan en absoluto de esta manera en el mundo físico, sino que sólo expresaban que se trataba aquí de una forma que simpatizaba con el alma humana-espiritualmente. Si, por ejemplo, un ser humano se acercaba a un ser animal bienintencionado, se alzaban ante él ciertos colores que expresaban la simpatía que el animal sentía por él. Si se acercaba a un animal que quería comérselo, esto se expresaba con otro color. La amistad entre dos seres se expresaba a través de colores y formas.
Ahora bien, imaginemos que en aquella época el propio ser humano no era capaz en modo alguno de ver su propio físico, pues esto también pertenece a todo aquello para lo que uno necesita instrumentos sensoriales a fin de percibirse a sí mismo. El ser humano podía ver su propia alma, veía los colores que le inundaban. Lo que el vidente ve hoy, él podía verlo en una conciencia clarividente primordial y tenue. Pero no era capaz de ver sus propias formas corporales; éstas estaban completamente cerradas para él.
Imaginemos ahora vívidamente aquel momento. El ser humano desciende del regazo de la Divinidad para sumergirse en la tierra, de la que acaban de desprenderse el sol y la luna. Aquí desciende el hombre. Él no tiene la menor capacidad de ver el sol ni la luna ni la propia tierra como cuerpos físicos. Pero le ha llegado el momento en que el Yo, que hoy habita en todos ustedes, que antes estaba unido a la sustancia divina, descendiese a los tres cuerpos. Desde la existencia saturnal de la tierra existe el cuerpo físico, desde la existencia solar el cuerpo etérico y desde la existencia lunar el cuerpo astral. Los cuerpos astral, etérico y físico provenían de la etapa lunar. Cuando la tierra era Saturno, el yo estaba en la esfera de la divinidad. Incluso cuando la tierra era el sol, incluso cuando era la luna, el yo estaba en la esfera de la divinidad. Imaginemos ahora claramente el estado en que acaba de quedar la tierra. Tenemos al hombre compuesto de los cuerpos físico, etérico y astral y, podría decirse, una cavidad en el cuerpo astral, una constricción. El Yo literalmente se vierte en ellos y primero se une con el cuerpo astral, y en este cuerpo astral alcanza una conciencia de imagen, como acabo de describir. De este modo, el ser humano se ha convertido en un ser de cuatro miembros.  El Yo se ha unido con aquello que se había preparado a través de las tres etapas de Saturno, Sol y Luna, cuando el Yo del hombre estaba arriba en el regazo de la Divinidad. Durante el estado de Saturno, Sol y Luna de la Tierra, el Yo, que ahora mora en todos ustedes, se unió con la Divinidad de arriba, y abajo, en preparación, se formaron sus cuerpos, su cuerpo físico cuerpo en Saturno, su cuerpo etérico en el sol y su cuerpo astral en la luna.
Eso se preparaba abajo. Se podría decir que la Divinidad miraba hacia abajo y veía cómo se preparaban los cuerpos para que, cuando la Divinidad vertiera esas gotas de yoidad, estuvieran listos para recibir la yoidad. Lo que hoy habita en ustedes, en aquel tiempo habitaba en la Divinidad y contemplaba los tres cuerpos. Si su alma, su yo, hubiera podido sentir su existencia entonces como hoy, la habrían sentido llamando a su hogar "el cielo". Pues estaban "en los cielos"; sólo tenían una conciencia apagada y crepuscular, pero estaban en los cielos.
Y ahora había llegado el momento importante, cuando el estado anterior, que había continuado sin interrupción, se dividió en dos. Al principio de la existencia terrenal, los seres humanos se encontraban todavía "en los cielos" como personas con consciencia, como yoes. A continuación el yo se derramó sobre los cuerpos. Ahí se creó la diferencia entre dónde estaban los seres humanos antes y dónde están ahora: Cielo y Tierra. Esa es la experiencia de su yo cuando fue atraído hacia abajo. ¿Qué está escrito al principio del Génesis?
En el principio -o: en el principio primordial- Dios creó los cielos y la tierra.
Cuando vuestro Yo aún estaba en el regazo de la Divinidad, no habría podido ver nada. Ahora, en la tierra, está destinado a ver por primera vez, aunque al principio con una débil conciencia de imágenes. Antes no veía nada; tenía que vivir en el cuerpo astral antes de aprender a ver.
Y la tierra estaba desolada y confusa.
De nuevo, se trata de una experiencia subjetiva de vuestra alma. Se describe lo que ella experimentaba. La tierra por sí misma estaba todavía "desolada y confusa", y todo era líquido, pues en estado líquido ardiente estaba la tierra.
Y el espíritu de la Divinidad
que vuestro yo acababa de abandonar,
se cernía sobre los líquidos, o: se cernía sobre las aguas.
Como ven, lo que se describe en el Génesis son las experiencias reales de sus yoes. ¿Y qué intervino ahora en todo esto? Ahora llega el momento en que el yo empieza a ver astralmente. Ha tomado conciencia de que hay otros seres a su alrededor. Por todas partes brota la luz astral, desde la oscuridad.
Y Dios dijo: Hágase la luz. Y la luz se hizo.
Esto no significa la luz física, sino la luz astral. También aquí se describen hechos que el yo humano ha experimentado.
Y vio Dios la luz, que era hermosa; y separó Dios la luz de la oscuridad.
¿Y eso qué significa? En el curso de las conferencias se les dirá que dondequiera que haya un cuerpo astral, debe aparecer la fatiga. La vida de un cuerpo astral no puede proceder de otro modo que a través de la fatiga. Por lo tanto, también debe haber una compensación por tal fatiga. Un ser que se cansa debe pasar por estados en los que se compensa esta fatiga. No se imaginen nada externo ahora, sino sólo las experiencias del yo. El yo desciende al cuerpo astral, se cansa desplegando su conciencia de imagen. Debe volver a un estado en el que pueda compensar la fatiga. Tenemos dos estados de conciencia en los que entra el yo: un estado en el que el yo vive en imágenes, en el que las experiencias espirituales se presentan en imágenes, y otro en el que todo vuelve a sumergirse en la oscuridad, de la cual nació el yo, y en la cual se quita la fatiga, pero también se interrumpe el estado de luz que rodea al yo. La Divinidad había dividido la vida del yo en dos partes, una donde había luz y otra donde había tinieblas. Imaginen así la vida de los seres de luz en la Tierra.
Y separó Dios la luz de las tinieblas, y llamó a la luz Día.  y a las tinieblas, Noche.
Esto no tiene nada que ver con la órbita del sol o la órbita de la luna, únicamente tiene que ver con la diferencia espiritual entre la iluminación astral de la conciencia y el estado oscuro en el que no hay iluminación. Es preciso que sean plenamente conscientes de que aquí se describen hechos internos, experiencias del yo. Imaginen vivamente cómo el ser humano, con arreglo a sus cuerpos físico y etérico, yace dormido en la cama; fuera del cuerpo físico y etérico están el cuerpo astral y el yo. Así era en el estado inicial de la Tierra. El cuerpo astral nunca estuvo tan completamente dentro del cuerpo físico y etérico como lo está hoy, de eso no hay duda, pero en aquel entonces solo llenaba una parte del cuerpo etérico. Así como sucede con el ser humano de hoy en el sueño, durante el cual el cuerpo astral está fuera del cuerpo físico, pero aún no completamente fuera del cuerpo etérico, así deben imaginarse a este Yo, que acaba de bajar del seno de la Divinidad, perteneciendo junto con su cuerpo astral a un cuerpo físico y a un cuerpo etérico, pero aún no penetrando completamente en ellos. El naturalista de hoy diría que una vida así no era posible en absoluto. Pero era muy posible en virtud de otras leyes.
Utilicemos una imagen para ilustrarlo. Imaginemos de nuevo esta tierra nuestra, pero ahora inundada en la niebla de fuego, esta niebla de fuego en perpetuo movimiento, los cuerpos astrales con los yoes flotando sobre ella como seres espirituales. Imaginen que de repente todos ustedes empiezan a dormir. Entonces sus cuerpos astrales saldrían. Sólo los cuerpos físicos están inertes; cuando los cuerpos astrales salen, los cuerpos físicos conservan su forma. En aquella época, cuando la tierra estaba en la niebla de fuego, era diferente, todo estaba en vivo movimiento. Era parecido a estar hoy en un valle de montaña y ver las masas de niebla moviéndose de un lado a otro y adoptando las formas más variadas.
Ahora su cuerpo físico permanece inerte en su forma fija. En aquel tiempo, todo estaba en marcha. En aquel tiempo, el cuerpo físico se disolvió y volvió a ensamblarse. Todo ello se debía a las fuerzas que emanaban de lo alto. En eso se diferenciaba la existencia de entonces de la de hoy. Cuando la tierra aún era líquida, toda forma dependía de las fuerzas espirituales a las que ustedes mismos pertenecían. Piensen en lo que ocurría allá abajo. Lo sólido se fue preparando poco a poco. A partir de un estado completamente líquido-acuoso, estos cuerpos sólidos se prepararon gradualmente. Se establecieron formas cada vez más rígidas. Como cuando en las montañas los sólidos de la niebla a la deriva tomaban forma y cristalizaban, así las primeras formas humanas se formaron gradualmente a partir de las masas arremolinadas de niebla de fuego.
Y dijo Dios: Que haya forma -o: expansión- en medio de las aguas, y que las aguas se separen de las aguas.
Si hacen ustedes una interpretación correcta, obtendrán el proceso que les acabo de describir.
E hizo Dios la separación de las aguas, y separó las aguas de debajo de la expansión de las aguas de encima de la expansión. Y a lo que estaba arriba lo llamó cielo. Eso fue el segundo día.
De nuevo hay una profunda sabiduría en esto. ¿Qué son estas dos "extensiones"? Se refiere a las dos partes de la naturaleza humana que siempre están mezcladas, la naturaleza inferior y la naturaleza espiritual del ser humano. La naturaleza espiritual, que encuentra su expresión en lo que se inclina hacia el sol, y la naturaleza inferior, que se inclina hacia el centro de la tierra. Estas son las dos naturalezas que todos los documentos religiosos describen como gobernadas por dos poderes muy diferentes, los poderes celestiales y los poderes del inframundo. La expansión celestial y la expansión terrenal fueron separadas por Dios. Lo que aún no era visible en la Luna se volvió visible aquí en la Tierra. En esto se expresa también una sabiduría tremendamente profunda, que corresponde a una verdad absoluta. En la antigua Luna, las formas humanas individuales aún no caminaban como lo hacen ahora en la Tierra; eso no existía en la Luna. Los antepasados del hombre, los cuerpos ancestrales del hombre en la antigua luna, consistían en cuerpo físico, cuerpo etérico, cuerpo astral, sólo tenían una extensión, la extensión hacia el planeta, no hacia los cielos. Eran animales, en ellos no se albergaba el yo. El animal se quedó atrás en esta primera fase de desarrollo. Esto sigue siendo claramente visible para ustedes hoy en día en la forma en que éstos no puede alzar su cara hacia el sol, en la forma en que carecen de órganos que funcionen libremente en sus extremidades delanteras con el fin de hacer realidad ideas y conceptos del espíritu. El animal es como una viga que se sostiene sobre cuatro pilares. El hombre ha modificado esta viga pasando de la posición horizontal a la vertical. Con el rostro vuelto hacia arriba, no sólo es un ciudadano de la tierra, sino un ciudadano del mundo. Los dos soportes delanteros, las dos extremidades delanteras, se han convertido en él en herramientas del espíritu. Esto se expresa en la separación de la parte de la forma humana que pertenece a la tierra de la parte que pertenece al espacio del mundo.
Y Dios hizo una extensión entre las aguas inferiores y las aguas superiores. 
Lo que quiere decir esta diferencia de la forma humana es, de nuevo, una experiencia del ser humano original.
Ahora bien, esa parte de la forma humana que debía servir al yo tenía que tener un punto medio, un centro. Eso es efectivamente lo que consiguió. El primer centro de este cuerpo humano aún blando se produjo porque todas las corrientes convergieron en la parte dirigida hacia arriba. Por él pasan las corrientes más diversas, que hay que imaginar como el principio de las corrientes nerviosas y sanguíneas. Todas ellas se reunieron en la parte superior en poderosas lenguas de fuego, que antes brotaban del ser humano en la parte superior de la cabeza, pero cuando el cuerpo aún estaba completamente blando. Ese órgano que el hombre tenía allí y del que el último resto es la glándula pineal, fue el primer órgano con el que el hombre empezó a percibir físicamente. Si se acercaba a algo peligroso para él, este órgano lo percibía, y así el hombre sentía que no podía ir allí. A través de este órgano encontraba su camino. No hay que imaginar este órgano como un ojo original, -de tal idea surgen toda clase de errores-, sino que hay que imaginar que era una especie de órgano del calor, a través del cual el hombre podía distinguir, incluso a grandes distancias, las condiciones frías y cálidas, y las que le eran perjudiciales o útiles. Este órgano estaba al mismo tiempo en cierta conexión con aquellos órganos que llamamos los órganos linfáticos, que están relacionados con las corrientes en el cuerpo humano, que están conectados con los glóbulos blancos. El bien y el mal del ser humano, que preferiblemente aún tenía glóbulos blancos, dependían de lo que percibía este órgano. Era, pues, un centro en el que se reunía todo lo que había allí como formación en la expansión de los cielos.
Y dijo Dios: Júntense las aguas que están debajo de los cielos. en un solo lugar, para que se vean las cosas secas. Y así fue. Y Dios llamó Tierra a las cosas secas, y a la reunión de las aguas llamó Mar. Y Dios vio que era hermoso.
Lo que se ve aquí apunta a otro conjunto de corrientes; éstas están en lo inferior, en la naturaleza terrestre del hombre. Están relacionadas con la reproducción del hombre, con la procreación. Pero en estos tiempos antiguos -y esto es muy importante- la reproducción estaba absolutamente cubierta por la más absoluta inconsciencia. Ese es un secreto profundo del devenir del mundo. Se podría decir que es el mandamiento divino original que la Divinidad dio a los seres terrestres: No sabrás reproducirte en la tierra. - Todo el asunto de la procreación estaba envuelto en una profunda inconsciencia. Durante los tiempos en que la conciencia apareció en la Tierra, no se llevaba a cabo la procreación. Piensen, entonces, que la naturaleza del hombre consistía en esta dirección, que partía de una completa inocencia o inconsciencia de este proceso en la tierra. ¿Qué conocía, pues, el hombre al principio de su existencia en la tierra? Sólo conocía su descenso espiritual, sabía que había descendido como un yo del seno de la Divinidad. De donde proviene él físicamente, de donde provienen sus cuerpos, eso estaba completamente cerrado para él, no sabía nada de ello, estaba cubierto de un completo estado de inocencia. Imaginemos exactamente lo que ocurría en aquel tiempo. 
El ser humano surgió de la forma que acabamos de describir. Los seres que habían formado su cuerpo físico, su cuerpo etérico y astral en la Luna recibían ahora su yo, personas que eran completamente inocentes de todo lo que ocurría en el mundo físico. Tampoco podían verlo; no veían su propio cuerpo físico. Veían estados espirituales; sabían que descendían de la Divinidad. Pero había otros seres, no humanos, sino seres que habían permanecido en la antigua luna, que no podían convertirse en dioses. Lo que había alcanzado una etapa superior en la luna tenía ahora su escenario en el sol, donde están los Elohim, que habitan en el sol como el hombre habita en la tierra. Ahora bien, hubo un desarrollo paralelo de los seres en el sol y en la tierra.
Después de que el sol y la luna salieran de la tierra, ésta se colocó entre el sol por un lado y la luna por el otro. El ser más elevado que se desarrolló en la Tierra era un ser con cuerpo físico, cuerpo etérico, cuerpo astral y yo: el ser humano. En el sol el ser más elevado tenía un cuerpo físico, -pero de forma muy diferente al humano-, un cuerpo etérico, un cuerpo astral, un yo, un yo espiritual (Manas), un espíritu vital (Budhi), un hombre espiritual (Atma), y alla de Atma un octavo miembro.
Así pues, los seres superiores que ya habían desarrollado un octavo miembro son los Elohim, los espíritus solares, que, cuando la tierra y el sol se separaron, tomaron un camino diferente. Los seres humanos habían tomado el camino de la tierra. Los espíritus solares ya habían formado su Atma en la luna, habían ido al sol para allí ampliar su desarrollo superior. Pero en la antigua luna había seres entre ellos que no pudieron irse con el sol porque se habían "quedado estancados". Por supuesto, estaban mucho más desarrollados que los seres humanos, tenían algo que los seres humanos tenían que adquirir, ya tenían el tipo de conciencia que permite ver los objetos físicos externos. Ya podían utilizar herramientas que los humanos aún no podían usar. El hombre seguía teniendo ojos ciegos y oídos sordos. Sus ojos y oídos sólo estaban en proceso de formación, iban a ser capaces de ver y oír más tarde. Pero los animales inferiores de aquella época habían conservado formas de la Luna que podían utilizar en cierto modo antes de que los seres humanos pudieran utilizar sus cuerpos. Y en ellos, al principio, se encarnaron realmente en la tierra aquellos seres que habían venido de la luna, y que todavía no estaban tan avanzados como para irse con el sol, pero que estaban más avanzados que los seres humanos. Se encarnaban en formas ya desaparecidas, en seres que les permitían asomarse al entorno físico. Estos seres, que se situaban entre los hombres y los dioses, animaron y espiritualizaron esas formas inferiores, pues los cuerpos humanos superiores eran todavía demasiado torpes, al igual que un niño es mucho más torpe que un polluelo cuando nace. Dichos seres inferiores eran dragones o serpientes, habitados provisionalmente por estos seres que se situaban entre los dioses y los hombres. 
Estas criaturas estaban íntimamente relacionadas con lo perteneciente a la tierra en el hombre; no tenían nada de aquello que vivía en el hombre en su parte dirigida hacia el sol. Pero tenían una ventaja sobre los seres humanos que aún vivían en una conciencia de imagen adormecida: ellos podían percibir ya los objetos físicos que había sobre la tierra. El hombre vivía en completa inocencia sobre el proceso físico de lo sexual; eso estaba envuelto en tinieblas para él. Estos seres lo veían como lo veían los dioses, por lo tanto podían acercarse al hombre y decirle: Puedes llegar a ser como los dioses, sólo necesitas hacer una cosa, sólo necesitas extender tu deseo a las regiones inferiores; tan pronto como tu deseo se extienda a las regiones más profundas, llegarás a ver como los dioses; si haces eso, verás tu propia forma.
El estado de inocencia le fue arrebatado a la humanidad en cierto modo. Eso por una parte. La contrapartida es la libertad que el hombre consiguió gracias a ella. [Hueco en el texto original. ] Los seres que se hallaban entre los habitantes del sol y los habitantes de la tierra, seres que no habían podido obtener el derecho a acceder al sol, querían abrir los ojos de los hombres; se acercaron a ellos como seductores y les dijeron:
Se te abrirán los ojos y conocerás lo que es el bien y lo que es el mal.
Podréis ver lo que os rodea, y conoceréis el árbol de la ciencia del bien y del mal, y el árbol de la vida.
Así pues, los documentos religiosos son literalmente verdaderos. Sólo tenemos que aprender a entenderlos literalmente. La reflexión de hoy les habrá demostrado que no hay que especular sobre estas cosas. Hay que preguntar a la verdadera ciencia oculta entonces se arrojará una luz maravillosa sobre los documentos religiosos.
Traducido por J.Luelmo ene.2023

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