GA094 París, 10 de Junio de 1906 -cosmología esotérica -el logos y el hombre


 
RUDOLF STEINER
El logos y el hombre

París, 10 de Junio de 1906 
decimocuarta conferencia.
En la última conferencia, repasamos el progreso del hombre más concretamente desde el aspecto de su cuerpo y de su forma. Ahora consideraremos el pasado con respecto a sus estados de conciencia.
A menudo vienen a la mente las siguientes preguntas: ¿Es el hombre el único ser en la Tierra que posee auto-conciencia? O también: ¿Cuál es la relación entre la conciencia del hombre y la de los animales, las plantas y los minerales? ¿Tienen estos reinos inferiores de la vida alguna conciencia?
Imaginen a un pequeño insecto que moviéndose por el cuerpo de un hombre solo pudiera ver su dedo. No podría tener un concepto del organismo en su conjunto, ni de su alma. Nosotros mismos estamos exactamente en la misma situación con respecto a la Tierra y los otros seres que la habitan. Un materialista no tiene un concepto del alma de la Tierra y naturalmente como consecuencia, no es consciente de la existencia de su propia alma. De manera similar, cuando un pequeño insecto no es consciente del alma del hombre, es porque tampoco tiene alma con la cual percibir.
El alma de la Tierra es mucho más sublime que el alma del hombre y el hombre no sabe nada de ella. En realidad, todos los seres tienen conciencia, pero la conciencia del hombre es muy diferente, puesto que en nuestra época está perfectamente en sintonía con el mundo físico.
Además del estado de vigilia (que corresponde al mundo físico), el hombre pasa por otras condiciones de conciencia. Durante el dormir sin sueños, su conciencia vive en el mundo devacánico. La conciencia de la planta es devacánica siempre. Si una planta "sufre", el sufrimiento produce un cambio en la conciencia devacánica. El animal tiene conciencia astral, que se corresponde a la de la vida onírica del hombre.
Estos tres estados de conciencia son muy diferentes. En el mundo físico, desarrollamos ideas simplemente por medio de los órganos de los sentidos y las realidades externas con las que estos órganos nos ponen en contacto. En el mundo astral, percibimos el medio circundante solo en forma de imágenes, sintiéndonos al mismo tiempo como si fuéramos parte de ellos.
¿Por qué el hombre, que es consciente en el mundo físico, se siente separado de todo lo que no es él mismo? Es porque todas las impresiones que recibe provienen de un medio que percibe muy claramente, que está fuera de su cuerpo. En el mundo astral, por el contrario, no percibimos por medio de los sentidos, sino por la simpatía que nos hace penetrar en el corazón de todo lo que encontramos. La conciencia astral no está confinada dentro de un campo relativamente limitado; En cierto sentido es líquida, fluye. En el mundo devacánico, la conciencia es tan nebulosa y difusa como lo pueda ser un gas. No hay ninguna semejanza con la conciencia física, en la que nada penetra salvo a través de los sentidos.
¿Cuál fue el propósito de ese contención de la conciencia que siguió a la etapa de la conciencia imaginativa? Si tal contención no se hubiera producido, el hombre nunca podría haberse dicho "yo" a sí mismo. El germen divino no podría haber penetrado en su ser en el curso de la evolución si no hubiera sido por la cristalización de su cuerpo físico. ¿Dónde, pues, estaba este Espíritu divino antes de la densificación de la Tierra y de la conciencia? El Génesis nos dice: "El Espíritu de Dios se movía sobre la faz de las aguas". El Espíritu divino, la chispa del Yo, todavía estaba en el mundo astral.
En el Devacán superior, más allá del cuarto grado, denominado Arupa (sin cuerpo), donde tiene su origen el Akasha (sustancia negativa): allí reside la conciencia de los minerales. Debemos tratar de alcanzar una comprensión profunda y verdadera del reino mineral y descubrir nuestro vínculo moral con él. Los Rosacruces en la Edad Media enseñaban a sus discípulos a reverenciar la castidad del mineral, "Imaginen", decían, "aún conservando sus facultades de pensar y sentir, un hombre podría volverse tan puro y libre de deseos como el mineral, - Entonces poseería un poder infalible, un poder espiritual ". Si se puede decir que las esencias espirituales de los diversos minerales están en el Devacán, se puede decir a la inversa que la esencia espiritual del mineral es comparable a la de un ser humano que viviera solo con una conciencia devacánica.
Por lo tanto, no debe negarse la existencia de conciencia en otros seres. El hombre ha atravesado todos estos grados de conciencia en la curva descendente de la evolución. Originalmente se parecía a los minerales, en el sentido de que su Ego vivía en un mundo superior y lo guiaba desde arriba. Pero el objetivo de la evolución es liberar al hombre de la dependencia de seres dotados de una conciencia superior a la suya y llevarlo a un punto en el que él mismo sea plenamente consciente en los mundos superiores.
Todos estos niveles de conciencia están contenidos dentro del hombre hoy:
  1. La conciencia del mineral, correspondiente al sueño profundo.
  2. La conciencia de la planta, correspondiente al sueño ordinario.
  3. La conciencia animal, se corresponde con la vida soñando.
  4. La conciencia física, objetiva, en el estado normal de vigilia. Los dos estados anteriores son vestigios atávicos en el hombre.
  5. Una conciencia que repite la tercera etapa pero reteniendo la cualidad adquirida de la objetividad. Las imágenes tienen colores definidos y aparecen bien diferenciadas del perceptor. El sentido subjetivo de atracción o repulsión se desvanece. En esta nueva conciencia imaginativa, la facultad de la razón que se ha adquirido en el mundo físico conserva sus propios poderes.
  6. El propio dormir, no el sueño, aquí se convierte en un estado consciente. No solo contemplamos imágenes, sino que entramos en la esencia viva de los seres y escuchamos sus tonos internos. En el mundo físico damos nombres a las cosas, pero los nombres son meramente denominaciones externas. Solo el hombre puede expresarse desde dentro diciendo "Yo", el nombre inefable de la individualidad consciente. Por esta palabra distinguimos nuestra propia personalidad del resto del universo. Pero cuando nos hacemos conscientes del mundo del sonido, cada ser, cada cosa comunica su propio nombre verdadero; en la clariaudiencia escuchamos el sonido que expresa su ser más íntimo y suena como un tono en el universo que es distinto de todos los demás.
  7. Una etapa más allá, donde el sueño profundo se convierte en un estado consciente. La descripción es imposible, ya que esta condición supera los límites de la comparación. Todo lo que se puede decir es que existe.
Tales son los siete estados de conciencia a través de los cuales pasa el hombre, y también pasará a través de otros. Siempre hay un estado central, con tres por debajo y otros tres por arriba. Los tres estados superiores reproducen, en un sentido superior, los tres inferiores. Un viajero está siempre en el centro del horizonte. Cada estado de conciencia se desarrolla a través de siete estados de vida, y cada estado de vida a través de siete estados de forma. Así, los siete estados de forma siempre constituyen un estado de vida; Los siete estados de la vida componen un período completo de evolución planetaria, por ejemplo el de nuestra Tierra.
Los siete estados de vida culminan en la formación de siete reinos, de los cuales cuatro son visibles: los reinos mineral, vegetal, animal y humano. Por lo tanto, en cada estado de conciencia, el hombre pasa a través de 7 x 7 estados de forma, lo que nos lleva a 7 x 7 x 7 metamorfosis (343).
Si pudiéramos representar en un solo cuadro los 343 estados de forma, deberíamos tener una imagen del tercer Logos.
Si pudiéramos representar los 49 estados de vida, deberíamos tener una imagen del segundo Logos.
Si pudiéramos representar los 7 estados de conciencia, deberíamos tener una concepción del primer Logos.
La evolución consiste en la interacción mutua de estas siete formas. Para pasar de una forma a otra, es necesario un nuevo espíritu (la acción del Espíritu Santo). Para pasar de un estado de vida a otro, es necesario un nuevo poder (la acción del Hijo). Para pasar de un estado de conciencia a otro, es necesaria una nueva conciencia (la acción del Padre).
Cristo Jesús trajo un nuevo estado de vida y fue en verdad el Verbo hecho carne. Con la venida de Cristo, una nueva fuerza entró en el mundo, preparando una nueva Tierra en una nueva relación con los cielos.

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