Rudolf Steiner
GA053 Conferencia I
¿Qué encuentra el ser humano en la Teosofía?
Berlín, 29 de septiembre de 1904.
En
esta conferencia quiero desarrollar la relación del movimiento
teosófico con las grandes corrientes culturales del presente, y por
otro lado quiero diseñar un cuadro de la visión teosófica del
mundo en las charlas que se titulan: Los Conceptos Básicos de la
Teosofía. Por lo tanto, les pido que consideren esta conferencia
absolutamente como una introducción y que la acepten como tal.
Lo
que tengo que discutir hoy debería consistir en preguntarse qué es
lo que realmente encuentran los seres humanos actuales dentro del
movimiento teosófico, qué necesidades del ser humano actual pueden
encontrar su satisfacción dentro del movimiento teosófico. Y de
esta manera quiero abordar la otra pregunta: ¿por qué tenemos algo
como un movimiento teosófico hoy? También quiero abordar la
cuestión de por qué lo que la teosofía pretende, es tan mal
entendido y juzgado por tanta gente.
Quien quiera entender el
movimiento teosófico en su totalidad tiene que ser consciente sobre
todo de la tarea que tiene que cumplir en el presente. También tiene
que tener claro a quién quiere dirigirse hoy. ¿Qué es pues, en
realidad, el ser humano actual del que estamos hablando? Considero a
este ser humano presente como alguien que está familiarizado con las
cuestiones que ocupan el presente, que no sólo vive en lo cotidiano,
sino que también se ha ocupado de las tareas culturales de nuestro
tiempo y está familiarizado con ellas, para quien las cuestiones que
plantea nuestra civilización son necesidades del corazón y de la
mente. Brevemente, me gustaría entender al ser humano como alguien
que se esfuerza por abordar las cuestiones de la educación y el
conocimiento de nuestro tiempo. Me gustaría plantear la pregunta en
su sentido y responderla a grandes rasgos: ¿qué es lo que encuentra
en el movimiento teosófico? ¿Se encuentra algo en general dentro de
la teosofía que él necesita inevitablemente?
Tenemos que
mirar hacia atrás en el tiempo, en el que el movimiento teosófico
ha entrado en el mundo, si queremos entender su tarea. Tenemos que
darnos cuenta de que este movimiento tiene tres décadas de
antigüedad (corría el año 1904 n.d.t.) y que cuando entró en el
mundo hace aproximadamente treinta años tomó una forma que estaba
determinada por las relaciones de aquella época. Quien quiera
entender por qué tomó esta forma tiene que imaginar el desarrollo
de la educación y la pedagogía de los últimos años. Todavía nos
encontramos en las corrientes que el siglo XIX ha producido, y
aquellos que dieron vida al movimiento teosófico creían que daría
algo al mundo que necesita. Y aquellos que enseñan la teosofía hoy
en día creen que es también algo que conduce al futuro.
Hoy
en día se ha convertido casi en una frase, y, sin embargo, es
verdad: lo que se ha asentado en el alma de nuestros contemporáneos
ha traído una fisura en muchos de ellos, un conflicto entre el
conocimiento y la fe, que se expresa en un anhelo del corazón. Este
conflicto es característico de la segunda mitad del siglo XIX.
Significa no sólo para algunas personas, sino para una gran parte de
los seres humanos en general, lo que separa a la humanidad y causa
una contradicción en el alma humana individual. La ciencia había
llegado, hasta el último tercio del siglo XIX, a una altura que es
admirable, de hecho, para alguien que tiene una visión general de
los siglos. Esta ciencia es algo que llena el siglo XIX con justo
orgullo. Es la gran herencia que el siglo XIX es capaz de entregar a
todos los que vienen. Pero esta ciencia aparentemente ha desechado
viejas tradiciones al mismo tiempo. Aparentemente ha supuesto un
trastorno para aquello que, como el contenido religioso antiguo,
prestaba un gran servicio a las almas en tiempos pasados. Por encima
de todo, estos eran aquellos que habían mirado a la ciencia más
profundamente que ya no creían ser capaces de armonizar el
conocimiento científico con lo que la religión les había ofrecido.
Los mejores de ellos creían que una nueva confesión debía tener
lugar y que debía reemplazar los viejos contenidos religiosos. Así
vemos que una verdadera revolución del pensamiento humano se está
produciendo gradualmente.
Incluso
se planteó la cuestión de si todavía es posible, en general, que
el ser humano pueda ser cristiano; si todavía es posible retener las
ideas que dieron consuelo en la muerte y que han mostrado al ser
humano durante tanto tiempo cómo tenía que entender su
determinación que debía llegar más allá de la muerte, más allá
de lo limitado. La gran pregunta "desde dónde" y "hasta
dónde" debe ser enseñada de una nueva manera iluminada por la
ciencia. Se ha hablado de una "nueva fe" y se ha pensado
que tiene que ser la opuesta a la antigua. Ya no se creía capaz de
formar una visión del mundo a partir de los viejos libros
religiosos. Sí, no fueron pocos los que decían que se dan imágenes
infantiles que sólo son posibles en la edad infantil de la
humanidad; ahora, sin embargo, nos hemos convertido en adultos, y es
por eso que también tenemos que tener puntos de vista adultos.
Muchos también decían que querían atenerse a las antiguas imágenes
religiosas; que no querían adaptarse al punto de vista radical de
las nuevas.
Pero el curso del desarrollo mental de la
humanidad no depende de estos seres humanos. Siempre hubo unos pocos,
siempre hubo quienes se situaron en la cima de su tiempo y dieron la
clave del desarrollo futuro. Por eso, los que no querían saber nada
de la "nueva fe" también pensaban despreocuparse del
conflicto entre la fe y el conocimiento; pero también se podía
imaginar y decir que eso sería diferente en el futuro. David
Friedrich Strauss (1808-1874, teólogo alemán, The Old and the New
Faith, 1872) elaboró en aquel entonces su nueva fe en que no hay
nada más en el mundo que lo que ocurre entre el nacimiento y la
muerte, y que el ser humano tiene que cumplir su tarea aquí en la
tierra. Se puede ver que en el presente el consuelo de las imágenes
religiosas muere para mucha gente, y se puede suponer que nuestros
hijos y nietos carecerán de ellas. Por lo tanto, aquellos que
creyeron que la salvación depende de estas imágenes religiosas,
pueden haber visto con inquietud el mundo. Ellos eran los
mejores.
El siglo XIX ha producido incluso los frutos de lo
que se sembró en el siglo anterior. Todo se ha preparado durante los
siglos anteriores. Esto debe atribuirse, sobre todo, a aquellos que
se esforzaron por la extensión del conocimiento humano desde
mediados del siglo XV hasta el siglo XVI, y también a la
popularización de la educación. Miren atrás y verán que el
elemento religioso se formó de manera muy diferente durante los
siglos pasados. Aparentemente, la visión del mundo cambió
totalmente. Los seres humanos se han formado conceptos erróneos
sobre cualquier cosa porque el pensamiento es básicamente diferente
del que se pensaba hace siglos.
Sin embargo, la conciencia de
que las acciones humanas funcionan en todos los seres humanos y en
todos los tiempos se había perdido para aquellos que eran los
portadores de la educación en los últimos siglos y las personas más
significativas en el siglo XIX. La gente había diseñado visiones
del mundo para sí mismos de una manera muy diferente que en tiempos
anteriores. La astronomía les había mostrado cómo se pueden
cotejar las visiones del mundo desde la mera observación sensorial.
Copérnico enseñó a los seres humanos a mirar los mundos y a crear
una visión del mundo que no contiene, sin embargo, al ser humano.
Miren las antiguas visiones del mundo: el ser humano tenía un papel
en ellas; tenía un lugar en ellas. Ahora, sin embargo, tenía un
sistema de estrellas ante sí que se obtenía con los medios de la
ciencia. Pero ésta contenía a la Tierra sólo como un pequeño ser.
Aparecía como una partícula de polvo bajo ese sol, que es sólo uno
entre innumerables soles.
Bajo el efecto de todo esto era
imposible responder a la pregunta: ¿qué pasa con el ser humano,
este pequeño habitante de la tierra, de esta partícula de polvo en
el universo? Por eso la ciencia tuvo que investigar el mundo de la
vida. Investigaron la composición de los cuerpos de las plantas, los
humanos y los animales, los seres vivos más pequeños, con el
microscopio y encontraron que están construidos a partir de las
estructuras más pequeñas que se llaman células. Una vez más se
había avanzado un paso más en el conocimiento sensorial, pero de
nuevo sólo se entendía algo que era una visión sensorial, algo que
hacía la existencia física más explicable. Pero a su vez se
suprimía algo que el ser humano tiene que plantearse de forma más
íntima: ¿qué es el alma y su determinación? No era posible
preguntarle a la nueva enseñanza de dónde venía el alma y adónde
iba. Así vemos cómo se abandonaron las antiguas visiones del mundo
y la pregunta fue respondida con los medios de la ciencia.
En
geología se investigaba el origen sensorial del ser humano. Se
conocieron las diferentes capas que componen nuestra tierra. Se ha
hablado del hecho de que la tierra se fue desarrollando a causa de
inmensas revoluciones y pasando por diferentes estados; estados de
tipo particular, de modo que uno sólo puede imaginar que los poderes
espirituales han producido gradualmente lo que conocemos hoy. Hoy en
día se cree que las mismas fuerzas que construyen la tierra hasta
hoy, también la han construido en el pasado. Vemos el río que fluye
de la montaña y recoge el pedregal, creando así tierra y llanuras.
Vemos al viento transportando arena sobre regiones abiertas y
cubriendo grandes partes con arena. Vemos el clima y también la
superficie de la tierra cambiando gradualmente por tal influencia. Y
ahora los geólogos dicen: así como la tierra está hoy cambiada,
también lo estuvo en épocas anteriores; y así también se entiende
cómo poco a poco se ha formado la tierra. Todo lo que no es
percepción para los instrumentos físicos, para el cálculo y para
los sentidos humanos ha sido eliminado de la explicación de la
tierra. Se investigaron las diferentes capas de la tierra y se
reconoció que no sólo se encuentra en ellas lo que se depositó
como productos sin vida, también se encontraron seres que vivieron
hace millones de años en nuestra tierra. En las capas inferiores se
encontraron los seres más imperfectos, más arriba se encontraron
los seres más perfectos y aún más arriba se encontraron las capas
en las que aparece el ser humano. El ser humano aparece sólo en
períodos terrestres relativamente recientes. Si aplicamos este cuadro
que acabo de esbozar, si nos atenemos a este cuadro, no se puede
imaginar otra cosa que el ser humano se ha desarrollado desde abajo,
que sólo ha dado una pequeña sacudida y que antes no era más que
un animal superior.
Y entonces vino lo que se llama
darwinismo, que dice que todo lo que vive en la tierra está
relacionado entre sí, que lo perfecto se desarrolla a partir de lo
imperfecto y que este desarrollo se basa en ciertas leyes que se
expresan completamente en la existencia sensorial. El lema de la
"lucha por la existencia" surgió. Se decía que cualquier
animal y cualquier planta son variables. Pueden desarrollarse de tal
o cual manera, ya sea que los seres se adapten o no a las condiciones
externas de la vida. Esos seres se desarrollan y mantienen mejor, se
adaptan mejor a las condiciones de vida. Sin embargo, no se ha podido
determinar por qué las condiciones de vida son mejores con uno que
con el otro. Se dependía del azar. Sobrevivía el ser que era mejor
por casualidad; el menos desarrollado era destruido en la lucha de
todos contra todos.
Así tenemos una visión astronómica y
una visión de la vida que la ciencia nos ha esbozado. Pero el ser
humano no está ahí y, sobre todo, falta lo que antes se llamaba la
determinación divina. Faltan el origen divino y la meta divina. Una
afirmación es característica de un gran naturalista que contribuyó
en gran medida al diseño del universo: cuando Laplace (Pierre Simon
L., 1749-1827, astrónomo francés) se enfrentó a Napoleón I y le
explicó la visión del sol y los planetas, Napoleón dijo: pero en
tal visión del mundo no encuentro nada de Dios. - Laplace respondió:
No necesito tal hipótesis. - La cosmovisión astronómica no
necesitaba la hipótesis de un ser espiritualmente activo, de Dios. Y
tampoco las otras ciencias necesitan una. ¿Hay algo de las fuerzas
de trabajo espiritual en su visión de la vida? Tal cosa no está
contenida en ninguna parte en la visión que la ciencia ha esbozado y
lo ha hecho correctamente. Si buscamos una explicación, encontramos
que el ser humano con sus cualidades mentales es una especie de niño
huérfano. De hecho, la ciencia ha encontrado palabras entusiastas
sobre lo milagroso de las fuerzas que dirigen las estrellas, lo
milagroso de las fuerzas que han desarrollado la vida hasta el ser
humano. Sin embargo, vemos que en esta visión sublime la ciencia no
tiene nada de esas ideas que fueron tan valiosas para los seres
humanos durante tantos siglos. ¿Y de quién podría haber esperado
el ser humano la respuesta a las preguntas: de dónde vengo, adónde
voy, si no es de la ciencia? La respuesta a estas preguntas siempre
fue dada por la ciencia.
Remóntese a los primeros siglos del
cristianismo, tómese a Orígenes y a los otros primeros maestros de
la iglesia. Encontrarán allí que con ellos no sólo creían, no
sólo sospechaban y tenían sentido, sino que eran hombres que tenían
toda la educación de su tiempo, que respondían a lo mundano, pero
que al mismo tiempo eran capaces de ascender a lo espiritual.
Respondieron a lo espiritual de acuerdo con la ciencia de su tiempo.
Sólo el último siglo conoce el conflicto entre la ciencia y la fe.
Sin embargo, este conflicto debe ser resuelto. El ser humano no puede
soportarlo: la fe por un lado, el conocimiento por el otro.
Aquellos
que no hallaron otra salida que poner una nueva fe científica en
contra de la antigua fueron, sin embargo, hombres importantes. No
podemos calificar de no científicos o no religiosos a estos hombres,
que decían: las ideas religiosas son contradictorias para nuestro
conocimiento, y, por lo tanto, debemos tener una nueva fe. Vemos
desarrollarse el materialismo científico que considera al ser humano
como un animal de grado superior, como miembro de la creación
físico-natural, como un pequeño ser sin importancia, como una
partícula de polvo. Ustedes tienen este ser ante ustedes en lo que
los librepensadores y aquellos que han desarrollado que tratan de
resolver los diversos enigmas del mundo en este sentido como pueden
ver en el sensacional libro de Haeckel (Ernst H., 1834-1919), zoólogo
y filósofo alemán) sobre las Maravillas de la Vida, (1904). Ahí
tienen una visión desarrollada por la ciencia que no es capaz de
armonizar con las visiones de los siglos anteriores.
Esta era
la situación a finales del siglo XIX; esto era lo único que el
siglo XIX podría haber dado como legado al siglo XX a menos que otro
impacto hubiera llegado. Este impacto se preparó y vino al mundo en
el movimiento teosófico como un fruto. Se preparó lo que
reconocemos en el movimiento teosófico como la parte esencial, por
el hecho de que se llegó a conocer la verdadera figura física del
universo y la evolución de la vida por un lado, porque las antiguas
imágenes religiosas ya no eran suficientes, y se preparó por el
otro lado por el hecho de que se sometió el desarrollo espiritual a
un estudio. Así que no sólo la evolución de la vida fue sometida a
un estudio, sino también el desarrollo espiritual en sí mismo. Así
como se investigaban las fuerzas a partir de las cuales se
desarrollaban los seres vivos, también se investigaban las fuerzas
espirituales, los contenidos espirituales de la humanidad tal como
los observamos en el curso del desarrollo histórico y también
prehistórico. Uno no sólo se centraba en lo que ocurría ante los
ojos de los sentidos, sino también en lo que la gente creía. Estaba
claro que la ciencia moderna era algo radicalmente diferente de las
antiguas religiones. Sólo nuestra época de investigaciones hizo que
el desarrollo mental de la humanidad fuera claro para el ser humano.
Se investigaron las antiguas ideas religiosas de acuerdo a su
verdadera forma y contenido, y allí se encontró algo particular.
Gracias al descifrado de los documentos de los egipcios, persas,
indios, babilonios y asirios se pudo penetrar en estas antiguas ideas
humanas. Así como la ciencia trajo luz a las ciencias naturales, la
ciencia ahora trajo luz a las ideas religiosas de los pueblos
antiguos. Se reconocía que en ellas había algo que, en efecto, se
había pensado poco en nuestra época y con nuestro ser
librepensador.
Se creía que la humanidad salía de la
ignorancia de ciertas ideas mitológicas, de las imágenes poéticas
que se habían formado sobre Dios y el alma de manera imperfecta y
primitiva. Uno aproximadamente imaginaba que la humanidad se habría
desarrollado desde el estado imperfecto al deliciosamente perfecto de
nuestro tiempo. Pero no se conocían las ideas de los pueblos
antiguos, y cuando se llegaba a conocerlas, despertaban asombro y
admiración, no sólo entre los religiosos sino también entre los
investigadores. Esta admiración se ha expresado una y otra vez,
cuanto más se investigaban. Cuanto más nos remontamos en la vida de
los antiguos egipcios, en la vida del antiguo mundo espiritual indio,
babilónico y asirio o incluso chino, más vemos que existen visiones
del mundo tan sublimes como sólo un pensamiento humano puede captar
y un corazón humano puede sentir. Allí vemos seres humanos que han
contemplado profundamente, de hecho, no en la apariencia que las
ciencias naturales nos explican hoy en día, sino en lo espiritual
interno.
Confucio
enseñó profundas filosofías morales y creó preceptos de
convivencia social. Comparad lo que en la actualidad los filósofos
han producido en la filosofía moral, comparad a Herbert Spencer
(1820-1903, filósofo inglés, biólogo, sociólogo) o la filosofía
moral del Darwinismo, y comparad las filosofías morales modernas con
las de los egipcios, con las ideas sobre la ética de Laozi (Lao
Tse), de Confucio, de Zaratustra. Entonces debéis deciros que las
nuevas concepciones están a la altura de nuestra época, que sin
embargo admiramos las sublimes filosofías morales de los pueblos
antiguos que no pueden compararse con nuestra ciencia. Max Müller
(1823-1900, orientalista alemán y estudioso del idioma) dice sobre
la filosofía moral tibetana: si este pueblo puede estar alguna vez
tan lejos de las llamadas culturas de nuestro tiempo, frente a la
sublime moral del Tíbet inclino mi cabeza en reverencia! El
orientalista y científico objetivo Max Müller habló
aproximadamente de esa manera. El ya no podía creer que la humanidad
había salido de la ignorancia. Sus investigaciones le proporcionaron
el resultado que puede ser resumido en las palabras que, en efecto,
esta sabiduría no puede ser entendida con la razón, ni con los
sentidos que, sin embargo, la humanidad debe haber salido de tal
sabiduría. Entonces el investigador aprendió gradualmente a hablar
de "revelación primária", de "sabiduría primaria".
Este era el único, el lado positivo.
El otro lado fue el que
la crítica, la investigación de estas imágenes religiosas hizo su
tarea. Entonces se hizo evidente que los documentos más importantes
no resistían la crítica científica si se los tomaba de la forma en
que se ha utilizado para tomar estos documentos desde hace siglos.
Quiero abstenerme de todo lo demás, y tampoco tratar una crítica
del Antiguo Testamento, sino sólo señalar con unas pocas palabras
lo que esta crítica ha realizado respecto a los Evangelios. La
crítica histórica ahora se pregunta sobre los Evangelios en los que
uno todavía había leído hace cien años con ojos muy diferentes:
¿cuándo nacieron y cómo se originaron? La ciencia tuvo que
despojar pieza por pieza a la antigua autoridad de los Evangelios. Ha
demostrado que nacieron mucho más tarde de lo que se creía; tenía
que demostrar que son obra humana y no pueden reclamar la autoridad
que se les atribuye.
Combinemos estas tres cuestiones: por un
lado la progresión de las ciencias naturales, por otro el
conocimiento del contenido milagroso de todas las imágenes
religiosas antiguas y, al mismo tiempo, la crítica que ha abordado
sin descanso lo que se pensaba de la historia de los documentos
religiosos. Esto llevó al ser humano a un camino que se volvió
incierto y que apenas podía hacer avanzar su barco a la antigua
usanza. Alguien que quería consultar a la ciencia desde todos los
lados perdió su fe en el espíritu. El conocimiento de los seres
humanos fue así a finales del siglo XIX.
Llegó el movimiento
teosófico, sólo con la intención de dar algo a aquellos que
estaban en esta incertidumbre, para llevar un nuevo mensaje a
aquellos que no podían armonizar su nuevo conocimiento con la
antigua fe. Deberían obtener respuesta a la pregunta de por qué
este Evangelio tiene un contenido tan profundo, y por qué deja que
su filosofía moral hable a los seres humanos de una manera tan
divina.
Este movimiento teosófico fue muy mal juzgado, porque
habla un lenguaje que se ha desarrollado en el último siglo. En la
primera vez que el movimiento teosófico entró, el mundo apenas
podía entenderlo. ¿Qué le dio el movimiento teosófico a la
humanidad? Sólo observo algo: a causa de ciertos estudios
aparecieron dos libros, Budismo Esotérico de A. P. Sinnett
(1840-1921) e Isis desvelada por Helena Petrowna Blavatsky
(1831-1891). Luego se publicó una obra de dos volúmenes, la
Doctrina Secreta de H. P. Blavatsky. Estos eran libros que diseñaban
otra visión del mundo de la que la ciencia lo había hecho hasta
entonces, también otra visión del mundo de la que eran las visiones
del mundo de las religiones. Esta visión del mundo tenía una
característica. Sólo el científico que se acercaba a estos libros
con buena voluntad y que no los tomaba con arrogancia sin negarlos y
criticarlos desde el principio, descubría que tenían algo que podía
satisfacer sus necesidades. No fueron pocas las personas que
recibieron los libros con gran interés inmediatamente después de su
publicación. Gente que era capaz de pensar académicamente pero que
con el tiempo habían perdido la fe en el progreso científico, sólo
en lo que la ciencia podía ofrecer. Ahora estos vieron en las nuevas
obras Budismo Esotérico, Isis Develada, La Doctrina Secreta algo que
satisfacía las necesidades más profundas de sus corazones, de su
conocimiento y de su conciencia científica. ¿De dónde vino este
fenómeno y quiénes fueron los que sintieron tal satisfacción en
las nuevas obras teosóficas? Si queremos entender a estas pocas
personas, debemos mirar más de cerca el progreso del desarrollo
científico.
La
ciencia había diseñado una visión astronómica del mundo, una
visión de la vida en la Tierra hasta la comprensión del ser humano
físico. Al mismo tiempo, había elaborado el método para investigar
el reino físico con todas las herramientas milagrosas que el tiempo
reciente ha creado. No sólo ha investigado a los seres vivos más
pequeños con el microscopio, no, esta ciencia ha hecho más. Se las
ha ingeniado para calcular el planeta Neptuno, ¡mucho antes de que
fuera visto! Hoy en día la ciencia también es capaz de tomar una
foto de los cuerpos celestes que no podemos ver. Puede dar un esquema
de las condiciones de los cuerpos celestes con la ayuda del análisis
espectral, y ha mostrado de manera extremadamente interesante cómo
los cuerpos celestes se apresuran a través del espacio a una
velocidad de la que antes no teníamos ni idea. Si los cuerpos
celestes pasan a nuestro lado, podemos ver el movimiento. Si se
mueven, sin embargo, lejos de nosotros o hacia nosotros, parecen
detenerse. La ciencia se las ha ingeniado para medir el movimiento de
estos cuerpos celestes con un método especialmente interesante. Este
es un argumento al que este conocimiento puede llevarnos. De este
modo, también podemos estudiar más de cerca la naturaleza física
de forma gradual. El resultado es algo que es aún más importante
para la mente humana que lo que él ha puesto como nueva ciencia en
el lugar de la antigua.
Durante los últimos años la ciencia
ha perdido su fe en sus propias condiciones previas. Sólo porque se
ha vuelto tan perfecta, se ha superado a sí misma, ha socavado sus
propios cimientos de cierta manera. Afirmaba que la lucha por la
existencia ha causado la perfección de los seres vivos. Ahora
probablemente, los naturalistas han investigado los asuntos, y sólo
porque los han investigado, se ha hecho evidente que todas las
concepciones que se habían formado sobre ellos, no podían ser
mantenidas. Ahora se habla de una "impotencia de la lucha por la
existencia". Así, las ciencias naturales han socavado su base
de conocimientos con sus propios métodos. Y así fue poco a poco.
Cuando en las últimas décadas el ser humano se volvió más y más
atento a la forma en que se ha desarrollado en nuestra tierra, se
llegó a la idea de que el ser humano se ha desarrollado a partir de
los animales avanzados. Por eso, en las últimas décadas, los
naturalistas más cuidadosos y razonables han hablado de la
imposibilidad de entender el mundo espiritual, que debe estar detrás
de nuestro mundo sensorial, con los medios científicos. El famoso
discurso de Du Bois-Reymond (1818-1896, fisiólogo alemán)) dio el
primer impulso en Leipzig (1872) en el que expresaba que las ciencias
naturales no son capaces de resolver los enigmas más importantes del
mundo ni de responder a las preguntas al respecto. La ciencia se
detiene donde comienzan las cuestiones del origen de la sustancia y
del origen de la conciencia. No podremos saber nada con medios
científicos: "ignorabimus". Ostwald (Wilhelm O.,
1853-1932, químico alemán), buen discípulo de Haeckel, que ya
expuso en el congreso de naturalistas de Lübeck la superación del
materialismo científico, ha expresado abiertamente en una ponencia
en el último encuentro de naturalistas que los métodos con los que
se quería llegar detrás de los enigmas del mundo deben considerarse
fracasados. Ciencias Naturales y Visión del Mundo es el título de
su libro. Sólo las ciencias naturales quieren ir más allá de sí
mismas y tener un punto de observación más alto de la visión del
mundo.
Así como estos naturalistas se posicionan hoy en día
ante toda la investigación objetiva, muy pocas personas se
posicionaron ya con el comienzo del movimiento teosófico. Para ellos
estaba claro que lo que las ciencias naturales dicen que es algo
indestructible, es algo en lo que debemos confiar. Pero al mismo
tiempo también les resultaba claro que estas ciencias naturales por
sí mismas deben conducir a un desarrollo en el que ya no puedan dar
respuesta a las preguntas más elevadas con sus medios. Sin embargo,
hallaron esta respuesta en los escritos teosóficos mencionados. La
hallaron, no haciendo profesión de fe, sino por la forma de pensar y
sentir que se expresa en el movimiento teosófico. Este es el
significado del movimiento teosófico para los seres humanos
modernos, que puede satisfacer plenamente a aquellos que buscan la
armonía del conocimiento y la fe en la ciencia, que no quieren vivir
en la lucha contra la ciencia, sino vivir con la ciencia.
Hace unos años todavía se creía que la ciencia estaba en contradicción con las antiguas imágenes religiosas. Se hablaba de una nueva fe en contraste con la antigua. El movimiento teosófico nos ha enseñado que, en efecto, los viejos tiempos se expresaban de manera diferente a la ciencia moderna, que, sin embargo, lo que los pueblos antiguos enseñaban sobre las fuerzas espirituales, sobre lo que no se ve con los ojos y lo que no se oye con los oídos, es para nosotros algo que puede satisfacer la necesidad religiosa al igual que la necesidad de la ciencia más moderna. En efecto, hay que absorberse sin prejuicios, con buena voluntad e imparcialmente en las antiguas imágenes; hay que creer realmente que cuanto más se penetra en ellas, más se puede también sacar provecho de ello.
Entonces aparece algo. Las ciencias naturales todavía nos enseñaron algo más en el curso del siglo XIX. Nos mostraron las estructuras y funciones de nuestros propios órganos. Nos mostraron cómo deben estar dispuestos los ojos para que vean la luz y los colores; nos mostraron que el ojo es un aparato físico que transforma lo que procede del exterior a nuestro alrededor en el mundo de colores que tenemos ante nosotros. Se ha dicho que depende de la naturaleza del ojo, así como del mundo mismo. Imaginen que el mundo estaría habitado por seres no videntes. ¡Entonces el mundo no tendría colores! El siglo XIX desarrolló la fisiología en todas las direcciones. Nos damos cuenta de que el mundo sería oscuro y silencioso a nuestro alrededor si no tuviéramos ojos y oídos.
A
menos que dispongamos de nuestros sentidos, el mundo, que no vemos ni
oímos, no podría ejercer ningún efecto sobre nosotros a través de
los sentidos. No puede haber efectos en un ser humano al que le
faltan los órganos en circunstancias normales. ¿O puede haber
efectos, sin embargo, en un ser humano al que le faltan los órganos
en circunstancias normales? ¡Esta era la pregunta que las ciencias
naturales tenían que hacerse a sí mismas! Esta pregunta es
realmente científica.
También en este campo el movimiento
teosófico produjo obras de importancia básica. No sólo
proporcionaba una visión del mundo, sino que también producía
obras que daban instrucciones para el desarrollo de órganos
superiores, de capacidades superiores. Si el ser humano desarrolla
estas capacidades superiores en sí mismo, se enfrenta al mundo de
una nueva manera. Trasládense por un momento a un mundo oscuro en el
que destaca una luz brillante, e imaginen que han abierto un ojo: ¡de
repente el mundo tiene una nueva cualidad! El mundo también existía
cuando estaba oscuro y no veían ninguna luz. Ahora, sin embargo,
pueden percibirlo. Si fueran capaces de desarrollar órganos
superiores, experimentarían que incluso los mundos superiores están
ahí, son efectivos porque ahora pueden percibirlos.
Light on
the Path ( Luz en el camino) (1885 por Mabel Collins, autora
teosófica, 1851-1927) es una obra de este tipo que también fue
producida por el movimiento teosófico. Es una instrucción de cómo
el ser humano puede desarrollar ojos y oídos espirituales para ver y
oír espiritualmente. Así, el movimiento teosófico pretendía
resolver los enigmas del mundo de una forma bastante nueva. No sólo
porque hace accesibles al ser humano las capacidades que ya tiene,
sino también porque despierta a los que están latentes en él. Nos
perfeccionamos así, como ha sucedido desde tiempos primitivos; sólo
penetramos en los secretos de los mundos que nos rodean. La vida que
permanece oculta a los sentidos externos se nos revela de esa manera.
Aunque las ciencias naturales pudieran penetrar hasta ahora, aunque
pudieran lograr las cosas más maravillosas, sin embargo, tendrían
que admitir que todavía hay algo de lo que no se dan cuenta. Sin
embargo, la ciencia puede enseñarle esto a la humanidad usando los
métodos que la teosofía ha dado. Debido a que la humanidad podría
investigar científicamente el mundo extensamente pero nunca en su
profundidad, la teosofía proporciona ayuda a la ciencia moderna.
Esta ciencia ha sido ampliada; sin embargo, el movimiento teosófico
mundial tiene que profundizarla.
Ahora se ha hecho claro y
comprensible por qué el ser humano debe quedarse admirado también
como un erudito ante las religiones antiguas. Se ha hecho evidente
que siempre los seres perfectos vivían al lado de los imperfectos en
el mundo. También se ha hecho evidente por qué la idea de la
revelación fue destruida académicamente y se devolvió al ser
humano, por otro lado, en una luz más brillante. También se hizo
evidente que los Evangelios y otros documentos religiosos antiguos no
han venido de la falta de sabiduría, sino de la sabiduría. Han
venido de fuerzas que descansan en cada seno humano, que ya se
desarrollaron en seres humanos individuales en aquel tiempo y que
revelaron ese mundo mostrándonos la determinación del alma y la
eternidad de la vida humana. Lo que había sido reconocido por tales
ojos espirituales se mantiene para nosotros en los documentos
religiosos. Lo que no se puede encontrar si se mira el mundo, se
puede encontrar realmente en estos documentos religiosos.
Ahora
entendemos por qué la respuesta de Laplace tuvo que ser como fue.
¿Qué había observado Laplace? El mundo sensorial externo! Ya no
había entendido el mundo espiritual en el que la tierra está
inmersa. Por lo tanto, tenía razón al responder que no podía
encontrar lo divino en el mundo con sus instrumentos. Hubo un tiempo
en que se enseñaba a usar los sentidos espirituales para observar el
mundo espiritual. Lo que se lee en los documentos científicos no se
obtenía de las estrellas. Pero lo que está escrito en los
documentos bíblicos provenía de aquellos que miraban con ojos
espirituales. Se necesitan ojos espirituales para contemplar el mundo
espiritual, así como los sentidos para mirar el mundo
sensorial.
Por más que alguien perdiera su fe en la ciencia,
ahora se ganaba un apoyo seguro. Se reconocían las grandes
conexiones espirituales que son claras ante el alma del ser humano si
tan sólo trata de encontrar los caminos hacia allí. El movimiento
teosófico trata de proporcionar los caminos adecuados.
Ahora
comprenderán sobre todo lo que este movimiento teosófico quiere y
por qué fue mal interpretado al principio. Debe ser malinterpretado.
Esto está relacionado con el desarrollo de la época. Permítanme
tocar la razón más profunda de la incomprensión en la ciencia
moderna. La gente creía que la "lucha por la existencia"
llevaba a los seres humanos a un nivel de desarrollo elevado. Pero es
característico que esta visión del mundo ya haya aparecido a
principios del siglo XIX como el Lamarckismo: Philosophie zoologique
(1809) de Antoine de Lamarck, 1744-1829. Darwin no enseñó nada
sustancialmente nuevo. Pero sólo desde Darwin esta visión se
extendió más allá. Esto está relacionado con las condiciones de
vida del siglo XIX. La vida había cambiado. La vida social en sí
misma se había convertido en una lucha por la existencia. Cuando la
teoría de Darwin se difundió en general, la "lucha por la
existencia" era la realidad, y aún hoy es la realidad. Era una
lucha por la existencia en la época en que las tribus indias fueron
erradicadas en América y también es una lucha por la existencia hoy
en día con aquellos que se esfuerzan por lograr la prosperidad
externa. Nadie pensaba en otra cosa que: ¿cómo se puede lograr el
"bienestar" mejor que nadie? "Si la rosa se decora a
sí misma, también decora el jardín" por la satisfacción de
cada ser humano se debe lograr la satisfacción de todos.
Luego
se llegó a la extraña doctrina de Malthus (Thomas Robert M.,
1766-1834, Ensayo sobre los principios de la población, 1798), a esa
doctrina que dice que el número de seres humanos aumenta mucho más
que la cantidad necesaria de alimentos, por lo que debe llegar poco a
poco a esa lucha por la existencia en el reino humano mismo. Se creía
que la lucha es necesaria porque los alimentos no son suficientes. Se
podría considerar triste que sea así, pero se creía que tenía que
ser así. El maltusianismo fue el punto de partida de la doctrina de
Darwin. Debido a que la gente creía que el ser humano debe luchar
por la existencia, creían que la lucha también tiene que ir en toda
la naturaleza de esa manera. El ser humano ha llevado su lucha social
por la existencia al reino de la vida, al reino celestial.
La
gente estaba muy orgullosa diciéndose a sí misma que el nuevo ser
humano se ha vuelto modesto. No debería ser más que un pequeño ser
entre las partículas de polvo de la tierra, mientras que una vez
luchó por la redención. Sin embargo, el ser humano no se ha vuelto
modesto. Proyectando esa lucha social de la humanidad en el mundo ha
hecho del mundo la imagen del ser humano. Si el ser humano alguna vez
consideró su alma, la exploró desde todos los lados para reconocer
el alma del mundo desde allí. Ahora ha investigado el mundo físico
y lo ha imaginado de tal manera que ve una imagen de la humanidad con
su lucha por la existencia en él. Si el movimiento teosófico quería
lograr algo, tenía que entender este hecho. Si el ser humano
redescubre lo divino realmente en sí mismo, de modo que encuentra a
Dios en su interior, entonces puede decirse a sí mismo: Dios que
está trabajando en mi interior es el Dios del universo, es aquel que
está trabajando dentro y fuera de mí. Lo reconozco y me permito
imaginar el mundo tal como soy, porque sé que lo imagino como algo
divino, porque sé cómo puedo alcanzar este nuevo conocimiento desde
nuevas profundidades de mi alma y nuevos sentimientos de mi
corazón.
Así, se podrían investigar también los diferentes
sistemas religiosos con sus profundas verdades. Los investigadores
religiosos como Max Müller y sus grandes colegas iniciaron esta
teología, y la teosofía tuvo que continuarla. El ser humano tiene
que ver con ojos espirituales y oír con oídos espirituales lo que
ningún ojo físico puede ver y ningún oído físico puede oír. El
movimiento teosófico había allanado el camino para esto. Habría
sido imposible lograr algo en estos dos puntos realmente, a menos que
en el centro de todo este movimiento se hubiera empujado una cosa que
es adecuada para llevar el nuevo conocimiento, la nueva ciencia y la
nueva fe del alma humana. El ser humano creía a mediados del siglo
XIX que sólo se podía llegar a la perfección a través de la lucha
haciendo de ésta el gran principio mundial. Ahora tenemos que
aprender a desarrollar lo opuesto a la lucha en nuestras almas: el
amor que no puede separar la felicidad y el bienestar del individuo
de la felicidad y el bienestar del prójimo. El amor no considera al
prójimo como alguien a cuya costa podamos progresar, sino a quien
tenemos que ayudar. Si el amor nace en el alma, el ser humano también
podrá ver el amor creativo en el mundo exterior. Así como el ser
humano creó una visión de la naturaleza en el siglo XIX que salió
de su idea de la lucha, creará una visión mundial del amor porque
desarrolla las semillas del amor.
Un reflejo de lo que tiene
el amor en el alma será la nueva visión del mundo de nuevo. El ser
humano puede imaginar de nuevo lo divino, tal como encuentra su
propia alma, pero el amor debe vivir en esta alma. Entonces reconoce
que no es la lucha lo que hace funcionar el sistema de fuerza en el
mundo, sino que el amor es la fuerza primordial del mundo. Si el ser
humano quiere reconocer a Dios, creando amor y derramando amor, tiene
que desarrollar el amor en su alma. Este es el principio más
importante que el movimiento teosófico hizo suyo: formar el núcleo
de una hermandad humana general que se construye sobre el amor
humano. El movimiento teosófico prepara así a los seres humanos de
manera integral para una visión del mundo en la que no se lucha,
sino que el amor crea y forma. La mente humana vidente verá el amor
creativo acercándose a él. La creación del amor en él conduce al
conocimiento de que el amor creó el mundo. Y el pensamiento de
Goethe se cumple:
El
ser humano,
Puede ser noble,
Servicial y bueno!
Sólo por
eso...
se distingue
de todos los seres
que conocemos.
Este
legado del gran poeta es el impulso de nuestro movimiento teosófico.
El ser humano moderno debe desarrollar el factor más significativo
del desarrollo avanzado en él a través del movimiento teosófico.
Debe aspirar a la cooperación en la vida social. De este modo, sería
capaz de progresar en la sabiduría y en la energía, imbuido de
sabiduría también en los mundos espirituales. Entonces el ser
humano reconoce su eterno ser y su determinación cada vez más. Él
sabe cómo trabaja en el "telar zumbador del tiempo"
(Espíritu de la Tierra en Fausto I, versículo 508), como miembro de
una cadena mundial espiritual y no sólo sensorial. Sabe que hace su
trabajo diario y que este trabajo no sólo consiste en sí mismo,
sino que es un pequeño eslabón en un gran progreso humano. Sabrá
que cada ser humano es una semilla que necesita una fuerza para su
florecimiento y prosperidad, que empuje el germen a salir de la
tierra oscura. Lo que el alma crea debe ser sacado de la tierra
espiritual como el brote de la planta debe ser sacado de la tierra
física. Así como el brote físico es sacado por el sol al sol, la
planta humana floreciente y próspera será sacada por una fuerza
solar espiritual, que la teosofía quiere mediar y enseñar a los
seres humanos. Lo conducirá al maravilloso e inmenso sol espiritual
que uno necesita no sólo para expresarse, sino también para
reconocer y comprender. Este es el sol espiritual que vive fuera en
el mundo espiritual que vive, sin embargo, también dentro del ser
humano.
El movimiento teosófico tiene como primer principio
que aquellos que se unen a esta sociedad desarrollan la capacidad en
sí mismos de contemplar este sol espiritual que vive dentro del ser
humano y en el gran mundo exterior espiritual. Es la fuerza
propulsora en el reino espiritual y es realmente una fuerza, como
todas las demás fuerzas físicas, sólo que una más elevada y esta
es la fuerza del amor creativo. Un nuevo conocimiento divino saldrá
a la luz. Entonces el ser humano reconoce el amor creativo en el
mundo exterior si permite que este amor en sí mismo se haga más y
más grande. Entonces la teosofía no sólo entregará el
conocimiento, sino que también traerá el futuro espiritual con el
creciente y próspero amor.
Traducido por Julio L. 05/2016
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