GA088 Berlín 11 de febrero de 1904 2ª parte 3ª conf. El camino del alma humana trás la muerte

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RUDOLF STEINER

El camino del alma humana tras la muerte 

Tarea del hombre durante su encarnación terrenal


Berlín 11 de febrero de 1904

En las conferencias sobre el mundo astral traté de mostrarles el camino que debe recorrer el alma humana después de atravesar la puerta de la muerte. Este camino a través del mundo del alma -o del mundo astral como se le denomina en la literatura teosófica-, es relativamente corto. La mayor parte del tiempo que el alma humana necesita para pasar de una encarnación a la siguiente, transcurre en el mundo espiritual, en lo que en Teosofía se denomina Devacán, la tierra de los dioses. Para utilizar una expresión en nuestra lengua, emplearé la expresión "tierra de los espíritus" o "mundo de los espíritus" para referirme al "Devacán". Debemos procurar introducir gradualmente expresiones en nuestra lengua. Y si sabemos que por lo que en Teosofía conocemos como "Devacán" no entendemos otra cosa que es la tierra de los espíritus, podremos entendernos.
En el mundo astral el alma tendrá que purificarse de lo que la tuvo encadenada a lo terrenal, de los impulsos, pasiones e instintos que son necesarios para la vida terrenal, pero que no pueden aferrarse al alma humana en su ulterior viaje. Una vez que se ha desprendido de todo esto, vaga por la verdadera tierra espiritual. Si se quiere entender lo que significa atravesar la tierra espiritual, uno debe aclarárselo a sí mismo. A menudo he subrayado que la Teosofía en modo alguno se aparta de la actividad terrena, en modo alguno apunta a un más allá; por el contrario, aclara que la tarea principal del hombre en el curso de su encarnación aquí, radica en lo terrenal, ya que es tarea del hombre llevar esta existencia terrena a una perfección cada vez mayor. El ser humano tiene que traer a la esfera terrenal como fruto lo que puede experimentar en el mundo superior, tiene que aplicar en la encarnación física lo que observa en el ínterin entre dos encarnaciones. Para esta encarnación física, la tarea de la tierra y del hombre es perfeccionarse tanto, que lo que se haya perfeccionado pueda ser llevado a reinos superiores. Nuestra tarea es cooperar en el perfeccionamiento terrestre, pues esta tierra, según el plan terrestre cósmico, no ha de permanecer tal como es, sino que ha de convertirse en un mundo superior. Y aquello que le permitirá ser aceptado en un mundo superior, eso es lo que las personas deben llevar a cabo en él; por lo tanto, deben regresar a la tierra de los espíritus de vez en cuando. El hombre debe trabajar en la tierra para conducirla hacia su meta, que es una meta espiritual. Para ello debe capacitarse espiritualmente. Debe volver una y otra vez a este estado, a vivir puramente espiritual en el mundo espiritual, para ocuparse desde allí de las intenciones y objetivos para la vida terrenal. Lo que experimentamos en el mundo espiritual lo trasladamos a la vida terrenal. Del mismo modo que lo primero y más importante en la construcción de una casa no está en la propia obra que consiste en poner los ladrillos, sino en el despacho del arquitecto, donde se elabora el plano de construcción, y así como los obreros sólo ponen en práctica lo que el arquitecto ha elaborado, lo primero y más importante es lo que traemos del mundo suprasensible: los objetivos, las intenciones, los planes, para aplicarlos en el mundo físico.
Lo más importante se hace durante la encarnación terrenal. El espíritu se retira de vez en cuando para conocer la base misma de la existencia terrenal. Ese es el propósito de la estancia en el Devacán o tierra de los espíritus. Cuando el hombre abandona su cuerpo al morir, pasa primero por un estado de inconsciencia; atraviesa el mundo astral y finalmente despierta en la tierra de los espíritus. Allí tiene que desarrollar todo lo que ha practicado en el mundo terrenal. Tenemos que imaginar, -por poner el mismo ejemplo,- que el hombre trabaja como un arquitecto que diseña el proyecto de una casa. Una vez que el arquitecto ha hecho el proyecto, durante la puesta en práctica del proyecto también aprende sobre las imperfecciones, los errores del mismo; es un aprendiz, de igual manera el hombre también aprende durante su encarnación. Al igual que el arquitecto reconoce y utiliza las experiencias y observaciones que ha hecho en un primer edificio, y las aprovecha para otro posterior, así también el hombre transforma sus experiencias y observaciones en conocimientos más perfectos y luego, enriquecido con este conocimiento, entra en la nueva encarnación. Ese es el significado.
El hombre despierta de una especie de inconsciencia, [entre la muerte y el nuevo nacimiento] en el Devacán. A continuación, tiene que pasar por las distintas etapas. En cada una de estas etapas se forma un tipo muy específico de habilidad. Hemos aprendido sobre siete etapas. Las volveré a repasar ante nuestros espíritus y, al mismo tiempo, indicaré lo que el espíritu debe realizar en cada etapa. He explicado que la región inferior es el reino de los arquetipos. Pero esto debe entenderse en sentido figurado; es un estado. En este mundo encontramos los arquetipos de todo lo que se nos presenta en el mundo sensorial. He dicho que vivimos en el mundo espiritual igual que vivimos en el mundo sensorial con los sentidos, y sentimos el mundo espiritual lo mismo que sentimos el mundo sensorial con los sentidos, mientras oímos y vemos este mundo sensorial, y así sucesivamente. Lo que es un pensamiento en este mundo terrenal es una entidad viva en el mundo espiritual. Lo que pasa por nuestra mente como un pensamiento es sólo la sombra de una entidad espiritual. Esta entidad espiritual se nos aparece como un pensamiento porque debe penetrar a través del velo de la corporeidad física. El hombre imprime sus pensamientos e ideas en el mundo, y a través de ellos perfecciona la tierra. En el mundo espiritual estos pensamientos son cosas entre las cuales se mueve el ser humano. Y así como aquí caminamos entre las cosas físicas, al chocar con ellas y tocarlas, en el mundo espiritual caminamos entre los pensamientos. Los arquetipos del mundo sensorial se encuentran en la región más inferior del mundo espiritual. Allí nos encontramos en el "taller" en el que se "fabrican" los objetos sensoriales. Allí vemos los arquetipos de las formas físicas vegetales, animales y humanas. Tenemos que pensar en lo que vemos. Estos pensamientos permanecen en el fondo como una sombra oscura, y el hombre no cree en la realidad de los pensamientos por el hecho de que tienen una existencia tan oscura. Del mismo modo que el reloj se crea según el pensamiento de su inventor, cada cosa se crea según el pensamiento, y éste ser-pensamiento se nos aparece en la tierra de los espíritus.
Por ello, en el mundo espiritual, todo el mundo sensorial que vemos aquí se nos presenta en sus arquetipos. Allí vemos todo tal como está hecho, vemos cómo la planta, o el animal brotan del poder creador animal y vegetal. Aprendemos a ver lo que hay aquí desde otro lado; vemos, por así decirlo, el negativo espiritual en relación con el positivo físico. Entramos en el mundo cuya descripción debe parecer fantástica a quien no siente nada por él, pero que es infinitamente más real que el mundo físico para aquel cuyos sentidos están despiertos a este mundo. Es el mundo arquetípico, el mundo de las causas. Se produce en nosotros una transformación espiritual, que se intensifica más y más cuanto más nos sentimos en casa en este mundo.
Me gustaría describirles el paseo por este mundo. Tiene un significado porque arroja una luz sobre este mundo, una luz de indescriptible trascendencia. Nuestra propia corporeidad, el cuerpo que llamamos nuestro, se nos aparece como una cosa mas entre las demás; se nos aparece como perteneciente a la realidad exterior. Vemos cómo nace y cómo muere. Así, el arquetipo de nuestro cuerpo se nos aparece como un miembro dentro de la realidad exterior; nos sentimos opuestos a él. Ya no decimos al cuerpo "Éste soy yo", sino que sabemos que pertenece a la realidad objetiva. Y nos familiarizamos con una frase de la más alta sabiduría vedanta india, la frase: Debes reconocer que tú mismo eres un miembro de todo lo grande - "Eso eres tú".
Vemos lo que construye nuestro cuerpo como si pisáramos una roca. Es algo completamente extraño. De la experiencia aprendemos a entender la frase: "Este eres tú". Y cuando practicamos esta frase, no es más que el recuerdo de lo que experimentamos antes en la tierra de los espíritus. Traemos este recuerdo a la conciencia y experimentamos un tenue reflejo del mundo espiritual en el mundo físico. Pero esto nos aleja del mundo de los sentidos, nos eleva a esferas superiores. Nos sentimos seres espirituales; sabemos que somos un miembro del espíritu original, como si fuéramos un rayo que emana de él. Lo sabemos por conocimiento directo.
La segunda frase principal de la sabiduría Vedanta también se cumple directamente en la primera región del Devacán: "Yo soy Brahman". Con el término "Brahman" se designa al espíritu primordial. Cuando el hombre ha llegado a sentirse miembro de este espíritu primordial, dice: El espíritu original vive en mí, él mismo es mi ser. Yo soy el espíritu original" es una experiencia inmediata que el alma ya hace en la región más baja de la tierra de los espíritus. Este es el sentido de la vida en la primera región del Devacán.
Describí la segunda región como aquella en la que se encuentran los arquetipos de toda la vida en nuestra Tierra. Cuando observamos la vida en nuestro mundo terrenal, la encontramos plasmada en seres concretos, en plantas, animales y seres humanos. Pero la vida de estas plantas, animales y seres humanos es una gran unidad viviente. Procede de la fuente común de la vida. El arquetipo de esa vida que vive aquí en la tierra como su reflejo, allí fluye como un océano a través de todos los seres del reino espiritual. El ocultista sabe que esta vida fluyente tiene un color rosa-rojo, como si fuera un océano rosa-rojizo; fluye como un elemento líquido a través de todos los seres de la tierra de los espíritus. Esta vida fluida, rosa-rojiza, líquida impregna y pulsa a través de toda la vida de la tierra de los espíritus. Cuando el hombre ha atravesado la primera región de la tierra espiritual, se identifica con esta vida que fluye en la segunda etapa. Entonces es cuando llega a reconocer la vida que fluye como su propio ser. 
Para comprenderlo plenamente, volvamos a concienciarnos del sentido que tiene vivir en estas regiones [en el tiempo que media entre la muerte y el nuevo nacimiento]. En la primera región del Devacán se vive durante un tiempo especialmente largo. En el mundo físico, nacemos en circunstancias muy concretas determinadas por la naturaleza física del entorno terrestre. Nacemos en un país, en una familia, de modo que por vínculo físico adquirimos tal o cual amigo. Nos apegamos, impulsados por las condiciones físicas, a algo que conforma el contenido de la vida cotidiana: la vida en la familia, la vida en la tribu, en la nación... eso es el karma. Todo eso que proviene de las condiciones físicas aprendemos a conocerlo y juzgarlo en sus arquetipos en la primera región del mundo espiritual. Y las habilidades que adquirimos mediante la práctica en la vida familiar, en la vida de amigos, etc., experimentan su desarrollo completo en la primera región del Devacán. Son aumentadas y entrenadas para que podamos volver a esta tierra con estas habilidades aumentadas y entrenadas para una nueva encarnación.
Por eso experimentamos que aquellas personas que basan toda su tarea en las circunstancias de la vida cotidiana, que no van más allá del entorno próximo, más allá de sus negocios y demás, tienen una larga vida en esta primera región del Devacán. 
En la segunda región del Devacán están aquellos que ya tienen una cierta preparación. Esto se crea mediante una educación superior dentro de la propia vida terrenal. El hombre aprende a reconocer que las cosas de la vida terrenal son pasajeras y no son más que expresiones de causas primordiales eternas. Aprende a reconocer la unidad en toda la vida y a mirar a la unidad con reverencia. Cuando el simple salvaje ve cualidades divinas en los objetos y los considera un símbolo de lo divino, esto ya va más allá de las circunstancias cotidianas. En esta región el hombre aprende a reconocer la creación y la obra de la divinidad. Allí vemos a los devotos de las distintas religiones desarrollar sentimientos de devoción acercándose humildemente a sus dioses, adorándolos. Con un grado más elevado de piedad, el hombre alcanza su encarnación después de pasar por esta segunda región. Vemos a personas que tienen un sentido de la unidad subyacente de todo morando durante mucho tiempo en esta segunda región. Los vemos asentarse en la unidad de todo ser, y vemos cómo estos espíritus, cuando regresan a la tierra, se convierten en personalidades religiosas de primer orden. Estas personas ven que los intereses del individuo ya no pueden separarse de los intereses de la comunidad. Este sentido de la vida comunitaria se forma en la segunda región del Devacán.
Ascendamos a la tercera región. Aquí ya no encontramos los arquetipos de lo que vive en la existencia terrenal, sino que encontramos los arquetipos de la propia existencia del alma. Aquí están los arquetipos de todos los deseos e instintos, de todas las sensaciones y sentimientos y de todas las pasiones, desde la pasión más baja hasta el patetismo más elevado. Para todo ello existen arquetipos puramente espirituales, y éstos se encuentran en la tercera región del Devacán. Así como toda vida está en la segunda región, toda sensación, sentimiento, sufrimiento y demás forman una gran unidad en la tercera región. Allí los instintos de un ser no están separados de los instintos que tiene otro ser. Allí ya se ha llevado a cabo el "Esto eres tú". Ya no podemos distinguir, -como ocurre en las condiciones limitadas de la existencia de los sentidos,- entre mi sentimiento y tu sentimiento. El dolor del otro es como el nuestro. Oímos el "gemido de la criatura". Percibimos todos los placeres y disgustos, sean nuestros o ajenos. Decimos a todo: Eso eres tú. - Sentimos con todo. He descrito esta región como la atmósfera, como el aire circundante de la tierra de los espíritus. Así como nuestra tierra está envuelta por el círculo físico del aire, el continente espiritual está envuelto por este otro aire circundante, por las esferas del infortunio y de la desgracia, por los arquetipos de las pasiones humanas, que se descargan como tempestades y tormentas. Si vivimos en la tercera región del Devacán, aprendemos a comprender la frase de un inspirado y nos damos cuenta de lo que significa unirse al "suspiro de las criaturas que esperan ser adoptadas como hijos". Esto forma en nosotros otro aspecto del sentimiento, llegamos a conocer el sentimiento terrenal desde otro lado, no como un sentimiento individual egoísta, sino de tal manera que hemos desarrollado el sentido, la compasión por todos los seres en esta tercera región. Lo que en nuestra encarnación desarrollamos en altruismo, en benevolencia hacia nuestros semejantes, eso es el recuerdo de esta tercera región del Devacán; eso es lo que traemos con nosotros de esta tercera región. Los filántropos, los genios de la beneficencia humana, entrenan allí sus habilidades; esos viven una larga vida en la tercera región del Devacán.
¿Cómo se relacionan estas tres regiones del Devacán con nuestro mundo terrenal? En la primera región encontramos los arquetipos de las cosas físicas, en la segunda los arquetipos de la vida, en la tercera los arquetipos del mundo anímico, los impulsos, los instintos y las pasiones. Encontramos lo que necesitamos para trabajar dentro de la vida terrenal, en el ámbito espiritual. La cuarta región es una especie de tierra espiritual pura, pero no en el pleno sentido de la palabra. Si queremos comprender la diferencia entre la cuarta región y las tres regiones inferiores, debemos tener claro que, a pesar de todo el poder creativo que el hombre trae consigo al mundo físico, depende de lo que ya está presente en la tierra. Somos como un alfarero que imprime sus pensamientos en la arcilla. Cuando queremos darnos cuenta aquí de los mensajes del mundo espiritual, dependemos de la arcilla del mundo terrenal. Debemos someternos a lo que ya ha sido creado. Debemos estudiar lo que ya existe en el mundo como fuerza física y materia física. Tenemos que atenernos a lo que sienten nuestros semejantes en términos de sufrimiento, placer y disgusto. Debemos orientarnos con lo que traemos del mundo espiritual en función de lo que encontramos aquí. Nosotros sólo creamos en la tierra una imagen de lo que hay en el mundo de los espíritus.
En la cuarta región están los arquetipos de lo que el hombre crea como una especie de obra original dentro del mundo, lo que crea más allá de lo existente. Todo lo que el arte y la ciencia han producido, todo lo que conocemos como inventos técnicos, todo lo que nunca existiría sin la influencia del espíritu humano, se encuentra como arquetipo en la cuarta región del Devacán. Quien participa en el progreso cultural de su tiempo, en el esfuerzo científico, en el desarrollo de las instituciones estatales, en el perfeccionamiento de lo que nace libremente del espíritu, que no está ligado al alma: todos ellos están fecundados por lo que experimentaron en la cuarta región del Devacán. Lo que allí experimentamos lo imprimimos en la realidad sensorial y así la transformamos. Si nos preguntamos si esta cuarta región es independiente de la región terrenal, debemos decir: en cierto sentido, porque el ser humano que viene de ella trae consigo algo que aún no está allí. Sin embargo, vuelve a depender, pues el hombre sólo puede situarse en un determinado estadio de perfección, y sólo puede dar cuerpo a aquello para lo que la humanidad está madura. La cuarta región del Devacán está conectada con la existencia terrenal de tal manera que, por un lado, es libre, pero, por otro, depende de un cierto [estado de existencia terrenal].
Cuando ascendemos a la quinta región de la tierra espiritual, nos liberamos completamente de las cadenas de la existencia terrenal. Entonces somos libres en todas las direcciones y capaces de desarrollarnos. Entonces tenemos el elemento de nuestro entorno en el que está nuestro hogar verdaderamente real. En esta región superior experimentamos las intenciones reales que el Espíritu Universal tiene con respecto al desarrollo terrenal. Participamos en las intenciones del espíritu universal. Todas las cosas se vuelven entonces parlantes. Aprendemos cuál es el objetivo del espíritu divino del mundo para las plantas, los animales y los seres humanos; llegamos a conocer en forma perfecta aquello de lo que lo creado no es más que una imagen imperfecta. Lo que experimentamos son las intenciones, los objetivos - los objetivos que fluyen de lo eterno, que aquí aprendemos a conocer. Y cuando, fortalecidos y vigorizados por ello, regresamos al mundo físico, entonces somos emisarios de las intenciones divinas, entonces se lleva a cabo aquello que ha de insertarse como verdaderamente espiritual, como espiritual independiente de este mundo.
Ahora bien, es fácil imaginar que lo que pueda extraerse de esta región dependerá de cuánto se haya desarrollado el yo durante su encarnación en la vida física. Si el hombre no muestra inclinación a elevarse a las intenciones superiores, si se aferra a lo mundano y no puede captar lo que es eterno, entonces sólo tendrá un breve destello en la quinta región del Devacán.
Y aquel que dentro de la vida terrenal está poco apegado a las cosas terrenales, que reflexiona en libre pensamiento sobre la existencia terrenal, que practica obras de compasión y caridad sin interés egoísta, habrá adquirido en esta existencia la cualificación para morar por más tiempo en las regiones superiores del Devacán. Esto le permite desarrollar en un sentido más elevado lo que es la libre actividad espiritual. Aquí lo que fluye de lo Eterno, lo Divino, fluye hacia él. Aquí el yo absorbe el mundo del pensamiento, no limitado por la imperfección terrenal. 
Cada encarnación no es más que un reflejo imperfecto de lo que es el ser humano en realidad. El yo espiritual está en el mundo espiritual, y al trasladarse al cuerpo humano, al alma humana, sólo puede plasmar una débil imagen de lo que realmente es en esencia. Cuando el hombre vuelve a su verdadero ser, a su originalidad, cuando conoce la quinta región, su visión de sus propias encarnaciones se amplía, es capaz de examinar su pasado y su futuro. Experimenta un destello de memoria sobre sus encarnaciones pasadas y puede relacionarlas con lo que puede lograr en el futuro. Él contempla el pasado y el futuro con una mirada profética. Todo lo que realiza le parece que fluye del Ser eterno. Esto es lo que el ser adquiere en la quinta región del mundo espiritual.
Por eso llamamos a este yo, en la medida en que se vive a sí mismo en la quinta región y se hace consciente de su propio ser, el portador de la causa del ser humano, que transfiere todos los resultados de la vida pasada al futuro. Lo que reaparece en las diversas encarnaciones, eso es el cuerpo causal, y esto hasta que el ser humano pasa a estados superiores, donde se aplican leyes más elevadas que las de la reencarnación. Desde el comienzo de la vida planetaria estamos sometidos a la ley de la reencarnación. El cuerpo causal es el que transporta el resultado de una vida anterior a las vidas venideras, el que disfruta como fruto de lo que se elaboró en las vidas anteriores. Cuando, a través de una serie de tales peregrinajes terrenales, el yo espiritual real o el portador de la causa se ha encarnado en el cuerpo físico y ahora vive en el mundo espiritual de tal manera que es capaz de moverse en el mundo espiritual tan libremente como el hombre sensorial se mueve entre las cosas sensoriales, porque esa es una experiencia que estamos teniendo. Luego ascendemos a la sexta región del Devacán, entonces adquirimos el derecho a pasar ciertos períodos entre dos vidas en la sexta región. En la sexta región, el yo humano vive ya la esencia más profunda de su propio ser interior; allí vive lo que llamamos vida en lo espiritual, en el yo eterno.
Allí vive lo que extrae directamente del Nacer del Ser divino. Allí el ser humano aprende a sentirse tan a gusto en el mundo espiritual lo mismo que el ser humano físico se siente a gusto en el mundo físico. Las leyes del mundo espiritual le resultan tan familiares que se considera parte de ellas. En esta sexta región el hombre aprende que viene a este mundo físico como mensajero de lo puramente divino; ya no toma del propio mundo físico las intenciones de lo que necesita para trabajar en el mundo físico; él mismo lleva a cabo los planes del orden divino del mundo: crea desde lo espiritual, trabaja desde lo espiritual. Pero, por tanto, no es un extraño en la tierra, ni trabaja como un extraño; ha adquirido la libre imparcialidad en esta sexta región. Si aparece en el mundo físico como mensajero del mundo espiritual, su trabajo es tanto más fructífero cuanto que no está apegado a las cosas de este mundo; y como las juzga con perfecta objetividad, hará lo que es justo. Su acto será un acto del propio orden divino del mundo, una expresión, una revelación del propio orden divino del mundo. 
En esta sexta región del mundo espiritual, el ser humano también disfruta del contacto con esos seres sublimes de los que hablé la última vez, que colaboran en el plan del orden mundial divino. Su mirada está abierta y sin velo sobre la sabiduría divina. El hombre que se ha desarrollado hasta la sexta región puede comprender lo que le dicen sobre el plan divino del mundo. Si vuelve al plano terrenal, podrá determinar por sí mismo la dirección y los objetivos de su vida. Entonces actúa fuera de sí mismo, puede trabajar conscientemente en el futuro; entonces es capaz de convertirse en un iniciado aquí en esta tierra. Aquel que es capaz de convertirse en un iniciado ha ganado primero la calificación para vivir en la presencia de los espíritus en el estado intermedio entre dos encarnaciones y para familiarizarse con los poderes y tesoros del mundo de los espíritus a través de actos que no están conectados con lo terrenal por medio del egoísmo, sino que los ha hecho en sacrificio desinteresado. Si luego vuelve a la encarnación, su memoria está abierta a las encarnaciones anteriores, entonces ve que ya ha vivido aquí y allá, y determina el futuro de su próxima encarnación, -aunque no en todos los detalles, pues eso no se puede determinar. Aquellos que han experimentado tales cosas en el estado intermedio entre sus encarnaciones en el mundo de los espíritus son los aspirantes a la iniciación en los Misterios; son los que son admitidos en las escuelas secretas y allí aprenden la sabiduría que tienen que proclamar al mundo para que siga el camino del progreso. 
Son aquellos que pueden afirmar por experiencia personal que las enseñanzas de la Teosofía son verdades y hechos. Pero son también ellos quienes tienen el deber, tan a menudo y tan bien como puedan, de proclamar a los demás lo que ha llegado a ellos como verdades irrefutables, y de encender en ellos el sentimiento elevado y el poder que lleva al hombre más arriba en la escala del conocimiento. Quien es capaz de creer en la reencarnación, quien sabe que es algo posible, ya ha dado el primer paso. El que cree -aunque sólo sea débilmente- que la reencarnación es posible, puede esperar que este pensamiento se convierta en un cumplimiento de la realidad en él, pues la fe, que actúa como una fuerza viva en el alma humana, produce milagros en el alma humana.
Quienes no saben cómo actúa lo que surge de las profundidades espirituales llaman a esas personas entusiastas y soñadores, porque no son conscientes de que crean a partir de una conciencia mucho más profunda que ellos mismos. Pero el curso del mundo es una perpetua encarnación de lo que han pensado los soñadores y los idealistas.
El séptimo grado sólo puede ser alcanzado por aquel que ha sido un iniciado en esta vida, que ha comprendido el significado de los misterios, que puede participar en la construcción y el plan del orden mundial divino. Después de haber realizado su tarea en las regiones inferiores, entra directamente en la región superior, de donde procede la fuente de la existencia, donde fluyen todos los impulsos de la vida y las corrientes de la existencia. Sólo el iniciado tiene acceso al séptimo nivel del Devacán o Mundo de los Espíritus.
Hemos visto que la tarea del hombre está en este mundo terrenal, que no debemos retirarnos de él. Pero lo que hay en este mundo debe ser fecundado por las experiencias que tenemos en el mundo del espíritu y que reconocemos como mensajes que hay que llevar a cabo en la vida terrenal. Para que podamos trabajar con mayor seguridad, debemos considerar la vida como una escuela; debemos hacer de la vida una lección para nosotros. Debemos observar con discernimiento cómo, por así decirlo, los rayos de la vida superior fluyen hacia el mundo terrenal. Hablaremos de ello la próxima vez.
Traducido por J.Luelmo dic.2022







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El objetivo de este blog es publicar en Internet todo el material fuente existente para las transcripciones de las conferencias de Rudolf Steiner de la forma más completa posible, para que este gran tesoro esté disponible para toda la humanidad. Se trata de notas de oyentes, transcripciones de conferencias y, en su mayor parte, transcripciones en texto plano de conferencias estenografiadas, también conocidas como transcripciones en texto plano. De este modo, cualquiera puede comprobar por sí mismo, mediante comparaciones, qué dijo realmente Rudolf Steiner y cómo fue editado (y, por tanto, modificado) en las distintas ediciones. Y por último, pero no menos importante, también encontrarán mucho material inédito. La obra de Rudolf Steiner es de dominio público desde 1996 y, por tanto, pertenece legalmente a toda la humanidad. Él mismo habría elegido una fecha mucho más temprana para la publicación de su obra, como se desprende de los pasajes sobre propiedad intelectual que citamos a continuación; Incluso el período de protección de 30 años que se aplicaba entonces le parecía demasiado largo. ¿Y qué habría dicho sobre el hecho de que 85 años después de su muerte, parte de su obra docente siga inédita y acumulando polvo en los archivos? Él mismo encontró una expresión adecuada para esto: Fue puesto en un ataúd. Este sitio web está destinado a ayudar a liberarlo de este ataúd. "Lo que el hombre puede crear a partir de sus capacidades intelectuales se lo debe a la sociedad humana, al orden social humano. En realidad, no le pertenece. ¿Por qué gestionamos nuestra propiedad intelectual? Simplemente porque la produces; al producirla, demuestras que tienes la capacidad de hacerlo mejor que los demás. Mientras tengas esa capacidad mejor que los demás, gestionarás mejor esa propiedad intelectual al servicio del conjunto. Ahora la gente se ha dado cuenta al menos de que esta propiedad intelectual no se perpetúa sin fin. Treinta años después de la muerte, la propiedad intelectual pertenece a toda la humanidad. Cualquiera puede imprimir lo que yo he producido treinta años después de mi muerte. Puede utilizarlo como quiera; y eso está bien. Incluso estaría de acuerdo si hubiera más derechos en este ámbito. No hay otra justificación para la gestión de la propiedad intelectual que el hecho de que, porque se puede producir, también se tienen las mejores capacidades [...] Será una forma sana de socializar el capital si hacemos fluir en el organismo social lo que hoy se acumula como capital en el derecho de sucesiones, en el surgimiento de las pensiones, del derecho de las manos ociosas, de los derechos humanos superfluos, lo que así se acumula en capital; eso es lo que importa. Ni siquiera hace falta decir que la propiedad privada debe convertirse en propiedad social. El concepto de propiedad no tendrá ningún significado". Rudolf Steiner el 25 de abril de 1919