GA061 Berlín 18 de enero de 1912 la historia de la humanidad El origen del mundo animal

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HISTORIA DE LA HUMANIDAD

 A LA LUZ DE LA INVESTIGACIÓN ESPIRITUAL

Rudolf Steiner

 Berlín 18 de enero de 1912



9ª conferencia: El origen del mundo animal.

Si ya era algo difícil, desde el punto de vista de las ideas que rigen en la actualidad, explicar el origen del hombre de forma espiritual-científica (cosa que se hizo en la última conferencia del 4 de enero de 1912), hoy será aún menos fácil hablar del origen del mundo animal. Pues, por una parte la dificultad radica en el hecho de que todo lo que concierne al mundo animal es todavía mucho más remoto para la observación humana - al menos aparentemente - que todo lo que concierne a la naturaleza y a la esencia del hombre, aunque por otra parte debe añadirse una dificultad bastante especial porque, según el concepto actual del mundo, no se admitirá en absoluto una influencia de los acontecimientos espirituales, de las causas espirituales sobre el desarrollo y el origen de la existencia animal. En cambio, encontramos que en el curso del desarrollo de nuestra vida anímica en los últimos períodos se ha formado muy especialmente la noción de que en el desarrollo de la vida de los animales participan exactamente las mismas causas, poderes y realidades que en el desarrollo de la naturaleza sin vida, llamada inorgánica, y sabemos que los mayores triunfos de la ciencia natural se han realizado justamente en esta esfera del llamado desarrollo natural puro de los seres vivos.

Ahora bien, debemos decir ciertamente que, por un lado, el gran anhelo persigue un desarrollo puramente natural -como se suele decir-, es decir, un desarrollo que sólo tenga en cuenta aquellas fuerzas que también rigen en la existencia sin vida, y por otro lado vemos cómo una investigación que se mueve en esta dirección piensa en apresurarse de triunfo en triunfo -es más, si lo interpretamos en el sentido correcto, incluso lo hace-. Sin embargo, por otro lado podemos percibir cómo los pensadores más profundos que se apoyan enteramente en los hechos de la ciencia natural, y que además conocen plenamente lo que la ciencia natural ha aportado en los últimos tiempos, no están en condiciones de compartir la opinión de aquellos pensadores que quieren en todo momento derivar la vida de una mera unión o de una mera combinación -aunque sea muy complicada- de aquellas fuerzas y acontecimientos que también están presentes en la naturaleza sin vida. Una gran parte de los pensadores del presente y del pasado reciente no se tomaron muchas molestias en decir: hasta cierto momento probablemente el desarrollo de nuestra tierra ha consistido principalmente en desplegar de sí misma procesos sin vida, y en cierto momento algunos materiales se han unido de manera tan complicada que se originaron los seres vivos más simples... donde después el desarrollo progresó de tal manera que de estos seres vivos más simples, en la lucha por la vida y en la adaptación al entorno, por así decirlo, se han desarrollado seres vivos cada vez más complicados hasta el hombre. [Pero, en contradicción con esta idea, muchos filósofos de los últimos tiempos han sostenido que es imposible pensar que la mera combinación de sustancias inanimadas podría haber dado lugar en ningún momento a lo que en realidad se puede llamar generación espontánea, el surgimiento de lo vivo a partir de lo inanimado.

Uno de estos últimos pensadores es Gustav Theodor Fechner, que fue un genio en muchas facetas. Dado que los importantes avances de la ciencia natural en tantos campos están vinculados a esta personalidad, no hay que ignorar la opinión de un pensador de este tipo con tanta facilidad como suele ocurrir hoy en día. Gustav Theodor Fechner no puede imaginar que los seres vivos hayan podido desarrollarse a partir de seres no vivos. Más bien, le resulta obvio imaginar que lo inanimado puede surgir de lo animado a través de procesos de separación, porque efectivamente vemos que el proceso vital dentro de los seres vivos separa sustancias que, después de haber servido al proceso vital durante un tiempo, pasan al resto de la naturaleza y entonces pertenecen, por así decirlo, a lo inanimado, a los procesos inorgánicos. 

Así, Fechner puede imaginar que nuestra tierra, en su punto de partida, habría sido una vez un único gran ser vivo. A partir de este gran ser vivo que era la tierra, que le había proporcionado su respiración, tal vez también su alimentación, como si del espacio del mundo se tratara, de este gran y poderoso organismo unitario, que en su día fue nuestra tierra, los seres vivos se han desarrollado, por un lado, como por una constricción especial de lo que sólo eran órganos vivos en el gran organismo terrestre, independizando dichos órganos. Y por otro lado, del gran organismo vivo de la tierra se han separado aquellas sustancias que hoy pertenecen a los procesos sin vida de la naturaleza de forma similar a como las sustancias se separan de un organismo después de haber servido a los procesos vivos durante un tiempo. Así, en el sentido de este pensador, no sería lo vivo lo que surge de lo sin vida, sino lo sin vida de lo vivo. lo inanimado habría surgido de lo animado.

De forma parecida, quizás incluso más fantástica, se formó una idea el científico natural Wilhelm Preyer, que estableció su legitimidad para opinar en la ciencia natural no sólo a través de sus abundantes investigaciones fisiológicas y biológicas, sino también a través de sus escritos sobre el darwinismo. Preyer también imagina que la tierra era una especie de ser vivo en su punto de partida.  De hecho, en general era reacio a hablar de un ser inanimado en sentido absoluto. Dice: "No tenemos ningún derecho especial a considerar una llama como algo completamente inanimado, pero sí que podemos considerar el ardor de la llama como una especie de proceso vital en el nivel más bajo, que se ha simplificado y ha descendido desde un nivel superior del mismo modo que los procesos vitales que consideramos hoy pueden haberse desarrollado hacia arriba. Cuando una llama arde, piensa Preyer, entonces parece como si en el consumo de la materia y en toda la forma en que la combustión se nos presenta como un hecho, algo similar se nos muestra como un proceso vital. 

Y por eso no consideraba imposible que la propia Tierra fuera un gran proceso de vida, un proceso de vida que debió proceder en condiciones muy diferentes a las que proceden los procesos de vida en la actualidad. Y así vemos surgir de la cabeza de un naturalista las ideas más extrañas, que Preyer expresa diciendo: la tierra pudo muy bien ser un gran organismo poderoso en el punto de partida de su desarrollo, cuya respiración debemos buscar en los vapores de hierro incandescentes, cuyo flujo sanguíneo debemos imaginar en los metales incandescentes, y cuya alimentación debe haber sido efectuada por meteoritos atraídos desde el espacio del mundo. - Es cierto que se trata de un organismo peculiar y de un proceso de vida peculiar, pero este naturalista cree que no puede expresarlo de otra manera, que lo vivo no se remite a lo sin vida, sino lo sin vida a una vida originaria. Y lo que hoy se nos aparece como nuestra vida, en diversos ámbitos le parecía sólo una vida formada especialmente, mientras que la vida de una vela encendida le parecía una vida formada al revés, en cierto modo, así que esta última puede parecernos exteriormente sin vida.

Si tenemos que decir que tales fenómenos en el desarrollo de la vida intelectual reciente pueden mostrarnos, por así decirlo, la importancia de los pensadores, que se mantienen firmes en el terreno de la ciencia natural no sólo de acuerdo con sus sentimientos, sino también de acuerdo con sus conocimientos, sin remitirse a la tierra simplemente como la bola de gas incandescente, líquida y sin vida de la teoría de Kant-Laplace, sino que mira a la tierra original como un gran ser vivo para poder explicar lo que está vivo hoy, esto puede enseñarnos hasta cierto punto que el rastreo de lo vivo hasta lo sin vida no es tan fácil después de todo.Por otra parte, debemos decir que precisamente los espíritus pioneros de los mayores logros de los resultados de la investigación de la ciencia natural reciente no pueden enseñarnos tampoco que el pensamiento científico natural haya remitido todo lo vivo a una existencia sin vida, y que en este sentido la ciencia natural contradiría prácticamente lo que la ciencia espiritual tiene que decir, que todo lo material, y luego en general todo lo vivo, debe remitirse a causas espirituales. 

¿Es correcto, entonces, que lo que Darwin o Lamarck u otras mentes pioneras han hecho por los grandes logros de la ciencia natural excluya la visión de las causas espirituales que subyacen a los fenómenos?

Charles Darwin

A partir de este pasaje, a menudo se ha llamado la atención sobre un curioso pasaje de los escritos de Darwin, en el que este gran pionero señala cómo consiguió mostrar la transformación de una forma de vida en otra, y cómo le pareció posible retrotraer la complejidad de la vida actual a formas de vida anteriores, quizá menos complicadas, y explicar así la diversidad de las formas de vida actuales gracias a formas de vida originales que quizá difirieran poco entre sí. Sin embargo, a continuación Darwin dice de forma muy significativa: "Así habríamos conseguido remontar las múltiples formas de vida actuales a una original y explicar la vida actual en su multiplicidad a través de la evolución. - Pero Darwin habla de estas formas de vida originales de tal manera que supone que, como dice literalmente, "el Creador vertió una vez la vida en ellas".

En efecto, podemos decir que Darwin, el naturalista activo a mediados del siglo XIX, se creía justificado en su explicación de la transformación de las especies en la naturaleza viva por el hecho de que suponía que aquello a lo que atribuía originalmente el desarrollo procedía simplemente del Creador. De toda la forma de pensar de Darwin se desprende que habría tenido que darse cuenta enseguida de lo inadecuado de su explicación si no se le hubiera permitido suponer la intervención de hechos espirituales en algún momento del desarrollo de la Tierra. Precisamente por eso, al sentirse firme y fuerte en el terreno que ha pisado, se dice a sí mismo que si se puede suponer que la vida original, generada a partir de lo espiritual, existió en las formas más simples, entonces también se puede esperar que esta vida en las formas más simples haya tenido tal fuerza motriz, tal empuje, para poder transformarse en formas complicadas y múltiples.

En un sentido aún más elevado, esto debe aplicarse a Jean Lamarck, que hablaba de un desarrollo natural de los seres vivos a través de la adaptación a su entorno a formas cada vez más complicadas. Precisamente en la obra de Lamarck se ve que su pensamiento es que se puede suponer un desarrollo de lo exteriormente imperfecto a lo exteriormente más y más perfecto, porque no hay que pensar que esto esté en absoluto en contradicción con el entrelazamiento y la vivencia de todo este desarrollo con las fuerzas espirituales básicas. De qué otra manera podría Lamarck haber tenido un pasaje en su obra fundamental, que podemos citar textualmente, que es precisamente característico de la forma que ahora se ha caracterizado en los pensadores científicos más antiguos. Lamarck dice en su "Philosophie zoologique":

Lamark

"Ahora bien, dado que no se ha tenido en cuenta el hecho de que los individuos de una especie deben continuar sin cambios mientras no cambien materialmente las circunstancias que afectan a su modo de vida, y como los prejuicios imperantes están en armonía con la suposición de esta generación progresiva de individuos similares, se ha supuesto que toda especie es inmutable y tan antigua como la naturaleza, y que fue creada especialmente por el sublime autor de todas las cosas."

 Lamarck es consciente de que debe romper con la creación única de todas las especies en el punto de partida de esta existencia natural, que debe pensar que las especies que tenemos hoy en día han surgido a través del desarrollo. Pero luego continúa:

"Ciertamente, todo existe sólo por la voluntad del sublime Autor de todas las cosas. Pero, ¿podemos prescribirle reglas en el ejercicio de su voluntad, o determinar el modo en que lo ha hecho? ¿No podría su infinita omnipotencia crear un orden de cosas desconocido para nosotros, que hizo que todo lo que vemos y todo lo que existe surgiera uno tras otro? Cualquiera que haya sido su voluntad, la grandeza inconmensurable de su poder es ciertamente siempre la misma, y de cualquier manera que haya llevado a cabo esta voluntad, nada puede disminuir su grandeza.  Respetando, pues, los consejos de esta sabiduría infinita, me mantengo dentro de los límites de un simple observador de la naturaleza".

 Así hablaba el hombre al que tanto se alude hoy, y con razón, cuando se habla de la teoría de la evolución. Pero, al mismo tiempo, vemos que este hombre ha marcado así su programa de la manera más definida desde el principio. ¿Qué es este programa? Lamarck dijo: "Si uno determina todo lo que está a su alcance como simple observador de la naturaleza por medio de la observación, entonces surge la posibilidad de una idea de que los organismos se han desarrollado en una serie continua; pero en su origen hay que pensar que en todo este desarrollo actúan fuerzas motrices espirituales, pues de lo contrario no se tendría ninguna base sólida. - Esta es sin duda la actitud del pionero Lamarck. 

Hay que decir, sin embargo, que este investigador científico ha marcado su programa especial limitándose a los procesos del mundo exterior y no yendo más allá de lo que debe subyacer espiritualmente a todo el proceso de desarrollo. Traslada repentinamente lo espiritual a un mundo en el que no pretende penetrar, que presupone desde el principio como una región de toda la Voluntad del Creador sin obstáculos; pero se limita a las representaciones de aquello que ha brotado de esta Voluntad del Creador y vive en un desarrollo continuo.

Ahora bien, por otra parte, hay que reconocer que, tal como están las cosas hoy, el observador científico no puede concluir nunca con razón que, en las condiciones accesibles a la observación externa de hoy, los seres vivos puedan desarrollarse en la tierra de hoy a partir de cosas sin vida. La idea de que los seres vivos se desarrollan a partir de cosas sin vida no es en absoluto nueva, es básicamente la más antigua. Ya se ha señalado aquí que fue un gran avance en la ciencia natural, que, sin embargo, apenas lleva dos siglos de retraso, cuando Francesco Redi pronunció la frase: Los seres vivos sólo pueden surgir de los seres vivos.

- Es interesante observar que en los siglos anteriores a Francesco Redi todavía se suponía que los seres vivos y bastante complejos podían surgir de sustancias meramente inanimadas. No sólo se suponía que los animales inferiores, las lombrices de tierra por ejemplo, podían desarrollarse a partir del lodo del río, que para la observación externa representaba algo inanimado, sin que el progenitor de las lombrices hubiera colocado un germen vivo en el lodo, sino que también se suponía de forma bastante sistemática que los animales hasta el nivel de los insectos, o incluso superiores, podían desarrollarse a partir de sustancias inanimadas. Es interesante que en una obra de San Isidoro, fallecido en el año 636, se afirme sistemáticamente que las abejas pueden desarrollarse a partir del cadáver de un buey -algo que ya ha pasado a lo inanimado- si se le golpea lo suficiente.

Sí, este hombre, que estaba a la vanguardia de la erudición de su tiempo, no sólo nos dijo cómo las abejas pueden desarrollarse a partir de un cadáver de buey, sino que también nos dice cómo, del mismo modo, los avispones pueden desarrollarse a partir de cadáveres de caballos, los zánganos a partir de mulas y las avispas a partir de cadáveres de burros.  Pero esto no es suficiente; hasta el siglo XVII se afirmaba cómo las hormigas y las anguilas pueden desarrollarse a partir de lo que ya se ha convertido en lo inanimado. Y la creencia de que los seres vivos pueden formarse a partir de cosas sin vida de la forma más sencilla era tan poderosa que Francesco Redi sólo se libró por poco del destino de Giordano Bruno porque tuvo la desfachatez de pronunciar la frase: Los seres vivos sólo pueden surgir de seres vivos; pues la suposición de que los seres vivos pueden desarrollarse a partir de sustancias inanimadas sólo puede basarse en una observación inexacta, porque los gérmenes vivos de los seres vivos deben estar ya contenidos en el lodo del río para que los seres vivos se desarrollen. 

La ciencia espiritual de hoy debe añadir a los logros de Francesco Redi la frase de que las cosas espirituales sólo pueden desarrollarse a partir de las cosas espirituales. Y puesto que todo el desarrollo terrenal culmina en lo espiritual, tal como se presenta de forma simple y en un nivel subordinado en el mundo animal, tal como se presenta en un nivel superior en el ser humano normal y en el nivel más elevado en el propio espíritu humano, este espiritual, que finalmente surge como de lo aparentemente sin espíritu, sólo puede remontarse a un origen espiritual. Si la ciencia espiritual se ve obligada a afirmar esto hoy, tal como hemos escuchado en las conferencias anteriores y también en los años pasados en estos ciclos de conferencias, y si continúa afirmando esta proposición completamente en los campos individuales: Las cosas espirituales sólo pueden surgir de las cosas espirituales -para sustanciar y decir: todo lo que nos parece material es sólo una cosa espiritual transformada-, así que hoy, porque otras cosas se han puesto de moda, porque ya no se va a la hoguera, ni se está expuesto al destino de Francesco Redi o de Giordano Bruno, sino a un destino diferente.  Porque hoy tiene que representar una verdad que se asiente en la vida cultural de la misma manera que se ha asentado la frase: los seres vivos sólo pueden surgir de los seres vivos, la ciencia espiritual será considerada como una ensoñación, como algo que de ninguna manera está firmemente asentado en el terreno del conocimiento científico real. 

Ahora, en primer lugar, se esbozará lo que la Ciencia Espiritual tiene que decir desde su punto de vista sobre la cuestión de los orígenes del mundo animal. Luego se mostrará cómo la comprensión de la Ciencia Espiritual sobre el origen del mundo animal puede conciliarse totalmente con las adquisiciones del conocimiento científico-natural del presente, pues me he propuesto en estas conferencias armonizar lo que la Ciencia Espiritual produce de sí misma con las adquisiciones de la ciencia natural.

Sin embargo, la ciencia espiritual como tal no puede remitirse a lo que Gustav Theodor Fechner o Preyer supusieron que era el organismo terrestre original. Pero, por otra parte, hay que insistir una y otra vez en que ninguna explicación puede conseguir que sea siquiera lógicamente plausible que la diversidad de los seres vivos haya podido desarrollarse dentro de la evolución de nuestra tierra a partir de una estructura puramente nebulosa, como supone la teoría de Kant-Laplace; habría que recurrir, por así decirlo, a los medios de información de la última manera de pensar si se quisiera poner en armonía el mundo orgánico o el animal. Entonces se llegaría a la forma de pensar del investigador sueco Svante Arrhenius, admirada por muchos hoy en día, pero no por ello menos fantástica, de que -digamos que justo en el momento oportuno, cuando la tierra estaba tan avanzada como para poder recibir gérmenes de seres vivos, recibió tales gérmenes transferidos a sí misma por la llamada presión de radiación desde el espacio del mundo. Será fácil para todos ver que no se da ninguna explicación con tal explicación, porque uno tendría entonces la tarea de explicar dónde y cómo estos seres vivos llegaron a existir, incluso aunque solo fluyeran a la tierra como los más simples gérmenes a través de la presión de la radiación.

La ciencia espiritual debe remontarse a una forma de la tierra en la que ésta aún no se nos presentaba ocupada y poblada por los seres vivos que hoy reconocemos.

En cierto sentido, la ciencia espiritual también nos muestra algo parecido a lo que Fechner y Preyer imaginaron a través de la razón pura, a saber, que la tierra en su punto de partida era un ser vivo que no sólo tenía en su interior gases y vapores inanimados, como supone la teoría de Kant-Laplace. Esta teoría puede explicarse fácilmente al alumno más sencillo diciéndole: "Mira esto, es realmente posible, por la mera rotación de una gota en un líquido, si la dejas girar, que algo se separe, que entonces da vueltas alrededor de la gota grande como resultado de la rotación, de modo que puede surgir algo así como un sistema mundial a pequeña escala. - Sólo se olvida que se ha puesto en movimiento la gota haciéndola girar, y que si una vez se ha producido realmente un proceso de este tipo a gran escala, que los planetas se hayan desprendido por la rotación de una bola de gas, entonces un gigantesco profesor o una gigantesca profesora debe haber actuado en el espacio del mundo, pues cuando uno hace un experimento debe tener en cuenta todos los procesos sin olvidarse de uno mismo. Si ya es imposible explicar a partir de lo que se conoce actualmente incluso la escisión de los planetas a partir de una bola de gas antaño existente, aún será menos posible explicar la vida dentro de una existencia planetaria sin un ser vivo, si se supone que antes sólo existían cosas no vivas.

La ciencia espiritual, sin embargo, nos lleva de vuelta a tal tierra, que en efecto no sólo estaba animada en su punto de partida, sino que también estaba espiritualizada, de modo que en el desarrollo de la tierra tenemos que retroceder a un ser terrestre original espiritualizado. Si quisiéramos entonces presentar este ser terrestre espiritualizado ante nuestros sentidos, por así decirlo en una imagen, este ser se presentaría sustancialmente de tal manera que todavía hoy tenemos ante nosotros, por así decirlo, como los últimos restos de este estado terrestre original en los organismos más bajos, de los que en realidad es difícil decir si son seres vegetales o animales, materia viva móvil pero aún no formada. Cuando observamos estos organismos más bajos, que en realidad se podría llamar el flujo de la vida, pues al principio parecen una gota redonda, pero que, por instigación externa, cambia su materia, por así decirlo, según la forma y la posición, se alarga en cuernos de sentimiento o en pies que se arrastran por el suelo, Si visualizamos esta sustancia viva original, tenemos ante nosotros, en el sentido de la ciencia espiritual, la totalidad de la materia terrestre original y dentro de esta materia terrestre todavía no aquella que tenemos hoy como sustancias inanimadas. Toda la tierra es, por así decirlo, una sustancia viva pero aún no formada, y la ciencia espiritual debe concebir lo que llamamos el principio de la forma, el principio suprasensible de la forma, como algo puramente espiritual en el punto de partida del desarrollo de la tierra, junto a esta sustancia no formada. Hoy en día, en el sentido de la ciencia espiritual, sólo podemos hacernos una idea de cómo era realmente esta tierra en el punto de partida de su desarrollo si nos imaginamos al ser humano dormido y nos decimos, como hemos hecho a menudo en las conferencias anteriores: Si nos imaginamos al ser humano dormido, tenemos el cuerpo físico acostado en la cama y este cuerpo físico impregnado de lo que llamamos en la ciencia espiritual una forma corporal ya no sensorial: el cuerpo etérico. Pero fuera, por así decirlo en la periferia de este cuerpo físico vivo, tenemos lo que está dentro de este cuerpo físico durante la vida diurna de vigilia: la vida viva del alma, que llamamos la conexión entre el yo y el cuerpo astral del hombre. - Así, en el ser humano despierto, tenemos el alma interior ante nosotros, penetrando en el físico exterior; pero en el ser humano dormido, tenemos el físico exterior ante nosotros, separado del alma interior. En el ser humano dormido de hoy, esta alma interior es inconsciente, no está, por así decirlo, impregnada de un contenido interior real, al menos no de forma consciente.

Pero para un verdadero pensador es imposible imaginar que el ser humano dormido siga teniendo eso dentro de sí mismo, o que lo que es actividad viva en el ser humano dormido al mismo tiempo produzca los fenómenos de la vida propia del alma durante el estado de vigilia. ¿Qué podemos imaginar, cuando pensamos con lógica? Sólo podemos imaginar -esto sólo puede ser esbozado hoy, pero todo aquel que piense de forma lógica y coherente no puede llegar a otra conclusión- que el hombre ejerce, expresa su actividad anímica a través de la actividad corporal de vigilia, de modo que el hombre de vigilia, para desarrollar la conciencia, necesita sus órganos corporales, y que los órganos corporales deben estar formados de tal manera que, al ser animados por el principio anímico, puedan ser portadores o mediadores de la vida de la conciencia.  Pero ningún ser humano puede imaginar que a través de la actividad interna viva y orgánica que tiene lugar durante el sueño, pueda ocurrir lo que entra en nuestra conciencia en la vigilia como procesos internos del alma. Basta con hacer una simple comparación, que es suficiente para este propósito, y podremos ver cómo está el asunto. 

Sustituyamos los pulmones y la respiración por el cerebro, el órgano del alma, que nos da el estado consciente despierto. Entonces debemos decir que los pulmones sólo respiran porque el oxígeno fluye hacia ellos desde el exterior. Pero la actividad de los pulmones no se agota con la entrada de oxígeno, pues la actividad orgánica no puede influir en el suministro de oxígeno. Pero no podemos aprender nada sobre la naturaleza y la esencia del oxígeno a partir de la forma en que alimentamos y avivamos nuestros pulmones desde dentro, y los pulmones tampoco pueden recibir oxígeno desde dentro. Pero al igual que tenemos que pensar que el proceso de la vida interior pasa a los pulmones, también tenemos que pensar que el proceso de la vida interior pasa al cerebro y a los demás órganos durante la vida del sueño. Por la noche nuestros órganos se agotan, porque la actividad del alma los desgasta, y deben intercalarse con una actividad vital pura, para que puedan volver a servir como mediadores de la actividad del alma.  Pero al igual que la mera actividad vital interna no puede suministrar oxígeno a los pulmones, la actividad vital interna no puede suministrar al ser humano durante el sueño lo que podemos llamar los impulsos, deseos, pasiones, etc. del ser humano. Nada se deduce de la mera actividad corporal del hombre por su actividad anímica, como nada se deduce de la mera actividad vital que se vierte en los pulmones por la naturaleza del oxígeno que por todos los medios se une a los pulmones desde fuera. Y ningún hombre puede escapar a la conclusión bastante convincente: Así como el oxígeno, como tal, existe en el mundo exterior y se comunica a los pulmones, sólo que los pulmones, por no dormirse, no se abastecen de él alternativamente, sino siempre, así los órganos de la cognición en el hombre no son llamados desde dentro por la mera actividad corporal para impartir la actividad del alma, sino que ésta debe fluir hacia ellos al despertar, así como el oxígeno fluye hacia los pulmones desde fuera.

Por lo tanto, debe ser algo que, componiéndose en el ego humano, fluye en la actividad corporal por la mañana y luego trabaja en los órganos del alma humana. Así, en lo que es la vida del sueño, debemos pensar en lo espiritual como algo separado y considerarlo, por así decirlo, como algo que despierta una parte de nuestros órganos corporales en órganos del alma por la mañana.

Así que tenemos, por así decirlo, un organismo vivo en el ser humano dormido y un espíritu independiente que flota sobre él.  Durante la vida de vigilia debemos imaginar que lo que fluye en nosotros como procesos anímicos, es decir, como alma espiritual, sólo puede provocar ciertos procesos que, sin duda, van paralelos a ellos en el organismo, que son efectos de los procesos anímicos y que, cuando alcanzan su cumbre, provocan fatiga, son, por así decirlo, procesos de disolución de la materia, mientras que desde el cuerpo estos procesos de fatiga se deshacen de nuevo durante el sueño.

De manera similar, la Ciencia Espiritual muestra que la tierra en su punto de partida consistía realmente en una dualidad, en algo que no es lo mismo que el ser humano dormido y despierto, pero que bien puede compararse con él, que era, por así decirlo, como los últimos restos de los organismos más simples lo son todavía hoy, sustancia viva móvil, pero que de ninguna manera se transformó en animal o humano, ni siquiera en formas vegetales. Y así como tenemos que pensar en lo que es el contenido del alma del hombre en relación con el cuerpo humano, revoloteando alrededor de él en el sueño, así tenemos que pensar en todo el cuerpo terrenal en su comienzo revoloteando alrededor de lo que podemos llamar el espíritu terrestre, el espíritu terrestre común unificado. Es en este espíritu terrestre donde tenemos que buscar todo lo que luego se ha convertido en forma dentro del desarrollo de la tierra. En este espíritu de la tierra debemos buscar también todo lo que tiene un efecto estimulante sobre la sustancia fluido-material, por así decirlo, sobre la tierra dormida, para que toda la sustancia vital se ponga en movimiento de las formas más diversas. Así que tenemos que pensar en - Quisiera decir que las causas excitantes, que, como la tormenta que azota el mar y lo moldea en toda clase de formaciones ondulatorias, originalmente sólo produjeron tales formas en la sustancia líquida, que no se solidificaron, sino que, después de haberse formado temporalmente, volvieron a tomar su forma original sin forma. El principio de la forma en sí debe ser considerado como un principio suprasensible y espiritual que estaba conectado con la sustancia terrestre original. Si todavía hoy queremos imaginar algo similar para este modo de acción o para esta interacción entre el espíritu y la materia en relación con la tierra en su punto de partida, podemos imaginar -la ciencia natural del futuro ya lo revelará- una zona más estrecha en la que se produce lo que ocurrió en el punto de partida del desarrollo de la tierra. Todavía podemos mostrar algo que actúa sobre la sustancia vital no formada.

Todos estos procesos que nuestra propia vida espiritual produce en la sustancia cerebral, en la sustancia sanguínea, pueden compararse con los procesos que originalmente tuvieron lugar en el punto de partida de la tierra entre el principio espiritual de la forma y lo que, como sustancia viva, subyace al desarrollo de la tierra. El ser humano es una sustancia viva que es la base de la vida en la tierra.

En nuestro sentido actual, tal cosa no puede ser probada. Sólo se puede probar que la Ciencia Espiritual, por los medios ya descritos, produce algo similar, por así decirlo, para todo el desarrollo de la tierra, a lo que se produce en la memoria en la vida humana individual. A través del desarrollo de ciertas fuerzas de las que se ha hablado aquí y que descansan en las profundidades del alma - éstas son al mismo tiempo las fuerzas a través del desarrollo de las cuales el investigador espiritual puede ver directamente en el ser espiritual terrestre - la memoria humana y la visión espiritual del hombre se amplían. Así, lo material y la vida material pueden ser completamente penetrados por la visión espiritual, y los procesos materiales pueden también mostrarse en su existencia de tal manera que permiten no sólo el presente sino también los estados anteriores, a partir de los cuales se han desarrollado, para confrontar el ojo espiritual directamente. Así como hoy el hombre lleva dentro de sí en el presente lo que ha formado su vida anímica desde la infancia, y puede así trazar la línea de la memoria, así también traza su vida anímica hasta estados anteriores; puede así trazarla como era no sólo ahora, sino hace décadas y así sucesivamente. Si la mirada espiritual no se ciñe sólo a la materia exterior, sino que penetra en la superficie de las cosas y se adentra en el subsuelo espiritual, entonces se afirma algo dentro de lo espiritual, que pone al ser humano en una especie de memoria del mundo, que también se llama lectura en la Crónica Akásica, y a través de ella mira hacia atrás, hacia estados terrenales originales anteriores. 

Por lo tanto, sólo de esta manera espiritual pueden darse las pruebas. Pero cuando estas cosas han sido investigadas, entonces tenemos a nuestra disposición los medios que corroboran lo que ha salido a la luz a través de los investigadores espirituales y demuestran que hay plena armonía entre lo que las cosas aún nos presentan hoy y lo que el investigador espiritual debe afirmar a través de sus hallazgos. Por lo tanto, incluso en una conferencia pública, no se puede tomar otro camino que el de relatar lo que se presenta al investigador espiritual, y lo que fluye de la observación espiritual directa, mientras que a través de esta observación científico-espiritual se nos devuelve, por así decirlo, al punto de partida del devenir de la tierra. Pero al mismo tiempo debemos subrayar que para tales estados, sin embargo, lo que tenemos que reconocer como espiritual está todavía mucho más cerca de la nitidez material de lo que lo espiritual está hoy en la creación material. Hoy en día lo espiritual necesita la resistencia del cuerpo material, por lo que lo espiritual en el ser humano sólo puede producir aquellas imágenes de lo material que nos representamos en nuestra imaginación. No lo llevamos a una condensación más fuerte que a estas imágenes.

La ciencia espiritual, sin embargo, parte de la base -las siguientes conferencias llamarán la atención sobre el origen de la materia- de que toda la existencia material fue originalmente espiritual, sólo que lo espiritual, cuando todavía era materialmente creativo por sí mismo, se encontraba en un estado más original, más volitivo, más poderoso de lo que es hoy en la vida espiritual humana. Por lo tanto, tenemos que pensar que lo que rondaba la tierra como principio espiritual de la forma estaba mucho más cerca de lo que llamábamos la sustancia original de la vida que lo que se puede pensar hoy en el ser humano dormido en relación con su alma que rondaba. Y entonces, a medida que avanzamos, debemos pensar que por la intervención del principio suprasensible de la forma en la sustancia, ha llegado a existir todo lo que ahora se llama naturaleza inanimada. De hecho, debemos imaginar que por la influencia del principio espiritual de la forma, dicha materia se separó de la materia movible y agitada, que entonces quedó sin vida. De este modo, la ciencia espiritual vuelve a acercarse a las investigaciones de Fechner y Preyer. Pero esta materia inanimada es, en cierto modo, tomada de nuevo por el principio de la forma, en el sentido de que el principio de la forma aparece ahora en esta materia sin vida como cristalización, de modo que tenemos que pensar que todo lo mineral surge de la materia originalmente espiritual y animada y es tomado por el principio de la forma. Por eso, incluso hoy, cuando hablamos de cristal, podemos reconocer un principio suprasensible de la forma. Pero el principio de la forma se afirmó de manera diferente en la materia, que permaneció como materia viva. Y si hoy dejamos de lado las plantas, debemos imaginar que la tierra, bajo la influencia de aquellas sustancias que, como inertes, se separaron gradualmente de la sustancia viva y se agruparon de las más diversas maneras, se formó en lo que llamamos tierra sólida, agua líquida, aire, etc. 

Debemos imaginar además que durante este tiempo el principio de la forma está trabajando en el conjunto de la sustancia viva y sin vida, que la materia viva formada está expuesta a la falta de vida exterior, - sí, mientras que antes estaba completamente viva en sí misma, ahora debe afirmarse con la materialidad sin vida, también por el hecho de que en el curso del desarrollo de la tierra el principio de la alimentación se afirmó como una toma de lo sin vida en lo vivo. 

Así, vemos que lo vivo, por así decirlo, absorbe lo no vivo, que previamente ha separado de sí mismo de una manera determinada. De este modo, lo vivo en la tierra entra cada vez más en las condiciones que se expresan a través de lo inanimado como los elementos tierra, agua, aire, etc., y lo vivo sólo puede formarse de tal manera que las formas se adapten a los elementos exteriores.

Ahora bien, debemos imaginar la vida de la tierra de tal manera que en el curso posterior mantiene lo inanimado y lo animado separados por el principio de la forma de la manera más variada. Debemos imaginar que las sustancias que hoy se han precipitado desde las alturas y están conectadas con el cuerpo terrenal, estaban en aquel entonces disueltas y presentes como vapores en la tierra en una época intermedia. Ciertamente podemos hablar de un tiempo terrestre en el que no existía una envoltura de aire como la actual. Hay que hablar de vapores y gases que se han solidificado hace tiempo. Tenemos que ver toda la distribución del agua y aire en una época intermedia de la tierra de manera diferente. Debemos pues imaginar que el principio de la forma, que debe ser considerado puramente espiritual, al formar la sustancia viva en la materia sin vida, formada, tuvo que tomar de esta última las condiciones, por ejemplo, para la respiración, etc., de modo que, de esta manera, el principio de la forma tuvo que crear las más variadas formas, para que se adaptaran a las antiguas condiciones terrestres, que ahora ya no existen en absoluto. La ciencia espiritual muestra, sin embargo, que el desarrollo procedió de tal manera que, por así decirlo, sólo una parte de la sustancia viva llegó realmente a formarse en aquellos tiempos, y que, cuando la materia sin forma fue directamente tomada por el principio espiritual, una parte de la antigua sustancia móvil y sin forma fue retenida. Por lo tanto, en la antigüedad, cuando la tierra estaba estratificada de manera muy diferente por sustancias que hoy ya han caído al suelo por compactación o llevan una existencia líquida en la propia tierra, hemos cristalizado, por así decirlo, el principio de la forma en formas antiguas que desde hace tiempo ya no puede existir en las condiciones actuales. Tomemos tal estado, en el que nuestra tierra no tenía aún la forma de planeta que vemos hoy. Evidentemente, tuvieron que surgir otras formas de seres vivos, seres vivos que estaban adaptados a las antiguas condiciones y que hoy ya no pueden existir. Es fácil explicar que muchas de estas formas de vida tuvieron que extinguirse por completo cuando la propia Tierra cambió de forma. Allí encontramos lo que todavía es verificable geológicamente y lo que muestra la paleontología, que vivían animales que debemos imaginar de tal manera que sólo estaban adaptados al agua que sólo se acercaba a su forma actual, pero que todavía estaba intercalada con sustancias completamente diferentes. Allí encontramos otros animales que estaban adaptados a las condiciones del aire de aquella época, como las especies de dinosaurios y así sucesivamente, en definitiva, podríamos encontrar las más diversas formas animales que estaban adaptadas a las condiciones de aquella época. Además, surgieron otras formas que estaban, por así decirlo, adaptadas a las condiciones de tal manera que ya no podían ser formadas a partir de la materia móvil sin forma por el principio original de la forma, pero que eran capaces de remodelarse en generaciones sucesivas y de desarrollarse más en la línea de la herencia de tal manera que desarrollaban las formas posteriores a partir de las antiguas. Las nuevas formas se adaptaron entonces a las nuevas condiciones de la tierra. Mientras que tuvieron que morir aquellas formas que en los tiempos antiguos habían estado tan fuertemente impregnadas del principio de la forma que ya no podían transformarse, los organismos que habían permanecido más móviles en sí mismos pudieron desarrollarse,  en los que el elemento vivo aún no se había formado tan fuertemente, podían transformarse y así seguir desarrollándose. 

Para el hombre el desarrollo es tal que en la antigüedad no podemos verlo dentro de lo que podría haber sido visto con ojos externos, sino que lo encontraríamos compuesto de una materia tan sutil de un tipo sin forma y móvil que en los tiempos en que las formas animales ya estaban allí podría haberse convertido en cualquier cosa.El hombre ha descendido de lo informe a la forma, a la forma más tardía. Mientras que los animales que hay hoy en el mundo ya habían asumido antes el principio de la forma, de modo que tuvieron que transformar su forma anterior en adaptación a la transformación de la tierra, el hombre no se dejó determinar por el descenso a las formas antiguas, sino que esperó hasta que la tierra tuviera la distribución de aire y agua que tiene ahora. Sólo entonces se produjo para el hombre la condensación de la materia aún apenas formada en la posterior forma humana. Dado que el hombre entró en la forma formada a más tardar, apareció de tal manera que no estaba meramente adaptado a las condiciones terrestres individuales y específicas. 

Pero si nos remitimos a los animales, debemos imaginar su origen de tal manera que ciertas formas se adaptaron a territorios bastante específicos de la tierra. Estos animales adoptaron entonces una forma que no es en absoluto similar a la de los descendientes actuales, que estaba adaptada a las condiciones de aquella época, pero como los animales sólo estaban adaptados a condiciones territoriales que cambiaban rápidamente en ciertos aspectos, sólo podían cambiar dentro de ciertos límites. El hombre, sin embargo, que en la época en que la tierra estaba todavía sometida a rápidos cambios no había entrado en una formación, sino sólo más tarde, <cuando le fue posible transferir la formación sobre toda la superficie de la tierra a la corporeidad de tal manera que él como tal estaba adaptado a toda la tierra, pudo poblar la tierra como un ser menos adaptado a las condiciones exteriores y más adaptado a las fuerzas motrices espirituales interiores. El ser humano estaba así adaptado desde el principio a tales fuerzas de la forma que su ser interior correspondía a lo espiritual, que las fuerzas de la forma podían actuar directamente sobre el alma de tal manera que hacían de su forma física exterior una forma erguida, que hacían de sus manos instrumentos vivos del espíritu. Pero todo esto sólo podía ocurrir después de que la tierra hubiera pasado por encima de ciertos principios de forma, para que el ser humano pudiera adaptarse a lo que desde dentro podía determinar toda su forma y su autoexpresión. Así, en el hombre el principio de la forma determina su forma por la vía de lo espiritual, mientras que en los animales el principio de la forma tuvo que llegar mucho más a lo inanimado e inorgánico.

Todavía hoy podemos ver en los animales cómo han ligado toda su vida anímica a lo físico, mientras que el hombre es capaz de desarrollar esa vida anímica que surge de la vida corporal.

Si miramos al animal, cómo está completamente en la vida corporal, cómo se forma una vez, vemos cómo digiere, cómo directamente el alma impregna la vida corporal y aparece ligada a las funciones corporales. Pero si observamos cómo surge el alma en el hombre directamente del cuerpo como algo independiente, veremos que el hombre está formado así porque el mundo animal, adaptado a otras condiciones de nuestra existencia terrenal, se formó antes desde lo informe que el hombre. Sólo así pudo activarse en el hombre tal esencia anímica, que llegó a ser tan independiente de la vida corporal que el hombre puede retener el principio formativo dentro de esta esencia anímica incluso cuando este hombre atraviesa la puerta de la muerte y se desprende primero de su vida corporal. Dado que el principio de la forma se apoderó del alma animal mucho antes de que tuviera que establecerse una conexión íntima con la vida corporal, y dado que el animal está, por tanto, completamente absorbido por la vida corporal, lo que se experimenta en el animal individual no se desprende de la vida corporal. 

En el ser humano se desprende, conserva un principio de forma en el alma aparte de la sustancia orgánica, corporal, y después del tiempo entre la muerte y un nuevo nacimiento puede volver a formar una nueva vida corporal. Sólo porque el principio de la forma se ha apoderado directamente del alma espiritual en el hombre, esta alma espiritual tiene esa independencia que puede pasar de vida en vida, lo que hace posible que pase por su existencia en vidas repetidas. Por otra parte, la íntima conexión con la forma de la existencia, que debía establecerse en el animal entre el principio de la forma y la materia viva, tiene como efecto que cuando se produce la muerte del animal, el principio de la forma se ha agotado en lo orgánico, y el alma del animal vuelve a caer en una vida anímica animal general, continuando no en un individuo, sino en un animal general, en una supervivencia del alma grupal del animal y no del alma individual del animal. 

Así vemos que hay que buscar el origen del animal en el hecho de que lo que penetra e impregna al hombre más tarde, penetra antes en el animal. El animal queda, por así decirlo, relegado por el principio de desarrollo continuo. Es un ser retrasado en relación con el hombre, que es un ser avanzado. Podemos imaginar fácilmente por una simple comparación cómo se ha producido esta formación, si imaginamos un líquido en un vaso, y una sustancia en él, tan disuelta que no se puede distinguir del líquido. Pero si lo dejamos reposar, un sedimento se asienta y el líquido más fino queda en la parte superior. Así es como debemos imaginarnos todo el proceso de desarrollo: en lo que consideramos una dualidad - entre la sustancia formadora de espíritu y lo que es la sustancia viva de abajo, por así decirlo - lo que es la sustancia espiritual. Esto también contiene el principio formativo para el ser humano. Pero para el ser humano la falta de forma sigue siendo más prolongada. Para el animal la plasmación se produce antes, de modo que en una época en la que el hombre todavía se conservaba arriba en una sustancia informe y más sutil, abajo el ser animal ya se condensa y vive de tal manera que sólo puede llegar a formas cada vez más firmes en sí mismas, que se transforman en el transcurso del tiempo. El hombre, en cambio, sólo puede remontarse a lo que hay originalmente en un ser vivo sin forma, pero en el que el espíritu actúa como principio impulsor y lo lleva gradualmente a su forma actual. En el curso posterior también debemos pensar en las formas animales de tal manera que no surgieron de una forma animal, sino que mientras aquí o allá se formaron ciertos animales, quedaron otros, que sólo se formaron más tarde, otros descendieron a su vez aún más tarde, y así sucesivamente. Así que el hombre descendió el último.

Es curioso que encontremos lo que ahora se ha dicho plenamente explicado cuando leemos libros como el de Haeckel, por ejemplo. Se afirma que el hombre se remite a los animales.  Pero si seguimos la escalera, vemos que el hombre puede remitirse a algo que no puede atribuirse a las condiciones actuales de la tierra, sino a los seres vivos concebidos. Y lo mismo ocurre con los animales. En el árbol genealógico de Haeckel también encontramos aquellos seres a los que la ciencia espiritual apunta como seres hipotéticos, <sólo que éstos se remontan entonces no a lo formado, sino a lo informe. No es posible profundizar en esto ahora. Pero se deduce de mi "Ciencia Oculta en esbozo" que lo que ahora se representa como la tierra, se ha desarrollado hacia abajo desde niveles espirituales anteriores. Esto es para que no se pueda decir que la ciencia espiritual entonces sólo introduce algo desconocido. ¡No!  Por último, la tierra es conducida a niveles planetarios anteriores de existencia, al igual que el hombre, en relación con su vida actual, es conducido a vidas anteriores. Y si retrocedemos a las etapas anteriores, encontramos la materia no como algo vivo, sino como algo espiritual. Llegamos a conocer el punto de partida de todos los seres vivos como el espíritu. Con ello nos remontamos -es decir, al espíritu, que es a algo que tenemos en nosotros mismos- a la base de algo conocido, que está en nosotros, mientras que la ciencia externa se remonta a algo desconocido. La ciencia espiritual se encuentra en una posición diferente de la actual teoría hipotética de la evolución. La ciencia espiritual remonta la evolución a algo que estaba ahí como ser espiritual y que sigue estando ahí hoy. La única diferencia es que la sustancia espiritual dentro de nosotros no se muestra, de la misma manera que el líquido más fino en un vaso se separa de la sustancia más densa. Lo espiritual más fino en el hombre también se ha separado, al igual que lo más fino en el vaso se ha separado de lo más denso.

Así pues, debemos remontarnos al mundo animal para que el hombre, para poder desarrollar su espiritualidad como lo ha hecho hoy, haya tenido que separar primero todo el mundo animal, de modo que pudiera desarrollarse como un ser espiritual más fino por encima del substrato del mundo animal, al igual que la sustancia más fina se muestra en nuestra comparación cuando ha separado la materia más gruesa que hay debajo en el suelo. Hoy sólo podemos referirnos a los acontecimientos en la medida en que nos muestran el origen del mundo animal. Cómo se desarrollará posteriormente lo espiritual y lo anímico debe dejarse para una conferencia posterior. Sin embargo, hay que mencionar que los hechos no contradicen este principio y que la ciencia natural descubrirá cómo el curso de los acontecimientos no pudo ser diferente a como se presenta hoy. Porque, ¿los animales se nos muestran de tal manera que sería necesario hablar de la espiritualidad especial que sólo existe en el hombre? Al contrario. Una observación más atenta mostrará que a veces hay mucho más intelecto en el mundo animal, que el hombre debe adquirir primero su intelecto, y que quizás la ventaja del hombre sobre los animales consiste en que pudo adquirir primero su pequeño intelecto. Dondequiera que miremos en el mundo animal, en los castores, las avispas y demás, vemos el intelecto en acción, vemos el espíritu en acción, haciendo uso de los animales. No podemos decir que esta mente esté dentro de los animales individuales. Basta con señalar cómo ciertos insectos cuidan de sus crías. Ahí vemos que se trata de una mente suprasensible que gobierna los rangos animales y es objetiva para el mundo animal, así como la materia misma es objetiva para el mundo animal. Podemos notar esto cuando el insecto pone sus huevos de tal manera que la larva debe vivir en condiciones de vida muy diferentes. El insecto en sí puede haber vivido en el aire, la larva debe vivir primero en el agua. Así que el insecto puede no conocer las condiciones en las que la larva tiene que vivir. Así que sólo puede ser llevado por un instinto en él para <poner los huevos donde la larva puede vivir. O observemos animales como el castor, etc., que forman con su organismo, forman lo que podemos llamar arquitectura exterior, surgida de su interior - entonces no estamos lejos de admitir según las leyes de la observación externa que la inteligencia obra en la sustancia animal misma. Cuando miramos al hombre, vemos que después de que está presente tiene que apropiarse, al principio, de aquellas facultades que ya están formadas en los animales. No está tan avanzado como para tener en sí mismo lo que los animales ya han formado en sí mismos. Esta es una medida por la que podemos ver que los animales se forman antes y que la formación del hombre sigue adelante después de que haya nacido. Por lo tanto, no es una prueba de que el hombre se originó a partir de los simios cuando el científico natural Emil Selenka encontró que la naturaleza de los simios, en su etapa embrionaria, está mucho más cerca de la figura del hombre, que la figura posterior de los simios. Por el contrario, podemos suponer de este hecho que el plan de la figura del hombre era más original que el de la figura del simio; sólo que el hombre materializa su figura mas tarde al entrar en la evolución terrestre.

En todas partes la ciencia natural muestra en sus hechos que lo que la ciencia espiritual tiene que decir es confirmado precisamente por la ciencia natural más avanzada. Sí, se podría ir aún más lejos -y no tengo miedo de hacerlo- y mostrar cómo la ciencia natural actual, por así decirlo, saca a la luz contra sus teorías algo que proporciona una prueba completa de los hechos de la ciencia espiritual. Sobre todo si se tienen en cuenta resultados de investigaciones como la realizada por los dos hermanos Oscar y Richard Hertwig en 1875 sobre el proceso reproductivo de los animales inferiores, que posteriormente fue confirmada muchas veces, de que el principio de la fecundación, por ejemplo en el caso de los huevos de los erizos de mar, puede ser sustituido por la influencia de los ácidos, es decir, que la fecundación puede derivarse de un proceso en principio puramente inorgánico, hay que decir que los procesos que hoy están ligados al principio de la herencia sólo pueden imaginarse de esta manera y pueden ocurrir de esta manera, cuando se ha establecido el principio de la herencia.

sólo pueden ser imaginados y sólo pueden tener lugar en la forma en que aparecen externamente, mientras que en la antigüedad aparecían de manera muy diferente. Así, se puede hablar muy bien de una fecundación del núcleo animado de la tierra, que era materia viva sin forma, por el principio espiritual de la forma que fluye en torno a él, a pesar de estar de acuerdo con los hechos de la ciencia natural, de modo que del principio de la forma se formó lo vivo, y que entonces lo no vivo se separó de lo vivo, que era la sustancia unificada de toda la tierra. 

Nos muestra cómo, en el fondo, toda la existencia en la tierra es tal que sólo podemos entenderla en el sentido de Goethe, quien, sin embargo, sólo insinuó lo que surge como realidad para el investigador espiritual en relación con el origen del animal y del hombre. Porque, si dirigimos nuestra mirada al mundo entero, ¿Cómo adquiere su verdadero valor todo lo que nos rodea? Sólo por el hecho, como dice Goethe, de que en última instancia se refleja en un alma humana. Sin embargo, para la ciencia espiritual, el proceso natural terrenal también se muestra de tal manera que básicamente progresa desde las formas más antiguas hasta las más jóvenes, de tal manera que todo -como el florecimiento de la forma terrenal- está dispuesto de tal manera que uno puede imaginar lo que finalmente debe surgir del proceso terrenal, tal como la flor o el fruto surgen de la planta.
Así, de la consideración del origen del mundo animal surge como una convicción básica del conocimiento científico-espiritual, que se puede resumir en las palabras que iluminan al ser humano, que al mismo tiempo, sin embargo, nos impone la responsabilidad con la conciencia de la dignidad humana, que se construye sobre el fundamento de toda otra existencia. Dado que pudimos llegar a ser seres humanos sólo por el hecho de que todo el resto del desarrollo de la tierra fue diseñado para nosotros, debemos demostrar que somos dignos de esta tierra queriendo progresar de grado en grado de perfección, ya que el desarrollo nos muestra que está diseñado para la perfección del ser humano. Y esto nos obliga a no quedarnos quietos, sino a avanzar hacia formas de vida espiritual cada vez más finas. Esa vida espiritual que el hombre lleva hoy en su interior sólo pudo construirse sobre los cimientos de lo inferior, y hoy debemos volver a rechazar lo presente y dejarlo a los elementos inferiores, para que pueda desarrollarse en nosotros una vida espiritual aún mayor. Resumiendo, podemos decir: Es cierto para el hombre, pero también es su más alto deber:
Los elementos
Formados e impregnados por el espíritu.
Tuvieron que recibir
El último impulso del espíritu:
que fue vestir al ser humano
a la forma espiritual y a la vida del alma.

 Traducido por J.Luelmo oct.2021

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