GA218 Stuttgart, 7 de diciembre de 1922 Las experiencias del ser humano en el cosmos etérico

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Nexos espirituales en la formación del organismo humano

RUDOLF STEINER

Stuttgart, 7 de diciembre de 1922

Es para mí una gran satisfacción poder dirigirme a ustedes una vez más, poder hablar en la rama de nuestra Sociedad Antroposófica en la cual, durante muchos años he podido desarrollar la parte principal de mi actividad. Quiero hablarles hoy de algo que creo que es importante considerar en la actualidad, quiero hablarles, desde cierto punto de vista, de la relación del ser humano con el mundo suprasensible.

En realidad, este es el tema constante del que hablamos dentro del movimiento antroposófico. Pero ya se habrán acostumbrado al hecho de que las verdades sobre los mundos suprasensibles sólo pueden llegar a la plena posesión de la mente humana cuando son vistas desde los más diversos puntos de vista, de modo que en cierto sentido, como ya he dicho a menudo, mediante la recepción de imágenes desde los más diversos lados, puede surgir una impresión de conjunto.

Ustedes saben que la observación científico-espiritual revela que la vida humana durante la existencia terrenal se divide en dos partes temporalmente separadas: el estado de vigilia plenamente consciente y el estado de sueño. También saben que durante el estado de sueño esos miembros del ser humano, que llamamos cuerpo físico, cuerpo etérico, cuerpo astral y yo, se separan, de modo que el ser humano deja atrás, por así decirlo, sus cuerpos físico y etérico en la existencia física, y que lleva una existencia inconsciente en su cuerpo astral y en su yo fuera de los cuerpos físico y etérico. Cuando se asciende a un conocimiento superior, no es que a través de este ascenso mismo, a través del conocimiento, se gane algo para el ser humano, así como tampoco ganamos algo para nuestra digestión al tener conocimientos teóricos sobre el proceso de digerir, o cuando menos no ganamos nada para la esencia inmediata de la digestión tal como procede en nuestro ser humano normalmente organizado. Podemos decir ya: el conocimiento superior no aporta nada nuevo al ser humano. Todo lo que aporta el conocimiento superior está ya en el hombre. Pero, sin embargo, aquello de lo que se puede decir con certeza que no aporta nada nuevo al hombre, señala aquello que permanece desconocido para la conciencia ordinaria del hombre, y que, al ser no sólo reconocido, sino al ser experimentado con todo el contenido anímico, con todas las potencias del alma, aporta en efecto una cosa superior al hombre: no el conocimiento como tal, sino la experiencia de este conocimiento.

Con esto, sin embargo, he señalado lo que me gustaría presentar como tres aspectos del quehacer antroposófico. 
En primer lugar, debe haber seres humanos individuales que adquieran los métodos científico-espirituales de tal manera que mediante la visión superior en los mundos suprasensibles puedan aportar el conocimiento de dichos mundos suprasensibles. Lo que se llama la adquisición de este conocimiento durante la existencia terrenal es menos importante. Siempre y cuando no se asocie a la expresión "clarividencia" las nebulosas nociones místicas que muy a menudo se asocian a esta expresión, se puede hablar de conocimiento clarividente. A través de ellas, pues, se produce en primer lugar lo que, en nuestra época actual, debe entrar cada vez más en la mente de las personas como contenido de la vida.
La segunda es que a través del sentido común ordinario, como se suele decir, se puede ver lo que revela el conocimiento clarividente, si éste es lo suficientemente imparcial. A menudo he subrayado que no es necesario ser un clarividente para ver lo que se revela a través de la investigación clarividente. Pero también es importante que quienes llegan a la visión clarividente trasladen a conceptos humanos ordinarios lo que ellos ven.  Porque ese es precisamente el significado que la clarividencia tiene para el hombre en el momento actual de su desarrollo: que puede traducirse en los conceptos que tenemos en la civilización actual como conceptos del hombre. Por lo tanto, tanto si se es clarividente como si no se es, hay que entender lo que se revela a través de la investigación clarividente. 
Y la tercera cosa es ésta: lo que se traduce de la investigación clarividente en conceptos, lo que se puede imaginar a partir de la investigación clarividente, debe convertirse en el contenido interno de la vida, debe llegar a ser tal que el ser humano comprenda a través de él: Yo soy un ser que no sólo está ligado a la existencia terrenal entre el nacimiento y la muerte, sino que soy un ser cuya existencia terrenal es sólo una fase, sólo una metamorfosis temporal. - Y todo lo que puede llegar a la mente humana a través de la antroposofía convirtiéndose en el contenido de la vida en este sentido debe entrar en el alma. 
En primer lugar, el hombre se sabe miembro de los mundos espirituales, y también sabe que la existencia en la tierra debe recibir sus tareas de los mundos espirituales. 
En segundo lugar, el hombre sabe que es responsable ante los mundos espirituales. Todo esto le eleva por encima de la mera existencia terrenal, pero no de tal manera que la abandone de forma arrebatada y mística y se desentienda de ella, sino que recoge sus tareas para la existencia terrenal precisamente del mundo suprasensible e influye así en todo el estilo, en todo el estatus de su existencia terrenal.
Esto es particularmente importante para nuestro tiempo, que primero aprendamos a escuchar lo que se puede decir a través de la investigación clarividente; que luego nos esforcemos por comprender el contenido de esta investigación a través del sentido común, y que hagamos de este contenido el trabajo de la vida, la iluminación de la vida con tareas, el aumento de la responsabilidad de la vida hacia los mundos espirituales. 
Con estas palabras quiero dar el matiz de color que creo que debe impregnar mis comentarios de hoy, y quiero darles algo nuevo sobre la relación del ser humano con el mundo suprasensible.
El ser humano que vive aquí en la tierra abre sus sentidos al mundo físico. Al mirar dentro de sí mismo, percibe su pensar, su sentir y su voluntad de una manera determinada. Lo que percibe a través de sus sentidos y constituye el contenido de su alma, lo llama su entorno terrenal.  Obsérvese que al estar en este entorno físico como seres humanos terrestres, estamos realmente muy bien familiarizados con lo que llamamos el mundo exterior, el mundo exterior natural, en la medida en que se encuentra dentro de nuestro horizonte, pero que básicamente estamos muy poco familiarizados a través de la conciencia inmediata con lo que se encuentra -incluso a menudo físicamente- dentro de nuestro propio ser. 
El hombre aprende a conocer sus órganos internos a través de una ciencia externa, pero únicamente los conoce cuando convierte estos órganos internos en objetos externos en la mesa de disección o similar. Mirando dentro de sí mismo, el hombre no puede llegar a conocer sus pulmones, su corazón y demás con el conocimiento ordinario. Como mucho, aprendemos a sentir y percibir nuestros órganos internos cuando éstos se enferman. En un estado saludable, el ser humano no percibe realmente su ser interior. Él ser vive en su interior, lo tiene activo en él. Pero precisamente porque vive en él, está en él hasta cierto punto y es él mismo, no lo percibe del mismo modo que el mundo exterior, que no es él mismo.
Esto nos muestra que aquí, durante nuestra existencia en la tierra, dirigimos nuestra mirada hacia el mundo exterior y tenemos precisamente un mundo con contenido a nuestro alrededor, que luego, cuando miramos hacia adentro, tenemos un sentimiento general e indeterminado de un yo, del que, para ser honestos con nosotros mismos, debemos decir: Es muy oscuro, muy poco claro. - Y que podemos alternar entre esta mirada a nuestro interior, en la que experimentamos un sentimiento bastante poco claro y oscuro en el alma, y la experiencia del mundo exterior, que es concreto en sí mismo, definido en todas partes, lleno de contenido.  Podemos cambiar entre los dos con nuestra conciencia. Esta es esencialmente nuestra experiencia entre el nacimiento y la muerte.
Entre la muerte y el nuevo nacimiento la experiencia es esencialmente diferente. En esa fase de la existencia entre la muerte y un nuevo nacimiento, que puede compararse con la parte media de nuestra vida en la tierra, cuando tenemos unos treinta o cuarenta años y estamos en el apogeo del uso de nuestras facultades físicas, justo en ese tiempo es al revés comparado con la vida en la tierra. Allí miramos en nuestro ser interior a través de otra conciencia, que entonces poseemos, y que al mirar en nuestro ser interior tenemos algo tan concreto, tan lleno de contenido, como cuando aquí en la tierra miramos en el mundo exterior. Cuando miramos el mundo exterior aquí en la tierra, sólo tenemos los seres de los tres o cuatro reinos que nos rodean, los seres del reino mineral, del vegetal, del animal y del reino físico humano. Los tenemos a nuestro alrededor en la medida en que se nos presentan como contenido sensorial. Cuando miramos dentro de nosotros mismos entre la muerte y un nuevo nacimiento en el tiempo indicado, -hacia la mitad,- entonces no tenemos dentro de nosotros cosas de la naturaleza, sino que tenemos dentro de nosotros un mundo de entidades, un mundo de entidades que describimos como las entidades de las jerarquías espirituales superiores. Aquí tenemos la percepción del mundo, la percepción exterior, la percepción de las cosas, en el mundo espiritual tenemos la percepción interior, la percepción de los seres. Allí miramos dentro de nosotros mismos, pero no encontramos los órganos que llevamos en nosotros aquí en la tierra, sino que encontramos todo el mundo de entidades, si podemos tener la conciencia adecuada para ello. Y quien describe estas entidades de las jerarquías superiores no está describiendo en realidad otra cosa que la experiencia exterior del ser humano entre la muerte y un nuevo nacimiento. Y si, al igual que aquí podemos volver nuestra mirada desde el mundo exterior hacia nosotros mismos, ahora, a la inversa, entre la muerte y el nuevo nacimiento, volvemos nuestra mirada desde el interior, donde encontramos a los seres de las jerarquías superiores en nosotros, ahora hacia el exterior, entonces nos encontramos a nosotros mismos. El mundo exterior es en realidad el mundo interior, el ser interior es el ser exterior, de la manera que acabo de explicar.
Pero lo que allí vemos como un mundo interior, lleno de seres espirituales dentro de nosotros que aquí en la tierra se nos presenta a su imagen, se nos presenta de tal manera que vemos las imágenes sensoriales de esos seres que otrora percibimos en nuestro ser interior entre la muerte y el nuevo nacimiento. Sin embargo, no vemos aquí a los propios seres, sino, por así decirlo, las moradas de estos seres, y eso es, -porque todo un número de estos seres está siempre en común,- el mundo estelar que nos rodea. Entonces, ¿Qué describimos cuando, llenos de conocimiento, -no con ese conocimiento lunar entre el nacimiento y la muerte que es propio de la conciencia ordinaria-, hablamos de las estrellas, por ejemplo, del sol?  El sol nos ofrece una imagen determinada frente a la mirada sensorial: pero lo que se nos presenta aquí como imagen del sol, entre la muerte y el nuevo nacimiento lo experimentamos como un reino de entidades espirituales. No vemos el sol tal y como está aquí ahora, sino un reino de entidades espirituales. 
Tenemos aquí, desde la existencia terrenal, algo así como una especie de memoria, a través de la cual sabemos: este reino de entidades espirituales corresponde, visto desde la tierra, al sol. Y lo mismo ocurre con las demás estrellas. Es decir, nuestra conciencia espiritual entre la muerte y el nuevo nacimiento se convierte en una conciencia cósmica. Aquí no estamos como dentro de nuestra piel, somos realmente el mundo entero. Sólo que no debemos imaginarlo espacialmente. Sino que nosotros somos el mundo entero, llevamos el cielo estrellado dentro de nosotros. Y es así: al igual que aquí en la tierra llevamos nuestros pulmones, nuestro corazón, nuestro estómago y demás dentro de nosotros, entre la muerte y un nuevo nacimiento llevamos el sol, la luna, Saturno, las otras estrellas dentro de nosotros como nuestros órganos internos, pero que son entidades espirituales. Lo que luego llevamos dentro de nosotros es su correlato espiritual, su arquetipo espiritual.
En el mundo espiritual nunca llegaríamos a nosotros mismos si estuviéramos siempre en este estado, siempre nos sentiríamos uno con el mundo de las jerarquías superiores. Pero eso no puede ser. Sería como si aquí en la tierra sólo quisiéramos respirar y no exhalar nunca. Por eso, nuestra vida entre la muerte y el nuevo nacimiento consiste en una alternancia rítmica: en una vida en estas jerarquías superiores, -en la conciencia cósmica,- y en un mirar hacia afuera; es decir, hacia allá: hacia nosotros mismos. Así como aquí tenemos la inhalación y la exhalación en alternancia, -también podría decir: la vigilia y el sueño-, allí alternamos con la experiencia del mundo espiritual jerárquico, y la experiencia de nosotros mismos, donde somos atraídos solitariamente hacia nuestra propia alma, donde llegamos a nosotros mismos. Esto provoca el cambio rítmico en la experiencia humana entre la dispersión en el mundo entero y el regreso a uno mismo: Estar extendido por todo el mundo, regresar a uno mismo, etc.
Esta vida entre la muerte y el nuevo nacimiento dentro del mundo espiritual, cuyo reflejo físico es el mundo estelar, no es realmente menos rica que la vida en la tierra. 
Pero en la vida terrenal sólo podemos reconocer el resultado, -y en su estado muy indistinto,- de lo que experimentamos entre la muerte y el nuevo nacimiento. Pensemos en lo siguiente: Vivimos aquí en la vida terrenal, uno hace zapatos, otro faldas, el tercero corta el pelo a la gente, el cuarto construye locomotoras, etc. Al hacer esto aquí en la tierra, en la existencia física, surge la llamada cultura humana, la civilización. Ahora imaginen que toda esta civilización, en sus producciones, se combinara de cuando en cuando en una especie de resultado en una esfera muy diferente, por ejemplo en el sol, entonces no se podría reconocer inmediatamente por lo que hay en el sol, con una conciencia solar, que esto es el resultado de la civilización terrestre.  Supongamos que todo lo que se produce aquí en la tierra, como he indicado, sería un resultado único en muchas copias en el sol. Así es en realidad lo que hacemos en la conexión descrita con los seres de las Jerarquías superiores entre la muerte y el nuevo nacimiento: allí trabajamos con estos seres en la forma espiritual de nuestro cuerpo físico terrenal. Y esta labor, que se realiza cuando el hombre trabaja junto con los seres de las Jerarquías superiores entre la muerte y el nuevo nacimiento para dar forma espiritual al cuerpo físico terrenal, es verdaderamente más rica, más variada que la que realizamos aquí como trabajo cultural en la existencia física, aunque el cuerpo humano físico que está ante nosotros no nos revele inmediatamente que ese cuerpo es el resultado del trabajo de los seres divinos en relación con el hombre en el tiempo de su existencia entre la muerte y el nuevo nacimiento.

Pero las cosmovisiones más antiguas debían saber lo que decían cuando llamaban al cuerpo humano "templo de los dioses". Porque este cuerpo humano es en realidad, por poco que le prestemos atención con nuestra conciencia ordinaria aquí en la tierra, la cosa más complicada que hay en el universo. Y lo que es un solo cuerpo humano es el trabajo combinado de innumerables seres, a los que nosotros mismos pertenecemos; pues trabajamos junto a ellos en el cuerpo con el que nos revestimos en una encarnación terrestre, sólo que no podríamos trabajarlo por nosotros mismos individualmente, sino que debemos trabajarlo en comunidad con innumerables seres espirituales de los más variados órdenes de rango. Cuando hablamos desde el punto de vista de la vida en la tierra, estamos acostumbrados a llamar germen a lo que es pequeño al principio y que luego se hace grande en el sentido físico. Si llamamos germen espiritual del cuerpo físico a lo que el ser humano elabora entre la muerte y el nuevo nacimiento, debemos decir que este germen espiritual es tan grande como el universo y que luego, al pasar por la vida embrionaria del ser humano, se vuelve "pequeño" en la vida física. En el pequeño germen humano hay una imagen del gran germen espiritual, que ha sido elaborado por el hombre en conexión con los seres superiores. De modo que, mirando el mundo que el hombre vive entre la muerte y el nuevo nacimiento, vemos realmente cómo a partir de las labores del macrocosmos se forma el microcosmos, el cuerpo humano, en ejemplares siempre nuevos. Y esta es una tarea más sublime que todo el trabajo cultural que el hombre realiza entre el nacimiento y la muerte. Y la vida que atraviesa el hombre, trabajando del universo en el germen humano, esta vida es una vida más variada, más rica que la que pasamos aquí en la tierra, haciendo zapatos, faldas, enseñando a los niños, gobernando estados y así sucesivamente; podría, por supuesto, continuar la lista durante mucho tiempo. Quien quiera comprender el mundo debe hacerse a la idea de que es algo tremendamente sublime formar el cuerpo humano, tal como está aquí en imagen física, a partir de las tareas del universo, y que la experiencia de este formar es algo tan tremendo, en términos de sublimidad, que no puede compararse en absoluto con lo que el hombre logra aquí, aunque ayude a fabricar los productos culturales más estimables de la vida física terrestre. 
Así, se encuentra realmente el hombre en el mundo espiritual entre la muerte y un nuevo nacimiento: tiene un mundo exterior que es él mismo; su mirada se dirige hacia la vida futura en la tierra, y en la visión, en la perspectiva de esta vida futura en la tierra, se encuentra el hecho mismo de que se contrae a sí mismo, de que llega a sí mismo. En el momento en que su conciencia está llena de mirar hacia su vida futura en la tierra y mirar hacia atrás a su vida anterior en la tierra, está consigo mismo. En el momento en que está trabajando junto con los seres de las jerarquías superiores en la tarea de realizar el complicado cuerpo físico en el germen espiritual, está, por así decirlo, fuera de sí mismo, pero se ha hecho uno con la entidad espiritual, vive con la entidad espiritual en el exterior.  Precisamente en este punto álgido de la experiencia entre la muerte y el nuevo nacimiento, que he llamado la hora de medianoche de la existencia humana en uno de mis dramas de misterio, el ser humano experimenta como su ser interior lo que ve aquí en la imagen como el cielo estrellado fijo. El cielo estrellado fijo o su representación, -como también lo llamaban las antiguas cosmovisiones- el zodiaco, visto desde aquí, es la imagen física del mundo espiritual en el que el hombre vive entre la muerte y el nuevo nacimiento, y que experimenta como su mundo interior. 
Esto continúa durante algún tiempo, y el ser humano deja entonces, por así decirlo, este trabajo vivo, activo y directo con los espíritus de las Jerarquías superiores, que desde un punto de vista terrenal puede ser llamado sublime. Y lo siguiente que experimenta es el punto de vista de la co-experiencia con esos seres superiores que son revelaciones de seres superiores. A partir de cierto momento, el ser humano sabe: Sí, la interacción directa con los seres superiores ya no existe, pero los seres superiores se me muestran en imagen. Desde el punto de vista de la Tierra, esto puede describirse de la siguiente manera: el hombre encuentra la transición desde la estrella fija hasta el mundo planetario. A medida que el hombre pasa por la esfera planetaria, avanzando hacia una existencia terrenal, ya no siente la vida de los mundos superiores como su vida interior; antes la sentía como su vida interior. Aquí, en el mundo físico, sentimos nuestra circulación sanguínea, nuestra respiración, etc., como nuestra vida interior; allí, en la vida entre la muerte y el nuevo nacimiento, sentimos la vida y el ser de las Jerarquías superiores como nuestra vida interior. Estamos dentro de una realidad espiritual y actuamos con ella. Ahora, a partir de cierto momento, nos decimos: ahora ya no estamos implicados, ahora aquello en lo que estábamos implicados antes se nos aparece como en una imagen; antes estábamos en la concreción del mundo espiritual, ahora estamos en sus revelaciones. En realidad, sin embargo, esto significa que hemos pasado de la esfera de las estrellas fijas al mundo en la esfera planetaria.
En primer lugar, tenemos que superar una cierta dificultad: la entrada en la esfera de Saturno. Desde Saturno irradian ciertas fuerzas espirituales. Cuando hemos pasado por la muerte, pasamos primero a la esfera planetaria y sólo después a la esfera de las estrellas fijas; pues después recorremos el camino que acabo de describir, en orden inverso. Así, cuando dejamos la vida terrenal a través de la muerte, Saturno es la morada de aquellos seres que no quieren dejarnos en la tierra, que quieren liberarnos de la tierra, liberarnos de nuestros poderes terrenales y llevarnos al mundo de la espiritualidad pura. He descrito esta experiencia en mi "Teosofía" desde un punto de vista diferente al de la transición de la vida en la tierra del alma a la tierra del espíritu. Estas dos descripciones se comportan de la misma manera que, por ejemplo, un árbol siempre puede ser fotografiado desde diferentes lados: siempre es el mismo, pero siempre parece diferente. Así que cuando volvemos a una nueva vida en la tierra, tenemos esta influencia de los seres de Saturno.  Y aquellas personas que, a través de su vida anterior en la tierra, tienen un karma tal que cuando vuelven a una nueva vida en la tierra las fuerzas de Saturno tienen una gran influencia sobre ellos, se convierten fácilmente en personas ajenas a la tierra; Personas que, o bien deliran sobre cómo lo terrenal no tiene ningún valor y que hay que refugiarse en una casa-nube conceptual, o bien personas que, por tener sólo una visión superficial de las condiciones humanas, desarrollan una inclinación a celebrar reuniones espiritualistas y similares, en las que las más diversas entidades espirituales pueden retozar. Todo esto es causado por el hecho de que en su vida anterior en la tierra el ser humano había adquirido un karma tal que al regresar a la esfera terrestre entra en una relación más fuerte con las fuerzas de Saturno. 
Pero a medida que el hombre entra en la esfera planetaria y se acerca a la esfera solar, también queda bajo la influencia de la contraparte de las fuerzas de Saturno, es decir, de aquellas entidades espirituales que tienen su morada en la luna.  Estos seres tienen sobre todo la tarea de conducir al ser humano de nuevo a la existencia terrenal, de modo que el ser humano que absorbe lo que es obra de las fuerzas lunares sigue estando firmemente en la existencia terrenal, aunque, por otra parte, las fuerzas lunares pueden, naturalmente, volver a penetrar en el ser humano con demasiada fuerza con la existencia puramente física, es decir, con la preferencia, con la inclinación por esta existencia puramente física. 
Así que podemos decir: Aquí en la vida terrestre caminamos entre árboles, flores, hierbas, animales y demás, entre la muerte y un nuevo nacimiento caminamos entre las estrellas. Y no es en absoluto irreal, si simplemente se forman la idea en una imagen global, que durante la vida terrestre están aquí en la tierra, y después de la muerte pasan a través de las esferas de los planetas, dejando la esfera lunar, perdiendo la inclinación por la vida terrestre, siendo transportados fuera mediante Saturno, En la esfera fija de las estrellas viven durante mucho tiempo en comparación con su vida terrestre, luego regresan de nuevo y entran en la esfera planetaria, y en particular, al estar bajo la influencia de la luna, son inducidos en su existencia suprasensible por las fuerzas de la luna a volver a la vida terrestre. 
Se le insta de nuevo a volver a la vida terrestre. Así como aquí en la tierra estamos en determinadas relaciones con lo que llamamos nuestro entorno sensorial, así también lo hacemos en esta vida a través del mundo estelar. Y todo esto tiene una gran significación para nuestra labor con los seres de las Jerarquías superiores en el germen espiritual del cuerpo físico humano.  Porque hasta que no descendamos de nuevo a una nueva vida en la tierra en la esfera planetaria, sigue sin decidirse incluso en nuestro ser, que estamos construyendo para la futura vida en la tierra, si nos convertiremos en un hombre o en una mujer. Sí, incluso sigue sin decidirse durante un tiempo determinado, cuando ya estamos en la esfera planetaria como seres espirituales del alma. Hablar de algo similar en la esfera de las estrellas fijas, como lo tenemos aquí como hombre y mujer, sería un puro disparate.
Pero en la imagen que he empezado a describirles, cuando uno se aleja de la tierra, se puede imaginar muy bien: aquí se ha visto la luna de frente; luego se ha visto de espaldas. Venus, Mercurio y el Sol también se ven por detrás, luego se ve la esfera zodiacal y así sucesivamente. Pero al pasar por estas esferas, lo que para nosotros es una imagen física aquí se transforma en una suma de entidades espirituales que están viendo. Cuando se mira la luna por detrás, se ven entidades espirituales, por ejemplo, aquellas entidades espirituales que interesaban especialmente a los iniciados del Antiguo Testamento: la entidad Yahvé y las entidades que le son propias. Pero cuando ahora regresan a la tierra, pueden, a través de su karma anterior, al acercarse a la esfera lunar, elegir ese momento en que, visto desde la tierra, hay luna llena en el cielo; es decir, ven la luna llena, visto desde la tierra, el disco lunar iluminado, pero visto desde atrás, al acercarse a la tierra, ven entonces la luna negra. Si eligen el momento de su acercamiento a la tierra de tal manera que la esfera negra de la luna, que no está influenciada por el sol, tenga un efecto sobre ustedes, cuando la luna esté llena en la tierra, entonces aparecerán en la tierra con una existencia femenina.
Si, por el contrario, eligen ese momento en el que no vemos la luna aquí en la tierra, cuando hay luna nueva y cuando los efectos del sol entran libremente en el espacio del mundo por todos lados, entonces establecerán para ustedes una existencia masculina en la tierra. Así que ya ven, debemos derivar lo que somos aquí en la tierra en el cuerpo físico de las experiencias que tenemos, por así decirlo, en la esfera estelar, es decir, en la esfera espiritual, vista desde el otro lado, entre la muerte y el nuevo nacimiento. En todos los detalles se pueden rastrear estas cosas. Así como en la tierra podemos decir lo que el hombre tiene al comer coles o huevos o carne de buey, por ejemplo, -pues en la tierra su existencia física depende de ello-, en todas partes existen las relaciones correspondientes en los mundos espirituales, cuyo resultado aparece luego en la formación y el vivir interior del hombre en la tierra. Aquí en la tierra comemos carne de buey o huevos; en el mundo espiritual, entre la muerte y un nuevo nacimiento, elegimos, según nuestro karma, el paso de la luna nueva o el paso de la luna llena para el momento de la transición y así nos convertimos en hombre o mujer. Pero la existencia plena del hombre en relación con la existencia del mundo sólo puede entenderse si no nos limitamos a considerar lo que ocurre aquí entre el nacimiento y la muerte, sino que podemos comprender lo que ocurre en la vida terrenal en relación con lo que sucede para el hombre entre la muerte y un nuevo nacimiento. 
Ahora bien, esto es algo que el hombre de hoy todavía no comprende en toda su importancia real, incluso para la vida en la tierra. Pero hoy sólo conocemos al hombre de la misma manera que el topo conoce los museos. El topo que escarba en el suelo bajo los museos quizá pueda enumerar sus experiencias sobre ellos; pero en ellas no habrá mucho de lo que está por encima de él, después de todo. Así es más o menos como se adopta el "punto de vista de un topo" hacia el mundo en lo que puede ser una ciencia terrenal para nosotros; sólo que el topo también podría vivir sin que hubiera un museo por encima suyo, -no hay mucha conexión con él-, pero el hombre está íntimamente relacionado con aquello con lo que está conectado como con el mundo suprasensible, está conectado con él. La humanidad debe recuperar la conciencia de esto. Antes había una conciencia tenue y apagada de estas cosas, que se iluminaba en los antiguos misterios, pero también con los antiguos métodos. Estos antiguos misterios no eran meros centros de culto unilateral. En realidad, la necesidad de contar con centros de culto unilaterales sólo ha surgido en la humanidad moderna. La nueva humanidad tiene que practicar cultos separados porque se ha vuelto egoísta y quiere tener una seguridad de inmortalidad para su propio yo. Esto se puede dar, es un hecho.  Pero el hombre de hoy se inclina por hacer todo esto por separado. No era así en la época de Paracelso, cuando la curación era todavía un servicio a Dios. Debemos, -aunque debemos tener transiciones,- volver a considerar todo el trabajo terrenal como la culminación de una obra espiritual. Pero hoy le corresponde al hombre pasar por los acontecimientos terrenales durante su existencia terrenal, aislado, por así decirlo, del mundo espiritual; de lo contrario, no podría alcanzar su conciencia de libertad. Pero se ha cumplido el tiempo en el que el hombre puede mantenerse aislado de la existencia espiritual. Debe volver a penetrar en su conciencia con la iluminación interior del ser espiritual. y hoy no puede utilizar los antiguos métodos para este fin. Debe pasar por lo que se le revela en el presente. 
Supongamos, por ejemplo, que algún antiguo centro de misterios se ocupara de los asuntos de los Misterios en una región circundante. El cuidado de este centro de misterios se extendía a todos los asuntos de las personas que vivían en los alrededores, a todos aquellos asuntos que sólo podían realizarse y ordenarse mediante la conexión de la vida terrenal con el mundo espiritual. Supongamos que una persona cae enferma. En aquellos tiempos más antiguos la gente no se preguntaba: ¿Qué sustancias hemos probado que tengan un efecto sobre el ser humano en esta o aquella dirección? - Y mucho menos preguntaban por el efecto de las sustancias que se habían probado en animales y demás. Hoy el hombre tiene que pasar por todo esto. Esto no pretende ser una crítica despectiva a la medicina, sino sólo una clasificación en el lugar correcto del desarrollo de la tierra y de la humanidad. Pero en los tiempos más antiguos, un enfermo aquejado de algo buscaba refugio en los centros de misterio, pues los sacerdotes eran también artistas y médicos al mismo tiempo. El arte, la religión y la ciencia eran una sola cosa; eso se cultivaba en los misterios. En aquellos tiempos antiguos todavía existía una visión global del hombre. Se sabía que cuando el hombre se veía aquejado de algo a cierta edad, no sólo se debía a la mezcla o segregación química de sus sustancias, sino que, desde un punto de vista más elevado, se debía a las experiencias y vivencias que había tenido cuando estaba en el mundo estelar y desde allí buscaba su existencia terrenal.
Supongamos, pues, que un enfermo de este tipo, de entre catorce y veintiún años, acudiera en busca de ayuda a un centro de misterios que fuera también un centro médico. Antiguamente, cuando en los centros de misterios sólo actuaba un conocimiento instintivo y medio onírico, un enfermo de este tipo acudía a recibir tratamiento, pero el examen al que se sometía era a menudo más brillante que los exámenes de hoy. Porque realmente he conocido a médicos que, cuando entras en una conversación con ellos sobre lo más importante del paciente y les preguntas: ¿Qué edad tiene el paciente? - no lo sabían. Como si se pudiera influir en la salud de una persona si no se tiene una idea exacta de su edad. Porque en cada año de vida el ser humano debe curarse de manera diferente, por así decirlo, porque la vida humana cambia constantemente. A nadie se le ocurrirá coger un pétalo, por ejemplo, y hundirlo en la tierra creyendo que de él saldrá una nueva planta, pero sí cogerá el germen del fruto y lo hundirá en la tierra, porque sabe que el desarrollo de la planta es algo. Y la vida humana también debe ser considerada de la misma manera. Así, si un enfermo que buscaba ayuda acudía a un médico de los misterios entre los catorce y los veintiún años, -las cosas son aproximadas-, él sabía lo siguiente: hay una serie de enfermedades que simplemente tienen que ver con el paso del hombre por la esfera solar en su descenso del mundo planetario al mundo físico. Si el enfermo tenía entre treinta y cinco y cuarenta y dos años, el sacerdote de los misterios sabía qué enfermedades tenían que ver con el paso del hombre por la esfera de Saturno en su descenso.  Así que se preguntaba sobre todo por la conexión de la vida en la tierra con las experiencias y aventuras del ser humano en la existencia entre la muerte y un nuevo nacimiento: entonces conocía lo que aquí en la tierra, a su vez, está en relación desde el ser exterior con las entidades de las jerarquías superiores o sus imágenes físicas, las estrellas. Ahora bien, algunas plantas de la tierra están en una relación más íntima con el sol que otras, y otras están en una relación más íntima con Saturno, y así sucesivamente. Por ejemplo, podrán ver por un sano instinto que las plantas florecientes que brotan están en una relación diferente con el sol que un hongo o un liquen en un árbol. Y alguien que entre sus catorce y veintiún años, por ejemplo, está afligido por una enfermedad del estómago o del corazón, ciertamente no lo curarás con té de Kramperl, como el antiguo médico de los misterios no lo habría tratado con té de Kramperl, sino con una savia de planta relacionada con el sol; pero esto se debía al conocimiento de la conexión de la vida humana con el universo. 
Estas cosas son, por así decirlo, conocimientos "enterrados"; deben ser redescubiertos en un nivel superior, iluminados con nuestra inteligencia moderna, después de que la humanidad haya pasado por la oscuridad durante un tiempo. Deben y pueden ser redescubiertos, y es precisamente la visión antroposófica del mundo el comienzo de este redescubrimiento de una iluminación espiritual de la humanidad en todos los ámbitos de la vida.
Hasta ahora les he descrito este descenso del ser humano hasta su entrada en la esfera planetaria. Luego viene un tiempo, después de que la influencia lunar ya ha estado allí, en realidad acaba de comenzar, en el que el ser humano pierde ese germen espiritual de su cuerpo físico, que, sin embargo, ya se ha encogido mucho -las expresiones son, por supuesto, burdas, pero no las malinterpreten. Este germen espiritual del cuerpo físico desciende antes que el propio ser humano, es entregado a una pareja de padres, se hunde en un germen humano fecundado, forma allí el elemento de crecimiento antes de que el propio ser humano haya descendido.  Así pues, hay un momento en el que el ser humano ya ha entregado este germen físico a la vida terrenal, momento en el que mira a la tierra, por así decirlo diciendo: Esto es lo que va a ser, el ser humano al que perteneceré, -pero en el que el ser humano aún vive libremente en el cosmos durante un breve tiempo. El ser humano reúne ahora las fuerzas del mundo etérico del cosmos para formar su cuerpo etérico, de modo que su ser se compone entonces de yo, cuerpo astral y cuerpo etérico. Y habiendo adquirido así su cuerpo etérico, se une ahora con el que es su cuerpo físico, con lo que se ha convertido en su germen físico, que él mismo envió primero. 
En este envío del germen humano físico y en la subsiguiente reunión, si se me permite decirlo, del cuerpo etérico, reside una sabiduría inmensamente profunda, pues supongamos que conservamos nuestro cuerpo físico mientras reunimos el cuerpo etérico, y el cuerpo físico no sería el que está impregnado de materia física,  sino las mismas fuerzas que pudieron ser impregnadas por la materia física en el vientre de la madre, pero supongamos que no la enviamos adelante, sino que todavía la impregnamos con el cuerpo etérico antes de llegar a la sustancia del embrión físico y a lo que allí se nos ofrece. ¿Qué pasaría entonces? Precisamente porque uno puede saber lo que puede ocurrir allí, empieza a admirar enormemente la sabia guía del universo. Porque si fuera de otra manera, cada pensamiento que concebimos, cada inclinación que tenemos al mal, estaría constantemente ante nosotros. Habría, por así decirlo, un recuerdo vivo de lo que habíamos realizado en la tierra, incluso como el más pequeño mal, incluso en el pensar o en el sentir. Estaríamos desbordados por los contenidos de la conciencia, especialmente por sus aspectos malignos, y no seríamos capaces de captar un pensamiento neutro. Por ejemplo, no podríamos llegar a ningún conocimiento de la naturaleza. Si observáramos las plantas de forma neutral según las leyes de la naturaleza, pensamientos como éste se mezclarían fácilmente en la observación de la naturaleza: Oh, qué mal chico eras a los diecisiete años, ¡qué has conseguido! - Eso se viviría en la contemplación de la naturaleza, y no se llegaría a una visión neutral. Que podamos distinguir nuestra simple prudencia neutra de los instintos morales o inmorales que hay en nosotros, se lo debemos al hecho de que primero hacemos descender nuestro germen-espíritu físico y sólo entonces, después de haber reunido el cuerpo etérico, nos conectamos con el cuerpo físico. De este modo, mantenemos a los dos tan alejados que la memoria puede mantenerse en el cuerpo físico, que no está siempre ahí, que también nos deja libres, que toda nuestra vida, especialmente nuestra vida moral, no está siempre ante nosotros, y que en el cuerpo etérico podemos captar los pensamientos de la prudencia neutra.
Ahora les he descrito el descenso del ser humano desde el mundo espiritual hasta el momento en que el ser humano se une a la sustancia física terrestre para luego seguir viviendo en la tierra. Ahora que hemos llegado aquí, ¿Qué resulta? Ya he dicho que debemos decirnos a nosotros mismos: Reconociendo que el hombre envía primero las fuerzas formativas de su cuerpo físico humano y luego las sigue, entonces me siento absolutamente llevado a admirar la sabia dirección de los asuntos del mundo. Si capto esto con toda la vitalidad, no puedo quedarme ahí como un cabeza de paja que hace una máquina y no necesita admirarla, pues tendría que ser un ser humano completamente reseco al que se le revela una sabiduría tan tremenda de la guía del mundo y no siente admiración ¡de esta sabiduría que brota en él! Y así es con todos los conocimiento antroposóficos.
En otras palabras, el conocimiento terrenal ordinario que captamos en el estado de vigilia se dirige a nuestro intelecto, no tanto a nuestros sentimientos. Ese no es el caso del conocimiento que recibimos del mundo espiritual en nuestra experiencia interior. Éste ocupa todo nuestro ser humano, es más, todo nuestro ser se organiza de forma diferente cuando adquirimos estas percepciones. Las percepciones científico-espirituales no quieren abandonarnos a la fríaldad de la mente, como lo hacen las percepciones físicas, pero no por ello son menos objetivas. Si alguien dijera, por ejemplo, que el conocimiento que toca la mente no es objetivo, es subjetivo, basta con imaginar lo siguiente: Si alguien se pusiera delante de la Virgen Sixtina de Rafael, tendría que ser un tipo extraño si no admirara este cuadro; pero nadie podría decirlo: Eso es meramente subjetivo, la Virgen de Rafael no es objetiva. - Porque no se trata de que no sintamos ningún poder de simpatía o antipatía en nuestra mente cuando miramos el objetivo, sino de que no perturbemos lo objetivo a través de la subjetividad. Si, por supuesto, reconocemos algo porque nos conviene tomar algo objetivamente, entonces no somos objetivos, pues en este caso aceptamos algo porque nos agrada. Pero si algo apareciera ante nosotros tan objetivamente como tal conocimiento, y entonces estalláramos en admiración por él, entonces esta admiración ciertamente no perjudicaría la objetividad del conocimiento. Eso es lo esencial del conocimiento antroposófico, científico-espiritual, que no sólo involucra nuestro intelecto, nuestra cabeza, sino todo nuestro ser humano. Y quien se familiariza con más y más de tales verdades, que se relacionan con la vida del ser humano entre la muerte y un nuevo nacimiento, brota una vida de sentimiento y más tarde también una vida de voluntad. Es decir, con lo que reconoce de los mundos espirituales el ser humano penetra en los impulsos para sus actos. Aquí en la tierra se siente la realización de lo que fue en la vida espiritual entre la muerte y el nuevo nacimiento.
Así pues, lo que proviene de la Antroposofía experimentada ya tiene un poder de llenar todo el ser humano por sí mismo, al igual que una vez la clarividencia instintiva, es decir, la conexión instintiva con el mundo espiritual, estaba presente en la antigua humanidad en todo el ser humano. ¿Cómo nos hemos convertido en hombres tan intelectuales hoy en día, y por qué los antiguos no lo eran? Porque los antiguos también conocían las reglas que provenían de todo el ser humano. Hoy, por ejemplo, el hombre aprende geometría; se le aclara lo que es una línea vertical. Pero lo que es vertical flota en el aire, -ni siquiera se puede decir que flota en el aire-, flota en el ideal, porque no se conoce la conexión. El hombre nunca habría llegado a sentir una vertical si él mismo no se hubiera convertido en un caminante erguido en el curso de su vida, de modo que sintiera lo que es una vertical en su proceso de movimiento.  Y lo que todo el ser humano experimenta de esta manera, su cabeza también lo experimenta y lo convierte en vertical. Del mismo modo, lo que el ser humano experimenta al extender sus brazos se convierte en la experiencia de lo horizontal. El ser humano, que originalmente era activo en su vida anímica como un ser humano completo, se ha limitado gradualmente a la cabeza, que sólo puede representar todo figurativamente. ¿Y cómo funciona la cabeza en el ser humano? Sí, cuando camino, vivo de forma diferente a cuando voy en coche: el coche conduce y yo estoy tranquilo.  Esto es en realidad lo que hace la cabeza en el ser humano: es perezosa, tiene su vehículo en el resto de mi organismo y se deja conducir, todo viene a reposar, como cuando me siento en un tren ferroviario. Por lo tanto, todo se vuelve figurativo, abstracto.
Hemos llegado a esta abstracción en el curso de nuestra existencia en la tierra. Pero debemos volver a aquello que nos permita captar lo espiritual en la existencia. Y que luego se apodere de todo el ser humano. Este es el proceso inverso al que tuvo lugar en el antiguo ser humano, pero a través de este proceso inverso podemos volver a la exploración del ser humano en su totalidad. De este modo, también llegamos a una cultura que llena a todo el ser humano. 
No obstante, hay personas que escuchan hoy lo que se puede presentar de la ciencia espiritual, y que luego dicen: Que personas tan extrañas que proclaman hoy una verdad científico-espiritual y piensan que es necesaria para la humanidad. No queremos dudar de que pueda ser cierto que existan todos esos mundos de los que hablan los científicos espirituales; pero ¿de qué se ocupan? Podemos esperar hasta que lleguemos a la muerte, y entonces veremos de qué se trata. ¿Por qué debemos esforzarnos aquí por comprender cómo es el mundo espiritual? - Pero no es así. Pues es como sigue: si uno quiere entender lo que significa el conocimiento espiritual, -sólo el que puede llegar al hombre a través del sentido común según las comunicaciones del investigador espiritual,- aprende a reconocerlo mejor cuando se le explica desde la investigación espiritual cómo se adquiere la primera etapa de un conocimiento suprasensible, el conocimiento imaginativo. Para ello citaré algunos rasgos. 
Tal y como el hombre suele vivir, sólo tiene una conciencia presente. Tiene esta conciencia a través de su cuerpo físico. Está en el espacio. El espacio representa el presente con sus tres dimensiones. Por lo tanto, el hombre siempre tiene sólo una conciencia presente.
Y si tiene memoria, tiene memoria del presente; no vive en lo que vivió hace diez años, sino sólo en la imagen de lo que vivió entonces. Por lo tanto, esto es suficientemente sombrío y abstracto. Si uno hace seriamente los ejercicios que he descrito en el libro "¿Cómo se alcanza el conocimiento de los mundos superiores?" para el logro del conocimiento imaginativo, uno llega a vivir no sólo en el presente, sino que gradualmente supera la naturaleza sombría de la memoria y también vive en sus experiencias anteriores; de modo que en 1922 uno todavía es capaz de vivir sus experiencias tal como las experimentó en 1911.
Y el que se esfuerza especialmente con una vida en el pensar - que no es una vida en abstracciones, sino en una plena concreción, a través de la cual se llega a captar cómo la vida en el pensar trae consigo giros del destino y toda clase de cosas, simpatías y antipatías profundas, como de otro modo sólo la tosca vida material en la tierra - llega también a experimentar su cuerpo temporal, tal como experimenta su cuerpo espacial en general a través de la conciencia ordinaria. Si, por ejemplo, me corto el dedo gordo del pie, me duele, y no sólo tengo un recuerdo de este dolor en mi cabeza, puesto que la cabeza está lejos del dedo gordo, sino que tengo una sensación de dolor directamente experimentada. Ciertamente, la cabeza está conectada espacialmente con el dedo gordo del pie, no se experimenta el tiempo así. Cuando uno se acuerda, como persona de treinta años, de lo que vivió cuando tenía diecisiete, de lo cual ahora está alejado en el tiempo, dicho recuerdo se desvanece. Qué tremenda, si perdiste a un ser querido hace trece años, fue la experiencia de dolor de entonces comparada con lo que recuerdas ahora. Pero quien ha alcanzado este conocimiento imaginativo a través de los ejercicios descritos en "Cómo alcanzar el conocimiento de los mundos superiores", de modo que comprende cómo vivir en los pensamientos, es decir, en pensamientos puros y libres de sensorialidad, como he descrito en la "Filosofía de la Libertad", entonces vive, como vive aquí en el cuerpo espacial en cada parte, así allí en cada parte de su cuerpo temporal simultáneamente y en cada fuerza. Si uno mira hacia atrás como una persona de cincuenta o sesenta años, o incluso como una persona de ochenta años, no sólo cinco años atrás -pues la existencia presente se extiende a lo largo de toda la vida-, uno está inmediatamente presente en cada punto. Sin embargo, esta presencia va acompañada de la fugacidad. Si ustedes son capaces de tener una experiencia, aunque sea vívida, con algo que transcurre en sus dieciocho años: no se desvanece de ustedes tan rápidamente como el sueño, pero no pueden aferrarse a ella, deben olvidarla. Y como investigador espiritual, por ejemplo, si no hubiera otras ayudas, podrían llegar a una situación muy mala. Podrían establecer las relaciones a través de las cuales pueden ver algo en el mundo etérico, pero lo olvidan enseguida. Por esta razón hay que recurrir a toda clase de ayudas - he dado detalles de ellas en "Cómo alcanzar el conocimiento de los mundos superiores" - para que lo que se adquiere de esta manera como visión espiritual-etérica no vuelva a desaparecer inmediatamente. Desaparece con toda probabilidad al cabo de unos días, y lo que el ser humano aún lleva como su cuerpo etérico después de la muerte, desaparece con la misma rapidez. Porque a partir de esta experiencia, tal como la he descrito, se llega a conocer toda la esencia de lo etérico. Las cosas que se cuentan sobre la vida después de la muerte no se construyen, sino que se obtienen de un conocimiento vivo. Pero si uno quiere aplicar ahora esas ayudas, la mera actividad mental nunca será suficiente. No tengo miedo de hablar de mis propias experiencias, que tuve que hacer cuando me di cuenta de lo fugaces que son estas experiencias en el cosmos etérico. Por mucho que uno busque, para contar sus experiencias a otras personas después de una semana, se refugia en otras cosas. Por ello, era muy favorable un medio que consistía en escribir lo que se había experimentado mientras estaba allí, de modo que la actividad no pasaba por la cabeza sino por la mano que escribía. En este caso, no se trata de una escritura mediúmnica, ni el propósito es tener la cosa escrita. Sin esto, escribir cosas -incluso la reescritura de conferencias- es algo extraordinariamente poco atractivo para quien se encuentra en el campo espiritual. Pero nos ayuda a fijar lo que de otro modo sería fugaz, al permitir que todo el organismo participe en él, como lo haría si estuviéramos haciendo un dibujo o una pintura. Entonces, permanece en el propio organismo, no es necesario volver a apropiarse de él después. Sólo es cuestión de arreglar las cosas. Pero no puedes usar ayudas para la cabeza para eso. Cuando se trata de un investigador espiritual, no se puede arreglar por medio de ayudas para la cabeza; hay que arreglarlo por medio de algo que comprometa a todo el ser humano. Uno de esos medios sería que escribiera lo que ha experimentado. Pero no tengan en cuenta que están trabajando en una actividad intelectual. Lo que se cuestiona es sólo el ductus de la escritura; O incluso se puede hacer un dibujo simbólico, pintar o algo parecido. 
De esto se desprende cuán íntimamente conectado con todo el ser humano está lo que debe existir para que uno pueda trasladar a los conceptos ordinarios lo que ve en el mundo espiritual. Pero si lo traen, entonces pueden comunicarlo a otras personas que no pueden ver espiritualmente por sí mismas y que entonces lo entienden con su sentido común y ordinario a través de las mismas ideas en las que se les transmite. Luego tienen las mismas ideas sobre lo que el clarividente les presenta.
Para encontrar las verdades científico-espirituales se necesita el arte clarividente; para vivir con estas verdades no se necesita este arte de la clarividencia, sino sólo una sana comprensión de lo que se presenta.
Pero todavía se puede ver algo más de lo que se ha descrito aquí. Lo que el hombre es espiritualmente en su cuerpo etérico no vive en el espacio, vive en el tiempo. Ahora miren el organismo físico, por ejemplo el ojo: con él se ven las cosas visibles. Si se arrancan los ojos, ya no se ven las cosas visibles. Si observamos al hombre espiritual, él es, por así decirlo, toda la corriente que pasa de vida en vida, que vive una vez en la existencia entre la muerte y un nuevo nacimiento, luego en la vida física en la tierra, luego de nuevo en la vida entre la muerte y un nuevo nacimiento, y así sucesivamente. Esto es una unidad. Los pueblos de antaño recibían su clarividencia instintiva en su vida terrenal, es decir, una conexión con el mundo espiritual a través de las fuerzas de la propia naturaleza, y ésta se desarrollaba en ellos de tal manera que podían llevársela consigo de nuevo a través de la muerte; pero el conocimiento de lo espiritual no podía cesar. En el nuevo ser humano tampoco debe desaparecer. El hombre debe adquirir este conocimiento de lo espiritual aquí en la tierra, ya que es un flujo continuo en la tierra. Si ustedes han vivido una vida terrenal que no conocía nada de lo espiritual, es lo mismo para la vida espiritual que si le sacaran el ojo al organismo físico. Porque lo que adquieren aquí en la tierra como conocimiento de la vida espiritual les pertenece, ese es su ojo con el que luego "ven" entre la muerte y el nuevo nacimiento. Y si permanecen " a oscuras " aquí en la tierra con respecto al conocimiento de la vida espiritual, entonces no tendrán ojos después de la muerte. Entonces pasarán ustedes por la vida entre la muerte y el nuevo nacimiento como por un valle oscuro. Porque deben tener este ojo a través de lo que han adquirido aquí. Al excluir el conocimiento del mundo espiritual, le arrancan el ojo del espíritu.
Este es un conocimiento con el cual la humanidad debe penetrar en sí misma. Ahora que la antigua percepción instintiva de lo espiritual ha desaparecido por completo, la humanidad debe darse cuenta de que los órganos para la vida espiritual deben ser readquiridos de una manera tal como el movimiento antroposófico se esfuerza por conseguir. No se trata, pues, de decir: Queremos esperar hasta después de la muerte, no necesitamos todavía hacer ningún esfuerzo para entender los mundos espirituales, porque después de la muerte ya veremos cómo es en los mundos espirituales. Ciertamente, lo veremos después de la muerte. Pero será como una mazmorra oscura para el alma si no hemos adquirido una visión de la vida en los mundos espirituales aquí, en la vida entre el nacimiento y la muerte. Por lo tanto, pueden ver lo imposible que es para el hombre hacer un dogma de que no necesita preocuparse aquí en la vida terrenal con la existencia suprasensible. Porque vivimos en una época en la que, en el verdadero sentido de la palabra, el que piensa para sí mismo: Aquí, en la vida entre el nacimiento y la muerte, debes adquirir el ojo, para que no sea oscuro para ti en el mundo espiritual después de la muerte, y para que también puedas experimentar la luz que entonces te rodea. 
Hace algún tiempo, cuando pude hablar en este círculo, presenté al hombre en sus relaciones con el mundo espiritual desde cierto punto de vista y concluí diciendo: "De todo esto se desprende que en la época actual hemos llegado al punto en que debe formarse un núcleo de personas que reconozcan la necesidad del conocimiento científico-espiritual. - Por lo que he vuelto a decir hoy, se puede ver esta necesidad con mayor claridad. Hoy vivimos en una época en la que el mundo espiritual quiere mostrarse a nosotros durante nuestra vida en la tierra. No debemos cerrar las puertas y las ventanas por las que puede entrar. Debemos dejar entrar la luz del mundo espiritual, debemos dejarla entrar por el bien de la vida en la tierra, debemos dejarla entrar por el bien de la vida que vivimos entre la muerte y el nuevo nacimiento. El hombre debe escuchar las voces que le hablan de manera espiritual desde el mundo espiritual, y debe decirse a sí mismo: Es hora de que el hombre perciba la luz del espíritu, que escuche la voz del espíritu. - Y cuando nos hemos familiarizado con lo que se puede ver de esta manera desde una visión científico-espiritual como las necesidades de la época, entonces prevalece la actitud correcta en tal espacio de trabajo, cuando uno se considera obligado a conducir a la humanidad hasta el punto de reconocer que ahora es el momento de ver la luz del espíritu, de escuchar la voz del espíritu y de comprenderla. 
En estos pensamientos, sobre todo en este sentimiento y ante todo en esta actitud, queremos estar juntos y permanecer juntos en los momentos en que volvamos a estar separados espacialmente. Esto es lo que me gustaría decirles como saludo, un saludo al efecto: ¡Que lo que podamos hablarnos cuando el destino nos reúna sea la ocasión para que prevalezca entre nosotros como un pensamiento, como una unión que está ahí en lo espiritual, aunque no podamos estar juntos espacialmente!  Sin embargo, espero que pronto pueda hablar en medio de ustedes sobre la continuación de lo que he presentado hoy. 
Traducido por J.Luelmo oct.2022





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