GA054-3 Berlín 19 de octubre de 1905 Conceptos básicos de la teosofía: El alma y el espíritu del ser humano

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Los enigmas del mundo y la Antroposofía

RUDOLF STEINER

Conceptos básicos de la teosofía: El alma y el espíritu del ser humano

Berlín 19 de octubre de 1905

III conferencia.

No hace tanto tiempo, hablar del alma humana como entidad particular se consideraba algo poco científico en ciertos círculos. E incluso hoy en día se entiende lo mínimo cuando se habla del espíritu además del alma. El tema que hoy nos ocupa es bastante extenso. Sólo puedo mostrar algunos esbozos. Dentro de la cosmovisión científico-espiritual somos llevados a esa división más antigua del ser humano, que es una tricotomía comparada con la que aún tiene validez casi por completo en la conciencia de la humanidad actual, comparada con la división en dos partes de cuerpo y alma.

La tricotomía a la que la cosmovisión teosófica o científico-espiritual tiene que volver de nuevo es la de cuerpo, alma y espíritu. Tratemos de entender, en primer lugar, lo que entendemos, en realidad, por cuerpo, alma y espíritu. El cuerpo del ser humano es algo sobre lo que no necesitamos muchas ideas para entenderlo.Sin embargo, por otro lado, la idea de lo físico, de lo físico externo es lo único que ocupa a nuestra humanidad actual, no tanto la comprensión sobre la diferencia de alma y espíritu y ya sobre la entidad del alma es bastante difícil. Hoy tenemos que ser conscientes -en contraste con otras charlas que he tenido aquí- de una exactitud más bien íntima de nuestros conceptos e ideas que queremos desarrollar aquí y, por lo tanto, pido que se me permita atraer vuestra atención hacia diferenciaciones más sutiles en las ideas humanas.

Si un ser humano se presenta ante vosotros, admitiréis sin más que en el espacio, que la persona en cuestión ocupa, existe su cuerpo. Porque vuestros sentidos os dan fe de este cuerpo humano. Sin embargo, el ser humano puede mirarse a sí mismo con sus sentidos al menos parcialmente, y podemos decir sin pensarlo, que el ser humano es un ser corporal para otro ser humano dotado de sentidos. Sin embargo, en el espacio, que el ser humano llena, ciertamente existe aún algo más de lo que sus sentidos pueden ver. Para la vida humana - entendida en su totalidad - es quizá lo mínimo que el otro ser humano puede ver con sus ojos y tocar con sus manos. Porque cuando el ser humano habla de su vida, muy pocas veces habla de su apariencia corporal perceptible a los sentidos. En cambio, habla de su destino, de las alegrías y las penas, del dolor y de todo lo que vive en su interior y que no es perceptible a los sentidos en un primer momento.

Un ser humano puede estar ante vosotros y a su lado otro. Lo que vuestros sentidos perciben de ambos seres humanos no es lo esencial en un principio, sino que hay que añadir que quizás en un ser humano vive un alma triste y en el otro existe un alma alegre y feliz. En ambos casos, el ser interno de la persona llena el espacio un tanto distinto de la mera existencia física. Si ponéis a una persona ciega delante de otra, esta persona ciega no percibe al principio la existencia corporal de la otra persona. Puede tener la tentación de afirmar bajo circunstancias -si no se da cuenta con su sentido del tacto o de otra manera- que no hay nadie en la habitación porque su ojo no puede ver. Se necesitan los sentidos justamente para convencerse de una existencia sensorial externa, sentidos que sean capaces de percibir esta existencia corporal externa.

Ahora debemos preguntarnos, ¿no existiría esta existencia corporal externa aunque no se la percibiera? ¿No seguiría estando yo también en este lugar aunque por todos lados no hubiera más que ciegos y sordos que no pudieran verme ni oírme? En cuanto a mí, estaría allí, estaría en mí mismo. Así por tanto estoy en mí mismo según mi existencia corporal, y esto debe distinguirse de lo percibido por los demás. Ahora tenemos que ampliar la mirada a que existe la misma diferencia para lo que he llamado el segundo modo de existencia, para el deseo y el dolor, para la vida, que llena el espacio, a pesar de que esta concreción del espacio no es perceptible a los sentidos. Si una persona está delante de un ciego y este ciego se vuelve de repente vidente, la existencia externa se convierte en una existencia perceptible para él. Entonces surge la pregunta: ¿no podrían ser la alegría y el dolor, la rabia y la pasión -no perceptibles a los sentidos al principio, pero que viven también en el ser humano como lo hace su sangre roja, sus nervios y sus huesos- una entidad perceptible para los demás seres humanos?

El ser humano conoce aquello que puede percibir. Es un ser en desarrollo, un ser que se ha desarrollado desde niveles imperfectos en un pasado lejano hasta su existencia actual. Todos los órganos que hay en el ser humano se han desarrollado gradualmente. Las capacidades de ver y oír se desarrollaron poco a poco; el mundo físico exterior se convirtió en un mundo discernible para el ser humano, un mundo que conoce, que puede observar. Si el ser humano se desarrolla de esa manera, ¿Cabría preguntarse entonces si no es capaz de perfeccionarse aún más? ¿Puede llegar a ser discernible para él lo que no es discernible para él incluso hoy? - Al igual que la habitación en la que se encuentra el ser humano es oscura para un ciego al principio y empieza a percibir los colores y la figura física si llega a ser vidente, sin embargo, también podría ser que lo que aún vive en la habitación lo que destella a través del alma también se hiciera visible, discernible. El ser humano fue conducido a su visibilidad externa, sensorial, gracias a las fuerzas externas del mundo. Él no ha añadido nada allí. Fue puesto en el plano físico por el orden de la naturaleza, dotado de sentidos para percibir el mundo sensorial. Sin embargo, el propio ser humano puede encargarse de su desarrollo posterior; puede hacerse capaz de experimentar otras cosas, aparte del mundo sensorial que le rodea.

Desde tiempos inmemoriales, este desarrollo de la vida superior fue siempre alimentado y acariciado en ciertas comunidades humanas. Así como los seres humanos tienen al principio ojos sensibles y oídos sensibles, la capacidad de percibir con los ojos y los oídos del alma -si se me permite expresarme así- se desarrolló por la propia actividad de los seres humanos individuales. Tan cierto como que el ojo, si se abre, percibe un mundo coloreado a su alrededor, donde, de no ser así, había oscuridad, también es cierto que el ojo espiritual se desbloquea mediante un entrenamiento adecuado, de modo que lo que vive en los afectos, en el deseo y en el dolor se hace discernible. La instrucción que conduce a ese desarrollo superior del ser humano es diferente de las lecciones habituales. Nuestra novena conferencia discutirá en detalle lo que generalmente se puede discutir sobre este desarrollo interno públicamente. Quien quiera saber más sobre este desarrollo interno, puede averiguar más sobre eso. Hoy sólo puedo referirme a la novena conferencia. No obstante, hay que sugerir lo más necesario.

La actual civilización externa sabe muy poco sobre esas instrucciones, que el ser humano debe recibir para tener ojos y oídos espirituales. Sólo existe un conocimiento marginal. Sin embargo, justo la cosmovisión espiritual-científica está designada para despertar la comprensión de lo suprasensible porque es un requisito necesario para la cultura. Hoy en día todas las lecciones pretenden llenar la mente y la razón principalmente. Sin embargo, esto significa que se despierta en nosotros un mundo de ideas que está conectado con el mundo sensorial externo. Nuestro conocimiento sensorial externo atrae cada vez más la atención. Sin embargo, esto no es tan necesario; no profundiza en el ser humano, por muy espléndidos que sean los logros de nuestra civilización. En todo momento hubo otra instrucción, una instrucción que no apunta a la expansión externa del mundo sensorial, sino a la profundización del ser del mundo. Os la describo sólo con algunas palabras para dar una idea de ella.

Todo lo que se lee en los escritos científicos de hoy en día ha surgido de la observación sensorial externa. La ciencia considera más o menos como algo que no debe contemplar si no ha surgido por observación externa. Se presupone que el ser humano debe permanecer, tal como es puesto que ya tiene la capacidad de absorber lo que esta ciencia puede ofrecerle. Sin embargo, es completamente diferente cuando se trata de la instrucción, que debe llevar al ser humano a la capacidad de percepción espiritual. En este tipo de escuelas se enseña otra cosa. Al principio, no se entrega al alumno un material de enseñanza que contenga el mayor número posible de conceptos. Más bien, el estudiante acudía a un maestro y éste lo aceptaba si consideraba que su disposición estaba madura para desarrollar los sentidos internos. Entonces no tenía que asumir muchos contenidos nuevos en sí mismo, sino que tenía que convertirse en otro ser humano al principio. No obtenía un libro, ni contenidos especiales, sino los llamados contenidos eternos del pensamiento al principio, algo eterno que se debía a aquellos seres humanos que estaban más avanzados en su desarrollo que los restantes seres humanos civilizados. Tenemos que ponernos de acuerdo sobre lo que entendemos por tales contenidos eternos del pensamiento.

Intentad una vez mirar en vuestra alma y preguntaros: ¿cuánto de las ideas y pensamientos que viven en mí, de los sentimientos y de lo que hay, por lo demás, en mi alma, pertenece a la época y al lugar en que vivo? - Intentad pensar además en lo que mueve vuestra alma desde la mañana hasta la noche, y en lo diferente que sería, completamente diferente, si estuvierais en Moscú en lugar de en Berlín, y si no vivierais a principios del siglo XX, sino a finales del siglo XVIII. Restadle del contenido de vuestra alma, todo lo que habéis sacado así del espacio y del tiempo en el que vivís. Tratad de comprender cuánto de eso que imagináis sería también aplicable a una persona en otro lugar y tiempo. No es mucho. Sin embargo, hay cosas que no sólo se aplican a hoy y a Berlín, sino también a otros lugares y otros tiempos. Si ascendemos en este sentido, detectamos cada vez más que nuestro sentido es conducido, como por un gran guía espiritual de la humanidad, a tales contenidos eternos del pensamiento.

Las escrituras religiosas de todos los tiempos están llenas de tales cosas, que son independientes del espacio y del tiempo. Por mencionar lo más trivial puedo decir que las matemáticas son algo independiente del espacio y del tiempo. Lo que tiene que ver con el tiempo y el espacio es en sí mismo temporal y transitorio. Sin embargo, si el alma se dedica a lo imperecedero, se vuelve eterna e imperecedera y absorbe lo que es inmortal. Por lo tanto, el maestro da contenidos de pensamiento eternos al alma al principio. Los contenidos que sólo se relacionan con el núcleo del alma pueden darse a todo el mundo, indistintamente de que viva en América, en Japón o en África.

Entonces, el alumno debía apartarse del mundo exterior sensual y vivir con aquello que vive como fuerza en él. Con inmensa paciencia, la profundización debía producirse en el interior del alma. El interior humano es algo vivo, y así como de la mera masa celular se ha originado la maravillosa construcción del ojo físico, el ojo espiritual se origina en el alma a partir de los contenidos espirituales imperecederos si se ensimisma de esa manera y vive en la meditación. El ojo físico no estuvo siempre ahí. Se ha originado a partir de la confluencia de las fuerzas físicas externas. El ser humano es capaz de despertar el ojo espiritual en el alma si puede ser desarrollado por los contenidos espirituales. Tales alumnos esperaban y aguardaban con paciencia, tenían que dedicar gran parte del día a sus ejercicios. Había momentos en los que esto era posible. Así, esperaban hasta que las fuerzas internas despertadas por la profundización mental les dieran la percepción de aquello que llenaba el espacio como deseo y pena, como instintos, pasiones e impulsos.

Un ojo físico ve porque la fuente de luz externa lanza rayos sobre un objeto. No se puede ver sin luz. El ojo y la luz van juntos. En el mundo exterior sensorial, el ojo y la luz son dos cosas separadas. En el alma, el ojo espiritual se despierta, y éste es al mismo tiempo la fuente de una nueva luz espiritual. Nosotros mismos debemos emitir esta luz que hace visible lo espiritual que está ante nosotros. Si has recibido la luz interior de esta manera, por el ahondamiento en tu interior y el despertar de la vida interna ligada a ella, tu propio cuerpo astral comienza a brillar desde el interior e ilumina todo en la verdad y la realidad al igual que el sol los objetos. Sin embargo, no ilumináis el mundo exterior, sino lo espiritual que vive en el ser humano como afecto; éste se hace visible por los rayos que vosotros mismos emitís. Así, el ser humano es capaz de hacer discernible para sí mismo lo que no es discernible externamente.

Todos los grandes guías de la humanidad que nos han hablado del alma - no creáis que sólo tenían en mente frases y palabras vacías. No se sabe nada de las profundidades que han movido y causado la cultura humana si se cree únicamente en el mundo de los sentidos. Normalmente se habla desde la visión inmediata. Contemplad, por ejemplo, la relación del alma y el cuerpo tal como acabo de exponerla, entonces debéis deciros a vosotros mismos, esta relación del alma y el cuerpo es tal que algo espiritual penetra en lo corporal que está delante. Tan cierto como que este cuerpo que llamáis vuestro se alimenta desde el exterior con productos alimenticios y, por tanto, es animado y complementado desde el exterior, igualmente cierto es que este cuerpo es animado, penetrado e iluminado por lo espiritual. Si este cuerpo duerme, lo espiritual no está en él al principio, después se separa de él, está fuera de él. Entonces no podemos hablar de que lo espiritual entra en el cuerpo. Un teósofo alemán, un espíritu profundo, caracterizaba esta relación del alma y del cuerpo de una manera maravillosamente atractiva, que sólo se comprende bien si se hacen las exigencias que acabamos de hacer. Este teósofo - se nos permite llamarlo teósofo - habla del sueño, cuando el alma no está en el cuerpo, de una manera peculiar. Dice: "El sueño es la digestión del alma; el cuerpo digiere el alma. Estar despierto significa el estado efectivo del alma - el cuerpo disfruta del alma". Es una comparación maravillosa. Así como uno disfruta de la comida con la absorción de nutrientes, el cuerpo disfruta -piensa este teósofo- del alma, que vive en él. Así como el cuerpo, después de haber disfrutado de la comida, la digiere, el cuerpo digiere en el estado de sueño lo que el alma ha hundido en él. Este dicho de nuestro poeta y teósofo alemán Novalis (seudónimo de Friedrich von Hardenberg, 1772-1801, poeta) es muy hermoso. Con él se puede encontrar una fuente de la más bella sabiduría espiritual-científica. Sólo la visión espiritual-científica del mundo puede entenderlo. Podría enunciar innumerables cosas de la cultura alemana que os mostrarían cómo hablaban los grandes videntes de la humanidad sobre el alma, el cuerpo y su relación entre sí con maestría.

La tercera cosa de la que tenemos que hablar es del espíritu. Resumimos el deseo y la pena, el dolor y la alegría, la pasión, el instinto y la avidez y lo demás bajo el nombre de "alma". Si se pregunta qué es el alma, entonces decimos para empezar, que es aquello que alberga en su interior la existencia viva. Cualquiera que haya recibido una educación como la que acabo de describir puede alcanzar la percepción de esta alma. El espíritu existe no sólo dentro del ser humano, sino también en todo el mundo. Pueden convencerse de ello mediante una actividad de pensamiento muy banal. Todos los seres humanos del mundo piensan, piensan en lo que les rodea. Obtienen el conocimiento del mundo que les rodea con sus pensamientos. Estos pensamientos no sólo son expresión de lo que vive en el mundo exterior, sino también de algo que no vive en el mundo exterior. Si supervisáis el universo, vuestro sentido ve una enorme multitud de estrellas y procesos, y luego viene vuestro reflejo y obtiene un concepto de estas estrellas. Si vuestro sentido ve una gota de agua, vuestro reflejo obtiene un concepto de esta gota de agua. Hablando brevemente, no os conformáis con percibir las cosas; también queréis comprenderlas. Esto es algo diferente de la mera percepción sensorial. Si tenéis un vaso sin agua, no podéis sacar agua de él. Si no hubiera pensamiento ni concepto en el espacio exterior, tampoco se podría sacar de él. Sería ilusorio pensar en el mundo si el mundo no estuviera construido según los pensamientos. La piedra sobre la que piensas y que comprendes debe haberse originado a partir de un pensamiento, de lo contrario el pensamiento no podría salir. Si no quieres meterte en contradicciones absurdas, tienes que admitir que los pensamientos son tan verdaderos en el mundo exterior como los pensamientos en tu cabeza en el interior. Tú piensas, y los pensamientos que viven en ti no son diferentes de los que han construido el mundo.

Así pues, tenemos tres aspectos:


Lo sensorial en el mundo, la existencia material, percibida por los sentidos externos;


El alma que experimentamos y que esa alma, instruida de esa manera de la que he hablado, también puede percibir.


Y el espíritu que asumimos en todo el mundo como aquello que fluye a través de él como un fluido y nos anuncia el ser de las cosas al principio.


El ser humano puede percibir este espíritu en primer lugar donde aparece como tal. Lo que puede percibir es su fisonomía externa, su expresión sensorial. No ve el espíritu en el mundo, sino su expresión sensorial.

El ser humano piensa en el espíritu. En efecto, el pensamiento vive en el mundo, pero el ser humano no puede verlo. Sólo puede pensarlo. Tan cierto como que vosotros mismos pensáis en el mundo y tan cierto como que os formáis un espejo espiritual del mundo, igualmente cierto es que se forma en todo otro ser humano. Este otro ser humano no es sólo deseo y pasión, sino que este espejo espiritual del mundo también vive en él. Uno puede percibir esto con los ojos y oídos espirituales. Es cierto que ese entrenamiento interno del que he hablado produce no sólo la capacidad de percibir el alma del ser humano, sino que el ser humano también puede desarrollar en sí mismo la capacidad de ver los pensamientos de sus semejantes, de comprender y percibir la visión del mundo, el entorno completo. Cuando el ser humano perciba no sólo la representación externa de su pensamiento, sino el pensamiento mismo, cuando sea capaz de abrir sus oídos espirituales al universo, entonces percibirá realmente los pensamientos, el espíritu del mundo. Entonces la estrella se le aparece no sólo como una estrella, sino que la estrella le dice algo. Las piedras, el cristal de roca, por ejemplo, se le aparecen no sólo transparentes, sino que le anuncian su ser. Entonces el ser humano puede enfrentarse a todo de una manera nueva, con tal profundización, como se ha sugerido, que las cosas hablan sonando a su alrededor, le dicen sus nombres más íntimos, nos anuncian su ser.

Los antiguos pitagóricos querían decir esto. Tenían tal formación y se iniciaron en tal escucha del mundo hablando de la música de la esfera. No se trataba de una mera comparación; era la percepción inmediata y la toma de conciencia de lo que por otra parte está oculto detrás de las cosas. Los ojos espirituales dispersan este velo de la naturaleza, y la armonía que se oculta tras este velo comienza a sonar. Goethe también quiere decir eso con sus palabras en el Prólogo en el Cielo (Fausto I). Allí no se lee ninguna frase. Sería una frase si Goethe hablara del sol que suena. Sin embargo, no, él habla: "En la antigua rivalidad con las esferas compañeras el sol sigue cantando su gloriosa canción y completa con hilo de trueno el viaje que le ha sido asignado". Estas palabras suenan desde la música del mundo del espíritu del mundo. Goethe continúa esto más adelante una vez más, donde dice: "¡Escuchad! ¡Escuchad el arrebato de las Horae! En estos sonidos los espíritus oímos el nuevo día que ya ha nacido". Si el ser humano desarrolla esta capacidad, se hace consciente de lo espiritual. Entonces su alma percibe el pensamiento tan claramente como el ser humano habitual percibe su cuerpo.

Cuerpo, alma y espíritu son los tres miembros del ser humano. Al principio es un ser corporal y físico. En su interior vive y se desarrolla la existencia anímica. En ella se refleja el espíritu de todo el mundo -en la medida en que el ser humano puede captarlo- y vive como tercer miembro. Desde el exterior hacia el interior y desde el interior de nuevo hacia el exterior, este es el camino que el ser humano recorre desde el cuerpo a través del alma hasta el espíritu. ¿Qué es lo que nos brinda, en general, la posibilidad de tener una existencia espiritual de este tipo? Esta posibilidad se la debemos al hecho de que podemos vivir en el alma. Vivimos en el deseo y la pena, en el dolor y la alegría, aunque no lo percibamos externamente. También vivimos en nuestro cuerpo, pero lo percibimos también desde el exterior. Hay una diferencia entre estos dos campos de existencia. En la cosmovisión científico-espiritual, se denomina a aquello que uno tiene alrededor de sí mismo al igual que tiene el cuerpo externo alrededor de sí mismo: existencia de la conciencia completa. Nuestra conciencia se combina primero con la existencia corporal. De esta manera, esta conciencia vive sólo en el plano físico y llamamos plano físico, a eso que se extiende alrededor de nosotros a los sentidos. Lo que vive en nuestra alma es diferente. Se lo llama vida, y a esta vida se la llama existencia en el llamado plano astral. Tanto el plano físico como el plano astral son reinos en los que vive el ser humano. En el plano físico, el ser humano es consciente, en el plano astral, sólo vive. Allí forma las cosas que están fuera de él aún no conscientemente. Sin embargo, vive en el mental o astral.

El tercer tipo de existencia es la existencia espiritual. En general, como seres humanos actuales aún no vivimos en ella o, a lo sumo, sólo parcialmente. Sin embargo, mientras nos instalamos en el espíritu, este espíritu se combina con nuestra alma poco a poco. Podríamos decir que esta alma se extiende por todo el entorno, se hace cada vez más grande. Si el ser humano se apodera del mundo exterior, captando lo sensorial y el espíritu del mundo exterior, entonces ya no está confinado en su interior. Entonces sale audazmente de sí mismo y se combina con las cosas que le rodean. Comparad el animal con el ser humano en este sentido. El animal vive, por así decirlo, completamente en el alma. No crea conceptos del entorno. No extiende su alma sobre lo espiritual del mundo. Esta es también la diferencia entre el ser humano y el animal. El animal vive y teje, por así decirlo, en su interior. Sin embargo, el ser humano vuelve a salir de su interior. También podríamos decir que el ser humano se excede a sí mismo (palabra alemana sinónima: sich entselbsten). El ser humano tiene siempre alma, vida interior. Esta vida interior está ahí. Sin embargo, el desarrollo del ser humano consiste en que extiende esta vida interior sobre su entorno, sobre lo que le rodea, sobre el espíritu; se derrama sobre el mundo entero. Si esto sucede, el alma humana se combina con lo eterno del ser humano. Entonces se produce esta unión del alma humana con lo sempiterno, el espíritu del mundo. Cuando tiene lugar esta unión del ser humano con el sempiterno espíritu del mundo, toda esta suma de alegrías y penas cambia, todo este mundo de impulsos, deseos y pasiones en nuestro interior, todo el cuerpo astral del ser humano se vuelve diferente. Ese deseo, esos instintos del ser humano, que obtuvo, cuando surgió de la mano de la naturaleza, que tiene en común con el animal, toda esta vida anímica desaparece y pasa y pertenece como tal a lo transitorio. Tratad de visualizar a su vez lo que vive en tales instintos, sufrimientos y alegrías en el ser humano y cómo esta vida tiene lugar en el ser humano. Están relacionados con lo transitorio.

El ser humano comienza a salir del círculo de lo transitorio. Afina sus impulsos y deseos, sus pasiones, deja de apreciar o disgustar lo que está ligado al lugar y al tiempo. Se eleva a lo que está detrás de las cosas y que sólo está oculto por el velo de lo sensorial. Esto es algo importante si el ser humano comienza a disfrutar no sólo de lo que su ojo le da, sino también de lo que las impresiones de sus ojos traen del mundo espiritual a su alma. Este es un gran momento en el desarrollo humano, cuando el ser humano ya no sigue sólo sus instintos sensoriales, sino que se deja guiar por motivos suprasensibles, por ideas y conceptos morales que no penetran desde el exterior, sino desde el espíritu. Al igual que el cuerpo se entremezcla con el alma, el alma se entremezcla con el espíritu. Considerad al ser humano en ciertas etapas anteriores del desarrollo, allí encontráis su ser físico, que está entremezclado con el alma. Mientras el ser humano se presenta como un cuerpo ante vosotros, realiza su existencia en sus deseos y pasiones. Cada vez llega más de lo suprasensible al alma. Se infiltra con lo espiritual. Este proceso eleva el alma fuera del tiempo y del espacio. Lo que está más allá del tiempo y del espacio es imperecedero, permanece como lo imperecedero en el alma. Por tanto, ves que al igual que el alma está incrustada en un cuerpo, el espíritu está incrustado en el alma. Así como la incrustación del alma en el cuerpo nos remite a un pasado lejano, en el que estaban conectados poco a poco el uno con el otro, la unión del alma con el espíritu apunta al futuro de la humanidad. Esta evolución se produce gradualmente. Al principio tiene lugar de tal manera que el espíritu penetra cada vez más en el alma.

Considerad antes cómo está en el alma el principio de los contenidos espirituales. Imaginad que tenéis un objeto ante vosotros. Lo miráis como un objeto sensorial. Os dais la vuelta: el objeto sensorial ya no está ante vosotros. Sin embargo, tenéis ante vosotros una imagen de este objeto sensorial. A esto lo llamamos la idea del objeto, el recuerdo del mismo en cierto sentido. Esto permanece en el alma. Este es el primer elemento que el espíritu adquiere en el alma como memoria. No podríamos absorber nada del espíritu de nuestro entorno si no fuéramos capaces de saber nada de los objetos cuando ya no están ante nosotros. El primer elemento del espíritu vive en el ser humano. Lo es para los objetos del entorno, así como lo es también para nuestra propia alma. Tened claro en vuestra mente, qué papel juega la memoria en nuestra vida anímica. El animal vive completamente en el presente. Por supuesto, los niveles o grados, que indico, se expresan de forma más extrema de lo que son en la realidad. Los animales también tienen que pasar por un cierto desarrollo espiritual, pero tengo que expresarlo de forma un tanto extrema para representar el asunto mentalmente.

Lo que el animal siente y experimenta en la actualidad es la cuestión central para él. Para el ser humano, la espiritualización de todo su ser significa que es capaz de vivir más allá del presente. Mientras mas llevamos el recuerdo de lo espiritual a nuestro presente, más nos espiritualizamos; así captamos el espíritu en el primer elemento. Cuando recuerdo la experiencia de ayer, tengo lo espiritual delante de mí. El recuerdo es uno de los momentos más importantes para la espiritualización de la vida anímica. La memoria vincula la existencia espiritual-mental que está conectada con lo externo desde el nacimiento hasta el presente. Si no pudiéramos recordar los días pasados, tendríamos solo poco contenido espiritual. Había tribus incluso en el pasado cercano, que carecían de tal memoria. Cada día olvidaban la experiencia del frío, y por eso debían buscar cada noche de nuevo un refugio protector para ellos. Alguien que se esfuerza por un desarrollo superior retoma la memoria y la entrena cada vez más. Aquí comienza la posibilidad de mirar más allá de nuestra existencia transitoria, que está encerrada entre el nacimiento y la muerte.

Imaginaos que os habéis empeñado en traer a la vida el sentido y la razón por medio de la memoria, y en vivir no sólo en el presente, sino en aprender cada vez más a tener toda la vida como un panorama ante vosotros mismos, con la conciencia de que lo que queréis realizar sólo puede brotar de todo vuestro ser temporal. Si este es el caso y si además esto se utiliza de nuevo para despertar las fuerzas internas como lo he indicado hace un momento cuando hablaba de que tenéis que vivir los contenidos del alma por medio de la contemplación, entonces podéis intentar extender la revisión cada vez más lejos, hacerla cada vez más concreta y volver al nacimiento. Podéis hacer esto. Sin embargo, hay que tener una paciencia infinita; seguiremos hablando de estos métodos. Entonces veréis también aquello del interior del alma que no está encerrado entre el nacimiento y la muerte. Entonces aprenderéis a relacionar con otras cosas aquello que actúa dentro de esta vida entre el nacimiento y la muerte. Allí aprendéis a atar vuestro presente con vuestro pasado por la propia consideración en la memoria y a conectar razonablemente el efecto de hoy con la causa de ayer; allí aprendéis a seguir el hilo interior de la causa y el efecto en vuestra alma. Entonces la misma fuerza, que te lleva de vuelta a tu vida actual, te lleva más allá del nacimiento. Gracias a que has aprendido a mirar la causa y el efecto en el alma de forma independiente, experimentas lo que había antes de tu nacimiento, cómo vivías antes de tu nacimiento.

Mediante el desarrollo gradual de este sentido, el ser humano obtiene el conocimiento de sus vidas anteriores. El principio de la reincorporación o reencarnación se convierte en un hecho para él. Agudizando la vista para lo temporal en el mundo interior, alcanzamos la capacidad mental de hacer de la reencarnación un hecho para nosotros. ¿Qué hacemos en este caso? En este caso, penetramos en el alma con aquello que nos conecta con lo espiritual. Allí nuestra vista se extiende hacia el interior. Mientras captamos el espíritu del mundo exterior comprendiendo el mundo exterior, derramamos nuestra alma sobre el mundo exterior y lo extendemos, difundimos la conciencia sobre lo espiritual mismo que viene más allá de nuestro nacimiento. Así, nuestra vista se extiende cada vez más, y así miramos desde lo que está ligado al lugar y al tiempo hasta lo que se sucede en la secuencia de los tiempos. A partir de ahí, tomamos posesión de la esencia del ser humano que es imperecedera y eterna.

El ser humano se espiritualiza cada vez más. La primera etapa es si sale de la alegría y la tristeza y desarrolla sentimientos por lo suprasensible, una especie de alegría y tristeza. Cuanto más desarrolla esto, más se le hace realidad la hermosa frase de Platón: el cuerpo es transitorio porque subsiste con un alimento transitorio; sin embargo, el espíritu es imperecedero porque subsiste con un alimento eterno. - La relación del cuerpo, el alma y el espíritu es así. El cuerpo es pasajero. Lo que se ve del ser humano se entrega a la tierra al morir. Sin embargo, lo que vive como alegría y tristeza en el ser humano, el alma, no se ha originado en el nacimiento, sino que está unida a algo que se extiende más allá del nacimiento. Así, la existencia del alma se extiende más allá de las fronteras del nacimiento y la muerte. Sin embargo, lo que el ser humano absorbe en sí mismo, mientras sale de su alma de nuevo y se combina con el espíritu, conecta esta alma con los manantiales eternos de la existencia. Esto deifica el alma. El alma humana se hace visible fuera del cuerpo. En la medida en que está ligada al cuerpo y es una con él, es algo transitorio. Si el alma se combina con lo espiritual, se vuelve cada vez más eterna e imperecedera. Con ella, llegamos al punto en que comprendemos lo que es el auto conocimiento humano, lo que es la verdadera cognición del interior humano.

Al principio, el ser humano experimenta su alma en su interior pasando por alegrías y penas. Sin embargo, luego esta alma se hace consciente de imágenes que vuelven a desaparecer. Algo que está oculto a los meros sentidos revive. El ser humano tiene como pensamiento desnudo en sí mismo aquello que revive allí en el alma. Sin embargo, él conecta este pensamiento con su alma en el curso de su vida. Aprende a sentir y simpatizar con lo espiritual y, al final, le gusta lo espiritual con placer así como antes sólo le gustaba lo sensorial con placer. El deseo se aplica, en definitiva, a todo lo espiritual. El egoísmo se convierte en el amor desinteresado de lo imperecedero. En el egoísmo, el amor humano se aferra en el alma. Mientras que cuando lo captamos profundamente en el interior como espíritu, nos damos cuenta de que encontramos este yo en todo el mundo restante, que estamos conectados con todo el mundo restante y que así como nacemos de lo físico es tan cierto que nacemos como espíritu en cualquier momento del universo espiritual, del mundo espiritual-divino. Si buscamos nuestro ser superior, que existe como una chispa en nosotros, vemos lo espiritual en todo el entorno. Este es el gran conocimiento de la sabiduría que la filosofía Vedanta resume en el dicho: tat tvam asi - Tú eres eso. - Si el ser humano es consciente de su espíritu y su desarrollo comienza a salir al mundo, entonces su yo se extiende al espíritu del universo, a una existencia de un yo espiritual, y estamos con nuestro propio ser en todas partes. Entonces lo que era mera comprensión se convierte en contenido relacionado con las emociones, y ésta es la verdadera elevación del alma al espíritu, la elevación a la verdadera vida espiritual.

Hay un comienzo de la vida espiritual; que sin embargo, es seco y frío. Hay personas que sólo se enardecen si se trata de algo mental, seres humanos que se alegran y sufren, sólo si se trata de algo mental, dolor y deseo. Dicen que lo espiritual es algo aburrido y frío. Si miran a las estrellas, consideran los pensamientos sobre ellas como abstractos; pero son secos y fríos en su intelecto. Sin embargo, si el alma se apodera del espíritu, sentimos, pensamos no sólo con el universo, porque entonces la vista cambia mediante la razón y la mente hacia la concepción mental de todo el universo. Lo que antes era sólo deseo se convierte ahora en deseo de lo espiritual, lo que era amor en lo mental se convierte ahora en amor de lo espiritual-divino en el mundo. Nuestro sentimiento, que hemos encerrado en nuestro interior, se extiende por todo el mundo. Nuestro yo fluye hacia afuera, y nos volvemos uno con el espíritu que todo lo abarca. Nos perdemos a nosotros mismos y nos encontramos en el espíritu que todo lo abarca. Esto es algo más elevado que el mero pensar. En lo mental, el ser humano tiene la sensación. El espíritu comienza a ser capaz de operar en lo espiritual. Sin embargo, también llegará allí donde alcance el espíritu con la sensación. Entonces él está en la etapa divina. El tiene que subir esta escalera con su propia fuerza de conectar el alma con el espíritu, para que se vuelvan uno. Esta es la verdadera auto consideración. Si captamos el espíritu divino que fluye por el mundo no sólo con la razón, sino también con el corazón -como cuando nos encontramos con un amigo y sentimos calor en el corazón-, entonces penetramos desde la sabiduría de la cabeza, hasta el corazón con su amor por la sabiduría del mundo entero.

Así pues, ascendemos elevando nuestra alma, y conseguimos no sólo conocer nuestro estrecho interior de esta manera, sino que ampliamos nuestro ser y nos encontramos fuera en el mundo. Lo he subrayado a menudo y con frecuencia: Solo mirad vuestro interior, allí encontráis al ser humano divino. No, sólo encontráis en vosotros lo que tenéis en vosotros mismos. Si queréis encontrar más en vosotros, debéis desarrollar primero este ser superior, y lo desarrolláis, extendiendo el ser superior por todo el mundo. Aquellos que aconsejaban el auto conocimiento a un ser humano no se referían al examen ocioso de su interior. Este auto conocimiento se considera tal como lo hemos captado ahora, como un ascenso del alma al espíritu. Entonces el ser humano ya no siente ninguna diferencia entre él y el animal, la planta y la piedra. Un sentimiento general de hermandad universal impregna su corazón. Y entonces, y sólo entonces si el ser humano tiene esto en mente, entiende como último destino del desarrollo de lo corporal-mental a lo mental-espiritual la hermosa palabra del poeta y vidente (Los novicios de Sais de Novalis, 1802) "Alguien logró levantar el velo de la diosa en Sais. - ¿Pero qué vio? Se vio -milagro de milagros- a sí mismo". El científico espiritual añade: encuentra lo divino en su yo, y esto es justamente la teosofía, la sabiduría divina para elevar el corazón, el alma al espíritu, de modo que se logra conectar la sabiduría con lo divino y tener no sólo la comprensión, sino el sentimiento general del mundo divino.




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El objetivo de este blog es publicar en Internet todo el material fuente existente para las transcripciones de las conferencias de Rudolf Steiner de la forma más completa posible, para que este gran tesoro esté disponible para toda la humanidad. Se trata de notas de oyentes, transcripciones de conferencias y, en su mayor parte, transcripciones en texto plano de conferencias estenografiadas, también conocidas como transcripciones en texto plano. De este modo, cualquiera puede comprobar por sí mismo, mediante comparaciones, qué dijo realmente Rudolf Steiner y cómo fue editado (y, por tanto, modificado) en las distintas ediciones. Y por último, pero no menos importante, también encontrarán mucho material inédito. La obra de Rudolf Steiner es de dominio público desde 1996 y, por tanto, pertenece legalmente a toda la humanidad. Él mismo habría elegido una fecha mucho más temprana para la publicación de su obra, como se desprende de los pasajes sobre propiedad intelectual que citamos a continuación; Incluso el período de protección de 30 años que se aplicaba entonces le parecía demasiado largo. ¿Y qué habría dicho sobre el hecho de que 85 años después de su muerte, parte de su obra docente siga inédita y acumulando polvo en los archivos? Él mismo encontró una expresión adecuada para esto: Fue puesto en un ataúd. Este sitio web está destinado a ayudar a liberarlo de este ataúd. "Lo que el hombre puede crear a partir de sus capacidades intelectuales se lo debe a la sociedad humana, al orden social humano. En realidad, no le pertenece. ¿Por qué gestionamos nuestra propiedad intelectual? Simplemente porque la produces; al producirla, demuestras que tienes la capacidad de hacerlo mejor que los demás. Mientras tengas esa capacidad mejor que los demás, gestionarás mejor esa propiedad intelectual al servicio del conjunto. Ahora la gente se ha dado cuenta al menos de que esta propiedad intelectual no se perpetúa sin fin. Treinta años después de la muerte, la propiedad intelectual pertenece a toda la humanidad. Cualquiera puede imprimir lo que yo he producido treinta años después de mi muerte. Puede utilizarlo como quiera; y eso está bien. Incluso estaría de acuerdo si hubiera más derechos en este ámbito. No hay otra justificación para la gestión de la propiedad intelectual que el hecho de que, porque se puede producir, también se tienen las mejores capacidades [...] Será una forma sana de socializar el capital si hacemos fluir en el organismo social lo que hoy se acumula como capital en el derecho de sucesiones, en el surgimiento de las pensiones, del derecho de las manos ociosas, de los derechos humanos superfluos, lo que así se acumula en capital; eso es lo que importa. Ni siquiera hace falta decir que la propiedad privada debe convertirse en propiedad social. El concepto de propiedad no tendrá ningún significado". Rudolf Steiner el 25 de abril de 1919