GA140 Milán 26 de octubre de 1912 la vida entre la muerte y el nuevo nacimiento

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RUDOLF STEINER


 LA VIDA  ENTRE LA MUERTE Y EL NUEVO NACIMIENTO

Estudios sobre el transcurso de la vida entre la muerte y el nuevo nacimiento

Milán 26 de octubre de 1912

1ª conferencia

 

A continuación, me propongo explicarles algunos rasgos de la investigación del mundo espiritual e indicarles cuáles son las consecuencias de tal conocimiento para la vida en su conjunto. Quien tiene la tarea de comunicar a sus semejantes ciertas cosas del mundo espiritual, no puede comprobar con demasiada frecuencia su exactitud y absoluta corrección espiritual. Mi objetivo es impartir algo de tal conocimiento verificado en lo que respecta a la vida del alma entre la muerte y un nuevo nacimiento. Últimamente he podido comprobar las investigaciones que se pueden hacer en este campo. En la segunda parte de la conferencia se expondrán los detalles de estas minuciosas investigaciones. A esto hay que anteponer algunas explicaciones preliminares relativas a la obtención del conocimiento espiritual.

Para acceder al conocimiento espiritual es necesaria una disposición especial del alma, a la que se opone radicalmente la disposición habitual en la vida cotidiana en el plano terrenal. En la vida exterior, sobre todo en la actualidad, el alma se encuentra en un continuo estado de inquietud. A lo largo del día el alma está constantemente expuesta a nuevas impresiones, y al identificarse con estas impresiones vive en un estado de continua inquietud.

Por el contrario, si se quiere penetrar en el mundo espiritual, es necesario que se produzca la serenidad. La primera condición necesaria para ascender al mundo espiritual y comprender las experiencias obtenidas en ese reino es el completo reposo interior y la firmeza del alma. Esta serenidad del alma es más difícil de alcanzar de lo que se cree. Para obtener esa serenidad interior es necesario que cesen toda la ansiedad, toda la excitación y toda la preocupación. De hecho, durante el tiempo que deseamos elevarnos a los mundos superiores deben extinguirse todos los intereses de la vida exterior. Debemos estar como si estuviéramos parados en un punto, decididos a no movernos, para que los acontecimientos del mundo espiritual pasen ante nosotros. En nuestra vida cotidiana en el plano físico vamos de una cosa a otra mientras las cosas mismas permanecen inmóviles. Esto para el mundo espiritual no es así, ya que debemos traer las cosas hacia nosotros, hacia el punto en el que estamos fijados, por medio de nuestra actividad pensante. Debemos, por así decirlo, salir de nosotros mismos, penetrar en las cosas y luego traerlas hacia nosotros desde fuera. Esto puede conducir a experiencias alarmantes para el alma.

Descubriremos que durante nuestra vida normal en la tierra somos capaces de cambiar las cosas, de corregir lo que hemos percibido o hecho mal. En el mundo espiritual esto ya no es así. Allí nos damos cuenta de que las cosas se presentan en un aspecto verdadero o falso según la condición en la que nos encontremos al entrar en el mundo espiritual. Por lo tanto, antes de entrar en el mundo espiritual debe tener lugar toda la preparación para una visión correcta, porque una vez que hemos pasado el umbral ya no estamos en condiciones de corregir, sino que nos vemos obligados a cometer los errores en consonancia con nuestra propia disposición de carácter. Para evitar cometer ciertos errores en el futuro, debemos volver al plano físico, mejorar nuestra disposición, y luego volver al mundo espiritual para hacerlo mejor que antes. De esto se desprende la importancia de una sólida y cuidadosa preparación antes de cruzar el umbral del mundo espiritual.

Lo que he dicho está estrechamente relacionado con el ciclo actual de la evolución humana, pero las condiciones para el alma no siempre fueron como las actuales. En nuestra época, al entrar en el reino del espíritu, deberíamos mas bien temer, que acoger sin mas, la aparición demasiado forzada de un mundo visionario. Cuando comenzamos nuestros ejercicios para elevarnos a los mundos superiores es posible, en efecto, que penetren en nosotros experiencias visionarias. En nuestra época sólo hay una salvaguarda para no cometer errores en presencia de este mundo visionario, a saber, decirse a uno mismo que para empezar sólo se pueden aprender ciertas cosas sobre uno mismo a partir de estas visiones. La aparición de toda una serie de visiones a nuestro alrededor no tiene por qué ser más que el reflejo de nuestro propio ser. Nuestra propia disposición y madurez de alma, todo lo que pensamos y sentimos, se transforman en el mundo espiritual en sucesos que parecen ser realidades objetivas. Por ejemplo, cuando vemos acontecimientos en el mundo astral que nos parecen objetivos, pueden no ser más que el reflejo de nuestras propias virtudes o defectos, o incluso el efecto de un dolor de cabeza. El que busca la verdadera iniciación, especialmente en nuestra época, debe esforzarse por comprender mediante el pensar todo lo que le llega por medio de la experiencia visionaria. Por lo tanto, el candidato a la iniciación no descansará hasta que haya comprendido lo que ha encontrado en el mundo visionario tan a fondo como comprende el mundo físico.

Ahora bien, a medida que nos acercamos a la iniciación, nuestra alma experimenta las mismas experiencias que durante el período entre la muerte y el nuevo nacimiento. Recientemente en mi investigación ocultista surgió la siguiente pregunta. ¿Cuál es la relación entre el mundo visionario que uno puede encontrar a través de la iniciación o como resultado de un desprendimiento del cuerpo etérico debido a un shock, y el reino en el que uno habita entre la muerte y un nuevo nacimiento? Se demostró que cuando dirigimos nuestra atención al tiempo entre la muerte y el renacimiento, encontramos que, dejando de lado el período de kamaloca, vivimos en un mundo objetivo que puede ser comparado con el del iniciado. Sin embargo, esto no debe interpretarse como que inmediatamente después de la muerte no vivimos en un mundo real. Vivimos un mundo absolutamente real. Vivimos allí con aquellos con los que estábamos conectados en la tierra, y las conexiones son muy reales. Pero así como en la tierra recibimos nuestras percepciones por medio de los sentidos, allá después de la muerte las recibimos por medio de visiones.

Consideremos el siguiente caso. Supongamos que después de la muerte nos encontramos en el mundo espiritual con alguien que murió antes que nosotros. Está ahí para nosotros en la realidad, estamos ante él, pero debemos ser capaces de percibirlo, debemos establecer una relación con él en el mundo visionario, al igual que en el mundo físico estableceríamos una conexión con alguien por medio de nuestros ojos y oídos. Sin embargo, ahora nos encontramos con una dificultad que existe en la experiencia del iniciado y también en la vida entre la muerte y el renacimiento. Como se ha explicado anteriormente, el mundo de las visiones al principio sólo presenta un reflejo de nosotros mismos. Cuando un hombre se encuentra con nosotros en el mundo espiritual, aparece una visión, pero al principio esta visión sólo refleja el grado de afecto o antipatía que sentíamos hacia él en la tierra, o refleja alguna otra conexión que hayamos podido tener con él en el pasado. Por lo tanto, podemos encontrarnos en presencia de una persona en el mundo espiritual y, sin embargo, no percibir nada más que lo que había en nuestra propia alma antes de la muerte. Puede ocurrir que nos encontremos con una persona en el mundo espiritual, pero que permanezcamos aislados de ella a causa de los sentimientos de afecto o antipatía que nos envuelven como una nube visionaria. Tales encuentros después de la muerte van acompañados de un profundo sentimiento, de una verdadera experiencia interior, y esto es lo más importante. Podemos sentir, por ejemplo, que no hemos amado a alguien en la tierra tanto como deberíamos haberlo hecho y ahora después de la muerte, a pesar de que estamos en su presencia y deseamos amarlo más, nos encontramos con que sólo podemos aportar tanto afecto como el que teníamos por él en la tierra. Esto es así a pesar de nuestro ferviente deseo de amarlo más y de enmendar lo que no hicimos en la tierra. Experimentamos esta sensación de limitación, esta incapacidad total de desarrollar más las propias fuerzas interiores, como un inmenso peso sobre el alma después de la muerte.

Esto me lleva a algunas de mis recientes investigaciones. Las primeras experiencias durante el periodo de kamaloca en esencia consisten en lo que el alma ha recibido en sus relaciones con sus semejantes antes de la muerte. Después de cierto tiempo tras la muerte, por ejemplo, ya no podemos preguntarnos cómo debemos amar a una persona. Entonces sólo podemos preguntarnos cómo le hemos amado durante la vida terrenal y, en consecuencia, cómo le amamos ahora. Esta condición cambia gradualmente a medida que, después de la muerte, desarrollamos la facultad de percibir el trabajo de los seres del mundo espiritual, de las Jerarquías, en las visiones que nos rodean. Por lo tanto, la situación que he caracterizado sólo se altera como resultado de un sentimiento que se desarrolla poco a poco. Los seres de las Jerarquías están trabajando sobre la niebla que nos rodea; brillan sobre esta niebla como los rayos del sol irradian las nubes. Tenemos que llevarnos un cierto número de recuerdos de nuestra vida antes de la muerte. Nos rodean como una nube y sobre la base de ellos debemos desarrollar la facultad de recibir la luz de las Jerarquías. En general, casi todas las almas de nuestro tiempo están preparadas de esta manera para recibir las influencias de las Jerarquías superiores. Hoy en día cada persona que muere y entra en el mundo espiritual alcanzará la etapa en la que las Jerarquías iluminan la nube de sus visiones.

La influencia de las Jerarquías, esta iluminación que se produce en el transcurso del tiempo, también se altera gradualmente. Cambia de tal manera que experimentamos poco a poco cómo esta irrupción de la luz de las Jerarquías superiores podría atenuar nuestra conciencia. Entonces nos damos cuenta de que la preservación de nuestra conciencia depende de ciertas cosas específicas que ocurrieron antes de la muerte. Por ejemplo, la conciencia de una persona con una disposición anímica inmoral se oscurece más fácilmente. Por lo tanto, es de suma importancia que crucemos el umbral de la muerte con fuerza moral, pues la conciencia moral mantendrá nuestra alma abierta a la luz de las Jerarquías. Recientemente he podido examinar el estado después de la muerte de personas con sentimientos morales y también el estado de aquellas con una disposición inmoral del alma, y en todos los casos se pudo establecer que una persona con una disposición moral del alma era capaz de conservar una conciencia clara y radiante después de la muerte, mientras que aquellas con una constitución inmoral del alma se hunden en una especie de conciencia crepuscular tenue.

Uno podría preguntarse qué importa si después de la muerte una persona cayera en una conciencia tan sombría, porque entonces no sufriría. Incluso escaparía a las consecuencias de su inmoralidad. Este argumento no se sostiene porque, con tal oscurecimiento de la conciencia que es el resultado de la inmoralidad, se conectan las condiciones más terribles del miedo. No hay mayor temor después de la muerte que este oscurecimiento de la conciencia.

Más tarde, después de un cierto período de tiempo, se tienen otras experiencias. Uno compara, por ejemplo, una variedad de personas durante el período entre la muerte y el renacimiento, y encuentra que durante la última fase después de la muerte, además de la disposición moral, la disposición religiosa del alma juega un papel. Es un hecho incuestionable que las almas carentes de pensamientos religiosos experimentan un oscurecimiento de la conciencia como resultado de esta carencia. No puede uno librarse de la impresión que obtiene al observar el estado de los hombres que sólo han tenido pensamientos materialistas. Poco después de la muerte, su conciencia se oscurece, se extingue. Este hecho demuestra que los pensamientos materialistas, por muy convincentes que parezcan, no favorecen el desarrollo humano después de la muerte.

He descrito por tanto dos fases de la existencia después de la muerte. En la primera, se ven los efectos de los principios morales, en la segunda, las consecuencias de las ideas religiosas. A esto le sigue un tercer período que significaría un oscurecimiento de la conciencia para cada alma si no fuera por ciertas medidas cósmicas que impiden este oscurecimiento. Al investigar esta tercera fase habrá que considerar la evolución total de toda la humanidad a través de los diversos ciclos de desarrollo. En los tiempos precristianos los hombres no podían adquirir en la tierra lo que les hubiera dado una conciencia en este tercer período después de la muerte. El hecho de que, sin embargo, tuvieran conciencia durante este tercer período, se debió a que desde el comienzo de la evolución terrestre se otorgaron al hombre ciertas fuerzas espirituales que le permitieron conservar su conciencia. Estas fuerzas, que fueron heredadas por el hombre desde el principio del mundo, fueron preservadas por la sabia guía de los líderes iniciados. Debemos tener en cuenta que en los tiempos precristianos todos los diversos pueblos del mundo recibían las influencias de los Santuarios de Iniciación, y había muchas formas en las que la vida espiritual fluía desde los Misterios hacia los pueblos.

A medida que la evolución humana se acerca al Misterio del Gólgota, estos impulsos se debilitan aún más. Una prueba externa de esto puede verse en el advenimiento del gran Buda en los tiempos precristianos. Un examen cuidadoso de las enseñanzas de Buda no revelará ninguna información real sobre la naturaleza del mundo espiritual. De hecho, el mundo espiritual se caracteriza negativamente en la enseñanza del Nirvana, y sin embargo es cierto que Buda exigía a quien buscaba entrar en el mundo espiritual que se liberara de todo apego al mundo físico. Pero en el conjunto de las enseñanzas de Buda no encontramos ninguna descripción detallada del mundo del espíritu, como sí ocurre, por ejemplo, en las enseñanzas de los brahmanes que aún contienen las tradiciones de la antigüedad. Hay que destacar que los hechos referidos se manifestaron en diversos pueblos hasta el momento en que los griegos experimentaron el significado del Misterio del Gólgota. Debido a que la conciencia, durante el período de la civilización griega, estaba atenuada entre la muerte y el renacimiento, los griegos, que lo sabían, experimentaban el mundo espiritual como el reino de las sombras. En la tierra el hombre podía crear belleza, arte, condiciones sociales armoniosas a partir de sus propias fuerzas, pero era incapaz de adquirir en el mundo físico lo que le habría proporcionado una luz durante la tercera fase de la vida después de la muerte.

Esto está relacionado con el hecho de que en la época griega la humanidad había llegado a un punto de la evolución en el que las antiguas fuentes de tradición se habían agotado. No podía procurarse con sus propios poderes en el mundo físico las fuerzas necesarias después de la muerte para mantener la conciencia descrita. En este punto de la evolución, la humanidad tuvo que recibir del exterior el impulso por medio del cual podría ganar conciencia durante esta tercera fase. El hombre había perdido el poder de heredar la conciencia entre la muerte y el renacimiento, pero podía recuperarlo volviendo sus pensamientos a lo que había ocurrido en el Misterio del Gólgota. La cuestión es la siguiente. Lo que pudo experimentarse en la época griega durante el Misterio del Gólgota iluminó la conciencia de los hombres en la tercera fase entre la muerte y el renacimiento. La comprensión del Misterio del Gólgota es el impulso de la conciencia en el tercer período después de la muerte.

Si consideramos ahora el período grecolatino, podemos decir que para la primera fase después de la muerte la disposición moral del alma era el factor determinante; para la segunda, la inclinación religiosa; pero para la tercera, la comprensión del Misterio del Gólgota era de primordial importancia. Quien no había adquirido esta comprensión sufría una extinción de la conciencia en el tercer período después de la muerte, tal como lo experimentaron los griegos anteriormente. El Misterio del Gólgota significa la reanimación de la conciencia del hombre precisamente durante el período intermedio entre la muerte y el renacimiento. La antigua herencia espiritual que la humanidad había perdido le fue devuelta a través de este acontecimiento, por lo que, debido a las condiciones que prevalecían en la vida de los hombres, tuvo que producirse el acontecimiento de Cristo. A medida que la evolución progresaba, la humanidad recibía continuamente nuevos poderes. Durante la primera etapa de la evolución cristiana fue la comprensión del Misterio del Gólgota, tal como lo relataron los que habían vivido en esa época, y como se transmitió por medio de la tradición, lo que dio el poder de mantener la conciencia en la tercera fase después de la muerte. Hoy en día, como resultado del mayor desarrollo de las facultades del hombre, vuelve a ser necesaria una nueva relación, tanto con el Misterio del Gólgota como con el ser Cristo.

Si buscamos comprender la esencia del alma en nuestro tiempo, debemos darnos cuenta de que lo más profundo de la naturaleza del hombre puede penetrar hoy en día hasta el conocimiento del ego. Tal comprensión no era posible en épocas anteriores. Entre los seres humanos en general encontramos este acercamiento al ego en las formas más burdas de egoísmo. Se manifiesta en una gran variedad de grados hasta llegar al estadio del filósofo. Al estudiar la filosofía contemporánea, se encontrará que sólo se alcanza un punto de vista seguro cuando se habla del ego humano. En la época precristiana, cuando el hombre intentaba obtener un conocimiento del mundo, dirigía su atención a los fenómenos exteriores; en otras palabras, para filosofar salía de sí mismo. Hoy el hombre mira hacia dentro, hacia su interior, y sólo ahí, cuando encuentra el yo, encuentra un punto de referencia firme. Basta con mencionar al gran Fichte y al filósofo contemporáneo Bergson. Ambos coinciden en que el hombre sólo encuentra una medida de paz interior si descubre el ego. La razón de ello radica en el hecho de que en épocas anteriores la humanidad no pudo llegar por sus propios medios al conocimiento del ego. Esta experiencia le fue otorgada durante la época grecolatina a través del Misterio del Gólgota. El Cristo dio a la humanidad la certeza de que una chispa de lo divino habita en el alma humana. Sigue viviendo en el hombre, en aquel que no sólo se ha hecho carne en sentido físico, sino que se ha hecho carne en sentido cristiano, y eso significa haberse convertido en un "yo". La posibilidad de reconocer lo divino en una individualidad humana, es decir, el Cristo, se oscurece cada vez más en nuestra época. Esto se debe a que el hombre de hoy penetra cada vez más en su yo personal y busca encontrar la chispa divina cada vez más en sí mismo. Hemos visto que en el siglo XIX esta forma de ver el ego se intensificó hasta el punto de negar la divinidad de Cristo. Lo divino se entendía simplemente como algo abstracto en el conjunto de la humanidad. Así, por ejemplo, el filósofo alemán David Friedrich Strauss sostenía que no había que reconocer al único Cristo histórico, sino a la naturaleza divina que anima a toda la humanidad. Entonces, la Resurrección sólo significa lo que se manifiesta en toda la humanidad como el despertar del Espíritu Divino.

Por eso, cuanto más busque el hombre lo divino en su interior, más perderá la comprensión del Misterio del Gólgota. Toda la tendencia del pensamiento moderno es buscar el reflejo de lo divino exclusivamente en el hombre. Por eso, obstáculos cada vez mayores impiden reconocer que lo divino se encarnó en una personalidad. Esto tiene consecuencias reales para la vida entre la muerte y el nuevo nacimiento. Si ya en el período grecolatino el hombre no era capaz por sus propias fuerzas de mantener su conciencia en el tercer período después de la muerte, entonces es aún más difícil en nuestro tiempo debido al egoísmo general y filosófico que prevalece. En nuestra época actual, durante la tercera fase después de la muerte, el alma se crea obstáculos aún mayores en su nube de visiones que en la época grecolatina.

Si se considera la evolución de la humanidad en tiempos más recientes sin prejuicios, hay que reconocer que San Pablo dijo: "No yo, sino el Cristo en mí". Pero el hombre moderno dice: "Yo en mí, y el Cristo en la medida en que pueda admitirlo". El Cristo sólo es válido en la medida en que puedo reconocerlo a través de mis propios poderes de razonamiento."

 En nuestro período actual sólo hay una forma de mantener una conciencia clara durante la tercera fase después de la muerte, es decir, llevando ciertos recuerdos de la vida anterior a nuestra existencia después de la muerte. De hecho, durante este período tendríamos que olvidarlo todo, a menos que fuéramos capaces de aferrarnos a un recuerdo en particular. Si hemos experimentado en la tierra una comprensión de Cristo y del Misterio del Gólgota y hemos establecido una relación con ellos, esto implantará en nosotros pensamientos y fuerzas que mantengan nuestra conciencia durante este período después de la muerte. Los hechos muestran claramente que existe la posibilidad de recordar después de la muerte lo que se ha comprendido en la tierra en relación con el Misterio del Gólgota.

Una vez que hayamos adquirido ideas y sentimientos sobre el Misterio del Gólgota, podremos recordarlos después de la muerte, y también lo que está relacionado con ellos. En otras palabras, después de la muerte debemos llevar nuestra conciencia a través de un abismo, y esto se hace por medio de la comprensión del Misterio del Gólgota que hemos ganado en la tierra. Con este conocimiento obtenido de nuestra memoria durante este período, podremos cooperar en la corrección de las faltas que llevamos en nuestra alma como resultado de nuestro karma. Sin embargo, si no hemos desarrollado una comprensión y realización profunda de las palabras "No yo, sino el Cristo en mí", entonces nuestra conciencia se extingue y con ella la posibilidad de mejorar nuestro karma. Otros poderes deben encargarse de corregir nuestros defectos que deberían ser corregidos por nosotros de acuerdo con nuestro karma.

Naturalmente, con cada nuevo nacimiento todo hombre regresa a la tierra, pero es importante si la conciencia se ha extinguido o si ha permanecido intacta a través del abismo. Si llegamos a este período después de la muerte con un conocimiento del Misterio del Gólgota, somos capaces de mirar hacia atrás y recordar que con todo lo que es esencialmente humano en nosotros, hemos venido de Dios. También experimentamos que hemos sido capaces de salvar nuestra conciencia debido a nuestra comprensión del Misterio del Gólgota, y que podemos desarrollar aún más nuestra conciencia al contemplar este Espíritu que ahora se acerca a nosotros. Entonces llegamos a un punto durante esta tercera fase después de la muerte en que podemos recordar y decirnos a nosotros mismos que hemos nacido del Espíritu, ex Deo nascimur. Quien ha alcanzado una determinada fase de la iniciación nunca experimenta la verdad de las palabras "he nacido del Espíritu Divino" tan poderosamente como cuando se transpone a este punto concreto. En este momento, toda alma que ha desarrollado una comprensión del Misterio del Gólgota lo experimenta. El significado de las palabras, ex Deo nascimur, se realiza cuando se sabe que su plena profundidad sólo se experimentará cuando el alma haya alcanzado el período medio entre la muerte y el renacimiento.

Cuando uno conoce estos hechos objetivamente, desearía que más personas de nuestro tiempo supieran que la esencia de estas palabras sólo puede entenderse tal como se describe arriba. Este dicho se ha convertido en un lema dentro de nuestro movimiento espiritual-rosacruz precisamente para despertar lo que debe vivir dentro del alma entre la muerte y un nuevo nacimiento.

No sería difícil interpretar esta explicación como una opinión preconcebida a favor del modo de vida cristiano. Si este fuera el caso, tal punto de vista sería totalmente antroposófico. La ciencia espiritual adopta una posición objetiva frente a todos los credos religiosos y los estudia con igual interés. Los hechos que se han expuesto aquí sobre la importancia del Misterio del Gólgota no tienen nada que ver con ninguna forma de cristianismo confesional. Son simplemente realidades ocultas objetivas. Sin embargo, se ha acusado a nuestro movimiento espiritual occidental de que hablamos por una marcada preferencia por el cristianismo en comparación con otras religiones. Sin embargo, aquí el Misterio del Gólgota es tratado de la misma manera que cualquier hecho tangible de la ciencia natural. Decir que el Misterio del Gólgota no debe situarse como un acontecimiento único en la evolución de la humanidad porque otras religiones no serían capaces de reconocer este hecho, demuestra una completa incomprensión. Consideremos lo siguiente. Hoy tenemos los libros religiosos sagrados de la India y una moderna concepción del mundo occidental. Hoy en día en Occidente enseñamos el sistema copernicano, y nadie sugeriría que no deberíamos enseñar la teoría copernicana porque no está contenida en los libros sagrados de la India. Por la misma razón, nadie puede objetar la enseñanza del Misterio del Gólgota porque no se encuentra en los escritos religiosos de los antiguos hindúes.

De ello se desprende lo infundado del reproche de que las explicaciones que aquí se dan sobre el Misterio del Gólgota provienen de una preferencia por el cristianismo. Nosotros nos ocupamos de hechos objetivos, y si se pregunta por qué nunca modificaré en lo más mínimo la importancia que se le da al Misterio del Gólgota, las razones anteriores nos darán la respuesta.

No estudiamos la ciencia espiritual por curiosidad, ni por un deseo abstracto de conocimiento, sino para proporcionar al alma una forma necesaria de alimento. Mediante la comprensión del Misterio del Gólgota, damos al alma la posibilidad de desarrollar los sentimientos que necesitará para atravesar el abismo entre la muerte y el renacimiento, tal como se acaba de describir. Quien ha comprendido que el alma después de la muerte puede sufrir una pérdida de conciencia, tan pesada de soportar en todos los ciclos futuros del tiempo, buscará todas las oportunidades para llevar el Misterio del Gólgota a la comprensión de sus semejantes.

Por esta razón, la comprensión del Misterio del Gólgota es uno de los hechos más importantes que debemos aprender a través del estudio de la ciencia espiritual.

Cuanto más avancemos en nuestra época actual, más se verán obligadas las diversas religiones a aceptar los hechos que hoy hemos presentado. Llegará el tiempo en que los seguidores de las religiones china, budista y brahmánica comprobarán que no es más contrario a su religión aceptar el Misterio del Gólgota que aceptar el sistema de Copérnico. En el futuro se considerará una especie de egoísmo religioso si este hecho no es admitido por las religiones que no son cristianas.

Notaréis que en nuestras consideraciones hemos llegado al Misterio del Gólgota aunque nuestro punto de partida eran las condiciones entre la muerte y el renacimiento. No se pueden dar más que algunas indicaciones en relación con un ámbito como el que hemos tratado aquí, pero he querido al menos comunicarles algunos de los resultados de mis investigaciones más recientes.

Como la próxima conferencia estará relacionada con la presente, probablemente haremos un breve repaso de lo que se ha dicho aquí, y luego pasaremos a otras consideraciones. 

Traducido por J.Luelmo julio2021

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El objetivo de este blog es publicar en Internet todo el material fuente existente para las transcripciones de las conferencias de Rudolf Steiner de la forma más completa posible, para que este gran tesoro esté disponible para toda la humanidad. Se trata de notas de oyentes, transcripciones de conferencias y, en su mayor parte, transcripciones en texto plano de conferencias estenografiadas, también conocidas como transcripciones en texto plano. De este modo, cualquiera puede comprobar por sí mismo, mediante comparaciones, qué dijo realmente Rudolf Steiner y cómo fue editado (y, por tanto, modificado) en las distintas ediciones. Y por último, pero no menos importante, también encontrarán mucho material inédito. La obra de Rudolf Steiner es de dominio público desde 1996 y, por tanto, pertenece legalmente a toda la humanidad. Él mismo habría elegido una fecha mucho más temprana para la publicación de su obra, como se desprende de los pasajes sobre propiedad intelectual que citamos a continuación; Incluso el período de protección de 30 años que se aplicaba entonces le parecía demasiado largo. ¿Y qué habría dicho sobre el hecho de que 85 años después de su muerte, parte de su obra docente siga inédita y acumulando polvo en los archivos? Él mismo encontró una expresión adecuada para esto: Fue puesto en un ataúd. Este sitio web está destinado a ayudar a liberarlo de este ataúd. "Lo que el hombre puede crear a partir de sus capacidades intelectuales se lo debe a la sociedad humana, al orden social humano. En realidad, no le pertenece. ¿Por qué gestionamos nuestra propiedad intelectual? Simplemente porque la produces; al producirla, demuestras que tienes la capacidad de hacerlo mejor que los demás. Mientras tengas esa capacidad mejor que los demás, gestionarás mejor esa propiedad intelectual al servicio del conjunto. Ahora la gente se ha dado cuenta al menos de que esta propiedad intelectual no se perpetúa sin fin. Treinta años después de la muerte, la propiedad intelectual pertenece a toda la humanidad. Cualquiera puede imprimir lo que yo he producido treinta años después de mi muerte. Puede utilizarlo como quiera; y eso está bien. Incluso estaría de acuerdo si hubiera más derechos en este ámbito. No hay otra justificación para la gestión de la propiedad intelectual que el hecho de que, porque se puede producir, también se tienen las mejores capacidades [...] Será una forma sana de socializar el capital si hacemos fluir en el organismo social lo que hoy se acumula como capital en el derecho de sucesiones, en el surgimiento de las pensiones, del derecho de las manos ociosas, de los derechos humanos superfluos, lo que así se acumula en capital; eso es lo que importa. Ni siquiera hace falta decir que la propiedad privada debe convertirse en propiedad social. El concepto de propiedad no tendrá ningún significado". Rudolf Steiner el 25 de abril de 1919