GA312 - Dornach, 28 de marzo de 1920 - Proceso de aromatización en la planta y el proceso olfativo.

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 RUDOLF STEINER

La Ciencia Espiritual y la Medicina


Dornach, 28 de marzo de 1920

 

OCTAVA CONFERENCIA : 

Proceso de aromatización en la planta y proceso de olfacción - Proceso de formación de sal en la planta y degustación - Metamorfosis del organismo humano: olfacción, degustación, visión, pensamiento, asociación, digestión, procesos de excreción a través de los intestinos y los riñones, ideación - Proceso de respiración, proceso de formación de sangre y linfa - Corazón como sintetizador.

El modo de expresión que utilizamos para abreviar o simplificar un poco nuestras ideas, cuando decimos cuerpo etérico, cuerpo astral, etc., puede remontarse a la impronta de estos cuerpos superiores en el ámbito de las funciones físicas. Hoy en día, la gente no está muy dispuesta a relacionar las expresiones en el ámbito de las funciones físicas con los fundamentos espirituales de la existencia. Pero esto debe hacerse si se pretende que el pensar y la forma de concebir la medicina se impregnen de la Ciencia Espiritual. Por ejemplo, será necesario estudiar en detalle la forma exacta de la interacción entre lo que llamamos cuerpo etérico y lo que llamamos físico. Habéis aprendido que esta interacción actúa en el hombre y acabamos de tratar de su entrada en una especie de desorden en relación con la influencia del cuerpo astral. Pero la misma interacción se produce también en la naturaleza extrahumana.

Piensen bien en esto hasta su conclusión, y luego consideren que están contemplando profundamente la relación entre el hombre y la naturaleza. El hombre está rodeado -elijamos esto para empezar- por toda la flora terrestre en sus múltiples especies, que percibe a través de sus diferentes sentidos. Se puede admitir al menos la posibilidad de una interacción entre la flora y todo lo que contiene nuestra atmósfera terrestre, en primer lugar, y todo lo que se encuentra fuera de esta esfera terrestre, en las regiones planetarias y astrales, en segundo lugar. Al considerar la flora, supongamos que la superficie terrestre está aquí - entonces podemos decir que las plantas nos remiten a las regiones atmosféricas y astrales (en el sentido literal de un señalamiento a las estrellas, a lo extra-telúrico). E incluso, al margen de la investigación oculta, podemos percibir intuitivamente un intercambio vivo entre lo que se manifiesta en la floración y el fruto, y lo que fluye en ellos desde todo el amplio universo. (Por supuesto que aquí hay que hacer uso de cierta intuición; pero como ya he señalado, no se llegará muy lejos en medicina sin intuición). Supongamos que, habiendo comprendido la interacción cósmica externa, volvemos a pensar en nuestro propio ser interior. Allí también encontraremos una cierta relación con lo que nos rodea. Así como lo etérico y lo físico están estrechamente unidos en el mundo vegetal, debemos suponer un cierto parentesco entre esta unión y la forma de conexión de lo etérico y lo físico en el hombre mismo.

¿Cómo podemos entonces hablar concretamente de esta relación de lo etérico con lo físico? Desde el punto de vista abstracto, podemos decir que lo etérico está más cerca de lo astral que de lo físico; porque lo etérico está abierto a las fuerzas de lo alto. Pero debemos esperar también alguna relación entre lo etérico y lo físico. Por lo tanto, debemos tomar este parentesco de dos lados y buscar algo que nos guíe hacia él. Intentaré hacerlo de la manera más concreta posible.

Caminen por una avenida de tilos en flor y traten de visualizar lo que sucede al pasar entre los árboles, envueltos en el aroma de las flores de tilo. Dense cuenta de que algo está ocurriendo entre esta fragancia de los tilos en flor y, por así decirlo, las ramificaciones nerviosas en sus órganos olfativos. Al dirigir su pensamiento consciente a este proceso de percepción, se dan cuenta de una cierta apertura o liberación de la capacidad de oler, que se encuentra con el aroma de la flor de tilo. Y se llega a la conclusión de que tiene lugar un proceso mediante el cual una esfera interna de uno mismo se abre para encontrarse con algo exterior, y que las dos se combinan de alguna manera para producir algo en virtud de su parentesco interno. Así pues, deben decir que lo que se difunde en el aire como aroma de los tilos -surgido sin duda de una interacción entre las flores y todo el entorno extraterrestre al abrirse hacia él- es sentido interiormente por ustedes a través de su sentido del olfato. Ahí tienen, sin duda, algo que pasa del cuerpo etérico al astral, pues de otro modo no podrían percibirlo, y sólo habría el mero proceso de la vida. La propia percepción del olfato proclama la participación del cuerpo astral. Y lo que revela el parentesco con el mundo externo, muestra simultáneamente que la producción de la dulce fragancia de las flores de tilo es el proceso inverso al que tiene lugar en vuestros órganos olfativos. La fragancia que fluye de las flores muestra la interacción de la planta-etérica con el elemento astral que la abraza y llena el universo circundante. Así que en nuestro sentido del olfato tenemos un proceso que nos permite participar en la relación entre la vida vegetal de la tierra y el elemento astral fuera de la tierra.

Tomemos ahora el sentido del gusto y, como ejemplo, algo no muy diferente al olor de la tila, pero que atrae a otro sentido, digamos el sabor del regaliz o de las dulces uvas maduras. Aquí estamos ante un proceso de nuestro órgano del gusto que contrasta con el del olfato. Saben ustedes lo estrechamente relacionados que están; y también se darán cuenta de la semejanza entre lo que ocurre funcionalmente en los dos casos. Pero, al mismo tiempo, deben comprender que el gusto es un proceso mucho más orgánico e interno que el olfato. El olfato es una actividad mucho más superficial; una participación en procesos extrahumanos ampliamente difundidos en el espacio. Pero eso no sucede con el gusto. El gusto revela ciertas propiedades inherentes a las propias sustancias y, por tanto, estrechamente entrelazadas con la materia. Se puede saber más de la calidad interna de las plantas por el gusto que por el olfato. Acudan a su intuición y ésta les ayudará a saber que todo lo relacionado con la solidificación de la materia en las plantas, y todo lo que se revela en los procesos orgánicos de solidificación, se revela si probamos el contenido de la planta. La naturaleza esencial de la planta se defiende contra la solidificación y esto se manifiesta en la tendencia de las plantas a ser fragantes. Así que realmente no se puede dudar de que el gusto es un proceso asociado a las relaciones de lo etérico y lo físico.

Ahora comparen el olfato y el gusto. Al reaccionar ante el mundo vegetal a través de estos dos sentidos, se experimenta la doble relación que tiene lo etérico con lo astral, por un lado, y con lo físico, por otro. Si se estudian estos dos procesos del gusto y del olfato, se entra literalmente en lo etérico, o en su expresión. Allí donde se producen en el hombre, hay una revelación física de lo etérico en su doble relación con lo físico y lo astral. Cuando examinamos lo que ocurre en los actos del gusto y del olfato, vivimos, por así decirlo, cerca de la superficie del hombre. Nuestra tarea hoy en día es superar la visión abstracta y mística y acercarnos a la captación concreta de la verdad espiritual, para que una verdadera ciencia pueda ser fecundada por la ciencia espiritual. ¿De qué puede servir a la gente escuchar el discurso perpetuo sobre la necesidad de captar lo divino en el hombre, si sólo entiende por ello una divinidad puramente abstracta? Este método de aproximación sólo se vuelve provechoso si podemos considerar ejemplos concretos en detalle, y rastrear, digamos, la interiorización de los procesos externos. Por ejemplo, si rastreamos en el olfato y el gusto el elemento etérico que es externo, pero que está relacionado con el hombre, percibimos, en lo que es, quizás, el más tosco de nuestros procesos sensoriales superiores, la interiorización de los procesos externos. Es sumamente importante para nuestra época ir más allá de las meras nociones abstractas y místicas.

Ahora bien, ustedes son plenamente conscientes de que en la naturaleza todo proceso tiende a pasar a otro, a metamorfosearse en algún otro proceso. Tomemos como ejemplo lo que acabamos de decir, que el sentido del olfato está situado más bien en la superficie de nuestro organismo, mientras que el del gusto está más hacia el interior (hablamos aquí con referencia al mundo vegetal). Ambas actividades de los sentidos se producen dentro del etérico, que se abre al astral por un lado y se solidifica en el físico por otro. El sentido del olfato se extiende hacia el exterior, hacia el olor evanescente de las flores, mientras que el del gusto vive en el proceso que se opone a la aromatización, e interioriza lo que externamente produce la solidificación. Cuando examinamos detenidamente el olfato y el gusto, descubrimos que en ellos lo exterior y lo interior se funden, por así decirlo.

Pero en la naturaleza, todos los procesos se funden en otros. Consideremos de nuevo las cualidades aromáticas de las plantas, a través de las cuales, en cierto sentido, tienden a alejarse de la solidificación y a la difusión, incluso por así decirlo, yendo más allá de sus límites en el esfuerzo hacia lo activo -el término no profesional- en la atmósfera, de modo que ésta lleva en sí misma algo de la existencia de la planta en el aroma. Los espectros de las plantas siguen ligados al aroma. ¿Qué sucede realmente cuando la planta vierte sus espectros perfumados en el aire, frustrando el proceso de solidificación, y enviando desde las flores algo que tendía a convertirse también en flores? Simplemente un proceso de combustión retenido. Si se imaginan ustedes la posterior metamorfosis de esta actividad aromática, llegan a la conclusión de que se trata de una combustión retenida. Comparen el proceso de combustión propiamente dicho con la aromatización de las plantas. Son dos metamorfosis de la misma unidad. Incluso diría que la combustión es una aromatización a otro nivel.

Veamos ahora qué hay en las plantas para que se produzca el sabor. Es más profundo y no insta a la dispersión de las fuerzas formativas en el aire como un espectro, sino que las reúne para que puedan ser utilizadas para construir la estructura interna. Si se sigue esta actividad formativa con el gusto, se llega al proceso que se encuentra por debajo de la solidificación en las plantas, es decir, a la salificación, que es una metamorfosis, en otro nivel, de la solidificación. En las plantas, por tanto, encontramos una extraña metamorfosis. El proceso aromático dirigido hacia arriba es, en cierto sentido, una combustión en suspensión, que puede conducir a las etapas iniciales de la combustión, ver diagrama 16(pues los procesos de eflorescencia son procesos de combustión). Mientras que en la tendencia hacia abajo se tiene la solidificación y la salificación, y lo que se saborea es algo que se retiene en el camino hacia la salificación. Pero si la sustancia salina se deposita en los tejidos de la propia planta, es algo que ha ido un paso más allá del camino de la formación de la planta; la planta ha presionado el fantasma de su forma hasta su ser real.

Aquí tenemos la "proporción" para encontrar remedios y se arroja luz sobre todo el reino vegetal porque ahora se empieza a comprender lo que ocurre allí. Debo subrayar de nuevo que esta consideración de los hechos concretos es lo único que puede ayudarnos.

Para encontrar el siguiente paso, sólo hay que recordar que siempre que sea posible, y por motivos de oportunismo en un sentido más elevado, enlazaré lo que tengo que explicar con las ideas actuales. De este modo, deberíais estar en condiciones de construir el puente entre lo que la ciencia espiritual es capaz de dar y lo que enseña la ciencia externa. Naturalmente, el contenido de los párrafos siguientes podría exponerse de forma más estrictamente espiritual-científica. Pero conectaré mis observaciones con las ideas habituales de la ciencia moderna, porque existen. El fisiólogo de hoy se atiene al material que tiene delante; el científico espiritual no necesita este material delante de él de la misma manera, pues no utiliza el método de la disección. No hay que imitar los métodos que sobrevaloran la inspección anatómica, pero hay que contar con el hecho de que han sido utilizados y que sus resultados han sido establecidos desde hace tiempo. Sólo cuando las ciencias naturales hayan sido fecundadas en cierta medida por las ciencias espirituales, dejarán de emplearse.

Examinemos la estrecha relación, de la que la ciencia espiritual dará la clave, entre el proceso que tiene lugar dentro del ojo, y los procesos del olfato y del gusto - particularmente de este último. Comparemos las ramificaciones del nervio del gusto en los tejidos vecinos, con el nervio óptico dentro del globo ocular. El parentesco es tan estrecho que difícilmente podríamos evitar buscar una analogía con el proceso del gusto, si quisiéramos una caracterización interna del proceso de la vista. Por supuesto, el nervio del gusto no se continúa en nada parecido a la estructura altamente intrincada del ojo, que se sitúa delante de la retina, y por lo tanto la vista es en muchos aspectos diferente.

Pero lo que comienza como el proceso de la vista, tras el maravilloso instrumento del ojo físico, tiene una estrecha relación interna con el proceso del gusto. Quiero decir que en el acto de ver, estamos realizando una degustación transformada, metamorfoseada porque los procesos orgánicos del gusto se complementan con los procesos debidos a la intrincada estructura del ojo. En cada uno de nuestros sentidos, debemos distinguir entre aquello que nuestro organismo aporta al mundo exterior y lo que el mundo exterior aporta a nuestro organismo. Debemos fijarnos en el proceso interno que tiene lugar cuando la sangre corre hacia la coroides del ojo, donde el organismo trabaja en el ojo. Este proceso es más pronunciado en ciertos animales, que no sólo tienen nuestro aparato ocular, sino también el pecten y las apófisis xifoides. Ahora bien, estos últimos son órganos de la circulación sanguínea que empujan el yo hacia el interior del ojo, mientras que en nosotros, el yo retrocede dejando el globo ocular libre hacia el interior. Pero por medio de la sangre, todo nuestro organismo trabaja a través del ojo en todo el proceso de la visión. Y allí, dentro del proceso de la visión, está presente la degustación transmutada. Por lo tanto, podemos llamar a la vista degustación metamorfoseada. Y en nuestro diagrama (ver Diagrama 16), tenemos que poner la vista como degustación metamorfoseada por encima del gusto y del olfato.

Los procesos del gusto y de la vista corresponden a algo externo que coopera con algo interno. Así, el proceso del gusto debe metamorfosearse hacia arriba; la vista es la metamorfosis superior del gusto. Ahora bien, también debe haber una metamorfosis complementaria hacia abajo del proceso del gusto, sumergiéndose en la esfera corporal inferior. En el proceso visual nos elevamos al mundo exterior; el ojo está encerrado en una cavidad ósea, pertenece al exterior; es un órgano muy externo, construido de acuerdo con el mundo exterior. Ahora pasamos a la dirección opuesta e imaginamos la metamorfosis del proceso del gusto hacia abajo, hacia las profundidades del organismo. Aquí llegamos al polo opuesto del sentido de la vista; encontramos, por así decirlo, lo que corresponde en la parte inferior al proceso visual en la parte superior del cuerpo. Y esto arrojará mucha luz sobre nuestras investigaciones posteriores.

Al trazar la metamorfosis del proceso del gusto hacia abajo, encontramos la función digestiva.

Sólo se puede llegar a una comprensión interior de esta función, reconociéndola, por una parte, como una continuación metamorfoseada del proceso del gusto, y por otra, como el completo polo opuesto del proceso exteriorizado de la vista. Pues el sentido visual exteriorizado te permite reconocer lo que en el mundo exterior que te rodea corresponde a la digestión, de la que la digestión es una interiorización orgánica. Por otro lado, te das cuenta de hasta qué punto la digestión debe ser llamada afín al proceso del gusto. No es posible comprender las actividades más íntimas de nuestro organismo, en la medida en que se concentran en el proceso digestivo, a menos que visualicemos ese proceso completo de la siguiente manera: la buena digestión se basa en la capacidad de degustar con todo el tracto alimentario, y la mala digestión es el resultado de una incapacidad de todo el tracto para llevar a cabo esta función de degustar.

Recordemos ahora que el proceso que estamos considerando se divide en gusto y olfato. Como hemos señalado, el gusto está más implicado en las relaciones de lo etérico con lo físico: y el olfato, en cambio, en las de lo etérico con lo astral. La continuación del proceso del gusto hacia abajo en el organismo está igualmente bifurcada. Esto aparece en la tendencia de la función digestiva hacia la excreción fecal, mientras que por otro lado, tenemos la excreción a través de los riñones en forma de orina.

Las dos bifurcaciones, superior e inferior, son exactamente complementarias. Hay dos polos opuestos, uno que se divide hacia arriba en el gusto y el olfato, mientras que hacia abajo tenemos la división en la digestión propiamente dicha, y en aquella función que se separa de la mera digestión y se basa en la actividad más íntima de los riñones y es accesoria a su trabajo en el cuerpo.

De este modo es posible considerar todo lo que ocurre dentro de nuestro cuerpo, limitado por la superficie de nuestra piel, como una región externa introvertida. Toda continuación hacia arriba conduce al mundo exterior; el hombre se abre al exterior en esta región.

Ahora podemos seguir el asunto de otra manera. Hay, de nuevo, una facultad en nosotros que vive en nuestra alma, pero que está ligada al organismo, no ligada ciertamente en ningún sentido materialista, sino en ese sentido peculiar que conocéis por otras conferencias. Pues en el pensar y en la formación de "representaciones" [Ed: El término "representación" traduce mejor el Vorstellung alemán que la traducción habitual "idea", que es ambigua]. (véase el diagrama 16) tenemos un ver metamorfoseado, una vez más vuelto hacia dentro en cierto sentido.

Consideren por un momento cuántas de las representaciones que utilizan en el pensar son simplemente continuaciones de imágenes visuales; ¡comparen por un momento la vida anímica del ciego o del sordo congénito con la suya! En el pensar tenemos una continuación interiorizada del ver. Y podemos incluso encontrar luz sobre la notable interacción entre la anatomía de la cabeza y el cerebro, y el proceso del propio pensamiento. (Cuando examinamos cuidadosamente nuestros procesos del pensar, especialmente la conexión entre los poderes de combinación y asociación y la estructura cerebral, nos encontramos con formaciones que se asemejan a una transformación del nervio olfativo. Así que podemos decir que, desde un punto de vista interno, nuestro pensar discontinuo y analítico es muy parecido a su contraparte, al acto de ver. Pero la combinación de "cosas vistas", la asociación de representaciones, se asemeja al olfato en su formación orgánica interna. Este contraste se expresa de manera notable en la estructura anatómica del cerebro.

Así, encontramos el pensar y la representación como un extremo de una metamorfosis. ¿Qué puede considerarse entonces como el proceso complementario interiorizado? Recordemos que el poder de la representación puede ser calificado como una visión transformada; algo que se exterioriza en la vista y se irradia hacia el interior en el pensamiento. En el pensar tratamos de invertir nuestra visión, por así decirlo, y dirigirla de nuevo hacia el organismo. Por lo tanto, su polo opuesto será un proceso que no intente de ninguna manera dirigir hacia el interior, sino dirigir hacia el exterior. Este polo opuesto es el proceso de evacuación - la conclusión de la digestión. (Ver Diagrama 16). Así, la evacuación se convierte en la contraimagen de la representación. Aquí tenéis en un aspecto más íntimo lo que ya he tratado desde el punto de vista de la Anatomía Comparada, cuando intenté mostrar la estrecha relación entre las llamadas capacidades mentales (espirituales) del hombre y el proceso regulado o no de excreción; basando mi argumento en la estructura anatómica y en la existencia de la flora de los intestinos.

Aquí está la misma verdad revelada por otro enfoque. En el pensamiento tenemos una continuación interna de la vista, y en la evacuación una continuación externa de la digestión. Remítase ahora a lo que dijimos antes, que el proceso de aroma en las plantas es una combustión suspendida, y su solidificación un proceso de sal suspendida. Esto arroja de nuevo luz sobre lo que tiene lugar dentro del cuerpo. Sólo que debemos tener claro que se produce una inversión. En la representación, tenemos el sentido de la vista invertido y vuelto hacia dentro, mientras que en la esfera corporal inferior hay una inversión hacia el exterior. Así que tenemos que reconocer la relación del proceso superior con la salificación y del inferior con la combustión, o con el "fuego". (Véase diagrama 16). Por lo tanto, si se aplica al hipogastrio un remedio adecuado que contenga aromatización y combustión suspendida en las plantas, se le ayudará y aliviará. A la inversa, si aplicáis a la parte superior del hombre lo que tiende a retener o a interiorizar el proceso de sal en la planta, daréis ayuda también en esta esfera. Esta regla tendremos que discutirla y aplicarla en detalle.

Así, todo el mundo externo puede reaparecer en nuestro interior humano. Y cuanto más profundamente interno sea el proceso, mayor será la necesidad de encontrar su análogo externo. Debemos ver algo muy parecido a los procesos aromáticos y de combustión -pero afín en el sentido de la polaridad- en las actividades de los órganos digestivos, especialmente de los riñones. También en la región superior, desde los pulmones hacia arriba, pasando por la laringe hasta la cabeza, debemos ver algo relacionado con la tendencia a la formación de sal en la planta; todo esto tiende a la salificación en el hombre. Incluso podríamos decir, o más bien podemos decir, que si una vez hemos adquirido un conocimiento de las diferentes formas en que las plantas absorben y recogen la sal, sólo tenemos que buscar sus analogías en la organización humana. Hoy hemos tratado esto en general, y pasaremos a considerarlo en detalle.

Con esto tenemos un principio básico para toda la fitoterapia. Tienen una imagen general de todo el proceso de acción y reacción mutua entre el mundo interior y el exterior. Pero ya podrá ver algunas aplicaciones específicas. Tomemos, por ejemplo, algunos de los olores que, incluso como tales, están relacionados con el sabor, de modo que pueden experimentarse plenamente si la planta no sólo se huele, sino que se mastica. Entonces encontramos una síntesis de olor y gusto, de aroma y sabor, como por ejemplo en la melisa o la hiedra terrestre. En estos casos encontramos que en el olor ya hay un elemento de salificación; hay una colaboración entre las tendencias salinas y aromáticas. Y esto es una indicación de su correspondencia en el organismo, una indicación de que el bálsamo, por ejemplo, es adecuado para los órganos externos y el pecho, mientras que formas tan fragantes como la tila o la flor de rosa son afines a lo que se encuentra en lo profundo del abdomen o en la vecindad de la pared abdominal.

Todos los órganos y funciones de nuestra esfera superior, en las regiones de las actividades del olfato y del gusto, están entrelazados con un proceso vital, que puede denominarse así en un sentido más profundo, es decir, la respiración (véase el diagrama 16). Busquemos la actividad complementaria polar; debe ser algo que se ramifica del proceso digestivo, antes de que la digestión pase a la evacuación, y ser la contraparte polar de la "representación". Sin embargo, debe ser algo orgánicamente adyacente al proceso de la digestión, así como la respiración es orgánicamente adyacente al proceso del olfato y del gusto. Así pues, encontramos la contrapartida de la respiración en los procesos linfáticos y sanguíneos, en el proceso de formación de la sangre y, sobre todo, en lo que se ramifica y empuja hacia el interior desde la digestión, es decir, los procesos de las glándulas linfáticas y órganos similares que contribuyen a la formación de la sangre. Aquí hay, pues, dos procesos polares; uno que se ramifica desde el sistema digestivo, el otro desde los procesos sensoriales más externos; uno, la respiración, en la segunda línea detrás de los órganos sensoriales; y el otro situado justo delante de donde el proceso digestivo lleva a la excreción: el proceso de la sangre y la linfa. Es notable cómo, partiendo de los procesos reales, llegamos a una visión de todo el ser humano, mientras que en la medicina actual el hombre es estudiado sólo desde los órganos, considerados externamente. Aquí, sin embargo, partimos de los procesos e intentamos comprender a la persona individual a partir de la relación total entre el hombre y el mundo exterior. Encontramos interacciones que describen directamente las actividades etéricas en el hombre; y éstas han sido nuestro objeto de estudio hoy. Y los dos procesos de la respiración y la formación de la sangre se encuentran de nuevo en el propio corazón humano. Todo el mundo exterior (incluido el hombre) aparece como una dualidad que está encerrada en el corazón, y en él se esfuerza por alcanzar una especie de equilibrio.

Así llegamos a un cuadro notable, el cuadro del corazón humano, con su carácter interiorizador, su síntesis de todo lo que actúa desde fuera en nuestro cuerpo. En el exterior, en el mundo, hay un análisis, una dispersión, de todo lo que se reúne en el corazón (Ver Diagrama 17). 

Aquí se llega a una concepción importante que podría expresarse así: Se mira al mundo, se mira al horizonte y se pregunta: - ¿Qué hay en este entorno exterior? ¿Qué es lo que actúa hacia adentro desde la periferia? ¿Dónde puedo encontrar algo en mí mismo que sea afín? Si miro en mi propio corazón. encuentro, por así decirlo, el cielo invertido, el polo opuesto. Por un lado tienes la periferia, el punto extendido hasta el infinito, por otro tienes el corazón, que es el círculo infinito concentrado en un punto. El mundo entero está dentro de nuestro corazón. Para usar una ilustración, tal vez un poco cruda: - Imagínense al hombre de pie mirando hacia las extensiones infinitas del mundo; tal vez de pie en una colina alta, mirando hacia afuera y alrededor. Y supongan que se pone en el corazón humano el más pequeño enano imaginable. Traten de darse cuenta de que lo que el enano ve dentro del corazón es la imagen invertida completa del universo, contraída y sintetizada. Esto es tal vez puramente una imagen, una especie de imaginación. Pero si se concibe correctamente y se toma, puede funcionar como una imagen reguladora ordenada, un principio regulador, que es capaz de guiarnos y de ayudarnos a combinar correctamente nuestros logros aislados de conocimiento.

La mayor parte de los fundamentos de nuestros estudios e investigaciones especiales ya han sido establecidos, y serán la base para responder a las numerosas preguntas que me habéis dirigido.

Traducido por J.Luelmo.mar.2022

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