GA176 Berlín, 10 de julio de 1917-Las dificultades del auto-conocimiento

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RUDOLF STEINER

Las dificultades del auto-conocimiento



Berlín 10 de julio de 1917

Hoy me gustaría seguir examinando ciertas cuestiones elementales sobre las que construir la visión más amplia que se debatirá hoy y en la próxima conferencia.

Es natural que una persona, que durante su vida comienza a sentir su yo, comienza por así decirlo a despertar conscientemente en su yo, quiera alcanzar la comprensión y la claridad sobre ese yo y su relación con el mundo. En la actualidad existe un fuerte anhelo y también un esfuerzo generalizado por alcanzar tal discernimiento. A medida que la gente experimenta este anhelo de claridad sobre su propio yo, se encuentra con los numerosos escollos y peligros que conlleva la búsqueda del autoconocimiento. Las personas tienden a asumir que buscan una entidad más o menos simple. La suposición de que el yo humano es bastante sencillo ha causado mucha desilusión y ha hecho que la gente se vuelva hacia el tipo de guía que se encuentra en los escritos de Ralph Waldo Trine y otros, una guía buscada por muchos hoy en día debido a la creencia de que al ahondar en su ser interior llegarán a conocerse mejor a sí mismos y obtendrán más perspicacia y seguridad en la vida. Lo que en realidad experimentan es que al emprender ese camino su autoconocimiento disminuye en lugar de aumentar. Si soportan esta desilusión, ya de por sí difícil de soportar, las trampas y los peligros se hacen aún mayores.

Conviene tener claro, al menos en principio, por qué es tan difícil alcanzar el autoconocimiento. No existe un camino sencillo y directo que permita alcanzar el autoconocimiento. El ser, el yo, puede descubrirse, o al menos buscarse, a través del pensar, a través del sentir y a través de la voluntad. Ya sea que se intente alcanzar la experiencia en el reino del pensar, en el reino del sentir o a través de la voluntad, siempre se tiene la impresión de que a través de estos poderes del alma uno debe acercarse a su ser interior.

Una persona puede al principio intentar un camino por medio de su vida de pensamiento, es decir, intentar representarse el yo a sí misma. Especialmente las personas con inclinaciones filosóficas se han convencido en los últimos años de que éste es un camino seguro. Dirán: Aquello que reconozco como yo sigue siendo, desde el nacimiento hasta la muerte, la misma entidad. Si miro hacia atrás en mi memoria, veo que siempre soy el mismo. Sin embargo, esta afirmación se contradice a diario para todo ser humano normal, como he señalado a menudo. Entre el sueño y la vigilia, la persona normal no tiene ningún medio de saber cómo son realmente las cosas que conciernen al yo. No tiene ninguna observación externa del yo durante el sueño. El yo que se representa a sí mismo sólo puede relacionarlo con los momentos en que estuvo despierto; durante el sueño se rompe la cadena de acontecimientos externos de su vida. Esto es bastante fácil de ver. Por lo tanto, el que cree que el yo vive en sus pensamientos, de tal manera que realmente puede encontrarlo allí, debe reconocer que se borra cada vez que duerme, al menos en lo que respecta a su conciencia. Algo que se sumerge en la oscuridad y se vuelve imperceptible cada noche no puede considerarse que tenga una existencia segura.
De manera, que la persona que busca su yo por el camino del pensar puede, en un sentido filosófico, tener una imagen suficientemente clara de su yo, pero no le ofrecerá mucha satisfacción. Aunque por simple reflexión no reconozca que la imagen mental de su yo se desvanece cada noche, no puede darle ningún sentimiento de seguridad real. Su ser interior en su conjunto, al parecer más sustancial que la mera ideación, pronto le hace tomar conciencia del carácter insatisfactorio del yo meramente representado. Lo que se encuentra por este camino en la búsqueda del yo está, por así decirlo, demasiado enrarecido. Pero, ¿por qué es así?

Hay que entender que no es nada fácil encontrar el tipo de ideas que expresen e iluminen verdaderamente los hechos de la vida espiritual. La razón es simplemente que nuestro hablar, nuestro lenguaje causa la mayor dificultad. A menudo uno se siente como enredado en una telaraña lingüística cuando reflexiona y lucha por encontrar las palabras adecuadas. El inconveniente del enfoque meramente filosófico es la dificultad que uno tiene para liberarse de las restricciones impuestas por el lenguaje. Y aparte de esa lucha está el sentimiento de insatisfacción ante lo que el habla es capaz de transmitir, sobre todo cuando se busca el yo a través de la actividad mental de formar imágenes del pensamiento. Pronto se experimenta esto cuando se estudia a filósofos que tienen mucho que decir sobre el yo. Se tiene la sensación de que sus pensamientos están demasiado enrarecidos, son demasiado débiles, y uno se queda con una sensación de irrealidad e inseguridad. Hay gente que cree que porque uno es capaz de pensar el yo, este pensamiento es en sí mismo una garantía de que el yo atravesará el portal de la muerte hacia el mundo espiritual. Pero la vida de sentimientos de uno le dice que si el yo se extingue cada noche, entonces es factible que también se extinga al morir. Este sentimiento es uno de los escollos que nos hace sentir inseguros. Pero, ¿Cuál es su causa?

Uno aprende a conocer la verdadera naturaleza del yo, que en la vida del pensamiento ordinario sólo se vislumbra, cuando es capaz de compararlo con el yo que se puede descubrir a través de la ciencia espiritual. Este yo no se extingue en el sueño, aunque sí lo haga la conciencia ordinaria. Hay que admitir que, desde cierto punto de vista -nótese bien, sólo desde cierto punto de vista-, hay algo de verdad en lo que dicen "algunos filósofos como Ernst Mach: que el yo no puede salvarse porque es algo irreal. Ellos sostienen que todas las múltiples experiencias que tenemos a lo largo de nuestra vida se encadenan como perlas, y debido a ello nosotros derivamos de ellas la imagen del yo, pero esto no es una realidad. Tales filósofos consideran al yo como un mero pensamiento y no ven ninguna razón por la que un pensamiento deba ser considerado como poseedor de existencia real. Sin embargo, en nuestra vida mental no conocemos otro yo que la difusa entidad que se extingue cada vez que nos dormimos. Este yo es sólo como una imagen en la mente. La pregunta que debemos hacernos es: A la luz de la ciencia espiritual, ¿Qué es esa imagen mental del yo?
La ciencia espiritual revela que la imagen mental que comúnmente tenemos de nuestro yo no es en absoluto idéntica a la que encontramos a través de la ciencia espiritual. Este descubrimiento es de la mayor importancia. El yo del que nos formamos una imagen mental está privado en la presente encarnación de vida interior efectiva. Basándonos puramente en este yo, no podríamos decir en verdad: "Yo existo ahora, en este momento". La imagen mental que tenemos de nuestro yo no es garantía de que existamos ahora, en el presente. Existe el peligro constante de que, de algún modo, una combinación de imágenes mentales esté conjurando el yo. Ésa es la incertidumbre; por eso sentimos que lo que tenemos delante es una mera imagen y no una realidad. ¿Por qué experimentamos así nuestro yo interior? Porque el yo del que nos formamos una imagen mental contiene ya fuerzas para nuestra próxima encarnación. En esta vida debe existir necesariamente en la forma en que lo encontramos. Cuando nos representamos el yo, se trata de una fuerza que no pertenece a esta vida, sino de una fuerza que sólo evolucionará en nuestra próxima encarnación. Es comparable a una planta que, si pudiera sentir la semilla que lleva dentro, dijera: "Esta semilla en realidad no soy yo; es la planta que no crecerá hasta la próxima primavera". Del mismo modo, en lo que representamos como nuestro yo vive la fuerza que evolucionará en nuestra próxima encarnación. Tiene que existir como lo hace, porque si quisiéramos que se convirtiera en algo más en la encarnación actual, se desarrollaría demasiado pronto y no podría permanecer como una semilla hasta nuestra próxima vida. Por lo tanto, el yo que representamos en los pensamientos debe permanecer débil; no puede estar activo ahora, porque tiene que conservar las fuerzas semilla para la próxima encarnación.

Comprenderás la importancia de este hecho. Cuando se habla de ello de esta manera abstracta, su inmensa importancia puede no ser inmediatamente evidente. De lo que estamos hablando es de algo sombrío, que pertenece a la próxima encarnación. Si bien no puede desarrollarse en esta vida, puede enriquecerse de modo que pierda su carácter sombrío; de lo contrario, sigue siendo insatisfactorio y se experimenta como un mero punto, por así decirlo, más allá del cual no es posible progresar. Pero el problema es cómo enriquecer ese yo que se siente como un punto.

No se consigue nada simplemente meditando en uno mismo, pues a lo único que se llega es a lo que en esta encarnación es un mero punto, una semilla para la próxima vida. No importa con cuánta fuerza, con cuánta mística se cavile hacia el interior, o qué bellos preceptos uno se fije, no se llega al yo. En la forma en que este yo que representamos en el pensamiento vive dentro de nosotros en esta encarnación, en realidad no nos pertenece. Mientras dura esta encarnación, en realidad pertenece al mundo. A partir de lo que vemos interiormente como imagen mental de nuestro yo, el mundo preparará para nuestra próxima encarnación lo que entonces estará activo en nosotros. Por eso, este yo sólo puede enriquecerse a través de nuestras experiencias del mundo. Cuando nuestros amigos me han pedido que escriba algo en su álbum, a menudo, en los casos en que era apropiado, he escrito: "Para encontrarte a ti mismo, busca en el mundo; para encontrar el mundo, busca en ti mismo".

Para encontrarse a sí mismo, es decir, para dotar a la propia vida de pensamiento de un contenido más rico y vivo de lo que es posible en la vida ordinaria, hay que ampliar la propia observación y profundizar en la propia experiencia del mundo. Sin embargo, a este respecto las observaciones sensoriales ordinarias no son de ninguna ayuda, porque también pertenecen a la encarnación presente. También dependen del cuerpo físico que se abandona con la muerte. Debemos hacer observaciones de otro tipo, debemos ser capaces de entrar en los aspectos más sutiles de la vida. Sólo podemos enriquecer el cuadro mental de nuestro yo siendo conscientes de algo más que de los aspectos obvios de la vida. Debemos dejar de pensar de la manera abstracta que tanto se aprecia hoy en día. Para enriquecer el yo hay que esforzarse en buscar las conexiones más ocultas de la vida. Les ruego que no malinterpreten esta observación. Buscar las conexiones ocultas de la vida se consideraría hoy una búsqueda inútil porque la gente no se esfuerza por enriquecer el yo. Todo lo que preocupa a la gente moderna son los tipos de pensamientos que describen acontecimientos externos o que son útiles para alguna acción. Pero estas cosas sólo tienen relación con la encarnación actual. Para enriquecer el yo, debemos convertir en un fin en sí mismo la búsqueda de las conexiones ocultas de la vida. Debe convertirse en una búsqueda íntima de la que no esperamos otro resultado que el de enriquecer nuestra vida interior, es decir, enriquecer la imagen mental de nuestro yo.
Se esperan ciertas cosas del hombre en la actualidad y es importante que se ocupe de acontecimientos de la vida que, aunque aparentemente remotos e inconexos, sin embargo están relacionados entre sí. Es importante que reflexionemos sobre el tipo de conexiones más profundas que deben buscarse, por así decirlo, bajo la superficie de los acontecimientos de la vida. A alguien que sólo se preocupe de los aspectos superficiales, tales conexiones le parecerán extrañas. Sin embargo, se comprobará que enriquecemos el cuadro de pensamiento de nuestro yo cuanto más logramos descubrir enigmas de la vida que, aunque remotos, hablan con fuerza a nuestra vida anímica. Tales conexiones no son tan fáciles de explicar o señalar como lo es señalar y explicar la razón obvia por la que una piedra se calienta cuando un rayo de sol incide sobre ella. Pero cuanto más contemplamos las conexiones ocultas de la vida, más fuerte se hace la sensación de que crecemos junto con la imagen mental de nuestro yo, de que crecemos junto con la vida interior que llevará esa imagen a la siguiente encarnación.

¿A qué tipo de conexiones me refiero? Me refiero a unas muy reales, concretas, excepto que normalmente no les prestamos atención. Les daré un ejemplo: Un clérigo conoció una vez a una mujer gitana con su hijo, que estaba sucio y descuidado. Desde el estallido de la Guerra Mundial los gitanos prácticamente han desaparecido, pero quien los conozca sabrá también que son personas a las que les importan muy poco muchas cosas, una de las cuales es la limpieza. Los niños gitanos suelen estar cubiertos de capas de suciedad, pero aparte de la limpieza estos niños están privados de muchas otras cosas. El clérigo, que era una persona bondadosa, quiso salvar a este niño desamparado. Le dijo a la madre que reservaría una suma de dinero para el cuidado y la educación del niño, para que pudiera crecer y convertirse en una persona respetable. La intención del clérigo era realmente la mejor. La gitana, cuya vida normal era la mendicidad, naturalmente habría aceptado de buen grado un regalo. Sin embargo, su respuesta no fue sólo significativa, sino una negativa. Sus palabras exactas fueron que no educaría a su hijo ni permitiría que lo educaran, porque su modo de vida era más feliz que todos los conocimientos científicos, toda la reputación y la estima mutua y todas las demás supuestas ventajas de la cultura. Este incidente fue relatado por el mismo hombre que conoció a la gitana, Fercher von Steinwand. Ustedes lo conocerán por mi libro "El enigma del hombre", (GA20). En su excelente artículo sobre los gitanos describe el suceso. Y es algo que bien pueden creer quienes, como yo, conocen a los gitanos y cómo viven. Muchos gitanos lo creen. Realmente están convencidos, como dijo la gitana, de que toda la cultura, toda la educación y el aprendizaje, todo el respeto y la estima que buscan otras personas, le hacen a uno mucho menos feliz que la vida elemental básica del gitano, la vida de un hijo de la naturaleza.

La respuesta de la gitana es muy reveladora. Uno puede, por supuesto, aceptarlo como un simple hecho de la vida; la mayoría de la gente lo hace. Pero también se puede descubrir en esas opiniones el tipo de conexiones ocultas en la vida de las que yo hablaba. A alguien puede ocurrírsele -como a Fercher von Steinwand- que la opinión de otra persona está extrañamente relacionada con la de la gitana. Se trata de un hombre de cultura y erudición que, sin embargo, se planteó la pregunta de si la cultura hace a los seres humanos felices o menos felices en la vida. Presentó su respuesta en un largo y erudito tratado, pero en esencia era la misma que la dada por la gitana. El hombre era Rousseau y el tratado en el que expresa la misma opinión que el gitano fue premiado por la Academia de Ciencias de París. Aquí se ve una extraña conexión entre fenómenos muy dispares. La convicción sentida por la gitana, Rousseau la elabora en un artículo científico que le hizo famoso e influyente. El sentimiento, el punto de vista, era el mismo en ambos casos, con la única diferencia de que la gitana no escribió un tratado científico al respecto ni fue premiada por la Academia de Ciencias.
Este tipo de cosas ocurren muy a menudo en la vida, pero pasan desapercibidas. Si uno se acostumbra a examinar, desde distintos puntos de vista, cuestiones que normalmente se miran desde un solo punto de vista, descubre puntos de referencia sorprendentes, como en el caso de Rousseau y la gitana. La vida es extraordinariamente polifacética, y entrar en sus diversos aspectos significa enriquecimiento y fortaleza para el yo, en el sentido que se ha explicado. Si se buscan esas conexiones que normalmente pasan desapercibidas, entonces el yo que sólo tenemos como imagen se fortalece. Ser consciente de este hecho es de inmensa importancia. Al buscar esas conexiones ocultas en la vida, uno contempla el mundo en lugar de cavilar sobre sí mismo. Además, se descubrirá que nuestro pensar, es decir, la formación de imágenes mentales -una actividad conectada con el yo- se vuelve más móvil, más vivo. Como consecuencia, a uno se le ocurren muchas más cosas que antes, lo cual es de gran importancia, porque mucha insatisfacción con la vida, e incluso mala salud, es causada por el hecho de que se nos ocurren tan pocas cosas. En cambio, si adquirimos la capacidad de ver nuestras experiencias vitales desde muchos puntos de vista, buscando hilos conductores entre acontecimientos distantes, fortalecemos nuestro yo y nos enfrentamos mejor a la vida. Por eso es perjudicial toda educación que sólo introduce pensamientos y puntos de vista unilaterales. Les daré un ejemplo que entra en la misma categoría que el anterior.

Mucha gente abraza el llamado panteísmo, que como saben siempre he rechazado. Tales personas dirán: Buscamos el espíritu en todas partes. ¡Espíritu! ¡Espíritu! Todo es espíritu y con eso están satisfechos. Hoy en día esto se llama a menudo panpsiquismo porque la gente no tendrá nada que ver con el teísmo. A menudo lo he comentado señalando que no se llegaría muy lejos si este planteamiento se aplicara al mundo físico. Corresponde a alguien que pasea por un prado y, en lugar de nombrar las flores individuales como lirios o tulipanes, etc., se limita a decir "flores, flores", que es una abstracción de todas ellas. Del mismo modo, también es una abstracción hablar nada más que de espíritu, espíritu y siempre espíritu, y sin embargo rechazar el conocimiento de los espíritus individuales reales. Cuando se habla de Ángeles, Arcángeles y Archai como de seres individuales con existencia espiritual propia y definida, tal como se habla de seres individuales en el mundo físico, se suele rechazar. Sin embargo, hay una tendencia en el hombre a pensar de forma panteísta, a simplificarlo todo, a buscar siempre abstracciones. Por eso es tan interesante el ejemplo relacionado con la gitana, porque ilustra que buscar abstracciones por todas partes es, en cierto modo, un rasgo gitano.

La persona que tuvo la experiencia con la gitana se encontró con otro gitano que, con buen apetito, estaba comiendo carne de un animal que había encontrado muerto en un campo. Los gitanos no piensan en comer animales muertos que encuentran por casualidad, ni sufren ningún efecto nocivo. La persona que encontró al gitano comiendo, quiso inculcarle que no se comen animales que se encuentran muertos, sino sólo animales que han sido sacrificados. Y aquí el gitano mostró su inclinación por las abstracciones diciendo: Bueno, el animal que estoy comiendo fue sacrificado por Dios. - Así que ya ven, al igual que los panteístas aplica el concepto de Dios a todo. Naturalmente, si el punto de vista, el pensamiento de uno es panteísta, se debe asumir que un animal encontrado muerto debe haber sido sacrificado por Dios, y no puede haber objeción a comer lo que Dios ha sacrificado.
Se pueden encontrar conexiones más amplias y menos obvias entre las experiencias de la vida que vitalizan la imagen mental de nuestro yo: Seguramente, todo lo que se requiere es la capacidad de combinar hechos. Pero eso es muy abstracto. Lo que quiero decir es algo mucho más vivo, algo que se relaciona con la capacidad de combinar hechos como un organismo vivo se relaciona con una máquina.

Cuando nos esforzamos por enriquecer nuestro yo uniendo y relacionando hechos dispares, tomamos conciencia de una fuerza que ya vive en nosotros, pero que pertenece a nuestra próxima encarnación. Es fácil engañarse pensando que el yo se enriquece rumiando dentro de uno mismo. Eso es una ilusión. Lo enriquecemos adentrándonos en aspectos de la vida que yacen bajo la superficie, y fomentando verdaderamente la capacidad de ponderar y reflexionar sobre la vida, en lugar de estar meramente ensimismados en nosotros mismos. Hay que asir la vida con amor y estar dispuesto a buscar la relación entre acontecimientos remotos sin otro propósito que enriquecer el yo y hacerlo más fuerte. El intento puede hacerse con las situaciones más ordinarias de la vida; las oportunidades están ahí todo el tiempo. Hay que intentar que las experiencias cotidianas reverberen en esas conexiones ocultas. Por supuesto, hay que ser realista y no leer en esas conexiones cosas que no contienen ni tratar de adquirir más conocimientos a través de ellas. Ese no es el propósito; lo que importa es su efecto en nosotros, permitiéndonos experimentar una fuerza que vive en nosotros en esta vida en forma de pensamiento, cuya realidad sólo se hará evidente en nuestra próxima encarnación.

Cuando tomamos conciencia de esas conexiones ocultas, surge la posibilidad de que seamos conscientes no sólo de que la imagen mental de nuestro yo es el fundamento de nuestra próxima encarnación, sino también de cómo existe entre la muerte y el nuevo nacimiento. Esto requiere una mayor conciencia de cómo nos adaptamos a la vida y, de hecho, de cómo las personas en general se adaptan y afrontan la vida. También en este caso, los aspectos más evidentes no son los más importantes para alcanzar la sensibilidad interior que nos permite ser conscientes de cómo existimos entre la muerte y el nuevo nacimiento. La comprensión que se pretende alcanzar de los seres y acontecimientos del mundo espiritual debe buscarse de formas más sutiles de lo que es habitual hoy en día. La vida en el mundo físico es completamente diferente de la vida en el mundo espiritual. No es realmente sorprendente que, tal como son, nuestros pensamientos, sentimientos e impulsos de voluntad ordinarios no puedan aplicarse al mundo espiritual, que requiere un enfoque mucho más delicado.
Para fortalecer y enriquecer nuestra vida de pensamiento, hay que esforzarse por descubrir las conexiones ocultas entre los acontecimientos, como he descrito. Pero para la conciencia del yo tal como vive entre la muerte y el nuevo nacimiento; de hecho, para la conciencia del reino en el que estamos entre la muerte y el nuevo nacimiento, es necesario que estas conexiones estén relacionadas con los propios seres humanos. De hecho, la vida ofrece muchas oportunidades para que se descubran esas conexiones ocultas. Y si se advierten y se tratan con la sensibilidad necesaria, pronto se descubrirá que se está en el camino correcto. Desgraciadamente, debido a que las palabras que hay que utilizar necesariamente se toman con demasiada frecuencia en un sentido materialista, surge una cierta dificultad cuando se intenta explicar cosas de esta naturaleza. Lo ilustraré con un ejemplo.

Lo que quiero explicar puede observarse mejor en el caso de personas que en toda su disposición tienen lo que podría decirse que es una vida interior onírica; no es que sean soñadores completos, pero su vida anímica tiene una cualidad onírica. Esta cualidad es más pronunciada en las personas que viven en países hacia el hemisferio oriental. Cuanto más hacia el oeste se va, menos revelan los seres humanos en sí mismos esas conexiones sutiles que apuntan al reino espiritual oculto que he indicado. Por eso a los europeos occidentales, que tienen que recurrir a conexiones de naturaleza más burda, les resulta tan extraordinariamente difícil comprender las características anímicas de los rusos. Y tal comprensión es ahora más esencial que nunca. Podría decirse que los rusos son una fracción menos despiertos que los europeos occidentales o incluso que los centroeuropeos. Por eso es más fácil relacionar lo que estamos hablando con la vida interior de un ruso que con la de un europeo occidental. Por supuesto, se relaciona con la gente de Occidente, pero no es tan fácil de detectar allí.

Un escritor alemán, Eduard Bernstein, tiene una interesante descripción de un incidente que me gustaría utilizar como ejemplo de lo que quiero ilustrar. Seguramente no le agradará saber que considero mística la experiencia que describe. Sin embargo, es un buen ejemplo de esas conexiones ocultas en la vida que los materialistas consideran mera casualidad. Eduard Bernstein cuenta que, en Londres, solía frecuentar la casa de Engels, el amigo de Karl Marx. La casa de Engels era hospitalaria, donde se reunía mucha gente, donde de hecho se reunía con frecuencia un grupo internacional. 7 Seguramente no le agradará saber que considero mística la experiencia que describe. Sin embargo, es un buen ejemplo de esas conexiones ocultas en la vida que los materialistas consideran mera casualidad. Eduard Bernstein cuenta que, en Londres, solía frecuentar la casa de Engels, el amigo de Karl Marx. 8 La casa de Engels era hospitalaria, donde se reunía mucha gente, donde de hecho se reunía con frecuencia un grupo internacional. Fue allí donde Bernstein conoció a Sergius Kratschinsky, un escritor que había adoptado el nombre de Stepniak, por el que es bastante conocido. La descripción que Bernstein hace de Stepniak es de lo más interesante; para empezar, describe sobre todo los aspectos más externos diciendo que Stepniak era un hombre de constitución poderosa y cabeza impresionante; en apariencia correspondía exactamente a la imagen que normalmente tenemos de un Slay. Era sensible y algo soñador. Sin embargo, en Rusia había sido un hombre de acción, no sólo por su destacada participación en la liberación de Peter Krapotkius, sino también por el exitoso ataque contra Msenzow, el dictador de la policía de San Petersburgo. En Inglaterra fue el alma de la sociedad "Rusia Libre", fundada con el propósito de recaudar dinero para apoyar a los luchadores por la libertad de Rusia. En su nombre, había emprendido repetidas giras de conferencias por Inglaterra y una por Estados Unidos, donde se había hecho especialmente amigo del humorista estadounidense Mark Twain. Stepniak era una figura respetada en ciertos círculos literarios de Inglaterra, donde también se había hecho un nombre como novelista.

En las fiestas de Engels o en cualquier otra reunión solía estar callado y rara vez hablaba a menos que alguien se dirigiera a él directamente. Sin embargo, era evidente que apreciaba mucho su amistad con Engels y que le gustaba asistir a sus fiestas. También surgió una amistad entre Stepniak y yo.
Sucedió que en una reunión de la sociedad "Rusia Libre", a la que asistieron Bernstein y Stepniak, estalló una pelea. Fue una de esas peleas que surgen fácilmente entre personas con un profundo compromiso emocional con los grandes temas de la vida. Se trataba de la relación entre rusos y polacos. En una situación así, el centroeuropeo medio se pone del lado de los polacos. Bernstein y otros hablaron a favor de los polacos y Bernstein los defendió de los rusos. Como consecuencia de esta disputa, Stepniak dejó de acudir a la sociedad. Y durante muchos años Bernstein no supo nada de Stepniak, que había cortado toda relación con la gente de la sociedad. Al cabo de mucho tiempo, Bernstein recibió una carta de una persona ajena a la sociedad en la que le invitaba a una fiesta una de las noches siguientes. El autor de la invitación dijo que era consciente de que Bernstein no estaba en buenas relaciones con Stepniak, por lo que debía acudir sólo si no le importaba conocer a este último. A Bernstein no le importó; de hecho, agradeció la oportunidad de volver a encontrarse con Stepniak. Y así fue como los dos hombres se encontraron una vez más.

Por supuesto, no es tan sorprendente que dos personas a las que les gustaba verse vuelvan a encontrarse después de varios años. Puede considerarse un simple encuentro fortuito, y es natural que los materialistas lo consideren así. Sin embargo, toda la descripción que hace Bernstein del ambiente en el que se produjo el encuentro aquella noche deja claro que, especialmente para Stepniak, fue una ocasión de gran importancia. Pasaron la velada muy contentos. Antes de despedirse, Stepniak expresó su satisfacción por el reencuentro y su deseo de que pasaran tiempo juntos. Dos días después, Bernstein leyó en el periódico que Stepniak había muerto. Al parecer, el día siguiente a su encuentro había estado leyendo un libro mientras paseaba, había cruzado una vía férrea y había sido arrollado por un tren. Estaba absolutamente claro que había sido un accidente; no cabía hablar de suicidio.

Otra oportunidad. Pero, como ven, tales sucesos no son en realidad una mera casualidad. He elegido un ejemplo sorprendente para ilustrar el tipo de conexión que uno debe buscar en la vida. Para descubrir vínculos menos evidentes, hay que buscar el tipo de sucesos en los que se ocultan las conexiones y que tienen que ver con la vida interior de los seres humanos. Una vez que se ha reconocido que existe un aspecto más profundo de nuestra vida anímica que es profético, ya no se pueden considerar tales acontecimientos como mera casualidad. Este aspecto se expresa sobre todo en nuestra vida mental cuando está teñida de sentimiento y cuando es algo onírica. En tales casos, apunta al futuro en un grado notable. De hecho, todos los sueños son proféticos; cuando sueñas, siempre sueñas el futuro. Pero como no se pueden formular imágenes mentales de sucesos futuros, se reviste el sueño con imágenes de sucesos pasados y se corren como un velo sobre la experiencia interior. Existe una profunda conexión entre lo que soñamos del futuro y la ropa que le ponemos cuando despertamos. Esto se debe al karma, y a que el futuro está ligado al pasado. Aquello de lo que tomamos conciencia lo vestimos con imágenes del pasado, es decir, con imágenes con las que estamos familiarizados. Aunque sólo somos conscientes de una parte de nuestros sueños, soñamos durante todo el tiempo que transcurre entre que nos dormimos y nos despertamos. Cuando alguien se encuentra en estado de ensoñación durante la vida de vigilia, ello no deja de tener efectos sobre su karma.
Cualquiera que entienda realmente lo que he indicado sobre las conexiones ocultas de la vida, reconocerá en esta incidencia una imagen definida de cómo funciona el karma. Si Stepniak no hubiera sido la persona sensible y soñadora que era, el efecto producido por la conexión entre su vida consciente y la corriente oculta de su karma habría sido menos eficaz. No habría sido lo suficientemente fuerte como para provocar, la última noche, prácticamente a última hora, el encuentro que he descrito. Cuanto más oscurecidas estén nuestras imágenes mentales abstractas ordinarias por un estado de ensoñación, más fuerte será nuestro poder de atraer conexiones kármicas. Naturalmente, en la vida ordinaria también es posible tomar nota de las cosas y ajustar las propias acciones en consecuencia. Pero aquí se trata de una persona de disposición soñadora que, no en plena consciencia, sino mientras está en estado de ensoñación provoca -justo antes de atravesar el portal de la muerte- la oportunidad que le permite encontrarse con la otra persona una vez más.

Tales conexiones finas, más delicadas, deben ser reconocidas por lo que son - a saber, una fuente de enriquecimiento para la vida interior del hombre, un enriquecimiento que proporciona al ser humano esforzado una perspectiva de la vida entre la muerte y el nuevo nacimiento. Hay que estar más atento a los detalles más sutiles de la vida presente y buscar hilos conductores entre los acontecimientos en los que el propio ser humano está implicado. Ciertamente, estas cosas no deben entenderse de forma materialista. Lo que he dicho no debe interpretarse en el sentido de que Stepniak provocó el encuentro con Bernstein mediante una especie de fuerza de atracción interior. Sería una interpretación materialista y completamente errónea. Estas cosas no deben considerarse de manera tan burda como si pudieran demostrarse por medios científico-naturales. Al tratar cuestiones tan delicadas no hay que esperar poder precisarlas como si fueran algo material, sino conformarse con que una cosa u otra se aclare a través de la descripción de esas conexiones ocultas. Acostumbrarse a observar la vida de acuerdo con relaciones tan delicadas es enriquecer la vida del alma. Todas las relaciones tratadas en la ciencia espiritual son básicamente de esta delicada naturaleza. Por eso el estudio de la ciencia espiritual enriquece la vida.

Así, cuando buscamos el tipo de conexiones que he descrito antes, en las que los seres humanos están menos directamente implicados, enriquecemos y fortalecemos el yo sombrío, que llevamos dentro como una semilla que sólo evolucionará en nuestra próxima encarnación, mientras que las conexiones en las que los seres humanos están directamente implicados, enriquecen la vida al despertar la sensibilidad y la conciencia para la región por la que pasamos entre la muerte y el nuevo nacimiento. Es un hecho extraño que muchas personas que están bien capacitadas para buscar tales conexiones no se percaten de ellas porque las interpretan de forma materialista. Muchos pasajes importantes de las obras de Goethe sólo pueden entenderse si se reconoce que Goethe no quiere ser inmovilizado en un sentido materialista. Hay que darse cuenta de que su estilo al escribir tales pasajes era su manera de describir acontecimientos que, por así decirlo, siguen su curso bajo la superficie de la vida.

Es un error creer que el yo puede enriquecerse de un modo que conduzca a un mayor autoconocimiento ahondando en uno mismo del modo burdo descrito, por ejemplo, por Waldo Trine. Lo cierto es lo contrario: para fortalecerse hay que esforzarse por liberarse de uno mismo. Por eso, quienes aconsejan a las personas que busquen dentro de sí mismas en lugar de alejarlas de sí mismas son, en el fondo, malos guías del autoconocimiento. El objetivo debería ser más bien buscar en el mundo esas conexiones ocultas entre los acontecimientos que hay que buscar con esfuerzo, ya que no son de las que uno encuentra por casualidad.
Del mismo modo que se encuentran escollos en relación con el yo que vive en nosotros como imagen del pensamiento, también los hay en relación con el yo que vive en la voluntad. En la vida ordinaria no lo conocemos mejor que el yo que representamos en nuestro pensamiento. Así lo demuestra el hecho de que algunas personas, como por ejemplo Theodor Ziehen, a quien me referí hace poco, simplemente ignoran la voluntad. No pueden descubrir la voluntad en el hombre moderno, y esto tiene cierta justificación en el sentido que he indicado en conferencias públicas en diversos lugares. Franz Brentano descartó por completo la voluntad y diferenció en el alma la actividad de formarse imágenes mentales, la emisión de juicios y los sentimientos que fluctúan entre el amor y el odio. Por consiguiente, no se ocupó de la voluntad, ni siquiera en su obra sobre psicología. Y es cierto que cuando se observa al ser humano tal como es en su encarnación actual, no se encuentra la voluntad como tal. Según el punto de vista moderno, la voluntad es lo que trae al hombre satisfacción o decepción, placer o dolor y así sucesivamente. En otras palabras, todo lo que uno encuentra en lugar de la voluntad son estados de ánimo y sentimientos; la voluntad misma permanece oculta.

Digamos que uno levanta la mano; puede ser consciente de una cierta imagen mental o de un sentimiento al hacerlo, pero lo que realmente ocurre dentro del cuerpo cuando la mano se levanta, de eso uno es completamente inconsciente. En ninguna parte se puede encontrar la voluntad en el hombre de hoy. ¿Por qué? Porque la voluntad no está en él. El yo que vive en la voluntad no está en el hombre actual. Lo que es efectivo en él es algo que actúa a través de su encarnación anterior. Lo que viene del yo de su vida anterior actúa en él ahora, como voluntad. Cuando digo, yo soy, vivo dentro de la semilla de mi próxima encarnación; cuando digo, yo quiero, vivo en lo que actúa a través de mi encarnación anterior.

Es de gran importancia tomar conciencia de estos hechos, entre otras cosas porque explican por qué es tan fácil ser engañado en este terreno. Cuando una persona dice, yo quiero esto o aquello, y lleva a cabo una acción, la voluntad fluye en él desde su encarnación anterior, mientras que su satisfacción o insatisfacción en la vida dependen de sí mismo tal como es ahora, y de las circunstancias de su encarnación actual. Comprenderán de qué misteriosas conexiones se trata. Sin embargo, en la vida ordinaria se sienten como mezcladas. La gente cree que el yo es una especie de algo sustancial oculto en su ser interior y que expresan este algo en diferentes momentos de diversas maneras como: "Yo pienso", "Yo fui", "Yo soy", "Yo seré". Pero las cosas no son así. Cuando digo: "Yo soy", me apoyo en una fuerza que tengo dentro de mí, del mismo modo que la planta de este año tiene dentro la semilla que no se desarrollará hasta el año que viene. Así, cuando digo "yo soy", estoy dentro de una fuerza que se convierte en un ser humano en una encarnación futura. Cuando digo "lo haré", actúo a partir de una fuerza que estaba en mí en una vida anterior en la tierra.
Cuando esto se ha comprendido, se da uno cuenta de que sólo en lo que concierne a nuestra vida de sentimiento estamos -como lo expresan los filósofos- in modus praesens, en el presente real. La única fuerza anímica que es plenamente real en nuestra vida presente es la del sentimiento. Nuestro ser está entretejido con el tiempo de una manera triple; existe en nosotros algo que actúa a través de la encarnación anterior, lo que sentimos ahora, y algo cuyo efecto se traslada a la encarnación siguiente. Del mismo modo que la planta de este año crece a partir de la semilla seca del año anterior, nuestra voluntad, que fluye gradualmente hacia el mundo, brota del yo que fue la semilla seca en la encarnación anterior, mientras que la semilla para la encarnación venidera es lo que ahora consideramos como el yo: "Nuestro camino por el mundo espiritual puede ser recorrido cuando descubrimos lo que abarcan el pensar y el querer", porque ni el pensar ni el querer viven en nosotros como algo perteneciente exclusivamente a la vida presente. Más bien, apuntan a través de su conexión espiritual desde una vida anterior en la tierra hacia una vida futura. El sentimiento, en cambio, lo experimentamos ahora directamente en su realidad espiritual, por eso el sentimiento no puede desarrollarse por iniciativa interior; sólo podemos guiarlo, mientras que el pensamiento y la voluntad pueden transformarse mediante la concentración y la meditación.

Muchas personas preguntarán: ¿Cómo puedo lograr una relación más estrecha con el ser del que hablamos como el Cristo? No se puede dar una fórmula sencilla como respuesta. Toda la ciencia espiritual trata de cuestiones que, por su propia naturaleza, conducen al reino en el que vive Cristo. Como todos ustedes saben, sólo una vez, en la época del Misterio del Gólgota, Cristo caminó sobre la tierra como un ser humano físico. Sólo entonces fue posible conocerle tal como se puede conocer a una persona física en un entorno físico. Si hoy uno quiere acercarse a Cristo, debe buscarlo en la forma en que Él vive ahora dentro de la esfera terrenal. Hay que buscarlo en las relaciones más sutiles e íntimas de la vida, como aquellas de las que hemos hablado hoy. Educarse a buscar esas delicadas conexiones entre acontecimientos remotos permite elevarse a esa región de la conciencia en la que el Cristo puede ser verdaderamente experimentado. Por supuesto, lo que acabo de decir también puede interpretarse en un sentido burdamente materialista. Alguien podría decir que estoy dando a entender que no se puede comprender a Cristo con el pensamiento ordinario que se aplica a los objetos físicos. Quien así habla, en realidad está expresando la opinión de que las cosas sólo pueden ser comprendidas si pueden ser representadas en la mente del mismo modo en que se representan los objetos naturales. Esta es la actitud del materialista; no existe ninguna posibilidad de despertar en él la conciencia de lo espiritual.

Imaginemos por un momento un ser constituido de tal manera que sólo pudiera ser detectado en sueños. Ningún sentido físico podría percibirlo, ni podría ser captado por el pensar ordinario. Una persona que quisiera conocer a un ser así tendría que desarrollar el arte de soñar, de lo contrario el ser no existiría para ella. No sería culpa del ser que no pudiera percibirlo, sino suya, debido a su incapacidad para hacerlo. La gente plantea exigencias arbitrarias sobre las cualidades que debe poseer algo y, si faltan, se lo tacha de irreal. Hay que darse cuenta de que para poder ser consciente y percibir cosas que no son de la misma naturaleza que los objetos externos, hay que desarrollar un pensamiento diferente; de hecho, una actitud interior totalmente distinta. Lo importante es reconocer que debemos adaptarnos para acercarnos a esos seres, y no al revés.
Uno desearía encontrar las palabras que permitieran a la gente superar su visión materialista y descubrir el aspecto más sutil de la vida. Incluso a las personas más valiosas no les resulta fácil entrar en el tipo de cosas que he explicado hoy. Tales asuntos son ridiculizados y considerados como producto de la fantasía, a lo que podríamos responder: "Muy bien, considéralo fantasía, pero la cuestión es que los seres y las cosas de las que estamos hablando están constituidos de tal manera que, a menos que tengas el poder de la fantasía, no puedes darte cuenta de ellos. Sólo revelan su verdadera realidad a quienes poseen la fantasía. Como ya he dicho, uno desearía poder encontrar las palabras que aclaren lo necesario que es, especialmente en nuestra época, albergar en la mente pensamientos tan sutiles. Tales conceptos pueden ser sutiles, pero hacen fuerte al alma, tan fuerte que llega a ser capaz de comprender la verdadera esencia de las cosas. El alma descubre que puede penetrar mucho más profundamente en las conexiones reales de las cosas de lo que es posible con un pensamiento educado únicamente en las imágenes mentales derivadas de la visión materialista y científico-natural de hoy en día.

Hoy en día, incluso los que tienen mentes eminentes han olvidado cómo engendrar la sutileza necesaria. En la última conferencia dejé claro que tengo en muy alta estima a Franz Brentano, entre otras cosas porque, a través de su estudio de Aristóteles, desarrolló la sutileza del pensamiento hasta cierto punto. Como ya he dicho, no pudo aceptar la ciencia espiritual. Esto se debió a muchas cosas, pero principalmente a que aún carecía de la movilidad de pensamiento necesaria para penetrar en el aspecto espiritual de las cosas. Hay que esforzarse al menos por alcanzarlo. Cuando la gente lee mi Teosofía o la segunda parte de la Ciencia Oculta, a menudo se puede descubrir, a partir de lo que surge, por qué su pensamiento tropieza. Lo mismo puede decirse de Brentano. En efecto, me hubiera parecido incomprensible que un pensador sensible y sagaz como Brentano no pudiera encontrar el camino, si no hubiera logrado descubrir un caso exacto que revela justamente dónde radica la dificultad. Hay otros, por supuesto, pero permítanme darles un ejemplo.

Brentano dijo: Sea lo que fuere en lo que consiste el alma, en lo que concierne a la sustancia en la que vive, debe ser capaz de individualización, pues uno puede dividir ciertas criaturas inferiores, y cada parte continuará la vida con las mismas características que la criatura tenía antes de ser dividida. Ustedes sabrán que esto es posible con ciertos gusanos inferiores; no se ven afectados si se dividen, y viven como dos gusanos separados. De esto Brentano concluyó que un alma independiente debe estar presente en cada pieza separada. En otras palabras, si un gusano se divide en dos y ambas partes continúan viviendo, debe haber un alma en cada una. Además, concluyó que el alma y el cuerpo deben ser una unidad. Hizo una comparación que le convenció de que su punto de vista era correcto. Comparó el acontecimiento del gusano con un triángulo diciendo que el triángulo se divide en dos triángulos si se traza una línea a través de él. Así que comparó dos conceptos: el de dividir un gusano en dos y el de dividir un triángulo en dos, y dejó que uno explicara al otro. Consideró que los dos conceptos eran de igual simplicidad y capaces de explicarse mutuamente. Pero, ¿Es una comparación válida? Para Brentano era una cuestión importante. Pero, ¿resiste el escrutinio? Pues no. Supongamos que tenemos aquí un triángulo; si trazamos una línea a través de él de una determinada manera, se divide en dos triángulos. Cada mitad es un triángulo, igual que el gusano cuando se divide se convierte en dos gusanos. Sin embargo, si divides el triángulo de otra manera, una de las partes no se convierte en triángulo, sino en cuadrilátero. En otras palabras, sólo en determinadas circunstancias se obtienen dos triángulos.
Un hombre inteligente y astuto hace una comparación, pero no es válida; su pensamiento no es lo suficientemente móvil, no está lo suficientemente vivo como para encontrar una válida; tropieza, con graves consecuencias. Si no se hubiera dejado engañar pensando que dividir un gusano en dos podía compararse con dividir un triángulo en dos, se habría mantenido en el camino correcto. Dividir un gusano en dos partes no tiene nada que ver con dos almas. Un mismo grupo actúa en ambas partes. Se podría comparar con alguien que mira su imagen en un espejo. Si el espejo se rompe en dos, tiene dos imágenes; sin embargo, él mismo permanece entero. No se ha dividido la persona, sino el espejo. Del mismo modo, el alma del gusano no puede dividirse; permanece igual que la persona que ve dos imágenes de sí misma en los espejos. Así pues, una misma alma está presente en las dos partes del gusano; ése es el verdadero concepto que corresponde a la realidad. Ese concepto Brentano no pudo alcanzarlo; su pensamiento no era lo suficientemente móvil y se había engañado con una falsa comparación. Si hubiera hecho la comparación correctamente, se habría dado cuenta al dividir el triángulo de que el mero hecho de dividir no garantiza que el resultado sean dos triángulos. Para obtener ese resultado hay que añadir algo más, a saber, el concepto triángulo, que ha de ser aplicable a ambas partes después de la división. Sin el concepto, el resultado puede requerir dos conceptos diferentes; es decir, tanto el de cuadrángulo como el de triángulo. La comparación podría haber sido válida si se le hubiera ocurrido que tenía que utilizar un mismo concepto para ambas partes, y que era este concepto el que garantizaba que la división daría como resultado dos triángulos. No se le ocurrió, en consecuencia no reconoció que una misma alma de gusano era eficaz en ambos trozos de gusano, eficaz en el sentido de que miraba a las partes desde fuera, como quien se mira en dos espejos.

La necesidad de una mayor sutileza de pensamiento es evidente en todas las esferas de la vida. No progresaremos a menos que el pensar se vuelva más vivo y móvil, de modo que deje de aferrarse a burdas externalidades. Nunca ha habido más obstáculos para que el pensar sea más vivo. Por eso mismo es tanto más necesario promover la ciencia de un solo espíritu. Sólo trabajando con conceptos más sutiles el pensar se vuelve activo y móvil. Por su propia naturaleza, los conceptos de la ciencia espiritual tienen el poder de fortalecer el yo humano. Lo que hoy se anhela puede satisfacerse por otros medios. Pero sólo la ciencia espiritual puede dar al ser humano una verdadera fuerza interior, despertando en él conceptos lúcidos que no se encuentran tan fácilmente, conceptos que, por el solo hecho de no describir los aspectos externos de la vida, nos hacen interiormente fuertes, lo que significa capaces de reconocer la realidad, la esencia de las cosas.

La próxima vez seguiremos examinando cuestiones importantes desde una perspectiva más amplia.
Traducido por J.Luelmo ene.2023










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El objetivo de este blog es publicar en Internet todo el material fuente existente para las transcripciones de las conferencias de Rudolf Steiner de la forma más completa posible, para que este gran tesoro esté disponible para toda la humanidad. Se trata de notas de oyentes, transcripciones de conferencias y, en su mayor parte, transcripciones en texto plano de conferencias estenografiadas, también conocidas como transcripciones en texto plano. De este modo, cualquiera puede comprobar por sí mismo, mediante comparaciones, qué dijo realmente Rudolf Steiner y cómo fue editado (y, por tanto, modificado) en las distintas ediciones. Y por último, pero no menos importante, también encontrarán mucho material inédito. La obra de Rudolf Steiner es de dominio público desde 1996 y, por tanto, pertenece legalmente a toda la humanidad. Él mismo habría elegido una fecha mucho más temprana para la publicación de su obra, como se desprende de los pasajes sobre propiedad intelectual que citamos a continuación; Incluso el período de protección de 30 años que se aplicaba entonces le parecía demasiado largo. ¿Y qué habría dicho sobre el hecho de que 85 años después de su muerte, parte de su obra docente siga inédita y acumulando polvo en los archivos? Él mismo encontró una expresión adecuada para esto: Fue puesto en un ataúd. Este sitio web está destinado a ayudar a liberarlo de este ataúd. "Lo que el hombre puede crear a partir de sus capacidades intelectuales se lo debe a la sociedad humana, al orden social humano. En realidad, no le pertenece. ¿Por qué gestionamos nuestra propiedad intelectual? Simplemente porque la produces; al producirla, demuestras que tienes la capacidad de hacerlo mejor que los demás. Mientras tengas esa capacidad mejor que los demás, gestionarás mejor esa propiedad intelectual al servicio del conjunto. Ahora la gente se ha dado cuenta al menos de que esta propiedad intelectual no se perpetúa sin fin. Treinta años después de la muerte, la propiedad intelectual pertenece a toda la humanidad. Cualquiera puede imprimir lo que yo he producido treinta años después de mi muerte. Puede utilizarlo como quiera; y eso está bien. Incluso estaría de acuerdo si hubiera más derechos en este ámbito. No hay otra justificación para la gestión de la propiedad intelectual que el hecho de que, porque se puede producir, también se tienen las mejores capacidades [...] Será una forma sana de socializar el capital si hacemos fluir en el organismo social lo que hoy se acumula como capital en el derecho de sucesiones, en el surgimiento de las pensiones, del derecho de las manos ociosas, de los derechos humanos superfluos, lo que así se acumula en capital; eso es lo que importa. Ni siquiera hace falta decir que la propiedad privada debe convertirse en propiedad social. El concepto de propiedad no tendrá ningún significado". Rudolf Steiner el 25 de abril de 1919