GA028 El curso de mi vida cap. XII Cuestiones del destino

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 EL CURSO DE MI VIDA

RUDOLF STEINER

1879-1890

Viena

Cap. XII Cuestiones del destino

El tiempo que me llevó presentar las ideas científicas de Goethe para las introducciones de "Literatura nacional alemana de Kürschner" fue largo. Lo empecé a principios de los años ochenta y aún no lo había terminado cuando entré en la segunda fase de mi vida al trasladarme de Viena a Weimar. La razón de ello radica en la dificultad que he descrito en relación con los modos de expresión científico y místico.

Mientras trabajaba en llevar a la forma correcta de ideas la posición de Goethe sobre la ciencia natural, también tenía que avanzar en dar forma a lo que se había puesto ante mi alma como vivencias espirituales en la visión de los procesos del mundo. De este modo me vi continuamente impulsado a alejarme de Goethe para presentar mi propia visión del mundo y acercarme a él, a fin de interpretar mejor sus pensamientos con los pensamientos que yo había adquirido.

Sentí sobre todo como esencial en Goethe su renuencia a satisfacerse con cualquier estructura de pensamiento teóricamente fácilmente comprensible frente a la realización de la inconmensurable riqueza de la realidad. Goethe se vuelve racionalista cuando quiere describir las múltiples formas vegetales y animales. Busca ideas que resulten eficaces para el desarrollo de la naturaleza cuando quiere comprender la estructura geológica de la tierra o los fenómenos de la meteorología. Pero sus ideas no son pensamientos abstractos, sino imágenes que viven en el alma de forma mental.

Cuando capté lo que había presentado en forma de tales imágenes en sus obras científicas, tuve ante mí algo que me satisfizo en lo más profundo de mi alma. Contemplé una idea-imagen-contenido de la que tuve que creer que representaba -en ulterior ejecución- un reflejo real de los acontecimientos naturales en el espíritu humano. Tenía claro que la forma de pensar científica imperante debía elevarse a esta forma goetheana.

Al mismo tiempo, sin embargo, esta concepción del conocimiento de la naturaleza de Goethe exigía que la esencia del contenido de las ideas-imágenes se presentara en relación con la realidad espiritual misma. Las ideas-imágenes sólo tienen justificación si apuntan a tal realidad espiritual que subyace a la sensual. - Pero Goethe, en su santo temor ante la inconmensurable riqueza de la realidad, evita acercarse a la representación del mundo espiritual después de haber llevado lo sensual a una forma de imagen espiritualmente apropiada en su alma.

Ahora tenía que demostrar que Goethe pudo vivir espiritualmente avanzando de la naturaleza sensorial a la naturaleza espiritual, pero que otra persona sólo puede comprender plenamente la vida anímica de Goethe si, yendo más allá de sí misma, conduce la cognición a la concepción ideacional del propio mundo espiritual. Goethe, al hablar de la naturaleza, se situaba dentro del espíritu. Temía volverse abstracto si pasaba de esta vida interior a una vida de pensamientos sobre esta vida interior. Él quería sentirse a sí mismo en el espíritu; pero no quería pensarse a sí mismo en el espíritu. A menudo sentí que sería infiel a la forma de pensar de Goethe si presentara pensamientos sobre su visión del mundo. Y tuve que conquistar una y otra vez el método de hablar de Goethe a la manera de Goethe para casi todos los detalles que tenía que interpretar en relación con Goethe.

Mi exposición de las ideas de Goethe fue una lucha de un año para comprender cada vez mejor a Goethe con la ayuda de mis propios pensamientos. Al recordar esta lucha, tengo que decirme a mí mismo: le debo mucho por el desarrollo de mis experiencias espirituales de conocimiento. Este desarrollo fue mucho más lento de lo que habría sido si la tarea de Goethe no se hubiera interpuesto fatídicamente en el curso de mi vida. Entonces habría perseguido mis experiencias espirituales y las habría presentado tal como habían aparecido ante mí. Me habría adentrado más rápidamente en el mundo espiritual; pero no habría encontrado ningún motivo para sumergirme con dificultad en mi propio interior.

Así, a través de mi trabajo con Goethe, experimenté la diferencia entre un estado anímico al que el mundo espiritual se revela, por así decirlo, como por gracia, y otro que, primero, paso a paso, hace que su propio ser interior se parezca cada vez más al espíritu, para luego, cuando el alma se experimenta a sí misma como verdadero espíritu, situarse dentro de lo espiritual del mundo. Sólo en este estar dentro se siente cuán íntimamente pueden crecer juntos en el alma humana el espíritu humano y el espíritu del mundo.

En la época en que trabajaba en mi interpretación de Goethe, Goethe estaba siempre a mi lado en espíritu como un amonestador, interpelándome constantemente: Quien avanza demasiado deprisa por caminos espirituales puede, en efecto, alcanzar una experiencia del espíritu estrechamente definida; pero emerge de la riqueza de la vida empobrecido en términos de realidad.

En mi relación con la obra de Goethe pude observar muy vívidamente "cómo funciona el karma en la vida humana". El destino se compone de dos formas fácticas que crecen juntas en una unidad en la vida humana. Una brota de los impulsos del alma desde dentro; la otra se acerca al ser humano desde el mundo exterior. Mis propios impulsos espirituales salieron a ver lo espiritual; la vida espiritual exterior del mundo me condujo a la obra de Goethe. Tuve que armonizar las dos corrientes que se encontraban en mi conciencia. - Pasé los últimos años de mi primera etapa de vida justificándome alternativamente ante mí mismo y ante Goethe.

Interiormente experimentada fue la tarea que me propuse en mi tesis doctoral: "lograr una comprensión de la conciencia humana consigo misma". Pues vi cómo el hombre sólo podía comprender lo que es la verdadera realidad en el mundo exterior cuando había visto esta verdadera realidad en sí mismo.

Este encuentro de la verdadera realidad del mundo exterior con la verdadera realidad dentro del alma debe lograrse para la conciencia cognoscente en una laboriosa actividad espiritual interior; para la conciencia voluntaria y actuante está siempre presente cuando el hombre siente su libertad en la acción.

El hecho de que la libertad viva en la conciencia desprejuiciada como algo real y, sin embargo, se convierta en una cuestión de misterio para la cognición, se debe precisamente a que el hombre no se ha dado a sí mismo su verdadero ser, la verdadera autoconciencia, desde el principio, sino que primero debe alcanzarla después de que su conciencia haya llegado a un entendimiento consigo misma. Lo que constituye el valor más elevado del hombre: la libertad, sólo puede ser captado tras una preparación adecuada.

Mi "filosofía de la libertad" se basa en una experiencia que consiste en la comprensión de la conciencia humana consigo misma. La libertad se practica en el querer; se experimenta en el sentir; se reconoce en el pensar. Pero para alcanzarla, la vida no debe perderse en el pensamiento. Mientras trabajaba en mi "Filosofía de la Libertad", mi preocupación constante era mantener la experiencia interior totalmente despierta en estos pensamientos en la presentación de mis pensamientos. Esto da a los pensamientos el carácter místico del ver interior, pero también hace que este ver sea igual al ver exterior sensual del mundo. Si uno penetra en tal experiencia interior, ya no siente una contradicción entre el reconocimiento de la naturaleza y el reconocimiento del espíritu. 

Uno se da cuenta de que la segunda no es más que la continuación metamorfoseada de la primera. 

Como esto me pareció así, más tarde pude poner en la portada de mi "Filosofía de la libertad" el lema: "La observación mental resulta según el método científico natural".  Pues, si el método científico natural se sostiene fielmente para el ámbito espiritual, entonces también conduce cognitivamente a este ámbito.

De gran importancia para mí en esta época fue el estudio detallado del cuento de hadas de Goethe de la "serpiente verde y el hermoso lirio", que forma la conclusión de sus "Conversaciones de emigrantes alemanes". Este "cuento de hadas enigmático" ha encontrado muchos intérpretes. A mí no me interesaba una "interpretación" del contenido. Simplemente quería aceptarlo en su forma poético-artística. Siempre me ha disgustado la idea de intentar explicar la imaginación con mi intelecto.

Me di cuenta de cómo esta poesía goetheana surgió de su relación intelectual con Schiller. La mente de Schiller atravesaba la época filosófica de su desarrollo espiritual cuando escribió sus "Cartas para el fomento de la educación estética del hombre". La "comunicación de la conciencia humana consigo misma" era una tarea del alma que más le ocupaba. Por un lado, veía el alma humana completamente entregada a la actividad de la razón. Sentía que el alma, que reina en lo puramente racional, no depende de lo físico-sensorial. Pero sentía algo insatisfactorio en este tipo de actividad suprasensible. El alma está "en el espíritu" cuando se entrega a la "necesidad lógica" de la razón; pero en esta entrega no es ni libre, ni interiormente viva espiritualmente. Se entrega a una imagen-sombra abstracta del espíritu; pero no teje ni gobierna en la vida y existencia del espíritu. - Por otra parte, Schiller observó cómo el alma humana, en una actividad opuesta, está completamente entregada a lo físico, a las percepciones sensoriales y a los impulsos libidinales. En ella se pierde la actividad de la imagen de sombra espiritual, pero se entrega a una ley natural que no constituye su esencia.

Schiller llegó a la conclusión de que en ambas actividades el hombre no es un "verdadero hombre". Pero puede efectuar por sí mismo lo que no le es dado por la naturaleza y la sombra razonable del espíritu que surge sin su intervención. Puede introducir la razón en la actividad sensorial; y puede elevar lo sensorial a una esfera superior de conciencia, de modo que actúe como lo espiritual. Así alcanza un estado de ánimo intermedio entre la compulsión lógica y la natural. Schiller ve al hombre en tal estado de ánimo cuando vive en lo artístico. La aprehensión estética del mundo contempla lo sensorial, pero de tal modo que encuentra el espíritu en ello. Vive a la sombra del espíritu, pero al crear o disfrutar da al espíritu forma sensorial, de modo que pierde su existencia sombría. 

Años antes, esta lucha de Schiller por la concepción del "hombre veraz" se había presentado ante mi alma; cuando el propio "cuento de hadas misterioso" de Goethe se convirtió en un enigma para mí, se me presentó de nuevo. Vi cómo Goethe retomaba la descripción de Schiller del "hombre veraz". Para él, no menos que para su amigo, la cuestión estaba viva: ¿Cómo encuentra lo espiritual sombrío lo sensual corpóreo en el alma, y cómo se abre camino lo natural hasta lo espiritual en el cuerpo físico? ¿hacia arriba?

La correspondencia entre los dos amigos, y todo lo que podemos saber sobre su relación intelectual, atestiguan que la solución de Schiller era demasiado abstracta, demasiado unilateralmente filosófica para Goethe. Presentó las encantadoras imágenes del río que separa dos mundos, de los duendecillos que buscan el camino de un mundo al otro, de la serpiente que debe entregarse para formar un puente entre los dos mundos, del "hermoso lirio" que sólo puede ser imaginado "al otro lado" del río por los que viven "en este lado", y muchas otras cosas. Contrastó la solución filosófica de Schiller con una visión poética de cuento de hadas. Tenía la sensación de que si se aborda el enigma del alma percibido por Schiller con conceptos filosóficos, entonces el hombre se empobrece al buscar su verdadera esencia; él quería acercarse al enigma en la riqueza de la experiencia del alma.

Las imágenes de los cuentos de hadas de Goethe remiten a imaginaciones que a menudo le fueron presentadas por buscadores de la experiencia espiritual del alma. Los tres reyes del cuento de hadas se encuentran con cierta similitud en el "Las bodas químicas de Christian Rosenkreutz". Otras figuras son reapariciones de imágenes anteriores del camino del conocimiento. - En la obra de Goethe, estas imágenes sólo aparecen en forma de fantasía bella, noble y artística, mientras que antes tenían un carácter más inartístico.

En este cuento de hadas, Goethe ha acercado la creación de la fantasía al límite en que pasa al proceso interior del alma, que es una experiencia cognoscitiva de los mundos espirituales reales. Pensé que uno podría ver más profundamente en su mente si se sumergía en esta poesía.

No la explicación, sino los estímulos para la experiencia espiritual que me vinieron de mi ocupación con el cuento de hadas fueron importantes para mí. Estos estímulos siguieron teniendo efecto en mi vida anímica posterior, hasta la creación de mis posteriores dramas de misterio. Sin embargo, no pude sacar mucho provecho del cuento de hadas para mis obras, que se basaban en Goethe. Pues me parecía como si Goethe, al escribir esta poesía, se hubiera superado a sí mismo en su visión del mundo, como impulsado por la fuerza interior de una vida anímica medio inconsciente. Así surgió para mí una grave dificultad. Sólo podía continuar mi interpretación de Goethe para la "Deutsche Nationalliteratur" de Kürschner en el estilo en que la había comenzado, pero esto no me bastaba. Porque me dije que Goethe, al escribir el "Cuento de hadas", miraba al mundo espiritual como desde la frontera.

Sin embargo, en lo que escribió sobre los procesos naturales no prestó atención a esta visión. Por lo tanto, no podía ser interpretado sobre la base de esta visión.

Pero aunque en un principio no obtuviera nada para mis escritos sobre Goethe al sumergirme en el cuento de hadas, sí que emanó de él una gran cantidad de estímulos anímicos. El contenido anímico que surgió del cuento se convirtió en material importante para mi meditación. Volvía a él una y otra vez. Con esta actividad preparé el estado de ánimo en el que más tarde me adentré en mi obra de Weimar.

GA028 El curso de mi vida cap. XI Sobre el misticismo y los místicos

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 EL CURSO DE MI VIDA

RUDOLF STEINER

1879-1890

Viena

Cap. XI Sobre el misticismo y los místicos

Al final de esta primera fase de mi vida, sentí la necesidad de establecer una relación clara con ciertas orientaciones del alma humana. Una de esas orientaciones era la mística. Tal como apareció ante la mirada de mi alma en las diversas épocas del desarrollo espiritual de la humanidad, en la sabiduría oriental, en el neoplatonismo, en la Edad Media cristiana, en los esfuerzos cabalísticos, debido a mi especial disposición me fue difícil lograr una relación con ella. 

El místico me parecía una persona que no podía enfrentarse al mundo de las ideas en el que vivía para mí lo espiritual. Me parecía una falta de espiritualidad real el querer sumergirse en el interior poco imaginativo con las ideas para alcanzar la satisfacción espiritual. <No podía ver en ello un camino hacia la luz, sino más bien uno hacia la oscuridad espiritual. Me pareció una impotencia en la cognición cuando el alma quiere alcanzar la realidad espiritual, que no se teje en las ideas, sino que puede ser experimentada por el hombre a través de las ideas, huyendo de ellas.

Y sin embargo, algo también me atrajo hacia las aspiraciones místicas de la humanidad. Es el tipo de experiencia interior de los místicos. Ellos quieren convivir interiormente con las fuentes de la existencia humana, no limitarse a observarlas según las ideas como algo externo. Pero también me quedó claro que se llega al mismo tipo de experiencia interior cuando uno se sumerge en el subsuelo del alma con el contenido pleno y claro del mundo de las ideas, en lugar de despojarse de este contenido durante la inmersión. Quería introducir la luz del mundo de las ideas en el calor de la experiencia interior. El místico me parecía una persona que no puede ver el espíritu en las ideas y que, por tanto, se congela interiormente ante las ideas. La frialdad que experimenta en las ideas le obliga a buscar el calor que el alma necesita escapándose de las ideas.

El calor interior de la experiencia del alma me llegó precisamente cuando plasmé la experiencia inicialmente indefinida del mundo espiritual en ideas concretas. A menudo me decía: cómo no reconocen estos místicos el calor, la intimidad del alma que se siente cuando se convive con ideas imbuidas espiritualmente. Para mí, esta convivencia siempre había sido como un contacto personal con el mundo espiritual. 

El místico me parecía que reforzaba, no que debilitaba, la posición del observador de la naturaleza de mentalidad materialista. Este último rechaza la contemplación del mundo espiritual, bien porque no acepta en absoluto tal contemplación, bien porque cree que el conocimiento humano sólo es adecuado para lo que es visible a los sentidos. Pone límites al conocimiento allí donde la percepción sensorial tiene tales límites. El místico ordinario es de la misma opinión que el materialista con respecto al conocimiento humano de las ideas. Sostiene que las ideas no alcanzan lo espiritual, que por lo tanto uno debe permanecer siempre fuera de lo espiritual con el conocimiento de las ideas. Pero ahora que sí quiere llegar a lo espiritual, recurre a una experiencia interior libre de ideas. Así da la razón al observador materialista de la naturaleza al limitar el conocimiento de las ideas al conocimiento de lo meramente natural. 

Pero si uno se adentra en el alma interior sin llevar consigo las ideas, entonces se llega a la región interior del mero sentimiento. Se habla entonces de que no se puede llegar a lo espiritual por un camino que en la vida ordinaria se llama camino del conocimiento. Se dice que uno debe sumergirse de la esfera del conocimiento a la del sentimiento para experimentar lo espiritual.

El observador materialista de la naturaleza puede estar de acuerdo con este punto de vista si no considera todo lo que se dice del espíritu como un juego fantástico con palabras que no significan nada real. Entonces ve en su mundo de ideas orientado hacia lo sensorial la única base justificada del conocimiento y en la relación mística del hombre con el espíritu algo puramente personal, a lo que uno se inclina o no, según su disposición, pero de lo que en cualquier caso no se puede hablar del mismo modo que del contenido de un "conocimiento seguro". La relación del ser humano con lo espiritual debe dejarse enteramente al "sentimiento subjetivo".

Al poner esto ante los ojos de mi alma, las fuerzas de mi alma que se oponían interiormente al misticismo se hicieron cada vez más fuertes. <La percepción de lo espiritual en la experiencia anímica interior era para mí mucho más segura que la de lo sensorial; me era imposible fijar límites de conocimiento en relación con esta experiencia anímica. Rechacé resueltamente el mero camino emocional hacia lo espiritual.

Y, sin embargo, cuando yo observaba las experiencias de los místicos, volvía a sentir una relación lejana con mi propia posición en el mundo espiritual. Busqué la comunión con el espíritu a través de las ideas iluminadas por el espíritu de la misma manera que el místico a través de la comunión con un ideal. También podría decir: Mi punto de vista se basa en una experiencia "mística" de las ideas.

No hubo gran dificultad en aportar claridad a este conflicto de almas dentro de uno mismo, que finalmente se eleva por encima de él. Pues la visión real de lo espiritual arroja luz sobre la esfera de validez de las ideas, y muestra a lo personal sus límites. Como observador de lo espiritual, uno sabe cómo deja de actuar lo personal en el ser humano cuando la esencia del alma se transforma en el órgano de visión del mundo espiritual.

La dificultad, sin embargo, surgió del hecho de que tuve que encontrar las formas de expresión de mis puntos de vista en mis escritos. No se puede encontrar inmediatamente una nueva forma de expresión para una observación que es desconocida para el lector. Tenía la opción de expresar lo que consideraba necesario o bien en las formas que se utilizan habitualmente en el campo de la observación de la naturaleza, o bien en las formas que utilizan los escritores más inclinados a la sensibilidad mística. Estas últimas no me parecieron capaces de superar las dificultades que surgirían.

Llegué a la conclusión de que las formas de expresión en el campo de las ciencias naturales consistían en ideas llenas de contenido, aunque al principio se tratara de un contenido concebido de forma materialista. Quería formar ideas que apuntaran a lo espiritual de un modo similar a como las ciencias naturales apuntan a lo perceptible sensorialmente. De este modo, podía conservar el carácter de ideas para lo que tenía que decir. Lo mismo parecía imposible con el uso de formas místicas. Porque éstas básicamente no apuntan a la esencia fuera del ser humano, sino que sólo describen las experiencias subjetivas en el ser humano. Yo no quería describir experiencias humanas, sino mostrar cómo,, a través de órganos espirituales, se revela un mundo espiritual en el ser humano.

De tales antecedentes se formaron las figuras de las ideas, a partir de las cuales creció más tarde mi "filosofía de la libertad". No quise dejar que prevaleciera en mí ningún impulso místico al formar estas ideas, aunque tenía claro que la experiencia final de lo que iba a revelarse en ideas tenía que ser del mismo tipo dentro del alma que la percepción interior del místico. Pero seguía existiendo la diferencia de que en mi representación el ser humano se entrega y lleva el mundo espiritual exterior dentro de sí a la apariencia objetiva, mientras que el místico intensifica su propia vida interior y de este modo extingue la verdadera forma de lo espiritual objetivo.