GA091 Haubinda, 13 de Agosto de 1905 - Los doce niveles de conciencia en relación con el cuerpo etérico

   Índice

 RUDOLF STEINER. 

EL SER HUMANO, LA NATURALEZA Y EL COSMOS   

LOS 12 NIVELES DE CONCIENCIA EN RELACIÓN CON EL CUERPO ETÉRICO


Haubinda, 13 de agosto de 1905

Hemos conocido doce niveles de conciencia, hemos distinguido entre conciencia emanadora, perceptiva y formadora. Hemos visto que lo que se denomina sustancia o materia es irradiado por ciertos espíritus maduros de conciencia altamente desarrollada. En la irradiación en Saturno, el cuerpo físico denso es irradiado por una conciencia muy elevada. De ello podemos concluir que las sustancias menos densas pueden ser irradiadas por espíritus menos elevados, de conciencia algo inferior.

Si observamos los cuerpos celestes sucesivos, vemos que hay siete: Saturno, Sol, Luna, Tierra, Júpiter, Venus y Vulcano. Todos ellos tienen en determinados momentos un cuerpo denso que es emanado, del mismo modo que el ser humano emanará algún día su planeta. Antes de poder emanar el cuerpo denso, podrá emanar su cuerpo etérico. Del mismo modo que doce planetas pueden ser emanados por doce conciencias, las formas inferiores correspondientes pueden emanar cuerpos etéricos.

Queremos investigar cómo se manifiesta la conciencia. Observemos la columna vertebral humana con la médula espinal que se encuentra en su interior. La columna vertebral está formada por anillos óseos que se encajan entre sí formando un tubo; en su interior se encuentra la [médula espinal], que termina en el extremo inferior y se ensancha en el superior hasta llegar al cerebro. Desde todas las partes del cuerpo salen haces de nervios blancos hacia la médula espinal, donde se conectan con otros haces de nervios que conducen a los músculos. Incluso los animales inferiores tienen una médula espinal de este tipo. Cuando un animal es estimulado, el estímulo se propaga hasta la médula espinal, que lo transmite al nervio, y este desencadena el movimiento muscular. En el cerebro desarrollado del ser humano también terminan los nervios: los hay que provienen del cuerpo y otros que vuelven al cuerpo. [Hay una gran diferencia entre la médula espinal de la rana y la del ser humano]. La diferencia es que, en el caso de la rana, el movimiento se produce automáticamente, mientras que en el caso del ser humano se produce de forma voluntaria. [En el ser humano, el estímulo llega al cerebro y no desencadena automáticamente el movimiento, sino que el ser humano primero tiene que querer hacerlo. Por lo tanto, entre el estímulo y el movimiento resultante, se interpone su conciencia. El animal también tiene conciencia, pero esta se encuentra [en el plano astral], desde donde se dirige el movimiento muscular. La conciencia del ser humano se encuentra en el cerebro. Esto se debe a que los nervios del animal están muy entrelazados [en la médula espinal]; en el cerebro humano están algo más separados, lo que permite que entre la conciencia, y [entre los nervios más separados] intervenga la voluntad.

La conciencia superior del ser humano se caracteriza por el hecho de que los miembros de una conciencia inferior están relajados. Sin embargo, en el ser humano, tres de las fuerzas fundamentales de su alma están estrechamente relacionadas, a saber, las fuerzas de la voluntad, el sentir y el pensar. Los hilos también están presentes en el cerebro astral y etérico. La voluntad, el sentir y el pensar corresponden a tres deidades que hemos conocido, los espíritus de la voluntad, los espíritus de la sabiduría y los espíritus [del movimiento] de la actividad. Las otras nueve fuerzas también están presentes en el ser humano, solo que no se perciben de inmediato.

¿Qué ocurre cuando el ser humano se desarrolla aún más? El ser humano superior se comporta con respecto al inferior como el ser humano común con respecto a la rana. Es decir, las tres partes, —voluntad, sentir y pensar—, se relajan, primero en el plano astral, luego en el etérico y finalmente en el físico; y así surge la conciencia superior, que ahora debe dominar las tres partes que se han separado. A medida que el ser humano se desarrolla cada vez más, relaja doce de estos centros y luego los domina. La conciencia superior no puede intervenir, si antes no se han relajado dichos centros.

Toda potencialidad humana está relacionada con las fuerzas primigenias del universo, del mundo. La voluntad está relacionada con la voluntad del mundo, así como el sentir con la sabiduría [del mundo], el pensar con la actividad del mundo y las formas con las fuerzas formadoras del universo. Al sostenerse mutuamente, los miembros individuales no se liberan hacia el exterior. En el momento en que, por ejemplo, la voluntad se desprende, puede actuar hacia el exterior y percibir seres volitivos. Es como cuando se observa un hormiguero, que tiene un alma común y tres miembros: obreras, machos y hembras; estos forman un ser vivo común.

De esta manera, el ser humano puede exponer los doce miembros que hay en él, dividiendo así su cuerpo etérico en doce partes. Cada una de estas partes tiene una propiedad especial, de forma similar a lo que ocurre con los pólipos, cuando se cortan los miembros, cada parte sigue viviendo. Así, una parte del cuerpo etérico crece hasta convertirse en un todo, de modo que el ser humano que ha alcanzado tal elevación, al morir y retirar su conciencia, deja atrás doce cuerpos etéricos independientes; ellos están ahí. ¿Qué ocurre con ellos? Son, en cierto modo, la emanación, la irradiación de la conciencia anterior.

Cuando un ser humano muere, primero su cuerpo físico pasa a la tierra, el cuerpo etérico al éter universal y el cuerpo astral al Kamaloka. Cuando el ser humano regresa, es necesario construir un cuerpo etérico para él. Los cuerpos etéricos irradiados se utilizan como modelos, que son dejados así por los seres superiores. En realidad, todos irradian ya cuerpos etéricos, pero aún son imperfectos, de ahí los muchos cuerpos imperfectos. De los seres altamente desarrollados también quedan cuerpos etéricos altamente desarrollados. El ser altamente desarrollado puede irradiarlos cuando se encuentra inmediatamente ante la barrera de la puerta, donde podrá irradiar materia aún más densa.

Cristo irradió nueva materia física al nacer, por lo que fue capaz de irradiar previamente los doce cuerpos etéricos, los doce miembros separados del Cristo anterior. [Los doce cuerpos etéricos de los apóstoles son los doce miembros separados del cuerpo etérico del Cristo anterior]. Él había conservado el poder sobre los doce. [¿Dónde está la conciencia que los dirige? Es Cristo. Cristo es el alma grupal de los doce apóstoles]. Cristo es la conciencia; sus doce apóstoles son sus miembros, los doce cuerpos etéricos.

Jesús es la personalidad individual; entregó su cuerpo a Cristo. [¿Dónde está el cuerpo de Cristo? Son los doce apóstoles. A través de estos doce miembros, Cristo actuó realmente].

Traducido por J.Luelmo nov,2025

GA091 Haubinda, 12 de agosto de 1905 - Formas de conciencia

   Índice

 RUDOLF STEINER. 

EL SER HUMANO, LA NATURALEZA Y EL COSMOS   

FORMAS DE CONCIENCIA

Haubinda,12 de agosto de 1905

Además de las siete formas de conciencia conocidas, hay otras cinco, lo que hace un total de doce niveles. La conciencia de trance profundo, la conciencia del dormir sin sueños, la conciencia del dormir con sueños, la conciencia despierta, la conciencia psíquica, la conciencia suprapsíquica y la conciencia espiritual.

La conciencia espiritual en Vulcano es tan elevada que el ser humano se convierte en una especie de creador. Pero, ¿qué hay de los seres superiores que han comenzado a desarrollar capacidades aún más elevadas que el simple hecho de saber, hacer y crear todo? Con la conciencia espiritual, el ser humano sería un mago, podría crear seres. [Pero aún no podría hacer una cosa: emanar de su propio ser, emitir sustancia]. Esa es la capacidad de los cinco niveles superiores de conciencia: la capacidad no solo de brillar, de irradiar luz, sino también de irradiar materia, de emitir sustancia propia.

Podemos distinguir entre conciencia emanadora, conciencia perceptiva y conciencia activa, es decir, la que crea formas. Cuando creamos formas, la sustancia ya está ahí, solo le damos forma. Cuando percibimos, la forma ya está ahí, emanamos imágenes. Cuando tenemos conciencia emanadora, dejamos que la materia fluya por sí misma.

La conciencia emanadora propiamente dicha son los niveles doce, once, diez y nueve de la conciencia; los niveles de la conciencia perceptiva son ocho, siete, seis, cinco, y los de la conciencia creadora son cuatro, tres, dos, uno. Antes de que algo se forme o se perciba, primero tiene que existir, y por eso la conciencia emanadora tiene primero la tarea de irradiar la materia a un mundo así, de tejerla, por así decirlo, a partir de sí misma. A esto se le llama la «primera emanación»: la materia fluye de la conciencia emanadora. No hay que subestimar la materia, ya que surge del sacrificio de una conciencia superior. ¿De dónde viene la materia? Viene de donde vendrá la materia futura, viene de la conciencia.

Lo segundo que ocurre es que interviene la conciencia formadora; esa es la «segunda irradiación». Y cuando esta conciencia formadora ha creado formas, la conciencia perceptiva puede captarlas: la «tercera irradiación». La primera irradiación, que emana lo material, también se denomina el tercer Logos; al formador, que construye las figuras plásticas, se le llama el segundo Logos; y a la conciencia perceptiva, el primer Logos. El esoterismo cristiano llama al mundo del tercer Logos, en el que los dioses sacrifican su conciencia, irradian: el mundo celestial; al mundo del segundo Logos: el inframundo; y al mundo del primer Logos: el mundo humano.

Apliquemos estos conceptos generales a nuestra humanidad. En Saturno tenemos la emanación de una materia, los espíritus de la voluntad emanan la materia desde su conciencia. A partir de esta materia se forma el cuerpo humano. En él se encarnan primero las fuerzas primigenias, —los asuras—, que se convierten, por así decirlo, en seres humanos. [La ciencia cristiana también llama fuerzas primigenias a los espíritus de la personalidad]. En el Sol son los espíritus, los hijos del fuego, los Agnishvattas, los que se convierten en seres humanos. En la Luna se convierten en seres humanos los espíritus del crepúsculo, los Lunar-Pitris. En la Tierra, los seres humanos se convierten en seres humanos propiamente dichos. En Júpiter se convierten en seres humanos los seres inferiores, que son los malvados. El ser humano asciende, se convierte en cierto modo en un ángel; en Venus se convierte en arcángel y en el vulcano en un poder primordial o Arcai.

Ahora debemos recurrir a la materia irradiada por los espíritus de la voluntad. A partir de ella se forma el cuerpo físico en Saturno, se transforma en el Sol, en la Luna y en la Tierra, y ahora comienza a desmoronarse, a separarse del ser humano, cuando se convierte en ángel. Tenemos una analogía en el coral, que echa raíces en el agua y acumula cada vez más cal, sobre la que se forman cada vez más animalitos que mueren; así crece el coral. De este modo, nuestro planeta depositará cada vez más carbón.

Sin materia no hay nada, nunca nada; cuando una se pierde, otra nueva, aunque más fina, debe ocupar su lugar. Los seres humanos pasan a la etapa angelical, pierden la materia física, pero conservan el cuerpo etérico. La materia etérica forma el cuerpo hasta Vulcano, donde se pierde la materia física, como aquí.

Los otros seres, que ya eran superiores, seguirán ascendiendo, por supuesto. Los espíritus del crepúsculo —Lunar-Pitris— están en la Tierra un nivel por encima del ser humano, y en consecuencia ascienden. Este nivel de seres no solo estará dotado de conciencia espiritual en Vulcano, sino también en Venus. Un nivel antes, es decir, en Júpiter, los Agnishvattas, —arcángeles—, tienen conciencia espiritual. Y un nivel antes aún, en la Tierra, las fuerzas primigenias, —Asuras—, tienen su conciencia espiritual, de modo que, en el curso normal de la Tierra, los espíritus de la personalidad que alcanzaron su humanidad en Saturno obtienen su conciencia espiritual. Están dotados de libre albedrío, por lo que pueden descarriarse aquí. Por eso, aquí en la Tierra tiene lugar la lucha entre las fuerzas primigenias que se apartan y las que persiguen su ascenso. El Bhagavadgita y el Libro de Enoc describen esta lucha entre las fuerzas primigenias de la luz y las de la oscuridad. Se desarrolla en el momento de la encarnación. Nacen dos tipos de fuerzas primigenias, un grupo liderado por el que desciende y otro liderado por el que asciende; el esoterismo cristiano lo llama Cristo.

[Recuerden la imagen:] La planta representa al ser humano invertido. En la planta, la cabeza está orientada hacia abajo, en el ser humano, hacia arriba. La encarnación es una inversión. Como ser inferior, el ser humano tenía la cabeza orientada hacia abajo, más tarde se volvió hacia arriba. Si recordamos a Hefesto, esto es una [imagen del] desmoronamiento de las partes dirigidas hacia abajo. Hefesto es herido por el malvado líder. La buena fuerza primigenia, —Cristo—, brilla desde la Tierra por delante de la humanidad con una conciencia que solo se le concederá al ser humano en Vulcano. Cristo se revela como el primero de la nueva materia que emana de la existencia terrenal. El primero en manifestarse en la nueva materia, independientemente de la antigua, es Cristo. A esta revelación se le llama: el nacimiento de la materia virgen [o de la virgen]; del segundo Logos, principio del Evangelio de Juan.

Así, la aparición de Cristo en la Tierra es el centro de toda la evolución. Es un acontecimiento cósmico que tiene importancia para toda la evolución.

Traducido por J.Luelmo nov,2025

GA091 Haubinda, 10 de agosto de 1905 - La piedra filosofal

   Índice

 RUDOLF STEINER. 

EL SER HUMANO, LA NATURALEZA Y EL COSMOS   

LA PIEDRA FILOSOFAL

Haubinda, 10 de agosto de 1905

En la Edad Media se oye hablar a menudo del arte de fabricar oro y de la piedra filosofal. Aunque estas cosas están relacionadas con cuestiones muy profundas de la vida, a menudo son malinterpretadas por personas que no saben nada de cosas superiores. Antiguamente, por «piedra filosofal» se entendía la producción de algún mineral que, tomado como medicina, podía prolongar la vida. El oro, tal y como se encuentra hoy en día en la Tierra, no ha existido siempre en la misma forma, sino que al principio tenía formas muy diferentes y luego se transformó gradualmente en oro. Es más difícil llevar el oro a un estado líquido que, por ejemplo, el plomo, pero también existe oro líquido que, a altas temperaturas, fluye como el agua. Se puede licuar aún más, entonces se forman nubes de oro que cubren el planeta, y si se volatiliza cada vez más, el oro se convierte en luz solar. De modo que en el oro tenemos una sustancia que se ha formado en el interior de la Tierra por la solidificación de la luz solar, al igual que el hielo se forma por la solidificación del agua.

Cuando la Tierra aún era el Sol, el oro era luz solar. Solo tras separarse del Sol, la Tierra se enfrió tanto que los rayos de luz que quedaron en ella se solidificaron y se convirtieron en oro. El minero lo sabe y trata el oro como tal. En la Luna, el oro se solidificó un poco más que en el Sol y fluía en arroyos por la superficie lunar. En la Tierra se convirtió en vetas de oro y atravesó la Tierra, como las venas atraviesan al ser humano. Cuando llegó el tiempo de la Tierra, sucedió que el ser humano pudo absorber todo lo que antes se había solidificado en oro. La luz adquirió este significado para el ser humano. Al exhalar y aspirar fuego, este lo calentaba y lo impregnaba con la sustancia contenida en la luz solar. La inhalación y exhalación del fuego es un proceso que estaba relacionado externamente con fenómenos luminosos y de luz; en aquella época, el ser humano era un ser luminoso y resplandeciente. Los restos de ello se encuentran en los seres que provocan el resplandor marino y también en las luciérnagas. El ser humano ha perdido esta capacidad luminosa al absorber el calor en su interior. En la era post lemúrica ya tenemos al ser humano cálido, y ahora comienza el camino de vuelta. Cuando el ser humano se desarrolle físicamente, no solo desarrollará el calor en su interior, sino que volverá a irradiarlo e iluminará su entorno como un sol. Entonces irradiará la luz como antes lo hacía el sol, y la Tierra podrá seguir desarrollándose. En la Tierra, que más tarde se convertirá en Júpiter, irradiará la fuerza luminosa del oro, de modo que el ser humano será el creador del oro. Así, a través de su propio desarrollo, el ser humano se convertirá en el laboratorio químico que produce el oro. El ser humano se convierte en espíritu planetario y entonces produce lo que el planeta ha producido. Se produce realmente una transformación material en él, y así se convierte en la fuente del oro. A través de la meditación y la concentración generamos las fuerzas que conducen a ello. De modo que hoy en día, para la humanidad, estas actividades espirituales son las fuerzas de la naturaleza a través de las cuales se preparan las transformaciones materiales posteriores. Hoy en día, ni siquiera Cristo podría crear oro materialmente de forma inmediata en nuestra Tierra física, ya que no se puede crear nada que el entorno no absorba.

En la Edad Media, el arte de fabricar oro se entendía de forma totalmente material. No se esperaba, no se extendía la espiritualidad a muchas encarnaciones, sino solo a una, y así se materializaba.

[Pasemos ahora a] la piedra filosofal. Para cualquiera que no se haya dedicado al ocultismo, los escritos sobre ella parecen haber sido escritos por un loco. En el siglo XVIII, alguien la describió en el «Reichsanzeiger» y dijo: «Quien la conoce una sola vez, la encuentra en todas partes; la tenéis en vuestra habitación, la encontráis en la calle, la tenéis en la mano». Así pues, la describe como algo que simplemente no se sabe qué es. Es algo que, si el ser humano fuera capaz de crear por sí mismo, lo haría realmente inmortal.

Sabemos que el ser humano forma parte de la naturaleza y que depende del mundo vegetal. Él inhala oxígeno y exhala dióxido de carbono; las plantas, por el contrario, asimilan el dióxido de carbono y exhalan oxígeno. Así se complementan el ser humano y las plantas. Las plantas construyen su cuerpo a partir de lo que el ser humano expulsa. Es evidente que, para que las plantas puedan construir su cuerpo, primero debe haber luz; pero, cuando la hay, lo construyen a partir del dióxido de carbono. Una planta es un curioso laboratorio químico. La sustancia principal es el dióxido de carbono; lo que absorbe en forma de sales es secundario. El dióxido de carbono está compuesto por carbono y oxígeno. La planta retiene el carbono y expulsa el oxígeno. El ser humano combina el oxígeno con su carbón y lo expulsa. Podemos verlo cuando desenterramos plantas de la tierra después de millones de años; ¿qué encontramos entonces? Encontramos carbón. De hecho, la planta se ha encarnado en el carbón, y el carbón es su cadáver, su cuerpo lunar. Si siguiéramos lo que haría el mundo vegetal si se le dejara a su aire, veríamos que la Tierra se convertiría en un planeta de carbón.

Ahora hemos visto que el ser humano transforma el reino mineral, que cultiva la tierra con las mismas fuerzas con las que trabaja el reino mineral. Cuando la Tierra salga de su ciclo actual, el ser humano la habrá transformado por completo, y entonces comenzará el quinto ciclo con el reino vegetal [como reino inferior]. Entonces el ser humano hará con el reino vegetal lo que ahora hace con el reino mineral: lo trabajará y se encarnará en él. Y con ello, las fuerzas de laboratorio del mundo vegetal pasarán a él, y él transformará el planeta en carbón con sus propias fuerzas. Con ello habremos llegado al punto en el que el reino humano se vuelve inmortal. El ser humano ya no entrará y saldrá de un cuerpo, como ocurre en sus encarnaciones minerales, sino que, como ser espiritual, asimilará la materia y volverá a salir, formando así el planeta a partir de su propia materia. Por supuesto, el carbón estará presente en la forma refinada del diamante actual; el ser humano crea su planeta diamantino, que recorre con vetas de oro, tal y como antes el sol recorría su planeta Tierra con vetas de oro. El ser humano se convierte en espíritu planetario. Así debemos entender a Kortum cuando dice que sostenemos continuamente la piedra filosofal en la mano: es el carbón.

Traducido por J.Luelmo nov,2025

GA091 Haubinda, 8 de agosto de 1905 - Los órganos sensoriales de la La Luna

   Índice

 RUDOLF STEINER. 

EL SER HUMANO, LA NATURALEZA Y EL COSMOS   

LOS ÓRGANOS SENSORIALES DE LA LUNA

Haubinda, 8 de agosto de 1905

Las expresiones populares de la gente sencilla suelen encerrar algo tremendamente importante. El lenguaje no es una creación fortuita. En las construcciones lingüísticas se reconoce el auténtico espíritu. A veces, una frase revela los secretos más profundos de la existencia. Hemos hablado del traspaso de las entidades; este paso, este salto más allá de un cierto punto, lo encontramos en todas partes. Recordemos que el ser humano está compuesto por sus tres cuerpos inferiores. Estos tres cuerpos han sido construidos y perfeccionados gradualmente por la humanidad. En la Tierra apareció el yo verdadero.

Durante la tercera ronda en la Luna, el ser humano vivía en una conciencia similar a un sueño. No veía los colores en los objetos, sino que el color vivía como una formación ante su alma. /Laguna en la transcripción]

En la Tierra, la conciencia figurativa se transforma en conciencia objetiva. El color se superpone al objeto. El hecho de que percibamos algo depende de que tengamos órganos sensoriales. Si el habitante de la Luna percibía algo, tenía que tener sentidos; los tenía, flores de loto que giraban hacia el lado opuesto. ¿En qué cuerpo se encontraban estos órganos sensoriales lunares? En el doble cuerpo etérico propiamente dicho. En el pralaya, estos órganos sensoriales lunares desaparecieron y surgió el cuerpo sensorial, que tiene las fuerzas que forman los ojos, los oídos, etc. El yo como tal también estaba presente durante la existencia lunar, pero de forma inconsciente. En la Tierra, el yo mira a través de los órganos sensoriales con la ayuda de este cuerpo sensorial y percibe. Al estar el yo dentro del cuerpo sensorial, solo tiene conciencia mientras puede mirar hacia fuera. Cuando no puede hacerlo, —en la muerte—, la conciencia se interrumpe.


 El siguiente nivel consiste en que el yo se adentre en el mismo mundo que percibe desde fuera. En la Luna, el objeto se percibía como una imagen; en la Tierra, el ser humano ha proyectado estas imágenes sobre los objetos. Ahora se desliza dentro de estos objetos/imágenes y se fusiona con ellos. A esto se le llama «la vida en el cuerpo causal». Significa salir de uno mismo. Si esta salida se hace demasiado pronto o de forma incorrecta, el ser humano perdería la conexión con sus sentidos.

[Laguna en la transcripción]

Esta gravedad debe desarrollarse con especial intensidad en la formación oculta.

La locura no es más que la pérdida de la armonía con el mundo exterior. Esto ocurre en todos los desarrollos anormales. El alma ha salido del cuerpo sensorial y se encuentra, en realidad, fuera. Se «desborda».

El lenguaje es un poderoso factor cultural en el desarrollo. Los grandes iniciados incorporan al lenguaje lo que debe expresarse a lo largo de muchos siglos. En Alemania debía expresarse la mística cristiana. Esta enseña que Cristo vive en Jesús, mientras que las lenguas orientales enseñan el triple Logos. Ambas cosas no se excluyen mutuamente.

El nombre inefable.

GA091 Haubinda, 6 de agosto de 1905 - Colores y sonidos

   Índice

 RUDOLF STEINER. 

EL SER HUMANO, LA NATURALEZA Y EL COSMOS   

COLORES Y SONIDOS

Haubinda, 6 de agosto de 1905

Cuando se pretenden describir los mundos superiores, hay que servirse de palabras que resultan insuficientes, ya que están destinadas al mundo sensible. Sin embargo, hay ciertas características comunes a todos los mundos: colores, sonidos, ciertas fuerzas. Hablemos primero de ciertos colores; en el mundo físico solo los conocemos en objetos espaciales. Incluso allí donde están presentes sin objeto, solo se perciben a través de los objetos. Solo en los casos límite de la vida física se pueden ver colores sin objeto, por ejemplo, el arco iris. Los colores en el mundo astral no están confinados a un límite espacial fijo. Siguen siendo espirituales, son la expresión del ser en el que se alojan. Una pasión sensual se expresa de manera diferente a un pensamiento elevado. Aquí hay una armonía inmediata. El color flota libremente, pero está conectado con lo que expresa. No es un color externo, sino interno. A la campana, por ejemplo, le da igual ser amarilla o verde, eso no afecta a su sonido.

Cuando se traspasa el mundo astral, también hay colores, pero no son solo colores internos, sino que son creativos, se autoproducen; son colores radiantes. Cuando el ser humano se eleva al espacio mental, pierde en un primer momento la capacidad de percibir los colores mentales de la misma manera. Por eso se habla del mundo sonoro. En cambio, aparece la capacidad de percibir el sonido, el tono. Solo cuando se asciende aún más se perciben los colores radiantes. Cuando el ser humano vuelve a decantarse por el color, se encuentra en el Arupa.

Si pudiéramos tomar un poco de color de un objeto físico, llevarlo con nosotros como una pequeña capa y llevarlo al Devachan, el color brillaría allí. Por eso al Devachan también se le llama «el mundo de los colores radiantes». Cuando aquí queremos comunicar algo a un semejante, se lo decimos mediante el sonido. En el Devachan brillaría en el color correspondiente. A un mundo así, donde todos los seres viven en colores radiantes, se le llama el «primer reino elemental». Cuando la materia de estos seres se vuelve algo más densa, desciende al reino rupico, y comienzan a hacerse notar a través de sonidos. Ese es el «segundo reino elemental». Los seres que viven en él son muy móviles. En el «tercer reino elemental» se añade la forma. El color interior se configura; la pasión se manifiesta en forma de relámpagos, los pensamientos elevados en forma de plantas. En las regiones superiores son chispas y destellos, aquí son formas de un mundo monocromático y sonoro.

Todos nuestros seres han pasado por tres reinos elementales. El oro, el cobre y demás han pasado ahora al reino mineral. El oro no tenía el mismo aspecto en la luna que ahora: una estrella que brillaba en diferentes direcciones y a través de la cual se podía atravesar la mano. Mediante un proceso similar, el agua, cuando se congela y se convierte en nieve, se transforma en un pequeño cristal. Los metales son las formas condensadas del tercer reino elemental. Por eso el metal no es uniforme en su interior, sino que está configurado internamente: figuras sonoras de Chladni. Todo el reino mineral está animado por líneas y figuras, y en el tercer reino elemental estaba coloreado. Al solidificarse las formas, se crea una superficie y ahora los colores surgen en la superficie.

Así pues, tenemos:

1. Primer reino elemental: reino de los colores radiantes.
2. Segundo reino elemental: reino de los sonidos libres.
3. Tercer reino elemental: reino de las formas coloreadas.
4. Reino mineral: reino de los cuerpos coloreados.

El mundo físico contiene los tres reinos elementales como si estuvieran coagulados en él. El sonido está mucho más relacionado con el interior de un ser que el color. Este último es más superficial. Los colores radiantes están aún más relacionados con el interior. [Lo que irradia por sí mismo del primer reino elemental].

Traducido por J.Luelmo nov,2025

GA091 Berlín, 28 de junio de 1905 - El alma consciente

   Índice

 RUDOLF STEINER. 

EL SER HUMANO, LA NATURALEZA Y EL COSMOS   

EL ALMA CONSCIENTE

Berlín,  28 de junio de 1905

Si queremos comprender el alma consciente de una persona, debemos remontarnos a su cuarta encarnación. Aquellas naturalezas que se imponen con una energía especialmente fuerte la han adquirido mediante una actividad especialmente intensa cuatro encarnaciones atrás. Las personas que tienen una mente especialmente clara y combinatoria y unas inclinaciones emocionales especiales se remontan a tres encarnaciones. Algo que se adhiere al alma sensible, el sentido de la belleza, el sonido de la voz, el timbre, se remonta a la encarnación anterior. En el caso de las personas que no han llegado al yo espiritual, solo podemos remontarnos a cuatro encarnaciones. Entonces vemos que algo diferente actúa sobre ellas.

Todo en el mundo está organizado en niveles; siempre hay nuevos seres que ocupan el lugar de los anteriores. Los seres superiores y más perfectos actúan sobre aquellos cuerpos del ser humano sobre los que él mismo no tiene influencia. Por eso, sus cuerpos inferiores están mejor organizados que su cuerpo astral. El cuerpo astral es el resultado del karma humano. El cuerpo etérico y el cuerpo físico también lo son en parte, pero otros seres deben intervenir para que a este cuerpo astral le correspondan un cuerpo etérico y un cuerpo físico especiales. Hemos visto que los chelas pueden actuar sobre su cuerpo etérico, y los maestros y adeptos sobre su cuerpo físico. Los chelas y los maestros también pueden actuar sobre el cuerpo etérico y el cuerpo físico de [cada] ser humano. La diferencia es que el ser humano actúa inconscientemente, mientras que el chela y el maestro lo hacen conscientemente.

Hay seres que aún están por encima de estos. ¿Sobre qué ejercen influencia estos seres? Sobre algo aún más elevado en el ser humano. Antes de convertirse en un ser físico, el ser humano era un ser etérico y, antes aún, un ser astral. Ahora bien, nada se pierde en la Tierra. Lo que existe permanece, solo que adopta formas superiores. Los antiguos cuerpos etéreos y astrales de los seres humanos se han generalizado; actúan conjuntamente como cuerpo astral de las diferentes naciones. Al igual que los maestros trabajan en nuestro cuerpo físico, los seres superiores trabajan en estos «cuerpos raciales»; se les llama «ángeles de los ciclos». Son los grandes reguladores de los desarrollos nacionales. Determinan la aparición de una determinada individualidad en una nación: Lutero, Bismarck. Por lo tanto, hay más en juego que el karma humano; se trata de una dirección inteligente.

Más arriba hay un espíritu aún mayor, cuyo cuerpo es mental. En el esoterismo cristiano se les llama «arcángeles de los ciclos»: siete grandes reguladores de los sistemas religiosos. Cada subraza tiene un sistema. Los arcángeles forman juntos el coro que regula nuestra raza raíz: un coro de siete genios.

Al ascender a la región de Arupa, encontramos el llamado cuerpo del genio, que dirige toda la raza raíz; aún más arriba, el genio que dirige toda la ronda. Así llegamos a los Siete que están ante el trono de Dios. Toda la esotería tiene esta estructura jerárquica hasta lo más alto.

Si volvemos al líder de la tercera raza raíz —Lemuria—, que dio el impulso para la fecundación con Manas, vemos que se trata de un poder aún superior a los arcángeles de los ciclos orbitales. A estos poderes se les llama «Exusiai», seres que regulan el conocimiento, mientras que los arcángeles regulan lo religioso [en el inconsciente].

Así vemos que el mundo se convierte por completo en «esencias». [Interiormente con su propio cuerpo, exteriormente otros seres regulan el karma]. Quien no sabe que todo lo que le rodea son esencias, tampoco sabe que la reacción a sus actos proviene de todas partes.

Hombre astral

Hombre etérico

Hombre físico

Cuerpo etérico

Cuerpo astral

Traducido por J.Luelmo nov.2025

GA091 Berlín, 17 de junio de 1905 - Los Tres Mundos

   Índice

 RUDOLF STEINER. 

EL SER HUMANO, LA NATURALEZA Y EL COSMOS   

LOS TRES MUNDOS


Berlín, 17 de junio de 1905

Conocemos tres mundos: el físico, el astral y el devacánico. El físico es conocido por todos los seres humanos: es el mundo que percibimos con los cinco sentidos. No así el astral, que es el mundo de todos los instintos, deseos, pasiones, etc. El ser humano necesita recibir instrucciones para poder orientarse en él. Si una persona sin preparación alguna tiene una visión del mundo astral, no sabrá orientarse en él. La mejor comparación es la huella de un sello: lo que en el mundo físico se nos presenta como relieve, en el mundo astral se presenta como hendidura, y viceversa, lo que aquí es hendidura, allí es relieve. Todo es un efecto espejo de la realidad. Los números se ven al revés: 364 aquí es 463 allí. Es mucho más complicado con las estructuras espaciales: se ve una esfera, como si se tuviera el ojo en el centro de la esfera. Todos los colores se ven al revés, lo que aquí es rojo, allí es verde, el amarillo aquí se convierte en índigo allí, el negro se convierte en blanco. El color opuesto es siempre aquel que, al superponerse, da lugar al blanco.

El tiempo, en realidad, corre hacia atrás. No se vive hacia el futuro, sino hacia el pasado. Los pueblos han expresado esta visión astral en los mitos. Solo quien tiene una visión astral puede comprender los mitos de Cronos, que devora a sus hijos: los hijos vuelven al seno de aquel de quien proceden. Urano significa el mundo mental, Cronos el astral y Zeus el mundo físico. Los mitos provienen de los iniciados, que partieron de la preexistencia y la postexistencia. Forman el espíritu a través de leyendas y cuentos de hadas. Lo que el ser humano no puede comprender en una vida, lo comprenderá en la siguiente. Las relaciones morales y espirituales también aparecen como el reflejo de un espejo. Los sentimientos del ser humano pertenecen al mundo astral. Y cuando observa sus propios instintos, estos también se le aparecen como el reflejo de un espejo. Cuando un deseo se mueve hacia el exterior, aparece [allí] como si se le acercara [a uno]. Como un animal que quiere arrebatarle algo cuando se lo quita. Así ve todo un mundo animal abalanzarse sobre él: son todos los deseos, las ansias y las pasiones que el ser humano emana.

El sueño es una especie de recuerdo de lo vivido en el plano astral; los sueños no son más que reflejos de las propias pasiones. La curiosidad, por ejemplo, es siempre una corriente determinada en el plano astral. La leyenda de la mujer del mediodía, que visita a los trabajadores en el campo y siempre les interroga. La curiosidad humana se expresa especialmente en el deseo del ser humano de saber algo sobre su pasado y su futuro. El reflejo de la curiosidad se expresa magníficamente en [el enigma] de la esfinge de Cadmo. Toda la evolución terrenal del ser humano se encuentra en la respuesta: el ser humano camina sobre cuatro patas, sobre dos patas, sobre tres patas. En la época lemúrica, el ser humano caminaba a cuatro patas como ser unisexual. En el presente camina sobre dos, en el futuro caminará sobre tres. Ambos pies y el lado derecho con el brazo desaparecerán; en su lugar habrá un brazo izquierdo muy desarrollado.

La evolución transcurre de tal manera que ciertos seres se desarrollan hacia arriba y tienen ramificaciones laterales que caen en decadencia. En aquellos que se quedan atrás, el cuerpo astral es más fuerte, mientras que en aquellos que avanzan, lo es el cuerpo mental.

Lo inverso del desarrollo es el retraso: la involución. Las fuerzas [retrasadoras] del astral detienen el desarrollo. Así, en el astral hay que traducir todo a su imagen refleja. Al principio del movimiento teosófico no se pudo comprender esto. El Maestro intentó explicárselo a Sinnett mediante la planta, que está rodeada de una masa en la que se imprime.

Traducido por J.Luelmo nov.2025

GA091 Berlín, 20 de junio de 1905 - Las conexiones internas de los 7 principios básicos del ser humano

   Índice

 RUDOLF STEINER. 

EL SER HUMANO, LA NATURALEZA Y EL COSMOS   

LAS CONEXIONES DE LOS 7 PRINCIPIOS BÁSICOS DEL SER HUMANO


Berlín, 20 de junio de 1905

El yo auténtico reside en el cuerpo físico, el etérico y el astral, y junto con sus envolturas forma los cuatro miembros, el cuadrado pitagórico.

El cuerpo físico es el más antiguo, el cuerpo etérico es el segundo y el cuerpo astral es el más joven. El yo se forma en el presente. Al comienzo de nuestra era terrestre, el cuerpo físico no era un caos, sino que estaba construido de forma bella y armoniosa en sí mismo, el ser humano no podía hacer nada al respecto; fue construido por los creadores, los seres creadores desde el exterior. Lo mismo ocurría con el cuerpo etérico y también con el cuerpo astral. Solo en la cuarta etapa aparece el yo y trabaja de forma independiente. No tiene influencia sobre el cuerpo etérico y el físico, pero sí sobre el cuerpo astral. ¿Cómo? Hubo un tiempo en el que el ser humano no tenía influencia sobre el cuerpo astral, solo había instintos, deseos, pasiones. En una etapa posterior de su desarrollo, tomó el control y los reguló. Tan pronto como las fuerzas creadoras dejan de sostener el cuerpo físico, este se disuelve en la materia física general, al igual que el cuerpo etérico [en el éter universal general]. Los dioses creadores recuperan estos cuerpos. No ocurre lo mismo con el cuerpo astral. Lo que el ser humano trabaja en él permanece y vuelve. Eso es su karma. El karma o lo trabajado en el astral es del propio ser humano. Lo que el yo trabaja en el cuerpo astral es manas. El ser humano tiene tanto manas como lo que trabaja en su cuerpo astral. El cuerpo astral es lo que el ser humano aún no ha trabajado; manas, lo que ha trabajado. Trabaja en él una estructura, una organización, que más tarde se convertirá en los chakras. Cuando el ser humano ha trabajado todo el cuerpo astral, está completamente lleno de manas. Entonces puede empezar a trabajar también su cuerpo etérico. Del mismo modo, desde dentro trabaja lo que se llama budhi. Todo lo que tiene en el cuerpo astral lo trabaja en el cuerpo etérico, que es su huella. Lo que el ser humano trabaja en el cuerpo etérico permanece. Permanece igual que su karma. Cuando muere, su cuerpo etérico no se disuelve en el éter universal, sino que todo lo que ha trabajado en él permanece. Cuando vuelve a encarnarse, regresa al mismo cuerpo etérico. Una persona así es un chela.

El ser humano común va al Devachán y luego, cuando llega su momento, desciende a través del astral, donde encuentra sus logros kármicos, hasta el plano físico. Pero el chela, que ha dado vida a su cuerpo etérico, no necesita ir al Devachán, sino solo al reino más cercano, el astral, y regresa a la Tierra en su mismo cuerpo etérico.

En los misterios, el desarrollo del chela se acelera un poco. En los antiguos misterios, el cuerpo físico era llevado a una especie de estado de reposo que duraba tres días. Para que todo lo que el cuerpo astral trabajaba en él no fuera perturbado por el cuerpo físico, el discípulo era puesto en un estado letárgico durante tres días. Hoy en día, por el contrario, el cuerpo astral se fortalece hasta tal punto que supera lo que el cuerpo físico intenta ascender. Pero esto solo es posible desde la aparición de Cristo, que vino a la Tierra y emanó una gran cantidad de fuerza magnética. Este es el hecho místico. Pablo recibió la primera iniciación de esta manera en el camino a Damasco, por efecto directo del astral.

El ser humano también puede obtener fuerza y poder a través de su cuerpo físico; podrá dirigir cada glóbulo sanguíneo; entonces Atma trabajará en el cuerpo físico. El maestro renacerá en la misma forma, en el mismo cuerpo físico, no en materia. Muere y renace con la misma fisonomía. Llega un momento, y esto es lo importante, en el que el ser humano conserva su cuerpo físico. Solo en el séptimo planeta el ser humano obtiene la forma que conservará en el futuro. Por lo tanto, la maestría es una enorme responsabilidad y un gran peligro.

Traducido por J.Luelmo nov,2025