GA176 Berlín 24 de julio de 1917- La relación del ser humano con la verdad

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RUDOLF STEINER

La relación del ser humano con la verdad



Berlín 24 de julio de 1917

Además del contenido de estas conferencias, me interesa mostrar que la verdad, en sentido espiritual, es una realidad viva. En nuestro tiempo es especialmente importante que se desarrolle el sentimiento de que la verdad es algo vivo. Lo que tiene vida es diferente de una época a otra; en una etapa puede ser informe, en otra puede tener una estructura definida. Un niño pequeño es muy diferente de una persona mayor. Lo que está vivo cambia continuamente. El ser humano que tal vez despliegue su actividad en algún momento del futuro, no puede uno referirse ahora a él como alguien existente, en lo que al plano físico se refiere. Estas cosas son tan evidentes que resultan triviales. Sin embargo, dejan de ser triviales cuando uno ha aprendido a apreciar el sentimiento de que la verdad es una entidad viviente.

La última vez les hablé de un estadista contemporáneo, Lloyd George. Si alguien en Inglaterra en 1890, cuando Lloyd George tenía 27 años, hubiera hablado de todo el significado de esa época en nuestra época, como hicimos la última vez, habría estado, en el sentido espiritual-científico, equivocado. Podría haber hablado de ello en relación con Lloyd George, aunque, por supuesto, sin los detalles biográficos que apenas habían comenzado a producirse. Pero hacerlo habría sido un error.

La gente tiene la idea de que la verdad puede expresarse siempre de la misma manera, pero no es así, sobre todo cuando se trata de ciertas verdades superiores. Sólo ahora ha llegado el momento de hablar de la relación que existe entre la edad del ser humano individual y la edad de la humanidad en su conjunto. Este tipo de verdad es también una fuerza activa. Hablar de Lloyd George en 1890, cuando tenía 27 años, haciendo un esbozo de su vida -lo que podría haberse hecho dentro de ciertos límites- habría sido irresponsable. Podría compararse con plantar algo en la estación equivocada. Es importante no sólo que esas verdades no lleguen al alma humana como abstracciones, sino aún más que lleguen en un momento en que puedan ser eficaces. Esto es válido no sólo para los hechos históricos, los hechos relacionados con la evolución del mundo en el sentido más amplio, sino para la verdad en general en su efecto sobre el alma humana. Ya di algunas indicaciones al respecto la última vez, pero hay que llamar continuamente la atención sobre ello, porque actualmente nos encontramos en una etapa de transición en la concepción de la verdad. La ciencia del espíritu debe crear una cierta condición de comprensión de la verdad. La relación que el hombre tiene con la verdad debe modificarse, debe pasar por un cierto desarrollo.

En la última conferencia llamé la atención sobre el hecho de que hoy en día el alma humana se siente fácilmente insatisfecha. Veamos algunas de las razones de esta insatisfacción del hombre moderno. Sabemos que el alma humana necesita en la vida conceptos e ideas que puedan arrojar luz sobre ciertas cuestiones básicas, como la inmortalidad del alma, el sentido de la evolución del mundo, etc. El alma humana necesita ideas con las que poder vivir. Si no puede desarrollar tales ideas, o sólo ideas insatisfactorias, entonces permanece insatisfecha y se enferma en cierto sentido. De hecho, muchas almas humanas se encuentran hoy en un estado de enfermedad mucho mayor de lo que se admite. En el futuro próximo habrá muchas más almas enfermas de lo que hoy es posible imaginar, a menos que la gente se vuelva hacia el tipo de conocimiento que puede llenar el alma de contenido espiritual.
La propia naturaleza presenta en muchos aspectos una imagen de la realidad espiritual más elevada y secreta; se trata de comprender correctamente la imagen y no de interpretarla de forma materialista. La dificultad surge porque la gente quiere fórmulas prefabricadas, conjuntos de conceptos con los que pueda vivir y estar satisfecha de una vez por todas. Cuando no las encuentran, buscan consejo. Sin embargo, está claro que lo que se espera es una breve descripción de algún tipo, un libro tal vez, que en poco tiempo pueda asimilarse y que proporcione a la persona algo que le satisfaga para el resto de su vida. Si uno es capaz de experimentar incluso hasta cierto punto la verdad como una realidad viva, entonces tal demanda se siente como el equivalente a exigir un alimento que sustente el organismo corporal durante el resto de la vida. Quiere un consejo que pueda "comer" para que espiritualmente no necesite comer nunca más. Eso es imposible en ambos ámbitos.
La ciencia espiritual no puede entregar a la gente algo que, una vez asimilado, sea suficiente para el resto de la vida. A menudo he señalado que no existe un breve resumen de una visión del mundo que pueda guardarse en el bolsillo. En lugar de fórmulas listas, la ciencia del espíritu proporciona algo con lo que el alma humana debe unirse repetidamente, que debe ser repetidamente asimilado y digerido interiormente. Verdades externas como las que proporcionan las ciencias naturales podemos, si tenemos buena memoria, asimilarlas y luego poseerlas de una vez por todas. Eso no es posible con las verdades científico-espirituales, porque las verdades de la ciencia natural son conceptos sin vida. Las leyes de la naturaleza están muertas una vez que han sido formuladas en conceptos, mientras que las verdades científico-espirituales son conceptos vivos; si las condenamos a la inanición porque las aceptamos como si fueran verdades externas, entonces no proporcionan ningún alimento; entonces son piedras que el alma no puede digerir.

A la vista de lo que es hoy la ciencia del espíritu y de lo que realmente debería ser, vale la pena señalar que en la vida cultural del siglo XIX hubo tendencias que luchaban por ello. Pero en la última década han ocurrido muchas cosas que han hecho que lo que entonces se consiguió sea barrido y olvidado. Hoy me gustaría, a modo de introducción, señalar algo que fue muy malinterpretado en la segunda mitad del siglo XIX. Se le solía llamar "el pesimismo de Eduard von Hartmann". Sin embargo, lo cierto es que su pesimismo no se entendía de la forma en que se solía interpretar. La gente parte de la idea fija de que pesimismo significa una visión que considera que el mundo es menos que perfecto, que tiene muchos aspectos insatisfactorios, que de hecho es bastante malo. Ese punto de vista nunca puede hacer justicia al pesimismo de Hartmann, pero normalmente se valoraba a la luz de esta visión general. Hoy sigue siendo difícil aclarar esta cuestión que trata de algo básico y profundamente arraigado en el alma humana.

Hoy en día, a todos los niños se les enseña en la escuela la impenetrabilidad de los cuerpos. Cuando el maestro pregunta: "¿Qué es la impenetrabilidad?", los niños han aprendido a responder: "La impenetrabilidad es la propiedad en virtud de la cual dos cuerpos no pueden ocupar un lugar al mismo tiempo", lo cual es cierto para los cuerpos físicos, pero hoy nadie imagina que se trata de una frase que algún día habrá que desaprender o, mejor dicho, interpretar de otro modo. Aquí sólo indicaré de qué se trata. Llegará un día en que la frase ya no dirá: Impenetrabilidad es la propiedad en virtud de la cual dos cuerpos no pueden ocupar el mismo lugar al mismo tiempo; sino que se dirá: Son cuerpos físicos los entes cuya propiedad es tal que cuando ocupan un espacio del que están excluidos otros entes del mismo tipo. Así pues, la definición básica será diferente. Llegará un día en que el planteamiento ya no será dogmático, sino que se basará en la realidad. Hoy en día se habla mucho de la superación de los antiguos dogmas. El futuro demostrará que nunca ha habido una época más impregnada de dogmas que la nuestra. Nuestras ciencias están llenas de dogmatismo, y más aún las opiniones públicas, por no hablar de las opiniones políticas.

Si adoptamos una visión positiva del pesimismo -por el momento la de Eduard von Hartmann- descubriremos lo que sigue. Dice: "Muchas personas se esfuerzan por alcanzar la felicidad; quieren una satisfacción interior instantánea a la que llaman felicidad. Pero eso nunca puede ser el fundamento, en un sentido más elevado, de una existencia digna del hombre. Luchar únicamente por la satisfacción personal sólo puede conducir al aislamiento; está abocado a un mayor o menor grado de egoísmo. La tarea del hombre no puede consistir en esforzarse meramente por su propia satisfacción, sino que debe consistir en situar su ser vivo en un proceso del mundo, en trabajar con y para el desarrollo del mundo. Sin embargo, la satisfacción completa con la vida externa o la armonía dentro de sí mismo le impedirían cumplir esa tarea. Sólo cuando no estamos satisfechos con las condiciones nos esforzamos por impulsar los procesos de edificación del mundo. Así pues, el pesimismo de Eduard von Hartmann se sitúa en el terreno de los sentimientos. En su opinión, sin ese pesimismo que nos hace estar insatisfechos, careceríamos de incentivos para cooperar en la labor de impulsar la evolución. Así, Eduard von Hartmann, expresándose filosóficamente, afirma que defiende tanto el evolucionismo empírico como el teleológico. Es evidente que se trata aquí de un pesimismo muy diferente de la visión dogmática habitual del pesimismo. Con su concepto de pesimismo, en el que no profundizaré en este momento, Eduard von Hartmann se sitúa en cierto sentido en el camino que debe seguir la ciencia espiritual.
Esta ciencia espiritual, sin embargo, nos muestra mucho más; nos muestra lo que una imagen mental plenamente satisfactoria sería realmente para nuestra vida anímica. Sería exactamente lo que la comida externa sería para nosotros si la comiéramos pero luego no tuviéramos forma de digerirla, y en su lugar la lleváramos con nosotros sin digerir. No podría llamarse realmente alimento. De hecho, alguien que cogiera un libro de Trine o de Johannes Muller y quisiera saciarse con él, estaría intentando lo mismo que alguien que quisiera comer alimentos que entonces sólo podrían llevarse sin digerir en el cuerpo.
Si no fuera simplemente transportado, sería digerido, pero entonces desaparece; pierde su identidad esencial. Esto nunca ocurre con una imagen mental plenamente satisfactoria. Una imagen mental plenamente satisfactoria permanece con nosotros para siempre, si puedo expresarlo así, reposando en el estómago de nuestra alma. Y cuanto más creamos recibir en un momento dado de tal imagen mental, cuanto más esperemos satisfacer voluptuosamente nuestra alma con ella, más veremos que, una vez que hemos vivido con ella un tiempo, ya no puede satisfacernos. Por el contrario, se desarrolla en nosotros de tal manera que nos aburre, nos resulta molesta y cosas por el estilo.

Estas cosas tienen otro aspecto que está relacionado con lo que algunas personas consideran contradicciones en la ciencia espiritual; a saber, el hecho de que continuamente se buscan nuevos puntos de vista a partir de los cuales desarrollar nuestros conceptos. Podríamos, por así decirlo, hablar siempre desde diferentes puntos de vista. Estos no se contradicen, sino que demuestran que las verdades espirituales tienen una capacidad de transformación continua, lo que es un indicio de su cualidad viva. La ciencia del espíritu no puede moldearse en conceptos rígidos. Ciertamente, los hechos aislados pueden presentarse de forma directa, pero el contenido de lo que ha de satisfacernos como visión del mundo debe presentarse en pensamientos llenos de vida y que puedan comprenderse desde aspectos siempre nuevos. Quien asimile los pensamientos de algún aspecto de la ciencia espiritual y los deje habitar en su alma, descubrirá que le hablan. Si en otro momento los mismos pensamientos pasan por su alma, le hablarán de nuevo, pero de manera muy diferente. Cuando esté contento, le hablarán de forma diferente a cuando esté triste y preocupado, pero en la medida en que los reciba en su cualidad viva, siempre le hablarán.

Los conceptos científico-espirituales no sólo proporcionan una imagen de algo, sino que establecen una conexión viva entre el alma humana y todo el infinito aspecto espiritual del mundo. Puesto que el aspecto espiritual es infinito, nunca puede agotarse. La ciencia para el espíritu establecerá en todos los casos una conexión entre el alma y el mundo espiritual, siempre que mantengamos una receptividad abierta a lo que viene a nuestro encuentro desde el mundo. Sobre todo debemos acostumbrarnos al hecho de que ciertos conceptos que hoy nos parecen básicos e indiscutibles, en el futuro pueden carecer de toda relevancia. Tomemos el ejemplo de las innumerables filosofías; un problema que surge en todas ellas se refiere al "ser" o la "existencia". La existencia como tal es siempre objeto de debate y ya la forma en que se presenta el problema crea grandes dificultades para que el alma humana móvil pueda enfrentarse a él. Especialmente a través de estas conferencias espero despertar en ti el sentimiento de que cualquier cosa que consideremos "existente", cualquier entidad a la que atribuyamos el estado de "ser", está directamente relacionada con el proceso de llegar a ser. La verdad es que ni lo que dijo Parménides sobre la existencia inmutable ni lo que dijo Heráclito sobre la llegada a la existencia es correcto. En el mundo las cosas existen y las cosas devienen, pero sólo lo que está en proceso de devenir está vivo; lo que ya existe está siempre muerto. Lo que existe es el cadáver de lo que estaba llegando a ser. Encontrarás más sobre esto en mi Ciencia Oculta. En la naturaleza que nos rodea encontramos "existencia", y la ciencia espiritual confirma que esta existencia ha surgido porque una vez estuvo en un proceso de devenir. El "devenir" dejó atrás su cadáver. Lo que está en estado de existencia está muerto; lo que está en devenir está vivo.
Esto tiene un significado especial para la vida interior del hombre. No alcanzamos una visión satisfactoria de las cosas mediante conceptos acabados y completos, porque pertenecen a lo que existe, no a lo que está llegando a ser. Una visión satisfactoria sólo puede derivarse de lo que está en proceso de devenir; debe actuar sobre el alma para que, a medida que lo absorbemos, se vuelva inconsciente, pero al unirse con el alma vuelva a suscitar en nosotros preguntas relativas al devenir. Este es también un aspecto de la ciencia del espíritu que causa dificultades a muchos, porque prefieren lo que está acabado y completo. Mientras que la ciencia del espíritu apunta a lo que verdaderamente alimentará el alma humana, la inclinación es hacia todo lo contrario.

Lo que la gente quiere hoy es alcanzar lo antes posible una visión completa y acabada del mundo. Mucho de lo que llega a expresarse como perturbaciones e insatisfacciones interiores sólo se aliviará cuando, en lugar de exigir verdades acabadas, se despierte nuestro interés por participar en la llegada a ser de la verdad. Ciertamente, las verdades deben estar claramente definidas, pero lo que se expresa en conceptos acabados siempre se refiere a algo que pertenece al pasado. Sin embargo, las verdades depositadas, por así decirlo, por el pasado podemos absorberlas; al hacerlo, viven en nosotros, y de este modo podemos participar en la verdad.

Todo esto está atravesando un proceso de transformación en nuestra época, que se manifiesta en la extrema polaridad entre Europa Occidental y Europa Oriental. Nosotros, en Europa Central, estamos situados en medio de esta polaridad. El polo occidental ya ha alcanzado la hipertrofia, la sobremadurez. El polo oriental acaba de nacer; apenas ha alcanzado la fase embrionaria. Es muy importante que tengamos claro que lo que se manifiesta como condiciones extrañas y caóticas en Europa del Este es muy poco comprendido en Europa Central y en absoluto en Europa Occidental. ¡Cuántas discusiones no hay sobre la naturaleza del pueblo ruso, sobre lo que está ocurriendo en Europa del Este! Hace poco leí una opinión, expuesta por un señor que sin duda se cree muy listo, según la cual el pueblo ruso está atravesando una etapa parecida a la que vivió Europa Central y Occidental en la Edad Media. En aquella época, decía, en Europa Central y Occidental había más fe, más una especie de actitud soñadora y mística, igual que ahora en Europa Oriental. Así pues, Europa del Este debe de estar atravesando su Edad Media, mientras que en el resto de Europa la razón y el intelecto, y con ellos las ciencias naturales, han progresado entretanto. Los europeos del Este tendrán que ponerse al día con todo este desarrollo.

Nada de esto tiene que ver con la realidad. La verdad es más bien que el ruso tiene por naturaleza una inclinación mística, pero esta inclinación mística es al mismo tiempo intelectual. Lo que nos encontramos aquí es misticismo intelectual, o intelectualismo místico; es decir, un intelecto que se expresa místicamente. Y eso es algo que nunca existió en el resto de Europa. Es algo totalmente nuevo, nuevo en el mismo sentido en que un niño es nuevo cuando se le compara con un anciano, tal vez su abuelo, al que llegará a parecerse. Es muy importante que el hombre moderno despierte y reconozca estas cosas en lugar de pasarlas por alto en un estado de sueño. Comprender la polaridad de Europa Occidental y Oriental es, en particular para Europa Central, una necesidad acuciante. Si no se intenta comprenderla, no se superará el caos actual.
Es bastante difícil aclarar del todo el contraste entre Europa Oriental y Occidental, básicamente porque lo que aflora en Occidente está en cierto sentido demasiado maduro, mientras que lo que aparece en Oriente apenas ha alcanzado, como he dicho, la fase embrionaria. Sin embargo, debemos intentar comprenderlo. Tenemos en Europa Occidental y también en Europa Central lo que podría llamarse un tipo específico de superstición que no existe en Europa Oriental, o cuando aparece allí, es una adopción de Occidente. Esta superstición, tan extendida en Europa Occidental y Central, tiene que ver, por decirlo sin rodeos, con la palabra impresa, con todo lo que se encuentra en los libros. Esto puede sonar algo grotesco, pero ilustra lo que abarca todo un complejo de actitudes culturales. En Occidente nos aferramos a lo que se puede fijar y poner en letra impresa. Damos mucha importancia a lo que podemos objetivar, separándolo del ser humano. Esto es tan apreciado que nuestras bibliotecas se convierten en gigantescas monstruosidades, inmensamente apreciadas sobre todo por quienes trabajan en alguna rama de la ciencia. Sin embargo, hay otra razón por la que las bibliotecas son tan apreciadas: guardan pensamientos que se han divorciado de su fuente humana. A la suma de tales pensamientos la llamamos liberalismo; cuando un grupo de personas los profesa se llama partido liberal. Un partido liberal es lo que resulta cuando, sobre un número de seres humanos se extiende, como una tela de araña, una teoría liberal, es decir, lo que puede conservarse en los libros. Lo mismo ocurre con muchas otras cosas. La creencia supersticiosa en las teorías lleva a la actitud de que, para que las cosas se traten con eficacia, primero hay que fijarlas de esta manera.

En Occidente han surgido en rápida sucesión toda una serie de teorías como el liberalismo, el conservadurismo y otras, y también teorías más amplias y universales, conservadas en libros, como las utopías de Proudhon y Bellamy. Estas cosas son más numerosas cuanto más nos alejamos hacia el Oeste. Europa Central ha producido comparativamente pocas utopías de este tipo, en sentido estricto, ninguna. Algunas pueden haber aparecido en Europa Central porque estas cosas se transfieren, pero todas son producto de las razas anglosajona y latina. Una característica de la superstición occidental -adoptada en cierta medida en Europa Central- es que lo que se origina en el hombre, es decir, sus pensamientos, debe primero exteriorizarse, debe desprenderse de él, antes de ser útil. Este procedimiento ha dado lugar a prácticas perversas en ciertos movimientos generalmente de carácter místico. Tales prácticas se ven facilitadas por el hecho de que se concede gran valor a producir algo, no directamente de la vida contemporánea, sino de lo que puede derivarse de antiguos escritos y viejas tradiciones, en resumen, de lo que se ha divorciado del hombre. Muchas personas no se interesan cuando se les habla de los mundos espirituales relacionados con la actualidad. Pero si se les dice que lo que están oyendo procede de la antigua sabiduría rosacruz se muestran complacidos, y aún más complacidos si se les habla de templos antiguos, o mejor de templos místicos orientales, y se hace hincapié en lo antiguo que es todo, en el tiempo que hace que está todo depositado, en lo verdaderamente fijo que se ha vuelto.

Esta tendencia sigue desarrollándose hasta el extremo en el mundo occidental. Es una tendencia que está íntimamente relacionada con cierto poder despótico que ejerce sobre los seres humanos la espiritualidad que se ha desprendido de ellos. El elemento espiritual que se ha independizado ejerce su poder, en última instancia, sobre las fuerzas elementales del hombre. El propio ser humano queda entonces excluido; de un modo u otro, lo que se ha desprendido de él toma el control. Además, lo que de este modo se ha introducido en el mundo busca materializarse; no sólo busca ser comprendido en un sentido materialista, sino materializarse realmente. El mundo occidental ya ha recorrido un largo camino en este sentido. Los fenómenos están ahí, pero no se intenta comprender las leyes internas que los rigen; sin embargo, existen y no está lejos el día en que el hombre lamentará no haber buscado su conocimiento.
Un antiguo plebeyo conocido hoy como Lord Northcliffe es un magnate de la prensa británica, y va camino de serlo en Estados Unidos. Empezó reflexionando sobre la cuestión de si sería posible hacer que la sociedad -es decir, las ideas y opiniones que la gente comparte en general- fuera independiente de los seres humanos como tales. En otras palabras, se preguntaba cómo se podría conseguir que lo que se ha desprendido del hombre llegara a dominarlo. Empezó formulando una teoría que decía Cada provincia tiene su propio periódico; en él se publican artículos escritos por individuos locales; en consecuencia, los periódicos difieren de una provincia a otra. Qué espléndido si uno pudiera verter gradualmente en todas las prensas provinciales un periódico modelo uniforme. Se podría establecer una oficina central que recogiera todos los mejores artículos sobre química, escritos por químicos famosos, todos los mejores escritos sobre física por físicos eminentes, todos los mejores sobre biología por biólogos famosos, etcétera. Este material se distribuía a los distintos periódicos locales, que publicaban los mismos artículos. Incluso en los casos en los que, por necesidad, algo tuviera que ser diferente, se podría organizar desde la oficina central. Por supuesto, debido a las diferentes lenguas, absolutamente todo no podría ser igual, pero todo podría estar centralizado.

Verán que este hombre ha recorrido un largo camino hacia su objetivo. Hoy es el poder invisible sobre una gran parte de la prensa británica, francesa y americana. Ciertos periódicos en Gran Bretaña, Francia y América no publican nada que no haya sido emitido desde la misma oficina central. Los periódicos que aún son independientes tienen que luchar por sobrevivir, enfrentados a la competencia de todo lo que fluye a través de sus canales. Su verdadero objetivo es deshacerse de todo lo que no salga de una misma fuente. En vista de la creencia ciega del hombre occidental en lo que se ha desprendido de él y que ahora sale a su encuentro de esta manera, se darán cuenta de las posibilidades que esto abre para ejercer un poder tiránico sobre los seres humanos individuales.

Los pueblos de Europa del Este tienen una inclinación natural a devolver al individuo su plena dignidad humana y su independencia. Su inclinación es hacia la superación de lo que ha quedado sepultado en la palabra impresa y su sustitución por el hombre mismo. Lo que se busca en Oriente como ideal es leer menos, dejarse influir menos por lo que se ha vuelto inerte y fijo y más bien dejar que la influencia provenga de lo que está directamente conectado con los seres humanos individuales. El hombre debe volver a escuchar a su prójimo y saber que es diferente si el discurso procede directamente del ser humano o si se ha desprendido de él y ha dado un rodeo a través de la tinta de imprenta o similares.

Mientras tanto, en Occidente se hace un uso espantoso en muchas esferas de lo que se ha desprendido del hombre, especialmente en el ámbito del arte, donde ha conducido a métodos de reproducción que son de lo más eficientes a la hora de extinguir el sentido por lo artístico. Se ha perdido en gran medida la capacidad de reconocer el aspecto único en una obra de arte. Esto se aplica especialmente a los objetos de uso cotidiano. Cuando se hacen objeciones a esta enfermedad moderna, no se las recibe con mucha comprensión. Habrán observado que algunas de las damas presentes llevan anillos u otros adornos, cada uno diferente, porque se da valor al diseño individual y al hecho de que exista una conexión en la esfera ideal entre el objeto y la persona que lo ha fabricado. En una época en la que todo se produce en serie, es decir, se ha desvinculado del hombre, se ha objetivado, no hay mucha comprensión para estas cosas. La intención detrás de mucho de lo que se desarrolla en nuestro tiempo surge realmente de esta tendencia, aunque pueda pensarse que las cosas se hacen desde la preferencia. Por otra parte, lo que se está preparando en Oriente se basa en lo individual, en realzar el valor intrínseco del hombre, aunque por el momento esta tendencia sólo se encuentra en los primeros comienzos embrionarios.
El marxismo (podría elegir otros ejemplos) se originó en Occidente. Pero, ¿qué es el marxismo? Es una teoría que presenta de forma conceptual una estructura social dentro de la cual se supone que todos los seres humanos conviven en armonía. A la visión espiritual que se está preparando gradualmente en Oriente le parecerá un absurdo que una teoría de este tipo, supuestamente de validez universal, haya podido surgir alguna vez. Se reconocerá que es imposible decidir de manera arbitraria cómo debe vivir la gente. Eso es algo que cada individuo debe determinar por sí mismo, del mismo modo que la vida de las personas dentro de una comunidad debe resolverse entre las propias personas. Lo que se está preparando en Oriente es el individualismo creativo -dudo en utilizar otra frase estereotipada, pero no existe otra posibilidad que hacer uso de ciertos conceptos.

Es muy importante que se comprendan estas cosas. Indican las fuerzas que actualmente están dando forma al mundo, y nosotros estamos situados en medio de ellas. A menos que estas cosas se tengan suficientemente en cuenta, no es posible llegar a una visión adecuada de los acontecimientos mundiales. Por ejemplo, sin esa visión no es posible reconocer lo que hay detrás del hecho de que Lord Northcliffe comprara no sólo periódicos británicos, estadounidenses y franceses, sino también uno ruso. Un periódico llamado Nowoje Wremja está completamente bajo su control. Esto le permite lanzar una red hacia el Este, instigado sin duda por seres humanos que tienen cierta perspicacia sobre lo que resultará de reunir en la misma red lo que constituye el pasado y lo que constituye el futuro. Detrás de esta unión Este-Oeste, en la que estamos metidos los centroeuropeos, se esconde algo mucho más profundo de lo que se cree. Se trabaja en ello mucho más a fondo y sistemáticamente de lo que la gente sabe. En otras esferas ocurren cosas parecidas. La idea de implantar las fuerzas moribundas de Occidente en las fuerzas germinales de Oriente es terrible. Algunos son conscientes de lo que está ocurriendo, pero ¿quién puede hoy juzgar correctamente el significado del hecho de que a finales de los siglos XIX y XX aparecieran de repente en la prensa británica toda una serie de nombres ficticios, nombres como Ignotus, Argus, Spectator, etc.? ¿Quién reconoce desde un punto de vista global que un número de Nowoje Wremja comprado en Rusia es escrito en Londres por representantes bajo diversos seudónimos, asegurando así un intercambio completo entre lo que está sobremaduro en Occidente y lo que aún está embrionario y germinando en Oriente? Son cosas que ocurren entre bastidores de nuestra vida cotidiana, cosas que tienen una conexión directa con las leyes que rigen la evolución de la humanidad y de la Tierra.

A principios del siglo XX, el espíritu de Europa Oriental se unió al espíritu de Europa Occidental. Se trabajó sistemáticamente para crear una opinión pública general. El trabajo en este sentido comenzó en la oficina del editor y se extendió al parlamento antes de entrar en canales más subterráneos. Quien crea que estoy imaginando cosas al sostener esto, debería leer y asimilar realmente el contenido de las cartas publicadas a principios del siglo XX por la señora Novikoff, esposa del enviado ruso en Viena. Estas cartas fueron escritas por la Sra. Novikoff a la Sra. Campbell-Bannerman, con quien se relacionó en Inglaterra. Al leer estas cartas descubrirán que no estoy imaginando cosas y encontrarán mucho que explica lo que parece inexplicable, especialmente para la gente de Europa Central.

Si realmente queremos comprender el significado de los profundos cambios que se están produciendo en nuestro tiempo, necesitamos conceptos diferentes de los que arrastramos del pasado. Debemos reconocer que tenemos una inclinación y una capacidad inherentes para formular tales conceptos. No debemos dormirnos ante los importantes acontecimientos que están teniendo lugar. Podríamos citar cientos y cientos de tales acontecimientos. Tomemos por ejemplo lo que ocurrió en Oxford en el verano de 1911. Hubo una gran reunión en la que estuvieron presentes, con sus atuendos oficiales, una espléndida procesión de todos los dignatarios y profesores de la Universidad de Oxford. Se habían reunido porque lord Haldane iba a pronunciar un discurso. 9 Hay que tener en cuenta que se trata del Secretario de Estado para la Guerra dando un discurso. ¿Y su tema? Habló en términos estrictamente científicos de lo mucho que había contribuido el espíritu alemán a la evolución de la humanidad. Subrayó que había demostrado que la civilización no se fomenta a través de la fuerza bruta, sino más bien a través de influencias morales y éticas. Todo el discurso fue un elogio del valor intrínseco de la cultura alemana.
Una vez que estalló la guerra, Lord Haldane estuvo totalmente de acuerdo con la opinión de que el espíritu alemán se expresó principalmente en el militarismo que creó un infierno para el resto del mundo, e incluso la subrayó. Sin embargo, ese mismo Lord Haldane se había sentado en su juventud, durante su estancia en Gotinga, a los pies del filósofo Lotze, que había escrito algunos excelentes libros sobre la Educación y el Estado y uno titulado Un camino hacia la verdad. Ese mismo Lord Haldane había hablado con bellas palabras de la diferencia entre Hegel y Goethe. Señaló que mientras Hegel decía que seríamos capaces de oír a la naturaleza expresar los secretos más elevados si sólo tuviéramos el sentido, Goethe hizo de un dicho aún más elevado el fundamento de toda su visión del mundo, a saber, que si la naturaleza pudiera expresar realmente todo lo que el hombre necesita oír, entonces habría tenido la capacidad de hablar. Estas palabras encierran un profundo significado. Implican nada menos que Goethe profesaba un verdadero espiritualismo, pues si la naturaleza contuviera todo lo que hay en el mundo, entonces nos lo revelaría; el hecho de que no lo haga demuestra que hay más; hay algo más allá de la naturaleza, a saber, el espíritu. Todo esto lo había podido expresar Haldane gracias a su experiencia de la vida cultural alemana. Sin embargo, como en cientos de otros casos, le vemos cambiar de repente.

Estos fenómenos no son de un tipo que pueda dejarse de lado con comentarios triviales como: Una vez firmada la paz, todo se arreglará. - Mucha gente cree eso, pero lo que se necesita es un enfoque fundamentalmente diferente. La base de este enfoque ni siquiera tenemos que adquirirla; en cierto sentido, ya la poseemos, y si tenemos la voluntad, podemos actuar en consecuencia. Nosotros, en Europa Central, tenemos por naturaleza la capacidad, si tan sólo la ejerciéramos, de mirar con comprensión tanto hacia el Este como hacia el Oeste. Lo que debemos hacer es superar el hábito de abordar las cosas teóricamente, especialmente la ciencia espiritual. Debemos entrar en ella con todo nuestro corazón, con todas las fuerzas interiores a nuestra disposición.

Permítanme por un momento abordar algo de carácter personal; después de todo, nos conocemos y estas cosas nos conciernen a todos. Como ustedes saben, he escrito sobre Nietzsche, y en mi libro habrán visto que lo valoro y admiro mucho. Últimamente, al dar conferencias en diversos lugares, he expresado mi respeto y admiración por el esteticista suabo Friedrich Theodor Vischer. También he mencionado el hecho de que fue uno de los primeros a quienes me dirigí después de haberme ocupado durante treinta años de sentar las bases de lo que ahora llamo la ciencia del espíritu. Fue el primero que se dirigió a mí diciéndome: Tu concepción del tiempo es una base muy fructífera sobre la que construir una ciencia del espíritu". Como ya he dicho, respeto a Nietzsche, e intenté hacerle justicia en mi libro, Friedrich Nietzsche, luchador por la libertad. También respeto a Vischer. Pero, ¿cómo se ven el uno al otro? Nietzsche escribió un interesante pasaje sobre Vischer. También acuñó la muy utilizada expresión "filisteo burgués", que es como llamó a David Friedrich Strauss, el autor de La vida de Jesús y La antigua y la nueva fe. Vischer era un gran admirador de David Friedrich Strauss, observación que añado a título meramente explicativo. A propósito de Vischer, Nietzsche dijo lo siguiente:

... Últimamente ha circulado en los periódicos alemanes la apreciación de un idiota sobre los hechos históricos, para regocijo del pálido y estético suabo Vischer. Esta apreciación, con la que todo alemán estará de acuerdo, es la llamada "verdad" de que "Renacimiento y Reforma -renacimiento estético y renacimiento moral- deben tomarse juntos para formar un todo". Una frase así pone a prueba mi paciencia. Siento que es mi deber personal, de una vez por todas, decir a los alemanes lo que todos tienen sobre su conciencia: cuatro siglos de crímenes contra la cultura; eso es lo que tienen sobre su conciencia. 
Así, es posible tener respeto por ambas personalidades y sus planteamientos filosóficos; pero uno llama idiota al otro. Eso no altera en absoluto mi consideración y respeto por ambos. No me siento obligado a jurar por uno u otro cuando reconozco lo que tienen que decir. Tampoco me siento obligado a hacer mía la opinión que cada uno tenga del otro. Acepto que esa es su opinión, del mismo modo que acepto que el caballero que está sentado al otro lado de la habitación tenga una opinión distinta de la mía sobre la pila de libros que tengo delante. Juzgar las cosas desde un solo aspecto es una tendencia común, que algunos desarrollan hasta un grado notable. Es algo con lo que hay que contar. Ahí está el ejemplo de lo que Hölderlin pone en boca de Hiperión en su "Hiperión en Grecia"; es tan interesante porque, como sabrán quienes conozcan a Hölderlin, éste se identifica con Hiperión. Las opiniones expresadas por Hiperión son las suyas propias. A los alemanes los describe de la siguiente manera:

Siempre fueron bárbaros, desde la antigüedad, y lo fueron aún más a través de la diligencia, el aprendizaje e incluso la religión. Completamente desprovistos de sentimientos piadosos, carentes de toda gracia, sujetos a todo exceso y bajeza insultante para un alma fina, apagados y sin armonía como los fragmentos de un jarrón desechado - éstos, mi Bellarmin, fueron mis consoladores. - Son palabras duras y, sin embargo, las digo porque son ciertas: no puedo pensar en ningún pueblo más desgarrado que el alemán. Encontraréis artesanos, pensadores, sacerdotes, amos y sirvientes, jóvenes y maduros; todo eso encontraréis, pero ningún ser humano... 
Uno puede imaginarse a los autores de la entente queriendo copiar semejante pasaje. Pero hay otro aspecto importante: el mismo Hölderlin que tenía estas convicciones también llamaba a Alemania "el corazón de Europa". En otras palabras, era capaz de tener ambos puntos de vista. Debemos ser capaces de reconocer cada vez más que no sólo es posible, sino que además es una disposición profundamente arraigada en el hombre. Si uno se aferra a la opinión abstracta de que es contradictorio tener diferentes puntos de vista sobre la misma cosa, se está aferrando a la unilateralidad. Los puntos de vista y las perspectivas que condujeron a la grandeza de Europa Occidental ya no son capaces de comprender lo que está empezando a evolucionar en Europa Oriental. Llegará un día en que a los ciudadanos de Europa del Este les parecerá incomprensible que no se puedan tener dos visiones completamente opuestas de algo. Lo que se está desarrollando en el Este es la "polivalencia", y parecerá obvio que para comprender las cosas hay que verlas y describirlas desde todos los ángulos.

Todo esto está relacionado con lo que he empezado hoy, la necesidad de alcanzar una nueva relación con la verdad. Un aspecto esencial de esto es el reconocimiento de que nuestra vida de pensamiento, es decir, nuestra vida en imágenes y conceptos mentales, es ya una vida en el espíritu. Para reconocer que el pensamiento es una actividad espiritual es necesario superar la actitud materialista y poco científica que dice: "Cuando pienso, utilizo mi cerebro, así que el pensamiento debe proceder del cerebro". - Eso es tan inteligente como decir: "A lo largo de este camino hay huellas; ¿de dónde pueden haber salido? Debe haber fuerzas bajo el suelo que las hayan causado. Debo estudiar estas huellas para poder construir una teoría sobre la naturaleza de las fuerzas que empujan y tiran desde debajo de la tierra y forman las huellas en el suelo blando. Esto es comparable a buscar en las formaciones y procesos del cerebro las fuerzas que crean el pensamiento. Del mismo modo que las huellas, aunque se encuentren en el suelo, tienen su origen en personas que caminan sobre él, las formaciones del cerebro -tal como las describen la biología y la fisiología- son la huella del pensamiento, que es espiritual.
Naturalmente, el cerebro debe estar ahí, igual que el suelo debe estar ahí para que la gente camine sobre él. Al igual que el suelo, el cerebro ofrece resistencia mientras vivimos entre el nacimiento y la muerte. Lo que vive en nosotros como espíritu debe reflejarse en algo durante nuestra existencia entre el nacimiento y la muerte. El aparato reflejante es el cerebro. Pero este reflejo es un proceso activo, como en un espejo en el que la luz no se devuelve desde una superficie lisa, sino desde una que se contornea a sí misma, de modo que se puede reconocer en la forma resultante lo que se ha reflejado. Hay que comprender que el pensar como tal es espiritual, que cuando pensamos ya estamos dentro del mundo espiritual. Sólo llegamos a ser plenamente conscientes de ello cuando el pensar se libera, cuando el pensar, por así decirlo, es capaz de apoderarse de sí mismo. Un pensar perfeccionado de este modo puede seguir un curso que le permite apoderarse de las conexiones más ocultas entre los acontecimientos de la vida. Es capaz de buscar los vínculos más delicados bajo la superficie. Ya hablé de ello en las dos conferencias anteriores.
Sólo cuando el pensar se ha liberado de la materia se toma conciencia de su naturaleza espiritual. Sólo entonces se alcanza un pensar verdaderamente creativo. El mundo natural puede ser captado por un pensar que asimila pasivamente lo que revelan los fenómenos naturales por sí mismos. Para encontrar ideas que puedan ser eficaces en la sociedad, ideas que, por así decirlo, gobiernen los asuntos de la gente, deben surgir de un pensar que se haya vuelto independiente. Carecemos en gran medida de la capacidad de elevarnos por encima de la dependencia de los fenómenos externos, de elevarnos a un pensar que formule pensamientos de manera independiente, dentro de su propia esencia. Por eso nuestra vida política es tan estéril, tan infructuosa; sólo el pensar que se ha liberado de la materia puede tratar eficazmente los problemas sociales. Si se quiere, podría decirse que es el siguiente paso necesario que hay que dar en la mística. Pero lo que se quiere decir no es un vago algo místico tan perseguido hoy en día. Lo que importa no es la conciencia de uno mismo dentro de una esencia divina o alguna frase tan bonita. El Dios interior es una experiencia común a todas las criaturas. Para estar en conexión con la unidad del mundo, con el elemento divino interior, basta con pronunciar palabras como misticismo o teosofía. Un bicho de junio también tiene ese tipo de conexión, aunque a su manera especial. Lo importante es que empecemos a experimentar el pensamiento como algo activo y vivo, que se expresa en conceptos concretos. Tales conceptos son capaces de asir y tratar eficazmente los problemas sociales.

Al comienzo de las consideraciones de hoy hablé de la importancia de que el hombre no sólo considere su relación con la verdad a la luz de la ciencia del espíritu, sino que reconozca que la propia relación debe llegar a ser diferente. Debe convertirse en una unión activa con la realidad; esto tendrá un significado inmenso, no sólo para la comprensión de los acontecimientos mundiales, de la historia y de los problemas sociales ahora y en el futuro, sino también para el individuo. Lo que hay que hacer ahora, es continuar ciertas corrientes y esfuerzos espirituales importantes que han sido olvidados. Hubo buenas razones -todavía tenemos que hablar de ellas- para que en la segunda mitad del siglo XIX se olvidaran o abandonaran muchas cosas. Cuando se publique una nueva edición de mi libro Los Enigmas del Hombre, indicaré muchos fenómenos que pertenecen a estos aspectos olvidados de la vida espiritual. En la primera mitad del siglo XIX existieron muchos esfuerzos, hoy olvidados, con los que la ciencia espiritual tiene un vínculo directo. Si hubieran perdurado -lo cual es, por supuesto, puramente hipotético, pues las cosas sólo podían desarrollarse del modo en que lo hicieron-, pero si lo hubieran hecho, el hombre no habría estado tan desamparado ante los trágicos acontecimientos actuales.

He mencionado antes el hecho notable de que, con fines egoístas, la fuerza de las diversas naciones de Europa fue cuidadosamente vigilada en Occidente, especialmente en Gran Bretaña. Fue a través de esto que se juntaron las nubes de tormenta de cuyos efectos todavía estamos sufriendo. En conferencias anteriores he explicado muchas cosas que provocaron la catástrofe actual. Se darán cuenta, por mucho de lo que he dicho últimamente, de que no es suficiente contar sólo con los acontecimientos de los que se habla habitualmente. Es necesario cavar mucho más profundo y tener en cuenta el significado mucho mayor de lo que sucede bajo la superficie de los acontecimientos externos. Esto es lo que se derrama sobre la humanidad como un terrible diluvio. Muchas de estas cosas todavía no pueden ser llamadas por su verdadero nombre, porque los seres humanos no están preparados para aceptarlas. Pero si se quiere comprender la evolución, si se quiere arrojar luz sobre los secretos ocultos directamente relacionados con los acontecimientos actuales, entonces hay que tocarlos. La comprensión de estas cosas sólo es posible si la ciencia del espíritu se toma cada vez más en serio.

El objetivo de la ciencia del espíritu es unirse a todo lo que hay de mejor en las fuerzas e impulsos de Occidente. Sólo podrá alcanzar sus objetivos si deja de confundirse con todas las tonterías que aparecen hoy en día disfrazadas de impulsos espirituales o místicos. Las cosas han llegado a tal punto que en el futuro habrá que dejar bien clara la diferencia entre todo lo que representa la ciencia espiritual, todo lo que pretende ser nuestra ciencia espiritual de orientación antroposófica, y todos los numerosos movimientos que quieren identificarse con ella.
En conclusión, les pido que miren por un momento a Oriente; ciertamente tuvo en el pasado un alto grado de percepción de las vidas terrestres repetidas. Esta percepción se alcanzó a través de un entrenamiento especial del propio ser humano. Desde cierto punto de vista hay que decir que ninguna descripción de la conexión del alma individual con el cosmos supera a la del Bhagavad Gita. Pero nosotros, en nuestro tiempo, tenemos tareas diferentes. En su Educación de la Humanidad, Lessing inauguró una de estas tareas. Allí reaparece en Occidente el concepto de vidas terrenales repetidas. Pero, ¿cómo llegó la idea a Lessing? Él sabía, por supuesto, que había sido una enseñanza entre los pueblos primitivos. Pero la idea le vino al contemplar las épocas consecutivas en la evolución de la humanidad, y al notar cómo una época se desarrolla a partir de la precedente. Consideró que el hecho de que no se produjera ninguna ruptura evolutiva entre las épocas sólo podía deberse a que las propias almas humanas transportaban las fuerzas y capacidades que habían alcanzado de la época A a la época B, a la época C, etc. Piensa que si nuestras almas estaban presentes en la más oscura antigüedad y continuaron encarnándose una y otra vez, eso significaría que nosotros mismos hemos arrastrado desde la antigüedad hasta nuestros días lo que corre como un hilo a través de toda la historia y la evolución. Entonces, los propios seres humanos habrían creado las distintas épocas. La historia adquiere sentido y significado cuando se reconoce que las propias almas humanas arrastran impulsos de una época a otra. A través de un estudio histórico tan exhaustivo, la idea de vidas terrenales repetidas llegó a Lessing, no como en Oriente desde el alma humana individual.

El pensamiento histórico y la historia, la historia en su sentido más elevado, ésa es la tarea de Occidente. Sin embargo, esto requiere que la reconozcamos en cada momento. La historia nos enfrenta cuando los hechos individuales se unen en la comprensión de las diferentes edades del hombre. Tenemos historia cuando un niño se encuentra ante un anciano. Aquí captamos el sentido histórico al reconocer que la persona anciana fue una vez un adulto joven y antes de eso un niño. Lo que es consecutivo en la historia también puede aparecer uno al lado del otro en el espacio. Europa Oriental, Occidental y Central, aunque próximas en el espacio, sólo pueden entenderse si también se consideran en sentido histórico como consecutivas. Esto, por supuesto, debe hacerse de la manera correcta.

Cada uno de nosotros tiene ante sí esta tarea. Cuando ampliemos nuestro horizonte para abarcar tales asuntos, en nuestra relación viva con lo que nos rodea alcanzaremos la gratificación que anhela nuestra alma.
Traducido por J.Luelmo ene.2023











GA176 Berlín, 10 de julio de 1917-Las dificultades del auto-conocimiento

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RUDOLF STEINER

Las dificultades del auto-conocimiento



Berlín 10 de julio de 1917

Hoy me gustaría seguir examinando ciertas cuestiones elementales sobre las que construir la visión más amplia que se debatirá hoy y en la próxima conferencia.

Es natural que una persona, que durante su vida comienza a sentir su yo, comienza por así decirlo a despertar conscientemente en su yo, quiera alcanzar la comprensión y la claridad sobre ese yo y su relación con el mundo. En la actualidad existe un fuerte anhelo y también un esfuerzo generalizado por alcanzar tal discernimiento. A medida que la gente experimenta este anhelo de claridad sobre su propio yo, se encuentra con los numerosos escollos y peligros que conlleva la búsqueda del autoconocimiento. Las personas tienden a asumir que buscan una entidad más o menos simple. La suposición de que el yo humano es bastante sencillo ha causado mucha desilusión y ha hecho que la gente se vuelva hacia el tipo de guía que se encuentra en los escritos de Ralph Waldo Trine y otros, una guía buscada por muchos hoy en día debido a la creencia de que al ahondar en su ser interior llegarán a conocerse mejor a sí mismos y obtendrán más perspicacia y seguridad en la vida. Lo que en realidad experimentan es que al emprender ese camino su autoconocimiento disminuye en lugar de aumentar. Si soportan esta desilusión, ya de por sí difícil de soportar, las trampas y los peligros se hacen aún mayores.

Conviene tener claro, al menos en principio, por qué es tan difícil alcanzar el autoconocimiento. No existe un camino sencillo y directo que permita alcanzar el autoconocimiento. El ser, el yo, puede descubrirse, o al menos buscarse, a través del pensar, a través del sentir y a través de la voluntad. Ya sea que se intente alcanzar la experiencia en el reino del pensar, en el reino del sentir o a través de la voluntad, siempre se tiene la impresión de que a través de estos poderes del alma uno debe acercarse a su ser interior.

Una persona puede al principio intentar un camino por medio de su vida de pensamiento, es decir, intentar representarse el yo a sí misma. Especialmente las personas con inclinaciones filosóficas se han convencido en los últimos años de que éste es un camino seguro. Dirán: Aquello que reconozco como yo sigue siendo, desde el nacimiento hasta la muerte, la misma entidad. Si miro hacia atrás en mi memoria, veo que siempre soy el mismo. Sin embargo, esta afirmación se contradice a diario para todo ser humano normal, como he señalado a menudo. Entre el sueño y la vigilia, la persona normal no tiene ningún medio de saber cómo son realmente las cosas que conciernen al yo. No tiene ninguna observación externa del yo durante el sueño. El yo que se representa a sí mismo sólo puede relacionarlo con los momentos en que estuvo despierto; durante el sueño se rompe la cadena de acontecimientos externos de su vida. Esto es bastante fácil de ver. Por lo tanto, el que cree que el yo vive en sus pensamientos, de tal manera que realmente puede encontrarlo allí, debe reconocer que se borra cada vez que duerme, al menos en lo que respecta a su conciencia. Algo que se sumerge en la oscuridad y se vuelve imperceptible cada noche no puede considerarse que tenga una existencia segura.
De manera, que la persona que busca su yo por el camino del pensar puede, en un sentido filosófico, tener una imagen suficientemente clara de su yo, pero no le ofrecerá mucha satisfacción. Aunque por simple reflexión no reconozca que la imagen mental de su yo se desvanece cada noche, no puede darle ningún sentimiento de seguridad real. Su ser interior en su conjunto, al parecer más sustancial que la mera ideación, pronto le hace tomar conciencia del carácter insatisfactorio del yo meramente representado. Lo que se encuentra por este camino en la búsqueda del yo está, por así decirlo, demasiado enrarecido. Pero, ¿por qué es así?

Hay que entender que no es nada fácil encontrar el tipo de ideas que expresen e iluminen verdaderamente los hechos de la vida espiritual. La razón es simplemente que nuestro hablar, nuestro lenguaje causa la mayor dificultad. A menudo uno se siente como enredado en una telaraña lingüística cuando reflexiona y lucha por encontrar las palabras adecuadas. El inconveniente del enfoque meramente filosófico es la dificultad que uno tiene para liberarse de las restricciones impuestas por el lenguaje. Y aparte de esa lucha está el sentimiento de insatisfacción ante lo que el habla es capaz de transmitir, sobre todo cuando se busca el yo a través de la actividad mental de formar imágenes del pensamiento. Pronto se experimenta esto cuando se estudia a filósofos que tienen mucho que decir sobre el yo. Se tiene la sensación de que sus pensamientos están demasiado enrarecidos, son demasiado débiles, y uno se queda con una sensación de irrealidad e inseguridad. Hay gente que cree que porque uno es capaz de pensar el yo, este pensamiento es en sí mismo una garantía de que el yo atravesará el portal de la muerte hacia el mundo espiritual. Pero la vida de sentimientos de uno le dice que si el yo se extingue cada noche, entonces es factible que también se extinga al morir. Este sentimiento es uno de los escollos que nos hace sentir inseguros. Pero, ¿Cuál es su causa?

Uno aprende a conocer la verdadera naturaleza del yo, que en la vida del pensamiento ordinario sólo se vislumbra, cuando es capaz de compararlo con el yo que se puede descubrir a través de la ciencia espiritual. Este yo no se extingue en el sueño, aunque sí lo haga la conciencia ordinaria. Hay que admitir que, desde cierto punto de vista -nótese bien, sólo desde cierto punto de vista-, hay algo de verdad en lo que dicen "algunos filósofos como Ernst Mach: que el yo no puede salvarse porque es algo irreal. Ellos sostienen que todas las múltiples experiencias que tenemos a lo largo de nuestra vida se encadenan como perlas, y debido a ello nosotros derivamos de ellas la imagen del yo, pero esto no es una realidad. Tales filósofos consideran al yo como un mero pensamiento y no ven ninguna razón por la que un pensamiento deba ser considerado como poseedor de existencia real. Sin embargo, en nuestra vida mental no conocemos otro yo que la difusa entidad que se extingue cada vez que nos dormimos. Este yo es sólo como una imagen en la mente. La pregunta que debemos hacernos es: A la luz de la ciencia espiritual, ¿Qué es esa imagen mental del yo?
La ciencia espiritual revela que la imagen mental que comúnmente tenemos de nuestro yo no es en absoluto idéntica a la que encontramos a través de la ciencia espiritual. Este descubrimiento es de la mayor importancia. El yo del que nos formamos una imagen mental está privado en la presente encarnación de vida interior efectiva. Basándonos puramente en este yo, no podríamos decir en verdad: "Yo existo ahora, en este momento". La imagen mental que tenemos de nuestro yo no es garantía de que existamos ahora, en el presente. Existe el peligro constante de que, de algún modo, una combinación de imágenes mentales esté conjurando el yo. Ésa es la incertidumbre; por eso sentimos que lo que tenemos delante es una mera imagen y no una realidad. ¿Por qué experimentamos así nuestro yo interior? Porque el yo del que nos formamos una imagen mental contiene ya fuerzas para nuestra próxima encarnación. En esta vida debe existir necesariamente en la forma en que lo encontramos. Cuando nos representamos el yo, se trata de una fuerza que no pertenece a esta vida, sino de una fuerza que sólo evolucionará en nuestra próxima encarnación. Es comparable a una planta que, si pudiera sentir la semilla que lleva dentro, dijera: "Esta semilla en realidad no soy yo; es la planta que no crecerá hasta la próxima primavera". Del mismo modo, en lo que representamos como nuestro yo vive la fuerza que evolucionará en nuestra próxima encarnación. Tiene que existir como lo hace, porque si quisiéramos que se convirtiera en algo más en la encarnación actual, se desarrollaría demasiado pronto y no podría permanecer como una semilla hasta nuestra próxima vida. Por lo tanto, el yo que representamos en los pensamientos debe permanecer débil; no puede estar activo ahora, porque tiene que conservar las fuerzas semilla para la próxima encarnación.

Comprenderás la importancia de este hecho. Cuando se habla de ello de esta manera abstracta, su inmensa importancia puede no ser inmediatamente evidente. De lo que estamos hablando es de algo sombrío, que pertenece a la próxima encarnación. Si bien no puede desarrollarse en esta vida, puede enriquecerse de modo que pierda su carácter sombrío; de lo contrario, sigue siendo insatisfactorio y se experimenta como un mero punto, por así decirlo, más allá del cual no es posible progresar. Pero el problema es cómo enriquecer ese yo que se siente como un punto.

No se consigue nada simplemente meditando en uno mismo, pues a lo único que se llega es a lo que en esta encarnación es un mero punto, una semilla para la próxima vida. No importa con cuánta fuerza, con cuánta mística se cavile hacia el interior, o qué bellos preceptos uno se fije, no se llega al yo. En la forma en que este yo que representamos en el pensamiento vive dentro de nosotros en esta encarnación, en realidad no nos pertenece. Mientras dura esta encarnación, en realidad pertenece al mundo. A partir de lo que vemos interiormente como imagen mental de nuestro yo, el mundo preparará para nuestra próxima encarnación lo que entonces estará activo en nosotros. Por eso, este yo sólo puede enriquecerse a través de nuestras experiencias del mundo. Cuando nuestros amigos me han pedido que escriba algo en su álbum, a menudo, en los casos en que era apropiado, he escrito: "Para encontrarte a ti mismo, busca en el mundo; para encontrar el mundo, busca en ti mismo".

Para encontrarse a sí mismo, es decir, para dotar a la propia vida de pensamiento de un contenido más rico y vivo de lo que es posible en la vida ordinaria, hay que ampliar la propia observación y profundizar en la propia experiencia del mundo. Sin embargo, a este respecto las observaciones sensoriales ordinarias no son de ninguna ayuda, porque también pertenecen a la encarnación presente. También dependen del cuerpo físico que se abandona con la muerte. Debemos hacer observaciones de otro tipo, debemos ser capaces de entrar en los aspectos más sutiles de la vida. Sólo podemos enriquecer el cuadro mental de nuestro yo siendo conscientes de algo más que de los aspectos obvios de la vida. Debemos dejar de pensar de la manera abstracta que tanto se aprecia hoy en día. Para enriquecer el yo hay que esforzarse en buscar las conexiones más ocultas de la vida. Les ruego que no malinterpreten esta observación. Buscar las conexiones ocultas de la vida se consideraría hoy una búsqueda inútil porque la gente no se esfuerza por enriquecer el yo. Todo lo que preocupa a la gente moderna son los tipos de pensamientos que describen acontecimientos externos o que son útiles para alguna acción. Pero estas cosas sólo tienen relación con la encarnación actual. Para enriquecer el yo, debemos convertir en un fin en sí mismo la búsqueda de las conexiones ocultas de la vida. Debe convertirse en una búsqueda íntima de la que no esperamos otro resultado que el de enriquecer nuestra vida interior, es decir, enriquecer la imagen mental de nuestro yo.
Se esperan ciertas cosas del hombre en la actualidad y es importante que se ocupe de acontecimientos de la vida que, aunque aparentemente remotos e inconexos, sin embargo están relacionados entre sí. Es importante que reflexionemos sobre el tipo de conexiones más profundas que deben buscarse, por así decirlo, bajo la superficie de los acontecimientos de la vida. A alguien que sólo se preocupe de los aspectos superficiales, tales conexiones le parecerán extrañas. Sin embargo, se comprobará que enriquecemos el cuadro de pensamiento de nuestro yo cuanto más logramos descubrir enigmas de la vida que, aunque remotos, hablan con fuerza a nuestra vida anímica. Tales conexiones no son tan fáciles de explicar o señalar como lo es señalar y explicar la razón obvia por la que una piedra se calienta cuando un rayo de sol incide sobre ella. Pero cuanto más contemplamos las conexiones ocultas de la vida, más fuerte se hace la sensación de que crecemos junto con la imagen mental de nuestro yo, de que crecemos junto con la vida interior que llevará esa imagen a la siguiente encarnación.

¿A qué tipo de conexiones me refiero? Me refiero a unas muy reales, concretas, excepto que normalmente no les prestamos atención. Les daré un ejemplo: Un clérigo conoció una vez a una mujer gitana con su hijo, que estaba sucio y descuidado. Desde el estallido de la Guerra Mundial los gitanos prácticamente han desaparecido, pero quien los conozca sabrá también que son personas a las que les importan muy poco muchas cosas, una de las cuales es la limpieza. Los niños gitanos suelen estar cubiertos de capas de suciedad, pero aparte de la limpieza estos niños están privados de muchas otras cosas. El clérigo, que era una persona bondadosa, quiso salvar a este niño desamparado. Le dijo a la madre que reservaría una suma de dinero para el cuidado y la educación del niño, para que pudiera crecer y convertirse en una persona respetable. La intención del clérigo era realmente la mejor. La gitana, cuya vida normal era la mendicidad, naturalmente habría aceptado de buen grado un regalo. Sin embargo, su respuesta no fue sólo significativa, sino una negativa. Sus palabras exactas fueron que no educaría a su hijo ni permitiría que lo educaran, porque su modo de vida era más feliz que todos los conocimientos científicos, toda la reputación y la estima mutua y todas las demás supuestas ventajas de la cultura. Este incidente fue relatado por el mismo hombre que conoció a la gitana, Fercher von Steinwand. Ustedes lo conocerán por mi libro "El enigma del hombre", (GA20). En su excelente artículo sobre los gitanos describe el suceso. Y es algo que bien pueden creer quienes, como yo, conocen a los gitanos y cómo viven. Muchos gitanos lo creen. Realmente están convencidos, como dijo la gitana, de que toda la cultura, toda la educación y el aprendizaje, todo el respeto y la estima que buscan otras personas, le hacen a uno mucho menos feliz que la vida elemental básica del gitano, la vida de un hijo de la naturaleza.

La respuesta de la gitana es muy reveladora. Uno puede, por supuesto, aceptarlo como un simple hecho de la vida; la mayoría de la gente lo hace. Pero también se puede descubrir en esas opiniones el tipo de conexiones ocultas en la vida de las que yo hablaba. A alguien puede ocurrírsele -como a Fercher von Steinwand- que la opinión de otra persona está extrañamente relacionada con la de la gitana. Se trata de un hombre de cultura y erudición que, sin embargo, se planteó la pregunta de si la cultura hace a los seres humanos felices o menos felices en la vida. Presentó su respuesta en un largo y erudito tratado, pero en esencia era la misma que la dada por la gitana. El hombre era Rousseau y el tratado en el que expresa la misma opinión que el gitano fue premiado por la Academia de Ciencias de París. Aquí se ve una extraña conexión entre fenómenos muy dispares. La convicción sentida por la gitana, Rousseau la elabora en un artículo científico que le hizo famoso e influyente. El sentimiento, el punto de vista, era el mismo en ambos casos, con la única diferencia de que la gitana no escribió un tratado científico al respecto ni fue premiada por la Academia de Ciencias.
Este tipo de cosas ocurren muy a menudo en la vida, pero pasan desapercibidas. Si uno se acostumbra a examinar, desde distintos puntos de vista, cuestiones que normalmente se miran desde un solo punto de vista, descubre puntos de referencia sorprendentes, como en el caso de Rousseau y la gitana. La vida es extraordinariamente polifacética, y entrar en sus diversos aspectos significa enriquecimiento y fortaleza para el yo, en el sentido que se ha explicado. Si se buscan esas conexiones que normalmente pasan desapercibidas, entonces el yo que sólo tenemos como imagen se fortalece. Ser consciente de este hecho es de inmensa importancia. Al buscar esas conexiones ocultas en la vida, uno contempla el mundo en lugar de cavilar sobre sí mismo. Además, se descubrirá que nuestro pensar, es decir, la formación de imágenes mentales -una actividad conectada con el yo- se vuelve más móvil, más vivo. Como consecuencia, a uno se le ocurren muchas más cosas que antes, lo cual es de gran importancia, porque mucha insatisfacción con la vida, e incluso mala salud, es causada por el hecho de que se nos ocurren tan pocas cosas. En cambio, si adquirimos la capacidad de ver nuestras experiencias vitales desde muchos puntos de vista, buscando hilos conductores entre acontecimientos distantes, fortalecemos nuestro yo y nos enfrentamos mejor a la vida. Por eso es perjudicial toda educación que sólo introduce pensamientos y puntos de vista unilaterales. Les daré un ejemplo que entra en la misma categoría que el anterior.

Mucha gente abraza el llamado panteísmo, que como saben siempre he rechazado. Tales personas dirán: Buscamos el espíritu en todas partes. ¡Espíritu! ¡Espíritu! Todo es espíritu y con eso están satisfechos. Hoy en día esto se llama a menudo panpsiquismo porque la gente no tendrá nada que ver con el teísmo. A menudo lo he comentado señalando que no se llegaría muy lejos si este planteamiento se aplicara al mundo físico. Corresponde a alguien que pasea por un prado y, en lugar de nombrar las flores individuales como lirios o tulipanes, etc., se limita a decir "flores, flores", que es una abstracción de todas ellas. Del mismo modo, también es una abstracción hablar nada más que de espíritu, espíritu y siempre espíritu, y sin embargo rechazar el conocimiento de los espíritus individuales reales. Cuando se habla de Ángeles, Arcángeles y Archai como de seres individuales con existencia espiritual propia y definida, tal como se habla de seres individuales en el mundo físico, se suele rechazar. Sin embargo, hay una tendencia en el hombre a pensar de forma panteísta, a simplificarlo todo, a buscar siempre abstracciones. Por eso es tan interesante el ejemplo relacionado con la gitana, porque ilustra que buscar abstracciones por todas partes es, en cierto modo, un rasgo gitano.

La persona que tuvo la experiencia con la gitana se encontró con otro gitano que, con buen apetito, estaba comiendo carne de un animal que había encontrado muerto en un campo. Los gitanos no piensan en comer animales muertos que encuentran por casualidad, ni sufren ningún efecto nocivo. La persona que encontró al gitano comiendo, quiso inculcarle que no se comen animales que se encuentran muertos, sino sólo animales que han sido sacrificados. Y aquí el gitano mostró su inclinación por las abstracciones diciendo: Bueno, el animal que estoy comiendo fue sacrificado por Dios. - Así que ya ven, al igual que los panteístas aplica el concepto de Dios a todo. Naturalmente, si el punto de vista, el pensamiento de uno es panteísta, se debe asumir que un animal encontrado muerto debe haber sido sacrificado por Dios, y no puede haber objeción a comer lo que Dios ha sacrificado.
Se pueden encontrar conexiones más amplias y menos obvias entre las experiencias de la vida que vitalizan la imagen mental de nuestro yo: Seguramente, todo lo que se requiere es la capacidad de combinar hechos. Pero eso es muy abstracto. Lo que quiero decir es algo mucho más vivo, algo que se relaciona con la capacidad de combinar hechos como un organismo vivo se relaciona con una máquina.

Cuando nos esforzamos por enriquecer nuestro yo uniendo y relacionando hechos dispares, tomamos conciencia de una fuerza que ya vive en nosotros, pero que pertenece a nuestra próxima encarnación. Es fácil engañarse pensando que el yo se enriquece rumiando dentro de uno mismo. Eso es una ilusión. Lo enriquecemos adentrándonos en aspectos de la vida que yacen bajo la superficie, y fomentando verdaderamente la capacidad de ponderar y reflexionar sobre la vida, en lugar de estar meramente ensimismados en nosotros mismos. Hay que asir la vida con amor y estar dispuesto a buscar la relación entre acontecimientos remotos sin otro propósito que enriquecer el yo y hacerlo más fuerte. El intento puede hacerse con las situaciones más ordinarias de la vida; las oportunidades están ahí todo el tiempo. Hay que intentar que las experiencias cotidianas reverberen en esas conexiones ocultas. Por supuesto, hay que ser realista y no leer en esas conexiones cosas que no contienen ni tratar de adquirir más conocimientos a través de ellas. Ese no es el propósito; lo que importa es su efecto en nosotros, permitiéndonos experimentar una fuerza que vive en nosotros en esta vida en forma de pensamiento, cuya realidad sólo se hará evidente en nuestra próxima encarnación.

Cuando tomamos conciencia de esas conexiones ocultas, surge la posibilidad de que seamos conscientes no sólo de que la imagen mental de nuestro yo es el fundamento de nuestra próxima encarnación, sino también de cómo existe entre la muerte y el nuevo nacimiento. Esto requiere una mayor conciencia de cómo nos adaptamos a la vida y, de hecho, de cómo las personas en general se adaptan y afrontan la vida. También en este caso, los aspectos más evidentes no son los más importantes para alcanzar la sensibilidad interior que nos permite ser conscientes de cómo existimos entre la muerte y el nuevo nacimiento. La comprensión que se pretende alcanzar de los seres y acontecimientos del mundo espiritual debe buscarse de formas más sutiles de lo que es habitual hoy en día. La vida en el mundo físico es completamente diferente de la vida en el mundo espiritual. No es realmente sorprendente que, tal como son, nuestros pensamientos, sentimientos e impulsos de voluntad ordinarios no puedan aplicarse al mundo espiritual, que requiere un enfoque mucho más delicado.
Para fortalecer y enriquecer nuestra vida de pensamiento, hay que esforzarse por descubrir las conexiones ocultas entre los acontecimientos, como he descrito. Pero para la conciencia del yo tal como vive entre la muerte y el nuevo nacimiento; de hecho, para la conciencia del reino en el que estamos entre la muerte y el nuevo nacimiento, es necesario que estas conexiones estén relacionadas con los propios seres humanos. De hecho, la vida ofrece muchas oportunidades para que se descubran esas conexiones ocultas. Y si se advierten y se tratan con la sensibilidad necesaria, pronto se descubrirá que se está en el camino correcto. Desgraciadamente, debido a que las palabras que hay que utilizar necesariamente se toman con demasiada frecuencia en un sentido materialista, surge una cierta dificultad cuando se intenta explicar cosas de esta naturaleza. Lo ilustraré con un ejemplo.

Lo que quiero explicar puede observarse mejor en el caso de personas que en toda su disposición tienen lo que podría decirse que es una vida interior onírica; no es que sean soñadores completos, pero su vida anímica tiene una cualidad onírica. Esta cualidad es más pronunciada en las personas que viven en países hacia el hemisferio oriental. Cuanto más hacia el oeste se va, menos revelan los seres humanos en sí mismos esas conexiones sutiles que apuntan al reino espiritual oculto que he indicado. Por eso a los europeos occidentales, que tienen que recurrir a conexiones de naturaleza más burda, les resulta tan extraordinariamente difícil comprender las características anímicas de los rusos. Y tal comprensión es ahora más esencial que nunca. Podría decirse que los rusos son una fracción menos despiertos que los europeos occidentales o incluso que los centroeuropeos. Por eso es más fácil relacionar lo que estamos hablando con la vida interior de un ruso que con la de un europeo occidental. Por supuesto, se relaciona con la gente de Occidente, pero no es tan fácil de detectar allí.

Un escritor alemán, Eduard Bernstein, tiene una interesante descripción de un incidente que me gustaría utilizar como ejemplo de lo que quiero ilustrar. Seguramente no le agradará saber que considero mística la experiencia que describe. Sin embargo, es un buen ejemplo de esas conexiones ocultas en la vida que los materialistas consideran mera casualidad. Eduard Bernstein cuenta que, en Londres, solía frecuentar la casa de Engels, el amigo de Karl Marx. La casa de Engels era hospitalaria, donde se reunía mucha gente, donde de hecho se reunía con frecuencia un grupo internacional. 7 Seguramente no le agradará saber que considero mística la experiencia que describe. Sin embargo, es un buen ejemplo de esas conexiones ocultas en la vida que los materialistas consideran mera casualidad. Eduard Bernstein cuenta que, en Londres, solía frecuentar la casa de Engels, el amigo de Karl Marx. 8 La casa de Engels era hospitalaria, donde se reunía mucha gente, donde de hecho se reunía con frecuencia un grupo internacional. Fue allí donde Bernstein conoció a Sergius Kratschinsky, un escritor que había adoptado el nombre de Stepniak, por el que es bastante conocido. La descripción que Bernstein hace de Stepniak es de lo más interesante; para empezar, describe sobre todo los aspectos más externos diciendo que Stepniak era un hombre de constitución poderosa y cabeza impresionante; en apariencia correspondía exactamente a la imagen que normalmente tenemos de un Slay. Era sensible y algo soñador. Sin embargo, en Rusia había sido un hombre de acción, no sólo por su destacada participación en la liberación de Peter Krapotkius, sino también por el exitoso ataque contra Msenzow, el dictador de la policía de San Petersburgo. En Inglaterra fue el alma de la sociedad "Rusia Libre", fundada con el propósito de recaudar dinero para apoyar a los luchadores por la libertad de Rusia. En su nombre, había emprendido repetidas giras de conferencias por Inglaterra y una por Estados Unidos, donde se había hecho especialmente amigo del humorista estadounidense Mark Twain. Stepniak era una figura respetada en ciertos círculos literarios de Inglaterra, donde también se había hecho un nombre como novelista.

En las fiestas de Engels o en cualquier otra reunión solía estar callado y rara vez hablaba a menos que alguien se dirigiera a él directamente. Sin embargo, era evidente que apreciaba mucho su amistad con Engels y que le gustaba asistir a sus fiestas. También surgió una amistad entre Stepniak y yo.
Sucedió que en una reunión de la sociedad "Rusia Libre", a la que asistieron Bernstein y Stepniak, estalló una pelea. Fue una de esas peleas que surgen fácilmente entre personas con un profundo compromiso emocional con los grandes temas de la vida. Se trataba de la relación entre rusos y polacos. En una situación así, el centroeuropeo medio se pone del lado de los polacos. Bernstein y otros hablaron a favor de los polacos y Bernstein los defendió de los rusos. Como consecuencia de esta disputa, Stepniak dejó de acudir a la sociedad. Y durante muchos años Bernstein no supo nada de Stepniak, que había cortado toda relación con la gente de la sociedad. Al cabo de mucho tiempo, Bernstein recibió una carta de una persona ajena a la sociedad en la que le invitaba a una fiesta una de las noches siguientes. El autor de la invitación dijo que era consciente de que Bernstein no estaba en buenas relaciones con Stepniak, por lo que debía acudir sólo si no le importaba conocer a este último. A Bernstein no le importó; de hecho, agradeció la oportunidad de volver a encontrarse con Stepniak. Y así fue como los dos hombres se encontraron una vez más.

Por supuesto, no es tan sorprendente que dos personas a las que les gustaba verse vuelvan a encontrarse después de varios años. Puede considerarse un simple encuentro fortuito, y es natural que los materialistas lo consideren así. Sin embargo, toda la descripción que hace Bernstein del ambiente en el que se produjo el encuentro aquella noche deja claro que, especialmente para Stepniak, fue una ocasión de gran importancia. Pasaron la velada muy contentos. Antes de despedirse, Stepniak expresó su satisfacción por el reencuentro y su deseo de que pasaran tiempo juntos. Dos días después, Bernstein leyó en el periódico que Stepniak había muerto. Al parecer, el día siguiente a su encuentro había estado leyendo un libro mientras paseaba, había cruzado una vía férrea y había sido arrollado por un tren. Estaba absolutamente claro que había sido un accidente; no cabía hablar de suicidio.

Otra oportunidad. Pero, como ven, tales sucesos no son en realidad una mera casualidad. He elegido un ejemplo sorprendente para ilustrar el tipo de conexión que uno debe buscar en la vida. Para descubrir vínculos menos evidentes, hay que buscar el tipo de sucesos en los que se ocultan las conexiones y que tienen que ver con la vida interior de los seres humanos. Una vez que se ha reconocido que existe un aspecto más profundo de nuestra vida anímica que es profético, ya no se pueden considerar tales acontecimientos como mera casualidad. Este aspecto se expresa sobre todo en nuestra vida mental cuando está teñida de sentimiento y cuando es algo onírica. En tales casos, apunta al futuro en un grado notable. De hecho, todos los sueños son proféticos; cuando sueñas, siempre sueñas el futuro. Pero como no se pueden formular imágenes mentales de sucesos futuros, se reviste el sueño con imágenes de sucesos pasados y se corren como un velo sobre la experiencia interior. Existe una profunda conexión entre lo que soñamos del futuro y la ropa que le ponemos cuando despertamos. Esto se debe al karma, y a que el futuro está ligado al pasado. Aquello de lo que tomamos conciencia lo vestimos con imágenes del pasado, es decir, con imágenes con las que estamos familiarizados. Aunque sólo somos conscientes de una parte de nuestros sueños, soñamos durante todo el tiempo que transcurre entre que nos dormimos y nos despertamos. Cuando alguien se encuentra en estado de ensoñación durante la vida de vigilia, ello no deja de tener efectos sobre su karma.
Cualquiera que entienda realmente lo que he indicado sobre las conexiones ocultas de la vida, reconocerá en esta incidencia una imagen definida de cómo funciona el karma. Si Stepniak no hubiera sido la persona sensible y soñadora que era, el efecto producido por la conexión entre su vida consciente y la corriente oculta de su karma habría sido menos eficaz. No habría sido lo suficientemente fuerte como para provocar, la última noche, prácticamente a última hora, el encuentro que he descrito. Cuanto más oscurecidas estén nuestras imágenes mentales abstractas ordinarias por un estado de ensoñación, más fuerte será nuestro poder de atraer conexiones kármicas. Naturalmente, en la vida ordinaria también es posible tomar nota de las cosas y ajustar las propias acciones en consecuencia. Pero aquí se trata de una persona de disposición soñadora que, no en plena consciencia, sino mientras está en estado de ensoñación provoca -justo antes de atravesar el portal de la muerte- la oportunidad que le permite encontrarse con la otra persona una vez más.

Tales conexiones finas, más delicadas, deben ser reconocidas por lo que son - a saber, una fuente de enriquecimiento para la vida interior del hombre, un enriquecimiento que proporciona al ser humano esforzado una perspectiva de la vida entre la muerte y el nuevo nacimiento. Hay que estar más atento a los detalles más sutiles de la vida presente y buscar hilos conductores entre los acontecimientos en los que el propio ser humano está implicado. Ciertamente, estas cosas no deben entenderse de forma materialista. Lo que he dicho no debe interpretarse en el sentido de que Stepniak provocó el encuentro con Bernstein mediante una especie de fuerza de atracción interior. Sería una interpretación materialista y completamente errónea. Estas cosas no deben considerarse de manera tan burda como si pudieran demostrarse por medios científico-naturales. Al tratar cuestiones tan delicadas no hay que esperar poder precisarlas como si fueran algo material, sino conformarse con que una cosa u otra se aclare a través de la descripción de esas conexiones ocultas. Acostumbrarse a observar la vida de acuerdo con relaciones tan delicadas es enriquecer la vida del alma. Todas las relaciones tratadas en la ciencia espiritual son básicamente de esta delicada naturaleza. Por eso el estudio de la ciencia espiritual enriquece la vida.

Así, cuando buscamos el tipo de conexiones que he descrito antes, en las que los seres humanos están menos directamente implicados, enriquecemos y fortalecemos el yo sombrío, que llevamos dentro como una semilla que sólo evolucionará en nuestra próxima encarnación, mientras que las conexiones en las que los seres humanos están directamente implicados, enriquecen la vida al despertar la sensibilidad y la conciencia para la región por la que pasamos entre la muerte y el nuevo nacimiento. Es un hecho extraño que muchas personas que están bien capacitadas para buscar tales conexiones no se percaten de ellas porque las interpretan de forma materialista. Muchos pasajes importantes de las obras de Goethe sólo pueden entenderse si se reconoce que Goethe no quiere ser inmovilizado en un sentido materialista. Hay que darse cuenta de que su estilo al escribir tales pasajes era su manera de describir acontecimientos que, por así decirlo, siguen su curso bajo la superficie de la vida.

Es un error creer que el yo puede enriquecerse de un modo que conduzca a un mayor autoconocimiento ahondando en uno mismo del modo burdo descrito, por ejemplo, por Waldo Trine. Lo cierto es lo contrario: para fortalecerse hay que esforzarse por liberarse de uno mismo. Por eso, quienes aconsejan a las personas que busquen dentro de sí mismas en lugar de alejarlas de sí mismas son, en el fondo, malos guías del autoconocimiento. El objetivo debería ser más bien buscar en el mundo esas conexiones ocultas entre los acontecimientos que hay que buscar con esfuerzo, ya que no son de las que uno encuentra por casualidad.
Del mismo modo que se encuentran escollos en relación con el yo que vive en nosotros como imagen del pensamiento, también los hay en relación con el yo que vive en la voluntad. En la vida ordinaria no lo conocemos mejor que el yo que representamos en nuestro pensamiento. Así lo demuestra el hecho de que algunas personas, como por ejemplo Theodor Ziehen, a quien me referí hace poco, simplemente ignoran la voluntad. No pueden descubrir la voluntad en el hombre moderno, y esto tiene cierta justificación en el sentido que he indicado en conferencias públicas en diversos lugares. Franz Brentano descartó por completo la voluntad y diferenció en el alma la actividad de formarse imágenes mentales, la emisión de juicios y los sentimientos que fluctúan entre el amor y el odio. Por consiguiente, no se ocupó de la voluntad, ni siquiera en su obra sobre psicología. Y es cierto que cuando se observa al ser humano tal como es en su encarnación actual, no se encuentra la voluntad como tal. Según el punto de vista moderno, la voluntad es lo que trae al hombre satisfacción o decepción, placer o dolor y así sucesivamente. En otras palabras, todo lo que uno encuentra en lugar de la voluntad son estados de ánimo y sentimientos; la voluntad misma permanece oculta.

Digamos que uno levanta la mano; puede ser consciente de una cierta imagen mental o de un sentimiento al hacerlo, pero lo que realmente ocurre dentro del cuerpo cuando la mano se levanta, de eso uno es completamente inconsciente. En ninguna parte se puede encontrar la voluntad en el hombre de hoy. ¿Por qué? Porque la voluntad no está en él. El yo que vive en la voluntad no está en el hombre actual. Lo que es efectivo en él es algo que actúa a través de su encarnación anterior. Lo que viene del yo de su vida anterior actúa en él ahora, como voluntad. Cuando digo, yo soy, vivo dentro de la semilla de mi próxima encarnación; cuando digo, yo quiero, vivo en lo que actúa a través de mi encarnación anterior.

Es de gran importancia tomar conciencia de estos hechos, entre otras cosas porque explican por qué es tan fácil ser engañado en este terreno. Cuando una persona dice, yo quiero esto o aquello, y lleva a cabo una acción, la voluntad fluye en él desde su encarnación anterior, mientras que su satisfacción o insatisfacción en la vida dependen de sí mismo tal como es ahora, y de las circunstancias de su encarnación actual. Comprenderán de qué misteriosas conexiones se trata. Sin embargo, en la vida ordinaria se sienten como mezcladas. La gente cree que el yo es una especie de algo sustancial oculto en su ser interior y que expresan este algo en diferentes momentos de diversas maneras como: "Yo pienso", "Yo fui", "Yo soy", "Yo seré". Pero las cosas no son así. Cuando digo: "Yo soy", me apoyo en una fuerza que tengo dentro de mí, del mismo modo que la planta de este año tiene dentro la semilla que no se desarrollará hasta el año que viene. Así, cuando digo "yo soy", estoy dentro de una fuerza que se convierte en un ser humano en una encarnación futura. Cuando digo "lo haré", actúo a partir de una fuerza que estaba en mí en una vida anterior en la tierra.
Cuando esto se ha comprendido, se da uno cuenta de que sólo en lo que concierne a nuestra vida de sentimiento estamos -como lo expresan los filósofos- in modus praesens, en el presente real. La única fuerza anímica que es plenamente real en nuestra vida presente es la del sentimiento. Nuestro ser está entretejido con el tiempo de una manera triple; existe en nosotros algo que actúa a través de la encarnación anterior, lo que sentimos ahora, y algo cuyo efecto se traslada a la encarnación siguiente. Del mismo modo que la planta de este año crece a partir de la semilla seca del año anterior, nuestra voluntad, que fluye gradualmente hacia el mundo, brota del yo que fue la semilla seca en la encarnación anterior, mientras que la semilla para la encarnación venidera es lo que ahora consideramos como el yo: "Nuestro camino por el mundo espiritual puede ser recorrido cuando descubrimos lo que abarcan el pensar y el querer", porque ni el pensar ni el querer viven en nosotros como algo perteneciente exclusivamente a la vida presente. Más bien, apuntan a través de su conexión espiritual desde una vida anterior en la tierra hacia una vida futura. El sentimiento, en cambio, lo experimentamos ahora directamente en su realidad espiritual, por eso el sentimiento no puede desarrollarse por iniciativa interior; sólo podemos guiarlo, mientras que el pensamiento y la voluntad pueden transformarse mediante la concentración y la meditación.

Muchas personas preguntarán: ¿Cómo puedo lograr una relación más estrecha con el ser del que hablamos como el Cristo? No se puede dar una fórmula sencilla como respuesta. Toda la ciencia espiritual trata de cuestiones que, por su propia naturaleza, conducen al reino en el que vive Cristo. Como todos ustedes saben, sólo una vez, en la época del Misterio del Gólgota, Cristo caminó sobre la tierra como un ser humano físico. Sólo entonces fue posible conocerle tal como se puede conocer a una persona física en un entorno físico. Si hoy uno quiere acercarse a Cristo, debe buscarlo en la forma en que Él vive ahora dentro de la esfera terrenal. Hay que buscarlo en las relaciones más sutiles e íntimas de la vida, como aquellas de las que hemos hablado hoy. Educarse a buscar esas delicadas conexiones entre acontecimientos remotos permite elevarse a esa región de la conciencia en la que el Cristo puede ser verdaderamente experimentado. Por supuesto, lo que acabo de decir también puede interpretarse en un sentido burdamente materialista. Alguien podría decir que estoy dando a entender que no se puede comprender a Cristo con el pensamiento ordinario que se aplica a los objetos físicos. Quien así habla, en realidad está expresando la opinión de que las cosas sólo pueden ser comprendidas si pueden ser representadas en la mente del mismo modo en que se representan los objetos naturales. Esta es la actitud del materialista; no existe ninguna posibilidad de despertar en él la conciencia de lo espiritual.

Imaginemos por un momento un ser constituido de tal manera que sólo pudiera ser detectado en sueños. Ningún sentido físico podría percibirlo, ni podría ser captado por el pensar ordinario. Una persona que quisiera conocer a un ser así tendría que desarrollar el arte de soñar, de lo contrario el ser no existiría para ella. No sería culpa del ser que no pudiera percibirlo, sino suya, debido a su incapacidad para hacerlo. La gente plantea exigencias arbitrarias sobre las cualidades que debe poseer algo y, si faltan, se lo tacha de irreal. Hay que darse cuenta de que para poder ser consciente y percibir cosas que no son de la misma naturaleza que los objetos externos, hay que desarrollar un pensamiento diferente; de hecho, una actitud interior totalmente distinta. Lo importante es reconocer que debemos adaptarnos para acercarnos a esos seres, y no al revés.
Uno desearía encontrar las palabras que permitieran a la gente superar su visión materialista y descubrir el aspecto más sutil de la vida. Incluso a las personas más valiosas no les resulta fácil entrar en el tipo de cosas que he explicado hoy. Tales asuntos son ridiculizados y considerados como producto de la fantasía, a lo que podríamos responder: "Muy bien, considéralo fantasía, pero la cuestión es que los seres y las cosas de las que estamos hablando están constituidos de tal manera que, a menos que tengas el poder de la fantasía, no puedes darte cuenta de ellos. Sólo revelan su verdadera realidad a quienes poseen la fantasía. Como ya he dicho, uno desearía poder encontrar las palabras que aclaren lo necesario que es, especialmente en nuestra época, albergar en la mente pensamientos tan sutiles. Tales conceptos pueden ser sutiles, pero hacen fuerte al alma, tan fuerte que llega a ser capaz de comprender la verdadera esencia de las cosas. El alma descubre que puede penetrar mucho más profundamente en las conexiones reales de las cosas de lo que es posible con un pensamiento educado únicamente en las imágenes mentales derivadas de la visión materialista y científico-natural de hoy en día.

Hoy en día, incluso los que tienen mentes eminentes han olvidado cómo engendrar la sutileza necesaria. En la última conferencia dejé claro que tengo en muy alta estima a Franz Brentano, entre otras cosas porque, a través de su estudio de Aristóteles, desarrolló la sutileza del pensamiento hasta cierto punto. Como ya he dicho, no pudo aceptar la ciencia espiritual. Esto se debió a muchas cosas, pero principalmente a que aún carecía de la movilidad de pensamiento necesaria para penetrar en el aspecto espiritual de las cosas. Hay que esforzarse al menos por alcanzarlo. Cuando la gente lee mi Teosofía o la segunda parte de la Ciencia Oculta, a menudo se puede descubrir, a partir de lo que surge, por qué su pensamiento tropieza. Lo mismo puede decirse de Brentano. En efecto, me hubiera parecido incomprensible que un pensador sensible y sagaz como Brentano no pudiera encontrar el camino, si no hubiera logrado descubrir un caso exacto que revela justamente dónde radica la dificultad. Hay otros, por supuesto, pero permítanme darles un ejemplo.

Brentano dijo: Sea lo que fuere en lo que consiste el alma, en lo que concierne a la sustancia en la que vive, debe ser capaz de individualización, pues uno puede dividir ciertas criaturas inferiores, y cada parte continuará la vida con las mismas características que la criatura tenía antes de ser dividida. Ustedes sabrán que esto es posible con ciertos gusanos inferiores; no se ven afectados si se dividen, y viven como dos gusanos separados. De esto Brentano concluyó que un alma independiente debe estar presente en cada pieza separada. En otras palabras, si un gusano se divide en dos y ambas partes continúan viviendo, debe haber un alma en cada una. Además, concluyó que el alma y el cuerpo deben ser una unidad. Hizo una comparación que le convenció de que su punto de vista era correcto. Comparó el acontecimiento del gusano con un triángulo diciendo que el triángulo se divide en dos triángulos si se traza una línea a través de él. Así que comparó dos conceptos: el de dividir un gusano en dos y el de dividir un triángulo en dos, y dejó que uno explicara al otro. Consideró que los dos conceptos eran de igual simplicidad y capaces de explicarse mutuamente. Pero, ¿Es una comparación válida? Para Brentano era una cuestión importante. Pero, ¿resiste el escrutinio? Pues no. Supongamos que tenemos aquí un triángulo; si trazamos una línea a través de él de una determinada manera, se divide en dos triángulos. Cada mitad es un triángulo, igual que el gusano cuando se divide se convierte en dos gusanos. Sin embargo, si divides el triángulo de otra manera, una de las partes no se convierte en triángulo, sino en cuadrilátero. En otras palabras, sólo en determinadas circunstancias se obtienen dos triángulos.
Un hombre inteligente y astuto hace una comparación, pero no es válida; su pensamiento no es lo suficientemente móvil, no está lo suficientemente vivo como para encontrar una válida; tropieza, con graves consecuencias. Si no se hubiera dejado engañar pensando que dividir un gusano en dos podía compararse con dividir un triángulo en dos, se habría mantenido en el camino correcto. Dividir un gusano en dos partes no tiene nada que ver con dos almas. Un mismo grupo actúa en ambas partes. Se podría comparar con alguien que mira su imagen en un espejo. Si el espejo se rompe en dos, tiene dos imágenes; sin embargo, él mismo permanece entero. No se ha dividido la persona, sino el espejo. Del mismo modo, el alma del gusano no puede dividirse; permanece igual que la persona que ve dos imágenes de sí misma en los espejos. Así pues, una misma alma está presente en las dos partes del gusano; ése es el verdadero concepto que corresponde a la realidad. Ese concepto Brentano no pudo alcanzarlo; su pensamiento no era lo suficientemente móvil y se había engañado con una falsa comparación. Si hubiera hecho la comparación correctamente, se habría dado cuenta al dividir el triángulo de que el mero hecho de dividir no garantiza que el resultado sean dos triángulos. Para obtener ese resultado hay que añadir algo más, a saber, el concepto triángulo, que ha de ser aplicable a ambas partes después de la división. Sin el concepto, el resultado puede requerir dos conceptos diferentes; es decir, tanto el de cuadrángulo como el de triángulo. La comparación podría haber sido válida si se le hubiera ocurrido que tenía que utilizar un mismo concepto para ambas partes, y que era este concepto el que garantizaba que la división daría como resultado dos triángulos. No se le ocurrió, en consecuencia no reconoció que una misma alma de gusano era eficaz en ambos trozos de gusano, eficaz en el sentido de que miraba a las partes desde fuera, como quien se mira en dos espejos.

La necesidad de una mayor sutileza de pensamiento es evidente en todas las esferas de la vida. No progresaremos a menos que el pensar se vuelva más vivo y móvil, de modo que deje de aferrarse a burdas externalidades. Nunca ha habido más obstáculos para que el pensar sea más vivo. Por eso mismo es tanto más necesario promover la ciencia de un solo espíritu. Sólo trabajando con conceptos más sutiles el pensar se vuelve activo y móvil. Por su propia naturaleza, los conceptos de la ciencia espiritual tienen el poder de fortalecer el yo humano. Lo que hoy se anhela puede satisfacerse por otros medios. Pero sólo la ciencia espiritual puede dar al ser humano una verdadera fuerza interior, despertando en él conceptos lúcidos que no se encuentran tan fácilmente, conceptos que, por el solo hecho de no describir los aspectos externos de la vida, nos hacen interiormente fuertes, lo que significa capaces de reconocer la realidad, la esencia de las cosas.

La próxima vez seguiremos examinando cuestiones importantes desde una perspectiva más amplia.
Traducido por J.Luelmo ene.2023