GA123 2 de septiembre de 1910 -Evangelio de S. Mateo 2ª conferencia

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2ª Conferencia

LA SABIDURIA DE HERMES Y MOISÉS LOS PUEBLOS TURANIO Y HEBREO 

2 de septiembre de 1910

En las primeras conferencias de este Ciclo será necesario repetir ciertas cosas que se dijeron en la explicación del Evangelio de San Lucas. Hay hechos y acontecimientos en la vida de Cristo Jesús que no se pueden entender a menos que se comparen estos dos Evangelios.

Para una comprensión más profunda del Evangelio de San Mateo, es de primordial importancia saber que, con respecto a su cuerpo físico, la Individualidad a la que se refiere principalmente este evangelio, había descendido de Abraham a través de tres veces catorce generaciones; Por lo tanto, representaba una especie de quintaesencia de toda la raza hebrea. La Ciencia Espiritual sabe que esta Individualidad y el Zoroastro original o Zaratustra eran la misma.

En la conferencia de ayer se dio una idea del entorno externo de las actividades de Zarathustra, en los tiempos antiguos en los que vivía, y ahora también deben considerarse las concepciones de la vida y del mundo predominantes en su entorno. La visión del mundo de los hombres en aquellas regiones contenía principios de profundo significado, y hablar solo de algunas de las enseñanzas que con razón son atribuidas al primer Zarathustra, es señalar los fundamentos profundos de todos los pensamientos post-atlantes.

La historia externa en sí misma nos habla de los dos principios fundamentales que subyacen a las enseñanzas de Zarathustra: el principio de Ormuzd, el Ser del Bien y la Luz, y el principio de Ahriman, el Ser de la Oscuridad y el Mal. Pero incluso en las presentaciones exotéricas de este sistema religioso se pone énfasis en que estos dos principios, Ormuzd o Ahura Mazdao y Ahriman, derivan de un principio universal:

Zeruane Akarene.

¿Cuál es este origen único e indiviso del que derivan los otros dos principios, en guerra entre sí en el mundo? Zeruane Akarene se traduce generalmente como "Tiempo no creado". Por lo tanto, el principio primordial que dice la enseñanza de Zarathustra puede considerarse como el fluir calmado, aún no perturbado, del Tiempo cósmico. Además, el sentido mismo de las palabras implica que carece de sentido continuar con la pregunta: preguntar cuál fue el origen de este fluir calmado del Tiempo. Es importante darse cuenta de una vez y para siempre de que se puede hablar de algo en la existencia cósmica sin estar justificado para formular más preguntas, digamos, sobre las causas de un Primer Principio como este. Cada vez que se menciona una causa, el pensamiento abstracto rara vez se abstendrá de hacer más preguntas sobre la causa de esa causa, y así sucesivamente, obligando a los conceptos a volver al infinito. Pero cuando hay un deseo de mantenerse firmemente en el terreno de la Ciencia espiritual, la meditación genuina dejará en claro que el cuestionamiento sobre las causas debe terminar en algún lugar y que continuarlo más allá de cierto punto es simplemente caer en la fantasía.

En el libro "Ciencia Oculta, un bosquejo", me referí a esta forma de procedimiento mental. Como ejemplo, decía que la visión de las huellas de las ruedas en una carretera puede evocar la pregunta: ¿Qué las ha causado? La respuesta es: las ruedas de un carro. Otras preguntas podrían ser: ¿Dónde, exactamente, están las ruedas unidas al carro? ¿Por qué hacen huellas y por qué conducían el carro por el camino? Tales preguntas pueden ser respondidas. El carro hizo las huellas porque estaba siendo conducido a lo largo del camino y fue conducido porque alguien quería ser transportado en él, pero este tipo de preguntas finalmente conduce a la intención que causó que la persona en cuestión usara el carro. Y si no se hace un alto aquí, otras preguntas sobre la causa de la intención pierden punto y se convierten en un juego sin más.

Lo mismo ocurre en relación con las grandes preguntas de la Cosmovisión. En algún lugar nuestro cuestionamiento debe terminar. Para las enseñanzas más profundas del zoroastrismo no tiene sentido retroceder más allá del fluir calmado del "Tiempo no creado".

Vemos así, que el zoroastrismo divide el Tiempo a su vez en dos principios, o, mejor dicho, habla de dos principios que proceden del Tiempo "el bien o principio de la Luz caracterizado como el de Ormuzd, y un principio malvado de la Oscuridad, el de Ahriman". Esta doble concepción se basa en una verdad profundamente significativa, a saber, que todo el mal del mundo, todo lo que en su imagen física debe llamarse oscuro y pecaminoso, no era así originalmente. Como ya he dicho, en el pensamiento de la antigua Persia, se consideraba que el lobo, por ejemplo, que en cierta manera representaba algo salvaje y malvado, era visto como una degeneración, como un resultado de la acción del principio de Ahriman, que se activa en él cuando es abandonado a su suerte. Así pues, el lobo ha descendido a partir de un ser en el que era innegable la presencia del Bien. Según las concepciones de los antiguos persas y de los primeros pueblos arios, el principio fundamental en la evolución es que el mal surge porque algo que era bueno en la forma en que existía originalmente, al retener esa forma en una época posterior; al no transformarse, se vuelve regresivo, puesto que retiene la forma que era apta para un tiempo anterior. Por lo tanto, para los primeros pueblos arios la causa de todo el Mal, de toda la Oscuridad, se debe simplemente a eso, la forma de un ser que había sido buena en una época anterior, se mantiene sin cambios en tiempos posteriores y como consecuencia del choque de tal forma con otra que si ha progresado, se origina la batalla entre ambas: la batalla entre el bien y el mal. Es decir, en el pensamiento de la antigua Persia, el Mal no es el Mal absoluto sino la manifestación de algo Bueno pero fuera de su tiempo apropiado, algo que una vez, en un período anterior, había sido bueno pero ya no lo es. Por consiguiente, el mal en el presente, se manifiesta en la forma de eventos a través de los cuales las condiciones que eran aptas para el pasado, son traídas al presente. Hasta que no hay conflicto entre lo anterior y lo posterior, el tiempo todavía no se diferencia, no se divide en "momentos" individuales.

Esta visión del mundo profundamente significativa sostenida por los primeros pueblos post-atlantes, puede considerarse como la base del zoroastrismo; incluye el concepto que se caracterizó en la conferencia de ayer y que era predominante en aquellos que se adhirieron a las enseñanzas de Zarathustra. Hay evidencia por todos lados de que estos pueblos reconocieron dos fases que proceden del fluir del Tiempo hasta entonces indiviso: dos fases que entran en conflicto cuando se encuentran y resuelven su conflicto solo en la corriente del fluir del Tiempo. Se dio cuenta de que lo nuevo debe nacer y que lo viejo debe ser preservado; La meta del Universo, sobre todo, la meta de la Tierra, se logrará mediante la creación del equilibrio, de la armonía, entre lo viejo y lo nuevo. Esta concepción, tal como se ha caracterizado ahora, se encuentra en la base de todas las formas de desarrollo superior originadas en el zoroastrismo.

Una vez que el centro original del zoroastrismo se hubo establecido en la región y la época que indicábamos ayer, su influencia fue efectiva dondequiera que se abrió paso. Y veremos qué tremendo efecto tuvo en las épocas posteriores, expresando en todas partes la enseñanza sobre la polaridad entre lo viejo y lo nuevo.

La razón por la que Zarathustra pudo ejercer una influencia de tan largo alcance sobre la posteridad, fue que en el momento en que había alcanzado la Iniciación más alta posible en aquellos días, tenía dos alumnos íntimos de los que he hablado anteriormente. A uno de estos alumnos Zarathustra le enseñó todo lo relacionado con los secretos del espacio físico circundante, los secretos de la existencia simultánea. Al otro alumno le enseñó los secretos del fluir del Tiempo, los secretos de la evolución, del desarrollo. En una ocasión anterior ya dije que, en un cierto punto del camino de la Iniciación como este, puede tener lugar algo de gran importancia, a saber, que el maestro puede ofrecer parte de su propio ser a sus alumnos. Y Zarathustra ofreció a sus dos alumnos su propio cuerpo astral y su propio cuerpo etérico. La individualidad de Zarathustra, el núcleo más íntimo de su ser, permaneció intacto para encarnaciones sucesivas. Pero su "vestimenta'' astral, es decir, el cuerpo astral en el que había vivido como Zaratustra en una época post-atlante tan lejana, esta vestimenta astral era tan perfecta, tan cargada de la esencia de todo su ser que no se disperso como les ocurre a las envolturas astrales de otros seres humanos, sino que permaneció intacto. En el gran proceso de evolución, el poder de una Individualidad en posesión de envolturas humanas de esta calidad, permite que permanezcan intactas y se preserven, y esto fue lo que ocurrió en el caso del cuerpo astral de Zarathustra.

El alumno que había recibido de Zarathustra la enseñanza sobre el espacio y todo lo que existe simultáneamente en el espacio físico, luego renació en la personalidad conocida en la historia como el egipcio Thoth o Hermes. La investigación oculta revela que Hermes estaba destinado no solo a consolidar en su propio ser todas las enseñanzas que le había impartido Zarathustra en una encarnación anterior, sino a hacer aún más. Esto fue posible por el hecho de que llevaba consigo incorporado, a través de un proceso promulgado en los sagrados Misterios, el cuerpo astral preservado del propio Zaratustra. Así, la Individualidad de este alumno de Zarathustra renació como el precursor de la cultura egipcia. El Hermes egipcio, por lo tanto, llevaba dentro de sí parte del ser de Zarathustra, y este poder, junto con los frutos de su propio antiguo discipulado, le permitió a Hermes dar el impulso de todo lo que era grande y significativo en la cultura y la civilización del antiguo Egipto. Para que la misión de este mensajero de Zarathustra pudiera cumplirse, naturalmente tenía que haber una población apta para recibir el impulso. Únicamente entre aquellos pueblos que habían tomado el camino más meridional desde los territorios atlantes, estableciéndose en el este de África, (en los que aún perduraba un alto grado de clarividencia en su forma atlante), solo entre esos pueblos se podía encontrar un suelo fértil para lo que Hermes , el alumno renacido de Zarathustra, había de impartir. La vida anímica que predominaba en la población egipcia entró en contacto con la enseñanza de Hermes y de esta fuente se desarrolló la cultura del antiguo Egipto.

Aquella fue una cultura de un carácter muy especial. Piensen en los tesoros de sabiduría que Hermes había recibido cuando Zarathustra le transmitió los secretos de las cosas que existen simultáneamente en el espacio. Hermes llevaba dentro de su propio ser esta sumamente importante enseñanza de Zarathustra. Como hemos escuchado a menudo, el rasgo más característico de las enseñanzas de Zarathustra era que dirigía la atención de su pueblo hacia el Sol, hacia la luz externa del Sol, explicándoles que este cuerpo solar es solo la envoltura externa de un elevado Ser Espiritual. Así, Zarathustra confió a Hermes los secretos de la realidad que subyace en toda la naturaleza en el mundo del espacio, la realidad del ser que subyace a todo en la existencia simultánea pero avanza a través del Tiempo de época en época, manifestándose nuevamente en cada época particular. La sabiduría que poseía Hermes hacía referencia a todo lo que procede del Sol y evoluciona a etapas posteriores. Y la razón por la que pudo inculcar esta enseñanza en las almas de los descendientes de los pueblos Atlantes, fue porque esas almas habían contemplado en algún momento los misterios del Sol y habían conservado en la memoria algo de su visión. Todo, por supuesto, había avanzado en la evolución, tanto las almas que estaban destinadas a recibir la sabiduría de Hermes, así como el propio Hermes. En el caso del segundo discípulo de Zarathustra, las circunstancias fueron diferentes. A él se le habían confiado los secretos relacionados con el fluir del Tiempo, y tenía que experimentar necesariamente el conflicto entre lo viejo y lo nuevo, el principio activo del antagonismo, de la oposición y de la polaridad, implícita en la evolución. Zarathustra también le había ofrecido a este segundo alumno, parte de su ser, y cuando este último renació, también pudo recibir lo que le había sido legado. Mientras que el núcleo esencial de la Individualidad de Zarathustra permanecía intacto, las envolturas astral y etérica se separaron de él, pero debido a que procedían de una Individualidad tan poderosa, ellas también permanecieron intactas y no se dispersaron. Este segundo alumno, a quien se le había comunicado la sabiduría relacionada con el Tiempo, (en contraste con lo relacionado con el Espacio), en cierto punto de su nueva encarnación recibió en sí mismo el cuerpo etérico de Zarathustra, quien se lo había ofrecido lo mismo que había hecho con su cuerpo astral. Este segundo alumno de Zarathustra renació como Moisés, en quien, en la primera infancia, se incorporó el cuerpo etérico preservado de Zarathustra.

Los documentos religiosos que realmente se basan en el ocultismo, contienen todo lo relativo a estos misterios. Efectivamente, antes de recibir las impresiones del mundo circundante, como esto realmente ocurre, debió infiltrarse en su ser la herencia maravillosa de Zoroastro.

Las crónicas religiosas que se basan genuinamente en el ocultismo contienen evidencias misteriosas que apuntan a los secretos revelados por la investigación oculta. Para hacer posible que Moisés, (el alumno reencarnado de Zarathustra), recibiera dentro de sí el cuerpo etérico de su antiguo maestro, había de sucederle necesariamente algo bastante inusual. Era esencial que el milagroso legado que habría de recibir de Zarathustra se le incorporase, antes de que el entorno pudiera causar impresiones sobre su individualidad, como en el caso de otros seres humanos. Esto se narra simbólicamente, en la historia que explica que fue depositado en una cuna de juncos y dejado en un río, (signo inequívoco de una Iniciación). En el proceso de Iniciación, un ser humano se desconecta del mundo exterior por un cierto período de tiempo, durante el cual lo que está destinado a recibir se le infiltra. Así fue como el cuerpo etérico de Zarathustra, que había sido preservado intacto, se incorporó en Moisés en un momento determinado mientras estaba desconectado del mundo exterior, para que después pudiera florecer dentro de él la maravillosa sabiduría concerniente al Tiempo que una vez le fue impartida por Zarathustra. Para que él a su vez, pudiese expresarlo en imágenes adecuadas para su gente.

Por lo tanto, con Moisés podemos contraponer las grandes imágenes del Génesis como las imaginaciones externas de la sabiduría de la época que vino de Zarathustra.

Eran el conocimiento renacido, la sabiduría renacida que había recibido de Zarathustra. Eso ahora estaba arraigado en su mente por el hecho de que había recibido la envoltura etérica del propio Zarathustra.

Pero en un proceso de tal importancia para la evolución de la humanidad, son esenciales dos factores. No solo debe haber un Iniciado que inaugure un impulso en la cultura, sino que para esta gran Individualidad debe ser posible plantar la semilla de la cultura futura en el territorio adecuado para ella. Y para comprender la naturaleza del territorio en el que Moisés podía plantar lo que le había sido transmitido por Zarathustra, sería bueno que nos ocupemos de una cierta característica de la sabiduría mosaica.

Moisés había sido alumno de Zarathustra en una encarnación anterior. En aquél tiempo le fue impartida la sabiduría relacionada con el tiempo además del secreto de que en todas las épocas lo anterior colisiona con lo posterior, produciéndose un antagonismo. Si Moisés como portador de esa sabiduría, iba a convertirse en un factor en la evolución de la humanidad, tenía que presentarse como un contraste con la otra corriente de sabiduría: la sabiduría de Hermes. Y esto fue lo que realmente sucedió.

Podemos decir que Hermes recibió la sabiduría directa de Zarathustra, por así decirlo, la sabiduría del sol, es decir, el conocimiento de lo que misteriosamente vive esencialmente en la capa física externa de la luz y el cuerpo del sol, es decir, lo que es un camino directo. Con Moisés era diferente. El tipo de sabiduría de la que fue receptor se alberga más en el cuerpo etérico más denso, no en el cuerpo astral. La suya era la sabiduría que no se limitaba a mirar hacia arriba al Sol, a ver todas las cosas que fluyen del Sol, sino que también abarca lo que se opone a la luz y la calidad esencial del Sol; esta sabiduría asimila, sin ser corrompida por la luz solar, lo que se ha vuelto terrenal, denso, solidificado, viejo. Esta era la sabiduría de la Tierra, si bien es verdad, comprendida dentro de la sabiduría del Sol, pero aún así es esencialmente la sabiduría de la Tierra, los secretos de la evolución de la Tierra, de cómo el hombre se desarrolla en la Tierra y de cómo evoluciona la Tierra cuando el Sol se ha separado de ella - estos fueron los secretos impartidos a Moisés. Y esto, si estudiamos los aspectos internos, no externos del asunto, explica por qué encontramos en las enseñanzas de Hermes algo que es un contraste total con la sabiduría de Moisés. Al estudiar todos estos asuntos, ciertos modos de pensamiento corrientes en la actualidad aplican el principio de que por la noche ¡todas los gatos son pardos! Aquellos que piensan de esa manera solo tienen ojos para las semejanzas y se alegran cuando, por ejemplo, encuentran lo mismo en las enseñanzas de Hermes y de Moisés. Pero eso no tiene mucho sentido. Sería más bien como una persona dispuesta a enseñar a otra para ser un botánico sin enseñarle en que se diferencia, digamos, una rosa de un clavel, sino hablando solo de las características que ambas comparten. Eso no ayuda. Debemos saber en qué aspectos difieren los propios seres, y también las formas de sabiduría, debemos darnos cuenta de que la sabiduría de Moisés tenía un carácter bastante diferente de la sabiduría de Hermes. Ambas formas de sabiduría proceden, originalmente, de Zarathustra; pero al igual que la unidad, se divide y se manifiesta de maneras muy diversas, Zarathustra dio revelaciones esencialmente diferentes a cada uno de sus dos alumnos.

Si nos sumergimos en la sabiduría de Hermes, encontramos iluminación sobre la cosmogonía: nos explica el origen de los mundos y los efectos que produce, la luz que se proyecta en él. Pero en la sabiduría de Hermes no encontramos los conceptos que revelan el hecho de que en el proceso evolutivo lo anterior actúa en lo posterior, y debido a esto, el pasado y el presente entran en conflicto, causando la oposición entre la Oscuridad y la Luz. La sabiduría de la Tierra que hace inteligibles para nosotros cómo fue el proceso evolutivo de la Tierra, junto con el Hombre, después de que el Sol se separase; esto no está contenido en ninguna parte de la sabiduría de Hermes. Esa debía ser la misión especial de la sabiduría de Moisés, hacer

comprensible para los hombres la evolución de la Tierra después de la separación del Sol. La sabiduría de la tierra debía ser el regalo de Moisés; La sabiduría del sol, el regalo de Hermes. En Moisés, con sus recuerdos de todo lo que le había sido impartido por Zarathustra, se revela el proceso de la evolución de la Tierra y la evolución del hombre en la Tierra. Su punto de partida, por así decirlo, es lo terrenal; pero lo terrenal está separado del Sol y únicamente contiene la naturaleza del Sol en una forma debilitada. Lo terrenal se acerca y se encuentra con la naturaleza del Sol. Por lo tanto, la sabiduría de la Tierra de Moisés tuvo que encontrarse con la sabiduría del Sol de Hermes en la existencia concreta; Estas dos corrientes de sabiduría tuvieron que contactarse entre sí. Las circunstancias externas también indican esto de la manera más maravillosa. Moisés nació en Egipto, su pueblo es llevado allí y hace contacto con el pueblo Egipcio, el pueblo de Hermes. Estos acontecimientos son el reflejo externo del contacto de la sabiduría del Sol con la sabiduría de la Tierra. Ambas formas de sabiduría provienen de Zarathustra, pero se vierten sobre la Tierra en corrientes evolutivas muy diferentes, eventualmente reuniéndose y trabajando en conjunto.

Ahora bien, cierta sabiduría relacionada con los procedimientos en los Misterios, se expresa siempre de una manera muy especial en lo referente a los secretos más profundos de los acontecimientos humanos y de otro tipo. En las conferencias sobre el Génesis impartidas en Munich, indiqué lo extraordinariamente difícil que es hablar en términos del lenguaje actual de estas grandes verdades que abarcan no solo los secretos más profundos del ser del hombre sino también los hechos cósmicos. Nuestras palabras a menudo son grilletes, ya que llevan las connotaciones que se les han atribuido por el uso prolongado, y cuando las grandes verdades de sabiduría se desarrollan en el alma, recurrimos al lenguaje, tratando de vestir estas revelaciones internas en palabras, nos encontramos luchando con un instrumento terriblemente débil.

La mayor trivialidad pronunciada a lo largo del siglo XIX y repetida innumerables veces, es que debería ser posible expresar toda verdad real en palabras simples y que el lenguaje, con los medios de expresión que ofrece, debería servir realmente de criterio para afirmar si una persona está en posesión de alguna verdad particular o no. Sin embargo, esta afirmación solo muestra que quienes la elaboraron no poseían la verdad esencial, sino solo las verdades que se les han transmitido a través del lenguaje a lo largo de los siglos, cuyas formas pueden cambiar. Para esas personas, el lenguaje es adecuado y no sienten nada de la lucha que a menudo hay que librar con él. Pero esta lucha se vuelve demasiado real cuando se tiene que expresar algo de gran importancia.

En los sagrados Misterios se expresaban los secretos más profundos, pero en todo momento se hacía sentir la insuficiencia del lenguaje para este propósito. De ahí los esfuerzos seculares en los Misterios por encontrar medios de expresión para las experiencias del alma. Los términos y frases que se habían utilizado durante siglos en los intercambios ordinarios, demostraron ser completamente inadecuados, mientras que al contrario, era apto para las imágenes que surgían cuando la mirada se dirigía a la extensión del espacio universal, a las constelaciones, a la aparición de cierta estrella o el eclipse de un cuerpo celestial por otro en momentos definidos. Estas fueron imágenes bien adaptadas para retratar acontecimientos y experiencias particulares en la vida del alma del hombre. Pondré un breve ejemplo.

Supongamos que se trata de anunciar que va a tener lugar algo de gran alcance e importancia en un momento particular en el tiempo, porque alguna alma humana estará lo suficientemente madura como para verse sometida a una experiencia sublime y comunicarla a su pueblo; o tal vez haya habido un deseo de indicar que un pueblo, o una sección particular de la humanidad, haya alcanzado un cierto estado de madurez en la evolución y que una Individualidad haya llegado a habitar entre ellos, posiblemente de una región bastante diferente. En el último caso, el punto más alto alcanzado en el desarrollo de este individuo coincidiría con el punto más alto alcanzado en el desarrollo del alma nacional de las personas involucradas y se quisiera expresar la naturaleza única de este evento. Se descubrió que nada que pudiera transmitirse a través del lenguaje ordinario era lo suficientemente elevado como para impresionar los sentimientos de los hombres con la importancia de tal evento. Por lo tanto, era expresado gráficamente diciendo "cuando el poder más elevado desarrollado por un individuo coincide con el poder más elevado desarrollado por un alma nacional particular, es como cuando el Sol está en la constelación de Leo e irradia su luz desde allí". En este ejemplo, la imagen del León era elegida para denotar algo que se manifiesta en su mayor fuerza en la evolución de la humanidad. Se utilizaba así un fenómeno en el espacio cósmico para indicar un acontecimiento en la vida de la humanidad. Tal es el origen de ciertas expresiones usadas en la historia; se derivaban de las estrellas y constelaciones, y eran los medios utilizados para expresar hechos espirituales en la vida de la humanidad.

Cuando se dice, por ejemplo, que un evento en la evolución de la humanidad se expresa simbólicamente por un fenómeno en los cielos como el Sol en Leo o en alguna constelación particular, los pensadores triviales son muy aptos para revertir el significado real y afirmar que todos los acontecimientos relacionados con la historia temprana de la humanidad eran descripciones míticas de movimientos de cuerpos celestes; mientras que la verdad es que los eventos terrenales se expresaban en imágenes tomadas de las constelaciones. La verdad es invariablemente lo contrario de las teorías amadas por los pensadores superficiales.

Esta conexión con el Cosmos es algo que debería llenarnos de reverencia por lo que se nos cuenta acerca de los grandes eventos en la evolución de la humanidad y su expresión en imágenes derivadas de fenómenos cósmicos. En realidad, existe una conexión misteriosa entre toda la existencia cósmica y lo que sucede en la existencia del hombre; Los sucesos en la Tierra son reflejos de sucesos en el Cosmos. En cierto sentido, que convergieran en Egipto la sabiduría del Sol de Hermes y la sabiduría de la Tierra de Moisés, es también un reflejo, una imagen especular de los acontecimientos en el Cosmos. Imagínense ciertas fuerzas que salen del Sol y otras fuerzas que irradian desde la Tierra al espacio cósmico; el punto en el espacio en el que se encuentran tendrá ciertamente importancia; Según si el contacto se realiza en un punto más cercano o más alejado de las fuentes en cuestión, el efecto de las radiaciones emitidas y luego enviadas de regreso será diferente. El contacto entre la sabiduría de Hermes y la sabiduría de Moisés en el antiguo Egipto se presentaba en los Misterios de tal manera que era posible compararlos con algo que según la cosmología científico-espiritual ya había tenido lugar en el Cosmos. Sabemos que el Sol y la Tierra se habían separado, que durante un tiempo la Tierra aún seguía unida a la Luna, que luego una parte de la Tierra se movió al espacio para convertirse en nuestra Luna actual. Por lo tanto, la Tierra había enviado una parte de sí misma hacia el Sol en el espacio cósmico. Y cuando, en la civilización egipcia, la sabiduría de la Tierra de Moisés entró en contacto con la sabiduría del Sol de Hermes, este acontecimiento notable también fue como una "radiación", esta vez desde la Tierra hacia el Sol.

Después de su posterior separación de la sabiduría solar de Hermes, se puede decir que la sabiduría de Moisés, la sabiduría de la Tierra, se desarrolló aún más como la ciencia de la Tierra y del hombre; En su curso hacia el Sol, absorbió y se sumergió en la sabiduría directa que irradia del Sol. Había, sin embargo, un límite para esta absorción; La sabiduría de Moisés estaba destinada a progresar por sí misma y desarrollar la independencia. Por lo tanto, permaneció en Egipto solo hasta que se absorbió lo suficiente para sus necesidades; luego vino el "Éxodo de los hijos de Moisés de Egipto", para que la sabiduría del Sol recibida, pudiera asimilarse y también desarrollarse por la sabiduría de la Tierra.

Por lo tanto, se deben distinguir dos fases en la sabiduría de Moisés: una mientras se desarrolla en la esfera de la sabiduría de Hermes, rodeada por todos lados y absorbiéndola perpetuamente. Luego viene la separación, y después del éxodo de Egipto, la sabiduría de Moisés, aunque ahora se desarrolla de manera independiente, elabora la sabiduría de Hermes que ha absorbido y en su propio curso adicional alcanza tres etapas. ¿Cuál era su objetivo y su tarea destinada?

La tarea de la sabiduría de Moisés era encontrar el camino de regreso al Sol. Se había convertido en la sabiduría de la Tierra. Moisés nació con todo lo que le había impartido Zarathustra como un hombre sabio de la Tierra y buscó el camino de regreso al Sol en diferentes etapas. En la primera etapa se había sumergido en la sabiduría de Hermes; El curso de su desarrollo posterior puede describirse mejor en imágenes extraídas de la existencia cósmica. Cuando los efectos de lo que sucede en la Tierra se trasladan al espacio cósmico, el primer encuentro en el camino hacia el Sol es con Mercurio. (Sabemos que el Venus astronomico, es Mercurio en la terminología del ocultismo y el Mercurio astronomico es Venus según el ocultismo). En el camino desde la Tierra hacia el Sol, por lo tanto, primero se encuentra la naturaleza de Mercurio, en un etapa posterior la naturaleza de Venus y luego la naturaleza del Sol. Por lo tanto, a través de procesos internos en la vida anímica, Moisés debía desarrollar la herencia recibida de Zarathustra de manera que en el camino de regreso pudiera encontrar nuevamente la naturaleza del Sol; Por lo tanto, tenía que llegar a una etapa definida. La sabiduría inculcada por Moisés en la cultura y la civilización tuvo que desarrollarse necesariamente en la forma en que él la había impartido a su pueblo. Por lo tanto, en el camino de regreso, habiendo absorbido primero algo de la sabiduría impartida por Hermes como irradiando directamente del Sol, Moisés lo desarrolló con una nueva orientación, es decir, en la dirección opuesta. Se dice que Hermes, (más tarde llamado Mercurio Thoth), trajo a su pueblo el arte y la ciencia, el conocimiento del mundo externo, el arte externo, en la forma adecuada para ellos. Pero la forma en que Moisés mismo debía alcanzar esta sabiduría de Hermes-Mercurio sería diferente, de hecho opuesta, y la desarrollaría en etapas posteriores en el camino de regreso. Este proceso en la historia de los hebreos, es ilustrado hasta el tiempo y el reinado de David, al que se describe como el salmista real, como un profeta divino, como un hombre de Dios, un portador de armadura y también un tocador de arpa. David es el Hermes, el Mercurio, del pueblo hebreo que ahora se había desarrollado hasta la etapa de poder producir, en una forma independiente, la sabiduría de Hermes o Mercurio. En el tiempo de David, por lo tanto, la sabiduría de Hermes, una vez asimilada por la sabiduría de Moisés, había alcanzado la región o etapa de Mercurio.

La sabiduría de Moisés debería continuar en el camino descendente hasta el punto donde está la región de Venus, si se puede decir. La región de Venus vino para el hebreo en un momento en que la sabiduría de Moisés, es decir, lo que se había transmitido a través de los siglos como esta sabiduría de Moisés, tenía que combinarse con un elemento completamente diferente, con una dirección de sabiduría, por así decirlo, que venía desde el otro lado.

Así como los rayos que regresan de la Tierra al espacio se encuentran con Venus en el camino hacia el Sol, Así también, durante el cautiverio babilónico, la sabiduría de Moisés se encontró con la sabiduría que había llegado desde Asia y se representaba de forma modificada en los misterios babilónico y caldeo. Este contacto se hizo durante el tiempo del cautiverio babilónico. Como un vagabundo que, habiendo partido desde la Tierra con el conocimiento de lo que es la Tierra, había pasado por la región de Mercurio y alcanzado la región de Venus para recibir la luz del Sol que caía sobre Venus, de igual modo actuó La sabiduría de Moisés absorbiendo lo que procedía directamente de los santuarios del zoroastrismo y que continuaba en forma modificada en los Misterios caldeo-babilónicos. Fue esto lo que la sabiduría de Moisés recibió durante el cautiverio de Babilonia, asimilando así la sabiduría que se había abierto camino a la región del Éufrates y el Tigris.

Pero también sucedió algo más. Durante el cautiverio el legado de la sabiduría legada por Moisés a su pueblo se mezcló con la naturaleza del Sol, con aquella sabiduría atesorada en los centros de misterio de las regiones cercanas, en aquellos santuarios que eran conocidos y frecuentados por los sabios entre los hebreos. Allí, entre el Eufrates y el Tigris, el mismo lugar donde ahora enseñaba el reencarnado Zarathustra, encontró Moisés la sabiduría que había salido del Sol en otros tiempos. Aproximadamente hacia la época del cautiverio babilónico, el propio Zarathustra estaba encarnado, así que, mientras enseñaba en esa región, el que ya había entregado una parte de su sabiduría, la recibe de nuevo. Él mismo Zarathustra encarnó una y otra vez, y precisamente en su encarnación como Zarathas o Nazarathos se convirtió en el maestro de los judíos cautivos que conocían la existencia de los santuarios en esas regiones.

Así, en su curso posterior, la sabiduría de Moisés entró en contacto con la que el propio Zarathustra había sido capaz de lograr, después de mudarse desde los distantes centros de misterio, desde la lejana Persia a los de Asia Menor. Allí se convirtió en el maestro de los alumnos iniciados de Caldea, así como de los maestros iniciados individualmente; También estaban aquellos en quienes la sabiduría de Moisés había fructificado debido a la corriente con la que ahora estaban en contacto, pudiendo recibir del propio Zarathustra, en su encarnación como Zarathas o Nazarathos, lo que él mismo había impartido anteriormente a su antepasado -Moisés-. Tal fue el destino de la sabiduría de Moisés. En realidad se había originado con Zarathustra y había sido trasladada a tierras extranjeras. Era como si un ser solar con los ojos vendados hubiera sido llevado a la Tierra y en el viaje de regreso tuviese que buscar de nuevo lo que había perdido.

Moisés, por lo tanto, era la reencarnación de aquél discípulo de Zarathustra. Durante su encarnación en la civilización egipcia como Moisés, todo lo que una vez le había impartido Zarathustra, se iluminó nuevamente dentro de él; pero limitado al ámbito de la Tierra, era como si no supiera la procedencia de su iluminación. Por lo tanto, tomó el camino hacia lo que una vez había sido de la naturaleza del Sol. En Egipto recurrió a la sabiduría de Hermes que presentaba la sabiduría de Zarathustra en su forma directa, no en la reflexión como en su propio caso. Después de haber absorbido lo suficiente de la sabiduría de Hermes, se desarrolló la corriente de su propia sabiduría en un curso directo. Habiendo establecido en la era davídica una forma de Sabiduría Hermetica, con su propia ciencia y arte, la corriente de la sabiduría de Moisés se movió hacia el Sol de donde originalmente había salido, pero en una forma que al principio ocultaba su verdadera naturaleza.

En los antiguos centros de aprendizaje de Babilonia, donde Zarathustra, (Zarathas o Nazarathos), también era maestro de Pitágoras, solo se podía enseñar si se disponía de un cuerpo especialmente constituido, ya que estaba obligado a utilizar dicho cuerpo como instrumento. Si iba a dar expresión a la naturaleza del Sol en su plenitud como lo había hecho una vez, tal como la había impartido a Hermes y Moisés, si iba a dar expresión a esta sabiduría en una nueva forma, adecuada para la época posterior, él necesitaba una envoltura corporal que fuese un instrumento digno. Solo en una forma que estaba condicionada por un cuerpo, tal como se produjo en la antigua Babilonia, Zarathustra pudo traer de nuevo toda la sabiduría que luego le transmitió a Pitágoras, a los sabios hebreos y a los sabios caldeobabilónicos que en aquél tiempo, en el siglo VI a.C., estaban en condiciones de escucharlo.

En cuanto a lo que Zarathustra pudo enseñar, en realidad fue como si la luz del Sol hubiera sido interceptada por Venus y no pudiera encontrar su camino directo hacia la Tierra; era como si la sabiduría de Zarathustra no pudiera manifestarse en su forma primaria sino solo en forma modificada. Para permitir que esta sabiduría actuase en su forma original, Zarathustra tendría que haber estado provisto de un cuerpo adecuado y dicho cuerpo solo podría producirse de una manera completamente única, que puede caracterizarse de la siguiente manera.

En la conferencia de ayer se dijo que había tres almas nacionales en Asia, cada una con un carácter diferente: la india en el sur, también la iraní y mas hacia el norte la turania. Señalábamos que estos tres tipos de almas surgieron, en primer lugar, porque la corriente septentrional de los pueblos Atlantes había pasado a Asia a través de esas regiones y se habían establecido en ellas. Pero otra corriente había pasado por África y sus ramales finales habían penetrado hasta las regiones de los pueblos turanios. Donde la corriente septentrional que había pasado desde la Atlántida hacia Asia se encontró con la otra corriente que había pasado desde la Atlántida a través de África, produciéndose una notable amalgama de pueblos formándose una población racial de la que surgieron los hebreos.

Algo muy notable sucedió en estos pueblos. Las facultades de clarividencia etéricoastral que habían permanecido en un estado de decadencia entre ciertas poblaciones y que se habían corrompido como resultado de una facultad de clarividencia dirigida hacia afuera, todo ello se interiorizó en aquellas poblaciones que habrían de convertirse en el pueblo hebreo. Cambió completamente la dirección. En lugar de manifestarse externamente en forma de clarividencia astral inferior, como la antigua clarividencia residual atlante, actuó como una fuerza organizadora de la constitución corporal interna. Lo que se había convertido en una clarividencia externa decadente y que había permanecido estancada e impregnada del elemento ahrimánico, esto luego se había desarrollado de forma correcta al convertirse en una fuerza activa en la constitución orgánica interna del cuerpo humano. En el pueblo hebreo, esta facultad no se expresaba sobre la naturaleza corporal, como una forma obsoleta de clarividencia, sino que actuaba como una fuerza transformadora llevándola así a una etapa de mayor perfección. La facultad que en el pueblo turaniano se había vuelto decadente, actuaba creativamente y con poder transformador en la constitución interna de los hebreos.

Por lo tanto, se puede decir lo siguiente. En la naturaleza corporal del pueblo hebreo dado que se propagaba de generación en generación a través de relaciones consanguíneas, estaban actuando las fuerzas que, como visión clarividente externa, habían llegado a su fin y ya no debían continuar de esa forma, sino que ahora debían actuar en un ámbito diferente donde estarían en el elemento correcto. Aquella facultad que había permitido a los atlantes mirar con visión espiritual al espacio y a las regiones espirituales y que en los turanios ya se había convertido en una clarividencia residual degenerada. Esta facultad, en el pueblo hebreo se volvió hacia el interior. Lo que había sido de naturaleza divino-espiritual en la cultura atlante, en los hebreos actuó como una fuerza formativa orgánica interna y dentro de su sangre pudo iluminarse como una conciencia interna de lo Divino. Era como si todo lo que el Atlante había visto cuando dirigía su mirada clarividente hacia afuera a la extensión del espacio, se hubiese vuelto completamente interior, surgiendo en lo más íntimo del organismo de los hebreos como conciencia de, Jahve o Jehová, como conciencia interna de lo divino. Así, los hebreos sintieron que la Deidad estaba unida con su sangre, se sintieron permeados, impregnados, por la Deidad que se extendía en el espacio, y sabían que esta misma Deidad vivía dentro de ellos, latiendo a través de su propia sangre.

Ayer considerábamos el contraste entre las civilizaciones iraní y turaniana. Ahora, después de comparar las facultades de los turanios con las de la raza hebrea, vemos que lo que se había vuelto decadente en el primero progresó en el segundo, trabajando posteriormente en la sangre. Lo que había sido visible para los atlantes ahora se manifestaba en los hebreos en forma de sentimiento interior. Esta experiencia se resume en una sola palabra: el nombre JEHOVÁ. Comprimido como si dijéramos, en un solo punto, en un núcleo interno de conciencia de lo Divino vivía el Dios, ese mismo Dios que le había sido revelado a los atlantes por la clarividencia que veía a detrás de todos los fenómenos externos. Invisible y experimentado internamente, el Dios vivió en la sangre de las generaciones de Abraham, Isaac y Jacob, guiándolos a ellos y a todas las generaciones sucesivas de un evento a otro en su camino hacia el destino. De esta manera, lo externo se había vuelto interno; lo externo ahora se experimentaba dentro, ya no se veía, ya no se llamaba con diferentes nombres, sino que se conocía con una sola designación: "¡YO SOY EL YO SOY!". Mientras que con las facultades que el hombre poseía en la época atlante había encontrado al Dios allá en el Universo, ahora había encontrado al Dios en el centro de su propio ser, en su 'Yo', sentía al Dios en la sangre fluyendo a través de las generaciones. El gran Dios del universo se había convertido en el Dios de los hebreos, el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, el Dios que fluyó en la sangre a través de las generaciones.

Así se fundó la etnia cuya misión interior para la evolución de la humanidad estudiaremos mañana. Hoy solo ha sido posible dar una indicación de la etapa más temprana en la composición de la sangre de este pueblo, la etapa en que todo lo que en la época Atlante le había permitido actuar desde afuera, ahora se encontraba comprimido dentro de su propio ser. Veremos qué misterios se cumplen en los acontecimientos que solo se han tocado hoy, y aprenderemos a comprender la naturaleza única de los pueblos de los cuales procedía el cuerpo de Zarathustra, encarnado como el Ser que llamamos Jesús de Nazaret.


traducción de Julio Luelmo abril 2020

GA123 1 de septiembre de 1910 -Evangelio de S. Mateo 1ª conferencia

                                                                                        Índice

DOCE CONFERENCIAS PRONUNCIADAS EN BERNA (SUIZA) DEL 1° AL 12 DE

SEPTIEMBRE DE 1910

NOTAS DEL TRADUCTOR

EI contenido de estas conferencias sobre el Evangelio según San Mateo, al igual que las anteriormente publicadas sobre el Evangelio según San Lucas, no consisten en meros comentarios o interpretaciones personales sino que reproduce el resultado de la propia investigación espiritual

de su autor, Rudolf Steiner (1861-1925), fundador de la ciencia espiritual de orientación antroposofica. Hacemos notar que los textos de estas conferencias se basan en apuntes taquigráficos que luego fueron dados a la publicación sin revisión previa de parte del autor. Además, para formarse un juicio adecuado de su contenido, es preciso estar familiarizado con los conocimientos básicos de la Antroposofia. No obstante, se puede afirmar que aun sin tal requisito, el lector exento de prejuicios se vera beneficiado con nuevos y profundos conocimientos relativos al tema en particular.

 1ª Conferencia

LAS CORRIENTES POST-ATLANTES LA INDIVIDUALIDAD DE ZOROASTRO

1 de septiembre de 1910

Esta es la tercera oportunidad que he tenido de hablar en Suiza sobre el mayor de todos los eventos en la historia de la Tierra y de la humanidad. La primera vez fue en Basilea, cuando hablé del aspecto de este evento según está presentado en el Evangelio de San Juan; en la segunda ocasión, las conferencias se basaban en el relato de San Lucas; y ahora, en la tercera ocasión, la base de las conferencias será el Evangelio de San Mateo. Muchas veces he puesto de relieve la importancia del hecho de que existen cuatro documentos religiosos que nos describen aquel acontecimiento de una manera aparentemente diferente, cada uno. 

Si para el pensar materialista, esto sirve de excusa para ocuparse del tema con una critica negativa, este mismo hecho, en cambio, se presenta como un factor muy significativo si lo consideramos desde el punta de vista de nuestra convicción antroposófica. Nadie debería tratar de describir un ser o hecho alguno, haciéndolo desde un único punto de vista. A menudo me he servido de la siguiente comparación: no se puede pretender que la fotografía de un árbol, tomada desde un solo lado, represente su verdadero aspecto; en cambio, si se le sacaran fotografías desde cuatro lados distintos, por diferentes que salgan, podríamos formarnos una imagen concreta de ese árbol. Si esto es así con respecto a un objeto exterior, con mas razón es de suponer que sea imposible comprender un acontecimiento que para el hombre encierra la plenitud y lo esencial de la existencia, describiéndolo desde un único lado. No se trata, pues, de relatos contradictorios, lo que se nos presenta en los cuatro Evangelios, sino que precisamente se basan en el hecho de que sus autores sabían muy bien que ninguno de ellos sería capaz de describir ese majestuoso acontecer únicamente desde un solo lado, y que la humanidad podrá ir formándose, paso a paso, una imagen de conjunto por medio del aspecto total de los cuatro relatos. 

Esto nos obliga a acercarnos, pacientemente, al acontecimiento mas grande de la evolución terrestre, partiendo del contenido de esos cuatro documentos del Nuevo Testamento. Antes de dar una característica formal de los cuatro relatos, quiero aclarar que al comienzo de este ciclo de conferencias no voy a referirme - tal como se suele hacer- al origen histórico de los Evangelios, o bien del Evangelio de Mateo. Será mas conveniente hacerlo al final, ya que es mas fácil comprender la historia de cualquier cosa, una vez estudiada y captada ella misma. Así como sería inútil, por ejemplo, ocuparse de la historia de la aritmética sin saber nada de ella; y algo parecido se podría decir de cualquier otra materia: la consideración histórica se da al final, de acuerdo con la exigencia natural de la búsqueda del conocimiento. Examinaremos, pues, el contenido del Evangelio de Mateo y, al final, daremos la exposición de su origen histórico. El estudio de los Evangelios, incluso en su forma externa, denota una cierta diferencia en los modos de expresión, y este sentimiento se intensificará si recordamos lo que se dijo en mis conferencias sobre los Evangelios de San Juan y de San Lucas. 

Al tratar de comprender las poderosas comunicaciones dadas en el Evangelio de San Juan, nos vemos casi abrumados por su sublime grandeza espiritual; creemos que este Evangelio revela el objetivo más elevado al que puede aspirar la sabiduría humana y que la cognición humana logra gradualmente. El hombre parece estar situado debajo, alzando la mirada de su alma hacia las alturas de la existencia cósmica y diciéndose a sí mismo. "Por insignificante que yo pueda ser, el Evangelio de San Juan me permite adivinar que algún elemento que es afín a mi, desciende a mi alma y me infunde el sentimiento de infinitud." En consecuencia, al contemplar el Evangelio de San Juan el alma experimenta la magnitud espiritual de la vida cósmica con la que el hombre está relacionado. 

Al estudiar el Evangelio de San Lucas, descubrimos que la forma de su presentación era diferente. En el Evangelio de San Juan, lo que impregna el alma como un aliento mágico, es la grandeza espiritual principalmente, mientras que en el Evangelio de San Lucas la influencia es más interna, causando en el alma una intensificación de todo lo que los poderes del amor y el sacrificio cósmico pueden afectar en el mundo cuando participamos de ellos. Mientras San Juan describe el Ser de Cristo Jesús en su dimensión espiritual, San Lucas nos muestra su inconmensurable capacidad para el sacrificio. San Lucas nos da una idea de lo que este poder de sacrificar el amor ha provocado en la evolución del mundo y de la humanidad este amor, que, al igual que otras fuerzas, late y se teje en todo el universo. Vemos pues, que cuando dejamos que el Evangelio de San Lucas trabaje en nosotros, lo hace principalmente sobre el elemento del sentir como lo más importante, mientras que en el Evangelio de San Juan, se despierta en nosotros el elemento del pensar, de la comprensión, que en cierto modo, nos informa de los fundamentos mismos del conocimiento y de sus objetivos. Ese Evangelio se dirige más a nuestra facultad de cognición, a nuestra comprensión, el Evangelio de San Lucas más a nuestros corazones. Aquellos que, durante las conferencias sobre el Evangelio de San Juan o las de San Lucas, escuchaban únicamente palabras, ciertamente no escuchaban todo. Había una diferencia fundamental en la manera y el estilo de hablar en ambos ciclos de conferencias. 

Como también deberá ser diferente cuando nos pongamos a estudiar el Evangelio de San Mateo. En las conferencias sobre el Evangelio de Lucas hemos visto que el máximo amor humano que jamás haya existido en la evolución de la humanidad, fluyo en la entidad de Cristo-Jesús que vivió al principio de nuestra era. Considerado simplemente en su aspecto externo, el Evangelio de San Mateo parece presentar al principio una imagen de mayor variedad que los otros dos Evangelios, incluso que los otros tres. Porque cuando llegue el momento de estudiar el Evangelio de San Marcos, descubriremos que, en cierto sentido, también presenta un aspecto particular. El evangelio de San Juan nos revela la magnitud de la sabiduría de Cristo Jesús; El Evangelio de San Lucas, el poder de su amor. Cuando estudiemos el Evangelio de San Marcos, nos ofrecerá principalmente la imagen de los poderes creativos que impregnan el universo en toda su gloria. En ese Evangelio hay algo abrumador en la intensidad con la que las fuerzas cósmicas se expresan: cuando comenzamos a comprender realmente el contenido del Evangelio de San Marcos, es como si estas fuerzas surgieran hacia nosotros desde todas las direcciones del espacio. 

Mientras que el Evangelio de San Lucas trae calor interno al alma y el Evangelio de San Juan lo llena de esperanza, el Evangelio de San Marcos nos hace conscientes del poder abrumador y del esplendor de las fuerzas cósmicas, tan aplastantes que el alma se siente abrumada. El Evangelio de San Mateo es diferente. En él están presentes los tres elementos: la calidez del sentir y el amor, la promesa del conocimiento lleno de esperanza y, la majestuosidad del universo. Estos elementos están presentes en una forma modificada y, por esta razón, parecen ser más humanamente semejantes a nosotros que en los otros Evangelios. Mientras que el amor, la sabiduría y la majestuosidad, representados en los otros tres Evangelios podrían llegar a abrumarnos casi hasta el punto del colapso, en el caso del Evangelio de San Mateo, nos sentimos capaces de mantenernos erguidos ante la imagen presentada incluso de acercarnos y ponernos a su nivel. Todo está más humanamente relacionado con nosotros; nunca nos sentimos abrumados, aunque también contiene elementos que en los otros Evangelios tienden a tener este efecto. Es el más humano de los cuatro relatos y describe a Cristo Jesús como un hombre, de tal manera que en todos sus actos está cerca de nosotros en un sentido humano.

En cierto sentido, el Evangelio de San Mateo es como un comentario sobre los otros Evangelios. Lo que a veces es demasiado grande para nosotros como para poder abarcarlo en los otros tres, se nos hace evidente a menor escala a través del Evangelio de Mateo. Y si entendemos esto, se verterá una luz significativa sobre los otros tres evangelios. Podemos entender eso a partir de los detalles. Consideremos lo que sigue meramente desde el punto de vista del estilo narrativo. Con el fin de exponer como del Cristo-Jesus fluye a la humanidad y en el mundo el amor y el sacrificio en su máximo grado, el Evangelio de Lucas se refiere a una corriente evolutiva que se remonta a los tiempos mas antiguos del devenir terrestre, o sea, al origen primitivo de la humanidad. En el Evangelio de San Juan se nos muestra cómo el hombre puede, con su sabiduría y conocimiento, avanzar hacia una meta que es asequible; Esto se deja claro nada mas comenzar el Evangelio, donde se define a Cristo Jesús como el Logos creador. En las primeras frases de este Evangelio, se presenta La concepción espiritual más elevada que nuestras mentes y corazones pueden alcanzar. Es diferente en el Evangelio de San Mateo. Este Evangelio comienza enumerando el linaje del hombre Jesús de Nazareth partiendo de un punto concreto en la historia y dentro de una nación concreta. En él se nos muestra cómo desde Abraham y sus descendientes, se concentraron en Jesús de Nazareth las cualidades que habían sido adquiridas a través de la herencia, cómo a lo largo de tres veces catorce generaciones, un pueblo había permitido que lo mejor que tenía para dar, fluyera en la sangre a fin de hacer posible el florecimiento, en una

Individualidad, de los más altos poderes posibles para el hombre. El Evangelio de San Juan señala la infinidad del Logos, el Evangelio de San Lucas nos remonta al comienzo de la evolución de la humanidad. El Evangelio de San Mateo nos muestra a un hombre, Jesús de Nazareth, nacido de un pueblo cuyas cualidades habían sido transmitidas por herencia desde Abraham, el padre de la población tribal, a través de tres veces catorce generaciones. Hay que hacer aquí un breve apunte, que es, que cualquiera que desee realmente comprender el Evangelio de San Marcos debe tener algún conocimiento de las fuerzas cósmicas que fluyen a lo largo de la evolución de nuestro mundo. La imagen de Cristo Jesús que nos presenta este Evangelio, muestra que el propio Cosmos, (un compendio de las fuerzas cósmicas en la infinitud del espacio), está operando en y a través de una entidad humana. San Marcos se dispone a describir los hechos de Cristo como un compendio de las actividades cósmicas, que en Cristo Jesús, el Dios-Hombre en la Tierra, tenemos ante nosotros la quintaesencia del poder ilimitado del Sol. 

Así pues, San Marcos nos describe la manera en que las fuerzas de los cielos y las estrellas operan a través de los poderes humanos. En cierto sentido, también el Evangelio de San Mateo hace referencia a la actividad estelar, porque ya al principio se indica claramente que los acontecimientos cósmicos están conectados con la evolución de la humanidad, en el hecho de que tres Reyes Magos son guiados al lugar de nacimiento de Jesús por una estrella. Pero este Evangelio no describe el funcionamiento cósmico como lo hace el Evangelio de San Marcos, ni nos pide que elevemos nuestros ojos hacia las alturas. Nos muestra a tres hombres, tres Reyes Magos, y el efecto que el Cosmos tiene sobre ellos. Podemos contemplar a estos tres hombres y tomar conciencia de lo que están sintiendo. Por lo tanto, si se trata de poder experimentar las realidades cósmicas, el Evangelio de San Mateo dirige nuestra mirada, no hacia las infinitudes del espacio, sino hacia el hombre mismo, hacia el efecto, el reflejo, de las actividades cósmicas en los corazones humanos. (Nuevamente, ruego que estas indicaciones se tomen simplemente como una alusión al estilo en que se han escrito los Evangelios. Porque, repito, es una característica fundamental de los Evangelios que describan los eventos desde diferentes ángulos. El estilo distintivo en el que cada uno se ha escrito, está en conformidad con lo que quieren transmitir, el mayor evento en la evolución de la humanidad y de la Tierra). 

Es muy importante que al principio del Evangelio de Mateo se nos señala el parentesco sanguíneo de Jesús de Nazareth; se nos contesta la pregunta: ¿cual fue la característica física de Jesús de Nazareth? ¿Como se sumaron en esta personalidad todas las cualidades del pueblo hebreo, desde el patriarca Abraham, para que en ella pudiese aparecer la entidad del Cristo? Se nos contesta: para que el Cristo pudiese encarnar en un cuerpo físico, este debió poseer propiedades físicas que solo pudo tener si en la sangre de ese pueblo aparecían, sumadas como en un extracto, todas esas propiedades del pueblo de Abraham en la personalidad de Jesús de Nazareth. Y se demuestra que la formación de la sangre de Jesús de Nazareth se remonta, a través de las generaciones, al fundador del pueblo hebreo. Así vemos que principalmente en la personalidad física de Jesús de Nazareth se concentro la naturaleza de ese pueblo, con su misión en la historia universal, para la evolución de la humanidad y de la Tierra. Por consiguiente, para comprender lo que el autor del Evangelio de Mateo quiso mostrar con esta introducción, es preciso conocer la naturaleza del pueblo hebreo, su misión, en base a su peculiaridad en cuanto a la evolución de la humanidad. 

La historia materialista apenas toma en cuenta lo que eso significa; describe abstractamente los hechos exteriores, con el resultado de que un pueblo simplemente aparece al lado de otro sin que se aperciba el hecho fundamental de que dentro de la evolución cada pueblo tiene su misión específica. Cada pueblo tiene que contribuir su parte bien determinada al patrimonio total que la humanidad debe donar a la Tierra. Hasta en los pormenores de las condiciones físicas, cada pueblo posee las propiedades que le capacitan verdaderamente para contribuir su parte al conjunto de la humanidad. Dicho de otro modo: los hombres que pertenecen a un pueblo poseen tal naturaleza de sus cuerpos físico, etérico y astral que estos, en su conjunto, forman el instrumento adecuado para llevar a cabo lo que cada pueblo ha de contribuir a la humanidad toda. Preguntemos entonces: ¿cual fue la parte que el pueblo hebreo tuvo que proveer y como se formo la esencia que encontró su expresión en el cuerpo de Jesús de Nazareth? Para comprender la misión del pueblo hebreo debemos hacer un estudio más profundo de toda la evolución de la humanidad. Será necesario hablar con mayor precisión de ciertos asuntos indicados tan solo brevemente en otras conferencias y en el libro Ciencia Oculta: un bosquejo. El papel desempeñado por el pueblo hebreo en la evolución de la humanidad en su conjunto se entenderá más fácilmente si tomamos la catástrofe atlante como punto de partida. 

Como resultado del Diluvio Atlante, la faz de la Tierra sufrió poderosas transformaciones, por consiguiente los pueblos que vivían en el continente de la Atlántida se trasladaron del oeste al este, divididos en dos corrientes principales, una tomó un rumbo más al norte y otra al sur. De este gran movimiento de pueblos atlantes a través de Europa hacia Asia, una corriente se extendió por la región que rodea el Mar Caspio, mientras que la otra pasó por la tierra que ahora llamamos África. En Asia se produjo una especie de confluencia de estas dos corrientes, como cuando se encuentran dos corrientes y se forma un remolino. Pero lo que más nos interesa de estos pueblos que se vieron obligados a cruzar desde la Atlántida hacia el este es, su modo de percepción, la forma general de su vida anímica, al menos en lo que se refiere a la masa principal de la población. En la primera época post-atlante, toda la constitución anímica del hombre era diferente de como llegó a ser más tarde, sobre todo de como es hoy en día. Aquellos antiguos pueblos todavía percibían clarividentemente su entorno; podían contemplar lo espiritual, e incluso lo que ahora se ve físicamente, lo percibían entonces de una manera más espiritual. Pero un punto de especial importancia es que esta clarividencia de los pueblos post-atlantes originales, era a su vez diferente, en cierto sentido, de la de los propios atlantes en el apogeo de su cultura. Su clarividencia les permitía contemplar un mundo espiritual con pureza de visión, y las revelaciones del mundo espiritual engendraban en sus almas impulsos hacia el bien. 

En el fondo, sería acertado decir que durante el apogeo de la cultura atlante, la fuerza de los impulsos hacia el bien dependía de su propia capacidad de ver en profundidad el mundo espiritual (en alguien con menos habilidad, estos impulsos eran consecuentemente más débiles. Los cambios que tuvieron lugar sobre la Tierra fueron tales, que ya hacia el último tercio de la época atlante, pero especialmente en la primera época post-atlante, las buenas cualidades de la antigua clarividencia atlante habían desaparecido gradualmente y solo la conservaban aquellos que había recibido entrenamiento especial en los centros de Iniciación. Con el paso del tiempo, lo que había quedado de esta clarividencia como un don natural e innato, asumió un carácter que conducía con demasiada facilidad a la visión de las fuerzas tentadoras y malignas de la existencia. La clarividencia se había debilitado demasiado para contemplar las fuerzas benefactoras. Por otro lado, la visión de las fuerzas malignas y engañosas se mantuvo, y en ciertas regiones habitadas por pueblos post-atlantes, se generalizó una forma de clarividencia nada recomendable, una clarividencia que era en sí misma como una especie de tentador. Este declive de la antigua clarividencia, vino acompañado por un desarrollo gradual de la facultad de percepción sensorial, reconocida como normal para los seres humanos hoy en día. Pero las cosas que percibían los hombres con sus ojos físicos en la primera época post-atlante, y que perciben normalmente hoy en día, en el pasado no eran fuentes de tentación, porque las fuerzas anímicas que ahora son la causa de la tentación aún no se habían desarrollado. Las percepciones externas que pueden dar lugar hoy a un goce excesivo en el hombre moderno, para el hombre de la primera época postatlante, por engañosas que pudieran ser, no constituían ninguna tentación particular. La tentación dio comienzo en él, cuando se despertaron los residuos heredados de la antigua clarividencia. Prácticamente no tenía visión del lado bueno del mundo espiritual; las fuerzas luciféricas y ahrimánicas tenían un efecto tan fuerte sobre él que lo que veía eran las fuerzas de la tentación y el engaño. 

Con estas facultades heredadas de la antigua clarividencia, percibía las fuerzas luciféricas y ahrimánicas. Y por eso, para aquellos cuya sabiduría para liderar y guiar la evolución humana, recibida de los Misterios, se hizo necesario instituir medios para garantizar que, a pesar de estas circunstancias adversas, los hombres finalmente fueran reconducidos hacia el bien y la clara comprensión. Después de la gran catástrofe atlante, los pueblos que se habían extendido hacia el Este, estaban en etapas de evolución muy diferentes, (se puede decir que el nivel de desarrollo moral y espiritual era más alto en aquellos que se dirigieron más al este). La naciente facultad de la percepción externa era como la apertura de un nuevo mundo, revelando cada vez con mayor claridad la grandeza y el esplendor del mundo exterior de los sentidos. Esta facultad era especialmente característica de los pueblos que se establecieron al norte de la actual India, en las regiones que se extienden hasta el Mar Caspio, hasta el Oxus y Jaxartes. Poco después de la inundación atlante, de hecho, hasta cierto punto, mientras aún estaba en curso, entre aquella amalgama de pueblos en Asia Central, ya se había desarrollado la conciencia sensorial de la realidad externa. Pero al mismo tiempo, entre los seres humanos que habían encarnado allí, persistía un recuerdo vivo una especie de conocimiento de la memoria, de lo que habían experimentado en los tiempos de la Atlántida. 

Esta característica era más fuerte en aquellos que bajaron hasta la India. Poseían ciertamente, una gran comprensión del esplendor del mundo externo; sus facultades de observación y percepción sensorial estaban más desarrolladas que las de los otros pueblos, pero al mismo tiempo, su recuerdo de los antiguos poderes de visión espiritual en la Atlántida, era potente y vívida. De ahí que en ellos surgiese un intenso anhelo por el mundo espiritual que recordaban (les resultaba fácil volver a mirar aquél mundo), pero también tenían la sensación de que lo que se presentaba a los sentidos externos era maya, ilusión. Por eso, en estos pueblos también surgió el impulso de no prestar especial atención al mundo exterior de los sentidos, sino de hacer todo lo posible para permitir que el alma, (ahora a través del desarrollo inducido deliberadamente, a través del yoga), se elevase al reino donde podría recibir las revelaciones que en los días de la antigua Atlántida había venido directamente del mundo espiritual. Esta tendencia a despreciar el mundo exterior, a considerarlo como una ilusión y a seguir solo los impulsos que condujeran a lo espiritual, estaba menos desarrollada en los pueblos que permanecieron más al norte. 

Pero estaban en una situación muy trágica. Las cualidades innatas de los antiguos indios eran tales que era relativamente fácil para cualquiera de ellos someterse a un entrenamiento concreto en Yoga que le permitiera ascender de nuevo a los reinos que había conocido en la época atlante. Para tales hombres era fácil superar lo que consideraban una ilusión. Lo superaba en actos de cognición, y su convicción suprema era que: el mundo sensorial es maya, es ilusión; ¡pero si me esfuerzo por desarrollar mi alma, llegaré al mundo que está detrás del mundo de los sentidos! Así que, por medio de un proceso interno era cómo el indio lograba superar lo que él consideraba maya. El carácter de los pueblos más al norte era diferente. Ellos eran los persas, los medas, los bactrianos, (conocidos en la historia como arios en sentido estricto). También en ellos había una fuerte tendencia hacia el desarrollo de la percepción externa, la intelectualidad externa. Pero el impulso de lograr a través del desarrollo interno, a través de alguna forma de Yoga, lo que los atlantes habían experimentado de forma bastante natural, no estaba particularmente acentuado. El recuerdo del pasado no era lo suficientemente fuerte en estos pueblos de más al norte, como para hacer que se esforzasen por superar la ilusión del mundo exterior, a través del conocimiento. 

Su actitud anímica no era la misma que la de los indios. La actitud de un iraní, un persa, un meda, podría expresarse en palabras modernas de la siguiente manera: si alguna vez vivimos en el mundo espiritual, experimentando y percibiendo las realidades del espíritu y del alma, y ahora nos encontramos trasferidos al mundo físico, vemos con nuestros ojos y captamos con el intelecto ligado al cerebro, la razón de esto no reside solo en el hombre; lo que debe superarse no puede superarse simplemente en el ser interior del hombre. ¡Nada resultaría de eso! Un iraní habría dicho: no solo se ha producido un cambio en el hombre; La propia naturaleza y todo en la Tierra también deben haber cambiado cuando el hombre descendió de los reinos divino-espirituales." Por lo tanto, no puede ser correcto dejar el mundo circundante tal como está, diciendo simplemente: ¡Esto es maya, ilusión, pero lo ignoraremos y nos elevaremos al mundo espiritual! De esa manera, ciertamente, provocaremos un cambio en nosotros mismos, pero no en el mundo que nos rodea. Por lo tanto, la actitud de un iraní no le permitía decir: "la maya se extiende a mi alrededor; la trascenderé, la superaré en mi propio ser y así alcanzaré el mundo espiritual." Sino que decía: el hombre pertenece y es parte del mundo que le rodea. 

Por lo tanto, si lo que es divino en él, y ha descendido con él desde las alturas divino-espirituales, ha de ser transformado, "¡no solo debe ser cambiado de nuevo a su estado anterior lo que está dentro de él, sino también todo en el mundo exterior que le rodea!" Y esto fue lo que le dio a la gente el impulso de tomar una parte activa y vigorosa en la transformación del mundo. Mientras que en India los hombres decían: El mundo ha descendido; lo que ahora presenta es solo maya: en las regiones más al norte decían: Ciertamente, el mundo ha descendido, pero nuestra tarea es cambiarlo de manera que se vuelva espiritual nuevamente. La contemplación, la comprensión contemplativa, eran básicamente las características del pueblo indio. Su actitud era simplemente que la percepción sensorial es ilusión, es maya. La actividad, la energía física, la voluntad de transformar la naturaleza externa, eran las características básicas de los iraníes y los otros pueblos que vivían en las regiones al norte de la India. Ellos decían: ¡El mundo que nos rodea ha descendido desde lo Divino, pero el hombre está llamado a llevarlo nuevamente hacia lo Divino! Y en los líderes espirituales que salieron de los Misterios, estaban sublimados y cargados de energía sin medida, los rasgos innatos del pueblo iraní. Lo que tuvo lugar hacia el este y el sur del mar Caspio solo puede entenderse adecuadamente, incluso externamente, si lo comparamos con las condiciones de más hacia al norte, es decir, en las regiones que bordean la Siberia y Rusia de hoy, incluso extendiéndose a Europa. Allí había gente que habían conservado gran parte de la clarividencia antigua y en las que se podía mantener una especie de equilibrio entre la facultad de la antigua percepción espiritual y la de la percepción material, del nuevo pensar intelectual. Muchos de ellos aún podían ver el mundo espiritual. Esta facultad de visión, (que ya había degenerado y se había vuelto, como diríamos hoy, en una clarividencia astral inferior), tuvo, por su naturaleza, cierto efecto sobre la evolución general de la humanidad. Esta forma inferior de clarividencia produce un tipo muy definido de ser humano, un rasgo definido de carácter en quienes están dotados de ella, en tales personas era claramente evidente. Era innato en ellos exigir a la Naturaleza circundante lo que necesitaban para su sustento mientras ellos mismos empleaban el mínimo esfuerzo. 

Sabían que los Seres divino-espirituales están presentes en las plantas, los animales, etc., porque realmente los contemplaban; sabían que estos Seres son los poderes detrás de toda creación física. Pero este conocimiento los impulsaba a exigir que sin ningún esfuerzo por su parte los Seres divino-espirituales por quienes habían sido creados, les proveyeran el sustento. Se podrían citar muchas cosas como expresiones de la disposición y el estado del alma que predominaba en estos pueblos de clarividencia astral decadente. En el período que es importante que consideremos ahora, todos estos pueblos eran nómadas, no tenían establecido un lugar determinado donde habitar; deambulaban como pastores, sin preferencia por ninguna localidad en particular, les traía sin cuidado lo que la Tierra tenía para ofrecerles y demasiado dispuestos a destruir cualquier cosa a su alrededor cuando la necesitaban para su sustento. Estos pueblos, no estaban calificados para hacer nada que elevara el nivel de cultura, y carecían de la disposición de ánimo para transformar la Tierra. Así surgió lo que quizás sea uno de los mayores antagonismos de la evolución post-atlante: el antagonismo entre estos pueblos de más al norte y los iraníes. Entre los iraníes se desarrolló el anhelo de intervenir en lo que sucedía a su alrededor, de establecerse en un lugar, de adquirir posesiones mediante el esfuerzo, en otras palabras, aplicar las fuerzas espirituales del hombre para lograr la transformación de la naturaleza. Ese era el impulso más fuerte entre los iraníes. En las tierras limítrofes del norte, vivían los pueblos que veían el mundo espiritual, que estaban, por así decirlo, familiarizados con los seres espirituales, pero que eran nómadas, sin ninguna inclinación por el trabajo ni interés en promover la cultura en el mundo físico.

Este drástico antagonismo fue meramente el resultado de las diferentes formas de desarrollo anímico empleadas. También se conoce en la historia externa como el gran antagonismo entre Irán y Turán, cuyas causas no se entienden. Esas fueron en realidad las razones.

Turán está situada al norte, en el área hacia Siberia. Sus habitantes, como ya se dijo, eran una amalgama de pueblos fuertemente dotados de una clarividencia astral inferior heredada y que, como consecuencia de su experiencia en el mundo espiritual, no tenían inclinación ni comprensión suficiente para establecer ninguna forma de cultura externa. Debido a que estos pueblos tenían una disposición pasiva y sus sacerdotes a menudo eran magos y hechiceros de un tipo inferior, cuando se trataba de asuntos espirituales, siempre solían involucrarse en prácticas mágicas muy cuestionables, de hecho con bastante frecuencia en la magia negra real. Al sur se encontraba Irán, donde, como hemos visto, en una etapa muy temprana surgió en la gente el impulso de transformar el mundo de los sentidos, incluso con los medios más primitivos disponibles, a través de las facultades espirituales del hombre para establecer formas externas de cultura y civilización. Esto les dará idea del gran antagonismo entre Irán y Turán. 

La leyenda de Djemjid, (un hermoso mito), relata cómo el rey Djemjid condujo a su pueblo desde el norte hacia Irán. Este rey había recibido del Dios que después llegaría a ser reconocido con el nombre de Ahura Mazdao, una daga dorada mediante la cual debía cumplir su misión en la Tierra. De entre aquellas masas apáticas de turanios, el rey Djemjid seleccionó personas a las que había entrenado especialmente, y en la daga dorada hemos de ver un impulso para el logro de la sabiduría, relacionada con las facultades externas de los hombres, sabiduría capaz de redimir ciertas facultades que ya se habían vuelto decadentes imbuyéndolas con la fuerza espiritual que el hombre puede adquirir en el plano físico. Esta daga dorada, como un arado, convirtió la tierra en tierra cultivable, hizo posible los primeros inventos primitivos de la humanidad. Actuó en aquella tierra y sigue actuando en todos los logros culturales de la civilización de los que los hombres se enorgullecen. Hay un gran significado en el hecho de que el rey Djemjid, que marchó desde Turan al país iraní, recibiese esta daga del propio Ahura Mazdao. Representa una fuerza dada al hombre por la cual puede trabajar y transformar la Naturaleza externa. El mismo Ser del que recibió esta daga dorada fue también el gran Inspirador de Zarathustra, el líder del pueblo iraní. 

Fue Zarathustra quien en tiempos primitivos, poco después de la catástrofe atlante, infundió los impulsos que pudo llevarse de los sagrados Misterios a las personas que sentían la necesidad de aplicar el poder del espíritu humano a la cultura externa. Zarathustra debía dar nuevas esperanzas, nuevas visiones del mundo espiritual a este pueblo que ya no poseía la antigua visión atlante. Abrió el camino por el cual la gente finalmente se daría cuenta de que la luz solar externa es solo el cuerpo externo de un Ser espiritual sublime a quien llamó Ahura Mazdao, la "gran" Aura, en contraste con la "pequeña" aura del hombre. Zarathustra quería transmitir que este mismo Ser, que aún se encontraba a remotas distancias cósmicas, algún día descendería a la Tierra para unir Su sustancia con la Tierra y continuar actuando en la historia y la evolución de la humanidad. Así Zarathustra dirigió las mentes de estas personas al mismo Ser que vivió más tarde en la historia como el Cristo. El poderoso logro de Zarathustra consistió en esto: en recuperar a aquella humanidad post-atlante que se había alejado de los mundos divinos, revelándoles el camino del ascenso hacia lo espiritual y dándoles a los hombres la esperanza de poder alcanzar la meta, aunque fuese con fuerzas que habían descendido al nivel del plano físico. Mientras que el antiguo indio alcanzaba lo espiritual en su antigua forma a través del entrenamiento de Yoga, Zarathustra en cambio a través de la enseñanza, le abrió a los hombres un nuevo camino.

Zarathustra representa un patrón que podemos llamar Gushnasp, una figura de gran importancia. Pero me gustaría poner de relieve que la fecha establecida del personaje de Zarathustra al que me refiero, incluso los griegos la sitúan cinco mil años antes de la Guerra de Troya; Él no es, por lo tanto, la figura que la historia externa reconoce con ese nombre, ni tampoco el Zarathustra que se menciona como viviendo durante el reinado de Darío. El auténtico Zarathustra era una majestuosa naturaleza sacerdotal, que hacía resaltar al gran Espíritu del Sol, Ahura Mazdao, aquél Ser que habría de guiar a la humanidad de regreso desde lo físico hacia lo espiritual, y Gushnasp era una naturaleza real, lista para realizar cualquier acción en el mundo externo que difundiera las poderosas inspiraciones de Zarathustra. De ahí que las inspiraciones y objetivos de Zarathustra y Gushnasp que estaban teniendo efecto en el antiguo Irán, colisionaran inevitablemente con las condiciones que prevalecían en el norte inmediato. Y el resultado de la colisión fue una de las guerras más grandes jamás habidas en el mundo, una guerra de la que poco se dice en la historia externa porque tuvo lugar en un pasado tan remoto. Fue un conflicto de la mayor magnitud posible, entre Irán y Turan. Y a partir de esta guerra, que duró, no décadas sino siglos, se desarrolló un cierto estado de ánimo y una actitud anímica que persistió durante mucho tiempo en Asia y cuya naturaleza puede describirse de la siguiente manera: Los seguidores de Zarathustra, decían a tal efecto: dondequiera que miremos hay un mundo descendido de alturas divino-espirituales pero ahora se encuentra mas abajo de su nivel anterior. Debemos suponer que el mundo de los animales, las plantas y los minerales que nos rodeaban, alguna vez debió existir en un nivel superior y que todo ha ido en declive. Pero el hombre tiene la esperanza de poder reconducirlo hacia arriba nuevamente. Ahora trataremos de trasladar en términos de nuestro lenguaje lo que sentía un iraní, tal cómo lo habría hecho un maestro con sus alumnos. Quizás habría dicho: Piensen en el lobo. El animal que vive como el lobo físico que ahora ustedes ven, es el resultado de su estado anterior, pero en declive. Anteriormente no manifestaba sus atributos negativos. Pero si en ustedes germinan las buenas cualidades y las combinan con sus poderes espirituales, pueden domesticar a este animal; ¡pueden inculcarle sus propias buenas cualidades, convirtiéndolo en un perro dócil que les sirva! En el lobo y el perro se hallan dos seres que se caracterizan por ser dos grandes corrientes de fuerzas en el mundo. De modo que, los hombres que usaron sus facultades espirituales para trabajar en el mundo circundante pudieron domesticar a los animales, elevarlos a un nivel superior, mientras que los otros dejaron a los animales tal como estaban, con el resultado de que descendieron a etapas cada vez más bajas de la existencia. 

Aquí entran en juego dos fuerzas diferentes, una la que aplicaban aquellos hombres cuya actitud era la siguiente “si dejo a la Naturaleza tal como está, se hundirá más y más; todo se volverá salvaje. Pero puedo dirigir mis ojos espirituales hacia los Poderes benéficos en los cuales confío; entonces esos Poderes me ayudarán y seré capaz de redirigir de nuevo lo que está en peligro de hundirse. ¡Este Poder me confiere la esperanza de que sea posible un mayor desarrollo! El iraní identificaba este Poder con Ahura Mazdao y se decía “El hombre puede ennoblecer y sublimar las fuerzas de la Naturaleza cuando se une con Ahura Mazdao, con el poder de Ormuzd. Ormuzd representa, una corriente que fluye hacia arriba. Pero si el hombre deja la Naturaleza tal como está, todo degenerará hacia un estado salvaje. Esto se debe a Ahriman, así fue como se desarrolló el siguiente estado de ánimo en las regiones de Irán. Los hombres dijeron: Al norte de donde estamos nosotros, viven muchos que están al servicio de Ahriman. Son el pueblo de Ahriman que deambula por el mundo y toma lo que la Naturaleza le ofrece, sin hacer nada por espiritualizar la Naturaleza. ¡Sin embargo, queremos unirnos con Ahura Mazdao!" Así, los hombres fueron conscientes de la dualidad en el mundo. Los iraníes, el pueblo de Zarathustra, sintieron esta dualidad y deseaban organizar su vida para que la necesidad de una forma superior de existencia se expresara en sus leyes. Esta fue la consecuencia externa del zoroastrismo y en ello debemos ver el contraste entre Irán y Turan.

La guerra de la cual la historia oculta da tantos y tan detallados relatos, la guerra entre Ardshasp y Guslinasp, siendo el primero el Rey de los Turanios y el segundo el patrón de Zarathustra, no es más que la expresión del antagonismo entre el Norte y el Sur, entre los hombres que viven en las dos regiones de Turan e Irán. Si entendemos esto, percibiremos una corriente de vida del alma que fluye desde Zarathustra a toda la humanidad sobre la que ejerció su influencia. Para poder comenzar, pues, ha sido necesario describir todo el entorno, todo el entorno en el que se hallaba Zarathustra. Sabemos por conferencias anteriores que la Individualidad que encarnó en la sangre que fluyó desde Abraham a través de tres veces catorce generaciones y que apareció como Jesús de Nazaret, de quien el Evangelio de San Mateo dice, que había sido la Individualidad de Zarathustra. Por lo tanto, fue necesario buscarlo donde se encuentra por primera vez, en la primera época post atlante. Y ahora surge la pregunta "¿Por qué la sangre que fluyó de Abraham en Asia occidental a través de las generaciones fue la sangre más adecuada para una encarnación posterior de Zarathustra? (Porque en una de las encarnaciones posteriores de Zarathustra fue la de Jesús de Nazaret)." Para abordar esta cuestión, fue necesario, en primer lugar, preguntar sobre la figura central, la Individualidad de Zarathustra, que encarnó en la sangre del pueblo hebreo. Mañana tendremos que considerar por qué fue necesariamente esa sangre, en esta población racial en particular, de la que Zarathustra obtuvo su cuerpo como Jesús de Nazaret.


traducción de Julio Luelmo abril 2020