GA203 Stuttgart, 16 de enero de 1921 - La imposibilidad de conectar con la experiencia de las anteriores encarnaciones

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RUDOLF STEINER

RESPONSABILIDAD DEL SER HUMANO EN LA EVOLUCIÓN DEL MUNDO

La imposibilidad de conectar con la experiencia de las anteriores encarnaciones 


Stuttgart, 16 de enero de 1921

Nuestras reflexiones durante mi estancia esta vez se centraron en cómo se puede hacer que la vida sea más seria a partir del conocimiento antroposófico frente a las grandes tareas de nuestro tiempo. Cuando se dice «frente a las grandes tareas de nuestro tiempo», no hay que pensar siempre en aquello que, en cierto modo, se cierne sobre el ser humano y que algunas personas con autoridad deban ejercer de reguladoras por encima de las cabezas de los demás, sino que hoy en día hay que tener claro que lo que ocurre entre las personas en la vida cotidiana contiene en sí mismo, algo que por así decirlo lo impregna, aquello que forma parte de las grandes tareas de nuestro tiempo. Esto debería ser, por supuesto, una primera consecuencia de la cosmovisión antroposófica que debería calar en nuestras almas. Porque esta cosmovisión antroposófica nos lleva a reconocer que lo espiritual vive en todo, no vive en algún lugar en alturas abstractas, sino que vive en la vida que nos rodea, en la cual estamos inmersos cada día. Y precisamente eso es lo que debemos aprender a aplicar a las grandes tareas de la vida y a las pequeñas experiencias y acciones cotidianas.

Si contemplamos la vida actual precisamente desde este punto de vista, podemos preguntarnos: ¿qué elementos componen esta vida, concretamente en lo que se refiere a lo espiritual, que nos rodea? ¿En qué vivimos hoy, en esta época, como seres humanos espirituales? Tenemos lo que son los restos de antiguas confesiones, estas diferentes confesiones que reúnen a sus seguidores en comunidades y les enseñan, de alguna manera tradicional, lo que se considera la fe en la naturaleza eterna del ser humano. En las formas más diversas, en los matices más diversos, esta fe se enseña a los seres humanos a través de las diferentes confesiones. Los seres humanos viven entonces en esta fe y creen también satisfacer las necesidades de su alma a través de ella. Además de esta creencia, hoy en día tenemos algo tan popular como lo puedan ser las propias confesiones religiosas entre sus seguidores, me refiero a aquello que proviene de la ciencia que se imparte actualmente en nuestras instituciones educativas. Esta ciencia se ha ido desarrollando gradualmente para considerar únicamente la materia física y sensorial, impregnándola, como mucho, con algunas ideas espirituales insuficientes, que, sin embargo, ya están desapareciendo en mayor o menor medida. Cada vez más, la tendencia es considerar como ciencia solo aquello que se encuentra en la observación sensorial-física y que, como mucho, puede combinarse mediante el entendimiento.

Dondequiera que miremos en el mundo civilizado actual, veremos que los seres humanos se nutren de dos fuentes: por un lado, de lo que se les enseña como conocimiento serio y exacto, que aceptan por autoridad; pues todo aquel que no trabaja en una de las disciplinas del conocimiento lo asimila por autoridad, y sobre todo lo asimila la gran mayoría de las personas. Y además de que en las revistas populares se nos enseña cómo debemos pensar sobre hechos astronómicos, físicos, químicos, biológicos, zoológicos, mineralógicos, botánicos, históricos, médicos, etc., además de que asimilamos estas cosas y nos instruimos de esta manera y luego decimos: Todo esto debe ser cierto, porque proviene de aquellas personas que han sido designadas como autoridades en la materia por las instancias habituales, además de eso, se absorbe lo otro, que fluye desde las diferentes confesiones. No se tiende un puente entre ambos, porque a partir de las confesiones se enseña a la mayoría de las personas que deben separar el conocimiento y la fe, que no deben fusionar el conocimiento y la fe de ninguna manera. Solo en muy raras ocasiones se produce un esfuerzo consciente por comprender este hecho. Se hace un esfuerzo por reconocer lo que las autoridades científicas comunican a las personas como verdad exacta a través de los canales habituales. Pero no se investiga para comprobar cómo es en realidad el método de trabajo mediante el cual se obtiene tal cientificidad.

Por otro lado, tampoco se investiga mucho el origen de lo que se ha transmitido a lo largo de los tiempos como creencias confesionales y que los representantes oficiales actuales de estas confesiones transmiten tradicionalmente a la humanidad. En muy raras ocasiones se produce un esfuerzo por alcanzar una plena conciencia de lo que realmente existe. Y cuando ocurre, hoy en día rara vez se llega a ver la cosa bajo la luz adecuada. Porque supongamos que alguien, digamos, dentro de la confesión católica o protestante, se rebela contra lo que se llama dogma, entonces lo normal es que este dogma se considere una «tontería», que se polemiza contra él y se rechaza así la confesión tradicional, pero no se encuentra la posibilidad de sustituirlo por nada.

Un dogma de este tipo, -voy a citar ahora mismo un dogma central-, es, por ejemplo, el de la Trinidad, la triple personalidad del ser divino. Quien encuentra un dogma como este tal y como se le presenta hoy en día a través de las confesiones, tiene en cierto modo fácil polemizar contra él si se sitúa desde el punto de vista del pensamiento científico actual. Porque en este sentido le resultará muy fácil revelar lo «absurdo» que es un dogma como este. Pero quien se remonta al origen de tal dogma, descubre que los dogmas de las confesiones habituales se han transmitido a lo largo de largos períodos de tiempo en la humanidad, pero que en el punto de partida del origen de estos dogmas se encuentra lo que a menudo he caracterizado como la clarividencia instintiva presente en las etapas anteriores del desarrollo de la humanidad, la visión curativa atávica, la capacidad de ver dentro del mundo espiritual. De esta clarividencia surgieron, pues, tales dogmas, y uno diría: algo como el dogma de la Trinidad surgió de una comprensión profunda y exhaustiva de la estructura de la existencia del mundo. Hubo un tiempo en que este dogma de la Trinidad era una verdad profundamente reconocida. Representaba una comprensión profunda de las relaciones de la realidad. Pero eso existía en aquellos tiempos antiguos, en los que las capacidades del alma humana, las facultades cognitivas, que, como se ha dicho, eran una especie de clarividencia instintiva, encajaban con un dogma de este tipo. El dogma se propagó entonces. Ya no encaja con la formación actual de las fuerzas del alma humana. Por regla general, para cada persona que vivió este dogma en el momento de su aparición, han transcurrido desde entonces varias vidas terrenales. Las almas han vivido diferentes experiencias durante estas vidas terrenales. En el mundo exterior, el dogma se ha conservado, se ha transmitido de generación en generación. Hoy ha adquirido una forma tal que ya no puede entenderse a partir de las palabras con las que se comunica. Y ahora estas almas han renacido; desde la Iglesia se les presenta el dogma. No existe una relación humana interna entre lo que se presenta a las almas humanas a partir de las confesiones y lo que las almas aspiran a experimentar y conocer por sí mismas. Lo que resulta tan grave en la actualidad no es que los dogmas sean falsos, sino que lo importante es que los dogmas son una forma de captar la verdad que ya no se corresponde con las circunstancias actuales, que los dogmas ya no satisfacen las necesidades de las almas humanas. De modo que podemos decir: Estos dogmas se predican hoy en día, aunque en realidad se quedan en palabras vacías. Incluso aquellos que son fieles a tales dogmas no lo hacen con sinceridad interior, ya que en su mayoría no comprenden los dogmas. Pero aceptar lo que no se comprende es una falsedad interior. Y, en el fondo, es esta falsedad interior la que provoca tanto daño en nuestro presente debido a la falta de sinceridad del mundo.

Lo que ha pasado por la humanidad en los últimos años en cuanto a falsedad es realmente inconmensurable. Pero, en el fondo, no es de extrañar que sea así, por la sencilla razón de que, si las almas viven en esa falsedad que acabo de describir, no es de extrañar que no tengan sentido de la veracidad en la vida exterior. Esto deberían tenerlo en cuenta, sobre todo, aquellos que hoy creen que deben defender las confesiones tradicionales. Es un asunto muy serio con el que hay que ocuparse en este ámbito.

Se podría decir que, desde que se formaron estas creencias, las almas que han pasado por diferentes vidas terrenales han superado los dogmas. Del mismo modo que hay que tomarse en serio las cosas que les he expuesto en las dos últimas conferencias aquí, también hay que tomarse en serio, con seriedad vital, la concepción de las vidas terrenales repetidas en este ámbito.

Pero consideremos desde el mismo punto de vista lo que se le da hoy a la humanidad en forma de ciencia externa. Se forma un conocimiento que proviene únicamente de la observación física sensorial. Esto debe unirse con lo que vive en nosotros mismos como alma humana, debe absorberlo, llenarse de lo que es meramente material de observación físico-sensorial.

Consideren al ser humano como un ser vivo inmerso en la vida. Lleva en sí mismo el alma que ha pasado por la vida terrenal y que, en las confesiones religiosas, no encuentra nada con lo que pueda conectarse. Sin embargo, se conecta, al menos en ciertos ámbitos de la vida, con lo que hoy se reconoce como ciencia. Hay que plantearse la pregunta: ¿qué le sucede al alma humana cuando se une a esta ciencia reconocida, que solo observa el ámbito sensorial-físico? Las almas que hoy se incorporan a los organismos físicos han absorbido en encarnaciones anteriores algo que correspondía a unas relaciones con la naturaleza, con el entorno y con el mundo muy diferentes de las que se admiten hoy en día en este conocimiento. Solo se pueden encontrar relativamente pocas almas encarnadas actualmente que no estuvieran encarnadas en su vida anterior de tal manera que, por ejemplo, asociaran con lo que se les había dicho sobre los fenómenos naturales un cierto conocimiento o, digamos, una cierta idea sobre lo espiritual. Una ciencia natural tan desprovista de espiritualidad como la que se ha desarrollado durante los últimos tres o cuatro siglos no existía antes. Lo que se le dio a la humanidad como ciencia natural en aquellos tiempos antiguos, en aquellos tiempos relativamente no tan lejanos, era que, al presentar un hecho sensorial, todavía se tenía en ese hecho sensorial algo que lo impregnaba de espiritualidad. De ahí que muchas personas de la actualidad, a quienes no les interesa especialmente estar al día, no encuentren nada que les satisfaga en las ciencias naturales sensoriales y físicas actuales, por lo que las dejan de lado y no se ocupan de ellas, pero, en cambio, desentierran todo tipo de viejos libros y ahora investigan lo que Basilius Valentinus o cualquier otro de su clase ha transmitido a la humanidad en materia de conocimientos sobre la naturaleza. Es cierto que en las ideas que se tenían entonces sobre la naturaleza aún vivía todo tipo de cosas espirituales, pero normalmente el profundo respeto de quienes se ocupan hoy de estas cosas se basa únicamente en que no las entienden y consideran muy profundo lo que no se entiende.

Lo importante en este ámbito es que las almas humanas que están encarnadas en los cuerpos actuales ya no tienen ninguna relación real con ese antiguo conocimiento y se alimentan de lo que se imparte en el resto de la vida y con lo que hoy en día se enseña a todos en la escuela, es decir, absorben de alguna manera el material de conocimiento que proviene de la observación sensorial y física. Pero, si se considera el asunto desde un punto de vista interno, ¿qué es lo que realmente hay ahí?

Hoy entramos en nuestros cuerpos con lo que nuestras almas han vivido en vidas anteriores, pero lo hacemos de tal manera que ya no tenemos ninguna relación con lo que las almas han vivido en vidas terrenales anteriores. A través de las diferentes vidas terrenales, —lo cual tenía que suceder, porque era la preparación para el desarrollo de la libertad—, hemos formado las almas de tal manera que, en cierto modo, están vacías de lo que antes habían absorbido, que ya no tienen relación con lo que antes habían absorbido, que en cierto modo están vacías de lo que realmente vive en el mundo. En nuestras almas ya no traemos nada de nuestras experiencias terrenales anteriores en este sentido. Traemos los resultados de nuestras cualidades morales, pero, en el fondo, de nuestras experiencias anteriores, de nuestras vidas terrenales anteriores, no traemos a esta vida terrenal nada que pueda conducir a un conocimiento innato de algún tipo sobre los misterios del mundo. Hoy en día, las almas no entran en los cuerpos como lo hacían, por ejemplo, en los cuerpos griegos. El alma que había pasado por el nacimiento en la vida griega entraba en el cuerpo físico con una fuerza alimentada por el antiguo conocimiento, de modo que podía refrescar este cuerpo físico con fuerza vital espiritual y anímica. Hoy en día esto no es así. Hoy en día, el alma entra en el cuerpo de tal manera que tiene algo que lo consume. Y cada vez es más frecuente que las almas que nacen hoy en día tengan algo que consume el cuerpo, que lo paralizan, que lo impregnan, por así decirlo, con fuerzas mortales. Si el desarrollo continuara en este sentido, sin duda llegaríamos a la subversión, al declive de la vida terrenal. Los seres humanos se volverían cada vez más débiles de voluntad. Demostrarían cada vez más su incapacidad para captar impulsos activos. En cierto modo, los seres humanos pasarían por esta vida como captadores automáticos de la misma. Qué triste es ver en la actualidad lo poco frecuente que es que los seres humanos se dejen inspirar interiormente por ideas vivas. Cuánto nos parece que los seres humanos de hoy en día, por así decirlo, sufren de esclerosis espiritual, que dan vueltas a ideas muertas, que solo dan vueltas en sus cabezas a lo que absorben de las tradiciones y se convierten en autómatas.

Es realmente así: si uno recorre el mundo con una mente imparcial y observa a las personas que viven hoy en día, en el fondo no se puede distinguir a docenas de ellas entre sí. Realmente no se pueden distinguir. Uno habla con A, con B, con C, y todos dicen lo mismo. Cada uno cree, por supuesto, que está diciendo lo suyo; pero no se puede encontrar ninguna diferencia especial entre ellos, todos dicen lo mismo. En realidad, solo hay un tipo de persona en diferentes ejemplares, y a veces uno se pregunta: ¿no estamos cayendo en un engaño? ¿No es el mismo con el que hablas hoy el mismo con el que hablaste ayer? Pero esto se corresponde perfectamente con lo que se deduce de la observación de las sucesivas vidas terrenales en relación con esta vida terrenal actual y particular. Las almas ya no traen consigo lo que tenían antes, lo que pasaba de una vida terrenal a otra y siempre reaparecía, aunque con una fuerza cada vez menor, y que estaba ahí como un conocimiento innato. Eso ya no está ahí. Y cuando a esas almas se les une lo que es solo conocimiento de la naturaleza observado externamente, observado física y sensorialmente, entonces esas almas se llenan de un conocimiento de lo efímero, de un conocimiento que solo expresa en construcciones ideales lo que es externo, efímero. El siglo XIX, para engañarse a sí mismo con una terrible ilusión sobre este hecho, añadió a la ya antigua «ley de la conservación de la materia» la llamada «ley de la conservación de la energía». Ha inventado estas leyes para engañarse a sí mismo y ocultar el hecho de que en la naturaleza nada permanece, sino que todo es efímero, que incluso la materia y la energía son efímeras. Cuando las encarnaciones se repitan en el futuro, no quedará nada del alma, salvo el autómata humano, si esta alma vacía solo se llena con el material científico observado sensorialmente. Porque eso no ejerce ningún poder vivificante ni fecundador sobre el alma.

El alma nace hoy, procedente de vidas terrenales anteriores, ansiando ser fecundada por algo para poder seguir avanzando a través de las siguientes vidas terrenales. Pero la absorción del conocimiento de lo meramente efímero solo le proporciona la muerte del alma, la asesina. Esto es lo que hoy hay que comprender seriamente: que si de ahora en adelante solo puede haber incomprensión frente a los dogmas envejecidos, entonces solo podría producirse la parálisis, la muerte, a través de un conocimiento de la naturaleza no impregnado de espíritu, y el alma tendría que sufrir la segunda muerte, la muerte del alma. Depende totalmente de los seres humanos y de la humanidad mantener vivas las almas. El ser humano no debe entregarse hoy a esa cómoda pasividad diciendo: «Soy un ser eterno y mi esencia eterna se mantendrá en todas las circunstancias». Esto no se corresponde con la realidad. Es cierto que este núcleo eterno está presente en el ser humano, pero debe ser fecundado precisamente en esta época de decisión si no quiere que muera. Y no hay otro medio para mantener viva el alma que romper con las meras observaciones físicas y sensoriales de la naturaleza y fundar una verdadera ciencia espiritual, que demuestre también frente a los hechos naturales cómo el espíritu vive en todo lo que se puede observar con los sentidos. Lo importante es no aceptar nada que sea meramente un registro de material físico sensorial, sino exigir que todo el material físico-sensorial esté impregnado de ideas espirituales, que viven en él, pero que no deben ser expulsadas. Porque cuando las almas que provienen de vidas terrenales anteriores absorben este conocimiento espiritual de la naturaleza, se enriquecen y, por lo tanto, se les permite llevar su vitalidad a las siguientes vidas terrenales. ¡La continuidad del alma, su salud, incluso la continuidad de la vida del alma misma, el alejamiento de la muerte del alma de la humanidad dependen de la espiritualización de nuestro conocimiento de la naturaleza!

Partiendo de estos hechos, y no de ningún prejuicio arbitrario, hoy aspiramos a esta espiritualización de las ciencias naturales. Y si la humanidad, en muchos de sus ejemplares, se opone a esta espiritualización de las ciencias naturales, es precisamente porque desconoce el verdadero significado de los hechos, incitada por espíritus que bien conocemos y que pueden imponerse tanto más en la naturaleza humana cuanto menos ha aportado el alma de sus encarnaciones anteriores. De toda la estructura de nuestra vida actual, que se compone espiritualmente de una ciencia natural desprovista de espíritu y de confesiones desprovistas de sentido, surge lo que una y otra vez se opone de la manera más absurda a la voluntad de una penetración espiritual del conocimiento natural. Nunca se insistirá lo suficiente en lo necesario que es en nuestra época comprender profundamente este hecho y, si se me permite utilizar esta expresión, adaptarse a él. No podemos tomar lo suficientemente en serio lo que hoy en día se rechaza como una ciencia impregnada de espiritualidad, ya sea que surja de la manera que he oído mencionar esta tarde, —no sé hasta qué punto se basa en la verdad—: que incluso por decisión de los estudiantes que llevan colores se han boicoteado las conferencias celebradas la semana pasada, o si se presenta de otra forma. Hoy en día se pueden recoger montones de escritos que se oponen a esta ciencia espiritual. Y lo que se impone en corrientes bastante oscuras y sucias, aquellos que aman dormir estas cosas, también podrán percibirlo con bastante fuerza en un tiempo relativamente corto. Hoy en día sigue siendo más cómodo no prestar atención a estas cosas que prestarles atención. Pero ya no estamos en el punto en el que podríamos dar marcha atrás y dejar de hablar del mundo. Eso ya no es posible. Y por eso solo hay un camino y es seguir avanzando. Pero este avance está ligado a una participación activa en las «discusiones» de la época, que cada vez adoptan formas más graves, —ya no se pueden llamar discusiones, pero llamémoslas así—. Solo si logramos defender la ciencia espiritual con una fuerza poderosa, que solo puede fluir cuando cada uno hace lo que le corresponde, y no tememos caracterizar sin tapujos y sin reservas todos los casos en los que existe una hostilidad oculta contra la ciencia espiritual, solo entonces habrá esperanza de salir adelante. No se trata tanto de contrarrestar y defender lo que, tomado al pie de la letra, se presenta como oposición a la ciencia espiritual. Sin duda, esto es necesario en uno u otro caso, pero no es suficiente. Porque, al fin y al cabo, solo es un fenómeno secundario que, a partir de malentendidos absurdos o de incomprensiones, surja una oposición maliciosa contra la ciencia espiritual. En cierto modo, es algo secundario que, naturalmente, de vez en cuando hay que poner en perspectiva. Es secundario, por supuesto, cuando, —como ya mencioné recientemente en una conferencia pública—, personas como Frohnmeyer afirman sobre la figura principal del grupo plástico de Dornach, que puede experimentarse como la figura de Cristo, que en Dornach hay una «estatua del hombre ideal», «arriba con rasgos humanos, abajo con rasgos animales». Es ciertamente necesario señalar algo así, pero en última instancia no solo para defender nuestra ciencia espiritual, sino desde un trasfondo mucho más profundo y significativo. Quien es capaz de difundir una mentira tan terrible, perjudica a la humanidad en todo lo que escribe y dice, cuando debería estar educando a la humanidad. Y lo significativo no es que alguien como él diga una vez una mentira descarada, sino que, a partir de este síntoma, que un ser humano sea capaz de mentir tan descaradamente, se puede ver por qué caminos caminan hoy ciertos líderes de la humanidad. Por los ataques contra la ciencia espiritual se puede reconocer cómo es el sentido de la verdad actual. Y en este campo más amplio debe llevarse a cabo el trabajo en este ámbito espiritual. Eso es lo que importa. No hay que rehuir la búsqueda de este sentido de la verdad que falta en todos los ámbitos. Y la humanidad debe aprender a comprender que solo con un verdadero sentido de la verdad se puede trabajar por el futuro, si las almas han de encontrar el camino desde la encarnación de esta era hacia la encarnación de las próximas eras. Hoy en día no se trata de algo formal, sino de la vida real del alma a lo largo de las sucesivas vidas terrenales. Busquen y encontrarán la relación entre esa falsedad interior del pensamiento que les he descrito anteriormente, —en las confesiones externas del alma, sin establecer una conexión interior con la verdad—, y la falsedad en el mundo exterior. Porque, al fin y al cabo, es un fenómeno curioso que tales falsedades se den con tanta fuerza precisamente en aquellos, —con lo cual no quiero decir que no estén presentes en los compañeros de otras facultades—, que en realidad deberían ser los maestros de la humanidad, los grandes guardianes de las verdades religiosas.

Esa es la primera obligación del hombre actual que quiera tener alguna relación con la vida espiritual: buscar la falsedad que se ha convertido en parte de la historia cultural. Es curioso lo profundamente arraigada que está esta falsedad cultural e histórica. Es una característica de nuestra época. Desde la política, donde ha echado sus malas raíces, ha acabado por extenderse también a otros ámbitos. Y ya se ha llegado a una situación en la que las personas apenas pueden distinguir entre la veracidad y la falsedad en relación con ciertos fenómenos de la vida. Como ven, la falsedad, un fenómeno de la vida con el que nos encontramos a cada paso en la vida cotidiana, desempeña un papel tanto en esta vida cotidiana como en los grandes asuntos de la vida. Al fin y al cabo, la falsedad actual proviene de la misma tendencia, independientemente de si se manifiesta entre los ilustrados señores —iluminados, eso sí, por una luz extraña— que se reunieron en Ginebra, o si se manifiesta en las diversas tertulias burguesas y proletarias. Lo que se ha vivido como espíritu en Ginebra y en las tertulias burguesas y proletarias es popular como falsedad, y entre paréntesis quiero decir —los presentes no deben tomarme a mal, entre paréntesis puedo decirlo— que tampoco se ha erradicado por completo dentro de la Sociedad Antroposófica. Esta falta de veracidad es un fenómeno cultural e histórico de la actualidad, y hay que ocuparse de ella. Sobre todo, no debe ser excusada en ningún ámbito, sino que debe ser caracterizada y presentada ante los contemporáneos. Una y otra vez vemos que, cuando surge la urgente necesidad de señalar estas cosas, incluso personas que pertenecen al movimiento antroposófico, porque les resultan incómodas, porque tienen que vivir en la falsedad y, por lo tanto, les resulta muy incómodo caracterizar la falsedad en uno u otro caso, esta caracterización de la falsedad se toma siempre a mal.

Las cosas que he dicho hoy, pensadas en relación con lo que he dicho en las dos reflexiones anteriores sobre la reencarnación de las almas en el mundo civilizado actual, así como sobre el interés que existe en una parte de la humanidad por no permitir que lo decisivo que se acerca a la humanidad en la era actual llegue a esta humanidad, pueden dar una idea de la gran seriedad de las tareas de nuestro tiempo en las que estamos inmersos.

Estas tareas temporales están impregnadas de la más profunda seriedad. Y precisamente porque es tan necesario partir de este punto de vista en nuestro terreno, la última vez hablé al final de lo doloroso que me resulta que hoy se dedique tanto tiempo sin que al mismo tiempo exista la posibilidad de continuar el trabajo antroposófico anterior tal y como era antes de que surgiera la necesidad —y es una necesidad —de trabajar en las cosas que aquí se han discutido a menudo y que hoy deben estar absolutamente presentes. Sin embargo, si queremos situarnos en la relación correcta con estas cosas, entonces es necesario, necesario precisamente desde el espíritu de las grandes tareas de nuestro tiempo.

Hoy en día debemos tener cada vez más claro lo siguiente: nuestros amigos se han integrado en gran medida en el movimiento antroposófico, tal y como existe desde principios de este siglo. Este movimiento antroposófico es algo que realmente no solo tiene una realidad aquí en el plano físico, sino que es continuamente un asunto de los mundos espirituales, un asunto directo de los mundos espirituales. Por supuesto, las medidas prácticas más extremas también son un asunto de los mundos espirituales, pero no en el mismo sentido que el propio movimiento antroposófico. Y sobre esto tengo que decir hoy unas palabras. El movimiento antroposófico, en sus aspectos espirituales, continúa, independientemente de que las personas que lo representan sean diligentes o perezosas; independientemente de que las personas que lo representan se esfuercen por hacer avanzar las cosas o no, simplemente avanza más rápido o más lento, pero sigue existiendo en su realidad espiritual. Dado que se ha hecho necesario poner en práctica cosas que han surgido directamente de las exigencias del presente, la situación es diferente en este caso. Estas cosas deben hacerse en el momento adecuado, ya que es imposible lidiar con ellas si no se completan en el momento adecuado. En lo que respecta a las cosas de la vida práctica, puede ocurrir que, si se hacen con lentitud, simplemente lleguen demasiado tarde. Sin embargo, dentro del movimiento antroposófico, en muchos casos nos hemos acostumbrado a lo que puede ir lento o rápido. Y ahora se está extendiendo la práctica que se ha adquirido allí a aquellas cosas en las que esta práctica no es posible. Y eso es, principalmente, lo que subyace a lo que quise caracterizar recientemente al señalar que, una vez más, debe crearse la posibilidad de cultivar aquello de lo que, al fin y al cabo, todo emana: el movimiento antroposófico como tal. Cuánto tiempo he tenido que señalar que ahora no es posible mantener conversaciones personales. Sí, queridos amigos, en los últimos días de la semana pasada, las pocas personas que realmente pueden trabajar en los asuntos prácticos, hemos estado ocupados hasta las tres de la madrugada. Y, sin embargo, la gente siempre se muestra reacia cuando no se puede satisfacer el deseo de mantener una conversación personal.  Pero me gustaría saber de dónde va a salir el tiempo para ello. Hay que entenderlo. Esto no debe dar lugar a una indiferencia en la vida antroposófica misma; sino todo lo contrario, debe dar lugar a un fortalecimiento de la vida antroposófica. Porque tengan por seguro que, cuando se produzca este fortalecimiento de la vida antroposófica, lo demás necesario vendrá por sí solo en los ámbitos prácticos de la vida. Pero el fortalecimiento debe llegar antes que nada. Este fortalecimiento debe llegar de tal manera que intentemos expulsar todo lo onírico de nuestras almas. Lo que solo quiere incubarse en alguna isla de la vida, lo que no quiere preocuparse por lo que sucede en la vida actual, es lo que paraliza la persecución de las verdaderas tareas de la vida. Estas tareas se paralizan cuando, por un lado, las personas permanecen ciegas, permanecen adormecidas ante lo que ocurre en la vida exterior y buscan su salvación, que es más bien la lujuria de su alma, en el tratamiento de todo tipo de problemas místicos ajenos a la vida en sus islas vitales.

Con ello toco algo extraordinariamente importante, algo que es una aplicación directa de las ideas sobre las grandes tareas de nuestro tiempo a nuestro propio movimiento. Cada uno de nosotros debería colaborar en el fortalecimiento de este movimiento antroposófico. Solo se puede colaborar en el fortalecimiento de este movimiento antroposófico si se cultiva una mirada libre y abierta hacia lo que son los signos de decadencia en nuestra vida cultural en general. Para los antroposofos no es posible ignorar estos signos de decadencia a gran escala. No es posible para ustedes ignorar lo que impregna la civilización actual con una fuerza que la empuja al abismo. Aunque por un lado no sea agradable oírlo y por otro se olvide una y otra vez, tengo que señalar una y otra vez que las cosas no mejoran por sí solas. Y la reflexión contemplativa actual, que para muchos es una especie de demostración trascendental, es lo que nos perjudica enormemente. En lugar de despertar la voluntad y decirse: «Quiero hacer», se reflexiona sobre si aquí o allá las circunstancias son tales que se puede hacer algo.

Mis queridos amigos, si desde principios de siglo se hubiera pensado así sobre el movimiento antroposófico, hoy nunca sería lo que es. Porque las personas inteligentes que aparecieron en aquel entonces dijeron que en Múnich había que trabajar de tal o cual manera; y los aún más inteligentes volvieron a distinguir entre Schwabing y Múnich, y oyeron crecer la hierba por todas partes, lo que les indicaba cómo eran los lugares en cuestión. Entonces llegaron aquellos que encontraron condiciones muy especiales en Hannover y Fráncfort. Era algo que se encontraba en todas partes. Si se hubiera prestado atención a ello, no se habría avanzado ni un paso. Ya entonces era algo malo, pero hoy, cuando se trata en muchos casos de tareas de la vida práctica, es algo aún peor. Porque hoy no se trata de que descubramos esas tonterías, sino de que pongamos nuestra voluntad en marcha para hacer algo, para trabajar de verdad. Por supuesto, es muy fácil decir: en la atmósfera trascendental de tal o cual lugar siento que no se puede hacer esto o aquello; es mucho más fácil que simplemente querer hacer algo. Hoy en día hay que recurrir lo menos posible a lo exterior y poner en marcha lo más posible lo interior. Esto es algo que realmente no se puede enfatizar lo suficiente.

Y a esto se suma que, si bien es necesario mantener la seriedad antroposófica, también hay que esforzarse por abordar las cosas con verdadero interés en lo que respecta al exterior. Tenemos que saber lo que ocurre en el mundo, y ocurren muchas cosas. Pero es sorprendente lo poco que nos importa lo que sucede, incluso en nuestros círculos.

Quiero destacar un hecho lamentable. Este hecho tiene muchas causas, pero hoy no habría tiempo suficiente para describirles todas y cada una de ellas. Pero lo cierto es que nuestra revista sobre la tripartición no ha ganado casi ningún suscriptor desde mayo. Y eso que somos una sociedad que cuenta con miles y miles de miembros. Es realmente muy triste que haya que constatar un hecho así. Pero estos hechos están ahí, y este es solo uno de ellos. Créanme, es totalmente cierto: los adversarios son otros tipos, están por todas partes en sus puestos. Y sus maquinaciones se extienden. No digo estas cosas sin pensar, y sobre todo sin pensar en lo que debemos esperar si no reunimos todas las fuerzas que tenemos, si no sumamos todas las fuerzas individuales. Eso es lo que necesitamos. Ahora debemos tener tanta antroposofía en nosotros que podamos ponernos manos a la obra, de lo contrario llegaremos demasiado tarde. Y no veo que desde otros frentes se esté haciendo lo que hay que hacer, de lo contrario no diría que llegamos demasiado tarde.

Se avecinan muchas cosas buenas, sobre todo la participación de una parte del alumnado en nuestros esfuerzos. Precisamente de este ámbito puede surgir lo más fructífero, si se aborda esta cuestión con una comprensión auténtica y verdadera; pero también debemos tener claro cómo hay que abordar esta cuestión. Sin duda, no se puede hacer con un misticismo confuso. Se trata de abordar la cuestión desde el esfuerzo vital interior.

Esto y muchas otras cosas más se podrían decir hoy, pero creo que lo demás lo descubrirán ustedes mismos si continúan desarrollando en su interior las ideas que se han planteado. Pero que deseen seguir desarrollándolas es lo que me gustaría expresar como deseo provisional al final de esta última conferencia. Y ahora los tiempos son tales que no puedo plantear ese deseo para que se cumpla dentro de unos años, sino que solo puedo pensar en las semanas que faltan hasta que pueda volver aquí. Porque, en el fondo, la situación actual es tal que realmente necesitamos el tiempo, que realmente cada semana que no aprovechamos puede estar perdida.

Por eso, queridos amigos, al final de esta conferencia quiero decirles dos cosas: en primer lugar, deseo que se comprenda lo que he dicho hoy hasta que nos volvamos a ver. En segundo lugar, que este reencuentro pueda tener lugar, señalando cosas que vayan en la dirección de este deseo. En este sentido, ¡les digo hasta pronto!
Traducido por J.Luelmo sep,2025

GA203 Stuttgart, 9 de enero de 1921 - La dificultad de muchas almas para encarnarse hoy en día

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RUDOLF STEINER

RESPONSABILIDAD DEL SER HUMANO EN LA EVOLUCIÓN DEL MUNDO

La dificultad de muchas almas para encarnarse hoy en día


Stuttgart, 9 de enero de 1921

La última vez que estuve aquí llamé su atención sobre cómo se pueden comprender las relaciones en la Tierra civilizada actual a partir de la encarnación de las almas. Les señalé cómo deben verse las verdades antroposóficas en la realidad exterior, cómo hay que tomarse en serio aquello que nos impide, que nos aleja, por ejemplo, de aceptar el desarrollo histórico de la humanidad tal y como se acepta hoy en día en muchos casos: simplemente como una especie de prolongación de las fuerzas perceptibles en el exterior a lo largo de las generaciones. Hay que tener muy claro que lo que fluye con la sangre a través de las generaciones no explica los acontecimientos del presente. Estos acontecimientos solo se explican si se es consciente de que las almas provienen de regiones muy diferentes a aquellas en las que vivieron los antepasados físicos de la humanidad actual de cualquier territorio. Hemos intentado arrojar algo de luz sobre este tema. Hoy quiero volver a abordar toda esta situación, que hemos caracterizado para nuestra existencia terrenal, desde otro punto de vista.

Sin embargo, tendré que señalar algunas cosas que ya se han tratado en conferencias anteriores desde diferentes puntos de vista. Pero lo que importa ahora es que recibamos cada vez más impulsos internos para estar a la altura de las tareas del presente. Esta madurez no puede llegar si solo unas pocas personas intuyen con toda seriedad en qué consisten las grandes tareas del presente. Vivimos en una época en la que muchas personas deben comprender lo que tiene que suceder. Por eso hay que trabajar para que el mayor número posible de personas comprenda lo que debe saberse, quererse y sentirse en el presente, para que la humanidad pueda alcanzar una especie de ascenso. Porque no querer ascender significa, en la época actual, querer descender.

Ahora bien, hay otra conclusión con respecto a la encarnación de las almas en los cuerpos presentes, distinta de la que mencioné la última vez.

Ya he indicado en conferencias anteriores que, para la investigación en ciencias espirituales, es claramente perceptible cuántas almas, que ahora deben descender, por así decirlo, de los mundos espirituales hacia los cuerpos físicos, contemplan esta encarnación en los cuerpos físicos con una especie de aversión, con una especie de antipatía. En la actualidad, —y esto se debe precisamente a nuestras condiciones terrenales actuales—, existe ya una cierta antipatía por parte de las almas humanas hacia el hecho de volver a descender a cuerpos físicos. Es evidente que, al insinuar esto, se habla de experiencias del alma que precedieron a la encarnación en cuerpos físicos y que no pertenecen a la memoria habitual actual, de modo que lo que se caracteriza de esta manera es inconsciente para muchas personas hoy en día. Pero puede hacerse consciente cuando lo que nace de la investigación espiritual se evalúa en función de los acontecimientos del día, de los acontecimientos del presente. Deberíamos tomarnos muy en serio esta evaluación de los conocimientos que provienen de la investigación espiritual en función de los acontecimientos del presente.

El presente es, en el fondo, un tiempo que no se acerca a las personas como lo hacían los tiempos pasados. Como ustedes saben, soy totalmente reacio a utilizar la expresión «tiempo de transición», ya que siempre se vive en un tiempo de transición. Lo importante es lo que se transita. Y lo importante no es tanto repetir la frase de que vivimos en un tiempo de transición, sino reconocer precisamente en este presente lo que viene del pasado y que hay que superar en el presente, lo que hay que preparar para el futuro. Y hay que decir que este siglo XX en el que vivimos está tan determinado en sus relaciones con la humanidad en desarrollo que, al vivir en parte en este siglo XX, las almas que están en cuerpos físicos deben experimentar algo muy especial a lo largo de esta vida en la Tierra. Las experiencias deben ser significativas, decisivas en cierto modo. Traten solo una vez de comparar lo que se puede experimentar en el presente con las experiencias humanas de épocas anteriores, y llegarán a la conclusión de que, aunque quizá algunos hablen a la ligera cuando dicen: Lo que ha sucedido hasta ahora en el siglo XX no admite comparación con los acontecimientos anteriores de la historia que se han registrado en los anales humanos. Pero precisamente cuando se profundiza en los acontecimientos del presente, hay que reconocer que esto es así, que efectivamente en nuestra época la humanidad debe experimentar cosas que no se pueden comparar con las de épocas anteriores.

Para corroborar lo que acabo de decir, se podrían citar muchos ejemplos de la actualidad. Pero solo quiero mencionar unos pocos. Desde el punto de vista de la región terrestre en la que vivimos, y considerando las cosas más bien desde un punto de vista espiritual en este momento, podemos decir: En el fondo, tal vez sea aterrador que en esta Europa Central se hayan producido con tanta rapidez los cambios que han tenido lugar desde mediados del siglo XIX hasta nuestro siglo XX. Normalmente no se presta atención a todo lo que ha sucedido. Quien sea sensible a ello puede comparar la forma de pensar de los habitantes de Europa Central hace setenta u ochenta años con la forma de pensar actual, pero sobre todo cómo sentían entonces y cómo sienten ahora. Hay una diferencia externa muy clara. El estado de ánimo de la humanidad centroeuropea ha cambiado extraordinariamente. Y a esto se suma otra cosa. Es cierto que las personas, al menos la mayoría, pasan por alto los acontecimientos más importantes, no se dan cuenta de ellos. Pero estos acontecimientos están ahí. Hoy en día hay escritos bienintencionados, procedentes de personas de las regiones más occidentales del mundo, de ingleses, de norteamericanos, que están llenos de compasión externa por la situación material de la humanidad centroeuropea. Eso es cierto. Pero lo que subyace precisamente a esta corriente espiritual es algo que debería seguirse con la mayor atención en Europa Central. Porque esta Europa Central, que hoy más que nunca se encuentra en una posición decisiva entre Oriente y Occidente, —entendiendo por Occidente aquellas regiones en las que predomina el elemento angloamericano—, parece estar, sobre todo si se observan las circunstancias externas actuales, abocada a perder su carácter espiritual particular. Les ruego que no malinterpreten lo que voy a decir ahora. Por supuesto, se pueden comprender perfectamente las necesidades materiales, y no es tan difícil hacerlo hoy en día, en esta época de miseria y necesidad; pero la necesidad espiritual es algo que, sobre todo hoy en día, hay que tener muy en cuenta.

Intenten, sin prestar atención a lo que se dice por prejuicio, a lo que quizá se diga en su propio interior por prejuicio, resumir lo que los acontecimientos actuales encierran en su seno para el destino de Europa Central en relación espiritual. ¿No tiende todo, absolutamente todo, a erradicar de la Tierra esta espiritualidad centroeuropea? Si se considera este hecho con imparcialidad, uno debería sentir en su interior el impulso de hacer todo lo posible para que esta espiritualidad centroeuropea real siga adelante. Si no se producen manifestaciones de poder muy significativas, tanto el este como el oeste de la Tierra se unirán a través de Europa Central, probablemente primero en una terrible enemistad, pero luego, superando esa enemistad, en una corriente que en realidad no debería ser deseada desde Europa Central, en una corriente que luego querrá propagarse como cultura mundial, como civilización mundial. Y lo que voy a decir ahora tiene que ver con la antipatía que sienten hoy en día las almas que descienden a la Tierra por habitar en los cuerpos físicos actuales. No solo aquellas almas de las que les hablé recientemente, que en su mayor parte proceden de la antigua Europa Central y luego se trasladaron al este con su encarnación actual, no tenían realmente muchas ganas de estar en estos cuerpos antes de su encarnación, sino también aquellas almas que se encuentran en las regiones occidentales, en América, en gran parte de Inglaterra, que, como saben, vivieron en cuerpos orientales hace relativamente mucho tiempo, no consideraban su encarnación con plena simpatía, como era el caso en épocas anteriores del desarrollo de la Tierra. Las almas, ni las del Este ni las del Oeste, viven, si se me permite decirlo, de manera totalmente normal en estos cuerpos. Esto se nota claramente cuando se aborda la civilización actual con los medios de la investigación científica espiritual.

Tenemos, sobre todo, a estas personas del Este. Ahora sabemos qué almas son. Y gracias a las diferentes representaciones de la historia cultural de la ciencia espiritual que se han dado, también sabemos en qué cuerpos residen estas almas. Es cierto que estas almas del Este no tienen todas un interés común, pero sí existe un cierto interés predominante en las regiones orientales de Europa. Estas almas, las almas dominantes, sacan inconscientemente la conclusión de su antipatía hacia su encarnación de no trasladarse completamente al escenario de los acontecimientos terrenales, de no sumergirse por completo en los hechos de estos acontecimientos terrenales. Existe una aversión arraigada en las almas del Este, precisamente en las personas más importantes del Este, hacia el conocimiento y la participación en lo que se ha convertido en cultura exterior en Europa Central y Occidental, en lo que se ha convertido en ciencia natural exterior, en tecnología exterior, etc.  Y se puede decir: en contraposición a lo que era el mejor estado de ánimo centroeuropeo de épocas pasadas, hoy vemos cómo numerosas almas de Europa Central, a partir de las circunstancias de la encarnación que describí la última vez, se ven afectadas por esta aversión a integrarse en los hechos, en las circunstancias del presente. - Consideremos nuestra época con total imparcialidad. ¿Cuántas personas hay hoy en día que quieren volver a sumergirse de una manera totalmente errónea en la concepción espiritual de Oriente, que sienten precisamente un cierto impulso místico de no participar en lo que ocurre hoy en día en el mundo exterior, que quieren huir hacia una visión mística y entusiasta de la vida, que quieren traer a nuestra vida tan diferente lo que una vez fue legítimo para la vida oriental de épocas pasadas, pero que ahora se ha quedado atrás de forma decadente.

Eso es lo único que resulta tan perjudicial en nuestro presente: el misticismo ajeno al mundo. Este misticismo ajeno al mundo se presenta en diversas formas. Está presente en aquellos que se entusiasman con todo tipo de concepciones espirituales basadas en modelos orientales. Pero también está presente de una manera menos perceptible, que también debe tenerse en cuenta. Hoy en día, en toda la Tierra civilizada, de Oriente a Occidente, vivimos en una relación muy peculiar con algo que está íntimamente relacionado con toda nuestra civilización, incluso con la vida en general: vivimos en una relación peculiar con el lenguaje. Cuanto más nos acercamos a Oriente, más presente está el deseo de no rebajar el lenguaje al plano físico, de dejar que el lenguaje, el habla, esté impregnado de una cierta orientación del alma, de no disolverse en las palabras, sino de tener un sentimiento desbordante, rebosante, que no se esfuerza por disolverse completamente en las palabras. Se podría decir que existe el deseo de no adaptar el lenguaje a las condiciones del plano físico, sino de retenerlo, en cierto modo, en el ser humano, para expresar mejor en el lenguaje los estados de embriaguez, las experiencias de embriaguez. Hay que fijarse en cómo hay muchas personas en la actualidad que consideran directamente despreciable que el ser humano se esfuerce por hacer su lenguaje lo más plástico posible. Lo encuentran demasiado intelectualista, lo encuentran demasiado adaptado a las circunstancias del plano físico. Quieren mantener el lenguaje en una semioscuridad, en un estado crepuscular. Solo encuentran poético aquello que mantiene el lenguaje en un estado crepuscular, aman ese ensalzamiento del elemento lingüístico. Si uno aspira a que cada palabra, cada frase, coincida con alguna realidad plenamente vivida, eso es algo que a esas almas no les resulta simpático. Esas almas quieren hablar sin vivir con aquello para lo que existe el lenguaje: con las realidades. Este no querer vivir con las realidades es algo muy característico de gran parte de la humanidad actual. Y eso es, más o menos, la característica del lenguaje mismo, cuanto más nos acercamos a Oriente.

Por el contrario, las lenguas occidentales tienen otra característica. Aspiran a reflejar la realidad con el lenguaje, a sumergirse en las realidades con el lenguaje, pero no desarrollan el lenguaje por sí mismas, lo dejan difuminarse, de modo que, aunque se sumergen en las realidades, lo hacen con un lenguaje que no es lo suficientemente plástico, con un lenguaje que no abarca las cosas con suficiente cariño. Esto está relacionado con otras tendencias de Occidente. De Occidente proviene esencialmente esa forma de ver las cosas que en realidad no llega hasta el ser humano. En primer lugar, tenemos el darwinismo, que sin duda contiene aspectos admirables cuando se trata de comprender el mundo animal. No hay que fijarse tanto en los fanáticos del darwinismo como en el darwinismo en sí mismo. Hay muchas cosas admirables en el mundo animal, y se podría decir que el ser humano se encuentra en la cima del mundo animal. Pero eso no nos ayuda en nada a comprender al ser humano en sí mismo. Esto también lo vemos en Occidente en el ámbito social. En Occidente vemos cómo se imponen opiniones extrañas que, en realidad, excluyen al ser humano del campo de observación. Vemos cómo, dentro de la economía nacional occidental, el ser humano como tal no desempeña ningún papel especial. Lo que desempeña un papel es lo que se relaciona con el ser humano como algo externo y material. La propiedad privada que tiene un ser humano se considera en realidad como la individualidad en la economía nacional, no el ser humano en sí mismo. Y en Occidente no se habla realmente de la libertad que brota de todo el ser humano, sino que se habla, con convicción, solo de la libertad económica. Desde Adam Smith y desde tiempos aún más remotos, se habla de la libertad económica, de lo que el ser humano tiene que aportar a la civilización por el hecho de poseer algo que puede disfrutar en el mundo y por el hecho de que la posesión le da independencia económica, etc. Pero no se habla de lo que el ser humano es en realidad, de lo que brota del interior del ser humano con el carácter de la libertad.

Sin embargo, todas estas cosas apuntan a fenómenos mucho más profundos. Las almas que hoy se encarnan con cierta antipatía en cuerpos orientales, porque otras circunstancias las obligan a ello, tienen en realidad el deseo de no permitir que las capacidades cognitivas de estos cuerpos alcancen la comprensión de la realidad terrenal. Tienen el deseo de mantener al ser humano, en cierto modo, fuera de la conciencia de la realidad terrenal. Hay algo eminentemente luciférico en esta disposición del alma, y este carácter luciférico proviene de Oriente.

En Occidente, por el contrario, hay algo eminentemente arimánico en las almas. No quieren apoderarse de los cuerpos de tal manera que, a través de ellos y con los sentidos abiertos, puedan mirar al mundo exterior, sino que se sumergen en ellos de tal manera que no los abarcan ni los espiritualizan plenamente. Viven en los cuerpos, pero no los penetran por completo. Esto da lugar a lo que puede ser la consecuencia necesaria cuando se vive en el cuerpo humano y no se tiene un sentido abierto a lo que hay alrededor en el mundo. Si se tiene un sentido abierto, no solo se descubre en este mundo la realidad física y sensorial exterior, sino que se descubre la espiritualidad que subyace a esta realidad física y sensorial. Esta espiritualidad subyacente no se descubre si se está en el cuerpo, pero sin penetrar plenamente en él hasta la periferia. Ese es el estado de ánimo del alma occidental. Debido a estas circunstancias, se puede decir que, de hecho, algunos cuerpos de los occidentales están configurados de tal manera que las almas que los habitan, cuando los cuerpos crecen, no pueden manifestarse plenamente. Pero debido a que las almas humanas no se manifiestan plenamente en estos cuerpos, estos pueden convertirse en envolturas, en receptáculos para entidades completamente diferentes que se instalan en ellos, entidades que, por así decirlo, adormecen aquello que reside en las peculiaridades del alma humana.

Y por medio de todas estas cosas se extiende desde el este un estado de ánimo, y desde el oeste otro. El estado de ánimo que se extiende desde el este es el de mantener al ser humano en los sentimientos y sensaciones de épocas antiguas, que aún ascienden más instintivamente hacia la espiritualidad, sin dejar que el ser humano descienda tanto a la Tierra como para poder conectarse plenamente con la situación aquí en la Tierra. En Occidente, por el contrario, se impone la corriente de no considerar lo que ahora existe de tal manera que se perciba en ello la espiritualidad siempre progresiva en toda la existencia, sino que uno se detiene en lo que el ser humano se ha convertido, porque, aunque lo habita, pero no lo penetra, porque en realidad no lo ama tanto como para querer penetrarlo por completo. Desde Occidente se quiere conservar el estado actual de la humanidad con su mentalidad materialista y su comportamiento materialista. Desde Oriente se quiere impedir que lleguemos a lo que nos une con las condiciones materiales de la Tierra, pero también se quiere impedir que los seres humanos asimilen plenamente el presente. En realidad, ambas partes se esfuerzan por impedir que el ser humano llegue a comprender plenamente el presente. Y esto se ve reforzado por un miedo tremendo que se apodera inconscientemente de la humanidad. Quien observe con imparcialidad este presente, con las grandes decisiones que encierra, deberá enfrentarse de alguna manera con valentía a estas decisiones.

Ahora bien, hay dos maneras de evitar enfrentarse a las decisiones del presente. Una es convertirse en un místico o teósofo entusiasta y repetirlo de manera superficial. Entonces se puede establecer una sensación de bienestar interior en una cierta huida de los acontecimientos del presente. Uno puede elevarse por encima de ellos, puede incluso sentirse como un ser humano superior en este misticismo o teosofía y puede despreciar todo lo que sucede a su alrededor como «el mundo malo», como el mundo de la materia, que es inferior. Pero eso es precisamente lo perjudicial de ese extremo, al igual que lo es el otro extremo, que se manifiesta en la corriente más occidental, que en última instancia da lugar al hombre materialista, en el que el miedo a enfrentarse a las decisiones del presente adquiere otro carácter, de modo que dice: El ser humano es el producto de lo que ocurre en él física y fisiológicamente, y hablar de algo que depende de la propia decisión del ser humano es una tontería, no hay que tenerlo en cuenta. Es necesario cultivar lo que una vez se ha desarrollado física y corporalmente en la humanidad. Se es supersticioso cuando se habla de una espiritualidad especial. En este lado se huye de la espiritualidad, mientras que en el otro se huye de la materialidad.

Por consiguiente, hoy en día nos encontramos con dos extremos en la constitución del alma humana: por un lado, el materialismo, que es arimánico, y por otro, el misticismo, que es luciférico. Por un lado, tenemos la gran corriente ideológica que va de Occidente a Oriente, que solo desarrolla una ciencia natural mecanicista a partir de la materia y que, por así decirlo, impregna nuestra educación exterior. Por otro lado, tenemos la corriente del este hacia el oeste, que hoy en día cautiva a muchos espíritus y que cautivará a cada vez más. Y uno desearía que lo que es la antroposofía no fuera destruido por estos espíritus, que lo interpretan precisamente desde un espíritu de misticismo entusiasta. Tenemos esta otra corriente que solo quiere crear desde una esfera ajena al mundo, tenemos esta tendencia especialmente presente en la cosmovisión teosófica, que quiere traer desde Oriente cosas que hace tiempo que han desaparecido y que hoy en día no sirven en absoluto a la humanidad.

Estos son los dos extremos que, en realidad, tal vez superando una terrible enemistad provocada por las circunstancias externas y las contradicciones internas, desean tender la mano desde ambos lados. Y debido a que estas corrientes existen, y debido a que ese es el caso, si se quisiera expresar de manera trivial, —pero en realidad no es trivial, sino trágico—, a los seres humanos de las regiones de Europa Central les va tan mal precisamente en el aspecto espiritual.

Esto es lo que hay que vigilar con el ojo del alma despierto. Porque si se quisiera expresar la cuestión de forma un poco radical, se diría: en esta Europa Central se ha preparado la síntesis superior, la concordancia, la armonía superior de estos dos extremos, de cuya armonía, de cuya concordancia solo puede brotar el progreso para la humanidad. Porque aquí, en Europa Central, han culminado corrientes espirituales que han surgido de fundamentos realmente significativos, en última instancia de lo que, como un resquicio de lo que fue en su día y cubierto por lo otro, apareció inicialmente como una espiritualidad intelectualista en el idealismo alemán, en cosmovisiones como las de Fichte, Schelling Hegel, de las cuales la de Schelling incluso estuvo a punto, al final, de dar a luz poco a poco lo que podría haber desembocado en una verdadera ciencia espiritual antroposófica, para la que aún no había llegado el momento adecuado en aquella época.

Pero parece como si todo el mundo se hubiera confabulado para impedir que lo que se avecinaba llegara a desarrollarse de alguna manera. Quiero decir: desde Oriente y Occidente, Lucifer y Ahriman se han confabulado para que esta síntesis no pueda prosperar. Porque aquí, en esta zona central de la Tierra, han estado realmente aquellos seres humanos que, aunque a veces han tenido que quedarse a medio camino debido a las circunstancias de la época, han aspirado a la espiritualidad, pero al mismo tiempo han aspirado a un conocimiento devoto de la naturaleza. Qué maravilloso vaivén se observa, por ejemplo, en Goethe, entre la continua atracción por contemplar el mundo espiritualmente y, por otra parte, por contemplarlo en toda la amplitud de sus manifestaciones naturales externas. Cuánto buscó Goethe la armonía entre lo que le decía el espíritu y lo que le revelaba la naturaleza. Y cómo vemos precisamente este sentido goethiano, que ya tiene raíces en toda Europa Central, ¡cómo lo vemos invadido! Por un lado, vemos continuamente la influencia de Occidente. La hemos visto en nuestra ciencia exterior, que está completamente «occidentalizada», si se me permite utilizar esta expresión, y que rechaza por completo lo espiritual en sus métodos. Aunque a veces adopta algo espiritual según la fe, se muestra reacia a incorporar lo espiritual en sus métodos, especialmente en la investigación científica. Y, por otro lado, ¿qué hemos aprendido en las últimas décadas de aquellas personas que quieren salir de esta corriente contraria que paraliza las alas? Dentro de la civilización europea, que ha visto surgir en su seno algo parecido a las «Cartas estéticas» de Schiller, en las que podría haber madurado un maravilloso desarrollo de lo anímico y lo espiritual, numerosas personas se han aferrado a las tonterías de todo tipo de místicos norteamericanos, como Ralph Waldo Trine y otros similares, a esa palabrería mística que, en comparación con lo que hay en la sustancia espiritual centroeuropea, es algo extraordinariamente inferior, una búsqueda egoísta y espiritual del bienestar interior, no de un verdadero auge espiritual. Aquí vemos todo el alcance de lo que yo llamaría la tendencia a la inundación de lo genuinamente centroeuropeo por lo occidental. Por supuesto, en el campo antroposófico esto es algo totalmente evidente, no se trata de decir nada en contra de las personas. Las personas deben ser respetadas por igual en todo el mundo. Pero, ¿es lo que vive en las personas lo mismo que lo que impregna las almas humanas como cultura, como atmósfera de civilización? ¿Es acaso correcto que alguien diga que se opone a las corrientes intelectuales occidentales y que con ello ataca a los occidentales? No, no ataca a las personas, sino que quiere señalar lo que vive como atmósfera espiritual en Occidente.

¿Y no vemos, por otro lado, que esta mentalidad centroeuropea está llena de un anhelo por incorporar a la vida intelectual fragmentos de la antigua sabiduría oriental? Al conocedor le duele el alma al ver cómo se asimila la sabiduría oriental. Incluso si se toma algo relativamente fácil de asimilar, como el Bhagavad Gita, hay que tener claro que lo que el hombre centroeuropeo puede obtener hoy del Bhagavad Gita es, como mucho, algo que él mismo ha forjado, pero que en absoluto es sabiduría espiritual oriental. Porque eso ya no se tiene ni siquiera en Oriente. La gente se entusiasma cuando puede meditar sobre algún pasaje del Bhagavad Gita, pero en el fondo no saca nada serio de ello, sino que solo tiene algo con lo que se proporciona una cierta voluptuosidad interior. No tiene el valor de aprovechar lo que ahora, precisamente en las regiones medias de la Tierra, sería respirable como una atmósfera espiritualizante. Hay que decir que precisamente en la penetración de la llamada teosofía oriental hay algo que desde hace mucho tiempo es una corriente contraria perjudicial dentro de Europa Central. Este juicio no se extiende al hecho de que no se pueda utilizar la nomenclatura de Oriente, los conceptos también de Oriente, para ciertas cosas, que no se deba intentar comprender Oriente. Eso es evidente. Se trata de cosas muy diferentes, precisamente de las cosas que he intentado caracterizar en estas insinuaciones.

Por el contrario, hay que señalar cómo tal devoción, —ya sea por el materialismo abierto de Occidente, tal y como se manifiesta en esta corriente, o por el materialismo disimulado de Occidente, tal y como se manifiesta a través de Trine o de la Ciencia Cristiana, que no es más que materialismo, solo que desde el lado opuesto—, supone un retroceso espiritual. Tanto la devoción por ello como la devoción por todo tipo de misticismos es lo que, en el ámbito espiritual, supone un retroceso decisivo. Lo que puede traer el progreso es aquello que, en el fondo, está bien preparado, pero que hoy en día ya existe, por así decirlo, como la capa subterránea de la civilización centroeuropea, sobre la que ya se ha superpuesto lo que es la influencia combinada de Oriente y Occidente. Porque es una verdad, como se ha insinuado aquí a menudo y como también pueden deducir de mis escritos y ciclos de conferencias: Lo que tenemos como Biblia exterior, lo que tenemos exteriormente como Nuevo Testamento, ha corrido básicamente la misma suerte que otros escritos orientales. Hoy en día no se tienen en su forma verdadera. Y si se intenta llegar a la forma verdadera, solo puede hacerse a través de la ciencia espiritual, que a su vez aporta la vitalidad necesaria para penetrar en estas cosas. Pero cuando se aporta esta vitalidad a la Biblia, al Nuevo Testamento, los que hoy son los representantes oficiales, los Traub y demás, son los primeros en presentarlo al mundo como una fantasía, como algo monstruoso, como algo condenable.

Aquí, en Europa Central, habría básicamente aquellas personas que, por un lado, realmente quisieran elevarse hacia la espiritualidad y, por otro lado, también tuvieran un sentido para comprender toda la amplitud del mundo exterior natural. Eso es lo que se necesita hoy en día. Solo desde este espíritu puede avanzar la humanidad. Por lo tanto, en el ámbito del conocimiento es tan necesario que las personas de hoy se profundicen en lo que la visión de la naturaleza puede ofrecer, como lo es, por otro lado, que se profundicen en lo que la ciencia espiritual puede aportar. Ni lo uno ni lo otro contiene la verdad completa, solo la armonía de ambos en el alma humana proporciona la verdad completa. Y lo mismo ocurre en el ámbito práctico. Ni la práctica religiosa unilateral, que quiere huir del mundo o, al menos, participar en él tal y como es, viviendo para ello en todo tipo de exaltaciones religiosas ajenas al mundo, ni, por otro lado, la rutina exterior que impera en nuestra vida pública, pueden hacernos avanzar de alguna manera. Solo puede avanzar en la vida práctica exterior quien abarca con amor ambas cosas: por un lado, lo que el mundo exterior nos exige en cuanto a medidas prácticas, y, por otro lado, está dispuesto a combinar lo que el mundo exterior nos exige con lo que se puede adquirir mediante una educación espiritual, que nos hace hábiles, de modo que esta destreza no es solo un entrenamiento externo, sino una forma de actuar iluminada por la espiritualidad interior, que al mismo tiempo tiene sus raíces en el estado del alma. Solo así se puede llegar a lo que el tiempo presente nos plantea como tarea. Eso es lo que debemos comprender ante todo.

Hoy en día hay muchas personas que combaten esta ciencia espiritual, porque habla abiertamente de los hechos espirituales, porque, al igual que en física se habla del ánodo y del cátodo, esta ciencia espiritual habla de que las almas, con simpatía o antipatía, se introducen en los cuerpos terrenales desde los mundos espirituales. , con simpatía o antipatía, desde los mundos espirituales a los cuerpos terrenales. Debido a que esta ciencia espiritual observa tanto los fenómenos naturales como los hechos espirituales, es rechazada por muchos. Esta ciencia espiritual es rechazada por aquellos que solo quieren ver la naturaleza exterior, porque en realidad no pueden imaginarse nada al respecto, porque tal vez solo encuentran palabras en ella. Pero esta ciencia espiritual también es rechazada por todas aquellas personas que quieren vivir en un misticismo confuso, en antiguas confesiones religiosas tradicionales, que no han encontrado conexión con la nueva práctica de la vida. Esta ciencia espiritual también es rechazada por aquellos que no tienen ningún contenido en sus conceptos, sino que solo se deslizan y se deslizan en lo que hay en el sonido de las palabras, en el contenido de las palabras, como tantos filósofos contemporáneos, incluso aquellos que actualmente fundan «escuelas de sabiduría». Pero eso es precisamente lo que no necesitamos. No necesitamos una sabiduría de palabras que se niega a penetrar en los hechos de la naturaleza. Tampoco necesitamos un misticismo confuso y entusiasta. Y no podemos utilizar lo que quiere penetrar sin espíritu en los fenómenos de la naturaleza. Lo que necesitamos es una síntesis, una conexión entre ambos, porque eso es lo único real. Y desde este punto de vista hay que tener muy en cuenta que nuestro lenguaje, el lenguaje humano, simplemente al avanzar de este a oeste, en el fondo también en Europa Central, ha adoptado precisamente aquellas formas que le dan plasticidad, que hacen que este lenguaje sea algo que uno siente conectado en lo más profundo del ser humano con todo el estado de ánimo y la disposición del alma. Por otro lado, sin embargo, el lenguaje de Europa Central quiere ser precisamente algo que ahora también fluye hacia los acontecimientos externos, que no se retiene egoístamente en el ser humano. Esto es algo que se puede ver, por ejemplo, en un lenguaje como el de Goethe y Hegel. Ahí está claramente presente en la predisposición. Y las predisposiciones que están ahí son muy, muy desarrollables, tienden precisamente hacia lo que queremos alcanzar con los propósitos de las ciencias espirituales.

No hay que sorprenderse, sin embargo, de que la ciencia espiritual sea difamada, tanto por aquellos que están influenciados por Oriente como por aquellos que lo están por Occidente, difamada inconscientemente, difamada objetivamente. Pero, por otro lado, la ciencia espiritual también debe aclarar una y otra vez cuál es realmente su esencia. Por eso era mi obligación hablarles hoy de estas cosas, y a quienes forman parte del movimiento antroposófico les correspondería, en realidad, tratar de explicar con toda claridad lo que pretende la ciencia espiritual antroposófica, explicar con claridad que dentro de esta ciencia espiritual antroposófica no hay que temer de los hechos espirituales, del mundo suprasensible como de una realidad completa, de la misma manera que se habla del mundo físico, y también dejar claro que esta ciencia espiritual se centra precisamente en fortalecer el alma a partir de la educación espiritual del alma, de modo que el ser humano obtenga un juicio abierto y libre sobre lo que hoy en día son las necesidades prácticas. Que nuestras iniciativas prácticas surjan con cierta coherencia interna precisamente de nuestra visión más espiritual es algo que debería quedar claro para todos los que forman parte de este movimiento científico-espiritual. Porque entonces les corresponde a ellos, frente a los errores del mundo, presentar esta ciencia espiritual bajo la luz adecuada, mostrar lo que realmente quiere. Hoy en día no se pueden encontrar demasiadas oportunidades, porque todavía se dejan pasar innumerables ocasiones en las que se podría presentar la verdadera cara de esta ciencia espiritual bajo la luz adecuada.

Puede que les parezca que estoy analizando algunas cosas desde demasiados ángulos diferentes. Pero lo importante hoy no es que descubramos cada vez más y más datos interesantes sobre los mundos espirituales, sino que imprimamos de la manera correcta en los mundos sensoriales los impulsos que pueden llegar a nosotros desde esos datos de los mundos suprasensibles.

Hoy en día es necesario que el alma esté alerta, que sea realmente consciente del peligro que amenaza tanto desde el lado del desarrollo humano, que quiere mantener a las personas en un entusiasmo Luciférico, como desde el lado que quiere hundirlas por completo en lo material Ahrimánico. Porque la falsa mística, la falsa intelectualidad, la alienación del mundo, que aspiran a un éxtasis, no a la plena claridad exterior y a la luz interior, este falso estado de ánimo oriental aspira precisamente a la falsedad interior. Se convierte en falsedad interior, al igual que el estado de ánimo occidental, que quiere hundir al ser humano en concepciones y comportamientos materialistas, conduce a la mentira exterior.

Eso es precisamente lo que amenaza hoy a la humanidad: por un lado, la decadencia hacia la falsedad interior a través de un misticismo erróneo y la conservación de antiguas confesiones religiosas; por otro lado, la falsedad exterior, —la retórica vacía de nuestro tiempo es ya el comienzo de la falsedad exterior—, a través de la inmersión en la mera materialidad. Estos dos peligros deberían ser percibidos con alma despierta precisamente por aquellos que buscan comprender la ciencia espiritual antroposófica. Eso es lo que quería escribir hoy en vuestras almas como un pensamiento que no debe ser solo un pensamiento que se escucha, que se toma teóricamente, sino que quiere ser un pensamiento que realmente se encienda en las almas y cuyo calor tenga como consecuencia impulsos vitales. Porque la ciencia espiritual no es lo que quiere ser si no enardece el alma y, de este modo indirecto, a través de este enardecimiento de las almas, crea realmente impulsos vitales en ellas. Si lo hacemos lo mejor que podamos, cada uno de nosotros, la unión de almas así sintonizadas se convertirá en algo que el presente necesita mucho, muchísimo.

Y ahora, queridos amigos, me gustaría hacer una observación intermedia que me resulta muy dolorosa, pero que debo hacer. Ya lo he dicho antes, pero hoy tengo que repetirlo: ahora no puedo atender a muchos deseos de mantener conversaciones privadas y cosas por el estilo, ahora no puedo cultivar la vida privada como antes, porque si estas tareas ocupan ahora todo el día y a veces también parte de la noche, los amigos deberían comprender que no queda tiempo para conversaciones privadas. Parece que esto se entiende muy, muy mal. Pero, por otro lado, hay un buen remedio para acabar con esta situación, que reconozco que es perjudicial: consistiría en que todos, en la medida de nuestras posibilidades, colaboráramos realmente en las tareas del movimiento antroposófico. Porque el hecho de que algunos individuos estén tan sobrecargados ahora es simplemente la consecuencia de que tenemos muy pocas personas que colaboren realmente de forma activa. Por supuesto, esto también se malinterpreta fácilmente, ya que normalmente se entiende que cada uno debe intentar colaborar como más le convenga. Pero hay que exponerse a este malentendido si se quiere destacar la verdad de que tenemos demasiados colaboradores. En los puestos que hemos podido crear, no tenemos pocos, sino demasiados, demasiados según algunos criterios. Pero lo importante no es que todos se peleen por lo que se ha creado, sino que se cree la posibilidad de trabajar de forma realmente eficaz creando cada vez más y más. Solo si entendemos las cosas así podremos avanzar de la manera correcta.

Como ya he dicho, me resulta sumamente doloroso, pero es absolutamente necesario que rechace muchos de los deseos personales. Y, queridos amigos, muchas cosas que son asuntos personales pueden realmente resolverse de otra manera, hasta que vuelvan tiempos más favorables. Este conservadurismo está muy extendido entre nosotros, el de querer imponer a la fuerza aquellas condiciones que antes eran buenas, pero que ahora ya no pueden existir, hasta que trabajemos de forma más enérgica en las tareas que ahora son absolutamente necesarias, desde la mañana hasta la noche, en la medida en que el tiempo nos lo permita, e incluso más allá de la noche. En estas cosas debemos ponernos de acuerdo, de lo contrario no conseguiremos nada dentro de nuestro movimiento. Hay muy poca conciencia de que para la expansión actual del movimiento, la ayuda mutua y el asesoramiento recíproco son necesarios. Imaginen si cada vez que estoy aquí en Stuttgart quisiera mantener conversaciones privadas con cada uno de los que están sentados aquí, cómo se podrían resolver las tareas que ahora nos incumben. Quizás algunos dirán que no entienden bien las cosas, pero también habrá quienes ya saben por qué tengo que decir estas cosas.
Traducido por J.Luelmo sep,2025

GA203 Stuttgart, 6 de enero de 1921 - sobre la reencarnación de ciertos grupos de almas humanas en diferentes territorios:

 índice


RUDOLF STEINER

RESPONSABILIDAD DEL SER HUMANO EN LA EVOLUCIÓN DEL MUNDO

sobre la reencarnación de ciertos grupos de almas humanas en diferentes territorios:


Stuttgart, 6 de enero de 1921

Hoy en día, lo importante es introducir en la vida de una manera realmente viva aquello que quiere fluir como conocimiento e impulsos del alma a través de la ciencia espiritual. Hay que insistir una y otra vez en que, frente a las grandes tareas del presente, no basta con informarse de alguna manera teóricamente sobre las verdades que subyacen a la vida humana, a la existencia del mundo y que se pueden obtener de la ciencia espiritual antroposófica, sino que se trata de ver en la vida concreta cómo son las conexiones y comprender la vida misma a partir de los fundamentos de la ciencia espiritual. A lo largo de los siglos, la humanidad se ha acostumbrado a ver solo una parte de la realidad. Y precisamente por eso se han ido preparando poco a poco aquellos estados de ánimo que han conducido a la catastrófica vida actual. Los seres humanos se encuentran en la existencia sin comprender la vida, sin aquella comprensión de la vida que exige el actual nivel de desarrollo de la humanidad.

Como seguidores de la ciencia espiritual antroposófica, sin duda llegaremos fácilmente a la convicción de la repetición de las vidas terrenales, de que lo que le sucede a un ser humano, —sin menoscabo de su plena libertad—, o lo que emprende en su vida actual tiene su origen en una vida anterior. Pero cuando se trata de comprender la vida concreta, nos sometemos con demasiada facilidad a las ideas que han surgido en los últimos siglos y que, en realidad, no son suficientes para comprender la vida humana, que son muy adecuadas para comprender ciertos hechos de los acontecimientos naturales, pero que son insensibles a toda la complejidad de la vida humana. Y uno diría: lo que más rezagado está con respecto a lo que hoy exige la vida es, en realidad, la vida científica. Pero esta vida científica ejerce a su vez una gran influencia en el pensamiento de las masas más amplias. Cuando hablo del efecto de esta vida científica, no me refiero en absoluto a aquellos que están relacionados con la ciencia de alguna manera. Me refiero a la gran masa de la humanidad que, en las cuestiones más importantes de la vida, se somete a las directrices autoritarias de aquellos que, por las instituciones externas, parecen estar llamados a decidir sobre unas u otras cosas. Entonces, uno se rige por esos criterios. Pero en esos criterios no hay nada de una comprensión real de la vida humana. Es necesario incorporar a esta vida humana lo que puede fluir de la ciencia espiritual antroposófica. Sobre todo, debe incorporarse a aquellas ramas de la enseñanza pública que constituyen la base para la comprensión de la vida.

Cuando hoy en día alguien se acerca a la ciencia espiritual, comienza a comprender lo que subyace a las repetidas vidas terrenales. Pero cuando quiere informarse sobre lo que ocurre en el presente y, entre otras cosas, se acerca a la historia, —me refiero a la historia que forma parte de la educación de las masas—, entonces, precisamente en lo que es historia, prevalece esa forma de pensar que solo es adecuada para explicar los fenómenos y los hechos naturales. La humanidad ha llegado a eliminar cada vez más de la historia todo lo espiritual. Y si hoy alguien quiere explicarse los hechos que surgen de la vida histórica en cualquier ámbito, no puede hacerlo de otra manera que informándose sobre lo que vivieron la generación anterior, la segunda generación anterior, la tercera generación y así sucesivamente, a lo largo de los siglos. Por poner un ejemplo concreto ¿Cómo aprende hoy el alemán su historia? Se fija en las personas que han vivido en Europa Central, a las que él mismo pertenece. Se deja contar los acontecimientos que han tenido lugar con estas personas; sigue estos acontecimientos hasta sus padres, abuelos, bisabuelos, hasta las generaciones anteriores. Luego retrocede, quizás hasta la Edad Media. Siempre se tiene la conciencia de que se trata de una humanidad en continuo flujo, que se remonta a la migración de los pueblos y más allá, y se quiere explicar lo que le sucede al ser humano del presente a partir de lo que le sucedió a las generaciones anteriores. Se aprende a conocer el flujo continuo del devenir histórico, tal y como se desarrolla a lo largo de estas generaciones. En realidad, solo se tiene el concepto de herencia en relación con los seres humanos, se piensa que los hijos han heredado ciertas cosas de sus padres, ya sean sus características, ya sea que les haya quedado lo que sus padres les han legado, etc. De este modo, se remonta en el tiempo desde la generación actual hasta la anterior, y así sucesivamente.

Si ahora consideramos el asunto desde el punto de vista de las ciencias espirituales, ¿Acaso descifra ésta una realidad plena? ¿Acaso no podría ser que las almas que hoy constituyen una generación en los cuerpos humanos actuales, no necesariamente tuvieron que haber estado encarnadas en esta Europa Central en su vida terrenal anterior, sino que tal vez estuvieron encarnadas en otro lugar completamente diferente, en circunstancias totalmente distintas? Las fuerzas que dichas almas han traído consigo de sus encarnaciones anteriores las llevan a los cuerpos actuales. Estas actúan de la misma manera que lo que ha sido transmitido a través de la sangre a lo largo de las generaciones, actuando conjuntamente con estos rasgos externos heredados físicamente. Se puede caer en la ilusión de que se comprende el presente en lo que respecta a sus personas, en lo que respecta a los hechos que ocurren, contemplando solo una parte de la realidad, no la realidad completa, si no se pregunta uno: ¿Acaso no viven en las personas del presente almas en las que actúan fuerzas que no nos llevan de vuelta a través de las generaciones, sino que tal vez nos conducen a regiones completamente diferentes, donde esas almas estuvieron en una vida anterior? No se comprende lo que ocurre en la Tierra si no se toma en serio, en sentido concreto, lo que implica el reconocimiento del hecho de las vidas terrenales repetidas. No se puede ser sinceramente, por un lado, un defensor abstracto de las vidas terrenales repetidas y, por otro, considerar la historia tal y como se practica hoy en día. Aquí se hacen dos partes: por un lado, la vida exterior, en la que uno se adapta completamente a lo tradicional, y por otro lado, lo que uno realmente reconoce como esencial. Cada vez es más necesario ver en la vida real aquellas cosas que se han reconocido como verdaderas desde un punto de vista espiritual. Por eso no dudo en hablar también de ciertas investigaciones que quizá hoy en día algunas personas consideren muy paradójicas, pero que sin duda deben ser anunciadas hoy, porque hoy la humanidad exige comprender toda la realidad, y porque todo lo que no va en la dirección de comprender toda la realidad pertenece simplemente a la vida en decadencia. Es evidente que, hoy en día, la mayoría de las personas siguen rehuyendo la seriedad de las verdades de las ciencias espirituales. Las cosas les parecen demasiado audaces. Para ellos, hay una distancia demasiado grande entre lo que están acostumbrados a pensar y sentir y lo que dice la ciencia espiritual. Por eso, tal vez prueben un poco esta ciencia espiritual, pero no llegan a comprenderla en toda su seriedad, porque no tienen el valor de llevar las cosas realmente a la vida, ni siquiera a la contemplación de la vida concreta.
la colonización de América
Antes de pasar a las siguientes discusiones, debo volver a insistir en algo que ya he señalado en varias ocasiones. Como ya he dicho muchas veces, quien quiera encontrar algo en la investigación espiritual a partir de los mundos espirituales debe tener mucho cuidado con las meras combinaciones de conceptos o ideas. Porque lo que uno se imagina suele ser lo contrario de la verdad o, al menos, algo que se aleja mucho de ella. Precisamente las verdades más profundas parecen paradójicas en un primer momento. Las cuales solo pueden encontrarse a través de la vivencia real, de la experiencia real.

Tomemos en serio la pregunta: ¿qué pasa cuando, desde la verdadera ciencia espiritual, observamos las circunstancias del presente, a los seres humanos del presente, a los seres humanos de esta civilización que nos ha llevado a una catástrofe semejante? Quiero señalar expresamente que lo que he insinuado aquí y allá sobre los temas que voy a tratar ahora es tal y como lo he insinuado. Pero, naturalmente, lo que pertenece al ámbito de una realidad de gran alcance solo se puede caracterizar citando siempre detalles concretos.

A menudo he señalado que en la actualidad viven muchas almas que en una vida anterior, durante los primeros siglos del cristianismo, se encarnaron más al sur de Europa y que ahora se encarnan más en Europa Central. Esto es totalmente cierto, pero solo se refiere a un número determinado de almas. Hoy quiero presentarles lo que se refiere a gran parte de la población actual de la Tierra. Esto nos lleva a la pregunta, y mi respuesta a esta pregunta se basa precisamente en una investigación espiritual real e intensa: ¿Dónde estaban las almas de una gran parte, prácticamente la mayoría, de la población occidental europea y también de una gran parte de la población centroeuropea hasta bien entrada Rusia en una vida terrenal anterior? Si se examina esta cuestión concienzudamente con los medios de investigación espirituales disponibles, se descubre que se trata de almas que han vivido una vida relativamente más corta entre la última muerte y este nacimiento. Se es conducido hacia el oeste. Se nos lleva allí en nuestros caminos de investigación, donde, tras el descubrimiento de América, una gran parte de la población europea colonizó este continente y exterminó a la población indígena o, al menos, la reprimió de manera extraordinaria. Se nos lleva a los siglos de la conquista de América, a aquellas almas que estaban en los cuerpos de los indios sobre los que se abatieron las conquistas. Solo se entenderá lo que tengo que decir si se juzga de manera adecuada a estos indios exterminados por los europeos. Ciertamente, en ese sentido no eran personas cultas, tal y como entendemos hoy en día la cultura, pero había algo en sus almas que yo describiría como un sentimiento religioso panteísta universal. Precisamente en estos indios, no tanto en los degenerados, sino en aquellos que constituían el elemento dominante, se encontraba un sentimiento religioso dirigido hacia una entidad espiritual, incluso monoteísta, que percibía de forma viva e intensa un espíritu unitario en los fenómenos naturales y también en los actos de los seres humanos. Hay que tener en cuenta este estado de ánimo y comprender, a través de muchos prejuicios, como si se tratara de una espesura, que en estas almas hay que ver algo más que lo que solo se ve en los indios cuando se les considera, según un método naturalista y superficial, como medio animales. Y las almas de esta población indígena exterminada y derrotada viven hoy en día en la mayoría de los habitantes de Europa occidental y central, hasta llegar a Rusia. No comprendemos cómo es la realidad si no logramos entender lo que nos parece tan paradójico.

Eran almas que en su encarnación anterior no habían tenido nada que ver con el cristianismo. Por lo tanto, para la mayor parte de la población europea, el cristianismo no es algo que ya estuviera en sus almas antes del nacimiento o la concepción actuales. Se les ha inculcado, aunque en gran parte con los sonidos del lenguaje. Es algo que se ha adquirido externamente. La forma en que el cristianismo vive realmente en las almas europeas actuales la comprenderá quien sepa que en la mayoría de estas almas no había impulsos cristianos en una vida terrenal anterior, sino impulsos que se dirigían hacia el gran espíritu universal con una especie de sentimiento religioso panteísta. Sin embargo, en esta población se han mezclado muchas almas que vinieron más del sur, que se encarnaron en las primeras centurias del cristianismo en las regiones más meridionales de Europa, que vivieron en las regiones del norte de África y que luego se reencarnaron en esta mayoría que acabo de describir. Estas dos clases de almas conforman principalmente lo que es la población de Europa occidental y central, como ya se ha dicho, hasta bien entrada Rusia. Debemos tener claro que tenemos que estudiar la forma en que se expresa un alma en el presente, cuáles son sus aspiraciones, cuál es su forma de pensar. Para saber todo esto, debemos informarnos de que gran parte de la población actual solo puede comprenderse si no aceptamos simplemente la historia como algo habitual en la corriente generacional, sino si sabemos que en esos cuerpos, que sin duda se remontan a sus padres, abuelos, bisabuelos y así sucesivamente hasta los tiempos de Carlomagno y más atrás, actúan almas que les dan toda la configuración espiritual, que han vivido en la lejana América y han sido vencidas por los europeos.

Tenemos otra verdad que puede surgir de tal investigación espiritual. Podemos mirar hacia atrás a la población que existía en Europa en la época de las migraciones, algo antes y algo después, es decir, precisamente a la población europea que aceptó el cristianismo desde el sur, lo aceptó en una forma que era diferente a la actual, ya que todavía estaba impregnada de fuerzas espirituales elementales y primitivas, ya que era un poder imponderable que actuaba en toda la vida. Todavía no estaba impregnada de una teología abstracta y racional, era algo que actuaba sobre todo en los sentimientos fundamentales del alma. Estas almas, que existían en la Europa de entonces y que recibieron el cristianismo de esta manera, ahora, después de una vida entre la muerte y un nuevo nacimiento, que duró un poco más que en otros casos, precisamente porque este tipo especial de formación del alma que entró en los seres humanos esta vida entre la muerte y un nuevo nacimiento se prolonga, estas almas están hoy en su mayor parte encarnadas en Asia. En particular, muchas de estas almas, que han sido cristianizadas precisamente en el período mencionado, están hoy encarnadas en cuerpos japoneses. Quien quiera comprender esta peculiar vida en Asia, que hoy en día realmente ofrece muchos enigmas, debe tener claro que en Asia viven hoy muchas almas que en su anterior vida terrenal han asimilado de alguna manera los sentimientos cristianos, que han llevado estos sentimientos cristianos a los cuerpos orientales actuales, que desde la infancia han estado rodeados por el lenguaje de lo que ha quedado de la decadente cultura oriental antigua. Quiero decir que hay algo verdaderamente cristiano en la penetración del cristianismo a la que esas almas estuvieron sometidas anteriormente, frente a lo que llega a sus oídos, lo que resuena en su mente desde el decadente mundo religioso y cultural oriental. Incluso entre los cultos, hasta los más cultos, se puede seguir esta pista, y en realidad solo se puede comprender si se sigue así. Solo se comprende realmente lo que significa una personalidad como la de Rabindranath Tagore cuando se tiene claro que también se trata de un alma que en una vida anterior fue cristiana europea y que, a partir de ese cristianismo europeo, derrama una cierta calidez de sentimientos a través de todo lo que emana de ella. Por el contrario, del orientalismo decadente fluye todo lo que se nos presenta en Tagore en su naturaleza coqueta, en esta coquetería cultural. Es una extraña formación híbrida en la personalidad de Tagore. Por un lado, cuando se tiene un sentimiento natural y sano, siempre se presta atención a que está presente toda la coquetería oriental actual, pero, por otro lado, nos atrae la enorme calidez del alma.

Hoy en día no basta con quedarse en lo superficial y aceptar sin más lo que teóricamente se nos presenta como la visión de las vidas terrenales repetidas. La vida concreta debe considerarse hoy de esta manera, aunque en realidad esto siga resultando incómodo para las personas. Porque, en el fondo, las personas de hoy en día temen conocerse a sí mismas. Ni siquiera intentan ver en la vida real lo que se plantean de forma abstracta. En cierto modo, el ser humano se siente avergonzado de mirar así dentro de su ser. No quiere mostrarse ante el mundo tal y como es realmente. Por eso le desagrada examinar realmente las realidades en este ámbito. La confusión y los enigmas que presenta la vida actual se comprenden cuando se tienen en cuenta cosas como las que les acabo de exponer.

Pero tomemos otra población. Precisamente cuando el investigador espiritual ha realizado tales investigaciones, cuyos resultados acabo de exponerles, se ve impulsado a plantearse la siguiente pregunta: ¿qué ha ocurrido realmente con aquella población que vivió hace más tiempo, allá en Asia? En la investigación espiritual ocurre que, impulsados por la vida, por alguna pregunta enigmática que se nos plantea, abordamos lo que podemos investigar. Primero es la vida la que nos lleva a iniciar la investigación en algún punto, y luego se enciende la visión. Una pregunta nos lleva a otro campo, y entonces solo podemos decir: al final resulta tener sentido por qué nos sentimos tan impulsados por una pregunta, de un resultado a otro. En cierto modo, uno se da cuenta: si quieres investigar qué ha sido de las almas indígenas, qué ha sido de otras almas de la antigua población europea, entonces debes plantear la pregunta y ella te responderá: ¿Qué ha sido de aquellas almas que, con la educación especial de la época, se encontraban en Oriente Próximo, en Asia en general, en África, cuando surgió el cristianismo, es decir, en la época en que tuvo lugar el misterio del Gólgota? No me refiero a las almas que aceptaron las enseñanzas del misterio del Gólgota, sino a las almas que no las aceptaron, que perpetuaron la antigua cultura oriental asiática. No siempre se tiene una idea precisa de la existencia de esta antigua cultura oriental asiática —hoy en decadencia— en la época en que se desarrolló el misterio del Gólgota. Para muchas personas era una cultura espiritualizada, muy espiritualizada. Esto cerró en muchas personas la capacidad de formarse ideas muy claras sobre ciertas relaciones de los mundos espirituales. Lo que le sucede al ser humano cuando se deja impregnar por el cristianismo, naturalmente no estaba presente en aquellos de quienes hablo ahora. Sin embargo, existía una comprensión de las relaciones espirituales muy impregnada de conceptos imaginativos. Estas personas pertenecían a una cosmovisión altamente espiritual, una cosmovisión que les llevaba, en muchos aspectos, a considerar solo el mundo espiritual como verdadero y digno de aspirar, y a huir, en cierto modo, del mundo de la realidad sensual exterior. Eran personas que hacían muchas especulaciones, pero especulaciones que en parte aún se alimentaban de antiguos poderes clarividentes instintivos, especulaciones sobre el origen del mundo a partir de las diferentes etapas de desarrollo espiritual de tiempos antiguos y lejanos. Eran personas que hablaban de eones que se sucedían unos tras otros y que se volvían cada vez más burdos y materiales, hasta que finalmente se produjo lo que hoy es la estructura del mundo físico y real exterior. En resumen, eran personas que miraban con seriedad y profundidad hacia lo espiritual. Precisamente por esta estructura especial del alma, por esta disposición del alma, estas almas se preparaban para una vida más larga entre la muerte y el nuevo nacimiento, y tardaban mucho tiempo en despertar en ellas el impulso de descender a una nueva corporeidad. Y muchas de estas almas, muchísimas de ellas, están encarnadas en la población actual de américa. (del norte). Esta población americana, que en muchos aspectos tiende precisamente a la concepción de la vida práctica y material, se caracteriza en su constitución general por el hecho de que las almas vivieron anteriormente en una comprensión espiritual del mundo como la que he descrito, pero que luego se sumergieron en una corporeidad muy, muy densa y que, en el fondo, ahora tratan de vivir en un refinado manejo de este mundo material lo que antes tenían en una espiritualidad sutil.  Se comprende la particularidad del espíritu americano, que se ocupa de las cosas del mundo de manera realmente práctica y científica, cuando se sabe que ello se remonta a una antigua orientación hacia el mundo espiritual, que hoy se traslada a la vida material sin que se sea consciente de ello, con el deseo de captar lo espiritual en lo material. Es la contraimagen material de lo espiritual lo que estas almas experimentaron en su anterior vida terrenal.

Verán lo provechoso que resulta intentar comprender lo que se les presenta en tal o cual hecho, en tal o cual comportamiento de las personas de la generación actual, contemplando esas cosas y desarrollando la conciencia de que «Solo ahora comprendo la realidad completa, mientras que, en el fondo, aunque se trate de una abstracción perceptible externamente, solo me enfrento a una abstracción cuando me cuentan la historia de las generaciones».

Es necesario que se den cuenta de lo poco que la gran mayoría de la humanidad actual está dispuesta a aspirar realmente al autoconocimiento, lo poco que se encuentra el valor para salir de lo que, incluso en la historia, no es más que la observación externa, física y sensorial. Precisamente en el ámbito de lo que fluye hacia nuestras jóvenes almas a través de la enseñanza, se observa claramente cómo los seres humanos de hoy en día se ven arrancados de toda la realidad plena de la vida, ya que en realidad solo se les enseña una parte de la realidad. Por supuesto, para los seres humanos de hoy es algo que les da miedo, como si se quemaran, que se les pida que se tomen en serio la vida espiritual que se manifiesta en repetidas vidas terrenales para el alma, y que realmente deben prescindir de lo meramente externo. En este sentido, hoy en día se experimentan cosas realmente increíbles en lo que nos ofrecen los líderes científicos de la humanidad actual. Por supuesto, aún no ha llegado el momento de decir abiertamente en conferencias públicas las cosas que acabo de exponer. Pero hoy en día hay que ir bastante lejos en las conferencias públicas. Por ejemplo, hace poco expuse en Zúrich más o menos lo mismo que he expuesto aquí el martes en la conferencia pública y, para que se entendiera en qué ámbito se desarrolla lo que el investigador espiritual experimenta en los ejercicios espirituales internos especiales para el desarrollo de sus métodos, dije: Esto fluye en una esfera que debe estar impregnada de la voluntad interior del ser humano, de la claridad interior, como solo ocurre cuando se siguen las derivaciones matemáticas, cuando se siguen las verdades de las matemáticas. Un científico de Zúrich escuchó esta conferencia, y no precisamente uno de los peores, sino uno de los más talentosos. Pero entre otras muchas cosas realmente bastante torpes que luego expuso en un extenso artículo de la «Neue Zürcher Zeitung» contra esta conferencia, se dice que yo habría afirmado que los métodos de investigación internos del conocimiento antroposófico deben desarrollarse en un proceso anímico tan claro como el que se reproduce en el proceso anímico claro de la formación del juicio matemático. Este erudito, que además es joven, es decir, una «promesa esperanzadora» para el futuro, dice al respecto algo que realmente nos deja atónitos cuando lo leemos en alguien que quiere ser tomado en serio: la certeza de las matemáticas se refiere en realidad solo a que se conectan entre sí las estructuras matemáticas. Si se tiene el punto, la línea y el ángulo, se pueden conectar el punto, la línea y el ángulo, y entonces se obtienen verdades, certezas. Pero el punto y la línea son en sí mismos inciertos, al igual que el átomo y la molécula son inciertos.

El hombre cree estar diciendo algo tremendamente inteligente, pero solo es característico de lo retorcido que es en realidad el pensamiento del científico actual. Porque si alguien con sentido común y sano juicio afirma que en el procedimiento de los ejercicios espirituales de la investigación antroposófica hay claridad matemática, entonces no le incumbe nada de lo que se pueda discutir ahora sobre la certeza de las relaciones entre las líneas y la incertidumbre de un punto individual. Es totalmente indiferente lo que piense un erudito filosófico privado sobre la certeza de los puntos y las líneas, etc. Dejemos que sea cierto o incierto lo que esa persona quiera imaginar. Pero uno vive en un cierto estado de ánimo cuando se aclara el teorema de Pitágoras. Lo que se experimenta allí se reproduce en el método antroposófico, independientemente de lo que se pueda discutir sobre si el triángulo del teorema de Pitágoras es cierto en sí mismo o si su cuadrado es cierto en sí mismo.

Por lo tanto, hay que tener claro que, en la mayoría de los casos, no es posible tender puentes hacia este tipo de eruditos, ya que sus «mentes» están completamente deformadas por lo que ha sido cultivado por el presente. Aunque, por otro lado, es muy necesario que el sentido de la realidad entre en toda nuestra vida. Sin este sentido de la realidad no podemos avanzar. Por lo tanto, quien se toma en serio las verdades y los conocimientos de la ciencia espiritual de orientación antroposófica no debe rehuir la tarea de trasladar a la vida concreta aquellas cosas que tal vez comprenda muy bien en abstracto, como la doctrina de las vidas terrenales repetidas. Sigue siendo totalmente cierto que los dogmas, es decir, la forma dogmática abstracta de la verdad, deben formarse lo más tarde posible. Por ejemplo, sigue siendo totalmente cierto que algo como nuestra escuela Waldorf no debe ser una escuela ideológica. Por lo tanto, no se trata tanto de que las almas jóvenes comprendan de alguna manera la idea abstracta de las vidas terrenales repetidas. Pero sin entrar en esta idea abstracta, simplemente teniendo en mente los conocimientos que he expuesto hoy, se puede iluminar la vida histórica en la enseñanza y hacerla comprensible. Entonces en las mentes de estas almas, vivirá algo muy diferente a las que tal vez, sin la teoría y la dogmática de las vidas terrenales repetidas, se les transmita una representación histórica de este tipo, simplemente por el hecho de encontrar los métodos para describir la vida del presente tal y como uno mismo la entiende, al encontrar la confluencia de una vida anímica completamente ajena con lo que ha fluido físicamente a través de la sangre en una línea recta desde la antigüedad a lo largo de las generaciones.

Hoy en día es importante no solo hablar del espíritu, sino llevar la comprensión del espíritu tan lejos que se pueda encontrar su acción en la existencia concreta y material. Nuestras ciencias han adoptado una forma abstracta en todas partes, incluso allí donde solo se dedican a tareas superficiales. Lo que se desarrolla en las tareas superficiales, aunque sea una abstracción ilustrativa, es igualmente una abstracción si se carece de la base espiritual subyacente. Y quien objete: hay que creer a aquellos que ven la vida espiritual; ¡no se puede alcanzar la ciencia de la iniciación tan fácilmente como cualquier otra cosa! , en el fondo se sitúa con tal objeción en la misma posición que el pastor y profesor Traub, quien dice que no necesito haber vivido personalmente cosas que, en el fondo, me afectan poco, como por ejemplo el nacimiento de Alejandro Magno, pero que lo que debo reconocer como algo que me concierne directamente, lo he vivido personalmente o debo poder vivirlo personalmente, , ya que no quiero simplemente aceptarlo como la experiencia de otra persona. A las personas que piensan así, les recomiendo que miren cuándo anotaron en su agenda la fecha de su nacimiento, algo que les resulta muy cercano, y que comprueben si no hay ahí un hecho que les resulta muy cercano en su vida personal y que no pueden tomar conciencia de otra manera que no sea confiando en la buena fe de los demás. Esto, en primer lugar, sobre el rechazo del llamado principio de autoridad. Pero solo hay que intentar encontrar el camino que, a través del sentido común, conduce a la comprensión de lo que ofrece la ciencia espiritual. Solo hay que tomarse las cosas en serio, de forma profunda e intensa, y entonces se verá que incluso verdades aparentemente tan paradójicas y lejanas como las que he expuesto hoy son accesibles al sentido común sano, libre y sin inhibiciones. Sin embargo, cuando uno obstruye el sentido común con esos muros que se erigen al considerar la historia únicamente como un sistema, ya sea físico, de características humanas heredadas por sangre, o ya sea en la corriente continua de acontecimientos que tienen lugar en un ámbito, mientras se bloquee la comprensión de la realidad con tales prejuicios, no se podrá acceder a esa realidad. Pero en el momento en que uno se entrega al sentido común de la manera correcta, cuando uno solo comienza a querer comprender, verá lo que vive en las almas del presente. No se comprende como algo que proviene únicamente de la sangre por herencia o de la corriente que fluye a través de las generaciones, si se quiere comprender. Sin embargo, se trata de encontrar el valor para abordar las cosas. Pero si se encuentra ese valor, entonces se llegará más allá de las meras abstracciones a la comprensión concreta de las verdades.
Traducido por J.Luelmo sep, 2025