GA191 Dornach, 10 de octubre de 1919 -Las fuerzas de la decadencia de nuestra civilización

 



 RUDOLF STEINER

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El Movimiento por la triple estructuración del organismo social

Conferencia 4
Dornach 10 de octubre de 1919

Durante las próximas noches quiero hablarles de varias cosas relacionadas con nuestra civilización actual, cosas que son necesarias para la correcta comprensión y acción en el mundo de hoy. A la vista de los numerosos hechos que nos encontramos casi a cada paso, no es muy difícil percibir los signos de decadencia de nuestra civilización, y que ésta contiene fuerzas que la hacen caer. Al reconocer estas fuerzas de decadencia y caída dentro de nuestra civilización, tenemos que buscar los sectores de los que puede extraer nuevas fuentes de fuerza. Si examinamos nuestra civilización actual, veremos que existen en ella tres fuerzas descendentes principales, tres fuerzas que gradual e inevitablemente han de provocar su derrumbe. Todos los fenómenos angustiosos que hemos experimentado hasta ahora en el curso de la evolución del hombre, y todos los que todavía tenemos que atravesar, -pues en muchos aspectos estamos apenas en el comienzo-, son sólo otros tantos síntomas de un vasto proceso que se desarrolla en nuestra época y que en su conjunto, presenta un fenómeno de decadencia y caída.

Si miramos más allá de nuestra propia civilización inmediata, más allá de lo que ha ocurrido en nuestra época solamente, o durante los últimos trescientos o cuatrocientos años, - si hacemos un amplio estudio de todo el curso de la evolución del hombre, podemos observar que las épocas anteriores tenían una base para su civilización, una base para los hábitos y pensamientos de la vida cotidiana, como la que hoy sólo creemos tener nosotros. Estas antiguas civilizaciones, especialmente las paganas, tenían algo de científico, un carácter científico que hacía que los hombres se dieran cuenta de que lo que vivía en sus propias almas era parte de la vida de todo el universo. Piensen en la vívida concepción que aún tenían los griegos de mundos que se extendían más allá de los límites de la existencia cotidiana, de un mundo de dioses y espíritus detrás del mundo de los sentidos. No hay más que recordar la gran importancia que tenía en la vida cotidiana todo aquello que pudiera servir de vínculo entre los habitantes de aquellas antiguas civilizaciones y un mundo espiritual al que no eran ajenos. En todas sus actividades cotidianas, estos hombres de las antiguas civilizaciones eran conscientes de formar parte de una creación que no se agotaba en los límites del mundo cotidiano, sino que los seres espirituales hacían sentir sus actividades. Los asuntos cotidianos más comunes se llevaban a cabo bajo la dirección de fuerzas espirituales. Así pues, cuando miramos hacia atrás en las civilizaciones paganas especialmente, encontramos, un carácter científico dominante, que se describe mejor diciendo: en aquellos días la gente, -podemos decirlo así, -la gente tenía una COSMOGONÍA, es decir, se reconocían como miembros del universo entero. Sabían que no eran simplemente seres que se habían extraviado y vagaban por la faz de la verde tierra como ovejas perdidas, sino que formaban parte de todo el amplio universo y tenían sus propias funciones en el universo como un todo. Los hombres de antaño poseían una COSMOGONÍA.
Nuestra civilización no posee ningún instinto para la creación de una cosmogonía en la vida real. Nuestro modo de concepción no es en el sentido estricto del término, genuinamente científico. Hemos tabulado hechos aislados y hemos construido un sistema lógico de conceptos, pero no tenemos una verdadera ciencia que forme un vínculo práctico entre nosotros y el mundo espiritual. ¡Qué insignificante es el papel que desempeña la ciencia de nuestros días en la vida común, comparado con lo que el hombre de antaño sentía pulsar a través de él desde las fuerzas del mundo espiritual! En todas sus acciones, tenía una cosmogonía, se sabía miembro de todo el vasto universo. Cuando miraba al sol, a la luna y a las estrellas, no eran para él mundos extraños, ya que se reconocía a sí mismo en su propia y más profunda naturaleza, afín al sol a la luna y al mundo de las estrellas. Por ello la antigua civilización poseía una Cosmogonía; pero para nuestra civilización esta cosmogonía se ha perdido. Sin una cosmogonía en la vida, el hombre no puede ser fuerte. Este es uno de los elementos que podríamos llamar el elemento científico, el que está provocando la caída de nuestra civilización.

Otro, el segundo elemento que está provocando su caída, es que no hay un verdadero impulso de LIBERTAD. Nuestra civilización carece de la capacidad de asentar la vida sobre una amplia base de libertad general. Son muy pocos los que en nuestros días llegan a un concepto real de libertad. Hay muchos que hablan de ella, pero muy pocos llegan hoy a un concepto real de lo que es la libertad, y menos aún tienen un verdadero impulso por ella. Y así es como nuestra civilización se hunde poco a poco en algo en lo que no puede encontrar ni fuerza ni apoyo: en el fatalismo. O bien tenemos el fatalismo religioso, en el que los hombres se entregan a fuerzas religiosas de un tipo u otro, haciendo de estas fuerzas religiosas su amo, y no piden nada mejor que ser movidos por hilos, como marionetas en un espectáculo; o bien tenemos el fatalismo de la ciencia natural. Y las consecuencias de este fatalismo científico se manifiestan en la forma en que la gente ha llegado a considerar que todo lo que sucede se produce por necesidad natural o por necesidad económica, y que no deja ningún margen de acción libre por parte del hombre. Cuando los hombres se sienten encadenados al mundo de la economía o al de la naturaleza, eso es, a todos los efectos, fatalismo. O bien tenemos ese fatalismo que ha llegado con las formas más modernas de la fe religiosa, un fatalismo que excluye deliberadamente la libertad. Pregúntense ustedes cuántos corazones y almas hay hoy en día que anhelan conscientemente rendirse, para que Cristo o un poder espiritual de algún tipo, haga lo que le plazca con ellos. Incluso es una acusación que se oye con frecuencia contra la Antroposofía, que pone demasiado poco énfasis en que los hombres sean redimidos por Cristo y no por si mismos. La gente prefiere ser conducida; prefiere ser guiada; realmente preferiría que el fatalismo fuera cierto. Cuántas veces, últimamente, en estos turbulentos años, no se ha oído hablar así a una u otra persona. Decían: "¿Por qué Dios, o Cristo, no vienen en ayuda de tal o cual grupo de personas? Al fin y al cabo, debe haber una justicia divina en alguna parte". La gente querría esta Justicia divina. Les gustaría tenerla suspendida en el aire como un destino. No quieren llegar a esa fuerza innata arraigada que proviene del impulso de la Libertad y que impregna todo el ser. Una civilización que no sabe fomentar el impulso de la Libertad debilita a los hombres y se condena a sí misma a la perdición.

Esto es lo segundo. De las fuerzas que están provocando el declive de nuestra civilización, la primera es la falta de una COSMOGONÍA, y la segunda es la falta de un verdadero impulso de LIBERTAD.
La tercera es que nuestra civilización es incapaz de desarrollar algo que pueda dar un renovado vigor a los sentimientos y propósitos religiosos. Nuestra civilización en verdad, no pretende más que cuidar las antiguas religiones y avivar sus frías cenizas. Pero nuestra civilización carece de fuerza para dar vida a nuevos impulsos religiosos. Y al carecer de ella, carece también de la fuerza para una verdadera acción altruista en la vida. Por eso todos los procesos de nuestra civilización son tan egoístas, porque no tiene en sí misma ninguna fuerza motriz altruista real, fuerte. No hay nada, amigos, que pueda proporcionar una fuerza motriz altruista, sino una visión espiritual de la vida. Sólo cuando un hombre llega a reconocerse como miembro del mundo espiritual, deja de estar tan tremendamente interesado en sí mismo que todo el mundo gira en torno a él. Cuando lo hace, -entonces, en efecto, los motivos egoístas cesan y los altruistas se establecen. Nuestra época sin embargo, es poco dada a cultivar un interés tan grande por el mundo espiritual. El interés por el mundo espiritual tiene que desarrollarse mucho más antes de que la gente se sienta realmente miembro de él.

Por lo tanto, se podría decir que la Reencarnación y el Karma llegaron a nosotros y a nuestra civilización como impulsos dados desde lo alto. ¿Pero cómo se interpretaron estos impulsos? En el fondo estas ideas de Reencarnación y Karma fueron entendidas de una manera muy egoísta, incluso por aquellos que las asumieron. Por ejemplo, decían: "¡Oh bueno! En una u otra vida cada uno ha merecido lo que le toca". Se sabe que incluso personas bastante inteligentes han dicho que las ideas de la Reencarnación y del Karma justificaban suficientemente por sí mismas la existencia del sufrimiento humano. En el fondo no había ninguna justificación para la cuestión social, -así decían muchas personas por lo demás inteligentes-, pues si un hombre era pobre, era lo que había ganado en su encarnación anterior, y tiene que trabajar en esta encarnación sólo lo que merecía de una anterior. Incluso las ideas de la reencarnación y del karma no consiguen impregnar nuestra civilización más que de una manera que no estimule el sentido altruista. No basta con que introduzcamos ideas como las de la reencarnación y el karma, la cuestión es de qué manera las introducimos. Si se convierten en un mero incentivo para el egoísmo, entonces no elevan nuestra vida civilizada, sino que sólo sirven para hundirla más.

Hay otra forma a su vez, en la que la reencarnación y el karma se convierten en ideas poco éticas, antiéticas; mucha gente dice: "Debo ser bueno, para tener una buena encarnación la próxima vez". Actuar por tal motivo, ser virtuoso para que uno pueda tener un tiempo tan agradable como sea posible en su siguiente encarnación, -esto no es simple egoísmo, es doble egoísmo; sin embargo, este doble egoísmo es lo que muchas personas realmente obtuvieron de las ideas de la reencarnación y el karma. De modo que se puede decir que nuestra civilización posee tan poco de cualquier impulso religioso altruista, que es incapaz de concebir incluso ideas como las de la reencarnación y el karma en el sentido que las convertiría en un estímulo para acciones y sentimientos altruistas, no egoístas.

Esas son las tres cosas que están actuando en nuestra civilización como fuerzas de decadencia y caída: -falta de una COSMOGONÍA, falta de una base sólida de LIBERTAD, falta de un SENTIDO ALTRUISTA. Pero sin una cosmogonía no hay verdadera ciencia o sistema de conocimiento, no hay verdadero conocimiento; entonces todo conocimiento se convierte finalmente en un mero juego, en el que todos los mundos y la civilización del hombre son juguetes. Y en esto se ha convertido el conocimiento en muchos aspectos, en nuestra época, -en la medida en que no es un mero incidente utilitario de la cultura externa, de la cultura técnica externa. La libertad se ha convertido en muchos aspectos en nuestra época en una frase vacía, porque la fuerza de nuestra civilización no es la que sienta una gran base de libertad ni difunde el impulso de la libertad. Tampoco tenemos en el campo económico la posibilidad de avanzar en la dirección social, porque nuestra civilización no contiene ninguna fuerza motriz altruista, sino sólo egoísta, es decir, fuerzas motrices antisociales, y no se puede socializar con fuerzas antisociales. Porque socializar significa crear un marco social tal que cada hombre viva y trabaje para los demás. Pero ¡imagínense que en nuestra civilización actual cada hombre intente vivir y trabajar para los demás! Porque todo el orden de la sociedad está instituido de tal manera que cada uno sólo puede vivir y trabajar para sí mismo. Todas nuestras instituciones son así.
La pregunta que se plantea es: ¿Cómo vamos a superar estos signos de decadencia y caída de nuestra civilización? Es imposible queridos amigos, superar estos signos de decadencia de nuestra civilización. No hay nada más que reconocer los hechos tal y como se acaban de exponer, considerarlos desapasionadamente y sin reservas, y no hacerse ilusiones. Hay que decirse a sí mismo: Ahí están esas fuerzas de la decadencia y de la caída, y no hay que imaginarse que uno pueda de alguna manera hacerlas girar en otra dirección, ni nada por el estilo. No, son fuerzas de decadencia muy poderosas, y es necesario darles su nombre apropiado, y hablar de ellas como lo estamos haciendo ahora. Siendo así, lo que tenemos que hacer es dirigirnos hacia donde se pueden encontrar las fuerzas para el reascenso. La gente de hoy puede inventar las más bellas teorías, puede tener los más bellos principios, pero con teorías no se puede hacer nada. Para hacer algo en la vida, hay que recurrir a las fuerzas que están realmente presentes en el mundo; y hay que invocarlas. Si nuestra civilización fuera tal y como la he descrito, es decir, si fuera así de principio a fin, no habría nada que hacer salvo decirnos a nosotros mismos: "No hay nada que hacer, sino dejar que nuestra civilización se vaya a pique, y que nosotros nos vayamos a pique con ella". Porque intentar de alguna manera corregir los signos de los tiempos con meras teorías o concepciones sería un completo absurdo.
Uno sólo puede preguntar: - ¿No está la raíz del asunto realmente más profunda? La gente de hoy en día, -y ya he señalado a menudo lo mismo desde diferentes aspectos-, se inclina demasiado por lo absoluto. Cuando preguntan: "¿Qué es la verdad?" quieren decir: "¿Qué es la verdad absoluta?" -no lo que es cierto en una época determinada. Cuando preguntan: "¿Qué es bueno?" están preguntando: "¿Qué es bueno absolutamente?" No preguntan: "¿Qué es bueno para Europa? ¿Qué es bueno para Asia? ¿Qué es bueno para el siglo XX? ¿Qué es bueno para el siglo XXV". Preguntan por la Bondad y la Verdad absolutas. No preguntan por lo que existe realmente en la evolución concreta de la humanidad. Debemos plantearnos la pregunta de otra manera, porque debemos mirar la actualidad de las cosas, y desde el punto de vista de la actualidad; las preguntas deben plantearse de otra manera, muy a menudo de forma que las respuestas parezcan paradójicas en comparación con lo que uno se inclina a suponer desde una visión superficial de las cosas. Debemos preguntarnos: ¿No hay posibilidad de llegar de nuevo a un modo de conceptuar que sea cosmogónico, que abarque el universo como un todo? ¿No hay posibilidad de llegar a un impulso de libertad que sea una influencia real en la vida social? ¿No hay posibilidad de llegar a un impulso que sea religioso y al mismo tiempo un impulso de fraternidad, y por lo tanto la base real de un orden social económico? ¿No hay posibilidad de llegar a tal impulso? Y si planteamos estas preguntas desde un aspecto real, entonces obtendremos respuestas reales. Porque el punto que debemos recordar es éste: que los diversos tipos de personas en la tierra hoy en día no están todos adaptados a la verdad universal completa, sino que los diversos tipos de hombres sólo están adaptados a áreas determinadas de la actividad verdadera. Debemos preguntarnos: ¿En qué parte de la vida actual de la tierra puede existir tal vez, la posibilidad de que evolucione una cosmogonía? ¿Dónde existe la posibilidad de que evolucione un amplio impulso de libertad? ¿Y dónde existe el impulso para una vida comunitaria entre los hombres que sea religiosa y también en un sentido social, fraternal?

Tomaremos primero la última pregunta; y si contemplamos imparcialmente el estado de las cosas en nuestra tierra, llegaremos a la conclusión de que el temperamento, el modo de pensar para un impulso fraternal real en nuestra tierra hay que buscarlo entre los pueblos asiáticos, los pueblos de Asia, especialmente en las civilizaciones de Japón e India. A pesar de que estas civilizaciones ya han caído en la decadencia, y a pesar de que las apariencias externas y superficiales están en contra, encontramos allí consagrados en los corazones de los hombres esos impulsos de amor generoso hacia todos los seres vivos, que son los únicos que pueden proporcionar los fundamentos para el altruismo religioso en primer lugar, y en segundo lugar, para una forma de civilización real, altruista e industrial.

Pero aquí nos encontramos con un hecho peculiar: que los asiáticos tienen, es cierto, el temperamento para el altruismo, pero que no tienen el tipo de existencia humana que les permitiría llevar su altruismo a la práctica; simplemente tienen el temperamento, pero no tienen ninguna posibilidad, ningún don para crear condiciones sociales en las que el altruismo podría comenzar a realizarse externamente. Durante miles de años los asiáticos han conseguido alimentar los instintos del altruismo en la naturaleza humana. Y,sin embargo, lo llevaron a un estado en el que China y la India fueron devastadas por hambrunas monstruosas. Eso es lo peculiar de la civilización asiática, que el temperamento está ahí, y que este temperamento es interiormente perfectamente sincero, pero que no existe ningún don para realizar este temperamento en la vida exterior. Eso es precisamente lo peculiar de esta civilización asiática, que contiene un instinto tremendamente fuerte de altruismo en la naturaleza interna de los hombres, pero sin posibilidad por el momento de realizarlo externamente. Por el contrario, si se dejara a Asia sola, este mismo hecho que tiene esta capacidad de abonar la base interior del altruismo, sin ningún don para realizarlo exteriormente, convertiría a Asia en un espantoso desierto de civilización.

Podemos decir pues, que de estas tres cosas: el impulso de la COSMOGONÍA, el impulso de la LIBERTAD, el impulso del ALTRUISMO, Asia posee más especialmente el temperamento interior para la tercera. Sin embargo, Asia no posee más que un tercio de lo que es necesario para llevar nuestra civilización a la cima: el temperamento interior para el altruismo.
¿Qué tiene Europa? Bueno, Europa tiene la máxima necesidad de resolver la cuestión social; pero no tiene el temperamento para la cuestión social. Para resolver la cuestión social, necesitaría tener el temperamento asiático. Las necesidades sociales de Europa son tales que proporcionan todas las condiciones requeridas para la solución de la cuestión social; pero los europeos necesitarían primero impregnarse por completo de la forma de pensar que es natural para el asiático, sólo que el asiático no tiene el don de percibir realmente las necesidades sociales tal como existen externamente. A menudo de hecho, incluso las consiente. En Europa existen todos los incentivos externos para hacer algo sobre la cuestión social, pero falta el temperamento. Por otra parte, en Europa existe en el grado más fuerte, el talento, la capacidad que proporcionaría el suelo para la Libertad, -para el impulso de la libertad. El punto fuerte de los talentos europeos, específicamente de los talentos europeos, radica en desarrollar en el más alto grado el sentimiento interior, el sentimiento interior por la libertad. Se podría decir que el don para llegar a una idea real de Libertad es específicamente europeo, pero entre estos europeos no hay personas que actúen libremente, que puedan hacer realidad la libertad. De la Libertad como idea, los europeos pueden formarse el concepto más elevado. Pero al igual que el asiático podría ponerse a hacer algo, si poseyera el claro pensamiento de los europeos sin sus otros defectos, si pudiera obtener la clara idea europea de la Libertad, el europeo puede desarrollar la más bella concepción de la Libertad, pero no hay posibilidad políticamente, de realizar esta idea de libertad a través de la actividad directa de los pueblos europeos, porque de los tres elementos esenciales de la civilización, -el impulso del altruismo, el impulso de la libertad y el impulso de la cosmogonía-, el europeo sólo posee un tercio, el impulso de la libertad. Los otros dos no los tiene.
Por lo tanto, el europeo también tiene sólo un tercio de lo que es necesario para hacer surgir realmente una nueva era. Es muy importante que la gente reconozca por fin que estas cosas son los secretos de nuestra civilización. En Europa al menos podemos decir, que tenemos todas las condiciones de pensar y sentir necesarias para saber lo que es la libertad, pero, sin algo más, no hay posibilidad de hacer realidad esta libertad. Puedo asegurar por ejemplo, que en Alemania se escribieron las cosas más bellas sobre la libertad por parte de varios individuos, en la época en que toda Alemania gemía bajo la tiranía de Ludendorff y compañía. Se escribieron cosas muy hermosas sobre la libertad en aquella época. Aquí, en Europa, existe sin duda un talento para concebir el impulso de la libertad. Eso es un tercio, hasta ahora, hacia el surgimiento real de nuestra civilización, - un tercio, no la totalidad.

Dejando a Europa y yendo hacia el oeste -y en este sentido incluyo a Gran Bretaña y América juntas-, pasando entonces al mundo angloamericano, encontramos allí de nuevo un tercio de los impulsos, sólo uno de los tres impulsos necesarios para la elevación de nuestra civilización, y este impulso es hacia una cosmogonía. Cualquiera que conozca la vida espiritual del mundo angloamericano sabe que, por muy formalista que sea la vida espiritual angloamericana en primera instancia, por muy materialista que sea en primera instancia, y aunque, de hecho, incluso intente obtener lo espiritual de forma materialista, contiene en sí los ingredientes de una cosmogonía. Aunque esta cosmogonía se busque hoy en día por caminos totalmente erróneos, está en la naturaleza angloamericana el buscarla. De nuevo, una tercera, la búsqueda de una cosmogonía. Pero ahí no existe la posibilidad de relacionar esta cosmogonía con el hombre libre y altruista. Existe el talento para tratar esta cosmogonía como un apéndice ornamental, para elaborarla y darle forma; pero ningún talento para incorporar en esta cosmogonía al ser humano como miembro de la misma. Incluso el movimiento espiritista, en sus inicios a mediados del siglo XIX, del que aún conserva algunas huellas, tenía algo, se podría decir, de cosmogonía, aunque se adentraba en el desierto. Lo que pretendían era llegar a las fuerzas que están detrás de las fuerzas de los sentidos; sólo que para encontrarlas utilizaron un camino materialista, un método materialista. Pero no se esforzaban por llegar, por estos medios, a una ciencia del tipo formalista que se da, por ejemplo, entre los europeos; ellos intentaban conocer las verdaderas fuerzas suprasensibles reales. Sólo que, como he dicho, tomaron un camino equivocado, lo que todavía se conoce como el camino "americano". Así que aquí, de nuevo, tenemos un tercio de lo que tendrá que haber antes de que nuestra civilización pueda realmente resurgir de nuevo.
Hoy mis queridos amigos, no se puede llegar a los secretos de nuestra civilización, a menos que se pueda distinguir cómo se distribuyen estos tres impulsos necesarios para su surgimiento entre las diferentes partes de la superficie terrestre; a menos que se sepa que la tendencia hacia la Cosmogonía es una dotación del mundo angloamericano, que la tendencia hacia la Libertad se encuentra en el mundo europeo, mientras que la tendencia hacia el Altruismo y hacia ese temperamento que, debidamente realizado, conduce al socialismo es, estrictamente hablando, peculiar de la cultura asiática. América, Europa, Asia, cada una de ellas tiene un tercio de lo que debe alcanzarse para cualquier regeneración verdadera, para cualquier reconstrucción real de nuestra civilización.
Estas son las ideas fundamentales que deben inspirar hoy el pensar y el sentir de todo aquel que quiera trabajar con seriedad y sinceridad en la reconstrucción de nuestra civilización. Hoy no puede uno encerrarse en el estudio y reflexionar sobre cuál es el mejor programa para los tiempos venideros. Hoy hay que salir al mundo y buscar los impulsos que ya existen en él. Como ya he dicho, si se observa nuestra civilización y todo lo que la empuja a su derrumbe, no puede evitar la impresión de que es imposible salvarla. Y no puede ser salvada a menos que la gente llegue a ver que una cosa se encuentra en un pueblo, y la segunda en otro, la tercera en un tercero, -a menos que la gente de toda la tierra se reúna y se ponga a trabajar en grandes líneas para dar reconocimiento práctico a lo que ninguno de ellos, por sí solo, puede lograr, en el sentido absoluto, pero que debe ser logrado por aquel pueblo o nación que está señalado, por así decirlo, por el destino para ese trabajo en particular. Aunque el americano de hoy, además de una cosmogonía, quisiera también desarrollar la libertad y el socialismo, no podría hacerlo. Aunque hoy el europeo, además de fundar el impulso de la libertad, quisiera aportar cosmogonía y altruismo, no podría hacerlo. El asiático no puede realizar nada más que su altruismo largamente arraigado. Si este altruismo fuese asumido por los demás grupos de pueblos de la tierra y se saturasen con aquello para lo que cada cual tiene un talento especial, entonces, y sólo entonces, avanzaremos realmente.

Tenemos que admitir de una vez por todas que nuestra civilización se ha debilitado y debe volver a encontrar su fuerza. He expresado esto de una manera bastante abstracta, y para hacerlo más concreto lo diré de la siguiente manera: - Las antiguas civilizaciones precristianas de Oriente produjeron, como ustedes saben, grandes ciudades. En ellas existían grandes ciudades. Podemos mirar hacia atrás en una amplia gama de civilizaciones en Oriente, que todas produjeron grandes ciudades. Pero las grandes ciudades que produjeron tenían también un cierto carácter. Todas las civilizaciones de Oriente tenían esta especialidad para crear, junto con la vida de las grandes ciudades, la concepción de que, después de todo, la vida del hombre es un vacío, una nada, a menos que penetre más allá de lo meramente físico en lo suprafísico. Fue por eso que grandes ciudades como Babilonia, Nínive y las demás, pudieron desarrollar un verdadero crecimiento, porque los hombres no se vieron forzados debido a ellas, a considerar como si fuera la verdadera realidad lo que las propias ciudades producían, sino más bien lo que está detrás de todo ello. Fue en Roma donde los hombres llegaron a hacer de la civilización de las ciudades un indicador de lo que había que considerar como real. Las ciudades griegas son inconcebibles sin el país que las rodea. Si la historia, tal como la tenemos, no fuera una ficción tan convencional, -una "fábula convenida"-, y sólo reviviera los tiempos pasados en su aspecto temporal, nos mostraría las ciudades griegas enraizadas en el país. Pero Roma ya no tenía sus raíces en el país. En efecto, toda la historia de Roma consiste en la conversión de un mundo imaginario en un mundo real, la conversión de un mundo irreal en uno real. Fue en Roma donde se inventó por primera vez el ciudadano, ese espantoso remedo de figura junto al ser vivo, el hombre. Porque el hombre es un ser humano; y si además es un ciudadano, eso es una ficción. Su condición de ciudadano es algo que se inscribe en el registro de la iglesia, o en el registro de la ciudad, o en algún otro lugar del estilo. Que además de ser un ser humano, dotado de facultades particulares, sea también propietario de bienes tasados, debidamente inscritos en el registro de la propiedad, es una ficción junto a la realidad. Es un pensamiento totalmente romano. Pero Roma consiguió mucho más que eso. Roma logró tomar todo lo que resulta de la separación de la ciudad del país, -el país real, verdadero,- y darle una realidad ficticia. Roma, por ejemplo, tomó los antiguos conceptos religiosos e introdujo en ellos los conceptos jurídicos romanos. Si volvemos a los antiguos conceptos religiosos con una mente abierta, no encontramos los conceptos jurídicos romanos contenidos en los antiguos conceptos religiosos. La jurisprudencia romana simplemente invadió la ética religiosa. En toda la ética religiosa, gracias a lo que Roma hizo de ella, hay en el fondo, una noción del mundo suprasensible como si se tratara de un lugar con jueces sentados, que juzgan las acciones humanas, tal como lo hacen en los estrados de nuestros tribunales, que están modelados según el modelo romano.
Sí, es tan persistente la influencia de estos conceptos legales romanos, que cuando se habla de Karma, realmente se descubre que la mayoría de las personas que aceptan la doctrina del Karma la imaginan funcionando, como si la Justicia estuviera sentada allá en el más allá, repartiendo recompensas y castigos de acuerdo con nuestras nociones terrenales, una recompensa por una buena acción, y un castigo por una mala, -exactamente según el concepto romano de la ley. Todos los santos y los seres sobrenaturales existen según la moda de estos conceptos jurídicos romanos que se han colado en el mundo sobrenatural.

¿Quién comprende hoy en día, por ejemplo, la gran idea del "Destino" griego? Los conceptos de la jurisprudencia romana no nos ayudan mucho hoy en día a comprender el "Edipo". De hecho, los hombres parecen haber perdido por completo la capacidad de comprender la grandeza trágica, debido a la influencia de los conceptos jurídicos romanos. Y estos conceptos jurídicos romanos se han colado en nuestra civilización moderna; viven en cada parte de ella; se han convertido en su propia esencia en una realidad ficticia, algo imaginario, -no algo que uno imagina, sino algo que es imaginario. Es absolutamente necesario que veamos claramente que, en toda nuestra manera de concebir las cosas, hemos perdido el contacto con la realidad, y que lo que necesitamos es impregnar de nuevo nuestras concepciones con la realidad. Por causa de que los conceptos de los hombres son, en el fondo huecos, es por lo que nuestra civilización sigue siendo inconsciente de la necesidad de la cooperación común de los hombres en toda la tierra. Nunca estamos realmente dispuestos a ir a la raíz de lo que ocurre bajo nuestros ojos; siempre estamos más o menos ansiosos por mantenernos en la superficialidad de las cosas. Sólo para darles otro ejemplo de esto. Ustedes saben cómo en los diversos parlamentos del mundo en tiempos pasados -digamos, la primera mitad del siglo XVI, o un poco más tarde-, las tendencias de los partidos tomaron forma en dos direcciones definidas, una conservadora y otra liberal, que durante mucho tiempo gozaron de considerable respeto. Los otros partidos que han surgido desde entonces fueron adhesiones posteriores a estos dos principales originales. Había un partido de tendencia conservadora y otro de tendencia liberal. Pero, mis queridos amigos, es muy necesario que hoy en día uno vaya más allá de las palabras y llegue a la realidad que hay detrás, y hay muchos asuntos sobre los que uno debe preguntarse, no lo que la gente, que defiende una cosa determinada, dice sobre ella, sino lo que está pasando subconscientemente dentro de la propia gente. Si se hace esto, se descubrirá que las personas que se adhieren a uno u otro de los partidos de tono conservador son personas que de alguna manera están relacionadas principalmente con los intereses agrarios, con el cuidado de la tierra y el cultivo del suelo; es decir, con el elemento primordial de la civilización humana. De un modo u otro, esto será la facilidad. Por supuesto, en la superficie, pueden entrar todo tipo de otras circunstancias también. No digo que todos los conservadores estén necesariamente relacionados directamente con la agricultura. Por supuesto que hay aquí, como en todas partes, una franja de personas que se adhieren a los lemas de una causa. La característica principal que hay que tener en cuenta es que la parte de la población que tiene interés en preservar ciertas formas de estructura social y en evitar que las cosas avancen demasiado rápido, es agraria.

Por otro lado, el elemento más industrial, procedente de la mano de obra desvinculada de la tierra, es liberal, progresista. De modo que estas tendencias bipartidistas tienen su origen en algo más profundo; y uno debe, en todos los casos, tratar de sacar estas cosas de las meras frases en las que han caído, para llegar, a través de las palabras, a lo que realmente hay detrás de ellas.

Pero, en última instancia, todo cuenta la misma historia: que la forma de civilización en la que hemos estado viviendo es una cuya fuerza reside en las palabras. Debemos avanzar hacia una civilización construida sobre cosas reales, hacia una civilización de cosas reales. Debemos dejar de imponernos con frases, con programas, con ideales verbales, y debemos llegar a la clara percepción de las realidades. Sobre todo, debemos llegar a una clara percepción de las realidades de un tipo que es más profundo que las formas de civilización en la ciudad o el campo, agrícola o industrial. Y mucho más profundos que éstos son los impulsos que hoy en día actúan en los diversos miembros del cuerpo humano distribuidos por el globo, -de los cuales el americano se dirige hacia la Cosmogonía, el europeo hacia la Libertad, y el asiático hacia el Socialismo.
En la actualidad, esto se manifiesta, se ha manifestado y se manifiesta, de manera curiosa. La civilización angloamericana está conquistando el mundo, pero, al conquistar el mundo, necesitará absorber lo que las partes conquistadas del mundo tienen para dar; el impulso a la Libertad y el impulso al Altruismo; porque en sí misma sólo dispone del impulso a la Cosmogonía. De hecho, la civilización angloamericana debe su éxito a un impulso cosmogónico. Se lo debe a la circunstancia de que la gente es capaz de pensar en el mundo. Hemos hablado a menudo de esto durante la guerra, y de cómo los éxitos de ese bando procedían de impulsos suprasensibles de un tipo particular, que los otros se negaban a reconocer. El elemento cosmogónico no puede ni debe quedar así aislado; debe ser impregnado del ámbito de la libertad.

Sí, mis queridos amigos, pero entonces, para ver el pleno significado de esto, es, no necesito decirlo, necesario alejarse de las frases y penetrar en las realidades. Porque cualquiera que esté atado a las frases pensará naturalmente: "Bueno, pero ¿Quién se ha destacado últimamente como representante de la libertad, sino el mundo angloamericano? - Por supuesto, en palabras, sí, hasta cierto punto, pero lo que importa de una cosa no es cómo se representa en palabras, sino lo que es en realidad. Hemos tenido una y otra vez, como ustedes saben, ocasión de referirnos al lenguaje del "wilsonismo". La fraseología del tipo Wilson ha ido ganando terreno en los países occidentales desde hace mucho tiempo. En octubre de 1918, incluso durante un tiempo se apoderó de Europa Central. Y una y otra vez aquí, -recuerdo que siempre hubo una pequeña conmoción aquí cuando, una y otra vez, a medida que pasaban los años, uno tenía que señalar la inutilidad de todo lo que representaba el nombre de Woodrow Wilson, lo completamente hueco y abstracto que era todo lo que representaba el nombre de Woodrow Wilson. Pero ahora, como ven, la gente, incluso en Estados Unidos, está empezando a ver a través del wilsonismo, y lo hueco y abstracto que es todo. Aquí no había ningún sentimiento nacional de hostilidad hacia Wilson, no había ningún antagonismo procedente de Europa. Se trataba de un antagonismo procedente de toda la concepción de nuestra civilización y de sus fuerzas. Se trataba de mostrar el wilsonismo como lo que es: el tipo de todo lo que es abstracto, todo lo que es más irreal en el pensamiento humano. Es el tipo de pensamiento wilsoniano el que ha tenido resultados tan unilaterales, porque ha absorbido el impulso americano sin poseer realmente el impulso de la libertad, (pues hablar de la libertad no es en absoluto una prueba de que el impulso de la libertad en sí esté realmente presente), y porque no tenía el impulso del altruismo realmente práctico.

La vida de Europa Central, con todo lo que era, yace en el polvo. Lo que vivió en Europa Central está, en gran medida, hundido en un temible sueño. En el momento actual, el alemán se ve obligado a pensar en la libertad, no como hablaban de ella con todo tipo de frases bonitas en la época en que gemían bajo el yugo de Ludendorff, cuando la coacción engendraba por sí misma una comprensión de la idea de libertad. Ahora piensan en ella, pero con las facultades del alma y del cuerpo lisiadas, en total incapacidad de reunir la energía para un pensamiento realmente intenso. En Alemania tenemos todo tipo de intentos de formas democráticas, pero no hay democracia. Tenemos una república, pero no hay republicanos. Y esto es en todos los sentidos un síntoma que se ha manifestado especialmente en Europa Central, pero que es característico del mundo europeo en general.

¿Y Europa del Este? - Durante años y años, el proletariado de todo el mundo se ha jactado de todo lo que iba a hacer el marxismo. Lenin y Trotsky estaban en condiciones de poner en práctica el marxismo; y éste se está convirtiendo en el saqueo al por mayor de la civilización, que es idéntico a la ruina de la civilización. Y estas cosas no han hecho más que empezar. Sin embargo, a pesar de todo ello, existe en Europa la capacidad de fundar la libertad, idealmente, espiritual. Sólo que Europa debe complementar esto en un sentido práctico real, mediante la cooperación de los demás pueblos de la tierra.
En Asia, podemos ver que el antiguo espíritu asiático se ha vuelto a encender en los últimos años. Aquellas personas que son líderes espirituales en Asia tomemos, por ejemplo, al que ya he aludido, Rabindranath Tagore, los espíritus líderes de Asia muestran, por su propia forma de hablar, que el espíritu altruista no está muerto. Pero hay menos posibilidades ahora que en los tiempos antiguos, de lograr una civilización mediante este único tercio de los impulsos que hacen a una civilización.
Por eso se habla hoy tanto de cosas que son propias de la civilización que muere, pero de las que se habla como si representaran algo que pudiera ser efectivo como ideal. Durante años se ha proclamado que "cada nación debe tener la posibilidad de..." bueno, no sé muy bien de qué, de vivir su propia vida a su manera, o algo por el estilo. Ahora, yo les pregunto: Para el hombre de hoy, si es franco y honesto al respecto, ¿Qué es una "nación"? - Prácticamente sólo una forma de palabras, ciertamente nada real. Si se habla del Espíritu de una Nación, en el sentido en que hablamos de él en la Antroposofía, entonces se puede hablar de una Nación, pues entonces hay una realidad en el fondo; pero no cuando sólo significa una abstracción. Y es una abstracción lo que la gente tiene en mente hoy cuando habla de la "libertad" de las nacionalidades, etc. Porque ciertamente no creen en la realidad de ningún tipo de Ser nacional. Y aquí radica la profunda falsedad interior a la que los hombres de hoy rinden homenaje. No creen en la realidad del Ser nacional, y sin embargo hablan de la "Libertad de la Nación", como si para el hombre materialista de nuestros días, la "nación" significara algo. ¿Qué es la nación alemana? Sólo noventa millones de personas, que se pueden sumar y resumir, A + A + A. Eso no es un Ser Nacional -una entidad autónoma- para que los hombres crean en él. Y lo mismo ocurre con las demás naciones. Sin embargo, la gente habla de estas cosas y cree que está hablando de realidades, y al mismo tiempo se está mintiendo a sí misma en el fondo de su alma.

Pero se trata de realidades cuando decimos: El Ser angloamericano, -un esfuerzo hacia la cosmogonía; el Ser europeo -un esfuerzo hacia la libertad; el Ser asiático -un esfuerzo hacia el altruismo. Cuando tratamos de comprender estas tres fuerzas divididas en una conciencia que abarca el universo como un todo, -cuando, desde esta conciencia del todo universal, nos decimos a nosotros mismos: "La vieja civilización está estallando a través de sus particiones, está condenada", tratar de salvarla -sería trabajar en contra de la propia edad, no con ella. Necesitamos una nueva civilización sobre las ruinas de la antigua. Las ruinas de la vieja civilización se harán cada vez más pequeñas; y sólo el hombre que entiende los tiempos actuales tiene voluntad y valor para una que sea realmente nueva. Pero lo nuevo no debe basarse en un sentido de país, como entre los griegos y los romanos, ni en un sentido de la Tierra, como entre los hombres de los tiempos modernos. Debe proceder de un sentido del Universo, de la conciencia del mundo del hombre futuro, de esa conciencia del mundo que vuelve a apartar sus ojos de la tierra de aquí y mira hacia el Cosmos. Sólo que debemos llegar a una visión de este Cosmos que nos lleve en la práctica más allá de las Escuelas de Copérnico y Galileo.

Mis queridos amigos, los europeos han sabido expresar el entorno terrestre en términos de matemáticas; pero no han sabido extraer del entorno terrestre una verdadera ciencia. Para la época en que vivió, Giordano Bruno fue una figura notable, una gran personalidad; pero hoy en día tenemos que darnos cuenta de que donde él sólo podía percibir un orden matemático, allí reina un orden espiritual, reina la realidad. El americano no cree realmente en este mundo puramente matemático, en el cosmos puramente matemático. Su civilización particular le lleva a alcanzar un conocimiento de las fuerzas suprasensibles del más allá, aunque esté, todavía, en el camino equivocado. En Europa, no había ningún tipo de conocimiento que no persiguieran; y sin embargo, cuando Goethe, a su manera, planteó realmente la pregunta: "¿Qué es el conocimiento científico?", no se pudo llegar más lejos; porque Europa no tenía el poder de tomar lo que se puede aprender del estudio, digamos, del Hombre, y ampliarlo a una cosmogonía, una ciencia del universo. Goethe descubrió la metamorfosis, la metamorfosis de las plantas, la metamorfosis de los animales, la metamorfosis del hombre. La cabeza, en cuanto a su sistema de huesos, es una columna vertebral y una médula espinal, transformadas. Hasta aquí, todo bien; pero es necesario seguirlo y desarrollarlo, hasta comprender que esta cabeza es el hombre transformado de la encarnación anterior, y que el tronco y las extremidades son el hombre en la etapa inicial de la encarnación venidera. La verdadera ciencia debe ser cósmica, de lo contrario no es ciencia. Debe ser cósmica, debe ser una cosmogonía, de lo contrario esta ciencia no es algo que pueda. dar impulsos humanos internos que lleven al hombre a través de la vida. El hombre de los tiempos modernos no puede vivir instintivamente; debe vivir conscientemente. Necesita una cosmogonía; y necesita una libertad que sea real. Necesita algo más que un discurso vago sobre la libertad; necesita algo más que la mera verborrea de la libertad; necesita que la libertad crezca realmente en su vida inmediata y en su entorno. Esto sólo es posible por los caminos que conducen al individualismo ético.
Hay un incidente característico en relación con esto. En la época en que apareció mi Filosofía de la Libertad, Edouard von Hartmann fue uno de los primeros en recibir un ejemplar del libro, y me escribió: "El libro no debería llamarse Filosofía de la Libertad", sino "Estudio de los fenómenos relacionados con la teoría de la cognición y el individualismo ético". Bien, para un título eso habría sido bastante prolijo; pero no habría estado mal llamarlo "Individualismo Ético", pues el individualismo ético no es otra cosa que la realización personal de la libertad. Los mejores fueron totalmente incapaces de percibir cómo los impulsos reales de la época reclamaban lo que se discute en ese libro, La Filosofía de la Libertad.

Volviendo a Asia, en efecto, mis queridos amigos, Asia y Europa deben aprender a entenderse. Los asiáticos miran a América y ven que lo que tienen allí no es más que la maquinaria de la vida exterior, del Estado, de la Política, etc. El asiático no tiene gusto por toda esta maquinaria; su comprensión es toda para las cosas que surgen de los impulsos más íntimos del alma humana. Es cierto que los europeos se han adentrado en este mismo espíritu asiático, en la vida espiritual de Asia; pero hay que confesar que, hasta ahora, no han dado pruebas de una gran comprensión del mismo. Tampoco han estado en perfecto acuerdo, y el tipo de desacuerdo que surgió mostró claramente que tenían muy poca comprensión de cómo introducir en la cultura europea lo que son los verdaderos impulsos actuantes de la cultura asiática. Basta pensar en Mme. Blavatsky; ella quería introducir en la civilización de Europa todo tipo de cosas de la civilización de la India, de Thibet. Mucho de lo que ella trató de introducir era muy dudoso. Max Müller intentó otra manera de traer la civilización asiática a Europa. Uno encuentra mucho en Blavatsky que no está en Max Müller; y hay mucho en Max Müller que no está en Blavatsky. Pero de la crítica que Max Müller le hizo a Blavatsky se desprende la poca perspicacia que había en el tema. En opinión de Max Müller, lo que Blavatsky había traído a Inglaterra no era la verdadera sustancia del espíritu indio, sino una imitación espuria, y expresó su opinión en un símil, diciendo Que si la gente se encontrara con un cerdo que gruñera, no se asombraría; pero si se encontrara con un cerdo que hablara como un hombre, entonces se asombraría. Pues bien, por la forma en que Max Müller utilizó el símil, sólo puede haber querido decir que él, con su cultura asiática, era el cerdo que gruñía, ¡y que Blavatsky era como si un cerdo empezara a hablar como un hombre! A mí me parece ciertamente que no hay nada notablemente interesante en un cerdo que gruñe; pero uno empezaría a sentirse bastante interesado si un cerdo empezara de repente a correr y a hablar como un hombre Aquí el símil muestra por sí mismo que la analogía que encontraron era muy fina y reside principalmente en las palabras. Pero la gente no se da cuenta de eso hoy en día; y si uno se atreve a señalar el lado absurdo del asunto, entonces la gente piensa que no se debe tratar a las "autoridades reconocidas" como Max Müller de esa manera, ¡no es en absoluto apropiado!

Así es, queridos amigos, ha llegado el momento de hablar con honestidad y franqueza. Y si uno quiere ser honesto y directo, debe hablar claramente sobre los hechos ocultos de nuestra civilización en la actualidad, hechos como estos: Que el mundo angloamericano tiene el don de la cosmogonía, que Europa tiene el don de la libertad, Asia el don del altruismo, de la religión, del orden socioeconómico.

Estos tres temperamentos deben fusionarse para una humanidad completa. Debemos convertirnos en hombres de todos los mundos, y actuar desde ese punto de vista, como habitantes del universo. Entonces, y sólo entonces, podrá producirse lo que la época realmente exige.

Mañana hablaremos más de esto.
Traducido por J.Luelmo.nov.2022









GA191 Dornach, 11 de octubre de 1919 - La idiosincrasia de los pueblos. El intelectualismo de los europeos impide el desarrollo de los impulsos religiosos y económicos

 


 RUDOLF STEINER

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El Movimiento por la triple estructuración del organismo social

Conferencia 5
Dornach, 11 de octubre de 1919

Se ha hecho tan tarde que haré esta conferencia corta y dejaré para mañana lo esencial de lo que tengo que decir en estas tres conferencias. Mañana las euritmias se adelantan, por lo que será posible hacer una conferencia más larga.

Ayer señalé que para dominar las condiciones de nuestra actual civilización en decadencia, es necesario diferenciar, es decir, diferenciar entre los diversos grupos de pueblos agrupados sobre la faz de la tierra, de modo que la atención se dirija realmente a lo que vive y actúa en cada uno de los grupos separados, en particular entre los pueblos angloamericanos, entre los pueblos de lo que es propiamente Europa y entre los pueblos de Oriente. Y hemos visto que la aptitud para fundar una cosmogonía adecuada a la nueva era se encuentra preeminentemente entre los pueblos angloamericanos, la facultad para desarrollar la idea de libertad, entre los pueblos de Europa, mientras que la de desarrollar el impulso del altruismo, el impulso religioso con todo lo que conlleva de fraternidad humana, se encuentra entre los pueblos de Oriente. No hay otra manera de fundar una nueva civilización que haciendo posible que el hombre, en todo el mundo, trabaje en cooperación real. Pero, mis queridos amigos, para que esto sea posible, para que esta cooperación real sea posible, son necesarias varias cosas. Es necesario reconocer, desapasionadamente y como una cuestión de hecho, cuánto le falta a nuestra civilización actual, y cuán fuertes son las fuerzas de la decadencia en esta civilización actual. Cuando uno considera las fuerzas presentes en nuestra civilización, no puede decir: "Es totalmente mala"; esa no es la manera de verla; en primer lugar, sería un punto de vista antihistórico; en segundo lugar, no podría conducir a nada positivo. Los impulsos que residen en nuestra civilización estuvieron, en alguna época, y en algún lugar, justificados. Pero todo lo que en el curso histórico de la evolución de la humanidad lleva a la ruina, lo hace por la misma razón de que algo que tiene un valor legítimo en una época y en un lugar, ha pasado a otra época y a otro lugar, y porque los hombres, por diversos motivos ahrimánicos y luciféricos, se aferran a todo aquello a lo que se han acostumbrado, y no están dispuestos a unirse a ese movimiento real de avance que requiere todo el orden cósmico.

Nuestra época se enorgullece de ser una época científica. Y, en el fondo, es de ahí, de su carácter científico, de donde proceden los grandes errores y perversiones sociales de la época. Por eso es tan imperativo que la luz ilumine toda nuestra vida de pensamiento y de acción, en la medida en que las actividades de los tiempos modernos dependen enteramente del sistema moderno de pensamiento. Ayer notamos, en el examen general al que fuimos conducidos, cómo la civilización colectiva de la tierra estaba constituida por una civilización científica, una civilización política que tiende a la libertad, y por una civilización económica altruista que se deriva realmente del elemento religioso altruista.
Como dije ayer, la gente de hoy en día, cuando considera las fuerzas que actúan realmente en nuestra estructura social, se queda en la superficie de las cosas; no está dispuesta a profundizar. Las conferencias en nuestras aulas enseñan lo que pretende pasar por sabiduría económica, extraída de los métodos de las ciencias naturales de hoy en día; pero lo que vive en los hombres, y lo que mueve las mentes y el ser de los hombres, eso se considera como una especie de alimento poco apetecible. No se presta atención a lo que realmente son sus verdaderas características.

Veamos primero la civilización de Europa. ¿Cuál es el rasgo principal de esta civilización europea? Si uno sigue este rasgo de la civilización europea, se encuentra con que hay que remontarse muy atrás para entenderlo. Hay que formarse una idea clara de cómo, a partir de los antiguos impulsos primigenios de la población celta original, que todavía se encuentra realmente en la base de nuestra vida y esencia europea, creció gradualmente, por la amalgama con los diversos estratos de pueblos posteriores, nuestra actual población europea, con todas sus tendencias religiosas, políticas, económicas y científicas. En Europa, a diferencia de América en el Oeste y de Asia en el Este, en Europa siempre predominó una determinada corriente intelectual. El romanismo, -todo lo que indiqué ayer como elemento específicamente romano,- nunca habría podido imponerse así, a menos que el intelectualismo hubiera sido una característica radical de la civilización europea. Ahora bien, hay dos cosas peculiares del intelectualismo. En primer lugar, nunca puede despertar a sí mismo para hacer un barrido limpio de los impulsos religiosos dentro de él. Los impulsos religiosos adquieren siempre un carácter abstracto bajo la influencia del intelectualismo. El intelectualismo tampoco puede encontrar nunca la energía necesaria para enfrentarse a las cuestiones de la economía práctica. Los experimentos que se están llevando a cabo en Rusia (*) demostrarán en adelante lo incapaz que es el intelectualismo europeo de introducir el orden en el mundo de la economía, de la industria. Lo que el leninismo está configurando no es más que un intelectualismo puro y duro. Todo está razonado; un orden social construido sólo con el pensamiento. Y están intentando el experimento de apuntalar este sistema comunal hilado por el cerebro sobre las condiciones reales que prevalecen entre los hombres. El tiempo demostrará, y muy terriblemente, lo imposible que es apuntalar una pieza de razonamiento intelectual sobre un edificio social humano.

Pero esto es lo que la gente de hoy se niega a reconocer en toda su fuerza. Es indudable que entre la población de Europa existe este rasgo alarmante, esta somnolencia, esta incapacidad de lanzar al hombre entero a la corriente tan necesaria para impregnar la vida social de Europa. Pero lo que hay que reconocer, por encima de todo, es la fuente de la que se alimenta nuestra civilización europea, de donde se deriva, en el fondo, esta civilización europea. Por sí misma, por su propia naturaleza, la civilización europea sólo ha producido una forma de cultura que es intelectual, una cultura del pensamiento. El prosaísmo y la aridez del pensamiento dominan nuestra ciencia y nuestras instituciones sociales.
Durante muchos, muchos años, hemos sufrido este intelectualismo en los parlamentos de Europa. Si la gente pudiera sentir cómo los parlamentos de Europa han sido impregnados por la actitud intelectualista, utilitaria, por este elemento que nunca puede elevarse por encima del suelo, que carece de energía para cualquier impulso religioso, que carece de energía para cualquier tipo de impulso económico. En cuanto a nuestra vida religiosa, piensen en cómo hemos llegado a ella. Toda la historia de la introducción y propagación de esta vida religiosa en Europa demuestra que Europa, dentro de sí misma, no tenía impulsos religiosos. Piensen en lo plano y aburrido que era el mundo, lo interminablemente plano y aburrido, prosaico hasta el exceso en la época de la expansión del Imperio Romano. Sin embargo, eso era sólo el principio. Imagínense en qué se habría convertido Europa si la civilización romana, en toda su plana prosaica, hubiera continuado sin el impulso que vino del Oriente asiático, y que era religioso, cristiano, lo que habría sido sin el impulso cristiano, que surgió del regazo de Oriente, que sólo podía surgir del regazo de Oriente, nunca del de Europa. El impulso religioso fue tomado como una ola de cultura, de civilización, de Oriente. Lo primero y lo único que hizo Europa fue atiborrar este impulso religioso, que vino de Oriente, con los conceptos del derecho romano, enhebrar este impulso oriental con formas jurídicas calvas, abstractas, intelectualistas.

Pero este impulso religioso de Oriente era, en el fondo, ajeno a la vida de Europa, y siguió siéndolo. Nunca se amalgamó completamente con el ser de Europa. Y el protestantismo actuó de una manera muy notable como lo que podría llamar un tubo de ensayo, en el que se separaron. Es como ver dos sustancias separándose una de otra en un tubo de ensayo, ver cómo la civilización europea reaccionó con respecto a su elemento religioso. En los siglos VII, VIII, IX y X se hizo una especie de experimento para combinar el sentimiento religioso con el pensamiento científico y económico en una sustancia homogénea; y entonces, en realidad, al igual que dos sustancias reaccionan en una probeta y se separan, estas dos se separaron, el frío pensamiento intelectualista y el impulso religioso se separaron y depositaron el protestantismo, el luteranismo. La ciencia por un lado, una verdad; por el otro lado la verdad rival, la Fe. Y las dos no se mezclarán más. Si alguien trata de saturar la sustancia de la Fe con la sustancia del Pensamiento, o de calentar la sustancia del Pensamiento con la sustancia de la Fe, el experimento se considera un auténtico sacrilegio. Y luego, como clímax de todo lo que era frío y lúgubre, llegó la escuela de Konigsberg-Kant con su Crítica de la Razón Pura junto a su Crítica de la Razón Aplicada -la Ética junto a la Ciencia-, abriendo el más terrible abismo entre lo que en la naturaleza del hombre debe ser sentido y vivido como un todo único. Éstas son las condiciones en las que todavía existe la civilización europea. Y estas son las condiciones en las que la civilización europea se acercará cada vez más a su caída. Europa adoptó el impulso religioso como un elemento ajeno al Oriente, y nunca se ha combinado orgánicamente con el resto de su vida espiritual y física. Esto en cuanto a la vida espiritual de Europa.

Verán, mis queridos amigos, el progreso de la civilización moderna ya ha tenido sus alabanzas cantadas por mucho tiempo. Han seguido cantando sus alabanzas hasta que millones de seres humanos en este mundo civilizado han muerto, y tres veces más han sido mutilados de por vida. Se ha bendecido con frases untuosas desde los púlpitos de las iglesias, hasta que se ha derramado una cantidad incalculable de sangre. Cada escritorio de los conferenciantes ha hecho sonar las alabanzas de este progreso, hasta que este progreso ha terminado en su propia aniquilación. No puede haber cura antes de que miremos estas cosas directamente a la cara. Y hoy en día, gente del tipo de Lenin y otros vienen y se machacan los sesos sobre los sistemas socialistas y los sistemas económicos, y se imaginan que con estos conceptos que han demostrado ser inadecuados desde hace mucho tiempo para dirigir la civilización europea, pueden ahora, sin ningún concepto nuevo, sin ninguna revolución de pensamiento, efectuar una reforma en nuestro sistema económico, en nuestro sistema social.
Creo que ya hablé aquí, una vez, de los hermosos conceptos a los que llegan nuestros doctos profesores cuando tratan estos temas. Pero es tan bello que debo volver sobre ello una vez más. Hay un conocido economista político llamado Brentano, Lujo Brentano. No hace mucho apareció un artículo suyo titulado: "El director de empresa (Der Unternehmer)". En él Brentano trata de construir el concepto de Director de Empresa el Director Capitalista. Enumera las diversas marcas distintivas del director capitalista. La tercera de estas marcas distintivas, según Lujo Brentano, es ésta: Que gasta los medios de producción en su empresa privada, por su cuenta y riesgo, al servicio de la humanidad. ¡Marca del director capitalista! Luego ese excelente Brentano pasa a examinar la función del Obrero, del Trabajador ordinario, en la vida social; y ahora, vean lo que dice: Que la fuerza de trabajo, la fuerza de trabajo física del obrero es el medio de producción del obrero; la gasta a su propio riesgo y ventura al servicio de la comunidad. Por lo tanto, el obrero es un director de empresa (Untemahmer); no hay ninguna diferencia entre un obrero y un director de empresa; ¡son la misma cosa! Lo que hoy se llama pensamiento científico se ha convertido en un embrollo tal que, cuando se construyen conceptos, ya no se puede distinguir entre dos polos opuestos. En este caso no es tan evidente como en el de un profesor de filosofía de Berna, una de cuyas especialidades era que escribía tal cantidad de libros, y tenía que escribirlos tan rápido, que no tenía tiempo de pensar en lo que escribía. Sin embargo, dio clases de filosofía en la Universidad de Berna. Y en uno de los libros de este profesor de filosofía de Berna, aparece esta afirmación: - Una civilización sólo puede evolucionar en la zona templada; porque en el Polo Norte no puede evolucionar, allí se congelaría; tampoco podría evolucionar en el Polo Sur, porque allí ocurriría lo contrario, ¡se quemaría! Este es el hecho. Un habitual profesor de filosofía escribió una vez en un libro que hace frío en el Polo Norte y calor en el Polo Sur, porque escribía tan rápido que no tenía tiempo de considerar lo que escribía.

Pues bien, los excelentes errores de Brentano en economía política no se perciben tan fácilmente; pero en el fondo proceden de la misma visión superficial de las cosas, de la que tanto se ha partido en Europa. La gente da por sentado lo que ya existe, y partiendo de esto, procede a construir todo su sistema de conceptos justo sobre lo que ya existe. Eso es lo que aprenden de la ciencia natural, de los métodos de la ciencia natural. Así es como lo hacen los institutos científicos; y en nuestra época, en la que la gente no le da importancia a la autoridad y no se fía de nada (¡claro que no!), eso es lo que copian obedientemente. Porque hoy en día, si un hombre es una autoridad, eso es razón suficiente para que lo que dice sea cierto, no una razón para acudir a su verdad porque uno ve que es verdadera, sino porque es una autoridad. Y la gente considera los hechos económicos, también, de esta manera. Consideran que los hechos económicos son todos exactamente iguales. Cuando, en realidad, se componen de elementos mixtos, cada uno de los cuales requiere una consideración individual.
La corriente de impulso religioso había llegado desde Oriente a la civilización europea; y para la estructura económica de Europa se necesitaba de nuevo algo diferente. La proximidad de la Quinta Época Post-Atlante fue también el momento de la irrupción de aquellos acontecimientos que imprimieron su sello a toda la civilización de la nueva época y le dieron su fisonomía especial. 
El descubrimiento de América, el hallazgo de una ruta marítima alrededor del Cabo de Buena Esperanza hacia la India, hacia las Indias Orientales, todo ello marcó la civilización de la nueva era. Es imposible estudiar toda la evolución económica de Europa por sí sola. Es absurdo creer que a partir del estudio de los hechos económicos existentes se puede llegar a las leyes económicas que rigen la vida común de Europa. Para llegar a estas leyes, hay que tener siempre presente que Europa ha podido trasladar alguna cantidad a América. Toda la estructura social de Europa sólo ha crecido gracias a que en América había un suministro infalible de suelo virgen, y a que todo lo que se desprendía de Europa pasaba hacia el Oeste a este suelo virgen. De la misma manera que tomó su impulso religioso del Este, envió un impulso económico hacia el Oeste. Y todo el sistema de economía industrial propio de Europa estuvo condicionado por esta salida hacia el Oeste, al igual que su vida espiritual se desarrolló bajo la afluencia del impulso religioso de Oriente. La vida europea, todo el curso del surgimiento de la civilización europea, ha transcurrido a través de los siglos hasta ahora, bajo la influencia de estas dos corrientes. Aquí, en el centro, estaba la civilización europea; aquí, desde Oriente, entraba el impulso religioso; aquí, en una corriente hacia Occidente, el impulso económico, que salía. - Entrada del impulso religioso desde el Este, salida del impulso económico hacia el Oeste. Ahora bien, esto, como ven, hacia el final de los siglos XIX y XX llegó a un punto de crisis. Hubo un paro gradual. Las cosas ya no iban igual que durante cuatro siglos. Y hoy en día todavía nos encontramos en esta parada y nos vemos afectados por ella. El impulso religioso llegó como algo ajeno y dio lugar a nuestra vida espiritual. Y nuestra vida económica surgió bajo un proceso de ser continuamente arrastrada y debilitada. Si América no hubiera estado allí, y si nuestra economía industrial se hubiera visto obligada a crecer únicamente de acuerdo con sus propios principios, -si no hubiera sido capaz de desprenderse continuamente de lo que no podía asimilar-, entonces nunca habría podido desarrollarse en absoluto en Europa. Ahora hay un bloqueo y, por lo tanto, hay que encontrar una salida en el interior. Es desde el interior donde hay que encontrar la manera de llevar al cauce correcto lo que ya no puede continuar externamente en el espacio. Esto debe hacerse mediante la creación de un triple orden social. Lo que se ha mezclado en la confusión inorgánica debe combinarse en un organismo real. No hay una sola razón, hay todas las razones concebibles para la adopción del triple orden social: razones científicas, razones económicas, razones históricas. Y sólo puede apreciar plenamente las pretensiones del triple orden social quien está en condiciones de examinar todos estos diversos motivos en los que se apoya.
Esto es algo que uno quisiera decirle a la gente de hoy en día; porque la gente de hoy en día sufre una pobreza de conceptos que se ha vuelto positivamente alarmante. Esta pobreza de conceptos es realmente tal que cualquiera que tenga algún sentimiento por las ideas encuentra hoy en día que un número bastante pequeño de ideas domina nuestra vida espiritual, y que le salen al encuentro a cada paso. Si alguien va a la caza de ideas, esto es lo que encuentra; toma una obra de Física; contiene un cierto número limitado de ideas. Luego, estudia, digamos, una obra de Geología; allí encuentra hechos nuevos, pero precisamente las mismas ideas. Luego estudia una obra de biología; allí encuentra hechos nuevos, pero las mismas ideas. Lee un libro de Psicología, que trata de la vida del alma. Allí encuentra más hechos, que en realidad sólo consisten en palabras, pues sólo conocen el alma realmente como una colección de palabras. Cuando hablan de la voluntad, hay una palabra allí; pero de la voluntad real en sí no saben nada. Cuando hablan del pensar, no saben nada del pensar real; porque la gente sigue pensando sólo con palabras. Tampoco saben nada del sentir. Todo el campo de la psicología es hoy en día un juego de palabras, en el que las palabras se mezclan de todas las formas imaginables. Al igual que los trozos de un caleidoscopio se combinan en todo tipo de patrones diferentes, lo mismo ocurre con nuestros conceptos. Se mezclan en varias ciencias; pero el número total de ideas es bastante pequeño, y sigue encontrándose una y otra vez. Estas ideas se amoldan forzosamente a los hechos. Y la gente no tiene ningún deseo de encontrar los conceptos que se ajustan a los hechos, de examinar las ideas que se ajustan a los hechos. La gente simplemente no se da cuenta de las cosas.
Desde hace poco tiempo, en una ciudad del centro de Europa se ha creado un grupo de socialistas radicales. Estos socialistas radicales se esforzaron por crear una estructura social que les permitiera conquistar Europa.
Europa. Es una estructura social muy diferente, tal y como se puede leer ahora en una serie de artículos en el "Vorwärts" de Basilea. ¿Cuál es la esencia de esta estructura social? Las mujeres se sienten muy bien y encuentran que no pueden ser más que eso.
Pero es lo que es, únicamente por la razón de que fue elaborado por hombres que, de hecho, nunca habían tenido nada que ver con la vida industrial y económica, que nunca habían adquirido ningún conocimiento práctico de las verdaderas fuentes de la vida industrial y económica. Fue un esquema inventado por hombres que han tomado parte activa en la vida política de los últimos años. ¿Cómo se participaba en la vida política de las últimas décadas? Bueno, o bien eras un votante o un funcionario elegido. Como candidato, resultabas elegido en la elección elemental o en la segunda vuelta. No eras elegido, digamos, en las elecciones elementales, pero para entonces ya habías agotado sus enormes fondos electorales. Se habían hecho colectas, se habían recaudado grandes sumas para que uno tuviera suficientes votantes para ser elegido. Estas sumas se han gastado. Habían montado un escándalo terrible con su adversario del partido; era un bribón, un sinvergüenza y un estafador, si no algo aún peor. Y llegaba la segunda votación. Hasta el momento, nadie había conseguido la mayoría absoluta, y ahora se trataba de elegir a uno de los que habían tenido mayoría proporcional. Ahora hubo un cambio en el procedimiento. Ahora, un tercio del dinero de la elección era devuelto por el adversario, el mismo que era un tonto, un bribón, un tramposo, etc. Se aceptaba el dinero devuelto, y de repente sus discursos tomaron un tono diferente; no hay nada que hacer, se decía, sino elegir al hombre (el hombre que antes era un bribón, tonto, tramposo, etc.), - tendrá que ser elegido. Al fin y al cabo, se había recuperado un tercio del dinero de las elecciones, e inspirado por esta devolución de un tercio del dinero de las elecciones, uno se convertía poco a poco en su partidario activo. Porque, al fin y al cabo, uno de los dos debía ser elegido; el otro no tenía ninguna posibilidad; lo único que se podía hacer era ahorrar un tercio de los gastos electorales.
Así que habían tomado parte activa en la vida política. También, sin duda, habían tenido voz en las administraciones políticas, pero no tenían ninguna noción, ni la más remota, ni la más vaga, de la vida industrial y económica. Se limitaban a tomar las ideas políticas que habían adquirido, - ideas que, por supuesto, se habían corrompido mucho, pero que seguían siendo ideas políticas de algún tipo, - e intentaban ahora -; encajarlas en la vida industrial y económica. Y, en consecuencia, si estas ideas se pusieran en práctica, se obtendría una vida industrial y económica organizada sobre líneas puramente políticas. La organización industrial y económica ya se ha confundido con la organización política, de tal manera que es imposible para la gente mantener separadas cosas que han llegado a estar tan soldadas, tan encajadas. Pero ha llegado el momento en que es urgentemente necesario llevar a muchos, muchos lugares, una visión de lo que realmente existe. Y eso es algo por lo que la gente hoy en día no muestra ningún celo.

No hay nada que esperar de la influencia de una civilización que nunca contempla la realidad exterior, que quiere atar la realidad exterior a un par de conceptos duros y rápidos; ni tampoco hay que esperar con este pequeño conjunto de conceptos acercarse a esa verdadera realidad que es el cometido de la ciencia antroposófica descubrir. Pues es esta verdadera realidad la que la ciencia espiritual de la Antroposofía tiene que buscar y encontrar. Por lo tanto, la ciencia espiritual de la Antroposofía no debe tomarse según el modelo de lo que la gente se complace en llamar "persuasiones religiosas".

Eso, como ven, fue lo que se sufrió tan terriblemente en el curso del antiguo movimiento teosófico. ¿Qué otra cosa era el viejo movimiento teosófico sino que la gente quería una especie de religión selecta? No consistía en ningún nuevo impulso procedente de la propia civilización de Europa. Consistía meramente en emociones, que podían obtenerse igualmente del viejo elemento religioso. Sólo que la gente se había cansado de estos viejos conceptos, ideas y sentimientos religiosos, y había adoptado otra cosa. Pero la misma atmósfera la impregnaba la antigua persuasión. Querían sentirse bien, con un tipo de bondad evangélica si habían sido evangélicos, o con un tipo de bondad católica si habían sido católicos; pero en el fondo no querían lo que realmente se necesitaba, es decir, un nuevo impulso religioso real junto con otros impulsos, porque la vida de los pueblos europeos ha crecido habituada a un impulso religioso ajeno, el de Asia. Esa es la cuestión. Y hasta que no se entrecrucen orgánicamente esas cosas que estaban inorgánicamente entremezcladas, -hasta entonces, la civilización europea no se levantará de nuevo. No se puede tomar demasiado en serio; debe impregnar todo lo que va a vivir en la ciencia, en la economía, en la religión, en la vida política.

Mañana hablaremos más de esto. Mañana la representación eurítmica tiene lugar aquí a las cinco. Luego, después del intervalo necesario, es decir, supongo, alrededor de las siete y media de mañana, habrá la conferencia.


Traducido por J.Luelmo nov.2022








* En alusión a la revolución bolchevique.

GA191 Dornach, 14 de noviembre de 1919 - La sabiduría primordial se ha diferenciado en función de si es del Oriente, del Occidente (América) o de Europa Central.

 

 RUDOLF STEINER

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El Movimiento por la triple estructuración del organismo social

Conferencia 14
Dornach, 14 de noviembre de 1919

Según las últimas conferencias, habrán observado cómo el hombre llega a una especie de concepción ilusoria del mundo exterior, cómo, de hecho, lo que suele concebirse como una conexión con la naturaleza depende interiormente de la propia humanidad, y cómo sólo podemos obtener una verdadera visión del mundo considerando la tierra, el mundo en general, en su totalidad, es decir, considerando al hombre como perteneciente a él y considerando su interrelación, la interrelación del hombre con el mundo. De lo contrario, siempre llegaremos a un concepto abstracto del mundo mineral o, a lo sumo, del mundo vegetal y animal, ninguno de los cuales desempeña un papel importante en la visión actual de la naturaleza. Cuando se habla del contexto natural, por regla general, se contempla el mero contexto natural mineral, al que luego se une este breve episodio, que se llama histórico, como una verdad de otro tipo. Desde este concepto, que no llega al hombre, la humanidad debe partir del presente. Hemos dado razones desde varios puntos de vista por las cuales la humanidad debe abandonar estos puntos de vista que, como ustedes saben, se han desarrollado con cierta necesidad durante los últimos tres o cuatro siglos. Sólo mencionaré esto hoy, que los hombres se están volviendo más y más dependientes de su cuerpo físico y sus necesidades para su conocimiento exterior, para su cognición exterior, si no quieren hacer algo para su propio desarrollo, para la producción de una cognición superior, que debe ser abordada por la voluntad. Se tratará de esto en el futuro: O bien la humanidad debe convertirse en esclava de lo que puede obtener como visión del mundo permaneciendo, yo diría, tal como es, tal como ha nacido, no queriendo obtener otros conceptos e ideas que los que tiene al situarse en el mundo a través del nacimiento y de la educación ordinaria tal como se acostumbra todavía hoy; esa es una posibilidad. La otra posibilidad es que la gente abandone la creencia de que por el simple hecho de nacer como ser humano se puede conocer todo lo deseable y juzgar todo lo real, y que constituya un desarrollo real del ser humano tal y como indica la ciencia espiritual. Esa sería la otra forma. La humanidad tendrá que seguir este último camino, de lo contrario la tierra sólo iría hacia la decadencia. Lo que acabo de decir también puede considerarse geográficamente, por así decirlo, y entonces adquiere un significado muy especial para el presente. 
Si nos remontamos lo suficiente al desarrollo terrenal, encontraremos que el hombre no está arraigado en la propia existencia terrenal. Ustedes saben, por supuesto, que antes del desarrollo terrenal el hombre pasó por un largo desarrollo previo. Encontrarán este desarrollo descrito en mi "Ciencia Secreta en Esquema". Saben que el hombre fue entonces llevado de nuevo, por así decirlo, a una existencia puramente espiritual y de esta existencia puramente espiritual descendió a la existencia terrenal. Ahora bien, es cierto que con este descenso del ser humano a la existencia terrenal, la humanidad llevó consigo un amplio, podríamos llamarlo, conocimiento heredado, una sabiduría primordial, una sabiduría heredada; una sabiduría que era tal que realmente era uniforme para toda la humanidad. Encontrarán estas cosas descritas en detalle en mi ciclo de conferencias "La misión de las almas individuales de los pueblos" en Kristiania. Este conocimiento hereditario era, por tanto, un conocimiento unificado. Cuando hablo de conocimiento, no sólo me refiero a lo que se suele llamar conocimiento dentro de la ciencia, sino a todo lo que el hombre puede llevar a su mundo anímico como visión de su entorno mundial y de su vida. 
Ahora este conocimiento primario se ha convertido en específico. Se ha convertido en algo tan específico que ha pasado a ser diferente según los distintos territorios de la tierra. Si se observa externamente lo que se llama la cultura de los diferentes pueblos de la tierra, -y se puede ver aún mejor si se consultan los diversos capítulos de nuestra ciencia espiritual donde se trata el asunto-, se puede decir: Lo que han conocido las personas de los diferentes pueblos siempre ha sido diferente. Se puede distinguir una cultura india, una cultura china, una cultura japonesa, una cultura europea, y en la cultura europea de nuevo especificada para los territorios europeos individuales, luego una cultura americana y así sucesivamente.
Si se preguntan: ¿Cómo ha llegado la sabiduría hereditaria y primordial a esta especificación, cómo se ha diferenciado cada vez más? - podrán darse a ustedes mismos la respuesta: La culpa la tienen las condiciones internas, las disposiciones internas de los pueblos. - Pero esencialmente siempre hay adaptaciones de estas condiciones internas de los pueblos a las condiciones externas de la tierra. Y uno al menos se hace una idea de la diferenciación cuando intenta encontrar la conexión entre lo que, digamos, es la cultura india y la condición geográfica climática de la tierra india. Asimismo, uno se hace una idea de la especificidad de la cultura rusa cuando observa la conexión del hombre ruso con su tierra. Ahora podemos decir que en relación con estas relaciones, la humanidad contemporánea, como lo es en tantos aspectos, está en una especie de crisis. -Esta dependencia del hombre con respecto a sus territorios se ha convertido gradualmente en la mayor imaginable en el siglo XIX. Es cierto que los pueblos se han emancipado, han emancipado su conciencia de sus territorios, pero se han vuelto más dependientes de esos territorios. Esto se puede ver cuando se compara cómo, digamos, un griego se mantenía en la antigua Grecia, y cómo, digamos, un inglés moderno o un alemán se mantenía en sus territorios. El inglés o el alemán siguen defendiendo sus países. 
Los griegos todavía tenían en su cultura, en su educación, mucho de la sabiduría primordial. Tal vez dependían físicamente de su territorio griego más de lo que la gente de hoy depende del suyo. Pero esta dependencia más fuerte era anulada, era suavizada por el ser interior lleno de la sabiduría primordial, del conocimiento primordial. Dicho conocimiento primordial se ha ido desvaneciendo para la humanidad. Podemos demostrar claramente cómo, hacia mediados del siglo XV, cesó la comprensión directa de cierta sabiduría primordial, y cómo incluso las tradiciones de esta sabiduría primordial se fueron agotando en el siglo XIX. Esa sabiduría original se conserva como las plantas en los invernaderos, artificiosamente diría yo, en todo tipo de sociedades secretas, que a veces hacen cosas muy malas con ella. Pero en el siglo XIX estas sociedades secretas preservaron la sabiduría original de tal manera -en el siglo XVIII era otra cosa- que se puede decir que son, por así decirlo, como plantas en invernaderos. Al fin y al cabo, ¿Qué tienen que ver los símbolos masónicos actuales con la sabiduría original de la que proceden, como tampoco tienen que ver las plantas plantadas en los invernaderos con las que crecen en la naturaleza? Los símbolos de los masones ni siquiera tienen tanto que ver con la sabiduría original como las plantas naturales con las de los invernaderos.
Pero precisamente debido a que las personas pierden su penetración interior con la sabiduría primordial, se vuelven aún más dependientes de sus territorios. Y sin un tesoro de verdades espirituales que desarrollar libremente, los pueblos de la tierra se diferenciarían completamente según sus territorios.
En efecto, podemos distinguir, yo diría, tres tipos, que ya hemos distinguido desde otros puntos de vista. Hoy podemos decir que si los impulsos científico-espirituales no se extendieran por todo el mundo, desde Occidente sólo se afirmarían las verdades económicas, que también podrían dar lugar a muchas otras cosas. Pero el pensamiento económico, las ideas económicas serían lo esencial. De Oriente vendría lo que sería esencialmente verdades espirituales. Asia se limitará cada vez más a las verdades espirituales, aunque tal vez muy decadente. Europa Central cultivaría más el campo intelectual. Y esto sería particularmente efectivo, conectado con alguna tradición de los tiempos antiguos, conectado con lo que fluye desde el Oeste de las verdades económicas, y lo que fluye desde el Este de las verdades espirituales. Pero las personas que vivieran sobre estos tres tipos principales de división de la tierra se especificarían cada vez más en esta dirección. La tendencia dominante de nuestro tiempo actual está ciertamente dirigida a lograr realmente esta especificación de la humanidad. Se puede decir, y les pido que se tomen esto muy, muy en serio: Si no se impusiera un impacto espiritual-científico en el mundo, Oriente se volvería gradualmente incapaz de conducir su propia economía, de desarrollar el pensamiento económico. Oriente sólo sería capaz de producir, es decir, de cultivar directamente la tierra, de procesar directamente los productos naturales con las herramientas suministradas por Occidente. Pero todo lo que opera desde la razón humana se desarrollaría en Occidente. Y desde este punto de vista, la catástrofe de la guerra mundial que acaba de terminar no es otra cosa que el inicio de la tendencia -utilizaré una expresión popular- a penetrar económicamente en Oriente desde Occidente; es decir, a hacer de Oriente una zona en la que se trabaja, y a hacer de Occidente una zona en la que se hace negocio con lo que Oriente obtiene de la naturaleza. - No es necesario fijar dónde está la frontera entre Oriente y Occidente, pues eso es algo variable.
Si la tendencia actual se mantuviera, si no se impusiera espiritualmente, se produciría sin duda -basta con decirlo hipotéticamente- que todo Oriente se convertiría en un objeto de explotación económica para Occidente. Y este curso de desarrollo sería considerado como el que se proporciona para la humanidad terrestre. Se lo consideraría lo más justo y evidente. No hay otro medio de introducir en esta tendencia algo que no convierta a la mitad de la humanidad en despojos, y a la otra humanidad en usuarios de estos despojos, salvo impregnar la tierra con la espiritualidad común que se quiere alcanzar de nuevo.
Cuando se habla de estas cosas, al hombre de hoy todavía le gusta apartarlas. La gente de hoy está demasiado inclinada a apartar estas cosas con un movimiento de la mano, por la simple razón de que les resulta incómodo afrontar la verdadera realidad de hoy. La gente se dice a sí misma: "Bueno, aunque se produzca la penetración económica del Este, no ocurrirá tan rápido como para que yo viva para verlo". - Los que tienen hijos pueden pensar un poco más en serio por sus hijos, pero prefieren nublar un poco su mente con la idea de que pueden volver a venir tiempos mejores y cosas por el estilo. Pero para profundizar en ello: que no hay otro medio de forjar el futuro de la humanidad de forma humana que penetrar en la tierra no sólo económicamente sino también espiritualmente, es un pensamiento que muy pocas personas contemplan por cierta comodidad. Se puede decir que la humanidad ha recibido la configuración actual de su vida cultural por tres lados.  Y es extraordinariamente interesante considerar estas tres vertientes de la vida cultural terrenal, especialmente para la tarea que ahora queremos plantear en estas conferencias. 
Verán, si miran el territorio de la tierra de este a oeste, debeb decir lo siguiente: todo lo que la humanidad tiene como cierto fundamento de verdades éticas, de verdades morales, lo ha recibido de Oriente. La forma en la que Oriente desarrolló una vez sus principios éticos junto con una visión general del mundo, la forma de la cosmología general, etc., se ha perdido. Pero lo que ha quedado, como un remanente del pensamiento y el sentimiento orientales, es una cierta ética. Desde este punto de vista, lean los discursos que pronunció Rabindranath Tagore, que se recogen bajo el título "Nacionalismo". Verán que apenas queda nada de las grandes enseñanzas de sabiduría cósmica que antaño vivían en las mentes de los hombres de Oriente. Pero: es extraordinariamente interesante. Quien lea con comprensión estos discursos de Tagore recogidos bajo el título "Nacionalismo" se dirá a sí mismo: El patetismo moral que vive en ellos -y que es incluso lo principal en estos discursos-, la voluntad ética que vive en ellos, esta crítica sentida que se ejerce sobre todo el mecanismo individual de Occidente, que se ejerce sobre el mecanismo político aún peor de Occidente, todo eso vive en la ética de estos discursos de Tagore, todo eso no podría decirse sin que la antigua sabiduría primigenia de Asia estuviera detrás, aunque ya no viva exteriormente en la conciencia de hoy. Las verdades morales que resuenan desde Oriente, cuando hablan personas como Rabindranath Tagore, estaban impregnadas de la sabiduría que se extraía de las estrellas. Y si se examina sin prejuicios, y con toda imparcialidad, todo lo que se ha desarrollado en materia de educación en Europa Central y en Occidente, entonces hay que decir que lo que vivió allí, ya sea entre los filósofos o los no filósofos, ya sea entre las personas más sencillas, ya sea entre las más instruidas, lo que impregna ética y moralmente a los pueblos de las regiones centrales y occidentales de la tierra, es básicamente todo lo que destiló de Asia, de Oriente. Oriente es el verdadero hogar de la ética.
Si miramos a Occidente, cuya cultura, diría yo, ha tenido lugar ante nuestros ojos históricos, vemos cómo lo que entra en consideración es el tratamiento intelectual de los fenómenos del mundo, lo que se relaciona con el principio de utilidad. Hay un gran contraste, del que la humanidad debería realmente tomar conciencia, entre lo que vive como patetismo en los discursos de Tagore y lo que vive en todo lo que se desarrolla en Occidente como punto de vista utilitario.
Si se quisiera hablar de forma radical, habría que decir que algo como lo de, por ejemplo, filósofos como John Stuart Mill o economistas nacionales como Adam Smith o filósofos intelectuales como Bergson, algo así sigue siendo para el asiático, aunque intente comprenderlo, algo que está completamente fuera de su ser. Puede considerar como un hecho interesante que tales cosas sean también dichas por los hombres, pero nunca estará tentado a sacar de su propio ser tales cosas que se relacionan con la utilidad humana externa. El asiático desprecia por completo al ser europeo y americano, porque en todas partes le presenta el punto de vista utilitario que sólo se puede dominar con el intelecto, con la mente. Y así se ha llegado a que las formas de pensar e imaginar asociadas a la idea de "utilidad" sean sobre todo producto de Occidente.
Como ya he señalado que la sabiduría primigenia se ha especificado según los pueblos de la tierra, ahora podemos distinguir los grandes tipos: El tipo ético en el Este, en el Oriente, el tipo utilitario intelectualista en el Occidente, en el Oeste. En medio, lo que me gustaría llamar el tercer tipo, el tipo estético, siempre está tratando de abrirse paso. El tipo estético es en realidad tan peculiar de Europa Central como el tipo ético es peculiar de Oriente, así como el tipo militar e intelectualista es peculiar de Occidente.
Basta con recordar un fenómeno para poder demostrar, a partir de hechos externos, cómo es precisamente desde Centroeuropa donde quiere afirmarse el tipo estético del ser humano. Mientras la Revolución Francesa hacía estragos en Occidente y daba sus frutos en Oriente, y éste se veía envuelto en sueños espirituales, vemos, por ejemplo, a Schiller escribir sus "Cartas sobre la educación estética del hombre". Están vinculados directamente con la Revolución Francesa; pero quieren resolver el problema que la Revolución Francesa planteó políticamente de una manera puramente humanista, humana. Quieren hacer del hombre un hombre libre puramente interior. Y es interesante que toda la forma de ver las cosas de Schiller en las "Cartas Estéticas" se basa en el hecho de que rechaza el punto de vista intelectualista, puramente utilitario, por un lado, y el punto de vista puramente ético, por otro. Como ven, el punto de vista ético también fue alguna vez racionalizado, intelectualizado por alguien. Todo en el mundo está guiado por diversas metamorfosis, y luego aparece en una forma completamente diferente. De esta manera, el punto de vista ético de Oriente no es ciertamente intelectualista, pero también se puede concebir como el intelecto, se puede intelectualizar, "realzar", entonces es kantiano. Eso ha estado ahí, y de Kant viene ese hermoso dicho: "¡Deber! tú, sublime gran nombre, que no captas en ti nada popular que te lleve a congraciarte, sino que exiges sumisión...", es decir, sumisión a la moral. Schiller, por su parte, dijo: "Me gusta servir a mis amigos, pero desgraciadamente lo hago con inclinación, / y por eso a menudo me duele no ser virtuoso. Schiller, como verdadero hombre centroeuropeo, no pudo absorber esta intelectualización kantiana y königsbergiana de la ética. Para él, el hombre no era un ser humano de pleno derecho que debía someterse primero al deber para poder cumplirlo. Para él, el hombre era un ser humano pleno que sentía en sí mismo la inclinación a hacer lo que es moralmente valioso. Por eso Schiller rechazó el rigorismo ético de Kant. Pero también rechazó el principio puramente intelectual de la autoridad, y vio la máxima expresión libre de la naturaleza humana en los logros y el disfrute de la belleza, es decir, en el comportamiento estético del hombre. Podría decirse que escribió sus "Cartas estéticas" como una descripción personal de Goethe. Había luchado por conseguir el reconocimiento de Goethe. Schiller partió de una envidia y una aversión interior hacia Goethe. Se podría decir que para Schiller hubo una época de su juventud en la que siempre se le amargaba la boca cuando se mencionaba a Goethe. Luego se conocieron. Entonces, no sólo aprendieron a respetarse mutuamente, sino también a absorberse mutuamente. Y después, Schiller escribió sus "Cartas sobre la educación estética del hombre" como una biografía intelectual, como una descripción intelectual de Goethe. Todo lo que está escrito en estas "Cartas Estéticas" nunca podría haber sido escrito si Goethe no hubiera sido el ejemplo para Schiller de lo que está escrito en ellas.
Al principio de su amistad, Schiller escribió a Goethe aquella carta del 23 de agosto de 1794, que he citado a menudo: "Desde hace mucho tiempo, aunque desde bastante lejos, he observado el curso de su espíritu. Y ahora describe a Goethe como el espíritu que es en realidad un griego resucitado, para que veamos cómo hay un vínculo entre el primer amanecer del espíritu estético de Europa Central, y Grecia.
Y en Goethe vemos cómo se abre camino desde el elemento más intelectual hasta un reconocimiento de la verdad que se capta tanto a través del arte como de la ciencia. Si se sigue cómo Goethe estudió la ética de Spinoza con Herder, cómo Goethe viaja luego a Italia y escribe a su casa diciendo que en las obras de arte que ve surgir del espíritu griego ve "necesidad" y "Dios", entonces se puede decir que el intelectualismo de Spinoza se convierte en estética en la visión que Goethe tiene de las obras de arte en su viaje a Italia. Y Goethe da testimonio de que los griegos, al crear sus obras de arte, procedían según las mismas leyes que sigue la propia naturaleza, y que él cree seguir. Es decir, Goethe no cree que cuando alguien crea una obra de arte, crea algo fantástico, y que sólo la ciencia es estrictamente verdadera. No, Goethe era de la opinión de que lo que hay en el verdadero arte es sobre todo el contenido de verdad más profundo de la existencia de la naturaleza, es decir, una visión estética del mundo. Y así se puede decir: Occidente - intelectual, militar; las regiones centrales de la tierra - estética; Oriente - ética, moral. Y es muy correcto decir: dondequiera que fuese en Oriente o en el Centro o en Occidente, que apareciesen las verdades éticas, originalmente vinieron de Oriente. Es bastante indiferente que las verdades utilitarias aparezcan en el centro o en Oriente, originalmente vienen de Occidente. Las cosas bellas provienen de las regiones centrales.
Así se puede seguir el curso de estos tres elementos de la vida humana en todas partes. A veces se puede seguir hasta los detalles. Si uno está destinado por su karma a fundar la Antroposofía en Europa Central, entonces algo de esa creencia goetheana debe vivir en esta Antroposofía, que después de todo el mismo elemento que vive en el arte es también el elemento de la verdad, que a la vez es el mismo elemento que se expresa en la pintura, en la escultura, incluso en la arquitectura, y que también debe vivir en la construcción del pensamiento de la verdad. Sí, hay que llegar, como intenté hacer en el primer capítulo de mi "Filosofía de la libertad" -ahora en la nueva edición es el último-, a decir que el filósofo, el hombre que funda una visión del mundo, debe ser un "artista" conceptual. Por lo demás, se rechaza el concepto de artista conceptual. Ahí tuve que aceptarlo. Todo es de un mismo espíritu.
Todas las ideas que se expresan de esta manera reciben ciertos caracteres que llevan los matices de lo que acabo de decir. Pero luego se escriben libros, como el de Aimee Blech, que ha aparecido recientemente como un panfleto, con todo tipo de calumnias malintencionadas, deliberadamente maliciosas, en las que, por ejemplo, también se escribe: En lo que se presenta como antroposofía desde este lado (el de Steiner), hay ciertamente mucho que es hermoso; ¡pero es contrario a la claridad del espíritu francés! - Ciertamente, es contrario a la intelectualidad, a la sobria captación retórica de los conceptos. Esas personas prefieren que se reproduzca una cosa tangible, material, porque eso se puede captar con contornos conceptuales más nítidos. Así que puedes seguir estas cosas hasta el último detalle. Podría mostrarle una serie de cosas muy detalladas que explicarían lo que acabo de describir a grandes rasgos. Pero lo dejaré en lo que acabo de mencionar, porque en realidad es un detalle extraordinariamente interesante. 
Ahora se trata de darse cuenta de que, por ejemplo, la moral y el arte y el intelectualismo no se producen simplemente en Occidente. Oh no, el arte se toma de las regiones centrales, la ética de Oriente, y se añade el elemento intelectual, el elemento utilitario. En el centro se cultiva una especie de elemento estético, y todo lo que se ha incorporado a este elemento estético, especialmente en el siglo XIX, ha sido tomado de Occidente. 
Sería interesante escribir el curso de biología desde este punto de vista. Si se lee hoy la Teoría de la Metamorfosis de Goethe, se puede encontrar en ella una gran teoría de la evolución. Pero Occidente siempre lo encontrará estéticamente contaminado. Pues fue desde Occidente desde donde penetró el elemento darwiniano en la teoría de la evolución en el siglo XIX, que ha pasado a depender de Occidente en todo el mundo. Eso trajo el punto de vista utilitario, la doctrina de la conveniencia. Encontrarás la doctrina de la conveniencia en Goethe, porque Goethe está impregnado en todas partes de esteticismo.
No debería ocurrir que en el futuro los pueblos, al igual que se diferencian económicamente -ya lo he caracterizado antes-, no quieran aceptar nada de los demás; porque de esta manera se extendería gradualmente por Asia una cierta ética, tal y como uno la encuentra representada con tonos tan ardientes en Rabindranath Tagore. Se extendería en Europa Central de una forma algo diferente, lo que ya han defendido ciertos petimetres de Nietzsche, un cierto "más allá del bien y del mal", una cierta estetización incluso de los conceptos morales. Vemos el triunfo de esta estetización en el siglo XIX, sobre todo hacia finales del mismo. Y el mero punto de vista utilitario se derramaría sobre Occidente: Ingenio en el punto de vista utilitario, imitación del elemento espiritual en el punto de vista utilitario, etc. Sólo la penetración de la humanidad con un elemento espiritual real puede remediarlo. El requisito previo para ello es, por supuesto, que este elemento espiritual se tome totalmente en serio, que se desarrolle la voluntad de mirar las cosas tal y como se presentan hoy en día a los que realmente quieren ser imparciales. Esta catástrofe bélica ha hecho aflorar muchas cosas muy extrañas. También ha hecho aflorar fenómenos que en parte son muy incómodas, pero que en parte son instructivas. Me gustaría mencionar uno de estos fenómenos.
En la literatura alemana del día aparecen - uno simplemente no puede seguir el ritmo de lo que sale de esta manera - pero casi todas las semanas aparecen excreciones viscosas, como debo llamarlas - las explicaciones de diferentes hombres sobre su parte en el curso de la Guerra y de los acontecimientos políticos - y podemos leer lo que tales cabezas - digo expresamente tales cabezas - como Iagow Bethmann (Michaelis, creo, todavía nos ha librado), Tirpitz, Ludendorf, y toda una hilera de otros que uno puede nombrar. Es desagradable, en cierto modo, leer estas cosas, pero desde otro punto de vista, es interesante en grado sumo.
Verán, uno puede leer libros como los escritos por Bethmann o Tirpitz, desde puntos de vista totalmente opuestos. Pero sus puntos de vista dependen muy a menudo de si el autor ha sido tratado con la punta o el tacón de la bota durante un tiempo determinado. Bethmann fue favorecido durante un tiempo por el "Todopoderoso", mientras que Tirpitz fue tratado con el tacón de la bota. De ahí sus diferentes puntos de vista.
Y así entraremos más en el punto de vista; no se trata tanto de eso, sino de ver qué espíritu vive en los escritos.
Ahora se puede experimentar lo siguiente: Una vez hice el siguiente experimento. Después de dejarme saturar por los escritos oníricos de Bethmann y Tirpitz, volví a ciertas expresiones (muy queridas por mí;, de Herman Grimm, que en efecto han sido consideradas machistas por los no alemanes. Pero, de nuevo, eso es sólo un punto de vista. Para mí es simplemente una cuestión del espíritu que vive en ellos.
En el primer punto de vista uno puede poner esta pregunta: ¿Cómo se compara el espíritu, la forma de pensar, la constitución del alma interior de los escritos de Bethmann y Tirpitz con lo que vive en las observaciones políticas de Herman Grimm? Aquí debemos decir que: Herman Grimm sentía que Goethe había vivido y no había vivido en vano; para él era una presencia viva. Para, Bethmann y Tirpitz Goethe no estaba. No diré que no lo hayan leído, tal vez hubiera sido mejor que lo hubieran dejado sin leer; pero en lo que a ellos respecta no estaba allí. Y al principio tuve que decirme a mí mismo: lo que aparece en estos libros suena como si lo hubiera escrito un siervo medieval, con la lógica de un siervo medieval.
Especialmente interesante es, por ejemplo, la lógica de Ludendorf. Él es quien fue tan alabado por la idea de hacer transportar a Lenin en un vagón sellado, ¡a través de Alemania hasta Rusia! ¡Ludendorf es el verdadero importador del bolehevismo a Rusia! Ahora bien, simplemente no tuvo la desfachatez de negar eso en su libro, aunque tenía suficiente desfachatez para muchas cosas. Así que dice que enviar a Lenin a Rusia era una necesidad militar, y que el gobierno político debería haber evitado las malas consecuencias, pero no lo hizo. Tal es la lógica de estos señores. Pero no quiero afirmar que Clemenceau tenga una lógica mejor; y les ruego que no piensen que tomo partido por ningún partido. Ni Lloyd George ni Wilson tienen mejor lógica. Sin embargo, esto no es tan fácil de corroborar.
Se puede decir eso a primera vista, pero el asunto va más allá. Al comparar las cosas se descubre que hay que ir más atrás todavía. Existe una extraordinaria similitud entre la forma de pensar de Tirpitz y Ludendorf, y aquellos seres humanos que guiaron la llamada civilización de Roma en los siglos I y II precristianos. Y si queremos establecer una íntima comunidad de alma entre éstos, podemos decir que es como si volviera a aparecer el viejo método de pensamiento de la antigua Roma precristiana, y como si todo lo que ha sucedido desde entonces, incluido el propio cristianismo, (aunque estos señores hablen externamente de Cristo, etc.), nunca hubiera tenido lugar.
Como ven, a menudo se supone, cuando se habla de lo luciférico que se ha quedado atrás en la humanidad, que se refiere a algo sólo externo al mundo. Pero este principio de permanecer atrás, se expresa muy fuertemente dentro del mundo. Se puede decir que la grandeza anterior al César de la vieja Roma ha vuelto a resurgir en tales personas, y todo lo que ha sucedido en Europa desde esa época es realmente inexistente para ellos.
Mis queridos amigos, este fenómeno debe ser observado hoy de manera desprejuiciada. Hay que tenerlo presente, porque sólo así se puede lograr un punto de vista sólido para juzgar el presente. Esta época actual plantea grandes exigencias a la capacidad de juicio del hombre. Todo esto hay que decirlo, cuando se habla de lo necesario que es que la época actual esté impregnada de impulsos espirituales. Considerado superficialmente, es fácil decir que la época actual debe ser impregnada espiritualmente; pero, mis queridos amigos, el asunto no es tan simple como esto. Basta con investigar dónde los Impulsos Espirituales se abrieron paso hasta cierto punto en la humanidad para ver si siempre han dado el fruto adecuado. En conclusión, hay que decir también lo siguiente. Consideremos ciertos folletos, ciertos panfletos que han sido escritos, algunos de ellos por miembros de larga trayectoria. Hay tales escritos, en los que lo que figura aquí como Ciencia Espiritual, se coloca realmente ante el mundo, pero invertido, vuelto del revés, por así decirlo. Son plantas que han crecido en el suelo en el que intentamos dar el tesoro espiritual a la humanidad de hoy. Y cualquiera que piense que este proceso, ha seguido su curso - de nuestros llamados seguidores en su opuesto lo que se transmite como Ciencia Espiritual hoy en día, debe ser un simplón. Porque ciertamente aún no ha terminado. No es tan fácil contar con este hecho, que las verdades espirituales deben ser llevadas a la humanidad, porque como la humanidad es hoy en día tiende sobre todo a diferenciarse en los tres tipos que he caracterizado: el ético, el estético, el intelectual; y otras diferenciaciones más dentro de estos.
Ahora bien, las verdades espirituales no están adaptadas para ser tomadas en su pureza por los seres humanos que se acercan a ellas con tales diferenciaciones. Piensen que hoy en día los seres humanos tienden a encerrarse en su chovinismo nacional, y si tratan de abordar las verdades humanas y espirituales en general con el chovinismo nacional, las transforman en lo contrario. Es imposible simplemente impartir lo que ahora es deseable desde cierto punto de vista, pues los seres humanos tienden a tales diferenciaciones como las que he descrito. Por lo tanto, es necesario sobre todo que se despierte el interés del hombre desde el lado que ya existe. Es necesario que, en cierto sentido, se vincule a lo que ya existe, teniendo continuamente en cuenta la tendencia que tienen los hombres a apartarse de ese antiguo tesoro de sabiduría y a no poner nada más en su lugar que la diferenciación territorial en esta tierra. No sirve difundir las verdades espirituales entre la humanidad, sin difundir también una cierta ética.
Muchas personas han leído Cómo alcanzar el conocimiento de los mundos superiores. Estos libros se han leído considerablemente durante algún tiempo. Han objetado que los primeros consejos que allí se dan son éticos, y que deben estar de acuerdo éticamente con ellos. Tienen razón. Los primeros consejos dados deben ser éticos y formar un extracto del mejor Ethos de la civilización terrestre. Pero, por otra parte, también es necesario cultivar un cierto elemento artístico, y eso ha planteado dificultades muy especiales en el Movimiento Antroposófico; pues sin el Movimiento Antroposófico existía al principio una cierta desgana hacia las cosas artísticas. Se buscaba un simbolismo abstracto, estéticamente indiferente. Todavía hoy existen movimientos que se llaman teosóficos que rechazan todo lo artístico. Por lo tanto, fue un buen destino, un buen Karma, de nuestro Movimiento que pudiéramos hacer experimentos artísticos aquí en Dornach, y que pudiéramos trabajarlos lejos del elemento simbólico abstracto. Quizás si las cosas hubieran ido según los deseos de muchos, deberíamos ver muchas cruces negras con rosas rojas o algo parecido a las rosas, como símbolo profundo de nuestro edificio. Por supuesto, tenemos que tener cuidado con este simbolismo, y esforzarnos por crear a partir del elemento artístico. Esto tiene que estar ligado a las mejores tradiciones de la civilización humana, si puedo llamar a los impulsos tradiciones. Sobre todo hay que tener en cuenta que se trata de verdades profundas y serias, y que deben discurrir un poco como sigue: ¡quien quiera alcanzar el verdadero conocimiento debe cultivar en sí mismo el sentido de la verdad! Cuando se habla radicalmente de esta cuestión, mis queridos amigos, se entra en contacto con algo que a muchos les suena repelente hoy en día, porque este riguroso esfuerzo por la verdad en todas partes es algo que a muchos les resulta extraordinariamente desagradable hoy en día, siendo la verdad algo que quieren al menos retocar en la vida. Pero la falsedad, aunque sea por sentimentalismo, no va con ese fuerte sentido de la verdad, exigido, por ejemplo, por una verdadera devoción a estas verdades que la Antroposofía quiere poner en el mundo.
poner en el mundo.
Mis queridos amigos, en este sentido las confesiones religiosas han pecado especialmente, porque han insertado algo que ya no puede estar unido a un sentido puro por la verdad. Se llevan al mundo ciertos tipos de piedad que satisfacen mucho más el egoísmo humano que el sentimiento humano por la verdad. Por eso es especialmente necesario que se preste verdadera atención al cultivo de la verdad interior, como se indica tan a menudo en nuestros escritos antroposóficos. Como ustedes saben, la propia vida exige hoy a los seres humanos muchas cosas falsas, y podemos decir que existen hoy dos tendencias distintas, que provocan en el hombre una cierta desgana para mirar los hechos en su verdadera luz. Hoy en día existe la tendencia a caracterizar las cosas según las preferencias personales y no según los hechos. Hoy en día se llama práctico al hombre que es en cierto sentido un hombre de rutina; el que con cierta fuerza bruta trabaja dentro de su propia esfera sin tener en cuenta ninguna consideración, y deja de lado todo lo que no sirve para promover sus propios objetos particulares. Desde este punto de vista se distinguen los hombres "prácticos" y los "visionarios"; y con cierta falsedad histórico-mundial, las consecuencias de estas cosas se han manifestado de manera terrible, en el curso del siglo XIX, y hasta nuestros días. En efecto, era difícil, antes de que esta gran prueba se abatiera sobre la humanidad a través de la catástrofe de la guerra mundial, decir algo de lo que caracteriza despiadadamente a estas cosas. En breve publicaré una colección de algunos de mis primeros escritos más importantes, artículos redactados en los años ochenta y noventa, con el fin de mostrar cómo, por decirlo así, a través de pequeñas rendijas, incluso entonces intenté decir muchas verdades. Entre estos artículos hay uno sobre Bismarck, el hombre de los éxitos políticos, en el que intenté demostrar que el éxito de esta personalidad dependía del hecho de que nunca podía ver más allá de su nariz. Pero, como ustedes saben, no sirve de nada lanzar estas cosas a la cara del mundo si no hay nadie que las pueda asumir. Ahora, sin embargo, debemos partir de esta base, que la catástrofe de la guerra mundial puede enseñarnos muchas cosas. Por supuesto, para la mayoría de los hombres no hay nada que aprender de estos hechos. Tienen un cierto fondo de opiniones, y no las modifican. No son capaces de comprender lo que subyace a la afirmación de que debemos aprender de los hechos.
Siempre digo a todas las personas a las que guío por el Goetheanum que, si tuviera que diseñar un edificio así por segunda vez, lo haría de forma muy diferente. Ciertamente, nunca lo haría de la misma manera. Por supuesto, no hay nada en contra del edificio actual, pero yo mismo no lo volvería a hacer de la misma manera, porque obviamente, uno ha aprendido algo de lo que ha hecho, y que está ahí como un hecho consumado.

Hoy leo con asombro que el Mariscal de Campo Hindenburg dijo que si tuviera que volver a dirigir la Guerra Mundial lo haría exactamente de la misma manera.

En efecto, estas cosas se leen, pero se leen descuidadamente; y la gente no se da cuenta de que hay que obtener una comprensión de la época a partir de las enseñanzas que se dan de manera tan amarga a través de esta catástrofe mundial. Todo lo que se lee y lo que constantemente resuena en los oídos del mundo de hoy, debe tomarse con el fondo correspondiente, y siempre se debe poder decir: En las cosas importantes es esencial y constantemente necesaria una revisión del juicio. Hasta que llegó la catástrofe mundial, era correcto llamar a Bismarck un hombre práctico. Hermann Grimm consideraba a Bismarck como una torre de excelencia práctica. Pero la catástrofe de la Guerra Mundial nos ha enseñado que Bismarck era un visionario, y las opiniones de su juicio han tenido que ser modificadas; pues su idea de la creación de un Imperio era naturalmente sólo una fantasía.

Sólo quiero hacerles ver claramente que es la vida misma, y debe ser la vida, la que nos enseña a descubrir las ilusiones, incluso en la esfera de la historia moral. Les he mostrado cómo hay que fundamentar estas ilusiones en la esfera de las conexiones naturales, observando cómo en la naturaleza las cosas están una al lado de la otra, y así es como las describen los investigadores naturales. Por lo tanto, debemos decir que la humanidad participa de los sucesos de la naturaleza, y que lo que la ciencia natural dice sobre esto es simplemente una red de ilusiones.

Hoy he querido hacerles comprender cómo debemos aprender los hechos mismos de la historia y de la vida para corregir las cosas; porque, a menudo, durante largos períodos, sólo se muestran exteriormente como una ilusión. Los hombres que naturalmente fueron considerados por muchos como prácticos, deben ser considerados ahora necesariamente como visionarios. Uno debe acostumbrarse hoy a revisar su juicio de esta manera. En cada paso de la vida, no sólo hay oportunidad suficiente, sino también la necesidad de revisar el propio juicio. Y sólo se está en el estado de ánimo correcto, el que el Movimiento Antroposófico pretende adquirir, cuando uno se dice a sí mismo: "Debo revisar mis opiniones, quizás incluso sobre las cosas más importantes de la vida". Las opiniones sobre las conexiones naturales, por regla general, pueden ser revisadas mediante el estudio de la Ciencia Espiritual. Los juicios sobre la vida sólo se pueden revisar cuando se desarrolla realmente en uno mismo el talante necesario para el Movimiento Antroposófico.
Traducido por J.Luelmo nov.2022