GA312 - Dornach, 28 de marzo de 1920 - Proceso de aromatización en la planta y el proceso olfativo.

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 RUDOLF STEINER

La Ciencia Espiritual y la Medicina


Dornach, 28 de marzo de 1920

 

OCTAVA CONFERENCIA : 

Proceso de aromatización en la planta y proceso de olfacción - Proceso de formación de sal en la planta y degustación - Metamorfosis del organismo humano: olfacción, degustación, visión, pensamiento, asociación, digestión, procesos de excreción a través de los intestinos y los riñones, ideación - Proceso de respiración, proceso de formación de sangre y linfa - Corazón como sintetizador.

El modo de expresión que utilizamos para abreviar o simplificar un poco nuestras ideas, cuando decimos cuerpo etérico, cuerpo astral, etc., puede remontarse a la impronta de estos cuerpos superiores en el ámbito de las funciones físicas. Hoy en día, la gente no está muy dispuesta a relacionar las expresiones en el ámbito de las funciones físicas con los fundamentos espirituales de la existencia. Pero esto debe hacerse si se pretende que el pensar y la forma de concebir la medicina se impregnen de la Ciencia Espiritual. Por ejemplo, será necesario estudiar en detalle la forma exacta de la interacción entre lo que llamamos cuerpo etérico y lo que llamamos físico. Habéis aprendido que esta interacción actúa en el hombre y acabamos de tratar de su entrada en una especie de desorden en relación con la influencia del cuerpo astral. Pero la misma interacción se produce también en la naturaleza extrahumana.

Piensen bien en esto hasta su conclusión, y luego consideren que están contemplando profundamente la relación entre el hombre y la naturaleza. El hombre está rodeado -elijamos esto para empezar- por toda la flora terrestre en sus múltiples especies, que percibe a través de sus diferentes sentidos. Se puede admitir al menos la posibilidad de una interacción entre la flora y todo lo que contiene nuestra atmósfera terrestre, en primer lugar, y todo lo que se encuentra fuera de esta esfera terrestre, en las regiones planetarias y astrales, en segundo lugar. Al considerar la flora, supongamos que la superficie terrestre está aquí - entonces podemos decir que las plantas nos remiten a las regiones atmosféricas y astrales (en el sentido literal de un señalamiento a las estrellas, a lo extra-telúrico). E incluso, al margen de la investigación oculta, podemos percibir intuitivamente un intercambio vivo entre lo que se manifiesta en la floración y el fruto, y lo que fluye en ellos desde todo el amplio universo. (Por supuesto que aquí hay que hacer uso de cierta intuición; pero como ya he señalado, no se llegará muy lejos en medicina sin intuición). Supongamos que, habiendo comprendido la interacción cósmica externa, volvemos a pensar en nuestro propio ser interior. Allí también encontraremos una cierta relación con lo que nos rodea. Así como lo etérico y lo físico están estrechamente unidos en el mundo vegetal, debemos suponer un cierto parentesco entre esta unión y la forma de conexión de lo etérico y lo físico en el hombre mismo.

¿Cómo podemos entonces hablar concretamente de esta relación de lo etérico con lo físico? Desde el punto de vista abstracto, podemos decir que lo etérico está más cerca de lo astral que de lo físico; porque lo etérico está abierto a las fuerzas de lo alto. Pero debemos esperar también alguna relación entre lo etérico y lo físico. Por lo tanto, debemos tomar este parentesco de dos lados y buscar algo que nos guíe hacia él. Intentaré hacerlo de la manera más concreta posible.

Caminen por una avenida de tilos en flor y traten de visualizar lo que sucede al pasar entre los árboles, envueltos en el aroma de las flores de tilo. Dense cuenta de que algo está ocurriendo entre esta fragancia de los tilos en flor y, por así decirlo, las ramificaciones nerviosas en sus órganos olfativos. Al dirigir su pensamiento consciente a este proceso de percepción, se dan cuenta de una cierta apertura o liberación de la capacidad de oler, que se encuentra con el aroma de la flor de tilo. Y se llega a la conclusión de que tiene lugar un proceso mediante el cual una esfera interna de uno mismo se abre para encontrarse con algo exterior, y que las dos se combinan de alguna manera para producir algo en virtud de su parentesco interno. Así pues, deben decir que lo que se difunde en el aire como aroma de los tilos -surgido sin duda de una interacción entre las flores y todo el entorno extraterrestre al abrirse hacia él- es sentido interiormente por ustedes a través de su sentido del olfato. Ahí tienen, sin duda, algo que pasa del cuerpo etérico al astral, pues de otro modo no podrían percibirlo, y sólo habría el mero proceso de la vida. La propia percepción del olfato proclama la participación del cuerpo astral. Y lo que revela el parentesco con el mundo externo, muestra simultáneamente que la producción de la dulce fragancia de las flores de tilo es el proceso inverso al que tiene lugar en vuestros órganos olfativos. La fragancia que fluye de las flores muestra la interacción de la planta-etérica con el elemento astral que la abraza y llena el universo circundante. Así que en nuestro sentido del olfato tenemos un proceso que nos permite participar en la relación entre la vida vegetal de la tierra y el elemento astral fuera de la tierra.

Tomemos ahora el sentido del gusto y, como ejemplo, algo no muy diferente al olor de la tila, pero que atrae a otro sentido, digamos el sabor del regaliz o de las dulces uvas maduras. Aquí estamos ante un proceso de nuestro órgano del gusto que contrasta con el del olfato. Saben ustedes lo estrechamente relacionados que están; y también se darán cuenta de la semejanza entre lo que ocurre funcionalmente en los dos casos. Pero, al mismo tiempo, deben comprender que el gusto es un proceso mucho más orgánico e interno que el olfato. El olfato es una actividad mucho más superficial; una participación en procesos extrahumanos ampliamente difundidos en el espacio. Pero eso no sucede con el gusto. El gusto revela ciertas propiedades inherentes a las propias sustancias y, por tanto, estrechamente entrelazadas con la materia. Se puede saber más de la calidad interna de las plantas por el gusto que por el olfato. Acudan a su intuición y ésta les ayudará a saber que todo lo relacionado con la solidificación de la materia en las plantas, y todo lo que se revela en los procesos orgánicos de solidificación, se revela si probamos el contenido de la planta. La naturaleza esencial de la planta se defiende contra la solidificación y esto se manifiesta en la tendencia de las plantas a ser fragantes. Así que realmente no se puede dudar de que el gusto es un proceso asociado a las relaciones de lo etérico y lo físico.

Ahora comparen el olfato y el gusto. Al reaccionar ante el mundo vegetal a través de estos dos sentidos, se experimenta la doble relación que tiene lo etérico con lo astral, por un lado, y con lo físico, por otro. Si se estudian estos dos procesos del gusto y del olfato, se entra literalmente en lo etérico, o en su expresión. Allí donde se producen en el hombre, hay una revelación física de lo etérico en su doble relación con lo físico y lo astral. Cuando examinamos lo que ocurre en los actos del gusto y del olfato, vivimos, por así decirlo, cerca de la superficie del hombre. Nuestra tarea hoy en día es superar la visión abstracta y mística y acercarnos a la captación concreta de la verdad espiritual, para que una verdadera ciencia pueda ser fecundada por la ciencia espiritual. ¿De qué puede servir a la gente escuchar el discurso perpetuo sobre la necesidad de captar lo divino en el hombre, si sólo entiende por ello una divinidad puramente abstracta? Este método de aproximación sólo se vuelve provechoso si podemos considerar ejemplos concretos en detalle, y rastrear, digamos, la interiorización de los procesos externos. Por ejemplo, si rastreamos en el olfato y el gusto el elemento etérico que es externo, pero que está relacionado con el hombre, percibimos, en lo que es, quizás, el más tosco de nuestros procesos sensoriales superiores, la interiorización de los procesos externos. Es sumamente importante para nuestra época ir más allá de las meras nociones abstractas y místicas.

Ahora bien, ustedes son plenamente conscientes de que en la naturaleza todo proceso tiende a pasar a otro, a metamorfosearse en algún otro proceso. Tomemos como ejemplo lo que acabamos de decir, que el sentido del olfato está situado más bien en la superficie de nuestro organismo, mientras que el del gusto está más hacia el interior (hablamos aquí con referencia al mundo vegetal). Ambas actividades de los sentidos se producen dentro del etérico, que se abre al astral por un lado y se solidifica en el físico por otro. El sentido del olfato se extiende hacia el exterior, hacia el olor evanescente de las flores, mientras que el del gusto vive en el proceso que se opone a la aromatización, e interioriza lo que externamente produce la solidificación. Cuando examinamos detenidamente el olfato y el gusto, descubrimos que en ellos lo exterior y lo interior se funden, por así decirlo.

Pero en la naturaleza, todos los procesos se funden en otros. Consideremos de nuevo las cualidades aromáticas de las plantas, a través de las cuales, en cierto sentido, tienden a alejarse de la solidificación y a la difusión, incluso por así decirlo, yendo más allá de sus límites en el esfuerzo hacia lo activo -el término no profesional- en la atmósfera, de modo que ésta lleva en sí misma algo de la existencia de la planta en el aroma. Los espectros de las plantas siguen ligados al aroma. ¿Qué sucede realmente cuando la planta vierte sus espectros perfumados en el aire, frustrando el proceso de solidificación, y enviando desde las flores algo que tendía a convertirse también en flores? Simplemente un proceso de combustión retenido. Si se imaginan ustedes la posterior metamorfosis de esta actividad aromática, llegan a la conclusión de que se trata de una combustión retenida. Comparen el proceso de combustión propiamente dicho con la aromatización de las plantas. Son dos metamorfosis de la misma unidad. Incluso diría que la combustión es una aromatización a otro nivel.

Veamos ahora qué hay en las plantas para que se produzca el sabor. Es más profundo y no insta a la dispersión de las fuerzas formativas en el aire como un espectro, sino que las reúne para que puedan ser utilizadas para construir la estructura interna. Si se sigue esta actividad formativa con el gusto, se llega al proceso que se encuentra por debajo de la solidificación en las plantas, es decir, a la salificación, que es una metamorfosis, en otro nivel, de la solidificación. En las plantas, por tanto, encontramos una extraña metamorfosis. El proceso aromático dirigido hacia arriba es, en cierto sentido, una combustión en suspensión, que puede conducir a las etapas iniciales de la combustión, ver diagrama 16(pues los procesos de eflorescencia son procesos de combustión). Mientras que en la tendencia hacia abajo se tiene la solidificación y la salificación, y lo que se saborea es algo que se retiene en el camino hacia la salificación. Pero si la sustancia salina se deposita en los tejidos de la propia planta, es algo que ha ido un paso más allá del camino de la formación de la planta; la planta ha presionado el fantasma de su forma hasta su ser real.

Aquí tenemos la "proporción" para encontrar remedios y se arroja luz sobre todo el reino vegetal porque ahora se empieza a comprender lo que ocurre allí. Debo subrayar de nuevo que esta consideración de los hechos concretos es lo único que puede ayudarnos.

Para encontrar el siguiente paso, sólo hay que recordar que siempre que sea posible, y por motivos de oportunismo en un sentido más elevado, enlazaré lo que tengo que explicar con las ideas actuales. De este modo, deberíais estar en condiciones de construir el puente entre lo que la ciencia espiritual es capaz de dar y lo que enseña la ciencia externa. Naturalmente, el contenido de los párrafos siguientes podría exponerse de forma más estrictamente espiritual-científica. Pero conectaré mis observaciones con las ideas habituales de la ciencia moderna, porque existen. El fisiólogo de hoy se atiene al material que tiene delante; el científico espiritual no necesita este material delante de él de la misma manera, pues no utiliza el método de la disección. No hay que imitar los métodos que sobrevaloran la inspección anatómica, pero hay que contar con el hecho de que han sido utilizados y que sus resultados han sido establecidos desde hace tiempo. Sólo cuando las ciencias naturales hayan sido fecundadas en cierta medida por las ciencias espirituales, dejarán de emplearse.

Examinemos la estrecha relación, de la que la ciencia espiritual dará la clave, entre el proceso que tiene lugar dentro del ojo, y los procesos del olfato y del gusto - particularmente de este último. Comparemos las ramificaciones del nervio del gusto en los tejidos vecinos, con el nervio óptico dentro del globo ocular. El parentesco es tan estrecho que difícilmente podríamos evitar buscar una analogía con el proceso del gusto, si quisiéramos una caracterización interna del proceso de la vista. Por supuesto, el nervio del gusto no se continúa en nada parecido a la estructura altamente intrincada del ojo, que se sitúa delante de la retina, y por lo tanto la vista es en muchos aspectos diferente.

Pero lo que comienza como el proceso de la vista, tras el maravilloso instrumento del ojo físico, tiene una estrecha relación interna con el proceso del gusto. Quiero decir que en el acto de ver, estamos realizando una degustación transformada, metamorfoseada porque los procesos orgánicos del gusto se complementan con los procesos debidos a la intrincada estructura del ojo. En cada uno de nuestros sentidos, debemos distinguir entre aquello que nuestro organismo aporta al mundo exterior y lo que el mundo exterior aporta a nuestro organismo. Debemos fijarnos en el proceso interno que tiene lugar cuando la sangre corre hacia la coroides del ojo, donde el organismo trabaja en el ojo. Este proceso es más pronunciado en ciertos animales, que no sólo tienen nuestro aparato ocular, sino también el pecten y las apófisis xifoides. Ahora bien, estos últimos son órganos de la circulación sanguínea que empujan el yo hacia el interior del ojo, mientras que en nosotros, el yo retrocede dejando el globo ocular libre hacia el interior. Pero por medio de la sangre, todo nuestro organismo trabaja a través del ojo en todo el proceso de la visión. Y allí, dentro del proceso de la visión, está presente la degustación transmutada. Por lo tanto, podemos llamar a la vista degustación metamorfoseada. Y en nuestro diagrama (ver Diagrama 16), tenemos que poner la vista como degustación metamorfoseada por encima del gusto y del olfato.

Los procesos del gusto y de la vista corresponden a algo externo que coopera con algo interno. Así, el proceso del gusto debe metamorfosearse hacia arriba; la vista es la metamorfosis superior del gusto. Ahora bien, también debe haber una metamorfosis complementaria hacia abajo del proceso del gusto, sumergiéndose en la esfera corporal inferior. En el proceso visual nos elevamos al mundo exterior; el ojo está encerrado en una cavidad ósea, pertenece al exterior; es un órgano muy externo, construido de acuerdo con el mundo exterior. Ahora pasamos a la dirección opuesta e imaginamos la metamorfosis del proceso del gusto hacia abajo, hacia las profundidades del organismo. Aquí llegamos al polo opuesto del sentido de la vista; encontramos, por así decirlo, lo que corresponde en la parte inferior al proceso visual en la parte superior del cuerpo. Y esto arrojará mucha luz sobre nuestras investigaciones posteriores.

Al trazar la metamorfosis del proceso del gusto hacia abajo, encontramos la función digestiva.

Sólo se puede llegar a una comprensión interior de esta función, reconociéndola, por una parte, como una continuación metamorfoseada del proceso del gusto, y por otra, como el completo polo opuesto del proceso exteriorizado de la vista. Pues el sentido visual exteriorizado te permite reconocer lo que en el mundo exterior que te rodea corresponde a la digestión, de la que la digestión es una interiorización orgánica. Por otro lado, te das cuenta de hasta qué punto la digestión debe ser llamada afín al proceso del gusto. No es posible comprender las actividades más íntimas de nuestro organismo, en la medida en que se concentran en el proceso digestivo, a menos que visualicemos ese proceso completo de la siguiente manera: la buena digestión se basa en la capacidad de degustar con todo el tracto alimentario, y la mala digestión es el resultado de una incapacidad de todo el tracto para llevar a cabo esta función de degustar.

Recordemos ahora que el proceso que estamos considerando se divide en gusto y olfato. Como hemos señalado, el gusto está más implicado en las relaciones de lo etérico con lo físico: y el olfato, en cambio, en las de lo etérico con lo astral. La continuación del proceso del gusto hacia abajo en el organismo está igualmente bifurcada. Esto aparece en la tendencia de la función digestiva hacia la excreción fecal, mientras que por otro lado, tenemos la excreción a través de los riñones en forma de orina.

Las dos bifurcaciones, superior e inferior, son exactamente complementarias. Hay dos polos opuestos, uno que se divide hacia arriba en el gusto y el olfato, mientras que hacia abajo tenemos la división en la digestión propiamente dicha, y en aquella función que se separa de la mera digestión y se basa en la actividad más íntima de los riñones y es accesoria a su trabajo en el cuerpo.

De este modo es posible considerar todo lo que ocurre dentro de nuestro cuerpo, limitado por la superficie de nuestra piel, como una región externa introvertida. Toda continuación hacia arriba conduce al mundo exterior; el hombre se abre al exterior en esta región.

Ahora podemos seguir el asunto de otra manera. Hay, de nuevo, una facultad en nosotros que vive en nuestra alma, pero que está ligada al organismo, no ligada ciertamente en ningún sentido materialista, sino en ese sentido peculiar que conocéis por otras conferencias. Pues en el pensar y en la formación de "representaciones" [Ed: El término "representación" traduce mejor el Vorstellung alemán que la traducción habitual "idea", que es ambigua]. (véase el diagrama 16) tenemos un ver metamorfoseado, una vez más vuelto hacia dentro en cierto sentido.

Consideren por un momento cuántas de las representaciones que utilizan en el pensar son simplemente continuaciones de imágenes visuales; ¡comparen por un momento la vida anímica del ciego o del sordo congénito con la suya! En el pensar tenemos una continuación interiorizada del ver. Y podemos incluso encontrar luz sobre la notable interacción entre la anatomía de la cabeza y el cerebro, y el proceso del propio pensamiento. (Cuando examinamos cuidadosamente nuestros procesos del pensar, especialmente la conexión entre los poderes de combinación y asociación y la estructura cerebral, nos encontramos con formaciones que se asemejan a una transformación del nervio olfativo. Así que podemos decir que, desde un punto de vista interno, nuestro pensar discontinuo y analítico es muy parecido a su contraparte, al acto de ver. Pero la combinación de "cosas vistas", la asociación de representaciones, se asemeja al olfato en su formación orgánica interna. Este contraste se expresa de manera notable en la estructura anatómica del cerebro.

Así, encontramos el pensar y la representación como un extremo de una metamorfosis. ¿Qué puede considerarse entonces como el proceso complementario interiorizado? Recordemos que el poder de la representación puede ser calificado como una visión transformada; algo que se exterioriza en la vista y se irradia hacia el interior en el pensamiento. En el pensar tratamos de invertir nuestra visión, por así decirlo, y dirigirla de nuevo hacia el organismo. Por lo tanto, su polo opuesto será un proceso que no intente de ninguna manera dirigir hacia el interior, sino dirigir hacia el exterior. Este polo opuesto es el proceso de evacuación - la conclusión de la digestión. (Ver Diagrama 16). Así, la evacuación se convierte en la contraimagen de la representación. Aquí tenéis en un aspecto más íntimo lo que ya he tratado desde el punto de vista de la Anatomía Comparada, cuando intenté mostrar la estrecha relación entre las llamadas capacidades mentales (espirituales) del hombre y el proceso regulado o no de excreción; basando mi argumento en la estructura anatómica y en la existencia de la flora de los intestinos.

Aquí está la misma verdad revelada por otro enfoque. En el pensamiento tenemos una continuación interna de la vista, y en la evacuación una continuación externa de la digestión. Remítase ahora a lo que dijimos antes, que el proceso de aroma en las plantas es una combustión suspendida, y su solidificación un proceso de sal suspendida. Esto arroja de nuevo luz sobre lo que tiene lugar dentro del cuerpo. Sólo que debemos tener claro que se produce una inversión. En la representación, tenemos el sentido de la vista invertido y vuelto hacia dentro, mientras que en la esfera corporal inferior hay una inversión hacia el exterior. Así que tenemos que reconocer la relación del proceso superior con la salificación y del inferior con la combustión, o con el "fuego". (Véase diagrama 16). Por lo tanto, si se aplica al hipogastrio un remedio adecuado que contenga aromatización y combustión suspendida en las plantas, se le ayudará y aliviará. A la inversa, si aplicáis a la parte superior del hombre lo que tiende a retener o a interiorizar el proceso de sal en la planta, daréis ayuda también en esta esfera. Esta regla tendremos que discutirla y aplicarla en detalle.

Así, todo el mundo externo puede reaparecer en nuestro interior humano. Y cuanto más profundamente interno sea el proceso, mayor será la necesidad de encontrar su análogo externo. Debemos ver algo muy parecido a los procesos aromáticos y de combustión -pero afín en el sentido de la polaridad- en las actividades de los órganos digestivos, especialmente de los riñones. También en la región superior, desde los pulmones hacia arriba, pasando por la laringe hasta la cabeza, debemos ver algo relacionado con la tendencia a la formación de sal en la planta; todo esto tiende a la salificación en el hombre. Incluso podríamos decir, o más bien podemos decir, que si una vez hemos adquirido un conocimiento de las diferentes formas en que las plantas absorben y recogen la sal, sólo tenemos que buscar sus analogías en la organización humana. Hoy hemos tratado esto en general, y pasaremos a considerarlo en detalle.

Con esto tenemos un principio básico para toda la fitoterapia. Tienen una imagen general de todo el proceso de acción y reacción mutua entre el mundo interior y el exterior. Pero ya podrá ver algunas aplicaciones específicas. Tomemos, por ejemplo, algunos de los olores que, incluso como tales, están relacionados con el sabor, de modo que pueden experimentarse plenamente si la planta no sólo se huele, sino que se mastica. Entonces encontramos una síntesis de olor y gusto, de aroma y sabor, como por ejemplo en la melisa o la hiedra terrestre. En estos casos encontramos que en el olor ya hay un elemento de salificación; hay una colaboración entre las tendencias salinas y aromáticas. Y esto es una indicación de su correspondencia en el organismo, una indicación de que el bálsamo, por ejemplo, es adecuado para los órganos externos y el pecho, mientras que formas tan fragantes como la tila o la flor de rosa son afines a lo que se encuentra en lo profundo del abdomen o en la vecindad de la pared abdominal.

Todos los órganos y funciones de nuestra esfera superior, en las regiones de las actividades del olfato y del gusto, están entrelazados con un proceso vital, que puede denominarse así en un sentido más profundo, es decir, la respiración (véase el diagrama 16). Busquemos la actividad complementaria polar; debe ser algo que se ramifica del proceso digestivo, antes de que la digestión pase a la evacuación, y ser la contraparte polar de la "representación". Sin embargo, debe ser algo orgánicamente adyacente al proceso de la digestión, así como la respiración es orgánicamente adyacente al proceso del olfato y del gusto. Así pues, encontramos la contrapartida de la respiración en los procesos linfáticos y sanguíneos, en el proceso de formación de la sangre y, sobre todo, en lo que se ramifica y empuja hacia el interior desde la digestión, es decir, los procesos de las glándulas linfáticas y órganos similares que contribuyen a la formación de la sangre. Aquí hay, pues, dos procesos polares; uno que se ramifica desde el sistema digestivo, el otro desde los procesos sensoriales más externos; uno, la respiración, en la segunda línea detrás de los órganos sensoriales; y el otro situado justo delante de donde el proceso digestivo lleva a la excreción: el proceso de la sangre y la linfa. Es notable cómo, partiendo de los procesos reales, llegamos a una visión de todo el ser humano, mientras que en la medicina actual el hombre es estudiado sólo desde los órganos, considerados externamente. Aquí, sin embargo, partimos de los procesos e intentamos comprender a la persona individual a partir de la relación total entre el hombre y el mundo exterior. Encontramos interacciones que describen directamente las actividades etéricas en el hombre; y éstas han sido nuestro objeto de estudio hoy. Y los dos procesos de la respiración y la formación de la sangre se encuentran de nuevo en el propio corazón humano. Todo el mundo exterior (incluido el hombre) aparece como una dualidad que está encerrada en el corazón, y en él se esfuerza por alcanzar una especie de equilibrio.

Así llegamos a un cuadro notable, el cuadro del corazón humano, con su carácter interiorizador, su síntesis de todo lo que actúa desde fuera en nuestro cuerpo. En el exterior, en el mundo, hay un análisis, una dispersión, de todo lo que se reúne en el corazón (Ver Diagrama 17). 

Aquí se llega a una concepción importante que podría expresarse así: Se mira al mundo, se mira al horizonte y se pregunta: - ¿Qué hay en este entorno exterior? ¿Qué es lo que actúa hacia adentro desde la periferia? ¿Dónde puedo encontrar algo en mí mismo que sea afín? Si miro en mi propio corazón. encuentro, por así decirlo, el cielo invertido, el polo opuesto. Por un lado tienes la periferia, el punto extendido hasta el infinito, por otro tienes el corazón, que es el círculo infinito concentrado en un punto. El mundo entero está dentro de nuestro corazón. Para usar una ilustración, tal vez un poco cruda: - Imagínense al hombre de pie mirando hacia las extensiones infinitas del mundo; tal vez de pie en una colina alta, mirando hacia afuera y alrededor. Y supongan que se pone en el corazón humano el más pequeño enano imaginable. Traten de darse cuenta de que lo que el enano ve dentro del corazón es la imagen invertida completa del universo, contraída y sintetizada. Esto es tal vez puramente una imagen, una especie de imaginación. Pero si se concibe correctamente y se toma, puede funcionar como una imagen reguladora ordenada, un principio regulador, que es capaz de guiarnos y de ayudarnos a combinar correctamente nuestros logros aislados de conocimiento.

La mayor parte de los fundamentos de nuestros estudios e investigaciones especiales ya han sido establecidos, y serán la base para responder a las numerosas preguntas que me habéis dirigido.

Traducido por J.Luelmo.mar.2022

GA147 Münich 24 de agosto de 1913 La vida después de la muerte tal como se muestra en el Drama Misterio -El Despertar de las Almas-

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RUDOLF STEINER

SECRETOS DEL UMBRAL

conferencias, celebradas del 24 al 31 de de agosto de 1913, en Münich.


PRIMERA CONFERENCIA

La vida después de la muerte tal como se muestra en el Drama Misterio "El Despertar de las Almas"


Münich 24 de agosto de 1913

Si recuerdan las escenas dramáticas que hemos tenido ante nosotros estos últimos días, verán que conducen a lo que vamos a considerar en este ciclo de conferencias. En primer lugar, me gustaría recordar las escenas nueve, diez y trece de El despertar de las almas. Se trata de escenas cuyo efecto podría calificarse de simple y sencillo. Después de los sucesos en el Reino de los Espíritus (Escenas Quinta y Sexta) y de la iniciación egipcia (Escenas Séptima y Octava), algunas personas podrían haber esperado una continuación mucho más contundente que se presentara ante los ojos del alma, más trágica, tal vez, o más enfática en el discurso, y no sólo un hundimiento en la quietud interior. Sin embargo, todo lo que se forme de manera diferente en las escenas nueve, diez y trece, parecería falso ante la mirada oculta.

En el escenario vemos varios desarrollos del alma. Hay que decir inmediatamente que también hemos dado descripciones teóricas del desarrollo hacia los mundos superiores, y éstas contienen puntos de referencia para cada persona en su camino hacia el mundo espiritual. Sin embargo, el desarrollo del alma es necesariamente diferente para cada uno, según su propia naturaleza especial, su carácter, su temperamento y sus circunstancias. Por lo tanto, sólo podemos obtener una comprensión más profunda del desarrollo esotérico del alma cuando observamos su diversidad: qué diferente se produce en María, qué diferente en Johannes Thomasius, qué diferente en los demás personajes del drama.
La Escena Nueve se dirige en primer lugar a ese momento psicológico en el que irrumpe en el alma de María la conciencia de las experiencias que, durante el tiempo devachánico antes del nacimiento y en la antigua iniciación egipcia, habían penetrado hasta el fondo, pero no de forma consciente. En lo que se nos presentó como "Reino del Espíritu", se trata de las experiencias del alma entre la muerte al final de una encarnación medieval y el nacimiento en nuestro tiempo presente. Los acontecimientos de los cuatro Dramas-Misterio, a excepción del episodio de La prueba de las almas que representa la revisión espiritual de su vida anterior por parte de Capesio, se desarrollan en el tiempo presente, un tiempo ligado al pasado espiritual transcurrido en el Devachán, entre la muerte de los diversos personajes tras su encarnación en la Edad Media (siendo éste el contenido del episodio mencionado) y su vida actual.

Las experiencias del período devachánico difieren según la preparación que nuestras almas hayan hecho en la tierra. Hay que entender que es una experiencia significativa cuando un alma puede pasar con conciencia por lo que se llama la Medianoche Cósmica. Las almas que no están preparadas para ello dormirán durante esa parte del tiempo llamada período de Saturno del Devachán (se pueden designar los períodos sucesivos que atraviesa un alma entre la muerte y un nuevo nacimiento como relacionados con los distintos planetas: Períodos de Sol, Marte, Mercurio, etc.). Muchas almas duermen durante toda la medianoche cósmica. Las almas que han sido preparadas están despiertas en este periodo de su vida espiritual, pero no hay garantía de que las almas así preparadas traigan también un recuerdo claro de esta experiencia a su vida en la tierra cuando vuelvan a la existencia física.
María y Johannes estaban bien preparados para la experiencia de la Medianoche Cósmica durante su tiempo en el mundo espiritual entre la muerte y el nuevo nacimiento. Sin embargo, al principio de sus vidas terrestres predominaba una especie de oscuridad anímica que se prolongaba durante largos periodos de tiempo y que ocultaba la experiencia de la Medianoche Cósmica; luego, en una etapa posterior de su vida actual, ésta salió a la superficie. Sólo reaparecía cuando se alcanzaba cierta calma interior y resolución del alma. Las experiencias de la Medianoche Cósmica son significativas y profundas cuando el alma está despierta a ellas. El recuerdo terrenal de todo esto debe venir como una experiencia interior tranquila, una experiencia interior luminosa, pues el efecto de tal percepción de la Medianoche Cósmica es éste: lo que antes era sólo subjetivo, trabajando interiormente como fuerza del alma, aparece ahora como un ser o seres vivos ante el alma. Como se muestra en la escena nueve de El despertar de las almas, se presenta ante María en las formas de Astrid y Luna como seres reales. Para Johannes Thomasius la Otra Philia se convierte en un ser vivo del mundo espiritual, y para Capesius, Philia, en la escena trece. Estos personajes tuvieron que aprender a sentir perceptivamente que lo que antes sólo eran fuerzas abstractas dentro de ellos mismos, ahora podían aparecérseles en forma espiritualmente tangible.

Lo que llega a las almas espiritualmente tangible como genuino autoconocimiento tiene que aparecer en la completa quietud del alma, el resultado de la meditación: esto es esencial si tales sucesos han de ser experimentados en el verdadero sentido de la palabra para el genuino fortalecimiento del alma. Si una persona quisiera experimentar la Medianoche Cósmica como un recuerdo retrospectivo o experimentar lo que se muestra como la iniciación egipcia no en la clara luz de la meditación sino como una intensa tragedia, no podría experimentarlos en absoluto. Pues el acontecimiento espiritual que tiene lugar en el alma se colocaría como un velo oscuro ante ella, de modo que cualquier impresión se aleja de la observación. Un alma que ha experimentado la Medianoche Cósmica y que en su núcleo más profundo ha recibido una impresión trascendental del tipo que se muestra en las escenas siete y ocho de El Despertar de las Almas, puede recordar el suceso pasado sólo cuando el alma, en una calma completamente lúcida, puede percibir los pensamientos que se aproximan, pensamientos sobre experiencias anteriores en la vida espiritual o en la vida terrenal anterior. Esto es lo que se expresa en las palabras al comienzo de la Escena Nueve:
                           Una estrella del alma, en la orilla espiritual allí, -
Se acerca, - se acerca a mí en el brillo espiritual,
Con mi ser se aproxima, - en la cercanía -
Su luz gana en fuerza, - en paz también.
Eres la estrella de mi círculo espiritual, lo que...
¿Tu cercanía ilumina la visión de mi alma?
La aparición del recuerdo de la medianoche del mundo y de la experiencia de la encarnación anterior sólo puede ser sentida de manera verdaderamente oculta cuando el alma se encuentra en esta condición de calma, para que el asunto no ruede hasta el alma en una tragedia tumultuosa.  Allí donde se experimenta, donde se vive la medianoche del mundo, se experimenta lo más importante para la experiencia del alma; lo que no puede expresarse de otro modo que diciendo que en esa medianoche del mundo se experimentan cosas que están profunda, profundamente ocultas bajo la superficie no sólo del mundo de los sentidos, sino también bajo la superficie de muchos mundos a los que conduce una clarividencia inicial. 
Lo que escapa a los sentidos, pero también a muchas miradas clarividentes que ya ven a través de ciertas capas por debajo de los sentidos, es lo que -hablaremos de ello más adelante- puede llamarse las necesidades de los asuntos del mundo, esas necesidades que están arraigadas en el subsuelo de las cosas, en el que, sin embargo, también está arraigado el subsuelo más profundo del alma humana, pero que escapan a los sentidos y también a la mirada clarividente inicial, y sólo se revelan a ésta cuando se experimenta algo así como lo descrito pictóricamente en el período de Saturno. Por lo tanto, se puede decir que para tal mirada clarividente, que de hecho debe aparecer por primera vez entre la muerte y un nuevo nacimiento, es como si los relámpagos cruzaran todo el campo de visión del alma, relámpagos cuyo brillo aterrador iluminara las Necesidades Cósmicas, que al mismo tiempo eran ellas mismas tan cegadoras, que la mirada cognoscitiva muere en la luz radiante. Entonces, de esta mirada de cognición que expira, surgen formas de imágenes que se entretejen en la red cósmica como las formas a partir de las cuales crecen los destinos de los seres cósmicos. Uno descubre en los fundamentos de las Necesidades las causas fundamentales de los destinos humanos y de otros seres, pero sólo cuando uno mira con miradas de cognición que se extinguen en el conocimiento, destruidas por los relámpagos; entonces se remodelan como en formas que han muerto pero que viven como los impulsos del destino en la vida.

Todo lo que un verdadero autoconocimiento puede descubrir en sí mismo -no el autoconocimiento que tanto se pregona en las filas teosóficas, sino el autoconocimiento altamente serio que se produce en el curso de la vida esotérica -, todo lo que un alma puede percibir en sí misma, con todas las imperfecciones que tiene que atribuirse, todo esto se oye en la medianoche cósmica como si estuviera entretejido en un trueno cósmico rodante, que retumba en el subsuelo de la existencia.
Todas estas experiencias pueden tener lugar con gran angustia y solemne resolución entre la muerte y un nuevo nacimiento como despertar en la medianoche cósmica. Si el alma es lo suficientemente madura como para permitir que la conciencia de esto entre en el mundo físico de los sentidos, debe darse en la tranquila claridad del estado de ánimo meditativo insinuado por María al principio de la Escena Nueve. Sin embargo, lo que el alma ha percibido dentro de su vida espiritual debe haber precedido a esto, como si algo de sí misma, algo que pertenece íntimamente a sí misma pero que no siempre habita en lo que se puede llamar el Yo, se hubiera acercado desde las distancias del mundo. El estado de ánimo en el que algo en el mundo espiritual se acerca a uno como una parte de uno mismo, pero como si viniera de lejos: esto se pretendía en las palabras que María pronuncia en el Reino de los Espíritus (Escena Sexta):
                           Las llamas se acercan - se acercan con mi pensamiento
desde las lejanas orillas cósmicas del alma de mi ser. -
Una acalorada batalla se acerca - y mi propio pensamiento
debe luchar con los pensamientos de Lucifer;
dentro de otra alma mi pensamiento lucha. -
La luz caliente se desprende - de la feroz y oscura frialdad. -
Destella relámpagos, esta luz caliente del alma -
la luz del alma - en campos cósmicos de hielo -

El recuerdo de la experiencia, que puede expresarse con palabras como ésta, puede volver a plasmarse en las palabras de María mencionadas al principio de la escena nueve ("Una estrella del alma..."). Sin embargo, lo que el alma debe sentir para tener tal recuerdo de la medianoche cósmica, debe estar también en la vida terrenal, pues aquí el alma humana pasa por acontecimientos que le traen los estados de ánimo de la angustia interior, de la resolución interior, del miedo interior, que sólo se pueden expresar con las palabras que se le dan a María al final de la escena cuatro. En efecto, uno tiene que haber sentido que el yo individual se desprende de lo que generalmente se llama la vida interior; que la fuerza del pensamiento, con la que uno se siente tan confiadamente conectado en la vida, se desprende del ser interior y parece irse hacia los límites lejanos, lejanos, de su campo de visión; y uno tiene que haber encontrado vivo en sí mismo como presencia del alma lo que se expresa en tales palabras -aunque naturalmente éstas parecerán un completo sinsentido, desbordado de contradicciones, para el tipo de comprensión limitada a los sentidos externos y atada al cerebro. Primero hay que haber experimentado la sensación de que el propio yo se aleja, de que el propio pensamiento se aleja, para poder volver a vivir con total tranquilidad el recuerdo de la Medianoche Cósmica. El recuerdo durante la vida terrestre debe ser precedido por la experiencia de la Medianoche Cósmica en la vida espiritual, si lo que está en la Escena Nueve debe tener lugar.

Para que esto sea posible, sin embargo, debe haber existido de nuevo el estado de ánimo del alma expresado al final de la cuarta escena. Las llamas huyen en verdad; no llegan antes a la conciencia terrenal; no se acercan a la calma de la meditación, antes de haber huido, hasta que este estado de ánimo del alma se ha convertido en una verdad:


Las llamas huyen... huyen con mi pensamiento;

----------------------------------------------------------

Y allí en las lejanas orillas cósmicas del alma

una furiosa batalla ... mi propio pensamiento lucha ...

en la nada que fluye - la luz fría del espíritu ...

mi pensamiento vacila, se tambalea ... luz fría ...

golpea fuera de mi pensamiento ondas de fuego de la oscuridad ...

¿Qué emerge ahora del feroz y oscuro calor?

en llamas rojas se desplaza mi Yo... hacia la luz...

en la luz fría ... de los campos cósmicos de hielo.


Estas cosas están unidas entre sí; su conexión de esta manera fortalece las facultades anímicas internas. Lo que al principio era sólo una fuerza anímica abstracta, ahora se presenta ante el alma en un cuerpo espiritual, de modo que en un sentido es una entidad especial, por otro lado pertenece a uno mismo, como Astrid y Luna se presentan ante María. Estos seres, que son reales y al mismo tiempo se perciben como fuerzas del alma, aparecen de tal manera que pueden estar en el escenario con el Guardián del Umbral y con Benedictus como lo hacen en la Escena Nueve. Lo más importante es percibir el estado de ánimo de esta escena para que, de una manera muy diferente e individual, cuando la fuerza anímica interior correspondiente a la Otra Filia tome forma corporal, se produzca un despertar, es decir, el recuerdo de la Medianoche Cósmica y del antiguo tiempo egipcio en Johannes Thomasius. Para un alma tan delicadamente sintonizada como la de Johannes Thomasius, las palabras de la Otra Philia: "Tejido encantado de tu propio ser..." tienen un significado especial, al igual que lo que se relaciona con ellas durante el resto del Drama Misterio. Por ello, el Espíritu de la Juventud de Johannes, Benedictus y Lucifer aparecen como al final de la Escena Diez. Es importante traer ante el ojo de la mente justamente en esta escena cómo Lucifer se acerca a Johannes Thomasius y se pronuncian las mismas palabras que se escucharon al final de la Escena Tres en El Guardián del Umbral. En estas palabras se descubre cómo la batalla que libra Lucifer atraviesa todos los mundos y todas las vidas humanas, y se descubre también el estado de ánimo que resuena en las palabras de Benedictus en respuesta a Lucifer. Intenta sentir lo que hay en estas palabras que suenan de Lucifer tanto en El Guardián del Umbral al final de la Escena Tres como en El Despertar de las Almas al final de la Escena Diez:

Lucifer: Me refiero a luchar.

Benedictus: Y luchar sirve a los dioses.

Observemos con mucha atención algo más en este punto, que aunque se pronuncien las mismas palabras en estos dos lugares, pueden ser pronunciadas de manera que en cada lugar signifiquen algo muy diferente. Lo que significan al final de la Escena Diez de El Despertar de las Almas está determinado por el hecho de que las palabras precedentes de María se transforman a partir de las palabras pronunciadas en El Guardián del Umbral, mientras que en el alma de María vive lo que ella había dicho:

María, como has deseado verla,

no existe en los mundos de la verdad radiante.

Mi santo y solemne voto hace brotar nuevas fuerzas

para sostener para ti lo que has ganado.

Ella dice ahora:


Me encontrarás en brillantes campos de luz...


Ya no dice:


Y me encontrarás en fríos campos de hielo ...

sino

Me encontrarás en campos brillantes de luz

donde la belleza resplandeciente hace surgir los poderes de la vida.

Búscame en terrenos de mundos donde las almas

deben luchar por alcanzar su sentimiento por los dioses

a través del amor, que en el Todo contempla el Ser.

Las palabras se invierten respecto a lo que son en la Escena Dos de El Despertar de las Almas. Es a través de esto que el diálogo entre Lucifer y Benedictus al final de la Escena Diez: "Quiero luchar" - "Y la lucha sirve a los dioses", se convierte en algo totalmente diferente de lo que era al final de la Escena Tres en El Guardián del Umbral. Al entender esto, se arroja luz sobre algo así como un empuje ahrimánico, se puede decir, que prevalece en todo el pensamiento intelectual, en toda la cultura intelectual de hoy.

Una de las cosas más difíciles para las personas con esta facultad superficial del intelecto en nuestra cultura moderna es darse cuenta de que las mismas palabras en un contexto diferente significan algo diferente. La civilización moderna es tal que la gente piensa que las palabras que utiliza -en la medida en que han sido acuñadas en el plano físico- deben significar siempre lo mismo. Aquí tenemos precisamente el lugar donde Ahriman tiene a la gente más firmemente agarrada por la garganta, y donde les impide comprender que las palabras sólo llegan a ser vivas en su sentido más profundo cuando uno las mira en la conexión en que son pronunciadas. Nada que se extienda más allá del plano físico puede ser comprendido si no se tiene presente este hecho oculto. Es especialmente importante hoy en día que un hecho oculto de este tipo trabaje en nuestros corazones y almas como contrapeso a la vida intelectual externa que se ha apoderado firmemente de todo ser humano.

Entre las muchas cosas que hay que considerar en estos Dramas Misteriosos, observen cómo en El Despertar de las Almas la notable figura de Ahrimán se introduce silenciosamente al principio, cómo parece insinuarse entre los demás personajes y cómo adquiere continuamente importancia hacia el final del drama. Me esforzaré por presentarles un escrito especial sobre Lucifer y Ahrimán, y también sobre otras cosas, titulado El Umbral del Mundo Espiritual; estará a mano durante este ciclo de conferencias, pues me parece que estos temas son particularmente necesarios de iluminar para nuestros amigos en este momento. No es fácil obtener una comprensión clara de figuras como Ahriman y Lucifer. Tal vez sea útil para algunos de ustedes observar cómo, precisamente en El Despertar de las Almas, quien no está del todo confundido acerca del elemento ahrimánico en el mundo puede ser capaz de pensar en cosas que otra persona, a través de impulsos ahrimánicos inconscientes, puede estar pensando también, pero en un marco mental diferente. Habrá muchos entre ustedes, queridos amigos, que puedan entrar en todas las circunstancias que fluyen en palabras como las expresadas por Ahrimán mientras se insinúa entre las diversas personas:

No permitas que te confunda del todo.

Guarda fielmente el umbral,

aunque se muestra con ropas prestadas

que tú has remendado en tu mente

a partir de restos que se parecen al melodrama.

Usted como artista podría, por supuesto, evitar

producirlo en un estilo tan miserable,

aunque más tarde seguramente lo harás mejor.

Pero incluso su imagen distorsionada sirve.

No necesita demasiado énfasis

para mostrarle cuál es su estatura actual.

Deberías tomar nota de cómo habla el Guardián:

demasiado lúgubre es su tono, demasiado de patetismo. -

Prohíbele esto, y te mostrará

de quién toma hoy prestado en exceso.

Puedo imaginar que muchas personas - desde algún punto de vista estético u otro - sacudirán la cabeza ante la forma en que se presentan estos Dramas Misterio. Mis queridos amigos, estas objeciones, así como otras planteadas contra la Antroposofía, pueden ser dejadas de lado por quienes se ponen en el ánimo de Ahrimán. Las personas hipercríticas de nuestro tiempo que denuncian la antroposofía pertenecen ciertamente a los descritos por el poeta: "¡Algunos nunca se fijan en el diablo, ni siquiera cuando los tiene cogidos por el cuello!". Podemos juzgar un poco a estos opositores de la antroposofía por lo que Ahriman dice aquí mientras merodea. Se encuentra con nosotros en su forma más seria cuando la muerte de Strader interviene gradualmente en los acontecimientos presentados en el drama; resulta entonces que las fuerzas que fluyen de esta muerte deben ser buscadas por la visión del alma en el efecto que tienen sobre todo lo demás que sucede en El Despertar de las Almas.

Hay que decir una y otra vez que este despertar se produce de diferentes maneras. Para María sucede que, a través de circunstancias especiales, las fuerzas del alma que encuentran su expresión corporal-espiritual en Luna y Astrid aparecen ante su alma. Para Johannes Thomasius tiene lugar cuando experimenta en sí mismo el tejido encantado de su ser interior, en la Otra aparición de Philia de forma espiritualmente palpable, si se puede utilizar una expresión tan absurda. Para Capesius ocurre a través de Philia de una forma aún diferente. En muchas otras formas, este despertar puede llegar gradualmente a las almas, por ejemplo, como vemos que llega a Strader en la escena once. Aquí no nos encontramos con lo que acabamos de describir como las formas espiritualmente tangibles de Luna, Philia, Astrid y la Otra Philia; tenemos las imágenes todavía imaginativas que irradian experiencias espirituales a la conciencia física. Esta etapa del despertar del alma que tiene lugar en Strader sólo puede ser representada por una percepción imaginativa como la imagen del barco en la escena once.

En otra forma puede prepararse gradualmente el despertar del alma. Lo encontrarás, cuidadosamente planeado, después de que Ahriman se haya mostrado en su significado más profundo en la escena doce: se insinúa en la escena trece en la conversación entre Hilario y Romanus. Deja que el ojo de tu mente descanse en lo que ha estado sucediendo en el alma de Hilary entre los acontecimientos de El Guardián del Umbral y los de El Despertar de las Almas, expresados en estas palabras de Hilary:

Amigo mío, te agradezco estas palabras ocultas.

Las he escuchado a menudo; por primera vez ahora

siento el significado secreto que contienen.

Los caminos cósmicos son difíciles de penetrar.

Y yo, querido amigo, estoy llamado a esperar

hasta que el espíritu me muestre la dirección

que está en consonancia con mi vista espiritual.

¿Cuáles son las palabras que Romanus había pronunciado? Son palabras que Hilario ha escuchado una y otra vez desde el lugar en el que Romanus se encuentra en el Templo, palabras que Romanus ha pronunciado tantas veces en este lugar, pero que, hasta esta experiencia, habían pasado ante la visión interior de Hilario sin la comprensión más profunda que se puede llamar comprensión de la vida. También es un poco el despertar del alma para alguien que se esfuerza por comprender lo que ha asimilado como formas de pensamiento, comprendiéndolo bastante bien e incluso dando conferencias sobre ello, pero sin tener todavía una comprensión viva y vital. Puede haber absorbido todo lo que contiene la antroposofía en libros, conferencias y ciclos, incluso puede haberlo impartido a otros, tal vez para su gran beneficio, y sin embargo descubrir esto: comprender como ahora Hilario comprende las palabras de Romanus sólo es posible después de una cierta experiencia que debe esperar con calma. Esta es una etapa definitiva del despertar del alma.

¡Oh, si un buen número de nuestros amigos pudiera ponerse en este estado de ánimo de espera! Si pudieran adoptar este estado de ánimo, de esperar la llegada de algo cuya descripción de antemano, tanto en lo que respecta a las teorías como a las explicaciones, ha sido aparentemente lo suficientemente clara y, sin embargo, mal comprendida, entonces se produciría en sus almas algo que se expresa en las palabras de Strader en la tercera escena de El despertar de las almas. Strader está allí entre Félix Balde y Capesius, está allí de una manera extraordinaria - está allí de manera que literalmente escucha cada palabra que dicen y podría repetirla, y sin embargo no puede entenderla. Sabe lo que es, incluso puede considerarlo como sabiduría, pero ahora se da cuenta de que hay algo que se puede expresar en las palabras:

Capesius y Félix, ambos ... para mí ...

ocultan un significado oscuro en palabras transparentes ...

 Nuestra gente supremamente inteligente de hoy en día tal vez concederá que por casualidad tal o cual persona puede ocultar un significado -un significado claro- en palabras oscuras. Sin embargo, estas personas inteligentes no concederán fácilmente que se pueda ocultar un significado oscuro en palabras claras. Sin embargo, que la naturaleza humana conceda que en las palabras claras se puede ocultar un significado oscuro es, de los dos, el reconocimiento más elevado. Muchas ciencias son claras, al igual que muchas filosofías, pero algo importante sucedería para la evolución ulterior de la humanidad si los filósofos confesaran finalmente que -aunque en todos los sistemas filosóficos han producido ciertamente cosas claras y cada vez más claras, de modo que cualquiera podría decir: "¡Estas cosas son claras!" - sin embargo, puede haber en las palabras claras un significado oscuro. Algo importante ocurriría si las muchas personas que se creen supremamente inteligentes, considerando lo que saben como sabiduría (y hasta cierto punto con razón), si pudieran colocarse ante el mundo como Strader se coloca entre Félix Balde y Capesio y aprendieran a decir:


A menudo he entendido - lo que dices; -

lo tomé entonces por sabiduría; - pero ninguna palabra

de lo que dices tiene sentido para mí ahora.

Capesio y Félix, ambos - para mí -

ocultan un significado oscuro en palabras transparentes.

Imagínate a algún filósofo moderno o del pasado, que haya reunido a su manera un sistema claro y plausible de filosofía, y que se ponga al lado de su filosofía (que es, por supuesto, a su manera, el resultado de todo el pensamiento humano), diciendo: "Por lo general, he encontrado esto comprensible. Todo lo que he escrito lo he tomado por sabiduría, y sin embargo no puedo entender ni una sola palabra de todas estas frases. Incluso en las que he escrito yo mismo, gran parte es incomprensible: estos pronunciamientos parecen esconder un significado oscuro en palabras claras."

Pues bien, uno no puede imaginarse fácilmente una confesión semejante viniendo de uno de nuestros filósofos recientes o un poco más antiguos, ni tampoco de uno de los hombres muy inteligentes de nuestra época materialista, o como se dice en estilo más grandioso, nuestra época monista. Y, sin embargo, sería una bendición para nuestra vida actual si la gente pudiera asumir la actitud hacia los pensamientos y otros logros culturales que Strader asumió hacia Félix Balde y Capesius. Ojalá que tales personas fueran cada vez más numerosas, y que la antroposofía pudiera, en verdad, aportar algo directamente a este autoconocimiento.

Traducido por J.Luelmo jul.2021


GA021 La aparición de los límites al conocimiento

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RUDOLF STEINER

Sobre los enigmas del alma


La aparición de los límites al conocimiento



Los pensadores que se esfuerzan con todas sus fuerzas por alcanzar el tipo de relación con la realidad verdadera que exige la naturaleza interior del ser humano discuten un gran número de los límites del conocimiento a los que se hace referencia en la página 16 y siguientes; y si se observa la naturaleza de estas discusiones, se puede ver con bastante claridad que el impulso experimentado por los pensadores genuinos en su encuentro con tales "límites" está en la dirección de esa experiencia anímica interior que es el tema de este primer ensayo. Observemos, por ejemplo, la forma en que el talentoso pensador Friedrich Theodore Vischer, en el importante ensayo que escribió sobre el libro de Johannes Volkelt La fantasía del sueño , describe la experiencia cognitiva que tuvo en el encuentro con uno de esos límites:

“No hay espíritu donde no hay centro nervioso, donde no hay cerebro”, declaran nuestros adversarios. “No hay centro nervioso, no hay cerebro”, respondemos, “si no se ha desarrollado de abajo hacia arriba, a través de innumerables niveles”. Es fácil hablar con desprecio del espíritu que flota en el granito y la piedra caliza, pero no es más difícil para nosotros preguntar con desprecio cómo las proteínas del cerebro pueden volar hasta las ideas. Medir los diferentes niveles desafía el conocimiento humano. Siempre será un secreto cómo sucede que la naturaleza –bajo cuya superficie, después de todo, debe estar dormido el espíritu– se presenta como un contragolpe tan completo del espíritu que nos golpeamos contra ella; esta separación parece tan absoluta que la formulación de Hegel, por brillante que sea, de algo “distinto” o “fuera” de uno mismo es casi insignificante y sólo oculta la naturaleza extrema de este muro de aparente separación. En la obra de Fichte se encuentra un verdadero reconocimiento del filo y de los golpes de este contragolpe, pero ninguna explicación de ello.

(Véase Friedrich Theodore Vischer, Views Old and New , 1881.) Friedrich Theodore Vischer señala con vigor uno de los lugares a los que también debe apuntar la antroposofía. Pero no se le ocurre que en esa frontera del conocimiento pueda entrar una forma diferente de actividad cognoscitiva. Desea vivir en esas fronteras en el mismo tipo de actividad cognoscitiva que le bastaba antes de llegar a ellas. La antroposofía intenta demostrar que la ciencia no termina allí donde nuestra actividad cognoscitiva ordinaria se “golpea”, donde esos “golpes y cortes” ocurren en el contragolpe de la realidad; la antroposofía intenta demostrar que las experiencias resultantes de esos “golpes, cortes y magulladuras” conducen al desarrollo de un tipo diferente de actividad cognoscitiva, que transforma el contragolpe de la realidad en una percepción espiritual que, para empezar, en su primer nivel, es comparable a la percepción táctil en el mundo sensorial.

En la tercera sección de Puntos de vista antiguos y nuevos , Friedrich Theodore Vischer afirma: “Bien, no hay alma junto al cuerpo (Vischer quiere decir para el materialista); así, precisamente lo que llamamos 'materia' -en el nivel más alto de su formación conocido por nosotros: en el cerebro- se convierte en alma, y ​​el alma evoluciona hacia el espíritu. Se supone que formamos un concepto [de materia], que para el intelecto que analiza está en completa contradicción consigo mismo”. Una vez más, la antroposofía debe responder a la presentación de Vischer: Bien, para el intelecto que descompone las cosas en sus partes componentes, hay aquí una contradicción; pero para el alma, esta contradicción se convierte en el punto de partida de una actividad de conocimiento en la que el intelecto que analiza se detiene porque este intelecto experimenta el “contragolpe” de la realidad espiritual.

Gideon Spicker, quien, además de otros libros astutos, también escribió Confesiones filosóficas de un ex monje capuchino (1910), señala una de las zonas fronterizas de nuestra actividad cognoscitiva ordinaria (utilizando palabras que son ciertamente bastante vívidas):

Sea cual fuere la filosofía de cada uno, dogmática o escéptica, empírica o trascendental, crítica o ecléctica, todas, sin excepción, parten de una premisa no demostrada y mejorable: la esencialidad del pensamiento . Ninguna investigación podrá jamás llegar a esta esencialidad, por muy profunda que sea. Esta esencialidad debe aceptarse incondicionalmente y no puede ser corroborada por nada; cualquier intento de demostrar su validez sólo presupone esta esencialidad. Bajo ella se abre un abismo sin fondo, una oscuridad espantosa que no es iluminada por ningún rayo de luz. No sabemos, por tanto, de dónde viene ni adónde conduce. Es igualmente incierto si un Dios misericordioso o un demonio maligno ha puesto esta esencialidad en nuestra razón.

Así, pues, la contemplación misma del pensamiento lleva al pensador a los límites del conocimiento ordinario. La antroposofía, con su actividad cognoscitiva, se sitúa en estos límites; sabe que la esencialidad se enfrenta a las capacidades (arte) del pensamiento intelectual como un muro impenetrable. Pero para un pensamiento experimentado por el pensador , la impenetrabilidad de este muro desaparece; este pensamiento experimentado encuentra una luz con la que iluminar y mirar en la “oscuridad no iluminada por ningún rayo de luz” de un pensamiento meramente intelectual; y el “abismo sin fondo” sólo existe para el reino de la percepción sensorial; quien no se detiene en este abismo, sino que se atreve a continuar con el pensamiento incluso cuando este pensamiento debe dejar de lado lo que el mundo sensible ha introducido en él, esa persona encuentra una realidad espiritual en este “abismo sin fondo”.

Podríamos continuar así indefinidamente, presentando las experiencias que los pensadores serios tienen en los límites del conocimiento.

Ejemplos como estos demostrarían que la antroposofía es el resultado natural de la evolución del pensamiento actual. Si se las analiza desde la perspectiva adecuada, hay muchos elementos que apuntan a la antroposofía.

GA170 Dornach 7 de agosto de 1916 La transformación para la siguiente encarnación de los poderes del resto del cuerpo en la cabeza.

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RUDOLF STEINER

Historia Cósmica & Historia humana Vol. 1

El misterio del ser humano - Trasfondo espiritual de la historia humana


Dornach 7 de agosto de 1916

SEXTA CONFERENCIA : 

La transformación de los poderes del resto del cuerpo en la cabeza de la siguiente encarnación. El conocimiento humano en su significado cósmico. El conocimiento de los caldeos, egipcios y griegos en relación con el conocimiento del presente. La profanación del conocimiento. El conocimiento desperdiciado pasa al servicio de Ahriman.

Cuando se habla del ser humano y de la relación de la humanidad con el cosmos, algo de lo que hay que decir puede parecer complicado. Cuando se trata del ser humano -puede decirse-, ¿hay algo que no esté incluido? Sin embargo, nos enfrentamos al hecho de que el ser humano está formado de una manera intrincada a partir de todo el cosmos, y tenemos que aceptarlo. Es especialmente importante que la gente de nuestro tiempo empiece a aceptar estas cosas, ya que, de lo contrario, será demasiado tarde. Hoy en día los hombres viven en una encarnación en la que apenas es posible arreglárselas sin saber mucho sobre la complicada naturaleza del ser humano; pero se acerca el momento -un momento en el que estas almas volverán a encarnar- en el que esto no será posible. Entonces las almas tendrán que empezar a conocer por fin cómo se relaciona la humanidad con el cosmos. Se podría decir que todavía estamos en un periodo en el que la responsabilidad de mantener unidos los diferentes miembros de los que se compone un ser humano aún no se ha entregado a la propia humanidad. Todavía estamos viviendo en una época en la que estos diferentes miembros se mantienen unidos sin que tengamos que hacer nada, cuando el compañero fácil puede venir a nosotros y decir: "¡Realmente! ¡Esta llamada sabiduría antroposófica es tan complicada! Pero la verdad es simple, y todo lo que no es simple no puede ser verdadero". Hoy en día, este discurso se escucha con frecuencia. Los que son engañados por Lucifer para que hablen de esa manera no tienen la menor idea de cómo se aturden con esta charla sobre la llamada simplicidad de la verdad. No son conscientes de cómo se están engañando a sí mismos. Porque llegará el tiempo en que la gente experimentará lo complicada que es, un tiempo en el que la gente necesitará conocimientos para mantenerse unida. Pero todo en el futuro tiene que ser preparado, y la corriente que lleva una visión espiritual-científica del mundo tiene la tarea de preparar el desarrollo de la cultura terrenal para la época en que la persona tendrá que saber cómo mantener unidas las diversas partes de su ser.

Recordemos las verdades fundamentales que se han descrito con cierto detalle en estos últimos días: de la naturaleza esencialmente dual del hombre y de cómo su cuerpo externo revela ya esta naturaleza dual. El cuerpo se divide en dos partes construidas según principios muy diferentes: la cabeza y el resto del cuerpo. Si examinamos una cabeza humana tal como es hoy, lo que tenemos es esencialmente el resultado de lo que era el cuerpo en la encarnación anterior. Y, después de haber pasado por el período entre la muerte y un nuevo nacimiento, nuestro cuerpo actual, excepto la cabeza, se convertirá en la cabeza de la siguiente encarnación. Así, el paso de una persona a través de encarnaciones sucesivas podría dibujarse como sigue: El hombre tiene su cabeza, y tiene el resto de su cuerpo. Lo que ahora es su cabeza está esencialmente perdido. Cuando vuelve a recibir un cuerpo de la tierra, lo que ahora es el resto de su cuerpo aparece, transformado, como la cabeza de esa próxima encarnación. Entonces este cuerpo, a su vez, se convierte en la cabeza de la siguiente encarnación y recibe otro cuerpo de sus antepasados, de la tierra. La cabeza siempre se pierde. Naturalmente, estamos hablando de fuerzas. Por supuesto, el material del resto del cuerpo también se pierde. Pero este material no es lo esencial -en el sentido más estricto de la palabra es maya-, sino que lo esencial son las fuerzas que residen en el cuerpo, excluyendo la cabeza. Estas fuerzas se transforman en las fuerzas de la cabeza durante nuestro paso por el período entre la muerte y el nuevo nacimiento. Y las fuerzas que estaban ligadas a nuestro cuerpo durante nuestra encarnación anterior están realmente presentes ahora en nuestra cabeza. Ese era el concepto básico cuyos detalles particulares estábamos elaborando.

Ahora, para entender estas cosas cada vez mejor, queremos recurrir a la ayuda de algunas otras ideas que hemos adquirido. Para empezar, preguntaremos: ¿Cómo se convertirá nuestro cuerpo actual en la cabeza de nuestra próxima encarnación? ¿Cómo se transforman las fuerzas de nuestro cuerpo actual para que se conviertan en la cabeza de la próxima encarnación?

La transformación de nuestro cuerpo en cabeza es difícil de imaginar al principio. Tenemos que preguntarnos: ¿Cómo es posible esta transformación?
Para responder a esa pregunta debemos repasar en nuestra alma lo que hemos estado diciendo sobre la parte del alma humana que se ocupa del conocimiento y los conceptos. Es la parte que depende de la cabeza y que se ocupa de la verdad y la sabiduría. Hoy en día, la gente suele creer que los conocimientos que adquirimos sólo están ahí para darnos imágenes del mundo exterior y permitirnos aprender algo sobre el mundo exterior. Hay epistemólogos filosóficos que teorizan sin cesar sobre las interconexiones, entre conceptos e ideas, y sobre la misteriosa conexión entre la naturaleza de un concepto y la cosa que el concepto representa. Todas estas teorías adolecen de un error común. Inicialmente, sólo puedo explicar este error hablando de forma pictórica. Imaginemos que hay un botánico, un jardinero, que quiere investigar la naturaleza de un grano de trigo. Cuando se pone a ello, dice: "Voy a investigarlo químicamente para ver qué sustancias contiene. Veré si entre sus componentes se encuentran todas las cosas que el hombre necesita en su grano y en su harina, y así, para alimentarse". Y el botánico procede entonces a buscar la naturaleza del grano de trigo en su relación con la alimentación humana para explicar por qué el grano de trigo contiene lo que contiene. Un hombre que creyera que está descubriendo algo esencial sobre la naturaleza del grano de trigo al investigar su idoneidad como alimento humano estaría cometiendo un curioso error. El grano de trigo se presenta como una parte de la planta de trigo completa, como su fruto. Quien quiera descubrir por qué corresponde a la naturaleza de un grano de trigo ser como es, debe investigar la manera en que una nueva planta de trigo puede desarrollarse a partir de él. Que contenga o no sustancias para la alimentación humana es una cuestión secundaria. No tiene nada que ver con la naturaleza interna del grano de trigo. Una persona que investiga la utilidad de todo y quiere convertir el conocimiento utilitario en la verdadera ciencia, investigaría el grano de trigo químicamente. Descubriría que aquí la naturaleza proporciona algo bueno para la alimentación humana. Pero eso no tiene nada que ver con la naturaleza interna de un grano de trigo, ni con el hecho de que de él pueda crecer una nueva planta de trigo.
Para alguien que aborda los asuntos con ideas claras y con espíritu de conocimiento, los filósofos del conocimiento, los epistemólogos, se parecen a menudo a las personas que investigan un grano de trigo considerando su valor como alimento para los seres humanos. Pues si se interrogara a un grano de trigo sobre su tarea original, no diría que está aquí originalmente para alimentar a la humanidad, sino que diría que su tarea original es permitir que se desarrolle una nueva planta de trigo. Cuando alguien con las ideas claras y el sentido del conocimiento considera a los epistemólogos, se encuentra con errores como el que acabo de describir. Porque el objetivo original de lo que llamamos conocimiento -de lo que vive en nosotros como ideas, verdad y sabiduría- no es la construcción de una imagen de las cosas que nos rodean. La construcción de una imagen de las cosas que están fuera de nosotros es tan irrelevante para el conocimiento como la alimentación de los seres humanos es irrelevante para un grano de trigo. El conocimiento no existe para hacer imágenes de las cosas externas; existe por otra razón. Su propósito radica en la forma en que vive, trabaja y teje en el hombre. A medida que pasamos por nuestra existencia entre el nacimiento y la muerte, vamos acumulando sabiduría. La empleamos para formarnos una imagen del mundo exterior, igual que utilizamos un grano de trigo como alimento. Pero todo el trigo que utilizamos de esta manera lo retiramos de su propósito original de establecer nuevas plantas. Del mismo modo, retiramos de su propósito original todo el conocimiento que utilizamos para apoderarnos del mundo externo. Ese no es el propósito original del reino de la verdad y las ideas. ¿Por qué, entonces, existe el reino de la verdad - por qué, quiero decir, en el sentido de que el grano de trigo está aquí para dar lugar a una nueva planta de trigo? Nuestro compromiso con el conocimiento y nuestros esfuerzos por alcanzar la verdad existen para que podamos desarrollar ciertos poderes. Estos poderes que desarrollamos durante el período entre el nacimiento y la muerte son los mismos poderes que transforman nuestro organismo después de la muerte. Es decir, ¡transforman sus fuerzas en las fuerzas de la cabeza! Esta extraordinaria conexión es la que se descubre cuando se observa el paso del hombre entre el nacimiento y la muerte, por un lado, y entre la muerte y un nuevo nacimiento, por otro. El propósito principal del conocimiento que una persona adquiere es la transformación del organismo, exclusivo de la cabeza, en la cabeza de la próxima encarnación. Pero hay muchas personas que no adquieren ningún conocimiento, diréis, y por ello se quedan en una espantosa ignorancia; sólo unos pocos se vuelven inteligentes -¡uno suele contarse entre estos últimos! Pero está más que justificado que los que dicen -y muchos, de forma bastante independiente, lo han dicho- que un ser humano adquiere más sabiduría en sus tres o cuatro primeros años que... bueno, como mínimo, que en sus tres años académicos. En los tres primeros años aprendemos realmente muchas cosas que sólo se pueden aprender en la tierra con el uso de la cabeza. Adquirimos los conocimientos necesarios para hablar, para entender lo que se dice, y mucho, mucho más. Realmente aprendemos mucho. Y eso está incluido en la sabiduría que acumulamos.
En realidad, las personas no son tan diferentes en cuanto a la sabiduría que adquieren. En ella surgen y se tejen las fuerzas que transformarán nuestro organismo en una cabeza durante el paso de la muerte a un nuevo nacimiento. La imagen que nos hacemos a través de las ideas y los conocimientos es, por su naturaleza, bastante complicada. Y sólo en sueños como los del poeta polaco que cité ayer se puede vislumbrar lo que surge y se teje entre nuestras ideas plenamente conscientes. Pero está ahí, surgiendo y tejiendo en nosotros, para que pueda ser conducido después de la muerte para convertirse en el poder que realmente transforma nuestro organismo. A excepción de lo que utilizamos para apoderarnos del mundo exterior, todo lo que adquirimos mediante el conocimiento se acumula y se convierte en el poder que transformará nuestro organismo. En cierto sentido, lo que utilizamos para la comprensión normal del mundo externo se pierde para nuestro desarrollo, se retira de nuestro desarrollo. Todos los granos de trigo que utilizamos para alimentarnos se retiran de todo el proceso de desarrollo en curso de la planta, y estos son mucho más numerosos que los granos que se esparcen por la tierra. Y así son las cosas durante nuestra fase actual de desarrollo. Nos conectamos con las cosas externas: también retiramos mucho más de la corriente en curso del desarrollo humano de lo que retenemos. Piensa en tiempos anteriores, cuando el conocimiento humano se obtenía a través de la clarividencia atávica. La atención de los hombres no estaba tan disipada por el mundo externo. El conocimiento de pueblos antiguos como los antiguos egipcios y caldeos se obtenía a través de la clarividencia atávica. Dependía muy poco del desarrollo externo. En este sentido, nuestra época es lo contrario de aquella. Hoy en día, se toma mucho de lo que está fuera y, en el interior, se añade muy poco al desarrollo. La cultura griega ocupa una maravillosa posición intermedia, y esto no se debe únicamente a sus talentos especiales. Ciertamente los tenían, pero sólo con ellos no se podría haber logrado nada. La relativamente pequeña porción de tierra habitada por los griegos y su relativamente escaso conocimiento del resto del mundo, también contribuyeron a la unidad de toda su cultura. No conocían mucho más allá de lo que había en la dirección de Asia Menor y Asia. Sabían poco de África, y nada en absoluto de América o de la mayor parte de Europa. El hecho de que Platón todavía poseyera conocimientos de moral, de sophrosyne y de dikaiosyne, se debe en muchos aspectos a que el ámbito externo del conocimiento griego era tan pequeño. Por ello, todavía era posible conservar muchas de las fuerzas espirituales de la sabiduría para desarrollar la vida interior. Sin embargo, los griegos utilizaron menos de estas fuerzas que los antiguos egipcios o caldeos, por no hablar de los antiguos persas e indios. En nuestros días, cuando toda la tierra ha sido gradualmente explorada y se ha vuelto accesible, los hombres buscan adquirir todo el conocimiento externo que puedan. ¡Cómo ha aumentado eso! Si eso fuera tan intenso como extenso, entonces los hombres tendrían infinitesimalmente poco que llevarse para la transformación del cuerpo físico en la cabeza de la próxima encarnación. Tendrían mucho, mucho menos de lo que tiene un campesino, particularmente en el caso de las personas más educadas. Pero, gracias a Dios, la mayoría ha viajado sin mirar mucho. Han seguido de cerca su Baedeker u otros libros de viaje. Pero, a pesar de la gran extensión de sus viajes, no se han familiarizado con mucho, por lo que no se han retirado de todo. De lo contrario, los que van corriendo por todas partes en busca de sensaciones y que quieren que todo lo que aprenden venga de fuera de ellos mismos estarían en peligro. Correrían el peligro de llegar al mundo en su próxima encarnación con una cabeza formada a partir de un cuerpo que ha sufrido muy poca transformación. Tendría una apariencia animal, pues ese sería el destino de alguien que no hubiera acumulado muchas fuerzas formativas.
Ahora, las comparaciones imaginativas pueden ampliarse. Hemos dicho que todo lo que utilizamos externamente para desarrollar el conocimiento y aprender sobre el mundo exterior está separado de su propio y verdadero ser interior, al igual que el grano de trigo que se utiliza como alimento está separado de la naturaleza interior del trigo. Podemos seguir preguntando: ¿Cuáles son las otras similitudes entre el conocimiento externo, o lo que se convierte en conocimiento externo, y el grano de trigo que se utiliza como alimento? Hay similitudes, pero hay que provocarlas.

Consideremos una vez más el curioso hecho de que un gran número de granos de trigo se utilizan como alimento para los seres humanos en lugar de para la generación de nuevas plantas de trigo. Por lo tanto, podemos decir que los granos de trigo son retirados de la línea directa de su propio desarrollo en curso. De lo contrario, se genera una nueva planta de trigo a partir del grano, y ésta da lugar a más granos de trigo, y así sucesivamente. Pero innumerables granos se separan de esta procesión; se transfieren a un reino totalmente diferente, el de la alimentación humana, y esto no tiene nada que ver con la corriente en curso.

Aquí la naturaleza te da la oportunidad de construir un concepto que debe ser cuidadosamente atendido si quieres lograr una visión realista del mundo.
Nuestra ciencia externa nos ha llevado gradualmente al terrible paso en el que todo tiene que ser explicado por causa y efecto, de modo que un evento posterior debe ser siempre explicado como consecuencia de lo que vino antes. No hay nada más insensato que esta imagen indiferenciada del mundo en la que todos los efectos pueden remontarse a una causa y cada causa conduce a sus efectos. Hay efectos que no tienen ninguna conexión causal con nada que los haya precedido. ¿Cómo podría un grano de trigo contener las causas de su utilización como alimento humano? Sólo en el contexto de una teleología simplista como la que se daba por supuesta en algunos sectores del siglo XVIII. Según este punto de vista, la presencia de sustancias parecidas a los corchos en la naturaleza se explicaba como la obra de espíritus misteriosos que las ponían allí para que sirvieran para fabricar tapones de champán. Pero, por el contrario, los granos de trigo pasan realmente a otra esfera.

Lo mismo ocurre cuando vamos adquiriendo conocimientos de la naturaleza externa y de las cosas exteriores. Esto transfiere las cosas a otra esfera. Nosotros, los seres humanos, podemos extraer una parte sustancial de lo que hay en nosotros, en forma de asuntos relacionados con la verdad, con el fin de permitir que el cuerpo de nuestra encarnación actual se transforme en la cabeza de la siguiente encarnación. Podemos extraer mucho en aras del conocimiento presente, pero debemos cuidar que este conocimiento se destine a un uso diferente. En cierto sentido, los granos de trigo se ennoblecen al ser utilizados como alimento humano, por lo que reciben una recompensa por haber sido separados de su propia naturaleza original. Algo similar debería ocurrir en el caso del conocimiento humano externo, que se desarrolla de forma totalmente contraria a la naturaleza de las ideas y de la verdad. En su corazón, el hombre debería hacer un regalo a los dioses de todas las verdades adquiridas en forma de imágenes del mundo exterior. El hombre debería decirse siempre a sí mismo: Cuando obtienes conocimiento, lo sacas de la corriente progresiva. Ten claro que la adquisición de conocimiento debe estar al servicio de los dioses. Hay otro conocimiento, el conocimiento no tocado por ninguna conciencia del santo servicio que el conocimiento presta a la humanidad en desarrollo. Ese conocimiento se extrae del mundo exterior, pero no se entrega a los dioses, que se nutrirían de lo que así recibirían. El conocimiento que no se recoge con este espíritu, sino que se toma, en cambio, sin agradecimiento, es como los granos de trigo que caen a la tierra y se pudren. En otras palabras, no sirve para nada, ni para sí mismo ni para convertirse en alimento para los seres humanos.
Aquí llegamos a un punto en el que sentirán lo importante que es que nuestros esfuerzos espirituales-científicos conduzcan a algunos resultados prácticos muy definidos. Porque en nuestros corazones debemos cultivar un estado de ánimo fundamental cuando recibimos la ciencia espiritual. Ésta no debe convertirse en algo que simplemente aprendemos, o en algo que debemos conocer. Por lo tanto, debemos unir el saber con el sentimiento de que el conocimiento debe estar al servicio de los dioses, y que es un pecado fundamental contra el sentido divino de la evolución profanar el conocimiento apartándolo de aquello para lo que los dioses lo destinaron.

He dicho que la adquisición de muchos conocimientos externos sólo ha sido posible en tiempos más recientes. Para los antiguos egipcios, la mayor parte del conocimiento era un asunto interno; el conocimiento externo sólo comprendía las cosas más inmediatas. Durante la época grecorromana, los hombres pudieron adquirir cada vez más conocimientos externos. No hace mucho tiempo. Pero al mismo tiempo surgió la posibilidad de descubrir el camino por el que el conocimiento se convierte en un servicio sagrado, pues en esta época el Cristo trajo su mensaje a la Tierra.

Aquí hay otra relación, que la historia nos aclara. En el mismo momento del desarrollo humano en que el conocimiento se convierte predominantemente en un conocimiento del mundo externo, el Cristo aparece desde el mundo espiritual. Y así se hace posible que una persona que experimenta la guía de Cristo transforme el conocimiento en un servicio sagrado - conectándolo con el Cristo. Hoy en día, la humanidad aún no ha desarrollado mucho sentimiento por el conocimiento como un servicio divino. Pero a medida que la humanidad comprenda más y más cómo Cristo ha traído la vida de los dioses a la vida terrenal, también aprenderá a poner el conocimiento al servicio de los dioses.

Así podemos vivir con todo aquello de lo que nuestra cabeza es el signo exterior. Podemos establecer allí una pequeña trama que prepare la transformación de nuestro cuerpo en cabeza. En cuanto al resto del conocimiento, si lo utilizamos con el sentimiento adecuado, como acabo de caracterizarlo, los seres espirituales superiores se nutrirán de los conceptos que utilicemos. De este modo, nos esforzamos por conseguir un conocimiento que sirva a los dioses, para que también crezca el trigo para la alimentación de la humanidad. Esto ya está ocurriendo, pero la humanidad todavía tiene que aprender la medida de este estado de ánimo. A través de nuestro sentimiento, el conocimiento adquirirá la medida del estado de ánimo que he estado describiendo. Es muy, muy importante para el sano desarrollo de la humanidad que se desarrollen tales sentimientos.
En los antiguos Misterios y Escuelas de Misterios se daba por sentado que los que adquirían conocimientos los trataban con santa consideración. De hecho, esa era una de las principales razones por las que no todos eran admitidos en los misterios. Aquellos que eran admitidos tenían que dar una garantía de que considerarían el conocimiento como sagrado y lo tratarían como un servicio a los dioses. La actitud también estaba engendrada por sentimientos atávicos. Hoy en día, es necesario que la humanidad vuelva a tener esta actitud. La humanidad ha pasado por una época en la que se desarrolló de acuerdo con el materialismo, y sabemos que hay buenas razones para ello. Ahora, necesita curarse del materialismo, y esto sólo sucederá cuando la humanidad se reúna con el sentimiento de servicio sagrado que una vez fue parte del conocimiento. Pero en el futuro esto tendrá que ser llevado a cabo conscientemente. Y eso sólo será posible si la ciencia espiritual se extiende a un número cada vez mayor de la humanidad. El conocimiento no debe ser como la semilla que se pudre en el suelo. Todo lo que se utiliza para la conveniencia externa y para arreglar las cosas mecánicamente es como la semilla que se pudre. Lo que no se pone al servicio de los dioses se pierde. Ni se utiliza para ayudarnos en nuestra próxima encarnación, ni se utiliza para alimentar a los dioses. Cuando la semilla se pudre, ocurre algo de verdad; es un proceso real. Cuando el conocimiento se desperdicia sin incorporarse al servicio de los dioses y sin formar parte de un proceso divino, se produce un verdadero proceso. Nos llevaría demasiado lejos hoy si hablara de lo que significa el grano de trigo podrido, pero no tiene sentido que se pudra. Nada puede salir de él - simplemente muere. Pero Ahriman es capaz de hacer algo con el conocimiento que no se adquiere en el contexto del servicio de los dioses. Este conocimiento se pone al servicio de Ahriman y establece su poder. Sus sirvientes lo introducen en el proceso del mundo y crean así más obstáculos para el proceso del mundo de los que legítimamente deberían existir o tendrían que existir. Porque, después de todo, Ahriman es el dios de los obstáculos.

Esto les dará una idea de hasta dónde llega la importancia de lo que vive en nosotros en forma de ideas y de verdad. Las dos próximas conferencias se ocuparán de la belleza y la moral, de modo que podamos reunir las tres cosas. Eso nos dará otra oportunidad de profundizar en nuestra comprensión del ser humano.
Traducido por J.Luelmo abr.2022