GA124 Berlín, 24 de octubre de 1910 - Tres posibles visiones sobre el hombre: antropológica, antroposófica y teosófica.

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RUDOLF STEINER

Tres posibles visiones sobre el hombre: antropológica, antroposófica y teosófica.


Berlín, 24 de octubre de 1910

segunda conferencia

La última vez intentamos hacer un repaso no sólo del contenido de nuestras reflexiones del año pasado, sino también del significado, del espíritu de estas reflexiones. Hemos señalado que este espíritu, que nos ha inspirado a considerar el problema de Cristo desde todos los ángulos posibles, por ejemplo, debe ser este espíritu en general, el que debe pasar por todo el movimiento científico-espiritual, a través de todos los esfuerzos científico-espirituales. En efecto, nos ha sucedido que nos acercamos a un mismo objeto desde tantos ángulos diferentes, porque en su afán de conocimiento se supone que el hombre oculta desde el principio lo que se llama la verdadera humildad del conocimiento. Hablemos un poco más precisamente de esta humildad  del conocimiento.

A menudo he puesto la comparación de que podemos representar cualquier objeto pintando o fotografiando desde cualquier lado, pero que nunca debemos afirmar que esta imagen, que se toma desde un lado, refleja en la forma la totalidad del objeto. Se puede uno formar una idea aproximada de un objeto cuando lo representa desde diferentes lados, luego mantiene ensambladas estas diferentes imágenes y, por lo tanto, trata de formar una imagen del objeto. Incluso en una forma ordinaria de mirarlo, uno básicamente debe caminar alrededor del objeto para formarse una idea completa de él. Si alguien dijera que en el mundo espiritual debería ser posible abarcar un objeto, por así decirlo, con una sola vista, con una sola visión, estaría muy equivocado. Y muchos errores humanos surgen de la falta de conocimiento de lo que se acaba de decir. En los informes sobre el evento de Palestina, podría decirse que ya se ha previsto que este punto de vista no será adoptado por aquellos que van más allá. Porque de este acontecimiento en Palestina se dan cuatro relatos, los relatos de los cuatro evangelistas. Y para aquellos que no saben que en la vida espiritual hay que mirar un objeto, una entidad, un acontecimiento desde diferentes lados, de este hecho resultará que entre los evangelistas individuales, no hay más que aparentes contradicciones. Pero hemos llamado repetidamente la atención sobre el hecho de que los cuatro relatos evangélicos deben considerarse como representaciones del gran acontecimiento de Cristo desde cuatro puntos de vista diferentes, y que deben mantenerse unidos como las cuatro imágenes tomadas desde cuatro lados diferentes de algún objeto o ser. Si se procede entonces de manera precisa, como ya hemos tratado de hacer con referencia a los Evangelios de Mateo, Juan y Lucas, y como trataremos de hacer más adelante con referencia al Evangelio de Marcos, entonces ya se deduce que las cuatro representaciones del acontecimiento en Palestina armonizan de la manera más hermosa. Por tanto, el hecho mismo de que haya cuatro Evangelios es una gran lección sobre la versatilidad de las visiones humanas de la verdad.

Ahora bien, el año pasado llamé su atención sobre el hecho de que es posible buscar diferentes puntos de vista sobre la verdad de cualquier ser. Recordarán que el año pasado, en nuestra Asamblea General, traté de complementar lo que normalmente se llama Teosofía con otro punto de vista, que en ese momento se llamaba el punto de vista de la Antroposofía, y dije cómo debería relacionarse la Antroposofía con la Teosofía. Llamé la atención sobre el hecho de que existe una ciencia ordinaria que se basa en hechos sensoriales y en la síntesis intelectual de los hechos resultantes de la observación sensorial, -y que cuando esta ciencia trata del ser humano, se la llama antropología. La antropología contiene todo lo que puede investigarse con los sentidos y aprenderse sobre el hombre mediante la observación intelectual. Por tanto, examina los órganos sensoriales humanos tal y como se presentan cuando se examinan con los distintos instrumentos, con las herramientas de las ciencias naturales. Por ejemplo, observa los restos del hombre prehistórico, los utensilios culturales y las herramientas de esos pueblos en las capas de la tierra e intenta formarse una idea de cómo se ha desarrollado el género humano a lo largo del tiempo. También intenta estudiar las etapas de formación que se dan en los pueblos salvajes o incivilizados, pues parte del supuesto de que en ellos se han conservado las etapas de la cultura por las que pasaron los pueblos más civilizados en épocas anteriores. La antropología construye así una idea de lo que el hombre ha recorrido hasta llegar a su posición actual.

Se podrían decir muchas más cosas que ayudarían a aclarar la naturaleza de la antropología. El año pasado comparé la antropología con una persona que adquiere conocimientos paseando por la llanura, observando los mercados, las ciudades, los bosques y los campos y describiendo todo lo que ha visto mientras paseaba por la llanura. Bueno, también se puede observar al hombre desde otro punto de vista: el de la teosofía. Pues toda la teosofía pretende, en última instancia, iluminarnos sobre la naturaleza, sobre el destino del hombre. Si estudian ustedes mi "Ciencia Oculta", verán que, en última instancia, todo culmina en la iluminación acerca de la propia existencia humana. Si se compara la antropología con una persona que pasea por la llanura y recoge y anota allí los hechos individuales para comprenderlos con la mente, podemos comparar la Teosofía con tal observador que sube a una montaña hasta la cumbre y desde allí mira los alrededores, las plazas de mercado, las ciudades, los bosques, etcétera. Verá lo que se extiende en la llanura como borroso y algunas cosas sólo en puntos individuales. Este es básicamente el caso de la observación espiritual del hombre, de la teosofía. El punto de vista espiritual que se adopta allí es elevado.

Esto hace necesario que muchas cosas se obtengan realmente desde este punto de vista, que, por así decirlo, hace que la actividad humana ordinaria, las características y peculiaridades inmediatas del hombre, con las que nos encontramos en la vida cotidiana, aparezcan difuminadas, al igual que aparecen los pueblos y las ciudades cuando se ven desde la cima de la montaña. 

Para un principiante en teosofía puede que lo que acabo de decir no le resulte del todo claro. Pues lo que este principiante asimila por primera vez sobre la naturaleza del hombre, sobre la división en cuerpo físico, cuerpo etérico, cuerpo astral, etc., tratará de comprenderlo, se formará ciertas ideas al respecto, pero al principio estará muy lejos de las grandes dificultades que existen precisamente cuando se avanza más en la comprensión de las verdades científicas espirituales. Puede decirse que cuanto más se avanza, más se comprende lo infinitamente difícil que es encontrar una conexión entre lo que se obtiene allá arriba, en la cima espiritual de la Teosofía, y lo que realmente sale a la luz en la vida humana cotidiana como sentimientos humanos característicos, emociones y demás. Ahora cabría plantearse la pregunta: ¿Por qué las verdades espirituales parecen plausibles y correctas a tantos, aunque no tengan en cuenta lo poco capaces que son de contrastar lo que se dice desde la cumbre espiritual con lo que ellos mismos ven en la vida cotidiana? Esto se debe al hecho de que el alma humana no está de hecho diseñada para la falsedad, sino para la verdad, está diseñada de tal manera que la verdad la siente instintivamente, por así decirlo, cuando se dice alguna verdad. Existe un sentimiento por la verdad. No debemos dejar de reconocer que este sentimiento por la verdad, este sentido imparcial de la verdad en el alma, tiene un valor infinito. Especialmente en nuestra época actual tiene un valor infinito, por la razón de que, podría decirse, la cumbre espiritual desde la que incluso las verdades más necesarias pueden ser realmente percibidas por el hombre es tan infinitamente alta. Si las personas tuvieran que subir primero a esta cumbre, tendrían que recorrer un largo camino espiritual, y todos aquellos que no recorrieran este camino espiritual no podrían sentir el valor de estas verdades para la vida humana. Sin embargo, cuando se comunican las verdades espirituales, todas las almas están predispuestas a sentirlas en su verdad y a aceptarlas en su verdad.

¿Qué relación guarda un alma que acepta estas verdades con un alma que las encuentra por sí misma? Para ello se puede elegir una comparación muy trivial. Pero por trivial que sea, hay más de lo que parece. Cualquiera de nosotros puede ponerse una bota, pero no todo el mundo puede hacer una bota; hay que haber aprendido a hacerlo como zapatero. Pero lo que obtienes de la bota, lo que la bota puede ser para ti, no depende de si sabes hacerla, sino de si sabes utilizarla de la manera adecuada. Este es el caso de las verdades espirituales que se nos dan a través de la Teosofía. En primer lugar, estamos llamados a utilizarlas para nuestra vida, aunque no seamos capaces de generarlas nosotros mismos. Y cuando las absorbemos para utilizarlas a través de nuestra percepción natural de la verdad, nos sirven de tal manera que a través de ellas podemos orientarnos en la vida; que podemos saber que no estamos encerrados en la existencia entre el nacimiento y la muerte, que dentro de nosotros llevamos un hombre espiritual, pasar por repetidas vidas terrestres etcétera. Estas verdades se pueden utilizar, como ya he dicho. Las absorbemos. Y al igual que nuestras botas nos protegen del frío, estas verdades nos protegen del frío espiritual, del empobrecimiento espiritual. Porque hemos de tener en cuenta que nos volvemos espiritualmente fríos, espiritualmente empobrecidos, si dependemos meramente de pensar, sentir y percibir lo que nos ofrece el mundo sensorial externo. Así que tenemos que decir: las verdades espirituales, que son sacadas a la luz desde un punto de vista elevado, están ahí para que todas las personas las utilicen. Tal vez sólo unos pocos puedan encontrarlas, aquellos que recorren el camino espiritual descrito en la última lección.

Ahora bien, toda mirada efectuada por los sentidos al mundo ordinario que nos rodea, -que, por consiguiente, es también el objeto de la antropología cuando se refiere al hombre-, puede darnos muestras de cómo este propio mundo nos desvela un mundo que se halla detrás de él, cuya visión se efectúa desde el punto de vista espiritual de la Teosofía. De este modo, el propio mundo de los sentidos puede convertirse en revelador de otro mundo, si se procede a interpretar este mundo de los sentidos, si no se aceptan meramente sus hechos con el intelecto, sino que se comienza a interpretar estos hechos; si no se va, por así decirlo, tan lejos más allá del campo de la percepción de los sentidos como la Teosofía misma, sino que se permanece, por así decirlo, en la ladera de la montaña, donde los detalles aún no están completamente borrosos, pero donde ya es posible una visión de conjunto. El año pasado caracterizamos este punto de vista en términos espirituales como el de la antroposofía, y así hemos demostrado que son posibles tres visiones del hombre:

la antropológica, la antroposófica y la teosófica. 

Ahora este año, -después de la Asamblea General-, en las conferencias sobre psicosofía, que son importantes en un sentido muy diferente de las conferencias sobre antroposofía, tendremos que mostrar cómo puede ser interpretada la propia alma humana a partir de sus impresiones y experiencias inmediatas, de tal manera que desempeñe un papel en la vida espiritual de forma similar a la antroposofía. Y una serie de conferencias sobre Pneumatosofía que seguirán en el futuro, concluirán estas conferencias de tal manera que las reflexiones sobre Antroposofía y Psicosofía, (GA115), conducirán de nuevo a la Teosofía. Todo esto se hace con el fin de evocar un sentimiento de cuán múltiple es la verdad. Porque ésta es la experiencia del buscador serio de la verdad: cuanto más avanza, más humilde se vuelve, -y también más cauteloso a la hora de traducir las verdades obtenidas desde puntos de vista más elevados al lenguaje de la vida ordinaria. Pues aunque la última vez dijimos que estas verdades sólo tienen valor cuando han sido traducidas al lenguaje de la vida ordinaria, hay que darse cuenta de que esta retraducción es una de las tareas más difíciles del trabajo científico espiritual. Hacer comprensible lo que se ve en las alturas espirituales de tal manera que el sano sentido de la verdad y también la sana lógica puedan decirle sí y comprenderlo, eso ofrece grandes dificultades.

Hay que subrayar una y otra vez que también se trata de generar tales sentimientos y sensaciones hacia la verdad cuando practicamos la ciencia espiritual en nuestras ramas. No debemos limitarnos a captar con el intelecto lo que se dice en las comunicaciones del mundo espiritual, sino que es importante que lo experimentemos en el sentir, en la emoción, y adquiramos así las cualidades que debe tener toda persona que se esfuerza verdaderamente por la espiritualidad.

Si consideramos el mundo tal como se extiende a nuestro alrededor, podemos decir: en todas partes, en todos sus aspectos, nos ofrece una expresión exterior, una revelación exterior de un mundo interior, espiritual. Para nosotros, hoy, ésta es ya una frase superada. Del mismo modo que la fisonomía humana es una expresión de lo que sucede en el alma humana, todos los fenómenos del mundo sensorial exterior son, por así decirlo, una expresión fisonómica de un mundo espiritual que está tejiendo y existiendo detrás de ellos, y sólo comprendemos las experiencias sensoriales cuando podemos ver en ellas una expresión fisonómica del mundo espiritual. Si una persona no está aún en condiciones de ascender por su propio sendero de conocimiento hasta aquellas alturas en las que es posible la visión espiritual, al principio sólo tendrá a su disposición el mundo sensorial, y podría entonces plantearse la pregunta: ¿No hay nada para mí ahora que, a través de la contemplación del propio mundo sensorial, sea una prueba, una prueba de lo que se me comunica desde la visión espiritual?

Esta búsqueda de pruebas siempre es posible, pero no habrá que proceder a la ligera, sino con precisión. Si, por poner sólo un ejemplo, se siguen las diversas conferencias sobre ciencia espiritual que he dado y se mira lo que está escrito en mi «Ciencia Oculta», se notará, por ejemplo, que hubo una vez en el curso de la evolución de la Tierra en que la propia Tierra estaba unida al Sol, cuando Tierra y Sol eran un solo cuerpo. Sólo más tarde la Tierra se separó del Sol. Si resumen todo lo que saben de la «Ciencia Oculta» o de mis conferencias, tendrán que decirse que las formas animales y vegetales que encontramos hoy en la Tierra son el desarrollo ulterior de lo que ya se encontraba en aquella época en que la Tierra estaba unida al Sol. Pero del mismo modo que las formas animales actuales están adaptadas a las condiciones terrestres actuales, las formas animales de entonces, cuando el sol y la tierra estaban todavía unidos, tenían que estar igualmente adaptadas a aquel cuerpo que era tierra y sol al mismo tiempo. De esto se deduce ahora que las formas animales que han permanecido de aquel tiempo no sólo han permanecido, sino que son la continuación de seres que ya existían en aquel tiempo, pero que, por ejemplo, aún no podían tener ojos; pues los ojos sólo tienen sentido cuando hay luz, ya que ésta incide desde el sol sobre la tierra desde el exterior. Tendríamos, pues, que encontrar entre los diversos seres del reino animal aquellos que, por así decirlo, han desarrollado los ojos después de que el sol se hubiera separado ya de la tierra; y además tendríamos que encontrar formas animales que son restos de la época en que el sol estaba todavía unido a la tierra -que tendrían que ser, por tanto, animales sin ojos. Este último tipo de animal tendría que pertenecer a los animales inferiores. Y realmente existen. En libros de divulgación se puede encontrar cómo la posesión del ojo cesa a partir de cierta etapa. Esto proporciona pruebas de lo que se dice desde la ciencia espiritual.

Ahora podemos imaginar este mundo extendido que nos rodea y en el que nosotros mismos estamos, como la expresión fisonómica de la vida espiritual que existe y se teje detrás de él. Si el ser humano sólo se enfrentara a este mundo sensorial y éste no le revelara o delatara en modo alguno que apunta a un mundo espiritual, entonces el ser humano nunca podría desarrollar el impulso, el anhelo dentro de sí mismo de un mundo espiritual. En algún lugar del propio mundo, que se extiende a nuestro alrededor como mundo sensorial, debe poder surgir el anhelo de lo espiritual, en algún lugar debe resplandecer lo espiritual como partiendo a través de una puerta o una ventana, desde los reinos espirituales hacia el mundo en el que nos encontramos en la vida cotidiana. ¿Dónde ocurre esto? ¿Dónde brilla lo espiritual directamente hacia nosotros? - Este es el caso, -y lo han oído en las diversas conferencias dadas por mí y por otros-, en el que nosotros mismos somos capaces de experimentar nuestro yo. En el momento en que experimentamos nuestro yo, experimentamos realmente algo que está directamente relacionado con el mundo espiritual. Pero esta experiencia del yo es al mismo tiempo algo infinitamente pobre. Es, por así decirlo, un único punto en medio de los fenómenos del mundo. El punto concreto que expresamos con la pequeña palabra «yo» denota, en efecto, un ser espiritual originalmente auténtico, pero este ser espiritual está, por así decirlo, reducido a un punto en el punto del yo. Pero, ¿qué puede enseñarnos este ser espiritual que se ha reducido a un punto? No podemos saber más sobre el mundo espiritual a través de la experiencia de nuestro propio yo salvo lo que está contenido, por así decirlo, en el propio punto del yo, si no procedemos a la interpretación. Pero ya hay algo muy importante en este punto, a saber, que a través de él se nos dice cómo debemos proceder si queremos conocer el mundo espiritual.

¿Cuál es la característica que distingue la experiencia del yo de todas las demás experiencias? Se diferencia en que nosotros mismos estamos dentro de la experiencia del yo. En todas las demás experiencias no estamos dentro de nosotros mismos, sino que se nos acerca desde fuera. Alguien podría decir:
Pero mi pensar, mi voluntad, mis deseos, mis sentimientos, ¿No son acaso también algo en lo que yo mismo vivo? En lo que respecta a la voluntad, el hombre puede convencerse a sí mismo mediante una autorreflexión muy fácil, por así decirlo espiritual, de lo poco que necesita estar dentro de esta voluntad. Basta considerar que la voluntad es algo que aparece como si nos impulsara y como si el ser humano a menudo no estuviera en absoluto dentro de ella, sino que sólo actúa como si algún otro o algún acontecimiento le empujara. Y Lo mismo ocurre con los sentimientos y con la mayor parte de lo que se piensa en la vida cotidiana. Uno no está en ella. Lo poco, por ejemplo, que son los pensamientos en la vida ordinaria, lo podría ver uno mismo si quisiera examinar cuidadosamente cómo el pensamiento ordinario depende de la educación y de lo que uno ha absorbido en un momento dado, de lo que las circunstancias le acaban de traer. Por eso el pensar, el sentir y la voluntad humanos como contenido ordinario son tan diferentes según las naciones y las épocas. Sólo una cosa debe ser igual. Si es que está presente en el hombre, una cosa debe ser la misma en todas las naciones, en todas las regiones y en todas las comunidades humanas individuales: es la experiencia de este punto del yo individual.

Pero ahora preguntémonos: ¿Qué pasa con la experiencia de este punto del yo? -La cuestión no es tan sencilla. Por ejemplo, fácilmente se podría creer que experimenta el propio yo. Pero no es así en absoluto. En realidad no se experimenta el yo en sí. ¿Qué se experimenta? Básicamente, se experimenta una idea del yo, una percepción del yo. Porque si la experiencia del yo se pudiera captar con precisión, en realidad estaría contenida en algo que irradia hacia el infinito, que irradia hacia la omnidireccionalidad. Si el yo no pudiera enfrentarse a sí mismo como una imagen de sí mismo en un espejo, -aunque esta imagen sólo sea una experiencia puntual-, entonces el ser humano no podría experimentar el yo, el yo no podría formarse una representación de sí mismo. Y esta es la representación que el hombre experimenta por primera vez del yo. Pero esta representación es también suficiente para él. Pues es precisamente esta representación la que difiere de todas las demás representaciones, en realidad tiene una gran diferencia con respecto a todas las demás representaciones, a saber, que debe ser igual a su original, no puede ser diferente de su original. Porque el yo, cuando se imagina a sí mismo, no tiene que ver más que consigo mismo, y la imaginación no es más que el retroceso de la experiencia yoica hacia sí misma; es como una congestión, como si la detuviéramos para que regresara a sí misma, y en este regreso se enfrentara a sí misma como una imagen reflejada que es igual al original. Esta es la experiencia del yo.

Por tanto, podemos decir que podemos conocer la experiencia del yo en la representación del yo. Pero esta representación del yo difiere considerablemente de todas las demás representaciones, de todas las demás experiencias que podemos tener. Difiere radicalmente de todas las demás representaciones. Para todas las demás representaciones y experiencias necesitamos algo parecido a un órgano. En el caso de una percepción sensorial externa, puede que esté claro desde el principio que necesitamos un órgano. Para tener la idea de un color, necesitamos un ojo y así sucesivamente. Está claro que necesitamos un órgano para una percepción sensorial ordinaria. Ahora se podría creer que para aquello que es más íntimo a nuestro propio ser interior no necesitamos un órgano. Pero incluso ahí pueden convencerse de una manera sencilla de que necesitamos órganos, -y pueden encontrar más detalles sobre esto en mis conferencias sobre antroposofía. Aquí se le ofrecerá ahora la oportunidad de aceptar de una manera teosófica lo que allí se dice más para el público en general.

Piensen que en algún periodo de su vida ustedes captan un pensamiento, una idea, un concepto. Comprenden algo que se les aparece como un concepto. ¿Cómo pueden comprenderlo? Sólo a través de los conceptos que ustedes ya hayan asimilado antes. Esto lo pueden ver en el hecho de que una persona capta un nuevo concepto que le llega de una manera, y la otra de otra. Y eso es porque, del conjunto de conceptos que ya ha asimilado, unas personas son portadoras de más, las otras de menos. El anterior material conceptual está dentro de nosotros y se enfrenta al nuevo, igual que el ojo se enfrenta a la luz. A partir de nuestros propios conceptos anteriores se teje una especie de órgano conceptual, y lo que no hemos entretejido a partir de conceptos en la encarnación actual, debemos buscarlo en encarnaciones anteriores. En ellas se entretejieron, y traemos un órgano conceptual para enfrentarnos con los conceptos que se nos acercan de nuevo. Debemos tener un órgano para todas las experiencias que vienen del mundo exterior, aunque éstas sean de naturaleza más espiritual. Las cosas del mundo exterior a las que nos enfrentamos, nunca se nos presentan desprovistas de espíritu, por así decirlo, sino que dependen siempre de aquello en lo que nos hemos convertido. Sólo en un caso nos enfrentamos directamente al mundo exterior, a saber, cuando adquirimos nuestra percepción del yo. Por lo tanto, esta percepción del yo también debe hacerse, -y esto es una prueba especial de lo que se ha dicho-, una y otra vez, debe hacerse siempre de nuevo. Cada mañana, cuando nos levantamos, básicamente volvemos a percibir nuestro yo. El yo está ahí, también está ahí cuando dormimos. Pero la percepción del yo debe renovarse cada mañana, puede renovarse aquí una y otra vez. Y si durante la noche viajáramos a Marte, donde nuestro entorno sería muy diferente al de la Tierra, allí todo sería diferente: sólo la percepción del yo sería la misma. Pues esto puede hacerse de la misma manera en todas las condiciones, porque no necesitamos un órgano externo, ni siquiera un órgano conceptual. Lo que allí se nos presenta es una representación inmediata del yo, ciertamente como representación, como percepción, pero precisamente en su forma verdadera. Todo lo demás se nos presenta como una imagen condicionada por un espejo y por la forma del espejo. La percepción del yo se presenta ante nosotros en toda su verdadera forma.

Si consideramos esto, realmente podemos, en cierto sentido, decir que nosotros mismos estamos dentro del yo cuando lo representamos; es algo que no está fuera de nosotros. Ahora preguntémonos: ¿En qué difiere la singular representación del yo, la percepción del yo, de todas las demás percepciones y de todo lo demás que experimenta el yo? Difiere de tal manera que en la representación del yo, en la imaginación del yo, tenemos esta huella directa, este sello del yo, y en todas las demás imaginaciones y representaciones no tenemos esa huella directa de las cosas. Pero obtenemos imágenes, que en cierto sentido pueden compararse con la percepción del yo, de todo lo que nos rodea: lo transformamos todo en una experiencia interior a través de nuestro yo. Si queremos que tenga algún significado, algún valor para nosotros, el mundo exterior debe convertirse en nuestra representación. Así que realmente formamos imágenes del mundo exterior, que luego viven en el yo, independientemente del órgano a través del cual hayamos absorbido la experiencia sensorial. Olemos una sustancia y, cuando ya no tenemos contacto directo con ella, seguimos llevando dentro la imagen de lo que hemos olido. También llevamos dentro la imagen de un color que hemos visto. Las imágenes que proceden de esas experiencias permanecen en nuestro yo. El yo las conserva, por así decirlo. Pero si queremos identificar esas imágenes con sus rasgos distintivos, tenemos que decir: eso pertenece», a lo que nos han venido de fuera. Todas las imágenes que podemos unir a nuestro yo son, mientras permanezcamos como seres humanos dentro del mundo de los sentidos, restos de impresiones del propio mundo de los sentidos que permanecen en el yo. Sólo hay una cosa que el mundo sensorial no puede darnos: la percepción del yo. Ésta surge dentro de nosotros mismos. En la percepción del yo tenemos, pues, una imagen, por puntual que sea, reducida a un punto, una imagen que surge dentro de nosotros mismos.

Ahora piensen en otras, además de esta imagen: Imágenes que no han surgido por haber sido estimuladas por los sentidos externos, sino que surgen tan libremente en el yo como la propia representación del yo, que se forman así de acuerdo con la naturaleza de la propia representación del yo: entonces tienen ustedes la clase de imágenes que aparecen en lo que llamamos el mundo astral. Imágenes-representaciones, pues, que surgen en el yo sin que se produzca ninguna impresión en nosotros desde el exterior, desde el mundo de los sentidos.

¿Qué distingue las imágenes que tenemos del mundo sensorial, de las del resto de nuestras experiencias internas? Como imágenes de experiencias, sólo podemos interiorizar las imágenes sensoriales cuando hemos entrado en contacto con el mundo exterior, es entonces cuando se han convertido en experiencias internas, pero estimuladas por el mundo exterior. ¿Qué experiencias del yo que no estén directamente estimuladas por el mundo exterior existen? Como tales experiencias, tenemos nuestros sentimientos, deseos, impulsos, instintos, etcétera. Estas no son estimuladas por el mundo exterior. Aunque no estemos dentro de nuestros sentimientos, instintos, etc. en el sentido que se ha dicho antes, debemos decir que hay un elemento que se abre paso en nuestro interior en los sentimientos, instintos y deseos. ¿En qué se diferencian los instintos, deseos y demás de las imágenes sensoriales que interiorizamos según nuestras percepciones sensoriales? Se pueden sentir las diferencias. La imagen sensorial es algo que permanece en silencio en nuestro interior y que intentamos interiorizar lo más fielmente posible una vez que hemos tratado con el mundo exterior. Nuestros impulsos, deseos e instintos son algo que actúa dentro de nosotros, algo que representa una fuerza.

Si el mundo exterior no participa en el ascenso de las imágenes astrales, entonces en este ascenso de las imágenes astrales debe tener que participar alguna fuerza. Pues lo que no es impulsado no existe, no puede surgir. En el caso de la imagen sensorial, la fuerza impulsora es la impresión que produce el mundo exterior. Mientras que en la imagen astral, la fuerza motriz es inicialmente aquello que subyace a los deseos, impulsos, sentimientos, etcétera. Pero en la vida humana ordinaria, tal como es hoy, el hombre está protegido del hecho de que los deseos y los instintos desarrollan tal poder que surgen imágenes a través de ellos, imágenes que se experimentan del mismo modo que la imagen del propio yo. Esta es, podría decirse, la característica significativa del alma humana actual, que los impulsos y los deseos no actúan con la fuerza suficiente para estimular aquello a lo que el yo se enfrenta para convertirse en imágenes. Cuando el yo se enfrenta a las poderosas fuerzas del mundo exterior, se ve estimulado a crear imágenes. Por contra cuando vive dentro de sí mismo, entonces en el ser humano normal sólo tiene una oportunidad de recibir una imagen ascendente, si esta imagen es la imagen del propio yo. Así que los impulsos, deseos y demás no son lo suficientemente fuertes como para convertirse en imágenes del mismo modo que la singular experiencia del yo. 

Si son lo suficientemente fuertes, entonces también deben adoptar una cualidad que tienen todas las experiencias sensoriales externas. Esta cualidad es de extraordinaria importancia. No todas las experiencias sensoriales están orientadas para complacernos. Por ejemplo, si alguien vive en una habitación donde se oye algún ruido desagradable, no puede librarse de él mediante sus instintos y deseos. Tampoco puede, por ejemplo, hacer que una flor amarilla, que preferiría roja, se vuelva roja por mero instinto o deseo. Esa es la característica del mundo sensorial, que surge con total independencia de nosotros mismos. Nuestros instintos, deseos y pasiones ciertamente no lo hacen. Éstos están completamente orientados hacia nuestra vida personal. ¿Qué debe ocurrirles, pues, en la elevación que han de experimentar a la existencia de la imagen? Deben llegar a ser como es el mundo exterior, que no nos es favorable en lo que respecta a su estructura y a la formación de las imágenes sensoriales, sino que nos obliga a formar la imagen sensorial que nos hacemos tal como es a través de la impresión del mundo exterior. Así como el hombre es independiente del mundo exterior en lo referente a la producción de sus imágenes sensoriales, igual de independiente de sí mismo, de sus simpatías y antipatías personales, debe ser para que las imágenes del mundo astral se formen correctamente. Lo que él desea, anhela, etc., debe ser, por así decirlo, completamente irrelevante para él. La última vez les dije que la exigencia que aquí se plantea podría formularse de esta manera: Hay que ser altruista. Pero no debe aceptarse a la ligera. No es tan fácil ser altruista.

Pero ahora debemos considerar lo siguiente: ¿Cuán diferente es nuestro interés por lo que nos aparece desde fuera en comparación con lo que nos aparece desde dentro? El interés del hombre por su vida interior es enormemente mayor que por el mundo exterior. Ustedes saben que para muchas personas el mundo exterior, cuando lo han transformado en una imagen, a veces está orientado hacia sus sentimientos subjetivos. Porque ya saben que la gente suele contar cosas maravillosas, aunque no mientan y se crean lo que cuentan. La simpatía y la antipatía siempre desempeñan un papel, nos engañan sobre lo que realmente se da desde fuera y hacen que aparezca cambiado en la imagen posterior. Pero estos son los casos excepcionales, se puede decir, pues el hombre no llegaría muy lejos si se engañara a sí mismo en la vida cotidiana. En todas partes habría algo erróneo en la vida exterior; pero no le serviría de nada, debe confesar la verdad al mundo exterior, la realidad le corrige. Lo mismo ocurre con las experiencias sensoriales ordinarias, en las que la realidad externa es un buen regulador. Pero desaparece de esta forma cuando empezamos a tener experiencias internas. Aquí el ser humano no puede permitir tan fácilmente que la realidad externa le cause una impresión correctora. Por lo tanto, deja que su interés prevalezca, deja que su simpatía y antipatía prevalezcan.

Así que debemos decirnos a nosotros mismos: Eso es lo principal que importa cuando pensamos en entrar un poco en el mundo espiritual: que por encima de todo aprendamos a ser tan indiferentes a nosotros mismos como lo somos al mundo exterior. En la antigua escuela pitagórica, esta verdad se formulaba de manera terminante, y ello para un caso importante del conocimiento humano: la cuestión de la inmortalidad. Miren a su alrededor y vean cuántas personas se interesan por la cuestión de la inmortalidad. Es cosa corriente en la vida que el hombre anhele la inmortalidad, una vida más allá del nacimiento y de la muerte. Pero eso es un interés personal, un anhelo personal. Les importará relativamente poco si rompen un vaso de agua, pero si la gente tuviera un interés personal en la existencia ininterrumpida de un vaso de agua, incluso después de roto, del mismo modo que tienen interés en la inmortalidad del alma humana, entonces pueden ustedes estar seguros de que la mayoría de la gente también creería en la inmortalidad de un vaso de agua.

Por eso la escuela pitagórica formulaba la exigencia enunciada de la siguiente manera: Para conocer la verdad de la inmortalidad, sólo está suficientemente maduro aquel que también podría soportar lo contrario, es decir que no existiera, que también podría soportarla si la cuestión de la inmortalidad fuera rechazada. Si se quiere averiguar algo sobre la inmortalidad en el mundo espiritual, decían los maestros de las antiguas escuelas pitagóricas, entonces no hay que anhelar la inmortalidad, porque mientras se anhela, lo que se dice no es objetivo.  Y todos los juicios autorizados sobre la vida más allá del nacimiento y la muerte sólo pueden provenir de aquellos que podrían acostarse tranquilamente en la tumba, aunque no existiera la inmortalidad. Esto se decía a los estudiantes de las antiguas escuelas pitagóricas para que se dieran cuenta de lo difícil que es estar maduros para aceptar cualquier verdad.

Estar maduro para una verdad a fin de afirmarla por propia voluntad requiere una preparación muy específica, que debe consistir en desinteresarse por completo de la verdad en cuestión. Ahora se puede decir precisamente con respecto a la inmortalidad:
Es absolutamente imposible que haya muchas personas que no les interese la inmortalidad; ¡muchas personas no pueden estarlo! Los que se interesan son aquellos a los que se les habla de la reencarnación y de la eternidad de la existencia del hombre; sin embargo, no les falta interés. Todo el mundo puede aceptar la verdad y utilizarla para tener algo para su vida, incluso aquellos que no tienen que afirmarla por sí mismos. Esa no es razón para no aceptar la verdad por no sentirse maduro. Al contrario, recibir la verdad y poner la vida a su servicio es perfectamente suficiente para lo que se necesita para vivir.

Pero, ¿Cuál es la contraimagen necesaria de la aceptación de las verdades? Uno puede aceptarlas tranquilamente, aunque no esté maduro. La contraimagen necesaria para esto, sin embargo, consiste en esto: en la misma medida en que uno anhela la verdad para tener paz y satisfacción, para tener seguridad en la vida, en igual medida debe uno hacerse maduro para la verdad, y que al mismo tiempo uno sea cuidadoso en la propia averiguación de verdades más elevadas, verdades tales que sólo pueden ser discernidas en el mundo espiritual.

Sin embargo, esto da lugar a un principio importante para nuestra vida espiritual. Debemos ser receptivos a todo lo que necesitamos y aplicarlo en la vida; pero debemos desconfiar lo máximo posible de nuestra propia realización de las verdades, en primer lugar de nuestras propias experiencias astrales. Esta es la razón por la que uno debe guardarse de una cosa por encima de todo: utilizar estas experiencias astrales de cualquier manera cuando uno se encuentra en un punto en el que no puede desinteresarse, a saber, cuando uno se encuentra en el punto en el que su propia vida entra en consideración. Supongamos que alguien está maduro a través de su desarrollo astral para darse cuenta de algo que será su destino mañana, algo que experimentará mañana. Se trata de una experiencia personal. Debe tener cuidado de no indagar en el libro de su vida personal, pues no puede permanecer desinteresado. Por ejemplo, la gente podría decir fácilmente: ¿Por qué los clarividentes no investigan el momento exacto de su propia muerte? - La razón de que no lo hagan es que nunca pueden alejar su propio interés completamente de ello y deben mantener alejado todo lo que se relacione con su propia persona. Todo lo que no se relaciona con la propia persona, y sólo aquello de lo que se puede estar seguro que no se relaciona con la propia persona, debe ser investigado en los mundos espirituales de tal manera que los resultados sean objetivamente válidos. No es posible expresar validez objetiva cuando uno está personalmente interesado. Por lo tanto, quien quiera limitarse a presentar lo que es objetivamente válido, lo que es verdadero al margen de su propio interés, no puede hablar, partiendo de la investigación, partiendo de impresiones de un mundo superior, sobre nada que le afecte a él mismo. Si hay cosas que le conciernen, debe estar muy seguro de que no las ha provocado por su propio interés. Pero es extraordinariamente difícil averiguar si algo que le concierne a uno mismo ha sido provocado por sus propios intereses.

Para que vean que para el comienzo de todos los esfuerzos en el mundo espiritual, debe observarse el siguiente principio: Tratar de no considerar determinante nada que se relacione con la propia personalidad. Excluir completamente la propia personalidad. Y yo sólo tengo que añadir que esta exclusión de la propia personalidad es extraordinariamente difícil y que a menudo uno cree que ha excluido su propia personalidad, -¡y todavía no lo ha hecho! Por eso, la mayoría de las imágenes astrales que se crean para tal o cual persona no son más que una especie de reflejo de sus propios deseos y pasiones. Mientras uno sea lo suficientemente fuerte en el ámbito espiritual como para decirse a sí mismo: ¡Debes sospechar de tus propias experiencias espirituales!, siempre y cuando estas experiencias espirituales no hagan absolutamente ningún daño. 
Desde el momento en que uno carece de esta fuerza, cuando uno declara que sus experiencias son decisivas para su vida, comienza uno a desorientarse. Es como intentar salir de una habitación donde no hay puerta y darse de bruces contra una pared. Por eso hay que tener siempre presente el principio: Ser extremadamente cuidadoso al examinar lo que uno experimenta suprasensiblemente. <Y esta cautela prevalece realmente en su totalidad si uno no atribuye a tales experiencias personales ningún valor que no sea un valor cognoscitivo, que no sea un valor iluminador, si uno no se orienta en su vida personal en función de ellas, sino que sólo se deja iluminar por ellas. Si uno se acerca con este sentimiento: ¡Sólo quieres ser iluminado! - entonces es bueno, porque entonces uno se sitúa de tal manera que en el momento en que pueda surgir una idea contraria, también la corrige.

Todo lo que he dicho hoy sólo formará parte de las muchas reflexiones que haremos este invierno. Pero quería decir algo que puede prepararos para entrar en la consideración de la vida anímica humana que nos ocupará en la semana siguiente a la Asamblea General: las consideraciones sobre la psicosofía.

Traducido por J.Luelmo mar, 2025

GA124 Berlín, 17 de octubre de 1910 La necesidad de una nueva consideración del acontecimiento de Cristo

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RUDOLF STEINER

La necesidad de una nueva consideración del acontecimiento Crístico


Berlín, 17 de octubre de 1910

primera conferencia

Es apropiado hoy, cuando comenzamos de nuevo nuestra obra en la rama de Berlín, mirar un poco hacia atrás y recordar un poco lo que ha pasado por nuestras almas desde el momento en que comenzamos la obra de la rama de Berlín de la misma manera el año pasado.

Sin duda recordarán que hace aproximadamente un año, con ocasión de la Asamblea General de nuestra Sección Alemana en ese momento, di una conferencia sobre la esfera de los Bodhisattvas en la rama de Berlín. Iba a comenzar con la conferencia sobre la misión de los Bodhisattvas en el mundo, que entonces nos ocupaba principalmente en el curso de nuestras reuniones de rama durante el invierno anterior: una consideración del problema de Cristo, esencialmente en relación con el Evangelio de Mateo. De hecho, nos hemos comprometido en tales reflexiones sobre el problema de Cristo de las más diversas maneras, en conexión con otros Evangelios, como el Evangelio de Juan y el Evangelio de Lucas. Y hemos señalado que en un tiempo futuro, para profundizar en este problema de Cristo, nos acercaremos también a una consideración que tendrá que estar esencialmente vinculada al Evangelio de Marcos.

No hemos hecho estas reflexiones sobre el problema de Cristo de tal manera que intentemos una mera explicación de los Evangelios. A menudo se ha expresado aquí, casi me gustaría decir, de una manera radical: lo que la ciencia espiritual tiene que decir sobre los acontecimientos en Palestina también debería poder decirse aunque no hubiera documentos históricos externos, sobre estos acontecimientos en Palestina. Porque en lo más profundo, lo que es decisivo para nosotros para la descripción de los acontecimientos crísticos no es lo que está escrito en algún libro, en algún documento, sino lo que está escrito en el documento eterno, interno, espiritual, en la Crónica Akáshica, que puede ser descifrado por la conciencia clarividente. Lo que tenemos que imaginar con esto ya se ha mencionado a menudo aquí. Y entonces nos acercamos a los Evangelios de tal manera que comparamos lo que hemos descubierto primero a través de la investigación espiritual con lo que se nos da, -digamos con respecto a los acontecimientos de Palestina-, en los Evangelios o en los otros documentos del Nuevo Testamento. Sin embargo, luego hemos comprobado que sólo aprendemos a leer estos documentos, por así decirlo, penetrando sin ellos en aquellos misterios que se refieren a los acontecimientos de Palestina, y que precisamente investigando primero los acontecimientos correspondientes a partir de estos documentos de una manera imparcial, crece en un grado muy especial nuestra estima, nuestra adoración, podríamos decir, hacia estos documentos.

Pero si miramos no sólo a los intereses inmediatos, y a veces más estrechos, de nuestra unión, sino que si miramos el hecho de que toda nuestra educación, nuestra cultura contemporánea, exige, por así decirlo, una nueva comprensión de los documentos del cristianismo, entonces debemos tener claro el hecho de que a través de la ciencia espiritual estamos llamados a satisfacer no sólo nuestra propia necesidad de conocimiento en relación con los acontecimientos de Palestina. Sino que estamos llamados a traducir al lenguaje de las necesidades culturales contemporáneas de la ciencia espiritual, lo que tenemos que decir sobre el significado del acontecimiento de Cristo para toda la evolución de la humanidad. Pero no basta con que nos limitemos a lo que los siglos han traído para la comprensión del problema de Cristo y de la figura de Cristo. Si esto fuera suficiente para las necesidades educativas de hoy, no habría tantas personas hoy en día que ya no pueden conciliar su necesidad de verdad con lo que se ha transmitido en el campo cristiano, y que en un aspecto u otro incluso niegan lo que nos dice sobre los acontecimientos de Palestina y lo que se ha creído durante siglos. Todo esto puede indicarnos que para la formación de los tiempos se ha hecho necesaria una nueva comprensión, una nueva apertura a las verdades cristianas.

Ahora bien, aparte de muchas otras cosas que pueden acercarnos al estudio de las verdades cristianas, hay un medio en particular que puede resultar provechoso en nuestro campo de investigación. Consiste en ampliar nuestra mirada, en expandir nuestro mundo de sentimientos y sensaciones más allá de los horizontes que la humanidad ha tenido para el mundo espiritual en los últimos siglos. El modo en que podemos ampliar nuestros horizontes puede revelársenos mediante una pista muy sencilla y obvia.

En Goethe, -por remontarnos al gran espíritu más cercano de nuestro desarrollo cultural occidental-, todos nosotros sabemos reconocer su espíritu titánico. Y muchas de nuestras observaciones nos han mostrado la profundidad de la penetración espiritual que yacía oculta en la personalidad de Goethe. Estas reflexiones también nos han llevado a reconocer que nosotros mismos podemos ascender a las alturas espirituales penetrando en la estructura del alma de Goethe. Pero por mucho que conozcamos a Goethe, por mucho que nos sumerjamos en lo que él pueda aportarnos, todavía hay algo que no podemos encontrar en él y que hoy debemos tener si queremos ampliar nuestra mirada de forma correcta y extender nuestros horizontes más allá de las necesidades espirituales más necesarias. En ninguna parte de Goethe encontramos indicios de que se diera cuenta de lo que hoy podemos aprender, de lo que hoy puede resultar provechoso para nosotros si absorbemos aquellos conceptos sobre el desarrollo espiritual de la humanidad que fueron posibles por primera vez gracias a la apertura de los documentos espirituales en el siglo XIX:
cuando asimilamos los logros de la vida oriental. Allí obtenemos una serie de conceptos que en modo alguno nos alejan de la comprensión del problema de Cristo, sino que, si los asimilamos adecuadamente, nos conducen a una apreciación correcta y perfecta de Cristo Jesús. Por esta razón, también creí que la consideración del problema de Cristo no podía ser mejor introducida por ninguna otra cosa que por medio de una discusión sobre la misión de las grandes individualidades espirituales de la humanidad, que de vez en cuando tienen que intervenir de una manera particularmente perceptible en el desarrollo, y a las cuales llamamos los Bodhisattvas, término tomado de la filosofía oriental. Tales conceptos como bodhisattvas, por ejemplo, no se utilizaron durante siglos en el desarrollo espiritual occidental. Y sólo cuando uno se ha orientado en ellos asciende de manera correspondiente al conocimiento de lo que Cristo ha sido, puede ser y seguirá siendo para la humanidad.

Vemos así cómo se puede hacer provechoso un amplio espectro del desarrollo espiritual de la humanidad para comprender de manera digna precisamente aquello que nos corresponde comprender para esa educación y cultura, para esa vida espiritual en la que nos encontramos.Y desde otro punto de vista, era importante que, siempre que fuera posible, dejáramos vagar nuestra mirada espiritual por los últimos siglos, que subrayáramos la diferencia entre una persona de finales de los siglos XIX y XX y una persona de los siglos XVIII o XIX; y que subrayáramos que, por ejemplo, hace incluso un siglo se sabía muy poco sobre Buda y el budismo en Europa. Pero lo último en nuestro campo de esfuerzo, si no el medio de nuestro esfuerzo, es el impulso real y también la meta de nuestro esfuerzo, y aquello por lo que estamos trabajando, es en última instancia el estado de ánimo, el sentimiento, la sensación que se apodera de nuestra alma cuando es tocada por las grandes verdades espirituales. Porque lo que importa no es tanto lo que éstos o aquéllos quieren saber, sino qué cálido sentimiento, qué fuerza de emoción, qué nobleza de voluntad surge de nuestra alma cuando las grandes verdades de la humanidad afectan a esta alma. Y más importante que lo que puede decirse con palabras en nuestras ramas, es el estado de ánimo, la ola de sentimiento que puede prevalecer en una de nuestras ramas cuando las palabras tejen el espacio. <Estos sentimientos, estas sensaciones, son de muchos tipos. Y en el caso de lo que va a presentarse ante nuestras almas en este momento, el sentimiento más importante, el más significativo, debe ser el que debe desarrollarse gradual y necesariamente en nosotros: Reverencia por el conocimiento de las grandes verdades espirituales, el sentimiento de que estas grandes verdades espirituales son de tal naturaleza que debemos acercarnos a ellas con tímida reverencia, que no debemos creer que podemos abarcar un gran hecho con algún concepto rápidamente urdido, con unas cuantas ideas rápidamente adquiridas.

A menudo he utilizado la comparación de que no podemos visualizar un árbol, el cual, si lo pintamos desde un solo punto de vista, no lo tendremos delante, sino que tenemos que caminar alrededor y pintar el árbol desde diferentes lados. Sólo resumiendo estas diferentes imágenes conseguimos una impresión general de lo que es el árbol. Esta comparación, sin embargo, pretende mostrarnos en particular cómo debemos comportarnos ante los grandes hechos espirituales. Deberíamos darnos cuenta de que no podemos progresar en ningún conocimiento real o supuesto de las cosas más elevadas si siempre abordamos las cosas desde un único lado. Y aunque haya o pueda haber verdad en la visión de una cosa, nunca debemos negarnos el humilde sentimiento de que todas nuestras ideas son y sólo pueden ser visiones tomadas desde un punto de vista. Si penetramos en nosotros mismos con este sentimiento, querremos gustosa y gustosamente arrancar de todas partes las ideas, las sensaciones y los sentimientos que nos hagan posible iluminar los grandes hechos de la existencia desde los más diversos lados. Nuestro tiempo lo hace necesario. En nuestra época se desarrollará cada vez más la necesidad de mirar las cosas desde distintos ángulos. Por tanto, hoy ya no nos cerramos a ningún otro punto de vista u opinión, a ningún otro camino hacia las cosas más elevadas,, que no sea el nuestro o el de nuestra propia cultura. Incluso dentro de lo que el propio desarrollo cultural occidental ha ofrecido, hemos intentado en los últimos años mantener este principio, que puede llevarnos a una auténtica humildad de conocimiento. Nunca hemos presumido, -y bien puedo decir: estaba escrito en el fondo de mi alma que tal presunción nunca debería ser posible en este lugar-, de ofrecer un sistema, una visión de conjunto simplemente de lo que deberían ser los grandes acontecimientos que resumimos con el problema de Cristo. Sino que siempre se ha dicho: Lo estamos enfocando desde algún punto de vista; y otras veces se ha dicho: Lo estamos enfocando desde otro punto de vista. Y siempre se ha señalado que eso no significa que hayamos agotado el problema y que queremos seguir trabajando con calma y paciencia.

El propósito de la conexión con los diferentes Evangelios era que aprovecháramos la oportunidad de contemplar el problema de Cristo desde cuatro puntos de vista diferentes, y que descubriéramos entonces que los cuatro Evangelios nos ofrecen, en efecto, conexiones con los cuatro puntos de vista diferentes, y que en los propios Evangelios encontráramos el siguiente principio: No debes abordar el enorme problema de golpe, ni de una sola mirada, sino que debes abordarlo al menos desde los cuatro puntos espirituales diferentes de la brújula. Y debes tener esperanza de que: Si abordas el problema desde estos cuatro puntos espirituales de la brújula, que están etiquetados con los nombres de los cuatro evangelistas, Mateo, Marcos, Lucas y Juan, entonces se acercará gradualmente cada vez más a ti. Y se acercará tanto a ti que nunca tendrás que decir de ti mismo que estás excluido de la gran verdad sin la cual el alma humana no puede vivir en sus más profundas intimidades, pero que tampoco dirás nunca que cualquier forma de verdad que hayas captado es ya toda la verdad.

De modo que lo que pudimos sembrar a lo largo del invierno pasado estaba destinado, por así decirlo, a evocar gradualmente en nosotros el estado de ánimo de la humildad cognoscitiva. Y sin este estado de ánimo de humildad cognoscitiva, en efecto, no avanzaremos en la vida espiritual. Por esta razón, en estas reflexiones se ha hecho todo lo posible por subrayar una y otra vez las condiciones básicas para el progreso del conocimiento espiritual.

Y cualquiera que haya seguido atentamente las conferencias aquí de semana en semana no podrá afirmar que las condiciones básicas para el progreso del conocimiento espiritual no hayan sido señaladas en todas partes.

Progreso en el conocimiento espiritual, -ese es uno de los impulsos que subyacen a todo nuestro movimiento científico-espiritual. El progreso en el conocimiento espiritual, -¿Qué se supone que debe hacer por nuestra alma? Debe colmar los anhelos y necesidades más profundos y humanos de nuestra alma, debe darnos aquello sin lo cual una persona que siente plenamente su dignidad humana no puede vivir. Y debe dárnoslo dentro de nuestro campo espiritual-científico de tal manera que corresponda a las necesidades cognoscitivas de nuestro presente. Lo que no se puede investigar con los sentidos ordinarios, a los que el hombre pertenece no como ser sensorial sino como ser espiritual, ese progreso en el conocimiento que nos ofrece la ciencia espiritual debe traernos iluminación. Las grandes preguntas sobre la posición del hombre en el mundo de los sentidos, sobre lo que hay más allá de las revelaciones de este mundo de los sentidos, las verdades sobre lo que hay más allá de la vida y de la muerte, - estas cuestiones corresponden a una necesidad profunda, de hecho la más humana del alma. Aunque el hombre, a través de todo tipo de circunstancias, rechace las cuestiones que se relacionan con tales cosas, aunque sea capaz de adormecerse durante un tiempo diciéndose a sí mismo: la ciencia no puede investigar esto, el hombre carece de las capacidades para hacerlo, -a largo plazo y para la verdadera forma de los sentimientos humanos la necesidad de respuestas a estas cuestiones nunca desaparece. De dónde viene aquello que vemos desarrollarse en el curso de la infancia y el desarrollo juvenil, a dónde va aquello que albergamos en nuestra alma cuando la corporeidad comienza a menguar y a extinguirse, en resumen, cómo está conectado el hombre con un mundo espiritual, esta es la gran pregunta que surge de una necesidad humanísima y sin cuya respuesta el hombre sólo puede serlo, si se adormece ante sus necesidades más humanas.

Pero como esta pregunta surge de una necesidad tan profunda, porque cuando el alma no recibe una respuesta a estas preguntas, es natural que el hombre no pueda vivir en paz y satisfacción, es natural que el hombre quiera obtener respuestas a estas preguntas de una manera fácil, de una manera cómoda, por así decirlo. Y cuántas maneras diferentes se muestran hoy en día, a pesar de que estas preguntas, como algunos quisieran negar, se han vuelto particularmente candentes en todos los ámbitos de la humanidad, ¡cuántas maneras diferentes se muestran hoy en día! No es exagerado decir que de todos los caminos que se ofrecen hoy al hombre cuando se enfrenta a estos grandes misterios, el camino de la ciencia espiritual es el más difícil. 

En efecto, es posible añadir algo más. Habrá muchos entre ustedes que consideren que una u otra ciencia, de las que tanto se habla en el mundo, es difícil, y que tal vez no se aventuren en ella porque les desanima todo lo que hay que superar para penetrar en tal ciencia. También puede ser que el camino que hemos llamado de las ciencias espirituales, parezca más fácil que el de las matemáticas, la botánica u otra rama de las ciencias naturales. Sin embargo, en su conjunto, este camino es más difícil que el de cualquier otra ciencia. Esto se puede decir sin exagerar. ¿Por qué sólo se hace más fácil para ustedes? Únicamente por que despierta los intereses del alma con una fuerza tremenda y porque se corresponde con lo que está más cerca de cada alma. Si es el más difícil de todos los caminos que hoy se ofrecen al hombre hasta el mundo espiritual, no debemos olvidar otro: que este camino nos conduzca hacia lo más elevado en nuestra vida anímica. ¿No es natural que el camino hacia lo más alto sea también el más difícil? Sin embargo, nunca debemos dejarnos disuadir por la dificultad del camino, nunca debemos cerrar nuestra alma a la necesidad de la dificultad del camino de la ciencia espiritual.

Entre las muchas necesidades del camino de la ciencia espiritual, una y otra vez ha sido mencionada aquí la siguiente: que aquel que se embarca en el camino de la ciencia espiritual debe antes asimilar cuidadosamente lo que la investigación espiritual ya es capaz de ofrecer sobre los secretos espirituales, sobre los hechos del mundo espiritual. Tocamos así un capítulo particularmente necesario de nuestra vida científico-espiritual. Cuántas personas quisieran decir con el corazón ligero: Se nos habla de una inmensa ciencia espiritual, de hechos espirituales que tal o cual investigador espiritual, tal o cual iluminado, tal o cual iniciado ha visto e investigado. ¿No sería mucho más correcto que simplemente se nos mostrara el camino para llegar rápidamente a las regiones desde las que poder ver en el mundo espiritual? Por qué siguen hablando de: ¡así es como se ve, así es como esta o aquella persona lo vio! ¿Por qué no nos muestran una manera de ascender rápidamente nosotros mismos?

Los hechos que han sido investigados del mundo espiritual, se comunican por buenas razones, primero de una manera amplia antes de entrar en lo que se puede llamar los métodos de entrenamiento del alma, que pueden conducir a la propia alma hacia arriba en las regiones espirituales. Pues dedicándonos primero a un estudio devoto de lo que los investigadores espirituales han revelado de los mundos espirituales, se logra algo bastante definitivo. Hemos subrayado que los hechos del mundo espiritual deben ser investigados, sólo pueden ser encontrados a través de la conciencia clarividente; pero hemos subrayado con la misma frecuencia: Una vez descubiertos los hechos, si alguna conciencia clarividente entrenada ha observado estos hechos en el mundo espiritual y luego los comunica, entonces la comunicación debe ser tal que incluso cualquiera que no haya pasado por el desarrollo clarividente pueda verificar los hechos, reconocer las verdades, con el sano sentido de la verdad que reside en cada alma, con una lógica verdaderamente imparcial. Ningún verdadero investigador espiritual, ningún hombre dotado de conciencia clarividente en el buen sentido de la palabra, comunicará ningún hecho del mundo espiritual más que de una manera tal que quien realmente lo desee pueda verificar este hecho incluso sin clarividencia. Pero también lo comunicará de tal manera que pueda tener todo el valor, todo el significado para un alma humana.

¿Qué valor tienen para un alma humana las comunicaciones de hechos espirituales, la representación de hechos espirituales? Tienen el valor de que un hombre, que sabe: así es como se ve en el mundo espiritual -, puede orientarse en la vida, en sus pensamientos, sentimientos y sensaciones de acuerdo con ello, puede orientarse sobre cómo está el hombre en relación con el mundo espiritual. En este sentido, toda comunicación de hechos espirituales es valiosa, aunque la persona que la recibe no pueda investigarla por sí misma a través de la conciencia clarividente. De hecho, incluso para el clarividente este hecho sólo adquiere un valor humano cuando lo ha bajado a una esfera tal que puede moldearlo en una forma accesible a todas las personas. Por mucho que un clarividente investigue y vea en el reino espiritual, no tiene ningún valor para él ni para ningún otro ser humano mientras no haya bajado lo que ha visto a la esfera del conocimiento ordinario y lo haya moldeado en conceptos e ideas tales que el sentido natural de la verdad y la sana lógica puedan captar el asunto. De hecho, el propio clarividente debe comprender primero el asunto para que tenga algún valor para él. Sólo ahí comienza el valor, donde empieza el examen lógico.

Podríamos hacer una especie de repregunta de lo que se ha dicho ahora, con una expresión radical. Entre muchas otras cosas valiosas con respecto a las verdades espirituales y los mensajes espirituales, sin duda encontrarán importante lo que el hombre puede llevarse consigo a través de la puerta de la muerte, de lo que ha absorbido en el plano físico entre el nacimiento y la muerte de tales verdades espirituales. O planteemos la cuestión de esta manera: a la persona que ha recibido información sobre el mundo espiritual mediante el cultivo de la vida espiritual, ¿Cuánto de lo que así ha entendido, de lo que así ha hecho suyo, le queda a la persona que ha recibido información sobre el mundo espiritual a través del cultivo de la vida espiritual? Le queda exactamente lo que ha comprendido, lo que ha captado, lo que ha traducido al lenguaje de la conciencia humana ordinaria.

Imaginen ustedes a una persona clarividente que tal vez haya hecho descubrimientos muy especiales en el mundo espiritual mediante observaciones puramente clarividentes, pero que no hubiera sabido revestir estas observaciones del mundo espiritual de un lenguaje que para cualquier época sea un lenguaje del sentido humano ordinario de la verdad. ¿ Saben ustedes lo que le ocurre o lo que le sucede? Todos estos descubrimientos se extinguen después de su muerte. Sólo permanece válido y significativo después de la muerte lo que se convierte, lo que se reformula en un lenguaje que corresponde a un lenguaje del sentido sano de la verdad en cualquier época.

Ciertamente es de la mayor importancia que haya personas clarividentes que puedan traer mensajes del mundo espiritual, que puedan fecundar a otras personas con ellos. Esto trae bendiciones en nuestro tiempo, porque nuestro tiempo necesita tal sabiduría y no podrá desarrollarse más si no acepta tal sabiduría. Es necesario que tales mensajes lleguen a nuestra cultura contemporánea. Y aunque esto aún no se reconozca hoy, dentro de medio siglo o un siglo será la convicción general de la humanidad: La cultura no puede continuar sin la convicción de la existencia de las sabidurías espirituales, y la humanidad tendría que perecer culturalmente sin la aceptación de las sabidurías espirituales. Si la humanidad quiere seguir desarrollándose en el futuro, hay algo para ella que es necesario, más necesario que todos los medios de cultura externamente visibles: la absorción de la sabiduría espiritual. Y si se conquistaran todos los cielos para el transito, la humanidad tendría que enfrentarse a la perspectiva de la muerte cultural si no absorbiera la sabiduría espiritual. Este es sin duda el caso. Debe existir la posibilidad de asomarse al mundo espiritual.

Pero para las individualidades después de la muerte, aquello que las sabidurías espirituales tienen que significar, tiene otro valor que el progreso de la humanidad en la tierra. Para tener una idea adecuada, debemos hacernos la siguiente pregunta:

De lo que él ha investigado clarividentemente y llevado a una fórmula del sano sentido de la verdad, de la sana lógica humana.¿Qué obtiene entonces el hombre clarividente?¿Qué más fruto obtiene después de la muerte del hecho de que él puede ver en el mundo espiritual que aquel que, por su karma, no tuvo la oportunidad de ver él mismo en el mundo espiritual en la encarnación correspondiente y, por lo tanto, dependía de oír sólo de otros acerca de los resultados de la investigación espiritual? ¿Cuál es la diferencia entre las verdades espirituales de un iniciado y una persona que sólo las ha oído y no puede ver en el mundo espiritual? ¿Es mejor el iniciado que el que sólo ha podido recibir estas cosas?

Para la humanidad en general, mirar dentro de los mundos espirituales tiene un valor más elevado que no mirarlos. Porque el que mira entra en contacto con el mundo espiritual; puede enseñar no sólo a las personas sino también a otros seres espirituales y promover su progreso. Así pues, esta conciencia clarividente tiene un valor muy especial. Pero para el individuo, sólo el conocimiento tiene valor, y en términos de valor individual, la persona más clarividente no es diferente de aquella que sólo ha recibido los mensajes y no ha sido capaz de ver en el mundo espiritual en una encarnación correspondiente. Lo que hemos recibido como sabiduría espiritual es provechoso después de la muerte, independientemente de que lo hayamos visto nosotros mismos o no.

Con ello hemos puesto ante nuestras almas una de las grandes leyes éticas y morales del mundo espiritual, tan digna de veneración. Sin embargo, tal vez nuestra moral actual no sea lo suficientemente refinada como para comprender plenamente esta ética Individual, es decir, la satisfacción del egoísmo en el sentido más elevado, nadie obtiene una ventaja al ofrecérsele la oportunidad de asomarse al mundo espiritual a través de su karma. Todo lo que queremos adquirir para nuestra vida individual, debemos adquirirlo en el plano físico y también llevarlo a formas tales que satisfagan el plano físico. Y si un Buda o un Bodhisattva están más elevados que otras individualidades humanas en las jerarquías del mundo espiritual, es precisamente porque han adquirido este estatus superior a través de tantas encarnaciones en el plano físico. Lo que yo quería decir con lo de la ética superior, la enseñanza moral superior que resulta de la vida espiritual, es lo siguiente: Nadie debe imaginar que un desarrollo clarividente le da una ventaja sobre sus semejantes. No es así en absoluto. Él no alcanza ningún progreso que pueda ser justificado en un sentido egoísta. Sólo lo alcanza en la medida en que puede ser más para los demás. La inmoralidad de servir al egoísmo está completamente excluida en el campo espiritual. El hombre no puede alcanzar nada para sí mismo a través de la iluminación espiritual. Lo que consigue, sólo puede conseguirlo como servidor del mundo en general, y para sí mismo sólo co-consiguiéndolo para los demás.

Así es como un investigador espiritual se sitúa entre sus semejantes. Si uno quiere escuchar lo que él ha investigado y absorberlo, obtendrá con ello una ventaja igual a la suya y llegará tan lejos como él en su individualidad. Esto significa que lo espiritual sólo puede utilizarse en el espíritu humano general, no en el espíritu egoísta. Hay un ámbito en el que uno no es moral simplemente porque elige serlo, sino porque ser inmoral, ser egoísta, no le ayudaría. Pero también es fácil darse cuenta de otra cosa: que es peligroso entrar en el mundo espiritual, en el reino espiritual, sin estar preparado. Por medio de la vida espiritual nunca será posible conseguir nada egoísta para la vida después de la muerte. Pero el hombre puede ciertamente querer algo egoísta para esta vida, para la vida en el plano físico, a través del desarrollo espiritual. Aunque uno no pueda, por así decirlo, lograr nada egoísta para el mundo espiritual, uno puede querer lograr algo para este mundo que esté en el sentido del egoísmo.

La mayoría de las personas que se esfuerzan por alcanzar un cierto desarrollo superior dirán ahora con toda seguridad: Es muy natural que me esfuerce por no ser egoísta antes de querer entrar en el mundo superior. Pero créanlo: probablemente no hay ningún campo del engaño humano en el que un engaño pueda ser tan grande como cuando uno dice: ¡Me esfuerzo por no ser egoísta! Es fácil decirlo. Si realmente pueden hacerlo, lograrlo por ustedes mismos, esa es una cuestión completamente diferente. Sobre todo, es una cuestión diferente porque cuando uno empieza a cultivar actividades en el alma que pueden conducir al mundo espiritual, sólo entonces se encuentra a sí mismo en su verdadera forma. En el mundo exterior, el hombre no vive en su verdadera forma en muchos aspectos. Vive entretejido en una red de representaciones, de impulsos de la voluntad y de sentimientos morales, en oportunidades de actuar que le da el entorno, y rara vez el hombre se plantea la pregunta: ¿Cómo actuaría, cómo pensaría sobre un asunto si no me sintiera impulsado a pensar o actuar de tal o cual manera a causa de aquello en lo que he sido educado? Si el hombre respondiera a esta pregunta, se daría cuenta de que suele ser mucho, mucho peor de lo que supone.

Pues bien, las actividades concebidas para ayudar a una persona a aprender a ascender al mundo espiritual tienen como consecuencia que uno supera todo aquello con lo que se ha visto entretejido por causa de los hábitos, de la educación, de todo lo que nos rodea. Muy pronto se crece más allá de eso. Espiritual y emocionalmente, nos volvemos más y más desnudos. Las corazas que nos hemos puesto y a las que nos aferramos en nuestros sentimientos y acciones ordinarias se caen. De ahí el fenómeno bastante común, del que se ha hablado a menudo: una persona, antes de empezar con un desarrollo espiritual, es quizás una persona razonablemente decente, quizás también sensata, que no hace nada muy estúpido en la vida. Ahora comienza un desarrollo espiritual. Mientras que antes era muy modesto y quizá se decía a sí mismo: Después de todo, ¡soy una persona muy modesta! - Ahora, bajo la influencia del desarrollo espiritual, empieza a mostrar una naturaleza muy arrogante, empieza a cometer todo tipo de tonterías y estupideces. Cuando él entra en un desarrollo espiritual, pierde el equilibrio y la dirección, por así decirlo. Por qué esto es así pueden verlo mejor aquellos que se sienten cómodos en un mundo espiritual. Para mantener el equilibrio, para orientarse frente a lo que se acerca al alma humana desde el mundo espiritual son necesarias dos cosas: Uno debe ser capaz de no marearse ante lo que se nos acerca desde el mundo espiritual. En la vida física nuestro organismo nos protege del vértigo a través de lo que en las conferencias de antroposofía hemos llamado el sentido del equilibrio, el sentido estático. De la misma manera que en el hombre físico hay algo que le permite mantenerse erguido, -pues si el organismo no funciona correctamente, el hombre se marea y se cae-, también en la vida espiritual hay algo que le permite al hombre orientarse sobre su propia posición en relación con el mundo. Debe ser capaz de hacerlo. El tropiezo espiritual consiste precisamente en que ya no está lo que antes nos sostenía, lo que son sensaciones adquiridas, lo que provoca el tejido del mundo exterior, de modo que entonces pasamos a depender de nosotros mismos. Los soportes se caen, y entonces corremos el peligro de marearnos. Podemos volvernos arrogantes fácilmente cuando los apoyos externos caen. El orgullo está naturalmente dentro de nosotros, sólo que antes no aparecía.

¿Cómo se alcanza el equilibrio mental para no marearse? Absorbiendo lo que la investigación espiritual ha investigado y lo que se ha transformado en fórmulas lógicas que corresponden al sentido ordinario de la verdad. No se enfatiza aquí arbitrariamente una y otra vez que es necesario estudiar realmente primero lo que llamamos ciencia espiritual. No se enfatiza para que yo pueda hablar aquí muy a menudo, sino por la razón de que no es posible por ningún otro medio obtener las bases sólidas para el desarrollo espiritual. La absorción dedicada y diligente de los resultados de la ciencia espiritual es el antídoto contra el vértigo espiritual, contra la inseguridad espiritual. Y muchos hombres que llegan a la incertidumbre espiritual a través de un desarrollo mal conducido, -aunque les parezca que han sido bastante diligentes-, deberían saber que han fracasado en absorber lo que puede fluir inicialmente de la fuente de la ciencia espiritual. Eso es lo que necesitamos, este estudio de los hechos de la ciencia espiritual desde todos los lados. Y por eso, incluso durante el último invierno en nuestra rama, cuando en última instancia queríamos hacernos comprender el significado del acontecimiento crístico para la humanidad, volvíamos una y otra vez a insistir en las condiciones básicas del progreso espiritual.

Para progresar, el hombre necesita una vida anímica orientada, pero también necesita algo más. Mientras que el estudio de la ciencia espiritual proporciona al alma humana seguridad, una segunda cosa le proporciona algo que también necesita. Se trata de cierta fuerza espiritual, cierto coraje de la vida espiritual. No necesitamos el tipo de coraje que necesitamos para el progreso espiritual en la vida ordinaria, porque nuestro ser más íntimo, nuestro ser humano anímico-espiritual, está incrustado en el cuerpo físico y en el cuerpo etérico en nuestra vida diurna ordinaria de vigilia, desde el momento en que nos despertamos hasta que nos dormimos; y por la noche no hacemos nada ni podemos estropear nada. Si el hombre pudiera actuar mientras duerme, produciría cosas terribles como ser humano no desarrollado. En los cuerpos físico y etérico no sólo están las fuerzas que actúan en nosotros, en la medida en que somos seres humanos conscientes o simplemente pensantes y sintientes, sino también aquellas fuerzas en las que trabajaron las entidades divino-espirituales a lo largo de los periodos de Saturno, del Sol y de la Luna hasta nuestros días en la Tierra. Las fuerzas de las regiones superiores siempre están trabajando. Contamos con ellas. Y cuando nos despertamos y entramos en los cuerpos físico y etérico, simultáneamente nos entregamos a las fuerzas divino-espirituales que se asientan en nuestro cuerpo físico y etérico para nuestra salvación y bendición y nos guían a través de nuestra vida diaria desde la mañana hasta la noche. Así es: todo el mundo divino-espiritual trabaja en nosotros, y básicamente podemos empeorar muchas cosas en él, pero no mejorarlas mucho.

Pero ahora Piensen que todo el desarrollo espiritual depende de que liberemos nuestro hombre interior, nuestro cuerpo astral y nuestro yo, que aprendamos a ver, por así decirlo, a percibir clarividentemente en aquello que vive inconscientemente desde que nos dormimos hasta que nos despertamos, y que por vivir inconscientemente, no puede hacer ningún daño. Lo que es inconsciente en aquellos miembros en los que están presentes las fuerzas divino-espirituales debe hacerse consciente en nosotros. Toda la fuerza, todo el poder que nos ha sido dado al estar en manos de aquello que está anclado en nuestros cuerpos físico y etérico cuando despertamos, se desvanece cuando nos independizamos del cuerpo físico y etérico y comenzamos a percibir clarividentemente. Todo el poder y la fuerza del mundo se quedan fuera. Nos hemos retirado de las fuerzas que nos hacen fuertes y nos proporcionan una defensa contra el mundo que actúa sobre nosotros desde el exterior. Nos hemos retirado de las fuerzas que nos sostienen. Pero el mundo sigue siendo como es, y seguimos enfrentándonos a toda la violencia, a todo el impacto del mundo. Para poder soportar y resistir el impacto del mundo, debemos tener en nuestro interior toda la fuerza que, por lo demás, nos viene de los cuerpos físico y astral. Todo esto debemos desarrollarlo en nuestro yo y cuerpo astral. Esto lo desarrollamos a través de las reglas que nos son dadas, las cuales encontrarás en mi libro «Cómo Alcanzar el Conocimiento de los Mundos Superiores». Todo esto está pensado para proporcionar a nuestro propio ser interior esa fuerza que antes nos daban los seres superiores y que se desvanece cuando caen los apoyos exteriores, esa fuerza que puede hacernos resistentes al impacto del mundo, aunque nosotros mismos hayamos hecho a un lado los apoyos que nos ofrecen nuestro cuerpo físico y nuestro cuerpo astral.

Las personas que no se hacen lo suficientemente fuertes interiormente como para sustituir las fuerzas que se desprenden del cuerpo físico y del cuerpo etérico mediante ejercicios del alma verdaderamente abnegados, sobre todo purificando la cualidad que en el mundo exterior llamamos inmoralidad, estas personas pueden, en efecto, adquirir hasta cierto punto la capacidad de ver en el mundo espiritual. ¿Pero qué ocurre? Se vuelven lo que podríamos llamar hipersensibles, se vuelven extremadamente sensibles. Se vuelven como si estuvieran siendo picados espiritualmente por todos lados, no pueden resistir lo que les llega de todos lados. Este es uno de los hechos importantes que hay que reconocer si uno se esfuerza por progresar espiritualmente en el conocimiento: hacerse interiormente fuerte desarrollando realmente las cualidades más nobles y mejores del alma. 

Según lo que acabamos de decir hoy.¿Cuáles son estas cualidades? El egoísmo no nos ayudará en el mundo espiritual y, de hecho, hace que sea imposible existir allí. Naturalmente, entonces, la mejor preparación para la vida espiritual es desterrar el egoísmo y todo lo que estimula perspectivas egoístas de progreso espiritual. Cuanto más fervientemente adoptemos este principio, mejores serán nuestras perspectivas de progreso espiritual. Cualquiera que tenga que ver con estas cosas a menudo escuchará a un hombre decir que su acción no fue impulsada por el egoísmo. Pero cuando un hombre así está a punto de dejar que palabras como ésta pasen por sus labios, debe revisarlas y admitirse a sí mismo que no es realmente capaz de insistir en que no hay rastro de egoísmo en su acción. Admitirlo es mucho más inteligente, simplemente porque es más veraz. Y es la verdad lo que importa cuando se trata del autoconocimiento. En ningún ámbito la falsedad trae una retribución tan severa como en el ámbito de la vida espiritual. Un hombre debe exigirse la verdad a sí mismo en lugar de afirmar que no tiene egoísmo. ¡Al menos, si reconocemos nuestro egoísmo, tenemos la oportunidad de deshacernos de él!

Con respecto al concepto de la verdad espiritual, permítanme decir esto. Hay personas que afirman haber visto y experimentado todo tipo de cosas en los mundos superiores, cosas que luego se hacen públicas. Si sabemos que estas cosas no son ciertas, ¿no deberíamos usar todos los medios posibles para oponernos a ellas? Ciertamente, puede haber puntos de vista según los cuales tal oposición sea necesaria. Pero aquellos cuya principal preocupación es la verdad tienen un pensamiento diferente, a saber, que sólo lo que es verdadero puede florecer y dar fruto en el mundo y lo que es falso será ciertamente infructuoso. Dicho de manera más simple, esto significa que por mucho que las personas mientan sobre asuntos espirituales, lo que digan no llegará muy lejos, y deben reconocer que no se puede lograr nada fructífero con mentiras. En el mundo espiritual, sólo la verdad dará fruto; Y esto es válido desde el comienzo mismo de nuestro propio desarrollo espiritual, cuando debemos admitirnos a nosotros mismos lo que realmente somos. La convicción de que sólo la verdad puede ser provechosa y eficaz debe ser un impulso en todos los movimientos ocultistas. La verdad se justifica a sí misma por su fecundidad y por las bendiciones que trae a la humanidad. Las falsedades y las mentiras son siempre estériles. Tienen un solo resultado en el que no puedo entrar ahora en más detalles; Sólo puedo decir que reaccionan de la manera más violenta contra aquellos que realmente los propagan. Consideraremos en otra ocasión lo que implica esta significativa afirmación.

Hoy he tratado de hacer una especie de repaso de las actividades de nuestros Grupos durante el año pasado y de recuperar el estado de ánimo y el tono que impregnaron nuestras almas.

Si ahora examinamos el trabajo que se ha realizado fuera de nuestra rama durante el año pasado en un solo aspecto, quizá pueda señalar mi propia parte en él, que se resume en el Misterio Rosacruz «La Puerta de la Iniciación» que realizamos en Munich. Este misterio pretendía conseguir algo de lo que hablaremos en las próximas reuniones de la rama. Por ahora, sólo diré lo siguiente: que fue posible presentar de esta forma, podría decirse, más artística, en una expresión individual, lo que de otro modo sólo puede decirse en términos generales. Cuando hablamos aquí o en otra parte de las condiciones de la vida espiritual, hablamos como corresponde a cada alma. Pero siempre es necesario tener en cuenta que cada persona es un ser separado, un ser individual, y que cada alma debe ser individualizada. Por eso a la vez hubo la necesidad de mostrar un alma en la puerta de la iniciación, por así decirlo. Por lo tanto, no consideren el Misterio Rosacruz como un libro de texto, sino como una representación artística de la preparación para la iniciación de un ser humano individual. No se trata de cómo progresa tal o cual persona, sino de la persona misma que se describe en el Misterio como Johannes Thomasius, es decir, de la forma individual que adopta la preparación para la iniciación en una persona individual.

Así hemos obtenido, por así decirlo, dos grandes puntos de vista al acercarnos a la verdad: primero describiendo los grandes puntos de vista del progreso, y luego entrando en el centro de un alma individual. Siempre nos inspirará el hecho de que debemos acercarnos a la verdad desde muchos lados y esperar pacientemente hasta que los diversos puntos de vista de la verdad confluyan en una percepción global. Queremos preocuparnos especialmente por esta modestia del conocimiento. No digamos nunca que el hombre no puede experimentar la verdad. Él puede ciertamente experimentarla. Pero no puede tener toda la comprensión de la verdad a la vez, sino sólo una parte a la vez. Esto hace al hombre humilde. La verdadera modestia tendrá que ser también un sentimiento que se genere en nuestras ramas, que se lleve desde allí al resto de la cultura contemporánea del presente para que surta efecto en el exterior. Pues nuestra época, con todas sus características, necesita mucho de esta humildad de conocimiento.

En el espíritu de estas sugerencias, seguiremos trabajando en la presentación del problema del cristianismo para experimentar cómo podemos alcanzar esta humildad de conocimiento y, de este modo, progresar cada vez más en la experiencia de la verdad.

Traducido por J.Luelmo, mar,2025

GA124 Berlín, 13 de marzo de 1911 - La relación de la luz de la luna con la luz del sol como imagen de la relación de la religión de Jehová con la religión de Cristo.

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RUDOLF STEINER

La relación de la luz de la luna con la luz del sol como imagen de la relación de la religión de Jehová con la religión de Cristo.


Berlín, 13 de marzo de 1911

novena conferencia

Hoy vamos a considerar las reflexiones que hemos hecho a lo largo de este invierno en una alusión bastante suelta y desordenada al Evangelio de Marcos, al menos con una conclusión provisional. El vínculo con lo que hemos podido transmitir a nuestras almas en estas tardes de invierno nos lo proporcionan las palabras pronunciadas aquí en la conferencia anterior, que en cierto modo señalaban que en nuestros días nos encontramos en una época de transición. Incluso aquellos que observan la vida espiritual hoy en día, se podría decir que de un modo un tanto externo, se darán cuenta de que en muchos aspectos se está produciendo lenta y gradualmente una reorganización de conceptos e ideas, aunque las personas que se encuentran en medio de esta reorganización sean ellas mismas casi completamente inconscientes de ello. Haremos bien si para las próximas semanas, pensamos en algún tipo de tema, sobre el cual podamos orientarnos cuando la procesemos en nuestro interior. Esta noche, por lo tanto, se nos darán algunas de estas sugerencias, que luego podremos procesar más a fondo sobre la base de la temática científico-espiritual que ya se nos ha dado.

Cuando hablamos de un período de transición, es útil recordar el gran período de transición que hemos vivido a lo largo de la evolución de la humanidad y del cual hemos hablado una y otra vez, recordar el punto decisivo del acontecimiento de Palestina. Sabemos lo que significa este punto por las muchas cosas que ya se han dicho. Si ahora queremos formarnos una idea de cómo esta importantísima idea, -llamémosla así-, la idea de Cristo, surgió de los pensamientos y sentimientos del período inmediatamente anterior, haremos bien en recordar que la idea de Cristo fue tan valiosa para los que se convirtieron en seguidores de Cristo, como lo fue anteriormente la idea de Yahvé o Jehová entre el antiguo pueblo hebreo. Sabemos también por otras conferencias que para aquellos que penetran más profundamente en la esencia del cristianismo, Yahvé o Jehová en realidad no es esencialmente diferente del propio Cristo. Más bien, debemos darnos cuenta de que existe una íntima conexión entre la idea de Yahvé y la idea de Cristo. Es difícil explicar aquí en pocas palabras toda la gran conexión entre la idea de Cristo y la idea de Yahvé, que se ha desarrollado hasta cierto punto en diversas conferencias y ciclos de conferencias a lo largo de los años. Pero es posible visualizar la relación entre la idea de Cristo y la idea de Yahvé. Basta con recordar una imagen sobre la que a menudo se ha llamado la atención, la imagen de la luz del sol, tal como se nos presenta, bien directamente desde el sol, bien, sobre todo en las noches de luna llena, luz que es reflejada por la luna llena. Es luz solar la que brilla hacia nosotros como luz de la luna llena, solo que es luz solar reflejada, que a su vez es algo diferente de la luz solar recibida directamente. Si por comparación, simbolizáramos al Cristo por medio de la luz del sol directa, entonces tendríamos que simbolizar a Yahvé o Jehová como la luz del sol que nos llega reflejada desde la luna, y así nos encontraríamos exactamente con el significado que se quiere dar en el devenir de la humanidad. Por eso todos los que saben algo de las cosas sienten esta transición que va de un reflejo temporal de Cristo en Yahvé o Jehová al Cristo mismo, de la misma manera que el hombre sentiría la luz de la luna y la luz del sol: una revelación indirecta es Yahvé o Jehová, una revelación directa del mismo Ser es el Cristo. Cuando pensamos en el desarrollo, sólo tenemos que pensar en aquello que se nos aparece uno junto al otro en el espacio, (sol y luna), uno tras otro en el tiempo, (Yahvé y Cristo). Y los que hablan de estas cosas desde el punto de vista ocultista dicen: Si a la religión del Cristo la llamamos una religión del Sol, -y si recordamos lo que se ha dicho sobre Zaratustra, podemos utilizar esta expresión-, entonces a la religión de Yahvé, que no es mas que el reflejo temporal de la religión del Cristo, podemos llamarla una religión de la Luna. Así pues, en la época anterior al cristianismo, a través de una religión lunar se fue preparando la religión solar. Ahora bien, sólo aquellos que saben que los símbolos no se eligen arbitrariamente, sino que están profundamente arraigados en su significado, apreciarán adecuadamente lo que ahora se va a decir. Por lo tanto, cuando cualquier religión o cosmovisión aparece con un símbolo, este símbolo significa algo que está esencialmente conectado con la cosmovisión en cuestión para aquellos que lo usan a sabiendas. La gente de hoy ya ha perdido el símbolo de la luz de la luna para la antigua religión de Yahvé en muchos casos, y también ha perdido hasta cierto punto la designación de la religión de Cristo por el símbolo del sol. Pero allí donde aparecen cosmovisiones que están completamente impregnadas del significado de su esencia con sus símbolos, debemos pensar también en una conexión consciente con los símbolos.

Ahora acuérdense de cómo he descrito el curso general de la evolución humana. En primer lugar, observamos un desarrollo descendente a partir del momento en que la humanidad fue, por así decirlo, expulsada del mundo espiritual y descendió cada vez más profundamente a la materia. Es un camino descendente. Y si imaginamos el camino de la evolución humana en general, podemos imaginar que el punto más bajo al que ha descendido la humanidad es el punto en el que se produjo el impulso crístico para transformar gradualmente el camino descendente en ascendente. Así pues, el desarrollo de la humanidad tiene un camino descendente y otro ascendente, y allí, donde estaba el punto más bajo, comenzó a actuar el impulso crístico y seguirá actuando hasta que la Tierra haya llegado al final de su misión.

Ahora bien, esta evolución se produce de un modo complejo, es decir, de tal manera que ciertos procesos evolutivos son consecuencias de los impulsos anteriores. Uno de esos procesos evolutivos es el dado por el impulso crístico. El impulso crístico surgió en su momento al comienzo de nuestra era y, por así decirlo, en progresivo avance, haciéndose cada vez más poderoso, se asentará en las almas humanas hasta alcanzar la meta de la evolución de la humanidad y, a partir de ahí, se apoderará de toda la vida en la Tierra. Se trata de un impulso que se da una única vez y que tenemos que proseguir de tal manera que podamos trazar una línea progresiva, por así decirlo, y decirnos a nosotros mismos: Todo lo que ocurre después nos muestra el desarrollo y la influencia de este impulso en un nivel superior, más perfecto.  En el mundo existen varios impulsos de este tipo. Pero también existen impulsos y factores evolutivos que tienen un efecto diferente y no pueden seguirse en línea progresiva. Ya hemos mencionado esos otros impulsos. En el período de desarrollo post-atlante hemos distinguido el período cultural de la antigua India, seguido por el período proto-Persa, el Egipcio-Caldeo, luego el Greco-Latino, luego el nuestro y, el nuestro será reemplazado por otras dos épocas culturales, de modo que en estos siete períodos, el que corresponde al período Greco-Latino, en el cual se sitúa el acontecimiento de Cristo, se encuentra en el medio.

Ahora bien, resulta que, por ejemplo, en nuestro quinto período postatlante, en el cual vivimos ahora, se repiten de manera diferente ciertos procesos que estaban allí en el tercero, en el período egipcio-caldeo; de modo que tengamos el impulso crístico en el centro y el tercer período esté contenido en el quinto en cierta proporción. Del mismo modo, el sexto período contendrá al segundo, el proto-persa, y el séptimo al primero, el de la antigua India. Se trata de factores de desarrollo globales que se manifestarán en el desarrollo de tal manera que podemos aplicarles la palabra bíblica: Los primeros serán los últimos. El período indio primitivo revivirá en el séptimo de una manera diferente, pero sin embargo de tal manera que será reconocible.

Ahí tenemos una forma diferente en la que lo anterior interviene en lo posterior. Pero tenemos esta otra manera porque en la evolución de la humanidad se forman épocas aún más pequeñas. En cierto modo, por lo tanto, lo que durante la antigua cultura hebrea estaba allí en la época precristiana, también se proyecta de nuevo, superponiéndose al impulso de Cristo por así decirlo, en el período postcristiano, de modo que lo que se preparó en la cosmovisión de Yahvé o Jehová en cierto modo ha reaparecido después y, a pesar de la existencia de los otros factores, sin embargo interviene en los factores posteriores.

Si queremos designar con un símbolo, cosa que hoy no podemos hacer debido a la brevedad del tiempo, podemos decir: Si percibimos la religión de Yahvé a través del símbolo de la luna en contraste con el sol, podemos esperar que en tiempos posteriores, vuelva a proyectarse una visión similar, la cual, como una especie de religión de la luna, abarque el impulso de Cristo. Y así es. Y quien no se tome estas cosas al pie de la letra no se burlará de ello, pues no es algo de lo que haya que reírse, sino que en realidad está relacionado con el simbolismo de la religión y la cosmovisión en cuestión: que en la religión de la media luna, ha de verse la reaparición de la antigua religión de Yahvé y la Luna que reaparece en la época posterior al acontecimiento de Cristo y proyecta los impulsos que la precedieron en la época postcristiana. Así pues, la repetición de un período anterior en otro posterior, podemos situarla en una secuencia completa en el último tercio del período grecolatino, que calculamos ocultamente hasta los siglos XII-XIII. En otras palabras, tenemos, -después de separar un período de seis siglos-, desde el siglo VI en adelante, extendiéndose al siguiente período e influyendo poderosamente en todos los factores de desarrollo, en la religión que los árabes trajeron de África a España, esa religión que, prescindiendo del impulso crístico real, representa una especie de restablecimiento de la religión de la Luna de Yahvé en una forma diferente. No es posible ahora analizar todas las peculiaridades de lo que se llevó allí. Pero ya es significativo, si sólo lo anotamos en nuestras almas, que en esta cosmovisión de Mahoma el impulso de Cristo inicialmente permaneció sin ser considerado, que esta religión de Mahoma era realmente una especie de renacimiento de lo que uno podía encontrar en el Dios Único del Mosaísmo. Sólo que este dios único fue trasladado a algo que se había tomado del otro lado, por así decirlo, por ejemplo de la cosmovisión egipcio-caldea, que aportó un conocimiento preciso de la conexión entre los acontecimientos de las estrellas del cielo y los acontecimientos del mundo. De ahí que veamos que todos esos pensamientos y conceptos que encontramos tanto entre los egipcios como entre los caldeos, babilonios y asirios reaparecen en la religión de Mahoma, pero ahora extrañamente iluminados y entrelazados con lo que podemos llamar el dios único de Yahvé o Jehová. En el arabismo, lo que nos encontramos es como una amalgama, si quisiéramos hablar científicamente, como una síntesis de todo lo que enseñaban las enseñanzas sacerdotales egipcio-caldeas, lo que se enseñaba en Caldea, con lo que enseñaba la antigua religión hebrea de Yahvé.

Pero en esa confluencia no sólo se produce una amalgama, sino que siempre hay algo que se separa y se corta. Todo lo que podía remontarse a la observación clarividente tuvo que ser separado. Era una combinación, una mera investigación intelectual lo que quedaba, de modo que los conceptos de la medicina egipcia, de la astronomía caldea, que habían surgido de la antigua clarividencia tanto entre los egipcios como entre los caldeos, nos los encontramos de forma intelectualizada e individualizada en el Arabismo de Mahoma. De una manera indirecta, por así decirlo, algo tamizado a través de los árabes llega a Europa, tamizado en el sentido de que todos los antiguos conceptos que prevalecían entre los egipcios y los caldeos, despojados de su imaginería clarividente y moldeados en formas abstractas, reaparecen para nosotros en la admirable ciencia de los árabes, que penetró en Europa desde África a través de España. Si el cristianismo aportó un impulso esencialmente para el alma humana, el mayor impulso para la cabeza humana, para el intelecto humano, llegó de forma indirecta a través de los árabes. Y aquellos que no están exactamente familiarizados con el curso de la evolución humana no se dan cuenta de lo que esta visión del mundo, que apareció una vez más bajo el símbolo de la luna, ha aportado a la humanidad en su conjunto. Kepler y Copérnico no habrían sido posibles sin los impulsos traídos a Europa por los árabes. Pues vemos reaparecer toda la forma de pensar y de combinar las cosmovisiones con la eliminación de la antigua clarividencia en el momento en que el tercer período cultural celebra su resurrección en nuestro quinto período en nuestra astronomía actual, en nuestra ciencia actual en general.


Así, por una parte, tenemos el curso del desarrollo humano procediendo de tal manera que el impulso crístico penetra en los pueblos europeos directamente a través de Grecia e Italia, y tenemos otra corriente al sur, que se desvía pasando por Grecia e Italia y conectando con lo que nos llegó de manera indirecta a través del impulso árabe.

Sólo de la confluencia de la religión de Cristo y la religión de Mahoma pudo surgir, en el período en el que tenemos que registrar un importante punto de inflexión, lo que es en realidad nuestra cultura moderna. Por razones que no se discutirán hoy, debemos pensar en épocas de aproximadamente seis a seis siglos y medio de duración precisamente por impulsos como los que ahora se han mencionado; de modo que, de hecho, seis siglos después del acontecimiento de Cristo surgió el culto renovado a la luna, el culto árabe a la luna, que se extendió y penetró en Europa y fecundó la cultura crística, que hasta el siglo XIII había recibido sus impulsos directos por otras vías. Hubo un intercambio continuo. Quien esté familiarizado incluso con el curso externo de los acontecimientos, quien sepa que incluso en los monasterios de Europa Occidental, -aunque combatieran el arabismo-, fluyeron ideas árabes hacia la ciencia y se difundieron dentro de ella, también sabe que hasta la mitad del siglo XIII, lo que significa de nuevo algo especial, hubo una confluencia de los dos impulsos, el impulso árabe y el impulso directo de Cristo.

De esto se desprende que el impulso crístico directo toma caminos diferentes de los impulsos que fluyen como corrientes laterales, por así decirlo, para conectarse con él. Seis siglos después del impulso crístico, una nueva ola de cultura comienza en Oriente, - a través de acontecimientos que no son fáciles de describir, aunque son bien conocidos por todo ocultista-, que luego se abre camino a través de África vía España hacia la vida espiritual europea y se une con el impulso crístico, que tuvo que llegar por otros medios. Por lo tanto, podemos decir que el símbolo solar se fusionó con el símbolo lunar desde el siglo VI o VII hasta el siglo XII o XIII, es decir, de nuevo en una época que duró unos seis siglos.

Ahora bien, después de que esta fecundación directa hubiera, por así decirlo, alcanzado su meta, algo nuevo se preparó gradualmente desde el siglo XII, XIII. Es interesante que aún hoy la ciencia externa reconozca que en aquella época algo inexplicable pasó por las almas de la humanidad europea. La ciencia externa dice: algo inexplicable. El ocultismo, sin embargo, dice que en este período, como si después del impulso directo de Cristo fluyera, se vertió en las almas de una manera espiritual lo que el cuarto período de la cultura post-atlante ofrecía por sí mismo; el período griego forma una ola que fluye de él después de haber concluido dicho período. Esto es lo que llamamos el período de la cultura del Renacimiento, que ahora durante los siglos siguientes, fecunda todo lo que ya existía. Así pues, tras una época de seiscientos años de afluencia del arabismo volvemos a ver una invasión de este tipo; vemos cómo tras su afluencia, se le dio tiempo al arabismo para que se asentara poco a poco. Esto sucede porque el período griego, que se sitúa neutralmente en medio de las siete épocas culturales postatlantes, discurre por detrás de la cultura renacentista. Y de nuevo significa un período de seis siglos, es decir, que esta ola griega se ha prolongado, por así decirlo hasta nuestros días. Esto es lo que vive aún hoy nuestro tiempo. Hoy vivimos una transición, por así decirlo, en la que nos encontramos de nuevo ante el comienzo de una ola cultural de seis siglos de antigüedad, en la que nuevamente se abre paso algo nuevo, en la que el impulso crístico debe fecundarse con algo nuevo. Después de que el renovado culto lunar a la media luna haya tenido tiempo de vivir a través del Renacimiento, ha llegado el momento en que el impulso crístico, que se propaga como directo, debe y tiene que tomar una corriente secundaria. Nuestra época tiene un rasgo muy especial según esta corriente secundaria. Pero debemos comprender precisamente este influjo de una corriente secundaria en nuestra cultura. Todas estas cosas corresponden al curso correcto de un esquema oculto - sistemática oculta, también podríamos decir.

Si pensamos en la Luna, Mercurio, Venus, Sol sucesivamente en el estilo antiguo -no en el nuevo- entonces, después de que la renovada influencia lunar estuviera allí y la onda lunar se repitiera a sí misma, por así decirlo, durante el período renacentista, ahora tendríamos que esperar una influencia que tendríamos que designar en el estilo bastante correcto con el símbolo de Mercurio. Por tanto, podríamos decir teóricamente que, si el simbolismo es correcto, nos encontramos ante la perspectiva de una especie de influencia de Mercurio que fluye en nuestra cultura, una ola que puede simbolizarse como una influencia de Mercurio, al igual que el arabismo podría caracterizarse como una influencia lunar.

Si comprendemos el desarrollo de los tiempos, podemos llamar a Goethe el último gran espíritu que reunió en su alma la plenitud de la ciencia, la plenitud del cristianismo y la plenitud de la cultura renacentista, y podemos esperar entonces que Goethe nos represente en su alma la hermosa unión de la cultura renacentista, de la ciencia, es decir, del intelectualismo tal como ha sido fecundado por el arabismo, y del cristianismo. Si ahora miramos a Goethe como estamos acostumbrados a hacerlo desde hace años, entonces podemos reconocer fácilmente que estos elementos realmente confluyeron en el alma de Goethe. Pero también podemos suponer, según los datos temporales que ahora se dan de seis a seis siglos, que nada de la influencia de Mercurio estaba aún presente en el alma de Goethe y que esto debía ser algo que tenía que aparecer detrás de Goethe como algo nuevo. Resulta interesante, -como saben- ,que incluso el alumno de Goethe, Schopenhauer, muestre ya esta influencia de Mercurio. Ustedes saben, por lo que he dicho, cómo penetró la sabiduría oriental en la filosofía de Schopenhauer, especialmente bajo la forma del budismo. Puesto que Mercurio es considerado ahora como el símbolo del budismo, se ha caracterizado la influencia de Buda análogamente a la época de Goethe, -en el sentido de que aquí Buda es igual a Mercurio y Mercurio es igual a Buda-, del mismo modo que se caracterizó la influencia de la Luna en el arabismo; de modo que ahora también podemos designar cuál es esta corriente secundaria que fluye en el camino recto del impulso crístico como una nueva corriente al comienzo de una nueva época de seiscientos años: Tenemos que considerar al budismo como la corriente secundaria, -como una renovación, en una nueva forma-, sólo con las restricciones que se expusieron en mi conferencia pública sobre Buda.

Ahora preguntémonos: ¿Cuál es la corriente directa de la cultura hacia el futuro? Esa es la corriente crística. Esta fluye en línea recta. ¿Y qué corrientes secundarias tenemos? Primero tenemos la corriente árabe, que desemboca en la corriente principal y luego hace una pausa y encuentra una clarificación en la cultura renacentista. Ahora tenemos una renovada afluencia de la corriente búdica. Quien sea capaz de ver estos hechos bajo la luz correcta se dirá ahora a sí mismo: Hemos tomado así aquellos elementos de la corriente búdica que antes no estaban contenidos dentro de nuestra cultura occidental. Ya podemos ver cómo ciertos elementos de la corriente búdica fluyen también a través del desarrollo espiritual occidental, como las ideas de reencarnación y karma. Estos fluyen hacia adentro. Pero hay algo más que ahora debemos inscribir estrictamente en nuestras almas: Todas estas corrientes laterales nunca podrán darnos información sobre el centro de nuestra cosmovisión, nuestra ciencia espiritual. Preguntar al budismo o a algún orientalismo precristiano, que han llegado a nuestro tiempo como cosmovisiones renovadoras, sobre la naturaleza de Cristo, por ejemplo, sería hoy tan inteligente como si los europeos cristianos hubieran preguntado a los árabes que llegaron a España sobre la naturaleza de Cristo. Los europeos sabían entonces que la idea de Cristo no podía venir de los árabes, que no tenían nada que contarles sobre Cristo. Y si les contaban algo, eran ideas que no se correspondían con la idea real de Cristo. Y los diversos profetas que aparecieron como falsos mesías surgieron básicamente del arabismo sin ninguna comprensión del impulso de Cristo, excepto Sabbatai Zewi, pues era judío. Por tanto, debemos tener claro que esta corriente lateral del arabismo tuvo que ser fecundada por elementos muy diferentes, y de ningún modo por una comprensión del misterio central de Cristo.

Exactamente de la misma manera debemos enfrentarnos a la corriente que debe fluir hacia nosotros hoy como una ola secundaria, como una vieja ola renovada que traerá comprensión para la reencarnación y el karma, pero que no puede traer comprensión para el impulso crístico. Porque eso sería tan absurdo como si los árabes hubieran querido enseñar a los europeos la idea correcta de Cristo. Pero los árabes pudieron enseñar a los europeos muchas ideas de falsos mesías, excepto Sabbatai Zewi. Tales cosas se renovarán de nuevo. Porque el desarrollo de la humanidad sólo puede avanzar si la gente tiene la fuerza para ver a través de estas cosas. Y debemos ver conscientemente a través de las circunstancias cada vez con más claridad y fuerza.

Por lo tanto, surgirá el hecho de que la ciencia espiritual con la idea central del Cristo, que fue fundada por el Rosacrucismo europeo, prevalecerá contra toda resistencia externa y contra todas las tentaciones del exterior y penetrará en las mentes de los hombres. Cómo hacer para que la idea central del Cristo penetre en las mentes de los hombres, que el Cristo esté entretejido en la evolución total no sólo de la humanidad sino del todo el orbe, se puede ver en mi «Ciencia Oculta en Esquema». A partir de esto se puede ver cuál es el camino que se está desarrollando actualmente. Todos aquellos que tengan la oportunidad de escuchar esta ciencia espiritual que se está desarrollando aún más, que entiendan una palabra como la del Evangelio de Marcos, que fue citada al final de la última lección: «Se levantarán falsos Cristos y falsos profetas...

Así pues, si alguien os dice en aquel tiempo: 'He aquí a Cristo, he aquí a Cristo', no le creáis». - Junto a esta corriente, sin embargo, habrá otra, más alejada, que creerá estar aún mejor informada sobre la naturaleza de Cristo que la ciencia espiritual occidental rosacruz. Toda clase de ideas y enseñanzas serán entonces introducidas en el mundo a partir de puntos de vista que surgirán con toda naturalidad de la corriente lateral del budismo orientalizante. Pero sería el testimonio de la peor debilidad para las almas europeas si estas almas europeas fueran incapaces de captar el pensamiento: en la búsqueda directa de la idea de Cristo, la corriente de Mercurio o Buda tiene tan poco que aportar a la luz como el arabismo ha aportado a la luz en la búsqueda directa de la idea de Cristo. Esto no está sacado de ninguna creencia, dogma o fantasía, sino del curso objetivo de la evolución del mundo. Se le demuestra  con cifras o corrientes culturales, que si ustedes lo desean pueden seguir, que las cosas deben ser tal como lo enseña la ciencia oculta.

Ahora, sin embargo, la necesidad de diferenciar entre un antiguo budismo oriental ortodoxo, que quiere trasplantar el budismo estancado a Europa, por así decirlo, y partiendo de ese budismo estancado, pretender reconocer una «idea de Cristo», y un budismo verdaderamente desarrollado estará ligada a lo que está sucediendo. Esto significa que habrá personas que hablarán de Buda de esta manera: ¡Mirad a Buda como vivió unos cinco o seis siglos antes de nuestra era! ¡Estas son sus enseñanzas! - Lo que dirán estas personas puede compararse con lo que dice la ciencia espiritual en el sentido rosacruz: Depende de ti, no de Buda, el que hoy hables como si Buda hubiera permanecido donde estaba cinco o seis siglos antes de nuestra era. ¿Crees que Buda no ha progresado? Cuando habláis así, estáis hablando de una enseñanza que era correcta para aquella época. Al menos estás hablando de una enseñanza del Buda tal como él la dio, ¡correctamente calculada para la época cinco o seis siglos antes de nuestra era! Pero nosotros observamos al Buda que ha avanzado y que desde las alturas espirituales ejerce su influencia continua en la cultura humana. Observamos al Buda que pudimos describir en el Evangelio de San Lucas, que ejerció su influencia sobre Jesús desde el linaje de Natán, de la Casa de David; observamos al Buda tal como él se ha desarrollado más en el reino del espíritu, y que hoy tiene que decirnos las verdades decisivas que importan.

Algo bastante curioso le ha sucedido al cristianismo como cristianismo dogmático en Occidente, que podría caracterizarse diciendo: Ha sucedido por una extraña concatenación de circunstancias que una figura semejante a Buda ha aparecido entre los santos cristianos. Recordarán que una vez les hablé de una leyenda que se contaba en toda Europa en la Edad Media: la leyenda de Barlaam y Josafat. En ella se cuenta algo así: había una vez un rey indio que tenía un hijo. Al principio educó a este hijo de tal manera que viviera lejos de toda miseria humana, de toda vida terrenal externa. Lo educó en el palacio real, donde sólo veía aquello que conduciría a la felicidad y a la bendición de la humanidad. Josafat era su nombre; el nombre ha sido cambiado varias veces y ha tomado muchas formas diferentes: Josafat, Judasaf, Buda-saf. Josafat vivió en el palacio real hasta cierta edad sin llegar a conocer el mundo. Hasta que un día fue sacado del palacio de su padre y conoció la vida. Entonces vio primero a un leproso, luego a un ciego y después a un anciano. Después se nos dice que encontró a un ermitaño cristiano llamado Barlaam, quien hizo que Josafat comprendiera el cristianismo y se convirtiera al cristianismo.

No dejarán de constatar que en la historia del nacimiento de un hijo de un rey indio, que vive alejado del mundo y luego es llevado a ver a un leproso, un ciego y un anciano, hay ecos de la propia leyenda de Buda. Y, por otra parte, se puede reconocer fácilmente que esta leyenda se continuó en la Edad Media, pero que se le añadió algo de lo que no se puede culpar a Buda: que se dejó convertir al cristianismo. Esto no podía decirse de Buda. 

Esta leyenda despertó cierta conciencia entre los cristianos, al menos entre los cristianos individuales, pero sobre todo entre quienes han confeccionado listas de santos. Se sabía que el nombre Josaphat, Jodasaph está relacionado con lo que llamamos un Bodhisattva: Jodasaph, Budasaph va en línea recta a Bodhisattva. Así que aquí vemos una extraña conexión, bastante profunda, entre una leyenda cristiana y la figura de Buda. Sabemos que la leyenda oriental representa al Buda pasando al nirvana, y que había entregado la corona del bodhisattva a su sucesor, el Buda Maitreya, que ahora es un bodhisattva y más tarde será el Buda del futuro. El Buda se nos aparece de nuevo en la leyenda como Josafat. Y la conexión entre el budismo y el cristianismo se nos describe de forma maravillosa por el hecho de que alguien haya dicho: Josafat es un santo; porque el propio Buda era tan santo que se convirtió al cristianismo en el sentido de la leyenda del hijo del rey indio, de modo que puede ser clasificado entre los santos -aunque a su vez fue perseguido desde otro lado.

De esto se desprende que sabían dónde buscar la forma posterior del budismo o el Buda. Entretanto en los mundos ocultos, el budismo se ha fusionado con el cristianismo. Y Barlaam, esta extraña figura, ha introducido el Bodhisattva en el cristianismo, de modo que sólo podemos revivir el budismo en la forma en que ahora existe cambiado, aunque ahora lo sigamos en el sentido de esta leyenda como una corriente mundial continua. Si comprendemos clarividentemente sus inspiraciones, deberemos hablar de Buda tal como existe hoy para nosotros. Del mismo modo que el arabismo no era judaísmo, del mismo modo que la luna de Jehová no reapareció en el arabismo en su antigua forma y figura, así también el budismo, en la medida en que pueda llegar a ser fecundo en la cultura occidental, no reaparecerá en su antigua forma, sino que reaparecerá en una forma cambiada, porque lo posterior no reaparece simplemente como una copia de lo anterior.

Estas son frases cortas y breves que pretenden ser sugerencias sobre las ideas de desarrollo de la humanidad, que ustedes pueden ampliar. Y puedo asegurarles que si toman todo el conocimiento histórico que puedan encontrar y siguen realmente el desarrollo espiritual-científico de Europa, verán que ahora estamos en el punto en que el cristianismo y el budismo se están fusionando.  Así como en el período antes decrito hubo una confluencia de la religión de Yahvé con el cristianismo, hoy estamos en una confluencia del budismo con el cristianismo. Compruébenlo tomando todo lo que puedan darles los historiadores de Europa. Pero no lo examinen como acostumbran a hacerlo los historiadores de Europa, sino de tal manera que se tomen en consideración todos los factores; entonces verán que todo lo que he dicho es cierto. Pero tendríamos que hablar durante semanas sobre lo que nos puede aportar lo que se nos da como escuela de pensamiento rosacruz dentro de Europa.

Pero se pueden encontrar pruebas de ello no sólo en la historia, sino también, si se enfoca el asunto correctamente, en la ciencia natural contemporánea y campos afines. Basta con buscar de la manera adecuada para descubrir que, efectivamente, los nuevos conceptos se abren paso por doquier en el presente, por así decirlo espasmódicamente, y que los viejos conceptos se vuelven inútiles y desaparecen. En cierto sentido, nuestros investigadores, nuestros pensadores, están trabajando con conceptos que se han vuelto inútiles, porque todavía no son capaces, en la mayor medida, de absorber y procesar de la manera correcta la corriente secundaria que se caracteriza principalmente en las ideas de reencarnación y karma, y en lo que por contra, la ciencia espiritual es capaz de dar. Nuestros investigadores trabajan con conceptos que se han vuelto inútiles. Se puede repasar la literatura actual en los campos de las ciencias más diversas, y se verá que a veces es francamente lamentable para el conocedor de estas cosas cómo brota un hecho tras otro en la vida científica y cómo los conceptos son en todas partes inadecuados para comprender estos hechos. Así tenemos un concepto, -estas cosas sólo pueden insinuarse hoy aquí-, que sigue desempeñando un papel importante en el ámbito más amplio de nuestra ciencia: el concepto de herencia. Así como este concepto de herencia sigue figurando hoy en día en las diversas ciencias e incluso entra en la vida popular, simplemente no es necesario. Los hechos enseñarán a la gente que para comprenderlos se necesitan otros conceptos que, por ejemplo, el concepto completamente inútil de herencia que se utiliza hoy en día en la más amplia gama de ciencias. En lo que se refiere a la herencia en el hombre y también en los seres afines, se pondrá de manifiesto que ciertos hechos, que hoy ya se conocen, sólo podrán comprenderse cuando se disponga de conceptos completamente diferentes. Si hoy se habla de herencia en generaciones sucesivas en el hombre, se tiene la creencia de que todo lo que aparece en las capacidades del hombre puede rastrearse en la línea de herencia de los antepasados inmediatos. Pero sólo el concepto de reencarnación y karma hará posible que los conceptos claros sustituyan a los confusos actuales. Así se verá que una gran parte de lo que hay hoy en la naturaleza humana, -sólo puedo insinuarlo aquí-, no tiene nada que ver con lo que se llama la influencia mutua de los sexos; mientras que una ciencia confusa sigue enseñando hoy que todo lo que hay en el hombre tiene su comienzo en la concepción mediante la unión del varón y la hembra. Pues no es cierto en absoluto que todo lo que ocurre en el hombre tenga algo que ver con aquello que, por así decirlo, se reúne directamente de forma física en la unión de los sexos. Tendrán que pensar más detenidamente sobre este asunto; sólo quiero darlo como sugerencia.

Si se observa el cuerpo físico del hombre, se sabe que tiene una historia antigua: ha pasado por una época de Saturno, una época solar, una época lunar y ahora está pasando por la época terrestre. Sólo durante la época lunar aparece la influencia del cuerpo astral. Antes no existía. Este cuerpo astral naturalmente también cambió el cuerpo físico del ser humano. Por eso el cuerpo físico se nos presenta hoy no sólo tal como llegó a ser a través de las fuerzas de los períodos de Saturno y del Sol, sino también tal como llegó a ser bajo estas fuerzas y bajo las fuerzas del cuerpo astral y del Yo. Sólo la parte del cuerpo físico que está relacionada con la influencia del cuerpo astral sobre el cuerpo físico, puede ser heredada mediante la cooperación de los sexos; mientras que todas las leyes que deben remontarse a los períodos de Saturno y del Sol, no tienen nada que ver con la cooperación de los sexos. Una parte de la naturaleza humana se recibe directamente, no del sexo opuesto, sino directamente del macrocosmos. En otras palabras, lo que llevamos dentro no procede de la cooperación de los sexos. Sólo lo que depende de nosotros de nuestro cuerpo astral proviene de él, mientras que llevamos dentro de nosotros una gran parte de la naturaleza humana de tal manera que se recibe, -de la madre, por ejemplo-, directamente del macrocosmos, en absoluto de manera indirecta a través del sexo opuesto. Por lo tanto, debemos distinguir en la naturaleza humana entre la parte que se remite a la cooperación de los sexos y la parte que se recibe directamente de la madre en el macrocosmos. Piensen por un momento que sólo puede prevalecer la claridad sobre estas cosas cuando se puede hacer una clara distinción entre los miembros individuales de la naturaleza humana, mientras que hoy todo está sumido en la confusión. Pues en el cuerpo físico no tenemos algo autónomo, sino la influencia de las fuerzas del cuerpo etérico, del cuerpo astral y del yo, y ahora debemos distinguir también entre las fuerzas que se deben directamente a la influencia del macrocosmos y las que se deben a la cooperación de los sexos.

Pero también se absorbe algo a través de la naturaleza paterna que no tiene nada que ver con la cooperación de los sexos. Mientras que ciertas herramientas y leyes, que no se basan en absoluto en la herencia sexual, son absorbidas e implantadas directamente del macrocosmos de forma indirecta a través del organismo materno, también se implantan leyes del macrocosmos de forma indirecta a través del organismo paterno, que toman un camino espiritual. En el caso de lo que se absorbe de forma indirecta a través del organismo materno, todavía se puede decir: El organismo materno es un momento de contacto.  Pero en relación con el organismo de la madre, aquello que no se origina en absoluto de la cooperación de los sexos, actúa en conjunto con algo que tampoco se origina de la cooperación de los sexos, sino de la paterna. Hay, pues, un proceso universal, un proceso macrocósmico, que se expresa en los miembros y formas corporales. Por eso es completamente erróneo describir hoy el desarrollo del germen humano simplemente de manera que todo se atribuya a la herencia, mientras que las cosas se toman directamente del macrocosmos.

Aquí tenemos algo en lo que los hechos actualmente van mucho más allá de lo que la ciencia tiene en términos de conceptos, porque sus conceptos todavía provienen de épocas más antiguas. Ahora se preguntarán: ¿hay alguna prueba de ello? - Los libros populares hablan poco de ello, pero en el campo de lo oculto emerge claramente. Me gustaría llamar su atención sobre algo. Sólo puedo insinuarlo, pero me gustaría señalar que existe un contraste muy extraño entre dos naturalistas y pensadores contemporáneos, que también se ha extendido y ha afectado a otros. Y los caracteres de los dos naturalistas son indicativos de toda la situación. Aquí tenemos a Haeckel, que, por procesar sus admirables hechos con los conceptos más antiguos, lo remonta todo a la herencia y presenta toda la historia de los gérmenes como basada en la herencia. Y frente a él se sitúa el investigador que ahora se ciñe más a los hechos y al que, por tanto, se le puede reprochar cierta justificación por pensar demasiado poco, el zoólogo y naturalista His. His, zoólogo y naturalista, se vio obligado a oponerse a la idea de Haeckel sobre la herencia y a llamar la atención sobre el hecho de que ciertos órganos y formas de órganos en el hombre sólo pueden explicarse si se ignora el hecho de que deben su origen a la cooperación de los sexos, ante lo cual Haeckel se burló: «¡Así que el Sr. His atribuye el origen del cuerpo humano a una cierta influencia virginal que no se basa en la cooperación de los sexos! - Pero eso también es correcto. Pues los hechos científicos actuales nos instan a separar lo que puede remontarse a la interacción de los sexos de lo que procede directamente del macrocosmos, lo cual es, por supuesto, una idea completamente absurda para amplios círculos actuales. De esto se desprende que incluso hoy en día en el terreno de la ciencia hay un empuje hacia nuevos conceptos. Estamos en medio de un desarrollo que dice: Si queréis comprender correctamente los hechos que se os presentan, debéis adoptar una serie de conceptos completamente nuevos; pues ya no os basta con lo que habéis heredado como conceptos de la antigüedad.

De esto se desprende que junto con nuestra cultura debe fluir una corriente secundaria. Esta corriente es la de Mercurio, que se manifiesta en el hecho de que quien hoy experimenta un desarrollo oculto, tal como se describe en las diversas conferencias, crece en el mundo espiritual y experimenta así ciertos hechos nuevos. Estos fluyen hacia él, fluyen hacia su alma. Podemos, en cierto modo, describir o comparar este vivir del hombre en otro mundo con el pez que se traslada del agua al aire, pero que antes se habría preparado para ello transformando su vejiga natatoria en pulmones. Podemos compararlo con el paso del ser humano de la percepción sensorial a la percepción espiritual, en el sentido de que el alma se ha hecho capaz de utilizar determinadas facultades en otro elemento. Entonces se hacen evidentes varias cosas. Hoy el aire está impregnado de esos pensamientos que hacen necesario que comprendamos realmente los nuevos hechos de la ciencia que están apareciendo en el plano físico. Como investigador suprasensible se vive en lo que viene de todas partes como hechos. Esto todavía no era así antes de que surgiera la corriente lateral de la que he hablado hoy. Vemos, pues, que, miremos por donde miremos, vivimos en una época extraordinariamente importante, en una época en la que no será posible seguir viviendo si no se producen en el pensar y en el sentir humanos alteraciones como las que se han declarado necesarias.

Les decía que así como el pez, que está acostumbrado a vivir en el agua, debe aprender a vivir en un nuevo elemento, así el hombre debe aprender a vivir en un nuevo elemento. Pero el hombre debe también, en su pensar, vivir él mismo en los hechos que el plano físico hace surgir. Las personas que quisieran resistirse a la nueva forma de pensar se encontrarían en una situación semejante a la de un pez que simplemente es sacado del agua. <¡No se puede quedar en el agua! <Y entonces verán con que falta de aire vivirán más tarde tales personas con respecto a los conceptos espirituales. Oh, ¡les faltará el aire! Y las personas que quieren seguir viviendo en el monismo actual son como peces que quieren cambiar su estancia en el agua por una estancia en el aire, pero que quieren conservar sus branquias. Sólo aquellas almas humanas que transformen sus capacidades, que hayan crecido en una nueva comprensión de los hechos con sus pensamientos, se darán cuenta de lo que les deparará el futuro.

Así que nos sentimos parados con pleno entendimiento en la confluencia de dos corrientes de visión del mundo. La una ha de traernos una comprensión más profunda del problema de Cristo, del Misterio del Gólgota, y la otra ha de aportar nuevos conceptos e ideas sobre la realidad. Ambos se encuentran en la necesidad de confluir en nuestro tiempo. No sucederá sin los peores obstáculos. Porque tales tiempos, en los que las corrientes de visión del mundo se cruzan, encuentran muchas inhibiciones y obstáculos. Y en cierto sentido la humanidad que se adhiere a la ciencia espiritual se colocará en el centro del lugar donde surgirá necesariamente la comprensión para tales cosas. Algunos de los que son nuestros miembros, por así decirlo, quizá podrían decir en referencia a una discusión como la que ha tenido lugar hoy: Lo que estáis diciendo es difícil de entender y tenemos que abrirnos camino durante mucho tiempo. ¿Por qué no nos das un alimento más cómodo que nos convenza de la espiritualidad del mundo, que nos resulte más apetecible? ¿Por qué exiges tanto de nuestra comprensión del mundo? 

Algunos podrían hablar así y decir: Cuánto más bonito sería si pudiéramos creer en lo que un budismo directamente transmitido desde la antigüedad puede decirnos: que no tenemos que pensar en el acontecimiento de Cristo como el único punto del que pende la balanza, y que no puede haber un segundo punto semejante al lado de éste, sino que una entidad como el Cristo, al igual que otros seres humanos, se encarna una y otra vez. Por qué no decís: ¡Vendrá uno aquí o allá en la carne! - en lugar de decir algo como esto, que la gente debe hacerse capaz de experimentar la renovación del acontecimiento antes de Damasco? Porque cuando se nos dice: Vendrá uno en la carne, - entonces podemos decir: ¡Allí, mira, allí está! ¡podemos verlo con ojos físicos! Eso es mucho más fácil de entender.

Otros se encargarán de que se diga algo así. Que se diga la verdad, esa es la tarea de la ciencia espiritual occidental. La verdad bajo la plena responsabilidad de todas las condiciones previas que se encuentran en el desarrollo que ha conducido hasta nuestros días. Y el que quiera consuelo en el mundo espiritual, que busque la espiritualidad por otros caminos. Pero el que quiera encontrar la verdad, la verdad tal como nuestro tiempo la necesita, es decir, de tal manera que utilicemos para esta verdad toda la intelectualidad que hemos adquirido además de la antigua clarividencia hasta el día en que la nueva clarividencia amanezca de nuevo, y el que quiera comprender esta intelectualidad tal como debe ser comprendida hoy, estoy seguro de que seguirá el camino que está marcado en las palabras que se han pronunciado hoy aquí y muchas veces antes. Porque no es que primero digamos cómo queremos que sea la verdad, sino que sabemos por todo el curso del desarrollo humano en una época particular cómo debe necesariamente decirse esta verdad en un momento particular. ¡Oh, se dirán muchas otras cosas! Pero no deben estar desprevenidos para muchas otras cosas que podrían decirse. Por lo tanto, dentro del desarrollo espiritual Rosacruz no dejará de señalar una y otra vez lo que puede estar a la altura plena del conocimiento espiritual de nuestro tiempo.

Y ustedes tienen un medio de no tomar en fe ciega lo que se dirá en este lugar o en otro; porque aquí nunca se apela a tal fe ciega, en esta corriente de pensamiento. Ustedes disponen de este medio en el uso de su razón, de su intelectualidad, de su propia mente, y pueden oír las palabras que siempre se repiten: Tomen toda la vida, toda la ciencia, todo lo que puedan experimentar juntos y ¡examinen lo que se da dentro de la corriente espiritual rosacruz! ¡No dejen de escudriñarlo todo y verán que resiste el escrutinio! Aquellos que viven en la escuela de pensamiento Rosacruz sabrán que resiste el escrutinio. <¡Pero no dejen de aplicar la prueba! Porque es precisamente en el terreno en el que más se encuentran los opuestos, cuando tal vez en alguna parte se produzca todo lo contrario, en el terreno de la verdadera espiritualidad, donde ninguna fe puede tener autoridad. Todo lo que se base en una fe ciega será infructuoso y nacerá muerto. Sería fácil construir sobre una fe ciega. Quien se sitúa en las filas de la vida intelectual occidental renuncia a ello. En su lugar, construye sobre lo que puede ser probado por la razón, por la comprensión, por la intelectualidad humana. Pues los que están relacionados con las fuentes de nuestra escuela de pensamiento rosacruz dicen, hablando desde esta escuela de pensamiento: Así son las cosas después de un examen concienzudo, y el edificio de la ciencia espiritual debe erigirse sobre el terreno de la verdad. El terreno de una fe fácil no es nuestro terreno. El edificio de la ciencia espiritual será erigido sobre el terreno de la verdad cuidadosamente probada, aunque tal vez difícil, y los profetas de una fe ciega y cómoda no sacudirán el edificio de la ciencia espiritual.

Traducido por J.Luelmo mar,2025