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RUDOLF STEINER
Condiciones de la Tierra Primitiva (continuación): Plantas y bosques.
Dornach, 23 de septiembre de 1922
OCTAVA CONFERENCIA :
Señores, será necesario examinar más detenidamente el tema que hemos estado discutiendo. La última vez les mostré cuan extrañas criaturas poblaban la Tierra en otros tiempos y cómo se comportaban estas criaturas verdaderamente singulares. Por último, les hice notar que la propia Tierra fue en otro tiempo un ser vivo.
Verán, cuando les hablé la última vez de todos estos animales que alguna vez vivieron en la Tierra, —la última vez mencioné a los ictiosaurios, los plesiosaurios, los megaterios y los manatíes—, si observamos todos estos animales, cuyos restos aún se conservan en diversos museos, descubrimos que tienen una característica común: suelen estar cubiertos por una coraza de escamas y tienen poderosos y gruesos brazos delanteros, dotados con garras. Por lo tanto, no solo uno podría haberse subido a uno de estos animales, —para lo cual eran lo suficientemente grandes—, sino que también podría haber golpeado con un martillo poderoso, y el animal ni se habría inmutado por ello, ya que todo el animal estaba cubierto por una coraza de escamas. Sin embargo, solo en pequeño, como enanos muy pequeños, ya que de estos antiguos animales solo quedan hoy en día las tortugas o los cocodrilos. Las tortugas y los cocodrilos son, diría yo, en pequeño formato, lo que estos animales fueron en su día en tamaño gigante. Así que deben imaginarse que estos antiguos animales tenían un recubrimiento similar al cuerno, compuesto por placas corneas sueltas.
Ahora debemos hacernos una idea de dónde procedía realmente ese escudo córneo de estos animales. Para ello debemos estudiar la historia desde el principio, no como seres humanos desde la infancia, sino tal cómo se desarrolla la historia desde el principio. Imagínense que un perro se hace una herida en alguna parte. Los animales tienen unos instintos curativos curiosos. Seguro que han visto lo que hace un perro cuando se hace una herida en algún sitio. Cuando el perro tiene una herida, lo primero que hace es lamerla; la saliva. Y luego, cuando la ha salivado, lo que más le gusta es tumbarse al sol y dejar que le dé el sol. ¿Y qué pasa entonces? Se forma una especie de costra sobre la herida. Así que se puede decir que cuando el perro tiene una herida (véase fig. 1), la saliva cubre toda la superficie de la herida. Luego deja que el sol le dé y éste, junto con la saliva, forma una costra dura que cura la herida. El perro tiene, por tanto, un instinto curativo muy curioso. Hace lo correcto por instinto.
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fig. 1 |
Ahora ampliaremos un poco lo que hemos visto hasta ahora. Observaremos otro fenómeno curioso que nos llevará a comprender algo parecido a la curación de la herida que vemos aquí. Como saben, respiramos aire. Al inhalar aire, introducimos oxígeno en nuestro interior. El oxígeno se distribuye por todo nuestro cuerpo. Y cuando el oxígeno se distribuye por nuestro cuerpo, podemos vivir. Si no pudiéramos obtener oxígeno, nos asfixiaríamos inmediatamente. Pero, ¿qué hacemos a cambio? No somos precisamente personas muy agradecidas por el aire que nos proporciona oxígeno. En realidad, somos seres bastante desagradecidos con el aire, porque combinamos este oxígeno que hay en nuestro interior con carbono, y se convierte en ácido carbónico, que luego exhalamos. En realidad, esto es bastante ingrato para nuestro entorno, porque con ello contaminamos constantemente el aire. Si alguien se expone al dióxido de carbono, también se asfixia. Lo que hacemos con el aire puro y agradable que respiramos en nuestro interior es contaminar nuestro entorno. Continuamente difundimos a nuestro alrededor un aire con dióxido de carbono en el que ningún ser, ni un ser humano, ni tampoco un ser vivo animal, podría vivir. Así pues, como ven, la vida animal consiste básicamente en que ella misma absorbe continuamente de su entorno lo que necesita para vivir, pero devuelve al entorno la sustancia mortal. En eso consiste la vida animal.
Sin embargo, con esta vida animal, la situación en la Tierra actual pronto sería bastante grave si todos los seres se comportaran de manera tan ingrata como los seres humanos y los animales. Los seres humanos y los animales contaminan el aire. Y si todos los seres se comportaran de manera tan ingrata como los seres humanos y los animales, hace tiempo que nada podría vivir en nuestra Tierra; hace tiempo que nuestra Tierra se habría convertido en un gran cementerio. Pero lo bueno es que las plantas no se comportan tan ingratamente. De hecho, hacen lo contrario. Porque, al igual que nosotros aspiramos oxígeno y contaminamos el aire a nuestro alrededor, las plantas aspiran dióxido de carbono y, a su vez, retienen el carbono y devuelven el oxígeno. De modo que, en realidad, únicamente gracias al hecho de que haya plantas y, en particular, bosques en la Tierra, la vida puede existir en ella. Si no hubiera bosques en la Tierra, o si las grandes compañías talaran los bosques, como ya lo hacen en parte, la vida en la Tierra sería mucho menos saludable. Eso es precisamente lo que significa que necesitamos los bosques en la Tierra. Si solo nos centramos en la madera, entonces, naturalmente, al talar los bosques, poco a poco estamos haciendo imposible la vida en la Tierra. Por lo tanto, podemos decir que la Tierra está organizada de tal manera que los seres humanos y los animales se comportan de forma bastante ingrata, ya que lo contaminan todo, y las plantas y los bosques, a su vez, lo limpian todo.
Sí, como ven, señores, así es ahora en la Tierra, pero no siempre fue así. Debemos tener muy claro que la Tierra ha cambiado, que en la época de la que les hablé el miércoles pasado era muy diferente; eso ya lo han comprendido. Porque si ahora salen a pasear, no se encontrarán, como podría haberles ocurrido entonces, con un ictiosaurio en lo alto del Gempen. Eso ya no es así. Pues la Tierra cambia constantemente y en el futuro tendrá un aspecto muy diferente al que tiene hoy. Pero ¿qué podemos deducir de todo lo que hemos aprendido hasta ahora? Podemos constatar que lo que hay dentro del ser humano, lo que él emite, no puede mantenerlo con vida. Necesita obtener algo más; en la Tierra actual, necesita lo que le proporcionan las plantas para poder vivir. No podemos vivir solo de lo que tenemos en nuestro interior, eso nos destruye.
Para que quede muy claro: aquello que es útil en el interior del ser humano, cuando viene del exterior es destructivo. En el interior, nos sentaría muy mal tener demasiado oxígeno. No obstante, el oxígeno debe llegarnos continuamente desde el exterior.
Así pues, lo que es perjudicial en el interior, cuando viene del exterior, es útil. Lo que es útil en el interior, cuando viene del exterior, es perjudicial. Ya ven, señores, es muy importante comprender que lo que es útil en el interior es perjudicial cuando proviene del exterior, y lo que es perjudicial en el interior es útil cuando proviene del exterior. Esto es de una importancia tal, que si no se comprende, no se entiende nada.
Ahora podemos decir: sabemos por la vida actual que algo completamente diferente de lo que tenemos en nuestro interior debe llegarnos desde el exterior. Algo completamente diferente.
Volvamos ahora a los tiempos antiguos, después de haber adquirido algunos conceptos sobre el presente. Retrocedamos y transportémonos con la imaginación a la época en la que los ictiosaurios caminaban por la Tierra, mitad caminando, mitad nadando, y los plesiosaurios se desplazaban saltando por la Tierra. Transportémonos a esa época. Sí, pero esa época también fue precedida por otra. Bueno, ¿cómo era la Tierra en esa época antigua, antes de que existieran los ictiosaurios y los plesiosaurios?
Así es señores, según estos restos que conservamos de aquella época tan antigua, los animales que existían entonces eran aún más torpes que los posteriores. Ya saben, un plesiosaurio, por ejemplo, como se puede ver en cualquier museo, con su enorme tamaño, con su pesada coraza de escamas, tan pesada como una armadura de caballero medieval, con la que era un poco incómodo moverse, y con sus torpes patas, eran criaturas terriblemente torpes. Así que, ya sabe, no eran tipos muy ágiles. Pero estas criaturas torpes, al menos tenían algo parecido a pies, que eran como aletas, con las que podían nadar, con las que incluso podían agarrarse a algo. Así que, al menos, diría que ya era una especie de época moderna. Pero los animales que existían antes, antes de estos torpes ictiosaurios, plesiosaurios, megaterios, los animales que existían antes, eran aún mucho más torpes, porque en realidad no tenían mucho más que un cuerpo blando en el que se juntaba de todo: delante algo parecido a una cabeza, detrás una cola bastante larga y encima una enorme coraza de escamas.
Si alguna vez han visto una ostra, por ejemplo, pueden imaginarse que una ostra es un animal muy pequeño. En su interior solo tiene un cuerpo viscoso y una concha que lo rodea. Ahora bien, si se imaginan la concha de otra manera, con escamas como las de una tortuga y dentro un cuerpo blando como el de una ostra, entonces obtendrán una idea aproximada de los animales que existían en la Tierra antes de que aparecieran los ictiosaurios y los megaterios.
La Tierra era muy espesa, mucho más espesa que la leche. Todo lo que hoy son montañas se había disuelto. Era, por tanto, algo muy espeso. En esa salsa espesa, —toda la Tierra era una salsa terriblemente espesa en el espacio—, nadaba una ostra gigante. En comparación con ella, toda nuestra carpintería aquí habría sido un enano. Eran ostras tan gigantes que, si se hubiera dibujado sobre su espalda, por ejemplo, la Francia actual habría cabido cómodamente en ella. Los más antiguos de estos animales eran tan enormes porque la Tierra también era enorme. Así que había animales gigantes que en realidad solo consistían en una masa viscosa y que solo podían moverse como las ostras, solo que las ostras deben estar en un agua mucho más fina. Y estos animales viscosos, que tenían un caparazón de tortuga gigante, nadaban en esta tierra espesa.
Así pues como verán, la Tierra era realmente algo parecido a lo que hoy en día se imagina como una sopa espesa y con albóndigas. Pero las albóndigas hay que imaginárselas así: por un lado eran muy duras, de modo que si uno las mordiese por ese lado se rompería los dientes, y por el otro lado eran muy blandas. Entonces podría levantar un lado de estas "albóndigas" y obtendría algo parecido a un sombrero. Y el otro lado, que sería muy blando, podría comerse. Era mucho más blando que la espesa tierra en la que nadaban estos animales. Por eso, estos animales eran como los que hoy en día solo se conservan en tamaños muy pequeños. Seguro que alguna vez habrán visto caracoles arrastrándose. Cuando los caracoles se arrastran, se puede seguir el rastro que dejan, que está lleno de esa baba que ya habrán visto y que el caracol deja atrás. Hoy, el sol seca esa baba. Hoy en día no significa gran cosa. Pero hay que tener en cuenta que, en la antigüedad, cuando la tierra no era tan firme, estos animales también dejaban esa baba en la espesa sopa terrestre, y esta se mezclaba con ella. Por lo tanto, estos animales han sido muy útiles en esa espesa sopa terrestre.
Hoy en día, solo pueden verse pequeños rastros de ellos cuando se camina por el campo y ha llovido bastante. Aquí, en el Goetheanum, se puede observar especialmente: entonces salen las lombrices. Seguro que lo han visto, en épocas de lluvias especiales, las lombrices salen por todas partes. ¿Dónde están las lombrices el resto del tiempo? Por lo demás, están dentro de la tierra, se arrastran por ella y hacen agujeros por donde se arrastran. Verán, si no existieran estas lombrices, nuestros campos serían mucho menos fértiles. Porque lo que estas lombrices dejan en la tierra es lo que la hace fértil. No hay que pensar que hay algo innecesario en la naturaleza.
Y lo mismo pasaba con las ostras gigantes en la antigüedad. Secretaban continuamente en el caldo primigenio lo que expulsaban en forma de mucosidad, y así lo renovaban constantemente, una y otra vez.
Pero la cuestión es la siguiente: en la tierra actual, por mucho que los caracoles y las lombrices mezclen allí lo que segregan, en la tierra actual eso vuelve a morir. Se puede aprovechar muy bien lo que las lombrices aportan como abono al suelo de los campos, en cierto sentido incluso se puede aprovechar muy bien en el suelo de los campos lo que los caracoles aportan como abono, y no solo en el suelo de los campos, sino también en los prados, lo que hay en la tierra, al hundirse en ella la baba de los caracoles, es un abono muy, muy bueno. Pero verán, lo que los animales actuales introducen en la tierra no cobra vida.
Pero en la época de la que hablo ahora, cuando estas ostras gigantes depositaban sus productos en el caldo primigenio, ocurría algo realmente muy curioso, algo que hoy en día también sigue ocurriendo. Verdad que la fecundación que tiene lugar en ciertos animales inferiores, incluso en animales bastante superiores, no es como la que ocurre en animales superiores y en los seres humanos, sino que ésta tiene lugar, digamos, en ciertos animales parecidos a los peces o incluso en animales parecidos a los anfibios o a los sapos, de tal manera que los huevos se depositan en algún lugar, de modo que hay un montón de óvulos en algún lugar que la hembra ha depositado; Y el macho simplemente deja caer su semen allí, y no en la propia hembra, y es allí donde se fecundan los óvulos, fuera de la hembra. Esto sigue ocurriendo hoy en día. Así que se puede decir que la hembra pone los óvulos en algún lugar y se marcha. El macho encuentra estos óvulos, los fecunda y también se marcha. La fecundación se produce externamente. Pero ésta no podría producirse, no daría resultado, si el sol no incidiese sobre los óvulos fecundados. Si el sol no los iluminase, no darían resultado, morirían. Pero si el sol incide sobre los óvulos fecundados, se convierten en nuevos animales. Esto sigue ocurriendo hoy en día.
En la época en que estas ostras gigantes nadaban en el caldo primigenio, cuando este limo entraba en contacto con la tierra, provocaba que de la propia tierra se desarrollaran una y otra vez animales gigantescos. Los antiguos morían, pero de la propia tierra se desarrollaban nuevos animales. La Tierra daba a luz continuamente a estos animales tan torpes, pero gigantescos. Así que la Tierra era tal que se fertilizaba a sí misma con lo que estos animales secretaban. De modo que pueden imaginarse: en un momento dado existía vida en la Tierra; la Tierra era un ser vivo. Pero la vida tenía que mantenerse gracias a que estos animales secretaban mucosidad. Si solo hubiera existido esta espesa sopa terrestre, estos animales gruesos también se habrían extinguido pronto. Ellos secretaban, y así se mantenía continuamente la vida de la Tierra, de modo que la Tierra seguía produciendo continuamente tales animales. Estos, a su vez, fertilizaban la Tierra, y ella podía volver a producir tales animales.
Pero si no hubiera habido algo más estos animales no habrían podido segregar ese moco. Verán, la Tierra era una sopa terriblemente espesa; pero como ya he dicho: el moco de los animales era mucho más líquido que esa sopa terrestre, mucho más líquido. ¿De dónde procedía entonces que los animales pudieran tener una mucosidad tan fina? Habría sido totalmente imposible que los animales tuvieran una mucosidad más fina que la propia Tierra. La Tierra también era una papilla, una mucosidad, pero muy espesa; sin embargo, continuamente se formaban estos grumos de mucosidad más fina. ¿Cómo se formaban?
Vean, señores, si tienen un vaso de agua y en él hay un líquido, agua, en la que se ha disuelto sal, puede ocurrir que la sal se deposite en el fondo. La sal se acumula en forma de sedimento en el fondo, pero entonces el agua es más líquida. Solo cuando la sal se disolvió, el agua se volvía espesa. Ahora el agua se ha vuelto más líquida porque la sal se ha sedimentado. Así que más tarde tienen agua más líquida arriba y agua salada mucho más espesa abajo. Y si pudiera hacer que este vaso se volcara, claro, si lo hiciera, toda el agua salada se derramaría y no se produciría este fenómeno. Pero con estos animales antiguos, sucedió lo contrario. Con estas viejas criaturas, sucedió lo siguiente: Allí estaba la tierra espesa; allí se formó algo. Arriba estaba la coraza escamosa y más abajo el limo. ¿Qué era la coraza escamosa? No era más que lo que se había separado de la masa de tierra espesa. Al igual que la sal se separa del agua hacia abajo, esta masa espesa, muy espesa, que luego formó una coraza escamosa como la de las tortugas, se separó de la masa espesa de tierra, pero hacia arriba, de modo que lo más fino quedó abajo. Y así, este vaso invertido, o la cabeza, pudo salir del agua. Solo la sal ha subido hacia arriba.
¿Y qué ha pasado con esa sal? Sí, señores, volvamos a lo que hace el perro cuando tiene una herida. Cuando el perro tiene una herida, la lame. Luego deja que le dé el sol; así se espesa y mata lo que hay dentro de la herida. De lo contrario, las bacterias llegarían y la herida se agrandaría, y todo el perro se echaría a perder. Vean, se forma una costra, una costra de lo que hay dentro. La mucosidad que el perro pone sobre la herida es algo interno; cuando el sol la calienta, la mucosidad se espesa por el calor.
Así era con estos animales en aquellos tiempos antiguos. El sol brillaba sobre esa espesa sopa terrestre y, al hacerlo, se formaron en algunos puntos unos engrosamientos similares a los que se forman en las heridas de los perros. Esas eran las conchas. Y debajo, debido a que se había formado un engrosamiento, había una masa mucosa más fina. Y así se formaron estas ostras gigantes. Pero, verán, estas ostras gigantes no podrían haberse formado si el sol no hubiera brillado. Habría sido imposible. Así que ahora tenemos la curiosidad de que tenemos la Tierra, —quiero dibujarla muy pequeña—; el sol brilla sobre la Tierra durante el día y saca de ella estas ostras gigantes. Así que podemos decir: hubo un tiempo en que la Tierra era una sopa espesa y, al ser iluminada desde el exterior por el sol, se formaron estos animales.
Pero todo eso no habría servido de nada en aquel entonces, ya que la Tierra también podría haberse fertilizado si estos animales hubieran dejado su delgada mucosidad al nadar a través de la sopa. Eso no habría servido de nada. Sí, por lo tanto, la Tierra debía de ser algo más en su interior. Debía de ser similar a un huevo. Solo así pudo ser fertilizada. ¿No es lógico? La Tierra pudo haber sido, por así decirlo, como un huevo. Solo así pudo ser fecundada.
Tenemos que estudiar cómo es realmente un huevo para que pueda ser fecundado, porque llegamos a un estado de la Tierra en el que había una espesa sopa terrestre. Los seres que podían fecundar, es decir, los seres masculinos, los encontramos allí en la antigüedad; pero si la Tierra hubiera sido un ser generalmente femenino, aún no lo hemos encontrado, ahora tenemos que volver a buscarlo. Tenemos que averiguar cómo pudo la Tierra haber sido una vez un huevo tan enorme.
Vean, señores, para llegar a esa conclusión hay que observar un poco el mundo. Y ahora, curiosamente, voy a tener que llamar su atención primero sobre un ámbito completamente diferente, sobre algo que hoy en día todavía existe, pero que, en realidad, diría yo, se encuentra en un estado tan diluido que muchas personas no son muy conscientes de ello. Pero no es solo por un cierto secretismo que los poetas, cuando quieren describir a parejas de enamorados y el desarrollo del amor, hacen que los amantes se vayan a la luz de la luna. La luz de la luna tiene algo que afecta de manera extraordinaria a la imaginación humana.
Quizás piensen que eso no tiene nada que ver, pero sí que tiene que ver. La luz de la luna despierta la imaginación del ser humano. Y verán, es algo muy curioso que la luz de la luna despierte la imaginación del ser humano. Cuando las personas que actualmente son expertas tienen a veces un arrebato de inteligencia, se les ocurren cosas muy bonitas, cosas agradables. Hace algún tiempo, en París, había un experto que se dijo: Con todos los medicamentos que tenemos ahora en medicina, se puede hacer muy poco por el ser humano, y, —¡es realmente curioso que un erudito parisino se haya dado cuenta de esto por fin!—, si se quisiera mejorar la salud de las personas, se podría hacer otra cosa. Y se sorprenderán, señores: El experto en París aconsejaba a la gente que leyera mucho el Fausto de Goethe, ya que eso les haría más sanos que absorber todo ese material que solo estimula la mente, porque el Fausto de Goethe estimula la imaginación, y la imaginación es saludable. Incluso un experto materialista consideraba tan beneficiosa la lectura del Fausto de Goethe, porque estimula la imaginación, que él decía: «Las personas de hoy en día son tan inteligentes que solo ejercitan la mente, pero la mente en realidad nos enferma». Pero si la gente leyera Fausto y se sumergiera en todas las imágenes que hay en Fausto, sería mucho más sana.
Así pues, el experto quería que las personas se impregnaran un poco de una fuerza de crecimiento saludable. ¡Las personas deben impregnarse un poco de una fuerza de crecimiento saludable! Sí, ya ven, ese fue un momento de lucidez, como pocos tiene la ciencia actual. Fue un momento saludable que tuvo la ciencia actual. Es saludable porque estimula a digerir mejor. Es realmente cierto: el ser humano digiere mejor cuando estudia el Fausto de Goethe que cuando estudia todas las obras eruditas. Así se estropea el estómago. Con el Fausto de Goethe, el estómago se vuelve cada vez más sano, pero también los demás órganos. ¿Y de dónde viene eso? Pues bien, porque el Fausto de Goethe proviene de la imaginación, no de la razón.
Piensen que cuando el ser humano se deja inspirar por la luna, se estimula su imaginación. Así pues, la luna estimula las fuerzas de crecimiento del ser humano. Pero hoy en día esto ocurre en muy poca medida. Es cierto que el ser humano se siente un poco reconfortado interiormente, es decir, siente que sus fuerzas de crecimiento se estimulan interiormente cuando da un paseo bajo la luna. Eso es cierto. Pero no tiene mucha importancia.
Pero la luna está relacionada con todo lo que significa la vida para el ser humano. Puedo citarles un pequeño dato que muestra de manera extraordinaria cómo está relacionada la luna con la vida. Verán, hoy en día, cuando se llama la atención sobre algunas cosas que la gente sabía antes, —recuerden, por ejemplo, lo que les conté aquí sobre la cabeza de Jano con dos caras—, pueden pensar que antes la gente sabía más que hoy en día; aunque no fueran «más inteligentes», sabían más, ¿no es así? Hoy en día, cuando todo lo que la gente sabía antes ha quedado sepultado por la inteligencia de las personas, se dice: «Bueno, un niño humano se gesta durante nueve meses». Pero la medicina, que a veces, al igual que ha conservado la lengua latina, también ha conservado antiguas ideas, —los médicos actuales ya no quieren saber nada de ellas, pero a veces siguen ahí, esas antiguas ideas—, dice: el niño se gesta durante diez meses. ¿De dónde viene eso, señores? Bueno, si lo calculan: un mes lunar tiene aproximadamente 28 días; diez por 28 = 280 días. Un mes, tal y como lo entendemos hoy en día, tiene 30 días, si lo multiplican por nueve, obtienen aproximadamente lo mismo = 270 días. Es decir: los nueve meses que tenemos hoy en día son diez meses lunares. Es el mismo tiempo. Antiguamente se calculaba en meses lunares cuando se hablaba del tiempo de gestación del niño en el útero.
¿De dónde viene esto, señores? Porque se sabía que el desarrollo del niño en el útero está relacionado con la luna. Al estar relacionado con ella, se sabía y hoy se puede constatar de nuevo gracias a los estudios antroposóficos que es la luna la que hace posible que el niño se desarrolle como ser vivo.
Pero esta luna solo actúa sobre los seres femeninos del reino humano y animal, porque están preparados para ello. La luna ya no actúa sobre la Tierra. Hoy en día ya no produce óvulos. Y, sin embargo, si se estudia el tema detenidamente, se llega a la conclusión de que no solo se estimula la imaginación en un sentido sutil y, por lo tanto, nuestras fuerzas de crecimiento y nosotros mismos entramos en un movimiento interno cuando damos un paseo lunar. La luna tiene un efecto revitalizante en nosotros, pero tiene un efecto tan fuerte en el cuerpo femenino humano y animal que dota al niño o al animal de fuerzas de crecimiento.
Efectivamente, observen que la luna que brilla en el cielo no permite que la tierra crezca, ya que la tierra se encuentra actualmente en un estado de decadencia avanzada. Por lo tanto, esta tierra, que en algún momento pudo ser fecundada, debió de haber estado más viva.
Y ahora recuerden que les dije que lo que hay dentro del ser humano, cuando entra desde fuera, es perjudicial. Así que la luna que hoy brilla sobre la Tierra ya no puede dar vida. ¿Por qué? Porque su brillo viene del exterior, igual que el aire que nosotros mismos hemos expulsado viene del exterior. Entonces ya no puede vivificarnos interiormente. Hoy en día, la luna ya no puede hacer nada con la Tierra misma. Hoy en día, la luna solo puede hacer algo en el cuerpo animal y humano, porque está protegido.
Pero, para poder convertir la Tierra en un ser vivo ¿dónde tenía que estar la Luna? Si está fuera de la Tierra no puede convertirla en un ser vivo. ¡Tenía que estar dentro de ella! Al igual que el ácido carbónico, cuando está fuera, ya no puede darnos vida, sino que debe estar dentro, debe desarrollarse dentro para cobrar vida, así también la luz de la luna no debe haber estado fuera, sino dentro de la Tierra.
Imagínense, señores: en aquella época, cuando existían esos seres, la Luna no estaba fuera de la Tierra, sino dentro, disuelta en una espesa sopa. Aún no tenía límites, sino que era una esfera aún más densa. Así podía convertir toda la Tierra en un huevo. Se llega a la conclusión de que la Luna, que hoy solo afecta a la imaginación y al cuerpo femenino fecundado, que la Luna que hoy está arriba en el cielo, una vez estuvo dentro de la Tierra.
Pero entonces también tuvo que salir en algún momento. Y vean, señores, aquí llegamos al momento tremendamente importante en la evolución de la Tierra: la Luna, que hoy siempre está fuera, antes estuvo dentro de la Tierra. La Tierra la expulsó. Hoy la circunda desde fuera.

Si estudiamos todo el cuerpo terrestre, descubrimos algo curioso. Es cierto que, si estudiamos el cuerpo terrestre, vemos que en realidad está compuesto por agua, y que en esa agua flotan los continentes, las masas terrestres, como antaño flotaban en ella esos animales gigantes. Europa, Asia y África flotan en el agua, como antaño flotaban esos animales gigantes en el caldo primigenio, en el espeso caldo primigenio. Y si estudiamos cómo es eso, —ya saben, no es lo mismo—, entonces todavía hoy se puede ver, por la cavidad de la Tierra y el desplazamiento de los continentes, que la Luna salió disparada una vez hacia donde hoy está el Océano Pacífico. La Luna estuvo una vez dentro de la Tierra y salió disparada. Primero se endureció por fuera.
Ahora miremos retrospectivamente, hacia un estado antiguo de la Tierra. En aquel entonces, la Tierra aún contenía dentro de sí a la Luna. Fue esta quién convirtió a la Tierra en madre con su sustancia, y la sustancia paterna fue provocada por el Sol, ya que el Sol generaba continuamente tales masas viscosas que la rodeaban por fuera con una gruesa capa córnea. Esto fue obra de los rayos solares. Y estos coágulos de mucosidad flotantes fecundaban continuamente lo que había debajo, en el caldo primigenio de la Tierra, y lo que había sido mantenido con vida por la Luna. De modo que la Tierra era un huevo gigante y, gracias a la acción del sol, era fecundada continuamente.
Sí, señores, si las cosas hubieran seguido así, se habría producido una situación bastante incómoda en la Tierra. La Luna se habría alejado. La Tierra se habría vuelto estéril y, al final, todo habría muerto. ¿Qué es lo que había sucedido? La expulsión de la Luna había provocado la muerte de la Tierra, pero algo de la antigua fertilidad se conservó en el cuerpo maternal de los animales y de los humanos. Antes no existía el nacimiento tal y como lo conocemos ahora, ¿verdad? Al igual que cuando se hace una nueva barra de pan, se toma un poco de la levadura antigua y se añade, algo de la antigua sustancia que se tomó de la Luna permaneció en los cuerpos femeninos, de modo que pudieran ser fecundados.
Lo que se fecunda allí dentro, lo que se convierte internamente en óvulo, no es más que la réplica del antiguo óvulo terrestre. Por lo tanto, no es de extrañar que, cuando se concibe al niño, todavía con el rastro de la luna rondando por dentro, incluso el tiempo durante el que se gesta el niño se rija por la luna. Es cierto que el hijo del barón también debe aspirar a la herencia que le deja su padre. Lo mismo ocurre con el óvulo fecundado, que en realidad proviene de la antigua sopa lunar. Hoy en día también debe regirse por la luna, ya que es de ella de quien lo ha heredado.
Fíjense, generalmente en tiempos antiguos se sabía mucho más sobre estas cosas. Les voy a explicar una vez más las razones. En tiempos antiguos se sabía mucho más sobre estas cosas y se decía: Sol, el término sol, es masculino. También hace lo masculino. En latín sigue siendo así. Sol, el sol, es masculino. Luna, la luna, es femenina, es una palabra femenina en latín. Sol, lo solar, fecunda a Luna, lo femenino. En alemán, el tema es completamente al revés; se dice die "la" Sonne=Sol y der "el" Mond=Luna, cuando en realidad el sol representa lo masculino y la luna lo femenino. Así de confuso se ha vuelto el asunto. Si quisiéramos hablar correctamente, en alemán tendríamos que decir: der "el" Sonn=Sol y die "la" Mond=Luna.
Pero ya los antiguos latinos hacían bromas al respecto y decían, —esto es solo una broma con la que quiero concluir la reflexión de hoy; solo quería darles aquí algo que la próxima vez estará aún más claro ante nosotros—, los antiguos latinos decían: primero tenemos una luna así (véase el dibujo); luego la luna va creciendo, se vuelve así y luego se llena; luego vuelve a menguar, se vuelve así. Y vean, si tomamos estas palabras en las lenguas románicas, por ejemplo en Español, podemos convertir esto de aquí (véase el dibujo, luna decreciente) en una C, y esto de aquí (luna creciente, primer cuarto) en una D; pero entonces sale crecer. Pero ahí la luna está menguando, no creciendo, cuando forma una C. En cambio, decrecer, ahí sí crece. De modo que, cuando miramos al cielo, la luna nos dice: «Estoy creciendo», cuando en realidad está menguando, y viceversa. De ahí surgió el proverbio: La luna es mentirosa. Te miente.
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Pero esto tiene un significado más profundo. La gente empezó a avergonzarse de hablar sobre lo lunar, porque lo lunar está relacionado con el origen del ser humano. Poco a poco, se convirtió en algo de lo que no se hablaba. Y la gente perdió la capacidad de hablar correctamente sobre lo lunar. Por eso, la luna también se convirtió en una mentirosa. Cuando la miraban, ya no les decía a las personas aquello con lo que estaban relacionadas. Los médicos dejaron poco a poco de hablar de que el niño permanece diez meses lunares en el útero y empezaron a hablar de los nueve meses solares, que son aproximadamente el mismo tiempo. Pero en realidad son diez meses lunares, no nueve meses solares. Esto tiene que ver con la luna y se debe a que la Tierra, en su interior, llevó una vez a la luna en su vientre, la dio a luz y la lanzó al espacio.
Señores míos: ahora piensen, en el fondo, no les estoy diciendo nada diferente de lo que les diría hoy alguien que les hablara de una antigua nebulosa cósmica, de una especie de nebulosa de la cual se separó la Tierra y de la cual surgió la Luna. ¡Pero todo eso es pensar de forma mecanicista! ¡Todo eso es materialista! De una nebulosa, por mucho que fluyera, nunca podría surgir nada vivo. Pero lo que yo les he contado no es una antigua nebulosa. Pueden generar todo el vapor que quieran en la caldera y separar algo, pero lo que yo les cuento les trae de vuelta a la realidad. Y esa es la realidad, no ese vapor del que se separaron Júpiter y la Tierra. Y cuando la Tierra era aún como Júpiter, expulsó a la Luna. La Luna real está relacionada con todo el crecimiento e incluso con la reproducción del ser humano, como ya se ha dicho, y la Tierra tuvo en su día su propio poder de reproducción, era una Tierra maternal, y era fecundada por los animales que estaban allí arriba con sus conchas y por la luz del sol. La fuerza lunar en la Tierra era fecundada por la luz del sol. Sí, ahí ven cómo poco a poco salimos de la Tierra hacia el espacio cósmico.
Por supuesto, exijo bastante su atención, pero ya ven que también se aprende algo realmente útil.
Traducido por J.Luelmo ago. 2025