GA108 Breslau, 2 de diciembre de 1908 - La vida entre dos encarnaciones

  Índice


LA VIDA ENTRE DOS ENCARNACIONES

Rudolf Steiner

 Breslau, 2 de diciembre de 1908


El ser humano cuádruple en estado de vigilia y de sueño. El sueño y la muerte. El cuadro de la memoria de tres días y medio después de la muerte; el desecho del cuerpo etérico. El tiempo Kamaloka y su duración; el descarte del cuerpo astral. Sobre el seudónimo astral. La entrada en el Devachán. La amistad, el amor filial y maternal y su significado. La actividad del ser humano en el tiempo de Devachán y la preparación para un nuevo nacimiento.

Ayer pudimos discutir algunas cosas en un círculo algo más amplio sobre los caminos que conducen a los mundos superiores. Hoy quizá sea lícito decir algo sobre los mundos superiores mismos, y queremos escoger uno de los capítulos más importantes del campo de los mundos suprasensibles y echar un vistazo a los procesos que tienen lugar con el hombre entre la muerte y un nuevo renacimiento.

Este es uno de los capítulos más importantes dentro del ámbito de la vida superior porque se refiere a los hechos y procesos más fundamentales del desarrollo humano, y puesto que la existencia física del ser humano está conectada y entretejida con importantes procesos en esos mundos, hay que penetrar en estos secretos si se quiere comprender al ser humano en general. 

Me gustaría comenzar inmediatamente describiendo la vida del ser humano entre la muerte y un nuevo nacimiento, pero para poder comprender lo que sucede en este período intermedio, primero debemos considerar la naturaleza del ser humano. Para aquellos que se han ocupado de asuntos y estudios antroposóficos durante algún tiempo, lo que se explicará en la introducción no debería representar ninguna novedad. Pero tenemos que examinar estas cosas muy detenidamente desde el principio, a fin de prepararnos para una plena comprensión de las descripciones que siguen.

Para la ciencia espiritual antroposófica, la esencia del ser humano no es meramente aquella esencia de tipo material que se nos aparece a los sentidos externos, que podemos palpar con nuestras manos y que está ligada al mundo físico por leyes físicas. La ciencia espiritual muestra que este cuerpo físico del hombre es sólo una parte de todo su ser, y de hecho el hombre tiene este cuerpo físico en común con el mundo mineral. Podemos mirar a nuestro alrededor en la naturaleza, -todo lo que es aparentemente muerto, mineral en la naturaleza, se compone de las mismas sustancias de las que está compuesto el cuerpo humano. Tanto en la piedra como en el cuerpo humano aparecen los mismos procesos físicos, pero hay una gran diferencia entre los procesos de los cuerpos físicos ordinarios, sin vida, y la naturaleza del hombre. Un cuerpo físico externo, como una piedra, tiene una forma, y conserva su forma hasta que un proceso externo, como la rotura u otro tipo de violencia, destruye la forma. El cuerpo físico humano, en cambio, o el de cualquier otro ser vivo, se destruye en la muerte debido a las leyes que rigen las propias sustancias físico-químicas que lo componen, y en este caso el cuerpo humano deviene un cadáver. 

La ciencia espiritual nos muestra ahora que en el estado entre el nacimiento y la muerte, es decir, durante nuestra vida física, está todavía presente como luchador perpetuo contra esta decadencia del cuerpo físico un segundo miembro del ser humano. Lo llamamos cuerpo etérico o cuerpo vital.

Este está presente en todos nosotros. Si este segundo miembro no estuviera en el hombre, el cuerpo seguiría en todo momento sólo las fuerzas físicas y sus leyes para terminar decayendo. El luchador contra esta decadencia es el cuerpo etérico o cuerpo vital. Sólo en el caso de la muerte este cuerpo vital se separa del cuerpo físico. El hombre tiene este cuerpo vital en común con todos los demás seres vivos; el animal lo tiene, y la planta también tiene este luchador perpetuo. También en ellos debe existir ese luchador perpetuo contra la descomposición.

Si el cuerpo físico ha sido descrito como el primero, el cuerpo vital como el segundo miembro de los seres vivos, el hombre tiene un tercer miembro además de este segundo miembro.

Utilizando nuestro intelecto, con la lógica, somos capaces de ver esto. Supongamos que un hombre está ante nosotros. En este espacio que ocupa, en esta mano que utiliza. ¿No hay acaso nada más que lo que se ha mencionado hasta ahora? O, ¿Existe algo más en ella que huesos y músculos, y que toda clase de componentes químicos que podemos ver con nuestros ojos, tocar con nuestras manos? Cada uno de nosotros sabe muy bien que hay algo más en su interior. Ese algo más es la suma de su sufrimiento y su placer; todo el mundo conoce ese algo, pues son todas las sensaciones y sentimientos que se suceden de la mañana a la noche, a lo largo de la vida. Hay un portador invisible de estas sensaciones, y lo llamamos cuerpo astral o cuerpo de sensaciones del hombre. Este cuerpo astral, que no puede ser percibido por el ojo físico, es considerablemente mayor que el cuerpo físico. Para la conciencia clarividente es reconocible como una nube luminosa en la que está inmerso el cuerpo físico. El hombre comparte este tercer miembro de su ser con el animal, pues éste también posee un cuerpo astral.

Pero además hay un cuarto miembro en el ser humano, la cúspide del reino de la tierra, la cúspide de la naturaleza humana. Podemos vislumbrar este cuarto miembro cuando indagamos acerca de un movimiento íntimo del alma humana.  Hay una cosa en el hombre que nunca puede acercarse a él desde el exterior. Se trata de este único nombre, el simple nombre "yo". Sólo desde lo más profundo del alma puede sonar este nombre, esta designación "yo". Otro ser humano nunca puede decir "yo" a otro ser humano. Sólo a sí mismo puede un ser humano decirse esto; sólo de sí mismo, de su propio ser interior más profundo puede salir, y aquí algo muy diferente, algo divino comienza a sonar a través del nombre "yo". Todas las grandes religiones sintieron también que hay algo sagrado en el "yo". Esto también se reconoce inequívocamente en el Antiguo Testamento. Allí el nombre "Yo" es sinónimo del nombre de Dios. Sólo al sacerdote se le permitía pronunciar el nombre de Dios en ocasiones especialmente solemnes, en servicios especialmente solemnes, y cuando pronunciaba reverentemente el nombre "Yahvé" en el templo, -el nombre "Yahvé" no significaba otra cosa que "Yo" o "Yo soy". Debería significar que Dios mismo se expresa en el hombre. Y sólo aquel ser puede pronunciar esta palabra en el alma a su alma en cuya naturaleza se revela el ser de Dios. La revelación de Dios en el hombre es un cuarto miembro del ser humano. Pero no debemos pensar que ahora somos Dios mismo. Es una chispa del mar de la divinidad la que brota en el hombre. Así como una gota del mar no es el mar mismo, sino sólo una gota de él, así el yo humano no es Dios, sino una gota de la sustancia divina: Dios comienza a hablar en el alma humana.

Sólo al sacerdote se le permitía pronunciar el nombre sagrado de Yahvé en ocasiones particularmente solemnes. Hacer sonar esta esencia de Dios en el alma del hombre por el hecho de que el hombre pueda decir: "Yo soy", ésa es la culminación de la creación. Este portador del Yo, o cuarto miembro de la naturaleza humana, hace del hombre el primero entre los seres visibles de la creación terrestre. Por eso en todos los antiguos Misterios se hablaba de la cuádruple forma sagrada, cuyo primer miembro es el cuerpo físico visible, su segundo miembro es el cuerpo etérico o cuerpo de vida, el tercero es el cuerpo astral o cuerpo de sentimiento, y su cuarto miembro es el yo. Estos son los cuatro miembros que queremos considerar en primer lugar. Y la vida humana, la conciencia humana, depende de la forma en que están conectados entre sí. 

Sólo en la conciencia diurna, en la vigilia, se interpenetran esos cuatro miembros de la naturaleza humana. Allí tenemos el cuerpo físico penetrado por el cuerpo etérico, sólo que más fino y algo más grande, proyectándose más allá del cuerpo físico. Luego tenemos el cuerpo astral, portador de nuestras sensaciones, penetrando el cuerpo etérico y rodeando el cuerpo físico, que está conectado con el cuerpo etérico, como un gran óvalo brillante. Y luego tenemos el cuerpo del yo. Los cuatro miembros de la naturaleza humana, sin embargo, se interpenetran entre sí sólo cuando están despiertos. Cuando el ser humano está dormido, el cuerpo astral junto con el cuerpo del yo sale, mientras que el cuerpo físico, conectado con el cuerpo etérico, permanece en la cama. Por la mañana, o cuando el ser humano despierta, los dos primeros de los cuatro miembros descienden de nuevo y se reúnen con los otros dos.

¿Qué hace el cuerpo astral por la noche en el ser humano ordinario? No permanece inactivo. Ante la mirada del clarividente aparece como una nube en espiral, y de él emanan corrientes que lo conectan con el cuerpo físico que yace allí. Cuando nos dormimos cansados por la noche, ¿Cuál es la causa de este cansancio? El hecho de que el cuerpo astral utilice el cuerpo físico durante las horas de vigilia del día, y así lo desgaste, aparece como fatiga. Pero toda la noche, mientras duerme, el cuerpo astral trabaja en la eliminación de la fatiga. De ahí viene el reparador descanso de una buena noche durmiendo, y de ahí se desprende la importancia que tiene para el ser humano un dormir realmente saludable. Restaura de manera correcta lo que se ha desgastado por la vida de vigilia. El cuerpo astral también repara otros daños mientras duerme, por ejemplo, las enfermedades del cuerpo físico y etérico. Esto no sólo lo habrán observado por experiencia propia en ustedes mismos y en otras personas, sino que también habrán experimentado que todo médico sensato dice que en ciertos casos el dormir es un remedio indispensable para la recuperación. Este es el significado del estado alternante entre el dormir y el despertar.

Pasemos ahora a considerar un estado alternante aún más importante, el que existe entre la vida y la muerte. Si antes se demostró que, tan pronto como se inicia el dormir, el cuerpo astral con el portador del yo abandona el cuerpo físico, que está conectado con el cuerpo etérico, en la vida ordinaria casi nunca se produce una separación del cuerpo etérico del cuerpo físico, a lo sumo en ciertos casos excepcionales, que se mencionarán más adelante. Sólo en la muerte se produce normalmente por primera vez la separación del cuerpo físico del cuerpo etérico. Ahora, pues, en la muerte, no sólo el cuerpo astral abandona al ser humano de cuatro miembros con el Yo, como en el sueño, sino que los tres miembros, cuerpo etérico, cuerpo astral y Yo, abandonan el cuerpo físico, y por un lado tenemos el cuerpo físico, que queda como cadáver, que es atacado inmediatamente por las fuerzas físico-químicas y queda expuesto a la destrucción, mientras que por otro lado tenemos una unión de cuerpo etérico, cuerpo astral y el portador del Yo.

La pregunta que surge ahora es cómo puede alguien saber en absoluto cómo se desarrollan estas condiciones después de la muerte. Pues bien, si han seguido la conferencia pública de ayer, comprenderán que aquellas personas que son capaces de ver en las esferas superiores también son capaces de informar sobre las condiciones después de la muerte. Y los medios están abiertos a todo ser humano y se ofrecen vías para adquirir tales capacidades, por lo que también es posible saber lo que experimenta el ser humano cuando atraviesa la puerta de la muerte. Si se relatan hechos que no son inmediatamente controlables por todos, sólo quien realmente sabe puede decidir sobre su exactitud. Sin embargo, si por parte del ignorante se hiciera el reproche al conocedor de que él tampoco puede saber nada, el reproche de arrogancia recaería totalmente del lado de los que no saben nada y, sin embargo, sostienen que no se puede saber nada. Así pues, sólo el conocedor puede decidir lo que se puede conocer. 

Cuando un ser humano ha pasado por la muerte, primero tiene la sensación de que está desplegándose en un mundo en el que se hace cada vez más grande, y que ya no está fuera de las demás entidades como en este mundo físico, que no está frente a todas las demás cosas, sino como dentro de ellas, como si se deslizara dentro de todas las cosas. En el momento inmediatamente posterior a la muerte no se siente un aquí y un allá, sino un por todas partes; es como si uno mismo se deslizara dentro de todas las cosas.

Entonces se produce un recuerdo total de toda la vida pasada, que se presenta ante uno con todos sus detalles como un gran cuadro. Este recuerdo no puede compararse con un recuerdo de la vida pasada, por bueno que sea, tal como lo conocen en la vida terrenal, sino que este cuadro del recuerdo se presenta allí de una vez en todo su tamaño. ¿En qué se basa esto? Se debe a que el cuerpo etérico es, en verdad, el portador de la memoria. Mientras el cuerpo etérico estaba todavía en el cuerpo físico, tenía que trabajar a través del cuerpo físico y estaba limitado por las leyes físicas. Allí no es libre; allí olvida, pues allí se aparta todo recuerdo que no pertenezca directamente a lo más inmediato que el ser humano está experimentando. En la muerte, sin embargo, como ya se ha explicado, el cuerpo etérico, portador de la memoria, se libera. Ya no necesita trabajar a través de lo físico y, por lo tanto, los recuerdos aparecen de repente de forma desatada.

En casos excepcionales esta separación del cuerpo físico y etérico también puede producirse durante la vida. Por ejemplo, en casos de peligro de muerte, ahogamiento, caída, es decir, en aquellos casos en que la conciencia recibe una gran conmoción por el susto. Las personas que han sufrido tal conmoción a veces dicen que durante unos momentos toda su vida se presentó ante ellos como un retablo, de modo que las experiencias ya desvanecidas de su vida más temprana reaparecieron de repente del olvido con total claridad. Tales narraciones no se basan en el engaño, sino en la verdad; son hechos. En ese momento del destello del retablo de la memoria, al ser humano le ocurre algo muy especial; sólo en tal conmoción no debe perderse la conciencia. En ese momento de conmoción u otro sobresalto que ha dado lugar a la conmoción, ocurre algo que el clarividente puede ver. No siempre, pero a veces, la parte del cuerpo etérico que llena la región de la cabeza emerge total o parcialmente de la cabeza, y aunque esto ocurra sólo por un momento, la memoria queda así liberada, porque en tal momento el cuerpo etérico se libera de la materia física, obstáculo para la memoria desinhibida.

También podemos observar una salida parcial del cuerpo etérico en otras ocasiones. Al presionar o empujar cualquier miembro del cuerpo, se produce a veces una sensación peculiar, de hormigueo, y estamos acostumbrados a describir esta sensación diciendo que el miembro se ha dormido. A menudo se ha oído decir a los niños que quieren describir la sensación que tienen: Siento como agua de Seltz en la mano. ¿A qué se debe? La causa real es que la parte correspondiente del cuerpo vital se sale de este miembro durante un tiempo. El clarividente puede entonces percibir la parte levantada del cuerpo etérico como una copia del cuerpo humano físico en su proximidad. Por ejemplo, durante una caída, la parte correspondiente del cuerpo etérico es empujada fuera de la cabeza por el movimiento de caída.

En la muerte, este retablo de recuerdos entra inmediatamente con toda su fuerza, porque queda todo el cuerpo físico. También sabemos la duración de este retablo de la memoria después de la muerte. Es de tres a cuatro días. No es fácil dar las razones de esto. Esta duración es diferente para cada persona y corresponde aproximadamente a la capacidad de la persona en cuestión de permanecer despierta sin dormirse durante el tiempo que hubiera podido aguantar en vida.

Después de eso, tiene lugar algo más. Lo que ocurre a continuación es que se libera una especie de segundo cadáver. El ser humano ahora también deja atrás el cuerpo etérico, pero retiene cierto extracto de él, una esencia, y el ser humano se la lleva consigo y la retiene por toda la eternidad. Ahora, después de dejar el cuerpo etérico, comienza para el hombre el tiempo de Kamaloka, el estado de Kamaloka.

Si desean esclarecer qué clase de estado es éste, deben tener en cuenta que el hombre, después de dejar atrás los cuerpos físico y etérico, conserva aún de sus cuatro miembros el cuerpo astral y el yo, y se nos plantea ahora la cuestión de cuál es la naturaleza del cuerpo astral con el que el yo vive ahora en el tiempo Kamaloka. El cuerpo astral es portador de placer y dolor, de anhelos y deseos, por lo tanto éstos no cesan cuando se desecha el cuerpo físico; sólo cesa la posibilidad de satisfacer los deseos, puesto que ya no se dispone del instrumento para satisfacerlos, es decir, el cuerpo físico. Todo lo que el ser humano era como ser sensible en el cuerpo físico no deja de serlo. El hombre conserva todo esto en su cuerpo astral. Pensemos en un deseo ordinario, y en aras de la simplicidad elijamos uno de tipo bastante banal, por ejemplo, el deseo de un plato sabroso. Este deseo no radica en el cuerpo físico, sino en el astral. Por lo tanto, este deseo no desaparece con el cuerpo físico sino que permanece. El cuerpo físico no era más que el instrumento con el que este deseo podía ser satisfecho. Si se tiene un cuchillo para cortar, éste es el instrumento, y la capacidad de cortar no se pierde aunque se pierda el cuchillo. De igual modo, en el momento de la muerte, sólo se desecha el instrumento para disfrutar, y por lo tanto el hombre se encuentra al principio en un estado en el que están representados todos sus diversos deseos, que ahora deben desecharse primero, o mejor dicho, deben aprender a desengancharse. El tiempo en que esto sucede es el tiempo Kamaloka. Es un tiempo de prueba, y es muy bueno e importante para el desarrollo ulterior del ser humano. Imaginen ustedes que sufren de sed y están en una zona donde no hay agua, por supuesto, ni cerveza ni vino, ni bebida de ningún tipo. Allí se sufre una sed ardiente que no puede saciarse. Del mismo modo, el hombre sufre cierta sensación de sed cuando deja de poseer el instrumento con el que sólo podía satisfacer sus deseos.

El Kamaloka es un periodo de "desenganche" para el ser humano, ya que tiene que renunciar a sus deseos para poder vivir en el mundo espiritual. Este período de Kamaloka dura más o menos tiempo, dependiendo de cómo la persona afronte la renuncia a sus deseos. Depende de cómo el hombre haya adquirido ya el hábito de regular sus deseos en la vida, y de cómo haya aprendido a disfrutar y a renunciar en la vida. Pero hay placeres y deseos de tipo inferior y superior. Tales placeres y deseos, para cuya satisfacción el cuerpo físico no es el instrumento real, los llamamos placeres y deseos superiores, y tales no pertenecen a aquellos a los que el hombre tiene que renunciar después de la muerte. Sólo mientras el hombre tenga todavía algo que le atraiga hacia la existencia física -placeres inferiores- permanece en la vida astral del tiempo Kamaloka. 

Después de ese período de "desenganche", cuando ya nada lo atrae hacia abajo, cuando se ha vuelto capaz de vivir en el mundo espiritual, entonces del ser humano se desprende un tercer cadáver. La estancia del hombre en este tiempo Kamaloka dura aproximadamente un tercio de su vida.

Por lo tanto, depende de la edad que tenía la persona cuando murió, es decir, de cuánto tiempo vivió en el cuerpo físico. Sin embargo, este tiempo de Kamaloka no siempre es horrible o desagradable. En cualquier caso, el hombre se vuelve más independiente de los deseos físicos, y cuanto más independiente se haya vuelto en la vida y más interesado esté en las cosas espirituales, más fácil le resultará este tiempo de Kamaloka. Se vuelve más libre a lo largo de este tiempo en él, de modo que el hombre se vuelve agradecido por este tiempo de Kamaloka. El sentimiento de privación en la vida física se convierte en dicha en el tiempo de Kamaloka. Entonces se producen los sentimientos opuestos, porque todo aquello de lo que uno ha aprendido en la vida a prescindir con gusto, durante el tiempo de Kamaloka se convierte en un placer. Cuando, como ya se ha dicho, el tercer cadáver se desprende del ser humano, entonces desaparece con él todo lo que el ser humano ya no puede utilizar en el mundo espiritual, el cuerpo astral. Para el clarividente estos cadáveres astrales son visibles, y pasan veinte, treinta o cuarenta años hasta que se han disuelto. Dado que tales cuerpos astrales están siempre ahí, pasan ocasionalmente a través de los cuerpos de las personas vivas, a través de nuestros propios cuerpos, especialmente durante la noche, que es cuando nuestros cuerpos astrales se separan de los cuerpos físicos en el sueño, y ésta es la fuente de ciertas influencias nocivas que el hombre puede recibir. Así como para el ser humano actual, después de la partida del cuerpo etérico, queda un extracto, una cierta esencia para toda la eternidad, así también para él, después de la partida del cuerpo astral, queda una cierta esencia para toda la eternidad como fruto de la última encarnación.

Y ahora comienza para el hombre el tiempo del Devachán, la entrada en el mundo espiritual, en el hogar de los dioses y de todos los seres espirituales. Cuando el hombre entra en este mundo, experimenta una sensación que puede compararse a la liberación de una planta que crecía en una estrecha grieta y de repente crece hacia la luz. En efecto, cuando el ser humano entra en este mundo celestial, experimenta una perfecta libertad espiritual en su interior y, a partir de ese momento, disfruta de una dicha absoluta. Pues, ¿Cuál es en realidad el tiempo del Devachán? Pueden hacerse una idea si tienen en cuenta que aquí el hombre se prepara para una nueva vida, para una nueva reencarnación. En el mundo físico, en este mundo inferior, el hombre ha experimentado y vivido mucho, y se ha llevado estas experiencias consigo. Las ha llevado dentro de sí como un fruto de la vida, que ahora puede procesar libremente dentro de sí. Ahora forma un arquetipo para una nueva vida en el tiempo del devachan. Esto sucede durante mucho, mucho tiempo. Se trata de una creación del propio ser, y toda creación, toda producción está ligada a la dicha. Que toda producción, toda creación está conectada con la dicha, puede uno hacerse una idea de ello si observa a una gallina incubando un huevo. ¿Por qué lo hace? Porque siente placer al hacerlo. Así que también es un placer para un ser humano crear en devachan y tejer el fruto de la vida pasada en el plan para una nueva vida.

En la cadena de reencarnaciones, el hombre ya ha pasado por muchas vidas, pero al final de una vida nunca vuelve a ser el mismo que era al principio de ésta. En esta vida, se ve sometido al cuerpo físico, debiendo comportarse de forma bastante pasiva. Pero ahora que está liberado, liberado del cuerpo físico, del cuerpo etérico y del cuerpo astral, teje un arquetipo en el núcleo eterno de su ser, y este entretejido lo percibe como dicha, como un sentimiento que no puede compararse con nada que pueda experimentar como dicha en el mundo físico. Su vida es dicha en el mundo espiritual. Pero no crean que la vida física carece de importancia en este mundo espiritual. Si en la vida se han formado lazos de amor y amistad entre almas, entonces sólo lo físico se desvanece con la muerte, pero el lazo espiritual permanece y forma puentes duraderos e indestructibles de alma a alma, que se condensan en efectos en los arquetipos. Estos lazos pueden después vivirse en lo físico en las siguientes reencarnaciones. Lo mismo ocurre en la relación que existe entre madre e hijo. El amor de una madre por su hijo es la respuesta al amor prenatal del niño por su madre, que se sintió atraído por esta misma madre como resultado de su parentesco anímico con ella a través del anhelo de reencarnación. Lo que luego tiene lugar en la vida, en la encarnación experimentada conjunta entre madre e hijo, forma nuevos lazos anímicos que permanecen. Y todo lo que unía alma con alma ya está entretejido en la vida espiritual que encuentran cuando entran en el mundo espiritual después de la muerte. La vida entre la muerte y un nuevo nacimiento es, por tanto, tal que lo que se hizo en la vida física anterior sigue teniendo efecto. Sí, incluso las ocupaciones favoritas a las que un hombre estaba apegado en vida tienen un efecto posterior. Pero el hombre se vuelve cada vez más libre después de la muerte, porque se prepara para el futuro, para su propio futuro.

Ahora bien, ¿Hace algo más el hombre en ese más allá? Sin duda, él es muy activo en este más allá. Alguien podría preguntar, si también puede ser activo en el más allá ¿Por qué el hombre renace y por qué vuelve a esta tierra?. Pues bien, esto sucede porque las reencarnaciones nunca se producen de tal manera que el ser humano renazca innecesariamente en el transcurso de las mismas. Siempre puede aprender algo nuevo, las condiciones terrestres siempre han cambiado de tal manera que entra en condiciones completamente diferentes con el fin de adquirir experiencia para su desarrollo posterior. La faz de la tierra, las regiones, el reino animal, la cubierta vegetal, todo esto cambia continuamente en un tiempo comparativamente corto. Piensen ustedes en en cómo era la Tierra hace cien años.

¡Qué diferencia con la actualidad! No hace tanto tiempo que todo el mundo sabe leer y escribir a los seis años, como hoy en día. En la antigüedad, había personas muy cultas a la cabeza del Estado que no sabían leer ni escribir. ¿Dónde están los bosques y las especies animales que hace quinientos años llenaban la tierra que ahora está surcada por vías férreas? ¿Cómo eran las localidades donde hoy están nuestras grandes ciudades, ¿Cómo eran hace mil años? Porque sólo para entonces volverá a nacer el hombre, sólo entonces volverá a entrar en una nueva encarnación, cuando las condiciones hayan cambiado de tal manera que el hombre pueda aprender algo nuevo. Vean con el paso de los siglos cómo la faz de la tierra es cambiada, derribada y edificada por las fuerzas intelectuales de los hombres. Pero también hay muchas cosas que siguen cambiando y sobre las que las fuerzas externas del intelecto humano no pueden actuar. La cubierta vegetal y el mundo animal, cambian ante nuestros ojos; desaparecen y otras especies ocupan su lugar. Tales cambios se efectúan desde el otro mundo. Un hombre que camina por un prado puede ver perfectamente cómo se construye un puente sobre el arroyo, pero no puede ver cómo se construye la cubierta vegetal. Eso es lo que hacen los muertos. Estos están activos en la remodelación y reelaboración de la faz de la tierra con el fin de crear para sí mismos la escena cambiada para una nueva reencarnación.

Después de que el ser humano haya estado tan ocupado durante mucho, mucho tiempo con los preparativos para la nueva reencarnación, se acerca el momento en que ésta ha de tener lugar. ¿Qué ocurre ahora? ¿Qué hace entonces el hombre cuando entra en su nuevo renacimiento? En este momento el hombre se encuentra en su Devachán, y allí siente que primero debe reunir para sí mismo un nuevo cuerpo astral. Entonces, por así decirlo, la sustancia astral se dispara hacia él desde todas partes, y según su peculiaridad se cristaliza a su alrededor. Hay que imaginarlo de la misma manera que las limaduras de hierro están sujetas a la atracción de un imán y se disponen y agrupan en torno a él, así la sustancia astral se dispone entorno al yo que ha de reencarnarse. Pero entonces todavía es necesario elegir una pareja adecuada de padres, y así el ser humano es guiado hacia tal o cual pareja de padres, pero no sólo obedeciendo a su propio poder de atracción. Pues aquí intervienen y actúan seres altamente elevados, que hoy, apropiados al estado actual del desarrollo humano, han asumido el trabajo de ordenar kármicamente estas relaciones en rectitud y justicia.

Si, por tanto, ocasionalmente los padres no parecen ser correctos con los hijos y hacia los hijos, no tiene por qué ser porque estén equivocados o sean injustos. Esto es quizás a veces lo bueno, que el hombre llega a las condiciones más complicadas y tiene que soportar las circunstancias más extrañas para aprender a través de ellas.

La secuencia de estas reencarnaciones siempre repetidas no es, sin embargo, interminable. Hay un principio y también un final. Hubo una vez, en el pasado distante, en que el hombre aún no descendía a las encarnaciones. Aún no conocía el nacimiento ni la muerte. Él llevaba entonces una especie de existencia angélica, no interrumpida por cambios tan drásticos en su condición como los que se dan hoy en día como el nacimiento y la muerte.

Pero con la misma seguridad llegará un tiempo para el hombre en el cual habrá reunido una suma suficiente de experiencia en los mundos inferiores para haber adquirido un estado de conciencia lo suficientemente maduro y clarificado como para poder trabajar en los sublimes mundos superiores sin verse obligado a sumergirse de nuevo en los mundos inferiores.

Después de escuchar estos testimonios de repetidas vidas terrenales, algunas personas creen que deben temer que el sentimiento de amor paternal pueda verse perjudicado por el hecho de que una madre oiga que el hijo no es realmente carne de su carne, pues hay algo en este hijo que no es de ella, es decir, algo ajeno. Pero estos lazos que abrazan a padres e hijos no están en modo alguno sujetos al azar y sin ley. No son lazos nuevos. Ya estaban presentes en vidas anteriores y existían en lazos de parentesco y amistad. Estos lazos de amor los unen permanentemente en los mundos superiores en la realidad eterna, y todos los seres humanos serán abrazados un día en el amor eterno, aunque ya no desciendan al ciclo de reencarnación.

Traducido por J.Luelmo ago.2023


GA108 Viena 23 de noviembre de 1908 LAS CUATRO ETAPAS DEL VERDADERO AUTO-CONOCIMIENTO

 Índice


LAS CUATRO ETAPAS DEL VERDADERO AUTO-CONOCIMIENTO

Rudolf Steiner

 Viena, 23 de noviembre de 1908


Las cuatro etapas del verdadero autoconocimiento. El tipo más bajo de autoconocimiento es el que el hombre obtiene a través de la conciencia diurna ordinaria haciendo uso de los órganos físicos: reconocimiento del entorno. La segunda etapa contempla el trabajo del yo en el cuerpo etérico: reconocimiento de la pertenencia a la familia, a la raza, al pueblo; lo que viene de antes, lo que llega hasta el futuro.  La individualidad se independiza de la línea de herencia educándose para la transformación de talentos y habilidades;

Anteayer examinamos uno de los temas ocultos más importantes, a saber, la posibilidad de vislumbrar los Mundos Superiores. Ayer tuvimos una conferencia abierta en la que nos ocupamos de qué método y qué tareas son necesarios para alcanzar la etapa en que las capacidades y poderes del alma adormecida puedan ser despertados a fin de hacer posible el conocimiento de los Mundos Superiores. El tema al que nos dedicaremos hoy se relaciona de un modo particular con ambos, y guarda cierta relación con todos los esfuerzos antroposóficos. Lo que tan a menudo se expresa teóricamente es que la ciencia oculta antroposófica no puede ser otra cosa que un autoconocimiento universal y omniabarcante de la humanidad, un autoconocimiento que conduce a los orígenes más profundos, a la existencia más profunda del yo individual y a cómo éste se engloba en el Conocimiento del Mundo. No sólo, puedo decir, se encuentra esto expresado a menudo en la literatura teosófica y en otros lugares, sino que se cumple; el autoconocimiento genuino es un fenómeno acompañante que necesita correr paralelo con toda investigación real en las áreas de los Mundos Superiores, corriendo paralelo con el desarrollo de todas nuestras fuerzas anímicas internas. El "Conócete a ti mismo", antigua expresión humana, significa mucho, mucho más aún para el Antropósofo. Hoy queremos explorar lo que en el sentido científico oculto llamamos autoconocimiento en relación con las más variadas etapas del desarrollo humano. Comenzaremos con el autoconocimiento más ordinario y cotidiano y ascenderemos hasta este autoconocimiento que puede llamarse Conocimiento del Mundo en el sentido antroposófico; y sobre todo, relacionaremos cada uno de los elementos que tratemos con lo que podría llamarse "científico oculto", teniendo siempre en cuenta el lado oculto.

Dentro de la cosmovisión antroposófica, el autoconocimiento se considera mucho más importante porque, cuando se entiende correctamente, puede incluir lo más Alto dentro del esfuerzo antroposófico, pero entendido de forma errónea, puede llegar a ser extremadamente peligroso. El autoconocimiento mal entendido tiende a aparecer sobre todo al principio del camino del esfuerzo científico espiritual que señala la Antroposofía, antes que conducir hacia él. Goethe, con muchas referencias a este campo familiar, dijo una vez que desconfiaba especialmente de la expresión "autoconocimiento", ya que significa algo que el ser humano se representa básicamente como una especie de falsa melancolía, autoanestesia, atrapada en un cauce incorrecto. Esto es correcto en todas partes. En el campo científico oculto siempre tenemos la oportunidad de contemplar la complejidad de la naturaleza humana cuando recordamos lo que todos sabemos: con perspicacia antroposófica tenemos miembros humanos en el cuerpo físico, que comprende el cuerpo etérico y astral, y lo que llamamos el Ego real o portador del "Yo" (Ich-Träger). Cuando observamos eso que básicamente llamamos el Yo, con todos estos miembros vinculados a la naturaleza humana, llegamos fácilmente a la conclusión de que el autoconocimiento es algo extraordinariamente complejo.

Para anticipar el tipo de auto conocimiento más simple y humilde, debemos recordar diferenciar entre estos cuatro miembros de la naturaleza humana, -de acuerdo con las relaciones actuales entre estos miembros-, el ser humano dormido despierto y sin sueños del cual podemos decir ahora: los cuerpos físico y etérico del ser humano dormido están desprendidos del astral y del portador del yo, y estos dos últimos están fuera del cuerpo. Sabemos al mismo tiempo que en el ciclo humano actual es normal que el yo humano sólo pueda tomar conciencia de sí mismo cuando utiliza órganos físicos y hace observaciones en el plano físico. Por lo tanto, hablamos, por así decirlo, en un sentido científico espiritual, de un portador del yo que existe a través de esas condiciones llamadas sueño inconsciente. Tenemos que decir que este portador del Yo sólo desarrolla la conciencia y la autoconciencia mientras entra directamente en el campo de la observación y utiliza los órganos físicos, tomado así en los cuerpos físico y etérico. Allí tenemos la autoconciencia humana normal de hoy ante nosotros y necesitamos preguntar: ¿Cuál es el ser de esta autoconciencia en el nivel más bajo? Mejor aún es describir la pregunta así: ¿Cómo llega el ser humano, cómo llegamos nosotros, a comprender aquello que vive en el cuerpo físico de la mañana a la noche, utilizando órganos físicos - cómo llegamos al conocimiento de este ser, o incluso del yo? Podemos creer fácilmente que tenemos que mirar en nuestro interior y así investigarnos a nosotros mismos. Aquí descubrimos todos los tipos posibles de autoconocimiento que podrían cultivarse y recomendarse. Por ejemplo, se aconseja a una persona que observe lo que hace, cuáles son sus características y defectos, que medite en su interior y busque su valía, lo eficiente que se muestra en una u otra actividad... ese tipo de cosas. Aquí ya surgen peligros en la falsa comprensión del autoconocimiento y por esta razón debemos hablar de estos peligros. Siempre tenemos presente que debemos esforzarnos por elevarnos hacia los Mundos Superiores. También sabemos que esta elevación es algo que hace a la persona muy diferente de lo que era antes, y por lo tanto es natural que se encuentren diversos obstáculos en el camino. A través del falso autoconocimiento, la ascensión se vuelve tan peligrosa como lo es, en primer lugar, a través del genuino autoconocimiento. Este tipo de autoconocimiento, que más bien podría llamarse la cavilación del "yo" cotidiano, una conciencia de las faltas, es falso y un peligro que funciona de hecho hacia atrás, porque falta una medida global para el juicio.

Cuando una persona, a través de la consideración ordinaria de sus méritos y defectos dice: "Esto lo has hecho bien, aquello no lo has hecho bien, debes mejorarlo", parece que ha desarrollado una medida con la que orientarse. Esta medida se convierte, por así decirlo, en la vara de medir para todo lo que la persona interpretará en el futuro. De este modo, una persona nunca se elevará por encima de sí misma y esto es exactamente lo que el Antropósofo siempre se recita a sí mismo: "No te quedes estancado, al contrario, una y otra vez, paso a paso, sal de este punto fijo" - un dicho que debe tomarse al pie de la letra: Todo lo que se emprende en referencia al desarrollo del alma como avance en tu camino vital, es bueno; todo lo que te retiene en este punto es, en el fondo, una pérdida para el alma. - Ningún autoconocimiento que te lleve a sentirte invadido por el remordimiento o que te conduzca a la autosatisfacción, te hace avanzar. Sólo si queremos alcanzar la posibilidad de tener una visión de lo que realmente importa, debemos hacernos la siguiente pregunta: ¿De qué suele depender el ser humano? - Puede plantearse fácilmente lo siguiente: ¿Cómo habría sido mi imaginación, mis experiencias y sentimientos si esta individualidad que ha pasado de una encarnación a otra y que repetirá futuras encarnaciones, cómo habría sido si esta individualidad no hubiera nacido, por ejemplo, en tal o cual fecha en Viena, sino unos cincuenta años antes en Moscú? ¿Qué tipo de experiencias, sentimientos, imaginaciones, pensamientos e ideas desarrollaría esta individualidad para crear la tónica característica de su vida? ¡Algo muy diferente! Uno se da cuenta fácilmente, con imaginación precisa, cuando reflexiona sobre ello, de cómo uno, de la mañana a la noche, pasa por sus ideas y experiencias, cuánto de esto depende de cuándo y dónde está situado en el mundo. Intenta formular un cálculo preciso, sacando de tu alma interior todo lo que es causado por el cuándo y dónde de tu nacimiento.

Ahora desecha todas estas imágenes de tu vida anímica. Intenta reflexionar sobre lo que queda e intenta meditar principalmente sobre cuántas de estas imágenes, que de la mañana a la noche impregnan el alma, tienen validez y valor aparte de estar vinculadas al lugar y al tiempo de tu vida entre el nacimiento y la muerte. Como resultado verás lo importante que es para el "yo" considerar cuidadosamente el alcance de las influencias del dónde y cuándo. Esto no se realiza en lo que pulula en el interior, sino que se realiza a través de la consideración adecuada del dicho poético: Si quieres examinarte a ti mismo, aprende a conocerte a través de los demás, a través de tu entorno. Así, curiosamente, nos alejamos del alma meditabunda para decir: para conocer nuestro "yo", debemos fomentar una mirada atenta, un sentido abierto a lo inusual en el contenido del mundo del cuándo y dónde en el que hemos nacido. Cuanto más nos esforzamos por desarrollar este sentido perceptivo abierto hacia el mundo exterior que nos rodea, tanto más nos acercamos, en el sentido espiritualmente científico, a lo que en este nivel básico podría llamarse autoconocimiento.

A través de una visión clara y del conocimiento de todo el tono de nuestro propio tiempo, tratemos de aclarar lo que, de las más diversas maneras a nuestro alcance, es lo más inusual en nuestra época y en el lugar en que vivimos. Altamente individualista es este autoconocimiento, que nos dirige desde nosotros mismos hacia nuestro entorno. Aprendiendo a conocer este mundo exterior, intentamos entrar en el espíritu del mismo e investigando lo que ha cristalizado en nosotros como resultado, reconoceremos una imagen especular de nuestro Ego o "yo". Esta es una forma objetiva. Mirar dentro de uno mismo es un peligro. Hay que reconocer las causas por las que uno es así o asá. Esto se puede encontrar en el entorno, a través de esto nos desviamos de nosotros mismos. Como resultado, adquirimos la capacidad de reconocernos a nosotros mismos, en la medida en que somos un "yo", mediante el uso de los órganos físicos y viviendo entre contemporáneos.

El yo es asistido por los órganos del cuerpo etérico, el cuerpo vital, -la composición de este fino organismo con el que está familiarizado el ocultista antroposófico-, penetra en el cuerpo físico y lucha continuamente contra la desintegración del cuerpo físico. Del mismo modo, cuando por la mañana se sumerge en los cuerpos físico y etérico, trabaja en el ciclo humano actual en ambos cuerpos, incluido el cuerpo etérico. No se añade nada a nuestro examen según el lugar y el tiempo, según el cuándo y el dónde, sino que se añade algo más a la consideración. El cuerpo etérico enlaza con algo muy diferente, que en cierto sentido está ligado aún más profundamente a nuestro yo, algo que sobrepasa el nacimiento y la muerte. Aquí descubrimos una cierta relación que el yo trae consigo, algo que se había originado antes y llega hasta el futuro, algo que ya tenía, antes de haberse incorporado a un cuerpo físico. Visto desde fuera de manera superficial, el cuerpo etérico presenta algo extraordinario que llamamos talentos, aptitudes, habilidades particulares y aquí llegamos a cierta conexión que es un área aún más difícil del autoconocimiento. Aunque esto que en un nivel elevado de desarrollo superior se llama autoconocimiento, aunque todavía en un nivel relativamente bajo, el ser humano aquí tampoco llega muy lejos cuando cavila para alcanzar la claridad: ¿Cuáles son mis talentos y aptitudes?

Hoy iría demasiado lejos, tomar como base el ser de lo humano, respecto a lo que quisiera decir ahora. En el autoconocimiento acechan los peores enemigos cuando empezamos a buscar claridad respecto a talentos y capacidades a través de cavilaciones egocéntricas. Justo aquí debemos desplazar nuestro examen del entorno de lo personal a lo impersonal. A continuación, debemos vincular el examen, con referencia a la zona del cuerpo etérico, a nuestro vínculo común con tal o cual raza. Debemos preguntarnos a qué miembro de la humanidad pertenecemos realmente. Nos ocuparemos de investigar las particularidades de este grupo al que pertenecemos por familia, raza y pueblo, en comparación con las cualidades universales de todo el género humano. Llegamos a conocer lo que continúa a través de la corriente hereditaria, lo que se desarrolla de bisabuelo a abuelo y así sucesivamente, e incluso lo que el yo tiene como coloración en esta línea hereditaria, que no se vincula directamente con el cuándo y el dónde, sino que se vincula con leyes básicas más profundas de la existencia humana. Aprendemos a reconocer estas particularidades dentro de las leyes y a través de esto encontramos la base correcta a la que podemos ver cómo surgimos de este trasfondo. Sin embargo, todo lo que se medita al examinar este trasfondo es malo (Ubel). La Antroposofía nos exige un tipo de autoconocimiento incómodo en comparación con alternativas llenas de clichés, pero de cualquier otro modo no alcanzamos un autoconocimiento genuino, porque falta una medida comparativa, porque al cavilar sobre un solo aspecto no se consigue una medida con la que establecer una comparación.

Ahora quiero enlazar inmediatamente con los hechos ocultos. Todos sabemos que nuestro cuerpo humano está rodeado de un aura, incrustado en esta aura astral, que es visible para el clarividente como una nube ovalada. El hecho de haber nacido en una época y en un lugar determinados, hace que la masa de nuestra aura sea netamente particular. Si tenemos una visión muy limitada y en realidad sólo experimentamos y sólo juzgaremos y nos dejaremos llevar por los impulsos de nuestra propia voluntad no visibles desde nuestro entorno, siendo un producto del dónde y cuándo, entonces el clarividente verá nuestra aura aparecer como apretada, presionada. El aura en este caso no es grande ni amplia alrededor del cuerpo físico. En el momento en que ampliamos nuestra perspectiva, en el momento en que desarrollamos nuestro sentido receptivo, un "ojo abierto" para la observación de nuestro entorno, los demás pueden ver realmente cómo nuestra aura se agranda a nuestro alrededor, cómo se vuelve inclusiva en relación con el cuerpo físico. Nos hacemos espiritualmente más grandes por dentro, al ampliar nuestros horizontes en relación con nuestro mundo de comprensión y sentimientos. Para la conciencia clarividente se hace gradualmente más obvio cómo las personas, como eco de su entorno, tienen un aura pequeña. Cuando empezamos a refinar nuestro juicio, haciéndolo independiente, para alcanzar aquello que nos distingue del mero común, entonces la conciencia clarividente es capaz de ver el aura extendiéndose, agrandándose, a medida que nos volvemos refinados y más extensos.

Aunque suene grotesco, el conocimiento del entorno es el primer paso hacia el autoconocimiento. El conocimiento de la familia y la raza es el segundo paso. Con alguien que intenta liberarse en sus impulsos de sentimiento y voluntad de los aspectos inculcados por el folklore, la raza, la familia, etc., el clarividente verá no sólo un aura en expansión, sino que el aura se vuelve móvil, mostrando vibración en contraste con su inmovilidad anterior. Ya se mencionó -no directamente, pero en cierto sentido- que lo que llamamos estas coloraciones y talentos particulares se interrelacionan con la línea hereditaria.

¿Cómo podemos elevarnos más allá de todo aquello que proviene de la base definitoria, de las causas de las estructuras internas del yo? La humanidad no ha logrado mucho conociéndose a sí misma de esta manera. Con referencia a nuestros talentos y capacidades por regla general, no se puede hacer mucho cuando construimos una imaginación sobre la descendencia y la herencia, no llegaremos más lejos. Aquí sólo es válida la experiencia científica espiritual. Se trata de lo siguiente: a partir de la experiencia científica espiritual el ser humano puede independizarse de sus talentos y capacidades. Este remedio curativo apenas parece aplicable, no se parece en nada, pero aún así es un remedio curativo: cuando intentamos desarrollar un sentimiento cálido y sincero por algo que apenas nos interesa, por algo demasiado molesto para intentar involucrar nuestro interés y especialmente si hacemos que este interés tenga muchas caras, entonces elevaremos nuestra individualidad fuera de nuestras habilidades heredadas. El primer paso, el conocimiento del entorno, se cumplirá relativamente pronto; el segundo, -esta autoeducación-, sólo transforma los talentos lentamente. Sí, hay que llamar la atención sobre el hecho de que de vez en cuando hay que renunciar a esta encarnación para que la transformación de los talentos se lleve a cabo, pero el camino está introducido y es extraordinariamente importante que lo intentemos de verdad. La visión clarividente pronto percibirá cómo el aura se agiliza y vibra. Por lo menos veremos los comienzos de la transformación en nuestra propia naturaleza. En esta autoeducación gradual resultante surge por sí misma lo que puede llamarse autoconocimiento impersonal.

Ahora llegamos a la tercera área importante. Llegamos, mediante la autocontemplación, a lo que expresamos en nuestro cuerpo astral - el portador del deseo y del dolor, del sufrimiento y demás. El cuerpo astral se eleva durante el dormir sin sueños fuera de los cuerpos físico y etérico. Normalmente no somos conscientes de que el cuerpo astral está separado de los cuerpos físico y etérico. La conciencia clarividente puede, pero no la conciencia común. ¿Qué tipo de regla de la naturaleza humana expresará ahora sus características en el cuerpo astral? Algo se expresa desde el yo que llamamos karma, lo que es particular al yo o a la individualidad, no sólo desarrollado fuera de la corriente hereditaria sino que continúa de una encarnación a otra, conectado con los hechos individuales, con las experiencias personales del alma, a través de las encarnaciones. Nuestras experiencias a través de nuestros cuerpos, y por lo tanto los resultados de la ley de causa y efecto experimentados de una manera puramente espiritual, nos llevan al tercer paso en el examen del autoconocimiento.

Podemos plantearnos la pregunta: ¿Puede una persona hacer algo para alcanzar el autoconocimiento en esta esfera? Podría responder explicando lo difícil que es en el ciclo humano actual comprender realmente el funcionamiento del karma. Tomemos el ejemplo de cómo el karma predetermina a un individuo a emprender un viaje, digamos dentro de 14 días. Puede tomar la decisión de que tiene que hacer algo tres semanas después, ignorando el karma porque no sabe nada de su karma. Planificando para las tres semanas siguientes, lo organiza todo, hasta que recibe la noticia de que tiene que emprender el viaje. Ahora chocan las dos líneas direccionales. Su planificación entra en oposición directa con la dirección de su karma. Así vemos cómo el karma siempre añade algo nuevo. De esta manera el objetivo del karma se fortalece y se entrelaza. Hay que añadir que una persona en su desarrollo normal sólo puede medir con dificultad el camino hacia su Ser, su "Yo", teniendo en cuenta los vínculos kármicos; porque carece de conciencia clarividente a través del desarrollo superior y es incapaz de saber lo que hay dentro de su karma.

Ahora surge la pregunta: ¿podemos alcanzar este punto de autoconocimiento en una vida normal? Debo indicar enseguida los medios que nos proporciona la experiencia científica espiritual, que hace posible que no pasemos por alto lo que es kármicamente correcto y que en un momento preciso realicemos lo correcto. Es una concepción totalmente falsa que uno se encuentra de vez en cuando, a saber, que no somos libres debido al karma. El karma no nos hace no libres. Exactamente a fuerza de nuestra libertad podemos hacer lo que el karma suscita en nosotros, en un momento dado. El karma no excluye nada que permita a la línea kármica tejer y formar lazos de aquí para allá. ¿Podemos hacer algo para orientarnos hacia nuestro karma de tal manera que nuestro karma no sea contrarrestado y como resultado cree más causas kármicas, por lo que en lugar de llevarnos hacia delante, sólo nos empuja hacia atrás? Hay una cosa que nos ayuda a alinearnos cada vez más en la dirección de nuestra corriente kármica, y esto es algo que alimentamos a través de nuestra visión del mundo dentro de los círculos antroposóficos, algo que se practica y discute a menudo. En realidad es un estado de ánimo del alma bajo la influencia de la cosmovisión antroposófica. Es lo que traemos cada vez más a nuestro karma.  Hay que orientarse realmente en el camino antroposófico: los individuos complacientes que sólo hablan de ello, de que una persona debe volverse más profunda, buscar a Dios en su interior, difícilmente dirigirán a una persona más allá en su camino, más bien podrían llevarla más lejos alejándola de sí misma y ofreciéndole una visión del mundo que hace posible la visión del mundo suprasensible. Todo lo que se ofrece en la Antroposofía nos permite ver los acontecimientos suprasensibles. En primer lugar, si no somos clarividentes, tenemos que absorber lo que nos presenta la investigación clarividente. Lo que el investigador comparte en estos campos se comprende siempre a través de una lógica incuestionable. El ser humano, nosotros, debemos por así decirlo hacer de nosotros mismos un instrumento, si queremos investigar nosotros mismos las regiones suprasensibles; sin embargo, la comprensión puede llegar a serlo todo sin tener que hacer de nosotros mismos un instrumento.

Cuando un antropósofo se construye una imagen de cómo son los Mundos Superiores, de cómo se aproximan tras las realidades perceptibles por los sentidos, esto influye en todo su estado de ánimo y en su vida de sentimientos. De una vez por todas hay que hablar directamente al alma y no permitir un razonamiento cómodo: no depende de aprender mucho sino de que uno tenga tal o cual principio moral. En realidad es así, con la ciencia espiritual antroposófica no se puede escatimar el aprendizaje y quien va por mal camino, dice: ¿para qué molestarse con la teoría de los Mundos Superiores y demás? Decididamente depende de la forma de pensar antroposófica, un requisito evidente: igual que un horno calienta una habitación cuando se enciende la yesca, lo mismo ocurre con las personas. Si te pones a predicar a la estufa y le dices: "Estupenda estufa, tu deber es calentar la habitación" - la habitación no se calentará. El mero hecho de predicar a la gente sobre su deber de amarse los unos a los otros, etc., no servirá de mucho. Erigirnos en predicadores morales tiene poco valor, porque la predicación moral deja a los seres humanos tal como son. Cuando se calienta el horno, la habitación se calienta. Darle calefacción ofrece la posibilidad de calentar la habitación. Dando al ser humano una visión del mundo que le ofrezca la Antroposofía respecto a los hechos suprasensibles, lo que sigue es la primera regla básica de la Sociedad Teosófica - una declaración general de amistad y hermandad - que es absolutamente necesaria La actitud antroposófica fundamental debe estar ahí, pero limitarse a repetirla no ayuda. Tu paso es seguro cuando entras en esa expresión que te funciona en el mundo incluyendo el conocimiento de los mundos superiores y el conocimiento del mundo suprasensible. Al igual que las plantas aprovechan el sol, así todos se esfuerzan por el conocimiento del mundo, hacia un sol central, y todas las demás consecuencias capitulan por sí mismas. Así sucede con el modo de pensar antroposófico, revelado a partir del conocimiento científico espiritual.

Esto es lo que hace posible que, en relación con nuestro karma, vivamos fuera de nosotros mismos. Se trata más bien de que llegamos a un momento en el que la enseñanza antroposófica puede transformar los hechos. Es necesario, para que el karma no siga siendo un concepto abstracto, que intentemos introducir estas ideas kármicas al menos a modo de prueba, porque no podemos permanecer continuamente en un estado de autocontemplación en nuestra vida cotidiana de complejidad e inquietud. Es necesario plantearse la pregunta: ¿qué es el pensamiento kármico?

Tomemos un ejemplo radical: alguien ha dado a otro -a mí, por ejemplo- una bofetada en la cara. ¿Qué puede llamarse en este caso "pensamiento kármico"? Yo estuve aquí en una vida anterior, y él también. Tal vez en esa vida anterior le di una razón para justificar sus acciones actuales; le obligué a hacerlo, simultáneamente le dirigí hacia ello. No quiero teorizar, quiero hacer una hipótesis que debería convertirse en una hipótesis de vida. ¿Me dará una bofetada si lo pienso? No, no lo hará. Yo mismo le he dado esta bofetada porque le he puesto en este lugar, yo mismo he levantado la mano que se alzaba contra mí.

Además de esta experiencia se puede añadir lo siguiente: cuando te concentras seriamente en examinar esta idea kármica, plantea esta pregunta de vez en cuando, con toda seriedad y toda honestidad y verás realmente los resultados. Esto no te lo puede demostrar ninguna otra persona. Debes probarlo por ti mismo haciéndolo. Como resultado, notarás que tu vida interior se vuelve muy diferente. Experimentarás sentimientos muy diferentes, impulsos de voluntad con respecto a la vida y una vida totalmente diferente mostrará sus consecuencias: la vida se revelará de una manera muy transformada. Mientras que antes habías experimentado un gran dolor y decepción, ahora lo aceptas con calma, habiéndote equilibrado como resultado de cómo actuaste y pensaste al respecto. Ahora sucede lo siguiente, tu vida anímica se ve inundada por una paz notable, una especie de comprensión legítima de los acontecimientos que no es en absoluto fatalista.

Esta es también la dirección en la que hay que centrarse, explorando gradualmente la idea del karma y su verdad inherente, si se quiere llevarla a una cierta etapa de desarrollo. La idea del karma es discutible. Quien quiera presentar razones puede hacerlo. Teóricamente no se puede probar nada, excepto a través de una prueba y aquí hay que añadir la experiencia. La experiencia proporciona, cuando se aplica intensivamente, la herramienta con la que comprender el karma. Como resultado te das cuenta de una agrupación de cosas, -que de hecho es inherente a las cosas-, al igual que te das cuenta, cuando tienes una imagen de fantasía, si realmente tiene la realidad de un arco de acero cuando se agarra. La experiencia misma debe crear cada combinación de los hechos de la vida, a través de la cual gradualmente, según nuestras propias fuerzas de voluntad, incluimos estos impulsos de voluntad internos en nuestras vidas. Este complejo trabajo de nuestra vida es uno de los mejores remedios para alcanzar el tercer paso que pertenece al genuino autoconocimiento. A través de esto aprendes gradualmente a sentir cómo las contrariedades actuales tienen su origen en una vida anterior.

Esta experiencia no es tan fácil como reflexionar en el interior, porque tiene que originarse y aproximarse desde el entorno. Lo más importante es que tenemos que ir más allá de nosotros mismos, incluso en el autoconocimiento más elevado, que es el conocimiento del mundo. Fichte dijo: "La mayoría de la gente prefiere ser un trozo de lava en la luna que ser su "yo"". - Así aprendemos a conocer el "yo", en su existencia selectiva, como algo más que un punto. Este "yo" lo reconocemos como una copia selectiva del mundo entero. En este sentido, el autoconocimiento es, si se quiere, conocimiento de Dios, no en el sentido panteísta, sino como una gota de sustancia similar y sabiduría lo es a todo un mar. Cómo tú, en consecuencia, buscas el conocimiento respecto a la semejanza esencial entre el Ser y la naturaleza de todo el mar, eres igual en ser a la Divinidad, que es reconocida; sin embargo, a nadie se le ocurrirá explicar la gota como el mar. Podríamos reconocer la sustancia y el Ser divino del océano a partir de la gota, pero nadie será presuntuoso y dirá que el conocimiento de la gota es suficiente; seguramente todos dirán, para mí la relevancia está en el conocimiento del mar y de lo que sucede si navego en él. Particularmente aprendes a reconocer lo piadoso cuando permites que la gota de piedad entre dentro de ti, la comprendes dentro de ti, pero comprendes que dentro de ti es sólo una gota o chispa, nada más, entonces te profundizas desinteresadamente en los mundos suprasensibles mayores de la manera más elevada posible. Si queremos aprender a conocernos a nosotros mismos debemos salir totalmente de nosotros mismos y necesitamos investigar los mundos supersensibles de la manera más profunda.

Para el tercer paso, basta con lo que se ha dicho, respecto a la reencarnación y el karma. Para el autoconocimiento más elevado debemos llegar al conocimiento de las grandes relaciones cósmicas de nuestra tierra; porque somos parte de nuestra tierra como un dedo es parte de todo el organismo. El dedo no crea la ilusión de que tiene una existencia independiente; córtalo y ya no es un dedo. Si pudiera andar por nuestro organismo entonces podría dar, como nosotros, la ilusión de que es un organismo independiente. El ser humano no piensa que cuando se eleva un par de kilómetros por encima de la tierra ya no es un ser humano. El ser humano es un miembro del organismo terrestre, la tierra es a su vez un miembro del cosmos. Esto sólo podemos verlo cuando comprendemos la base de las relaciones cósmicas. Todo pensamiento sobre el yo sin un conocimiento del mundo que lo abarque todo, sin captar cómo el yo necesita todos los acontecimientos mencionados, es en vano, sin echar un vistazo sobre ello no podemos alcanzar el conocimiento, tampoco del yo-mismo. Alcanzamos el conocimiento sobre el "yo" cotidiano, cuando buscamos en el área del cuándo-y-dónde.

El conocimiento, tal como se expresa en el cuerpo etérico, lo encontramos cuando consideramos la línea de herencia. El conocimiento del "yo" que vive a través del cuerpo astral, lo encontramos cuando experimentamos el karma, y el último tipo de conocimiento, cuando adquirimos el conocimiento del mundo; porque allí se extiende pero se condensa en unos pocos puntos del "yo" humano. El conocimiento del mundo es autoconocimiento.

Cuando presentan a su alma exactamente lo que se describe en los ensayos "de los Registros Akáshicos", cómo se describe el desarrollo de la tierra, que puede parecer bastante extraño para el alma, cómo conduce finalmente a la configuración actual por necesidad, ¡entonces tienen autoconocimiento a través del conocimiento del mundo! Así, el autoconocimiento va cada vez más lejos de nosotros, siempre hacia lo impersonal. Al igual que la aplicación del karma en la vida hace que el aura se vuelva cada vez más ligera, a través del conocimiento real de las relaciones cósmicas el aura se vuelve más fuerte y capaz de configurarse a sí misma a partir de los impulsos libres originales. Aquí descubren la respuesta a la pregunta sobre la libertad y la esclavitud. Puesto que la libertad es el producto del desarrollo, las personas son capaces de obtenerla cada vez más, cuanto más alcanzan el autoconocimiento. Entonces llegan, a través de una práctica de autoconocimiento como la descrita, a diversas cosas en los campos científicos espirituales y a través de una comprensión genuina, pueden sentir que entran en la corriente espiritual antroposófica. En el Movimiento antroposófico rondan diversas cosas como enfermedades infantiles, que deben desaparecer una vez que se comprendan tales cosas, ya que fueron dadas como indicaciones para el autoconocimiento. El tipo impersonal de conocimiento antroposófico será cada vez más conocido. En efecto, se logra a través de lo que se ha obtenido de aquellos investigadores que no sólo han transformado sus almas en instrumentos de autoconocimiento, sino que también se han desarrollado, -como ya se había relatado-, y han llegado a revelar impersonalmente lo que ofrecen los Mundos Superiores. Uno de los primeros dichos básicos que hay que conquistar es el viejo y hermoso dicho de los sabios griegos: "Quien quiera alcanzar la sabiduría no se atreva a hacer caso de su propia opinión". Descubrirán que quien haya experimentado realmente la vía científica espiritual, dirá: Sí, mi opinión no aporta gran cosa; puedo dar descripciones de experiencias, pero no principios de regularización, ni pretensiones de acción, y estas descripciones deben tomarse como instrucciones que fluyen en la teoría de la ciencia oculta. El investigador espiritual debe renunciar a las opiniones y puntos de vista. No tiene ningún punto de vista porque todas las observaciones son como imágenes procedentes de diferentes puntos de vista, que son tan variados como las personas que observan el mundo desde los ángulos más diversos. Por un lado está la imagen del punto de vista materialista, por otro la de una observación espiritual o mecanicista o la de la vida fácil. Todos estos son ángulos de observación. No sólo reconocerlos teóricamente, sino vivir con cada visión del mundo para crear imágenes de cómo cada observación crea un lado diferente, ésa es la tolerancia interior que es importante aquí. Una opinión no debe luchar contra otra. Como resultado se desarrolla una tolerancia interior y exterior que necesitamos si nosotros, la humanidad, queremos encontrar nuestra curación en el futuro.

Hay que conceder un valor especial a la comprensión de que las ideas resultantes que fluyen por la corriente del mundo antroposófico proceden de lo impersonal. Como resultado llegaremos a eliminar del movimiento antroposófico lo que existía en épocas anteriores y sigue existiendo hoy en día: la autoridad en el peor sentido. ¿Llamamos autoridad al microscopio? Es una necesidad, una puerta. Así que nosotros también debemos convertirnos en puertas, pero debemos elevarnos a lo impersonal, porque sólo a través de la gente puede venir al mundo lo que debe venir. La creencia en la autoridad debe ser borrada del diccionario antroposófico y por esta misma razón la humanidad alcanza, mientras vive en este conocimiento, una actitud de imparcialidad, para que ellos, a través de lo personal puedan entrar en el camino impersonal del mundo.

Traducido por J.Luelmo ago.2023