RUDOLF STEINER
RESPONSABILIDAD DEL SER HUMANO EN LA EVOLUCIÓN DEL MUNDO
Stuttgart 1 de enero de 1921
Hoy vamos a hacer una reflexión que se suma al tiempo festivo, ese tiempo que cada año renueva el recuerdo y la conmemoración del misterio del Gólgota, así como la vivencia inmediata del misterio del Gólgota.
La Navidad está más relacionada con los sentimientos. Es también la festividad más popular en cierto sentido, porque su comprensión exige precisamente la profundización de los sentimientos, la profundización de las emociones, y porque es la que está más al alcance de las personas en general.
La Pascua, que exige que el ser humano se eleve a una comprensión del misterio real del Gólgota, de la irrupción de un ser suprasensible en la evolución humana, plantea las mayores exigencias a la comprensión humana. Es una fiesta que, en cierto modo, eleva la comprensión humana al más alto nivel, que, por supuesto, también se celebra de forma generalizada, pero que no puede ser tan popular como la Navidad.
La tercera festividad, la festividad de Pentecostés, establece especialmente una relación entre la voluntad humana y el mundo suprasensible, el mundo al que pertenece el ser de Cristo como tal. La transmisión de los impulsos de la voluntad, que a su vez se transfieren al mundo, se hace consciente para el ser humano a través del verdadero significado de la festividad de Pentecostés.
Así pues, lo que podríamos llamar el misterio cristiano se hace patente de tres maneras a través de estas festividades anuales. La forma en que el misterio de la Navidad se presenta al ser humano puede representarse de muy diversas maneras, y a lo largo de los años hemos contemplado el pensamiento navideño desde los más diversos puntos de vista, precisamente con motivo de las fiestas navideñas.
Esta vez queremos recordar algo que puede servir para aclarar a todo aquel que contemple el misterio de la Navidad desde el punto de vista de los Evangelios. En los Evangelios se nos presenta un doble anuncio del nacimiento de Cristo Jesús. El primer anuncio es el que se hace a los pobres pastores en el campo, a quienes, —llámese sueño o de cualquier otra forma—, un ángel anuncia el nacimiento de Cristo Jesús. Se trata del reconocimiento de este acontecimiento a través de las fuerzas internas del alma, que se encuentran en un estado especial en estos pastores de los alrededores del lugar de nacimiento de Cristo Jesús. Y en los Evangelios se nos presenta un segundo anuncio: el que se dirige a los tres reyes o los tres magos de Oriente. Según se nos dice, ellos siguen el lenguaje de una estrella que les anuncia que Cristo Jesús ha venido al mundo.
Se nos remite aquí a dos formas en que la humanidad antigua llegaba a sus conocimientos superiores. Se trata también de algo que en la actualidad ya nunca se considera de la manera correcta. En la actualidad, se suele pensar que los seres humanos tienen una percepción, un pensar, y que esta percepción, este pensar, en resumen, el desarrollo de las fuerzas anímicas internas, ha sido básicamente el mismo a lo largo de todos los siglos y milenios, aunque en épocas anteriores fuera más primitivo, pero esencialmente igual que hoy. Sabemos por nuestra ciencia espiritual antroposófica cómo ha cambiado la constitución anímica de los seres humanos a lo largo del tiempo, cómo en la antigüedad, por ejemplo en el séptimo u octavo milenio de la era postatlánte o antes, la humanidad veía de una manera muy diferente tanto su propia vida como la naturaleza del entorno, y cómo esta condición anímica ha cambiado una y otra vez, hasta convertirse en lo que conocemos como la disección intelectual del mundo en la actualidad y como la concepción puramente sensorial que también tenemos en la actualidad de las cosas externas. Esta evolución parte de una cierta clarividencia instintiva más antigua a través de nuestro estado anímico actual, para volver en el futuro a una especie de clarividencia, a una visión del mundo que, sin embargo, estará impregnada de la plena conciencia de la humanidad.
En la época en que tuvo lugar el misterio del Gólgota en la Tierra, la antigua clarividencia, que era instintiva, ya se había atrofiado en gran medida, si se me permite decirlo así. Es cierto que los seres humanos tenían una disposición anímica diferente a la actual, pero tampoco poseían ya la antigua clarividencia; tampoco tenían ya las antiguas formas de analizar el mundo con mayor precisión mediante todo tipo de sabiduría. Tanto las antiguas enseñanzas de sabiduría como la antigua clarividencia instintiva se habían extinguido cuando el misterio del Gólgota llegó a la humanidad. Pero aún quedaban restos de ellas, y los Evangelios nos indican claramente, si los entendemos correctamente, que esos restos existían. En algunas personalidades selectas aún existían esos restos. Esas personalidades selectas pudieron haber sido tanto los pobres pastores del campo, que desde lo más profundo de su corazón piadoso poseían una cierta fuerza clarividente que les invadió como en un sueño; o bien personalidades que se nos presentan en lo más alto de la escala social, como los tres magos de Oriente, que desde la antigüedad han conservado la capacidad de ver el curso de los acontecimientos mundiales a través de una cierta doctrina de sabiduría. Y así, los pobres pastores pudieron ver, en una especie de experiencia onírica, en una especie de percepción interior, lo que se estaba llevando a cabo en el acontecimiento del nacimiento de Cristo Jesús. Por otro lado, los tres magos de Oriente pudieron desarrollar una ciencia tal que, a partir del seguimiento de los fenómenos del mundo, los fenómenos del cielo, fueron capaces de visualizar lo que sucedía en la Tierra más allá del curso normal de la vida.
Así pues, se nos remite a dos tipos de conocimiento muy concretos, pero diferentes entre sí. Centrémonos primero en lo que poseían los tres magos de Oriente como último vestigio de una antigua doctrina de sabiduría. Se nos muestra claramente cómo estos magos eran capaces de descifrar el curso de las estrellas. Así pues, esta representación nos remite a una antigua astronomía, a una antigua visión de los misterios del mundo estelar, en la que también se revelaban los misterios de los acontecimientos humanos. Esta antigua astronomía era diferente de nuestra astronomía. Nuestra astronomía también es, en cierto modo, profética; puede predecir el curso de los eclipses solares y lunares y cosas similares. Pero nuestra astronomía es meramente matemático-mecánica. Nuestra astronomía solo habla de las relaciones del espacio y el tiempo, en la medida en que se pueden expresar matemáticamente. Pero lo que ocurre en relación con la vida interior del ser humano, más allá del espacio y el tiempo, pero aún así en el espacio y el tiempo, aunque con un significado superior, eso lo veía una antigua astronomía, una antigua sabiduría estelar a partir del curso de las estrellas. Si traemos a nuestra conciencia la ciencia de una humanidad más antigua, encontramos que esta sabiduría estelar es, en esencia, lo que daba contenido a esta antigua ciencia. A partir de las estrellas, los seres humanos investigaban lo que sucedía en la Tierra. Pero para ellos el mundo de las estrellas no era ese ser abstracto y mecánico en que se ha convertido para la humanidad actual. Para ellos, el mundo de las estrellas era algo lleno de vida. Sentían en cada uno de los planetas un ser esencial en el mundo. En cierto modo, hablaban con cada planeta a través de un lenguaje interior del alma, del mismo modo que hoy solo hablamos de persona a persona a través del lenguaje exterior. Tenían claro que en su interior experimentaban algo que, en cierto modo, reflejaba y reproducía lo que ocurría en el gran espacio exterior a través del curso de las estrellas. Era una visión viva y espiritualizada del universo. Y el ser humano se sentía integrado en este universo de una manera espiritual, anímica. La sabiduría de este universo también se cultivaba en escuelas que podrían llamarse escuelas de misterios, en las que se preparaba a los alumnos de una manera cuidadosa, íntima e interior para que pudieran comprender el curso de las estrellas de tal manera que hiciera comprensible la vida humana en la Tierra.
¿De qué tipo eran estos preparativos? Estos preparativos, destinados precisamente al conocimiento del cielo estrellado y sus efectos, eran tales que ya en aquella época, en la era de la clarividencia instintiva, se educaba al ser humano para una vida más despierta que la vida exterior normal. Las grandes masas populares poseían una especie de clarividencia instintiva. Esto correspondía a una condición anímica menos despierta que nuestra condición anímica normal. En los tiempos antiguos de la evolución de la humanidad no se podía pensar de forma tan despierta como se puede hoy en día. No se podía llegar a las matemáticas y a la geometría en el mismo sentido que hoy en día. La vida del ser humano a lo largo de toda su existencia entre el nacimiento y la muerte había sido más bien un ensueño, pero precisamente por ser un ensueño, percibía el entorno de una manera más viva que nuestra vida completamente despierta. Y lo peculiar es que los discípulos de los misterios, entre cuyos últimos restos se encontraban personas como los tres magos en la antigüedad, hasta aproximadamente el segundo milenio, incluso a principios del primer milenio antes del misterio del Gólgota, estaban iniciados en un conocimiento muy similar a nuestro conocimiento geométrico o matemático.
Para la humanidad exterior, Euclides presentó por primera vez la geometría. Pero eso fue solo una transmisión de la geometría a la gran humanidad exterior. Lo que Euclides presentó como geometría ya había estado vivo en los misterios durante milenios, pero solo se comunicaba a los alumnos selectos de los misterios. En ellos surtió un efecto diferente al que tuvo más tarde. Parece extraño y paradójico, pero es así: lo que hoy aprenden nuestros niños, nuestra geometría, nuestro arte del cálculo, lo aprendían en las escuelas de misterios personas seleccionadas especialmente, a quienes se consideraba particularmente aptas entre la masa y a quienes se admitía en los misterios.
Hoy en día se oye a menudo decir que en los misterios se enseñaban cosas secretas. Por su contenido puramente abstracto, estas cosas secretas son las mismas que se enseñan hoy a los niños. No son cosas diferentes, y lo misterioso no radica en que estas cosas sean desconocidas para los seres humanos de hoy, sino en la forma diferente en que se les han presentado. Por supuesto, es muy diferente presentar el contenido de nuestra geometría a los niños apelando simplemente a su intelecto en una época en la que el ser humano vive en nuestra conciencia despierta desde que se despierta hasta que se duerme, o si, en la época de la antigua clarividencia instintiva, se presentaban estas cosas a personas especialmente selectas con una conciencia más madura, con un tipo de conciencia onírica. Hoy en día, la humanidad no siempre tiene ideas acertadas sobre estas cosas.
Verán, en la literatura oriental existe un poema dedicado a Varuna. Habla de que Varuna aparece en el aire que sopla como viento a través de los bosques, que Varuna aparece en el trueno que brota del agua de las nubes, que Varuna aparece en el corazón humano cuando se levanta por voluntad propia, que Varuna aparece en el cielo cuando el sol atraviesa el cielo, que Varuna está contenido en las montañas en el jugo de Soma. Hoy en día, en los libros se encuentra principalmente que en realidad no se sabe qué es el jugo de soma. Los hombres afirman hoy en día, en su erudición, que no se sabe qué es el jugo de soma, a pesar de que hay personas que lo beben a litros y, desde cierto punto de vista, lo conocen muy bien. Pero una cosa es conocer las cosas desde el punto de vista de los misterios y otra desde el punto de vista de la conciencia despierta en la sensación profana. Y hoy en día se puede leer sobre la piedra filosofal, que se cultivó en una época en la que se consideraba la esencia de la sustancialidad de manera diferente a como se hace hoy en día. Y, de nuevo, los historiadores de la alquimia le dirán que no se conoce la piedra filosofal. Siempre he insinuado aquí y allá en mis conferencias que esta piedra filosofal es muy conocida por la mayoría de las personas. Solo que no conocen su esencia ni saben por qué se llama así. Es muy conocida por la mayoría de las personas, ya que en realidad la utilizan por kilos.
A veces, las cosas son algo muy diferente de lo que nuestra visión abstracta, teórica y ajena a la vida y a la realidad es capaz de imaginar hoy en día. Hoy en día tampoco existe una visión correcta de lo que significa, con una constitución anímica muy diferente a la de la humanidad actual, asimilar en estado maduro nuestra ciencia geométrica y aritmética. He señalado esta particularidad de la naturaleza de los misterios en mi obra «El cristianismo como hecho místico». Pero normalmente no se comprenden bien cosas tan importantes; no se profundiza lo suficiente en ellas. Lo que hay que comprender es que la forma en que se presentaban las cosas a los seres humanos constituía el misterio en la antigüedad. Y así era realmente en las consideraciones puramente matemáticas, cuyo contenido emocional y plenamente humano aún percibía Novalis cuando sentía las matemáticas como un gran poema, algo que la mayoría de las personas hoy en día ciertamente no encuentran en ellas. Así era esta comprensión emocional del mundo, pero vertida en formas matemáticas, en la que se introducía al discípulo de los antiguos misterios. Y cuando la comprensión matemática del universo se acercaba al discípulo de los antiguos misterios, este se convertía en un ser humano con una visión del mundo tal y como nos la describen los magos de Oriente. Entonces, las matemáticas del universo, que para nosotros se han convertido en algo muy abstracto, revelaban lo esencial, porque lo que revelaban se complementaba con otra cosa que le correspondía. Y así, lo que correspondía al conocimiento externo de una cultura antigua, lo que se había conservado en los últimos restos para los magos, lo que había llegado a los magos de Oriente, fue el motivo de un único anuncio: el anuncio a través de la doctrina de la sabiduría, a través de la ciencia externa.
Por otro lado, la experiencia interior de los misterios de la humanidad pudo desarrollarse en personas especialmente predispuestas, como aquellas que se nos presentan en Los pastores en el campo. Para ello, las fuerzas internas del ser humano tuvieron que alcanzar un nivel especial. Entonces, la contemplación inmediata, la percepción imaginativa e instintivo-imaginativa de las imágenes se convirtió en lo que sucedía en el mundo de la humanidad. Así, a través de la visión interior, se anunció a los pobres pastores en el campo lo que se resumió en el mensaje del anuncio: «Dios se revela en las alturas del cielo, y a través de él puede haber paz entre todos los hombres de buena voluntad».
Así, los misterios del mundo se dirigieron tanto al interior de los pobres pastores en el campo como a lo más elevado a lo que la sabiduría humana podía aspirar en aquella época; los misterios del mundo se dirigieron tanto a los pastores como a los magos de Oriente. Y el gran misterio de la vida terrenal fue anunciado por dos partes.
¿Qué experimentaron los magos de Oriente? ¿Qué fue se desarrolló especialmente en estos alumnos al introducir las matemáticas en su constitución anímica, si esta constitución anímica ya era especialmente madura? Verán, Kant dice que los conocimientos matemáticos son a priori. Con a priori quiere decir que se adquieren antes del conocimiento empírico externo, antes de la experiencia. Es una sutileza verbal. Este a priori no dice nada. La palabra solo cobra sentido cuando, desde la ciencia espiritual, se puede señalar que las matemáticas surgen de nosotros, que son algo que viene del interior del ser humano a la conciencia humana. ¿Y de dónde provienen? Pues bien, provienen de las experiencias que hemos vivido en el mundo espiritual antes de la concepción o antes del nacimiento. Allí vivíamos en el gran y vasto universo. Allí experimentamos lo que podíamos experimentar antes de tener nuestros ojos y oídos físicos. Allí experimentamos a priori la vida en la Tierra. Lo que se experimenta allí a priori, hoy asciende inconscientemente desde nuestro interior hacia nuestra conciencia. El ser humano no sabe, a menos que lo experimente como Novalis a través de una intuición de este tipo, que cuando matematiciza, afloran las experiencias anteriores al nacimiento o la concepción. Para quien es capaz de ver estas cosas de la manera correcta, el mero hecho de reconocerlo matemáticamente es una prueba de que existía en un mundo espiritual antes de la concepción. Para aquellos para quienes esto no es una prueba de una vida prenatal, existe el otro hecho de que no reflexionan lo suficiente sobre los fenómenos de la vida, que no tienen ni idea de cuál es realmente el origen de las matemáticas.
Los discípulos de los antiguos misterios, que se encontraban en ese estado de sabiduría, tal y como se había conservado en los últimos restos de los magos de Oriente, obtuvieron una clara impresión de ello: cuando miramos las estrellas de tal manera que, con nuestros cálculos, las atravesamos con líneas matemáticas, entonces extendemos por las extensiones exteriores del espacio aquello en lo que hemos vivido antes de nuestro nacimiento. Y así se sentía un discípulo de los misterios sagrados, diciéndose a sí mismo: ahora vivo aquí en la Tierra, miro a través de mis ojos al espacio cósmico, percibo lo que me rodea espacialmente. También antes de mi nacimiento o concepción yo vivía dentro de estas manifestaciones del espacio cósmico. Allí yo mismo contabilizaba de estrella en estrella lo que ahora solo puedo imaginar aquí de forma representativa mediante las matemáticas; allí yo mismo me apresuraba con las fuerzas internas de estrella en estrella; allí vivía en lo que ahora solo construyo. De este modo, todo lo que los seres humanos habían experimentado antes de nacer o ser concebidos se les hacía presente. Por eso lo aceptaban también en un sentido sagrado. Por eso también sabían: es el mundo espiritual en el que se están integrando, es el mundo en el que vivieron antes de llegar a la Tierra. Este conocimiento del mundo que el ser humano atraviesa antes de llegar a la Tierra estaba presente en un último vestigio en los magos de Oriente; a través de él reconocieron la llegada de la entidad de Cristo.
¿De dónde procedía la esencia de Cristo? Provenía del mundo que atravesamos entre la muerte y un nuevo nacimiento, y se unió a la vida que atravesamos entre el nacimiento y la muerte. La ciencia que se ocupa del mundo que atravesamos entre la muerte y un nuevo nacimiento puede, por lo tanto, revelar algo así como el misterio del Gólgota. Por medio de esta ciencia se reveló a los magos el misterio del Gólgota, el misterio de la Navidad.
Al vivir aquí en la Tierra y desarrollar lo que le aportan sus conocimientos sobre el entorno, lo que impulsan sus acciones y su vida social, el ser humano experimenta inconscientemente algo más. No lo sabe, pero al igual que experimenta las secuelas de su vida prenatal, también experimenta lo que luego atraviesa la puerta de la muerte y se convierte en el contenido de la vida después de la muerte. Son las fuerzas que ya están presentes en estado embrionario entre el nacimiento y la muerte y que solo se desarrollan plenamente en la vida después de la muerte. Estas fuerzas actuaban con gran intensidad en la antigua clarividencia instintiva; y aún actuaban en su último vestigio en los pobres pastores del campo a través de su especial piedad. Entre el momento de conciliar el sueño y el de despertar, vivenciamos estas fuerzas especialmente cuando nuestra alma está fuera de la corporeidad y vive en el espacio exterior. Entonces vive de tal manera que solo volverá a vivir conscientemente cuando haya abandonado el cuerpo físico externo después de la muerte. Estas fuerzas, que pueden penetrar en la vida diaria desde el mundo dormido y del sueño en estados especiales, eran muy activas en la antigua clarividencia instintiva. Los pobres pastores experimentaron estas fuerzas, y en ellas se les reveló lo que, desde otro lado distinto al de los tres magos, les anunciaba el misterio del Gólgota.
¿Qué se experimenta a través de aquellas fuerzas que son especialmente propias del ser humano entre la muerte y un nuevo nacimiento, cuando se avivan en la vida entre el nacimiento y la muerte, como en el caso de los magos de Oriente? Se experimenta aquello que ocurre más allá de lo terrenal. Se ve uno transportado desde la Tierra al mundo de las estrellas, en el que se encuentra entre la muerte y un nuevo nacimiento. Ese era el mundo al que fueron introducidos los magos de Oriente, lejos de la Tierra, en el espacio celeste.
¿Qué se experimenta a través de aquellas fuerzas que ascienden interiormente, especialmente en el mundo de los sueños, que provienen del interior del ser humano? Se experimenta lo que ocurre en el interior de la Tierra. Allí actúan preferentemente las fuerzas telúricas, aquellas fuerzas que tenemos a través de nuestro cuerpo, a través de la morada en nuestro cuerpo. Actúan especialmente en lo que vivimos entre el momento de dormirnos y el de despertarnos. También estamos allí en el mundo exterior, pero preferentemente en aquel mundo exterior que pertenece a la Tierra.
Nos dirán: eso contradice la verdad de que estamos fuera de nuestro cuerpo. — No es una contradicción. Solo se percibe lo que está fuera; no se percibe aquello en lo que se vive. Solo aquellas personas que son especialmente ignorantes en ciertos ámbitos y desean desarrollar un conocimiento puramente retórico logran pasar por alto fácilmente estas cosas con frases hechas y decir, por ejemplo: No importaría fundar una ciencia espiritual con un conocimiento obtenido fuera del ser humano, porque lo importante es precisamente que el ser humano obtenga un conocimiento interior además del conocimiento exterior de la naturaleza. Sí, con tal torrente de frases se pueden fundar hoy escuelas de sabiduría en Darmstadt, pero uno sigue siendo solo un charlatán, aunque funde escuelas de sabiduría. Porque si se entiende el asunto de la manera correcta, se puede incluso decir: sí, hay que describir el mundo desde dentro para llegar a lo suprasensible; pero entonces hay que entrar primero en el interior, y lo que entonces es exterior hay que contemplarlo desde fuera del cuerpo, y hay que contemplar el cuerpo desde fuera. Sin embargo, los discursos de Keyserling sobre la contemplación desde el punto de vista espiritual no quieren realmente penetrar en el interior humano, sino que se sirven de meras frases hechas. Por eso es así: cuando estamos en el estado entre el dormir y el despertar, miramos hacia atrás y, en cierto modo, sentimos nuestro cuerpo. Sentimos, pues, aquello en lo que nuestro cuerpo está relacionado con lo terrenal; pues es de la tierra. Los pobres pastores en el campo sintieron realmente la revelación de la tierra desde su cuerpo, al percibir en un estado onírico lo que sucedía como la voz del ángel.
Y esto concuerda plenamente con el misterio del Gólgota, que la revelación vino desde dos lados: la de los magos desde la astronomía, la de los pastores desde la revelación terrenal. Porque llega un ser celestial, un ser que hasta entonces no pertenecía a la Tierra. Esto hay que reconocerlo en su llegada desde la sabiduría celestial. Así se aprende a reconocer que algo desciende del cielo. Si se tiene la sabiduría de los pastores, se aprende a conocer la Tierra; se siente el tejido y la vida de la Tierra, que percibe la llegada del ser celestial. Es el mismo anuncio desde el otro lado. De manera maravillosa, se ha fusionado lo que se comunica a los seres humanos como un acontecimiento unitario desde dos lados.
Y si observamos ahora la forma en que la humanidad percibió el acontecimiento del Gólgota, debemos decir que, en este y en otros aspectos, solo quedaban restos de la antigua sabiduría. Ya he señalado cómo, con los restos de la antigua sabiduría, con una cierta gnosis, se entendió inicialmente el misterio del Gólgota en los primeros siglos de nuestra era. Luego se intentó cada vez más penetrar en el acontecimiento del Gólgota mediante el mero análisis intelectual. Y en el siglo XIX surgió gradualmente el naturalismo en este ámbito de creencias. Ya no se comprendía nada del contenido suprasensible del acontecimiento del Gólgota. Cristo se convirtió en un simple sabio de Nazaret, entendido desde un punto de vista naturalista. Se hizo necesario un nuevo enfoque espiritual del misterio del Gólgota. No hay que confundir el hecho del misterio del Gólgota con la forma en que los seres humanos se relacionan con este hecho en su comprensión.
Ahora bien, esa condición anímica que tenían los pastores en el campo, que tenían los magos de Oriente, aún existía en sus últimos vestigios en el momento en que se produjo el misterio del Gólgota. Todo eso ha cambiado en la evolución de la humanidad. Las cosas cambian y sufren metamorfosis.
¿Qué ha sido de la sabiduría de los magos de Oriente? Se ha convertido en nuestras matemáticas con su astronomía. Los magos tenían un conocimiento sobrenatural que, en el fondo, era un recuerdo grandioso de la vida prenatal. Esto se ha reducido y atrofiado en nosotros hasta convertirse en nuestra comprensión matemático-mecánica del cielo, en la que no aplicamos nada más que las leyes de las matemáticas y la mecánica a las apariencias externas. Lo que surge de nuestro interior, precisamente cuando miramos lo que nos ha quedado de la astronomía matemática, es la metamorfosis actual de lo que tenían los magos.
Y si observamos lo que es nuestro conocimiento sensorial externo, —la mera percepción visual y auditiva—, vemos que es el conocimiento interno exteriorizado de los pastores en el campo. Aquello que a los pastores en el campo les revelaba los secretos internos de la existencia terrenal, a nosotros nos deja indiferentes al observar el mundo exterior con nuestra ciencia natural. Nuestra observación científica es hija de la sabiduría de los pastores. Pero la hija se parece muy poco a la madre. Y nuestras matemáticas, que se convierten en astronomía, son hijas de la sabiduría de los magos. La humanidad tenía que pasar por eso. Cuando nuestros naturalistas se sientan con su árida investigación en los laboratorios, en las clínicas, ya no tienen mucho en común con los pastores, sino que es la metamorfosis rectilínea de la sabiduría de los pastores. Y nuestros matemáticos son los sucesores directos de los magos de Oriente. Lo externo se ha vuelto interno, lo interno se ha vuelto externo. Y con ello, en el fondo, nos hemos alejado mucho de la comprensión del misterio del Gólgota; y debemos ser conscientes de ello. Sí, nos hemos alejado mucho de esta comprensión. Pero quizás los que más se han alejado de esta comprensión son muchos de los que hoy en día se llaman a sí mismos, en sentido oficial, predicadores y anunciadores del cristianismo.
Con las facultades cognitivas, sensoriales y religiosas que hoy en día actúan en el ser humano, ya no es posible comprender el verdadero significado del acontecimiento del Gólgota. Es necesario redescubrirlo por completo. La sabiduría mágica se ha convertido en matemáticas áridas, cuyas imágenes solo permiten contemplar el cielo; se ha vuelto interior. Lo interior debe revivir. En cierto modo, lo exterior debe reconstruirse desde dentro.
Traten ustedes ahora de comprender, desde este punto de vista, el contenido de un libro como mi «Ciencia oculta en líneas generales». Los magos contemplaban los mundos estelares; veían en ellos lo espiritual, porque podían ver la experiencia humana antes del nacimiento. Esto se ha vuelto abstracto en nuestras matemáticas. Pero las mismas fuerzas que desarrollan nuestras matemáticas pueden volver a cobrar vida, intensificarse en la contemplación imaginativa. Entonces de nuestro interior nace un mundo que, aunque lo creamos desde dentro, contemplamos como el mundo exterior, que ahora nos es como Saturno, el Sol, la Luna, la Tierra, Júpiter, Venus y Vulcano. Vemos el cielo a través de la contemplación interior, como los sabios de Oriente percibieron los misterios del Gólgota a través de la contemplación exterior. Lo exterior se ha vuelto interior, ha llegado a la abstracción de las matemáticas; por lo tanto, lo interior debe ampliarse de nuevo al universo exterior, ya que la contemplación interior nos lleva de nuevo a una nueva astronomía, a una astronomía vivida interiormente.
Solo mediante esta nueva forma de entender a Cristo podemos hoy en día comprender con cierto sentido lo que es la Navidad. ¿Tiene la Navidad aún un significado especial para la mayoría de las personas hoy en día? Se ha convertido en una bonita costumbre, que no es muy antigua, apenas tiene ciento cincuenta años, convertir el árbol de Navidad en el símbolo de esta festividad. El árbol de Navidad no apareció hasta el siglo XIX. ¿Qué es? Uno puede esforzarse por encontrar el significado del árbol de Navidad. Precisamente cuando uno se esfuerza y sabe cómo ha ido creciendo poco a poco el árbol de Navidad, cómo ha pasado de ser la pequeña rama que el sirviente Ruprecht, San Nicolás, llevaba en sus brazos el 6 de diciembre, a convertirse en el árbol de Navidad, precisamente cuando se sigue la historia del árbol de Navidad, se llega a la conclusión de que el árbol de Navidad tiene que ver directamente con el árbol del paraíso. La conciencia humana se dirige hacia el árbol del paraíso, hacia Adán y Eva. ¿Qué significa esto? Es una versión de cómo se proclama de nuevo en nuestra época el misterio del Gólgota.
Uno se aleja del misterio del Gólgota y vuelve a la creación del mundo, al punto de partida del mundo. No se comprende el sentido de la redención del mundo y se vuelve de nuevo al Dios creador del mundo. Esto se expresa en la desaparición gradual del símbolo navideño propiamente dicho, el símbolo del pesebre, que estaba tan presente en las representaciones navideñas de siglos anteriores, y en el surgimiento del árbol de Navidad, que en realidad es el árbol del paraíso. La antigua religión de Yahvé ha vuelto a ocupar el lugar de la religión de Cristo, y el árbol de Navidad es el símbolo de este resurgimiento de la religión de Yahvé. Solo que esta religión de Yahvé se multiplica entre los seres humanos. Porque Yahvé fue venerado con razón como el Único en una época en la que su pueblo se sentía precisamente como el pueblo único, que no veía más allá de sus fronteras y esperaba que algún día llenaría toda la Tierra.
En nuestra época, la gente habla de Cristo Jesús y solo venera a Yahvé. Porque en las distintas nacionalidades, como se ha demostrado especialmente durante la guerra, se hablaba de Cristo, pero solo era el Dios original, el Dios Yahvé que vivía en la herencia, en la naturaleza. El árbol de Navidad, por un lado, y los dioses nacionales, que no alcanzaban el nivel cristiano, por otro, hicieron que los seres humanos regresaran de la comprensión del misterio del Gólgota a la comprensión de una época mucho más antigua. En la afirmación del principio de nacionalidad, en la proclamación de que los distintos pueblos siguen a sus dioses, hay un retroceso a la antigua religión de Yahvé. Los que más niegan a Cristo son aquellos que quieren adorarlo de alguna forma nacional.
Lo que hay que tener en cuenta es que en cualquier tipo de anuncio, ya sea el anuncio de los pastores o el de los magos, hay algo muy humano en general, porque la Tierra es común a todos los seres humanos. Y al recibir el anuncio de la Tierra, los pastores recibieron un anuncio que no puede variar en función de la nación, que no puede diferenciarse en función de la nación. Y al recibir los magos el gran anuncio del sol, el anuncio del cielo, también ellos han recibido algo universalmente humano. Porque si el sol ha brillado primero en el territorio de un pueblo, también brilla en el territorio de otro. El cielo es común a todos, la tierra es común a todos. Lo universalmente humano cobra vida en la humanidad con el cristianismo. A ello se refiere también la representación navideña, que se manifiesta en el doble anuncio. Tales cosas, que eran plenamente comprensibles para un estado de ánimo completamente diferente, solo vuelven a ser comprensibles hoy en día a través de la ciencia espiritual.
¿Y cómo es tratada esta ciencia espiritual? — Pues bien, es tratada de manera muy extraña precisamente por aquellos que se autodenominan representantes oficiales del cristianismo. Seguramente hay algunos entre ustedes que han visto en Dornach ese grupo con la figura de Cristo en el centro, que se colocará en el extremo este del Goetheanum de Dornach. Saben que cuando explico esta figura de Cristo, explico cómo es, según mi opinión, el rostro ideal del ser humano, tal y como me parece que es el rostro real de Cristo. Los que han visto la figura recordarán que es un rostro puramente humano e idealizado. Ahora la figura ha avanzado un poco más en los últimos tiempos, pero mientras se exhibía era, hasta la mitad inferior, un bloque de madera tal y como lo hicieron los trabajadores. Porque en la parte inferior se expresará especialmente la voluntad al caminar. Esta figura está rodeada en la parte superior por dos figuras luciféricas, separadas de la figura de Cristo, y en la parte inferior por dos figuras ahrimánicas. Ahora bien, hay un predicador misionero llamado Frohnmeyer. Ha publicado un librito sobre la teosofía. En él se trata también, de manera muy superficial, la antroposofía. Allí se dice —y no como si alguien se lo hubiera contado, sino como si él mismo hubiera estado allí y lo hubiera visto—, allí se dice en este escrito: en Dornach se representará a un Cristo que tiene rasgos luciféricos en la parte superior y rasgos animales en la parte inferior.
A menudo he oído decir que, por las noches, se puede comprobar el estado del alma de una manera muy especial: al llegar a casa, uno se acuesta en la cama y coloca el sombrero de copa sobre la colcha. Si el sombrero está solo, significa que se está sobrio; si hay dos, significa que se está completamente borracho. — Bueno, quien ve en Dornach la figura de Cristo con rasgos luciféricos en la parte superior y rasgos animales en la parte inferior, se encontraba sin duda en la situación de un hombre que ve dos sombreros de copa cuando ha colocado uno sobre la colcha.
El asunto tiene un trasfondo muy serio, porque lo escribe una persona que es predicador misionero cristiano. Aparece en un escrito en el que hay otras cosas con el mismo contenido de verdad. Hace algún tiempo, una facultad de teología le concedió el título de Doctor en Teología. El hombre enseña en una facultad de teología, donde está inscrito como profesor. Pueden imaginarse el contenido verídico que puede tener la enseñanza de una persona que tiene tal relación con la verdad y que afirma haber visto lo que describe.
Así están hoy las cosas con la veracidad de aquellos que quieren representar oficialmente al cristianismo. Les pregunto: ¿no son precisamente estos representantes cristianos, es decir, anticristianos, —anticristianos por su carácter falso y mentiroso—, los que demuestran la necesidad de una renovación del cristianismo? ¿No son estas personas la prueba viviente de que el cristianismo necesita una renovación? Quizás sea también por esta razón por lo que resulta más comprensible que estas personas tengan enemigos tan acérrimos: ¡porque debe salir a la luz qué clase de cristianos son! Por supuesto, ellos no quieren eso. Quieren seguir pescando en aguas turbias, quieren proclamar sus calumnias y falsedades por todas partes y luego presentarse a sí mismos como faros del cristianismo.
Hoy debemos grabar esto en nuestro corazón: cuando pensamos en el misterio de la Navidad, necesitamos realmente contemplar un nacimiento. No debemos limitarnos a hablar de la Navidad ni a hablar solo en nuestros sentimientos, sino que debemos contemplar algo que debe renacer en nuestro tiempo. El verdadero cristianismo, en verdad, debe renacer. Necesitamos una Navidad mundial. La ciencia espiritual quiere ser lo que prepara de manera adecuada una Navidad mundial entre los seres humanos.
Traducido por J.Luelmo oct,2025