GA113 Munich 31 de agosto de1909 Los secretos del número. El número siete y el número doce. Tiempo y espacio.

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ORIENTE A LA LUZ DE OCCIDENTE

RUDOLF STEINER

9ª conferencia

Munich 31 de agosto de1909

 

Los secretos del número. El número siete y el número doce. Tiempo y espacio.  Los planetas y el zodiaco. El bien y el mal. La Sustancia Cristo y la Sabiduría Bodhisattva. Jesús de Nazaret y el Cristo, Escitas, Gautama Buda, Zaratustra, Manes. La infusión de la sabiduría de Bodhisattva en los Misterios Europeos de la Rosa Cruz. La leyenda de Josafat- Los hechos expuestos al final del último capítulo, no pueden dejar de ser un tanto ininteligibles para las personas que se encuentran con ellos por primera vez, ya que pertenecen a los secretos de los números. Y los secretos de los números son los que, en sentido comparativo, son más difíciles de dominar.

Se ha dicho que existe una cierta relación entre los números siete y doce, y que esta relación tiene algo que ver con el tiempo y el espacio. Ahora bien, este profundo misterio puede, poco a poco, ser comprendido por todo el mundo, pero para el tipo de cognición que hoy sólo se reconoce como tal, tiene que seguir siendo un mero enunciado.

 Tiene que ser dilucidado, explicado. La comprensión de la "maquinaria" del mundo puede alcanzarse, como ya he indicado, distinguiendo entre las condiciones que son esencialmente del espacio y las que pertenecen esencialmente al tiempo. Comprendemos el mundo que nos rodea principalmente en términos de espacio y tiempo; pero si no nos limitamos a hablar de tiempo y espacio en un sentido abstracto y nos esforzamos por comprender cómo se regulan las condiciones en el tiempo y cómo se relacionan los diferentes seres en el espacio, hallaremos un hilo que conduce, por un lado, a través de las complicadas relaciones del tiempo y, por otro, a través de las complejas condiciones del espacio. Observamos, en primer lugar, el curso de los acontecimientos mundiales a la luz de la ciencia espiritual. Miramos hacia atrás, hacia las encarnaciones anteriores del hombre, de las razas y de las civilizaciones, así como de la propia tierra. Construimos en nuestro interior una idea de lo que sucederá en el futuro, es decir, en el tiempo. Y siempre veremos nuestro camino, si juzgamos la evolución en el tiempo a partir de un marco construido por medio del número siete. No debemos construir y especular y atribuir todo tipo de significados al número siete; sólo debemos perseguir los hechos desde el punto de vista del número siete. En primer lugar, este número siete es sólo un medio para facilitar nuestra tarea. Tomemos, por ejemplo, un hombre cuya visión espiritual está tan abierta que puede examinar los datos de los Registros Akásicos del pasado. Él puede utilizar el número siete como guía y darse cuenta de que lo que sigue su curso en el tiempo se construye sobre la base del número siete; lo que se repite en diversas formas puede muy bien ser analizado utilizando el número siete como fundamento y partiendo de éste como base. En este sentido es correcto decir que como la tierra pasa por varias encarnaciones hay que buscar sus siete encarnaciones. Saturno, Sol, Luna, Tierra, Júpiter, Venus y Vulcano. 

Dado que las civilizaciones humanas pasan por siete encarnaciones, debemos buscar sus conexiones utilizando una vez más el número siete como base. Consideremos, por ejemplo, las civilizaciones de la época postatlante. La antigua india es la primera, la segunda es la antigua persia, la tercera la caldaica-egipcia, la cuarta la grecolatina, la quinta la nuestra y esperamos dos más, la sexta y la séptima que sucederán a la nuestra. También podemos encontrar nuestro camino, en el estudio del Karma de un individuo tratando de mirar sus tres encarnaciones anteriores. Empezando por la encarnación de un hombre del presente y mirando hacia atrás en sus tres encarnaciones anteriores, es posible sacar ciertas conclusiones sobre sus tres encarnaciones siguientes. Las tres encarnaciones anteriores y la actual, más las tres siguientes hacen siete de nuevo. El siete es una clave para todo lo que ocurre en el tiempo.

Por otra parte, el número doce es una clave para todas las cosas que coexisten en el espacio. La ciencia, que al mismo tiempo era sabiduría, siempre fue consciente de ello. Decía: "Es posible encontrar el camino correcto conectando la relación espacial de todo lo que ocurre en la tierra con doce puntos permanentes en el espacio, - los doce signos del Zodíaco en el cosmos". Estos son los doce puntos básicos con los que todo está relacionado en el espacio. Esta declaración no fue un rendimiento arbitrario del pensamiento humano, sino que el poder del pensamiento en aquellos primeros tiempos había aprendido de la realidad y así comprobó el hecho de que el espacio se comprendía mejor cuando se dividía en doce partes constitutivas, haciendo así del número doce una clave para todas las relaciones espaciales. Pero en la cuestión de los cambios, es decir, en el elemento tiempo, los siete planetas fueron dados como pista por una ciencia aún más antigua. El siete es aquí la pista.

¿Cómo se aplica esto a la evolución de la vida humana? Hemos dicho que hasta el momento de la evolución humana caracterizado por el advenimiento del impulso crístico, es un hecho que cuando un hombre miraba en su ser interior, cuando buscaba el camino hacia el mundo de los dioses a través del velo de su ser interior, entraba, -para usar un nombre colectivo-, en el mundo luciférico. Este también era el camino por el que, en aquellos tiempos, el hombre buscaba la sabiduría, mediante el cual trataba de adquirir un conocimiento más elevado sobre el mundo, que el que podía encontrar tras la cubierta del mundo sensorial externo. Su búsqueda consistía en sumergirse en su mundo interior; pues en este mundo se originaban las intuiciones e inspiraciones de la vida moral y ética, así como surgían allí las intuiciones de la conciencia. Y, por supuesto, todas las demás intuiciones e inspiraciones que pertenecen a la naturaleza moral, a lo perteneciente al alma, surgieron de ese mundo anímico. Por lo tanto, esas elevadas individualidades que eran los líderes de la humanidad en la antigüedad, tenían necesariamente que ponerse en contacto primero con la vida interior de un hombre si querían dar instrucción sobre lo que pertenece a lo más elevado de la humanidad. Los Santos Rishis tuvieron que ponerse en contacto con la vida anímica del hombre, con su ser interior, es decir, como lo hicieron todos los grandes maestros de la humanidad en las civilizaciones más antiguas. Pero la vida anímica del hombre pertenece al tiempo; sigue su curso en el tiempo. Aquello que nos rodea exteriormente se agrupa en el espacio; aquello que sigue su curso interiormente, se agrupa en el tiempo. De ahí que todo lo que quiera hablar al ser interior del hombre deba utilizar la clave del número siete. ¿Cómo podemos entender mejor un ser con un mensaje para la vida interior del hombre? ¿Cómo podemos, por ejemplo, comprender mejor a esos seres con sus características fundamentalmente individuales a los que llamamos los Santos Rishis? Relacionándolos con la vida del alma que sigue su curso en el tiempo. Por eso, en aquellas épocas antiguas en las que hablaban los grandes sabios, se hacía sobre todo una pregunta: "¿De dónde han descendido?". De la misma manera que podríamos preguntar a un hijo "¿Quiénes son tu padre y tu madre?", la ascendencia, el elemento temporal, era entonces el tema de la investigación. Al conocer a un sabio, la principal preocupación era: "¿De dónde viene? ¿Quién fue el ser que le precedió? ¿Cuál es su ascendencia? ¿De quién es hijo? Por lo tanto, al hablar del mundo luciférico, había que tomar como base el número siete y el interés era de quién era el hijo que se dirigía al alma humana. Hablamos de los hijos de Lucifer en este sentido cuando hablamos de aquellos que en la antigüedad enseñaban sobre el mundo espiritual que se oculta tras el velo de la vida del alma, tras lo que pertenece al tiempo.

Pero el Cristo entra en una categoría totalmente diferente. El Cristo no descendió a la tierra por el camino del tiempo. El Cristo vino a la tierra en un momento determinado, pero desde fuera, desde el espacio. Zaratustra lo vio cuando dirigía su mirada al sol, y hablaba de Él como Ahura Mazdao. A la visión espiritual del hombre en el espacio, Ahura Mazdao se acercaba cada vez más hasta que descendió y se convirtió en Hombre. Por lo tanto, aquí el interés radica en el acercamiento a través del espacio, no en la secuencia temporal. El acercamiento a través del espacio, este advenimiento del Cristo desde la infinitud del espacio hasta nuestra tierra, tiene un valor eterno y no temporal. Esto está relacionado con el hecho de que la obra de Cristo en la tierra no se lleva a cabo sólo bajo las condiciones del tiempo. Él no trae a la tierra nada que corresponda a las relaciones entre padre e hijo, o madre e hijo, que se dan bajo las condiciones del tiempo, sino que trae al mundo algo que se desarrolla lado a lado, que coexiste. Los hermanos viven uno al lado del otro, coexisten. Los padres, los hijos y los nietos viven uno tras otro en el tiempo, y las condiciones del tiempo expresan su relación individual entre sí. Pero el Cristo como Espíritu del Espacio aporta un elemento espacial a la civilización de la tierra. Lo que Cristo aporta es la coexistencia de los hombres en el espacio, una condición de creciente comunidad anímica al margen de las condiciones del tiempo. La misión del planeta Tierra en nuestro sistema cósmico es traer el amor al mundo. Antiguamente, la tarea de la Tierra era traer el amor con la ayuda del tiempo. En la medida en que a través de las condiciones de la ascendencia y la descendencia, la sangre se derramaba de generación en generación, de padre a hijo y a nietos, los que estaban conectados a través del tiempo eran ipso facto aquellos que se amaban. Las conexiones familiares, las relaciones consanguíneas, la corriente descendente de sangre a través de las generaciones que se sucedían en el tiempo, constituían la base del amor en la antigüedad. Y los casos en los que el amor adquiría un carácter más moral, también estaban arraigados en las condiciones del tiempo. Los hombres amaban a sus antepasados, a aquellos que les habían precedido en el tiempo. Por medio de Cristo llegó el amor de alma a alma, de modo que lo que está al lado, lo que coexiste en el espacio entra en una relación que al principio estaba representada por hermanos y hermanas que vivían al lado y al mismo tiempo - la relación de amor fraternal que un alma humana está destinada a llevar hacia otra en el espacio. Aquí la condición de la vida coexistente en el espacio comienza a adquirir su especial significado.

De ahí que, en la antigüedad, fuera natural hablar de aquellos que estaban conectados por la regla del número siete: los siete Rishis, y los siete Sabios. Pero Cristo está rodeado de doce Apóstoles en los que vemos los prototipos del hombre conviviendo, coexistiendo en el espacio. Y este amor que, independientemente de las épocas sucesivas, ha de abarcar todo lo que existe codo a codo en el espacio, entrará en la vida social de la tierra a través del principio crístico. Amar lo que nos rodea con amor de hermano, eso es seguir a Cristo. Por lo tanto, si hablamos en los tiempos antiguos de los hijos de Lucifer, el principio de Cristo es el impulso que nos hace decir: "Cristo es el primogénito de muchos hermanos". Y la relación de hermandad con Cristo, el sentirse atraído no como a un padre, sino como a un hermano, a quien se ama como a un hermano mayor, pero sin embargo como a un hermano, es la relación fundamental que los hombres han aprendido a asumir como consecuencia del descenso del principio crístico a la tierra.

Por supuesto, estos son sólo ejemplos que ilustran y aclaran, aunque no prueban, la relación entre los números siete y doce. Por lo tanto, cuanto más brilla la influencia de Cristo en el mundo, más se alude a la naturaleza y la realidad de las cosas agrupándolas en doce, como por ejemplo, las doce tribus de Israel, los doce Apóstoles, etc. En este sentido, el número doce tiene un significado místico y secreto en lo que respecta a la evolución de la tierra.

Esto puede denominarse el aspecto externo, la visión exterior del gran cambio que tuvo lugar en la evolución terrestre mediante la penetración del principio crístico. Podríamos hablar extensamente sobre la relación del número siete con el número doce y tendríamos que dejar incomprensible mucho de lo que concierne a los profundos misterios de nuestro universo. Si lo que se ha dicho en la elucidación de los números siete y doce se toma como pistas de las relaciones existentes en el tiempo y en el espacio, podremos penetrar más y más profundamente en los secretos del universo. Pero para todos nosotros esta relación entre los números siete y doce debe ser, en primer lugar, una relación que, aparte de todo lo demás, indica lo profundamente trascendental que fue el acontecimiento de Cristo para el mundo, y lo necesario que es desde entonces buscar otra pista numérica si queremos encontrar nuestro camino en él.

Pero también hay una relación interna de espacio y tiempo que sólo puedo indicar aquí a grandes rasgos, con la que los números doce y siete tienen algo que ver. Y mi ilustración se hará como era habitual en los misterios cuando se representaban las relaciones del doce con el siete en el cosmos. Se ha dicho que si no consideramos el espacio universal en un sentido abstracto, sino que relacionamos realmente las condiciones terrestres con el espacio universal, debemos referir esas condiciones terrestres al círculo descrito por los doce puntos esenciales del Zodíaco, a saber, Aries, Tauro, Géminis, Cáncer, Leo, Virgo, Libra, Escorpio, Sagitario, Capricornio, Acuario y Piscis. Estos doce puntos del Zodíaco no sólo eran los símbolos del mundo real y verdadero para los seres espirituales divinos más antiguos, sino que se pensaba que los propios símbolos se correspondían, en cierto sentido, con la realidad. Incluso cuando la Tierra estaba encarnada como el antiguo Saturno, las fuerzas que emanaban de estas doce direcciones actuaban sobre ese antiguo planeta; así lo hicieron más tarde sobre el antiguo Sol, y sobre la antigua Luna, y lo hacen ahora y seguirán haciéndolo en el futuro. Por lo tanto, tienen como la naturaleza de la permanencia, son mucho más sublimes que lo que surge y pasa dentro de nuestra existencia terrestre. Lo que está simbolizado por los doce signos del Zodíaco es infinitamente más elevado que lo que se transforma en el curso evolutivo de nuestro planeta desde el antiguo Saturno hasta el antiguo Sol y de éste a la antigua Luna y así sucesivamente. La existencia planetaria surge y desaparece, pero el Zodíaco siempre está ahí. Lo que simbolizan los puntos del Zodíaco es más sublime que lo que en nuestra tierra desempeña su papel como oposición entre el bien y el mal.

En un capítulo anterior llamé la atención sobre el hecho de que al penetrar en el reino astral entramos en un mundo de cambios, donde algo que desde un punto de vista funciona para el bien, puede aparecer desde otro punto de vista como el mal. Estas diferencias entre el bien y el mal tienen su significado en la evolución y el siete es el número clave. Lo que es el símbolo de los dioses en los doce puntos del espacio, en los doce puntos de permanencia está por encima del bien y del mal. En el espacio tenemos que buscar los símbolos de aquellos seres divino-espirituales que considerados en sí mismos y sin referencia a sus efectos sobre nuestra esfera terrestre, están más allá de las diferencias entre el bien y el mal.

Pero ahora concibamos que lo que se convierte en nuestra tierra comienza a ser activo. Eso sólo puede suceder por una división, por así decirlo, que se produce en las deidades permanentes y lo que tiene lugar entra en una relación diferente con estos dioses de la permanencia, que están divididos en dos esferas, en una esfera del bien y una esfera del mal. En sí mismos, ninguno es bueno ni malo; pero en la medida en que influye en la evolución de la tierra, a veces es bueno, a veces es malo; de modo que todo lo que pertenece a la una puede describirse como la esfera del bien, y lo que pertenece a la otra, como la esfera del mal. Para obtener la concepción correcta, debemos considerar las civilizaciones de la era post-Atlante, que han pasado por las antiguas civilizaciones india, persa, caldea y egipcia, y que también pasarán por las civilizaciones que han de seguir a éstas, hasta la próxima gran catástrofe, y más allá de ella. Si nos preguntamos dónde hay una imagen más verdadera de lo que atraviesa toda la evolución de la humanidad, que la que puede encontrarse en la percepción de los sentidos o en el intelecto humano, debemos recurrir a la ciencia oculta y preguntar qué es lo que hay que descubrir en el mundo espiritual, y que se mueve más o menos como una corriente espiritual continua a través de todas estas siete civilizaciones. En la sabiduría de Oriente se ha formado una palabra para aquello que recorre todas estas civilizaciones; es -si se considera su verdadera naturaleza- no una abstracción, sino algo concreto -es un Ser. Y si queremos describir más íntimamente a este Ser, del que en realidad todos los demás seres -ya sean los siete santos Rishis o incluso los seres superiores que no descienden a la encarnación física- son los mensajeros, podemos designarlo con un nombre que ha sido utilizado con razón por Oriente. Toda revelación y toda la sabiduría del mundo pueden remontarse finalmente a esta única fuente, la fuente de la sabiduría primigenia, bajo el dominio de un Ser que evoluciona a través de todas y cada una de las civilizaciones de la era post-atlante antes mencionadas, que aparece en cada época bajo una u otra forma, pero que es siempre un Ser Único, el portador de la sabiduría que ha aparecido bajo las más variadas formas. Cuando describí en el último capítulo cómo los santos Rishis insuflaron esta sabiduría y la tomaron concretamente, esta alma de la luz que se difundió externamente y que fue insuflada como luz-sabiduría por los santos Rishis, fue la salida de lo sublime -no puedo profundizar en esto aquí- debemos comprender que lo que sólo pertenece en menor grado a la esfera de la bondad, también debe ser llamado bien. En cuanto lo que en el mundo espiritual (que como he dicho es permanente, eterno, no tiene nada que ver con el tiempo) pasa al tiempo, se divide en bien y mal. De los doce puntos de permanencia quedan los que pertenecen al bien, los cinco que están realmente dentro de la esfera del bien y los dos que están en la frontera, haciendo siete. Por lo tanto, hablamos de siete como lo que sobra de los doce. Cuando queremos hablar de lo que es bueno y que nos sirve de guía en el tiempo, debemos hablar de siete sabios, de siete Rishis, pues esto corresponde a la realidad. De ahí viene también la concepción de que siete signos del Zodíaco pertenecen al mundo de la luz, al mundo superior, y que los cinco inferiores, empezando por Escorpio, pertenecen al mundo de las tinieblas.

Esto es sólo una mera indicación que sirve para mostrar que el espacio, cuando abandona su esfera de eternidad y toma en sí las cosas creadas que corren su curso en el tiempo, se divide en el bien y el mal; y al sacar el bien, el siete se eleva de los doce; el siete se convierte entonces en el verdadero número para las condiciones temporales. Para las verdades, que pertenecen al tiempo, debemos tomar el número siete como pista; el resto, el número cinco nos llevaría al error. Este es el significado interno de estas cosas.

No se imaginen de momento que esto es muy difícil de entender, sino que se den cuenta de que el mundo es muy profundo y que debe haber cosas cuyo significado es muy difícil de descifrar.

Cristo vino al mundo para sentarse incluso con los publicanos y los pecadores. Vino para recoger lo que, de otro modo, habría tenido que ser expulsado del proceso del mundo. En la historia de Edipo tuvo que ser expulsado lo mismo que en la vida de Cristo fue recogido como una levadura, como lo corroboró la historia de Judas. Al igual que el pan nuevo debe ser fermentado con una pequeña porción del viejo, si ha de subir y extenderse; así el nuevo mundo debe tomar una levadura hecha de algo que salió del mal. Por eso, Judas, que había sido expulsado de todos los lugares, que incluso se había hecho imposible en la corte de Pilato, pudo ser admitido donde el Cristo estaba trabajando. Aquel que vino a sanar al mundo de tal manera que el siete pudo ser cambiado por el doce y lo que había sido representado por el número siete pudo ser representado en adelante por el número doce. El número doce nos es representado en primer lugar por los doce hermanos de Cristo, por los doce discípulos.

Esto debe servir como una ligera indicación del profundo cambio que se produjo así en toda nuestra evolución terrestre. Es posible dilucidar el significado del principio de Cristo, y de su entrada en la evolución de la tierra, desde muchos puntos de vista diferentes, y lo que acabamos de mencionar es uno de ellos.

Ahora pongamos una vez más ante nuestras almas lo que es una consecuencia de todo lo que ha pasado antes. La ciencia espiritual siente y reconoce, dondequiera que se cultive verdaderamente, que con Cristo, entró algo muy especial en la evolución de la tierra. Dondequiera que se estudie la verdadera ciencia espiritual, se siente y se reconoce que hay una cosa que atraviesa a todos los Seres de los que estamos hablando ahora. Y lo que entonces describimos como su sabiduría se había derramado en otras épocas (por ejemplo, en esa concepción muy diferente que se expresaba en la antigua época persa) desde el mismo Ser único, que es el gran maestro de todas las civilizaciones. El Ser que fue el maestro de los santos Rishis, de Zaratustra, de Hermes -el Ser que podemos designar como el gran maestro, que en las diferentes épocas se manifiesta de las más variadas maneras- el Ser que, como es natural, al principio permanece enteramente oculto a la visión externa- es designado, mediante una expresión tomada de Oriente, como la totalidad de los Bodhisattvas. La concepción cristiana lo designaría como el Espíritu Santo. El Bodhisattva es un Ser que atraviesa todas las civilizaciones, que puede manifestarse a la humanidad de diversas maneras. Tal es el Espíritu de los Bodhisattvas. Todas las épocas han admirado a los Bodhisattvas. Los santos Rishis, Zaratustra, Hermes y Moisés los admiraron; no importa cómo llamaban al Ser en el que percibían la encarnación del principio del Bodhisattva. Al Bodhisattva se le puede dar este único nombre, "El Gran Maestro", y a él miraban aquellos individuos que deseaban y podían recibir las enseñanzas de la era postatlante. Este espíritu de Bodhisattva de la era post-atlante ha tomado forma humana muchas veces, pero una de ellas nos interesa en particular. Un Bodhisattva adoptó esa forma humana radiante del Ser de Gautama Buda -no nos interesa por el momento de qué otra manera se manifestó también-. Y significó un avance de este Bodhisattva cuando ya no era necesario que permaneciera en los reinos espirituales superiores, cuando su desarrollo en los mundos espirituales era tal que podía dominar su corporalidad física hasta el punto de convertirse en hombre como Buda. Un Bodhisattva que avanza en la existencia humana es Buda. El Buda es una de las encarnaciones humanas de las figuras de la Sabiduría omnímoda que subyacen a la evolución de la tierra. En el Buda tenemos la encarnación de ese gran Maestro que puede ser llamado la esencia de la sabiduría misma. El Buda es el Bodhisattva que se ha convertido en un ser terrestre. Y no es necesario creer que un Bodhisattva se encarnó sólo en el Buda; porque uno de los Bodhisattvas se ha encarnado total o parcialmente en otras personalidades humanas. Tales encarnaciones no son todas semejantes; debe quedar bien claro que así como un Bodhisattva vivió en el cuerpo etérico de Gautama Buda, tal también vivió en los miembros de otros individuos humanos; y porque el ser de aquel Bodhisattva que heredó el cuerpo astral de Zaratustra se derramó en los miembros de otras individualidades, por ejemplo, Hermes, podemos -pero sólo si entendemos el asunto en este sentido- llamar encarnación de un Bodhisattva a otras individualidades que también son grandes maestros. Es lícito hablar de encarnaciones siempre recurrentes del Bodhisattva, pero debemos comprender que detrás de todos los hombres en los que se produjo la encarnación, el Bodhisattva se mantuvo como una parte de ese Ser que es la Sabiduría total personificada de nuestro mundo.

En este sentido, pues, contemplamos el elemento Sabiduría que en los antiguos tiempos fue impartido a la humanidad desde los mundos luciferinos. Cuando miramos esto, estamos mirando a los Bodhisattvas. Ahora bien, en la evolución postatlante existe un Ser que es fundamentalmente diferente de un Bodhisattva y que no debe confundirse con este último, aunque este Ser del que estamos hablando aquí, estuvo una vez encarnado en una individualidad humana que al mismo tiempo recibió la infusión del ser Bodhisattva-Buddha. Porque una vez vivió un hombre en el que encarnó el Cristo y porque al mismo tiempo las radiaciones del Bodhisattva entraron en esta individualidad humana, no debemos tomar lo esencial de esta encarnación como la encarnación del Bodhisattva en la personalidad que fue Jesús de Nazaret. Durante los últimos tres años, el principio de Cristo fue predominante y el principio de Cristo y el principio de Bodhisattva son fundamentalmente diferentes. ¿Cómo podemos evidenciar esta diferencia? Es sumamente importante para nosotros saber por qué el Cristo, que una vez se encarnó en un cuerpo humano -sólo una vez, nunca antes y nunca después- pudo encarnarse así. Desde entonces se puede llegar a Él por el camino que conduce a la esencia interior del alma humana; antes era accesible si la mirada, como en el caso de Zaratustra, se dirigía hacia el exterior. ¿En qué consiste, pues, la diferencia entre el Cristo, entre ese Ser al que debemos atribuir una posición tan central, y un Bodhisattva? Consiste en que el Bodhisattva es el Gran Maestro, la encarnación de la sabiduría, que impregna todas las civilizaciones, que se encarna de muchas maneras diferentes; pero el Cristo no es sólo un maestro -éste es el punto esencial- el Cristo no es sólo un maestro de los hombres. Es un Ser que podemos comprender mejor si nos expandimos a la esfera donde en las alturas espirituales deslumbrantes podemos encontrarlo como Objeto de Iniciación y donde podemos compararlo con otros seres espirituales. Hay regiones de la vida espiritual donde, liberado de todo el polvo de la tierra, podemos encontrar al sublime ser Bodhisattva en su esencia espiritual y donde podemos encontrar al Cristo despojado de todo lo que llegó a ser en la tierra o en sus alrededores. Allí encontramos el origen de la humanidad, la fuente de donde procede toda la vida: la fuente primigenia, espiritual. No encontramos sólo un Bodhisattva, sino una serie de Bodhisattvas.

Así como hay un Bodhisattva que subyace a nuestras siete civilizaciones sucesivas, hubo un Bodhisattva que subyace a las civilizaciones atlantes, y así sucesivamente. Encontramos en estas alturas espirituales una serie de Bodhisattvas, que fueron, para su época, los grandes maestros e instructores no sólo de la humanidad sino también de aquellos seres que no descienden a la región de la vida física. Los encontramos allí como los grandes maestros, allí reúnen lo que deben enseñar, y en medio de ellos hay un Ser que es grande no sólo porque enseña, y ese es el Cristo. No es grande sólo porque enseña, sino que es un Ser que actúa sobre los Bodhisattvas que lo rodean manifestándose a ellos. Él es visto por los Bodhisattvas y les revela Su Gloria. Los Bodhisattvas son lo que son por ser grandes maestros; el Cristo es para el mundo lo que Él es, por Su propio Ser, por Su propia Esencia. Sólo necesita ser visto, y la manifestación de Su propio Ser sólo necesita ser reflejada en Su entorno, para que las enseñanzas surjan. Él no es sólo un Maestro; Él es la Vida, una Vida que se derrama en los demás seres, que entonces se convierten en maestros.

Los Bodhisattvas son poderosos maestros porque desde sus alturas espirituales gozan de la dicha de poder ver a Cristo. Y cuando en el curso de la evolución de nuestra tierra encontramos encarnaciones de los Bodhisattvas, hablamos de grandes maestros de la humanidad, porque el principio Bodhisattva es lo más esencial en ellos. El Cristo no sólo enseña; aprendemos del Cristo para comprenderlo, para reconocer lo que es. Cristo es más un objeto que un sujeto de aprendizaje. La diferencia entre Cristo y los Bodhisattvas es que Él es para el mundo lo que es, porque el mundo es bendecido al verlo. Los Bodhisattvas son para el mundo lo que son porque son grandes maestros. Por lo tanto, si queremos mirar al ser vivo, a la fuente de vida de nuestra tierra, debemos mirar a la encarnación en la que se encarnó no un Bodhisattva (en la que este hecho fue la característica más importante de la encarnación), sino un Ser que no dejó Él mismo ninguna enseñanza, sino que reunió a su alrededor a los que difundieron los Evangelios y las enseñanzas relativas a Él por todo el mundo. Lo más importante es que no existe ningún documento escrito por el propio Cristo, sino que los maestros le rodean y hablan de Él, de modo que es el objeto y no el sujeto de la enseñanza. Es una circunstancia notable y de suma importancia con referencia al acontecimiento de Cristo que no se haya recibido nada de Él mismo, sino que otros hayan escrito sobre Su Ser. Por lo tanto, no es de extrañar que se nos diga que podemos encontrar todas las enseñanzas de Cristo también en otros credos; porque Cristo no es en absoluto un mero maestro. Es un Ser que desea ser comprendido como tal; no quiere calar en nosotros sólo a través de sus enseñanzas, sino a través de su vida. Podemos reunir todas las enseñanzas del mundo que nos sean accesibles, y aun así no tendremos lo suficiente para poder comprender al Cristo. Si los hombres de hoy no pueden dirigirse directamente a los Bodhisattvas, y con los ojos espirituales de los Bodhisattvas mirar a Cristo, entonces deben aprender de estos Bodhisattvas lo que eventualmente puede hacer comprensible a Cristo. Por lo tanto, si deseamos no sólo ser partícipes de Cristo, sino comprenderlo, no sólo debemos mirar lo que Cristo ha hecho por nosotros, sino que debemos aprender de todos los maestros de Occidente y de Oriente, y debemos considerar como algo sagrado el familiarizarnos con las enseñanzas de todo el mundo conocido; debemos dedicarnos a la sagrada tarea de comprender al Cristo en su plenitud por medio de la más alta enseñanza.

Ahora bien, los misterios siempre constituyen una preparación adecuada para el correspondiente deber de la humanidad. Cada época tiene su tarea especial; y cada época tiene que recibir la verdad en la forma particular que necesita esa época. La verdad en su forma actual no podría haber sido dada al antiguo indio, o al antiguo persa. La verdad tenía que ser dada a ellos en la forma adecuada a sus capacidades de percepción. Por lo tanto, en la época que, debido a sus otras características, era la más adecuada para recibir al Cristo en la tierra, es decir, la cuarta época o época grecolatina, la verdad sobre el Cristo y sobre el mundo relacionado con Él fue llevada a la humanidad en una forma adaptada a la humanidad de aquel tiempo. Creer que en la época que siguió directamente a la manifestación de Cristo ya se conocía toda la verdad sobre el Cristo, es estar en completa ignorancia respecto al progreso de la raza humana. Quien cree sólo en la enseñanza de los primeros siglos después del acontecimiento de Cristo, quien considera que lo que se escribió y registró entonces es la única y verdadera enseñanza cristiana, no sabe nada del progreso humano; no sabe que el más grande maestro de los primeros siglos cristianos no podía decirle más sobre Cristo de lo que el pueblo de aquel tiempo era capaz de asimilar. Y debido a que los hombres de los primeros siglos cristianos eran preeminentemente aquellos que habían descendido más profundamente en el mundo físico, su entendimiento les permitía asimilar comparativamente poco de la más alta enseñanza concerniente a Cristo. La mayoría de los primeros cristianos no podían entender mucho sobre el Ser de Cristo.

Sabemos que en los antiguos tiempos de la India los hombres poseían un alto grado de clarividencia como consecuencia de la relación del cuerpo etérico con los demás miembros; pero entonces no había llegado el momento de esta visión para percibir al Cristo como algo distinto de Vishvakarman - un Espíritu en regiones distantes más allá del mundo de los sentidos. En la época de la antigua civilización persa, primero fue posible percibir tenuemente al Cristo detrás del sol físico. Y así continuó. Moisés pudo percibir al Cristo, como Jehová, en los truenos y relámpagos que están muy cerca de la tierra. Y en la persona de Jesús de Nazaret el Cristo fue visto encarnado como hombre. Esta es la manera del progreso humano; en la antigua India la sabiduría fue absorbida a través del cuerpo etérico, en el antiguo período persa a través del cuerpo astral, en el período caldaico-egipcio a través del alma sensible, en el período grecolatino a través de lo que llamamos el alma intelectual. El alma intelectual está ligada al mundo de los sentidos. Por lo tanto, perdió la visión de lo que se extiende mucho, mucho más allá del mundo de los sentidos. En consecuencia, en los primeros siglos postcristianos se veía poco más de la existencia que lo que se encuentra entre el nacimiento y la muerte, y lo que sigue directamente como la región espiritual más cercana. No se sabía nada de lo que pasa a través de muchas encarnaciones. Esto se debía a la condición del entendimiento humano. Sólo una parte del ciclo vital podía hacerse inteligible, la vida del hombre en la tierra, y el fragmento de vida espiritual que le sigue. Por lo tanto, eso es lo que encontramos descrito para la masa del pueblo. Pero eso no debía continuar. Había que preparar la perspectiva del hombre para una excursión más allá de esta parte de su entendimiento. Había que prepararse para un renacimiento gradual de la sabiduría integral que el hombre pudo disfrutar en la época de Hermes, de Moisés, de Zaratustra y de los antiguos Rishis, así como para ofrecernos la posibilidad de una comprensión cada vez mayor de Cristo. Cristo tuvo que venir al mundo justo en el momento en que los medios de comprensión estaban más contraídos. Había que abrir el camino para el renacimiento de la antigua sabiduría durante las edades venideras y para ponerla gradualmente al servicio de la comprensión de Cristo. Esto sólo podía lograrse mediante la creación de la sabiduría de los misterios. Los hombres que llegaron a Europa y más allá de ella desde la antigua Atlántida trajeron consigo una gran sabiduría. En la antigua Atlántida la mayoría de la gente era instintivamente clarividente; podían ver en los reinos espirituales. Esta clarividencia no pudo desarrollarse más; y se retiró forzosamente en personalidades separadas en Occidente. Allí fue guiada por un Ser que en otro tiempo vivía en la más profunda ocultación, retirado detrás de aquellos que ya habían abandonado el mundo y que eran alumnos de los grandes iniciados. Este Ser se había quedado atrás para preservar para las épocas posteriores lo que se trajo de la antigua Atlántida. Entre los grandes iniciados que habían fundado lugares de misterio en Occidente para la preservación de la antigua sabiduría atlante, una sabiduría que entraba profundamente en todos los secretos del cuerpo físico, estaba el gran Skythianos, como se le llamaba en la Edad Media. Y cualquiera que conozca la naturaleza de los misterios europeos sabe que Skythianos es el nombre dado a uno de los más grandes iniciados de la tierra.

Pero también vivió en el mundo, durante mucho, mucho tiempo, el Ser que en un sentido espiritual podemos describir como el Bodhisattva. Este Bodhisattva fue el mismo Ser que, tras completar su tarea en Occidente, se encarnó en el Buda Gautama unos seiscientos años antes de nuestra era. Este exaltado Ser que, como Maestro, se había retirado por entonces más hacia Oriente, era un segundo gran Maestro, un segundo gran Guardián del Sello de la sabiduría de la humanidad. Hubo también una tercera individualidad destinada a la grandeza, de la que hemos hablado en varias conferencias. Es el que fue el maestro de los antiguos persas, el gran Zaratustra. Los tres grandes Seres e individualidades espirituales que conocemos bajo los nombres de Zaratustra, Gautama Buda y Skythianos son, por así decirlo, encarnaciones de Bodhisattvas. Lo que vivía en ellos no era el Cristo.

Había que dar tiempo a la humanidad para que experimentara en sí misma el advenimiento de Cristo, que antes se había manifestado a Moisés en el Monte Sinaí; Jehová era el mismo Ser que Cristo, aunque con otra forma. Había que dar tiempo a la humanidad para que se preparara para recibir al Cristo. Eso ocurrió en la época en que la comprensión de tales cosas llegó al nadir. Pero había que prepararse, para que la comprensión y la sabiduría volvieran a crecer cada vez más; y esto formaba parte de la misión de Cristo en la tierra.

Hay una cuarta individualidad nombrada en la historia detrás de la cual, para aquellos que tienen la comprensión adecuada, hay mucho oculto - una individualidad aún más elevada y poderosa que Skythianos, que Buda o que Zaratustra. Esta individualidad es Manes, y quienes ven en el maniqueísmo más de lo que suele ser el caso, saben que es un altísimo mensajero de Cristo. Se dice que unos siglos después de que Cristo viviera en la tierra, se celebró una de las mayores asambleas del mundo espiritual relacionado con la tierra que jamás haya tenido lugar, y que allí Manes reunió a su alrededor a tres poderosas personalidades del siglo IV después de Cristo. En esta descripción figurativa se expresa un hecho muy significativo en relación con el desarrollo espiritual. Manes reunió a estas personas para consultar con ellas los medios de reintroducir la sabiduría que había vivido a lo largo de los tiempos cambiantes de la era postatlántica y hacer que se desarrollara más y más gloriosamente en el futuro. ¿Quiénes fueron las personalidades reunidas por Manes en aquella memorable asamblea? (Debe recordarse que tal acontecimiento sólo puede ser presenciado por la visión espiritual). Convocó a la personalidad en la que vivía Skythianos en ese momento, y también al reflejo físico del Buda que entonces había aparecido de nuevo, y al antiguo Zaratustra que llevaba un cuerpo físico en ese momento. Alrededor de Manes estaba este consejo, él mismo en el centro y alrededor de él Skythianos, Buda y Zaratustra. Y en ese consejo se acordó un plan para hacer que toda la sabiduría de los Bodhisattvas de la época post-atlante fluyera cada vez más fuertemente hacia el futuro de la humanidad; y el plan de la evolución futura de las civilizaciones de la tierra que se decidió entonces fue adherido y llevado a los misterios europeos de la Rosa Cruz. Estos misterios particulares han estado siempre relacionados con las individualidades de Skythianos, de Buda y de Zaratustra. Ellos fueron los maestros en las escuelas de la Rosacruz; maestros que dieron su sabiduría a la tierra como un regalo, para que a través de ella el Ser Crístico pudiera ser comprendido. De ahí que en todas las escuelas espirituales rosacruces se rinda la más profunda reverencia a estos antiguos iniciados que preservaron la sabiduría primigenia de la Atlántida; al Skythianos reencarnado, en quien se vio el gran y honrado Bodhisattva de Occidente; al reflejo temporalmente encarnado del Buda, que también fue honrado como uno, de los Bodhisattvas; y finalmente a Zarathustra, el Zarathustra reencarnado. Estos fueron considerados como los grandes maestros de los iniciados europeos. Estas presentaciones no deben tomarse en el sentido de historia externa, aunque dilucidan el curso histórico de los acontecimientos mejor de lo que podría hacerlo cualquier descripción externa.

Permítanme ilustrar esta afirmación diciendo que apenas se encuentra un solo país en la Edad Media en el que no esté de actualidad una determinada leyenda, aunque en aquella época nadie en Europa sabía nada del Buda Gautama, y la tradición de éste se había perdido por completo. Sin embargo, se contaba la siguiente historia (se encuentra en muchos libros de la Edad Media y es una de las historias más difundidas de ese período): Había una vez un rey en la India al que le nació un hijo llamado Josaphat. Cuando nació, se profetizaron cosas extraordinarias sobre este niño. Su padre, por lo tanto, lo cuidó especialmente; sólo debía conocer lo más valioso, debía vivir en perfecta felicidad, no debía conocer el dolor y la tristeza ni las desgracias de la vida. Estaba protegido de todo eso. Sucedió, sin embargo, que un día Josafat salió del palacio y se cruzó sucesivamente con un enfermo, un leproso, un anciano y un cadáver -así cuenta la historia-. Volvió profundamente conmovido al palacio del rey y se encontró con un hombre cuya alma estaba llena de los secretos del cristianismo y cuyo nombre era Balaam; Balaam convirtió a Josafat, y este Josafat que había experimentado todo esto, se hizo cristiano.

No es necesario recurrir a los registros akásicos para interpretar esta leyenda, ya que la filología ordinaria es suficiente para revelar el origen del nombre Josaphat. Josaphat se deriva de una antigua palabra Joaphat; Joaphat a su vez de Joadosaph; Joadosaph de Juadosaph que es idéntico a Budhasaph -estas dos últimas formas son árabes- y Budhasaph es el mismo nombre que Bodhisattva. Así que la enseñanza oculta europea no sólo conoce al Bodhisattva, sino que también conoce, si puede descifrar el nombre de Josaphat, el significado de esa palabra. Este cultivo del conocimiento oculto en Occidente por medio de leyendas contenía el hecho de que hubo un tiempo en que el ser que vivía en Gautama Buda se convirtió en cristiano. Sea esto una cuestión de conocimiento o no, no deja de ser cierto. Así como pueden existir tradiciones tardías, como los hombres pueden creer hoy lo que se creía hace miles de años, y que se ha propagado por medio de la tradición - así también pueden creer que concuerda con las leyes de los mundos superiores el que Gautama Buda haya seguido siendo el mismo que era seiscientos años antes de nuestra era. Pero no es así. Él ha ascendido, ha evolucionado y en las verdaderas enseñanzas rosacruces el conocimiento de este hecho ha sido preservado en la forma de la leyenda anterior.

Dentro de la vida espiritual de Europa encontramos al que fue el portador del Cristo, Zarathas o Nazarathos -el Zarathustra original- apareciendo de nuevo de vez en cuando; del mismo modo nos encontramos de nuevo con Skythianos y con el tercer gran alumno de Manes, Buda, tal como era después de haber participado en las experiencias de las épocas posteriores.

Así, el europeo que tenía algún conocimiento de la iniciación miraba las épocas cambiantes y mantenía su mirada fija en las verdaderas figuras de los Grandes Maestros. Sabía de Zarathas, de Buda, de Skythianos -sabía que a través de ellos se vertía la sabiduría en la civilización del futuro -sabiduría que siempre había procedido de los Bodhisattvas y que debía utilizarse para promover la comprensión del mayor tesoro de toda comprensión, el Cristo, que es fundamentalmente un Ser completamente diferente de los Bodhisattvas y al que sólo podemos comprender reuniendo toda la sabiduría de los Bodhisattvas. Por lo tanto, en la sabiduría espiritual de Europa hay una síntesis de todas las enseñanzas que se han dado al mundo a través de los tres grandes alumnos de Manes y por el propio Manes. Aunque los hombres no hayan comprendido a Manes, llegará un momento en que la civilización europea tomará tal forma que habrá un sentimiento por lo que está relacionado con los nombres de Skythianos, Buda y Zarathustra. Ellos dan a la humanidad el material cuyo estudio nos enseñará a entender a Cristo, y a través de ellos nuestra comprensión de Él crecerá más y más completa. La Edad Media mostró ciertamente una extraña forma de reverencia y culto a Skythianos, a Buda y a Zaratustra cuando sus nombres comenzaron a filtrarse; en ciertas comunidades de la religión cristiana cualquiera que quisiera ser tomado por un verdadero cristiano tenía que pronunciar la fórmula: "¡Maldigo a Skythianos, maldigo a Buda, maldigo a Zarathas! Pero lo que entonces se creía necesario maldecir se convertirá en el centro de los que mejor harán que Cristo sea comprensible para el hombre, un punto central al que la humanidad mirará como a los grandes Bodhisattvas a través de los cuales se comprenderá al Cristo. Hoy la humanidad puede, a lo sumo, aportar dos cosas a estas enseñanzas de la Rosa Cruz, dos cosas que pueden indicar un comienzo del poder y de la grandeza que aparecerán en el futuro en forma de comprensión del cristianismo, La ciencia espiritual de hoy será el medio de hacer uno de esos comienzos, trayendo al mundo de nuevo las enseñanzas de Skythianos, de Zaratustra, de Gautama Buda, no en su forma antigua sino en una forma absolutamente nueva, accesible a la investigación desde su misma naturaleza. Los elementos de lo que aprendemos de estos tres grandes Maestros deben plasmarse en la civilización. De Buda, el cristianismo tuvo que aprender las enseñanzas de la reencarnación y del karma, pero en la religión más antigua se encuentran en una forma antigua, inadecuada para los tiempos modernos. ¿Por qué las enseñanzas de la reencarnación y del karma llegan hoy al cristianismo? Porque los iniciados han aprendido a entenderlas en un sentido moderno, tal como el propio Buda, las entendió - y Buda fue el gran Maestro de la reencarnación. Del mismo modo, llegaremos a comprender a Skythianos, cuya enseñanza no sólo trata de la reencarnación de los hombres, sino de los poderes que gobiernan de eternidad en eternidad. Así, el Ser central del mundo, el Cristo, será cada vez más comprendido. De esta manera las enseñanzas de los iniciados fluyen gradualmente hacia la humanidad. El científico espiritual de hoy sólo puede aportar dos cosas como comienzos elementales, en comparación con lo que debe producirse en la futura evolución espiritual de la humanidad. El primer elemento será el que se hunda en nuestro ser más íntimo en forma de vida crística; y el segundo será una comprensión cada vez más completa del Cristo con la ayuda de la Cosmología espiritual. La vida crística en lo más íntimo del corazón y una comprensión del mundo que nos lleve a la comprensión de Cristo: estos son los dos elementos. Podemos empezar hoy, ya que sólo estamos en el umbral de estas cosas, por tener el sentimiento correcto. Nos reunimos con el propósito de cultivar un sentimiento correcto sobre el mundo espiritual y todo lo que nace de él, así como un sentimiento correcto hacia el hombre. Y a medida que cultivamos este correcto sentimiento, gradualmente hacemos que nuestras fuerzas espirituales sean capaces de recibir a Cristo en nuestro ser más íntimo; porque cuanto más elevados y nobles sean nuestros sentimientos, más noblemente podrá vivir Cristo en nosotros. Comenzamos enseñando las verdades elementales de nuestra evolución terrestre, buscando lo que debemos originalmente a Skythianos, Zarathustra y Buda y aceptándolo tal como lo enseñan en nuestra época, en la forma que ellos mismos conocen, habiendo progresado su evolución hasta nuestra época actual. Hemos llegado a un punto de la civilización en el que las enseñanzas elementales de la iniciación comienzan a ser reveladas.


Traducido por J.Luelmo jul.2022


GA113 Munich 28 de agosto de1909 Lucifer y Cristo

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ORIENTE A LA LUZ DE OCCIDENTE

RUDOLF STEINER

6ª conferencia

Munich 28 de agosto de1909

 

La unidad de las dos corrientes espirituales en la cultura india primigenia. Dos tipos de misterios griegos: apolíneo y dionisiaco. El evento de Cristo. El camino inverso de Lucifer desde lo interior humano a la esfera cósmica. Los Misterios de la Rosacruz. La esencia de Cristo y el conocimiento de Lucifer.

Hemos hablado de dos corrientes espirituales, que fluyen a través de diferentes pueblos, y que pasan de la antigua Atlántida hacia el Oriente. Hemos visto la diferencia en su desarrollo y cómo eso les permitió preparar los acontecimientos futuros; y hemos observado cómo la corriente del sur tendía más particularmente a profundizar el poder de penetración hacia el mundo espiritual que se halla detrás del mundo anímico del hombre, mientras que la otra corriente espiritual, más septentrional, dirigía la atención del hombre hacia su medio ambiente terrestre, a fin de hacerlo consciente del mundo espiritual que se halla tras el mundo de los sentidos. Se ha mencionado el desarrollo en la corriente del sur de las cualidades que condujeron a los seres espirituales relacionados con el principio luciférico, y el acercamiento gradual a la tierra, por el otro lado, del ser espiritual real que está tras el sol, para finalmente encarnarse en un cuerpo físico que, a través de las muchas encarnaciones de una determinada individualidad, había sido tan purificado que la Divinidad encontró en él no sólo una imagen de sí misma, sino que pudo encarnarse realmente en él. La encarnación del Cristo, el espíritu del sol, en el cuerpo de Jesús de Nazaret fue el gran acontecimiento que tuvo lugar en la corriente de los pueblos del norte. Ahora bien, puede decirse que estas dos corrientes de pueblos se acercaron para enriquecerse mutuamente, y durante su progreso surgió, en la primera época después de la gran catástrofe atlante, la antigua raza india en el sur de Asia, una raza en la que el alma humana era, en cierto sentido, capaz de mirar hacia el mundo exterior de los sentidos, así como hacia dentro de sí misma para encontrar el espíritu, porque reconocía instintivamente la unidad entre el espíritu en el mundo exterior y el espíritu dentro del hombre. Imaginemos los sentimientos del antiguo indio cuando miraba el mundo de los sentidos, la tierra con sus montañas y bosques, su tapiz de vida vegetal, sus reinos animal y humano.

Estando dotada de un alto grado de visión espiritual, esta antigua alma india percibía, subyacente a todo, un mundo espiritual formado por seres de sustancia etérica, que no descendían a la densidad de un cuerpo físico. En las montañas, los árboles y las estrellas, el alma del antiguo indio veía no sólo los elementos densos, sino también la naturaleza más sutil, etérica, bajo la forma del mundo exterior de los dioses. No hay que imaginar, por supuesto, que estos espíritus estuvieran compuestos simplemente de éter, sino que, al igual que los principios etérico, astral y del yo están dentro del cuerpo físico del hombre, estos espíritus tenían un cuerpo etérico como su principio más bajo y sus otros principios más elevados en planos más elevados. El indio, al mirar este mundo, sentía que estaba sobre la Tierra; que como hombre se había desarrollado a través de largos períodos de tiempo desde el primer germen de la existencia humana en el antiguo Saturno hasta la evolución terrestre, como consecuencia, le era necesario descender a la materia física densa para adquirir conciencia de sí mismo dentro de ella. Decía: "Yo, hablando conmigo mismo, soy un ser yo; antes era compañero de todos esos seres espirituales visibles a mi alrededor a la mirada espiritual desde el mundo etérico hacia arriba. He descendido de estos mundos a la materia más densa, pero en ellos se encuentran todas las perfecciones humanas, no sólo las que ahora posee el hombre, sino las que tendrá que alcanzar por su propio esfuerzo. Pero hay una cosa que no puede alcanzar ningún ser que no descienda al plano físico. Hay en el universo otras elevadas perfecciones, además del recogimiento propio de la conciencia humana. Hay otras clases de conciencia, pero para desarrollar la de un hombre en la tierra, es necesario que un ser descienda a esta tierra y que se encarne en la materia densa durante varias encarnaciones". El alma del antiguo indio se daba cuenta, además, de que cualesquiera que fuesen las perfecciones infinitamente más elevadas que las del hombre de la Tierra que estos seres espirituales poseían, había una cosa que no tenían en su mundo, a saber, la conciencia del yo humano, que decir "yo" como lo hace un hombre, no era natural en tales mundos superiores. El indio se sentía originario de estos reinos y todo lo que existía en los mundos espirituales se resumía para él en su conciencia del "yo" humano. Sabía que hablar de una conciencia humana del yo en el mundo espiritual no tenía ni significado ni contenido. Por lo tanto, sólo una palabra que excluya este "yo" puede aplicarse a todo lo que en un sentido espiritual se extiende en el mundo circundante, una palabra que no está en contacto con el "yo" ... Y la conciencia india llamó a lo que se extendía externamente, el 'Tat', el 'Eso' en contradicción con el 'Yo'. Para expresar el hecho de que el hombre es de la misma naturaleza y esencia que el "Eso", el "Tat" o el "Ello" - que el "yo" o el ego sólo se había desarrollado por su descenso a la Tierra - el indio decía: 'Yo soy Tat, Tú eres Eso'. Así, la relación del hombre con el mundo espiritual circundante (con esta penetración clarividente de la naturaleza última de nuestro mundo) se combinaba en las palabras: Eso existe; pero tú mismo eres eso'.

Pero el indio antiguo se dio cuenta al mismo tiempo de que la realidad exterior designada como "Tat" también la encuentra el hombre mirando en su propio ser interior, que esta realidad se manifiesta en un momento desde el exterior, en otro momento desde el interior. Por lo tanto, los hombres de aquellos tiempos antiguos sabían que al hundirse en el alma llegaban a la misma realidad espiritual primordial que el "Tat" externo, pero que la relación correcta entre ellos y lo que vivía dentro de ellos como su "causa" original, por así decirlo, velada por la vida del alma, se expresaba diciendo en lugar de "Tú eres Eso", "Yo soy Brahman" y "Yo soy el Todo". Y tomaron los dos juntos para significar lo siguiente: 'Cuando miro hacia el mundo de "Tat" encuentro un mundo espiritual, y si me sumerjo en mi propia vida anímica encuentro un mundo espiritual, y los dos son uno'.

Como hemos visto, en la antigua India, la percepción de la unidad de lo externo y lo interno era el punto de vista típico del alma; y es de esperar que el otro extremo consista en volver la mirada hacia afuera, y penetrar a través del tapiz del mundo de los sentidos hasta el mundo espiritual que se esconde tras él. Y esto es lo que en realidad le ocurrió a otro pueblo. Veían el mundo espiritual exterior, pero no podían darse cuenta inmediatamente de que era el mismo que el mundo espiritual interior. Por eso no es de extrañar que surgieran concepciones religiosas y pensamientos filosóficos, todos ellos dirigidos fervientemente a los dioses y espíritus que se encuentran tras el mundo de los sentidos; que se le proporcionaran al pueblo descripciones míticas y de otro tipo para estos seres espirituales divinos que se encuentran tras el tapiz del mundo de los sentidos; y que en los misterios de aquella época los hombres fueran conducidos al mundo espiritual que se encuentra tras el mundo de los sentidos. Tampoco será motivo de asombro que al lado de tales misterios y de tales dioses raciales se encuentre algo más; que al mismo tiempo había misterios que conducían al hombre por el camino de la vida anímica interior hasta sus fundamentos más profundos. Y, de hecho, encontramos una región de la civilización postatlante en la que esos dos tipos de misterios existieron simultáneamente: una región en la que, por un lado, se desarrollaron la llamada cultura y los misterios apolíneos y, por otro, la cultura y los misterios dionisíacos. Tal división se encuentra en la antigua Grecia. Allí tenemos, por un lado, el camino que se mostraba tanto al pueblo como a los iniciados, el camino que conducía al mundo espiritual, a lo que está detrás de los sentidos, al mundo espiritual detrás del sol. Hasta donde los griegos conocían este mundo, le dieron el nombre de reino de los seres apolíneos. Apolo, el dios Sol, era el representante de los seres espirituales divinos que subyacen al tapiz del mundo de los sentidos. Pero había también una clase de misterios que señalaban el camino a través de la vida anímica hacia sus fundamentos espirituales, misterios respecto a los cuales ya sabemos que el hombre sólo puede entrar en ellos, tras una cuidadosa preparación, y después de haber alcanzado un cierto grado de madurez. Por esta razón, el segundo tipo de misterios se protegía más cuidadosamente contra la inmadurez que los apolíneos. Los dioses apolíneos eran indicados a las masas del pueblo, mientras que los seres espirituales que se encontraban en el camino a través de la naturaleza interior estaban reservados para aquellos que, a través del entrenamiento espiritual, intelectual y moral de su vida interior, habían alcanzado un cierto estado de madurez. Este segundo tipo de culto mistérico era conocido como el misterio dionisíaco y su ser espiritual central era Dionysos. Por lo tanto, es natural que en Dionysos, esta figura central del círculo interior de los dioses, los hombres percibieran un ser que se encontraba en una relación cercana e íntima con el alma humana; un ser que no era diferente del hombre, pero que no descendía hasta el plano físico; un ser que había que encontrar hundiéndose desde el plano físico hasta las profundidades de la vida anímica. Aquí tenemos de hecho las causas más profundas de la división apolínea y dionisíaca en la cultura espiritual de los griegos. En tiempos más modernos, una tenue conciencia de que algo así había existido en Grecia hizo su aparición en varios lugares. El grupo que se reunió en torno a Richard Wagner se dio cuenta de la existencia de algo así, aunque sin conocer definitivamente sus fundamentos espirituales. Y Friedrich Nietzsche, miembro de este grupo, fundó su primera obra notable e inspirada: "El nacimiento de la tragedia a partir del espíritu de la música" en esta misma división de la vida espiritual griega en los cultos de misterio apolíneo y dionisíaco. Estos sucesos fueron una tenue realización de lo que puede conocerse en un grado cada vez mayor a través de la meditación espiritual. En la mente de muchos hombres de hoy existe una especie de anhelo por esa profundización de la vida espiritual. Existe un sentimiento generalizado de que sólo esta profundización puede dar respuesta al anhelo del hombre. Así, en la antigua Grecia estos dos mundos espirituales divinos están uno al lado del otro. En la antigua India aparecen como una unidad, en un estado de permeabilidad recíproca.

Volvamos ahora a la evolución. Ya hemos visto que sólo el grupo más avanzado de la corriente septentrional de naciones, a saber, la antigua civilización persa de Zoroastro, pudo originar el ideal de crear un cuerpo en el que pudiera encarnar el ser espiritual que se acercara a la humanidad y a la tierra desde el exterior. Y Zaratustra se encargó de pasar por sus encarnaciones de tal manera que pudiera renacer posteriormente en un cuerpo espiritualizado hasta tal punto que fuera capaz de recibir en sí mismo al sublime espíritu solar en su forma más perfecta, en su forma Crística. Zaratustra renació como Jesús, habiéndose madurado a través de sus diversas encarnaciones para ser el vehículo del espíritu solar por el espacio de tres años. 1

Podemos preguntar ahora: ¿Cuál es la relación de Apolo con el Cristo? Cuando un griego pronunciaba el nombre de Apolo, se refería al reino espiritual que subyace trás del sol. Pero la concepción que los hombres tienen de un ser o de un hecho difiere según sus capacidades. El hombre que ha cultivado una rica vida interior dentro de su alma es capaz de ver de una forma más verdadera cosas que una persona menos desarrollada también ve, así que cuando el griego pronunciaba el nombre de Apolo se refería, en efecto, al ser que más tarde se reveló como el Cristo, pero sólo podía concebirlo en una especie de forma velada, como Apolo. Apolo es en cierto sentido una vestimenta del Cristo, asemejándose en su forma al ser que lleva dentro. De esa figura concebida por el alma como Apolo tuvo que caer velo tras velo antes de que el Cristo pudiera hacerse visible e inteligible a la intuición de los hombres. Apolo es una insinuación del Cristo, pero no el Cristo mismo.

Ahora bien, ¿Cuál es la cualidad más esencialmente característica del Cristo en lo que respecta a nuestro ciclo de evolución? Considerar todos esos seres divino- espirituales a los que los hombres de la antigüedad miraban como los dioses superiores detrás del tapiz del mundo de los sentidos, como los regentes y señores de las esferas y funciones del universo, es darse cuenta de que su cualidad característica es que no descienden hasta el plano físico; sólo se hacen visibles para la conciencia del vidente, que trasciende el plano físico y es capaz de ver en el plano etérico. Allí se hicieron visibles Zeus, Apolo, Marte, Wotan, Odín, Thor, que son todos seres reales. Era característico de estos seres espirituales no descender hasta el plano físico, sino a lo sumo manifestarse temporalmente en algún tipo de encarnación física, hecho que se indica hábilmente en los mitos cuando se mencionan apariciones momentáneas de Zeus o de otros dioses en forma humana o de otro tipo, cuando descendían al mundo de los hombres para llevar a cabo algún propósito. No se puede hablar de una encarnación física permanente de estos seres espirituales detrás del mundo de los sentidos. Podemos decir que Apolo es una figura incapaz de descender a la encarnación física. Porque este descenso requiere un poder superior al que Apolo poseía, a saber, el poder de Cristo. Y en el Cristo se unieron todas las cualidades de los demás seres del universo, todas las cualidades que se revelan a la conciencia del vidente; pero por encima de todas ellas poseía la capacidad de romper la barrera que separa el mundo de los dioses del mundo del hombre, y era capaz de descender a un cuerpo físico y convertirse en hombre en un cuerpo físico humano que había sido preparado para Él en la tierra. En el mundo espiritual divino esta capacidad sólo la poseía el Cristo. Por eso, un ser, y sólo un ser del mundo divino-espiritual, descendió hasta la etapa de adoptar su morada en un cuerpo humano en el mundo de los sentidos, y vivir como hombre entre otros hombres. Este es el gran y poderoso acontecimiento de Cristo, y así es como debemos concebirlo. Mientras que, por lo tanto, todos los dioses y espíritus sólo pueden ser encontrados por la conciencia del vidente y más allá del mundo físico, el Cristo debe ser encontrado dentro del mundo físico, aunque es un ser de la misma naturaleza y esencia que los otros seres divino-espirituales. Los otros dioses sólo pueden encontrarse en el universo exterior: el Cristo es Aquel que nació dentro del alma humana, Quien, por así decirlo, deja el mundo exterior de los dioses y entra en la naturaleza interior del hombre. Este ha sido un acontecimiento de gran importancia en la evolución del mundo y de la humanidad. Antes del acontecimiento de Cristo, si se buscaba un dios interior, era necesario descender a los dioses subterráneos ocultos tras el velo de las experiencias del alma; Cristo es un Dios que puede encontrarse tanto fuera como dentro. Esta es la esencia de lo que ocurrió en la cuarta época postatlante, después de la india, la persa y la egipcia. La visión contemplativa y la percepción abstracta en la antigua India del hecho de que el mundo espiritual divino era una unidad, y que Tat y Brahman, que fluyen hacia el alma desde dos lados, eran una unidad, se convirtió en una vida viva a través del acontecimiento de Cristo. Anteriormente los hombres podían decir que la divinidad que se encontraba en el camino exterior y la divinidad que se encontraba en el camino interior eran una. Después del acontecimiento Crístico se pudo decir que si el alma participa en el Cristo, un descenso a la vida interior revelará un ser que es Apolo y Dionisos unidos en uno.

Aquí se plantea otra cuestión. Hemos visto que los seres divino-espirituales del mundo exterior están, para el hombre, representados por el más poderoso de ellos, por el Cristo, que, como ser exterior, se convierte al mismo tiempo en un ser interior. Pero, ¿Qué pasa con los otros seres designados en la última conferencia como " luciféricos "? Los conocimientos adquiridos como resultado del desarrollo espiritual nos enseñan que no sería correcto decir que los seres bajo la dirección de Dionysos se introducen en la vida anímica humana, y que, por así decirlo, desde el otro lado, un Dionysos -un ser luciférico- se encarnó en un hombre. Aquí llegamos a algo vital y esencialmente relacionado con la evolución de la humanidad y del universo. Si nos remontamos a tiempos muy antiguos, encontramos que el alma que mira hacia afuera ve el mundo espiritual externo, y que mirando hacia adentro, ve el mundo espiritual divino interno; el mundo apolíneo objetivamente, y el mundo dionisíaco subjetivamente, para usar las expresiones griegas. Más adelante, en la evolución, las cosas cambian un poco. En los tiempos más antiguos, cuando la gran mayoría de los hombres poseían la visión espiritual, los hechos eran como acabo de describirlos. Objetivamente se veían los dioses superiores; subjetivamente, los dioses inferiores; y existían estos dos caminos hacia el mundo espiritual. En épocas posteriores la capacidad del hombre para la visión espiritual disminuyó; perdió gradualmente su tenue clarividencia original. Pero tomemos un período en el que algunos hombres todavía poseían una visión espiritual natural. No es necesario ir tan atrás, pues en la época egipcio-caldea aún existía tal visión natural. En aquella época los hombres, al penetrar en el tapiz del mundo de los sentidos, veían a los dioses superiores, y al descender a las profundidades de sus propias almas, a los dioses inferiores. Los que habían pasado por cierto grado de iniciación sentían estas impresiones con mayor claridad y fuerza. Debo mencionar, por supuesto, que en todos los tiempos han existido iniciados con pleno conocimiento de la unidad de estos dos mundos; pero son hombres que han alcanzado la cúspide de la humanidad. Por lo tanto, siglos antes de la aparición de Cristo en la tierra, había hombres que todavía tenían la antigua visión espiritual, e iniciados que siguiendo un camino podían encontrar a los dioses superiores, o siguiendo el otro eran conducidos a los dioses inferiores. Pero llegó una época en la que la región que llamamos el mundo de los dioses inferiores se retiró gradualmente de la vida humana y fue difícil de alcanzar incluso para aquellos que habían pasado por los primeros grados de la iniciación; pero en este período era comparativamente fácil en una etapa temprana de la iniciación alcanzar lo que llamamos los dioses superiores detrás del mundo exterior de los sentidos. Tomemos, por ejemplo, un iniciado del antiguo pueblo hebreo. Tal iniciado podía, aunque no hubiera alcanzado un grado muy alto de iniciación, mirar hacia una región donde Jehová no era meramente una idea, un concepto, sino una realidad etérica, un ser que les hablaba como un hombre en su conciencia espiritual.

Por lo tanto, mientras que la existencia de Jehová era proclamada al pueblo, para los iniciados era una realidad. Por otra parte, para un iniciado del antiguo mundo hebreo era más difícil encontrar algo sumergiéndose en su propia vida anímica y buscando allí el dominio de los dioses inferiores. En esa región no habría sentido ningún suelo sólido, sino que en todas partes habría encontrado la gruesa corteza de su vida anímica a través de la cual no podría penetrar hasta los dioses inferiores. Los dioses inferiores se habían retirado a una cierta oscuridad desconocida. Este fue el tiempo del descenso del Cristo a la tierra, cuando los espíritus luciféricos se habían retirado hasta cierto punto a la oscuridad. Y en aquella época los hombres del mundo exterior sólo sabían que los misterios existían, y que los iniciados en ellos adquirían la facultad de penetrar a través de las fuerzas de la vida anímica en el mundo dionisíaco. Sólo había un vago indicio de los profundos secretos que podía investigar el hombre en los misterios. Pero el tema era meramente aludido y muy pocas personas tenían una idea clara de él en la época en que se esperaba al Cristo. Sus ideas sobre los dioses exteriores eran mucho más definidas. Había muchos hombres que todavía tenían experiencia viva de estos dioses. Pero la evolución de la humanidad progresa. ¿Y con qué resultado? Hay una historia de la humanidad exterior, y en el futuro habrá también una historia de los misterios. La humanidad exterior transformará su cultura espiritual y el Cristo entrará cada vez más en ella. 

También en los misterios se llegará a comprender la naturaleza del ser Crístico, que hoy apenas se aprecia en absoluto. El dios que pudo ser percibido en la época de Zaratustra cuando la vista espiritual se dirigía al sol, y que descendió a la tierra, será comprendido con una intimidad cada vez mayor por el alma humana. El dios que regía el mundo exterior se convertirá cada vez más en un dios interior. El Cristo atraviesa el mundo de tal manera que de un dios cósmico que descendió a la tierra, se convierte en un dios místico interior, que el hombre podrá experimentar gradualmente en las profundidades de su vida anímica. Por eso, en el momento del descenso del Cristo se pudo realizar lo que sus discípulos, los Apóstoles, describieron con las palabras: 'Hemos puesto nuestras manos en sus heridas, y hemos escuchado sus palabras en la montaña'. El punto esencial es que el Cristo estuvo en la tierra en un cuerpo físico. En aquella época no podía ser experimentado físicamente en su interior, ni comprendido en su naturaleza dionisíaca; primero tenía que ser experimentado como el Cristo externo, histórico. Pero el progreso de la conciencia del hombre sobre el Cristo consiste en Su descenso cada vez más profundo en el alma, y será posible que el hombre viva sus propias experiencias anímicas subjetivamente, encontrando al Cristo místico dentro de su propia alma, además del conocimiento que tiene del Cristo exterior. Se observará cómo en el llamado misticismo que surgió en los primeros tiempos del cristianismo, a través de Dionisio el Areopagita, amigo y alumno de San Pablo, el Cristo es comprendido primero por las facultades ocultas externas. Y todas las descripciones de esta primera escuela cristiana ocultista son del tipo que describe al Cristo esencialmente como teniendo aquellas cualidades que despliega en los mundos externos, y que pueden ser experimentadas por la mirada espiritual instintiva cuando se vuelve hacia afuera. Avancemos unos siglos más en la evolución humana y veamos qué ha ocurrido; indaguemos en el desarrollo místico medieval, en las profundas experiencias interiores de Meister Eckhart, de Johannes Tauler, etc., y en nuestros místicos más modernos. Aquí hay hombres que miran hacia abajo en sus propias almas. Al igual que en la antigüedad los hombres miraban dentro de sí mismos para penetrar a través de esta vida interior hasta Dionysos, los místicos más modernos, penetrando hacia dentro, podrían decir como Meister Eckhart: El Cristo histórico es en verdad un hecho; su desarrollo tiene lugar en la historia exterior, pero existe la posibilidad de descender a la propia vida interior, y de encontrar allí al Cristo místico interior". Así, el alma humana desarrolló la capacidad de encontrar al Cristo no sólo en el mundo exterior, sino también en el interior, de encontrar al Cristo místico en su naturaleza dionisíaca. Primero surgió el Cristo histórico, y luego, a través de la obra del Cristo histórico, se produjeron influencias en el alma humana de tal naturaleza que se hizo posible un Cristo místico dentro de la evolución humana. Por lo tanto, podemos hablar, con respecto a los tiempos modernos, de una experiencia mística interior del Cristo; pero también debemos comprender que el Cristo era un dios cósmico antes de su descenso a la tierra. Si, en aquellos tiempos, el hombre se sumergía en su vida anímica interior, no encontraba a Cristo, sino a Dionysos. Hoy en día, si el desarrollo se ha producido de la manera correcta, encontramos allí un Ser Crístico interior. El Cristo, al principio una divinidad externa al alma, se ha convertido en una divinidad dentro del alma, que tomará más posesión de ella, cuanto más se acerquen las experiencias del alma al Cristo. Aquí tenemos un ejemplo de transformación de principios durante el desarrollo del mundo. Cuando los hombres modernos hablan del Cristo místico dentro del alma, no deben olvidar que todo en el mundo se ha desarrollado, y que la conciencia mística no ha sido la misma a través de todos los tiempos, sino que también ha evolucionado hasta su estado actual. Cuando los santos Rishis de la antigüedad miraban hacia los mundos espirituales, hablaban de Vishvakarman, que era el mismo ser cósmico al que se refería Zoroastro cuando hablaba de Ahura Mazdao. Era el Ser Crístico. Hoy en día este ser también puede encontrarse en la vida interior como el Cristo místico. Este es el resultado de la propia obra del Cristo en la tierra. Esta es la verdadera relación del Cristo cósmico, astronómico, con el Cristo místico. El dios exterior se ha convertido gradualmente en un dios interior.

Pero como todo acontecimiento en el mundo físico exterior es efecto de un acontecimiento espiritual, esta penetración del alma por el Cristo tiene también su efecto sobre la otra vida. Este efecto se manifestará en primer lugar en los misterios, y ya lo ha hecho en parte desde la fundación de las escuelas de misterios occidentales de los rosacruces. Cuando por medio de la disciplina de las antiguas escuelas de misterios un hombre se hundía más profundamente en su alma y descendía a los dioses inferiores, encontraba a Dionysos, que no es más que otro nombre para el mundo de los dioses luciféricos. Pero en el momento en que el Cristo en su gloria se acercaba a la tierra, la realidad luciférica se hundía en las tinieblas incluso para la conciencia espiritual, si ésta no había alcanzado las etapas más elevadas. Sólo los iniciados más elevados podían aún descender a los dioses luciféricos. A los demás hombres había que decirles que si descendían estando aún sin purificar y sin madurar, estos seres luciféricos sólo aparecerían en imágenes distorsionadas, como demonios salvajes que los tentarían a toda clase de maldades. Este es el origen de todas las terribles descripciones de este reino subterráneo, y del miedo al mero nombre de Lucifer en una época determinada. Y como todo se transmite hereditariamente a los hombres que no progresan con la evolución, todavía hay algunos que han heredado el miedo al nombre de Lucifer. Pero para la conciencia espiritual el mundo luciférico emerge de nuevo después de que el principio Crístico haya trabajado durante algún tiempo en el alma. Tan pronto como el Cristo ha trabajado en el alma durante un tiempo, el alma, impregnada por la sustancia Crística, se vuelve lo suficientemente madura como para penetrar de nuevo en el reino de los seres luciféricos. Los iniciados rosacruces fueron los primeros en poder hacer esto. Se esforzaron por comprender y ver al Cristo de tal forma que, como Cristo místico, impregnaba sus almas y vivía en ellas, y que esta sustancia Crística en su ser interior se convertía en un baluarte de fuerza contra todos los ataques. Esto se convirtió en una nueva luz dentro de ellos, una luz interior, astral. La experiencia histórica del Cristo en su verdadero ser ilumina el alma hasta tal punto que los hombres vuelven a ser capaces de penetrar en el reino de Lucifer, al principio sólo los iniciados rosacruces eran capaces de ello, y poco a poco llevarán al mundo lo que han podido experimentar con respecto al principio luciférico, y derramarán sobre el mundo esa poderosa unión espiritual que consiste en que el Cristo, que se ha derramado como Substancia en el alma humana, es comprendido en adelante por medio de las facultades espirituales que maduran en el espíritu de los hombres individuales a través de un nuevo influjo del principio luciférico. Consideremos a un iniciado Rosa-Cruz. Primero se prepara mediante la dirección continua del sentir, de los conceptos y del pensar dentro de su alma hacia la gran figura central del Cristo, dejando que la poderosa figura del Cristo, tal como la representa el Evangelio de San Juan, actúe sobre él, y de esta manera se purifica y ennoblece. Porque nuestras almas cambian fundamentalmente cuando contemplamos con reverencia la figura representada por el Evangelio de San Juan. Si recibimos en nuestro interior lo que brota de esta figura, tal como la describe San Juan, el Cristo místico cobra vida en nosotros. Y si se profundiza en este proceso mediante el estudio de otros documentos cristianos, el alma se impregna gradualmente de la sustancia espiritual del Cristo, se limpia y purifica y alcanza mundos superiores. Los sentimientos se purifican especialmente de esta manera. O bien, como Meister Eckhart y Tauler, aprendemos a concebir al Cristo en un sentido universal, o bien a experimentarlo con la ternura de Suso y otros; nos sentimos unidos a lo que fluyó a la tierra desde la amplia extensión de los mundos celestiales a través del acontecimiento del Cristo. De este modo, el hombre se prepara para ser conducido conscientemente, como iniciado rosacruz, a esas regiones que en la antigüedad se llamaban los mundos dionisíacos y que ahora pueden llamarse los mundos luciféricos.

¿Cuál es el efecto de esta introducción en los mundos luciféricos para los iniciados rosacruces modernos? Si sus sentimientos resplandecen de entusiasmo por lo divino en cuanto se impregnan de la sustancia Crística, las demás facultades a través de las cuales comprendemos el mundo se iluminan y se fortalecen con el principio luciférico. De este modo, el iniciado rosacruz asciende al principio luciférico. Sus facultades espirituales se intensifican y elaboran a través de la iniciación, de modo que no sólo siente al Cristo místicamente dentro de su alma, sino que también puede describirlo, puede hablar de Él y representarlo en imágenes espirituales o cuadros de pensamiento; de modo que el Cristo no se siente y experimenta simplemente en forma tenue, sino que se presenta ante él en contornos concretos, como una figura del mundo sensorial exterior. Es posible que el hombre experimente a Cristo como sustancia del alma cuando dirige su mirada a esa figura de Cristo que se encuentra en los Evangelios. Pero describirlo y comprenderlo en la forma en que se comprenden otros fenómenos y acontecimientos del mundo, y por lo tanto obtener una visión de Su grandeza, Su significado y Su conexión causal con la evolución del mundo, sólo es posible cuando el iniciado cristiano avanza en el conocimiento de los reinos luciféricos.

Así, en la ciencia rosacruz es Lucifer quien nos da la facultad de describir y comprender al Cristo.

Lo que los siglos han podido hacer es propagar los Evangelios; de modo que la Palabra que brota de ellos hizo posible que los corazones y las almas se calentaran con su mensaje, se impregnaran del fuego y del entusiasmo que brotan de ellos. Hoy nos encontramos en una etapa de la evolución humana en la que ya no basta con recibir los Evangelios como una tradición a la antigua usanza; hoy los hombres necesitan algo más. Los que se nieguen a aceptar esta nueva enseñanza tendrán que soportar el Karma de la oposición a la introducción del principio luciférico en la interpretación de los Evangelios. Es posible que haya muchos que digan: "Nos contentamos con aceptar los Evangelios como simples cristianos; sentimos que nos satisfacen; el Cristo habla a través de ellos, y lo hace incluso cuando los recibimos tal como se han transmitido tradicionalmente durante siglos en la religión". Aunque estas personas se imaginen que son buenos cristianos, en realidad son enemigos de Cristo, que a causa de su egoísmo personal, y porque todavía se sienten satisfechos con lo que se ofrece en la interpretación tradicional de los Evangelios, barrerían lo que en el futuro llevará al cristianismo a la gloria. Los que hoy se creen los mejores cristianos son a menudo los más eficaces exterminadores del verdadero cristianismo. Los que hoy entienden el desarrollo del cristianismo piensan de manera muy diferente. Dicen que no quieren ser los egoístas que piensan que los Evangelios son suficientes y afirman que no tendrán nada que ver con las abstracciones. Lo que ofrece la ciencia espiritual está muy lejos de ser una enseñanza abstracta. Los verdaderos cristianos de hoy saben que la humanidad necesita algo más que el cristianismo de los egoístas; se dan cuenta de que el mundo ya no puede contentarse con la antigua tradición evangélica, y que hay que verter sobre él la luz del reino de Lucifer. Escuchan las enseñanzas procedentes de las escuelas de iniciación rosacruces, en las que las facultades espirituales han sido intensificadas por el principio luciférico, para penetrar cada vez más profundamente en los Evangelios, y estos iniciados han encontrado que los Evangelios son de una profundidad tan infinita que es imposible imaginar que puedan ser tratados exhaustivamente. Pero hoy ya ha llegado el momento en que los rosacruces deben dejar fluir sus enseñanzas hacia el mundo; están llamados a difundir en el exterior lo que han obtenido del mundo luciférico en forma de intensificación de las fuerzas y facultades espirituales, y a verterlo en los Evangelios. La ciencia espiritual de Occidente consiste en dejar verter en los Evangelios la luz que brota y puede obtenerse del reino de Lucifer. La ciencia espiritual debe ser un instrumento para la interpretación de los Evangelios. Por lo tanto, es parte de nuestro trabajo llevar al hombre el alegre mensaje sobre la sustancia del Ser Crístico, que impregna el mundo, y dejar que la luz que puede obtenerse en el reino de Lucifer en el camino de la iniciación rosacruz caiga sobre los Evangelios. Así vemos que el Cristo, que antes era un dios que vivía en el mundo exterior, se convirtió en el Cristo místico, y que gracias a su ennoblecimiento del alma humana, la ha devuelto al reino llamado en la antigüedad el mundo dionisíaco, que durante un tiempo tuvo que ser cerrado y que será recuperado en el futuro por el hombre. La interpretación del Cristo por las facultades espirituales iluminadas por Lucifer, es el núcleo interno y esencial de la corriente espiritual que debe fluir por el canal occidental. Y lo que he dicho representa la misión del rosacrucismo en el futuro.

Por lo tanto, ¿Qué es lo que ocurre en la evolución humana? Cristo y Lucifer, el uno como dios cósmico y el otro como dios dentro del alma humana, habitaban uno al lado del otro en la antigüedad, uno se encontraba en las regiones superiores y el otro en las regiones inferiores; luego la evolución del mundo progresó y durante algún tiempo se supo que Dionysos o Lucifer, estaba lejos de la tierra; por otra parte se sentía que el Cristo cósmico penetraba en la tierra en un grado cada vez mayor; Lucifer se hizo de nuevo visible, y de nuevo pudo ser conocido. Los caminos recorridos por estos dos seres espirituales divinos pueden representarse más o menos de la siguiente manera: se acercaron a la tierra desde dos lados diferentes; Lucifer se volvió invisible en el momento en que su camino se cruzó con el del Cristo - su luz fue dominada por la luz del Cristo. El Cristo entró en el alma humana, se convirtió en el espíritu planetario de la tierra, creciendo cada vez más para ser el Cristo místico dentro de las almas humanas, y puede ser sentido y realizado a través de experiencias internas. De este modo, el alma se vuelve gradualmente más capaz de volver a contemplar al otro ser, que tomó el camino inverso, de dentro a fuera. Lucifer, de ser en la naturaleza interior del hombre, un ser puramente terrenal como lo era cuando se le buscaba en los misterios que conducen al inframundo, se convierte en un dios cósmico. Aparecerá con un brillo cada vez mayor en el mundo exterior que contemplamos cuando miramos a través del tapiz del mundo de los sentidos. La visión del hombre se invertirá. En el pasado, Lucifer era visto tras el velo del mundo anímico interior, y el Cristo, como en el caso de Zaratustra, tras el velo del mundo de los sentidos, pero en el futuro el Cristo será realizado en mayor grado por la meditación espiritual interior y Lucifer será encontrado cuando la mirada se dirija hacia las regiones cósmicas. Así, tenemos que registrar una inversión completa de las condiciones por las que el hombre puede adquirir conocimientos en el curso de la evolución humana. El Cristo, antiguo dios cósmico, se ha convertido en un dios terrenal, que es en adelante el alma de la tierra; Lucifer, antiguo dios terrenal, se ha convertido en un dios cósmico. Y cuando en el futuro el hombre desee volver a ascender al mundo espiritual externo oculto tras el velo del mundo de los sentidos, y no esté dispuesto a detenerse en lo externo y material, deberá penetrar a través del mundo de los sentidos en el mundo espiritual y dejarse llevar a la luz por el "Portador de Luz". No pueden surgir en el hombre facultades para penetrar en esa región si no las crea a partir de las fuerzas que fluyen hacia él desde el reino de Lucifer. Los hombres se ahogarían en el mar del materialismo, persistirían en la creencia de que no hay nada más que el mundo exterior de la materia, si no ascendieran a la inspiración a través del principio luciférico. Así como el principio Crístico existe para fortalecer nuestro ser interior, el principio luciférico intensifica y desarrolla aquellas facultades por medio de las cuales tenemos que penetrar en los mundos espirituales plena y completamente.

Lucifer intensificará nuestro entendimiento y comprensión del mundo; el Cristo nos fortalecerá perpetuamente en nuestro interior.

Traducido por J.Luelmo ago.2022




1  Existe una mayor profundización al respecto entre Jesús de Nazaret y el Jesús de belén (ver conferencia )




GA098 Viena 7 de noviembre de 1907 -desarrollo esotérico y conocimiento suprasensible

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RUDOLF STEINER

LOS REINOS ELEMENTALES, SU NATURALEZA Y SUS EFECTOS SOBRE EL SER HUMANO


Viena 7 de noviembre de 1907

Sobre el estado del sueño. Las flores de loto (esvástica). Entrenamiento de los órganos psíquicos. Los errores que hay que evitar en la formación.  Concentración, acción proactiva, dominio del deseo y del sufrimiento, positividad, imparcialidad. La vida después de la muerte. El karma. Previsión de la vida futura. El guardián del umbral. Dos caras del autoconocimiento. La fecundación mediante el espíritu en el amor y la humildad conduce a la piedad.

Me gustaría hablarles hoy de una ampliación del tema de anteayer, sobre el desarrollo interior o esotérico y el conocimiento suprasensible.  Al hacerlo, será necesario que demos por sentado lo que miramos anteayer y que construyamos, por así decirlo, sobre lo que pasó por nuestras almas en aquel momento. Han visto ustedes por lo que hemos discutido que el desarrollo del ser humano no es algo que deba tomarse, digamos, a broma; no es algo que deba tomarse a la ligera. Por otra parte, hay que insistir una y otra vez en que no hay que hablar de los peligros del desarrollo oculto de la forma trivial habitual. Los peligros son grandes, pero la forma en que se suele hablar de estos peligros no es correcta, y muchas cosas tendrán que quedar claras para nosotros. En primer lugar, hagámonos una idea más clara de lo que le ocurre a una persona que se ha desarrollado a través de algún tipo de formación, digamos que a través de una formación en la línea indicada en la última conferencia, y comparémosla con una persona que no está sometida a esa formación y que vive como todo el mundo en la vida cotidiana. Llegamos a una comprensión si partimos, por ejemplo, de lo que sabemos sobre el estado ordinario en que nos quedamos dormidos. 

De la conferencia anterior habrán ustedes deducido, qué es lo que hace realmente el cuerpo astral del hombre durante la noche en el estado habitual dormido. Cuando el hombre duerme, el cuerpo físico y el cuerpo etérico yacen en la cama; el llamado cuerpo astral con el Yo está fuera de ellos; se ha separado, los ha dejado. Y si este cuerpo astral no está dentro del cuerpo físico, cuando no observa ni contempla el mundo exterior a través de sus herramientas, los órganos de los sentidos, cuando no está ocupado por los movimientos y el trabajo del cuerpo físico, entonces el cuerpo astral puede asumir otra tarea. Se elimina el cansancio de ambos. El clarividente puede ver cómo este cuerpo astral trabaja toda la noche sobre los cuerpos físico y etérico desde el exterior para repararlos, de modo que por la mañana el ser humano siente la mejora de sus fuerzas como restablecimiento. Esta es la razón por la que dormir es un médico tan bueno y debido al cual pierde tanto el hombre que no tiene un dormir sano y suficiente. Muchas cosas que parecen enfermedades no son más que perturbaciones en el cuerpo físico y etérico. Estas perturbaciones permanecen cuando el cuerpo astral es incapaz de eliminarlas. Pero es capaz de eliminar estas perturbaciones cuando no está en el cuerpo como en el estado de vigilia, sino cuando está fuera del cuerpo.

¿De dónde pues, obtiene el cuerpo astral esos poderes y habilidades con los que, por así decirlo, restaura el cuerpo físico? En la última conferencia pública ya comparé esta salida del cuerpo astral del cuerpo físico y etérico con una masa de agua en un vaso. Si tienen mil gotas de agua en este vaso y estas gotas forman todas una masa, esto es algo diferente a coger mil esponjas y aspirar cada gota de agua individualmente; entonces han individualizado estas gotas, las han separado. Lo mismo ocurre con el cuerpo astral por la noche. Si todos ustedes se durmieran aquí ahora, pasaría lo mismo que si se exprimieran las esponjas y se hiciera una masa de agua. Sus cuerpos astrales saldrían y se unirían a los otros. Pero al unirse, la gente entra en contacto con esos grandes acontecimientos armoniosos que hay en el universo. Nuestras almas vuelven por la noche a la armonía de las esferas, y el cuerpo astral con el yo, -y eso es el alma-, extrae de ellas la fuerza necesaria para restaurar el cuerpo físico.

Ahora bien, ¿Qué sucede con una persona que recibe un maestro ocultista y se somete a un entrenamiento ocultista? Se le asignan ciertas tareas. Sólo se puede hablar de forma aproximada sobre esto. 

Se le asignan tareas de meditación, de concentración, etc. ¿Cuál es la finalidad de la tarea que el maestro encomienda al discípulo? - Éstas tienen el propósito de hacer que el cuerpo astral, cuando está fuera del cuerpo físico durante la noche, pueda gradualmente ver. En el ser humano ordinario, el cuerpo astral, cuando está fuera, es inconsciente en el mundo astral, igual que lo sería en el mundo físico si no tuviera sentidos. Si no tienen sentidos, entonces el mundo no está ahí para ustedes. En el momento en que un hombre recibe las instrucciones para despertar los poderes que duermen en su alma, su cuerpo astral adquiere órganos sensoriales espirituales o psíquicos, esos órganos que se llaman lotos. - No son flores, al igual que los pulmones tampoco son alas; todo el mundo sabe que el halcón tiene alas de aspecto diferente a los pulmones. - Las flores de loto son órganos que tienen una especie de movimiento circular. Uno de estos órganos se encuentra bajo la frente, un centímetro por debajo del encuentro de las cejas, en el cerebro. Cuando se piensa intensamente en este punto con la pronunciación simultánea de una determinada palabra, se produce una especie de destello, un devenir de luz, y esto es visible para el clarividente desde el exterior. 

El órgano sensorial entra en una especie de movimiento giratorio. Se dice que la rueda gira, cobra vida. En el hombre medio ordinario, tal órgano no está presente en este punto, o a lo sumo en una insinuación; a través del entrenamiento, este destello surge cuando el cuerpo astral está fuera del cuerpo físico. Da la impresión de una rueda que gira, que puede ser observada desde el exterior como clarividente. Esta rueda se llama la esvástica. - No se puede explicar este símbolo, como los símbolos reales en general, de forma especulativa. No se inventan arbitrariamente, sino que se ven realmente en el plano espiritual o astral. La esvástica es una imagen de este órgano de los sentidos, y todas las explicaciones más o menos ingeniosas de la teosofía son un sinsentido. No se debe explicar alegóricamente o simbólicamente en la Teosofía. Eso sería lo primero que habría que quitar de en medio: toda especulación. Hay que abandonar todo pensamiento sobre cómo pueden ser las cosas; sólo se trata de penetrar en el propio mundo de los hechos. Cerca de la laringe se encuentra la flor de loto de dieciséis pétalos, un órgano del que depende mucho, mucho, en el desarrollo humano. Cerca del corazón está la flor de loto de doce pétalos, más abajo está la flor de loto de diez pétalos y así sucesivamente.
Estos órganos se desarrollan a través de los ejercicios que el maestro le da al alumno, al igual que los sentidos del cuerpo físico se desarrollan a través del ejercicio, por ejemplo, a través de la acción de la luz y el sonido. Considerando precisamente el uno como un proceso físico, el otro como un proceso espiritual de la misma duración. No deben ustedes creer que ningún proceso tumultuoso, la brujería y similares puedan llevar al hombre a desarrollar estos órganos de los sentidos. Son simplemente procesos íntimos, un aprendizaje dentro de los pensamientos, los que tienen el poder en sí mismos de desarrollar tales órganos. Se trata siempre y de nuevo de que el hombre aprenda de qué pensamientos se trata, y de que el hombre piense en un determinado órgano del cuerpo, por ejemplo, en un punto del cerebro que se encuentra un centímetro más abajo que el medio entre las cejas. Cuando el ser humano piensa en este punto, con una composición de palabras muy concreta, despierta ciertas facultades en el interior de su cuerpo astral. Todo es sistemático y, podríamos decir, técnicamente determinado. 

A algunos les parece muy poco apropiado para ellos. Una y otra vez se escuchan frases que son inaceptables para el verdadero ocultista: ¡¡Yo no necesito un maestro, me basto con encontrar mi maestro dentro de mí!!. - En ese comentario hay, en primer lugar, el mayor egoísmo imaginable; luego, también es un sinsentido. Si alguien mirara la geometría desde este punto de vista, ¿Qué saldría de ella? Cualquiera puede encontrar todas las reglas de la geometría a través del desarrollo interior: le llevará muchos miles de años, pero puede encontrarlas. Pero, ¿hay realmente alguna razón para redescubrir la geometría?  ¿No deberíamos retomar lo que la humanidad ha encontrado en siglos de trabajo, y construir sobre ello y beneficiar a la humanidad, que nos ha dado tantos conocimientos? La humanidad tiene derecho a ello. ¿Qué podemos ofrecer a la humanidad en la devoción ¡amor por los maestros de las personas anteriores! De la misma manera no buscamos el desarrollo interior para nosotros mismos, sino como trabajadores al gran servicio de la humanidad. Siempre ha habido gente que se ha adelantado; tenemos que aprender de ellos, y si tenemos miedo de inclinarnos ante la autoridad, eso es una tontería poco caritativa. Trabajar en el espíritu de los maestros de la humanidad, buscar a los que pueden guiarnos, eso es lo primero y absolutamente necesario tanto para el maestro de ocultismo como para el alumno. Estas cosas que nos dicen los maestros, y que han sido probadas y conocidas a lo largo de los siglos, extraen los sentidos del cuerpo astral.

Cuando alguien imparte enseñanzas ocultas, -un verdadero maestro no lo hará-, le resulta fácil dar al alumno instrucciones sobre cómo puede tener percepciones en el mundo astral. Entonces se puede percibir que el alumno comienza a trabajar en su cuerpo astral, a extraer los órganos de los sentidos, pero que con ello muestra hábitos y cualidades temperamentales mucho peores que antes de convertirse en alumno de ocultismo. En los primeros días de la Teosofía muchos se sorprendían de que cometieran errores incomprensibles con respecto a su carácter. Incluso el ligero desarrollo del cuerpo astral, que la enseñanza teosófica aportó como doctrina elemental cuando se dio a conocer, dio lugar a fenómenos bastante extraños. Por ejemplo, un discípulo que era cajero huyó con su dinero, otro hizo cosas muy diferentes; incluso personas que solían ser pacíficas se volvieron pendencieras. Esto se debe al hecho de que con el poco desarrollo oculto que se desprende de los conceptos teosóficos, los lados malos del personaje se ven forzados a salir, si no ocurre nada más. Pero nadie debe tener miedo por ello. A estas cosas sólo hay que prestarles atención, hay que tomarlas en serio. Esforcémonos, por nuestra fuerza de carácter, en no caer en tales ilusiones. Pero es diferente cuando el alumno es abordado por una verdadera formación oculta sistemática. Aquí el trabajo sobre el cuerpo astral es mucho más amplio, y entonces es absolutamente necesario que los cuerpos físico y etérico se ofrezcan como sustituto.

¿Cómo se reemplaza lo que se retira del cuerpo físico y etérico? Para ello es necesario que se desarrollen en el ser humano cualidades bastante específicas. Es posible formar cualidades en la naturaleza y el ser humano por las cuales el cuerpo físico y el cuerpo etérico no necesitan ser reparados tan extensamente. Piensen en ello, hagan algo durante el día para fortalecer el cuerpo físico y el etérico, para recomponerlos de manera que vibren a través de su propio sentido y ritmo en armonía con el gran universo, sólo entonces son capaces de utilizar las fuerzas para el propio cuerpo astral. Y esto deben hacerlo; no es necesario que lo hagan de inmediato, pero llega la hora en que deben hacerlo.  Cuando el Maestro dice: Deben concentrar su pensamiento, no se refiere simplemente al pensamiento ordinario. Cuando se dice: Debe sentarse, tomar un pensamiento ordinario y no permitir ningún otro pensamiento, pensarlo tan intensamente como sea posible con el rechazo de todos los demás pensamientos -, entonces el ser humano debe desplegar una cierta superación interior; es esta superación la que es importante. No es el objeto lo que debe interesar y cautivar. Es fácil, por ejemplo, pensar en Napoleón, pero muy difícil pensar continuadamente durante mucho tiempo en un pequeño fosforo. Eso es lo esencial. Entonces verán cómo, al cabo de un tiempo, adquieren cierta fuerza y seguridad interior. Ya pueden sentir desde una experiencia interna si ha tenido su efecto. 

Entonces tienen que tomar la iniciativa de hacer cosas que probablemente no habrían hecho. Puede ser una acción muy insignificante. No importa la importancia de la acción, pero debe ser una acción propia, una iniciativa propia. Un señor al que le dije esto me dijo después de algún tiempo que cada día daba siete pasos hacia adelante y siete pasos hacia atrás en su oficina, imaginando la evolución y la involución. Excelente, no la magnitud de  la acción, sino la propia iniciativa lo que es necesario.

También hablé de esto con algunos amigos y mencioné, por poner un ejemplo, que se podían regar las flores si nunca se habían regado. ¿Y qué experimenté? Cuando visité a los amigos, los encontré regando flores. Eso fue lo más erróneo que pudieron hacer, pues no era mi acción la que debían hacer, sino una que fuera suya, salvo la invención. Si se hace esto durante mucho tiempo, se ve el efecto interior que tiene. Estas cosas armonizan y equilibran todo en el cuerpo físico y en el etérico de tal manera que ambos resuenan por sí mismos y ya no necesitan tanta corrección, de modo que el cuerpo astral puede retirar una parte de las fuerzas de ellos.

Por tanto, el hombre debe controlarse a sí mismo en relación con el placer y el sufrimiento. En la vida ordinaria está sometido a la esclavitud de los sentimientos. Se ríe cuando se le ofrece algo particularmente ridículo, llora en alguna ocasión triste. El discípulo, sin embargo, debe ser dueño de sí mismo, no debe dejarse controlar, sino que debe controlar su propio placer y sufrimiento. Muchos piensan que de esta manera se vuelven apagados, pero es lo contrario. Así superamos el placer y el sufrimiento, es decir, lo que es placer egoísta y dolor egoísta. Debemos encontrar la manera de adentrarnos, por así decirlo, en otros seres, para sentir con ellos. Por favor, que nadie se desentienda de este ejercicio por miedo a volverse apagado; se sentirá más finamente.

Un cuarto ejercicio es el que prefiero describir contando una leyenda. Esta leyenda es de la vida del Cristo Jesús; no se encuentra en la Biblia, como muchas otras; es una leyenda persa. Una vez, cuando los discípulos iban caminando con Cristo Jesús, vieron el cadáver medio descompuesto de un perro muerto tirado en el camino. Qué horrible carroña -, dijeron los discípulos y se apartaron indignados. Pero sólo Cristo Jesús se detuvo y miró el cadáver y dijo después de un rato: Qué dientes tan espléndidos tenía la bestia. - Él supo ver los hermosos dientes en la fea y decadente carroña. Esto nos da una pista de que debemos y tenemos que aprender a ver el aspecto bello en todo lo feo, lo bueno en lo malo, la verdad en el error. Esta cualidad de la positividad debe practicarse a lo largo del tiempo; da armonía interior y ritmo interior.

El quinto es que el ser humano adquiere una cierta imparcialidad con respecto a todo lo nuevo que se le presenta en el mundo. También podría decirse que nunca debe influir en el futuro por lo que es de costumbre en el pasado. La palabra "no lo creo" debe desaparecer por completo de su mente, y si alguien se acerca a usted y le dice que la torre de la iglesia se ha torcido de la noche a la mañana, debe encontrar un rincón en su corazón en el que considere posible que todo pueda suceder realmente. Pero por eso no deben ser indiferentes, sino que nada debe parecerles imposible. Si consiguen hacer esto, pueden tener un efecto muy significativo en los cuerpos físico y etérico, y esto los llevará a un ritmo tal que el cuerpo astral recibirá lo que necesita para la meditación y la concentración durante la noche. Porque esto sólo conducirá gradualmente a los hombres a la verdadera y real Teosofía, para que en todas partes comprendan por qué todo sucede de esta manera y no de otra. Quien conoce el mecanismo del dormir también sabe por qué hay que hacer esos ejercicios.

Si el ser humano da estos pasos en el camino oculto durante un tiempo bajo una guía apropiada, mucho se vuelve visible, tangible, experimentable para él, que de otra manera se le habría escapado. No hay que creer que los peligros que uno encuentra no existen en la vida. Pero no los ves de antemano, vas por la vida, pero no los ves. Sólo se aprende a ver lo que nos rodea en el mundo espiritual cuando se puede penetrar en los reinos superiores. Aquello, por ejemplo, que el hombre debe encontrar y siempre encontrará en un nivel superior, y que debe soportar, para lo cual debe prepararse, es el guardián del umbral. La gente suele tener ideas bastante extrañas sobre él.

¿Qué es este guardián del umbral? - Hoy queremos llamar la atención sobre esta experiencia, por así decirlo, saltándonos muchas otras cosas y experiencias. Deben ser conscientes de lo que el hombre suele hacer durante toda su vida. Tomemos, en su sentido real, la vida en el kamaloca, la vida después de la muerte, donde el hombre todavía tiene, por así decirlo, una cierta inclinación a la existencia físico-sensorial, y comparemos esta vida con lo que sucede inmediatamente antes de que comience la vida en el kamaloca. Un gran retablo de recuerdos aparece ante el alma de la persona que acaba de dejar el cuerpo físico. Entonces comienza la vida del kamaloca.

Esto es muy peculiar. En primer lugar, tiene la peculiaridad de que el hombre vive hacia atrás. De hecho, vive toda su vida anterior al revés, reviviendo los acontecimientos que precedieron a su muerte hasta su nacimiento.  De esta manera uno vive de nuevo todos los acontecimientos y se termina cuando uno llega a su nacimiento. Se llega a todos los lugares por los que se ha pasado. Supongamos que han llegado a la edad de sesenta años y en su cuarenta aniversario abofetearon a alguien en la cara. Cuando llegan a ese punto de recuerdo en la experiencia retrospectiva, se sienten atraídos por esa persona, y se les imprime una marca, por así decirlo, que es algo extraño: sienten el dolor que han causado. A lo largo de su vida, es posible que haya canalizado sentimientos de venganza; ahora sienten lo que sintió la persona de la que se vengaron o de la que querían vengarse. Perciben en la experiencia retrospectiva qué sensaciones y sentimientos esparcieron. Todo lo que están experimentando les ofrece una gran cantidad de lo que inhibe su desarrollo posterior en la historia de la humanidad. Y sin esta marca de dolor almacenada progresarían más fácilmente, ya que esta marca inhibidora permanece con ustedes como una fuerza. Y al tomar las fuerzas de forma retrospectiva en el Kamaloka, volverán a ser guiados por el karma en la vida venidera a utilizar las fuerzas para redimir la culpa, para enmendar, para compensar. Así que ahí empieza el anhelo de reparar lo que les faltaba, y les atrae cuando la persona vuelve a vivir con ustedes, para reparar el asunto. Así es como se vive el karma.

Otro ejemplo. Cuatro juezas condenaron a alguien a muerte y ejecutaron la sentencia. ¿Por qué ocurrió esto? Cuando se sigue el rastro de las vidas de todas estas personas, resulta que en la vida anterior el condenado había sido una especie de jefe y había condenado a muerte a estos cuatro. Allí, en efecto, se formó ese motivo que unió a los cinco en la vida del kamaloca. De esta manera, el hombre siempre tiene la oportunidad, durante su vida del kamaloca, de tomar esas fuerzas como marcas de impedimento que lo llevan de vuelta a la vida para saldar su deuda.

Después de que el ser humano haya pasado por el Devacán y deba volver a entrar en la vida física, tiene ante sí lo contrario de lo que le ocurrió en su vida pasada, inmediatamente después de la muerte. Ahora en cambio, tiene una especie de previsión, una especie de anticipo de esta vida que ahora les espera. Lo que allí percibe, naturalmente lo olvida salvo que esté entrenado en lo oculto. Hay casos en los que las personas se han visto sorprendidas por el anticipo y no han querido entrar en esta vida. Como resultado, el cuerpo etérico no entra plenamente en el cuerpo físico. En estos casos, el cuerpo etérico de la parte de la cabeza se queda un poco fuera y se produce idiotismo.

Pero no deben ustedes pensar que el karma procede de tal manera que podamos pagar en la siguiente encarnación todo lo que hemos causado en una encarnación anterior.  No es tan sencillo. A veces hay que pasar por muchas, muchas encarnaciones. Si en algún momento pudieran mirar hacia atrás y ver todas las marcas que hay en sus cuerpos astrales, que necesitan ser equilibradas que deben ser equilibrados antes de que puedan ascender a ciertas alturas de lo oculto, verían toda su cuenta de deudas.

Esto se le presenta ahora al alumno y debe enfrentarse a ello de forma simbólica y tangible: lo que todavía tenemos que soportar, lo que todavía nos estorba: el karma incumplido. Este es el guardián del umbral. También puede presentarse de forma bastante anormal. Conozco un caso en el que alguien se encarnó a finales del siglo XVIII y en esa época estaba afligido por una avidez bastante extraordinaria por ciertos hechos en el plano físico, por lo que tuvo que pasar por un extraño destino después de la muerte. Se murió; después de mucho tiempo dejó el último resto del cuerpo astral. - Por lo general, el cuerpo astral se desprende después de un tercio del tiempo transcurrido en la tierra y permanece como un cadáver astral hasta que fallece. Estos cadáveres astrales nos rodean constantemente y ejercen una mala influencia sobre las personas. - Él no pudo permanecer mucho tiempo en el mundo espiritual, por lo que pronto sintió el impulso de bajar de nuevo al mundo físico. Ahora le ocurrió el desastre que, sin embargo, puede ocurrir muy raramente. Puede ocurrir que cuando una persona regrese al mundo físico encuentre su cadáver astral todavía allí. Esto es muy malo para él, porque entonces su cuerpo astral actual está, por así decirlo, saturado por el cuerpo astral anterior, lo cual es un destino terrible. Entonces lo tiene constantemente a su lado como un doble, y esta es la forma anormal del guardián del umbral. Esto puede ocurrir en casos excepcionales.

Pero en el caso de quien está en el camino de la evolución oculta, es necesario que en un determinado momento vea su cuerpo astral ordinario con todas las marcas de su karma desequilibrado, y debe tratar de equilibrar su karma desequilibrado por los medios que se tienen para ello. Este es el verdadero encuentro con el Guardián del Umbral. Todo esto no se dice para asustar, sino para dar una idea de lo que se llama autoconocimiento en el verdadero sentido de la palabra. Esto implica una doble tarea. En primer lugar, de lo que el verdadero yo tiene que llevar a cabo. En segundo lugar, es la realización del yo superior.  Pero en el conocimiento hay algo muy diferente. En la Biblia puede leerse: Adam reconoció a su mujer. -Esta es una expresión para referirse a la fecundación. Conócete a ti mismo significa: fecúndate con la sabiduría que hay en ti, considera el alma como un órgano femenino y fecúndate a ti mismo. Si quieres el autoconocimiento, busca dentro de ti, allí reconocerás todas tus faltas; si quieres reconocer tu yo superior, entonces busca fuera de ti, pues allí el conocimiento del mundo es el autoconocimiento. En el sol está todo, porque todo es sol. Tenemos que alejarnos de nosotros mismos. Me dicen: Usted nos habla de desarrollo y cosas por el estilo; pero nosotros queremos la elevación del alma, de los sentimientos. - Quien habla así es un enemigo de sí mismo. No es mirando dentro de nosotros mismos, sino conociendo el mundo en todas sus partes, poco a poco, como llegamos a ser nosotros mismos. 

Nos volvemos altruistas y podemos encontrar el conocimiento de nosotros mismos y de Dios.

No hay peor frase que esa: Sólo hay que mirar dentro de uno mismo. - Pero allí sólo se encuentra el yo inferior. Con el amor hay que buscar fuera y se encontrará. He conocido a gente que decía: ¿Qué necesito? No necesito nada, porque soy Atma. -Y aunque sigan diciendo "Atma, yo soy Atma", no lo llevan a la conciencia, porque del Atma no saben nada más que la palabra tiene cuatro letras. Mirar dentro de uno mismo sólo lleva a cerrarse. No somos más que un miembro de este mundo.  El dedo sólo es un dedo porque permanece unido al organismo; si se desprende, ya no es un dedo. El dedo no se separa del organismo; pero el hombre es tan "inteligente" como para creer que puede separarse de la tierra, aunque bastaría con llevarlo unos kilómetros por encima de la tierra y perecería. El hombre pertenece al sol, según su naturaleza etérica y astral, a todo un mundo solar. Pretender encontrar el yo en uno mismo es el mayor error. Lo correcto es deshacerse de uno mismo sumergiéndose en todos los detalles del mundo. El que se fecunda en el amor y la humildad encuentra la piedad, mientras que el que busca a Dios en sí mismo se endurece. Así que ved que uno tiene mucho que aprender si realmente quiere conocer el camino esotérico. Y lo que importa es que tengamos el pensamiento correcto sobre tal cosa.  No es necesario que piensen en ello desde la mañana hasta la noche, al igual que no es necesario que se digan siempre su propio nombre. Basta con conocer el pensamiento. Hay pensamientos sin los cuales el esoterista no puede ser un esoterista. Si los tiene como se tienen sus impulsos, sus motivos en la vida ordinaria, entonces estos pensamientos significan para él pasos que lo llevan hasta el plano suprasensible del conocimiento, significan para él una penetración en la sabiduría cósmica, una penetración en la sabiduría del universo, un avance en el conocimiento hacia el amor.

Traducido por J.Luelmo jul.2022