GA231-2 La Haya 14 de noviembre de 1923 -El viaje del hombre a través de los mundos espirituales después de la muerte. Toda su forma se convierte en una fisonomía que expresa su carácter moral y espiritual.

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El hombre suprasensible


RUDOLF STEINER

La Haya 14 de noviembre de 1923



2 conferencia


Mis queridos amigos,

En nuestra conferencia de ayer, intentamos relacionar al hombre con el Cosmos. Nuestro objetivo era crear una base para una comprensión profunda y completa del ser suprasensible del hombre. Hoy quiero llevar un poco más allá lo que se dijo en esa conferencia, ya que también tenemos que considerar la naturaleza suprasensible del hombre cuando sus cuerpos físico y etérico han sido abandonados, es decir, cuando ha atravesado la puerta de la muerte y está recorriendo el camino que se extiende entre la muerte y un nuevo nacimiento.

Me propongo pues, dar hoy una especie de descripción, -tratando más externamente, por así decirlo, de lo suprasensible- de lo que se revela a la percepción imaginativa respecto a esta existencia entre la muerte y el renacimiento. Esto proporcionará una base para comprender al hombre en su alma y su espíritu.

Sin embargo, desde el principio debemos tener claro que es realmente incorrecto, hablar del ser físico del hombre como algo separado del alma y del espíritu, pues esa parte física del hombre, el cuerpo físico que percibimos en el mundo de los sentidos, también está impregnado de alma y espíritu. La forma de la frente, la forma de los rasgos y del semblante, todo lo que pertenece a la forma humana, el hombre la posee sólo en la medida en que le ha sido dado por las fuerzas espirituales. Por lo tanto, no hay que sorprenderse de que los poseedores de la facultad de la clarividencia espiritual, sigan hablando de la "forma" o "figura" del ser humano incluso después de haber atravesado la puerta de la muerte. Pues así es en realidad; para la cognición imaginativa un hombre que ha pasado por la muerte revela una forma. Si comparamos esta figura con algo observado físicamente no es, por supuesto, más que una especie de sombra-imagen; sin embargo, es clara y muy impresionante. Lo primero que nos llama la atención de esta forma o figura es que es "externa". Nuestra idea del hombre en su alma y en su espíritu debe ser, naturalmente, moral y espiritual; sin embargo, comprobaremos que no podemos desplegar un concepto genuino y sólido del hombre suprasensible si no hablamos, para empezar, de estas imaginaciones, de estas formas-imagen, que el hombre sigue "llevando", por así decirlo, incluso después de haber atravesado la puerta de la muerte.

En el momento de la muerte, el cuerpo físico es abandonado. No es necesario que nos detengamos a considerar lo que ocurre con él, ya que la forma concreta en que se produce la disolución tiene mucha menos importancia de lo que la gente cree. La disolución del cuerpo físico, ya sea por combustión o por descomposición, sólo concierne a los demás seres humanos. Para la vida después de la muerte no tiene gran importancia; por lo tanto, aquí sólo hacemos mención de que el cuerpo físico se disuelve en la naturaleza exterior, en las fuerzas de la naturaleza exterior. El cuerpo etérico también se disuelve, muy poco después de la muerte. Una vez que las dos manifestaciones exteriores del ser humano han sido desechadas, algo se libera de estas dos envolturas, (la palabra "envoltura" no es realmente exacta). Aquellos que están suficientemente dotados de cognición imaginativa, están capacitados para percibir qué es lo que se libera de dichas envolturas después de la muerte. Esta consiste en una figura o forma, una forma que, para empezar, tiene cierta semejanza con la forma física del ser humano. Pero esta forma espiritual, como la llamaré, está envuelta en un proceso constante de transformación. En muchas ocasiones he hablado de la vida entre la muerte y el nuevo nacimiento y desde muchos puntos de vista diferentes, porque sólo así es posible desarrollar una idea adecuada de ella. Hoy me propongo hablar desde otro punto de vista. Reuniendo lo que se ha dado en diferentes momentos, podrán ustedes construir gradualmente un cuadro completo.

Esta forma espiritual del ser humano está sujeta, como hemos dicho, a un proceso constante de cambio. Se acerca cada vez más a lo que sólo se puede describir con un decir: La forma-espíritu se convierte en una gran "fisonomía". Para la visión imaginativa que posee el Iniciado y también para quien ha atravesado la puerta de la muerte, hace su aparición una especie de fisonomía. Pero esta fisonomía comprende al ser humano completo, no sólo una parte de él. Todo el ser humano, en su forma espiritual, presenta una fisonomía que es la expresión de su ser en su interioridad moral y espiritual. Después de la muerte, un hombre malo no tendrá la misma apariencia que un hombre bueno. Un hombre que se ha esforzado mucho durante su vida en la Tierra no tendrá el mismo aspecto que uno que haya vivido irreflexivamente o sin sentido. Pero esto no lo encontramos expresado simplemente en el "semblante". En efecto, el semblante real pierde gran parte de la expresión fisonómica que se le imprimió en la vida física, y lo que se conserva tiende a volverse cada vez más indefinido. En cambio, las otras partes del cuerpo se vuelven singularmente expresivas, en particular la región donde se encuentran los órganos internos de la respiración. La forma fisionómica que asume esta región revela las cualidades permanentes del carácter del hombre. Después de la muerte todo el sistema del pecho, adquiere una apariencia fisonómica definida dentro de la forma espiritual, revelándonos si el hombre estaba dotado de coraje o si era tímido, si abordaba la vida con cierta audacia y valentía o si invariablemente se retraía de los obstáculos de la vida, etc.

Los brazos y las manos también se vuelven peculiarmente expresivos después de la muerte. En los brazos y las manos se puede leer la biografía del ser humano entre el nacimiento y la muerte, sobre todo en las manos, que incluso en la vida física están llenas de significado y revelan mucho a un observador inteligente. La forma en que un hombre mueve sus dedos, cómo nos tiende la mano, si sólo ofrece las puntas de los dedos o si da un cálido apretón de manos, todo esto puede decirnos mucho. También se puede aprender mucho estudiando las formas que adoptan las manos cuando un hombre está sentado tranquilamente, o cuando está trabajando. Estas cosas pasan desapercibidas, por lo general; pero los seres humanos se vuelven mucho más interesantes cuando observamos lo que hacen con sus manos y dedos, porque aquí divulgan lo que realmente son. Después de la muerte, esto es aplicable en un grado aun mucho mayor; la historia de la vida puede leerse a partir de la apariencia asumida por los brazos y las manos. Lo mismo ocurre con otros órganos. Todo se vuelve expresivo, todo se convierte en fisonomía. Después de la muerte, el ser humano lleva su fisonomía moral-espiritual.

La conferencia de ayer nos mostró cómo el ser humano es construido y "formado" por el Cosmos y cómo la piel y los órganos de los sentidos son una expresión de la forma que se inscribe en el éter cósmico. Después de la muerte, la forma que da al hombre la piel que lo envuelve se convierte en una expresión fisionómica de su ser moral y espiritual; y permanece así durante un tiempo considerable.

Cuando el ser humano empieza a encontrar su camino en este nuevo tipo de vida, allí se encuentra con otros seres humanos con los que, en la vida terrenal, ha tenido un compañerismo de espíritu, mente y corazón. Y ya no es posible fingir entre ellos. Porque lo que cada hombre es, y lo que su sentimiento es hacia sus semejantes, se expresa fielmente en la fisonomía que he descrito. Durante este período de la vida después de la muerte, -que sigue al período de "prueba", del que no me propongo hablar hoy-, los hombres viven juntos con aquellos con los que de alguna manera el destino los ha relacionado en la última vida terrenal, o en cualquier otra vida terrenal. Aprenden a conocerse a fondo, pues contemplan las formas fisonómicas de las que hemos hablado. En este período, la vida consiste en aprender a conocer a aquellos con los que uno está conectado por el destino. Hay que tratar de imaginar lo que es un estrecho e íntimo escrutinio mutuo. La palabra suena quizás un poco vulgar, pero expresa la realidad. Cada ser humano se revela plenamente ante el otro, con todo el sentido de sus destinos comunes al descubierto. De este modo, pasan continuamente por delante del otro, se encuentran.

Durante este período de existencia es cuando el ser humano que se ha convertido en la mencionada "fisonomía", aprende a conocer a los Seres de la Tercera Jerarquía -los Ángeles, Arcángeles y Arcai. Porque estos Seres son siempre, debido a su naturaleza inherente, fisonomías. Ellos han surgido de los Seres de las Jerarquías superiores y han dejado que toda su naturaleza de espíritu y alma se imprima en su forma espiritual, haciéndola así perceptible a la visión Imaginativa. Este contacto con los Seres de la Tercera Jerarquía es, pues, una experiencia que se añade a la de la asociación con nuestros semejantes con los que estamos conectados por el destino. El espectáculo de todos los demás seres humanos con los que estamos conectados por el destino está, por supuesto, lleno de variedad. Entre ellos hay, por ejemplo, algunos que en la Tierra habrían preferido tenernos al otro lado del mundo, pero que, sin embargo, están unidos a nosotros por el destino. Sabemos exactamente los sentimientos que han albergado hacia nosotros y lo que nos han hecho. El espectáculo es realmente muy variado. Y entre estas formas errantes se mueven los Seres de la Tercera Jerarquía, figuras radiantes y brillantes como el Sol. Las palabras que utilizo son, por supuesto, comparativas; después de todo, uno no tiene otra posibilidad que emplear el lenguaje terrenal. Pero estamos hablando aquí de la realidad absoluta, cuando contamos cómo durante este período después de la muerte el hombre se encuentra con los otros seres humanos que están ligados a él por el destino. Por extraño que parezca, el hombre sólo puede percibir y comprender a aquellos con los que está unido por el destino. Las almas humanas con las que no está vinculado por el destino permanecen, a todos los efectos, invisibles para él. No tiene medios para leer su fisonomía moral-espiritual. No las percibe, ni puede hacerlo, pues es precisamente el vínculo del destino el que le concede a uno el poder de ver. Si el destino de los seres humanos aquí en la Tierra fuera ver con sus ojos físicos de la misma forma que ven en este período después de la muerte, no verían mucho; porque aquí en la Tierra a los hombres les gusta ser pasivos en su visión y dejar que los objetos se alcen ante ellos. En nuestra época actual de civilización la gente está poco inclinada a esforzarse para estar despierta a su entorno. Muchos de los que hoy se ven devorados por la pasión del cine, muchos de los que ansían impresiones a las que poder entregarse pasivamente, si estuvieran equipados aquí en la Tierra con el mismo tipo de visión que después de la muerte, no verían a sus semejantes en absoluto. En efecto, después de la muerte, la visión de otras almas humanas depende enteramente de nuestra atención, que entonces, naturalmente, ha sido implantada en nosotros por la forma en que el destino nos une a ellas. El primer período de la vida después de la muerte es, pues, un tiempo en el que aprendemos a conocernos; y durante este tiempo aprendemos también a saber cómo son recibidas las almas en el mundo espiritual por los Seres de la Tercera Jerarquía. Contemplamos la alegría con la que los Ángeles, Arcángeles y Arcai reciben las formas espirituales de los seres humanos, -o bien, percibimos la poca alegría que experimentan al encontrarse con ellos. Observamos qué impresión causan las almas humanas en los Seres de las Jerarquías que están más cerca de ellas en el mundo invisible.

Luego viene otro período. Las almas que han estado aprendiendo a conocerse, que se han estado mirando continuamente, comienzan ahora, de una manera que pertenece a la vida después de la muerte, a tener comprensión la una con la otra. Comienzan a comprender espiritualmente las fisonomías morales-espirituales.

El primer período después de la muerte es realmente una vida de recuerdos pura y dura. Cada ser humano vive junto a aquellos a los que pertenece. Es, por supuesto, una existencia que es del "presente", en el sentido de que vivimos y nos movemos y actuamos en medio de todo lo que ocurre entre las almas de los hombres y los Seres de la Tercera Jerarquía; sin embargo, estamos viviendo todo el tiempo en una especie de recuerdo de la vida terrenal. Pero ahora llega un momento en el que empezamos a tener comprensión espiritual, en el que empezamos a comprender, -a la manera del mundo espiritual, por supuesto-, lo que significan estas fisonomías morales y espirituales de nuestros semejantes. Aprendemos a comprender a nuestros semejantes de tal manera que podemos decirnos a nosotros mismos: Esta fisonomía que veo ante mí revela tal o cual cosa, apunta a ciertas fases del destino que él y yo compartimos, y así sucesivamente. Por supuesto, esto ya lo hemos experimentado en el primer período después de la muerte, cuando contemplamos nuestros destinos comunes. Pero ahora, en el segundo período, la experiencia es del tipo que nos lleva a decir: Habiendo vivido nuestra vida juntos de una manera que ahora se nos revela a través de la comprensión mutua de nuestras fisonomías, nuestra vida futura juntos debe tomar tal y cual curso. Empezamos a comprender la posibilidad de un futuro para nuestro destino común; empezamos a tener un sentimiento de cómo las relaciones que se han iniciado en la vida terrenal pueden desarrollarse más. Vemos, por así decirlo, en perspectiva, cómo se entretejen los hilos del destino en el futuro, los hilos del destino común que se revelan en las formas espirituales fisonómicas de las que he hablado. Esta experiencia se vuelve cada vez más íntima, tan íntima que se produce un "crecimiento conjunto", un verdadero "crecimiento conjunto" en alma y espíritu.

A medida que el alma avanza en esta fase de la existencia, lo que en la Tierra era la parte más expresiva del ser del hombre se va desvaneciendo. La cabeza desaparece, disolviéndose en una especie de niebla espiritual. A medida que la cabeza desaparece de la vista, se produce un cambio en los rasgos de la forma espiritual fisionómica. Los rasgos se modifican: ahora se ve algo que apunta, por así decirlo, desde el pasado hacia el futuro. En este momento el ser humano es llevado hacia el Espíritu que mora en los movimientos planetarios, el Espíritu que mora en las fuerzas de las esferas planetarias; hasta que llega el momento en que los seres humanos que pertenecen juntos se acercan al Sol espiritual, Las fuerzas planetarias los llevan al Sol espiritual; y ahora todas las experiencias que han atravesado juntos en el pasado, y las semillas también de la experiencia futura, son llevadas con ellos al Sol espiritual. Es realmente infantil pensar que el Sol es un globo de gas en el universo. Este es sólo el aspecto del Sol que se revela a la Tierra. Cuando lo contemplamos con los ojos del espíritu, con los ojos del alma, que tenemos después de la muerte, mirándolo desde fuera en el gran Universo, el Sol se muestra como un Ser espiritual, o más bien como una colonia de Seres espirituales. Y allí, entre los Seres espirituales, se mueven las almas humanas que han pasado al Sol espiritual, no sólo cada una con su propio contenido espiritual, sino todas ellas llevando allí también sus destinos relacionados. Y todo este "sistema" de almas humanas, junto con los juicios emitidos sobre ellas por los Seres de la Segunda y Tercera Jerarquías, brilla en el universo, en el Cosmos.

Para formarnos una verdadera concepción del Sol, debemos pensar de la siguiente manera. Si miramos el Sol desde la superficie de la Tierra, nos parece un orbe brillante y radiante. Podríamos hacer un dibujo de él. Se suele creer que, si ascendiéramos por el espacio e inspeccionáramos el Sol desde por encima de la Tierra, tendría exactamente el mismo aspecto que tiene cuando lo miramos desde la Tierra. Sin embargo, esto es bastante erróneo. Si quisiéramos hacer una imagen, una imagen perceptible por los sentidos de cómo se ve el Sol para la visión espiritual, tendríamos que mostrar las radiaciones espirituales que salen del Sol hacia los amplios espacios del Cosmos. Desde la Tierra sólo vemos el aspecto del Sol que brilla hacia la Tierra. Pero ahora aparece algo a la mirada espiritual que cambia gradualmente hasta hacerse audible al oído espiritual, se convierte en una nota, un motivo, -a menudo grandioso e imponente-, en la Música Cósmica. Esta nota proviene de lo que las almas de los seres humanos han experimentado en la Tierra y experimentan ahora después de la muerte. Todo esto se lleva a la existencia del Sol y se irradia desde allí al Cosmos. Cuando esto sucede, el ser humano, -en su forma espiritual, por supuesto,- ya ha asumido la forma del Sol. Las palabras suenan extrañas, pero los hechos deben ser descritos tal como son, pues estamos hablando de realidades. Todo lo que era, tras el paso por la puerta de la muerte, fisonomía, forma-espíritu, está ahora como "redondeado", y cuando el ser humano ha llegado, -hablando espiritualmente,- al Sol, él mismo se ha convertido en una "esfera-espíritu". En esta esfera espiritual se refleja el Cosmos. Todo nuestro ser se convierte en un órgano sensorial espiritual. Pero las impresiones que recibimos ya no son impresiones de la Tierra. Nos hemos convertido, por así decirlo, en todo un ojo, -ojo del espíritu,- y en el ojo del espíritu recibimos la impresión de todo el Cosmos. Nos sentimos uno con todo el amplio Universo. Y lo que éramos antes, en la Tierra, lo sentimos como algo fuera de nosotros. El Universo entero se refleja en nosotros como en un ojo del espíritu, y nos sentimos uno con los destinos que hemos experimentado, tanto en nosotros mismos como en conexión con otras almas humanas.

Habiendo vivido durante un tiempo en esta fase de la existencia, pasamos gradualmente a la esfera de la Primera Jerarquía - la esfera de los Serafines, Querubines y Tronos; y nos unimos a ellos. De manera que nos unimos primero a la Tercera Jerarquía, cuando nos movemos entre aquellas almas que están ligadas a nosotros por el destino, recorriendo entre ellas nuestra fisonomía moral y espiritual. Luego somos llevados por las fuerzas planetarias a la existencia espiritual del Sol, donde nos unimos con la Segunda Jerarquía, i pero todavía estamos fuera de la Primera. Finalmente, cuando nuestra propia existencia solar nos ha hecho sentir uno con todo el Cosmos, nos unimos con la Primera Jerarquía, con Serafines, Querubines y Tronos. Y entonces comienza a despertarse nuestro interés por otras almas distintas de aquellas con las que el destino ya nos ha unido, almas que sólo ahora, en la vida entre la muerte y el nuevo nacimiento, entran por primera vez en nuestra esfera de destino. Llegamos a ser capaces de percibir almas humanas que en vidas futuras estarán conectadas con nosotros.

Mientras tanto, bajo la influencia de los Serafines, Querubines y Tronos, comenzamos a ver cómo se producen poderosos cambios en aquellos con los que ya estábamos conectados por el destino. Cuanto más estrecha es la conexión, más perceptibles son los cambios. Para empezar, los describiré más desde su aspecto exterior.

Cuando miramos con ojos físicos a alguien que camina, vemos cómo pone primero un pie delante, luego el otro y así avanza. Al observarlo, vemos lo que podríamos llamar una serie de "exposiciones momentáneas". Pero para aquellos que con percepción imaginativa miran a un ser humano en esta esfera de existencia después de la muerte, es como si con cada paso, estuviera contenido todo el destino del hombre en la forma que las piernas adopten, un destino que él mismo está experimentando y que ha moldeado en su vida terrenal. Tampoco el destino se lleva sólo en las piernas; también en los brazos llevamos el contenido de nuestro destino, es decir, las acciones buenas y malas que hemos hecho a nuestros semejantes. La forma en que el ser humano se mueve revela algo que exige un juicio en el Universo, y el juicio se convierte entonces en una parte de su destino. Y en la corriente sanguínea, vista con el ojo del espíritu en esta esfera de la existencia, se revela el destino interior que ha sido creado por la actitud del ser humano ante la vida, por la forma en que reaccionó interiormente a sus experiencias. Estas revelaciones del destino pueden verse durante mucho tiempo después de haber entrado en esta esfera de existencia; se contemplan continuamente en las formas y la estructura de los miembros, de hecho en todas las formas del hombre, con excepción de la cabeza y el pecho. En la Tierra, la visión de un ser humano que pasa por delante de uno sin cabeza ni pecho sería difícilmente agradable, pero en la esfera entre la muerte y el nuevo nacimiento es muy diferente, allí todo es moral y espiritual. El espectáculo es, en efecto, infinitamente más grandioso de lo que puede ser el espectáculo de una cabeza humana en la Tierra. Esto es lo que experimentan las almas humanas unidas por el destino durante su existencia espiritual en el Sol, en el período que he llamado en mis Obras de Misterio la "Hora de la Medianoche de la Existencia." Aquí, de acuerdo con el grado de pertenencia, las almas se unen para trabajar en la transformación de lo que fueron en la vida terrenal precedente. El ojo del espíritu puede percibir lo que sucede en detalle. Por ejemplo, lo que está contenido en las piernas es cambiado y reelaborado, para que pueda formar las mandíbulas inferiores para la próxima vida terrenal. Los brazos y las manos se transforman para convertirse en las mandíbulas superiores con los nervios pertenecientes a esta región. Por supuesto, deben ustedes comprender que todo esto se percibe espiritualmente. Para la percepción espiritual, todo el hombre inferior se transforma en el hombre superior.

Este cambio no lo provoca el ser humano individualmente, sino todos los seres humanos que pertenecen a él. El grado en que están unidos por el destino determina la medida en la que trabajan unos sobre otros. Y mediante este trabajo conjunto, se forman parentescos espirituales que más tarde llevan a los seres humanos a encontrarse en la vida terrenal, a reunirse en la vida. Por tanto, los parentescos espirituales que nos unen a otros seres humanos de manera más o menos íntima, se originan en la vida entre la muerte y el nacimiento. En realidad, la forma espiritual de la cabeza, tal como será en la próxima encarnación, surge como resultado del trabajo conjunto de los seres humanos que se unen por el destino. Este es un trabajo que se hace en la tierra de los espíritus, y es mucho más grande en contenido y en significado que cualquier trabajo que se haga en la Tierra.

Como ven, al igual que podemos describir en imágenes lo que le sucede al hombre entre el nacimiento y la muerte, de la misma manera que podemos dibujar imágenes de la vida física terrestre, también podemos describir con toda definición y detalle lo que le sucede entre la muerte y un nuevo nacimiento. El proceso de transformación que tiene lugar en el sistema de las extremidades y en el sistema del metabolismo de la sangre es un proceso maravilloso y asombroso. Sin embargo, es necesario recordar siempre que esta transformación, que tiene lugar en la fase de la existencia espiritual que se encuentra a medio camino entre la muerte y el nuevo nacimiento, es una transformación de las cualidades morales y espirituales del hombre. De lo que surge del proceso, -debemos decir ahora que resuena como Música Cósmica. Esta forma del hombre que está modelada a semejanza del Sol, y que es un espejo en el que se refleja todo el Universo, expresa en tono cósmico la forma y figura exterior del hombre. Ahora no es -para usar una comparación- como si se tuviera una idea visual del hombre; recibimos en el sonido cósmico la idea del ser transformado del organismo inferior del hombre.

A medida que pasa el tiempo, el hombre se convierte en una parte del propio Verbo Cósmico. Lo que al principio era una mezcla de melodías, de armonías, se convierte ahora en partes articuladas del Verbo Cósmico. El hombre "habla" su propio ser, lo habla desde el Cosmos. Hay, pues, un período entre la muerte y el siguiente nacimiento en el que el ser del hombre es verdaderamente una "palabra" espiritual, no una palabra insignificante de pocas sílabas, sino una palabra infinitamente expresiva, que en su enunciado abarca todo el ser del hombre como hombre, así como el ser individual del hombre en cuestión. Cuando se ha alcanzado este punto de tiempo entre la muerte y el nuevo nacimiento, el hombre entra en posesión de un conocimiento profundamente misterioso, y envía al Cosmos la revelación -perceptible para los Seres divinos y espirituales- de lo que él mismo es.

Cuando un ser humano trabaja de esta manera sobre otro, ayudando a que el hombre inferior se transforme en lo que será el hombre superior, (pues lo que antes era el hombre superior ya se ha desvanecido), cuando hay este trabajo conjunto, que depende siempre del grado en que un ser humano ya estaba conectado con el otro y que determina la conexión que habrá entre ellos en el futuro, entonces este trabajo de metamorfosis es realmente una especie de moldeado y esculpido en el espíritu. El hombre entonces, por así decirlo, plasma en formas lo que está moldeado espiritualmente y trabaja sobre ello, hasta que se transforma en música sonora y finalmente en palabra.

De manera que en la primera etapa después de la muerte, el ser humano se mueve entre las fisonomías espirituales de aquellos que están conectados con él por el destino: contempla estas fisonomías. Los seres humanos aprenden a conocerse en la forma espiritual, aprenden a conocer las cualidades morales y espirituales de los demás. Pero en esta primera etapa consiste sólo en un contemplar, un ver; aunque significa que las almas entran en íntima conexión, no es más que un contemplar. Después comienza el período que he descrito como el del crecimiento de la comprensión mutua. El uno comienza a comprender al otro; lo mira profundamente y observa su naturaleza interior, sabiendo al mismo tiempo que el trabajo seguro del destino unirá el futuro con el pasado. Es entonces cuando comienza el gran proceso de transformación, en el que el uno es capaz de trabajar sobre el otro a partir de un profundo conocimiento y comprensión, y el moldeado plástico del espíritu es tomado y cambiado a música y a palabra. Y aquí llegamos a algo más que la mera comprensión; el ser humano es capaz de decirle al otro su propia palabra creadora y llena de calor. En la Tierra hablamos con nuestros órganos del habla; por medio de ellos nos contamos lo que sabemos. Nuestras palabras viven en el cuerpo físico como algo fugaz y transitorio; y cuando expresamos lo que queremos decir por medio de nuestros órganos del habla, en ese momento apagamos completamente lo que vive detrás de lo meramente material. Pero ahora imagínense que lo que un hombre pronuncia así, lo que pasa a la palabra fugaz, fuera una expresión de sí mismo, no fuera sólo una manifestación suya, sino que fuera al mismo tiempo su propio ser. Tal es la relación de los seres humanos en el período intermedio del tiempo entre la muerte y el nuevo nacimiento, -diferenciando cada uno su propio ser y revelándose el uno al otro. La palabra se encuentra con la palabra; la palabra articulada se encuentra con la palabra articulada; la palabra interiormente viva se encuentra con la palabra interiormente viva. Las almas humanas son ellas mismas palabras; su sinfonía es la sinfonía de la Palabra Cósmica hablada en su propio ser. Allí, los hombres viven en y con los demás; no existe la impenetrabilidad. La palabra que es un ser humano se funde con la palabra que es el otro ser humano. Y es allí donde se forman esos lazos de destino que se prolongan en la siguiente encarnación, y se expresan en la simpatía o antipatía que un ser humano siente cuando se encuentra con otro. El sentimiento de simpatía o antipatía es un reflejo de la relación que tuvo lugar en la tierra de los espíritus en la fase media de la vida entre la muerte y el nuevo nacimiento. Allí hablábamos unos con otros, nosotros mismos éramos el discurso; aquí en la Tierra tenemos el sombrío reflejo de ello en el sentimiento que experimentamos cuando nos encontramos de nuevo. Porque así es como tenemos que entender nuestra vida. Lo que experimentamos en la Tierra junto con otros seres humanos, debemos escuchar en ello un eco, en la vida del sentimiento, de lo que nosotros mismos fuimos una vez en la Palabra creadora, cuando, -entre la muerte y un nuevo nacimiento,- hablamos de nuestro ser. Ese es un tiempo en el que, en verdad, los hombres viven los unos para los otros. Y cuando vivimos en la Tierra volcándonos con los otros, es, por así decirlo, una proyección desde lo espiritual a la Tierra de una unión real y verdadera.

Después de haber vivido este período de tiempo, el hombre entra en otro, donde comienza a apartarse gradualmente de los Seres de la Primera Jerarquía, -los Serafines, Querubines y Tronos,- y a entrar de nuevo en el reino de la Segunda Jerarquía, -las Dominaciones, Virtudes y Potestades,- en el reino de las fuerzas que los planetas ejercen entre sí. Ahora le llegan percepciones del Universo, percepciones que antes no existían en el mismo grado, pues antes sólo podía seguirlas en los otros seres que le rodeaban. El Universo comienza ahora a surgir ante él como un Universo exterior. También aprende su relación con los seres cuyo destino no está ligado al suyo; llega a conocer su conexión con las almas humanas que aparecieron por primera vez dentro de su órbita de experiencia durante el período de tiempo medio entre la muerte y el renacimiento. Esto sucede en el viaje de regreso, cuando el hombre desciende de nuevo a las esferas planetarias y con ello entra en conexión con los Seres de la Segunda Jerarquía. Por supuesto, ya ha estado con ellos antes, pero la conexión es ahora de un tipo diferente. La Primera Jerarquía se ha desvanecido gradualmente de la vista, hasta que finalmente no está allí en absoluto. Empiezan a aparecer las semillas - semillas espirituales, para empezar - para la nueva formación plástica del ser humano, para el nuevo sistema del pecho y el nuevo sistema de los miembros. Poco a poco, el hombre forma y construye de nuevo su prototipo espiritual. La expresión de su propio ser que pronunció en el Verbo Cósmico se convierte de nuevo en la Música de las Esferas, y de la Música de las Esferas nace la imagen plástica de su ser. Así se acerca al momento en que está preparado para entrar en conexión con un germen embrionario que le han proporcionado un padre y una madre. Porque es una forma espiritual, una entidad espiritual, que desciende del mundo espiritual a la existencia física en la Tierra, que es la verdadera esencia y el ser del ser humano. El embrión físico que, por así decirlo, sale a su encuentro sólo está ahí para permitirle establecer una conexión con las sustancias terrestres e impregnarse de ellas.

La vida entre la muerte y el nuevo nacimiento es plena y rica en contenido. El trabajo en el que están empeñadas las almas de los seres humanos no es otro que un trabajo conjunto entre ellas y los seres de los mundos superiores. Pero toda la naturaleza de la vida entre la muerte y el nuevo nacimiento es totalmente diferente de la manera y el carácter de la vida aquí en la Tierra. Y si queremos progresar en nuestro estudio y llegar a una comprensión cada vez más clara del ser suprasensible del hombre, debemos comprender lo siguiente.

Vivimos en el mundo físico de la Tierra. Percibimos el mundo exterior a través de nuestros sentidos. De lo que percibimos debemos decir: Es perceptible y es físico, -porque lo físico es todo lo que podemos percibir en esta vida terrenal. Por encima de este mundo se encuentra otro, al que pertenece nuestro cuerpo etérico, que impregna y penetra el cuerpo físico. Este segundo mundo es imperceptible para la facultad física de percepción del hombre. Tampoco es físicosino suprafísico. Limitando, pues, con nuestro mundo físico perceptible, existe otro imperceptible y suprafísico. Es el mundo siguiente al nuestro, y es la morada de los Seres de la Tercera Jerarquía - los Ángeles, Arcángeles y Arcai. Para un hombre que vive una encarnación física en la Tierra y que no desarrolla la visión espiritual, este mundo es imperceptible; tampoco es físico. Es cierto que manifiesta su funcionamiento en el mundo físico, pero no es físico.

Luego hay un tercer mundo. Este tercer mundo tampoco es físico; en este sentido es similar al mundo etérico. También es suprafísico. Pero lo extraño es que este tercer mundo sin embargo, es perceptible. Es perceptible desde nuestro mundo terrenal. Así, hemos llegado a un mundo que llega a nuestro mundo y es perceptible; pero como es suprafísico, los hombres no son capaces de explicarlo en su verdadera naturaleza. A este mundo que es suprafísico pero perceptible, pertenece, por ejemplo, todo lo que fluye hacia nosotros en la luz del Sol. Los Seres Espirituales que pueblan el Sol son suprafísicos y, sin embargo, perceptibles para nosotros en la Tierra. Porque es una tontería pensar que la luz del Sol es simplemente lo que los físicos creen que es. La luz del Sol es la manifestación de los Seres Solares. Los Seres Solares son perceptibles, pero se presentan al hombre en una forma que no puede interpretar. La luz de las estrellas, la luz de la Luna y otras luces además de la del Sol y la Luna y las Estrellas es perceptible, pero lo que está detrás de ella como Ser no es comprendido correctamente por el hombre. Tenemos, pues, un mundo perceptible, pero suprafísico, que linda con el mundo físicamente perceptible. Es muy importante captar las características de los diferentes mundos:

Nuestro propio mundo, perceptible y físico.

El segundo mundo, limítrofe con el primero. En este mundo viven los Ángeles, Arcángeles y Archai. Es imperceptible y suprafísico, es la morada de la Tercera Jerarquía y también de los seres humanos mientras viven en comunidad con la Tercera Jerarquía durante la vida entre la muerte y un nuevo nacimiento.

El tercer mundo es perceptible y suprafísico. Es la morada de la Segunda Jerarquía, (Dominaciones, Virtudes y Potestades).

Y aún hay otro:

Un mundo imperceptible y físico.

Tenemos entonces, cuando se añade el cuarto, una lista completa de todos los mundos posibles: 

  • Perceptible y físico. Humanos, Animales, Vegetales y Minerales.
  • Imperceptible y suprafísico, Tercera Jerarquía -Ángeles, Arcángeles y Arcais
  • Perceptible y suprafísico, Segunda Jerarquía -Dominaciones, Virtudes y Potestades.
  • Imperceptible y físico. Primera Jerarquía -Serafines, Querubines y Tronos.

Pues este cuarto mundo es imperceptible y, sin embargo, físico. ¿Cómo podemos imaginarlo? Este mundo está entre nosotros, está presente en un sentido físico, pero es imperceptible. Piensen por un momento. Si levantan la pierna del suelo, es pesada, la fuerza de la gravedad actúa sobre ella. La fuerza de gravedad actúa físicamente, pero es imperceptible para la percepción sensorial ordinaria. Ustedes tienen una experiencia interna de esta fuerza de gravedad, pero es físicamente imperceptible. Lo mismo ocurre con otras cosas. Ustedes experimentan en su interior, aunque con sentimientos que no pueden explicar, lo que la Ciencia Espiritual del pasado, más instintiva, conocía como la tendencia "mercurial". Tienen continuamente dentro de ustedes esta tendencia a la forma de gota, -en los constituyentes de albúmina, que están perpetuamente tratando de formarse en ustedes; una vez más, algo físico, pero imperceptible en su configuración esencial. Por tanto, hay un proceso vivo de combustión, de quema, que tiene lugar dentro de ustedes. Actúa físicamente y vive en su voluntad, pero ustedes no son conscientes de ello. Es imperceptible y físico. Dentro de este mundo, el mundo de lo imperceptible y físico, habitan los Seres de la Primera Jerarquía - los Serafines, Querubines y Tronos.

Esto abre un nuevo aspecto de nuestro estudio. Cuando atravesamos la puerta de la muerte, salimos, en primer lugar, a lo imperceptible y suprafísico. Desaparecemos, por así decirlo, del mundo. En la segunda etapa entramos en la esfera de la Segunda Jerarquía; entramos en lo perceptible y suprafísico. Durante esta fase de la existencia, aprendemos a comprender nuestros destinos, aprendemos a leerlos en la luz fluyente e inundante del Sol y las Estrellas. El que ha aprendido a mirar la esencia de esta luz no mira al Sol de forma vacía, ni a las esferas de las estrellas en las distancias lejanas; sabe que en esta luz fluida y en movimiento se tejen los hilos del destino humano. Es el mundo perceptible, pero suprafísico, y en él viven los muertos, los aparentemente muertos.

Y mientras el hombre realiza a su vez esta metamorfosis para lo terrenal, está en la Tierra. Sólo que el mundo en el que se encuentra entre la muerte y el nuevo nacimiento es ahora el mundo imperceptible y físico; vive en la fuerza de la gravedad, en las tendencias mercuriales y fosfóricas. (Cómo se desarrollan estas fuerzas y tendencias, aprenderemos gradualmente a comprenderlo). Así pues, primero nos retiramos de la vida en lo invisible, y luego volvemos de nuevo de manera imperceptible, para ser retirados una vez más, a fin de prepararnos para la vida futura -perceptible y física- en la Tierra. El camino entre la muerte y el nuevo nacimiento conduce de la vida perceptible y física en la Tierra, a través de las otras condiciones, a la vida imperceptible y física en la Tierra. Esta es la Hora de la Medianoche de la Existencia. Entonces hacemos el camino de vuelta, y entramos de nuevo en la existencia física en la Tierra.

Hasta ahora sólo hemos podido dar un esbozo, pero en las próximas conferencias el esbozo se ampliará en todos sus detalles. En cualquier caso, habrán visto que no debemos contentarnos con pensamientos generales y abstractos sobre la vida del hombre entre la muerte y el nuevo nacimiento. Podemos mostrar, por ejemplo, cómo para preparar su vida futura en un mundo visible, el hombre viene a la Tierra entre la muerte y un nuevo nacimiento de manera invisible. Cuánto más profunda sea nuestra comprensión de la vida terrestre, cuando sepamos que los espíritus humanos que están en la Hora de la Medianoche de la Existencia viven dentro de la existencia física de la Tierra; que a nuestro alrededor aquí en la Tierra, tenemos no sólo a los que están encarnados en cuerpos físicos, sino también, como parte integrante y espiritual de la existencia terrestre, a los que están viviendo la Hora de la Medianoche -¡es decir, a la mitad de su vida entre la muerte y un nuevo nacimiento! La razón por la que no somos conscientes de ellos, es porque están viviendo la existencia terrestre no en el Mediodía, sino en la Hora de Medianoche.

En las siguientes conferencias profundizaremos en todas estas cosas.

Traducido por J.Luelmo sep.2022


i  El segundo nivel de jerarquía incluye las siguientes entidades espirituales:

Kyriotetes (Espíritus de la Sabiduría), Dominaciones.

Dynamis (espíritus del movimiento), Virtudes.

Exusiai (Elohim (hebreo), espíritus de la forma), Potestades. 


GA231-5 La Haya 18 de noviembre de 1923 -La percepción imaginativa lleva al hombre a una nueva relación con los minerales; contemplando los cristales de cuarzo en la ladera de la montaña, se siente uno con la Tierra y con todo el Cosmos.

 Índice

El hombre suprasensible


RUDOLF STEINER

La Haya 18 de noviembre de 1923

V conferencia


Mis queridos amigos,

Hemos tratado, en la medida de lo posible en unas pocas horas, de describir el viaje del hombre a través del mundo suprasensible. Porque ese es el mundo en el que el hombre vive verdaderamente su vida entre la muerte y un nuevo nacimiento. Pero también en el mundo físico, donde el hombre vive en su naturaleza corporal física y etérica, - aquí también sus fuerzas se extienden al mundo suprasensible. En el mundo físico siente su existencia suprasensible más o menos como un enigma; y a menos que su alma sea capaz de encontrar al menos una solución parcial al enigma, no alcanzará la armonía interior, el equilibrio interior, la seguridad interior. Más aún, su vida carecerá de energía y vigor; y el amor humano que realmente es digno de ese nombre estará fuera de su alcance.

El estudio del hombre tal como lo vemos en la Tierra presenta un aspecto en relación con su ser suprasensible que puede darnos una idea de la razón por la cual los mundos divino-espirituales lo han enviado a este mundo de los sentidos físicos. Al fin y al cabo, en el mundo físico es donde hay que apelar al hombre para que se interese por el conocimiento del mundo suprasensible. Los enigmas del mundo suprasensible tendríamos que tratarlos de manera muy diferente si fuéramos a hablar de ellos a los muertos, a los que están pasando por su existencia entre la muerte y un nuevo nacimiento. Por consiguiente, al concluir nuestro estudio hoy, será bueno tomar las indicaciones que se han dado en los últimos días sobre los misterios del mundo suprasensible, y dejar que se iluminen de nuevo en nuestros corazones en relación con la estancia del hombre en la Tierra.

Reflexionemos, para empezar, sobre el hombre tal como es aquí en la vida terrenal, es decir, sobre nosotros mismos. Tenemos en primer lugar nuestros sentidos. Ellos nos proporcionan información sobre todo lo que nos rodea; constituyen la ocasión de nuestra alegría y felicidad terrenales y también de nuestro sufrimiento y dolor terrenales. Solemos olvidar lo mucho que significan en la vida las impresiones y experiencias de los sentidos. Estudios como los que hemos seguido en este curso de conferencias nos llevan más allá de la vida de los sentidos a las regiones espirituales, y bien podría parecer que la tendencia de la Ciencia Espiritual sería llevar a una subestimación de la vida de los sentidos, haciéndonos sentir que, después de todo, es de importancia secundaria y que deberíamos huir de ella incluso mientras todavía estamos en la vida terrenal. Tal sentimiento nunca puede ser el resultado final de la Ciencia Espiritual. Sólo puede servir para hacernos comprender que hay una manera inferior de tomar la vida de los sentidos, incompatible con la dignidad y la nobleza de la existencia humana, pero que para el hombre es posible desprenderse de la vida de los sentidos en sus aspectos menos dignos, y reencontrarla en su sentido más profundo desde un ángulo de visión más elevado y suprasensible. Naturalmente, rehuiríamos el estudio de las cosas en su aspecto espiritual si nos viéramos obligados a decirnos que toda la belleza y maravilla del mundo de la naturaleza, que causa una impresión tan profunda en nuestras almas, toda la belleza de las plantas, de las flores que florecen, de los frutos que maduran, toda la majestuosidad de los cielos estrellados, significan tan poco en la vida humana que deben ser considerados como inferiores a nuestra atención en comparación con el conocimiento espiritual-científico. Esto no es así en absoluto. Si se repasan los impulsos dados por los Iniciados y los Maestros en diferentes épocas para elevar la dignidad de la vida humana, se encontrará que las palabras pronunciadas por los Iniciados nunca subestiman la belleza, el esplendor, la majestad de la vida terrenal de los sentidos. Las palabras utilizadas por los Iniciados para expresar las más elevadas verdades suprasensibles son a menudo maravillosas, llenas de poesía y de imaginación artística. Piensen sólo en la imagen de la flor de loto -por poner un ejemplo entre muchos- y se darán cuenta de que los Iniciados nunca consideraron indigno hablar del desarrollo de la vida espiritual con imágenes extraídas del mundo de los sentidos. Ellos siempre han sostenido que en la contemplación del mundo de los sentidos hay algo inmediatamente presente, o que en todo caso puede ser descubierto, que conduce al hombre a lo más alto.

Sin embargo, el mundo de los sentidos, tal como el hombre lo percibe en la conciencia ordinaria, no puede proporcionarle satisfacción por sí mismo. Y por esta razón. Las impresiones que llegan al hombre a través de sus ojos, oídos y otros sentidos, están ciertamente conectadas con su YO, con toda su vida y desarrollo, pero no pueden hacer nada para promover la estabilidad interna del YO. Allí no pueden ayudar al hombre. Dirigimos nuestra mirada hacia el exterior, hacia la belleza y el esplendor de las flores; tenemos ante nosotros un mundo de infinita variedad. Volvemos nuestra mirada hacia adentro, hacia nuestro Yo; y para la conciencia ordinaria, inicialmente, parece como si este Yo se desvaneciera de nosotros. Parece ser sólo un punto dentro de nosotros, un punto espiritual, capaz de decir poco más que la mera palabra "yo". Tampoco podemos asombrarnos de esto. Basta con considerar cómo los sentidos del hombre tienen que estar totalmente entregados al mundo si han de mediar entre él y el mundo. El ojo, para poder ver, debe renunciar a verse a sí mismo. Debe ser completamente transparente si el esplendor y la belleza del mundo exterior de los sentidos han de brillar a través de él con todo el lustre y el brillo del color. Lo mismo ocurre con los demás sentidos. En realidad, no sabemos nada de nuestros sentidos. ¿Existe, pues, algún medio por el que podamos empezar a conocer y comprender lo que son en su verdadera naturaleza? En efecto, lo hay, pero también en este caso debemos recorrer el camino que conduce al mundo suprasensible. Incluso el conocimiento de los sentidos tiene que buscarse en el mundo suprasensible.

Ustedes están familiarizados con las descripciones que he dado de los caminos que conducen a los mundos superiores. Traten de imaginarse vivamente la conciencia que puede desarrollarse en la cognición imaginativa. En cierto sentido, cuando entramos en la cognición imaginativa nos retiramos de la percepción física del mundo exterior. Pero lo más interesante de todo lo que ocurre en este camino es lo siguiente. Lo describiré para ustedes en una imagen.

Cuando, en la meditación - de acuerdo con los ejercicios dados en el libro Cómo se alcanza el conocimiento de los mundos superiores - se acercan al mundo de la Imaginación, es decir, cuando, como resultado de sus esfuerzos, su ser etérico comienza a emerger de su ser físico y este primer miembro suprasensible comienza a poseer una especie de conciencia, pueden, por así decirlo, "atraparse" en una etapa que se encuentra entre la percepción sensorial ordinaria y la visión Imaginativa. Todavía no han avanzado a una visión imaginativa completamente desarrollada, pero están en camino de ello. Supongamos ahora que un hombre que ya está en el camino de la visión imaginativa va a alguna región montañosa alta que es particularmente rica en roca silícea. Las fuerzas anímicas se acelerarán fácilmente en él cuando haya abundancia de roca silícea que contenga cuarzo. Ciertas facultades internas del alma pueden, por así decirlo, surgir repentinamente como resultado de una impresión vívida causada por la roca silícea en las altas montañas. Normalmente, este tipo de roca es ligeramente transparente, ligeramente translúcida. Pero cuando nuestras facultades anímicas han avanzado hasta el estadio del que les he hablado, en ese momento la roca silícea se vuelve totalmente transparente. Subimos a una montaña alta, y he aquí que la roca silícea se nos presenta con la transparencia del cristal. Además, sentimos que de nuestro propio ser sale algo que se une a él. Aquí, en la superficie más externa de la Tierra, por una especie de entrega natural de nuestra conciencia nos hacemos uno con toda la superficie de la Tierra. Es como si nuestros ojos enviaran rayos que entran justo en la roca silícea; y en ese momento empezamos a sentirnos uno con toda la Tierra. Cuando tenemos esta experiencia, comenzando al mismo tiempo a sentirnos uno con todo el Mundo, con el Cosmos, entonces, si queremos llegar, no a un sueño, ni a ningún pensamiento abstracto, sino a una primera apreciación real de la unidad con el Cosmos, debemos llevar la experiencia más allá. Una conciencia interior puede encenderse dentro de nosotros, que quizás pueda expresar con las siguientes palabras. "¡Tú, oh Tierra, no estás sola en el Universo! Tú, oh Tierra, junto conmigo y con todos los demás seres sobre ti, eres verdaderamente uno con el gran Universo". Viviendo en esta experiencia de unidad con la roca silícea, ya no vemos a la Tierra separada del resto del Universo. Vemos la Tierra como una esfera de éter, que emerge de la esfera del éter cósmico.

Este es un primer sentimiento que puede invadirnos. A través de los tiempos, nos llegan muchas canciones antiguas, muchos mitos antiguos, llenos de maravillosas revelaciones, de una literatura nacida en la época en que la humanidad poseía una clarividencia instintiva. La gente lee hoy en día estas canciones y mitos, y les gusta persuadirse de que lo que leen les eleva el corazón y el alma. Pero se les escapa la verdad que contienen. Es absolutamente imposible experimentar o tener alguna percepción del verdadero estado de ánimo y sentimiento del Bhagavad Gita, por ejemplo, o de otra literatura india y oriental, sin antes haber comenzado a aprender, a través del conocimiento espiritual, en qué sentido real el hombre puede llegar a ser uno con la Tierra y, por lo tanto, uno con el Cosmos. Muchas veces el estado de ánimo de tal canción habrá nacido de una identificación de unión con el Cosmos, una especie de "entrar en conciencia" con la luz - incluso con la luz que penetra en la dura roca silícea, de modo que ahora la luz la llena e impregna con la propia alma humana, convirtiendo esta dura sustancia rocosa en un ojo cósmico a través del cual el hombre mira hacia las amplias extensiones del Cosmos.

En efecto, cuando a partir del conocimiento real comenzamos a describir al hombre suprasensible, nos encontramos con que nos alejamos naturalmente de las expresiones abstractas y teóricas. No podemos evitar hablar un lenguaje en el que todo el contenido de los sentimientos del alma humana esté unido a las ideas. En todo nuestro estudio del hombre suprasensible debemos comprender en el fondo de nuestro corazón que el conocimiento de lo suprasensible no puede revestirse de palabras sin hacer que la voluntad y el sentir se unan con el pensar y las ideas, sin dejar que todo nuestro ser se derrame en las palabras. Todos sabemos que hay que soportar la vida, y que muchas cosas de la vida son difíciles de soportar. Pero para quien es consciente de la cualidad profundamente humana del conocimiento suprasensible, lo más duro de todo es escuchar cómo se expresa ese conocimiento suprasensible en teorías y abstracciones. El dolor que le causa escuchar a la gente hablar del mundo suprasensible de forma teórica, es como el dolor físico que se produce en un dedo al ponerlo en una llama.

Cuando se ha avanzado más en el conocimiento suprasensible, cuando, por medio de la Imaginación, comprendemos el funcionamiento de las fuerzas suprasensibles en el ser humano durante la vida terrenal, entonces podemos pasar a alcanzar el conocimiento que pertenece a la Inspiración. Por medio de la Inspiración podemos contemplar lo que el hombre era antes de nacer, antes de descender a la existencia terrenal, y también lo que será cuando haya atravesado la puerta de la muerte. Podemos contemplar todo lo que os he descrito en estas conferencias, el viaje a través de las diferentes regiones planetarias, donde tiene lugar la formación de la "fisonomía", y luego el proceso de metamorfosis de una vida terrenal anterior a una posterior. En la etapa de la Inspiración podemos seguir al ser humano en todo su recorrido por los diversos mundos estelares.

Ahora bien, este conocimiento, por medio del cual podemos penetrar en las profundidades de nuestro ser interior, recibe una nueva cualidad, un nuevo colorido cuando nos damos cuenta de que lo que se ha descrito en relación con la vida que se extiende entre la muerte y un nuevo nacimiento vive dentro de nosotros incluso durante nuestra vida en esta Tierra física. Todo está ahí dentro del hombre cuando está en la Tierra - diminuto e insignificante como parece desde un punto de vista espacial, de pie allí en su cuerpo físico, encerrado por su piel. Dentro de él viven todos los esplendores del Cosmos, y no debemos omitir hablar de ellos cuando describimos el verdadero y esencial ser del hombre. 

El hombre pertenece a los mundos de las estrellas y a mundos aún más elevados: los mundos de las Jerarquías. Y en la medida en que nuestro conocimiento sea capaz de penetrar en lo que así vive en nosotros - esta herencia terrenal de lo que fuimos en nuestro verdadero ser, entre la muerte y un nuevo nacimiento - podemos al mismo tiempo hacer algo más. Podemos penetrar hasta las profundidades de nuestro planeta Tierra, hasta las vetas de los metales - mineral de plomo, mineral de plata, mineral de cobre - podemos aprender a percibir lo que vive en las rocas a través de la presencia allí de los metales y sus minerales. Vistas con los ojos de los sentidos, las sustancias metálicas son poco más que indicaciones de diferentes tipos de tierra. Pero si somos capaces de contemplar la Tierra con esa percepción espiritualmente aguda que debemos a la parte suprasensible de nuestro ser, las sustancias metálicas de la Tierra pueden dar lugar a experiencias maravillosas. El cobre, la plata y el oro de la Tierra comienzan a hablar un lenguaje lleno de riqueza y misterio. Entonces ocurre algo que nos lleva a nosotros, los hombres que vivimos en la Tierra, a un estrecho parentesco con el alma viva de la propia Tierra. Los minerales metálicos nos dicen algo; se convierten para nosotros en recuerdos cósmicos.

Piensen por un momento en cómo se sienten cuando en la quietud del alma -la quietud interiormente activa del alma- dejan surgir dentro de ustedes viejos recuerdos, recuerdos que llevan en sus alas muchos acontecimientos de hace mucho tiempo. Se sienten como si estuvieran viviendo experiencias pasadas, como si estuvieran de nuevo junto a muchos de los que les han sido queridos en el curso de su vida, tal vez con muchos de los que se han ido hace tiempo. Sienten que se alejan del momento presente, que viven las penas y las alegrías de los días pasados.

Una experiencia exactamente similar surge -pero a una escala majestuosa- cuando, imbuido de un conocimiento espiritual que también se siente, nos hacemos uno con las venas de metal de la Tierra. Ahora no es como en el caso de la roca silícea que les llevó a ver los espacios cósmicos; en esta nueva experiencia es como si se hicieran uno con el cuerpo mismo de la Tierra. Y mientras escuchan interiormente la maravillosa historia contada por los metales, se dicen a sí mismos: "Ahora soy uno con el latido más íntimo del alma y del corazón de la propia Tierra. Tengo recuerdos que no son mis propios recuerdos personales; en mi ser están sonando recuerdos de la propia Tierra, recuerdos de tiempos anteriores, de épocas en las que aún no era la Tierra que conocemos, cuando no había animales, ni plantas en su superficie, y menos aún minerales en el seno de la Tierra. Recuerdo, junto con la Tierra, aquellos antiguos días en que la Tierra era una con los demás planetas de nuestro sistema planetario. Recuerdo las épocas en las que no había una Tierra separada, porque la Tierra aún no era densa, aún no era firme en sí misma como lo es hoy. Recuerdo la época en que todo el sistema planetario era un organismo anímico viviente, y los seres humanos habitaban en este organismo viviente, en una forma muy diferente." De esta manera, las vetas de los metales de la Tierra nos conducen a los propios recuerdos de la Tierra.

Ahora es cuando vemos claramente por qué hemos sido enviados a la Tierra por los Seres Divinos que gobiernan el Orden Mundial.

Viviendo así en los recuerdos de la Tierra, sentimos por primera vez el verdadero alcance de nuestro pensar. Una vez que nos apoderamos de esta manera de los recuerdos de la Tierra, sentimos cómo nuestro pensar está ligado a la Tierra. Y en el momento en que hacemos nuestros los recuerdos de la Tierra, tenemos a nuestro alrededor a los Seres de la Segunda Jerarquía, los Exusiai, Dynamis, Kyriotetes. Esta es, pues, la forma en que podemos tener a nuestro alrededor, incluso en la vida terrenal, a esos Seres que, como hemos oído, vuelven a estar a nuestro alrededor durante un determinado período de nuestra vida entre la muerte y un nuevo nacimiento. Ahora estamos plenamente convencidos de que mientras estamos encarnados en la Tierra, entre el nacimiento y la muerte, entramos en contacto con estos Seres de la Segunda Jerarquía. La tarea de estos Seres no es sólo la de trabajar junto a nosotros entre la muerte y el renacimiento en la metamorfosis de nuestro ser; también tienen su parte en toda la formación y conformación del Cosmos. Ahora podemos ver cómo a estos Seres de la Segunda Jerarquía el Orden Mundial espiritual les confía la tarea de realizar en la Tierra lo que allí se forja en virtud de los minerales metálicos.

Volvamos a la experiencia que tuvimos con la roca silícea. Entonces no pudimos comprender el hecho del que voy a hablarles ahora, porque en aquella etapa no estaba suficientemente claro. Sólo ahora, por fin, la maravillosa experiencia de percibir las memorias de la Tierra en las venas de los metales nos aporta una claridad total. Una vez alcanzada esta etapa posterior, podemos volver atrás y comprender algo que quizás, al principio, no comprendíamos. Cuando nuestra conciencia es llevada hacia el universo en las alas de la luz que llena e impregna la roca silícea, los Seres de la Tercera Jerarquía -Ángeles, Arcángeles y Archai- están a nuestro alrededor. Ahora sabemos que lo que los ojos ordinarios de los sentidos nos dicen cuando subimos a una montaña alta no es realmente cierto. Tampoco nuestros ojos nos dicen la verdad cuando descendemos a los lugares profundos de la Tierra y contemplamos las vetas de los metales. En una alta montaña, entre la roca silícea, alrededor y sobre los picos rocosos tejen los Ángeles, Arcángeles y Archai; y cuando bajamos a la Tierra encontramos a los Seres de la Segunda Jerarquía moviéndose en los caminos de las vetas de los metales. Por lo tanto, una vez más podemos decirnos que incluso durante la vida terrenal estamos en compañía de Seres espirituales que están conectados con nuestro propio ser más íntimo en la vida que se extiende desde la muerte hasta un nuevo nacimiento.

En nuestra vida después de la muerte pasamos conscientemente, después de un tiempo, al mundo de los Ángeles, Arcángeles y Archai. En el estado desencarnado desplegamos una conciencia en la que sabemos que estos Seres de la Tercera Jerarquía están a nuestro alrededor, así como en la Tierra los tres o cuatro reinos de la Naturaleza están a nuestro alrededor. Cuando, en este estado superior de conciencia, contemplamos a los Ángeles, Arcángeles y Archai, todo lo que los sentidos en la Tierra pueden percibir se ha desvanecido, pues evidentemente nuestros sentidos han sido entregados, con nuestro cuerpo, a los elementos. Entre la muerte y el nuevo nacimiento no podemos ver nada de lo que los sentidos perciben en la vida terrenal. Pero los Ángeles, Arcángeles y Archai nos cuentan -puedo usar esta expresión, porque concuerda exactamente con la realidad- los Ángeles, Arcángeles y Archai nos relatan la historia de lo que están haciendo abajo en la Tierra. Nos dicen que no sólo están activos en la vida que nosotros mismos compartimos ahora con ellos. Susurran suavemente a nuestras almas: "Nosotros también participamos en la obra creadora del Cosmos, somos Seres creadores en el Cosmos y miramos en lo más profundo de la Tierra y contemplamos en qué formas terrestres se modelan la roca silícea y las sustancias afines". Y entonces el hombre se da cuenta, cuando está entre los Ángeles, Arcángeles y Archai, que debe bajar de nuevo a la Tierra. Aprende a conocer a estos Seres de la Tercera Jerarquía entre la muerte y un nuevo nacimiento, y los oye hablar de manera maravillosa de sus actos en la Tierra. Sabe entonces que sólo puede contemplar sus actos, descendiendo a la Tierra, vistiéndose con un cuerpo físico, humano, y participando en el mundo de la percepción de los sentidos.

Los misterios más profundos de la percepción de los sentidos - no sólo de las percepciones relacionadas con la roca silícea de las altas montañas, sino los misterios más profundos de toda la percepción de los sentidos - nos son revelados en palabras maravillosas por los Seres entre los que vivimos entre la muerte y un nuevo nacimiento. Las bellezas de la Naturaleza material en la Tierra están tan llenas de grandeza y misterio que los recuerdos que nos llevamos a través de la puerta de la muerte sólo se ven en su plena y verdadera luz cuando oímos a los Ángeles, Arcángeles y Archai describirnos todo lo que nuestros ojos han podido ver, nuestros oídos oír y nuestros otros sentidos percibir aquí abajo en la vida terrenal.

Tal es la conexión entre lo físico y lo suprafísico; tal también la conexión de la vida física del hombre con su vida suprafísica. El universo está lleno de esplendor, y es justo que lo que vemos en la existencia material nos deleite y nos eleve. Sus verdaderos misterios los aprendemos a conocer cuando hemos atravesado la puerta de la muerte. Cuanto más hayamos aprendido a regocijarnos en el mundo físico, cuanto más profundamente hayamos entrado en todas las alegrías que el mundo de los sentidos tiene que conceder, mayor será la medida de comprensión que llevaremos al mundo de los Ángeles, que están esperando para hablarnos de estos misterios que aquí en la Tierra todavía no comprendemos y que sólo aprenderemos a comprender cuando hayamos pasado al mundo suprafísico. Lo mismo ocurre con nuestra relación con la Segunda Jerarquía, los Exusiai, Kyriotetes, Dynamis, entre los que también vivimos durante un cierto período entre la muerte y un nuevo nacimiento. En la Tierra podemos entrar en una relación especial con estos Seres cuando, siguiendo el camino de la luz en las vetas de los metales de la Tierra, despertamos en nosotros los recuerdos de la Tierra. Pero también en este caso, sólo cuando hayamos llegado a la región de los Seres de la Segunda Jerarquía podremos comprender todas las experiencias que hemos tenido en la Tierra en relación con los metales.

Una de las experiencias más maravillosas que puede tener el hombre es poder investigar y comprobar las múltiples conexiones que existen entre los metales y la salud del hombre, y tengo la esperanza de que el Movimiento Antroposófico hará mucho por abrir el aspecto verdaderamente hermoso de este campo del conocimiento. Cada metal y cada compuesto metálico tiene su relación con la salud del hombre. A lo largo de su vida, ya sea en la salud o en la enfermedad, el hombre está en conexión todo el tiempo con aquello que le da a la Tierra sus recuerdos, es decir, los metales y sus diversos compuestos. Debemos ir más allá de las meras teorías sobre las influencias curativas del plomo y sus compuestos, del cobre y sus compuestos, etc. Todas estas sustancias son remedios extremadamente significativos e importantes, si sabemos prepararlos de la manera correcta, y no debemos conformarnos con hablar de manera abstracta de las maravillosas conexiones entre los metales y el ser del hombre. En efecto, dentro de nosotros surge un sentimiento de santo asombro cuando contemplamos las vetas de metal en las profundidades de la Tierra, pero debemos ir un paso más allá y desarrollar también una visión profunda de la maravillosa conexión de los metales con el ser del hombre, una conexión que se nos revela sólo cuando hemos estudiado primero al ser humano en la salud y en la enfermedad. Como ya he indicado, es de esperar que el Movimiento Antroposófico sea capaz de difundir este conocimiento en los corazones y las mentes de los hombres, pues es de la mayor importancia. En tiempos pasados no era tan importante, porque los hombres conocían instintivamente las conexiones, por ejemplo, entre el proceso del plomo o el proceso de la plata con algún proceso en la cabeza humana. Antiguamente se hablaba mucho de estas conexiones. Hoy en día la gente lee lo que se escribió hace tiempo sin entender ni una sola palabra. Al abordarlo desde el punto de vista de la ciencia moderna, hablan de él como si no fuera más que abstracciones vacías. Cuando a través del conocimiento antroposófico el hombre alcance el sentimiento y la visión profundos que pueden llegarle en la contemplación de la maravillosa conexión entre los metales de la Tierra y la enfermedad y la salud del ser humano, entonces sí que subirá al mundo espiritual a través de la puerta de la muerte algo que le ayudará a comprender el discurso de la Segunda Jerarquía. Los misterios más grandes del mundo podrán revelarse a él, precisamente porque se ha preparado de esta manera en la Tierra y trae consigo la comprensión necesaria. Porque realmente es así, mis queridos amigos. Aprendemos lo que la Antroposofía tiene que enseñarnos no sólo para satisfacer la curiosidad humana, sino para que el conocimiento pueda dar frutos después de haber atravesado la puerta de la muerte. Pues sólo lo que aprendemos y recibimos a través de la ciencia espiritual puede llevarnos a una relación correcta, entre la muerte y un nuevo nacimiento, con aquellos Seres Espirituales con los que debemos estar en contacto con todo nuestro ser, ya que son ellos los que constituyen entonces nuestro entorno cósmico.

Por consiguiente, es posible dar una imagen detallada de cómo entramos en relación con los Seres de las Jerarquías entre la muerte y el nuevo nacimiento. Pero todavía hay una experiencia más que puede ocurrirnos al pasar por esas regiones, y debe ser descrita ahora.

Cuando podemos captar la conexión entre los metales de la Tierra y el ser del hombre en la salud y la enfermedad, se nos revelan secretos de la Naturaleza. Dentro de estos secretos se esconde algo más. Oímos a los Seres de la Segunda Jerarquía hablar de la naturaleza del oro, la plata, el plomo, el cobre y los demás metales. Pero en nuestra relación con el gran mundo espiritual, es con nosotros ahora como aquí en la Tierra cuando estamos empezando a aprender a leer y nos damos cuenta de que aprender a leer nos permitirá desentrañar muchos misterios del mundo que de otra manera permanecerían para siempre más allá de nuestro conocimiento. Digo esto sólo a modo de comparación, porque el discurso a través del cual aprendemos a comprender a los Seres de la Segunda Jerarquía en una determinada esfera de existencia entre la muerte y un nuevo nacimiento -el discurso que habla de los metales y su relación con el hombre en la salud y la enfermedad- sólo será verdadero cuando, en el mundo espiritual, podamos escucharlo, no como prosa, sino como poesía cósmica, -permítanme decir, cuando nosotros mismos nos elevemos al nivel de la poesía cósmica. Al principio escuchamos de la misma manera que alguien que no aprecia la poesía puede escuchar la recitación de un poema. Pero así como podemos, en la Tierra, aprender -a menos que estemos totalmente desprovistos de sentimiento poético- a apreciar lo que contiene el giro del verso, el ritmo, toda la forma artística del poema, así es posible para nosotros, después de la muerte, elevarnos de la prosa a la poesía de ese mundo más allá del Umbral, del discurso de la Segunda Jerarquía que nos habla de la relación de los metales con el hombre en la salud y en la enfermedad, a una etapa superior, donde comprendemos los misterios de la existencia moral en el Universo, - esa vida moral en la que están implicadas no sólo las almas humanas, sino las almas divinas de todos los Seres de las Jerarquías. Hemos llegado a una región donde los misterios de la vida del alma comienzan a abrirse ante nosotros.

Entonces podemos ir un paso más allá. Les he descrito las experiencias que podemos tener cuando subimos a una montaña, y también cuando bajamos a una mina profunda. Todo estaba quieto y tranquilo; contemplamos los cristales en reposo en las crestas de la roca, y las vetas de los metales en reposo en el seno de la Tierra. Ahora podemos ir más allá y contemplar algo más que habitualmente sólo se contempla desde el aspecto prosaico de las consideraciones utilitarias. No es que tales consideraciones deban ser despreciadas; debemos tener siempre los pies firmemente plantados en la Tierra si queremos penetrar en el mundo espiritual sanos en alma y cuerpo. Pero supongamos que observamos un metal que pasa, bajo la influencia de un calor intenso, de la condición sólida a la líquida. Entonces, si podemos superar el punto de vista utilitario, se nos concederán maravillosas revelaciones. Si paseamos por las fundiciones y observamos cómo el hierro se vuelve incandescente y fluido en los hornos, sobre todo si podemos observar cómo minerales metálicos como el mineral de antimonio son conducidos del sólido al líquido y, poco a poco, a otras condiciones, si podemos recibir en el fondo de nuestra alma la impresión de este destino de la sustancia metálica en el fuego, entonces nacerá un elemento totalmente nuevo en el conocimiento espiritual que se ha despertado en nosotros; recibiremos una fuerte y profunda impresión de los misterios de nuestra propia existencia.

Piensen ustedes en el ser humano en relación con el animal. (Las comparaciones anatómicas, como las que se hacen hoy en día, comparando los huesos, los músculos y hasta la sangre del hombre y del animal, revelan la existencia de ciertas afinidades. Pero el secreto de lo que sitúa al hombre por encima del animal no puede descubrirse hasta que no prestemos atención a algunos hechos que tienen más importancia de la que generalmente se percibe. La columna vertebral del animal se encuentra en dirección horizontal, paralela a la superficie de la Tierra, mientras que el hombre se mantiene erguido. La facultad del habla está negada al animal, mientras que el hombre no sólo habla, sino que a partir del habla desarrolla el pensar. Cuando observamos cómo las facultades del habla y del pensar comienzan a desplegarse en un niño pequeño y cómo su cuerpo se eleva a la posición vertical para tener la orientación correcta para la vida humana en la Tierra, estamos entonces contemplando las maravillosas fuerzas por medio de las cuales el niño encuentra su orientación en la dinámica del universo. Y entonces vemos cómo las fuerzas de orientación que viven en los miembros de un niño pequeño se expresan también en la melodía, en la articulación del habla. Vemos al ser humano construirse y formarse en el mundo de los sentidos. Vemos las fuerzas formativas trabajando calmada y silenciosamente dentro de él. Es maravilloso observar, mes a mes, cómo el niño deja de gatear y comienza a ponerse de pie, cómo sus miembros y su cuerpo se orientan a la dinámica del universo. Entonces las facultades de hablar y pensar comienzan a surgir, por así decirlo, de la naturaleza corporal. No hay espectáculo más hermoso que ver a un niño pequeño aprendiendo a caminar, a hablar y a pensar. Pero ahora, si por un lado podemos contemplar este proceso en toda su maravilla y serena majestuosidad, contemplándolo con la mente en reposo, sensible a su sobrecogedora belleza, y si por otro lado somos capaces de mirar con un poder de visión superior los metales que se funden en el fuego, entonces podemos percibir allí, en su forma espiritual, la fuerza por medio de la cual el niño puede aprender a caminar y a hablar. El arquetipo de esta fuerza se nos revela cuando las llamas se apoderan del metal, lo funden y lo hacen fluido. Cuanto más fluido, más volátil se vuelve el metal, más claramente podemos percibir la semejanza interna entre este proceso - que constituye realmente el destino del metal - y el proceso que, fundido y volatilizado en los fuegos del Cosmos, permite al niño pequeño caminar, hablar y pensar.

Ahora sabemos que la actividad de los Seres de la Primera Jerarquía - los Serafines, Querubines y Tronos - es una actividad doble. Nos hablan desde ese mundo espiritual al que pasamos durante el período intermedio de nuestra vida, entre la muerte y el nuevo nacimiento, y allí nos revelan los misterios de la vida planetaria; y actúan también en el mundo visible. Aquí, en el mundo visible, las influencias de los Serafines, Querubines y Tronos están activas en el niño pequeño cuando aprende a caminar, a hablar y a pensar, y contemplamos también su trabajo allí donde el fuego tiene parte en el proceso de la Tierra, donde los metales se funden y se fusionan en el fuego. Nuestra Tierra ha sido construida por la fundición y la fusión de los metales en el fuego cósmico. Las acciones de los Serafines, Querubines y Tronos se hacen perceptibles en la fusión de los metales por medio de los fuegos cósmicos. Nos remontamos a épocas remotas del pasado, cuando los metales, todos incandescentes por el poder del fuego, desempeñaron un papel esencial en la formación del cuerpo de la Tierra. Los Tronos, sobre todo, estuvieron activos en este proceso, aunque colaboraron con ellos siempre los Serafines y los Querubines. Los Querubines son los que desempeñan el papel principal en el desarrollo de las facultades del niño para caminar, hablar y pensar. Pero en todas partes los Seres de la Primera Jerarquía trabajan y se entretejen al unísono.

Con este tipo de conocimiento, la muerte en la vida terrenal está vinculada a la resurrección en la vida más allá del Umbral. Porque cuando tal conocimiento revela el parentesco de los fuegos cósmicos por los que se funden los metales, con los poderes que hacen al hombre verdaderamente hombre, entonces el mundo entero se vuelve uno y nos damos cuenta de que no hay diferencia entre la vida terrenal que se extiende desde el nacimiento hasta la muerte y la vida en el mundo espiritual más allá del Umbral. La vida entre la muerte y el nuevo nacimiento es una metamorfosis de la vida terrenal. Al conocer cómo la una pasa a la otra, nos damos cuenta de que la una no es más que una forma diferente de la otra. Cuando el alma se profundiza en este conocimiento, entonces se puede añadir la comprensión de otros misterios. Esta comprensión adicional también puede alcanzarse por otro camino.

Si ustedes reflexionan sobre lo que les he dicho acerca de la conexión de la fusión y disolución de los metales en el fuego con el desarrollo de las facultades de caminar, hablar y pensar en el niño pequeño, si colocan estas imágenes ante su imaginación, meditando sobre ellas y profundizando así su comprensión, entonces un poder acelerará y fortalecerá su alma y les permitirá encontrar la solución de un gran enigma - el enigma del funcionamiento del karma, o del destino humano. Entre lo que sucede cuando un niño aprende a caminar, a hablar y a pensar y lo que sucede cuando los metales se vuelven fluidos y volátiles bajo la influencia de un gran calor, - en medio de todo el brillo sulfuroso y fosfórico y el resplandor del color en el metal ardiente, en medio del trabajo de la transición correcta y verdadera del animal al hombre que tiene lugar en el niño pequeño cuando aprende a caminar, a hablar y a pensar, se revela el karma. Ahí está el camino hacia la verdadera comprensión del karma. El karma es una realidad suprasensible que actúa directamente en los propios hechos y acciones de la vida del hombre.

Elevándonos de este modo en la meditación, aprendemos a conocer los misterios del destino que se entretejen en nuestra vida. Por un lado tenemos la imagen del destino del metal en el fuego, por otro lado la imagen del destino esencial y primordial del hombre cuando desciende a la Tierra, expresado en el aprendizaje de caminar, hablar y pensar. En estas imágenes, el hombre puede encontrar revelado todo el enigma del destino que necesita para su vida.

Así es, que para el enigma también del destino humano el hombre suprasensible habla en el mundo en el que vive el hombre "sensible". De esto también quería hablarles, pues pertenece esencialmente a nuestro estudio del hombre suprasensible. Tal estudio no puede ser nunca una mera cuestión de asimilación de teorías. Para comprender el ser del hombre debemos llegar por todos lados a los misterios del universo: misterios de la Naturaleza y misterios del Espíritu. Porque el hombre está íntima y estrechamente ligado a todos los misterios del universo natural y espiritual. El hombre es en verdad un universo en miniatura. Sólo que no hay que imaginarse que lo que ocurre en las grandes extensiones del Cosmos tiene lugar exactamente de la misma manera en el microcosmos. Las majestuosas llamas de fuego cósmico que se elevan desde los metales fundidos se extienden hasta los límites del espacio cósmico, ¡pues límites hay! Traten, mis queridos amigos, de imaginarse estos fuegos cósmicos en los que los metales se funden y se volatilizan. Lo que así se volatiliza sale al espacio cósmico, para volver de nuevo en poderes de luz, radiaciones de calor y luz. Y lo que regresa del espacio cósmico permite que el pequeño niño que aún no puede hablar o caminar, sino sólo gatear, se convierta en un niño que se pone de pie y camina. Hacia arriba y hacia afuera irradian las fuerzas de los metales fundidos, y cuando han ido lo suficientemente lejos en el cosmos, vuelven y regresan de nuevo y son entonces las fuerzas que permiten al niño ponerse de pie. Aquí tienen una imagen de las fuerzas cósmicas ascendentes y descendentes, tal como actúan en el universo, y de sus muchas metamorfosis y variaciones.

Ahora también podrán comprender el verdadero significado de algo que en los días de antaño estaba relacionado con la ciencia de aquellos tiempos, a saber, el sacrificio sacerdotal. La llama del sacrificio, junto con lo que ardía en ella, era enviada a los espacios cósmicos a los dioses para que volviera a descender desde allí para actuar en el mundo de los hombres. Mientras estaba ante el fuego del altar, el sacerdote decía: "A ti, oh Llama, encomiendo lo que es mío en la Tierra, para que los Dioses lo reciban cuando el humo suba hacia arriba. Que lo que es llevado hacia arriba por la Llama se transforme en Bendición divina y se derrame de nuevo sobre la Tierra como poder creativo y fructífero".

Así, al escuchar las palabras del sacerdote de antaño, que habla de los mundos suprasensibles, podemos oír cómo él también da expresión a los misterios cósmicos en medio de los cuales se encuentra el hombre.

Esto, mis queridos amigos, es lo que quería decirles sobre la naturaleza suprasensible del hombre, percibida y comprendida antroposóficamente.

Traducida por J.Luelmo sep.2022