GA227 Penmaenmawr, 26 de agosto de 1923 Las experiencias del sueño como precursoras de las experiencias tras la muerte

  Índice

    RUDOLF STEINER 

Conocimientos de Iniciación

LAS EXPERIENCIAS DEL SUEÑO COMO PRECURSORAS DE LA EXPERIENCIAS TRAS LA MUERTE

 Penmaenmawr, 26 de agosto de 1923

octava conferencia

De lo que se ha dicho sobre la relación entre el dormir y el despertar en el hombre, y también sobre la composición de su organismo, se desprende que en el dormir experimenta una profunda escisión en su existencia terrena. Sabemos que hay que distinguir entre la parte del hombre que es materialmente perceptible por los sentidos, su cuerpo físico, y la parte que sólo puede verse por medio de la Imaginación, su cuerpo etérico o de fuerzas formativas. Este cuerpo de fuerzas formativas comprende también las fuerzas vitales que permiten al hombre crecer, son la base de sus procesos nutritivos y, en general, lo edifican. Como hemos visto, el cuerpo de fuerzas formativas incluye también todo el sistema de pensamientos del hombre. Entremezclados con su cuerpo de fuerzas formativas y su cuerpo físico hay dos miembros superiores, que podemos llamar el cuerpo astral y la organización del Yo.

Durante el día, en la vida del hombre, estos cuatro miembros de su ser están en relación interna activa. Pero cuando pasa al estado de dormir, sus cuerpos físico y etérico se separan del Yo y del cuerpo astral. Los primeros permanecen -si se puede decir así- en el lecho, mientras que el astral y el yo entran en un mundo puramente espiritual. De modo que, desde que se duerme hasta que se despierta, el ser del hombre está dividido en dos: por un lado está su organización física y la etérica, que contiene su mundo de pensamientos; por otro, el Yo y la organización astral.

Creo que alguien en el curso de estos días ha expresado el recelo: Si durante el dormir todo el mundo de pensamientos de un hombre permanece en la organización etérica, entonces no podrá llevar eficazmente al estado del dormir los pensamientos que sólo puede captar mientras está despierto. Esto demuestra una cierta ansiedad, por ejemplo, por que los deseos para con los semejantes o los pensamientos relacionados con un ausente pierdan toda su fuerza por no poder ser llevados a la vida del dormir. Quisiera responder con una imagen.

Es poco probable que hayan oído hablar de alguien que, queriendo disparar a un blanco, pensó que tenía que arrojarle su arma. Sin dejar de sostener el arma, deja que la carga haga el trabajo, y no se puede decir que porque el arma permanezca en las manos del hombre no llegue nada al blanco. Lo mismo ocurre en el caso que nos ocupa. Los efectos de nuestra vida pensante cuando estamos despiertos no cesan durante el dormir porque los pensamientos permanecen en los cuerpos físico y etérico. Es particularmente importante con estos asuntos sutiles que seamos precisos en nuestro pensar - precisos hasta un grado innecesario en el mundo físico, donde las cosas mismas proporcionan correcciones inmediatas. Sin embargo, por lo que se ha dicho en estos últimos días, verán que existe una relación mucho más íntima entre el cuerpo físico y el cuerpo etérico que entre el cuerpo etérico y el cuerpo astral. Pues durante toda la vida terrena, el cuerpo físico y el etérico permanecen juntos, sin separarse jamás, ni siquiera cuando, mientras dormimos, el cuerpo etérico tiene que separarse del cuerpo astral.

Por otra parte, existe una estrecha conexión entre el Yo y el cuerpo astral, ya que ninguno de los dos se separa del otro durante la vida en la Tierra. Pero la conexión entre los cuerpos astral y etérico es más débil, y es allí donde puede producirse la escisión. Esto, en la vida terrenal del hombre, y también en su vida más allá de la Tierra, tiene un efecto bastante definido. En nuestro estado de vigilia damos vida a nuestros sentidos a través de nuestro Yo, y a través del cuerpo astral a nuestro sistema nervioso; y lo que se produce de este modo lo enviamos a los cuerpos etérico y físico, como no puede ser de otro modo si queremos vivir en el mundo físico. De ahí que, como todo tiene que imprimirse en el cuerpo físico, para manifestarse en la vida desde el nacimiento o concepción hasta la muerte, el materialista suponga que el cuerpo físico puede constituir la totalidad del ser del hombre.

Este trabajo de incorporación de las experiencias de la existencia terrena en el cuerpo etérico y en el cuerpo físico no procede, sin embargo, sin encontrar obstáculos y trabas. Nunca somos capaces de enviar directamente a los órganos de estos cuerpos nuestras experiencias y los pensamientos incorporados en nuestro sistema nervioso, porque todo lo que absorbemos del mundo físico externo está al principio en una forma moldeada por ese mundo. Si, por ejemplo, percibimos algo angular, una experiencia de esta cualidad angular se forma en nuestro Yo y en nuestro cuerpo astral. Esto no puede ser absorbido inmediatamente por el cuerpo etérico, ya que éste se resiste a absorber cualquier cosa experimentada en el mundo externo de los sentidos. Sólo el conocimiento imaginativo puede arrojar luz sobre esta situación. Ninguna observación ordinaria de los sentidos, ningún experimento material, ninguna reflexión intelectual, nos ayudarán a tener una visión de esta necesaria re-formación, re-conformación, de lo que percibimos con los sentidos, a fin de adecuarlo para vivir en el cuerpo etérico y en el cuerpo físico de tal manera que podamos separarnos de él en el sueño. Sólo cuando somos capaces de observar la relación real entre la vigilia y el sueño en el hombre terrenal, nos damos cuenta del conflicto continuo que se produce en la vida. Así, -en el caso del ejemplo burdo ya mencionado-, si tengo que llevar mi experiencia de un objeto angular a mis cuerpos etérico y físico, primero debo redondear sus ángulos y dar al objeto una forma adecuada a esos cuerpos. Tiene que ser completamente transformado.

Esta transformación de cualquier cosa que tenga una vida tan volátil como la del Yo y el cuerpo astral mismos, y darle una forma plástica capaz de vivir en el cuerpo etérico y de continuar su existencia como movimiento plástico en el cuerpo físico. -esta transformación crea una lucha interior no percibida por la conciencia ordinaria hoy en día, pero cualquiera que tenga conocimiento Imaginativo puede percibirla. Generalmente dura dos o tres días. Tenemos que dormir sobre una experiencia durante dos o a menudo tres noches para que se una a las otras experiencias ya impresas en los cuerpos etérico y físico. El mundo onírico es una expresión real, pero sólo exterior, de esta lucha. Mientras el hombre está soñando, su Yo y su cuerpo astral afluyen a sus cuerpos etérico y físico y se detienen bruscamente, como ya se ha explicado. Esta detención es una expresión de la lucha que ahora estoy ilustrando; dura dos o tres días. Hasta que la experiencia no ha sido dormida más de una vez, no ha descendido lo suficiente hasta el cuerpo etérico, de modo que donde la conexión está floja, como ocurre entre el cuerpo astral y el etérico, puede verse un entrelazamiento continuo.

Si tenemos aquí el cuerpo etérico y el astral está allí dormido, entonces en el instante de despertarse o de dormirse tiene lugar una lucha continua, un movimiento lleno de vida, expresado exteriormente en el sueño, pero que significa interiormente este entretejerse de experiencias en los cuerpos etérico y físico. Sólo cuando un hombre ha dormido sobre alguna experiencia dos o tres veces, -quizá más a menudo-, la experiencia se une a los recuerdos ya ligados a sus cuerpos etérico y físico. La cuestión es que la experiencia tiene que transformarse en recuerdo, que se deja reposar en la cama durante el sueño, pues un recuerdo es esencialmente la expresión de los cuerpos físico y etérico en el pensamiento.

Para la cognición imaginativa, percibir esto es una experiencia extraordinariamente interesante. La forma misma de su expresión es significativa. Damos a nuestras experiencias terrenales ordinarias contornos definidos en conformidad con las leyes naturales. Estas leyes, sin embargo, dejan de ser válidas cuando las experiencias se funden con lo etérico; todo lo que estaba firmemente delineado se vuelve blando y plástico. Todo lo que estaba en reposo comienza a moverse; todo lo anguloso se vuelve redondeado. La experiencia intelectual pasa a la experiencia del artista.

Esta es la razón más profunda por la que, en aquellos días antiguos en los que la gente todavía tenía una visión instintiva, el arte estaba enraizado en la vida de una manera muy diferente a la que tenemos hoy en día. Incluso en una época tan tardía como el Renacimiento, en la búsqueda hacia el arte anterior, había todavía en Rafael y otros pintores al menos una tradición de esa conversión de lo intelectual en artístico. Nos elevamos directamente a lo suprasensible gracias a que lo intelectual pierde su forma y adquiere la naturaleza del arte. El hecho de que en el arte de hoy en día la gente se incline tan fuertemente hacia el naturalismo, queriendo modelos para todas sus obras, demuestra que ya no se dan cuenta de su verdadera naturaleza. La humanidad debe encontrar de nuevo su camino hacia el verdadero reino del arte.

La vida humana, tal como la he descrito, está hecha de tal manera que siempre es posible decir: Estoy experimentando algo que tardará tres días en fluir hacia el cuerpo etérico. Un día después, la experiencia del día anterior fluirá. Por lo tanto, un hombre tarda dos, tres o incluso cuatro días en completar esta unión de una experiencia con el cuerpo etérico.

 Ahora bien, cuando un hombre atraviesa la puerta de la muerte, el cuerpo etérico se desprende del cuerpo físico, algo que nunca ocurre durante la vida terrenal. Y ahora, cuando el cuerpo etérico se libera del físico, todo lo que se ha entretejido en el cuerpo etérico se dispersa gradualmente, y este proceso dura dos, tres o cuatro días, más o menos, tanto como duró el entretejido. La imaginación, que puede juzgar correctamente de estas cuestiones, muestra cómo durante la vida el cuerpo físico mantiene unidas, mediante su resistencia, las experiencias que han penetrado gradualmente en el cuerpo etérico. Cuando el cuerpo físico es abandonado al morir, puede verse cómo en los primeros días posteriores los recuerdos entretejidos en el cuerpo etérico pasan al éter cósmico universal y se disuelven. Y por eso, durante dos, tres o cuatro días después de la muerte, la persona experimenta esta disolución de sus recuerdos acumulados. Esto puede llamarse el abandono del cuerpo etérico, pero implica un realce cada vez mayor de los recuerdos; éstos pierden la tercera dimensión y se vuelven bidimensionales, totalmente como imágenes. Una vez traspasada la puerta de la muerte, la persona se encuentra ante el cuadro completo de su vida, que sigue su curso en vívidas imágenes durante dos, tres o cuatro días, tiempo que varía según el individuo.

Pero del mismo modo que un estudiante de botánica reconoce en una semilla la planta que se desarrollará a partir de ella, quien tiene cognición imaginativa no ve sólo en la muerte este paso de lo etérico, de todo el sistema de memoria, al cosmos; ya lo ha visto en forma de imagen, pues como imagen está siempre presente en los seres humanos. Aquellos que pueden captar correctamente el entrelazamiento que tiene lugar en el curso de tres días o más, ven ya, en esta incorporación de experiencias en el cuerpo etérico, una imagen de la experiencia interior que se vive durante tres o cuatro días después de la muerte. Mientras que en la existencia terrena, antes de adquirir la cognición imaginativa, el hombre experimenta más o menos inconscientemente esta mezcla de sus experiencias en los recuerdos unidos por el cuerpo físico, inmediatamente después de la muerte experimenta el proceso inverso, el despliegue, por así decirlo, de sus recuerdos y el paso de ellos al Cosmos. Nuestros pensamientos más preciados, que dejamos atrás cada vez que nos dormimos, se unen directamente después de la muerte con todo el Cosmos. Esto es lo que al morir tenemos que ceder a la existencia cósmica.

Estas cosas no deben comprenderse sólo intelectualmente, sino también con el corazón y el alma. Pues ante ellas el hombre siente que su vida no ha de tomarse egoístamente, sino que está colocado en el mundo como un ser pensante. Sentirá que sus pensamientos no son algo que pueda conservar, pues después de su muerte éstos fluirán hacia el Cosmos y seguirán trabajando allí como fuerzas activas. Si hemos tenido buenos pensamientos, los entregamos al Cosmos, y si hemos tenido malos pensamientos, también los entregamos. Porque el hombre no existe en la Tierra sólo para desarrollarse como ser libre. Esto ciertamente debe hacerlo, y puede hacerlo precisamente si toma en consideración algo más. Está aquí también como un ser sobre el que los propios Dioses pueden operar, para llevar al Cosmos de época en época. Además, yo diría lo siguiente: Lo que los Dioses han de tejer en el Cosmos como pensamientos tiene que ser preparado por ellos a través de todo lo que puede ser pensado y producido durante las vidas humanas individuales. Aquí es donde los Dioses tienen que cultivar los pensamientos que necesitan para la continua evolución del mundo, pensamientos que luego incorporan al Cosmos como impulsos activos.

〰〰〰〰〰〰〰〰〰〰〰〰〰〰

 Durante el sueño, el hombre vive con su Yo y su organización astral fuera de sus cuerpos físico y etérico. Mientras se encuentra en este estado como ser anímico-espiritual, como Yo y organización astral, está entretejido con las fuerzas espirituales que impregnan todo el Cosmos. El hombre se encuentra en el mundo que está, en sentido figurado, fuera de su piel, el mundo del que sólo recibe impresiones en la vida de vigilia a través de sus sentidos. Cuando duerme, por lo tanto, entra de lleno en las cosas que en la vida de vigilia sólo le muestran su lado exterior. Pero sólo lo que es experimentado por el cuerpo astral, cuando está fuera de los cuerpos físico y etérico, puede ser traído de vuelta a los pensamientos del cuerpo etérico, no lo que es experimentado ahí fuera por el Yo. Por lo tanto, durante toda nuestra existencia en la Tierra, las experiencias del Yo en el dormir permanecen subconscientes para la conciencia ordinaria, e incluso para la conciencia Imaginativa. Sólo se revelan a la conciencia Inspirada, como ya se ha descrito.

Por lo tanto, se puede decir lo siguiente: En el sueño, el hombre reúne la fuerza suficiente para imprimir en el cuerpo etérico aquellas experiencias que pueden ser expresadas en pensamientos. Pero durante su vida en la Tierra carece del poder para ocuparse de los deseos y anhelos que durante el dormir experimenta el Yo en relación con los asuntos terrenales, pues éstos también se repasan durante el dormir. En nuestra época, por lo tanto, sólo la parte de la vida de dormir que puede ser transformada en pensamientos, impresa en pensamientos, pasa a la vida consciente de vigilia de los hombres terrenales; mientras que las experiencias de dormir del Yo yacen ocultas detrás del velo de la existencia.

La conciencia imaginativa e inspirativa saca a la luz aquí cosas que pueden ser perfectamente comprendidas por cualquier persona imparcial con una mente sana, pero en nuestra civilización actual tropiezan con tremendos prejuicios. Incluso el hecho de que cuando lo tridimensional en el mundo físico se imprime en el cuerpo etérico, cambia de la forma plástica a la forma pictórica, de tres a dos dimensiones, - incluso para captar esto se requiere un enfoque desprejuiciado. Directamente nos elevamos a la Imaginación, ya no se trata de tres dimensiones, ni siquiera de cuatro, como cree una ciencia equivocada, sino de dos solamente. La dificultad de imaginar lo que entonces se experimenta proviene de que en la experiencia terrestre estamos acostumbrados a contar con tres dimensiones y a formar nuestros conceptos de acuerdo con ellas. Y así, cuando deberíamos encontrar el camino hacia las dos dimensiones, decimos: "Sí, pero dos dimensiones están incluidas en las tres; las dos dimensiones de un plano pueden estar de tal manera que aún podría haber una tercera".

Pero no se trata de eso. En cuanto entramos en el mundo Imaginativo, la tercera dimensión ya no nos afecta en absoluto, y la posición de un plano es inmaterial. Al entrar en el mundo etérico de la Imaginación, la tercera dimensión deja de tener sentido. Por lo tanto, -y añado esto para los matemáticos-, todas las ecuaciones para el éter deben transformarse para que correspondan con el mundo bidimensional.

Ahora bien, si pasamos al mundo accesible a la Inspiración, en el que estamos como Yo entre el dormir y el despertar, nos encontramos con una sola dimensión; entonces tenemos que ver con un mundo unidimensional. Esta transición a un mundo unidimensional, dada por supuesta por la facultad de Inspiración, -la facultad, es decir, de percibir realmente lo espiritual en lo que vivimos entre el dormir y el despertar-, esta comprensión de un mundo con una sola dimensión siempre ha formado parte del conocimiento iniciático.

Ya he descrito cómo se revelan a los hombres del tipo de Jacob Boehme las fuerzas ocultas del Sol, no las fuerzas de la luz solar física externa. Estas fuerzas ocultas del Sol no se extienden tridimensionalmente, sino que se perciben en una sola dimensión. Un conocimiento iniciático más antiguo e instintivo podía percibir esto por medio de la Inspiración, y así lo hacían, pero sin un conocimiento claramente consciente de lo que era. Mucho de lo que todavía se transmite en los registros antiguos de épocas pasadas de la humanidad sólo se puede entender cuando se sabe: Esto se refiere al mundo espiritual que es unidimensional, el mundo que encontramos a través de la Inspiración; en cuanto a nuestra vida terrenal se refiere a las fuerzas ocultas del Sol y las Estrellas. Entre el momento de dormir y el de despertar no vivimos en las fuerzas del Sol que se muestran exteriormente, sino en las que están ocultas.

Estas fuerzas ocultas del Sol pueden, por ejemplo, atravesar ciertos tipos de piedra que son impenetrables para las fuerzas solares físicamente perceptibles, y al atravesarlas se vuelven unidimensionales. Si alguien ha adquirido la visión de la Inspiración, entonces, aunque no perciba la luz física, puede ver las fuerzas ocultas del Sol penetrando en la piedra, que de otro modo sería opaca; así, la piedra es permeable para las fuerzas ocultas del Sol y también para las fuerzas de la Inspiración.

En períodos muy antiguos de la evolución humana en la Tierra, tales procedimientos no eran necesarios. Pero cuando la antigua clarividencia instintiva, que en aquellos tiempos era la base del conocimiento iniciático, estaba en decadencia, se adoptaron estas ayudas como un atajo, -podríamos decir-, para la percepción de cosas que ya no eran perceptibles a través de la Inspiración instintiva. La gente recurría a tales medidas de la siguiente manera, por ejemplo. Imaginemos una serie de piedras colocadas una al lado de la otra, con otras piedras colocadas encima de ellas. Si esto se dispone de tal manera que en ciertas ocasiones los rayos penetrantes del Sol caigan sobre la piedra que las cubre, entonces los rayos físicos del Sol serán retenidos por la piedra y los rayos ocultos pasarán a través de ella.

Cuando alguien entrenado para ello se coloca de modo que pueda mirar a esta estructura desde un lado, verá los rayos espirituales y unidimensionales del Sol brillando a través de ella y desapareciendo en la tierra. Si, cuando todo esto ya no se percibía a través de los poderes clarividentes instintivos, se tomaba un atajo de este tipo, permitía a cualquiera que mirara desde un lado a la zona de sombra percibir el mundo de los rayos solares espirituales que experimentamos cada noche mientras dormimos. Por lo tanto, en tales artilugios, que se encuentran en esta misma zona, podemos ver por qué medios, durante un largo período de transición, ciertos sabios guías de la humanidad trataron de penetrar en las fuerzas ocultas del Sol, lo que un hombre como Jacob Boehme podía hacer instintivamente a través de la simple contemplación de las cosas terrenales.

Aunque tales colecciones de piedras pueden verse hoy en día en lugares apropiados, su significado real sólo puede ser sacado a la luz a través de lo que revela la Ciencia Espiritual. De lo contrario, la gente se queda con una explicación superficial que pierde el punto real.

Tales piedras pueden, por supuesto, distribuirse en el círculo para mostrar cómo los rayos espirituales del Sol difieren según las constelaciones particulares de las estrellas.

෴෴෴෴෴෴෴෴෴

He estado tratando de esclarecerte el mundo en el que vive nuestro Yo durante el dormir. Este mundo no se mantiene unido por las fuerzas inherentes de los cuerpos físico y etérico. Estos cuerpos, sin embargo, son los únicos responsables de la clara conciencia del hombre terrenal; son la fuente de los juicios que formamos, de acuerdo con nuestros sentimientos y nuestra voluntad, sobre nuestras propias acciones, nuestras experiencias internas y pensamientos. Así, cuando estamos despiertos, juzgamos nuestra vida exterior según los pensamientos que hemos podido imprimir en nuestros cuerpos físico y etérico. Pero no es sólo el propio ser humano quien tiene algo que decir sobre sus experiencias; sus experiencias y acciones conciernen a todo el Cosmos espiritual. El Cosmos juzga si una acción, un pensamiento o un sentimiento deben ser declarados buenos o malos. Entre la vigilia y el dormir se nos deja formar nuestra propia opinión sobre nosotros mismos. Como he mostrado suficientemente durante estas conferencias, el contenido espiritual del Cosmos toma la moral como su ley natural, y lo que el Cosmos tiene que decir sobre nuestra verdadera naturaleza y nuestras acciones es experimentado por el Yo durante el dormir. La cognición inspirada muestra cómo el Yo, incluso durante el sueño más corto, experimenta de nuevo todo lo que el individuo ha pasado desde su último momento de vigilia hasta su sueño actual, -por largo o corto que este período pueda ser. De modo que un hombre, en los sucesivos estados de vigilia, dormir, vigilia, dormir, experimenta de nuevo al dormir todo lo que vivió durante su último tiempo de vigilia, especialmente en lo que se refiere a sus propias actividades.

En la medida en que ésta es la experiencia del Yo, permanece fuera de la conciencia ordinaria, pero la Inspiración puede evocarla. Entonces se revela la naturaleza particular de la experiencia, y descubrimos que es recorrida en orden inverso a nuestra experiencia diurna. Mientras que durante el día se viven las experiencias de la mañana a la tarde, dejando a un lado los sueños cortos, durante la noche, al dormir, se viven las experiencias al revés, de la tarde a la mañana. Esto es para que podamos experimentar lo que el Cosmos espiritual tiene que decir sobre la forma en que hemos vivido durante el día.

Sin embargo, durante la vida terrenal, el hombre normalmente no puede evocar esta experiencia en su conciencia. Sin embargo, debe ser consciente de ello, o su existencia humana quedaría desconectada de la existencia cósmica. La cognición inspirada muestra que tan pronto como un hombre después de la muerte ha observado el cuadro de su vida, que, como he dicho, dura dos, tres o cuatro días, y tan pronto como sus recuerdos se han disuelto en el Cosmos, esparciéndose allí, - después de esta experiencia, a menudo referida como la liberación del cuerpo etérico-, llega un momento en que el hombre es capaz de mirar hacia atrás a su vida terrenal de nuevo, pero de una manera diferente.

Si observamos esos pocos días después de la muerte, llegamos a un panorama grandioso de nuestra vida, pero al principio abarca sólo las experiencias diurnas. En realidad, sin embargo, el hombre repasa no sólo sus experiencias de vigilia, sino también las que ha tenido durante el dormir. Cuando en la vida terrenal uno repasa sus recuerdos ordinarios, siempre deja fuera los períodos de dormir, como si sus únicas experiencias hubieran sido las vividas durante el día. Y así hasta después del nacimiento, cuando cesan los recuerdos.

De hecho, es así con el panorama que aparece durante esos dos o tres días después de la muerte. Luego, más tarde, viene un período en el que el alma y el espíritu han adquirido fuerza suficiente para experimentar en el mundo espiritual todo lo que sólo podía manifestarse inconscientemente, en forma de imagen, mientras dormíamos por la noche durante nuestra vida en la Tierra. Ahora se presenta ante nosotros como experiencia. El hombre pasa entonces por un período, -que dura alrededor de un tercio de su vida en la Tierra, aproximadamente el tiempo que normalmente pasa durmiendo-, en el que vuelve a experimentar sus noches, pero en sentido inverso. Así, vive primero su última noche, luego la noche anterior, y así sucesivamente hasta el momento de su nacimiento y concepción.

En mi libro Teosofía, cuando hablaba del hombre, como ser de alma y espíritu, pasando por el mundo de las almas, he descrito, desde otros puntos de vista, este retroceso a través de un mundo muy diferente después de la muerte.

Ahora bien, cuando después de la muerte un hombre ha pasado así por el mundo de las almas, tardando en ello unos siete años si ha vivido veintiún años, o, si ha vivido hasta los sesenta, tal vez veinte años, -siempre el tiempo que ha dormido en la vida terrestre-, tiene entonces que experimentar el efecto total que ha tenido sobre la existencia terrestre -una existencia creada por los Dioses para llevar al mundo, con la ayuda de la raza humana, un poco más adelante en su progreso. Hasta el final de este examen retrospectivo de sus noches después de la muerte, el hombre ha ido adquiriendo conocimiento de lo que él mismo ha llegado a ser, de su significado para el Cosmos. Ahora tiene que experimentar cómo ha afectado su vida a la Tierra. Esto lleva mucho tiempo, la mitad del tiempo que transcurre entre la muerte terrenal y una nueva vida terrenal. Mañana tendremos que hablar de ello con más detalle.

Después de retroceder a través de nuestras noches, llegamos a nuestro nacimiento; y habiendo llegado allí, después de este viaje hacia atrás a través del mundo de las almas, tenemos que encontrar el camino de regreso a nuestra vida terrenal anterior. Esto permite al hombre traer consigo esa vida anterior para la configuración de su siguiente vida en la Tierra.

Aquí entramos en el terreno de los antiguos conocimientos iniciáticos, que hoy en día deben ser renovados de acuerdo con las facultades actuales de los hombres. En efecto, el conocimiento iniciático es siempre un conocimiento verdadero, pero de un tipo que conduce del mundo de los sentidos al espiritual, de modo que la voluntad humana se ve impulsada a tomar una forma religiosa. En la etapa de la Iniciación que conduce al conocimiento intuitivo ya descrito, siempre se ha considerado de suma importancia que, cuando un hombre regrese a su vida anterior en la Tierra, encuentre en el camino a un ser que pueda convertirse en su guía después de la muerte.

En cierta región de la Tierra un hombre se decía a sí mismo: En mi vida terrenal debo absorber la enseñanza del último Bodhisattva que apareció en la Tierra. El hombre pudo haber vivido trescientos años después de la aparición de este Bodhisattva. Pero cuando después de la muerte regresó a su vida anterior en la Tierra, él llegó en el momento en que el último Bodhisattva vivía en la Tierra. En el antiguo conocimiento iniciático, se consideraba que este encuentro con el último Bodhisattva que había aparecido en la Tierra permitía al hombre establecer un contacto real con su propia vida terrena anterior, lo que significa encontrar la fuerza necesaria para la vida eterna, pues ésta sólo puede hallarse cuando se logra un contacto real con la vida terrena anterior.

Toda posibilidad de este encuentro con los Bodhisattvas, que descienden a la Tierra desde ciertas regiones espirituales, cesó en un momento determinado de la evolución humana, de la evolución del mundo. Y hoy en día un hombre habría sido incapaz, cuando después de la muerte se hubiera remontado a su último nacimiento y concepción, de ir más allá y entrar en contacto con sus vidas terrenales anteriores. El camino para esto podría ser encontrado por un hombre durante los primeros milenios de evolución terrestre antes del Misterio del Gólgota, cuando, al volver atrás, llegaba a la época del último Bodhisattva. Hoy, sin embargo, sólo encontrará el camino si realiza el viaje bajo la dirección de aquel Ser que se unió a la Tierra a través del Misterio del Gólgota; si, en otras palabras, entra en tal relación con el Misterio del Gólgota que Cristo pueda convertirse en su guía. Pues el Cristo reúne en Sí mismo todos esos poderes de dirección para la vida entre la muerte y el renacimiento que solían pertenecer a los Bodhisattvas que aparecieron en la Tierra.

Así pues, el acontecimiento del Misterio del Gólgota, con su particular relación con nuestra experiencia entre la muerte y el renacimiento, es uno de los hechos más importantes de toda la evolución de la Tierra. Si alguien desea conocer la evolución espiritual de la Tierra y el lugar que ocupa en la evolución espiritual del Cosmos, y si además desea comprender lo que un hombre experimenta en relación con esta evolución espiritual de la Tierra y del Cosmos durante su vida entre la muerte y un nuevo nacimiento, entonces debe dar al Misterio del Gólgota el lugar que le corresponde en toda la evolución del mundo. Para el hombre de hoy, por lo tanto, debe encontrarse un camino que lleve la atención de la evolución del hombre a la evolución del mundo, de modo que el Misterio del Gólgota sea visto en todo su significado fundamental para el curso de los acontecimientos en la evolución de la Tierra y en la evolución del hombre dentro de lo terrenal.

De estas cuestiones, en la medida en que los conocimientos iniciáticos modernos pueden revelarlas, -cuestiones relativas a las experiencias posteriores de los seres humanos después de la muerte, cuando han retrocedido en la memoria a través de sus experiencias nocturnas-, nos ocuparemos más adelante, mañana, en relación con la evolución del mundo.

Traducido por J.Luelmo, ago,2023

GA227 Penmaenmawr, 25 de agosto de 1923 - La interacción de los distintos mundos.

     Índice

    RUDOLF STEINER 

Conocimientos de Iniciación

LA INTERACCIÓN DE LOS DISTINTOS MUNDOS

 Penmaenmawr, 25 de agosto de 1923

séptima conferencia

En la vida humana existe una perpetua interacción entre el mundo suprasensible y el mundo de los sentidos; y también me he referido a casos extremos en los que los dos mundos -o en realidad los tres- interactúan entre sí sin que el hombre contribuya en nada a ello mediante su propio desarrollo. Hoy hablaremos de ejemplos humanos de interacción entre los diversos mundos. Describiré primero el tipo ordinario de sonámbulo, luego el tipo de Jacob Boehme y, finalmente, el tipo representado por Swedenborg.

La relación de estos tres tipos entre sí es tal que puede decirse que cada uno indica, como por un experimento universalmente válido, cómo la evolución humana está conectada con la evolución del mundo como un todo. Esto es también lo que quiero destacar en lo que voy a decir.

Al estudiar estos tres tipos de hombres, que entran y salen del mundo espiritual sin reconocer plenamente la presencia del Guardián en el Umbral, encontramos en efecto que los tres -el tipo del sonámbulo, el tipo de Jacob Boehme y el tipo de Swedenborg- tienen una manera de percibir el mundo suprasensible -o, como es particularmente cierto en el caso del sonámbulo, están activos en él- que es diferente del camino abierto por la cognición Imaginativa, Inspirativa e Intuitiva. Esto se deriva del hecho de que cuando alguien entra en el mundo espiritual - y todo el mundo lo hace, aunque sólo sea inconscientemente, cada vez que se va a dormir -, todas las cosas, como ya he señalado, se vuelven diferentes de lo que son en el mundo físico.

Tres características del mundo suprasensible, sobre todo, son opuestas a las del mundo físico. Este contraste tiene un efecto tan fuerte sobre los seres humanos y es tan perturbador para todo lo que consideran verdadero, correcto, saludable, etc. en el mundo físico que, dada la actual condición terrenal del alma y del cuerpo, las personas nunca deberían ser trasladadas repentinamente al mundo suprasensible sin la debida preparación. De ahí que en mi libro Conocimiento de los mundos superiores haya insistido especialmente en la necesidad de una preparación adecuada. Se describe allí de tal manera que cualquiera que siga las instrucciones estará preparado en todos los aspectos para entrar en el mundo suprasensible de la manera correcta. Sin embargo, los tres tipos de los que estoy hablando hoy no entran por la preparación, sino por su destino, y su destino, su karma, les protege de cualquier peligro. En efecto, a través de su karma se familiarizan con muchas cosas relativas a la humanidad que, de otro modo, sólo pueden ser conocidas a través de la cognición Imaginativa, Inspirativa e Intuitiva.

En primer lugar, en el mundo espiritual-suprasensible, cesa todo peso, toda gravedad. Cuando se está realmente en el mundo espiritual, nunca se está en nada que se pueda pesar, sino en lo imponderable. La primera experiencia consciente allí es como la sensación que podríamos tener en el mundo físico si el suelo se estuviera cayendo bajo nuestros pies, y tuviéramos que mantenernos firmes a través de nuestras propias fuerzas internas.

Así que deben imaginarse cómo, si realmente deseamos entrar en el mundo espiritual, estamos obligados a tener esta sensación de que el suelo se desprende de nosotros, y cómo, sin gravedad en la que apoyarnos, tenemos que mantenernos en el espacio libre por la fuerza que llevamos dentro.

La segunda cosa que cesa en lo suprasensible es todo lo que tenemos como percepción sensorial en el mundo físico. Para decirlo brevemente: en el mundo suprasensible cesa la luz y uno se encuentra en la oscuridad. Pero eso no es todo, pues en realidad no es sólo la luz la que cesa; la luz cesa en el mundo físico para los ciegos, que aún poseen otros sentidos. Pero en la ciencia del espíritu la palabra luz abarca a menudo no sólo la luz y el color, sino todo lo audible, tangible o perceptible como el calor, etcétera. En el mundo suprasensible, todo esto cesa. Y uno puede dar a entender esto refiriéndose simplemente a lo que para la mayoría de la gente es su principal experiencia sensorial, y así diciendo: Donde había luz, todo se vuelve oscuro.

Lo tercero que se encuentra en el mundo espiritual, -y debemos esforzarnos por sentirlo en toda su realidad-, es el vacío en lugar de la plenitud. Aquí, en el mundo físico, generalmente hay algo que tocar, y cuando no hay nada más sigues rodeado por el aire. En todas partes hay plenitud. En el mundo espiritual es justo lo contrario: en todas partes hay vacío. De ahí que podamos decir: En el mundo físico de los sentidos, las experiencias predominantes son las de lo ponderable, de la luz en el sentido físico, que incluye todo lo experimentado por los sentidos; y en tercer lugar, la plenitud. Mientras que en el mundo espiritual prevalece lo imponderable; la oscuridad en la que el hombre debe proporcionar su propia luz a partir de lo que ha desarrollado interiormente durante su evolución; y el vacío que tiene que llenar para la conciencia superior con la realidad que absorbe al entrar en otros seres espirituales a través de la Intuición.

Ahora bien, cuando un hombre es llevado, por el destino instintivo, fuera de lo ponderable al reino donde prevalece lo imponderable, se apoderan de él fuerzas de más allá de la Tierra. Cualquiera que se desplace por la Tierra física, o incluso cuando está acostado, está siempre sujeto a las leyes de la gravedad. Si escapara de ellas durante unos minutos, entraría en juego la fuerza contraria, la contragravedad. Entonces experimenta en su interior una fuerza que le arrastra lejos de la Tierra, en lugar de encadenarle a ella. Es la misma fuerza que proviene de la Luna, además de la luz que refleja.

Por lo tanto, cuando alguien va por la Tierra, está expuesto en la vida normal a la fuerza de gravedad que lo arrastra hacia abajo y lo sujeta a la Tierra. Si a través de su karma, que está entonces ligado a las fuerzas de la naturaleza que dominan en él, esta gravedad terrestre se retira en ciertos momentos, para que las fuerzas de la Luna puedan empezar a actuar sobre él como contra-gravedad, entonces, aunque todavía esté dormido, empieza a vagar. Entonces está expuesto a las fuerzas que gobiernan sus cuerpos físico y etérico, fuerzas que están relacionadas no sólo con las fuerzas reflejadas por la Luna en forma de luz, sino con muchas otras fuerzas que fluyen de la Luna a la Tierra. Estas fuerzas tiran del hombre; siempre están tratando de alejarlo de la Tierra. En el momento en que, en lugar de estar en las garras de la gravedad terrestre, es agarrado por las fuerzas de la contra-gravedad, que vienen de la Luna y que trabajan contra las fuerzas terrestres, puede vagar por ahí a la manera lunática del sonámbulo. Las fuerzas que dominan al hombre en este momento son muy diferentes de las fuerzas terrestres normales, pero esto sólo se aplica a la época actual. Estas fuerzas sólo se encuentran ahora en el sonámbulo, y son anormales. Si se le llama por su nombre terrestre cuando, bajo la influencia de la Luna, está vagando por un tejado, caerá. Así entra inmediatamente en el reino de las fuerzas terrestres; pero en otras épocas no se daban a los hombres nombres como los que tienen hoy, y la condición temporal del sonámbulo era entonces normal. Cualquiera que analice el asunto verá que el hombre terrenal, en su llamada vida normal de hoy, está ligado a las fuerzas de la Tierra. El sonámbulo, sin embargo, nos lleva de la evolución humana a la evolución del mundo y, de hecho, a aquella época en que la evolución del mundo era la evolución de la Luna.

En el momento en que una persona entra en el reino de la evolución lunar, se comporta como si no viviera en absoluto en el reino físico de la Tierra, sino en el mundo astral, aunque el astral penetra en el físico y se sirve del cuerpo físico. Y lo que el astral desarrolla físicamente de esta manera fue en un tiempo la evolución lunar. Se nos recuerda que la actividad astral en lo físico fue una vez evolución del mundo -evolución lunar- y volverá a serlo. Pero entonces un hombre será capaz, en plena conciencia, de subir por superficies muy inclinadas, como hoy pueden hacerlo las moscas. Esto es una indicación de lo que sucederá en el futuro durante la evolución de Júpiter. Así pues, si comprendemos correctamente al sonámbulo, podemos estudiar el cuadro físico que nos presenta, como si la naturaleza misma nos diera una demostración de lo que experimentamos durante nuestra existencia lunar -no, ciertamente, en un cuerpo físico de carne, sino en una sustancia infinitamente más fina- y de lo que experimentaremos de nuevo cuando aprendamos a dominar la sustancia física con plena conciencia, durante la evolución de Júpiter. Así pues, este estado de sonambulismo apunta tanto al pasado como al futuro en la evolución del mundo.

A este respecto, nos ocupamos exclusivamente de los seres humanos que podemos llamar hombres-luna, que en ciertos momentos de su vida se vuelven sonámbulos. Pero este comportamiento sonámbulo, este ir de un lado a otro en lo imponderable, puede realizarse espiritualmente, en plena conciencia, si al mismo tiempo se tiene la fuerza suficiente para mantenerse perfectamente inmóvil. El sonámbulo sigue los impulsos de las fuerzas lunares; se entrega inconscientemente a ellas y realiza todos los movimientos a los que le impulsan. Pero el que pasa por esta experiencia con clarividencia exacta y consciente, se abstiene de tales movimientos; se mantiene inmóvil. El efecto es que los movimientos sufren en él una metamorfosis y se convierten en Intuiciones. La intuición consciente, por lo tanto, el más alto desarrollo de la clarividencia estricta, consiste realmente en detener las acciones que un sonámbulo es instintivamente obligado a realizar por las fuerzas lunares. Quien realiza esta metamorfosis no se entrega a las fuerzas físicas de la Luna, sino que las contiene en sí mismo. Así puede dedicarse intuitivamente a la espiritualidad correspondiente, es decir, alcanza la Intuición.

De ahí que sea realmente muy bueno estudiar en estos hombres-luna cómo, por un lado, el hombre está relacionado con la evolución del mundo, y por otro cómo el sonámbulo y el clarividente exacto son opuestos. Mientras que los instintivos son los sonámbulos lunáticos, los clarividentes exactos son videntes intuitivos que, absteniéndose de la acción, se mantienen frente a la Luna. Eso es lo que se nos muestra en este punto de la relación del hombre con el mundo.

෴෴෴෴෴෴෴෴෴෴

El segundo de los tres tipos de hombres de los que hablo hoy está ejemplificado en Jacob Boehme. Él era un hombre tan plenamente dotado que en ciertos momentos de su vida, como por su destino natural, su karma, era capaz, estando completamente despierto, de evocar ante sí, en lugar del mundo iluminado por el sol, el espacio oscuro. De lo que ya he dicho se desprende que aquí no se trata sólo de la oscuridad que es ausencia de luz, sino del borramiento de todo lo percibido por los sentidos. A Jacob Boehme le fue posible, bajo ciertas condiciones durante su vida, encontrarse con la oscuridad en lugar de la luz, con el silencio y la quietud en lugar de los diversos sonidos del mundo, y en lugar del calor con algo, -igualmente distinto del calor o del frío-, que podríamos llamar anti-calor, y así sucesivamente. De modo que, si a través de la Inspiración uno hubiera examinado estos estados suyos, sin experimentarlos uno mismo, habría tenido que decir que Jacob Boehme, en lugar de tener un espacio iluminado por el sol a su alrededor, se enfrentaba en ciertos momentos a una completa oscuridad.

Las personas que tienen esta experiencia sin ser conscientes de ello, es decir, que se encuentran en un sueño ligero, aunque siguen sintiendo que están en el mundo ordinario iluminado por el sol, tienen lo que se llama segunda visión: y esto es lo que Jacob Boehme tenía en su forma más pronunciada. Sólo que, en su caso, se aplicaba menos a los detalles individuales de la Tierra y más a la constitución de la Tierra como un todo. ¿Cuál era, pues, su visión?

Ahora imagínense esto. Cuando otras personas tienen ante sí la luz del Sol, Jacob Boehme la tenía, -precisamente desde el punto donde se encuentran los rayos visuales de los ojos, al mirar algún objeto lejano o cercano, o desde detrás del punto donde surge una barrera cuando cruzamos la mano derecha sobre la izquierda y nos aislamos del mundo exterior-, allí Jacob Boehme se encontraba ante la oscuridad y el silencio con respecto a todos sus sentidos. Imagínense esta oscuridad total. Hay una imagen física que se corresponde estrechamente con ella. Cuando uno se coloca ante un espejo, no ve lo que hay detrás, sólo lo que hay delante. Espiritualmente, es lo mismo para cualquiera que vea a la manera de Jacob Boehme. La oscuridad que hay detrás crea algo delante como un espejo, en el que uno ve reflejado el mundo terrenal en su espiritualidad. Así, si uno fuese del tipo de Jacob Boehme, en ciertos momentos de su vida miraría hacia la oscuridad y, como esta oscuridad le devolvía la vida espiritual de la Tierra, contemplaría la constitución espiritual de la Tierra y el curso de su existencia.

Era una poderosa segunda visión la que tenía Jacob Boehme. Otro hombre puede tener ciertos momentos en su vida en los que se enfrenta a la oscuridad que apaga la luz física, lo que le permite mirar en lo espiritual. Entonces, si comprende cómo hacer el uso correcto de este espejo espiritual, que consiste simplemente en la existencia de la oscuridad, entonces, a través de las comunicaciones internas entre todas las cosas terrenales, los hechos e incluso los pensamientos, podrá, cuando esté en Europa, percibir a un amigo en América. Pues lo que percibimos con nuestros ojos y sentidos físicos resulta, sobre todo, de la acción del Sol. Pero el Sol también actúa de forma oculta en todo: en los minerales, en las plantas, en los animales y también en los seres humanos. Aunque se encuentren en Europa, a través de estas fuerzas ocultas del Sol en su interior, están en comunicación con un amigo en la lejana América, en quien estas mismas fuerzas están activas.

Estas comunicaciones tienen efectos kármicos. Muchas personas han tenido su destino de matrimonio, amor, amistad, ligado a alguien en América, quizás, que era desconocido para él en ese momento. En este trabajo del karma en la Tierra, las fuerzas ocultas del Sol están activas; se hacen visibles allí, como en un espejo.

Esto se aplica particularmente a las personas que llevan vidas aisladas en islas, en valles montañosos o en otros lugares favorables en este sentido, y el hecho de que la segunda visión sea bastante común en tales lugares se debe a que las personas que llevan vidas aisladas responden más fácilmente que otras a estas comunicaciones interiores y son capaces de extender una oscuridad parcial a su alrededor en la vida. De ahí las segundas visiones escocesa y de Westfalia, y la segunda visión en un valle aislado de Alsacia tan bellamente descrita por Oberlin. Así aparecen tales cosas en regiones especiales de la Tierra. Cuando son auténticos, como esos efectos ocultos del Sol de los que acabo de hablar, deben juzgarse de manera muy diferente a como se juzgan normalmente en nuestra época materialista.

Algunas personas hoy en día, orgullosas de su inteligencia, discuten si alguna vez existió un Rey Arturo, si fue una figura real o legendaria. Pero los que pueden profundizar en la cuestión hablarán de otro modo. Para ellos, cualquiera que dude de que el Rey Arturo haya existido es mucho más legendario que el propio Rey Arturo. Tomemos por ejemplo a un erudito moderno que niegue la existencia de Arturo: bueno, está físicamente presente entre nosotros, pero de hecho pertenece mucho más al reino de las sagas y las leyendas que el Rey Arturo, al menos en opinión de quienes pueden ver la verdad de estas cosas.

De ahí que podamos decir de las personas que tienen una segunda visión, el don manifestado en grado sumo en Jacob Boehme, que son en un sentido especial Hombres-Sol. Así como normalmente vemos los efectos del Sol en el mundo exterior, estos hombres-Sol están impregnados interiormente por las fuerzas ocultas del Sol. Y así como nuestro primer tipo consistía en hombres-luna, el segundo tipo consiste en hombres-sol, como Jacob Boehme con su segunda visión. Son hombres-Sol que, por su karma natural, llevan dentro de sí algo que hoy es anormal, pero que, por eso mismo, está totalmente de acuerdo con la realidad; porque lo que hoy es anormal, en algún momento fue completamente normal.

Así, al darnos cuenta de lo que los hombres con segunda visión son capaces de percibir, al hacernos comprender la naturaleza de las fuerzas ocultas del Sol, por las que estos hombres-Sol están impregnados, podemos decir: Esta vida en los efectos ocultos del Sol, ahora anormal, era normal en una etapa anterior de la evolución de la Tierra, y volverá a ser normal. Fue normal durante el período que, como evolución solar, precedió a la evolución terrestre. Entonces era normal que los hombres, en todas partes, se miraran en la oscuridad como en un espejo, para que se les reflejara lo espiritual. Toda la Tierra pasó por esa etapa de evolución que hizo del hombre, en su tenue y volátil materialidad de entonces, un hombre-Sol. La conciencia era entonces muy tenue.

Esta condición volverá de nuevo. Entonces el hombre será capaz de penetrar con plena conciencia en la oscuridad que le rodea, produciendo por sus propios esfuerzos una imagen reflejada del mundo entero. Para entonces habremos llegado a la evolución de Venus, una etapa futura de la evolución de la Tierra.

Las personas que deseen adquirir la segunda visión deben desprenderse de sus percepciones y sensibilidad groseras, y de las sensaciones que reciben de lo físico de su entorno; deben extraer de sí mismas una sensibilidad libre. A esto también se puede llegar interiormente, aunque no sin peligro. Puede lograrlo cualquiera que fije su mirada, -no estoy aconsejando esto, simplemente les estoy proporcionando hechos- en algún objeto brillante, para inducir un estado de fascinación. De este modo se debilita la sensibilidad exterior, se estimula la interior y se evoca la segunda visión. En la antigüedad, en determinadas circunstancias, la segunda visión se evocaba de forma bastante sistemática. Los relatos al respecto hablan de un "espejo mágico": en realidad, se trataba de un instrumento diseñado para fascinar y, de este modo, amortiguar la sensación exterior, llamando así a la sensación interior como su polo opuesto. Se utilizaba un espejo físico para evocar un reflejo espiritual. Lo importante no era lo que se veía en el espejo físico; el espejo físico simplemente ahuyentaba toda sensación exterior y se evocaba la sensación interior. Así surgió la creencia de que en el propio espejo mágico podían verse los sentimientos, los pensamientos, etc., de amigos lejanos. En realidad, la persona veía el estado del alma provocado en sí misma por el espejo ordinario.

Cualquiera que provoque este tipo de visión ve realidades reales. Ve la actividad espiritual que tiene lugar en los reinos de la naturaleza, y está, por así decirlo, unido a todo lo que en la Tierra es semejante al Sol.

Para entender realmente los escritos de Jacob Boehme, uno debe tomar todo su contenido como derivado de una complicada y maravillosa segunda visión.

Otra personalidad, Paracelso, estaba constituida de una manera similar aunque algo diferente. En su caso, la sensación se combinaba con un mayor poder intelectual; de ahí que siempre interpretara las imágenes que le revelaba la segunda visión. Cuando reflexionamos intelectualmente sobre las cosas físicas, perceptibles por los sentidos, no las cambiamos, porque el intelecto es impotente ante lo físico; pero no es impotente ante nada que se vea en un espejo de la manera descrita. Percibir la constitución interna del mundo tan puramente en términos de segunda visión sólo es posible para alguien como Jacob Boehme, que era capaz de entregarse desinteresadamente a las cosas externas. El amor inagotable con que miraba todas las cosas, y que se hacía sentir en toda su manera de captar las imágenes reflejadas de lo espiritual en el mundo, está presente en casi todas las líneas que escribió. Así que estas reflexiones permanecieron para él en la mayor pureza como una especie de Imaginaciones de lo espiritual en el mundo.

Con Paracelso, todas estas cosas sufrieron un cambio de acuerdo con su fuerte inclinación intelectual. De ahí que sean imágenes reflejadas a las que se da una forma diferente. Incluso de un espejo físico puedes aprender que lo que refleja puede sufrir un cambio, - sólo tienes que mirar tu cara en un espejo cóncavo. No hay duda de que no te gustaría tener la cara tal y como la ves allí. Eso es más o menos lo que la intelectualidad hace a la superficie reflectante en la que uno se mira, si uno es un intelectual como Paracelso. Por este medio, sin embargo, uno penetra más profundamente en las fuerzas internas.

Así Jacob Boehme, contemplando todas las cosas con su amor verdaderamente sublime, se convirtió en un observador contemplativo; mientras que Paracelsus, concentrándose más en las fuerzas internas, y distorsionando las imágenes-espejo con las que estaba tratando, se acercó más a las fuerzas curativas que subyacen en las cosas como fuerzas solares ocultas.

Cuando alguien aprende a dominar conscientemente las fuerzas ocultas del Sol, de modo que no utiliza la oscuridad exterior para ver imágenes reflejadas, sino que lleva a la oscuridad la luz interior encendida en el alma y el espíritu a través de la meditación y la concentración; cuando llega a ser capaz de llenar con fuerzas interiores del alma el espacio que de otro modo estaría iluminado por el Sol físico, de modo que puede iluminarlo con la luz de su propia alma y espíritu, entonces surge realmente la Imaginación consciente. Esta Imaginación consciente, que puede ser evocada de la manera que hemos aprendido a hacerlo en el camino del conocimiento, es la fuente de lo que Jacob Boehme, como hombre-Sol, plasmó hasta cierto punto inconscientemente en sus escritos, y con menor dominio del mundo de las ideas y demás.

Y así como la Intuición surge cuando las fuerzas secretas de la Luna en un hombre se mantienen firmes, y no se expresan en vagabundeos sonámbulos, así las imágenes-espejo evocadas por las fuerzas del Sol a partir de la oscuridad espiritual se transforman en Imaginación consciente.

෴෴෴෴෴෴෴෴෴෴

Mientras que el tipo sonámbulo vive en las fuerzas de la Luna, y el tipo Jacob Boehme en las del Sol, un tercer tipo vive en las condiciones de calor y frío siempre presentes en el espacio alrededor de la Tierra. En la vida normal, la gente se acostumbra a la temperatura predominante. Pero existe una cierta sensibilidad delicada e íntima que se independiza del calor o del frío exterior y, por el contrario, es muy susceptible a la acción oculta del calor y del frío que impregnan el espacio que rodea y penetra la Tierra. Una facultad de este tipo para percibir estas acciones ocultas fue adquirida en cierto momento de su vida por Swedenborg. Cualquiera que desee hacer un estudio de la faceta misteriosa de la vida de Swedenborg llegará gradualmente a ver con claridad que esta susceptibilidad apareció en él a cierta edad, pues hasta entonces había sido un distinguido representante de la ciencia oficial de su época: sus escritos en este campo son muy numerosos. No todos fueron publicados en su momento, pero ahora una sociedad de eruditos suecos está preparando una edición de sus obras científicas en muchos volúmenes. No cabe duda de que Swedenborg será un hueso duro de roer para estos eruditos. Se ven obligados a admitir que sus obras demuestran que fue uno de los mayores genios de su época, pero que en un determinado momento de su vida se volvió clarividente, lo que, en opinión de quienes editan sus obras oficialmente reconocidas, es otra manera de decir medio tonto.

Ahora debemos dirigir nuestra atención más bien a esta visión superior desarrollada por Swedenborg después de haberse familiarizado con el resto del conocimiento reconocido en su época. Debemos examinar más de cerca las razones por las que se convirtió así en "medio tonto" a los ojos del saber oficial.

Al profundizar en la personalidad de Swedenborg, descubrimos que "perdió el juicio" porque en su cuadragésimo año desarrolló un amor abrumador por todo lo que había aprendido hasta entonces. Difícilmente puede haber alguien que haya amado el conocimiento puro tanto como Swedenborg llegó a amarlo. Fue este amor por el conocimiento lo que le permitió, en cierto momento de su vida, mirar a su manera en el mundo espiritual, y volverse susceptible a los efectos ocultos del calor y el frío en el espacio circundante.

Estos efectos ocultos de calor y frío no provienen ni de la Luna ni del Sol, sino principalmente de un cuerpo celeste que envía rayos muy modestos al espacio interplanetario: Saturno. Estos modestos rayos transportan las fuerzas ocultas que, en cierta época de su vida, impregnaron particularmente a Swedenborg. Por este motivo, desarrolló la capacidad de percibir el vacío, en lugar de la plenitud que nos rodea en el mundo de los sentidos, y un día se volvió sensible a ello. No hizo ningún esfuerzo para llegar a serlo; surgió instintivamente. Tampoco se sometió a ningún entrenamiento como el que he descrito en el libro El Conocimiento de los Mundos Superiores; esta sensibilidad surgió en él como un delicado instinto superior. Y así llegó a ser capaz de mirar en el mundo, -no un mundo físico-, que es perceptible sólo cuando hemos entrado en las condiciones de calor y frío que fluyen como rayos desde Saturno a través del espacio interplanetario. Así desarrolló una forma de visión muy individual.

Si se lee lo que Swedenborg ha registrado como resultados de esta visión, realmente parece casi una experiencia etérea, sutilizada, terrenal. Los seres espirituales que él ve, ángeles, arcángeles, etc., se mueven ciertamente con la libertad de lo imponderable, pero casi a la manera de los seres terrenales. Podemos preguntarnos si el mundo que contemplaba era real, o si simplemente proyectaba en el vacío lo que extraía de sus propios recursos interiores. No, la verdad es muy distinta. Además del mundo al que miramos con nuestros sentidos físicos, y además del segundo mundo que podemos experimentar, el mundo etérico, estamos rodeados por un mundo puramente espiritual. En este mundo espiritual hay seres espirituales que nunca han descendido a la Tierra, seres que llevan una vida de movimiento y actividad. Estos seres tienen que enviar su influencia a la vida terrenal; por eso imparten al elemento etérico de la Tierra su actividad en el mundo puramente espiritual. Podemos describirlo de esta manera. La Tierra está rodeada, impregnada, por su elemento etérico, y fuera, -en realidad fuera del espacio-, está el mundo de estos seres espirituales activos que entra en el reino terrenal. La Tierra es lo que es sólo gracias a la actividad de estos seres.

Esta actividad irradia en el reino terrestre, pero es devuelta y reflejada en el éter de la Tierra; y las fuerzas del éter son en realidad la realización etérica de lo espiritual que está por encima de ellas. Cuando estudiamos el éter que nos rodea en la Tierra, lo encontramos impregnado de la actividad de estos seres espirituales en forma de imágenes etéricas. La actividad real tiene lugar por encima o dentro de ella. Lo que nos rodea inmediatamente en la Tierra es la actividad que se proyecta hacia el éter de la Tierra. Es como si un espejo no sólo reflejara imágenes, sino que desarrollara gradualmente una actividad propia. La actividad espiritual se proyecta desde la Tierra hacia el éter, y esta actividad es en realidad una proyección de la actividad espiritual.

Así como Jacob Boehme veía en un espejo el reflejo de lo que sucede en el cuerpo humano o en la naturaleza, en la forma que he descrito, para Swedenborg la propia Tierra era el espejo que le devolvía en el éter las imágenes de la actividad espiritual en el mundo espiritual. Podemos decir que lo que él veía no era el mundo espiritual, o también podemos decir que sí lo era. No es más que la realización de una imagen reflejada por la Tierra. Es una imagen verdadera, pero verdadera sólo como reflejo de la realidad que hay tras ella.

Eso es lo que Swedenborg percibía. En el éter de la Tierra veía cómo los seres supraterrenales desarrollan fuerzas en el éter, -fuerzas que desempeñan un papel positivo en la vida humana y también en otras formas de vida en la Tierra. Estas fuerzas etéricas no son Ángeles ni Arcángeles, sino fuerzas que vibran en el éter. Hoy en día es anormal que alguien pueda ver estas fuerzas etéricas ocultas, que proyectan por todas partes en el éter circundante una imagen etérica de los arquetipos espirituales superiores. Sin embargo, en una época anterior de la evolución de la Tierra, esto era perfectamente normal, en el tiempo que precedió a la evolución del Sol y que puede llamarse la época de Saturno. En aquella época se dio a conocer que un día experimentaríamos una época de Venus, después de la cual vendría la época de Vulcano.

En Swedenborg surgió este tipo especial de visión, -el modo de existencia que una vez atravesó la Tierra; cómo se revelaba la Tierra a los hombres de aquel tiempo; y cómo se revelará en el futuro.

Cuando alguien ha adquirido la capacidad de ver conscientemente las imágenes que Swedenborg contempló en el éter; cuando al vacío del espacio-mundo puede oponer su propia plenitud, -entonces, para la clarividencia exacta, los seres que fueron reflejados etéricamente para Swedenborg se desvanecen de la visión etérica, y comienzan a ser audibles para la audición espiritual, los oídos espirituales. Cuando se borran como imágenes visionarias, se convierten gradualmente en Inspiraciones, sonando en la conciencia desde fuera del mundo espiritual.

De ahí que podamos decir: La Imaginación inconsciente, surgiendo en Swedenborg como imágenes etéricas, -si se observan cuidadosamente las advertencias del Guardián del Umbral, -lo que Swedenborg no pudo hacer-, pasará por una metamorfosis y reaparecerá como Inspiración astral plenamente consciente.

Ahora les he mostrado cómo se relacionan el estado más subconsciente del sonámbulo, el tipo de visión de Jacob Boehme y el tipo de Swedenborg, con lo que se puede buscar conscientemente como Intuición, Imaginación, Inspiración. Hoy he tenido que ponerlos en un orden diferente porque he estado dando una imagen cósmica. Si esto se hace de acuerdo, no con los nombres, sino con las cosas en sí mismas, entonces, si las descripciones se dan desde diferentes puntos de vista, la secuencia tiene que cambiar, al igual que las cosas a menudo pueden aparecer en un orden diferente cuando se cambia la perspectiva. Por ejemplo, supongamos que estoy entre dos hombres, uno detrás de mí y otro delante. Si me adelanto al que tengo delante, puedo mirarles a los dos. Así también, en el espacio cósmico las cosas cambian de acuerdo con nuestro punto de vista.

Por eso, en mis ciclos de conferencias, las cosas aparecen en un orden diferente, según los distintos puntos de vista desde los que hay que describirlas. Cuando esto no se aprecia plenamente y alguien persiste en un enfoque abstracto, dirá: Esto no cuadra. Pero los únicos que pueden permitirse satisfacer al intelectualista puro en este asunto son aquellos cuyas descripciones derivan de meras suposiciones. Cualquiera que describa realidades debe permitir que parezcan contradictorias, como a menudo pueden parecerlo desde distintos puntos de vista.

Traducido por J.Luelmo, ago.2023

GA227 Penmaenmawr, 24 de agosto de 1923 El espíritu en la naturaleza

    Índice

    RUDOLF STEINER 

Conocimientos de Iniciación

EL ESPÍRITU EN LA NATURALEZA

 Penmaenmawr, 24 de agosto de 1923

sexta conferencia

Ayer traté de mostrarles cómo surge la confusión en los sueños debido al hecho de que mientras duerme el hombre cruza el llamado Umbral inconsciente  o semiconscientemente. Abandonando el mundo físico de los sentidos, entra en el mundo espiritual y allí se encuentra con tres mundos: un recuerdo del mundo físico ordinario, el mundo del alma y el mundo real del espíritu. Los acontecimientos internos y externos, experimentados en nuestra vida terrenal ordinaria, se juntan a partir de lo que revelan estos tres mundos. Pero se separan cuando al dormir entramos en el mundo suprasensible, y lo que experimentamos no se relaciona entonces con el mundo al que pertenece. Por eso, para la memoria consciente habitual, en los sueños surgen engaños e ilusiones. La conciencia imaginativa no ve el sueño sólo de este modo, sino que lo convierte en un objeto de observación, del mismo modo que miramos hacia un punto distante en el espacio físico, aunque ahora, con la imaginación, miramos hacia algo distante en el tiempo. No nos limitamos a recordar lo soñado; lo miramos, y de este modo llegamos por primera vez a una verdadera concepción de lo que es un sueño. Así encontramos cómo se interpreta correctamente un sueño sólo cuando no lo relacionamos con el mundo físico, naturalista, sino con el espiritual -sobre todo, en la mayoría de los casos, con el mundo moral. El sueño nunca dirá lo que está expresando si a su contenido se le da una interpretación física, sino sólo cuando la interpretación está de acuerdo con lo espiritual moral.

Para ilustrar esto, volvamos a la confusión del sueño del que les hablé ayer: el sueño en el que alguien que sale a pasear se siente repentinamente invadido por la vergüenza al encontrarse sin ropa en una calle abarrotada de gente. Les quise remarcar que todo el estado de ánimo del alma en la conciencia onírica se debe a que nos enfrentamos a tres mundos diferentes. Sin embargo, al observar correctamente un sueño de este tipo, vemos que, aunque su contenido parece pertenecer al reino de los sentidos, es lo espiritual-moral lo que trata de revelarse a través de este medio. Por lo tanto, quien tenga un sueño de este tipo no debe fijarse en el curso inmediato y simbólico que toma, sino que debe preguntarse: ¿No he tenido a veces una tendencia en la conciencia diurna a no ser completamente sincero sobre mí mismo con los demás? ¿No he sido tal vez demasiado aficionado a seguir la moda en lo que me pongo, demasiado propenso a refugiarme en las convenciones? ¿No es una característica mía dar a la gente una falsa impresión de lo que realmente soy?

Cuando alguien deja que sus pensamientos sigan este curso, poco a poco llega a la interpretación moral y espiritual del sueño. Se dice a sí mismo: Cuando mientras dormía estaba en el mundo suprasensible, me encontré allí con seres espirituales - ellos me dijeron que no debía presentarme con un manto de falsedad, sino como realmente soy interiormente, en alma y espíritu.

Cuando interpretamos los sueños de este modo, llegamos a su verdad moral, espiritual. Toda una serie de sueños puede interpretarse así.

Los pueblos de un período más antiguo de la historia, que incluso en el simbolismo onírico del sueño eran conscientes del Guardián del Umbral, se tomaban muy a pecho su advertencia de no llevar consigo lo que pertenece al mundo físico de los sentidos cuando entran en el mundo espiritual. Si aquellos hombres hubiesen soñado que no llevaban ropa en la calle, jamás se les habría ocurrido que debían avergonzarse; esto es algo que vale para el mundo físico, para el cuerpo físico del hombre. Habrían prestado atención a la advertencia de que lo que vale para el mundo físico no vale para el mundo espiritual, y que lo que aparece en el mundo espiritual son palabras de los dioses a los seres humanos. Un sueño, por lo tanto, tenía que ser interpretado como una expresión de los Dioses. Sólo en el curso de la evolución humana se ha llegado a interpretar los sueños en un sentido naturalista.

O tomemos otro sueño común. El soñador recorre un camino que le conduce a un bosque. Al cabo de un rato, se da cuenta de que ha perdido el camino y no puede seguir avanzando. Lo intenta, pero el camino llega a su fin y los árboles le impiden el paso. Comienza a sentirse inquieto.

Ahora bien, en la conciencia ordinaria este sueño se toma fácilmente al pie de la letra. Pero si al reflexionar sobre él olvidamos todas las asociaciones naturalistas, el mundo espiritual nos dirá: Esta confusión que has encontrado está en tus propios pensamientos. En la conciencia despierta, sin embargo, la gente a menudo se resiste a admitir lo confuso que es su pensamiento y con qué facilidad llega a un punto en el que no puede progresar, sino sólo dar vueltas en círculo. Esta inclinación es particularmente característica de nuestra civilización actual. Las personas se consideran pensadores ilustrados, pero en realidad bailan en círculo con sus pensamientos, ya sea sobre trivialidades convencionales o sobre átomos, que son construcciones intelectuales propias. En la conciencia ordinaria, naturalmente, no están dispuestos a admitirlo.

El sueño muestra la verdadera naturaleza del hombre en una serie de imágenes simbólicas, y son los seres espirituales los que hablan a través de ellas. Cuando alguien toma su experiencia onírica de la manera correcta, su autoconocimiento se verá enormemente potenciado.

Otra característica humana común es que las personas se dejan llevar por sus instintos e impulsos para hacer lo que les resulta más agradable. Por ejemplo, encuentran placer en hacer una cosa u otra, pero no están dispuestos a admitir que lo hacen para su propia satisfacción. Inventan alguna manera de interpretarlo de forma diferente para su conciencia ordinaria - dicen quizás que lo hacen por razones antroposóficas u ocultas o esotéricas, relacionadas con una misión elevada o algo por el estilo. Con este tipo de autojustificación encubren, -y esto ocurre con extraordinaria frecuencia-, un sinfín de todo lo que rige y hace estragos en las profundidades de nuestra vida animal. Un sueño, -que quiere revelar a través de imágenes simbólicas las fuerzas que realmente dominan incluso en el alma y el espíritu del soñador-, puede presentar una imagen del hombre perseguido por bestias salvajes y tratando vanamente de escapar. Interpretaremos verdaderamente el significado moral de tal sueño, no mirando sus acontecimientos exteriores, sino aceptando el conocimiento de nosotros mismos que nos ofrece. Tenemos que reconocerlo como una advertencia para buscar la verdad interior sobre nuestra propia naturaleza y considerar si ésta no se parece, -aunque sólo sea un poco-, más al instinto animal que a lo que idealmente suponemos.

De ahí que los sueños puedan advertir a las personas de innumerables maneras y corregirlas. Cuando un sueño se relaciona de la manera verdadera con el mundo superior, puede tener una influencia orientadora en la vida del hombre, y entonces, cuando se alcanza la etapa de la Imaginación consciente, se puede ver cómo el sueño, que al principio ofrece naturalmente incluso al conocimiento Imaginativo imágenes extraídas del mundo de los sentidos, se metamorfosea enteramente en sucesos morales-espirituales.

Así vemos cómo puede decirse que el sueño encamina a la conciencia ordinaria hacia el mundo espiritual, si tan sólo se toma de la manera correcta. Pero he dicho también que al elevarnos por medio de la Imaginación al mundo espiritual, no nos encontramos en el mismo estado de alma que durante nuestra vida aquí en la Tierra. En esta vida, estoy de pie aquí, la mesa está ahí fuera de mí; hay un espacio físico entre la mesa y yo. En el momento en que entro en el mundo espiritual, esta separación cesa. Ya no estoy aquí con la mesa allí; es como si todo mi ser se extendiera sobre la mesa y la mesa me acogiera en sí misma. En el mundo espiritual nos sumergimos en todo lo que percibimos. De ahí que nuestra experiencia, ya sea en sueños o conscientemente en la Imaginación, no deba relacionarse meramente con nuestra vida interior, sino que podemos hablar en un sentido espiritual-científico si decimos con el poeta que el mundo entero está tejido de sueños. Ciertamente, no está tejido con el juego de los átomos, que es un sueño de los científicos, sino con lo que he descrito como el "caos" de los griegos, con el tejido de nuestros sueños y de nuestra imaginación consciente. Lo he llamado subjetivo y objetivo, porque el mundo no se teje puramente subjetivo; pero tenemos que explicar ciertos aspectos del mundo como si estuvieran tejidos a partir de sueños.

Por ejemplo, si observamos una semilla, no debemos contentarnos con explicarla mediante las leyes de la física y la química. Un científico que no ve más que esas leyes en una semilla o en un embrión, no puede explicarlos, porque la naturaleza está soñando en la semilla y el embrión, su propia esencia es la vida tejida de un sueño. Tomemos la semilla de una planta: en ella vive y se teje un sueño. Nunca se puede entrar en esto con el intelecto, ya que está limitado a las leyes de la naturaleza; al contrario, hay que acercarse con la facultad humana que vive en un sueño o en la Imaginación consciente.

El mismo tipo de sueño que vive así en la semilla está activo también en todo nuestro organismo a lo largo de nuestra vida en la Tierra. De ahí que no debamos buscar en nuestro organismo únicamente el funcionamiento de las fuerzas químicas y físicas. Cuando un hombre está ante nosotros físicamente, tenemos que considerarlo en su forma física externa como un ser que vive sólo por un tiempo en el mundo físico de los sentidos. Detrás de él vive otra cosa, invisible a los ojos, inaudible al oído, en la medida en que éstos son físicos. Pero puede ser percibido en la Imaginación, y también en lo que puede ser experimentado en la Imaginación inconsciente de un sueño. En todo el cuerpo del hombre la naturaleza está soñando. La forma de pensar de la naturaleza no es como el pensamiento intelectual del hombre - es un sueño. Las fuerzas de nuestra digestión y de nuestro crecimiento son guiadas desde este sueño, y a todo se le da forma.

Cuando miramos hacia atrás en la existencia terrenal, por lo general partimos de esta edad - ¿Cómo llamaremos a esta edad nuestra? Podríamos tomar uno de sus síntomas y llamarla la era de la máquina de escribir. Así nos remontamos desde esta era de la máquina de escribir hasta la época en que se introdujo por primera vez la imprenta; y yendo aún más atrás llegamos quizás a la época de los romanos, a la época de los griegos, y entonces llegamos a la era en Oriente de la que proceden los registros védicos. Entonces nos quedamos sin documentos externos. Muchos tesoros han sido excavados de las tumbas de los reyes egipcios, pero aun así llegamos al final a una época sin registros, donde tenemos que confiar en el conocimiento espiritual imaginativo e inspirado. Allí nos encontramos con una frontera más allá de la cual, para la conciencia ordinaria, el pasado es vago, así como el sueño (traum) es subyacente al dormir (schlaf). Retrocediendo de este modo a través de la evolución temporal del mundo, llegamos de hecho a ese velo onírico que podemos experimentar cada noche.

Si llegamos a ese punto con la Imaginación consciente, el pasado más lejano se ilumina de forma espiritual. Pero parece diferente del mundo que conocemos intelectualmente y por los registros antiguos. Este pasado remoto en la evolución del mundo, que subyace tras el velo de los sueños, revela al hombre en conexión directa con los Espíritus divinos. Él mismo es todavía un ser-alma divino; y los Seres divino-espirituales, cuyo destino no incluye entrar en un cuerpo terrenal, se reúnen con él mientras espera su encarnación en la tierra.

Por consiguiente, cuando miramos hacia atrás a través de la historia hasta este velo del caos, hasta el velo del sueño del que hemos estado hablando durante los últimos días, vemos a los Espíritus divinos reuniéndose con las almas todavía espirituales de los hombres destinados a morar en la Tierra.

Además, veremos cómo estas cosas, conectadas como están con la evolución humana, están al mismo tiempo conectadas con la evolución cósmica. Donde en un pasado remoto aparece este velo a la Imaginación Inspirada, vemos también cómo dentro de la evolución cósmica -de la que tendremos que hablar con más precisión- la Luna, antes unida a la Tierra, se desprende y sale al espacio cósmico, para desde allí dar vueltas alrededor de la Tierra. Así, volvemos la mirada sobre un velo de sueño, un velo de Imaginación, y mirando a través de él encontramos la Tierra unida a la Luna, y a los seres humanos en contacto directo con los Seres divino-espirituales. Cuando este velo onírico aparece a la mirada retrospectiva de la Imaginación, percibimos el trascendental acontecimiento cósmico de la Luna, en una forma muy diferente, deslizándose fuera de la Tierra y saliendo al espacio cósmico como un cuerpo separado. Así que miramos más atrás, a la evolución de la Tierra, de la humanidad y del mundo, cuando todos ellos estaban unidos a la Luna. El hombre ya estaba allí, pero sólo como un ser anímico-espiritual.

A medida que miramos más y más atrás, no encontramos ninguna época en la evolución cósmica en la que el hombre no estuviera allí, al menos en alguna forma primigenia. De modo que, desde el punto de vista de la Ciencia Espiritual, no podemos decir que durante millones de años la Tierra estuviera evolucionando meramente de forma inorgánica o con criaturas de orden inferior, y que el hombre surgiera sólo después. Encontramos al hombre en una forma diferente conectada en cada etapa con esa evolución cósmica a la que miramos hacia atrás cuando, detrás del velo del caos y el sueño, podemos elevarnos a través de la Imaginación consciente a lo que se nos aparece como la esencia divino-espiritual del mundo.

෴෴෴෴෴෴෴෴෴෴

Como ya he dicho, cuando observamos una semilla o cualquier cosa en estado embrionario, la cognición imaginativa revela en ella el tejido de un sueño. Vemos que algo real, aunque expresado en imágenes oníricas, domina la parte material de la semilla. Cualquiera que sea capaz de percibir lo espiritual en el mundo, lo encontrará en todas partes, aunque en una gran variedad de formas. Es precisamente lo espiritual lo que atraviesa las más variadas metamorfosis. Y cuando hayamos comprendido a fondo cómo en la semilla de una planta, en el embrión de un animal, prevalece este verdadero tejido de sueños, estaremos justificados para preguntar: ¿Cómo es, entonces, con el mundo aparentemente muerto de los minerales? Si aquí miramos por la ventana o vamos por la calle, vemos las colinas desnudas, un mundo que parece enteramente sin vida, y la pregunta surge de inmediato: Si en cualquier semilla de planta que recojamos rige una imagen onírica, ¿cómo ocurre con estas masas montañosas rocosas y con toda la sustancia sin vida que forma el suelo que pisamos en el mundo físico? Si en las plantas vemos el imperio del espíritu, que en el tejido de un sueño se apodera con relativa facilidad del elemento material, del mismo modo a través de la cognición imaginativa encontramos lo espiritual en estas masas rocosas, pero aquí lo espiritual consiste en seres espirituales individuales.

Estos seres espirituales, sin embargo, no están en un estado de sueño, sino de sueño profundo. Cuando observen estas rocas y colinas no deben pensar que están impregnadas de una niebla amorfa adormecida; deben pensar en seres espirituales individuales que duermen allí. A continuación veremos cómo estos seres espirituales han llegado a existir por haberse escindido de seres superiores con una conciencia superior. Veremos cómo ellos mismos, teniendo en su estado actual sólo una conciencia de sueño, son el resultado de esa separación, y cómo estos seres elementales están dormidos por todas partes en el mundo inanimado. Cuando caminamos sobre esta masa montañosa de roca, debemos ser conscientes de que a nuestro alrededor dormita el tejido creador del espíritu en forma concreta. Y cuando nos adentramos más en el sueño de las formas tejidas por el espíritu en el mundo sin vida, nos damos cuenta en estos seres elementales de un cierto estado de ánimo. La imaginación nos muestra estos seres, pero es la Inspiración la que nos enseña su estado de ánimo. En estos elementales de las montañas, las rocas y el suelo, vive lo que podemos descubrir en nosotros mismos cuando esperamos algo con justificada expectación. El tejido y la creación anímica y espiritual en las rocas aparentemente sin vida están impregnados de este mismo estado de ánimo expectante.

De hecho, estos seres están esperando despertar de un sueño profundo a un estado de ensoñación. Aprendemos esto a través de la Inspiración, y más particularmente cuando entramos directamente en estos seres a través de la Intuición. Todo lo que se nos presenta ahí fuera, en esas colinas, espera poder soñar algún día, y así, con la conciencia del sueño, apoderarse de la sustancia terrenal que está molida hasta convertirse en materia sin vida, y de estas rocas y colinas conjurar de nuevo como embriones, como semillas, plantas vivas. En efecto, son estos seres los que traen ante nuestras almas una maravillosa magia de la naturaleza, una creación desde el espíritu.

Y así, cuando vamos por aquí entre estas rocas y las miramos a la luz física que reflejan, pueden revelarnos, no en ningún sentido simbólico sino como conocimiento real, cómo están durmiendo ahora, cómo en el futuro estarán soñando, y cómo, más tarde aún, llegarán a la vida totalmente despierta de seres elementales de la naturaleza, que un día se convertirán en seres de puro espíritu.

La materia física en una planta está todavía en condiciones accesibles al tejido onírico del espíritu. En las rocas, la materia se está desmoronando. Mirando hacia atrás con Imaginación e Inspiración, nos damos cuenta de cómo todo lo que carece de vida ha surgido de lo vivo. Es cuando lo vivo se queda sin vida cuando la espiritualidad dormida puede hundirse en él. Este espíritu dormido espera en lo inerte hasta que puede despertar en sueños y conducir lo inerte a la vida embrionaria cósmica.

Ahora bien, las diversas partes de la Tierra muestran de diferentes maneras este sueño de los seres espirituales en las montañas, en la corteza firme de la Tierra. Se podría decir: El sueño de los seres que esperan su futuro es diferente en regiones como ésta del de otras partes de la Tierra. Aquí en Penmaenmawr encontramos que la configuración particular de la Tierra, y el carácter histórico de las rocas, permiten a estos seres dormidos elevarse a lo aeriforme, entretejerse incluso con la luz, mientras que en otras partes de la Tierra esto ha dejado de ser así desde hace mucho tiempo. Así pues, si consideramos que el tejido no se debe únicamente a la atmósfera aérea, sino a la atmósfera anímica predominante, que impregna el aire del mismo modo que el alma humana impregna el cuerpo del hombre, en Penmaenmawr nos encontramos con que este elemento anímico de la atmósfera es diferente del de otros lugares. Daré sólo un ejemplo para que esto quede claro.

Supongamos que en una determinada región la cognición imaginativa se esfuerza por invocar una imaginación de lo que realmente sucede allí. Esta imaginación puede ser más o menos fácil o difícil de retener, ya que la posibilidad de retener una imaginación en la conciencia varía según las regiones. Aquí nos encontramos en una región en la que las imaginaciones se mantienen durante mucho tiempo y pueden llegar a ser muy vívidas.

Los sabios druidas, u otros por el estilo, buscaban regiones para sus templos y santuarios donde las condiciones permitieran que las imaginaciones permanecieran y no se desvanecieran inmediatamente como las nubes. Por lo tanto, podemos entender cómo fue que tales centros para los lugares sagrados de los druidas todavía se buscaban hasta tiempos comparativamente recientes. En esta región siempre se ha sentido que la dificultad de mantener la imaginación no es tan grande como en otros lugares. Todo, por supuesto, tiene un lado de luz y un lado de sombra. Cuando se mantiene una Imaginación, la Inspiración se hace más difícil, aunque gana en fuerza. Por eso, todo lo que el mundo espiritual tiene que decir en este lugar fluye con -podría decirse- mayor intensidad, pero en palabras más pesadas y difíciles.

Por lo tanto, incluso cuando se trata de lo espiritual, se encuentran diferencias en toda la Tierra. Se podría trazar un mapa indicando los lugares donde, para la conciencia Imaginativa, no hay dificultad en mantener las Imaginaciones. Aquellas regiones en las que éstas desaparecen pronto podrían tener un color diferente, y obtendríamos un mapa de la Tierra extraordinariamente interesante. Para el carácter predominante de la atmósfera del alma aquí, necesitaríamos un color particularmente fuerte - un color chispeante, brillante, lleno de vida.

Por eso creo que los participantes en esta conferencia podrán percibir algo de lo que yo llamaría el estado de ánimo esotérico de los elementales. Se nos muestra a través de las ventanas, nos sale al encuentro en nuestros paseos, de hecho, está presente en todas partes de una manera muy especial. Estoy especialmente agradecido a los organizadores del curso por haber elegido un lugar en el que lo esotérico sale a nuestro encuentro a cada paso. Lo hace en otros lugares, pero no con la misma facilidad y franqueza. Así que estoy especialmente agradecido por la elección de este lugar, entre los muchos posibles para la celebración de un curso como éste. Desde el punto de vista de los temas tratados, puede decirse que este curso ocupa su lugar, de un modo maravillosamente bello, en toda la evolución del Movimiento Antroposófico.

De las descripciones que les he venido dando se desprende claramente que entre el mundo físico de los sentidos y el mundo espiritual, suprasensible, existe una barrera que con cierto acierto llamamos el Umbral del mundo espiritual.

Ya he señalado de diversas maneras lo necesario que es que podamos cruzar este Umbral, y aún tenemos que hablar de ello con más detalle. Pero ya habréis deducido de mis conferencias que en los períodos más antiguos de la evolución humana este cruce del Umbral era un asunto bastante diferente de lo que es en la actualidad. En aquellos tiempos antiguos la gente podía cruzar de otra manera porque incluso de día su conciencia era onírica, pero por esa misma razón más viva para lo suprasensible. Así, de la manera que he imaginado, pasaban al Guardián del Umbral medio conscientes, soñadoramente, tanto al dormirse como al despertarse.

Aquí podemos ver una transición de hombres de un tipo más antiguo, con poca libertad, a aquellos que se estaban volviendo cada vez más libres. Este determinismo anterior estaba ligado al hecho de que, al dormirse y al despertarse, los hombres tenían cierta percepción del Guardián del Umbral, que permanecía allí dando advertencias. Ahora, en lugar de esta situación de falta de libertad, tenemos la incapacidad de la conciencia actual para ver el mundo espiritual, lo que significa una libertad cada vez mayor: aquí reside un principio del progreso humano.

De ahí que podamos decir que, mirado desde el mundo espiritual, el hombre ha perdido mucho precisamente porque en el curso de su evolución ha tenido que ser encaminado hacia la libertad. Lo que se ha perdido, sin embargo, debe recuperarse, tal como lo demostraría, por ejemplo, la Antroposofía. Y ahora es el momento histórico en que debe comenzar el esfuerzo por recuperar lo perdido.

Pero en todas partes, entre personas de muy diversa índole, todavía se levanta algo heredado de una época anterior, cuando la relación del hombre con el mundo espiritual era diferente. De modo que hoy, en la conciencia de los entregados al intelectualismo, se establece, por regla general, una frontera estricta entre lo que experimentan en el mundo de los sentidos y lo que hay más allá, en el mundo espiritual. De hecho, la frontera se mantiene tan rigurosamente que incluso los espíritus iluminados no están dispuestos a admitir la posibilidad de cruzarla.

En mi breve esbozo del camino hacia el mundo suprasensible, he indicado que es posible cruzar la frontera y entrar en ese mundo con plena conciencia. Pero como reliquia de la época en que el hombre entraba en el mundo espiritual de un modo más instintivo, inconsciente, e incluso en su conciencia diurna tenía más en él del mundo espiritual, todavía hoy se eleva en su evolución cierta herencia del pasado. Y esto es algo que debemos comprender imperativamente a través de la cognición espiritual consciente. Porque, si no se comprende correctamente, se manifiesta de muchas maneras engañosas, y en estos asuntos tales errores pueden llegar a ser muy peligrosos. Por lo tanto, en el curso de estas conferencias, destinadas a describir la evolución del hombre y del mundo, debo hablar sobre esta cuestión de un límite, donde lo que era natural y se daba por sentado entre los pueblos de épocas pasadas reaparece hoy en día, y puede conducir a ilusiones peligrosas en aquellos que no tienen el conocimiento claro necesario para tratar con ello.

Entre estos fenómenos, situados para la conciencia ordinaria en la frontera entre el mundo de los sentidos y lo suprasensible, se encuentran las visiones. Me refiero a las visiones en las que, en un estado de alucinación más o menos controlado por la persona afectada, surgen imágenes que tienen formas y colores bastante definidos, -incluso puede parecer que hablan-, pero que no corresponden a nada externo. Para la percepción normal, el objeto está fuera; la imagen, de una manera ensombrecida, dentro; y la persona es perfectamente consciente de cómo la imagen ensombrecida y conceptual se relaciona con el mundo exterior. La visión surge por sí misma, pretendiendo ser una realidad por cuenta propia. Una persona sujeta a tales visiones se vuelve incapaz de determinar correctamente qué realidad hay en las imágenes que aparecen ante ella sin su iniciativa.

¿Cómo se producen entonces las visiones? Se producen porque el ser humano todavía posee la capacidad de trasladar a su mundo de vigilia lo que experimenta durante el sueño, y de darle forma conceptual al igual que hace con sus percepciones sensoriales. Tanto si, después de percibir un reloj que existe físicamente para los sentidos, me hago una imagen interna de él, como si, después de experimentar en sueños la forma y la realidad interna de un objeto externo, me despierto y me hago una imagen de mi experiencia, la única diferencia entre ambos procesos es que yo controlo uno de ellos -de ahí que su imagen resulte más borrosa y plana-, mientras que el otro proceso escapa a mi control. En este último caso, no llevo nada del presente real a mi vida conceptual, sino algo experimentado cuando el alma estaba fuera en un sueño pasado -quizás muy pasado-, y a partir de esta experiencia onírica construyo una visión.

En una época anterior de la evolución humana, cuando la relación de las personas tanto con el mundo físico como con el espiritual estaba regida por el instinto, tales visiones eran perfectamente naturales; es el progreso humano el que las ha convertido en las cosas incontroladas e ilusorias que son hoy en día. Por lo tanto, debemos tener muy claro que al hombre moderno le falta algo: cuando tiene alguna experiencia en el mundo espiritual durante el sueño y está regresando al mundo físico, ya no oye la advertencia del Guardián del Umbral: "Todo lo que has experimentado en el mundo espiritual debes anotarlo bien y llevarlo de vuelta al mundo físico". Si lo lleva, sabrá lo que contiene la visión. Pero si la visión sólo se le presenta en el mundo físico, sin que se dé cuenta de que la ha traído del mundo espiritual, de modo que no comprende lo que realmente es, entonces está sin guía y a merced de la ilusión en lo que se refiere a su experiencia visionaria. Así que podemos decir: Las visiones se producen porque el hombre traslada a su vida de vigilia, sin darse cuenta, sus experiencias del sueño, y en su vida de vigilia se forma conceptos de las experiencias -conceptos que son mucho más ricos en contenido que los vagos conceptos ordinarios, y los construye en vívidas visiones llenas de color y sonido.

Otra cosa que ocurre es la siguiente. Un hombre lleva a su vida durmiente los sentimientos y percepciones del tipo que tiene en la vida física. Entonces, cuando está en el acto de llevar esto al mar abierto de la vida del dormir, se le advierte que tenga cuidado de no hacer ninguna tontería. Si el dormir es muy ligero - una condición mucho más común en la vida ordinaria de lo que se cree, porque a menudo estamos un poco dormidos cuando caminamos normalmente, y deberíamos ser más conscientes de ello - podemos entonces, sin darnos cuenta, traspasar el Umbral de nuestra facultad cotidiana de percepción. Entonces surgen esos sentimientos vagos, como si uno estuviera observando interiormente algo que va a suceder en el futuro, ya sea a uno mismo o a otra persona, y tenemos una premonición. Así, mientras que una visión se produce cuando la experiencia durante el dormir se traslada a la vida de vigilia y se cruza inconscientemente el umbral, la premonición se produce cuando estamos en un sueño ligero sin darnos cuenta y, pensando que estamos despiertos, traspasamos el Umbral, ignorando de nuevo al Guardián, nuestra experiencia diurna. Esto, sin embargo, se encuentra tan profundamente en el subconsciente que pasa desapercibido. Estamos, por supuesto, en todo momento conectados con el mundo entero; y si pudiéramos sacar este conocimiento del subconsciente, seríamos capaces de sacar también muchas otras cosas.

Ahora verán cómo, debido a que estos legados del pasado evolutivo todavía pueden experimentarse, surgen visiones a un lado del Umbral, premoniciones al otro. Pero un hombre también puede detenerse en el Umbral y aún no notar al Guardián. Entonces puede haber momentos en los que interiormente, en su alma, esté como hechizado. Pero la palabra " hechizado " no se ajusta del todo al caso, porque no está hechizado en el sentido que generalmente asociamos con el término - es más bien que su actitud de alma experimenta un cambio. Cuando llega al Umbral de tal manera que sigue percibiendo lo que hay en el mundo físico al tiempo que ya percibe lo que hay en lo suprasensible, experimenta algo que está muy extendido en ciertas regiones de la Tierra: la segunda visión, una experiencia semiconsciente en el Umbral. Así pues, para resumir estos legados del pasado, estos fenómenos en la vida de un hombre cuando su conciencia está atenuada, tenemos los que aparecen a este lado del Umbral como visiones; los que aparecen más allá del Umbral como premoniciones; los que están realmente en el Umbral como segunda visión.

Mañana tendré que hablar más detalladamente de las características de estas tres regiones, y a partir de ellas describir los mundos tenuemente indicados por la visión, la premonición y la segunda visión, mundos que el nuevo conocimiento tendrá que traer a la plena claridad de la conciencia acrecentada.

Traducido por J.Luelmo ago,2023