GA226 Oslo, 17 de mayo de 1923 Ser humano, destino humano y evolución del mundo - La vida después de la muerte en las esferas lunar y solar

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    RUDOLF STEINER 

Ser humano, destino humano y evolución del mundo
LA VIDA DESPUÉS DE LA MUERTE EN LAS ESFERAS LUNAR Y SOLAR

 Oslo, 17 de mayo de 1923

segunda conferencia

Ayer traté de darles un cuadro de los estados por los que pasa el ser humano después de atravesar el portal de la muerte y llegar al mundo espiritual. Resumamos brevemente ante nuestra alma el cuadro de las etapas más esenciales. Inmediatamente después de atravesar el portal de la muerte, el ser humano experimenta en primer lugar el repliegue de su mundo ideacional. Las ideas, las potencias del pensamiento, se convierten en objetos, en algo así como fuerzas activas que se extienden por el universo. Así, el hombre siente al principio el alejamiento de todas las experiencias que ha vivido conscientemente durante su vida terrena entre el nacimiento y la muerte. Pero mientras que la vida terrenal, tal como se experimenta a través del pensar, se retira del ser humano y sale al vasto cosmos (un proceso que ocurre pocos días después de la muerte [Teosofía]), las profundidades interiores del hombre envían una conciencia de todo lo que ha experimentado inconscientemente durante la vida terrenal mientras dormía. Esta etapa se configura de tal manera que el hombre retrocede y recapitula su vida terrenal en un período de un tercio de su duración real.

Durante este tiempo, el ser humano está intensamente envuelto en su propio yo. Podría decirse que todavía está intensamente conectado con sus propios asuntos terrenales. Está completamente entretejido con lo que vivió, mientras dormía, durante las noches sucesivas de su vida terrenal.

Se darán ustedes cuenta de que el ser humano, mientras está continuamente ocupado con sus experiencias nocturnas, debe necesariamente ser conducido de vuelta a sí mismo. Basta considerar los sueños, el único elemento de la vida terrestre del hombre que surge del estado del dormir. Estos sueños son la menor parte de sus experiencias mientras duerme. Todo lo demás, sin embargo, permanece inconsciente. Sólo los sueños surgen en la conciencia. Sin embargo, podría decirse que los sueños, sean tan interesantes, tan múltiples, tan ricos en colores, representan algo que restringe al ser humano completamente a sí mismo. Si varias personas duermen en la misma habitación, cada una de ellas tiene, sin embargo, su propio mundo onírico. Y, cuando se cuentan sus sueños unas a otras, estas personas hablarán de cosas que parecen haber sucedido en mundos completamente distintos. Porque en el dormir, cada persona está sola dentro de sí misma. Y sólo insertando nuestra voluntad en nuestro organismo ocupamos el mismo mundo situado en el mismo espacio que ocupan los demás. Si estuviéramos siempre dormidos, cada uno viviría en un mundo propio.

Pero este mundo propio que atravesamos cada noche entre el dormir y el despertar es el mundo que atravesamos a la inversa, después de la muerte, durante un período que abarca un tercio de nuestra vida.

Si las personas no poseyeran nada más que este mundo, estarían ocupadas durante dos o tres décadas después de la muerte (si mueren a una edad avanzada) exclusivamente consigo mismas. Pero no es así. Lo que experimentamos como asuntos propios nos conecta, sin embargo, con el mundo entero. Pues el mundo por el que cada uno de nosotros pasa por sí mismo está entretejido de relaciones con todos aquellos seres humanos con los que estuvimos asociados en vida.

Este entrelazamiento de relaciones se debe al hecho de que, al mirar desde el mundo del alma las experiencias terrenas de aquellas personas con las que estuvimos asociados de alguna manera, experimentamos junto con ellas lo que ocurre en la tierra. De ahí que cualquiera que esté dispuesto a intentarlo pueda percibir, si se familiariza con los métodos científico-espirituales, [Véase Cómo se alcanza el Conocimiento de los Mundos Superiores], cómo los muertos, inmediatamente después de su transición, son ayudados a participar intensamente en los acontecimientos terrenales por aquellos de sus antiguos compañeros que aún viven. Y así nos encontramos con que los muertos, en la medida en que compartieron tal o cual interés con otros, vivieron destinos comunes con otros, siguen conectados con todos estos intereses terrenales; siguen interesados en los acontecimientos terrenales. Y, al no estar ya impedidos por el cuerpo físico, juzgan los acontecimientos terrestres con mucha más lucidez y sagacidad que los hombres que aún viven. Al alcanzar una relación consciente con los muertos, se nos permite obtener, por medio de su juicio, una lucidez extraordinaria en lo que concierne a los acontecimientos terrenales.

Además, hay que tener en cuenta otra cosa. Podemos ver que ciertas cosas que existen dentro de las relaciones terrenales se conservarán en el mundo espiritual. Así, un elemento eterno se entremezcla, por así decirlo, con nuestras experiencias terrestres.

Las descripciones del mundo espiritual suenan a menudo casi absurdas. Sin embargo, puesto que me dirijo presumiblemente a antropósofos de larga tradición, puedo aventurarme a hablar con franqueza de estas cuestiones. Al buscar una forma de comunicarse con los muertos, es posible incluso utilizar palabras terrenales: hacer preguntas y recibir respuestas. Y ahora hay que notar un hecho peculiar: La primera habilidad que pierden los muertos es la de usar sustantivos, mientras que los verbos los conservan durante mucho tiempo. Sus formas favoritas de expresión, sin embargo, son las palabras exclamativas; todo lo que está relacionado con la emoción y el corazón. Un ¡Oh!, un ¡Ah!, como expresiones de asombro, de sorpresa, etc., son utilizadas a menudo por los muertos en su lenguaje. Debemos, por así decirlo, aprender primero el lenguaje de los muertos.

Estas cosas no son en absoluto como las imaginan los espiritistas. Estas personas creen que pueden comunicarse con los muertos, por medio de un médium, en el lenguaje terrestre ordinario. El carácter de estas comunicaciones indica inmediatamente que se trata de estados subconscientes de personas vivas, y no de expresiones reales y directas de los muertos transmitidas a través de un médium. En efecto, los muertos superan gradualmente el lenguaje humano ordinario. Transcurridos varios años, sólo podemos comunicarnos con los muertos adquiriendo su lenguaje, lo que puede hacerse mejor sugiriendo, mediante sencillos dibujos simbólicos, lo que queremos expresar. Entonces, las respuestas nos serán dadas mediante formas simbólicas similares, necesariamente recibidas por nosotros en contornos borrosos.

Todo esto lo describo con el propósito de indicar que los muertos, aunque moran en un elemento semejante al de dormir, sin embargo tienen una vasta gama de intereses y exploran el mundo entero con su mirada. Y nosotros mismos podemos ayudarles mucho. Esto puede hacerse pensando en los muertos tan vívidamente como sea posible; especialmente enviándoles pensamientos que hagan revivir, de la manera más sorprendente, lo que experimentamos en su compañía. Los conceptos abstractos no son comprendidos por los muertos. Por eso debo enviarles pensamientos como los siguientes: Aquí está el camino entre Kristiania y un lugar cercano. Aquí caminábamos juntos. La otra persona, que ahora está muerta, caminaba a mi lado. Todavía le oigo hablar. Oigo el sonido de su voz. Intento recordar cómo movía los brazos, cómo movía la cabeza. - Al visualizar, lo más vívidamente posible, lo que hemos vivido junto a los muertos; al enviar nuestros pensamientos a los muertos que evocamos ante nuestra alma en una imagen familiar, podemos hacer que estos pensamientos, por así decirlo, se eleven o fluyan hacia los muertos. Así proporcionamos a los muertos algo así como una ventana, a través de la cual pueden mirar el mundo. No sólo el pensamiento que enviamos a los muertos surge dentro de ellos, sino todo un mundo. Pueden contemplar nuestro mundo como a través de una ventana.

A la inversa, los muertos sólo pueden experimentar el entorno espiritual en el que se hallan, dependiendo del grado en que antes reflexionaban, en la medida en que los hombres terrenales son capaces de hacerlo, sobre el mundo espiritual.

Saben ustedes cuántas personas dicen hoy en día: ¿Por qué debo preocuparme por la vida después de la muerte? Es mejor esperar. Una vez que hayamos muerto, veremos lo que va a suceder. Sin embargo, este pensamiento es completamente erróneo. Las personas que no han reflexionado, en vida, sobre el mundo espiritual, que han vivido de forma puramente materialista, no verán absolutamente nada después de la muerte.

Aquí les he esbozado cómo viven los muertos durante el período en el que, -en consonancia con sus experiencias en el estado de sueño-, pasan por su vida a la inversa. El ser humano que ahora ha desechado sus cuerpos físico y etérico, se siente en este momento en el reino de las fuerzas lunares espirituales. Debemos darnos cuenta de que todos los organismos del mundo, -luna, sol y estrellas-, en la medida en que son visibles a los ojos físicos, en realidad sólo representan formaciones físicas de un elemento espiritual.

Del mismo modo que un hombre corriente, que está sentado aquí en una silla, no sólo está compuesto de carne y hueso (que puede considerarse materia), sino también de alma y espíritu, todo el universo, todo el cosmos, está habitado por alma y espíritu. Y no sólo habita en él una entidad espiritual exclusiva, sino muchas, innumerables entidades espirituales. Por lo tanto, hay numerosas entidades espirituales conectadas con la luna, que nuestro ojo físico sólo ve externamente como un disco plateado. Estamos en el reino de estas entidades mientras recorremos nuestra vida terrestre, como se ha descrito, hasta que llegamos de nuevo al punto de partida. Así podría decirse: Hasta entonces moramos en el reino de la luna.

Mientras estamos en medio de este retroceso, toda nuestra vida se entremezcla con ciertas cosas, que concluyen aproximadamente cuando hemos abandonado el reino de la luna.

Inmediatamente después de que el cuerpo etérico ha sido desechado por nosotros en la estela de la muerte, aflora de las experiencias nocturnas un juicio moral sobre nuestro valor como seres humanos. Entonces no podemos hacer otra cosa que juzgar, en sentido moral, los acontecimientos por los que pasamos en sentido inverso. Y es muy extraño cómo se desarrollan las cosas a partir de este punto.

Aquí en la tierra llevamos un cuerpo hecho de huesos, músculos, arterias y demás. Luego, después de la muerte, adquirimos un cuerpo espiritual, formado por nuestras cualidades morales. Un hombre bueno adquiere un cuerpo moral que irradia belleza; un hombre depravado, un cuerpo moral que irradia maldad. Esto se forma mientras vivimos hacia atrás. Nuestro cuerpo espiritual, sin embargo, se forma sólo en parte a partir de lo que ahora está unido a nosotros. Mientras que una parte del cuerpo espiritual que recibimos en el mundo espiritual se forma a partir de nuestras cualidades morales, la otra parte simplemente se nos pone como un vestido tejido con las sustancias del mundo espiritual.

Ahora, después de terminar este recorrido a la inversa y llegar de nuevo al punto de partida, debemos encontrar la transición a la que aludí en mi Teosofía como la transición del mundo del alma al reino del espíritu. Esto está relacionado con la necesidad de abandonar la esfera lunar y entrar en la esfera solar del cosmos. Nos familiarizamos gradualmente con las entidades que lo abarcan todo y que moran, en forma de espíritu y alma, dentro de la esfera solar. Debemos entrar en ella. En los próximos días, hablaré de hasta qué punto Cristo desempeña un papel principal en ayudar al ser humano a hacer esta transición de la esfera lunar a la esfera solar. (Este papel es diferente después del Misterio del Gólgota del papel que Él desempeñó antes del Misterio del Gólgota). Hoy describiremos el paso por este mundo de una manera más objetiva. Lo que sobreviene en este punto es la necesidad de depositar en la esfera lunar todo lo que se tejió para nosotros, por así decirlo, a partir de nuestras cualidades morales. Esto representa algo así como un pequeño paquete, que debemos depositar en la esfera lunar para poder entrar, como seres puramente espirituales, en la esfera solar pura. Entonces vemos el sol en su aspecto real: no desde el lado vuelto hacia la tierra, sino desde el reverso, donde está completamente lleno de entidades espirituales; donde podemos ver plenamente que es un reino espiritual.

Es aquí donde damos como alimento al universo todo lo que no pertenece a nuestras cualidades morales, pero que nos ha sido concedido por los dioses en forma de experiencias terrenales. Damos al universo todo lo que éste puede utilizar para mantener el curso del mundo. Estas cosas son realmente ciertas. Si tuviera que comparar el universo con una máquina, -ya saben que lo hago sólo en un sentido pictórico, pues no me inclino en absoluto a designar al universo como una máquina-, entonces todo lo que trajéramos a la esfera solar después de depositar nuestro pequeño paquete en la esfera lunar sería algo así como combustible, repartido por nosotros al cosmos parecido a como se reparte el combustible a una máquina.

Así entramos en el reino del mundo espiritual. Pues no importa si llamamos a nuestra nueva morada la esfera solar, en su aspecto espiritual, o el mundo espiritual.

Aquí moramos como un espíritu entre espíritus, tal como morábamos en la tierra como un hombre físico entre las entidades de los diversos reinos naturales. Ahora moramos entre aquellas entidades que describí y nombré en mi Ciencia Oculta; y también moramos entre aquellas almas que han muerto antes que nosotros, o que todavía están esperando su próxima vida terrestre. Pues moramos como un espíritu entre espíritus.

Estas entidades espirituales pueden pertenecer a las Jerarquías superiores o ser hombres incorpóreos que moran en el mundo espiritual. Y ahora surge la pregunta: ¿Cuál es nuestra siguiente etapa?

Aquí en la Tierra nos encontramos en un punto determinado del universo físico. Mirando a nuestro alrededor en todas direcciones, vemos lo que hay fuera del ser humano. Lo que está dentro de él no podemos verlo.

Ahora ustedes dirán: Eso que nos dices es una tontería. Se puede conceder que la gente común no puede ver el interior del hombre; pero los anatomistas eruditos, que cortan a las personas muertas en los hospitales, están ciertamente familiarizados con él. ¡No lo conocen en absoluto! Porque lo que se puede saber de un hombre de este modo es sólo algo externo. Al fin y al cabo, si miramos a un ser humano sólo desde fuera, no importa si investigamos su piel exterior o su interior. Lo que hay dentro de la piel humana no es lo que los anatomistas descubren de forma externa, sino que lo que hay dentro de la piel humana son mundos enteros. En el pulmón humano, por ejemplo, en cada órgano humano, universos enteros se comprimen en formas en miniatura.

Vemos vistas maravillosas cuando admiramos un hermoso paisaje; vistas maravillosas cuando admiramos por la noche el cielo estrellado en todo su esplendor. Sin embargo, si observamos un pulmón humano, un hígado humano, no con el ojo físico del anatomista, sino con el ojo del espíritu, vemos mundos enteros comprimidos en un pequeño espacio. Aparte del esplendor y la gloria de todos los ríos y montañas de la superficie de la tierra, un esplendor aún más excelso adorna lo que hay dentro de la piel del hombre, incluso en su aspecto meramente físico. Es irrelevante que todo esto sea de menor escala que el aparentemente vasto mundo del espacio. Si se examina lo que hay en una sola vesícula pulmonar, parecerá más grandioso que toda la cordillera de los poderosos Alpes. Porque lo que hay dentro del hombre es todo el cosmos espiritual en forma condensada. En el organismo interior del hombre tenemos una imagen del cosmos entero.

Podemos visualizar estas cosas también de una manera algo diferente. Imaginen que tienen treinta años y, mirando hacia su interior con la mirada del alma, recuerdan algo que vivieron entre los diez y los veinte años. Aquí el acontecimiento exterior se ha transformado en una imagen anímica interna. En un solo instante, pueden pasar revista a experiencias muy diversas que han vivido en el transcurso de los años. Un mundo se ha tejido en una imagen ideica. Piensen sólo en lo que experimentan cuando surgen en su vida anímica breves representaciones de los acontecimientos que han vivido a lo largo de los años. He ahí la esencia anímica de lo que han vivido en la Tierra. Ahora bien, si observamos el cerebro, el interior del ojo, -sólo el interior del ojo representa todo un mundo-, el pulmón y los demás órganos de la misma manera que las representaciones de la memoria, entonces estos órganos no son imágenes de acontecimientos vividos por nosotros, sino imágenes, -aunque aparezcan en forma material-, de todo el cosmos espiritual.

Supongamos que el hombre pudiera resolver el enigma de lo que está contenido en su cerebro, o en el interior de su ojo, o en el interior de su pulmón; del mismo modo que puede resolver el enigma de los recuerdos contenidos en su vida anímica. Entonces todo el cosmos espiritual se abriría ante él, del mismo modo que una serie de acontecimientos vividos en la vida se abren ante el hombre mediante una sola representación de la memoria. Como seres humanos, incorporamos toda la memoria del mundo. Si ustedes consideran estas cosas de la manera correcta, comprenderán lo siguiente: El ser humano, que ha pasado después de la muerte por todos los estados descritos por mí anteriormente, ahora se manifiesta a la propia visión del hombre. El ser humano es un espíritu entre espíritus. Sin embargo, lo que ahora ve como su mundo es la maravilla del propio organismo humano en la forma del universo, de todo el cosmos. Del mismo modo que las montañas, los ríos, las estrellas y las nubes forman nuestro entorno aquí en la Tierra, cuando moramos como espíritu entre los espíritus, encontramos nuestro entorno, nuestro mundo, en el maravilloso organismo del hombre. Miramos a nuestro alrededor en el mundo espiritual; miramos, -si se me permite la expresión pictórica-, a la derecha y a la izquierda: así como aquí encontramos rocas, río, montañas por todos lados, allí arriba encontramos al ser humano, al HOMBRE, por todos lados. El hombre es el mundo. Y nosotros trabajamos para este mundo que es fundamentalmente el hombre. Así como, en la tierra, construimos máquinas, guardamos libros, cosemos ropa, hacemos zapatos o escribimos libros, tejiendo así lo que se llama el contenido de la civilización, de la cultura, así arriba, junto con los espíritus de las Jerarquías superiores y los seres humanos incorpóreos, tejemos la trama de la humanidad. Tejemos la humanidad a partir del cosmos. Aquí en la Tierra aparecemos como productos acabados. Allí depositamos el germen espiritual del hombre terrenal.

Este es el gran misterio: que la tarea celestial del hombre consiste en tejer, en cooperación con los espíritus de las Jerarquías superiores, el gran germen espiritual del futuro ser humano terrestre. Dentro del cosmos espiritual, todos nosotros estamos tejiendo, en magnífica grandeza espiritual, la trama de nuestra propia existencia terrena, que será alcanzada por nosotros después de descender nuevamente a la vida terrena. Nuestro trabajo, realizado en cooperación con los dioses, es la formación del ser humano terrenal.

Cuando hablamos de gérmenes aquí en la tierra, pensamos en algo pequeño que se hace grande. Sin embargo, si hablamos del germen del ser humano físico tal como existe en el mundo espiritual, -pues el germen físico que madura en el cuerpo de la madre es sólo una imagen del germen espiritual-, debemos pensar que es inmenso, enorme. Es un universo; y todos los demás seres humanos están interrelacionados con este universo. Podría decirse: todos los seres humanos están en el mismo "lugar", aunque diferenciados numéricamente. Y entonces el germen espiritual disminuye cada vez más. Lo que experimentamos en el tiempo entre la muerte y un nuevo nacimiento es la experiencia de formar un germen espiritual, tan grande como el universo, de nuestra próxima existencia terrenal. Luego, este germen espiritual comienza a encogerse. Su esencia se vuelve cada vez más intrincada. Finalmente produce su propia imagen en el cuerpo de la madre.

La fisiología materialista tiene conceptos totalmente erróneos de estas cosas. Supone que el hombre, cuya maravillosa forma he tratado de esbozar para ustedes, surgió de un germen humano meramente físico. Esta ciencia considera que el óvulo es una materia sumamente complicada; y los químicos fisiológicos investigan el hecho de que las moléculas o átomos, complicándose cada vez más, producen el germen, el fenómeno más complicado de todos.

Todo esto, sin embargo, no es cierto. En realidad, el óvulo está formado por materia caótica. La materia, cuando se transforma en germen, se disuelve; se pulveriza por completo. La naturaleza del germen físico, y del germen humano en particular, se caracteriza por estar compuesta de materia completamente pulverizada, que no quiere nada para sí misma.

Como esta materia está completamente pulverizada y no quiere nada para sí misma, permite que entre en ella el germen espiritual, que ha sido preparado durante mucho tiempo. Y esta pulverización del germen físico se produce por la concepción. La materia física se destruye por completo para que el germen espiritual pueda hundirse en ella y convertir la materia física en una imagen del germen espiritual tejida a partir del cosmos.

Sin duda está justificado cantar las alabanzas de todo lo que los seres humanos están haciendo por la civilización, por la cultura, en la Tierra. Lejos de condenar este canto de alabanzas, me declaro, de una vez por todas, a favor de él cuando se hace de manera razonable. Pero una obra mucho más abarcadora, mucho más excelsa, mucho más magnífica que toda la actividad cultural terrestre es la que realiza la civilización celeste, como podría llamarse, entre la muerte y el nuevo nacimiento: la preparación espiritual, el tejido espiritual del cuerpo humano. Pues no existe nada más excelso en el orden del mundo que el tejido del ser humano a partir de los ingredientes del mundo. Con la ayuda de los dioses, el ser humano se teje durante el importante período entre la muerte y un nuevo nacimiento.

Si ayer tuve que decir que, en cierto sentido, toda la experiencia y los conocimientos adquiridos por nosotros en la tierra sirven de alimento al cosmos, hoy hay que volver a decirlo: Después de ofrecer al cosmos, como alimento o combustible, todas las experiencias terrenas que puedan serle útiles, recibimos, de la plenitud del cosmos, todas las sustancias con las que podemos tejer a su vez el nuevo ser humano en el que entraremos más adelante.

El ser humano, que ahora se dedica por completo al mundo espiritual, vive como un espíritu. Todo su tejido y su ser es obra espiritual, esencia espiritual. Esta etapa dura mucho tiempo. Porque debe repetirse una y otra vez: tejer algo como el ser humano es una tarea poderosa y grandiosa. No sin justificación, los antiguos Misterios llamaban templo al cuerpo físico humano. Cuanto más nos adentramos en la ciencia de la iniciación, en lo que ocurre entre la muerte y un nuevo nacimiento, más profundo sentimos el significado de esta palabra. Nuestra vida entre la muerte y un nuevo nacimiento es de tal naturaleza que, como seres espirituales, nos volvemos directamente conscientes de otros seres espirituales. Esta condición dura algún tiempo. Luego se abre una nueva etapa.

Lo que ocurría antes era de tal naturaleza que los seres espirituales individuales podían considerarse realmente como individualidades. Los seres espirituales con los que se trabajaba se encontraban cara a cara, por así decirlo. En una fase posterior, sin embargo, estas entidades espirituales, -para expresarlo pictóricamente, porque tales cosas sólo pueden sugerirse en imágenes-, se vuelven cada vez menos distintas, fundiéndose finalmente en una agregación de espíritus. Esto puede expresarse de la siguiente manera: Entre la muerte y el nuevo nacimiento transcurre un cierto tiempo en proximidad inmediata con los seres espirituales. Luego llega un momento en que sólo se experimenta la revelación de estos seres espirituales; cuando se nos manifiestan como un todo. Quiero utilizar una metáfora muy trivial. Cuando se ve a lo lejos lo que parece ser una pequeña nube gris, se está seguro de que no es más que una pequeña nube gris. Pero, al acercarse, reconocería que se trata de un enjambre de moscas. Ahora se pueden ver todas y cada una de las moscas. En el caso de los seres espirituales, ocurre lo contrario. Primero contemplas a los seres divino-espirituales, con los que estás trabajando, como individualidades únicas. Luego, después de vivir con ellos más intensamente, contemplas su atmósfera espiritual general, igual que contemplaste el enjambre de moscas en forma de nube. Aquí, donde las individualidades singulares desaparecen cada vez más, ustedes viven, -podría decir-, de manera panteísta en medio de un mundo espiritual general.

Aunque ahora vivimos en un mundo espiritual general, sentimos surgir de nuestra profundidad interior un sentimiento de autoconciencia más fuerte que el que experimentábamos antes. Antes, su yo estaba constituido de tal manera que parecía ser uno con el mundo espiritual, que experimentaba por medio de sus individualidades. Ahora perciben el mundo espiritual sólo como una atmósfera espiritual general. Sin embargo, su propia autoconciencia se percibe en mayor grado. Se despierta con mayor intensidad. Y así, lenta y gradualmente, surge en el ser humano el deseo de volver de nuevo a la tierra. Este deseo debe describirse de la siguiente manera:

Durante todo el período que he descrito y que dura siglos, el ser humano, -excepto en la primera etapa, cuando aún estaba conectado con la tierra y regresaba a su punto de partida-, no se interesa fundamentalmente más que por el mundo espiritual. Él teje, en la gran escala que he descrito, el tejido de la humanidad.

En el momento en que las individualidades del mundo espiritual se funden, por así decirlo, y el hombre percibe el mundo espiritual de un modo general, surge en él un renovado interés por la vida terrestre. Este interés por la vida terrestre aparece de cierta manera especializada, de cierta manera concreta. Los seres humanos comienzan a interesarse por personas concretas que viven abajo en la tierra, y asimismo por sus hijos, y también por los hijos de sus hijos. Mientras que antes los seres humanos sólo se interesaban por los acontecimientos celestiales, ahora, después de contemplar el mundo espiritual como una revelación, se interesan extrañamente por ciertas generaciones sucesivas. Se trata de las generaciones que conducen a nuestros propios padres, que nos engendrarán a nuestro regreso a la Tierra. Sin embargo, nosotros nos interesamos, mucho antes, por los antepasados de nuestros padres. Seguimos la línea de las generaciones hasta llegar a nuestros padres. No sólo seguimos a cada generación en su paso por el tiempo, sino que, -una vez que el mundo espiritual se nos ha manifestado como una revelación-, también prevemos, como si fuera proféticamente, todo el lapso de generaciones. A través de la sucesión de tatarabuelos, tatarabuelos, bisabuelos, abuelos, etc., podemos prever el camino por el que descenderemos de nuevo a la Tierra. Habiendo crecido primero en el cosmos, crecemos después en la historia humana real y concreta. Y así llega el momento en que gradualmente, (en lo que respecta a nuestra conciencia), abandonamos la esfera solar.

Por supuesto, aún permanecemos dentro de la esfera solar; pero la relación clara, nítida y consciente con ella se oscurece y somos arrastrados de vuelta a la esfera lunar. Y aquí, en la esfera lunar, encontramos el "pequeño paquete" depositado por nosotros, (sólo puedo describirlo mediante esta imagen); volvemos a encontrar lo que representa el valor de nuestras cualidades morales. Y este paquete debe ser recuperado.

En el transcurso de los próximos días se verá el importante papel que desempeña en este sentido el impulso de Cristo. Debemos encarnar en nosotros este paquete de destino. Pero mientras encarnamos dentro de nosotros el paquete del destino y entramos en la esfera lunar, mientras adquirimos un sentimiento cada vez más fuerte de conciencia de nosotros mismos y nos transformamos interiormente cada vez más en seres-alma, perdemos gradualmente el tejido por nosotros de nuestro cuerpo físico. El germen espiritual tejido por nosotros se pierde en el momento en que el germen físico, que habremos de asumir en la tierra, se engendra mediante el acto de la concepción.

El germen espiritual del cuerpo físico ya ha descendido a la tierra; mientras que nosotros aún moramos en el mundo espiritual. Y ahora surge un sentimiento vehemente de duelo. Hemos perdido el germen espiritual del cuerpo físico. Éste ya ha llegado abajo y se ha unido a la última de las sucesivas generaciones que hemos observado. Nosotros, sin embargo, todavía estamos arriba. El sentimiento de duelo se vuelve violento. Y ahora este sentimiento de duelo extrae del universo los ingredientes necesarios del mundo etérico. Habiendo enviado el germen espiritual del cuerpo físico a la tierra y permanecido atrás como alma, ( yo y cuerpo astral), extraemos sustancia etérica del mundo etérico y formamos nuestro propio cuerpo etérico. Y a este cuerpo etérico, formado por nosotros mismos, se une, -aproximadamente tres semanas después de que haya tenido lugar la fecundación en la tierra-, el germen físico que se formó a partir del germen espiritual, como he descrito anteriormente.

Se ha dicho que antes de unirnos a nuestro propio germen físico, formamos nuestro cuerpo etérico. Y en este cuerpo etérico se teje el pequeño paquete que contiene nuestro valor moral. Tejemos este paquete en nuestro yo, nuestro cuerpo astral, y también en nuestro cuerpo etérico. Así se une al cuerpo físico. De este modo, traemos nuestro karma a la tierra. En primer lugar, lo dejamos atrás en la esfera lunar; porque, si lo hubiéramos llevado con nosotros a la esfera solar, habríamos formado un cuerpo físico enfermo, desfigurado.

El cuerpo físico humano adquiere individualidad sólo por la circunstancia de estar impregnado por el cuerpo etérico. De lo contrario, todos los cuerpos físicos serían exactamente iguales; porque los seres humanos, mientras moran en el mundo espiritual, tejen gérmenes espirituales idénticos para su cuerpo físico. Nos convertimos en individualidades sólo por medio de nuestro karma, por medio del pequeño paquete entretejido por nosotros con nuestro cuerpo etérico que da forma, constituye e impregna nuestro cuerpo físico ya durante la etapa embrionaria.

Por supuesto, tendré que ampliar durante los próximos días este esbozo relativo a la transición del ser humano entre la muerte y un nuevo nacimiento. Sin embargo, se habrán dado cuenta de la riqueza de experiencias que vivimos: la gran experiencia de cómo primero nos fundimos en el cosmos y luego, fuera del cosmos, volvemos a ser modelados para alcanzar una nueva vida humana terrestre.

Fundamentalmente, pasamos por tres etapas.  En primer lugar, habitamos como alma espiritual entre almas espirituales. Se trata de una auténtica experiencia del mundo espiritual. En segundo lugar, recibimos una revelación del mundo espiritual. Las individualidades de las entidades espirituales individuales se difuminan por así decirlo. El mundo espiritual se nos revela como un todo. Seguidamente nos acercamos de nuevo a la esfera lunar. Dentro de nosotros se despierta el sentimiento de autoconciencia; esto es una preparación para la autoconciencia terrenal. Si bien no deseábamos la vida terrenal mientras éramos conscientes de nuestro yo espiritual dentro del mundo espiritual, ahora, durante el período de revelación, comenzamos a desear la vida terrenal y desarrollamos una vigorosa autoconciencia dirigida hacia la tierra.

En la tercera etapa, entramos en la esfera lunar; y, habiendo cedido nuestro germen espiritual al mundo físico, extraemos de todos los mundos celestiales la sustancia etérica necesaria para nuestro propio cuerpo etérico. Tres etapas sucesivas: Una vida auténtica dentro del mundo espiritual; una vida en medio de las revelaciones del mundo espiritual, en la que nos sentimos ya como un ser yoico; una vida consagrada a la reunión del éter del mundo.

Las contrapartidas de estas etapas se producen después de que el ser humano se haya trasladado de nuevo a su cuerpo físico. Estas contrapartes son de la naturaleza más sorprendente. Vemos al niño. Lo vemos ante nosotros en su cuerpo físico. El niño se desarrolla. Este desarrollo del niño es la cosa más maravillosa de contemplar en el mundo físico. Vemos cómo primero gatea, y luego asume un estado de equilibrio con respecto al mundo. Observamos cómo aprende a caminar. Cosas inconmensurablemente grandes están relacionadas con este aprender a caminar. Representa una entrada de todo el ser del niño en el estado de equilibrio del mundo. Representa una auténtica orientación de todo el cosmos hacia las tres dimensiones espaciales del mundo. Y el maravilloso logro del niño consiste en que encuentra el correcto estado de equilibrio humano dentro del mundo.

Estas cosas son una modesta contrapartida terrestre de todo lo que el ser humano, mientras moraba como espíritu entre espíritus, experimentó en el curso de largos siglos. Sentimos gran reverencia por el mundo si lo miramos de tal manera que observamos a un niño: cómo primero patea sus miembros torpemente en todas direcciones, y luego aprende gradualmente a controlarse. Esta es la secuela de los movimientos que ejecutamos, durante siglos, como un ser espiritual entre seres espirituales. Es realmente maravilloso descubrir en los movimientos individuales del niño, en su búsqueda de un estado de equilibrio, las secuelas terrestres de aquellos movimientos celestiales ejecutados, en un sentido puramente espiritual, como espíritu entre espíritus.

Todo niño, -a menos que alguna condición anormal cambie la secuencia-, debe primero aprender a caminar (alcanzar un estado de equilibrio) y luego aprender a hablar.

Una vez más, el niño, mediante un proceso imitativo, se adapta a su entorno a través del uso del lenguaje. Pero en cada sonido, en cada formación de palabras que se plasma en el niño, encontramos un eco modesto y terrestre de la experiencia que experimentamos cuando nuestro conocimiento del mundo espiritual se convierte en revelación; cuando este conocimiento se comprime, por así decirlo, en una neblina uniforme. Entonces el Logos Mundial se forma a partir del ser único del mundo, que antes experimentábamos de forma individualizada. Y cuando el niño pronuncia una palabra tras otra, ésta es la contrapartida terrestre audible de un maravilloso retablo mundial experimentado por nosotros durante el tiempo de la revelación, antes de que regresemos de nuevo a la esfera lunar.

Y cuando el niño, habiendo aprendido a caminar y a hablar, desarrolla gradualmente sus pensamientos, -pues aprender a pensar debería ser el tercer paso en un desarrollo humano normal-, esto es una contrapartida del trabajo realizado por el hombre mientras forma su propio cuerpo etérico a partir del éter del mundo recogido de todas las partes del universo.

Así pues, al observar al niño cuando llega al mundo, vemos en las tres modestas facultades necesarias para adquirir una relación estática dinámica con el mundo, -aprender a mantener el equilibrio, (lo que llamamos aprender a andar), aprender a hablar, aprender a pensar-, las contrapartidas comprimidas, modestas y terrestres de lo que, extendido en grandiosas dimensiones cósmicas, representa las etapas atravesadas por nosotros entre la muerte y un nuevo nacimiento.

Sólo mediante el conocimiento de la vida espiritual entre la muerte y el nuevo nacimiento, podemos conocer el misterio que surge de lo más profundo del hombre cuando el niño, habiendo nacido en un estado uniforme, se va diferenciando cada vez más. Así, señalando a cada ser como una revelación de lo divino, aprendemos a comprender el mundo como una revelación de lo divino.

Traducido por J.Luelmo sept.2023

GA213 Dornach 8 de julio de 1922 - fe y conocimiento

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Preguntas humanas - Respuestas cósmicas

RUDOLF STEINER

VII conferencia

Dornach 8 de julio de 1922


He hablado de Franz Brentano con cierta extensión porque el hecho es inmediatamente evidente de que la primera obra de este importante filósofo, publicada por sus estudiantes de su estado, fue una obra sobre la vida de Jesús, la enseñanza de Jesús. Eso proporcionó el punto de contacto externo. Pero quería algo más profundo con la presentación de la vida de este filósofo. Quería mostrar, a través de una persona que no era solo un pensador, no solo un científico, sino que era verdaderamente un buscador de la verdad como un ser humano completo, cómo una personalidad de este tipo tenía que posicionarse en la vida espiritual de la segunda mitad del siglo XIX.

Franz Brentano nació en 1838, por lo que era un estudiante en el mismo momento en que la mentalidad científica estaba surgiendo dentro de la civilización moderna. Era un estudiante que, como ha visto, era un católico devoto que, como católico devoto, se aferraba firmemente al mundo espiritual, pero solo de la manera que era posible desde la práctica religiosa católica y la "teología" católica. Este hombre, que había crecido así en una cierta comprensión evidente del mundo espiritual, de la inmortalidad del alma, de la existencia de Dios, etc., lo hizo como científico, y de hecho como el científico más concienzudo imaginable, en la era en que el pensamiento científico lo significaba todo. De modo que, más que con cualquier otra personalidad, cuando uno está familiarizado con Franz Brentano, tiene la sensación de que aquí hay una persona de profunda espiritualidad que, sin embargo, frente a la actitud científica del siglo XIX, no se elevó a ella, no pudo penetrarla en una comprensión real de la vida espiritual. En realidad, no conozco ninguna personalidad en los tiempos modernos en la que la necesidad de la visión antroposófica del mundo surja de manera tan característica. En el caso de Franz Brentano, uno quisiera decir: en realidad solo necesitaba dar uno o dos pasos más y estaba con la antroposofía. No vino a ello porque quisiera mantener lo que era una práctica científicamente común. Franz Brentano, precisamente por lo que describí ayer como la característica de su personalidad, incluso en su apariencia externa, a través de la dignidad de su comportamiento, a través de la seriedad que estaba presente en todo lo que pronunciaba, ya da la impresión de que podría haberse convertido en una especie de personalidad principal en la segunda mitad del siglo XIX.

Ahora puede preguntar con razón: ¿Pero cómo es que esta personalidad ha permanecido completamente desconocida en los círculos más amplios? Franz Brentano en realidad se dio a conocer solo a un estrecho círculo de estudiantes. Todos estos estudiantes son personas que recibieron la inspiración más profunda de él. Esto todavía se puede ver en el trabajo de aquellos que son a su vez los estudiantes de esos estudiantes, porque son ellos los que todavía están presentes hoy. Franz Brentano causó una impresión significativa en un círculo estrecho. Y la mayoría de los estudiantes de este círculo están ciertamente tan inclinados hacia él que lo perciben como una de las personas más estimulantes y significativas de los últimos siglos.

Pero el hecho de que Brentano haya permanecido desconocido en los círculos más amplios es característico de todo el desarrollo de la civilización en el siglo XIX. Se podría, por supuesto, citar a muchas personalidades que, en una dirección u otra, también son representantes de la vida intelectual en el siglo XIX. Pero no podías encontrar una personalidad tan significativa y característica como Franz Brentano, por mucho que miraras. Por lo tanto, me gustaría decir: Franz Brentano muestra que aunque la ciencia natural, en la forma que tomó en el siglo XIX, puede adquirir una gran autoridad, no puede ejercer un liderazgo espiritual dentro de toda la cultura a pesar de esta gran autoridad. Para eso, la ciencia natural debe desarrollarse primero en ciencia espiritual; entonces tiene todo lo que puede verdaderamente, junto con la ciencia espiritual, asumir un cierto liderazgo en la vida espiritual de la humanidad.

Para entender esto, hoy debemos tener una visión más amplia. Si miramos hacia atrás a los primeros tiempos de la humanidad, sabemos que una especie de clarividencia onírica estaba presente en todas partes como una facultad humana general. A esta clarividencia onírica, los iniciados, los iniciados de los misterios, añadieron un conocimiento suprasensible superior, pero también un conocimiento sobre el mundo sensorial.

Si nos remontáramos a los primeros días del desarrollo humano, no encontraríamos ninguna diferencia en la forma en que se trata lo físico y lo suprasensible. Toda la vida espiritual ha procedido de las escuelas de misterios, que eran básicamente iglesias e instituciones artísticas al mismo tiempo. Pero en el sentido más profundo, esta vida espiritual influyó en toda la vida humana en los viejos tiempos, incluida la vida estatal y económica. Los que estaban activos en la vida estatal buscaban el consejo de los sacerdotes de misterio, pero también lo hacían los que querían dar impulso a la vida económica. En realidad, no había separación entre los elementos religiosos y científicos en aquellos tiempos antiguos. Los líderes de la vida religiosa eran los líderes de la vida intelectual en general y también eran las personas que marcaban la pauta en las ciencias. Pero cada vez más, el desarrollo de la humanidad se ha formado de tal manera que las corrientes de la vida humana que originalmente formaban una unidad se han separado. La religión se ha separado de la ciencia, del arte.

Esto sucedió solo lenta y gradualmente. Si miramos hacia atrás a Grecia, encontramos que no había ciencia natural en nuestro sentido, y junto a ella, por ejemplo, filosofía; más bien, la filosofía griega también discutía las ciencias naturales, y no había una ciencia natural separada. Pero como la filosofía en Grecia surgió como algo independiente, el elemento religioso ya se había separado de esta filosofía. Aunque los misterios seguían siendo la fuente de las verdades más profundas, en Grecia, especialmente en la Grecia posterior, lo que daban los misterios ya estaba siendo criticado desde el punto de vista de la razón filosófica. Pero la revelación religiosa continuó, y cuando apareció el Misterio del Gólgota, fue esencialmente la revelación religiosa la que se propuso comprender este misterio. Cualquier comprensión de la teología que todavía existiera dentro de la civilización europea durante los primeros siglos ya no es comprendida adecuadamente por la gente de hoy; se refieren a ella despectivamente como "gnosis" y cosas por el estilo. Pero había una gran cantidad de comprensión espiritual en esta gnosis, y había una clara conciencia de que uno debe entender los asuntos espirituales de la misma manera que uno entiende hoy, por ejemplo, la gravedad o los fenómenos de la luz o cualquier otra cosa en el sentido físico. No tenían la conciencia de que hay una ciencia separada de la vida religiosa. Incluso en suelo cristiano, los primeros padres de la iglesia, los primeros grandes maestros del cristianismo, estaban absolutamente convencidos de que estaban tratando el conocimiento como algo unificado. Por supuesto, la separación griega de la vida religiosa ya estaba allí, pero incluían tanto la contemplación de lo religioso como la contemplación racional de lo meramente físico en el tratamiento de todos los asuntos espirituales. Fue solo en la Edad Media que esto cambió. En la Edad Media surgió la escolástica, que ahora hacía una estricta separación -como ya señalé ayer- entre la ciencia humana y lo que es el conocimiento real de lo espiritual. Esto no podría lograrse mediante la aplicación de poderes humanos independientes de conocimiento; solo podía alcanzarse a través de la revelación, a través de la aceptación de las revelaciones. Y cada vez más se había llegado a decir que uno decía: El hombre no puede penetrar en las verdades más elevadas a través de sus propios poderes de conocimiento; Debe aceptarlos tal como son entregados por la iglesia como revelación. La ciencia humana solo puede extenderse sobre lo que dan los sentidos y sacar algunas conclusiones de lo que los sentidos dan como verdades, como dije ayer.

Thus, a strict distinction was made between a science that spread over the sensory world and that which was the content of revelation. Now, for the development of modern humanity, the last three to five centuries have become extraordinarily significant in many respects. If you had told a person from those older times, when religion and science were one, that religion was not based on human knowledge, he would have considered it nonsense; for all religions originally came from human knowledge. Only it was said: If man confines himself to his consciousness, as it is given to him for everyday life, then he does not attain to the highest truths; this consciousness must first be raised to a higher level. From the old point of view, it was said just as one is forced to say today, for example, according to what I have presented in my book “How to Know Higher Worlds” and in the second part of my “Occult Science in Outline”: that man must ascend through special treatment of his soul abilities in order to gain higher knowledge. This was also said in ancient times. People were aware that with ordinary consciousness one can only recognize what is spread around man; but one can further develop this consciousness and thus arrive at supersensible truths. Thus in those ancient times one would not have spoken of a revelation reaching man somewhere without his own activity. That would have been felt to be nonsense. And so all the dogmas contained in the various church teachings originally come from such initiation truths. Today, people easily say: dogmas such as the Trinity or the Incarnation must have been revealed, they cannot be approached through human cognitive abilities. But originally they did arise out of human cognitive abilities.

And in the Middle Ages, people had progressed to a greater use of their intellect. This is characteristic, for example, of scholasticism, in that the intellect was used in a grand sense, but only applied to the sensual world, and that at this stage of human development one no longer felt capable of developing higher powers of cognition, at least not in the circles in which the old dogmas had been handed down as doctrines of revelation. Then they refused to pave the way for man to the supersensible world through higher powers of knowledge. So they took over what had been achieved in ancient times through real human knowledge, through tradition, through historical tradition, and said that one should not examine it with human science.

People gradually came to accept this attitude towards knowledge. They gradually got used to calling belief that which was once knowledge, but which they no longer dared to attain; and they only called knowledge that which is actually gained through human cognitive abilities for the sensual world. This doctrine had become more and more pronounced, especially within Catholicism. But as I already told you yesterday: basically, all modern scientific attitudes are also nothing more than a child of this scholasticism. People just stopped at saying that the human intellect could only gain knowledge about nature, and did not care about the supersensible knowledge. They said that man could not gain this through his abilities. But then it was left to faith to accept the old knowledge as handed-down dogmas or not.

After the 18th century had already proclaimed mere sensual knowledge and what can be gained from it through rational conclusions, the tendency emerged in the 19th century in particular to only accept as science what can be gained in this way by applying human abilities to the sensual world. And in this respect, the 19th century has achieved an enormous amount, and great things are still being achieved in the field of scientific research through the application of scientific methods.

I would like to say that the last public attempt to ascend into the spiritual world was made at the turn of the 18th to the 19th century by the movement known as German idealism. This German idealism was preceded by a philosopher like Cart, who now also wanted to express the separation between knowledge and belief philosophically. Then came those energetic thinkers, Fichte, Schelling, Flegel, and these stand there, at the end of the 18th and beginning of the 19th century, like last mighty pillars, because they wanted to go further with the human capacity for knowledge than mere sensory knowledge and what can be deduced from it.

Fichte, Schelling and Hegel are very different from one another. Fichte started from the human ego, developed an enormous power precisely in grasping the human ego, and sought to conquer the world cognitively from the human ego. Schelling developed a kind of imaginative construction of a world view. This impetus in the imaginative construction of thoughts even brought him close to an understanding of the mysteries. Hegel believed in the thought itself, and he believed that in the thought that man can grasp, the eternal lives directly. It is a beautiful thought when Hegel said that he wanted to recognize the spirit and conquer it from the point of view of thought. But only those who grasp Hegel's general striving, this striving towards the spirit, can really taste him. For when one reads Hegel — most people soon stop reading, after all — he is, despite his belief in the spirituality of thought, a terribly abstract thinker when he expounds his ideas. And it is true that, although the impulse that lived in Hegel in terms of the spirit was an immensely strong one, Hegel gave mankind nothing but an inventory of abstract concepts.

Why was that so? It is indeed a tremendous tragedy that these robust, powerful thinkers, Fichte, Schelling, Hegel, did not actually penetrate to spirituality.

This is because, in the general civilization of that time, humanity was not yet mature enough to really open the gates to the spiritual world. Fichte, Schelling and Hegel only got as far as thought. But what is the thought that lives in man in ordinary consciousness?

Do you remember what I said some time ago? When we follow a person's life from birth to death, we have the person before us as a living being; soul and spirit warm and illuminate what stands before us as a physical being. When the person has died for the physical world, then we have the corpse in the physical world. We bury or cremate this corpse. Just think what a tremendous difference there is for an unprejudiced human observer of life between a fully living human being and a corpse. If you can only grasp this difference with your heart, then you will be able to understand what the spiritual scientist has to say about another phase of life, when man is considered between death and a new birth, as he is as a soul-spiritual being in a spiritual world, how he develops there, how he, while growing old here on earth, becomes younger and younger in the spiritual world until the moment when he finds his way down to a physical embodiment. What lives in man can be grasped just as much with the higher spiritual powers as one can grasp what lives in a physical human being. And then one can ask oneself: What remains of it when the human being has been born, what presented itself to our view in the spiritual world above, before the soul-spiritual descended? What remains in the human being, perceptibly, are his thoughts. But these thoughts, which the human being then carries within himself here on earth through the physical body, are the corpse of the thoughts that belong to the human being when he lives between death and a new birth in the spiritual and soul world. The abstract thoughts we have here are quite a corpse compared to the living being that is in man between death and a new birth, just as the corpse is in the physical compared to the living person before he has died for the physical world.

Those who do not want to take the step of enlivening abstract thoughts allow nothing more to live in them than the corpse of what was in them before they descended to earth. And only this corpse of thoughts lived in Fichte, Schelling and Hegel, however magnificent these thoughts are. One would like to say: In ancient times, when religion, science and art were still one, something of the life that belongs to man in the spiritual world still lived on in earthly thoughts. Even in Plaio, one can perceive in the sweep of his ideas how something supermundane lived on in him. This is becoming less and less. People keep the knowledge of the supermundane as revelation. But otherwise the human being would not have been able to become free, he would not have been able to develop freedom. The human being comes more and more to have nothing but the corpse of his prenatal inner life in his thinking. And just as one sometimes finds in certain people, when they have died, an enormous freshness in the corpse for a few days, so it was with the corpse-thoughts of Fichte, Schelling and Hegel: they were fresh, but they were nevertheless just those corpses of the supersensible, of which a real spiritual science must speak.

But I ask you now: Do you believe that we could ever encounter a human corpse in the world if there were no living people? Anyone who encounters a human corpse knows that this corpse was once alive. And so someone who really looks at our thinking, our abstract, our dead, our corpse thinking, will come to the conclusion that this too once lived, namely before man descended into a physical body.

But this realization had also been lost to man, and so people were experiencing dead thinking, and they revered everything that came to them from living thinking as a revelation, if they still placed any value on it at all. This was particularly confirmed by the great advances in natural science that came in the period I have already mentioned, when Franz Brentano was young.

To the many peculiarities of Franz Brentano, I must add two more today. Yesterday I wanted to characterize the personality more, today I want to point out the development over time. Therefore, today's consideration must be somewhat more general.

In addition to all the qualities that I mentioned yesterday about this Franz Brentano, who grew out of Catholicism but then became a general philosopher, he had an immense antipathy towards Fichte, Schelling and Hegel. He did not rail against them as Schopenhauer did, because he had a better education; but he did use harsh words, only more delicately expressed, not in the same truly abominable tone as Schopenhauer's. But one must realize that a man who grows out of Catholicism into a new outlook cannot, after all, have any other attitude toward Fichte, Schelling and Hegel than Franz Brentano had. When one has outgrown scholasticism, one wants to apply to the sense world what for Hegel, for example, is the highest human power of cognition, thinking, and in the sense world, thinking is only an auxiliary means.

Just think: with this thinking-corpse one approaches the sense world, one grasps inanimate nature first. You cannot grasp living nature with this thinking anyway. This thinking corpse is just right for inanimate nature. But Hegel wanted to embrace the whole world with all its secrets with this thinking corpse. Therefore, you will not find any teaching about immortality or God in Hegel, but what you do find will seem quite strange to you.

Hegel divides his system into three parts:

logic, natural philosophy, and the doctrine of the spirit = art, religion, science

Logic is an inventory of all the concepts that man can develop, but only of those concepts that are abstract. This logic begins with being, goes to nothingness, to becoming. I know that if I were to give you the whole list, you would go crazy because you would not find anything in all these things that you are actually looking for. And yet Hegel says: That which emerges again in man when he develops being, nothingness, becoming, existence and so on as abstract concepts, that is God before the creation of the world.

Take Hegel's logic, it is full of abstract concepts from beginning to end, because the last concept is that of purpose. You can't do much with that either. There is nothing at all about any kind of soul immortality, about a God in the sense that you recognize it as justified, but rather an inventory of nothing but abstract concepts. But now imagine these abstract concepts as existing before there is nature, before there were people, and so on. This is God before the creation of the world, says Hegel. Logic is God before the creation of the world. And this logic then created nature and came to self-awareness in nature.

So first there is logic, which, according to Hegel, is the god before the creation of the world. Then it passes into its otherness and comes to itself, to its self-awareness; it becomes the human spirit. And the whole system then concludes with art, religion and science as the highest. These are the three highest expressions of the spirit. So in religion, art and science, God continues to live within the earth. Hegel registers nothing other than what is experienced on earth in everyday life. He actually only proclaims the spirit that has died, not the living spirit.

This must be rejected by those people who seek science in the modern sense, based on a scientific education. It must be rejected because, when one penetrates into nature with dead concepts, the matter does not go so that one remains with the abstractions. Even if you are so poorly educated in botany that you transform all the beautiful flowers into the number of stamens, into the description of the seed, the ovary and so on, even if you have such abstract concepts in your head, and then go out with a botany drum and bring back nothing but abstract concepts, at least the withered flowers are still there, and they are still more concrete than the most abstract concepts. And when you, as a chemist, stand in the laboratory, no matter how much you fantasize about all kinds of atomic processes and the like, you cannot help but also describe what happens in the retort when you have a certain substance inside and below it the lamp that causes this substance to evaporate, melt and so on. You still have to describe something that is a thing. And finally, when physicists in optics also draw for you how light rays refract and describe everything that light rays still do according to the physicists, you will still be reminded of colors again and again when that beautiful drawing is made that shows how light rays pass through a prism, are deflected in different ways. And even if all color has long since evaporated in the physical explanation of color, you will still be reminded of the colors. But if you want to grasp the spiritual with a completely abstract system of concepts and with completely abstract logic, then you have no choice but to use abstract logic. A person like Franz Brentano could not accept this as a real description of the spirit, nor could the other scholastics, because at least they still have tradition as revelation. Therefore, as a student in the mid-19th century, Brentano was faced with a truly irrepressible thirst for truth and knowledge, with an inner scientific conscientiousness that was unparalleled in his time, so that he could not receive anything from those who were still the last great philosophers of modern civilization. He could only accept the strict method of natural science. In his heart he carried what Catholicism with its theology had given him. But he could not bring all this together into a new spiritual understanding.

But what is particularly appealing is how infinitely truthful this human being was. Because – and this brings me to the other thing I mentioned – when we look at the human being as he is born into the physical world, as he makes his first fumbling movements as a child, as we first fumbling movements as a child, we see in an unskillful way the unfolding of what was tremendously wise before it descended into the physical world. If we understand spiritual science correctly, we say to ourselves: We see how the childlike head organism is born. In it we have an image of the cosmos. Only at the base of the skull do the earthly forces, as it were, brace themselves. If the base of the skull were rounded, as the top of the head is rounded, the head would truly be a reflection of the cosmos. This is something that human beings bring with them. We can certainly regard the head, when we consider it as a physical body, as a reflection of the cosmos. This is truly the case.

Diagram 1

I was criticized for mentioning an important fact in public, but without mentioning such facts, one cannot actually get to the world's interrelations: I have publicly stated that there is a certain arrangement of furrows in the human brain, certain centers are and so on. Even in these smallest details, this human brain is a reflection of the starry sky at the time when the person is born. In the head we see an image of the cosmos, which we also see externally with our senses, even though most people do not perceive its spiritual aspect. In the chest organism, in what mainly underlies the rhythmic system, we see how the roundness of the cosmos has already been somewhat overcome by adapting to the earth. But if you follow the chest organism with its peculiar formation of the spine with the ribs and sees how this thoracic organism is connected to the cosmos through breathing, then, even if only in a very altered form, something like an image of the cosmos can still be seen in the thoracic, in the rhythmic organism. But no longer in the metabolic-limb organism. There you cannot possibly see anything that is modeled on the cosmos. Now, the formation of the head is connected with thinking, the thoracic organism, the rhythmic organism with feeling, and the metabolic-limb organism with will.

Diagrama 2

¿Por qué es precisamente el organismo metabólico de las extremidades, que en realidad es la parte más terrenal del ser humano, el que es el asiento de la voluntad? Así es como está conectado: en la cabeza humana tenemos una imagen muy fiel del cosmos. El alma-espiritual ha fluido hacia la cabeza, hacia las fuerzas formativas. Se podría decir que el ser humano aprendió de las fuerzas cósmicas antes de descender a la tierra y formó su cabeza en consecuencia. Todavía forma un poco el organismo torácico, pero ya no el organismo de la extremidad en absoluto. La voluntad está en este último. De modo que cuando uno mira el organismo externo humano, el pensamiento debe asignarse a la cabeza, el sentimiento al hombre intermedio y el deseo al organismo metabólico de las extremidades. Pero en lo que es realmente lo más bajo, el metabolismo y las extremidades, lo espiritual también se mantiene mejor, de modo que en nuestro pensamiento solo tenemos un cadáver de lo que éramos antes de descender. En nuestros sentimientos tenemos un poco más, pero el sentimiento, como sabes, permanece en un estado de ensueño, y la voluntad, ya ni siquiera se nota con la conciencia ordinaria. La voluntad permanece enteramente en el inconsciente, pero en ella todavía hay la mayor parte de la vida de lo que éramos antes de descender a la tierra. Cuando nos desarrollamos como niños, la mayor parte de nuestra alma inmortal está en nuestra voluntad. Ahora, la mayoría de la gente no tiene muchos escrúpulos; dicen: El hombre tiene los tres poderes del alma dentro de él, pensar, sentir y querer. Sabes, estas tres actividades del alma se enumeran como si estuvieran presentes para la conciencia ordinaria, mientras que en la antroposofía primero tenemos que señalar que en realidad solo el pensamiento está completamente despierto. El sentimiento ya es como los sueños en las personas, y la gente no sabe nada en absoluto sobre la voluntad. Debo enfatizar una y otra vez: incluso si solo queremos levantar un brazo, el pensamiento, "estoy levantando mi brazo", fluye hacia el organismo y se convierte en voluntad, de modo que el brazo está realmente levantado. El hombre no sabe nada de esto, duerme a través de él en el estado de vigilia, al igual que duerme durante las cosas desde que se duerme hasta que se despierta. Entonces, en lugar de decir: tenemos en nosotros el pensamiento despierto, el sentimiento soñador, el querer dormir, dicen: tenemos pensamiento, sentimiento y voluntad, que se supone que están a la par entre sí.

Ahora imagina a una persona que tiene un sentido infinito de la verdad y que trabaja con la ciencia moderna, es decir, que solo usa el pensamiento. El científico natural moderno, ya sea que esté usando un microscopio, mirando el cosmos a través de un telescopio o haciendo astrofísica con un analizador espectral, siempre recurre solo al pensamiento consciente. Por lo tanto, se convirtió en un axioma para Franz Brentano que toda inconsciencia tenía que ser rechazada. Quería ceñirse solo al pensamiento consciente ordinario, y para ello no quería desarrollar habilidades cognitivas superiores. ¿Qué podríamos esperar realmente de una persona así cuando habla del alma, cuando quiere hablar como psicólogo? Uno podría esperar que no hablara de la voluntad en absoluto en psicología si se apega solo a la conciencia. Uno podría esperar que tachara el testamento por completo, que no estuviera seguro de los sentimientos y que realmente tratara solo el pensamiento correctamente.

Otras mentes más superficiales no han llegado a esto. La psicología de Franz Brentano no divide las facultades del alma en pensar, sentir y querer, sino en imaginar, juzgar y en los fenómenos del amor y el odio, es decir, en los fenómenos de la simpatía y la antipatía, es decir, del sentimiento. No encontrarás ninguna voluntad en él en absoluto. La voluntad activa correcta está ausente de la psicología de Brentano porque era un buscador completamente honesto de la verdad, y realmente tenía que admitir: simplemente no puedo encontrar la voluntad.

Por otro lado, hay algo tremendamente conmovedor en ver cuán infinitamente sincera y honesta es realmente esta personalidad. La voluntad está ausente de la psicología de Brentano, porque separa el juicio y la imaginación de modo que ahora tiene tres partes en la vida del alma; pero el juicio y la imaginación coinciden en términos de la capacidad del alma, de modo que en realidad solo tiene dos.

Ahora considere la consecuencia de lo que aparece en Brentano. ¿Qué tiene en realidad i. en el hombre? Al convertirse en un científico natural moderno y no dar a nada un valor que no se presente al pensamiento consciente de acuerdo con el método científico natural, excluye la volición del alma humana. ¿Y qué elimina con ello? Precisamente lo que traemos con nosotros como seres vivos de nuestro estado antes de descender a un cuerpo físico.

Brentano se enfrentó a una ciencia que eliminaba precisamente lo eterno en el alma para él. Los otros psicólogos no sintieron esto. Lo sintió, y por lo tanto surgió para él el tremendo abismo entre lo que una vez fue una doctrina de revelación que le hablaba de lo eterno en el alma humana, y lo que podía encontrar solo de acuerdo con su método científico, que incluso cortó la volición y, por lo tanto, lo eterno del alma humana.

Por lo tanto, Brentano es una personalidad que es característica de todo lo que el siglo XIX no pudo dar a la humanidad. Las puertas al mundo espiritual tenían que abrirse. Y por eso les he hablado de Franz Brentano, que murió en Zurich en 1917, porque en él veo lo más característico de todos aquellos filósofos del siglo XIX que ya tenían una seria lucha por la verdad. que no quería elevarse a una comprensión espiritual del mundo, y de esta manera mostrar en todas partes que ha llegado el momento en que se necesita esta concepción espiritual. ¿Cuál es, después de todo, la diferencia entre lo que realmente quiere la ciencia espiritual en el sentido antroposófico y el esfuerzo trágico de un hombre como Franz Brentano? Que Franz Brentano, con tremenda perspicacia, ha traído los conceptos que se pueden obtener de la conciencia ordinaria, y dijo: Ahí es donde tienes que detenerte. Pero el conocimiento no es completo; uno se esfuerza en vano por el conocimiento real. Pero nunca estuvo satisfecho con eso; siempre quiso salir. Simplemente no podía salir de su ciencia natural. Y así se mantuvo hasta su muerte. Se podría decir que la ciencia espiritual tenía que comenzar donde Brentano lo dejó, tenía que dar el paso de la conciencia ordinaria a la conciencia superior. Por eso es tan extraordinariamente interesante, de hecho el filósofo más interesante de la segunda mitad del siglo XIX, porque en él la lucha por la verdad era realmente algo personal. Hay que decirlo: si quieres estudiar un síntoma de lo que una persona tuvo que experimentar en el desarrollo de la ciencia y en el desarrollo espiritual de los tiempos modernos, puedes considerar a este sobrino de Clemente Brentano, el filósofo Franz Brentano. Es característico de todo lo que una persona tiene que buscar y no puede encontrar con el método científico habitual. Es característico de esto porque uno debe ir más allá de lo que se esforzó con un sentido tan honesto de la verdad. Cuanto más de cerca se le mira, hasta las estructuras de su psicología, más se hace evidente. Es precisamente una de esas mentes que muestran: la humanidad necesita de nuevo una vida espiritual que pueda intervenir en todo. No puede provenir de las ciencias naturales. Pero esta ciencia natural es el destino de los tiempos modernos en general, ya que se ha convertido en el destino de Brentano. Porque, como el verdadero Fausto moderno del siglo XIX, Brentano se sienta primero en Würzburg, luego en Viena, luego en Florencia, luego en Zurich, luchando con los mayores problemas de la humanidad. No admite que "no podemos saber", pero tendría que hacerlo si fuera plenamente consciente de su propio método. De hecho, tendría que decirse a sí mismo: la ciencia natural es lo que me impide emprender el camino hacia el mundo espiritual.

Pero esta ciencia natural habla un lenguaje fuerte y autoritario. Y así es también en la vida pública de hoy. La ciencia en sí misma no puede ofrecer a las personas lo que necesitan para su alma. Los mayores logros de los siglos XIX y XX no pudieron dar a la gente una especie de espíritu guía. Y esta actitud científica es un fuerte obstáculo debido a su poderosa autoridad, porque dondequiera que aparece la antroposofía, la ciencia inicialmente se opone a ella, y aunque la ciencia misma no puede dar nada a la gente, cuando se trata de antroposofía, la pregunta es: ¿la ciencia está de acuerdo con ella? — Porque incluso aquellos que saben poco sobre ciencia tienen hoy la sensación predominante de que la ciencia tiene razón, y si la ciencia dice que la antroposofía es una tontería, entonces debe tener razón. Como dije, la gente no necesita saber mucho sobre ciencia, porque después de todo, ¿qué saben los hablantes monistas sobre ciencia? Por regla general, tienen en mente las cosas generales que se aplicaban hace tres décadas. Pero actúan como si estuvieran hablando desde el espíritu completo de la ciencia contemporánea. Es por eso que muchas personas lo ven como una autoridad.

También se puede ver en el destino interior de Brentano el destino exterior, no el destino interior de la visión antroposófica del mundo, sino su destino exterior.

Traducción pendiente de revisión

GA213 Dornach 16 de julio de 1922 - En el conocimiento iniciático del cristianismo primitivo, está el origen del contenido cristiano de la revelación

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Preguntas humanas - Respuestas cósmicas

RUDOLF STEINER

XI conferencia

Dornach 16 de julio de 1922


Durante la última reflexión tuve que señalar repetidamente cómo, en el apogeo de la Edad Media, dos corrientes de pensamiento atravesaban las mejores almas de la civilización europea, esas dos corrientes de pensamiento que ayer describí con más detalle con la denominación de conocimiento revelado y conocimiento racional dentro de la escolástica. Ahora bien, tuvimos que subrayar que el conocimiento revelado, en el sentido en que aparece dentro de la escolástica, no es en absoluto algo místico o abstractamente indeterminado, sino que es un contenido cognitivo que se presenta en conceptos claramente definidos y perfilados. Solo que no se admite que estos conceptos puedan encontrarse directamente en el conocimiento humano, sino que se señala que cada individuo que desee llegar a poseerlos debe tomarlos de la tradición de las Iglesias, que precisamente en sus tradiciones y en su continuidad tienen el derecho de conservar, en cierto modo, dicho contenido cognoscitivo.

El segundo contenido del conocimiento estaba abierto a la investigación humana, al esfuerzo humano; pero aquellos que realmente se encontraban dentro de la verdadera corriente escolástica tenían que reconocer que con este contenido del conocimiento racional no se podía obtener ningún conocimiento del mundo suprasensible.

conocimiento que ya no era accesible para los hombres de la época. Pero también he insinuado que no siempre fue así. Si retrocedemos más allá, a través de la Edad Media hasta los primeros siglos del cristianismo, encontramos que este carácter especial del conocimiento revelado no se enfatiza con la misma intensidad que en la Edad Media tardía. Y si se le hubiera presentado a un griego, por ejemplo, a la escuela filosófica ateniense, algo así como una separación del conocimiento entre el mero conocimiento racional y el conocimiento dado únicamente por la revelación, —la revelación tal como se entendía en la Edad Media—, el filósofo griego no lo habría entendido en absoluto. No habría podido concebir que, una vez que un poder exterior al mundo humano le hubiera transmitido al ser humano un conocimiento sobre lo suprasensible, este debía permanecer y no podía volver a ser transmitido de nuevo. El griego comprendía que no se podía llegar al contenido espiritual superior mediante el método de conocimiento habitual; pero entendían que, a partir de las capacidades cognitivas que se tienen como seres humanos, se puede ascender a capacidades cognitivas superiores mediante el entrenamiento espiritual, a través del camino de la iniciación. Entonces se entra en aquel mundo en el que se puede ver cuál es la verdad del más allá, que es el conocimiento.

Y precisamente en relación con este asunto, se produjo un cambio en toda la vida de la civilización occidental entre lo que existía en los siglos en los que la filosofía griega aún florecía en Platón y Aristóteles, y lo que surgió a finales del siglo IV d. C. Ya he destacado en varias ocasiones un aspecto de este tema. He destacado que el acontecimiento del Gólgota tuvo lugar en una época en la que aún existía gran parte de la antigua sabiduría iniciática, del antiguo conocimiento iniciático. Y, en verdad, un número suficiente de personas aplicó dicha sabiduría iniciática para comprender, a partir de su iniciación, el acontecimiento del Gólgota mediante los medios del conocimiento suprasensible. Los iniciados se esforzaron por aplicar todo lo que pudieron reunir del conocimiento iniciático para comprender cómo un ser como Cristo, que antes del misterio del Gólgota no estaba unido a la evolución terrenal, se une a un cuerpo terrenal y ahora permanece unido a la evolución humana. Qué tipo de ser es, cómo se comportó esta entidad antes de descender a lo terrenal, todas estas son preguntas cuyas respuestas requirieron las más altas capacidades iniciáticas, incluso en la época del misterio del Gólgota.

Ahora bien, vemos que la antigua sabiduría iniciática, que estaba muy presente en Oriente Próximo, en el norte de África y también en la cultura helénica, y que se extendió a Italia e incluso más allá, a Europa, esta sabiduría iniciática se fue comprendiendo cada vez menos a partir del siglo V d. C. Se hablaba entonces de nombres concretos de tal manera que se presentaba a los portadores de esos nombres dentro de la civilización cristiana occidental como personalidades bastante despreciables, o al menos como personalidades con las que un buen cristiano no debía relacionarse. Pero también se intentaba borrar en la medida de lo posible todo rastro del conocimiento anterior sobre lo que realmente había en esas personalidades.

Es curioso que una personalidad como Franz Brentano, desde su tradición medieval, heredara para su propia alma el odio hacia todo lo que en aquella época vivía en personalidades como, por ejemplo, Plotino, del que se sabía muy poco, pero que era considerado un filósofo con el que un verdadero confesor cristiano no debía ocuparse. Brentano compartía este odio hacia Plotino. Lo heredó. Escribió un tratado titulado «Qué tipo de filósofo marca a veces una época», y se refería a Plotino, el filósofo del siglo III d. C., que formaba parte de aquellas corrientes intelectuales que en realidad se agotaron por completo en el siglo IV y de las que no se quiso conservar ningún recuerdo en el desarrollo cristiano posterior.

Lo que se dice en las filosofías históricas habituales sobre las mentes más destacadas de los primeros siglos del cristianismo no es solo lo más básico, sino que además impide que uno pueda formarse una idea coherente sobre estas mentes. Es natural que, incluso en la actualidad, resulte muy difícil formarse una idea clara de los tres o cuatro primeros siglos cristianos. Por ejemplo, sobre la forma en que lo que estaba presente en Platón y Aristóteles siguió surtiendo efecto, y que en cierto sentido ya se había alejado de la sabiduría más profunda de los misterios, pero que personalidades como las que yo me refiero aún poseían en los primeros tres o cuatro siglos del cristianismo. Hoy en día, en realidad, apenas hay un conocimiento adecuado de Platón en los temas de filosofía habituales. Si les interesa, les recomiendo que lean, por ejemplo, el capítulo sobre Platón en la Historia de la filosofía griega de Paul Deussen, donde Deussen habla de cómo Platón pensaba realmente sobre la idea del bien en relación con las otras ideas. Allí se pueden encontrar frases como esta: Platón no aceptaba la existencia de un Dios personal, ya que, de lo contrario, las ideas que él aceptaba no habrían sido independientes; Platón no podía reconocer la existencia de un Dios esencial, porque las ideas son independientes. Sin embargo, dice Deussen, Platón vuelve a situar la idea del bien por encima de las demás ideas. Pero eso no significa que la idea del bien sea algo esencialmente independiente por encima de las demás ideas, ya que lo que expresa la idea del bien es solo una cierta similitud familiar que está presente en todas las ideas.

Por favor, siéntense ahora correctamente en sus sillas y examinen más detenidamente la lógica de Deussen, la lógica de un destacado filósofo contemporáneo. Platón tiene las ideas, las cuales son independientes. No obstante, Platón también tiene la idea del bien. Pero esta idea no puede ser algo que oriente a las demás ideas, sino que las ideas tienen entre sí una semblanza familiar. La idea del bien solo expresa la similitud familiar. Sí, pero ¿de dónde provienen las similitudes familiares? Cuando en algún lugar existe una semblanza familiar, ésta debe provenir de la descendencia de un superior, por así decirlo. La idea del bien apunta a una similitud familiar; por lo tanto, ¡habría que llegar al progenitor!

Sí, ¡eso aparece en excelentes temas de filosofía contemporánea! En la actualidad las personas que escriben cosas así se convierten en autoridades. La gente lo aprende y no se da cuenta de que es una auténtica tontería. Por supuesto, no se puede confiar en que alguien que dice semejantes tonterías sobre la filosofía griega tenga mucho que decir sobre la sabiduría india. Sin embargo, si hoy en día se busca algo con autoridad sobre la sabiduría india, se remite a Paul Deussen. La situación es grave.

Solo quería decir que, en la actualidad, tampoco tiene mucho sentido comprender la filosofía platónica. El intelectualismo actual es muy poco capaz de ello. Por eso no se puede comprender algo que, al fin y al cabo, todavía forma parte de la tradición. Se trata de que Plotino, el filósofo neoplatónico, —así es como siempre se le llama—, fue discípulo de Amonio Saca, que vivió a principios del siglo III d. C., pero no escribió nada, sino que solo enseñó a algunos discípulos. Los espíritus más destacados de esa época no escribieron nada, porque opinaban que el contenido de la sabiduría debía ser algo vivo, que no podía transmitirse de uno a otro a través de la escritura, sino que solo debía transmitirse de persona a persona en el contacto personal directo. Ahora bien, se cuenta otra cosa sobre Ammonius Sakkas, cuya importancia tampoco queda clara para la gente. Se dice que se esforzó por lograr la unidad frente a las terribles disputas entre los seguidores de Aristóteles y los seguidores de Platón, mostrando cómo, en realidad, Platón y Aristóteles estaban en perfecta armonía.

pizarra 1

Me gustaría describirles brevemente cómo Sakkas podría haber hablado sobre Platón y Aristóteles. Él a su manera describió lo siguiente: Platón aún pertenecía a la época en la que muchas personas encontraban el camino directo de su alma hacia el mundo espiritual, es decir, en la que las personas aún conocían bien el principio de la iniciación. Pero en épocas más antiguas, como podría haber dicho Ammonlus Sakkas, el pensamiento lógico-abstracto no estaba desarrollado en absoluto. De ello solo quedan ahora los primeros vestigios, y me refiero a «ahora» a principios del siglo III d. C. En realidad, en la época de Platón tampoco existían los pensamientos formados por los seres humanos. Pero mientras que los antiguos iniciados transmitían todo lo que tenían que dar a los seres humanos solo en imágenes, en imaginaciones, Platón fue uno de los primeros en transformar las imaginaciones en conceptos abstractos. Si nos imaginamos el poderoso contenido de la imagen (Pizarra 1, rojo), al que Platón también quería que los seres humanos miraran hacia arriba, era cierto que en épocas anteriores este contenido de la imagen se expresaba únicamente en imaginaciones (naranja), pero para Platón ya se expresaba en conceptos (blanco). Pero estos conceptos fluían, por así decirlo, desde el contenido divino-espiritual (flechas). Platón decía: la revelación más baja, en cierto modo la revelación más diluida del contenido divino-espiritual, son las ideas. Aristóteles ya no tenía una oportunidad tan intensa de elevarse a este contenido espiritual. Por lo tanto, en cierto modo solo tenía lo que estaba por debajo del contenido de la imagen, solo tenía el contenido de la idea. Pero aún podía percibirlo como algo revelado. No hay diferencia entre Platón y Aristóteles, como decía Sakkas, salvo que Platón miraba más alto en el mundo espiritual y Aristóteles miraba menos alto en el mundo espiritual.

Con ello, Ammonius Sakkas creía haber acabado con las disputas que existían entre los seguidores de Aristóteles y Platón. Y aunque el contenido de la sabiduría ya se acercaba a la concepción intelectualista bajo Platón y Aristóteles, en aquellos tiempos antiguos aún existían posibilidades de que una u otra persona llegara realmente muy lejos en la región de la visión espiritual a través de la experiencia personal. Así pues, hay que imaginarse que personas como Ammonius Sakkas y su discípulo Plotino estaban, de hecho, llenos de experiencias espirituales internas e inmediatas y, sobre todo, tenían experiencias espirituales tales que, en su interior, la visión del mundo espiritual tenía un contenido totalmente concreto. Por supuesto, no se podía hablar a esas personas de una naturaleza exterior, como se hace hoy en día. Esas personas hablaban en sus escuelas de un mundo espiritual, y la naturaleza, que hoy en día muchos consideran lo único que existe, era solo la expresión figurativa más baja de lo que ellos percibían como mundo espiritual. Se puede tener una idea de cómo hablaban estas personas si se observa a uno de los sucesores de Sakkha, que aún tenía profundas percepciones y las transmitió en el siglo IV: Jámblico.

Imaginemos por un momento la visión del mundo de Jámblico ante nuestra alma. Él se dirigía a sus discípulos más o menos de la siguiente manera. Decía lo siguiente: si se quiere comprender el mundo, no hay que fijarse en el espacio, pues en el espacio solo se encuentra la expresión exterior del mundo espiritual. Tampoco hay que fijarse en el tiempo, pues en el tiempo solo se desarrolla la ilusión de lo que es realmente el verdadero contenido del mundo. Hay que mirar hacia arriba, hacia aquellas fuerzas del mundo espiritual que dan forma al tiempo y a la relación del tiempo con el espacio. Hay que mirar hacia el universo entero. Cada año se repite el ciclo que se expresa visiblemente en el sol. Pero este sol recorre el zodíaco, las doce constelaciones. No hay que limitarse a contemplarlo. Porque en él actúan y tejen 360 poderes celestiales, (ver pizarra 1) y son ellos los que provocan todo lo que, a lo largo de un año, emana de la actividad solar para todo el mundo accesible al ser humano, y repiten el ciclo cada año. Si gobernaran solos, el año tendría 360 días, según les había dicho Jamblichos a sus discípulos. Pero quedan 5 días. Estos 5 días están dirigidos por 72 poderes subcelestiales, los espíritus planetarios. Dibujo este pentágono en el círculo porque 72 es a 360 como 1 a 5. Los cinco días mundiales restantes del año, en los que, por así decirlo, las 360 potencias celestiales dejarían un tiempo vacío, son dirigidos por las 72 potencias subcelestiales. Ahora bien, ustedes saben que el año no tiene solo 365 días, sino algunas horas más; según Jámblico, para estas horas existen 42 poderes terrenales. Jámblico decía además a sus discípulos: los 360 poderes celestiales están relacionados con todo lo que constituye la organización principal del ser humano. Las 72 potencias subcelestiales están relacionadas con todo lo que pertenece a la organización torácica, respiratoria y cardíaca, y las 42 potencias terrenales están relacionadas con todo lo que en el ser humano es la organización puramente terrenal de la digestión, el metabolismo, etc.

Así es como era introducido el ser humano, en un sistema espiritual, en un sistema cósmico espiritual. Hoy en día comenzamos nuestras fisiologías explicando cuánto carbono, hidrógeno, nitrógeno, azufre, fósforo, calcio, etc., absorbe el ser humano. Ponemos al ser humano en relación con lo que es la naturaleza inerte. En sus escuelas, Jambllchos describía al ser humano en relación con las 42 fuerzas terrestres, las 72 fuerzas intercelestiales o planetarias y las 360 fuerzas celestiales. Así como hoy se representa al ser humano como algo compuesto de las sustancias de la Tierra, en aquella época se le representaba como algo que fluye de las fuerzas, de los agentes del universo espiritual. Solo se puede decir que era una sabiduría enorme y elevada la que se representaba entonces en estas escuelas. Es comprensible que Plotino, quien hasta los veintiocho años no se convirtió en discípulo de Ammonlus Sakkas, se sintiera como en otro mundo, porque era capaz de absorber algo de esa sabiduría. Y esa sabiduría se cultivó en muchos lugares durante los cuatro primeros siglos después del misterio del Gólgota. Con esta sabiduría también se intentó comprender cómo Cristo había descendido hasta convertirse en Jesús de Nazaret. Se intentó comprender cómo Cristo se situaba en todo este poderoso mundo de jerarquías espirituales, en esta estructura espiritual del mundo.

Y ahora quiero tratar otro capítulo de la sabiduría de Jámblico, que él impartía en sus escuelas. Él decía: Hay, pues, 360 poderes celestiales, 72 poderes planetarios y 42 poderes terrestres. Hay, pues, en total 474 entidades divinas de los más diversos rangos. Ahora, decía Jámblico a sus discípulos, podéis mirar hacia el Lejano Oriente, donde veréis que hay pueblos que os dirán los nombres de sus dioses. Luego id a los egipcios, que también os dirán los nombres de sus dioses, y a otros pueblos, que también os dirán los nombres de sus dioses. Luego id a los fenicios, luego a los helenos, y volveréis a encontrar nombres de dioses. Y si vais a los romanos, volveréis a encontrar nombres de dioses. Si tomáis los 474 nombres de dioses, todos estos dioses diferentes de los distintos pueblos están incluidos en ellos: Zeus, Apolo, también Baal, Amón, el dios egipcio, todos los dioses pertenecen a estos 474. El hecho de que los pueblos tengan diferentes dioses se debe únicamente a que un pueblo ha tomado 12 o 17 de los 474 dioses, otro 20 o 25, otro pueblo 3, 4 y así sucesivamente. Pero si se comprenden correctamente estas diferentes deidades de los distintos pueblos, se obtienen 473. Y el más elevado, el más distinguido, el que descendió a la Tierra en un momento determinado, es Cristo.

Precisamente en esta sabiduría existía una profunda tendencia a establecer la paz entre las más diversas religiones, pero no a partir de un sentimiento indefinido, sino queriendo reconocer cómo, precisamente para quien realmente conocía a los 474 dioses desde la estructura del mundo, las diferentes deidades de los distintos pueblos se alineaban en un gran sistema, y se quería entender todo el Olimpo de dioses de todos los pueblos de la antigüedad de tal manera que todo ello culminaba en el cristianismo. Esta estructura debía coronarse con la comprensión de cómo Cristo había encontrado su lugar en Jesús de Nazaret para su actividad terrenal.

Cuando se examina esa ciencia espiritual, que hoy en día ya no es válida, —pues hoy en día debemos practicar la ciencia espiritual de otra manera—, se siente un enorme respeto por lo que se enseñaba sobre el universo suprasensible, sobre el cosmos suprasensible. Pero el conocimiento de este universo se hacía dependiente de que la sabiduría se transmitiera siempre a través de la enseñanza directa de los iniciados más antiguos a los discípulos; que la sabiduría solo se transmitiera a aquellos que primero habían sido preparados realmente, en lo que respecta a sus capacidades cognitivas, hasta el nivel correspondiente en el que debían comprender la esencia de uno u otro dios.

Se puede decir que en todas partes, en Grecia, en Egipto, en Oriente Próximo, así se consideraba dentro de los círculos que importaban en lo que respecta a la cultura espiritual, pero no dentro del mundo romano. Es cierto que este mundo romano aún conservaba restos de aquella antigua sabiduría. El propio Plotino enseñó durante mucho tiempo en Italia, dentro del antiguo mundo romano. Pero en el antiguo mundo romano se había instalado un espíritu abstracto, un espíritu que ya no podía comprender en el sentido anterior el valor de la personalidad humana, el valor de lo esencial en general. El espíritu de lo conceptual se había instalado en la cultura romana, el espíritu de la abstracción; aunque todavía no como en épocas posteriores, pero como se encontraba en sus formas elementales, se mantuvo, diría yo, con mayor energía.

Y así, al comenzar el siglo IV d. C., vemos surgir en Italia una especie de escuela que emprende la lucha contra el antiguo principio de iniciación, que emprende la lucha contra la preparación del individuo para la iniciación. Vemos surgir una escuela que recopila y registra cuidadosamente todo lo que se ha transmitido de las antiguas iniciaciones. Esta escuela, que se desarrolla entre los siglos III y IV, tiene como objetivo perpetuar la esencia romana, sustituyendo el esfuerzo individual inmediato de cada persona por la tradición histórica. Y en este principio romano crece ahora el cristianismo. Precisamente esta escuela, que se encuentra en el punto de partida de ese cristianismo que no comienza hasta aproximadamente el siglo IV d. C., debería borrar todo lo que aún se podía encontrar dentro de la antigua iniciación sobre la presencia de Cristo en la personalidad de Jesús.

En esta escuela romana se tenía el principio siguiente: «Lo que enseñaba Ammonius Saccas, lo que enseñaba Jámblico, no debe llegar a la posteridad. Al igual que en aquella época se procedió de la manera más amplia posible a destruir los antiguos templos, a erradicar los antiguos altares, a aniquilar lo que quedaba del antiguo paganismo, de cierta manera se procedió espiritualmente a borrar todo lo que eran los principios descubiertos del mundo superior. Y así, por poner un ejemplo, en lugar de lo que aún se sabía de Jámblico y Ammonius Saccas, que el ser humano individual puede elevarse para comprender cómo Cristo toma su lugar en el cuerpo de Jesús, se sustituyó por el dogma de la naturaleza divina única o las dos naturalezas en la personalidad de Cristo. El dogma debía conservarse íntegramente y la comprensión, la posibilidad de comprender, debía ocultarse. En la antigua Roma se produjo la transformación de los antiguos caminos de la sabiduría en dogma. Y se hizo todo lo posible por destruir todas las noticias, todo lo que recordara lo antiguo, de modo que de personas como Ammonlus Sakkas o Jamblichos solo han quedado los nombres. De muchos otros que fueron maestros de sabiduría en las regiones meridionales de Europa ni siquiera han quedado los nombres. Así como se derribaron todos los altares, se destruyeron todos los templos y se quemaron hasta los cimientos, también se borró la antigua sabiduría, de modo que hoy en día la gente ni siquiera sospecha la sabiduría que aún se vivía en el sur de Europa durante los primeros cuatro siglos después del misterio del Gólgota.

Pero lo que había sucedido llegó a oídos de otras personas interesadas en tales asuntos, que vieron cómo la antigua civilización romana se desmoronaba a un ritmo vertiginoso y cómo se extendía el cristianismo. Pero después de que se hubiera borrado lo que, diría yo, se había preparado como una gloriosa recepción del misterio del Gólgota, solo se podía ver la unión de Cristo con Jesús en un dogma, que luego fue establecido de manera más o menos abstracta por los concilios a partir del espíritu romano-románico. Se borró la sabiduría viva y ocupó su lugar la abstracción, que luego continuó actuando como contenido de la revelación.

La historia de estas cosas parece haber sido borrada, pero en aquel entonces, en los primeros siglos del cristianismo, había muchas personas que decían: Sí, existen iniciados como Jamblichos. Son aquellos que hablaban del verdadero cristianismo. Para ellos, Cristo es el «Cristo». Pero, ¿qué hicieron los romanos cada vez más? Los romanos convirtieron el cristianismo en lo que solo se puede llamar «los galileos». Durante un tiempo, al comienzo de los siglos III y IV, fue una expresión que se utilizó para encubrir un gran malentendido. A medida que el cristianismo se entendía cada vez menos, se hablaba cada vez más de los galileos; cada vez se sabía menos del Cristo, cada vez se prestaba más atención a la personalidad humana del «galileo».

A partir de este entorno espiritual surgió Juliano, el llamado Apóstata, que aún había asimilado mucho de los discípulos de Jámblico y aún sabía algo sobre la existencia de un universo espiritual que se extiende hasta los elementos individuales de la naturaleza. De los discípulos de Jámblico, Juliano el Apóstata aún había oído, que en cada animal y en cada planta, actúan las fuerzas de las 360 potencias celestiales, las 72 potencias intermedias, las potencias planetarias y las 42 potencias terrestres. En aquella época todavía se entendía algo así, como se expresa maravillosamente en una leyenda que se cuenta en relación con la personalidad de Plotino y que tiene un profundo significado. Esta leyenda dice así: 

Ya había muchos que no querían creer que alguien pudiera estar inspirado por el espíritu divino y decían que quien afirmaba saber algo del mundo divino-espiritual estaba poseído por un demonio. Por eso Plotino fue llevado ante el templo egipcio de Isis, donde se decidiría qué demonio se había apoderado de él. Y cuando llegaron los sacerdotes egipcios, que aún tenían conocimiento de estas cosas, y, ante el altar de Isis, con todos los ritos cultuales que eran posibles en aquella época, examinaron a Plotino, he aquí que en lugar de un demonio, apareció la propia deidad. Así que en aquellos tiempos todavía existía la posibilidad de admitir, al menos, que se podía examinar si alguien llevaba dentro el dios bueno o un demonio.

Juliano el Apóstata aún oía hablar de tales cosas. Pero, por otro lado, en sus oídos aún resonaba algo parecido a aquel escrito que circuló mucho en los primeros siglos del cristianismo en el Imperio Romano y que se llamaba un sermón del apóstol Pedro, pero que era una falsificación. En este escrito se decía: «Mirad lo espiritual». ¡Eso es impío, no debéis hacerlo! No debéis ver nada divino y espiritual en la naturaleza, en los animales, en la familia; no debéis rebajaros a creer que hay algo divino en la trayectoria del sol o de la luna. Así le sonaba a Juliano el Apóstata, por un lado y por otro. Y sintió un profundo amor por la cultura helénica. Se convirtió en la trágica personalidad que quería hablar del cristianismo en el sentido de Jámblico.

Es imposible imaginar lo que habría sucedido en Europa si, en lugar del Imperio romano, hubiera triunfado el cristianismo de Juliano el Apóstata, si hubiera prevalecido su voluntad de reconstruir las escuelas de iniciación, de modo que las personas hubieran podido comprender por sí mismas cómo Cristo habitaba en Jesús y cuál era la relación de Cristo con los demás dioses populares. Juliano el Apóstata no quería destruir los templos paganos. Incluso quería restaurar el templo de Jerusalén, el templo judío. Quería restaurar los templos paganos y también se ocupó de los cristianos. Solo quería la verdad. Le molestaba sobre todo aquella escuela de la antigua Roma de la que he hablado, que quería borrar el antiguo principio de iniciación y que, de hecho, lo borró, y que solo quería sustituirlo por las tradiciones, las antiguas sabidurías de iniciación registradas.

Y se supo disponer las cosas de tal manera que, en el momento oportuno, Juliano fuera alcanzado por una lanza persa. En aquel entonces se pronunció una frase que desde entonces nunca ha sido comprendida, ni siquiera por Ibsen, pero que puede entenderse desde la tradición de la época: «¡Por desgracia, no ha vencido Cristo, el galileo!». Porque en ese momento de muerte, en ese momento agonizante, ante la mirada profética de Juliano el Apóstata se alzaba la perspectiva de que la visión del Cristo divino desaparecería cada vez más y que el «galileo», el hombre que solo procedía de la tribu de los galileos, sería venerado poco a poco como un dios. Todo el desarrollo que se produjo a partir de entonces, hasta que en la época moderna, en el siglo XIX, la teología perdió por completo al Cristo en Jesús, lo previó Juliano el Apóstata con una enorme visión profética en aquel entonces, a los treinta años de edad. Era apóstata en relación con lo que realmente estaba por venir. El Apóstata era en realidad un apóstol en relación con lo que era y debe volver a ser una comprensión espiritual del misterio del Gólgota.

Las capas geológicas más recientes siempre cubren las antiguas, y hay que atravesar las capas más recientes para llegar a las antiguas. Quizás no queramos creer lo gruesas que son las capas que se han ido depositando históricamente en la evolución del ser humano. Porque lo que se ha acumulado desde el siglo IV, bajo la influencia del romanismo, sobre las primeras concepciones del misterio del Gólgota, es muy grueso. Pero debemos encontrar la posibilidad de penetrar estas capas mediante conocimientos espirituales originales, para recuperar lo venerable, que ha sido barrido como espiritual, al igual que los antiguos altares paganos.

Los sacerdotes egipcios afirmaron que Plotino no albergaba en su interior a un demonio, sino a un dios. Sin embargo, en la Europa occidental se afirmaba que, en cualquier caso, albergaba a un demonio. Lean hasta llegar al discurso de Brentano «Qué tipo de filósofo marca a veces una época» y encontrarán lo siguiente: Los sacerdotes del templo egipcio afirmaron que en Plotino, el filósofo del siglo III d. C., no vivía un demonio, sino un dios; Brentano afirmó que en él no vivía un dios, sino un demonio.

Y eso es lo que ocurrió en el siglo XIX: que los dioses se consideraban demonios y los demonios dioses, que ya no se podía distinguir en el universo entre dioses y demonios. Pero eso sigue vivo en el caos de nuestra civilización.

Sí, da que pensar cuando se contemplan estas cosas con objetividad. Solo quería presentarles hoy un capítulo de la historia, de forma objetiva, porque, por supuesto, todo lo que ha sucedido históricamente tenía que suceder. Pero también tiene que ser así que, si era necesario que los seres humanos permanecieran sin saber ciertas cosas durante una determinada época, posteriormente se les informe de ellas y que realmente acepten esta información. 

Traduccion revisada por J.Luelmo