GA123 8 de septiembre de 1910 -Evangelio de S. Mateo 8ª conferencia

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EL REINO MALCHUT Y LOS REINOS DE LOS CIELOS

8 de septiembre de 1910

Ayer se dijo que a través del Evento de Cristo, las dos formas de Iniciación se convirtieron en procesos de importancia histórica mundial, y cuando esto se comprende completamente, personifica un aspecto esencial de ese Evento. Una forma de iniciación consistía en pasar por la experiencia diaria de despertarse del sueño de manera que al penetrar en sus cuerpos físico y etérico, las facultades de percepción de un hombre se desviasen del entorno físico y se dirigiesen hacia los procesos que operaban en dichos cuerpos. Fue sobre todo en los Misterios y centros de misterio del antiguo Egipto donde la Iniciación tomó esa forma. Los aspirantes eran dirigidos y guiados de una manera que les permitía evitar los peligros que entrañaban; en cierto sentido, se convertían en hombres cambiados, capaces durante el proceso de Iniciación de mirar hacia el mundo espiritual, para comenzar en la esfera de las fuerzas y seres espirituales que trabajan en los cuerpos físico y etérico. La Iniciación Esenia puede describirse como sigue. Después de haber vivido las 42 etapas, cuando un esenio había adquirido un conocimiento más íntimo de su naturaleza interior, de la verdadera naturaleza de su Ego y de que usando los órganos especiales transmitidos por herencia se hizo posible la visión espiritual, su conciencia era llevada más allá de las 42 etapas hasta tomar conciencia del Ser divino-espiritual que, como Jahve, o Jehová, había provocado la formación del primer órgano implantado en Abraham. Espiritualmente, los esenios tomaron conciencia en ese momento, de la importancia esencial de este órgano. Por lo tanto, estaba mirando en retrospectiva en la estructura de la naturaleza interior del hombre, en sí mismo como el resultado del mismo Ser divino-espiritual. El conocimiento de la naturaleza interior del hombre era el objetivo de esta Iniciación.

En la conferencia de ayer hablaba en un sentido general de lo que le está reservado a quien penetre en su propia naturaleza interior sin estar debidamente preparado. En primer lugar, se despiertan egoísmos de todo tipo y forma, que inducen al hombre a que se diga a sí mismo: acapararé todas las pasiones y emociones que están conectadas con mi Ego y que no quieren saber nada del mundo espiritual. ¡ Quiero tener conmigo esas fuerzas para poder identificarme con ellas, actuando y sintiendo a partir únicamente de mi propia naturaleza centrada en el ego! - El peligro es que un hombre que penetra en su propia naturaleza interna puede volverse extremamente egoísta, y esto también como una forma particular de ilusión para aquellos que se esfuerzan por lograr el mismo objetivo a través del desarrollo esotérico. En el último caso, el egoísmo adopta muchas formas que la persona en cuestión generalmente no reconoce; De hecho, cree que sus impulsos son lo contrario del egoísmo.

Una y otra vez se ha dicho que el camino hacia los mundos superiores exige conquistas internas. Pero hay muchos a quienes les gustaría recorrer ese camino sin ningún esfuerzo, a quienes les gustaría tener una visión de los mundos superiores, sin tener que soportar las experiencias que lo hacen posible; a tales personas no les gusta tener que superar todo tipo de impulsos inherentes a la naturaleza humana y quieren llegar a los mundos superiores, evitando al mismo tiempo todos esos impulsos. No se dan cuenta de que permitir que los sucesos asiduos y normales en este camino sean la causa del descontento es a menudo un signo de egoísmo extremo. Todo individuo realmente debería preguntarse: ¿No se podría evitar que, como ser humano, se despierten ese tipo de poderes? Pero aunque se ha insistido una y otra vez que en cierto momento sucederá algo por el estilo, estas personas aún están desconcertadas. Digo esto, simplemente porque quiero señalar las ilusiones y los conceptos erróneos en los que todos pueden sucumbir. También debe recordarse que los hombres de nuestro tiempo se han vuelto muy cómodos y preferirían recorrer el camino hacia los mundos superiores con las comodidades de que disponen en la vida cotidiana. Pero las comodidades mas solicitadas en ciertos ámbitos de la vida simplemente no pueden estar disponibles a lo largo del camino que conduce al mundo espiritual.

En tiempos pasados, un hombre que emprendía este camino a través del proceso de Iniciación que le guiaba hacia su naturaleza interna, entraba en el ámbito donde los propios poderes divino-espirituales trabajan en sus cuerpos físico y etérico. Tal hombre podía dar testimonio de los secretos del mundo espiritual y contar a sus semejantes las experiencias vividas en los Misterios mientras era guiado hacia su propia naturaleza interna y, con ello, hacia el mundo espiritual. Pero con ese proceso estaba conectado algo. Cuando el Iniciado salía de los mundos espirituales, podía decir: yo he contemplado el reino de la existencia espiritual; pero fue porque me ayudaron! Los ayudantes del hierofante me mantuvieron a salvo durante el tiempo en que los seres demoníacos de mi propia naturaleza me habrían desposeído de lo mejor de mi. Pero dado que su visión del mundo espiritual se debía a los ayudantes del exterior, pasaba a depender permanentemente de esa "Iniciación Colegiada", de aquellos que habían sido sus ayudantes. Llevaba consigo al mundo las fuerzas de los seres que habían ayudado en su Iniciación.

Todo esto iba a cambiar y a poner fin a esa dependencia. Los aspirantes a la Iniciación dependerían cada vez menos de aquellos que eran sus maestros e iniciadores. Para esta ayuda intervino un factor de fundamental importancia. En un momento determinado de nuestra existencia se despierta en nosotros, en nuestra conciencia cotidiana, un sentimiento claro y distinto del "yo". A menudo se ha hablado de esto, y en mi libro Teosofía también se refiere al momento en que el ser humano comienza a darse cuenta de sí mismo como un "Yo", un Ego, una experiencia que para un animal no es posible. Si un animal observara su naturaleza interna en la forma que lo hace un ser humano, no encontraría un Ego individual, sino un Ego grupal; se sentiría pertenecer a un grupo completo. Este sentimiento de egoísmo era suprimido en las antiguas Iniciaciones cuando un hombre se elevaba a los mundos espirituales y por todo lo que he dicho se darán cuenta de que aquella fue una medida beneficiosa. Porque todos los impulsos individualistas, pasiones y demás que tienden a separar al hombre del mundo externo están vinculados con el sentimiento de egoísmo. Para evitar que las pasiones y las emociones alcanzaran una cierta fuerza, era necesario atenuar el sentimiento del egoísmo. La conciencia durante las iniciaciones en los antiguos misterios no era como la de los sueños, sino que se suprimía el sentimiento de egoísmo. El objetivo ahora, desde el Misterio del Gólgota, era que un hombre se sometiera a la Iniciación siendo plenamente consciente del funcionamiento del Ego en él durante las horas de la vida de vigilia. El enturbiamiento del Ego que siempre había formado parte del proceso de la Iniciación antigua, debía cesar. Esto, por supuesto, solo puede ocurrir gradualmente con el transcurso del tiempo, pero efectivamente ya se ha logrado hoy en gran medida en todas las iniciaciones debidamente constituidas; El sentimiento de egoísmo no se extingue cuando un hombre se eleva a los mundos superiores.

Ahora estudiaremos con mayor detalle una Iniciación de los tiempos pre-cristianos, por ejemplo, la de los Esenios. La supresión del sentimiento de egoísmo estaba, en cierto sentido, asociada con esta Iniciación también. Aquello que le da al hombre el sentimiento, del "yo", del egoísmo, de la existencia terrenal, que le permite tener percepciones externas, tuvo que ser suprimido. Solo necesitan pensar en un aspecto muy elemental de la vida cotidiana para darse cuenta de que en el diferente estado de existencia durante el sueño, cuando el hombre está en el mundo espiritual, no tiene conciencia de "yo". Es en la vida de vigilia cuando únicamente tiene conciencia, cuando se retira del mundo espiritual y su mirada se dirige al mundo físico de los sentidos. Así sucede hoy en los hombres y también en aquellos entre los cuales Cristo trabajó en la Tierra. En un hombre que pertenece a la época actual de la existencia de la Tierra, el "yo" no está despierto, en condiciones normales, en el mundo espiritual. Sin embargo, lo esencial de la iniciación cristiana, es que el "yo" permanezca tan plenamente despierto en los mundos superiores como en el mundo físico externo. Piensen en el momento del despertar. El hombre emerge de un mundo superior y desciende a sus cuerpos físico y etérico. En ese momento, sin embargo, no se da cuenta de los procesos internos de esos cuerpos, porque su facultad de percepción se desvía de inmediato hacia su entorno. Ahora bien, todo sobre lo que el hombre deposita su mirada al momento de despertarse, todo lo que está en sus inmediaciones, ya sea por percepción física a través de los ojos o los oídos, o captado con el intelecto unido al órgano físico del cerebro, de hecho, todo lo que percibe en el entorno físico, en la doctrina secreta hebraica, era designado como Malkhut, el 'Reino'. Esta era la expresión utilizada para todo aquello en lo que el "yo" del hombre podía participar conscientemente. La interpretación más precisa de lo que se transmitía en la antigüedad hebraica por la expresión 'Reino' es esta: aquello en lo que el 'yo' humano puede estar presente conscientemente, principalmente, el Reino denota el mundo de los sentidos, el mundo en el que el hombre vive despierto con plena conciencia del ego.

Sigamos ahora las etapas de la antigua Iniciación mientras un hombre penetraba en su propia naturaleza interior. La primera etapa, antes de que pudiera penetrar en su cuerpo etérico y tomar conciencia de sus secretos, no es difícil de imaginar. Como sabemos, las envolturas externas de un ser humano consisten en el cuerpo astral, el cuerpo etérico y el cuerpo físico. Un aspirante para este tipo de Iniciación debe poder ver conscientemente a través de su cuerpo astral, digamos, como desde adentro. Primero debe experimentar su cuerpo astral desde adentro para poder penetrar en la naturaleza interna de sus cuerpos físico y etérico. Ese es el portal a través del cual debe pasar. Le esperan experiencias nuevas, siempre nuevas, experiencias tan objetivas como a las que se enfrenta en el mundo externo.

Si calificamos como el "reino" a los objetos del mundo sensible en torno nuestro, podemos distinguir tres reinos, aunque en el antiguo lenguaje hebreo no se hacía tan exacta distinción, a saber: el reino mineral, el reino vegetal y el reino animal. Empero, en el antiguo lenguaje hebreo todos los tres reinos eran uno solo: "el reino". Así como nuestra mirada con plena conciencia del yo, abarca a animales, plantas y minerales del mundo de los sentidos, así también la mirada que penetra en el propio interior percibe todo cuanto se le ofrece en el cuerpo astral. El hombre no lo ve por medio de su yo, sino que el yo utiliza los instrumentos del cuerpo astral. Y lo que el hombre ve conscientemente mediante otra capacidad de percepción, con presencia de su yo en el mundo con el que le unen los órganos astrales, se denomina con tres términos del antiguo lenguaje hebreo. Así como tenemos los reinos animal, vegetal y mineral, el antiguo hebreo especifica la triplicidad que se percibe al encontrarse en el cuerpo astral, como Nezach, Jesod y Hod. Para traducir adecuadamente estos términos conforme al espíritu precristiano, habría que valerse del tacto lingüístico, ya que las traducciones lexicológicas corrientes de nada sirven. En realidad, el significado del fonema Hod se podría expresar mediante la formula: "Ser espiritual que se manifiesta hacia fuera". Obsérvese claramente: la palabra Hod equivaldría a un elemento espiritual de característica astral que se manifiesta y que tiende a extenderse hacia afuera. Por otra parte, la palabra Nezach expresaría, en sentido mas grosero, el "manifestarse hacia afuera". Tal caso podríamos decir que es algo que "se evidencia como impenetrable". En los manuales modernos de la física, figura algo en forma de un concepto que en realidad tendría que ser una definición (si bien no es cuestión de lógica): la definición de que los cuerpos físicos son "impenetrables". En su lugar tendría que formularse así: "Se denomina cuerpo físico al que obedece a la condición de que en su lugar no puede al mismo tiempo encontrarse otro". Esto debería contar como una definición, pero en lugar de eso se crea un dogma, y se dice: los cuerpos del mundo físico tienen la calidad de impenetrabilidad, mientras que la fraseología correcta sería que dos cuerpos no pueden estar en el mismo lugar simultáneamente. Eso, sin embargo, es un asunto que pertenece a la filosofía. La auto-manifestación en el espacio para que todo lo demás quede excluido se expresaba con la palabra Netzah: este sería un matiz mucho más denso de Hod. Lo que está entre los dos se indicaba por la palabra Yesod.

Tenemos pues, tres matices diferentes: primero, el Hod, la manifestación de un hecho astral que se anuncia hacia afuera; después el Nezach que corresponde a la forma más grosera en que los objetos se nos presentan físicamente impenetrables; finalmente el Jesod al que corresponde el matiz intermedio. Estas tres palabras caracterizaban las tres diferentes cualidades o atributos de los seres del mundo astral.

Ahora podemos seguir las experiencias del aspirante a la Iniciación a través de las etapas posteriores que conducen a su naturaleza interna. Una vez había pasado por las etapas necesarias en su cuerpo astral, penetraba en su cuerpo etérico, donde se volvía consciente de realidades superiores a las designadas por estas tres palabras. ¿Por qué superiores? se preguntarán. Hay una razón particular para ello, una de las cuales debe tenerse en cuenta si desea comprender la estructura interna del mundo y del hombre. Deben recordar ustedes que las fuerzas espirituales más elevadas, son aquellas que han trabajado en lo que nos parecen las manifestaciones más bajas del mundo externo. A menudo he llamado su atención hacia esto, especialmente en relación con la naturaleza y la constitución del hombre.

Describimos al hombre como constituido por un cuerpo físico, un cuerpo etérico, un cuerpo astral y un ego. El Ego o "yo" del hombre es, en cierto sentido, el más alto de sus miembros; pero en la etapa en que se encuentra hoy, es el "bebé" de los cuatro. En la actualidad, el "yo" está en la etapa más baja, sin embargo, contiene los rudimentos de la perfección más alta que puede alcanzar el hombre. Por otro lado, el cuerpo físico es, a su manera, el miembro más perfecto, aunque esto se debe, no al hombre mismo, sino al trabajo realizado por Seres divino-espirituales a través de las épocas evolutivas del Antiguo Saturno, el Antiguo Sol y la Antigua. Luna, el cuerpo astral también ha alcanzado una etapa de mayor perfección que el Ego. El Ego es el miembro de nuestro ser con el que nos identificamos. Cualquiera que se lo proponga, (salvo que cierre deliberadamente sus ojos a la realidad), solo necesita mirar dentro de sí mismo para encontrar su Ego. Pero por otro lado, ¡piensen cuán lejos está el hombre de comprender los misterios de su cuerpo físico! Los seres divino-espirituales han estado trabajando en el cuerpo físico humano no solo durante millones de años, sino durante millones y millones para perfeccionar su estructura actual. Entre el cuerpo físico y el ego están el cuerpo astral y el cuerpo etérico. Comparado con el cuerpo físico, el cuerpo astral es un miembro imperfecto, que contiene deseos, pasiones, emociones, etc. Debido a las fuerzas y a la naturaleza del cuerpo astral, el hombre disfruta de muchas cosas que son directamente perjudiciales para la constitución del cuerpo físico, aunque el cuerpo etérico, situado entre ellos, actúa como un control. El hombre disfruta de muchas cosas que son veneno para el corazón; Si dependiera solo del cuerpo astral, su salud pronto se vería socavada. Debe su salud por completo al hecho de que el corazón humano está tan perfectamente construido que es capaz de resistir los ataques del cuerpo astral durante muchas décadas. Cuanto más profundamente penetremos en la constitución del hombre, mayores serán las fuerzas espirituales que han trabajado en sus miembros. Podría decirse que nuestro "yo" ha sido ofrendado por los dioses más jóvenes, los poderes divino-espirituales más jóvenes; y que por contra, dioses mucho más antiguos han plasmado en nuestros miembros inferiores esa perfección que el hombre hoy apenas comienza a comprender y menos aún de producir, con los medios a su alcance, la maravillosa estructura creada por los seres divino-espirituales.

Esta perfección era percibida y experimentada en un sentido muy especial por aquellos que a través de una Iniciación Esenia, por ejemplo, penetraban en las regiones internas del ser del hombre. Un Iniciado Esenio se decía: "Cuando haya completado las primeras catorce etapas, accederé a mi cuerpo astral, allí me enfrentaré a todas las pasiones y emociones asociadas con él, debidas a cualquier posible anomalía que haya podido causar en mi cuerpo astral durante mi encarnación. Pero todavía no he estado en condiciones de causar tanto daño a mi cuerpo etérico como a mi cuerpo astral. Mi cuerpo etérico aún mantiene mucho de lo divino, es mucho más puro; eso se revela en mi cuando atravieso las segundas catorce etapas". Y tenía la sensación de que al resistir los ataques de su cuerpo astral, había superado el mayor obstáculo relacionado con las primeras catorce etapas y ahora había pasado a las esferas llenas de luz de su cuerpo etérico, cuyas fuerzas no están a su alcance para herirlas como lo están en el cuerpo astral.

Lo que un hombre contemplaba en esta segunda etapa, estaba indicado en la doctrina secreta de los antiguos hebreos mediante tres expresiones, todas las cuales son extremadamente difíciles de interpretar en nuestro idioma moderno. Esas tres expresiones eran Gedulah (o Hesed), Tipheret, Geburah. Tratemos de imaginar los tres reinos de experiencia designados por estas palabras.

Cuando un hombre adquiría conciencia de las realidades que se le revelaban en su cuerpo etérico, el efecto expresado por la primera palabra, Gedulah, era una representación, un concepto, de majestuosidad y grandeza en el mundo espiritual, representaba todo aquello que da la impresión de un poder abrumador. Por otro lado, la palabra Geburah, aunque relacionada con Gedulah, expresaba un matiz de grandeza muy diferente: grandeza privada de cierta calidad a través de la actividad. Geburah expresaba ese matiz de grandeza, de poder, que se manifiesta externamente para proyectarse, para afirmarse en el mundo exterior como una fuerza independiente. Mientras que la expresión "Gedulah" implicaba que el efecto producido se debía a la excelencia intrínseca, Geburah transmitía la impresión de una especie de agresividad, de algo que se afirmaba externamente a través de un comportamiento agresivo. Tipheret era la palabra usada para designar la grandeza en reposo dentro de sí misma, riqueza interna que se manifiesta externamente pero sin ningún elemento de agresividad, dando expresión a la grandeza espiritual a través de su propia naturaleza. Transmitir lo que implica esta palabra solo sería posible combinando nuestros dos conceptos de Bondad y Belleza. Un ser que trae su riqueza interior a la expresión en su forma externa nos parece hermoso; y un ser que trae su propia excelencia intrínseca a la expresión externa, nos parece bueno. Pero en la doctrina secreta de los antiguos hebreos, estos dos conceptos se unen, como Tipheret. - Así, al penetrar en su cuerpo etérico, un hombre entraba en contacto con seres que se expresan a través de estas tres cualidades.

La siguiente etapa es la del descenso en el cuerpo físico. Donde el hombre llegaba a conocer al más antiguo entre los Seres divino-espirituales que han contribuido a la creación del cuerpo físico. Recuerden que en los artículos contenidos en el libro "De la Crónica del Akasha", y en "La Ciencia Oculta - un esquema", se decía que el primer germen del cuerpo físico humano surgió en el Antiguo Saturno. Seres espirituales muy sublimes, los Tronos, sacrificaron su propia sustancia de voluntad para que surgiera el primer germen del cuerpo físico del hombre; y seres espirituales sublimes trabajaron en este germen durante el curso posterior de la evolución a través de las evoluciones de Saturno, Sol y Luna. En las conferencias sobre El Génesis, impartidas en Múnich, describí cómo estos elevados Seres espirituales continuaron su trabajo durante estos períodos precedentes, organizando y elaborando este germen del cuerpo físico humano hacia etapas cada vez más altas, culminando en el maravilloso organismo físico, que consiste en cuerpo etérico, cuerpo astral y ego, en el que el El ser humano puede hoy encarnar.

Cuando un hombre era capaz de penetrar en su naturaleza más íntima, se hacía consciente de aquello que se describe en las enseñanzas secretas hebraicas, como la encarnación de cualidades que solo deben concebirse reflexionando sobre la sabiduría más elevada que puede alcanzar el alma humana. El hombre considera la sabiduría como un ideal; se siente elevado a un nivel superior cuando puede infundir sabiduría en cualquier parte de sí mismo. Aquellos (entre los esenios) cuya conciencia penetraba en el cuerpo físico sabían que ahora se estaban acercando a Seres cuya naturaleza y sustancia consistían en lo que el hombre puede adquirir en una medida muy pequeña, cuando se esfuerza por obtener la sabiduría no solo mediante actos de cognición ordinaria sino a través de duras y pesadas experiencias anímicas, obtenidas solo a lo largo de muchas encarnaciones. Incluso entonces solo se adquiere una cierta cantidad de sabiduría; porque hasta que no se haya buscado en todas las formas posibles, no se podría decir que alguien la posee por completo. En esta etapa de la Iniciación, un Esenio descubría la existencia de Seres que se revelaban como Seres de Sabiduría, Seres cuya cualidad intrínseca se manifestaba como una sabiduría pura e inspiradora. Esta cualidad se expresaba en la doctrina secreta de los antiguos hebreos por la palabra Hokhmah, traducida hoy como "Sabiduría".

Un matiz particular de este atributo o cualidad de la sabiduría, es nuevamente una cierta densificación. Esta está presente en el hombre pero la adquiere solo en pequeña medida en su individualidad. Sin embargo, al penetrar en el cuerpo físico desde adentro, un hombre vuelve a encontrarse con Seres que poseen esta cualidad, es una densificación de la sabiduría, en un grado tan marcado que parece irradiar literalmente de ellos. Es la cualidad expresada en la doctrina secreta de los antiguos hebreos por la palabra Binah, y es similar a lo que puede evocarse en el hombre, cuando pone en juego su razonamiento. El hombre adquiere el poder del razonamiento solo hasta un cierto límite. Pero cuando se usa la palabra Binah debemos pensar en Seres completamente impregnados de lo que la razón alcanza. Binah es un matiz más denso de Hokhmah. Por lo tanto, cuando en la doctrina secreta hebraica se hacía referencia a la Sabiduría creativa original de la que nacieron los mundos, Hokhmah se comparaba con un manantial de agua y Binah con un mar, lo que indica un cierto grado de densificación.

Lo mas sublime que se alcanzaba al descender en el cuerpo físico, se denominaba Keter. Es casi imposible encontrar una expresión para interpretar esta palabra; solo simbólicamente se puede señalar la cualidad que aparece como una vaga idea de lo que son las cualidades de sublimes entidades divino-espirituales. Por esta razón se caracteriza esa cualidad mediante un símbolo por el cual el hombre se eleva por encima de si mismo y que se emplea para expresar lo supremo de ella: Corona sería la traducción adecuada. Las siguientes, son por tanto las cualidades o atributos de los Seres cuyo reino alcanza el hombre cuando penetra dentro de sí mismo en su propia naturaleza interna.

Pueden imaginarse que en una Iniciación Esenia un hombre experimentaba experiencias completamente nuevas, cuando las cualidades y atributos a los que hemos hecho referencia se convertían en realidades para él.

¿Qué tenía de particular una Iniciación Esenia en comparación con el carácter y la forma de Iniciación promulgada entre los pueblos vecinos? Todas las iniciaciones antiguas estaban adaptadas para provocar la supresión del sentimiento de "yo" que un hombre tiene cuando mira Malkhut, el Reino. La sensación de "yo" debía ser eliminada. Por lo tanto, en la Iniciación, un hombre tendría que dejar de ser como era en el mundo físico. Es cierto que era llevado hacia el mundo espiritual, pero como Iniciado no podía ser hombre en el mismo sentido que era hombre en el Reino, en Malkhut. En relación con las Iniciaciones antiguas, por lo tanto, se hacía una clara distinción entre lo que un hombre experimentaba como Iniciado, por un lado, y dentro de su Ego, por el otro.

Si tuviéramos que dar una breve indicación de las condiciones que comportaba la Iniciación, en las escuelas secretas de la antigüedad en comparación con las que se obtienen en la vida pública, tendríamos que decir lo siguiente. Que nadie crea que puede retener el mismo sentimiento del yo que tiene en el Reino, en Malkhut, si aspira a convertirse en un Iniciado. Experiencias maravillosas y gloriosas de los tres veces tres atributos, vienen a él a medida que va alcanzando etapas cada vez más altas; pero debe descartar por completo el sentimiento del ego que le es propio en el mundo externo. Las experiencias designadas por las palabras Netzah, Yesod, Hod, etc., no se pueden llevar al Malkliut, no puede permanecer asociado con el sentido del ego ordinario del hombre. Esa era la convicción sostenida universalmente. Y cualquiera que se atreviese a contradecir este principio en la antigüedad habría sido considerado como un tonto, un loco y un mentiroso.

Los esenios fueron los primeros en enseñar que llegaría el momento en que todo lo que está arriba sería derribado, para que el hombre pudiera experimentarlo manteniendo intacto su sentido del ego. Los griegos hablaban de "Βασιλεια τωυ ο ραυωυμ " (los Reinos del Cielo). Fueron los Esenios quienes primero impartieron la enseñanza sobre la venida de Aquel que derribaría al 'Yo', al Ego que vive en Malkhut, lo que está arriba en los 'Reinos del Cielo'. Y esto también se enseñaba con palabras de asombroso poder inspirador por Jeschu ben Pandira a los Esenios y a algunos de aquellos que le rodeaban. La esencia de su enseñanza tal como sería transmitida en el futuro inmediato a través de su alumno Mathai (Matthew) puede indicarse brevemente de la siguiente manera.

Mediante la inspiración que recibió del sucesor del Buda Gautama, el Bodhisattva que eventualmente se convertirá en el Buda Maitreya, Jeschu ben Pandira enseñó a tal efecto. "Hasta ahora, los Reinos del Cielo no podían ser llevados a Malkhut, al reino al que pertenece el Ego del hombre. Pero cuando hayan transcurrido las tres veces catorce generaciones y por tanto se haya cumplido el tiempo, nacerá de la progenie de Abraham de la rama de David, del tallo de Jesé (Jessians = Esenios), alguien que introducirá los nueve atributos de los Reinos del Cielo en el reino en el que el "Yo" del hombre está activamente presente." Esta enseñanza fue la causa de que Jeschu ben Pandira fuese apedreado por blasfemo, ya que, (aquellos que se negaban a admitir o reconocer que puesto que la humanidad progresa, algo que es correcto para un período no es necesariamente adecuado para otros), lo consideraron la violación más grave de los principios de Iniciación.

Luego llegó el tiempo en que se cumplió la profecía, cuando las tres veces catorce generaciones habían transcurrido y pudo surgir de la sangre del pueblo una constitución corporal en la que Zarathustra pudiese encarnar, y posteriormente, habiendo logrado el consiguiente desarrollo por los medios disponibles en el cuerpo del Jesús Nathanico, pudo ofrecer ese cuerpo al Cristo. Había llegado el tiempo en que el precursor de Cristo había declarado que los Reinos del Cielo se acercarían al Ego que vive en el mundo externo, en Malkhut.

Ahora nos daremos cuenta de la naturaleza de la tarea a la que se enfrenta Cristo después de la tentación. Había resistido la Tentación a través del poder de Su propio ser, a través del principio que en un hombre hoy llamamos el "Yo", el Ego. Había salido victorioso de todos los ataques y tentaciones a los que se ha de enfrentar quién penetre en sus propios cuerpos astral, etérico y físico. Esto se muestra claramente en la historia. El egoísmo en todas sus formas está presente de tal manera que se revela con su mayor intensidad posible.

En una persona que se esfuerza por el desarrollo esotérico, tiende a persistir un factor que es el de ocuparse únicamente de su propia personalidad. Precisamente en aquellos que desean encontrar su camino hacia el mundo espiritual, es muy frecuente encontrar el hábito de que les gusta hablar de su propia personalidad encantadora, ocupándose de ella a cada momento del día. Mientras que en otras circunstancias tales personas pueden abstenerse deliberadamente de adoptar tal actitud cuando se esfuerzan por desarrollarse o tal vez cuando se convierten en antropósofos, ahora comienzan a prestar gran atención a su propio Ego; y por eso surgen ilusiones de todos lados, ilusiones de las que anteriormente estaban a salvo porque eran desviadas por las demandas ordinarias de la vida. Esto es así porque, lo que realmente quiere una persona es ser un Ego, completamente independiente del mundo externo. Pero a menudo cae en el error de querer ser tratado como un niño al que se le dice claramente lo que debe hacer. Quiere ser algo más que un hombre que establece su propia dirección y objetivo de acuerdo con lo que la vida esotérica le enseña. Todavía no ha comenzado a reflexionar sobre eso, pero tiene la sensación de que la dependencia del mundo externo es un factor perturbador, especialmente cuando quiere ser absolutamente libre y prestar toda su atención a los dictados de su propio egoísmo. Pero hay un hecho, aunque parezca trivial, que le impide separar su vida corporal al menos del mundo circundante; ¡Este hecho es que los seres humanos están obligados a comer! Es un hecho trivial pero es fatalmente cierto. Podemos aprender de lo impotentes que somos sin el mundo que nos rodea. Es un ejemplo mordaz de nuestra dependencia del mundo circundante sin el cual no podríamos vivir; somos realmente como un dedo en nuestra mano: si lo cortamos se marchita. Por lo tanto, una consideración bastante trivial puede mostrarnos hasta qué punto dependemos del mundo circundante.

El egoísmo en su máxima expresión puede tomar la forma de este deseo: si tan solo pudiera independizarme del mundo circundante; ¡Ojalá fuera capaz por mi mismo de conjurar la existencia por medio de la magia, existencia que como ser humano común necesito en la vida física pero que me hace ser muy consciente de mi dependencia del mundo que me rodea! Tal deseo puede surgir realmente en aquellos que buscan alcanzar la Iniciación. Incluso puede despertarse el odio al darse cuenta de que se es dependiente del medio ambiente e incapaz de conjurar los medios de alimentación a través de la magia. Parece extraño decir eso, pero aunque los deseos que inicialmente surgen a pequeña escala cuando una persona se esfuerza por desarrollarse, parecen paradójicos, en su fase extrema se vuelven francamente absurdos. Un hombre generalmente no se da cuenta de que tiene tales deseos. De hecho, ningún ser humano los tiene con tanta fuerza como para auto-engañarse reclamando el poder de crear alimentos por magia, de sostener la vida mediante algo que no se derive del mundo externo, de Malkhut. Pero en una situación extrema, alguien podría desear: si tan solo pudiera vivir en mi cuerpo astral y en mi ego, tan plenamente que pudiera confiar totalmente en mis necesidades, ¡ya no dependería del mundo circundante!

Esta es la forma de tentación que se suscita. Y en el caso de Aquel que iba a sufrirla en su máxima intensidad, se caracteriza en la frase que el Tentador enfrentándose a Cristo Jesús le sugiere: "Convierte las piedras en pan". Esta es la tentación en su forma extrema. El descenso al propio ser interno de un hombre se describe de manera maravillosa en la historia de la tentación de San Mateo.

Después de que el aspirante a la Iniciación ha penetrado en su cuerpo astral, enfrentándose a todas las emociones y pasiones que podrían haberlo convertido en un egoísta absoluto, llega la segunda etapa. Al percibir todo eso, en lugar de resistirlo y superarlo, a un hombre le gustaría sumergirse en los cuerpos físico y etérico. Esa es una situación que bien podría describirse como un arrojarse al abismo. Y así es como se describe realmente en el Evangelio de San Mateo: el hombre se sumerge en lo que hasta ahora apenas había podido deteriorar, a saber, los cuerpos etérico y físico. Pero primero deben haber sido superadas las pasiones y las emociones. El Ser Crístico lo sabe y al enfrentarse al Tentador, habiendo vencido las fuerzas por Su propio poder, declara: ¡No tentarás al Ser ante quien deberías rendirte!

Después viene la tercera etapa: la penetración en el cuerpo físico. Cuando este descenso a los cuerpos físico y etérico toma la forma de tentación, es una experiencia que durante el proceso de Iniciación, puede llegar a cada ser humano en la etapa en que se ve a si mismo desde adentro. Luego percibe todo lo que está contenido en los tres atributos más elevados. Esto es como un mundo para él, pero, para empezar, un mundo de ilusión solamente, un mundo que no puede ver como una verdad intrínseca a menos que penetre a través de la envoltura del cuerpo físico y se eleve a esos seres espirituales que no están realmente dentro del cuerpo físico sino solo trabajando en él. Si no nos deshacemos del egoísmo, siempre es el tentador del mundo físico, Lucifer o Diabolus, quien desea engañarnos sobre nuestro propio ser. Nos promete todo lo que viene a nuestro encuentro, aunque sea simplemente el producto de nuestra propia maya, nuestra propia ilusión. Si este espíritu de egoísmo no nos abandona, contemplaremos un mundo entero, pero un mundo de engaño y mentiras. Ese mundo es el que Lucifer nos promete. No creamos que es un mundo de verdad si entramos en este mundo, sino que permanecemos en maya si finalmente no nos liberamos de él.

A ojos de la humanidad esas tres etapas de las tentaciones que vivió El Ser Crístico, son como un modelo y ejemplo a seguir. Una vez que las Tentaciones habían sido experimentadas y resistido a ellas, fuera de los santuarios de los Misterios, gracias al poder de un Ser que moraba en las tres envolturas humanas, se dio el impulso por el cual fue posible que el hombre en el curso futuro de la evolución, se elevara al mundo espiritual con la "conciencia del yo", que pertenece al reino externo de Malkhut. Los dos mundos ya no debían estar separados y el hombre debía ser capaz de ascender a los mundos espirituales con el "yo" que vive en Malkhut. Esto se logró para la humanidad a través de la victoria sobre la Tentación como se relata en el Evangelio de San Mateo. Un Ser que vivía en la Tierra ahora había proporcionado el modelo para el ascenso del "yo" humano desde el reino de Malkhut a los mundos superiores y los reinos de la existencia.

¿Cuál fue el resultado de que el Ser Crístico viviese como un evento histórico, un hecho que hasta entonces solo era experimentado en el secreto de los Misterios? El resultado natural fue la predicación del Reino. Por lo tanto, el Evangelio de San Mateo primero relata las Tentaciones y después describe las etapas de la ascensión del Ego, el "Yo", que en adelante podrá experimentar conscientemente el mundo espiritual. El secreto del 'yo' que, de acuerdo con el modo de conciencia que prevalece en el mundo externo, se eleva al mundo espiritual: este secreto, como se relata en el Evangelio de San Mateo, ahora debía ser revelado a través del Ser Crístico durante el tiempo que siguió a las tentaciones. Después vienen los capítulos que comienzan con el Sermón de la Montaña y que presentan la concepción dada por Cristo del Reino, de Malkhut. Tales son las profundidades que se deben comprender en el Evangelio de San Mateo. Las fuentes y elementos básicos de este Evangelio deben buscarse en las enseñanzas secretas no solo de los esenios, sino también en las que existen en todo el mundo de la antigua cultura hebraica y griega. Sentimos por dicho texto la profunda reverencia que surge, (como se dijo en las conferencias de Munich), cuando recurrimos a los registros que nos legaron los videntes de antaño, enriquecidos con los hallazgos de la investigación científico-espiritual. Sentimos que tales registros nos hablan a través de las edades. Es como si se hiciera audible, un lenguaje espiritual en el que grandes individualidades conversaran entre sí a través de los siglos, audible por supuesto, solo para aquellos que entienden las palabras del Evangelio: "El que tenga oídos para oír, que oiga!" Pero al igual que en el pasado remoto tuvieron que suceder muchas cosas para que los oídos físicos pudieran formar parte de nuestro organismo, ese también es en el caso de los oídos espirituales a través del cual comprendemos lo que se dice en esos grandes registros espirituales.

El propósito de la ciencia espiritual moderna es permitirnos leer y descifrar estos registros espirituales. Mientras no adquiramos una idea de la verdadera naturaleza del Reino, en Malkhut, no podremos entender el capítulo en el comienzo del Evangelio de San Mateo: “Bienaventurados los que son pobres de Espíritu; ¡porque a través de ellos mismos, a través de su propio Ego, encontrarán los Reinos del Cielo!”. Un Iniciado de la antigüedad le habría dicho a un hombre: “Buscas en vano los Reinos del Cielo, en tu propio Ego”. Pero Cristo Jesús dijo: “Ha llegado el tiempo en que los hombres encontrarán el Espíritu en sus propios Egos, cuando busquen los Reinos del Cielo”.

El histórico Evento de Cristo consiste en llevar los profundos secretos de los misterios al mundo externo. En este sentido, estudiaremos ese Evento aún más de cerca, y así entenderán cómo interpretar las Bienaventuranzas en el Sermón de la Montaña.



traducción de Julio Luelmo abril 2020

GA123 7 de septiembre de 1910 -Evangelio de S. Mateo 7ª conferencia

                                                                                      Índice

EL ACONTECIMIENTO DE PALESTINA COMO EJEMPLO Y CONSUMACIÓN DE LA GRAN INICIACIÓN

7 de septiembre de 1910

Si queremos, hasta cierto punto, entender el significado del evento de Cristo para la evolución de la humanidad, debemos volver a referirnos a un hecho ya conocido por aquellos de ustedes que oyeron las conferencias impartidas el año pasado en Basilea sobre el Evangelio de San Lucas. Es necesario hablar de esto hoy, porque estudiaremos el Evento de Cristo en líneas generales y en las siguientes conferencias procederemos a completar los detalles. Pero para trazar este esquema general, debemos recordar una verdad fundamental de la evolución humana, a saber, que en el curso de la misma los hombres adquieren constantemente nuevas facultades y alcanzan cada vez etapas de mayor perfección. En su aspecto externo, este hecho se evidencia simplemente mirando hacia atrás, al período relativamente corto que cubre la historia ordinaria, y percibir cómo en el transcurso del tiempo se desarrollaron nuevas facultades, dando lugar finalmente a la civilización y cultura modernas. Sin embargo, si una facultad particular debe despertar en la naturaleza humana y eventualmente ser alcanzable por todos, esta facultad debe aparecer en algún lugar por primera vez en una forma especialmente significativa.

En las conferencias sobre el Evangelio de San Lucas, les hablé del "Sendero Óctuple" que los hombres pueden seguir si se adhieren a la corriente que fluyó en la evolución de la humanidad a través del Buda Gautama. Por lo general, se dice que este Sendero Óctuple consiste en lo siguiente: visión correcta, comprensión correcta, discurso correcto, acción correcta, vocación correcta, aplicación correcta, memoria o recuerdo correctos, contemplación correcta. [Nota 01] Estos son atributos de la vida del alma. Se puede decir que desde la época de Gautama Buddha, la naturaleza humana ha alcanzado una etapa en la que el hombre puede desarrollar

gradualmente en sí mismo, como facultades intrínsecas propias, los atributos de este Sendero Óctuple. Antes de que Gautama Buda viviera en la Tierra en la encarnación en la que alcanzó la etapa de Buda, esto habría estado fuera del alcance de la naturaleza humana. Por lo tanto, debemos tener claro lo siguiente. Para que en el transcurso de cientos de miles de años estas facultades pudieran desarrollarse de forma gradual en hombres individualmente, fue esencial el impulso inicial que se le dio a través de la presencia en la naturaleza física humana de un Ser tan elevado como Gautama Buda. Como he dicho, estas facultades, en efecto, se desarrollarán en un número considerable de seres humanos y cuando el número sea lo suficientemente grande, la Tierra estará lista para recibir al próximo Buda, el Buda Maitreya, que ahora es un Bodhisattva.

Así pues, entre estos dos eventos, se encuentra la fase de evolución durante la cual debería ser posible para un número suficientemente grande de seres humanos, adquirir las cualidades intelectuales y morales superiores comprendidas en el Óctuple Sendero. En la personalidad del Buda Gautama, todas estas cualidades del Camino Óctuple estaban presentes.

Es una ley de la evolución de la humanidad que tales cualidades deben estar plenamente presentes en algún momento en una única personalidad: por tanto, aunque el proceso de tiempo puede durar miles de años, fluyen hacia la humanidad en general, permitiendo que todos los hombres reciban este impulso y desarrollen las facultades correspondientes.

Ahora bien, lo que ha de fluir a la humanidad a través del Evento de Cristo no necesitará durar mil años para lograr su efecto como en el caso del impulso dado por Gautama Buddha. Lo que ya se ha transmitido a la humanidad a través del Ser Crístico vivirá y continuará trabajando como facultad en los hombres durante todo el período restante de la evolución de la Tierra. ¿Qué es, pues, lo que ha llegado a la humanidad a través del Evento de Cristo, como un impulso infinitamente más poderoso que el del Buda?

Se puede caracterizar de la siguiente manera. -Los poderes a los cuales podía acceder el hombre en tiempos pre-cristianos únicamente por medio de los Misterios, desde el Evento de Cristo, se han vuelto accesibles, y lo serán cada vez más, como un atributo universal de la naturaleza humana. Para comprender lo que esto significa es, ante todo, necesario tener una idea clara de la naturaleza de los antiguos misterios y del proceso de iniciación en la era precristiana.

En la antigüedad, la Iniciación siempre variaba de forma entre los diferentes pueblos de la Tierra, y ha continuado haciéndolo, también en la época post-atlante. Una parte del proceso de Iniciación era experimentado por unos pueblos concretos y otra parte por otros. Aquellos que creen en el principio de la reencarnación podrán responder la pregunta de por qué no era posible que el proceso completo de Iniciación fuera experimentado por todos los pueblos antiguos. Esto no era necesario, por la sencilla razón de que un alma que había nacido en un pueblo y que había experimentado una parte concreta de la Iniciación tenía encarnaciones adicionales entre diferentes pueblos y podía experimentar la otra parte.

La iniciación es el poder de ver el mundo espiritual de una manera que es imposible para la percepción sensorial o para el intelecto que depende del cuerpo físico. En la vida terrenal normal, en veinticuatro horas, por dos veces el hombre se halla en la misma esfera donde también se halla el Iniciado, solo que el Iniciado es consciente de su entorno, mientras que el hombre común no. Dentro de un período de veinticuatro horas, la vida del hombre alterna la condición de vigilia y la condición de sueño. Como antropósofos, todos ustedes son conscientes del hecho de que cuando un hombre se queda dormido, su cuerpo astral y el Ego salen de sus cuerpos físico y etérico. Su ego y su cuerpo astral se expanden hacia el cosmos, del cuál extrae las fuerzas que necesita durante la condición de vigilia. Desde el momento en que se duerme hasta que se despierta, su ser está, en verdad, expandido por el Cosmos con el que, de hecho, siempre está en relación, aunque no sabe nada al respecto. En el momento de quedarse dormido, su conciencia física se apaga cuando su cuerpo astral y su Ego salen de sus cuerpos físico y etérico. Durante el sueño, el hombre está en el Gran Mundo, el Macrocosmos, pero en la existencia terrenal normal, él no lo sabe. La iniciación significa que al dormir ya no se es inconsciente cuando su ser se expande hacia el Cosmos y, por lo tanto, puede participar conscientemente en la existencia de los otros cuerpos celestes que están conectados con nuestra Tierra. Tal es la naturaleza de la Iniciación en el Gran Mundo.

Si un hombre fuera capaz, sin la preparación adecuada, de tomar conciencia del mundo al que pasa durante el sueño, el poder abrumador y el esplendor de las impresiones que se producen, darían lugar a una experiencia comparable solo al efecto que produciría mirar hacia el sol y recibir en los ojos sus deslumbrantes y cegadores rayos sin la debida protección. Tal hombre se vería vencido por la ceguera infligida por el Cosmos, y sería asesinado anímicamente. El objetivo de toda Iniciación es que el hombre no acceda al Macrocosmos sin preparación, sin órganos debidamente fortalecidos para que pueda soportar el impacto. Ese es un aspecto de la Iniciación: una introducción en el Universo, iluminando la percepción del mundo al que el hombre realmente accede durante el sueño por la noche, pero del que no sabe nada.

La razón por la cual esta permanencia en el Gran Mundo deslumbra y desconcierta, es que en el mundo físico-sensorial el hombre está acostumbrado a condiciones completamente diferentes. En el mundo de los sentidos, está acostumbrado a considerar todo desde un único punto de vista; y si se encuentra con algo que no concuerda exactamente con las opiniones que ha formado desde este único punto de vista, lo considera falso, mentira. Esto es bastante adecuado para la vida en el plano físico, pero si intentara adentrarse en el Macrocosmos a través de la Iniciación, persistiendo en la opinión de que debería regirse de conformidad con el mundo sensorial, nunca encontraría su orientación. Su modo de vida en el mundo sensorial es tal que se sitúa en un punto particular y desde ese punto, lo juzga todo. Todo lo que coincide con mis conceptos, está bien, lo que no coincide está mal. Pero cuando se somete a una iniciación, su conciencia se adentra en el Gran Mundo. Supongamos que un hombre accediera solo en una dirección en particular; él experimentaría solo lo que se encuentra en esa dirección, y todo lo demás que no fuera notado, permanecería desconocido para él. Sin embargo, el hombre efectivamente no puede pasar al Macrocosmos en una sola dirección; necesariamente debe adentrarse en todas las direcciones, ya que el proceso es de expansión, de expandirse por el Macrocosmos y la posibilidad de tener un único punto de vista cesa por completo. Debe poder contemplar el mundo no solo desde un punto sino también contemplarlo desde un segundo y un tercer punto de vista. Esto significa que, sobre todo, debe desarrollar una cierta movilidad y universalidad de la visión.

Por supuesto, no hay necesidad de temer que haya que alcanzar un número infinito de puntos de vista como es teóricamente posible. Con doce es suficiente. En el lenguaje estelar de las Escuelas de Misterios están simbolizados por las doce constelaciones del zodíaco. Un hombre no debe, por ejemplo, acceder al Cosmos en la dirección de la constelación de Cáncer únicamente, sino de manera que realmente contemple el mundo desde doce puntos de vista diferentes. Aquí no ayuda buscar lo que se llama "estar en consonancia" en lenguaje abstracto e intelectual. La consonancia puede buscarse después, en los diferentes modos de percepción que se adopten. La necesidad principal es contemplar el mundo desde diferentes lados. Permítanme decir aquí de pasada, que la gran dificultad a la que se enfrentan todos los movimientos basados en verdades ocultas, es que las personas son muy propensas a aplicar los hábitos de la vida ordinaria en estos movimientos. Cuando tienen que ser comunicadas las verdades descubiertas por la investigación suprasensible, es necesario incluso en el caso de descripciones puramente exotéricas, adherirse al principio de describirlas desde diferentes puntos de vista. Aquellos que durante años han seguido con atención el desarrollo de nuestro movimiento habrán notado que nuestro esfuerzo nunca ha sido describir las cosas desde un solo aspecto sino siempre desde muchos ángulos diferentes. Esa es, por supuesto, también la razón por la cual las personas que insisten en juzgar todo de acuerdo con los criterios del plano físico, encuentran contradicciones aquí o allá. Cada objeto tiene una apariencia diferente cuando se ve desde un lado o desde otro, y en tales circunstancias es fácil encontrar contradicciones. En un movimiento científicoespiritual el principio debería ser recordar que cuando una afirmación parece diferir de una anterior, es porque cada una se hacía desde un punto de vista particular. Para evitar que se ponga un énfasis indebido en la aparente existencia de contradicciones, debe repetirse que el principio de dar descripciones desde muchos ángulos, entre nosotros siempre será como una obligación. Por ejemplo, en el ciclo de conferencias impartido en Múnich el año pasado, "Oriente a la luz del Occidente", se describieron grandes misterios mundiales desde el punto de vista de la filosofía oriental. Por lo tanto, es esencial para cualquiera que desee alcanzar la conciencia del Cosmos por el camino trazado, adquirir movilidad de visión. Si no se está dispuesto a hacer eso, se encontrarán perdidos en un laberinto. Si bien es cierto que el hombre puede adaptarse al Cosmos, también es cierto que el Cosmos no se adapta al hombre. Supongamos que alguien lleno de ideas preconcebidas se expande en el Cosmos en una sola dirección e insiste en adherirse a este punto de vista particular; lo que sucede es que las condiciones en el Cosmos han cambiado mientras que él se queda atrás. Supongamos que, (usando imágenes derivadas de las estrellas), sale en la dirección de Aries y cree que su punto de vista corresponde a esa constelación. Pero puesto que el Cosmos se ha desplazado, en realidad le está presentando lo que subyace en la constelación de Piscis, por tanto, (expresado simbólicamente), ve lo que está sucediendo en Piscis como una experiencia que sucede en Aries. El resultado es la confusión, y el perderse en un laberinto. Lo esencial es recordar que el hombre necesita doce puntos de vista, doce puntos de vista, para poder orientarse en el laberinto del Macrocosmos.

Hasta ahora hemos hablado de un aspecto de la Iniciación, a saber, el proceso de acceder al Cosmos. Pero hay otra forma en que el hombre sigue estando en el mundo divino-espiritual sin saberlo; y esto tiene lugar durante el otro período de las veinticuatro horas del día. Cuando despierta del sueño, se hunde nuevamente en los cuerpos físico y etérico, pero inconscientemente, porque en el momento de despertar, su facultad de percepción se ve desviada inmediatamente hacia el mundo exterior. Si descendiera conscientemente en sus cuerpos físico y etérico, experimentaría algo completamente diferente.

El hombre gracias al estado de sueño, está protegido de penetrar conscientemente en el Macrocosmos sin la debida preparación. Está protegido de entrar conscientemente en los cuerpos físico y etérico por el hecho de que desde el momento que se despierta, su facultad de percepción se desvía hacia el mundo exterior. El peligro que surgiría para un hombre que descendiera a sus cuerpos físico y etérico conscientemente, pero sin la preparación adecuada, es algo diferente de la ceguera y la confusión ya descrita que amenazaría a quien intentase expandir su conciencia al Macrocosmos sin estar preparado para ello.

Si un hombre entra en contacto con la naturaleza más íntima de sus cuerpos físico y etérico identificándose con ellos, se acentúa lo que constituye el propósito mismo de estos cuerpos, es decir, permitirle desplegar la conciencia del Ego. Si no se tiene una preparación adecuada, cuando el Ego se sumerge en la esfera de los cuerpos físico y etérico sin purificar, el hombre queda tan subyugado que las experiencias místicas resultantes impiden la verdad interna, debido a que surgen imágenes engañosas ante sí. Por el hecho de abrir su mirada hacia su propia naturaleza interna, eso le conectará con todo impulso egoísta, deseos, o vicios que haya en él. En circunstancias ordinarias, tal conexión no tiene lugar, ya que durante la conciencia diurna su atención se desvía hacia las experiencias del mundo exterior e impiden la comparación con lo que puede surgir de la percepción de su propia naturaleza interna.

En otras ocasiones ya he hablado de las experiencias descritas por los mártires y santos cristianos, cuando penetraban por primera vez en las profundidades de su propia naturaleza interior. Estas experiencias ilustran la situación que les he estado describiendo. Estos santos cristianos describen las tentaciones y los engaños a los que se veían sometidos, cuando se hundían en su propia naturaleza más íntima, una vez excluidas todas las percepciones externas. Sus descripciones son totalmente acordes con la verdad, y por lo tanto desde ese punto de vista, es muy instructivo estudiar las biografías de los santos y ver cómo el hombre normalmente se desvía de la conciencia de las fuerzas que operan en sus pasiones, emociones, impulsos, deseos, y similares, porque en la vida ordinaria dirige inmediatamente su atención al mundo externo. Por lo tanto, podemos decir: cuando un hombre desciende a su propia naturaleza interna, es como si estuviera comprimido en su Egoidad, atrapado en ella, concentrado con toda intensidad en ese punto en el que su único deseo es ser un Ego, para satisfacer sus propios deseos y antojos; El mal que hay en él se esfuerza por apoderarse de su Ego. Tales son las condiciones que prevalecen durante esa experiencia.

Por un lado, por lo tanto, cuando un hombre intenta expandirse al Cosmos sin la debida preparación, el peligro al que se enfrenta es el de quedarse cegado, deslumbrado; y, por el otro, cuando penetra, sin la preparación adecuada, en sus propios cuerpos físico y etérico, cómo va contrayéndose, hasta confinarse plenamente dentro de su Ego.

Pero entre ciertos pueblos eran cultivadas distintas formas de Iniciación. Mientras que, por un lado, la expansión hacia el Macrocosmos se practicaba especialmente entre los pueblos arios y del norte, la otra forma se practicaba sobre todo entre los egipcios, a saber, la forma de Iniciación en la que el hombre se acerca a lo Divino dirigiendo su mirada hacia su interioridad y a través de una más profunda contemplación, hundiéndose en sí mismo, llega a conocer su propia naturaleza como la obra de lo Divino.

En los antiguos Misterios, la evolución de la humanidad en su conjunto aún no había llegado a la etapa en que la Iniciación, (tanto si conducía hacia el Macrocosmos, como hacia el Microcosmos, osea hacia el interior del propio ser humano), se efectuase de manera que el hombre pudiera llevarla a cabo completamente por si solo. Por ejemplo, en el proceso de una Iniciación egipcia, cuando al candidato se le dirigía hacia el dominio de las fuerzas que operan en sus cuerpos físico y etérico, al experimentarlas con plena conciencia, procedentes de su naturaleza astral, brotaban por todos lados, las pasiones y las emociones más terribles, así como seres demoníacos, e influencias diabólicas. Por lo tanto, el Hierofante oficiante en los Misterios egipcios tenía ayudantes, en número de doce, que al recibir a estos demonios en sí mismos desviándolos del curso que habrían seguido, de no ser así. En este sentido, por lo tanto, en el antiguo proceso de Iniciación el hombre nunca era enteramente libre. Porque como resultado de la penetración en los cuerpos físico y etérico, lo que inevitablemente se evocaría solo podría ser soportado cuando un hombre tuviera a su alrededor a los doce ayudantes que recibieran y sometieran a los demonios en sí mismos.

Algo similar ocurría en los Misterios del Norte, donde la expansión hacia el Macrocosmos era posible gracias a la presencia nuevamente de doce ayudantes del hierofante que ofrecían sus propias fuerzas al candidato a la Iniciación, otorgándole así el poder de desarrollar el pensar y el sentir necesarios para encontrar su camino a través del laberinto del macrocosmos.

Este tipo de iniciación, en la que el hombre no era dejado solo, sino que su seguridad dependía por completo de que las fuerzas demoníacas se desviasen sobre los ayudantes del Hierofante oficiante, fue gradualmente reemplazada por otra que podía lograr el hombre por si mismo, en la que el oficiante simplemente da indicaciones sobre lo que debe hacer y el hombre gradualmente aprende a encontrar su propio camino a seguir. Todavía no se han hecho grandes progresos por este camino, pero poco a poco se desplegará en la humanidad una facultad que hará posible que un hombre ascienda al Macrocosmos y descienda al Microcosmos sin ayuda y pase por ambas formas de Iniciación como un ser libre.

El Evento de Cristo en sí tuvo lugar con este claro propósito: fue el punto de partida desde el cual se hiciese posible para el hombre, penetrar con total independencia en los cuerpos físico y etérico, así como acceder al Macrocosmos, al Gran Mundo. Sin embargo, fue necesario que tanto el descenso como el ascenso (o expansión) se consiguieran una vez en libertad, en el más amplio sentido posible, por un Ser tan sublime como Cristo Jesús. El significado fundamental del evento de Cristo es que Cristo, el ser que todo lo abarca, lograse anticipadamente lo que para un número suficientemente grande de personas resultará posible lograr, a lo largo de la evolución de la Tierra. ¿Qué fue lo que realmente sucedió como resultado del Evento de Cristo?

Fue necesario, por un lado, que el mismo Cristo descendiera en un cuerpo físico y un cuerpo etérico. Y gracias a que en un ser humano se daban las condiciones de idoneidad de estos cuerpos, tanto que hicieran posible que el Cristo descendiera, por una única vez. Así la evolución de la humanidad recibió el impulso por medio del cual, cada ser humano que lo busca, puede experimentar en libertad e independencia el descenso a sus cuerpos físico y etérico. Esto nunca antes se había logrado, nunca antes había tenido lugar. Porque en los Antiguos Misterios se producía algo muy diferente a través de la instrumentalización, del Hierofante y sus ayudantes. En los Misterios, el candidato a la Iniciación solo podía descender a los secretos de los cuerpos físico y etérico y elevarse a los del Macrocosmos, pero de tal manera que realmente no lo vivía conscientemente en su cuerpo físico, sino que tenía que estar completamente libre del cuerpo. Cuando regresaba de este estado sin cuerpo, podía recordar sus experiencias en los mundos espirituales, pero no podía llevarlas a la experiencia física. Se trataba solo de un recuerdo.

Este estado de cosas cambió radicalmente gracias al Evento de Cristo. Antes de eso, ningún Ego había penetrado conscientemente a través de toda la naturaleza interna del hombre, directamente a los cuerpos físico y etérico. Esto sucedió por primera vez gracias al Evento de Cristo.

También se dio otro impulso gracias a Él, un Ser que aunque de un rango infinitamente más excelso que el del hombre, sin embargo, estaba unido a la naturaleza humana, tanto, que derramó Su Ser, sin ayuda externa en el Macrocosmos a través de la fuerza de su propia yoidad. Solo Cristo podría hacer posible que el hombre adquiriese gradualmente el poder de penetrar en el Macrocosmos en libertad. Estos son los dos hechos básicos que se nos presentan en los dos Evangelios de San Mateo y San Lucas. ¿En qué sentido se entiende esto?

Hemos aprendido que aquella Individualidad de Zarathustra que en los primeros tiempos post-atlantes fue el gran Maestro de Asia, se encarnó en los siglos VI / VII a. C., como Zarathas o Nazarathos; y nuevamente más tarde se encarnó como el niño Jesús de la línea de Salomón de la Casa de David, tal como se describe en el Evangelio de San Mateo. Estando esta Individualidad, en el niño Jesús Salomónico durante sus primeros doce años, desarrolló todas las facultades y cualidades que era posible desplegar usando el instrumento de los cuerpos físico y etérico de un descendiente de la Casa de Salomón. Solo pudo hacerlo, porque vivió durante doce años concretamente en esos cuerpos físico y etérico. Las facultades humanas se vuelven propias en el sentido real solo cuando se convierten en instrumentos útiles. A la edad de doce años, la Individualidad de Zarathustra salió del Jesús Salomónico y entró en el otro Jesús, el que se describe en el Evangelio de San Lucas, como descendiente de la línea Nathanica de la Casa de David.

Los dos chicos fueron criados en Nazaret. La Individualidad de Zarathustra pasó al niño de la línea Nathanica según el relato que se describe en el Evangelio de San Lucas, cuando, después de haberse perdido durante la Fiesta, fue hallado nuevamente en el Templo de Jerusalén. El hijo de la línea Salomónica murió poco después, pero la Individualidad de Zarathustra que había habitado dentro de él vivió en el Jesús del Evangelio de San Lucas hasta su trigésimo año, desarrollando en etapas posteriores todas las facultades que había sido posible adquirir a través de la instrumentos preparados por el Jesús Salomónico tal como se ha descrito. Estas facultades luego se enriquecieron y complementaron gracias a lo que pudo adquirir mediante el muy especial cuerpo astral y el portador del Ego que estaban presentes en el niño Jesús del Evangelio de San Lucas.

Fue por tanto, el propio Zarathustra quien evolucionó en el cuerpo del Jesús que se describe en el Evangelio de San Lucas, desde su duodécimo hasta su trigésimo año, desarrollando todas las cualidades contenidas en aquél cuerpo hasta la etapa en que pudo hacer su tercera gran ofrenda: la ofrenda del cuerpo físico que luego, durante tres años, se convirtió en el cuerpo físico de Cristo. En una época muy anterior, la Individualidad de Zaratustra había legado su cuerpo astral a Hermes y su cuerpo etérico a Moisés. Ahora ofreció su cuerpo físico, es decir, renunció a la envoltura física, con todo su contenido etérico y astral, al Cristo. Y las envolturas que hasta entonces habían estado habitadas por la Individualidad de Zarathustra, ahora estaban habitadas por un Ser de una naturaleza absolutamente única, por el Cristo que es la fuente de toda la sabiduría de los grandes Maestros del Mundo. Este es el evento representado por el Bautismo de Juan en el río Jordán. Un evento cuyo significado infinito, omniabarcante, se indica en el Evangelio con las palabras: "Tú eres mi Hijo amado, en quien contemplo a mi propio Ser, en quien mi propio Ser está frente a mí". Palabras que interpretan mucho mejor aquél evento, que las comparativamente triviales ... 'en quien estoy bien complacido'. En otra parte del Nuevo Testamento, la interpretación que se hace es: "Tú eres mi Hijo amado: hoy te he engendrado". (Hechos XIII, 33; también Hebreos, V, 5.) Aquí hay una clara indicación de un nacimiento, es decir, el nacimiento de Cristo en las envolturas preparadas por Zarathustra y luego ofrendadas por él. En el momento del bautismo de Juan, el Ser Crístico entró en las envolturas humanas preparadas por Zarathustra; y ahora había un renacimiento de las tres envolturas mismas, en el sentido de que estaban impregnadas por la sustancialidad espiritual de Cristo. Cristo estaba ahora en envolturas humanas: en cuerpos, preparados de manera única.

Cristo, la Individualidad más elevada que haya podido unirse a la Tierra, ahora vivía en envolturas humanas, en un cuerpo humano. Pero si Él tenía que servir como patrón de Iniciación completa para toda la humanidad, tuvo que ejemplificar tanto el descenso a los cuerpos físico y etérico, como el ascenso al Macrocosmos. Esto lo hizo. Pero por la propia naturaleza del Evento de Cristo, será obvio que en su descenso a las envolturas corporales, Cristo sufriese todas las tentaciones, contra las cuales Él realmente se enfrentó pero se mantuvo inmune. También debe ser obvio que los peligros que acompañan a la expansión al Macrocosmos no tuvieran ningún efecto sobre él.

El Evangelio de San Mateo describe cómo, después del Bautismo, el Ser de Cristo realmente descendió en plena conciencia a los cuerpos físico y etérico. El relato de esto se da en la historia de la tentación. Podemos ver cómo en cada detalle esta escena de la Tentación retrata las experiencias vividas por el hombre cuando desciende a las envolturas corporales. El descenso de Cristo a un cuerpo físico y a un cuerpo etérico fue una contracción del Ego humano, vivido como un ejemplo, para que podamos decir: "Todo esto puede sucedernos, pero si somos conscientes de Cristo, si Nos esforzamos por seguir Su ejemplo, tenemos el poder de confrontar y superar todo lo que pueda surgir de los cuerpos físico y etérico".

El primer evento de iniciación sobresaliente descrito en el Evangelio de San Mateo es la Tentación. Representa una fase de la Iniciación, el descenso a las envolturas corporales. La otra fase de la Iniciación también se describe, en la que muestra cómo Cristo, habiendo asumido la naturaleza física del hombre, experimentó la experiencia de la expansión hacia el Macrocosmos.

Debo hablar aquí de una objeción que es muy natural hacer. Será ampliamente tratada en el curso de las siguientes conferencias, pero el punto principal al menos se considerará hoy. La objeción es esta. Si Cristo fue un Ser de tal sublimidad, ¿por qué tuvo que someterse a todas estas pruebas, por qué tuvo que descender en cuerpos físicos y etéricos, por qué, (como todo hombre deberá hacer), tuvo que salir de esos cuerpos y expandirse en el Macrocosmos? ¡Lo hizo, no por su propio bien, sino por el bien del hombre! En las esferas superiores, semejante hecho habría estado dentro de la capacidad de Seres similares en naturaleza a Cristo, pero nunca se había llevado a cabo en un cuerpo físico y etérico humanos. Ningún cuerpo humano había sido impregnado por el Ser Crístico. La sustancialidad divina ya antes había trascendido al espacio; pero lo que vive en el hombre nunca se había llevado al espacio. Solo El Cristo encarnado fue capaz de tal acto. Fue un acto que tuvo que ser realizado por primera vez por un Ser Divino vestido de naturaleza humana.

Este segundo evento básico se relata en el Evangelio de San Mateo, donde se muestra que el otro lado de la Iniciación, la expansión hacia el Macrocosmos, hacia el mundo del Sol y las Estrellas, en realidad fue realizado por Cristo. Primero fue ungido, como lo fueron otros, para limpiarse y hacerse resistente contra todo lo que pudiera acercarse a Él, sobre todo del mundo físico. La unción, un acto que jugaba un papel en los antiguos Misterios, se presenta aquí en un grado superior, en el ámbito de la historia real, mientras que antes solía tener lugar en la reclusión de los templos. Vemos cómo en la Pascua, Cristo da expresión no solo al estado de auto contención interior, sino también a la expansión hacia el Macrocosmos, cuando en las palabras, 'Yo soy el pan', declara a los que lo rodean que se siente viviendo en cualquier cosa que exista en la Tierra en forma de sustancia material. En la escena de la Pascua se indica la expansión consciente hacia el Macrocosmos, a diferencia de la expansión inconsciente que tiene lugar durante el sueño ordinario. Y la experiencia inevitable de ser deslumbrado y cegado se expresa en las palabras monumentales: "Mi alma está excesivamente triste, incluso hasta la muerte". Cristo Jesús experimenta en plena realidad lo que los hombres experimentan como dolores de muerte, parálisis, ceguera. La escena en Getsemaní representa la agonía del alma al separarse del cuerpo. Lo que sigue en la narración del Evangelio tiene la intención de describir el proceso de acceder al Macrocosmos: la Crucifixión y el Entierro son procesos que anteriormente solo se habían promulgado en los Misterios.

Este es por tanto, el otro tema principal del Evangelio de San Mateo: la expansión hacia el Macrocosmos. Nos llama la atención el hecho de que Cristo Jesús había estado viviendo hasta ese momento en el cuerpo físico que luego fue crucificado. Habiéndose concentrado en un punto del espacio, ahora se expandía hacia el Cosmos. Aquellos que lo buscasen ahora no podrían encontrarlo en el cuerpo físico, sino que tendrían que buscarlo con la visión clarividente en el espíritu que impregna el espacio.

Cristo había logrado por si solo lo que anteriormente se había hacía en los Misterios durante tres días y medio con ayuda de otros. Había logrado cumplir lo que durante el juicio celebrado contra Él se le había reprochado, es decir, su declaración de que si este Templo fuera destruido, lo volvería a reconstruir en tres días. Esto no es mas que una clara indicación de la iniciación en el Macrocosmos realizada en los Misterios durante tres días y medio. Luego indica que de aquí en adelante ya no debía ser buscado en la envoltura física en la que había estado confinado, sino afuera, en el espíritu que impregna el espacio cósmico. Incluso en las débiles traducciones modernas, la majestad de este pasaje se nos revela. "De aquí en adelante verán a la diestra del Poder Divino el Ser que ahora nace como el prototipo de la evolución de la humanidad y Él se aparecerá ante ustedes sobre las nubes." Es allá, en el Cosmos, donde se hay que buscar al Cristo, como el prototipo de la gran Iniciación que experimentará el hombre cuando abandona el cuerpo y se expande hacia el Macrocosmos.

Aquí tenemos el principio y el fin de la vida terrenal de Cristo. Comienza con el nacimiento que tuvo lugar en el bautismo de Juan en el cuerpo del que hemos hablado. Comienza con un lado de la Iniciación como se presenta en la historia de la Tentación: el descenso a los cuerpos físico y etérico. Y termina con la presentación del otro lado de la Iniciación: la expansión hacia el Macrocosmos. Aquí está primero la escena de la Última Cena, seguida de la Flagelación, la Coronación de Espinas, la Crucifixión y la Resurrección. Entre estos dos puntos se encuentran los eventos registrados en el Evangelio de San Mateo; y en las siguientes conferencias insertaremos los detalles en el esquema que ahora simplemente se ha bosquejado. 


traducción de Julio Luelmo abril 2020