GA011 La Crónica del Akasha - prologo de Maria Steiner para la 1ª edición

LA CRÓNICA DEL AKASHA 

Prólogo de Marie Steiner a la primera edición de 1939


La revista "Lucifer-Gnosis" no ha podido continuar debido a la excesiva demanda de conferencias y otras actividades. Además de los resultados de la investigación secreta, contiene muchos ensayos en los que el Dr. Steiner aborda el pensamiento científico del presente.

Al no poder evitarse que escritos como el de la "Crónica Akásica" sigan pareciendo como una fantasía salvaje para la mayoría de los lectores no preparados, le precederán y seguirán dos ensayos de esa revista que tocan los problemas del presente. Deberían probar en su sobria lógica que el explorador de mundos suprasensibles también puede pasar por alto con calma y objetividad los problemas del presente.

La revista también se ha dedicado a responder a las preguntas de los lectores. A partir de esto, podemos aprender algo sobre la humanidad atlante y la ciencia secreta. Quien quiera aclarar la forma de leer la "Crónica Akásica" debe, por supuesto, dedicarse al estudio de la antroposofía. Además de los libros mencionados, para los que están avanzados en el estudio de la ciencia espiritual, hay que hacer referencia a las reflexiones esotéricas sobre "Lectura oculta y oído oculto" y al tercer volumen recientemente publicado de la serie: Seres espirituales y sus efectos, que probablemente sea de particular interés hoy en día: "Necesidad histórica y libertad". Las influencias en el destino desde el mundo de los muertos".


GA011 La Crónica del Akasha 20- PREJUIClOS PROCEDENTES DE LA LLAMADA CIENCIA

 

CAPITULO XX

PREJUIClOS PROCEDENTES DE LA LLAMADA CIENCIA



Es cierto que muchos aspectos de la vida intelectual del presente le hacen difícil, a quien busca la verdad, el aceptar los descubrimientos de la ciencia espiritual. Lo que se dijo en los ensayos sobre las "Cuestiones Vitales del Movimiento Teosófico" (Lebensfragen der theosophischen Bewegung) puede tomarse como indicación de los motivos que existen especialmente en el escrupuloso investigador de la verdad en este aspecto. Muchas afirmaciones del científico espiritual le han de parecer fruto de la fantasía a quien las compare con las conclusiones que se siente obligado a sacar de los hechos investigados por la ciencia natural. A eso se añade el que esa investigación natural puede mostramos las enormes bendiciones que ha aportado y aportará al progreso humano. Cuán efectivo es cuando una personalidad que quiere ver el mundo, basándose exclusivamente en los resultados de esa investigación, pronuncia las palabras:

"Porque hay un abismo entre estas dos concepciones de la vida: una para este mundo, la otra para el cielo. Pero hasta hoy, no se han encontrado rastros de un paraíso, de una vida después de la muerte o de un Dios personal por parte de la ciencia humana, de esa ciencia inexorable que lo comprueba y disecciona todo, que no se asusta ante ningún misterio, que explora el cielo más allá de las nebulosas estelares que analiza los diminutos átomos de las células vivas y de los cuerpos químicos, y descompone la sustancia del Sol, que licuifica el aire, que pronto telegrafiará sin hilos de un extremo a otro de la Tierra, que hoy ya puede ver a través de los cuerpos opacos, que navega bajo el agua y por el aire, y nos abre nuevos horizontes con el radium y otros descubrimientos; la ciencia que, tras haber mostrado la verdadera relación mutua entre todos los seres vivos y sus graduales metamorfosis, hoy hace penetrar el cerebro, órgano del alma humana, en la esfera de su incisiva investigación". (Prof. Augusto Forel, Leben und Tod [La vida y la muerte] Munich 1908). La certeza con la que se cree posible hallar una base en esos fundamentos se traiciona en las palabras que Forel agrega a las observaciones anteriores: "Al partir de una concepción monista de la vida, la única que tiene en cuenta todos los hechos científicos, dejamos de lado lo sobrenatural y nos volvemos hacia el libro de la naturaleza".

De ese modo, el serio buscador de la verdad se enfrenta a dos cosas que le ponen obstáculos en el camino de aceptar la verdad de las comunicaciones de la ciencia del espíritu. Si en él vive la sensibilidad ante esas comunicaciones, incluso si siente su coherencia interna por la lógica más sutil, puede sentirse apartado de dichos impulsos si llega a decirse dos cosas: en primer lugar, las autoridades que conocen la necesidad de los hechos positivos consideran que todo lo “suprasensible" sólo es fruto de ensoñaciones y superstición anticientífica. En segundo lugar, al dedicarme a esos temas trascendentales, corro el riesgo de convertirme en persona poco práctica, inútil en la vida. Porque todo 10 que se realiza en la vida práctica ha de estar firmemente arraigado en el terreno de la realidad" .

No todos los que se hallan en ese dilema lograrán salirse y descubrir cómo están las cosas en lo que respecta a los dos puntos citados. Si pudieran solucionar el primer punto, se encontrarían por ejemplo, con que los resultados de la ciencia espiritual, en ninguna parte están en conflicto con la investigación de los hechos de la ciencia natural. Dondequiera que uno observe la relación entre ambas, de un modo desprejuiciado, verá surgir algo muy distinto. Descubrirá que esa investigación de los hechos se mueve hacia una meta que, en un futuro no muy lejano, se armonizará plenamente con lo que la investigación espiritual averigua en ciertas áreas, partiendo de sus fuentes suprasensibles. De los cientos de casos que pueden aducir se como prueba de ese aserto, citaremos uno característico.

En mis conferencias sobre la evolución de la Tierra y de la humanidad, se dijo que los antecesores de los actuales pueblos vivieron en una zona situada en lo que hoy llamamos el océano Atlántico. En estos escritos De la Crónica del Akasha hemos indicado sobre todo las cualidades anímicoespirituales de nuestros antepasados atlantes. En las exposiciones orales se habló de cómo se veía la superficie terrestre en la antigua Tierra atlante. Se dijo que en aquel entonces el aire estaba saturado de vapores acuosos. El hombre vivía en las nieblas que en ciertas regiones nunca llegaban a levantarse hasta dejar límpido el aire. No se podían ver el Sol y la Luna como los vemos hoy, sino tan sólo envueltos en una especie de coronas cromáticas. Tampoco existía una distribución entre lluvia y tiempo soleado como sucede hoy. Se puede explorar esa Tierra con la clarividencia y descubrir que el fenómeno del arco-iris no existía, y que sólo apareció en el período post-atlante. Nuestros ancestros vivían en un país de nieblas. Esos hechos se averiguaron por medio de la pura observación suprasensible, y hay que decir incluso que el investigador espiritual hace bien si renuncia a las deducciones basadas en su conocimiento de la ciencia natural, porque con ellas se enturbia fácilmente su sentido interno para la investigación espiritual. No habría que comparar dichas observaciones con ciertas ideas hacia las que tienden actualmente algunos científicos. Hoy los hay que se ven forzados a admitir, por los hechos, que en un determinado período evolutivo, la Tierra estaba envuelta en una masa nubosa. Señalan que hoy incluso los ciclos nublados sobrepasan aún a los despejados, de modo que la vida está influenciada en una gran extensión por la luz solar debilitada por las formaciones nubosas, y por eso no se puede decir que la vida no se haya desarrollado en la época atlante bajo la envoltura de nubes. Luego señalan que los organismos más antiguos del mundo vegetal son de un tipo que se desarrolla también sin la luz solar directa. Por ello, entre las formas de aquel antiguo mundo vegetal no existen las plantas de tipo desértico, que necesitan la luz directa del Sol y el aire seco. Lo mismo sucede con el mundo animal. El investigador Hilgard señaló que los ojos gigantes de animales extintos, por ejemplo, los del ictiosaurio, indican que debía"haber una luz atemperada en la Tierra de su época. No quiero decir que tales puntos de vista no necesiten ser corregidos, pero no dejan de interesar al investigador espiritual, porque señalan la dirección hacia la que se ve obligada la investigación de los hechos. Incluso la revista Kosmos, con un punto de vista más o menos haeckeliano, publicó hace un tiempo un artículo digno de consideración que, a raíz de ciertos factores del mundo animal y vegetal, indicaba la posibilidad de un antiguo continente Atlante. Si reuniéramos un mayor número de temas de ese tipo, se podría mostrar cómo la verdadera ciencia natural se mueve en una dirección que provocará, en el futuro, la unión con la corriente que actualmente ya llevan las aguas que brotan de la investigación espiritual. Nunca recalcaremos lo suficiente que la investigación espiritual no está en contradicción con los hechos de la ciencia natural. Cuando sus adversarios descubren una contradicción, no lo está con los hechos, sino con las opiniones que se han hecho y que creen que son resultado necesario de los hechos. Pero en realidad no existe la más mínima relación entre la citada opinión de Forel, por ejemplo, y los hechos de las nebulosas estelares, de la naturaleza de las células, de la licuefacción del aire, etc. Esa opinión no es otra cosa que la fe que muchos se han formado por la necesidad de creer que está aferrada a lo sensorio real y que la colocan al lado de los hechos. Esa creencia es muy deslumbrante para el hombre actual, porque le dota de una intolerancia interna muy especial. Sus adherentes están cegados hasta el punto en que consideran su propia opinión como la única científica" y consideran las opiniones de otros como mero prejuicio y superstición.

Por eso es extraño que podamos leer las frases siguientes, en un libro recientemente publicado sobre los fenómenos de la vida anímica (Hermann Ebighaus, Abriss der Psychologie): "Como una ayuda contra la impenetrable oscuridad del futuro y la insuperable fuerza de los poderes enemigos, el alma se crea la religión. Como sucede con otras experiencias que implican ignorancia o

incapacidad, bajo la presión de la incertidumbre y del terror ante los grandes peligros, surgen en el hombre ideas de cómo protegerse en esa esfera, de la misma manera como pensamos en el agua cuando estamos ante el peligro de incendio, o en el compañero que nos socorra en los peligros del combate. En las etapas culturales inferiores, en que el hombre se siente aun del todo impotente y rodeado de siniestros peligros a cada paso, emergen con facilidad el sentimiento de temor y la creencia en espíritus malignos y demonios.

Por otro lado, en etapas superiores, en que la comprensión más madura de la interrelación de las cosas y un mayor dominio sobre las mismas, producen una cierta auto-confianza y esperanzas mayores, se hace manifiesto un sentimiento de confianza en poderes invisibles y con él, la creencia en espíritus buenos y benévolos. Pero en conjunto, tanto el temor como el amor, siguen siendo característicos del sentimiento del hombre ante sus dioses, sólo que su relación mutua varía según las circunstancias. Esas son las raíces de la religión; temor y necesidad son sus madres y aunque se perpetúe, sobre todo por autoridad, una vez que ha nacido, hace ya tiempo que se habría extinguido si no renaciera constantemente de esos dos factores".

Todo lo que dicen estas afirmaciones fue desviado y desordenado, y a ese desorden se lo ilumina desde enfoques erróneos. Y quien mantiene esa opinión es un firme convencido de que ella ha de ser una verdad vinculante.

En primer lugar, se confunde el contenido de las concepciones religiosas con la naturaleza de los sentimientos religiosos1. Al sentimiento religioso, por ejemplo, el temor o el amor a los seres suprasensibles, se lo transforma en creador de ese contenido y se asume sin dudar que no hay nada real, en las concepciones religiosas. No se piensa ni remotamente que pudiera existir una verdadera experiencia de los mundos suprasensibles y que los sentimientos de temor y amor se aferren luego a la realidad que suministra dicha experiencia; del mismo modo que a nadie se le ocurre pensar en el agua cuando está amenazado por el fuego, en el compañero que nos socorra en el peligro del combate, si no ha conocido antes el agua o a un camarada así. Desde esa visión, a la ciencia espiritual se la considera un mero "soñar despierto", porque se convierte el sentimiento religioso en creador de las entidades que se consideran inexistentes. Ese modo de pensar carece totalmente de la conciencia de que es posible experimentar el contenido del mundo suprasensible, igual como Sepuede, con los sentidos externos, vivenciar el mundo sensorial común.

Lo curioso que suele suceder con esas concepciones es que, para sostener su creencia, recurren al tipo de deducción que ellos consideran impropia en sus adversarios.

Por ejemplo, en la mencionada obra de Forel encontramos la frase: "¿No vivimos de un modo cien veces más verídico, cálido y más interesante cuando nos basamos en nuestro yo y nos volvemos a encontrar en el alma de nuestros descendientes, que en el frío y nebuloso fuego fatuo de un cielo hipotético, rodeados de canciones hipotéticas y sonidos de trompetas de supuestos Angeles y Arcángeles que somos incapaces de imaginar y que no nos dicen nada ". Pero ¿qué tiene que ver eso que" uno encuentra "más cálido", "más interesante", con la verdad? Si es cierto que habríamos de deducir una vida espiritual partiendo del temor y la esperanza. ¿Es correcto entonces negar esa vida espiritual porque la encuentra "fría" y "carente de interés"? En cuanto a aquellas personalidades que dicen estar sobre el "firme terreno de los hechos científicos" el investigador espiritual se halla en la posición siguiente. El les dice: nada de lo que vosotros producís, como son los hechos de la geología, paleontología, biología, fisiología, etc., nada de eso lo niego. Es cierto que muchas de vuestras afirmaciones necesitan ser corregidas por otros hechos, pero esa corrección la hará la propia ciencia natural. Aparte de eso, yo digo “ sí" a lo que avanzáis. No se me ocurre luchar con vosotros cuando avanzáis hechos, pero vuestros hechos son sólo una parte de la realidad. La otra parte la constituyen los hechos espirituales, gracias a los cuales se hace comprensible lo que ocurre en los hechos sensorios. Estos hechos no son hipótesis, no son algo que "uno" no pueda imaginar, sino algo vivido y experimentado por la investigación espiritual. Lo que decís más allá de los hechos que habéis observado no es sino la opinión de que esos hechos espirituales no pueden existir. De hecho no decís nada que demuestre vuestra afirmación, tan sólo el que esos hechos espirituales os son desconocidos. De ahí deducís que no existen y que los que dicen saber algo de ellos no son más que visionarios y soñadores. El investigador espiritual no os quita nada de vuestro mundo, lo único que hace es agregar el suyo al vuestro. No obstante, no os satisface que actúe de ese modo; generalmente soléis decir, aunque no siempre con claridad, que "uno no habría de hablar de nada de lo que nosotros hablamos; que sólo se nos hable de aquello que conocemos, y exigimos que aquello que desconocemos sea

declarado mera fantasía". A quien quiera vincularse con esa "lógica" no se le puede ayudar por ahora. Con esa lógica puede entender la frase. "Nuestro yo vivió anteriormente en nuestros antepasados humanos y seguirá viviendo en nuestros descendientes directos o indirectos". (Forel. Vida y Muerte). Sólo que no tendría que añadir: "la ciencia lo demuestra" como se hace en esa obra, porque en ese caso la ciencia no "prueba" nada; lo que hace es establecer el dogma de una creencia encadenada al mundo sensorial, según la cual "todo aquello que yo no sea capaz de imaginar ha de considerarse ilusión, y quien peque contra mi afirmación ofende a la verdadera ciencia".

Quien conozca el desarrollo del alma humana, comprende que las mentes humanas están alucinadas actualmente por el enorme progreso de la ciencia natural y que les es hoy difícil abrirse paso entre las formas en que se transmiten tradicionalmente las grandes verdades. La ciencia del espíritu devuelve esas formas a la humanidad, muestra, por ejemplo, cómo los Días de la Creación según la Biblia, representan acontecimientos develados al ojo clarividente. La mente encadenada al mundo sensorio considera que los Días de la Creación contradicen los resultados de la geología, etc. Al comprender las profundas verdades implícitas en esos Días de la Creación, la ciencia espiritual está muy lejos de hacer que se evaporen en mera "poesía mítica" y de emplear cualquier tipo de métodos alegóricos o simbólicos para explicarlos. El modo en que ella lo hace es absolutamente desconocido, a quienes todavía fantasean en torno a la contradicción entre esos Días de la Creación y la Ciencia. Por otra parte, no se piense que la Ciencia Espiritual extrae su conocimiento de la Biblia. Ella tiene sus propios métodos, descubre dichas verdades con independencia de los documentos y sólo después las reconoce en ellos. Ese método es necesario para muchos actuales buscadores de la verdad, porque exigen una investigación espiritual que en sí misma lleva el mismo carácter que la ciencia natural. Ysólo allí donde no se reconoce la índole de esta ciencia del espíritu se queda uno confuso cuando hay que proteger los hechos del mundo suprasensible de las opiniones que aparentan estar basadas en la ciencia natural. Ese estado mental lo anticipó ya un hombre de gran calidez que no pudo encontrar, sin embargo, el contenido suprasensible de la ciencia del espíritu. Hace casi ochenta años dicha personalidad, Schleiermacher, le escribió al mucho más joven Lücke: "Cuando consideras el estado actual de la ciencia, que asume cada vez más la forma de una descripción global del mundo, ¿qué sientes que traerá el futuro, no digo ya para nuestra tecnología, sino para nuestro cristianismo evangélico? .. Siento que tendremos que habérnoslas sin mucho de aquello a lo que estamos acostumbrados a considerar indisolublemente unido con la naturaleza del Cristianismo. No hablaré ya de la Obra de los Seis Días, sino del concepto de creación, como suele interpretarse.

¿Cuánto tiempo será capaz de resistir al poder de una visión del mundo basada en los razonamientos científicos que nadie puede ignorar? ¿Qué va a pasar, amigo mío? Yo no veré ese tiempo y puedo recostarme pacíficamente y dormir, pero tú, mi amigo, y tus contemporáneos, ¿qué vais a hacer?" (Theologische Studien und Kritiken van Ullmann und Umbreit - Estudios Teológicos y Crítica por Ullmann y Umbreit, 1829). Esa afirmación se basa en la opinión de que "los razonamientos científicos" son el resultado necesario de los hechos. Si así fuera, "nadie" podría ignorarlos y a quien se sienta cerca del mundo suprasensible puede pedir que le permitan "acostarse y dormir pacíficamente" ante el asalto de la ciencia contra el mundo suprasensible. La predicción de Schleiermacher se ha cumplido en la medida en que los "razonamientos científicos" se han establecido en amplios círculos. Pero al mismo tiempo, existe hoy una posibilidad de llegar a conocer el mundo suprasensible de una manera tan" científica" como se conocen las interrelaciones de los hechos sensorios. Quien se familiarice con la ciencia espiritual del modo que hoyes posible, quedará protegido con ella frente a muchas supersticiones y se hará capaz de acoger los hechos suprasensibles en su contenido conceptual, saliéndose así de la superstición de que el temor y la necesidad inventaron ese mundo suprasensible. Quien pueda abrirse paso a esa visión, ya no se sentirá retenido por la idea de quedarse ajeno a la realidad y a la vida práctica, por el hecho de ocuparse de la ciencia del espíritu. Comprenderá entonces cómo la ciencia del espíritu no empobrece la vida, sino la enriquece. Realmente no le llevará a despreciar los teléfonos, la tecnología del ferrocarril y la aviación; sino que además de estos últimos adelantos, verá muchas más cosas prácticas que hoy en día no se tienen en cuenta, al creer sólo en el mundo sensorio y reconocer por tanto sólo una parte de la verdad y no toda ella.

1 * El contenido de las concepciones religiosas es extraído de los mundos suprasensibles

GA011 La Crónica del Akasha 19- PREGUNTAS y RESPUESTAS

 

CAPITULO XIX

PREGUNTAS y RESPUESTAS



Pregunta: Si hemos de adquirir nuevas capacidades por medio de encarnaciones sucesivas en las razas sucesivas. si además no se debe perder nada de lo que el alma ha adquirido con esa experiencia, ¿cómo se explica que en la humanidad actual no quede nada de las capacidades de voluntad, imaginación y dominio de las fuerzas naturales que estuvieron tan altamente desarrolladas en aquellos períodos? Respuesta: Es un hecho que de las capacidades que el alma ha adquirido en su paso por cada etapa evolutiva nada se pierde. Pero cuando se genera una nueva capacidad, la lograda anteriormente asume una forma distinta. Ya no se manifiesta en su propia característica, sino como base para la nueva capacidad. Entre los atlantes, por ejemplo, lo que se adquirió, sobre todo, fue la facultad de la memoria. El hombre actual puede hacerse tan sólo una vaga imagen de lo que la memoria del atlante podía realizar. No obstante, todo lo que aparece en forma de conceptos innatos en nuestra época postatlante, se fue adquiriendo en la Atlántida mediante la memoria. Los conceptos de espacio, tiempo, número, etc., presentarían dificultades muy distintas si el hombre contemporáneo se viera obligado a ser el primero en adquirirlos, porque la facultad que el hombre actual ha de lograr es el entendimiento combinatorio.

La lógica no existía entre los atlantes. Pero cada poder adquirido anteriormente por el alma ha de retirarse en su propia forma, sumergirse bajo el umbral de la conciencia a fin de que podamos adquirir uno nueva Por ejemplo, si el castor tuviera que convertirse de repente en un ser pensante, habría de modificar su capacidad de erigir intuitivamente sus habilidosas construcciones en algo distinto. Los atlantes, por ejemplo, podían controlar en cierto modo la fuerza vital y construían maravillosas máquinas con dicha fuerza. Mas por otra parte, no tenían el don de contar historias, que poseen los hombres de la quinta raza-raíz. Aún no habían mitos ni cuentos de hadas entre ellos. El poder de dominar lo vital por parte de los atlantes apareció luego, entre los miembros de nuestro período postatlante, en forma de mitología. De esta forma podía convertirse en base para la actividad intelectual de nuestra raza. Los grandes inventores entre nosotros son encarnación de "videntes" atlantes. En sus geniales inspiraciones se manifiesta lo que se basa en otra cosa: una especie de poder generador de vida que poseían en su encarnación atlante. Nuestra lógica, nuestro conocimiento de la naturaleza, tecnología, etc., crecen partiendo de un fundamento que se cimentó en la Atlántida. Si, por ejemplo, un ingeniero pudiera transformar su facultad combinatoria en lo que fue antes, se encontraría con algo que los atlantes poseían. Toda la jurisprudencia romana no era sino el poder volitivo transformado, de un tiempo pretérito. En ella, la voluntad, corno tal, permanece en el trasfondo y, en lugar de que ella asuma formas, se transforma en formas de pensamiento que se manifiestan en conceptos legales. El sentido estético de los griegos se cimentó en base a las fuerzas directamente activas que, entre los atlantes, se manifestaban en una magnífica cría de formas animales y vegetales. En la imaginación de Fidias vivía algo que el atlante usaba directamente para transformar a seres vivos reales.

Pregunta: ¿Qué relación existe entre la ciencia del espíritu y las ciencias llamadas secretas?

Respuesta. Las ciencias secretas siempre han existido y se cultivaron en las llamadas Escuelas de Misterios. Sólo el que pasaba por ciertas pruebas podía aprender algo de ellas. Siempre se le decía sólo lo apropiado a sus facultades intelectuales, espirituales y morales. Eso tenía que ser así, porque, al utilizarlas adecuadamente, las visiones superiores son la clave para un poder que sería mal utilizado en manos inexpertas. Algunas de las enseñanzas elementales de la ciencia iniciática han sido divulgadas por la ciencia espiritual. Ello se debe a las condiciones que prevalecen en nuestra época. En cuanto al desarrollo del intelecto, la humanidad actual en sus miembros más avanzados, ha progresado hasta el punto en que pronto o tarde acabaría logrando por sí misma algunas concepciones que antes formaban parte del conocimiento secreto, pero lo haría de una forma atrofiada, caricaturesca y peligrosa. Por ello, algunos de los iniciados en el conocimiento secreto decidieron comunicar una parte de él al público. De ese modo, se hace posible valorar los avances humanos que tienen lugar en el transcurso del desarrollo cultural, con el patrón de la verdadera sabiduría.

Nuestro conocimiento de la naturaleza, por ejemplo, nos conduce a ideas sobre las causas de las cosas, pero sin una profundización por medio de la ciencia iniciática, esas ideas sólo pueden ser .distorsiones. Nuestra tecnología se acerca a etapas de desarrollo que sólo pueden repercutir para el bien de la humanidad si las almas humanas se han profundizado en el sentido de la concepción científico-espiritual de la vida. Mientras la gente no poseía nada del conocimiento moderno de la naturaleza, ni de la tecnología moderna, aún era saludable la forma en que las enseñanzas superiores se transmitían en imágenes religiosas, apelando sólo al nivel emocional. Hoy la humanidad necesita las mismas verdades de una forma racional. El enfoque del mundo de la ciencia espiritual no es algo arbitrario, procede de la comprensión del hecho histórico mencionado.

No obstante, incluso hoy en día, algunas partes del conocimiento secreto sólo pueden comunicarse a quienes pasan las pruebas de la iniciación. Sólo podrán hacer uso de la parte divulgada de esa ciencia, quienes no se limiten a una mera acumulación de información externa de la misma, sino que asimilen esos hechos internamente y los conviertan en el contenido y principio director de sus vidas. No se trata de aprenderse las enseñanzas de la ciencia espiritual con el intelecto, sino de impregnar los sentimientos, las emociones, toda la vida con ellas. Sólo así se puede aprender algo de su verdad. De otro modo, no dejan de ser algo que "uno puede creer o no". Cuando se las comprende adecuadamente, las verdades de la ciencia espiritual le darán al hombre un verdadero fundamento para su vida, le permitirán reconocer su propio valor, su dignidad y su esencia humana, y le darán el mayor coraje para vivir. Porque esas verdades le iluminan en su relación con el mundo que le rodea, le muestran sus objetivos supremos, su verdadero destino. Y lo hacen de un modo adecuado a las exigencias del presente, no necesitando así quedarse atrapado en la contradicción entre fe y conocimiento. Se puede ser a la vez científico moderno y científico del espíritu, pero ambas cosas hay que serias en el verdadero sentido.



GA011 La Crónica del Akasha 18- EL HOMBRE CUATRIPARTITO EN LA TIERRA

 

CAPITULO XVIII

EL HOMBRE CUATRIPARTITO EN LA TIERRA



En esta descripción tomaremos al hombre como punto de partida. Tal como el hombre vive en la Tierra, consta actualmente de cuerpo físico, cuerpo etéreo o vital, cuerpo astral y "yo". Esta naturaleza humana cuatripartita contiene en sí misma gérmenes para su desarrollo superior. El "yo", por propia iniciativa, transforma los cuerpos "inferiores" y con ello les incorpora partes superiores de la naturaleza humana. El ennoblecimiento y purificación del cuerpo astral por parte del "yo" crea el desarrollo del "Yo Espiritual" (Manas), la transformación del cuerpo etéreo o vital crea el "Espíritu de Vida" (Budi) y la transformación del cuerpo físico origina el verdadero "Hombre Espíritu" (Atma). La transformación del cuerpo astral está en pleno proceso en el actual período evolutivo de la Tierra; la transformación consciente de los cuerpos físico y etéreo forman parte de épocas futuras; actualmente sólo ha empezado entre los iniciados, los instruidos en la ciencia del espíritu y sus discípulos.

Esa transformación triple del hombre es consciente, pero fue precedida por otra más o menos inconsciente durante el desarrollo anterior de la Tierra. En esa transformación inconsciente de los cuerpos astral, etéreo y físico hemos de buscar el origen del alma sensible, del alma racional y del alma consciente.

Hemos de dilucidar ahora cuál de estos tres cuerpos del hombre (el físico, el etéreo y el astral) es a su manera el más perfecto. Fácilmente podemos caer en la tentación de considerar el cuerpo físico como el más inferior y, por tanto, el menos perfecto, pero estaríamos en un error. Es cierto que el cuerpo astral y el etéreo alcanzarán un elevado grado de perfección en el futuro, pero actualmente el cuerpo físico, a su manera, es más perfecto que ellos, a la suya. El error mencionado sólo ha podido surgir porque el hombre tiene su cuerpo físico en común con el reino más inferior en la naturaleza, el reino mineral. El hombre tiene el cuerpo etéreo en común con el reino vegetal y el cuerpo astral con el reino animal.

Es cierto que el cuerpo físico humano está compuesto de las mismas sustancias y fuerzas que las existentes en el más amplio reino mineral, pero el modo en que esas fuerzas y sustancias actúan en el cuerpo humano es expresión de sabiduría y perfección estructural. Pronto nos convenceremos de la verdad de esa afirmación si nos ponemos a estudiar su estructura no sólo con el reseco intelecto, sino con toda nuestra alma afectiva. Podemos tomar cualquier parte del cuerpo físico humano como objeto de contemplación, por ejemplo, la parte superior del fémur.

Si lo miramos bien, veremos que no es una masa amorfa de sustancia, sino que está constituida de una forma complejísima, de radios diminutos que van en diferentes direcciones. Ninguna ingeniería moderna podría construir un puente o algo similar con tal sabiduría. Esas cosas están hoy todavía más allá del alcance de la más perfecta sabiduría humana. El hueso está construido de esa forma sabia a fin de que, con la distribución de esos haces, se alcance la necesaria capacidad de transporte para el soporte del torso humano con el mínimo de sustancia necesaria. Se utiliza la mínima sustancia necesaria para lograr el efecto mayor posible en términos dinámicos. Frente a esa" obra de arte de la arquitectura natural", sólo podemos llenamos de admiración. No es menor lo que sucede al admirar la milagrosa estructura del cerebro o del corazón humanos, o de la totalidad del cuerpo físico humano. Debiéramos comparar con ello el grado de perfección logrado, por ejemplo, por el cuerpo astral en el actual nivel evolutivo de la humanidad. El cuerpo astral es el portador del placer y el dolor, de las pasiones, impulsos, deseos, etc. Pero lo que ataca a ese cuerpo astral tiene un efecto nocivo contra la sabia estructura del cuerpo físico. Una gran parte de los estimulantes que consumimos son venenos para el corazón.

Con ello puede verse que la actividad que produce la estructura física del corazón actúa de manera más sabia que la actividad del cuerpo astral, que incluso se contrapone a esa sabiduría. Es cierto que en el futuro, el cuerpo astral avanzará a grados de mayor perfección, pero actualmente no es tan perfecto, a su manera, como el cuerpo físico. Algo semejante podría decirse con respecto al cuerpo etéreo y al "yo"; ente, este último, que ha de luchar en cada momento abriéndose paso a tientas, por entre el error y la ilusión, hacia la sabiduría.

Si comparamos los niveles de perfección de las partes del ser humano, descubriremos con facilidad que actualmente el cuerpo físico es el más perfecto a su manera, que el cuerpo etéreo lo es ya menos, el cuerpo astral lo es aun menos y que, en su nivel, el "yo" es el menos perfecto de los cuatro miembros. Ello se debe a que en el curso del desarrollo planetario de la Tierra el cuerpo físico humano es el que ha sido elaborado por más tiempo. Lo que el hombre lleva hoy como cuerpo físico ha pasado por todas las etapas evolutivas de Saturno, SoL Luna y Tierra hasta el presente de ésta. Todas las fuerzas de esos cuerpos planetario s se han ido grabando sucesivamente en ese cuerpo, de modo que poco a poco ha logrado alcanzar su actual nivel de perfección. Es por tanto la parte más antigua de la actual entidad humana. El cuerpo etéreo, tal como hoy se nos aparece en el hombre, no existía en el período de Saturno, sólo se agregó en el período evolutivo del Sol. Por ello, las fuerzas de cuatro cuerpos planetarios han actuado sobre el cuerpo físico, pero sólo las de tres, Sol, Luna y Tierra, lo han hecho sobre el etéreo. Por ello sólo en el futuro llegará a ser tan perfecto, a su nivel, como lo es el físico actualmente.

El cuerpo astral se unió al cuerpo físico y al etéreo en el período lunar y el "yo" no lo hizo hasta el ciclo terrestre.

Hemos de imaginamos que el cuerpo físico humano alcanzó un cierto grado de desarrollo en Saturno y que se fue perfeccionando en el Sol, de tal modo que pudiera convertirse entonces en portador del cuerpo etéreo. En Saturno, ese cuerpo físico había llegado al punto de convertirse en un mecanismo de enorme complejidad, pero que carecía totalmente de vida. Mas la complejidad de su estructura hizo precisamente que acabara desintegrándose, ya que había alcanzado tal grado, que dicho cuerpo físico ya no podía seguir manteniéndose mediante las fuerzas meramente minerales que actuaban en él. Fue a raíz de ese colapso de los cuerpos físicos humanos que se produjo el declive del Antiguo Saturno.

De los cuatro reinos actuales, el mineral, vegetal. Animal y humano, Saturno sólo constaba de humano. Lo que hoy llamamos animales, vegetales y minerales aún no existían. De los cuatro reinos naturales sólo existía en ese cuerpo celeste el hombre en su cuerpo físico, que era, de hecho, una especie de mineral muy complejo. Los otros reinos vinieron a existencia porque no todos los seres pudieron lograr su pleno desarrollo en los cuerpos celestes sucesivos. De ese modo, sólo una parte de los cuerpos humanos desarrollados en Saturno alcanzaron el completo objetivo Saturnal. Los cuerpos humanos que lograron esa meta despertaron a una nueva existencia durante el período solar y su forma fue penetrada e impregnada por el cuerpo etéreo. Con ello, se desarrollaron hacia un nivel más elevado de perfección, convirtiéndose en una especie de hombresplanta. Pero aquella parte de los cuerpos humanos que no habían podido alcanzar la meta de pleno desarrollo en Saturno, tuvieron que seguir realizando en el período Solar lo que no habían completado en Saturno, si bien lo hicieron en condiciones mucho más desfavorables que las que existían en Saturno para ese tipo de desarrollo. De esa manera quedaron rezagados con respecto a quienes habían alcanzado la meta completa en Saturno. En el Sol, surgió así un segundo reino natural además del humano.

Sería erróneo suponer que todos los órganos del actual cuerpo humano ya empezaron a desarrollarse en Saturno. No es así. En realidad son sobre todo los órganos sensorios los que se originaron en aquel período. Los primeros rudimentos de los ojos, oídos, etc., tuvieron ese origen tan remoto; los que en Saturno se formaron como cuerpos minerales, de la misma manera como ahora en la Tierra los" cristales sin vida", son ahora dichos órganos, que alcanzaron su forma actual transformándose una y otra vez, en mayor perfección, durante cada período planetario sucesivo. En Saturno sólo eran instrumentos físicos, nada más. En el Sol, sufrieron una transformación porque los impregnaba un cuerpo etéreo, y así penetraron en el proceso vital, convirtiéndose en instrumentos físicos vivientes. A ellos se le agregaron aquellas partes del cuerpo físico humano que sólo pueden desenvolverse bajo la influencia de un cuerpo etéreo; los órganos de crecimiento, nutrición y reproducción. Es evidente que los primeros rudimentos de dichos órganos, tal como se desarrollaron en el Sol, no se parecen en nada a la forma perfecta que hoy en día poseen.

Los órganos superiores que el cuerpo humano adquirió en el Sol por la interacción entre los cuerpos físico y etéreo, fueron los que hoy han llegado a ser nuestras glándulas. El cuerpo físico-humano en el Sol es un sistema de glándulas sobre las que se hallan impresas órganos sensorios de un nivel evolutivo correspondiente.

El desarrollo continuó en la Luna. Al cuerpo físico y al etéreo se les añadió el cuerpo astral. Con ello, se integran los primeros rudimentos de un sistema nervioso en el cuerpo glandular sensorio. Podemos ver que el cuerpo físico humano se va haciendo cada vez más complejo en los sucesivos períodos planetarios de evolución.

En la Luna, está compuesto de nervios, glándulas y sentidos. Los sentidos tienen tras de sí un proceso doble de transformación y perfección, mientras que los nervios están en su primera etapa. Si contemplamos al hombre lunar como un conjunto, veremos que consiste de tres partes: un cuerpo físico, un cuerpo etéreo y un cuerpo astral. El cuerpo físico es tripartito; esa partición es el resultado de la acción de las fuerzas de Saturno, Sol y Luna. El cuerpo etéreo es bipartito, sólo posee el efecto de la actividad del Sol y de la Luna y el cuerpo astral está hecho de un solo nivel porque sólo las fuerzas de la Luna han actuado en él. Con la incorporación del cuerpo astral en la Luna, el hombre se ha hecho capaz de tener sensaciones y una cierta interioridad. Dentro de su cuerpo astral puede formarse imágenes de lo que sucede en su entorno. En cierta manera, podemos comparar esas imágenes con las imágenes oníricas de la actual conciencia humana, pero son más vivaces y cromáticas, y, lo que es más importante, se relacionan directamente con los acontecimientos del mundo externo, mientras que las actuales imágenes de los sueños son meras resonancias de la vida diurna o son reflejos distorsionados de sucesos interiores o exteriores.

Las imágenes de la conciencia lunar se correspondían plenamente con los fenómenos externos relacionados con ellas. Supongamos, por ejemplo, que un hombre lunar como lo hemos descrito, dotado de cuerpo físico, etéreo y astral se aproximara a otro ser lunar. Sibien es cierto que no podría haberlo percibido como un objeto espacial, como sucede sólo en la posterior conciencia terrestre del hombre, en su cuerpo astral surgía una imagen que en su forma y color expresaba exactamente si el otro ser tenía buenas o malas intenciones con respecto a él, si le ayudaría o perjudicaría. Como resultado de ello, el hombre lunar podía regular su comportamiento totalmente de acuerdo con las imágenes que surgían en su conciencia pictórica. Esas imágenes eran un medio completo de orientación para él. El instrumento físico que necesitaba el cuerpo astral para relacionarse con los reinos naturales inferiores era el sistema nervioso integrado en el cuerpo físico. Para que se pudiera producir la transformación descrita durante el período lunar, fue necesaria la intervención de un importante acontecimiento cósmico. La integración del cuerpo astral y el desarrollo consecuente del sistema nervioso en el cuerpo físico, fue posible gracias a que lo que antes era un solo cuerpo cósmico, el Sol, se separara en dos partes, en Sol y en Luna. El Sol avanzó al estado de estrella fija, y la Luna siguió siendo un planeta, como había sido hasta entonces también el Sol, y empezó a orbitar, alrededor del Sol del que se había separado. A raíz de ello se produjo una importante transformación en todo lo que habitaba en el Sol y en la Luna.

Por el momento, seguiremos ese proceso de transformación en lo que se refiere a la vida de la Luna. El hombre, consistente en cuerpo físico, etéreo y astral, permaneció unido a la Luna cuando ésta se separó del Sol y por ello, entró en condiciones distintas de vida, ya que la Luna se llevó consigo sólo una parte de las fuerzas que contenía en el Sol, parte que ahora actuaba sobre el hombre desde su propio cuerpo celeste, mientras .el Sol había retenido las fuerzas restantes. A partir de entonces, éstas se irradiaban desde fuera hacia la Luna y por tanto a su habitante, el hombre. Si hubieran continuado las condiciones precedentes, si las fuerzas solares hubieran continuado llegando al hombre desde su propio escenario de actividad, la vida interior que se muestra en la aparición de imágenes del cuerpo astral no se habría desarrollado. La fuerza solar continuó su actividad sobre el cuerpo físico y el etéreo desde afuera. Ya había actuado en ambos anteriormente, pero liberó una parte de esos dos cuerpos para que quedaran expuestos a influencias que emanaban de la Luna, el cuerpo celeste recién creado por separación.

De ese modo, en la Luna, el hombre se hallaba sometido a una doble influencia, la del Sol y la de la Luna. A esta última se debe que en los cuerpos físico y etéreo se desarrollaran aquellas partes que permitieron la grabación del cuerpo astral. El cuerpo astral sólo puede crear imágenes si las fuerzas del Sol le llegan desde afuera, no desde su propio planeta. Las influencias lunares transformaron los rudimentos sensorios y el sistema glandular para que pudiera añadírseles un sistema nervioso las influencias solares hicieron que las imágenes, cuyo instrumento era el sistema nervioso, se correspondieran con los eventos lunares externos de la manera antes descrita.

La evolución sólo pudo seguir adelante de este modo hasta un límite. Si hubiera seguido indefinidamente en esas condiciones, el hombre lunar se habría endurecido en su vida interior de imágenes y hubiera perdido toda conexión con el Sol. Tiempo después, el Sol volvió a reabsorber a la Luna de modo que, durante un intervalo, ambos volvieron a ser un cuerpo celeste único. Esa unión duró hasta que el hombre estuvo suficientemente avanzado para que una nueva etapa evolutiva pudiera prevenir el endurecimiento que tenía que haberse producido en la Luna. Entonces se produjo una nueva separación, pero esta vez la Luna se llevó consigo fuerzas solares que antes no había recibido. Ello llevó a que más tarde se produjera aún otra separación. Lo que últimamente se había separado del Sol era un cuerpo celeste que contenía todas las fuerzas y seres, hoy presentes en la Tierra y en la Luna. Es decir, la Tierra contenía todavía en su interior a la Luna que hoy orbita a su alrededor. Si ésta hubiera permanecido dentro, la Tierra nunca se hubiera convertido en escenario de ningún desarrollo humano, incluido el actual, fuerzas de la Luna actual tuvieron primero que ser expulsadas y el hombre tuvo que permanecer en el escenario terrestre purificado por la salida de la Luna y continuar su desarrollo terrestre. De este modo, se formaron tres cuerpos celestes desde el antiguo Sol. Las fuerzas de dos de ellos, el nuevo Sol y la nueva Luna irradian ahora sobre la Tierra desde afuera.

Con este adelanto en el desarrollo de los cuerpos celestes se hizo posible la integración de un cuarto miembro, el "yo", en la naturaleza tripartita que poseía desde la etapa lunar. Esa integración del yo implicaba un perfeccionamiento de los cuerpos físicos, etéreo y astral. El perfeccionamiento del físico consistió en la incorporación del sistema cardíaco como preparador de la sangre caliente.

Es evidente que el sistema sensorio, el glandular y el nervioso tenían que modificarse para ser compatibles con el nuevo sistema de la sangre caliente. Los órganos sensorios se transformaron de tal modo que, desde la mera conciencia pictórica de antigua Luna, se pudo desarrollar la conciencia de objetos que permite la percepción de objetos externos; es la conciencia que posee hoy el hombre desde que se despierta por la mañana hasta que se duerme por la noche. En la antigua Luna, los sentidos no estaban abiertos todavía hacia afuera; las imágenes de la conciencia surgían desde dentro; esa apertura de los sentidos hacia lo exterior es el logro de la evolución terrestre.

Se dijo antes que no todos los cuerpos formados en Saturno alcanzaron la meta asignada y que en el Sol, conjuntamente con el reino humano en su forma de entonces, se generó un segundo reino natural. Hemos de, hacemos la imagen que en las siguientes etapas evolutivas, en Sol, Luna y Tierra hay seres que permanecieron retrasados y que, a raíz de ello, surgieron los reinos naturales inferiores. El reino animal, el más cercano al hombre, había ya quedado atrasado en Saturno, pero logró remontar parcialmente su desarrollo en el Sol y en la Luna en condiciones desfavorables, de manera que si en la Tierra no estaba tan avanzado como el hombre, en parte todavía pudo recibir sangre caliente, porque ésta no existió en ninguno de los reinos naturales previos a la Tierra. Los actuales animales de sangre fría (o de color variable) y ciertas plantas surgieron porque algunos seres del reino solar inferior volvieron a quedar retardados con respecto a los demás seres de su propio reino. El actual reino mineral surgió el último; de hecho, sólo durante el período terrestre.

El hombre cuatripartito en la Tierra recibe de la Luna y del Sol las influencias de aquellas fuerzas que quedaran ligadas a dichos cuerpos celestes. Del Sol llegan las fuerzas que promueven el progreso, crecimiento y transformación.

Si el hombre estuviera influenciado sólo por el Sol, se disolvería en un aceleradísimo proceso de crecimiento. Por esa razón, tuvo que abandonar el Sol en un momento determinado para recibir por medio de la Luna, que se había separado, un freno a ese progreso demasiado rápido.

Pero si hubiera permanecido siempre ligado a la Luna, el retardo en su crecimiento lo hubiera endurecido en una forma rígida. Por ello, tuvo que seguir adelante hacia la evolución terrestre, donde las dos influencias opuestas se equilibran adecuadamente. Al mismo tiempo, se alcanza el punto en que algo superior, el alma, se integra como entidad interior dentro del hombre cuatripartito.

En su forma, actividades, movimientos, etc., el cuerpo físico es expresión y efecto de lo que sucede en otros miembros, en el cuerpo etéreo, el astral y el "yo". En las descripciones de la Crónica Akáshica que hemos dado hasta ahora, hemos visto que, en el transcurso de la evolución, esos otros miembros de la entidad humana intervinieron gradualmente en la formación del cuerpo físico.

En el desarrollo saturnal, ninguno de esos miembros se hallaba todavía asociado con el cuerpo físico humano y, sin embargo, ya se hizo el primer inicio de su desarrollo. No hay que pensar que las fuerzas que más tarde actuarían sobre el cuerpo físico, partiendo del cuerpo etéreo, del astral y del yo, no actuasen ya en el período de Saturno. De hecho, ya estaban activas, si bien en cierto modo desde afuera, no desde adentro. Los otros miembros no se habían formado todavía, no se habían unido con el cuerpo físico humano como entidades individuales; pero las fuerzas que luego estarían unidas en ellos actuaban desde el entorno, desde la atmósfera de Satumo y configuraban los primeros esbozos de su cuerpo. Este fue transformado más tarde en el Sol, porque una parte de dichas fuerzas constituyeron entonces el cuerpo etéreo humano autónomo y actuaron sobre el cuerpo físico ya no desde afuera, sino desde adentro. Lo mismo ocurrió en la Luna con respecto al cuerpo astral. En la Tierra, el cuerpo físico fue transformado por cuarta vez haciéndose templo del "yo", que ahora actúa dentro de él.

Podemos decir que, a los ojos del investigador espiritual, el cuerpo físico no es algo fijado o permanente en su forma ni en su manera de actuar. Está sujeto a un constante proceso de transformación que, también, tiene lugar en el período terrestre en su desarrollo. Podremos comprender la vida humana si logramos hacemos una idea de esa transformación.

La aproximación a los órganos humanos, desde el punto de vista de la ciencia espiritual, muestra que cada uno de ellos se encuentra en etapas distintas de su evolución. Hay órganos en el cuerpo humano que, en su forma actual, están en evolución descendente y otros en proceso de ascenso. En el futuro, los primeros irán perdiendo valor para el hombre, pues ya pasó la época de florecimiento de sus funciones, y acabarán atrofiándose y desapareciendo del cuerpo humano. Otros órganos se hallan en un proceso ascendente, contienen muchos aspectos hoy aún germinales; en el futuro, se irán convirtiendo en formas más perfectas con una función superior.

Entre los órganos del primer tipo nos encontramos, por ejemplo, con los que sirven a la reproducción, a la propagación de seres de la misma especie. Pero, en el futuro su función pasará a otros órganos y ellos mismos se hundirán en el olvido. Llegará un tiempo en que estarán presentes en el cuerpo humano en condición de atrofia, y se los tendrá que considerar como evidencia del anterior desarrollo humano. Otros órganos como, por ejemplo, el corazón y las formaciones vecinas, se hallan en el inicio de su evolución en algunos aspectos. Lo que hoy se halla en ellos en estado germinal llegará a su máxima floración en el futuro.

Porque para el enfoque de la ciencia espiritual, el corazón y su relación con la circulación sanguínea se descubren como algo muy distinto a lo que nos dice la fisiología contemporánea que depende, en este sentido, de los conceptos materialistas, mecanicistas. Al darles ese otro enfoque, la ciencia espiritual logra echar luz sobre hechos muy conocidos en la ciencia actual, pero que con los medios de que dispone ésta última, no puede dar una explicación satisfactoria. La anatomía muestra que, en su estructura, los músculos del cuerpo humano son de dos tipos: los lisos y los estriados. Los músculos lisos generalmente ejercen movimientos involuntarios. Los músculos del intestino, por ejemplo, van transportando la nutrición en movimientos regulares en los que no interviene la voluntad humana. Los músculos del iris son también lisos, producen los movimientos que amplían la pupila cuando está sometida a poca luz y la contraen cuando hay mucha luz. Son también movimientos involuntarios.

Por otro lado, los músculos estriados llevan a cabo movimientos ligados a la voluntad, por ejemplo, los que nos permiten mover los brazos y las piernas. El corazón, que, en el fondo, es un músculo, es una excepción a la regla. En el actual período evolutivo del hombre, el corazón no depende de nuestra voluntad en sus movimientos y sin embargo es un músculo estriado. La ciencia espiritual nos aclara el por qué. El corazón no va a ser siempre igual a lo que es hoy, en el futuro tendrá una forma muy distinta y una función diferente; está en proceso de convertirse en músculo voluntario. En el futuro realizará movimientos resultantes de impulsos anímicos del hombre.

Su configuración actual muestra ya, la importancia que tendrá en el futuro, cuando los movimientos cardíacos serán expresión de la voluntad humana, como hoy lo son el levantar la mano o poner el pie delante al caminar.

Esa concepción del corazón se relaciona con una visión abarcante de la ciencia espiritual en lo referente al vínculo entre el corazón y la denominada circulación" sanguínea.

La doctrina materialista-mecanicista de la vida considera al corazón como una bomba que lleva la sangre al organismo de una forma regular1. Pero la visión de la ciencia espiritual muestra algo muy distinto; para ella, la palpitación de la sangre y toda su movilidad interna son expresión y efecto de procesos del alma. El alma es el origen del comportamiento de la sangre. El ponerse pálido cuando se siente temor, el enrojecer cuando sentimos vergüenza, son efectos muy burdos del alma sobre la sangre.

Pero en realidad todo lo que sucede en la sangre es tan sólo expresión de lo que acontece en la vida del alma. No obstante, la relación entre la pulsación de la sangre y los impulsos anímicos no deja de ser un profundo misterio.

Los movimientos del corazón no son la causa, sino la consecuencia de la pulsación de la sangre. En el futuro, el corazón llevará al mundo exterior lo que sucede en el alma humana, por medio de movimientos voluntarios.

Otros órganos que se hallan también en evolución ascendente son los de la respiración en su función de instrumentos del habla. Con ellos, el hombre actualmente puede transformar sus pensamientos en ondas aéreas. Al hacerla, imprime en el mundo exterior lo que vivencia en su propio interior, transformando sus experiencias internas en ondas aéreas. Ese movimiento ondular del aire es una especie de escritura de lo que sucede dentro del hombre. En el futuro, podrá con ello dar forma externa a facetas cada vez mayores de su ser interior.

El resultado final, en ese sentido, llevará a que, con sus órganos del habla ya perfeccionados del todo, el hombre produzca otros seres de su misma especie. Por ello, los órganos verbales de hoy contienen germinalmente los futuros órganos de reproducción. El hecho del cambio de voz que sucede en el varón en la pubertad es consecuencia de la misteriosa relación que existe entre los instrumentos del habla y la reproducción.

Todo el cuerpo físico humano puede enfocarse de este modo desde el punto de vista de la ciencia espiritual. Aquí sólo se pretende dar algunos ejemplos. En la ciencia del espíritu existen la fisiología y la anatomía. Esas dos disciplinas, tal como existen hoy, habrán de ser fecundadas por la anatomía y la fisiología procedentes de la ciencia espiritual en un futuro no muy lejano y acabarán incluso transformándose en esta última.

En esa área, se evidencia que resultados como los mencionados no han de conseguirse por meras inferencias o especulaciones resultantes de la analogía, sino que han de proceder de la verdadera investigación de la ciencia espiritual. Eso hay que recalcarlo, porque suele suceder con frecuencia que una vez logrados algunos vislumbres, los devotos seguidores de la ciencia espiritual siguen tejiendo sus ideas en el aire. No es de extrañar que de ese modo sólo se produzcan fantasías, que abundan en esas áreas de estudio. Se podría, por ejemplo, intentar llegar a la siguiente descripción basándose en 10 que hemos dicho antes: como que los órganos reproductores humanos en su estado actual serán los primeros en perder su importancia en el futuro, son, por lo tanto, los primeros en recibirla en el pasado y por lo tanto, son los órganos más antiguos en el cuerpo humano. Y sin embargo 10 correcto es lo contrario, porque esos órganos fueron los últimos que tomaron su forma actual y serán los primeros en perderla.

A la investigación de la ciencia espiritual se le presenta el hecho de que, en el Sol, el cuerpo físico humano había avanzado en cierto sentido hasta el nivel de existencia vegetal. En aquel tiempo estaba impregnado sólo por un cuerpo etéreo. En la Luna tomó el carácter de cuerpo animal, porque fue interpenetrado por el cuerpo astral. Más no todos los órganos participaron en esa transformación al carácter animal y algunas partes permanecieron en el nivel vegetal. En la Tierra, tras la integración del "yo", cuando el cuerpo humano ascendió a su forma actual, varios órganos llevaban un carácter decididamente vegetal, aunque no hay que imaginar que dichos órganos se parecieran exactamente a nuestras plantas actuales. A estos pertenecían los órganos de la reproducción. Todavía mostraban un carácter vegetal al principio de la evolución terrestre; lo cual era conocido por la sabiduría de los Misterios.

El arte antiguo, que retuvo tanto de las tradiciones de los Misterios, representa a hermafroditas con órganos reproductores parecidos a hojas vegetales. En realidad son precursores del hombre que tenían todavía el tipo antiguo de órganos de reproducción (que eran bisexuales). Eso podemos verlo, por ejemplo, en la figura hermafrodita en la colección del Capitolio de Roma. Si contemplamos estos asuntos, comprenderemos también la verdadera razón de la presencia de la hoja de parra en Eva.

Aceptaremos entonces verdaderas explicaciones para muchas antiguas representaciones. Mientras que las interpretaciones actuales no dejan de ser el mero resultado de un pensar no consecuente.

Diremos, tan sólo, que la figura hermafrodita mencionada muestra también otros apéndices vegetales. Cuando fue realizada originalmente, todavía existía la tradición de que en un pasado remoto, ciertos órganos humanos cambiaron de un carácter vegetal adoptando un carácter animal.

Todos esos cambios del cuerpo humano son simple expresión de las fuerzas de transformación que residen en los cuerpos etéreo, astral y en el yo. Las transformaciones del cuerpo físico humano acompañan a los actos de los miembros superiores del hombre. Podemos, por lo tanto, comprender la estructura y la actividad de este cuerpo humano sólo si penetramos en la Crónica Akáshica, que nos muestra cómo tienen lugar las modificaciones superiores de los miembros espirituales y anímicos del hombre. Todo lo físico y material se explica a partir de lo espiritual. Si estudiamos lo espiritual iluminamos incluso el futuro de lo físico.

1 * Para ella el corazón es la causa del movimiento sanguíneo.

GA011 La Crónica del Akasha 17- LA VIDA DE LA TIERRA

 

CAPITULO XVII

LA VIDA DE LA TIERRA



Ya hemos visto cómo se forman sucesivamente los elementos constitutivos de lo que se denomina la "naturaleza humana inferior", es decir el cuerpo físico, el cuerpo etéreo y el cuerpo astral. Igualmente hemos descrito cómo, cada vez que se añade un nuevo cuerpo, los precedentes deben siempre transformarse a fin de poder servir de soportes y de instrumentos al siguiente. A este progreso se añade el que realiza la conciencia humana.

Mientras el ser humano inferior, sólo posee el cuerpo físico, su estado de conciencia es profundamente oscuro e incluso no alcanza el nivel del dormir sin sueños actual, aunque para el hombre moderno este último estado sea ya de alguna manera" inconsciente". En la época en que aparece el cuerpo etéreo, el hombre accede a una conciencia igual a la del actual dormir sin sueños; con la formación del cuerpo astral se manifiesta una conciencia imaginativa crepuscular, que no iguala pero se asemeja a la que posee el hombre cuando sueña. Ahora describiremos el 4to. estado de conciencia, el del hombre terrestre actual. Se forma en el curso de la 4ta. era cósmica, la de la Tierra, que sucede a las de Saturno, Sol y Luna.

Sobre Saturno, la formación del cuerpo físico se ha hecho por etapas progresivas. En esta época, todavía no habría podido servir de soporte al cuerpo etéreo. Este sólo empieza a añadírsele durante la época solar Durante los ciclos sucesivos sobre el Sol, el cuerpo físico fue transformado de manera que pudiera servir de soporte a este cuerpo etéreo, es decir, para que el cuerpo etéreo pudiera trabajar en el cuerpo físico. Durante evolución lunar vino a añadirse el cuerpo astral; de nuevo los cuerpos físico y etéreo fueron transformados para servir de envolturas y de instrumentos adecuados al cuerpo astral. Por este hecho, en la Luna, el hombre es un ser compuesto de un cuerpo físico, de un cuerpo etéreo y de un cuerpo astral. Por su cuerpo etéreo puede sentir tanto la alegría como la pena; su cuerpo astral le hace un ser emotivo, capaz de cólera, de odio, de amor, etc.

Ya se dijo que Espíritus Superiores trabajaban en los diferentes elementos constitutivos de su ser. Es así como, en la Luna, el cuerpo etéreo ha recibido de los "Espíritus del Crepúsculo" la facultad de experimentar el placer y el dolor. Los "Espíritus del Fuego", por su parte, han dotado al cuerpo astral de emotividad. Al mismo tiempo, tenía lugar otro proceso durante los tres grandes ciclos, sobre Saturno, Sol y Luna. Durante el último ciclo saturnal, el "Hombre Espíritu" (Atma) fue formado con la ayuda de los "Espíritus de la Voluntad" (Tronos). En el curso del penúltimo ciclo solar se le añadió, gracias a la asistencia de los Querubines, el "Espíritu de Vida" (Budi).Y durante el antepenúltimo ciclo de la era lunar, el "Yo Espiritual" (Manas) pudo, gracias a la ayuda de los Serafines, unirse a los otros dos. En el transcurso de estos tres grandes ciclos,se han formado, de alguna manera, dos ramas de la humanidad: un hombre inferior compuesto de cuerpo físico, etéreo y astral, y luego un hombre superior, compuesto de "Hombre Espíritu" (Atma), de "Espíritu de Vida" (Budi) y de "Yo Espiritual". En un primer tiempo, la naturaleza inferior del hombre y su naturaleza superior tomaron caminos diferentes.

La evolución de la Tierra tiene por misión reunir estos dos principios humanos separados. Después del séptimo ciclo menor, toda la existencia lunar entra en una especie de sueño (Pralaya). Esto tiene por efecto mezclarlo todo y hacer una masa uniforme. Incluso el Sol y la Luna, que desde el último gran ciclo estaban separados, se amalgaman durante los últimos ciclos lunares. Cuando todo emerge de nuevo del sueño, es esencial que se produzca durante un primer ciclo menor, una repetición del estado saturnal, durante un segundo ciclo, el del estado solar¡ y durante un tercer ciclo, el de la evolución lunar. En el curso de este tercer ciclo, los seres que viven sobre esta Luna, que se ha separado de nuevo del Sol, recobran poco a poco el modo de existencia que tenían en la Luna. El hombre inferior aparece como un ser intermedio entre el hombre actual y el animal¡ las plantas se sitúan entre las actuales naturalezas animal y vegetal; los minerales sólo tienen en una mitad el carácter inerte que hoy conocemos, en la otra mitad son vegetales.

Durante la segunda parte de este tercer ciclo, otra cosa comienza a prepararse: Los minerales se solidifican y los vegetales pierden poco a poco el lado animal de su sensibilidad; el género único hombre-animal engendra dos categorías. Una permanece al nivel de la animalidad, y la otra ve el cuerpo astral dividirse en dos. Se forma una parte inferior que continúa sirviendo de envoltura a las emociones, y una parte superior que adquiere una cierta autonomía, haciéndose así capaz de ejercer una especie de dominio sobre los elementos constitutivos inferiores, sobre el cuerpo físico, el cuerpo etéreo y el cuerpo astral inferior. Luego intervienen los "Espíritus de la Personalidad" que se apoderan de este cuerpo astral superior para imprimirle la autonomía, al mismo tiempo que egoísmo. Desde entonces, el trabajo de los "Espíritus del Fuego" se limita al cuerpo astral inferior del hombre. mientras que los "Espíritus de la Personalidad" actúan en el cuerpo etéreo; en el cuerpo físico se establece la acción de la entidad a la que se puede designar como el verdadero antepasado humano. Con la ayuda de los Tronos, esta misma entidad había formado sobre Saturno el "Hombre Espíritu" (Atma); con la ayuda de los Querubines, sobre el Sol, el "Espíritu de Vida" (Budi); y con la ayuda de los Serafines, sobre la Luna, el "Yo Espiritual" (Manas). En lo sucesivo esto cambia. Los Tronos, los Querubines y los Serafines se elevan hacia esferas superiores; y el ser humano espiritual es asistido ahora por los "Espíritus de la Sabiduría", "del Movimiento" y "de la Forma". Están unidos con el

"Yo Espiritual", el "Espíritu de Vida" y el "Hombre Espíritu" (Manas, Budi, Atma). Con la ayuda de estos seres, la entidad humana, que hemos descrito, elabora su cuerpo físico en el curso de la segunda mitad del tercer ciclo de la Tierra. La acción más significativa viene de los "Espíritus de la Forma". Dan al cuerpo físico humano una forma que constituye una especie de precursor del futuro cuerpo humano del cuarto ciclo (el actual o la cuarta ronda). Unicamente los "Espíritus del Fuego" continúan actuando en el cuerpo astral de los seres animales retardados; en el cuerpo etéreo de los vegetales son los "Espíritus del Crepúsculo". Por el contrario, los "Espíritus de la Forma" participan en la transformación del reino mineral. Son ellos quienes lo endurecen, le dan una forma sólida y rígida. Sería falso pensar que el radio de acción de los espíritus mencionados se limita a lo que hemos caracterizado. Lo que hemos dicho sólo apunta a las orientaciones principales de estas actividades. De una forma secundaria todas las entidades espirituales actúan en todas partes. Así, por ejemplo, durante este período, la actividad de los "Espíritus de la Forma" se extiende igualmente sobre los cuerpos físicos de los vegetales y de los animales, etc.

Una vez terminado esto, hacia el final del tercer ciclo terrestre, todas las entidades, incluidos el Soly la Luna, se amalgaman y pasan por un corto período de sueño (pequeño Pralaya). Todo se funde entonces en una masa uniforme (caos);al final de este período comienza el cuarto ciclo terrestre en el que nos encontramos actualmente.

Al principio, todo lo que, del reino mineral, vegetal, animal y humano, tenía anteriormente su carácter propio, comienza a germinar y a distinguirse de esta masa indiferenciada. Al principio, sólo son los ancestros del hombre que reaparecen en forma de gérmenes autónomos, ancestros cuyo cuerpo astral superior, en el curso del precedente ciclo menor, se habían beneficiado de la acción de los "Espíritus de la Personalidad". Todos los otros seres de los reinos mineral, vegetal y animal aún no tienen aquí ninguna existencia autónoma. (En efecto, en este estadio, todo se encuentra todavía en un grado altamente espiritual que se denomina "informe" o "Arupa". En el nivel actual de la evolución sólo los pensamientos humanos más elevados, por ejemplo, los conceptos matemáticos y los ideales morales, están tejidos de esta sustancia a la que pertenecen todos los seres situados en el estadio del que hablamos). Lo que está por debajo de estos ancestros humanos sólo puede aparecer como actividad de un ser superior. Así los animales sólo existen como estados de conciencia propios de los "Espíritus del Fuego", y las plantas bajo la forma de estados de conciencia de los "Espíritus del Crepúsculo".

En cuanto a los minerales, tienen una doble existencia reflejada en el pensamiento. Primero existen como gérmenes de pensamiento en los antepasados humanos mencionados antes, y luego como pensamientos en el seno de la conciencia de los "Espíritus de la Forma". El "ser humano superior" (Hombre-Espíritu, Espíritu de Vida, Yo Espiritual) también existe en la conciencia de los "Espíritus de la Forma". Todo experimenta entonces una especie de densificación gradual. En el próximo estadio esta densidad no sobrepasa, sin embargo, la de los pensamientos. Los seres animales formados durante el ciclo precedente podrán ya manifestarse. Se desprenden de la conciencia de los "Espíritus del Fuego" y se convierten en seres de pensamientos autónomos. Este estadio es el que se denomina" de forma" o "Rupa". El hombre evoluciona aquí, en el sentido de que su cuerpo hecho de pensamientos, antes informe y autónomo, es envuelto por los "Espíritus de la Forma" por un cuerpo hecho de sustancia de pensamientos, más denso.

Los animales, como seres autónomos, sólo existen aquí bajo la forma de esta sustancia. Una nueva densificación se impulsa. El estadio que aquí se alcanza es comparable al que se teje por las representaciones sacadas de la conciencia imaginativa de sueño. Es el nivel que se denomina "astral". Luego, el antepasado del hombre inicia de nuevo su progresión. Su ser recibe todavía un cuerpo hecho de esa sustancia y que viene a añadirse a los otros dos cuerpos. Posee pues ahora un núcleo interior sin forma, un cuerpo de pensamiento y un cuerpo astral. Los animales reciben un mismo cuerpo astral, y las plantas, en tanto que entidades astrales autónomas, se desprenden de la conciencia de los "Espíritus del Crepúsculo".

El paso siguiente de la evolución consiste en una densificación aún más intensa que conduce al estadio llamado físico. Primero se está confrontado a un estado físico extremadamente sutil, el del éter más fino. El antepasado del hombre recibe de los "Espíritus de la Forma" el cuerpo etéreo más fino que viene a añadirse a los elementos constitutivos precedentes. Está constituido, pues, de un núcleo de pensamientos sin forma, de un cuerpo de pensamientos estructurado, de un cuerpo astral y un cuerpo etéreo. Los animales tienen un cuerpo de pensamiento estructurado, un cuerpo astral y un cuerpo etéreo. Las plantas tienen un cuerpo astral y un cuerpo etéreo. Los minerales aparecen aquí por primera vez en su forma etérea autónoma. En este nivel de la evolución nos encontramos, pues, con cuatro reinos, el mineral; el vegetal, el animal y el reino humano. En el curso de la evolución pasada, otros tres reinos han visto igualmente la luz. En la época en que los animales en estado de pensamiento (Rupa) se separaron de los "Espíritus del Fuego", los "Espíritus de la Personalidad", a su vez, también eliminaron ciertas entidades hechas de su sustancia de pensamiento indeterminado que se condensa como una nube, se disuelve, surge y fluye. En realidad, no debería hablarse de entidades autónomas, sino solamente de una masa global irregular. Se trata del primer reino elemental. En el nivel astral; algo semejante se desprende de los "Espíritus del Fuego". Se trata de imágenes o esquemas fantasmales que se asemejan a las representaciones producidas por fa conciencia imaginativa de sueño. Forman él segundo reino elemental. Finalmente, al inicio del estado físico, entidades con carácter de imágenes indeterminadas se desprenden de los "Espíritus del Crepúsculo". Tampoco son autónomas, pero saben expresar fuerzas que se asemejan a las pasiones y emociones humanas y animales. Estas emociones no autónomas que se mueven sin cesar forman el tercer reino elemental. A los seres dotados de una conciencia imaginativa de sueño, o a los que poseen conciencia imaginativa lúcida, estas criaturas del tercer reino elemental pueden aparecer bajo la forma de luz fluyente, de copos de color, de olores, de sabores, sonidos y ruidos de toda clase. Pero todas estas percepciones tienen algo de fantasmal.

Luego, la Tierra, emanando del conjunto astral precedente, se densifica en un cuerpo etéreo sutil; hemos de representárnoslo como un conglomerado compuesto de una masa a la vez etérea y mineral, vegetales, animales y seres humanos en estado etéreo. Las criaturas de los tres reinos elementales están igualmente presentes, llenando de alguna manera los espacios intermedios y penetrando incluso a los otros seres.

Este cuerpo terrestre está habitado por las entidades espirituales superiores que participan, de la manera más variada, en estos reinos. Forman, por decirlo así, una comunidad espiritual, un Estado espiritual, y el cuerpo terrestre que llevan, al igual que el caracol lleva su cáscara globular, les sirve de domicilio y de lugar de trabajo. En este estadio, el Sol y la Luna, que hoy están separados de la Tierra, todavía son parte integral de ella. Estos dos cuerpos celestes no se desprendieron de la Tierra hasta más tarde. En ese estadio, el ser humano superior ("Hombre-Espíritu", "Espíritu de Vida", "Yo Espiritual", Atma, Budi, Manas) no es autónomo. Todavía es uno de los componentes de este Estado espiritual y queda por el momento ligado a los "Espíritus de la Forma", de la misma manera que la mano forma parte del organismo humano y por tanto no es autónoma.

Así se presenta la formación progresiva de la Tierra hasta el momento en que se torna física. Expondremos a continuación el progreso que realiza durante ese estado.

Se comprobará que la descripción del desarrollo recorrido reunirá lo que ya hemos evocado en el curso de los precedentes capítulos de esta Crónica Akáshica concerniente a la evolución de la Tierra.

Los estados evolutivos que hemos denominado informe, con forma, astral o físico, y que se diferenciaban en el seno de cada ciclo menor (ronda), se llaman" globos", en lenguaje teosófico. Se habla en este caso de un globo Arupa, de un globo Rupa, de un globo astral y de un globo físico. Algunos han estimado que estas denominaciones eran inadecuadas. Pero no se trata de iniciar aquí una discusión sobre este asunto, pues lo único que cuenta son los hechos como tales. En lugar de inquietarse demasiado por el asunto de la denominación, es preferible intentar describir las cosas lo mejor posible. De todas formas, la terminología será siempre más o menos inadaptada. Cuando se trata de aplicar a los hechos del mundo espiritual nombres sacados del mundo sensible, está claro que sólo puede tratarse de comparaciones. Nuestra exposición relativa a la evolución de la humanidad alcanza el punto en que la Tierra entra en su proceso de condensación física. Intentemos representarnos esta etapa evolutiva del género humano. Lo que más tarde será el Sol, la Luna y la Tierra, constituye todavía un solo cuerpo hecho de una sustancia etérea muy fina.

La existencia de seres que ulteriormente serán los hombres, los animales, los vegetales y los minerales, se desarrolló por completo en esta sustancia. Para permitir un nuevo progreso de la evolución, este cuerpo cósmico debe primeramente convertirse en dos, uno que será el futuro Sol, y otro conteniendo aún reunidas la futura Tierra y la futura Luna. Este segundo cuerpo cósmico no se escindirá hasta más tarde, lo que será la Luna se desprende y abandona la Tierra, lugar, este último, en donde residirán el ser humano y las otras criaturas.

El que esté familiarizado con los escritos de ciencia oculta, debe saber que la división de este cuerpo cósmico unico en dos cuerpos, se desarrolló en la época que corresponde a la del desarrollo de la segunda raza principal de hombre. Los antepasados humanos de esta raza son descritos como formas en cuerpos etéreos sutiles. Sería un error creer que éstos habrían podido desarrollarse sobre la actual Tierra, una vez que se desprendió del Sol y hubo eliminado la Luna. Después de esta separación, tales cuerpos etéreos ya no podían existir. Siguiendo la evolución de la humanidad durante el ciclo descrito en nuestro estudio y que lleva hasta la época presente, se puede constatar una serie de estados principales, de los cuales el actual es el quinto. Nuestros relatos, sacados de la Crónica Akáshica, ya han tratado estos estados, Aquí simplemente recordamos lo que es necesario para profundizar nuestro estudio. El primer estadio principal muestra los antepasados humanos como entidades hechas de una sustancia etérea muy fina. Con una cierta imprecisión, la literatura teosófica corriente dice, de estas entidades, que constituyen la primera raza principal. En lo esencial, este estado se mantiene todavía durante la segunda época, en la que esta literatura sitúa la segunda raza principal. Hasta este estadio de la evolución, el Sol, la Luna y la Tierra forman todavía un solo cuerpo cósmico. Luego el Sol se desprende para convenirse en un cuerpo autónomo, sustrayendo a la Tierra, todavía unida a la Luna, todas las fuerzas que habían permitido al antepasado humano mantenerse en este estado etéreo. La separación del Sol condujo a una solidificación de las formas humanas y de las de los otros seres ligados al hombre. Estos seres deben, de alguna manera, instalarse en su nuevo lugar de residencia. Sin embargo, no sólo se alejan de esta morada las fuerzas materiales. También hay entidades espirituales que parten en ese momento, aquellas de las que hemos dicho que formaban en el seno de este cuerpo cósmico, todavía unido, una comunidad espiritual. Su existencia mantiene con el Sol relaciones más íntimas que con el cuerpo cósmico excretado por el Sol. Si estas entidades hubieran quedado unidas a las fuerzas que más tarde se desarrollaron sobre la Tierra y sobre la Luna, no habrían podido evolucionar hasta los niveles que se les había asignado. Para proseguir su desarrollo, necesitaban un nuevo lugar de permanencia.

Este les es ofrecido por el Sol después de que, de alguna manera, se ha purificado de las fuerzas terrestres y lunares. En el nivel en que se encuentran ahora estas entidades, sólo pueden influenciar a las fuerzas de la Tierra y de la Luna desde el exterior, a partir del Sol.

Se comprende ahora el significado de esta separación.

Ciertas entidades superiores al hombre habían realizado su evolución en este único cuerpo cósmico; ahora reivindican una parte de él para sus propias necesidades y ceden el resto a los hombres y a las otras criaturas.

La separación del Sol tuvo la consecuencia siguiente:

se produjo una revolución radical en la evolución del hombre y de las otras criaturas que cayeron, de alguna manera, de una forma de vida avanzada a una forma inferior. Se vieron obligados porque perdieron el contacto inmediato con estas entidades superiores. Pero su desarrollo se habría perdido en un callejón sin salida, si otros acontecimientos cósmicos no hubieran venido a reanimar la evolución y orientada hacia otros caminos. Apoyándose en las fuerzas que en la época permanecían todavía en el seno de la Tierra, y que actualmente se encuentran unidas a la Luna que se ha desprendido, hubiera sido imposible todavía progresar. Estas fuerzas no habrían permitido el nacimiento de la humanidad actual, sino solamente el de una especie de seres capaces de llevar a una animalidad desmesurada las cualidades de emotividad, de cólera, de odio, etc., desarrolladas en el transcurso del tercer gran ciclo lunar. Además, esto se produjo durante un cierto tiempo. La separación del Sol tuvo por consecuencia directa la formación del tercer estadio principal en el antepasado humano, del que la ciencia espiritual dice que es la tercera raza principal, la lemur. Aquí la palabra "raza" todavía no es muy afortunada para caracterizar este grado de evolución. En efecto, estos antepasados del hombre no pueden ser comparados a lo que designamos actualmente con la palabra "raza". Es importante saber que las formas de evolución tanto para el pasado lejano como para los tiempos futuros, son realmente diferentes de lo que conocemos actualmente, que nuestra terminología sólo es un mal sucedáneo, desprovisto de todo sentido, cuando se trata de épocas tan alejadas. No se puede comenzar a hablar de "razas" hasta el segundo tercio de la evolución del tercer estadio principal (el lemur). Allí comienza a formarse lo que actualmente denominamos una "raza". Durante la evolución atlante este "carácter de raza" se mantiene durante el cuarto estadio principal hasta el quinto estadio principal, el nuestro. Pero a partir del fin de nuestra quinta época la palabra "raza" perderá todo el significado. En el futuro la humanidad será dividida en fracciones que ya no se podrán llamar" razas". Sobre este punto la literatura teosófica corriente ha creado mucha confusión.

Ello es imputable sobre todo a la obra de Sinnet "El Buddhismo esotérico", que por otra parte tuvo el gran mérito de haber sido, en nuestra época, la primera obra que hacía populares las concepciones teosóficas. En ella, la evolución cósmica es presentada como si en el curso de los ciclos cósmicos las "razas" se repitieran al infinito y siempre de la misma manera. Pero este no es el caso. Incluso lo que merece ser llamado "raza" nace y desaparece.

La palabra "raza" debería servir para designar solamente un cierto período de la evolución humana. Antes y después de este período las formas de evolución son muy diferentes de las de las" razas". El riesgo que corremos al hacer esta afirmación se basa en el descifrado auténtico de la Crónica Akáshica. El autor sabe que está en perfecta conformidad con la verdadera investigación oculta. Sin esta seguridad, no se habría permitido jamás emitir tales objeciones destinadas a obras teosóficas meritorias. Permítaseme añadir la observación siguiente, aunque en el fondo sea superflua: las inspiraciones del gran maestro mencionado en "El Buddhismo esotérico" no están en contradicción con lo que hemos expuesto aquí; el malentendido es imputable solamente al hecho de que el autor de esa obra ha transpuesto, a su manera, en nuestro lenguaje humano corriente, la sabiduría difícilmente expresable de esas inspiraciones.

El tercer estadio principal del desarrollo de la humanidad se comprueba que es el del nacimiento de las "razas".

Este acontecimiento fue provocado por la Luna al desprenderse de la Tierra; separación que tuvo por consecuencia la aparición de dos sexos. Este estadio de la evolución humana es frecuentemente mencionado en la "Crónica del Akasha". Cuando la Tierra, todavía unida a la Luna, se desprendió del Sol, la humanidad no distinguía todavía entre el sexo masculino y el sexo femenino. Cada ser humano contenía en su cuerpo, hecho de una sustancia muy sutil, los dos sexos. Simplemente es preciso saber que estos antepasados bisexuados estaban en un nivel de desarrollo mucho más bajo que el hombre moderno.

Los instintos inferiores actuaban con una energía desmesurada, y no existía el mínimo rastro de un desarrollo espiritual. El incentivo de este desarrollo, así como el mantener en ciertos límites los instintos inferiores, están ligados al hecho de que, en la época en que la Tierra y la Luna se separaron, la primera se encontró en la zona de influencia de otros planetas. La actividad común de la Tierra y de otros planetas, su encuentro con estos nuevos planetas, constituye un hecho de la más alta importancia; esto concierne a la época que la Teosofía denomina lemur. Sera tema de un próximo capítulo de la Crónica del Akasha. Es bueno evocar una vez más, pero bajo un ángulo diferente, este camino de la evolución. Hay una razón muy precisa para ello, Nunca se estudiarán bastante las verdades concernientes a los mundos superiores, y esto a partir de las perspectivas más variadas. Debería verse que con cada punto de vista sólo se suministra finalmente un esbozo muy fragmentario. Solamente poco a poco, cuando han observado los fenómenos desde diversos lados, las impresiones recogidas se completan y forman un cuadro cada vez más vivo. Para acceder a los mundos superiores, el hombre tiene necesidad de tales imágenes y no de esquemas rígidos. Cuando más llenas de vida y color estas imágenes, más puede esperarse una aproximación a la realidad superior. Es evidente que son precisamente estas imágenes de los mundos superiores las que suscitan actualmente en muchos de nuestros contemporáneos una cierta desconfianza. Se aceptan de buen grado los esquemas de conceptos y clasificaciones conteniendo el mayor número posible de nombres relativos al Devacan, a la evolución planetaria, etc., pero se hacen remilgos cuando alguien se permite describir los mundos suprasensibles como un viajero caracterizaría los paisajes de América del Sur. Y sin embargo, hay que saber que, comparados a las imágenes llenas de vida, los nombres y las clasificaciones abstractos no son de ninguna utilidad.